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Era un día despejado y luminoso, pero en el bosque de Panapple reinaba la penumbra. Esto es debido al espeso follaje del mismo, que tapa buena parte de la luz solar. Por este, se movía sigilosamente un hombre joven vestido únicamente con un pantalón negro desgastado y roto por varias partes. Era de mediana altura pero increíblemente musculoso. Tenía buena parte de la piel cubierta por fango, a modo de camuflaje así como para tapar también su olor. A pesar del fango, se podía distinguir en su torso diversas cicatrices. La más destacable e impactante era un corte diagonal que iba desde debajo de su pecho izquierdo hasta la cadera. Su pelo oscuro iba totalmente despeinado, y daba la impresión de que necesitaba un buen arreglo desde hacía un tiempo; no porque lo llevase especialmente largo, sino porque le crecía de manera desigual. Llevaba la barba completa, aunque no muy espesa, y también necesitaba un arreglo. Tenía más largas las patillas y la perilla.
El joven se desplazaba medio encorvado y vigilando dónde pisaba. En su mano derecha llevaba una lanza improvisada con una rama larga y más o menos recta a la que había atado una piedra toscamente tallada. Caminó tratando de hacer el mínimo ruido posible y atendiendo a los sonidos del bosque. Unos chillidos histéricos le hicieron fijarse en unas ramas cercanas, donde había un grupo de monos. Karl se quedó un rato quieto observándolos y tras eso se puso en posición para tirar la lanza. Apuntó, se quedó un momento en tensión y la lanzó. La lanza zumbó en el aire y los monos comenzaron a chillar y saltar entre las ramas. Falló por unos centímetros. Soltó una maldición y de un salto alcanzó una rama, a partir de la cual comenzó a trepar y a saltar hacia los monos. Prefería no tener que recurrir a sus técnicas para no hacer ruido y atraer a visitantes indeseados... en lugares así nunca se sabe qué depredadores podrían estar acechando, o si no habría piratas cerca buscando un tesoro o provisiones.
- ¡Advanced Sokudan, Big Cannon Shot!
Dio un puñetazo al aire, que se onduló, y haciendo un ruido que a Karl le sonó como si mil perros se hubiesen puesto a ladrar a la vez, una onda de choque se formó y alcanzó a un mono de lleno. Este dio un último grito y se cayó de las ramas al suelo. Velozmente, Karl se descolgó y bajó para cobrarse su pieza. Observó con ojo crítico al animal. No estaba demasiado delgado, por lo que podría sacar suficiente para un par de platos. Esbozó una media sonrisa de satisfacción que le duró poco. Un grupo de pájaros tropicales cercanos alzaron el vuelo armando un gran estruendo con sus chillidos. Posiblemente habían sido espantados por su "numerito" cazando monos. Era posible que pronto tuviese a la mitad de los depredadores del lugar allí, así que debía ponerse en marcha cuanto antes. "Karl, eres un jodido genio."
El joven se desplazaba medio encorvado y vigilando dónde pisaba. En su mano derecha llevaba una lanza improvisada con una rama larga y más o menos recta a la que había atado una piedra toscamente tallada. Caminó tratando de hacer el mínimo ruido posible y atendiendo a los sonidos del bosque. Unos chillidos histéricos le hicieron fijarse en unas ramas cercanas, donde había un grupo de monos. Karl se quedó un rato quieto observándolos y tras eso se puso en posición para tirar la lanza. Apuntó, se quedó un momento en tensión y la lanzó. La lanza zumbó en el aire y los monos comenzaron a chillar y saltar entre las ramas. Falló por unos centímetros. Soltó una maldición y de un salto alcanzó una rama, a partir de la cual comenzó a trepar y a saltar hacia los monos. Prefería no tener que recurrir a sus técnicas para no hacer ruido y atraer a visitantes indeseados... en lugares así nunca se sabe qué depredadores podrían estar acechando, o si no habría piratas cerca buscando un tesoro o provisiones.
