Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A bordo del navío insignia de su tripulación, el pelinegro tomaba el timón entre sus manos. A escasas leguas de su posición, una nueva isla llamaba su atención. Esta se encontraba rodeada por una especie de muralla marina, la cuál tenía una tonalidad rosácea. Olía muy bien, como si fuera caramelo, e incluso tenía la misma pinta que uno de ellos. La sonrisa se hizo en su expresión facial cuando sus fosas nasales correspondieron lo que su mente estaba pensando: había descubierto una isla de dulces, postres y caramelos. Lo mejor del mundo, vamos. Sin embargo, aquella muralla anteriormente mencionada no parecía gustarle demasiado, y se mostraba reticente a atravesarla. Antes de que hicieran contacto con ella, a unos doscientos metros de su posición real, lanzó el ancla al mar para detener el avance del navío. "No puedo confiarme, tal vez sea una trampa y quedemos atrapados en esa masa extraña y rosa", pensaba, mientras que sus incoloros ojos miraban por el lateral del barco y sus manos tiraban de la cuerda del ancla para percatarse de que estuviera bien asegurada. Lo que menos quería en esos instantes era ser pasto de los posibles cazadores que estuvieran habitando aquel lugar, o los que estuvieran tras sus pasos. Toda precaución era poca en la mente del pelinegro, que actuaba como un padre frente a sus compañeros de tripulación. Ninguno había salido a dar noticia de algo interesante, y por ende, el pelinegro no les diría lo que tenía pensado hacer aquel día. Con una simiesca sonrisa, y el barco completamente quieto, revisó que no faltase nada en su equipación: espadas, objetos de ayuda, complementos, etc.
- Esta isla promete ser muy deliciosa. No puedo arriesgarme a cruzar la muralla con el barco, pero sí puedo quedarlo aquí y moverme hasta ella. Bastante fácil - Comentó mientras que andaba plácidamente hasta la parte delantera del Fifty Stars. Bloqueó el timón de un rápido movimiento de mano y cruzó sus brazos por delante del pecho, mientras que pensaba qué diría Shaky-swan si le trajera una caja llena de comida creada en aquel lugar. Tal vez le llenara de besos, o tal vez decidiera comérselos y no decirle nada. Esa chica era un misterio, pero le parecía buena idea intentarlo. Por tanto, subiéndose al borde del navío, dejó que el breve viento que se había levantado tras de sí le meciera los pelos de su melena, como si de un auténtico héroe se tratase. - Vamos allá ~
Canalizando la energía hacia la planta de sus pies, el pelinegro empezó a levitar en el aire. Debido a su entrenamiento con el peliblanco señor Allen, había aprendido a manejar la energía que este controlaba. Y a decir verdad, se le podían atribuir muchos usos fuera del rango bélico. Poco a poco fue ganando altura, más o menos unos cincuenta metros en la vertical de la cubierta del barco. Sus ojos se fijaron en que había distintas luces de "calor" en la isla. Seguramente, habría zonas más calientes, otras más frías. Todo dependería de la temperatura necesaria que requiriese cada dulce a preparar. "Ya que no llevo la gabardina, y voy en camisa simplemente, creo que me dirigiré directamente hacia la parte caliente", analizando su ropa y debatiendo sobre su próximo destino. Inclinándose hacia delante, el pelinegro comenzó a volar hacia la isla, a una velocidad media, no demasiado rápida. Durante su vuelo, quería ver minuciosamente todos los detalles que pudiera contar a sus amigos cuando regresase, como por ejemplo la gran muralla que rodeaba la isla. Pronto llegó a la costa, al cabo de uno o dos minutos de tranquila trayectoria aérea, y se dirigió con las manos extendidas hacia atrás hacia la parte que derrochaba más calor. Las casas de la gente estaban hechas de chocolate, y otros ingredientes gourmet igual de ricos. Glaseados, fresas, hojaldres ... Aquel lugar sería la delicia de Megumi, la chica que conocía y a la que encantaba todo tipo de alimento azucarado que pudiera tomar.
- Creo que ya puedo bajar. Empecemos esta dulce investigación - Añadió con una simpática sonrisa, a la par que reducía la cantidad de energía que canalizaba hacia la planta de sus pies, de forma que adoptó una pose vertical y fue bajando poco a poco. Los metros que le distanciaban del suelo se fueron haciendo cada vez más ínfimos, hasta que se posó a la perfección en aquellas adoquinadas y calentitas calles. Poniendo su antebrazo derecho encima del mango de sus espadas, como si estuviera reposando sobre ellas, comenzó su viaje. No tenía ningún objetivo en concreto, sino que recorrería aleatoriamente aquel paisaje. Lo único que quería era informarse de lo que había en su interior y, si había suerte, llevar algún que otro regalo a sus compañeros.
