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Era un día como cualquier otro, iba vestido con una camiseta blanca con capucha, una chaqueta negra de cuero, en la cual, en los bolsillos de dentro había una pistola, unos pantalones negros, y llevaba un parche en el ojo derecho. Estaba en un barco, que nos prestó el gobierno a mi y a Zhown, el chico de las cicatrices. -Acabemos pronto con esa gente y vayámonos...- Le dije a Zhown mientras me estiraba en la cubierta del barco, observando un cielo nublado, seguramente, llovería pronto.
Teníamos la misión, de detener a una gente que traficaba con drogas, es decir, asaltar su barco en una de sus rutas, arrestarlos o matarlos a todos y destruir la droga. Acaricié a Kirara, una pequeña cría de guepardo, la cual se sentó encima de mi barriga. Solo estábamos yo y Zhown en el barco, no había nadie más y debíamos cumplir la misión con éxito, si o si. Me colgué del cuello de Zhown, solo para molestarle. -Acabemos rápido con los narcotraficantes y entrenemos, que no quiero ser débil...- Dije mientras seguía colgado de su cuello.
Se podía divisar un barco a lo lejos, era completamente negro, pero algo pequeño, seguramente, sería el de los narcotraficantes. -Ese es el barco, ¿no?...- Pregunté mientras lo veía y observaba detenidamente, era exactamente igual a la descripción de lo que nos habían dicho, algo pequeño, negro y sin cañones. Le ordené a Kirara que se quedará en el barco, cosa a lo que mas o menos hizo caso, todo iría bien por el momento, ahora solo quedaba ir hasta el barco, había un marine, el cual hacía de navegante y dirigía su barco hacia el otro.
El barco seguía avanzando mientras yo seguía colgado del cuello de Zhown, como un mono que se cuelga de una liana en la jungla. -Zhown-nii, no te quedes a todos para ti solo, que yo quiero divertirme también...- Dije sin mostrar como me sentía en ningún momento, solo estaba serio, esperando a que llegáramos al barco mientras seguía nublado, como si fuera a llover en cualquier momento, además, de que hacía bastante frío y aunque no lo pareciera, yo tenía algo de frío.
Quería acabar ya con la misión, para volver pronto a la base y estar calentito, y no muriéndome de frío por culpa de unos narcotraficantes que a lo mejor ni siquiera sabían luchar. El barco choco contra el de narcotraficantes y luego con una cuerda atada al mástil, me descolgué de Zhown y con esa cuerda, aterricé en medio de un grupo de personas, armadas con espadas. Uno de los narcotraficantes, el cual era calvo y solo vestía pantalones, me fue a dar un tajo, así que me aparté a la derecha y le toqué la mano, haciendo que este se resintiera del dolor y soltará la espada para que luego yo sacase mi pistola con mi mano derecha del bolsillo del interior de mi chaqueta y le hiciera un agujero con la bala que disparó la pistola en la frente.
Teníamos la misión, de detener a una gente que traficaba con drogas, es decir, asaltar su barco en una de sus rutas, arrestarlos o matarlos a todos y destruir la droga. Acaricié a Kirara, una pequeña cría de guepardo, la cual se sentó encima de mi barriga. Solo estábamos yo y Zhown en el barco, no había nadie más y debíamos cumplir la misión con éxito, si o si. Me colgué del cuello de Zhown, solo para molestarle. -Acabemos rápido con los narcotraficantes y entrenemos, que no quiero ser débil...- Dije mientras seguía colgado de su cuello.
Se podía divisar un barco a lo lejos, era completamente negro, pero algo pequeño, seguramente, sería el de los narcotraficantes. -Ese es el barco, ¿no?...- Pregunté mientras lo veía y observaba detenidamente, era exactamente igual a la descripción de lo que nos habían dicho, algo pequeño, negro y sin cañones. Le ordené a Kirara que se quedará en el barco, cosa a lo que mas o menos hizo caso, todo iría bien por el momento, ahora solo quedaba ir hasta el barco, había un marine, el cual hacía de navegante y dirigía su barco hacia el otro.
El barco seguía avanzando mientras yo seguía colgado del cuello de Zhown, como un mono que se cuelga de una liana en la jungla. -Zhown-nii, no te quedes a todos para ti solo, que yo quiero divertirme también...- Dije sin mostrar como me sentía en ningún momento, solo estaba serio, esperando a que llegáramos al barco mientras seguía nublado, como si fuera a llover en cualquier momento, además, de que hacía bastante frío y aunque no lo pareciera, yo tenía algo de frío.
Quería acabar ya con la misión, para volver pronto a la base y estar calentito, y no muriéndome de frío por culpa de unos narcotraficantes que a lo mejor ni siquiera sabían luchar. El barco choco contra el de narcotraficantes y luego con una cuerda atada al mástil, me descolgué de Zhown y con esa cuerda, aterricé en medio de un grupo de personas, armadas con espadas. Uno de los narcotraficantes, el cual era calvo y solo vestía pantalones, me fue a dar un tajo, así que me aparté a la derecha y le toqué la mano, haciendo que este se resintiera del dolor y soltará la espada para que luego yo sacase mi pistola con mi mano derecha del bolsillo del interior de mi chaqueta y le hiciera un agujero con la bala que disparó la pistola en la frente.
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Un nuevo día había comenzado en la vida del carismático pelinegro, en la cuál se le había encomendado una nueva misión para su plantel de habilidades. ¿El objetivo? Un barco de unos narcotraficantes estaba navegando por alta mar, y era cuestión importante el abordarlos para que sus mercancías no llegasen a tierra. Y cómo no, él había sido el primero que se había querido apuntar para aquella gesta. No porque pudiera estar en un barco con drogados, sino porque estaba tan aburrido que necesitaba hacer lo que fuera para matar el tiempo. Y sí, aquello le serviría para desestresarse un poco, puesto que estaba más que seguro que daría más de uno o dos puñetazos a alguno de los imbéciles de los narcotraficantes. Le encantaría estrellar sus duras cabezas sobre la madera del suelo del barco, atravesándolo y causando dolor allí por donde pisase. Esa era la esencia del pelinegro, una bestia indómita que lo único que sabía hacer era joder a la gente de formas diversas para su diversión propia.
Las nubes cubrían el cielo, pero el clima no era demasiado fresco, ni tampoco caluroso. En la cubierta del barco que lo llevaría hacia su objetivo, el pelinegro se encontraba de pie con los brazos cruzados, oteando el horizonte con el ceño fruncido, como solía hacer siempre. Iba vestido como de costumbre: pantalones negros con zapatos negros, una camisa blanca con corbata negra metida por dentro del pantalón, atado con un cinturón del mismo color que este último. La chaqueta estaba colgada de sus dos hombros, pero sin llegar a ponérsela. Unas cartucheras a ambos lados de su cadera mantenían enfundadas sus dos preciadas pistolas de ébano y marfil, mientras que un extraño colgante de plumas de pájaros de diversos colores colgaba de su oreja izquierda.
Los mechones de pelo se movían por el poco viento que había en alta mar, tapando la cara del pelinegro y sus ojos de vez en cuando. Tras suspirar unos instantes, su boca se abrió mientras que sus cuerdas vocales empezaban a entonar aquella melodía que se conocía comunmente como "voz":
- A ver si no tardamos demasiado en encontrarlos, me estoy aburriendo mucho - Comentó el pelinegro, cerrando los ojos unos instantes, mientras seguía paseando por la cubierta del barco.
De repente, sintió cómo unos pasos se colaban detrás de él, y más tarde un peso se añadía a su espalda, pasando unos brazos por debajo de su cuello, como si alguien se hubiera subido encima de él. ¿Quién iba a ser, sino Ryu? Aquel adorable muchacho pelirrojo que también había aceptado la misión, con el que había tenido también muchas aventuras en el pasado. Incluso pertenecía a la misma banda que habían fundado varios agentes del Gobierno, demostrando que tenía suficientes aptitudes en el combate.
Los Government Ghost: Roslin, Ryu, Lea y Zhown. Cuatro de los agentes del Cipher Pol más fuertes de su generación, que habían unido fuerzas antaño para convertirse en un inseparable grupo que destrozaban todas las cosas que se les ponían por delante. "El grupo de los ojos rojos" o "Los peores novatos de la generación", era como también solían llamarles, debido a sus cualidades físicas y psicológicas. Todos estaban un poco locos, había que decirlo, y en cuanto Ryu se subió a la espalda del pelinegro, este estalló como el volcán que era.
- Ryu, bájate o te juro que te tiro al mar. No es broma - Dijo, enzarzándose con el pobre chico.
Una vez que estuvo en el suelo, el paso del tiempo les trajo lo que tanto ansiaban encontrar: el barco de los narcotraficantes. De velas y madera negra, aquel transporte surcaba las aguas en dirección contraria a ellos, por lo que era cuestión de minutos que se encarasen el uno contra el otro. Rápidamente, el hombre meteoro se quedó en un lado del barco, esperando a que se acercasen lo suficiente para poder saltar a su interior y comenzar la verdadera misión que se le había encomendado. Haciendo una seña de cabeza a Ryu, le instó a que se uniera a él, mientras que comenzaba a desenfundar sus dos armas, una en cada mano, mientras que el fuego empezaba a calentarse en el interior de sus rojizos ojos.
Las nubes cubrían el cielo, pero el clima no era demasiado fresco, ni tampoco caluroso. En la cubierta del barco que lo llevaría hacia su objetivo, el pelinegro se encontraba de pie con los brazos cruzados, oteando el horizonte con el ceño fruncido, como solía hacer siempre. Iba vestido como de costumbre: pantalones negros con zapatos negros, una camisa blanca con corbata negra metida por dentro del pantalón, atado con un cinturón del mismo color que este último. La chaqueta estaba colgada de sus dos hombros, pero sin llegar a ponérsela. Unas cartucheras a ambos lados de su cadera mantenían enfundadas sus dos preciadas pistolas de ébano y marfil, mientras que un extraño colgante de plumas de pájaros de diversos colores colgaba de su oreja izquierda.
Los mechones de pelo se movían por el poco viento que había en alta mar, tapando la cara del pelinegro y sus ojos de vez en cuando. Tras suspirar unos instantes, su boca se abrió mientras que sus cuerdas vocales empezaban a entonar aquella melodía que se conocía comunmente como "voz":
- A ver si no tardamos demasiado en encontrarlos, me estoy aburriendo mucho - Comentó el pelinegro, cerrando los ojos unos instantes, mientras seguía paseando por la cubierta del barco.
De repente, sintió cómo unos pasos se colaban detrás de él, y más tarde un peso se añadía a su espalda, pasando unos brazos por debajo de su cuello, como si alguien se hubiera subido encima de él. ¿Quién iba a ser, sino Ryu? Aquel adorable muchacho pelirrojo que también había aceptado la misión, con el que había tenido también muchas aventuras en el pasado. Incluso pertenecía a la misma banda que habían fundado varios agentes del Gobierno, demostrando que tenía suficientes aptitudes en el combate.
Los Government Ghost: Roslin, Ryu, Lea y Zhown. Cuatro de los agentes del Cipher Pol más fuertes de su generación, que habían unido fuerzas antaño para convertirse en un inseparable grupo que destrozaban todas las cosas que se les ponían por delante. "El grupo de los ojos rojos" o "Los peores novatos de la generación", era como también solían llamarles, debido a sus cualidades físicas y psicológicas. Todos estaban un poco locos, había que decirlo, y en cuanto Ryu se subió a la espalda del pelinegro, este estalló como el volcán que era.
- Ryu, bájate o te juro que te tiro al mar. No es broma - Dijo, enzarzándose con el pobre chico.
Una vez que estuvo en el suelo, el paso del tiempo les trajo lo que tanto ansiaban encontrar: el barco de los narcotraficantes. De velas y madera negra, aquel transporte surcaba las aguas en dirección contraria a ellos, por lo que era cuestión de minutos que se encarasen el uno contra el otro. Rápidamente, el hombre meteoro se quedó en un lado del barco, esperando a que se acercasen lo suficiente para poder saltar a su interior y comenzar la verdadera misión que se le había encomendado. Haciendo una seña de cabeza a Ryu, le instó a que se uniera a él, mientras que comenzaba a desenfundar sus dos armas, una en cada mano, mientras que el fuego empezaba a calentarse en el interior de sus rojizos ojos.
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Zhown se cabreó, aunque, era normal, no era de esa clase de personas que quisiese que le hicieran bromas y suerte que me bajé enseguida, pues, el chico siempre cumplía lo que decía aunque no lo pareciese. Ya estábamos en la cubierta del barco enemigo, todos eran iguales al calvo de antes y iban vestidos igual, hasta llevaban la misma espada. -Aburrido... Zhown-nii, ¿no podrías destrozarles ya?... quiero completar la misión cuanto antes...- Dije mientras volvía a esquivar a otro calvo que fue a darme un tajo horizontal, a lo cual di un saltó y aterricé sobre la cabeza del chico, rompiéndole la nariz por como aterricé y luego disparando a su traquea mientras aterrizaba sobre la cabeza de otro, el cual iba con intenciones de cortarme por la mitad en horizontal y a este, le disparé en la frente, causando su muerte.
-Aburridos... deberéis de atacarme con algo mejor, o pensar algo mejor...- Dije mientras seguía esquivando los ataques, hasta que uno, me atravesó con la espada una parte del estómago, causándome un gran dolor, el cual, hice de él como una niebla rojiza que metí dentro de un frasco y luego le disparaba en la cabeza al chico, pues estaba bastante cerca y no podría esquivarlo. -Con lo que me gustaba esta camiseta... ahora tendré que comprarme otra y parar la hemorragia...- Dije mientras me quitaba la camiseta y la usaba como una venda para tapar mi herida.
Los chicos se quedaron sorprendidos, pues no mostraba ni una sola señal de que me doliese esa herida, cuando una persona normal, estaría con su mano en esa herida, cuando regresarán de la misión, le tendría que pedir a Zhown que le curase. Esta vez, vinieron dos calvos, y mientras venían me preguntaba, si era una nueva moda llevarlo al cero, pero definitivamente, me gustaba mi pelo y no iba a cortármelo. Los dos fueron a hacerme un corte en vertical, a lo cual, esta vez, usé mi látigo para atarlo a un mástil y hacer, como un mono que se columpiaba con una liana y les golpeé en la cara a los dos, para luego disparar en sus cuellos, y frentes, al estar inmóviles, era más fácil acertar.
Ya había acabado con cuatro o cinco, así que en la cubierta quedaban cinco y se los dejé a Zhown para que disfrutará matándolos mientras yo soltaba el látigo y entraba rompiendo la puerta al interior del barco. -¡Zhown-nii, te dejo al resto de escoria!- Le grité para que me oyera mientras empezaba a andar por los interiores del barcos, los pasillos eran de un color marrón oscuro, y algún tono mas claro de marrón en algunos.
Ahora me disponía a ir a buscar la droga, no tenía ganas de pelear contra gente calva, que no sabían ni pelear de una manera decente y que eran muy débiles. Ya que estaba, iba a buscar vendas blancas para ponerme eso en la herida en vez de seguir con la camiseta atada como de si una venda se tratase. -Espero no encontrarme con nadie ahora...- Pensé en voz alta mientras seguía caminando, esperando encontrar pronto unas vendas o la droga para destruirla. Esperaba que Zhown disfrutase mucho y los matará a todos, no es que estuviera muy fino ese día. Cansado ya de buscar, intenté regresar a la cubierta, pero nada, parecía que andaba en vueltas y en efecto, era eso, me había perdido y no sabía ni como regresar.
-Aburridos... deberéis de atacarme con algo mejor, o pensar algo mejor...- Dije mientras seguía esquivando los ataques, hasta que uno, me atravesó con la espada una parte del estómago, causándome un gran dolor, el cual, hice de él como una niebla rojiza que metí dentro de un frasco y luego le disparaba en la cabeza al chico, pues estaba bastante cerca y no podría esquivarlo. -Con lo que me gustaba esta camiseta... ahora tendré que comprarme otra y parar la hemorragia...- Dije mientras me quitaba la camiseta y la usaba como una venda para tapar mi herida.