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Dio un puñetazo al aire, que se onduló, y haciendo un ruido que a Karl le sonó como si mil perros se hubiesen puesto a ladrar a la vez, una onda de choque se formó y alcanzó a un mono de lleno. Este dio un último grito y se cayó de las ramas al suelo. Velozmente, Karl se descolgó y bajó para cobrarse su pieza. Observó con ojo crítico al animal. No estaba demasiado delgado, por lo que podría sacar suficiente para un par de platos. Esbozó una media sonrisa de satisfacción que le duró poco. Un grupo de pájaros tropicales cercanos alzaron el vuelo armando un gran estruendo con sus chillidos. Posiblemente habían sido espantados por su "numerito" cazando monos. Era posible que pronto tuviese a la mitad de los depredadores del lugar allí, así que debía ponerse en marcha cuanto antes. "Karl, eres un jodido genio."
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Un profundo silencio inunda el gremio, cada uno centrado en sus quehaceres, algunos cocinan, otros estudian culturas, otros descansan y otros se encuentran en un entrenamiento duro y largo, para mejorar sus capacidades, la verdad es que pocos usan los tiempos libres para simplemente descansar, y yo, no soy uno de ellos. Me encuentro en una de las rocas que rodea la pequeña isla que conforma el gremio, muchos piensan que contiene al gremio, pero en realidad lo conforma, pues el gremio es una estructura natural, que se encuentra mayormente oculta bajo la isla, a excepción de la cocina y los dormitorios.
Las olas rompen en la roca, lo que hace de esa zona un lugar inestable, perfecto para entrenar movimientos en tormenta o en situaciones inestables. Algo que siempre busco son entrenamientos en todas y cada una de las posibles condiciones que puedan darse en un combate, por muy poco probable que sea. Desde un simple vendaval hasta poderosas erupciones volcánicas y terremotos. Así paso día tras día varias semanas, sin parar, llevando mi cuerpo al límite de lo humano.
Al finalizar el entrenamiento marcho a mi dormitorio, donde cojo todas mis cosas y las llevo a uno de los pequeños barcos que se encuentran a disposición de los miembros del gremio, estas embarcaciones individuales son específicas para cada usuario, la mía es bastante simple a simple vista, pero dispone de un hueco para una katana bastante curioso. Sólo yo conozco la funcionalidad del mismo, en ese hueco introduzco el filo de Tenken, hasta la guardia de la misma, en ese momento la embarcación empieza a moverse a una velocidad sorprendente.
Paso por varias islas sin detenerme, mi objetivo es alejarme lo máximo posible de la humanidad, y todas las islas por las que paso poseen habitantes humanos, en mayor cantidad o menor, pero los posee. Así viajo hasta llegar a una isla de la primera mitad del Grand Line, mitad conocida como el Paraíso, la isla tiene una forma un tanto curiosa, parece una enorme piña flotando en el mar, al parecer en dicha isla no hay ni un mísero habitante humano.
-"Al fin encuentro una isla que cumpla con los requisitos, solo espero que esta idea salga bien."
Pienso mientras escondo el bote con parte de mis cosas en él, conmigo solo van mis guantes junto a los anillos del set Bannin, y tres katanas, Tenken a la espalda con la empuñadura sobresaliendo a la capa florida al lado derecho, Tenza Zangetsu a la espalda con la empuñdura sobresaliendo a la izquierda de la capa florida y Sogyo no kotowari, una katana doble cuyas empuñaduras asoman una a cada lado y se encuentra en la cintura, sobresale a mi cintura siendo visible tan solo por la parte anterior de mi cuerpo, es decir, desde una posición en frente de mí.