- Esta isla promete ser muy deliciosa. No puedo arriesgarme a cruzar la muralla con el barco, pero sí puedo quedarlo aquí y moverme hasta ella. Bastante fácil - Comentó mientras que andaba plácidamente hasta la parte delantera del Fifty Stars. Bloqueó el timón de un rápido movimiento de mano y cruzó sus brazos por delante del pecho, mientras que pensaba qué diría Shaky-swan si le trajera una caja llena de comida creada en aquel lugar. Tal vez le llenara de besos, o tal vez decidiera comérselos y no decirle nada. Esa chica era un misterio, pero le parecía buena idea intentarlo. Por tanto, subiéndose al borde del navío, dejó que el breve viento que se había levantado tras de sí le meciera los pelos de su melena, como si de un auténtico héroe se tratase. - Vamos allá ~
Canalizando la energía hacia la planta de sus pies, el pelinegro empezó a levitar en el aire. Debido a su entrenamiento con el peliblanco señor Allen, había aprendido a manejar la energía que este controlaba. Y a decir verdad, se le podían atribuir muchos usos fuera del rango bélico. Poco a poco fue ganando altura, más o menos unos cincuenta metros en la vertical de la cubierta del barco. Sus ojos se fijaron en que había distintas luces de "calor" en la isla. Seguramente, habría zonas más calientes, otras más frías. Todo dependería de la temperatura necesaria que requiriese cada dulce a preparar. "Ya que no llevo la gabardina, y voy en camisa simplemente, creo que me dirigiré directamente hacia la parte caliente", analizando su ropa y debatiendo sobre su próximo destino. Inclinándose hacia delante, el pelinegro comenzó a volar hacia la isla, a una velocidad media, no demasiado rápida. Durante su vuelo, quería ver minuciosamente todos los detalles que pudiera contar a sus amigos cuando regresase, como por ejemplo la gran muralla que rodeaba la isla. Pronto llegó a la costa, al cabo de uno o dos minutos de tranquila trayectoria aérea, y se dirigió con las manos extendidas hacia atrás hacia la parte que derrochaba más calor. Las casas de la gente estaban hechas de chocolate, y otros ingredientes gourmet igual de ricos. Glaseados, fresas, hojaldres ... Aquel lugar sería la delicia de Megumi, la chica que conocía y a la que encantaba todo tipo de alimento azucarado que pudiera tomar.
- Creo que ya puedo bajar. Empecemos esta dulce investigación - Añadió con una simpática sonrisa, a la par que reducía la cantidad de energía que canalizaba hacia la planta de sus pies, de forma que adoptó una pose vertical y fue bajando poco a poco. Los metros que le distanciaban del suelo se fueron haciendo cada vez más ínfimos, hasta que se posó a la perfección en aquellas adoquinadas y calentitas calles. Poniendo su antebrazo derecho encima del mango de sus espadas, como si estuviera reposando sobre ellas, comenzó su viaje. No tenía ningún objetivo en concreto, sino que recorrería aleatoriamente aquel paisaje. Lo único que quería era informarse de lo que había en su interior y, si había suerte, llevar algún que otro regalo a sus compañeros.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estaba navegando en un simple bote que me encontré tirado por ahí, el cual estaba en un estado casi deplorable pero por lo menos seguía flotando y me permitía viajar, lo que ya era al menos un logro pues al principio siempre tenía que ir nadando o con mucha suerte a la deriva en barriles o simples trozos de madera que me encontraba por ahí. Estaba en la primera mitad del Grand Line conocida como Paraíso en busca de compañeros de la revolución para proseguir la lucha que dejé hace un tiempo por la muerte de mis compañeros. EL viaje estaba siendo tranquilo y sin incidencias hasta que algo perturbó mi viaje y supuso un gran traspié en el viaje, un pez de grandes proporciones partió en mil pedazos mi pequeño y frágil bote mandándome a volar lejos por la fuerza del impacto. Eso al menos me libró de tener que huir o rezar por mi vida ya que estaba lejos del bicho que e atacó.
Algo raro ocurría en el lugar donde acabé, a pocos metros en el mar surgía una extraña muralla y un olor a dulce inundaba mi nariz haciendo que mi boca salivara con la sola idea de probar un poco de dulces. Al mismo tiempo observé un extraño barco parado a unos metros al este de mi posición y como una silueta se alzaba sobre el barco como si nada y avanzaba volando hacia la isla. Mis ojos tenían que estar engañándome, nadie puede volar sin akuma o propulsores en los pies y no parecía que hacía uso ni de uno ni de otro. A esta altura lo único que podía hacer era ir a nado hasta la isla y una vez allí buscar al sujeto que vi volar para preguntarle si podía llevarme a alguna isla habitada en su barco. Empecé a nadar con todas mis fuerzas hacia la isla y aproveché los propulsores de mis pies para viajar más rápido por el agua pues aunque podría volar prefiero pasar por la muralla rosa para saber que era.
Al pasar por el lugar algo me sorprendió, era una muralla de glaseado rosa, lo que me gustó pues me tomé unos cuantos bocados mientras lo atravesaba sin problemas. AL poco tiempo llegué a la isla y seguí la trayectoria que siguió el extraño sujeto para ver si consigo que me lleve en su barco.
Algo raro ocurría en el lugar donde acabé, a pocos metros en el mar surgía una extraña muralla y un olor a dulce inundaba mi nariz haciendo que mi boca salivara con la sola idea de probar un poco de dulces. Al mismo tiempo observé un extraño barco parado a unos metros al este de mi posición y como una silueta se alzaba sobre el barco como si nada y avanzaba volando hacia la isla. Mis ojos tenían que estar engañándome, nadie puede volar sin akuma o propulsores en los pies y no parecía que hacía uso ni de uno ni de otro. A esta altura lo único que podía hacer era ir a nado hasta la isla y una vez allí buscar al sujeto que vi volar para preguntarle si podía llevarme a alguna isla habitada en su barco. Empecé a nadar con todas mis fuerzas hacia la isla y aproveché los propulsores de mis pies para viajar más rápido por el agua pues aunque podría volar prefiero pasar por la muralla rosa para saber que era.
Al pasar por el lugar algo me sorprendió, era una muralla de glaseado rosa, lo que me gustó pues me tomé unos cuantos bocados mientras lo atravesaba sin problemas. AL poco tiempo llegué a la isla y seguí la trayectoria que siguió el extraño sujeto para ver si consigo que me lleve en su barco.
Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cada metro cuadrado de aquella extensión terrenal estaba cubierto por cualquier cosa relacionada con la repostería: caramelo, chocolate, crema pastelera ... Toda edificación que sus ojos veían tenían un regusto dulce que encantaría a cualqueir amante de los postres. La gente que paseaba por las calles llevaba distintos atuendos: los había con batas blancas de trabajo, anudadas a la espalda; personas normales y corrientes con ropas en forma de espiral y, por lo visto, comestibles. Había llegado al paraíso del paladar, por decirlo de alguna forma. "¿Y por qué no apareces en los mapas, querida isla?", se preguntaba a sí mismo. Tal vez, la calidad del gourmet que trabajaba en dicho paradero era tan desconocida que nadie se atrevía a cruzar la muralla. O a lo mejor, simplemente producían para sobrevivir por sí mismos. Podría ser que no se realizaban transacciones con islas vecinas, sino que se encerraban en sí mismos para seguir viviendo hacia el futuro. De todas formas, la cultura y política de dicho lugar no eran del agrado del pelinegro, puesto que simplemente paseaba por la zona con intenciones meramente informativas. Toda persona que se cruzaba por las calles se le quedaba mirando, observando los ropajes osculos y anti-coloros que portaba consigo. Justamente lo contrario de lo que se solía ver: camisas rosadas, marrones oscuras, beiges, etc. Todos los colores de la repostería estaban impregnados en la ropa de los habitantes, y eso era algo que le hacía destacar por encima de los demás.
- Perdona, ¿puedes decirme dónde estoy? - Preguntó a una mujer de la zona, la cuál llevaba un gorro en forma de tirabuzón, del cuál colgaban unas perlas comestibles que parecían estar bastante ricas. Con su mejor sonrisa, el pirata se quedó allí parado, esperando una respuesta por parte de la mujer. - Soy nuevo en esta isla, y la verdad es que me encuentro un poco perdido - Llevándose una de sus manos al pelo para rascarlo con una actitud un tanto despreocupada, además de soltar una mínima carcajada que se desvaneció con el paso del tiempo en un susurro ahogado.
- ¿¡Dónde vas a estar!? Esto es Candyland ~ La ciudad de los dulces - Comentó la mujer, abriendo sus brazos como si de una flor se tratase, intentando abarcar la isla en sí misma con su explicación. - Todo lo que ves aquí está fabricado por los mejores reposteros y hosteleros del mundo. No somos excesivamente famosos, puesto que estamos alejados de otras islas, pero muchas personas vienen aquí para pedirnos encargos - Añadió, para que luego el pelinegro le diera las gracias por la información y le dejase seguir su camino. Al menos, ahora sabía algo más de su origen, y el porqué todo estaba hecho con elementos deliciosas.
Tras una pequeña pausa y la conversación con la mujer, Rayder continuó con su travesía por aquel lugar. La ciudad de los dulces, ni más ni menos. Allí por donde pasaba, podía ver talleres en los que la fragua estaba calentando moldes de latón, seguramente para preparar bizcochos o algo parecido. La verdad es que era un lugar bastante exquisito y único, puesto que nunca había estado en una isla del mismo calibre. Desde luego, intenciones bélicas no abundaban en aquella zona, cosa que alegró en exceso al pelinegro. "Tampoco parece que haya marines o agentes del Gobierno, esta gente tiene que trabajar en la clandestinidad", sentenció mentalmente. No es que le preocupara encontrarse con miles de sirvientes de la Justicia y la Paz Mundial, puesto que los intentaría barrer como si fueran moscas. Lo que de verdad le preocupaba era tirar abajo el gran trabajo que habían realizado los pasteleros de Candyland, puesto que levantar edificios, calles enteras, e incluso una muralla a las afueras, era digno de mención. Sin embargo, conforme iba caminando por las plazas y demás sitios de trabajo, su oído de espía escuchaba de vez en cuando unos pasos que no se separaban de su espalda. De reojo, y sin mostrar signos de inquietud, lanzaba miradas para percatarse de que un joven le estaba pisando los talones. ¿Qué querría de él? Siguió su camino, y se metió por un callejón oscuro en el que únicamente se encontraba la soledad como compañera. Parando en medio de dicha localización, se dio la vuelta y habló, esperando que su seguidor recibiera el mensaje:
- Sal de ahí, sé que me estás siguiendo - Dijo con una voz seria, mientras que sus ojos incoloros se clavaban en el exterior del callejón. Apoyando su mano derecha en la funda de Kashu, su Ryo Wazamono, se preparó por si necesitaba desenvainarla a tiempo. No sabía si aquel joven era un asesino, o simplemente un chico con curiosidad. No podía fiarse de nadie de aquella isla, puesto que era un extranjero que no tenía conocimiento alguno sobre los cimientos de su historia. - ¿En qué te llamo la atención para no despegarte de mi espalda? - Lanzando otra pregunta al aire, esperando que obtuviera respuesta.
- Perdona, ¿puedes decirme dónde estoy? - Preguntó a una mujer de la zona, la cuál llevaba un gorro en forma de tirabuzón, del cuál colgaban unas perlas comestibles que parecían estar bastante ricas. Con su mejor sonrisa, el pirata se quedó allí parado, esperando una respuesta por parte de la mujer. - Soy nuevo en esta isla, y la verdad es que me encuentro un poco perdido - Llevándose una de sus manos al pelo para rascarlo con una actitud un tanto despreocupada, además de soltar una mínima carcajada que se desvaneció con el paso del tiempo en un susurro ahogado.