Los chicos se quedaron sorprendidos, pues no mostraba ni una sola señal de que me doliese esa herida, cuando una persona normal, estaría con su mano en esa herida, cuando regresarán de la misión, le tendría que pedir a Zhown que le curase. Esta vez, vinieron dos calvos, y mientras venían me preguntaba, si era una nueva moda llevarlo al cero, pero definitivamente, me gustaba mi pelo y no iba a cortármelo. Los dos fueron a hacerme un corte en vertical, a lo cual, esta vez, usé mi látigo para atarlo a un mástil y hacer, como un mono que se columpiaba con una liana y les golpeé en la cara a los dos, para luego disparar en sus cuellos, y frentes, al estar inmóviles, era más fácil acertar.
Ya había acabado con cuatro o cinco, así que en la cubierta quedaban cinco y se los dejé a Zhown para que disfrutará matándolos mientras yo soltaba el látigo y entraba rompiendo la puerta al interior del barco. -¡Zhown-nii, te dejo al resto de escoria!- Le grité para que me oyera mientras empezaba a andar por los interiores del barcos, los pasillos eran de un color marrón oscuro, y algún tono mas claro de marrón en algunos.
Ahora me disponía a ir a buscar la droga, no tenía ganas de pelear contra gente calva, que no sabían ni pelear de una manera decente y que eran muy débiles. Ya que estaba, iba a buscar vendas blancas para ponerme eso en la herida en vez de seguir con la camiseta atada como de si una venda se tratase. -Espero no encontrarme con nadie ahora...- Pensé en voz alta mientras seguía caminando, esperando encontrar pronto unas vendas o la droga para destruirla. Esperaba que Zhown disfrutase mucho y los matará a todos, no es que estuviera muy fino ese día. Cansado ya de buscar, intenté regresar a la cubierta, pero nada, parecía que andaba en vueltas y en efecto, era eso, me había perdido y no sabía ni como regresar.
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El tiempo pasaba, el barco de los narcotraficantes se iba acercando cada vez más al que se encontraban ellos. No tardó mucho en que el navegante de este último virase para quedar a un costado del otro, mientras que las olas los iban acercando poco a poco. Los rojizos ojos de Zhown comenzaban a divisar a los diferentes tripulantes de aquel lugar atestado de droga, la mayoría marcados con tatuajes, barbas y alguna que otra barriga divertida por doquier. Armados hasta los dientes, con armas de filo y de fuego, ya estaban esperándose una intervención por parte del Gobierno. Mientras tanto, el pelinegro movía la cabeza hacia los lados, comenzando a decir con una voz asqueada.
- Hay que ser tonto para traficar con sustancias ilegales. Es que manda huevos, no podías dedicarte a la siembra como alguno de tus familiares, o incluso de algo que fuera un poco más digno … Esta gente me da asco – Haciendo un sonido extraño con la boca y lanzando un escupitajo que cayó directamente al mar, mostrando su desapego con la gente que trabajaba de esa forma.
A pesar de que fuera una bestia mala, su sentido de la justicia estaba muy por encima del de la media de personas normales. Esa clase de comportamientos no los permitía, y hacía que los juzgase de una forma más virulenta y odiosa. Incluso ya estaba pensando cómo partirle la cabeza al jefe de todos ellos, sin ni siquiera haber comenzado la verdadera misión. Lo único que tenía claro era que los narcotraficantes siempre viajaban en grandes grupos para proteger su mercancía, y el barco era lo suficiente grande como para mantener a sus treinta o cuartenta personas perfectamente.
Se lo iban a pasar perfectamente, qué coño, y Ryu podría demostrar todo su potencial como siempre quería. Fue en ese momento cuando los dos barcos quedaron a suficiente distancia como para saltar de uno al otro y del otro al uno, entre los bullicios de los soldados del Gobierno que les acompañaban y los criminales del otro barco. Rápidamente, unas auras oscuras se comenzaron a expandir en la región de sus piernas, mientras que daba un gran salto desapareciendo de la vista de todos, dejando una estela que señalaba el lugar al que se dirigía. Al igual que su compañero Ryu, él también estaba deseando terminar la misión que habían comenzado, por lo que cuanto antes la empezasen, mucho mejor.
- ¡Es hora de jugar, putillas drogadas! Tito Zhown ha venido a reventaros el culo a patadas, así que bajaros los pantalones – Con una gran sonrisa en sus labios, aterrizando en la cubierta del barco de los narcotraficantes, rodeado de ellos por todos los lados.
El ansia que mantenía en su interior comenzaba a invadirle, y era más que palpable. Fue en ese momento cuando empezó a disparar como un loco con sus dos pistolas, haciendo caer a tres enemigos tras haber dado una vuelta de trescientos sesenta grados sobre sí mismo. El humillo de la pólvora seguía saliendo de la parte extrema de las pistolas cuando las enfundó, para pasar a lo que realmente le gustaba: el combate cuerpo a cuerpo.
Entrenado en el MMA, también conocido como las Artes Marciales Mixtas, el joven tomó del brazo a uno de los traficantes que tenía más cerca de él, lanzando su cuerpo y piernas hacia arriba para atraparle con estas últimas la cabeza, haciéndole caer al suelo mientras retorcía el brazo. Girando en el suelo como una croqueta, se levantó al haber luxado el brazo de su contrincante, apoyando una mano en el suelo para patear la mandíbula de uno que tenía detrás de sí, con la pierna envuelta en aquella aura oscura que lo hacía más fuerte y más rápido.
Así que se puso de pie, tras haber derrotado ya a cinco de sus enemigos. Colocando sus puños como si se tratase de un boxeador, simplemente esperó a que los demás se acercasen, con una socarrona sonrisa en su faceta expresiva. No había derramado ni siquiera una triste gota de sudor, y su respiración seguía estando lo más acompasada que podía estar. Aquella persona había nacido para pelear, y ellos le estaban dando lo que a él más le gustaba: guerra.
- Hay que ser tonto para traficar con sustancias ilegales. Es que manda huevos, no podías dedicarte a la siembra como alguno de tus familiares, o incluso de algo que fuera un poco más digno … Esta gente me da asco – Haciendo un sonido extraño con la boca y lanzando un escupitajo que cayó directamente al mar, mostrando su desapego con la gente que trabajaba de esa forma.
A pesar de que fuera una bestia mala, su sentido de la justicia estaba muy por encima del de la media de personas normales. Esa clase de comportamientos no los permitía, y hacía que los juzgase de una forma más virulenta y odiosa. Incluso ya estaba pensando cómo partirle la cabeza al jefe de todos ellos, sin ni siquiera haber comenzado la verdadera misión. Lo único que tenía claro era que los narcotraficantes siempre viajaban en grandes grupos para proteger su mercancía, y el barco era lo suficiente grande como para mantener a sus treinta o cuartenta personas perfectamente.
Se lo iban a pasar perfectamente, qué coño, y Ryu podría demostrar todo su potencial como siempre quería. Fue en ese momento cuando los dos barcos quedaron a suficiente distancia como para saltar de uno al otro y del otro al uno, entre los bullicios de los soldados del Gobierno que les acompañaban y los criminales del otro barco. Rápidamente, unas auras oscuras se comenzaron a expandir en la región de sus piernas, mientras que daba un gran salto desapareciendo de la vista de todos, dejando una estela que señalaba el lugar al que se dirigía. Al igual que su compañero Ryu, él también estaba deseando terminar la misión que habían comenzado, por lo que cuanto antes la empezasen, mucho mejor.
- ¡Es hora de jugar, putillas drogadas! Tito Zhown ha venido a reventaros el culo a patadas, así que bajaros los pantalones – Con una gran sonrisa en sus labios, aterrizando en la cubierta del barco de los narcotraficantes, rodeado de ellos por todos los lados.
El ansia que mantenía en su interior comenzaba a invadirle, y era más que palpable. Fue en ese momento cuando empezó a disparar como un loco con sus dos pistolas, haciendo caer a tres enemigos tras haber dado una vuelta de trescientos sesenta grados sobre sí mismo. El humillo de la pólvora seguía saliendo de la parte extrema de las pistolas cuando las enfundó, para pasar a lo que realmente le gustaba: el combate cuerpo a cuerpo.
Entrenado en el MMA, también conocido como las Artes Marciales Mixtas, el joven tomó del brazo a uno de los traficantes que tenía más cerca de él, lanzando su cuerpo y piernas hacia arriba para atraparle con estas últimas la cabeza, haciéndole caer al suelo mientras retorcía el brazo. Girando en el suelo como una croqueta, se levantó al haber luxado el brazo de su contrincante, apoyando una mano en el suelo para patear la mandíbula de uno que tenía detrás de sí, con la pierna envuelta en aquella aura oscura que lo hacía más fuerte y más rápido.
Así que se puso de pie, tras haber derrotado ya a cinco de sus enemigos. Colocando sus puños como si se tratase de un boxeador, simplemente esperó a que los demás se acercasen, con una socarrona sonrisa en su faceta expresiva. No había derramado ni siquiera una triste gota de sudor, y su respiración seguía estando lo más acompasada que podía estar. Aquella persona había nacido para pelear, y ellos le estaban dando lo que a él más le gustaba: guerra.
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Seguía perdido, y estaba muy solo, hasta que finalmente encontré una puerta negra. La decidí abrir, y vi, algo bastante extraño, pero que me gustaba, objetos de bdsm, es decir, bondage, dominación y sadomasoquismo, al no haber nadie, cogí todo aquello y lo puse en una bolsa que estaba allí. Entonces, salí de la habitación y me dispuse a seguir andando, hasta, que me encontré con un otro narco, este tenía pelo rubio, ojos azules, y solo llevaba unos pantalones blancos mas un pañuelo rojo atado a la cintura, luego llevaba una espada colgada en el pañuelo.
-Otro traficante... y encima no está nada mal... decidido... serás mi mascota...- Le dije al chico mientras este se quedaba algo sorprendido por lo que dije, pero luego fue a atacarme mientras desenfundaba su espada y venía hacia mí con intenciones de hacerme un tajo vertical, a lo que le esquive y le toqué la mano con la mía, haciendo que sintiera un dolor terrible y no pudiese sujetar su espada, para luego ponerle unas esposas en las manos, un collar y una correa en el cuello.
Cuando volviésemos de tal misión, le haría muchas cosas, cosas, no aptas para menores y luego, depende de lo que me dijeran, le dejaría vivir como si fuera una mascota o lo mataría. Le puse una mordaza al chico también y le obligué a andar a cuatro patas, si no lo hacía, le azotaba con un látigo. -Ya se... llevame a la cubierta del barco de nuevo... y entonces, no te mataré...- Le dije, pues no estaba sordo y sabía muy bien que iba a pasar si me desobedecía, y ese chico de seguro, que no querría morir.
El chico empezó a caminar a cuatro gatas, para guiarme hasta la salida de allí, estaba tan violable aquel chico, que me importaba un bledo si era malo o no, lo quería para mi y sería una mascota que iba a alimentar. Después de pasar por los pasillos, logramos salir a cubierta y observé a Zhown. -Oye, Zhown-nii... ¿puedo quedármelo?- Le pregunté señalando al chico que estaba totalmente a mi merced, aunque ni siquiera sabía lo que me diría.
-Puede servirnos de guía si eso... así que... aun no le mates...- Le dije mientras observaba al chico, con un montón de marcas de látigo en su espalda, y si no hacía nada el rubio ahora, era porque le había enseñado quien manda después de hacerle muchas cosas y ponerle algún juguete, típicos en algunas relaciones bdsm. -Bien.. ahora... llévanos a la sala donde está la droga...- Le dije mientras lo observaba, cada vez tenía mas ganas de cogerlo y hacerle algunas cosas. El chico empezó a andar a cuatro gatas, haciéndonos pasar por pasillos marrones, algunos de tonos claros, otros de mas oscuros, pero eran marrones igual. Mientras seguía al rubio de pelos azules, pensaba en mas de una cosa, hacerle mio cuando saliéramos de ese barco y hubiésemos completado la misión. -Si nos engaña... yo me encargaré de castigarlo...- Le dije a Zhown mientras observaba al chico de pelo rubio con los ojos llorosos, por culpa del miedo, y cierto juguete que había puesto en su cavidad de debajo la espalda.
-Otro traficante... y encima no está nada mal... decidido... serás mi mascota...- Le dije al chico mientras este se quedaba algo sorprendido por lo que dije, pero luego fue a atacarme mientras desenfundaba su espada y venía hacia mí con intenciones de hacerme un tajo vertical, a lo que le esquive y le toqué la mano con la mía, haciendo que sintiera un dolor terrible y no pudiese sujetar su espada, para luego ponerle unas esposas en las manos, un collar y una correa en el cuello.
Cuando volviésemos de tal misión, le haría muchas cosas, cosas, no aptas para menores y luego, depende de lo que me dijeran, le dejaría vivir como si fuera una mascota o lo mataría. Le puse una mordaza al chico también y le obligué a andar a cuatro patas, si no lo hacía, le azotaba con un látigo. -Ya se... llevame a la cubierta del barco de nuevo... y entonces, no te mataré...- Le dije, pues no estaba sordo y sabía muy bien que iba a pasar si me desobedecía, y ese chico de seguro, que no querría morir.
El chico empezó a caminar a cuatro gatas, para guiarme hasta la salida de allí, estaba tan violable aquel chico, que me importaba un bledo si era malo o no, lo quería para mi y sería una mascota que iba a alimentar. Después de pasar por los pasillos, logramos salir a cubierta y observé a Zhown. -Oye, Zhown-nii... ¿puedo quedármelo?- Le pregunté señalando al chico que estaba totalmente a mi merced, aunque ni siquiera sabía lo que me diría.
-Puede servirnos de guía si eso... así que... aun no le mates...- Le dije mientras observaba al chico, con un montón de marcas de látigo en su espalda, y si no hacía nada el rubio ahora, era porque le había enseñado quien manda después de hacerle muchas cosas y ponerle algún juguete, típicos en algunas relaciones bdsm. -Bien.. ahora... llévanos a la sala donde está la droga...- Le dije mientras lo observaba, cada vez tenía mas ganas de cogerlo y hacerle algunas cosas. El chico empezó a andar a cuatro gatas, haciéndonos pasar por pasillos marrones, algunos de tonos claros, otros de mas oscuros, pero eran marrones igual. Mientras seguía al rubio de pelos azules, pensaba en mas de una cosa, hacerle mio cuando saliéramos de ese barco y hubiésemos completado la misión. -Si nos engaña... yo me encargaré de castigarlo...- Le dije a Zhown mientras observaba al chico de pelo rubio con los ojos llorosos, por culpa del miedo, y cierto juguete que había puesto en su cavidad de debajo la espalda.
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El invicto combatiente seguía demostrando su superioridad con los enemigos que salían desde los distintos camarotes del barco para defender la droga que portaban consigo mismo. Sin embargo, el pelinegro del Cipher Pol les abatía como si fueran moscas revoloteando a su alrededor. Los puños y las piernas estaban rodeadas de aquella típica aura negra proveniente del poder de su fruta del Diablo, la cuál siempre utilizaba en medio de una pelea como aquella. Esquivó una embestida por el suelo de una patada de un enemigo, diendo un pequeño salto hacia arriba a la vez que caía para darle un rodillazo en toda la cabeza. El golpe lo mantuvo hasta que dicha cabeza quedó enterrada en la madera de la cubierta del barco, manchada de sangre por un derrame que había tenido al sufrirlo. Tras eso le siguió un doble ataque por parte de lo que parecían ser unos gemelos, que esquivó moviéndose a altas velocidades para quedar detrás de ambos, tomándolos de la cabeza y chocándolas entre sí. Los ojos se les quedaron blancos nada más hacer contacto el uno con el otro, y cayeron como lo habían hecho anteriormente todos sus compañeros.