Las olas rompen en la roca, lo que hace de esa zona un lugar inestable, perfecto para entrenar movimientos en tormenta o en situaciones inestables. Algo que siempre busco son entrenamientos en todas y cada una de las posibles condiciones que puedan darse en un combate, por muy poco probable que sea. Desde un simple vendaval hasta poderosas erupciones volcánicas y terremotos. Así paso día tras día varias semanas, sin parar, llevando mi cuerpo al límite de lo humano.
Al finalizar el entrenamiento marcho a mi dormitorio, donde cojo todas mis cosas y las llevo a uno de los pequeños barcos que se encuentran a disposición de los miembros del gremio, estas embarcaciones individuales son específicas para cada usuario, la mía es bastante simple a simple vista, pero dispone de un hueco para una katana bastante curioso. Sólo yo conozco la funcionalidad del mismo, en ese hueco introduzco el filo de Tenken, hasta la guardia de la misma, en ese momento la embarcación empieza a moverse a una velocidad sorprendente.
Paso por varias islas sin detenerme, mi objetivo es alejarme lo máximo posible de la humanidad, y todas las islas por las que paso poseen habitantes humanos, en mayor cantidad o menor, pero los posee. Así viajo hasta llegar a una isla de la primera mitad del Grand Line, mitad conocida como el Paraíso, la isla tiene una forma un tanto curiosa, parece una enorme piña flotando en el mar, al parecer en dicha isla no hay ni un mísero habitante humano.
-"Al fin encuentro una isla que cumpla con los requisitos, solo espero que esta idea salga bien."
Pienso mientras escondo el bote con parte de mis cosas en él, conmigo solo van mis guantes junto a los anillos del set Bannin, y tres katanas, Tenken a la espalda con la empuñadura sobresaliendo a la capa florida al lado derecho, Tenza Zangetsu a la espalda con la empuñdura sobresaliendo a la izquierda de la capa florida y Sogyo no kotowari, una katana doble cuyas empuñaduras asoman una a cada lado y se encuentra en la cintura, sobresale a mi cintura siendo visible tan solo por la parte anterior de mi cuerpo, es decir, desde una posición en frente de mí.
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Karl se cargó al mono a la espalda cogiéndolo por la cola y se adentró en la espesura. Iba a una zona de la costa, donde tenía en un saliente de las rocas su campamento montado. Había llegado a la isla hacía ya algo más de un mes. Cuando entrenaba con su maestro el Sokudan, se iban a pasar temporada en islas desiertas y junglas como entrenamiento. De esa manera Karl aprendió a sobrevivir por su cuenta además de entrenarse combatiendo contra las bestias gigantes de la selva. Por ello, Karl le había cogido el gusto a vivir en esos ambientes sirviéndose de su propio cuerpo únicamente. Pues en eso se basaba el Sokudan, en utilizar el cuerpo como única herramienta del guerrero. De ahí que Karl se hubiese llevado solo sus aparejos de cocina y su guitarra a aquella isla. El resto de cosas las había fabricado él mismo.
Había pedido un par de meses de permiso en el cuartel de la Marina. Una vez se los concedieron, se hizo a la mar y desembarcó en la isla desierta más remota que encontró. ¿Por qué lo había hecho? Porque llevaba demasiado tiempo en la Marina, rodeado de más comodidades de las que realmente quería. Sentía que necesitaba un tiempo para volver a sus raíces. El auténtico Karl no había nacido hacía veinticuatro años en una casa del East Blue. El auténtico Karl nació cuando puso el primer pie en el templo de su maestro, y se forjó en las selvas sobreviviendo con sólo sus manos.
Después de una travesía de más o menos quince minutos, llegó sin incidentes a su campamento. Comenzó a sacar el instrumental de cocina que se había traído consigo. Cayó en la cuenta entonces de que se le había olvidado algunas hierbas para aderezar la comida. Se ató al mono por la cola al cinturón (No quería dejarlo ahí para que algún carroñero se lo llevase) y descendió del risco a la selva. El camino era algo angosto, pero seguro. En aquella posición de lo único que tenía que preocuparse era de gaviotas o pequeños carroñeros que le robasen la comida. El risco tenía una zona resguardada, como una especie de abertura en la roca demasiado poco profunda para llamarse "cueva", pero lo suficiente para protegerse de las inclemencias del tiempo. Karl difícilmente podría haber encontrado un lugar mejor en la isla, había tenido suerte.