- ¿¡Dónde vas a estar!? Esto es Candyland ~ La ciudad de los dulces - Comentó la mujer, abriendo sus brazos como si de una flor se tratase, intentando abarcar la isla en sí misma con su explicación. - Todo lo que ves aquí está fabricado por los mejores reposteros y hosteleros del mundo. No somos excesivamente famosos, puesto que estamos alejados de otras islas, pero muchas personas vienen aquí para pedirnos encargos - Añadió, para que luego el pelinegro le diera las gracias por la información y le dejase seguir su camino. Al menos, ahora sabía algo más de su origen, y el porqué todo estaba hecho con elementos deliciosas.
Tras una pequeña pausa y la conversación con la mujer, Rayder continuó con su travesía por aquel lugar. La ciudad de los dulces, ni más ni menos. Allí por donde pasaba, podía ver talleres en los que la fragua estaba calentando moldes de latón, seguramente para preparar bizcochos o algo parecido. La verdad es que era un lugar bastante exquisito y único, puesto que nunca había estado en una isla del mismo calibre. Desde luego, intenciones bélicas no abundaban en aquella zona, cosa que alegró en exceso al pelinegro. "Tampoco parece que haya marines o agentes del Gobierno, esta gente tiene que trabajar en la clandestinidad", sentenció mentalmente. No es que le preocupara encontrarse con miles de sirvientes de la Justicia y la Paz Mundial, puesto que los intentaría barrer como si fueran moscas. Lo que de verdad le preocupaba era tirar abajo el gran trabajo que habían realizado los pasteleros de Candyland, puesto que levantar edificios, calles enteras, e incluso una muralla a las afueras, era digno de mención. Sin embargo, conforme iba caminando por las plazas y demás sitios de trabajo, su oído de espía escuchaba de vez en cuando unos pasos que no se separaban de su espalda. De reojo, y sin mostrar signos de inquietud, lanzaba miradas para percatarse de que un joven le estaba pisando los talones. ¿Qué querría de él? Siguió su camino, y se metió por un callejón oscuro en el que únicamente se encontraba la soledad como compañera. Parando en medio de dicha localización, se dio la vuelta y habló, esperando que su seguidor recibiera el mensaje:
- Sal de ahí, sé que me estás siguiendo - Dijo con una voz seria, mientras que sus ojos incoloros se clavaban en el exterior del callejón. Apoyando su mano derecha en la funda de Kashu, su Ryo Wazamono, se preparó por si necesitaba desenvainarla a tiempo. No sabía si aquel joven era un asesino, o simplemente un chico con curiosidad. No podía fiarse de nadie de aquella isla, puesto que era un extranjero que no tenía conocimiento alguno sobre los cimientos de su historia. - ¿En qué te llamo la atención para no despegarte de mi espalda? - Lanzando otra pregunta al aire, esperando que obtuviera respuesta.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estaba caminando detrás del pelinegro que era el que salió del barco mientras miraba atentamente la constitución de todo lo que había en la isla. El suelo, los árboles, las construcciones e incluso la ropa de los habitantes parecían estar hechos de dulce. Intentaba que mis pasos pasasen desapercibidos mientras seguía a aquél extraño sujeto y veía como éste al igual que yo miraba con un admiración tremenda todo lo que hay en la isla. El pelinegro se detuvo un momento a hablar con una mujer para preguntar sobre la isla, algo que yo también me agradecía pues cualquier información sobre el lugar en el que me encontraba era de agradecer. Me mantenía a una distancia prudencial para que el pelinegro no me descubriera pues no sabía si me dejaría subir a su barco y menos cómo reaccionaría cuando descubriese que lo he estado siguiendo.
Menos mal que al menos no hay ni agentes del gobierno ni marines que me molesten.
Pensaba mientras seguía lo más sigilosamente que podía al pelinegro para saber qué tipo de persona era para ver si le pedía subir a su barco o si me dedicaba a volar hasta la siguiente isla. La presencia de los guardianes de la “justicia” no le molestaba demasiado, es más, de haberlos simplemente se dedicaría a pegarse de ostias con ellos si su poder no le sobrepasaba demasiado. Sin embargo con el paso del tiempo tenía la impresión de que el pelinegro sospechaba de que lo estaba siguiendo pues algunas veces lo veía mirar de reojo hacia atrás seguramente viéndome seguirlo. El pelinegro siguió caminando y yo detrás de él hasta que el pelinegro se metió en una especie de callejón parándose pues no escuchaba sus pasos y diciendo
Sal de ahí, sé que me estás siguiendo
Mientras escuchaba su voz volaba por encima suya y me posicionaba detrás suya mientras lo veía apoyar una mano sobre una de sus espadas, algo que me hizo ponerme en guardia por si me atacaba. Justo cuando iba a hablar me dijo
¿En qué te llamo la atención para no despegarte de mi espalda?
A lo que contesto
Simplemente quería saber cómo eras antes de pedirte que me llevaras a la próxima isla en tu barco, ya que llevo todo el tiempo viajando en botes casi rotos que a duras penas aguanta mi peso.
Pese a que le había dicho eso había un motivo oculto que no pretendía desvelar y aún seguía atento y en guardia por si el sujeto se decidía a atacarme.
Menos mal que al menos no hay ni agentes del gobierno ni marines que me molesten.