"Quiero más, ¡Quiero más!", pensó con ansias el pelinegro, rebuscando por cada rincón de la cubierta con su mirada a que apareciese otro enemigo que pudiera combatir. No tardó mucho en ver a otro más, por lo que se lanzó con aquella velocidad sobrehumana a por él, agarrándole por una de las piernas cuando intentaba escapar. Levantándolo a base de fuerza bruta, empleó ambas manos para lanzarle por la borda, cayendo con un dulce chapoteo al agua fría de aquel mar. Como llevaba ropa por todo su cuerpo, no se veía, pero sin embargo todos los músculos de su cuerpo estaban marcados por la excitación del momento.
- Sois todos unas nenazas, no me servís ni para limpiarme el culo - Comentó con arrogancia, mientras que se giraba y seguía mirando alrededor, rugiendo de ira por todos los débiles cuerpos inconscientes o inútiles que estaban tirados en la madera de aquella cubierta.
Mientras tanto, Ryu había desaparecido de la escena, además de llevarse por delante a algún que otro enemigo. El chico estaba que se las traía, pues a pesar de mostrarse tan tímido y frágil con las demás personas, guardaba un potencial secreto dentro de sí mismo, que pocas veces mostraba al exterior. Zhown estaba al tanto de ello, pero nunca lo diría de forma abierta. Volviendo a la situaciónactual, el malhumorado del Cipher Pol se acercó a la borda del barco para llamar a los soldados rasos y marines reclutas que les acompañaban en aquella misión, para que comenzasen a saltar l barco ya que la cubierta estaba desierta. Una vez que lo hicieron y esperaron órdenes, el pelinegro les comentó.
- Registrad el barco en busca de la mercancía y tiradla al mar. Una hierba mojada no sirve de nada, ni siquiera para fumarla. ¡Venga, venga, venga! - Apremió a sus compañeros, dándoles prisas para que dejasen de lado su vaguería y comenzasen a trabajar algo, ya que la mayoría lo habían estado haciendo los agentes del Gobierno.
Al darse la vuelta, vio algo que le hizo dar una arcada de asco. Ryu montado sobre un narcotraficante que iba a cuatro patas, con ciertos materiales preparados para una dura sesión de sexo sadomasoquista y demás campos del amor. Llevándose una mano a la boca, la otra la dejó en la cadera apoyada, mientras que se acercaba a su compañero con los ojos totalmente enfurecidos. Una vez que estuvo a su lado, pisoteó a posta la mano del narcotraficante, haciendo que chillase de dolor, mientras él seguía apretando el tacón en su carne. Fue entonces cuando se quitó la mano de la boca para decirle con una expresión seria.
- Este no te va a durar mucho para lo que quieres. Si cumplimos la misión, te lo quedas. Pero no vayas haciendo de cada enemigo tu putita, coño ... Una y no más, Ryu - Pasando de él y dándole la espalda.
Al final atravesó la cubierta para dirigirse hacia la puerta que daba al interior del barco. Tenían que registrarlo todo, encontrar las mercancías y al navegante, además de al capitán de aquella tripulación ilegal. La misión continuaba, y esperaba que Ryu no hiciera lo mismo con cada persona que se encontrase. Tal vez incluso era peor cruzarse con el pelirrojo que con el pelinegro, pues aunque este último los tumbase rápido, el primero era demasiado maquiavélico como para dejarlos ir tan pronto.
"Quiero más, ¡Quiero más!", pensó con ansias el pelinegro, rebuscando por cada rincón de la cubierta con su mirada a que apareciese otro enemigo que pudiera combatir. No tardó mucho en ver a otro más, por lo que se lanzó con aquella velocidad sobrehumana a por él, agarrándole por una de las piernas cuando intentaba escapar. Levantándolo a base de fuerza bruta, empleó ambas manos para lanzarle por la borda, cayendo con un dulce chapoteo al agua fría de aquel mar. Como llevaba ropa por todo su cuerpo, no se veía, pero sin embargo todos los músculos de su cuerpo estaban marcados por la excitación del momento.
- Sois todos unas nenazas, no me servís ni para limpiarme el culo - Comentó con arrogancia, mientras que se giraba y seguía mirando alrededor, rugiendo de ira por todos los débiles cuerpos inconscientes o inútiles que estaban tirados en la madera de aquella cubierta.
Mientras tanto, Ryu había desaparecido de la escena, además de llevarse por delante a algún que otro enemigo. El chico estaba que se las traía, pues a pesar de mostrarse tan tímido y frágil con las demás personas, guardaba un potencial secreto dentro de sí mismo, que pocas veces mostraba al exterior. Zhown estaba al tanto de ello, pero nunca lo diría de forma abierta. Volviendo a la situaciónactual, el malhumorado del Cipher Pol se acercó a la borda del barco para llamar a los soldados rasos y marines reclutas que les acompañaban en aquella misión, para que comenzasen a saltar l barco ya que la cubierta estaba desierta. Una vez que lo hicieron y esperaron órdenes, el pelinegro les comentó.
- Registrad el barco en busca de la mercancía y tiradla al mar. Una hierba mojada no sirve de nada, ni siquiera para fumarla. ¡Venga, venga, venga! - Apremió a sus compañeros, dándoles prisas para que dejasen de lado su vaguería y comenzasen a trabajar algo, ya que la mayoría lo habían estado haciendo los agentes del Gobierno.
Al darse la vuelta, vio algo que le hizo dar una arcada de asco. Ryu montado sobre un narcotraficante que iba a cuatro patas, con ciertos materiales preparados para una dura sesión de sexo sadomasoquista y demás campos del amor. Llevándose una mano a la boca, la otra la dejó en la cadera apoyada, mientras que se acercaba a su compañero con los ojos totalmente enfurecidos. Una vez que estuvo a su lado, pisoteó a posta la mano del narcotraficante, haciendo que chillase de dolor, mientras él seguía apretando el tacón en su carne. Fue entonces cuando se quitó la mano de la boca para decirle con una expresión seria.
- Este no te va a durar mucho para lo que quieres. Si cumplimos la misión, te lo quedas. Pero no vayas haciendo de cada enemigo tu putita, coño ... Una y no más, Ryu - Pasando de él y dándole la espalda.
Al final atravesó la cubierta para dirigirse hacia la puerta que daba al interior del barco. Tenían que registrarlo todo, encontrar las mercancías y al navegante, además de al capitán de aquella tripulación ilegal. La misión continuaba, y esperaba que Ryu no hiciera lo mismo con cada persona que se encontrase. Tal vez incluso era peor cruzarse con el pelirrojo que con el pelinegro, pues aunque este último los tumbase rápido, el primero era demasiado maquiavélico como para dejarlos ir tan pronto.
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Como me imaginaba, Zhown me dio una azotaina, por ser tan pervertido... pero no podía ver el lado bueno, no, teníamos un guía que nos podría llevar hacía el sitio donde guardaban la droga, pero no, él tenía que mirar siempre el lado malo, nunca el lado positivo, siempre el malo. -Al menos... tenemos un guía, que es lo que cuenta... ¿no?- Dije mientras seguía a mi mascotita, el chico de pelo rubio y ojos azules, el cual, parecía que nos estuviera haciendo dar vueltas a propósito. -Oye... si no quieres que lo próximo que entré sea mi pistola y disparé, mas te vale que nos lleves donde guardáis esa droga...- Les dije, tenía entendido que esa droga, era capaz de fortalecer mucho a una persona si la tomaba.
Al final, después de seguir al chico rubio, logramos encontrar la habitación, estaba llena de esa droga. -Ale... tenemos que destrozar toda esta droga, así que debemos cogerla toda y quemarla, o llevarla a una trituradora, o no se que dijeron los de arriba, pero bueno, la cogemos, la metemos en el barco y volvemos a la base, ya allí nos dirán que hacer...- Dije mientras observaba a Zhown, pero nuestras complicaciones empezaban ahora. Unos cuantos chicos, empezaron a entrar, además de una chica, con grandes proporciones.
Los chicos tenían el pelo negro corto y los ojos negros, llevaban unos pantalones negros y un pañuelo rojo atado a la cintura, de la cual colgaba una espada o una pistola. La chica tenía el pelo largo negro, vestía con solo un bikini negro y llevaba dos espadas en las manos. -Tsk... Zhown, tu no violes a la chica... te conozco y eres peor que yo...- Le dije mientras observaba que el chico de pelo rubio estaba sonriendo, algo que me molestaba y en verdad, me seguía apenando de haber enfurecido de esa forma a Zhown, además, de que, a mi me gustaba otra persona, pero estaba bien seguro que el otro no sentiría lo mismo que yo por él.
Suspiré mientras dejaba bien atado allí al chico rubio, sin que se pudiese mover. -Supongo que lo dejaré allí... además, paso, me gusta otra persona y no me gusta serle infiel...- Dije mientras esquivaba a uno de los chicos, y luego, tras echarme a un lado, le disparé en la sien con mi pistola.
Al final, después de seguir al chico rubio, logramos encontrar la habitación, estaba llena de esa droga. -Ale... tenemos que destrozar toda esta droga, así que debemos cogerla toda y quemarla, o llevarla a una trituradora, o no se que dijeron los de arriba, pero bueno, la cogemos, la metemos en el barco y volvemos a la base, ya allí nos dirán que hacer...- Dije mientras observaba a Zhown, pero nuestras complicaciones empezaban ahora. Unos cuantos chicos, empezaron a entrar, además de una chica, con grandes proporciones.
Los chicos tenían el pelo negro corto y los ojos negros, llevaban unos pantalones negros y un pañuelo rojo atado a la cintura, de la cual colgaba una espada o una pistola. La chica tenía el pelo largo negro, vestía con solo un bikini negro y llevaba dos espadas en las manos. -Tsk... Zhown, tu no violes a la chica... te conozco y eres peor que yo...- Le dije mientras observaba que el chico de pelo rubio estaba sonriendo, algo que me molestaba y en verdad, me seguía apenando de haber enfurecido de esa forma a Zhown, además, de que, a mi me gustaba otra persona, pero estaba bien seguro que el otro no sentiría lo mismo que yo por él.
Suspiré mientras dejaba bien atado allí al chico rubio, sin que se pudiese mover. -Supongo que lo dejaré allí... además, paso, me gusta otra persona y no me gusta serle infiel...- Dije mientras esquivaba a uno de los chicos, y luego, tras echarme a un lado, le disparé en la sien con mi pistola.
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Al menos, como bien había dicho Ryu, tenían un guía sodomizado que les podía llevar por el interior del barco hasta dar con lo que buscaban. Sin embargo, el pelinegro era demasiado cabezota y arrogante como para darle el visto bueno a su idea, ya que lo que él pensaba sobre eso era ciertamente molesto. ¿Tomar un rehén sexual y usarlo para que te dijese todos los secretitos del lugar? Ni de coña, prefería enterrarle la cabeza en su mismo culo, doblándole la espalda si era necesario. Métodos más violentos, como ya todos sabían en el Gobierno Mundial, que no eran demasiado "inexplícitos". Tontunas. Si uno quería algo, lo mejor para conseguirlo era el camino más corto, daban igual las consecuencias. Era algo que había aprendido desde que tenía cargo de conciencia. ¿Qué mejor que asestar un buen golpe ante el que no pudieran defenderse y se te arrodillasen para, humildemente, pedir que dejases de atacar? Ese tipo de ofensiva que merma la mente del enemigo es la más poderosa, y exactamente la que utiliza en cada movimiento el agente del Cipher Pol.
Olvidando aquellas cosas y volviendo a lo que de verdad importaba, el pelinegro y el pelirrojo, aún montado en su "mascota", se encontraban investigando los distintos pasajes del interior del barco. Las paredes estaban húmedas, descuidadas y con algunos signos de garrapatas u otros animales que acudían a la suciedad. Joder. El agente se llevó la mano a la boca, previendo otro vómito que esta vez sí expulsó, bañando con sus jugos gástricos la pared que se encontraba más cerca de su posición. Una vez que lo hubo echado todo, escupió los últimos restos y sacudió la cabeza a los lados para quitase aquel mal sabor de boca que seguía persistiendo en su interior. Echando la cabeza hacia atrás un momento, suspiró con fuerza y le dijo al compañero que tenía detrás de él.
- Qué ascazo ... Juro que cuando volvamos voy a irme a un balneario para olvidar esta mierda de barco - Dijo, cerrando los ojos unos instantes y soltando un pequeño aullido, para volver la mirada hacia adelante y seguir su camino.
Tras un sinfín de pasillos marrones y asquerosos, habitaciones que no conducían a ninguna parte y camarotes cerrados con llave, por no mencionar algún que otro enemigo que tuvo que tumbar con sus puños para que no se pusiera tonto, llegaron a la tan deseada habitación de la mercancía. Cajas y cajas de hierbas ilegales estaban amontonadas intentando ahorrar el máximo espacio posible. Apiladas unas encimas de otra, aquello les serviría para meterlos en la cárcel de por vida.
Los dos personajes del Gobierno y la perrilla de Ryu entraron allá, observando con los ojos bien abiertos cómo podrían quitarse de encima la mierda que habían encontrado. Claramente, sus superiores no querrían que les llevasen una muestra para fumar, sino que se deshicieran de ella de la forma en que quedase menos para el mundo. Por tanto, sólo se le ocurría que tirasen las cajas al agua, como ya les había ordenado a los rasos y reclutas anteriormente. Pero por contraparte, un grupo de narcotraficantes entraron a escena, con una chica de cabello y ojos oscuros como la noche, vestida con un bikini y mostrando sensualmente sus caderas y atributos femeninos. Ryu le replicó que no hiciera nada con ella, ya que él le había echado la riña anteriormente. Sin embargo, con una sonrisa pícara en sus labios, le respondió.
- Ryu, ¿acaso no te has dado cuenta de que esta es la única tía que nos hemos encontrado desde que llegamos? Me apuesto mil berries a que es la guarrilla del barco, y ni por todo el oro del mundo me acostaría con ella. Capaz de que me pegue alguna enfermedad - Comentó socarrón, mientras que observaba cómo dicha fémina empezaba a enojarse por sus palabras.
"Además, Roslin está mucho más buena que esta", pensó para sí mismo, recordando a su compañera de banda. Rápidamente, sus manos comenzaron a rodearse de aquella aura oscura propia de sus poderes, al igual que sus piernas. Desapareciendo de la escena, volvió a hacerse notar tomando las cabezas de dos de los protectores de aquella mercancía, atravesando la habitación como un rayo para empotrarlos en la pared del fondo. Sus cuerpos se quedaron atorados, incapaces de volver a salir, mientras que la fiera de pelo negro se daba vuelta para terminar con los demás.
Olvidando aquellas cosas y volviendo a lo que de verdad importaba, el pelinegro y el pelirrojo, aún montado en su "mascota", se encontraban investigando los distintos pasajes del interior del barco. Las paredes estaban húmedas, descuidadas y con algunos signos de garrapatas u otros animales que acudían a la suciedad. Joder. El agente se llevó la mano a la boca, previendo otro vómito que esta vez sí expulsó, bañando con sus jugos gástricos la pared que se encontraba más cerca de su posición. Una vez que lo hubo echado todo, escupió los últimos restos y sacudió la cabeza a los lados para quitase aquel mal sabor de boca que seguía persistiendo en su interior. Echando la cabeza hacia atrás un momento, suspiró con fuerza y le dijo al compañero que tenía detrás de él.
- Qué ascazo ... Juro que cuando volvamos voy a irme a un balneario para olvidar esta mierda de barco - Dijo, cerrando los ojos unos instantes y soltando un pequeño aullido, para volver la mirada hacia adelante y seguir su camino.