Una vez en el suelo, se puso a recoger las hierbas que venía buscando. En su recolección, se acercó a una cala pequeña, donde escuchó ruidos. Se acercó en silencio y vio a un hombre arrastrando un bote hacia la maleza. Este llevaba un traje que le resultaba extraño, pero que había visto en otras ocasiones. Sabía que era una vestimenta común en Wano, así como en otras islas con culturas similares. Aunque era esbelto, se notaba que sus músculos estaban definidos. Se fijó entonces en que no debía tener muchos más años que él. Probablemente no sobrepasaba la veintena. Además iba bien armado. Pudo observar que llevaba varias katanas consigo, y los guantes que llevaba puestos parecían tener una ornamentación excesiva que los haría un estorbo por su peso en un combate, pero Karl ya había visto cosas similares. Probablemente esos guantes tenían una función concreta por la cual era así. Decidió dejarse de hacer el indio oculto entre la espesura y salió a conocer a su "visitante".
- Saludos, viajero. La gente no suele venir a esta clase de islas. No sé si sabéis dónde estáis, pero esta isla está totalmente desierta. No hay poblados ni nada crear por el hombre a parte de mi campamento en toda la zona.
Había pedido un par de meses de permiso en el cuartel de la Marina. Una vez se los concedieron, se hizo a la mar y desembarcó en la isla desierta más remota que encontró. ¿Por qué lo había hecho? Porque llevaba demasiado tiempo en la Marina, rodeado de más comodidades de las que realmente quería. Sentía que necesitaba un tiempo para volver a sus raíces. El auténtico Karl no había nacido hacía veinticuatro años en una casa del East Blue. El auténtico Karl nació cuando puso el primer pie en el templo de su maestro, y se forjó en las selvas sobreviviendo con sólo sus manos.
Después de una travesía de más o menos quince minutos, llegó sin incidentes a su campamento. Comenzó a sacar el instrumental de cocina que se había traído consigo. Cayó en la cuenta entonces de que se le había olvidado algunas hierbas para aderezar la comida. Se ató al mono por la cola al cinturón (No quería dejarlo ahí para que algún carroñero se lo llevase) y descendió del risco a la selva. El camino era algo angosto, pero seguro. En aquella posición de lo único que tenía que preocuparse era de gaviotas o pequeños carroñeros que le robasen la comida. El risco tenía una zona resguardada, como una especie de abertura en la roca demasiado poco profunda para llamarse "cueva", pero lo suficiente para protegerse de las inclemencias del tiempo. Karl difícilmente podría haber encontrado un lugar mejor en la isla, había tenido suerte.
Una vez en el suelo, se puso a recoger las hierbas que venía buscando. En su recolección, se acercó a una cala pequeña, donde escuchó ruidos. Se acercó en silencio y vio a un hombre arrastrando un bote hacia la maleza. Este llevaba un traje que le resultaba extraño, pero que había visto en otras ocasiones. Sabía que era una vestimenta común en Wano, así como en otras islas con culturas similares. Aunque era esbelto, se notaba que sus músculos estaban definidos. Se fijó entonces en que no debía tener muchos más años que él. Probablemente no sobrepasaba la veintena. Además iba bien armado. Pudo observar que llevaba varias katanas consigo, y los guantes que llevaba puestos parecían tener una ornamentación excesiva que los haría un estorbo por su peso en un combate, pero Karl ya había visto cosas similares. Probablemente esos guantes tenían una función concreta por la cual era así. Decidió dejarse de hacer el indio oculto entre la espesura y salió a conocer a su "visitante".
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