Pensaba mientras seguía lo más sigilosamente que podía al pelinegro para saber qué tipo de persona era para ver si le pedía subir a su barco o si me dedicaba a volar hasta la siguiente isla. La presencia de los guardianes de la “justicia” no le molestaba demasiado, es más, de haberlos simplemente se dedicaría a pegarse de ostias con ellos si su poder no le sobrepasaba demasiado. Sin embargo con el paso del tiempo tenía la impresión de que el pelinegro sospechaba de que lo estaba siguiendo pues algunas veces lo veía mirar de reojo hacia atrás seguramente viéndome seguirlo. El pelinegro siguió caminando y yo detrás de él hasta que el pelinegro se metió en una especie de callejón parándose pues no escuchaba sus pasos y diciendo
Sal de ahí, sé que me estás siguiendo
Mientras escuchaba su voz volaba por encima suya y me posicionaba detrás suya mientras lo veía apoyar una mano sobre una de sus espadas, algo que me hizo ponerme en guardia por si me atacaba. Justo cuando iba a hablar me dijo
¿En qué te llamo la atención para no despegarte de mi espalda?
A lo que contesto
Simplemente quería saber cómo eras antes de pedirte que me llevaras a la próxima isla en tu barco, ya que llevo todo el tiempo viajando en botes casi rotos que a duras penas aguanta mi peso.
Pese a que le había dicho eso había un motivo oculto que no pretendía desvelar y aún seguía atento y en guardia por si el sujeto se decidía a atacarme.
Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Dentro de aquel callejón, los ojos incoloros de Rayder se fijaban en la figura que surgía tras las sombras. Su perseguidor era un chico, de una altura considerable y pelo rubio que caía en distintos mechones por sus hombros. El simple hecho de haber colocado su mano sobre el mango de una de sus espadas lo alertó, posicionándose de una forma defensiva. Aquello ya le estaba diciendo que tenía nociones básicas de experiencia de combate, y que no dejaría que le hiciera nada que pudiera atentar contra su calidad de vida. Así que el pelinegro relajó su brazo en contacto con el arma, mas no lo retiró por completo. Lo dejaría así, para que de esa forma el chico que le había estado siguiendo durante aquel espacio de tiempo no se cogiera muchas confianzas. "No sé qué puede querer de mí, y tampoco tiene la pinta de un ladrón que asalte a extranjeros", pensó para sí mismo, mientras que giraba durante unos instantes su cabeza hacia un lado. La gente seguía paseando arriba y abajo de las calles que conectaba aquel callejón, sin darse cuenta de que en su interior, dos personas estaban comenzando una conversación que podría traer mucho de qué hablar. Las ropas que vestía el personaje enfrente de sus ojos no le catalogaban como una persona de renombre, sino más bien como alguien rebelde que iba de aquí para allá buscando algo con lo que entretenerse. Sin embargo, y como bien sabía el pirata, las apariencias siempre engañan, aunque todo se pueda ver tan claro como el agua a primera instancia. La otra mano libre la metió en el bolsillo de su pantalón, mientras que prestaba atención a las palabras del chico: quería subir al barco de Rayder para llegar a otra isla. Simple y concreto.
- No te conozco, no sé tu nombre, ni siquiera tus intereses. Podría dejarte subir al barco, pero ¿quién no me dice que nos cortes el cuello mientras dormimos? O puede que sabotees los mandos para que nos tengamos que quedar en Alta Mar hasta que los marines decidan hacer acto de aparición ... No veo en ti a un aliado de la justicia, pero comprenderás mis motivos para estar alerta contigo y con cualquier otro que me haga semejante proposición - Soltó en una larga parrafada, tras la que tomó aire abriendo la boca. Suspiró un instante y clavó sus dos ojos en el chico que tenía frente a sí. La verdad es que sus orbes no mostraban ninguna intención pasiva, ni agresiva. Pero claro, tal vez fuera amo y señor de sus propios gestos y sentimientos, tratando de convencer al pirata de que lo estaba haciendo sin ningún motivo de por medio.
El tiempo le había convertido en una persona desconfiada con los extraños, y muy pocos de ellos conseguían tomar un poco de confianza con él mismo. Exceptuando a las mujeres, las cuáles siempre recibiría con los brazos abiertos y una mueca de beso para posar en sus mejillas, la situación que se estaba dando en la actualidad distaba mucho de lo que él prefería como rutina. Dio un paso adelante, acercándose al joven que le había propuesto dejarle subir a su barco, el Fifty Stars. Con la mirada seria y la boca cerrada, simplemente le miró de arriba a abajo, inspeccionando cada minúscula parte de él, que pudiera darle más información de la que el chico había soltado. "Un hombre de pocas palabras, por lo que parece", se dijo. Sus ropajes marrones y azulados tapaban lo que parecía ser un brazo de acero, mientras que sus dos piernas reflejaban también en la parte de abajo. Por lo visto, se había topado con un joven modificado físicamente para ser más fuerte y resistente, por lo que le llegó a la cabeza la imagen de su nakama Yuu. Aquel gigantesco cyborg capaz de crear una pared en cualquier lado por su habilidad de usuario, gran amigo y compañero de locuras. Una pequeña sonrisa nació de sus labios, que se tornaron para abrirse y mostrar su blanquecina dentadura. Sin embargo, no toda la suerte estaba de su lado aquel día, puesto que una gran explosión se escuchó a unas tres o cuatro manzanas de su posición original. Girándose hacia atrás, observó cómo un gran cúmulo de polvo chocolateado, azúcar glass y demás componentes, se fundían con el fragor producido por la explosión. Rápidamente, preocupándose por las posibles personas heridas en dicho infortunio, el pelinegro empezó a correr.