Tras un sinfín de pasillos marrones y asquerosos, habitaciones que no conducían a ninguna parte y camarotes cerrados con llave, por no mencionar algún que otro enemigo que tuvo que tumbar con sus puños para que no se pusiera tonto, llegaron a la tan deseada habitación de la mercancía. Cajas y cajas de hierbas ilegales estaban amontonadas intentando ahorrar el máximo espacio posible. Apiladas unas encimas de otra, aquello les serviría para meterlos en la cárcel de por vida.
Los dos personajes del Gobierno y la perrilla de Ryu entraron allá, observando con los ojos bien abiertos cómo podrían quitarse de encima la mierda que habían encontrado. Claramente, sus superiores no querrían que les llevasen una muestra para fumar, sino que se deshicieran de ella de la forma en que quedase menos para el mundo. Por tanto, sólo se le ocurría que tirasen las cajas al agua, como ya les había ordenado a los rasos y reclutas anteriormente. Pero por contraparte, un grupo de narcotraficantes entraron a escena, con una chica de cabello y ojos oscuros como la noche, vestida con un bikini y mostrando sensualmente sus caderas y atributos femeninos. Ryu le replicó que no hiciera nada con ella, ya que él le había echado la riña anteriormente. Sin embargo, con una sonrisa pícara en sus labios, le respondió.
- Ryu, ¿acaso no te has dado cuenta de que esta es la única tía que nos hemos encontrado desde que llegamos? Me apuesto mil berries a que es la guarrilla del barco, y ni por todo el oro del mundo me acostaría con ella. Capaz de que me pegue alguna enfermedad - Comentó socarrón, mientras que observaba cómo dicha fémina empezaba a enojarse por sus palabras.
"Además, Roslin está mucho más buena que esta", pensó para sí mismo, recordando a su compañera de banda. Rápidamente, sus manos comenzaron a rodearse de aquella aura oscura propia de sus poderes, al igual que sus piernas. Desapareciendo de la escena, volvió a hacerse notar tomando las cabezas de dos de los protectores de aquella mercancía, atravesando la habitación como un rayo para empotrarlos en la pared del fondo. Sus cuerpos se quedaron atorados, incapaces de volver a salir, mientras que la fiera de pelo negro se daba vuelta para terminar con los demás.
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Lo primero que pensé al ver que no se dio cuenta, fue, que era un tonto de la lucha, lo segundo, hacer una apuesta, para hacerlo mas divertido, además, quizás aceptaba, y si todo iba bien, podría hacer algo para que Zhown se diera cuenta de algo al menos. -Zhown-nii, ¿que te parece si hacemos una pequeña apuesta?... El que pierda, tendrá que responderle una pregunta al ganador, sea cual sea...- Le dije, esperando a que dijera un si, aunque, los chicos no esperaron, uno de ellos fue a por mí, solo y sin ayuda, pensaban que era el más débil, quizás.
-Conque vais a por mí por ser el más débil, ¿eh?... os arrepentiréis de tal osadía...- Dije mientras esquivaba el corte horizontal del chico dando un salto hacía arriba y luego metiendole un puñetazo en toda la cara, añadiendo el poder de mi fruta, eso hacía, que el chico se cayera al suelo y se llevara las manos a la cara, gritando de dolor. Adoraba esa expresión, una expresión de miedo y dolor, el chico después de ver lo que hice, se asustó, cosa que me gustó, pero ahora debía seguir derrotándolos.
Saqué mi látigo con mi mano izquierda al ver como uno venía hacía mí, volví a saltar por encima suyo, mientras le enroscaba el látigo y le disparaba en la cabeza, causando otro muerto más. Luego, vinieron dos a por mí, así que desenrosqué el látigo y me agaché para esquivarlos y ponerme en medio de los dos, les até con el látigo mientras saltaba hacia atrás y luego les disparé a los dos en la cabeza. -Cobardes... si queréis, os puedo hacer lo mismo que a esa perrilla...- Dije sonriendo señalando al rubio, el cual estaba llorando, para que le soltará, cosa que no iba a hacer para nada del mundo.
Me estaba cansando ya... y quería preguntarle eso cuanto antes a Zhown, pero debía esperar y ser paciente, además, debía reservar el dolor para cuando me enfrentará a alguien fuerte, y de momento, ya llevaba dos más que Zhown. Esta vez, vinieron tres de golpe hacía mí, seguía furioso por que hubieran pensado que era demasiado débil, así que, piedad, eso era lo único, que no iban a encontrar en mí en ese momento. -Las escorias... deben morir... de la forma más despiadada posible...- Dije bastante cabreado, mientras les esquivaba, apartándome a la derecha. Luego, le dispare en el ojo al primero, al segundo en la frente y al tercero en la frente también.
El resto era para Zhown, ya que yo ya había ganado la apuesta, ahora faltaba, ver a quien le iba a gustar y a quien no, aunque, siendo el tonto de la lucha que era, quizás ni se enteraba de la indirecta, él era así, un chico muy bruto que en su mente solo tenía una cosa, luchar. -Creo que ya está claro quien ha ganado, ahora responde ¿Quien te gustaría que saliera contigo como novio o novia?- Le pregunté ladeando la cabeza, evitando mostrar mi sonrojo. Solo él, era capaz de ver algo tan obvio, y no darse ni cuenta, al menos, algún día, cuando fuera el momento, le diría lo que sentía de verdad por él y empezaba a pensar, en mis cosas y en que Kirara debería de sentirse sola en el barco, pero al menos, con que Zhown fuera un amigo, como mi hermano mayor, tenía suficiente. Ahora esperaba, que si se diera cuenta, no me viera raro.
-Conque vais a por mí por ser el más débil, ¿eh?... os arrepentiréis de tal osadía...- Dije mientras esquivaba el corte horizontal del chico dando un salto hacía arriba y luego metiendole un puñetazo en toda la cara, añadiendo el poder de mi fruta, eso hacía, que el chico se cayera al suelo y se llevara las manos a la cara, gritando de dolor. Adoraba esa expresión, una expresión de miedo y dolor, el chico después de ver lo que hice, se asustó, cosa que me gustó, pero ahora debía seguir derrotándolos.
Saqué mi látigo con mi mano izquierda al ver como uno venía hacía mí, volví a saltar por encima suyo, mientras le enroscaba el látigo y le disparaba en la cabeza, causando otro muerto más. Luego, vinieron dos a por mí, así que desenrosqué el látigo y me agaché para esquivarlos y ponerme en medio de los dos, les até con el látigo mientras saltaba hacia atrás y luego les disparé a los dos en la cabeza. -Cobardes... si queréis, os puedo hacer lo mismo que a esa perrilla...- Dije sonriendo señalando al rubio, el cual estaba llorando, para que le soltará, cosa que no iba a hacer para nada del mundo.
Me estaba cansando ya... y quería preguntarle eso cuanto antes a Zhown, pero debía esperar y ser paciente, además, debía reservar el dolor para cuando me enfrentará a alguien fuerte, y de momento, ya llevaba dos más que Zhown. Esta vez, vinieron tres de golpe hacía mí, seguía furioso por que hubieran pensado que era demasiado débil, así que, piedad, eso era lo único, que no iban a encontrar en mí en ese momento. -Las escorias... deben morir... de la forma más despiadada posible...- Dije bastante cabreado, mientras les esquivaba, apartándome a la derecha. Luego, le dispare en el ojo al primero, al segundo en la frente y al tercero en la frente también.
El resto era para Zhown, ya que yo ya había ganado la apuesta, ahora faltaba, ver a quien le iba a gustar y a quien no, aunque, siendo el tonto de la lucha que era, quizás ni se enteraba de la indirecta, él era así, un chico muy bruto que en su mente solo tenía una cosa, luchar. -Creo que ya está claro quien ha ganado, ahora responde ¿Quien te gustaría que saliera contigo como novio o novia?- Le pregunté ladeando la cabeza, evitando mostrar mi sonrojo. Solo él, era capaz de ver algo tan obvio, y no darse ni cuenta, al menos, algún día, cuando fuera el momento, le diría lo que sentía de verdad por él y empezaba a pensar, en mis cosas y en que Kirara debería de sentirse sola en el barco, pero al menos, con que Zhown fuera un amigo, como mi hermano mayor, tenía suficiente. Ahora esperaba, que si se diera cuenta, no me viera raro.
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Las cabezas de los dos narcotraficantes con los que había jugado instantes atrás se encontraban metidas hasta el fondo de la pared de madera de aquella habitación, mientras movían lentamente sus piernas intentando escapar de aquella "jaula" improvisada, de la cuál no podrían ni aunque lo intentasen cientos de veces. El pelinegro suspiraba, mientras que se daba la vuelta para observar cómo los demás enemigos le miraban con unos ojos llenos de miedo. A pesar de que se metieran en su camino, ya conocían cuál sería el resultado de tal osadía. Por tanto, con cada paso que el agente del Cipher Pol daba para acercarse a ellos, los mismos retrocedían hacia Ryu para no encararse al malhumorado agente. Lo que no sabían es que detrás de ellos tenían a otro psicópata, tal vez incluso peor que el propio Zhown.
Y para hacer las cosas un poco más divertidas y entretenidas, el mismo pelirrojo propuso un juego en el que ambos competirían derrotando a los narcotraficantes, y el que más puntos consiguiera tendría que lanzarle una pregunta al otro, da igual de lo que fuera, para responderla. Antes de que el pelinegro pudiera darse cuenta de en qué lío se había metido, Ryu ya se encontraba empleando su látigo y pistola contra los tíos que había en la habitación, disparando a bocajarro y causando muerte allá por donde iba. Primero cayó uno, y sucesivamente fueron más los que terminaron en el suelo, bien fuera con vida o no. El chico de malhumorado carácter estaba de brazos cruzados, viendo cómo desaparecían delante de sí las preciosas presas que había tenido tiempo atrás para derrotar. Rugía incluso, llegando a decirse mentalmente: "El puto niño este me está quitando toda la diversión". Era muy competitivo, y ya que habían hecho una especie de "pacto" para ver quién tenía que preguntarle algo al otro, no se podía permitir aquello. Pero el pelirrojo había acabado con la mayoría de los narcos de aquella habitación en cuestión de minutos, a pesar de que hubo uno o dos que no sucumbieron ante su baile de látigo y pistola.
- Apártate chico, ahora me toca terminar a mí - Haciéndole una señal de alto a Ryu y comenzando a moverse con el ceño fruncido hacia los enemigos que se encontraban a su alcance, los cuáles tendrían muy difícil el salir ilesos de aquella parte del barco.
Aquella aura oscura proveniente de sus poderes de la Fruta del Diablo volvían a hacerse presentes en sus puños y piernas, mientras que comenzaba a moverse a una velocidad mucho mayor, hasta terminar reapareciendo justo al lado de uno de los narcotraficantes. Lanzando una fuerte patada vertical con su pierna derecha, golpeó los cascabeles de su enemigo, los cuáles hicieron un sonoro "CRAP" conforme lo sintió, señalando que se habían roto por el golpe. Por si fuera poco, el cuerpo salió despedido hacia el techo, empotrándose en medio cuerpo. Por último, sólo quedaban dos enemigos más: la chica de las dos espadas y el último guardián. Empezando por el masculino, desapareció como una estela oscura, llevándose consigo de un puñetazo el cuerpo del enemigo hasta traspasar la pared, haciendo un boquete y lanzándolo directamente al mar. La luz entraba por dicha cavidad, cegando los ojos de todos los que se encontraban dentro, excepto del pelinegro, que estaba de espaldas a la claridad. Acercándose a la chica, golpeó con cada mano cada una de sus muñecas, haciendo que soltase las dos espadas que portaba consigo. Alejándolas con la pierna, le dio un cachete a la tía en una de sus nalgas, para que se largara de allí.
- Venga, a ti no te haré nada, pero no te metas en mi camino o te mataré - Enfatizando esas dos últimas palabras con una mirada tenebrosa, para que la chica supiera que no era una persona con la que se pudiera jugar.
Tras esto, tanto el pelirrojo como el pelinegro habían terminado de pelear contra todos los enemigos de la habitación, cuyos cuerpos yacían inconscientes o sin vida en el suelo. Ryu no esperó ni un segundo más, y le preguntó a Zhown quién querría que saliera con él, si un chico o una chica. Ante tal pregunta, el pelinegro se metió un dedo en la nariz y sacó un moco verdoso que lanzó contra su compañero, diciéndole con unas facciones duras y sin sentimiento en su rostro.
- Cuando ese moco ande por sí mismo, aceptaré tener una pareja. Mientras tanto, iré de cama en cama disfrutando de la variedad y dejando mi marca en cada hembra que toque - Dirigiéndose al final de la habitación para abrir la puerta y salir a un nuevo pasillo.
Los marines y soldados que habían venido con ellos entraron en la habitación una vez que se dio la orden, empezando a tomar todas las cajas de sustancias ilegales y tirándolas directamente al mar. Mientras tanto, el pelinegro y su compañero irían en busca de su último y final objetivo: el capitán navegante de aquel barco, el mandamás de las drogas.
Y para hacer las cosas un poco más divertidas y entretenidas, el mismo pelirrojo propuso un juego en el que ambos competirían derrotando a los narcotraficantes, y el que más puntos consiguiera tendría que lanzarle una pregunta al otro, da igual de lo que fuera, para responderla. Antes de que el pelinegro pudiera darse cuenta de en qué lío se había metido, Ryu ya se encontraba empleando su látigo y pistola contra los tíos que había en la habitación, disparando a bocajarro y causando muerte allá por donde iba. Primero cayó uno, y sucesivamente fueron más los que terminaron en el suelo, bien fuera con vida o no. El chico de malhumorado carácter estaba de brazos cruzados, viendo cómo desaparecían delante de sí las preciosas presas que había tenido tiempo atrás para derrotar. Rugía incluso, llegando a decirse mentalmente: "El puto niño este me está quitando toda la diversión". Era muy competitivo, y ya que habían hecho una especie de "pacto" para ver quién tenía que preguntarle algo al otro, no se podía permitir aquello. Pero el pelirrojo había acabado con la mayoría de los narcos de aquella habitación en cuestión de minutos, a pesar de que hubo uno o dos que no sucumbieron ante su baile de látigo y pistola.
- Apártate chico, ahora me toca terminar a mí - Haciéndole una señal de alto a Ryu y comenzando a moverse con el ceño fruncido hacia los enemigos que se encontraban a su alcance, los cuáles tendrían muy difícil el salir ilesos de aquella parte del barco.
Aquella aura oscura proveniente de sus poderes de la Fruta del Diablo volvían a hacerse presentes en sus puños y piernas, mientras que comenzaba a moverse a una velocidad mucho mayor, hasta terminar reapareciendo justo al lado de uno de los narcotraficantes. Lanzando una fuerte patada vertical con su pierna derecha, golpeó los cascabeles de su enemigo, los cuáles hicieron un sonoro "CRAP" conforme lo sintió, señalando que se habían roto por el golpe. Por si fuera poco, el cuerpo salió despedido hacia el techo, empotrándose en medio cuerpo. Por último, sólo quedaban dos enemigos más: la chica de las dos espadas y el último guardián. Empezando por el masculino, desapareció como una estela oscura, llevándose consigo de un puñetazo el cuerpo del enemigo hasta traspasar la pared, haciendo un boquete y lanzándolo directamente al mar. La luz entraba por dicha cavidad, cegando los ojos de todos los que se encontraban dentro, excepto del pelinegro, que estaba de espaldas a la claridad. Acercándose a la chica, golpeó con cada mano cada una de sus muñecas, haciendo que soltase las dos espadas que portaba consigo. Alejándolas con la pierna, le dio un cachete a la tía en una de sus nalgas, para que se largara de allí.
- Venga, a ti no te haré nada, pero no te metas en mi camino o te mataré - Enfatizando esas dos últimas palabras con una mirada tenebrosa, para que la chica supiera que no era una persona con la que se pudiera jugar.