- Perdona, pero no me puedo quedar aquí. Tengo que ir a ver qué está pasando en ese lugar, tal vez haya sido un atentado que no me gustaría suprimir. Por toda la gente que ama los dulces y los alimentos ricos, no puedo dejar que su trabajo sea en vano - Dijo el pirata, para luego comenzar a correr a una velocidad media hacia el lugar del "crimen". Impulsándose con fuerza, subió a uno de los tejados de hojaldre reforzado que había cerca de allí, con un salto galante y bien ejecutado. En ese momento giró su cabeza, diciéndole al chico de pelo rubio con un grito que podría oír perfectamente. - Tal vez si me demuestras que puedo confiar en ti, te deje subir al barco. Pero tengo que ver que lo haces de corazón y no por el interés. Llámame raro, pero a decir verdad soy una persona muy especial ... Y no puedo dejar que cualquier persona suba a mi querido barco ... Hahaha - Comenzó a reír, mientras seguía su aventura por los tejados de las casas, en busca del detonante de aquella explosión.
- No te conozco, no sé tu nombre, ni siquiera tus intereses. Podría dejarte subir al barco, pero ¿quién no me dice que nos cortes el cuello mientras dormimos? O puede que sabotees los mandos para que nos tengamos que quedar en Alta Mar hasta que los marines decidan hacer acto de aparición ... No veo en ti a un aliado de la justicia, pero comprenderás mis motivos para estar alerta contigo y con cualquier otro que me haga semejante proposición - Soltó en una larga parrafada, tras la que tomó aire abriendo la boca. Suspiró un instante y clavó sus dos ojos en el chico que tenía frente a sí. La verdad es que sus orbes no mostraban ninguna intención pasiva, ni agresiva. Pero claro, tal vez fuera amo y señor de sus propios gestos y sentimientos, tratando de convencer al pirata de que lo estaba haciendo sin ningún motivo de por medio.
El tiempo le había convertido en una persona desconfiada con los extraños, y muy pocos de ellos conseguían tomar un poco de confianza con él mismo. Exceptuando a las mujeres, las cuáles siempre recibiría con los brazos abiertos y una mueca de beso para posar en sus mejillas, la situación que se estaba dando en la actualidad distaba mucho de lo que él prefería como rutina. Dio un paso adelante, acercándose al joven que le había propuesto dejarle subir a su barco, el Fifty Stars. Con la mirada seria y la boca cerrada, simplemente le miró de arriba a abajo, inspeccionando cada minúscula parte de él, que pudiera darle más información de la que el chico había soltado. "Un hombre de pocas palabras, por lo que parece", se dijo. Sus ropajes marrones y azulados tapaban lo que parecía ser un brazo de acero, mientras que sus dos piernas reflejaban también en la parte de abajo. Por lo visto, se había topado con un joven modificado físicamente para ser más fuerte y resistente, por lo que le llegó a la cabeza la imagen de su nakama Yuu. Aquel gigantesco cyborg capaz de crear una pared en cualquier lado por su habilidad de usuario, gran amigo y compañero de locuras. Una pequeña sonrisa nació de sus labios, que se tornaron para abrirse y mostrar su blanquecina dentadura. Sin embargo, no toda la suerte estaba de su lado aquel día, puesto que una gran explosión se escuchó a unas tres o cuatro manzanas de su posición original. Girándose hacia atrás, observó cómo un gran cúmulo de polvo chocolateado, azúcar glass y demás componentes, se fundían con el fragor producido por la explosión. Rápidamente, preocupándose por las posibles personas heridas en dicho infortunio, el pelinegro empezó a correr.
- Perdona, pero no me puedo quedar aquí. Tengo que ir a ver qué está pasando en ese lugar, tal vez haya sido un atentado que no me gustaría suprimir. Por toda la gente que ama los dulces y los alimentos ricos, no puedo dejar que su trabajo sea en vano - Dijo el pirata, para luego comenzar a correr a una velocidad media hacia el lugar del "crimen". Impulsándose con fuerza, subió a uno de los tejados de hojaldre reforzado que había cerca de allí, con un salto galante y bien ejecutado. En ese momento giró su cabeza, diciéndole al chico de pelo rubio con un grito que podría oír perfectamente. - Tal vez si me demuestras que puedo confiar en ti, te deje subir al barco. Pero tengo que ver que lo haces de corazón y no por el interés. Llámame raro, pero a decir verdad soy una persona muy especial ... Y no puedo dejar que cualquier persona suba a mi querido barco ... Hahaha - Comenzó a reír, mientras seguía su aventura por los tejados de las casas, en busca del detonante de aquella explosión.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estaba detrás del sujeto cuando éste aflojó un poco la mano de la katana pero aún así no la alejó de ésta. En la calle al lado del callejón la gente caminaba ajena a la conversación que estaban teniendo el pelinegro y el rubio con partes cyborg. El pelinegro llevaba un ropaje sencillo y parecía alguien que no solía confiar en los demás con facilidad. Al poco tiempo de decirle lo que quería el pelinegro me contestó con estas palabras
No te conozco, no sé tu nombre, ni siquiera tus intereses. Podría dejarte subir al barco, pero ¿quién no me dice que nos cortes el cuello mientras dormimos? O puede que sabotees los mandos para que nos tengamos que quedar en Alta Mar hasta que los marines decidan hacer acto de aparición ... No veo en ti a un aliado de la justicia, pero comprenderás mis motivos para estar alerta contigo y con cualquier otro que me haga semejante proposición.