Tras esto, tanto el pelirrojo como el pelinegro habían terminado de pelear contra todos los enemigos de la habitación, cuyos cuerpos yacían inconscientes o sin vida en el suelo. Ryu no esperó ni un segundo más, y le preguntó a Zhown quién querría que saliera con él, si un chico o una chica. Ante tal pregunta, el pelinegro se metió un dedo en la nariz y sacó un moco verdoso que lanzó contra su compañero, diciéndole con unas facciones duras y sin sentimiento en su rostro.
- Cuando ese moco ande por sí mismo, aceptaré tener una pareja. Mientras tanto, iré de cama en cama disfrutando de la variedad y dejando mi marca en cada hembra que toque - Dirigiéndose al final de la habitación para abrir la puerta y salir a un nuevo pasillo.
Los marines y soldados que habían venido con ellos entraron en la habitación una vez que se dio la orden, empezando a tomar todas las cajas de sustancias ilegales y tirándolas directamente al mar. Mientras tanto, el pelinegro y su compañero irían en busca de su último y final objetivo: el capitán navegante de aquel barco, el mandamás de las drogas.
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Zhown dejó escapar a la chica, cosa que me molestó y no obtuve la pregunta que quería, es más, casi me trago un moco si no fuera porque me agaché, ya que sabiendo como era Zhown, me imaginaba que haría algo así. -Bueno, ahora solo queda encontrar al jefe, ¿no? iré a buscar a Kirara para que nos ayudé entonces.- Dije mientras empezaba a andar por aquellos pasillos, la suerte que tenía, era que no paraban de pasar marines cada dos por tres y no me sería fácil perderme.
Al fin llegué al barco y recogí a Kirara, la cual estaba sentada esperando a que viniera a por ella. La cogí en brazos y volví a andar por ese barco de los narcotraficantes, pero entonces, vi a la chica que dejó viva Zhown, la cual estaba observando a Zhown desde lejos y con un puñal apuntando a su pecho, cosa que me enfureció y me acerqué a ella con una sonrisa, debía matarla, debía hacerlo o Zhown podría morir. -Te mataré de la forma mas cruel que se me ocurra, ¿vale?- Le dije mientras con mi mano derecha cogía a la chica del cuello, entonces, usé mi akuma para provocar dolor allí.
-¡Mal-maldito! ¿¡Que me has hecho!?- Dijo la tía mientras se ponía la mano en el cuello, tosiendo del dolor. -Solo te he mostrado una pequeña parte del sufrimiento que vas a tener.- Dije sonriendo mientras le ponía la mano en el pecho, causando dolor en ese sitio también, la chica empezaba a llorar de dolor, cosa que me gustaba. La chica sacó una daga y me intentó atravesar el estómago, así que recibí la puñalada mientras me quitaba el dolor y lo metía en un frasco. -¿Has acabado?- Dije mientras me sacaba la daga del estómago.
-Como puede ser... te sigues moviendo... ¿que clase de monstruo eres tú?- Dijo la chica asustada, pues una persona normal, sentiría signos de dolor y no estaría tan pancho como lo estaba yo. Empecé a acercarme a la chica, con una sonrisa y una mirada de demente, con la daga en la mano llena de sangre y algo de sangre cayendo por ella, goteando básicamente. La chica soltó un grito mientras corría, pidiendo ayuda, pero de nada le iba a servir, iba a matarla por osar intentar matar a Zhown.
-Dime, ¿donde quieres que te apuñalé primero? ¿En el cuello, en el corazón, en el estómago, en la frente, en el ojo, en la nariz o donde?- Le pregunté mientras me acercaba lentamente a la chica y esta corría hasta llegar a un callejón sin salida. La chica estaba asustada, llorando de miedo, buscando una forma de huir de mí, pero, no tardé mucho en abalanzarme y clavarle la daga en su pecho, causándole así la muerte, luego volví junto a Zhown, pasando por otro pasillo. -Tuve un contratiempo, jeje.- Dije riendo recordando la cara de la chica.
Al fin llegué al barco y recogí a Kirara, la cual estaba sentada esperando a que viniera a por ella. La cogí en brazos y volví a andar por ese barco de los narcotraficantes, pero entonces, vi a la chica que dejó viva Zhown, la cual estaba observando a Zhown desde lejos y con un puñal apuntando a su pecho, cosa que me enfureció y me acerqué a ella con una sonrisa, debía matarla, debía hacerlo o Zhown podría morir. -Te mataré de la forma mas cruel que se me ocurra, ¿vale?- Le dije mientras con mi mano derecha cogía a la chica del cuello, entonces, usé mi akuma para provocar dolor allí.
-¡Mal-maldito! ¿¡Que me has hecho!?- Dijo la tía mientras se ponía la mano en el cuello, tosiendo del dolor. -Solo te he mostrado una pequeña parte del sufrimiento que vas a tener.- Dije sonriendo mientras le ponía la mano en el pecho, causando dolor en ese sitio también, la chica empezaba a llorar de dolor, cosa que me gustaba. La chica sacó una daga y me intentó atravesar el estómago, así que recibí la puñalada mientras me quitaba el dolor y lo metía en un frasco. -¿Has acabado?- Dije mientras me sacaba la daga del estómago.
-Como puede ser... te sigues moviendo... ¿que clase de monstruo eres tú?- Dijo la chica asustada, pues una persona normal, sentiría signos de dolor y no estaría tan pancho como lo estaba yo. Empecé a acercarme a la chica, con una sonrisa y una mirada de demente, con la daga en la mano llena de sangre y algo de sangre cayendo por ella, goteando básicamente. La chica soltó un grito mientras corría, pidiendo ayuda, pero de nada le iba a servir, iba a matarla por osar intentar matar a Zhown.
-Dime, ¿donde quieres que te apuñalé primero? ¿En el cuello, en el corazón, en el estómago, en la frente, en el ojo, en la nariz o donde?- Le pregunté mientras me acercaba lentamente a la chica y esta corría hasta llegar a un callejón sin salida. La chica estaba asustada, llorando de miedo, buscando una forma de huir de mí, pero, no tardé mucho en abalanzarme y clavarle la daga en su pecho, causándole así la muerte, luego volví junto a Zhown, pasando por otro pasillo. -Tuve un contratiempo, jeje.- Dije riendo recordando la cara de la chica.
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De vuelta en los pasillos, el objetivo actual de aquella expedición del Gobierno conjunto con la Marina, era encontrar al capitán del barco e instarle a que parase de navegar, para tomar los mandos de la nave y llevarla a juicio, como correspondía por el tráfico de sustancias ilegales como las que portaban en aquel transporte marítimo. Los reclutas habían comenzado a agruparse en combinaciones de cuatro personas, para tomar más rápido las cajas que se llevaban en dicho lugar y tirarlas al agua. La droga mojada no servía para nada, pero ya se había dado testimonio de que los narcotraficantes estaban actuando contra el Estado, por lo que no sería nada difícil que les metieran una buena condena por sus actitudes y trabajos. En eso, el pelinegro estaba bastante satisfecho con la Justicia del mundo actual, que en cuanto apresaba a alguien que había hecho cosas "malas", le enseñaba que estaba mal durante una buena época (o el resto de su vida) en unas paredes frías y sin sentimientos, rodeado por barrotes y gente igual o peor que el mismo que había sido encerrado.
De brazos cruzados, el joven esperó a que su compañero pelirrojo fuera a reencontrarse con su pequeña cría de leopardo, cuyo nombre siempre olvidaba por motivos que le eran más que desconocidos. Había sido muy malo para los nombres desde su nacimiento, aprendiéndose solo el suyo y los de las personas más allegadas a él. Pero a las personas que conocía un día y no volvía a verlas hasta dentro de un tiempo, no se acordaba ni de su físico. Demasiado olvidadizo, supongamos. Allí parado, observaba cómo los grupos de marines y rasos del Gobierno se movían de acá para allá moviendo cajas y lanzándolas, bien fuera por la cubierta, o bien por los boquetes que había abierto con su fuerza bruta durante los combates pasados. Pronto, la habitación en la que estaba toda la droga fue reduciendo su mercancía, hasta que no quedó de ella más que el recuerdo de lo que momentos atrás habían estado transportando ilegalmente, mientras los restos de ello descansaban en el fondo marino, tal vez ya devorados por una cantidad ingente de peces o reyes marinos, los cuáles estarían sintiendo en el interior de sus cuerpos semi-acuosos el cambio psicológico propio de aquellas sustancias.
- Una vez que terminéis de sacar las cajas esperad órdenes en la cubierta - Comentó a uno de los reclutas que había pasado por su lado con otro grupo de tres personas, de forma que supieran lo que les convenía hacer cuando terminasen lo que estaban haciendo actualmente.
"Aunque no creo que haga falta dar más órdenes, el trabajo pesado ya está hecho", pensó el pelinegro. Cierto era que la base de su expedición había sido infiltrarse en el barco y echar a perder la mercancía que se transportaba. Ahora, con la mayoría de narcotraficantes apresados o muertos, y la droga en el fondo del mar, el trabajo estaría más que chupado. Encontrar al capitán, darle una patada en su culo de vuelta a la cubierta, ponerle unos grilletes y de vuelta a casa. Aunque tampoco estaría mal que se "deshicieran" del barco narcotraficante, puesto que las pruebas que querían para delatar su crimen ya las tenían consigo.
Instantes más tarde, Ryu volvió con su cría y una mirada un poco sádica. El pelinegro se le encaró clavando sus rojizos ojos en los de él, para tratar de adivinar en qué estaba pensando. Un poco de sangre manchaba sus ropas, además de que una herida que no cicatrizaba se encontraba en su torso superior. Con pie ligero, se acercó hasta su posición y levantó la camisa del joven con una mano, observando de cerca la herida que mantenía. De un vozarrón, pidió a los reclutas y agentes que le trajeran una botella de ron, que al cabo de un instante tenía en sus manos. Sería muy raro que en un barco de narcotraficantes no hubiera alcohol. Muy, pero que muy raro. Descorchando el tapón, vertió aproximadamente la mitad del contenido de la botella sobre la herida de Ryu. El alcohol desinfectaría la mayoría de la herida y haría que cicatrizase mejor. Además, metió las manos en uno de los bolsillos de su chaqueta colgada en los hombros, sacando un par de tiritas que le tendió a su compañero, a la par que tomaba la botella de ron y daba un largo sorbo hasta terminar con el líquido restante.
- Te escocerá mucho, pero ya me darás las gracias cuando no se te infecte. Ten más cuidado, esta herida no era muy complicada, pero mis conocimientos son muy escasos - Le dijo con el ceño fruncido, mientras que tiraba la botella a un lado y le bajaba la camisa al chico, sin secar lo que había vertido sobre él.
Técnicamente, era un aficionado a la medicina. A parte de la lucha, ese campo de la salud y la ingeniería eran dos cosas que le encantaban. Poder tratar con la vida de las personas como si fueran unos pacientes y montar objetos extraños con sus manos. Parecía un dios de la creación y de la sanación, en pocas palabras. Así que una vez que el momento pasó, el pelinegro dio la vuelta y comenzó a andar por los pasillos de aquel barco asqueroso, buscando el camarote del capitán, que no quedaba muy lejos.
De brazos cruzados, el joven esperó a que su compañero pelirrojo fuera a reencontrarse con su pequeña cría de leopardo, cuyo nombre siempre olvidaba por motivos que le eran más que desconocidos. Había sido muy malo para los nombres desde su nacimiento, aprendiéndose solo el suyo y los de las personas más allegadas a él. Pero a las personas que conocía un día y no volvía a verlas hasta dentro de un tiempo, no se acordaba ni de su físico. Demasiado olvidadizo, supongamos. Allí parado, observaba cómo los grupos de marines y rasos del Gobierno se movían de acá para allá moviendo cajas y lanzándolas, bien fuera por la cubierta, o bien por los boquetes que había abierto con su fuerza bruta durante los combates pasados. Pronto, la habitación en la que estaba toda la droga fue reduciendo su mercancía, hasta que no quedó de ella más que el recuerdo de lo que momentos atrás habían estado transportando ilegalmente, mientras los restos de ello descansaban en el fondo marino, tal vez ya devorados por una cantidad ingente de peces o reyes marinos, los cuáles estarían sintiendo en el interior de sus cuerpos semi-acuosos el cambio psicológico propio de aquellas sustancias.
- Una vez que terminéis de sacar las cajas esperad órdenes en la cubierta - Comentó a uno de los reclutas que había pasado por su lado con otro grupo de tres personas, de forma que supieran lo que les convenía hacer cuando terminasen lo que estaban haciendo actualmente.
"Aunque no creo que haga falta dar más órdenes, el trabajo pesado ya está hecho", pensó el pelinegro. Cierto era que la base de su expedición había sido infiltrarse en el barco y echar a perder la mercancía que se transportaba. Ahora, con la mayoría de narcotraficantes apresados o muertos, y la droga en el fondo del mar, el trabajo estaría más que chupado. Encontrar al capitán, darle una patada en su culo de vuelta a la cubierta, ponerle unos grilletes y de vuelta a casa. Aunque tampoco estaría mal que se "deshicieran" del barco narcotraficante, puesto que las pruebas que querían para delatar su crimen ya las tenían consigo.
Instantes más tarde, Ryu volvió con su cría y una mirada un poco sádica. El pelinegro se le encaró clavando sus rojizos ojos en los de él, para tratar de adivinar en qué estaba pensando. Un poco de sangre manchaba sus ropas, además de que una herida que no cicatrizaba se encontraba en su torso superior. Con pie ligero, se acercó hasta su posición y levantó la camisa del joven con una mano, observando de cerca la herida que mantenía. De un vozarrón, pidió a los reclutas y agentes que le trajeran una botella de ron, que al cabo de un instante tenía en sus manos. Sería muy raro que en un barco de narcotraficantes no hubiera alcohol. Muy, pero que muy raro. Descorchando el tapón, vertió aproximadamente la mitad del contenido de la botella sobre la herida de Ryu. El alcohol desinfectaría la mayoría de la herida y haría que cicatrizase mejor. Además, metió las manos en uno de los bolsillos de su chaqueta colgada en los hombros, sacando un par de tiritas que le tendió a su compañero, a la par que tomaba la botella de ron y daba un largo sorbo hasta terminar con el líquido restante.
- Te escocerá mucho, pero ya me darás las gracias cuando no se te infecte. Ten más cuidado, esta herida no era muy complicada, pero mis conocimientos son muy escasos - Le dijo con el ceño fruncido, mientras que tiraba la botella a un lado y le bajaba la camisa al chico, sin secar lo que había vertido sobre él.
Técnicamente, era un aficionado a la medicina. A parte de la lucha, ese campo de la salud y la ingeniería eran dos cosas que le encantaban. Poder tratar con la vida de las personas como si fueran unos pacientes y montar objetos extraños con sus manos. Parecía un dios de la creación y de la sanación, en pocas palabras. Así que una vez que el momento pasó, el pelinegro dio la vuelta y comenzó a andar por los pasillos de aquel barco asqueroso, buscando el camarote del capitán, que no quedaba muy lejos.
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Vi como Zhown me curaba cuando me vio, no me lo esperaba de él, era de los típicos que decían, cada uno se salva su pellejo o cosas así. Me escocía un poco el ron o alcohol, o lo que fuera que me había puesto para desinfectarme la herida, pero lo resistí. Estaba bastante sonrojado al ser tratado por Zhown, era bastante... como decirlo, era como un hermano mayor para mí, incluso, algo más, aunque sabía que él no sentía lo mismo que yo por él aun. Ahora faltaba encontrar al jefe de la banda, la pregunta era, donde estaría escondido.
-Gra-gracias, Zhown...- Dije ladeando la cabeza algo sonrojado para que este no viera mi cara. No podía dejar de pensar en lo apuesto que se había vuelto Zhown cuando me curó las heridas, pero ahora no era momento de pensar en ello, debíamos encontrar al jefe para arrestarlo o matarlo, aunque yo me decantaba mas por la segunda opción esta vez, no soportaba que uno de los hombres de aquel jefe, hubiese intentado matar a Zhown y eso lo pagaría bastante caro. -Bueno, voy a ir a buscar al jefe y lo derrotaré, así podremos volver cuanto antes a casa.- Dije mientras salía del cuarto y empezaba a andar por los pasillos siguiendo a Kirara y esperando que Zhown me siguiera.
Los pasillos eran iguales, pero esta vez, me fije, en que había uno, en el cual habían manchas de sangre y además, habían cuerpos de marines, muertos sin duda. -Creo que esto es una invitación, aunque un poco de mal gusto...- Dije riendo mientras empezaba a andar por ese pasillo y Kirara se quedaba en el que estábamos, para que no le pasara nada. Mientras andaba, alguna que otra vez, pise sin querer el cuerpo de unos de los marines, pero me encantaba ese olor a sangre.
Seguro que cuando saliera de allí, podría hacer una buena historia con todas las cosas que había visto, si es que, lográbamos salir vivos de aquí. Seguí caminando, hasta que al final logré ver una puerta, la cual estaba medio abierta, seguramente, el jefe estaría allí dentro, así que abrí la puerta y vi a una chica, de pelos amarillos y largos, ojos azules, que vestía con ropa ligera, solo una camiseta blanca de tirantes y una falda negra. Además, estaba sentada en una silla, tomándose una copa de vino.
-Habéis sido vosotros los que habéis tirado la droga al mar, ¿cierto?- Dijo la chica con una voz calmada y una mirada segura de si misma, cosa que quería decir, que o bien, había alguna trampa, o era muy confiada. -Si, y no solo la droga, también hemos matado a todos los que estaban contigo... ahora ya no te podrán defender.- Le dije mientras observaba a la chica que seguía sin inmutarse y entonces vi que estaba mirando algo fijamente, algo que se había acercado a mí y me mordió, una serpiente blanca.
-¡Jajajaja, sois tan tontos, os confiáis siempre porque soy una chica, jajaja!- Dijo la chica sonriendo mientras se sacaba un frasco del bolsillo de su falda y me lo mostraba. -Este es el antídoto, que sirve para curarte del veneno que te ha inyectado esa serpiente... pero no te lo pienso dar tan fácilmente...- Me dijo la chica, así que toque la mordedura de la serpiente y me extraje el dolor, tanto del mordisco como del veneno. -Así que solo tengo que coger ese frasco para evitarme morir, ¿cierto?- Le pregunté a la chica, pero esta se levantó y fue hacia una ventana, la abrió y dejo su mano con el frasco en el aire. Si hacía cualquier cosa, esa tía lanzaría el antídoto al mar y adios toda esperanza para salvarme.
-Gra-gracias, Zhown...- Dije ladeando la cabeza algo sonrojado para que este no viera mi cara. No podía dejar de pensar en lo apuesto que se había vuelto Zhown cuando me curó las heridas, pero ahora no era momento de pensar en ello, debíamos encontrar al jefe para arrestarlo o matarlo, aunque yo me decantaba mas por la segunda opción esta vez, no soportaba que uno de los hombres de aquel jefe, hubiese intentado matar a Zhown y eso lo pagaría bastante caro. -Bueno, voy a ir a buscar al jefe y lo derrotaré, así podremos volver cuanto antes a casa.- Dije mientras salía del cuarto y empezaba a andar por los pasillos siguiendo a Kirara y esperando que Zhown me siguiera.
Los pasillos eran iguales, pero esta vez, me fije, en que había uno, en el cual habían manchas de sangre y además, habían cuerpos de marines, muertos sin duda. -Creo que esto es una invitación, aunque un poco de mal gusto...- Dije riendo mientras empezaba a andar por ese pasillo y Kirara se quedaba en el que estábamos, para que no le pasara nada. Mientras andaba, alguna que otra vez, pise sin querer el cuerpo de unos de los marines, pero me encantaba ese olor a sangre.
Seguro que cuando saliera de allí, podría hacer una buena historia con todas las cosas que había visto, si es que, lográbamos salir vivos de aquí. Seguí caminando, hasta que al final logré ver una puerta, la cual estaba medio abierta, seguramente, el jefe estaría allí dentro, así que abrí la puerta y vi a una chica, de pelos amarillos y largos, ojos azules, que vestía con ropa ligera, solo una camiseta blanca de tirantes y una falda negra. Además, estaba sentada en una silla, tomándose una copa de vino.
-Habéis sido vosotros los que habéis tirado la droga al mar, ¿cierto?- Dijo la chica con una voz calmada y una mirada segura de si misma, cosa que quería decir, que o bien, había alguna trampa, o era muy confiada. -Si, y no solo la droga, también hemos matado a todos los que estaban contigo... ahora ya no te podrán defender.- Le dije mientras observaba a la chica que seguía sin inmutarse y entonces vi que estaba mirando algo fijamente, algo que se había acercado a mí y me mordió, una serpiente blanca.
-¡Jajajaja, sois tan tontos, os confiáis siempre porque soy una chica, jajaja!- Dijo la chica sonriendo mientras se sacaba un frasco del bolsillo de su falda y me lo mostraba. -Este es el antídoto, que sirve para curarte del veneno que te ha inyectado esa serpiente... pero no te lo pienso dar tan fácilmente...- Me dijo la chica, así que toque la mordedura de la serpiente y me extraje el dolor, tanto del mordisco como del veneno. -Así que solo tengo que coger ese frasco para evitarme morir, ¿cierto?- Le pregunté a la chica, pero esta se levantó y fue hacia una ventana, la abrió y dejo su mano con el frasco en el aire. Si hacía cualquier cosa, esa tía lanzaría el antídoto al mar y adios toda esperanza para salvarme.
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Tras hacer un pequeño "remedio" contra la herida sangrante de Ryu, el pelinegro se apartó de él y se llevó una de sus manos a la cabeza, rascándola en torno a sus pelos mientras que, con una actitud un poco desganada, miraba hacia los lados intentando buscar el lugar apropiado por el que seguir en la búsqueda del jefe del barco. "Ya casi nos hemos recorrido todos los pasillos, no debería andar mucho más lejos", razonó pasa sí mismo el agente del Gobierno, que se dio cuenta de cómo su compañero semi-convaleciente se ponía en pie de una vez por todas y tomaba las riendas de aquella misión, trasladándose con cuidado por los distintos pasillos del navío. Pero el pelinegro no lo siguió a primera instancia, sino que se volvió hasta cruzarse con uno de los marines que iban a su cargo. Rápidamente, le comentó con una voz imperativa, esperando que no le replicase nada y acatase su exhortación de la manera más rápida y eficiente en que pudiera hacerlo. Su voz escapó de su garganta un poco rasposa, dirigiéndose a él mientras señalaban con una mano a Ryu:
- Ve a buscar al médico y tráelo aquí, puede que necesitemos de sus conocimientos - Dijo el agente del Cipher Pol 1, preocupándose mínimamente por su compañero, aunque bien era cierto que sus habilidades médicas dejaban mucho que desear a todo paciente que intentase tratar. Tenía que mejorar, pero eso solo es algo que el tiempo diría y afirmaría.
Cuando quiso darse la vuelta para ver a su compañero, este ya había desaparecido de la habitación donde se encontraba la droga, así que Zhown empezó a andar en la supuesta trayectoria que habría tomado. Pasando por el marco de la puerta, no tardó demasiado en encontrar un rastro que le hizo repugnarse todavía más: un festín de cadáveres. Tumbados boca abajo, otros boca arriba, e incluso algunos despedazados por partes. El pelinegro se agachó para observar a uno de ellos, dándose cuenta de que en el cuello tenía dos marcas de dientes. ¿Un animal carnívoro o venenoso? Ryu seguramente habría tomado aquella escena como una invitación hacia el desastre, lanzándose desbocadamente hacia ella. La boca del pelinegro chasqueó, de mala gana, mientras que en su expresión se daba a entender de que algo no funcionaba bien.
Entonces sus pasos comenzaron a ser más rápidos, hasta que llegó a una puerta semiabierta, en la que dentro podían escucharse conversaciones. Por lo visto, el jefe de aquella banda de contrabandistas era una mujer, por la calidad de su voz; Ryu había sido envenenado por una serpiente, y la joven mantenía el antídoto sobre una ventana, preparada para soltarlo al mar y dejar que el pelirrojo se consumiera lentamente por el veneno impregnado en su cuerpo. Mientras tanto, el pelinegro estaba apoyado contra la pared para que no le vieran, desenfundando su pistola de ébano lentamente para que no le escuchasen. Suspirando un momento, dejó que sus piernas y brazos se imbuyeran de aquella bruma negra tan característica de su Akuma No Mi, que le daría mucha más velocidad y fuerza. Era la hora de comenzar, y él ya estaba preparado para joder a esa puta perra drogadicta.
- Por eso no me gusta que vayas tan rápido, Ryu ... Luego pasan cosas como esta - Susurró tan bajo que apenas fue perceptible, aunque también lo había hecho en calidad de que no pudieran descubrirle por la voz. Estaba dispuesto a comenzar con aquel plan para salvar a su compañero, y no tardaría mucho en llevarlo a cabo.
Rápidamente se coló por la puerta, buscando con sus ojos a la serpiente. Una vez que la tuvo en mira, siseante y encarándose a él como si fuera un fantasma, disparó con una de sus pistolas, a la vez que la bala se clavaba instantes más tarde en la cabeza del reptil, esparciendo sus sesos por la pared. El grito de la mujer alertó a Zhown, que se movió hacia donde procedía con una velocidad increíble. Ella hizo amago de dejar caer el frasco de antídoto hacia fuera, pero el pelinegro ya la tenía sujeta por una de sus piernas y tiró hacia dentro para llevarla al centro de la habitación. El frasco, por suerte, cayó dentro del barco, y fue la mano libre de este quien la recogió al vuelo.
Triunfante, el agente del CP1 lanzó el frasco de antídoto hacia su compañero pelirrojo, a la vez que guardaba su pistola en la funda correspondiente y hacía una llave de luxación a los dos hombros de la joven jefa. Pasando su rodilla por la espalda de esta, tomó ambos brazos hasta que los entrelazó debajo de su propia pierna como si de una equis se tratara. Levantando con furia hacia arriba, unos sonoros craks indicaron que los huesos de aquella chica se habían roto, por lo que no podría volver a usar sus brazos hasta que no fuera curada y realizase el propio proceso de rehabilitación, que le iba a servir muy poco para cuando estuviera entre rejas en una de las prisiones a cargo de la Marina. Mirando a Ryu, le hizo una seña para que se tomara el contenido de aquel frasco, además de decirle:
- Bébete eso y luego hazle perrerías a esta guarra. Devuélvesela, por lo que te ha heho, no pondré ninguna pega - Levantándose y llevando sus dos manos a la boca, metiendo unos dedos en ella y silbando con mucha fuerza, alertando a los demás soldados y reclutas de que aquella era su posición, y que habían encontrado lo que buscaban.
- Ve a buscar al médico y tráelo aquí, puede que necesitemos de sus conocimientos - Dijo el agente del Cipher Pol 1, preocupándose mínimamente por su compañero, aunque bien era cierto que sus habilidades médicas dejaban mucho que desear a todo paciente que intentase tratar. Tenía que mejorar, pero eso solo es algo que el tiempo diría y afirmaría.
Cuando quiso darse la vuelta para ver a su compañero, este ya había desaparecido de la habitación donde se encontraba la droga, así que Zhown empezó a andar en la supuesta trayectoria que habría tomado. Pasando por el marco de la puerta, no tardó demasiado en encontrar un rastro que le hizo repugnarse todavía más: un festín de cadáveres. Tumbados boca abajo, otros boca arriba, e incluso algunos despedazados por partes. El pelinegro se agachó para observar a uno de ellos, dándose cuenta de que en el cuello tenía dos marcas de dientes. ¿Un animal carnívoro o venenoso? Ryu seguramente habría tomado aquella escena como una invitación hacia el desastre, lanzándose desbocadamente hacia ella. La boca del pelinegro chasqueó, de mala gana, mientras que en su expresión se daba a entender de que algo no funcionaba bien.
Entonces sus pasos comenzaron a ser más rápidos, hasta que llegó a una puerta semiabierta, en la que dentro podían escucharse conversaciones. Por lo visto, el jefe de aquella banda de contrabandistas era una mujer, por la calidad de su voz; Ryu había sido envenenado por una serpiente, y la joven mantenía el antídoto sobre una ventana, preparada para soltarlo al mar y dejar que el pelirrojo se consumiera lentamente por el veneno impregnado en su cuerpo. Mientras tanto, el pelinegro estaba apoyado contra la pared para que no le vieran, desenfundando su pistola de ébano lentamente para que no le escuchasen. Suspirando un momento, dejó que sus piernas y brazos se imbuyeran de aquella bruma negra tan característica de su Akuma No Mi, que le daría mucha más velocidad y fuerza. Era la hora de comenzar, y él ya estaba preparado para joder a esa puta perra drogadicta.
- Por eso no me gusta que vayas tan rápido, Ryu ... Luego pasan cosas como esta - Susurró tan bajo que apenas fue perceptible, aunque también lo había hecho en calidad de que no pudieran descubrirle por la voz. Estaba dispuesto a comenzar con aquel plan para salvar a su compañero, y no tardaría mucho en llevarlo a cabo.
Rápidamente se coló por la puerta, buscando con sus ojos a la serpiente. Una vez que la tuvo en mira, siseante y encarándose a él como si fuera un fantasma, disparó con una de sus pistolas, a la vez que la bala se clavaba instantes más tarde en la cabeza del reptil, esparciendo sus sesos por la pared. El grito de la mujer alertó a Zhown, que se movió hacia donde procedía con una velocidad increíble. Ella hizo amago de dejar caer el frasco de antídoto hacia fuera, pero el pelinegro ya la tenía sujeta por una de sus piernas y tiró hacia dentro para llevarla al centro de la habitación. El frasco, por suerte, cayó dentro del barco, y fue la mano libre de este quien la recogió al vuelo.
Triunfante, el agente del CP1 lanzó el frasco de antídoto hacia su compañero pelirrojo, a la vez que guardaba su pistola en la funda correspondiente y hacía una llave de luxación a los dos hombros de la joven jefa. Pasando su rodilla por la espalda de esta, tomó ambos brazos hasta que los entrelazó debajo de su propia pierna como si de una equis se tratara. Levantando con furia hacia arriba, unos sonoros craks indicaron que los huesos de aquella chica se habían roto, por lo que no podría volver a usar sus brazos hasta que no fuera curada y realizase el propio proceso de rehabilitación, que le iba a servir muy poco para cuando estuviera entre rejas en una de las prisiones a cargo de la Marina. Mirando a Ryu, le hizo una seña para que se tomara el contenido de aquel frasco, además de decirle:
- Bébete eso y luego hazle perrerías a esta guarra. Devuélvesela, por lo que te ha heho, no pondré ninguna pega - Levantándose y llevando sus dos manos a la boca, metiendo unos dedos en ella y silbando con mucha fuerza, alertando a los demás soldados y reclutas de que aquella era su posición, y que habían encontrado lo que buscaban.
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La chica estaba a punto de lanzar el frasco al mar, pero entonces, todo paso muy rápido, Zhown entró a la habitación, mató a la serpiente y logró derrotar a aquella jefa mientras me lanzaba el supuesto antídoto. Me lo bebí siguiendo la orden de mi compañero mientras aquella tía se empezaba a reír. -¿Que te hace tanta gracia?- Le pregunté algo enfadado, pues no soportaba que hubiese usado una serpiente para atacarme. -Ese no es el verdadero antídoto, y el verdadero jefe de toda la banda, está escondido en este barco aun, él debe de tener el antídoto.- Dijo riendo la chica estando en el suelo, sin poderse levantar por culpa de Zhown.
Zhown dijo que le podía hacer lo que quisiera después de lo que me había hecho, y tenía una cosa en mente, que siempre había querido probar. -Bueno, le haré la sonrisa del payaso.- Dije riendo mientras le ataba las manos con unas cuerdas que había por ahí y le ponía un cuchillo en sus labios, luego, después de hacerle esas cosas, la chica acabó con unos cortes en la boca y cara, y parecía una sonrisa, si. Ahora debíamos encontrar al verdadero jefe, antes de que el veneno me hiciera efecto y la palmara.
-Bueno, será mejor empezar a buscar al jefe, no quiero morir en un sitio como este.- Dije mientras daba un suspiro y empezaba a andar, sin que se notase que estaba envenenado, después de todo, el dolor del veneno lo había extraído y así no sentía dolor, aunque tenía que ir con cuidado, porque no sabía cuando podría morir. Salí del cuarto para volver a aquel pasillo cubierto de cadáveres, y no solo eso, parecía que el rastro de cadáveres continuaba por otro pasillo, del mismo color.
-Que mal gusto, no están ni descuartizados, ni ahorcados, ni incinerados... menudo aficionado el jefe este.- Dije soltando un suspiro mientras al fin llegaba a la puerta del final del pasillo, estaba cubierta de sangre y apenas se podía diferenciar si era marrón o roja. Abrí la puerta y allí vi solamente un sofá y nada más, habían cadáveres y algunos tenían marcas de balas, parecía que los habían disparado incluso muertos. No había nada más que cadáveres de marines, o al menos, eso creía, hasta que oí el sonido de un disparo, por suerte pude echarme hacia un lado, para que la bala solo me rozara el brazo.
Me quite el dolor mientras pasaba la mano por mi herida y luego me giraba, observando a un tío con barba rubia, pelo rubio y con cola de caballo, ojos amarillos, y que parecía estar bastante fornido, vestía solamente con unos pantalones negros y un pañuelo rojo atado a su cintura, de la cual colgaba una espada, y en su mano derecha, tenía la pistola con la que me había disparado. -Tu eres el jefe, ¿cierto?- Le pregunté mientras sacaba mi pistola y le apuntaba a la cabeza, pero entonces, parte del veneno hizo su efecto, me quedé paralizado y sin poder moverme.
-Jajaja, me parece que la serpiente te mordió, y si quieres el antídoto, debes de saber, que yo soy el único que lo tengo, pierdes el tiempo si eso es lo que buscas.- Dijo aquel hombre, me daban ganas de partir su cara, se creía fuerte solo porque estaba paralizado, pero lo malo, era que si ahora disparaba, no podría evitar la bala y moriría seguro, solo podía esperar a que Zhown me ayudará y derrotará a ese tío.
Zhown dijo que le podía hacer lo que quisiera después de lo que me había hecho, y tenía una cosa en mente, que siempre había querido probar. -Bueno, le haré la sonrisa del payaso.- Dije riendo mientras le ataba las manos con unas cuerdas que había por ahí y le ponía un cuchillo en sus labios, luego, después de hacerle esas cosas, la chica acabó con unos cortes en la boca y cara, y parecía una sonrisa, si. Ahora debíamos encontrar al verdadero jefe, antes de que el veneno me hiciera efecto y la palmara.
-Bueno, será mejor empezar a buscar al jefe, no quiero morir en un sitio como este.- Dije mientras daba un suspiro y empezaba a andar, sin que se notase que estaba envenenado, después de todo, el dolor del veneno lo había extraído y así no sentía dolor, aunque tenía que ir con cuidado, porque no sabía cuando podría morir. Salí del cuarto para volver a aquel pasillo cubierto de cadáveres, y no solo eso, parecía que el rastro de cadáveres continuaba por otro pasillo, del mismo color.
-Que mal gusto, no están ni descuartizados, ni ahorcados, ni incinerados... menudo aficionado el jefe este.- Dije soltando un suspiro mientras al fin llegaba a la puerta del final del pasillo, estaba cubierta de sangre y apenas se podía diferenciar si era marrón o roja. Abrí la puerta y allí vi solamente un sofá y nada más, habían cadáveres y algunos tenían marcas de balas, parecía que los habían disparado incluso muertos. No había nada más que cadáveres de marines, o al menos, eso creía, hasta que oí el sonido de un disparo, por suerte pude echarme hacia un lado, para que la bala solo me rozara el brazo.
Me quite el dolor mientras pasaba la mano por mi herida y luego me giraba, observando a un tío con barba rubia, pelo rubio y con cola de caballo, ojos amarillos, y que parecía estar bastante fornido, vestía solamente con unos pantalones negros y un pañuelo rojo atado a su cintura, de la cual colgaba una espada, y en su mano derecha, tenía la pistola con la que me había disparado. -Tu eres el jefe, ¿cierto?- Le pregunté mientras sacaba mi pistola y le apuntaba a la cabeza, pero entonces, parte del veneno hizo su efecto, me quedé paralizado y sin poder moverme.
-Jajaja, me parece que la serpiente te mordió, y si quieres el antídoto, debes de saber, que yo soy el único que lo tengo, pierdes el tiempo si eso es lo que buscas.- Dijo aquel hombre, me daban ganas de partir su cara, se creía fuerte solo porque estaba paralizado, pero lo malo, era que si ahora disparaba, no podría evitar la bala y moriría seguro, solo podía esperar a que Zhown me ayudará y derrotará a ese tío.
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Una mierda, aquello era una situación realmente huntada en mierda. El frasco de supuesto antídoto no fue más que una estratagema para que gastaran el tiempo en aliviarse, siendo la jefa de la banda de narcotraficantes la que se presentó como una segundona, y que ese líquido del bote de cristal no servía para nada, que el de verdad lo tenía el jefe. Lanzando maldiciones sin sentido al aire, el pelinegro se veía un poco agobiado por la situación en la que se encontraban, además de lanzar varias patadas contra el culo de la zorra que les había engañado. Haciendo caso de las palabras de Zhown, Ryu se movía para hacerle una nueva jodienda a la chica, la cuál miraba horrorizada la mano con intenciones adversas del pelirrojo. Tomando un cuchillo, lo introdujo en el interior de la boca de esta, para luego moverlo sutilmente hacia los lados, rasgando la carne y cercenando los tendones de la mandíbula, creando una "falsa" sonrisa de payaso en su cara. La sangre corría por su boca, chillando como una loca, hasta que finalmente cayó ahogada por su propia sangre, incapaz de escapar a aquel destino que se había labrado por sus jugarretas. "Una puta menos en el mundo, qué mas dará", pensó el pelinegro, dándose la vuelta y tomando a Ryu de uno de sus brazos para salir de allí.
- Ahora no te separes de mí, no te vaya a picar otro bicho por el camino - Dijo comenzando a salir de la habitación, tirando de Ryu con una cara muuuy cabreada. No le gustaba para nada que se jugara con la vida de una persona con veneno, lo consideraba el acto más ruin y cruel que se le podía hacer una persona, aunque tal vez él no fuera el más indicado para decir qué o quién era cruel.
Atravesando los pasillos, fueron descubriendo más y más cadáveres, estos llenos de plomo. Parecía que su objetivo final no iba a estar tan lejos como ellos pensaban, sino que lo tendrían a la vuelta de la esquina. Una gran pila de cadáveres se amontonaba en los pasillos, demostrando que su enemigo ahora sería un pez bastante gordo de tragar. Por ello, el pelinegro ya había desenfundado sus dos pistolas, soltando la mano de su compañero y acercando sus dedos a los gatillos de sus armas. Llegaron a una habitación precedida por una puerta llena de sangre, al igual que las paredes y el suelo del barco, cosa que ya se había vuelto monótono con tanta guerra, desde que habían llegado. De repente, una bala surcó la puerta, rozando el brazo de Ryu y pasando muy cerca del ojo izquierdo de Zhown, sin llegar a tocarlo. Sin embargo, pudo sentir la velocidad y aceleración de dicho perdigón cerca de su cara, sensación que consiguió recorrer de escalofríos el cuerpo del pelinegro. Desde el interior de la habitación de donde había salido la bala, una siniestra risa hacía eco en las paredes de madera del navío, llegando atemorizante e intimidante. Atravesando ambos compañeros del Gobierno, descubriendo a un hombre de huesos anchos, de pelo rubio y armas en las manos. Empezó a jactarse de Ryu y del veneno que corría por su cuerpo, alegando que sería una tontería ir a buscar su antídoto.
El pelirrojo intentó hacer algo, pero parece ser que su vitalidad decayó a estados mínimos, cayéndose al suelo y notando una parálisis que debería ser producto del veneno que se había inducido en su cuerpo. Apretando los dientes, el pelinegro miró con una cara de odio irremediable al verdadero capitán del barco, levantando sus dos pistolas y comenzando a disparar hacia el cuerpo de este. Sin embargo, su sonrisa se hacía crecer por encima del sonido de las balas golpeando una especie de armadura que llevaría debajo de la ropa, la cuál paraba todas las balas.
- Imbécil, mi cuerpo tiene recubrimientos de acero. No hay nada que pueda atrav... ¡UWÁ! - Gritó, al recibir una fuerte patada en la boca, siendo lanzado contra la pared que tenía más a su izquierda.
El agente del Cipher Pol se encontraba recubriendo su cuerpo entero de aquella bruma característica de sus poderes astrales de Akuma No Mi, con las venas de la frente y el cuello marcadas. Había enfundado sus armas, y tenía remangada la camisa hasta los codos. Una cara indescriptiblemente llena de ira, sus ojos se clavaban en el cuerpo del enemigo, y sus colmillos se mostraban casi desencajados de su mandíbula por la furia que lo poseía. Con una voz que infundiría miedo al mismísimo Diablo, el agente comenzó a andar, pateando las armas de fuego que habían caído de las manos del narcotraficante y alejándolas de él, hasta quedar a unos metros. Su voz habló:
- Entonces te arrancaré cada trozo de piel de tu cuerpo de mierda, y lo haré con gusto - Afirmó mientras que la bruma se concentraba en sus puños y pies, para luego empezar a acercarse al hombre hasta quedar a menos distancia.
Primero lanzó un puñetazo a su cara, empotrándola contra el suelo, para luego empezar a patear verticalmente su tripa. El derrotado empezaba a toser, e intentó resistirse ante un nuevo agarre del pelinegro. Este había tomado una de sus piernas y, pisando la otra, había comenzado a tirar hacia arriba. El desgarre de sus músculos se fue haciendo más intenso conforme la pierna subía hacia arriba. Las manos envueltas en aquel aura negra de Zhown apretaban con fuerza, hasta que el miembro del narcotraficante salió despedido de su cuerpo, amputado naturalmente. Con una sádica sonrisa, tomó su cabeza y la alzó del suelo, mientras que le susurraba a un oído:
- Todos os vanagloriáis de vuestro poder, pero no sabéis lo que es el auténtico terror hasta que me conocéis ... Ahora dime, ¿dónde está el antídoto? - Comentó, mientras que sus dedos empezaban a ejercer presión sobre la cabeza del hombre, cuya pierna chorreaba sangre a raudales.
- Ahora no te separes de mí, no te vaya a picar otro bicho por el camino - Dijo comenzando a salir de la habitación, tirando de Ryu con una cara muuuy cabreada. No le gustaba para nada que se jugara con la vida de una persona con veneno, lo consideraba el acto más ruin y cruel que se le podía hacer una persona, aunque tal vez él no fuera el más indicado para decir qué o quién era cruel.
Atravesando los pasillos, fueron descubriendo más y más cadáveres, estos llenos de plomo. Parecía que su objetivo final no iba a estar tan lejos como ellos pensaban, sino que lo tendrían a la vuelta de la esquina. Una gran pila de cadáveres se amontonaba en los pasillos, demostrando que su enemigo ahora sería un pez bastante gordo de tragar. Por ello, el pelinegro ya había desenfundado sus dos pistolas, soltando la mano de su compañero y acercando sus dedos a los gatillos de sus armas. Llegaron a una habitación precedida por una puerta llena de sangre, al igual que las paredes y el suelo del barco, cosa que ya se había vuelto monótono con tanta guerra, desde que habían llegado. De repente, una bala surcó la puerta, rozando el brazo de Ryu y pasando muy cerca del ojo izquierdo de Zhown, sin llegar a tocarlo. Sin embargo, pudo sentir la velocidad y aceleración de dicho perdigón cerca de su cara, sensación que consiguió recorrer de escalofríos el cuerpo del pelinegro. Desde el interior de la habitación de donde había salido la bala, una siniestra risa hacía eco en las paredes de madera del navío, llegando atemorizante e intimidante. Atravesando ambos compañeros del Gobierno, descubriendo a un hombre de huesos anchos, de pelo rubio y armas en las manos. Empezó a jactarse de Ryu y del veneno que corría por su cuerpo, alegando que sería una tontería ir a buscar su antídoto.
El pelirrojo intentó hacer algo, pero parece ser que su vitalidad decayó a estados mínimos, cayéndose al suelo y notando una parálisis que debería ser producto del veneno que se había inducido en su cuerpo. Apretando los dientes, el pelinegro miró con una cara de odio irremediable al verdadero capitán del barco, levantando sus dos pistolas y comenzando a disparar hacia el cuerpo de este. Sin embargo, su sonrisa se hacía crecer por encima del sonido de las balas golpeando una especie de armadura que llevaría debajo de la ropa, la cuál paraba todas las balas.
- Imbécil, mi cuerpo tiene recubrimientos de acero. No hay nada que pueda atrav... ¡UWÁ! - Gritó, al recibir una fuerte patada en la boca, siendo lanzado contra la pared que tenía más a su izquierda.
El agente del Cipher Pol se encontraba recubriendo su cuerpo entero de aquella bruma característica de sus poderes astrales de Akuma No Mi, con las venas de la frente y el cuello marcadas. Había enfundado sus armas, y tenía remangada la camisa hasta los codos. Una cara indescriptiblemente llena de ira, sus ojos se clavaban en el cuerpo del enemigo, y sus colmillos se mostraban casi desencajados de su mandíbula por la furia que lo poseía. Con una voz que infundiría miedo al mismísimo Diablo, el agente comenzó a andar, pateando las armas de fuego que habían caído de las manos del narcotraficante y alejándolas de él, hasta quedar a unos metros. Su voz habló:
- Entonces te arrancaré cada trozo de piel de tu cuerpo de mierda, y lo haré con gusto - Afirmó mientras que la bruma se concentraba en sus puños y pies, para luego empezar a acercarse al hombre hasta quedar a menos distancia.
Primero lanzó un puñetazo a su cara, empotrándola contra el suelo, para luego empezar a patear verticalmente su tripa. El derrotado empezaba a toser, e intentó resistirse ante un nuevo agarre del pelinegro. Este había tomado una de sus piernas y, pisando la otra, había comenzado a tirar hacia arriba. El desgarre de sus músculos se fue haciendo más intenso conforme la pierna subía hacia arriba. Las manos envueltas en aquel aura negra de Zhown apretaban con fuerza, hasta que el miembro del narcotraficante salió despedido de su cuerpo, amputado naturalmente. Con una sádica sonrisa, tomó su cabeza y la alzó del suelo, mientras que le susurraba a un oído:
- Todos os vanagloriáis de vuestro poder, pero no sabéis lo que es el auténtico terror hasta que me conocéis ... Ahora dime, ¿dónde está el antídoto? - Comentó, mientras que sus dedos empezaban a ejercer presión sobre la cabeza del hombre, cuya pierna chorreaba sangre a raudales.
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Caí al suelo por culpa de mi cuerpo agotado, y el veneno, mientras veía, como Zhown, se ponía furioso y empezaba a torturar al jefe aquel, me alegraba mucho tener un hermano mayor como aquel. Ahora me sentía frustrado por estar en ese estado y no poder hacer nada, pero fue entonces, cuando vi a Kirara con un frasco y un líquido verdoso dentro de este, el jefe lo miró, y soltó un grito. -¿¡De donde demonios ha salido ese tigre y aun más, porque tiene el antídoto!?- Dijo, así que con las pocas fuerzas que tenía, logré coger el frasco y me lo bebí para luego observar al jefe y Zhown con la pierna de este en sus manos.
-Zhown, déjame que acabe yo con él, y vuelve al barco, yo iré ahora dentro de nada.- Dije mientras desenfundaba mi pistola y le disparaba en la mano a aquel desgraciado, el chico grito de dolor ante esa bala. -Ahora verás, lo que es un verdadero infierno, habéis usado una serpiente para vuestro propio beneficio y casi me matáis, habéis hecho que viniese aquí y me muriese de frió, ahora, atente a las consecuencias, no saldrás muy bien de aquí.- Dije con una sonrisa macabra y una mirada de psicópata con la que observaba a mi víctima.
Até la mano de ese viejo mientras empezaba a acribillarle su brazo a balas y por último, le acabé cortando la mano con un cuchillo para luego agarrarle del cuello y usar mi akuma, haciendo que este sintiese un dolor allí, el cual le hizo gritar, cosa que aproveche para agarrar su lengua y hacer lo mismo, el hombre volvió a gritar de dolor, adoraba sus gritos, hacían que me dieran ganas de seguir haciéndole daño. -¿Duele?- Le pregunté susurrando en su oído mientras esta vez le tocaba la pierna, causándole dolor allí y haciendo que soltará un grito de dolor.
-Duele mucho, ¿verdad que si? jajajaja.- Dije riéndome disfrutando de aquella situación, riéndome de los gritos de dolor del otro y de la impotencia que debía sentir al estar en esa situación. -Oye, oye, ¿que quieres que haga, que te dispare en la pierna o en el brazo, o que te haga sentir dolor en tu ojo?- Dije mientras seguía riendo al ver el terror de aquel hombre en sus ojos, era tan divertido, que si empezaba a torturarle, iba a costarme mucho parar, aunque de hecho, ya había empezado.
Esta vez, saque su lengua y le dispare en ella, causando un agujero en ella, era tan divertido y se notaba en mi cara que estaba disfrutando, el hombre tenía los ojos llorosos y ahora ya no podría hablar bien. -No te preocupes, pronto acabaré contigo y haré que recuerdes siempre, que nunca se debe jugar con el gobierno.- Dije mientras le tocaba el ojo, causando un dolor allí, haciendo que apenas lo pudiera mantener abierto y soltando un grito de dolor. Ahora no sabía si debíamos atraparlo vivo o lo debíamos matar, así que cogí al hombre aterrorizado mientras le disparaba en su rodilla, para evitar que pudiese andar.
Después de andar por aquellos pasillos, que aun estaban cubiertos de sangre, junto a Kirara que me acompañaba, llegué a la cubierta del barco y con mi látigo, llegué al barco donde debía de estar Zhown esperándonos. Solté al jefe al suelo mientras cogía una bomba de la cubierta y la lanzaba al otro barco, después de saber que no había nadie mas allí y la explosión hizo que el barco se incendiara y empezara a hundirse en el mar. -Ale, ahora Zhown hará lo que quiera contigo, espera cualquier cosa.- Dije con una expresión seria mientras le escupía en la cara con desprecio.
-Zhown, déjame que acabe yo con él, y vuelve al barco, yo iré ahora dentro de nada.- Dije mientras desenfundaba mi pistola y le disparaba en la mano a aquel desgraciado, el chico grito de dolor ante esa bala. -Ahora verás, lo que es un verdadero infierno, habéis usado una serpiente para vuestro propio beneficio y casi me matáis, habéis hecho que viniese aquí y me muriese de frió, ahora, atente a las consecuencias, no saldrás muy bien de aquí.- Dije con una sonrisa macabra y una mirada de psicópata con la que observaba a mi víctima.
Até la mano de ese viejo mientras empezaba a acribillarle su brazo a balas y por último, le acabé cortando la mano con un cuchillo para luego agarrarle del cuello y usar mi akuma, haciendo que este sintiese un dolor allí, el cual le hizo gritar, cosa que aproveche para agarrar su lengua y hacer lo mismo, el hombre volvió a gritar de dolor, adoraba sus gritos, hacían que me dieran ganas de seguir haciéndole daño. -¿Duele?- Le pregunté susurrando en su oído mientras esta vez le tocaba la pierna, causándole dolor allí y haciendo que soltará un grito de dolor.
-Duele mucho, ¿verdad que si? jajajaja.- Dije riéndome disfrutando de aquella situación, riéndome de los gritos de dolor del otro y de la impotencia que debía sentir al estar en esa situación. -Oye, oye, ¿que quieres que haga, que te dispare en la pierna o en el brazo, o que te haga sentir dolor en tu ojo?- Dije mientras seguía riendo al ver el terror de aquel hombre en sus ojos, era tan divertido, que si empezaba a torturarle, iba a costarme mucho parar, aunque de hecho, ya había empezado.
Esta vez, saque su lengua y le dispare en ella, causando un agujero en ella, era tan divertido y se notaba en mi cara que estaba disfrutando, el hombre tenía los ojos llorosos y ahora ya no podría hablar bien. -No te preocupes, pronto acabaré contigo y haré que recuerdes siempre, que nunca se debe jugar con el gobierno.- Dije mientras le tocaba el ojo, causando un dolor allí, haciendo que apenas lo pudiera mantener abierto y soltando un grito de dolor. Ahora no sabía si debíamos atraparlo vivo o lo debíamos matar, así que cogí al hombre aterrorizado mientras le disparaba en su rodilla, para evitar que pudiese andar.
Después de andar por aquellos pasillos, que aun estaban cubiertos de sangre, junto a Kirara que me acompañaba, llegué a la cubierta del barco y con mi látigo, llegué al barco donde debía de estar Zhown esperándonos. Solté al jefe al suelo mientras cogía una bomba de la cubierta y la lanzaba al otro barco, después de saber que no había nadie mas allí y la explosión hizo que el barco se incendiara y empezara a hundirse en el mar. -Ale, ahora Zhown hará lo que quiera contigo, espera cualquier cosa.- Dije con una expresión seria mientras le escupía en la cara con desprecio.
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Una pequeña cría de leopardo salió a escena, con un frasco un poco más pequeño que el de la tía de la serpiente, en la boca. El líquido del interior era semi-transparente, rozando el color blanco. Nada más saber de su existencia, el jefe gritó entre chillidos que cómo había conseguido aquel animal el antídoto, por lo que Ryu lo tomó en seguida, tardando muy poco tiempo en recuperar su vitalidad y deshacerse de aquella parálisis que le había tumbado anteriormente, dejándole expuesto al ataque. Fue entonces cuando le dijo al pelinegro que él mismo se encargaría del narcotraficante, mas este último incluso llegó a mirar a ambos con una cara de pena. Levantándose de encima de él, Zhown caminó hasta que tomó las armas de fuego del enemigo con sus manos, tirándolas por una escotilla de la habitación hacia el mar. Dándose la vuelta y metiendo las manos en los bolsillos, el agente del Cipher Pol comenzó a caminar hacia la puerta de salida, hasta que quedó apoyado en el marco de la puerta que conectaba aquella zona con los pasillos. Sus ojos rojizos se quedaron pensativos, mirando a todos los cadáveres que había fuera, esparcidos por cada rincón, recordándole que habían insultado a la Justicia mundial. Sin girar su cabeza, el pelinegro le dijo a su compañero pelirrojo:
- Devuélvele todo lo que le ha hecho a nuestros soldados. Pero no lo mates, déjalo vivo ... Tiene permiso para torturarle, agente Sakuraba - Su voz sonaba ciertamente triste. No le gustaba perder a sus hombres, puesto que nadie era quién para decidir quién moría o quién vivía. Pero como aquel hombre había retado la paz mundial, no estaba sujeto a las mismas reglas que esta proponía. Además, a su compañero le vendría bastante bien para divertirse.
Tras aquellas palabras, sus pies comenzaron a moverse hacia el exterior. Empezó a andar, con las manos dentro de los bolsillos e intentando no mirar los cadáveres con los que se topaban sus pies. Lentamente fue avanzando, atravesando el laberinto de corredores por el que habían llegado. Pasó por la habitación de la chica de la serpiente, muertas ambas, cada una en su propia sangre. Un charco de aquel líquido vital estaba recubriendo la mayor parte de la sala, mientras que los ojos del pelinegro volvían a la pasarela y continuaba con su andanza. Pasó por todos y cada uno de los lugares por el que había venido, así no se preocupaba de perderse y tener que buscar una salida más tonta. Así, también pasó por la habitación donde estaban la mayoría de las drogas, aunque ahora se veía mucho más vacía. Los pocos soldados y reclutas que habían sobrevivido las seguían tirando hacia el mar, mientras que de repente unos chillidos de dolor se escucharon en la lejanía. Parecía ser que Ryu había comenzado a "putear" al narcotraficante, por lo que una sonrisa extraña apareció en sus labios. Moviendo la cabeza de arriba a abajo como si de una afirmación se tratase, el pelinegro dijo por lo bajo:
- Muy bien chico, así me gusta. Sé malo - Dijo moviendo la cabeza horizontalmente, dejando que los huesos de su cuello crujieran por el entumecimiento en el que se estaban sumiendo. Devolvió su vista atrás, le encantaría estar en la misma habitación en la que el jefe de aquel navío aullaba de dolor ... Pero sabía que el pelirrojo se cortaría si estaba con alguien más, por ende, sería mucho mejor si lo dejara a solas con él. - Todos tenemos una bestia en nuestro interior, y es en la soledad cuando más aparece - Comentó, prosiguiendo su camino.
Minutos más tarde, ya había salido al exterior, pisando con sus pies la suave madera de la cubierta. El barco de velas negras había sido atrapado con unos arneses del barco del Gobierno, además de que había dos marines bloqueando el timón para inutilizarlo. Una pasarela había sido colocada para comunicar ambos navíos, así que el pelinegro posó uno de sus pies sobre él para caminar de vuelta con los suyos. Allí tomó una silla, y se sentó con una de sus piernas cruzada sobre la otra, apoyando ambas manos en los reposabrazos de su asiento. Ryu no tardó mucho en aparecer en la cubierta del otro barco con el narcotraficante, con una de sus manos amputadas y una cara muy mala. Había tenido que sufrir como un cochino asado, empalado desde su parte trasera hasta la boca. Con su látigo, el joven saltó hacia donde se encontraba, y posicionando al cabecilla de esos imbéciles delante de él, pidiéndole que hiciera lo que quisiera con él.
- Perfecto ... - Dijo, levantándose con una cara de enfado patente, mientras sus brazos se marcaban en exceso, por las venas y músculos.
Con pasos lentos, llegó hacia la posición del narcotraficante, hasta que tomó el brazo cuya mano seguía intacta. Por el hombro, realizó una apretada luxación con su rodilla, hasta que el hueso crujió, entre otro chillido de queja. Era lo mismo que le había hecho a la chica, y sabía que le jodería muchísimo hasta que no recibiera un buen trato médico. Apartándose con un paso atrás, hizo una señal con la mano para que las personas a su cargo se lo llevasen al sótano, diciendo con una voz imperartiva:
- VOLVEMOS A CASA, CABRONES.
Y mientras que los soldados tomaban al narcotraficante y lo llevaban al interior del barco, con intenciones de encerrarle en una prisión fría y duradera, el pelinegro volvía a sentarse en su silla, cruzando las manos detrás de la espalda e intentando dormir un poco. El día había sido ajetreado, pero aquellos dos agentes del Cipher Pol podrían optar por un ascenso por su gran trabajo, por el cuál podían sentirse satisfechos.
- Devuélvele todo lo que le ha hecho a nuestros soldados. Pero no lo mates, déjalo vivo ... Tiene permiso para torturarle, agente Sakuraba - Su voz sonaba ciertamente triste. No le gustaba perder a sus hombres, puesto que nadie era quién para decidir quién moría o quién vivía. Pero como aquel hombre había retado la paz mundial, no estaba sujeto a las mismas reglas que esta proponía. Además, a su compañero le vendría bastante bien para divertirse.
Tras aquellas palabras, sus pies comenzaron a moverse hacia el exterior. Empezó a andar, con las manos dentro de los bolsillos e intentando no mirar los cadáveres con los que se topaban sus pies. Lentamente fue avanzando, atravesando el laberinto de corredores por el que habían llegado. Pasó por la habitación de la chica de la serpiente, muertas ambas, cada una en su propia sangre. Un charco de aquel líquido vital estaba recubriendo la mayor parte de la sala, mientras que los ojos del pelinegro volvían a la pasarela y continuaba con su andanza. Pasó por todos y cada uno de los lugares por el que había venido, así no se preocupaba de perderse y tener que buscar una salida más tonta. Así, también pasó por la habitación donde estaban la mayoría de las drogas, aunque ahora se veía mucho más vacía. Los pocos soldados y reclutas que habían sobrevivido las seguían tirando hacia el mar, mientras que de repente unos chillidos de dolor se escucharon en la lejanía. Parecía ser que Ryu había comenzado a "putear" al narcotraficante, por lo que una sonrisa extraña apareció en sus labios. Moviendo la cabeza de arriba a abajo como si de una afirmación se tratase, el pelinegro dijo por lo bajo:
- Muy bien chico, así me gusta. Sé malo - Dijo moviendo la cabeza horizontalmente, dejando que los huesos de su cuello crujieran por el entumecimiento en el que se estaban sumiendo. Devolvió su vista atrás, le encantaría estar en la misma habitación en la que el jefe de aquel navío aullaba de dolor ... Pero sabía que el pelirrojo se cortaría si estaba con alguien más, por ende, sería mucho mejor si lo dejara a solas con él. - Todos tenemos una bestia en nuestro interior, y es en la soledad cuando más aparece - Comentó, prosiguiendo su camino.
Minutos más tarde, ya había salido al exterior, pisando con sus pies la suave madera de la cubierta. El barco de velas negras había sido atrapado con unos arneses del barco del Gobierno, además de que había dos marines bloqueando el timón para inutilizarlo. Una pasarela había sido colocada para comunicar ambos navíos, así que el pelinegro posó uno de sus pies sobre él para caminar de vuelta con los suyos. Allí tomó una silla, y se sentó con una de sus piernas cruzada sobre la otra, apoyando ambas manos en los reposabrazos de su asiento. Ryu no tardó mucho en aparecer en la cubierta del otro barco con el narcotraficante, con una de sus manos amputadas y una cara muy mala. Había tenido que sufrir como un cochino asado, empalado desde su parte trasera hasta la boca. Con su látigo, el joven saltó hacia donde se encontraba, y posicionando al cabecilla de esos imbéciles delante de él, pidiéndole que hiciera lo que quisiera con él.
- Perfecto ... - Dijo, levantándose con una cara de enfado patente, mientras sus brazos se marcaban en exceso, por las venas y músculos.
Con pasos lentos, llegó hacia la posición del narcotraficante, hasta que tomó el brazo cuya mano seguía intacta. Por el hombro, realizó una apretada luxación con su rodilla, hasta que el hueso crujió, entre otro chillido de queja. Era lo mismo que le había hecho a la chica, y sabía que le jodería muchísimo hasta que no recibiera un buen trato médico. Apartándose con un paso atrás, hizo una señal con la mano para que las personas a su cargo se lo llevasen al sótano, diciendo con una voz imperartiva:
- VOLVEMOS A CASA, CABRONES.
Y mientras que los soldados tomaban al narcotraficante y lo llevaban al interior del barco, con intenciones de encerrarle en una prisión fría y duradera, el pelinegro volvía a sentarse en su silla, cruzando las manos detrás de la espalda e intentando dormir un poco. El día había sido ajetreado, pero aquellos dos agentes del Cipher Pol podrían optar por un ascenso por su gran trabajo, por el cuál podían sentirse satisfechos.
FIN DEL TEMA
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