Algo que me parecía normal pues yo mismo no confiaba en los demás, era alguien más bien solitario que prefería estar solo a compartir con los demás dado mi pasado. Todo eso lo dijo de un solo golpe de aire tras lo cual tomó una gran bocanada de aire por la boca. El pelinegro parecía alguien desconfiado por algo que le habría ocurrido a lo largo del tiempo para que fuera así de desconfiado. Vi como el pelinegro me inspeccionaba buscando más información sobre mí fijándose en mi brazo y mis piernas de acero. Vi como el ver eso hizo que una sonrisa se esbozara en su rostro enseñando su blanca dentadura.
Justo en ese momento una gran explosión se escuchó a unas cuantas manzanas del callejón, algo que me llamó la atención y no me gustó demasiado ya que atentaban contra gente que fabricaba dulces, algo que hacía feliz a mucha gente. El pelinegro dijo en ese momento
Perdona, pero no me puedo quedar aquí. Tengo que ir a ver qué está pasando en ese lugar, tal vez haya sido un atentado que no me gustaría suprimir. Por toda la gente que ama los dulces y los alimentos ricos, no puedo dejar que su trabajo sea en vano- Luego el pelinegro saltó y se dirigió al lugar de la explosión no sin antes decirme
Tal vez si me demuestras que puedo confiar en ti, te deje subir al barco. Pero tengo que ver que lo haces de corazón y no por el interés. Llámame raro, pero a decir verdad soy una persona muy especial ... Y no puedo dejar que cualquier persona suba a mi querido barco ... Hahaha
Al escuchar eso simplemente activé los propulsores de mis pies y volé hacia el lugar de la explosión donde investigaría el motivo de la explosión ya que como revolucionario lo que más me importaba es el pueblo en general, que es uno de los motivos por los que quiero derrocar al gobierno. Llegué enseguida al lugar y empecé a hablar con la gente que estaba en el lugar para ver si sabían algo que me ayudase a averiguar quien causó la explosión.
No te conozco, no sé tu nombre, ni siquiera tus intereses. Podría dejarte subir al barco, pero ¿quién no me dice que nos cortes el cuello mientras dormimos? O puede que sabotees los mandos para que nos tengamos que quedar en Alta Mar hasta que los marines decidan hacer acto de aparición ... No veo en ti a un aliado de la justicia, pero comprenderás mis motivos para estar alerta contigo y con cualquier otro que me haga semejante proposición.
Algo que me parecía normal pues yo mismo no confiaba en los demás, era alguien más bien solitario que prefería estar solo a compartir con los demás dado mi pasado. Todo eso lo dijo de un solo golpe de aire tras lo cual tomó una gran bocanada de aire por la boca. El pelinegro parecía alguien desconfiado por algo que le habría ocurrido a lo largo del tiempo para que fuera así de desconfiado. Vi como el pelinegro me inspeccionaba buscando más información sobre mí fijándose en mi brazo y mis piernas de acero. Vi como el ver eso hizo que una sonrisa se esbozara en su rostro enseñando su blanca dentadura.
Justo en ese momento una gran explosión se escuchó a unas cuantas manzanas del callejón, algo que me llamó la atención y no me gustó demasiado ya que atentaban contra gente que fabricaba dulces, algo que hacía feliz a mucha gente. El pelinegro dijo en ese momento
Perdona, pero no me puedo quedar aquí. Tengo que ir a ver qué está pasando en ese lugar, tal vez haya sido un atentado que no me gustaría suprimir. Por toda la gente que ama los dulces y los alimentos ricos, no puedo dejar que su trabajo sea en vano- Luego el pelinegro saltó y se dirigió al lugar de la explosión no sin antes decirme
Tal vez si me demuestras que puedo confiar en ti, te deje subir al barco. Pero tengo que ver que lo haces de corazón y no por el interés. Llámame raro, pero a decir verdad soy una persona muy especial ... Y no puedo dejar que cualquier persona suba a mi querido barco ... Hahaha
Al escuchar eso simplemente activé los propulsores de mis pies y volé hacia el lugar de la explosión donde investigaría el motivo de la explosión ya que como revolucionario lo que más me importaba es el pueblo en general, que es uno de los motivos por los que quiero derrocar al gobierno. Llegué enseguida al lugar y empecé a hablar con la gente que estaba en el lugar para ver si sabían algo que me ayudase a averiguar quien causó la explosión.
Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La explosión había creado un humo fácilmente divisable desde los tejados, por lo que no fue muy difícil seguir su rastro por encima de las cabezas de las demás personas. El pelinegro corría a una buena velocidad, acercándose a los extremos de los techos y saltando al que estuviera más cerca de dicha posición, avanzando a buen paso y sin mirar a atrás. Su mirada era seria, y sus incoloros orbes no se apartaban del paradero al que quería llegar. Una explosión tan cerca de donde había estado hablando con el pelirrubio tiempo atrás, ¿quién la habría hecho? Por suerte, él mismo se encontraba suficientemente alejado de la zona devastada en el momento del estallido. Si le hubiera cogido en el mismo lugar, tal vez ahora no lo hubiera podido contar, y estaría tumbado en el suelo tras exhalar su último aliento de vida. "Estoy cien por cien seguro que eso no ha sido un accidente de trabajo, ha sido un atentado en toda regla", se decía alguna que otra vez para sí mismo, como un mero pensamiento. Su mano derecha estaba sujetando las tres katanas que portaba en su cinto a la vez, puesto que se habían empezado a mover a la par que sus piernas, y eso le reducía considerablemente el ritmo de arranque. Y de esta forma, no tardó más de unos dos o tres minutos en recorrer la mayor parte de la distancia que le separaba de su destino. Una vez que se encontró bastante cerca, volvió a dar un salto con giro y pirueta incluidos, en la parte más alta de su trayectoria. Cayendo como un superhéroe desde el cielo, apoyó su rodilla y una de sus manos en el suelo al caer, creando una pequeña onda de polvo que se esparció por los alrededores. Su vista se alzó, al igual que su espalda se irguió, mientras que miraba hacia la zona convertida en catástrofe para observarla con sus propios ojos. Dos casas de chocolate estaban completamente derretidas, con fuego saliendo por cada poro de ellas, además de unos gritos de auxilio, a los que el pelinegro respondió inmediatamente:
- Tranquilos, os sacaré de ahí - Respondió a un total de dos voces que había escuchado en el interior del lugar. La casa estaba ardiendo completamente, y el pelinegro chasqueaba la lengua. ¿El porqué? Pues que no podía emplear los poderes de su Fruta del Diablo. Los motivos eran bien sencillos: la sustancia oscura era bastante receptiva con el calor, y unas llamas del calibre que se estaban mostrando en aquel lugar la desharían sin ningún problema. Por tanto, poniéndose una mano por delante de la boca y su nariz, de modo que el posible humo quemado no entrase a su interior, avanzó por los escombros con rapidez. Escuchaba las voces pidiendo auxilio, y debido a que era una edificación de una sola planta, tardó poco en encontrar a un hombre y una mujer que estaban tirados en el suelo, bastante cansados. Tomándolos con sus manos, aguantando la respiración, empleó su poder de canalización de energía, empleándola directamente en sus pies para volar hacia arriba. El calor había derretido el techo, así que no tuvo problema en salir cruzando el aire a gran velocidad. - Fiuuuu, ya estaba empezando a quemarme ...
Cogidos por sus manos, el hombre y la mujer técnicamente "flipaban" con el movimiento y capacidad que había mostrado Rayder a la hora de salvarles. Reduciendo la cantidad de energía que transmitía a sus pies para volar, aterrizó a unos diez o doce metros de la casa en llamas, mientras que las personas le daban las gracias. Pero no podía quedarse tan quieto, puesto que había una segunda casa que revisar. Sin embargo, observó cómo el chico de pelo rubio con el que anteriormente había estado hablando, llegaba a la escena del crimen para ayudar. Rápidamente, el pelinegro le indicó que se dirigiera hacia la casa que todavía estaba en llamas, con el objetivo de sacar a los posibles residentes que estuvieran en su interior y salvarlos de una muerte indigna. "Es un chico-cyborg, no creo que tenga problemas con el fuego", pensó con una media sonrisa, puesto que le alegraba que hubiera venido a echarle una mano. Así que se lo dejó a él, mientras que el pirata dirigía su atención a las dos personas que había salvado, los cuáles se abrazaban contentos por tener una oportunidad más para seguir con sus vidas. Agachándose a su lado, colocó las manos en las rodillas y les miró tranquila y serenamente, intentando demostrarles que podían estar seguros a partir de ese momento.
- ¿Sabéis quién ha podido hacer eso? Dudo que todos los días tengáis problemas con los talleres de producción, y el estallido ha sido demasiado grande como para no ser premeditado - Les dijo, ladeando su cabeza hacia la izquierda y callándose, para que ellos pudieran hablar.
- Hace dos días llegaron unos hombres extraños a la isla, solicitando cuatrocientas mil toneladas de postres, helados y pasteles. Por cada doce horas que nos retrasásemos, pondrían explosivos en una región de Candyland ... Y esta vez nos ha tocado a nosotros - Dijo la señora, a la par que el que parecía ser su marido asentía con rapidez.
Por mala suerte, aquella isla estaba asediada por un grupo de incompetentes que lo único que querían era rellenar su gigante barriga con las deliciosas obras de dicho país. Por supuesto, él mismo se encargaría de darles caza y mandarlos a tomar viento fresco, pero para ello necesitaría ayuda. Esos hombres, por lo que había podido ver con la explosión, se encontrarían bien armados. Así que se levantó y esperó al joven pelirrubio, para hablarle de todo lo que conocía acerca de los malhechores que estaban haciendo la vida imposible a los lugareños, y cómo podían actuar para evitarlo.
- Tranquilos, os sacaré de ahí - Respondió a un total de dos voces que había escuchado en el interior del lugar. La casa estaba ardiendo completamente, y el pelinegro chasqueaba la lengua. ¿El porqué? Pues que no podía emplear los poderes de su Fruta del Diablo. Los motivos eran bien sencillos: la sustancia oscura era bastante receptiva con el calor, y unas llamas del calibre que se estaban mostrando en aquel lugar la desharían sin ningún problema. Por tanto, poniéndose una mano por delante de la boca y su nariz, de modo que el posible humo quemado no entrase a su interior, avanzó por los escombros con rapidez. Escuchaba las voces pidiendo auxilio, y debido a que era una edificación de una sola planta, tardó poco en encontrar a un hombre y una mujer que estaban tirados en el suelo, bastante cansados. Tomándolos con sus manos, aguantando la respiración, empleó su poder de canalización de energía, empleándola directamente en sus pies para volar hacia arriba. El calor había derretido el techo, así que no tuvo problema en salir cruzando el aire a gran velocidad. - Fiuuuu, ya estaba empezando a quemarme ...
Cogidos por sus manos, el hombre y la mujer técnicamente "flipaban" con el movimiento y capacidad que había mostrado Rayder a la hora de salvarles. Reduciendo la cantidad de energía que transmitía a sus pies para volar, aterrizó a unos diez o doce metros de la casa en llamas, mientras que las personas le daban las gracias. Pero no podía quedarse tan quieto, puesto que había una segunda casa que revisar. Sin embargo, observó cómo el chico de pelo rubio con el que anteriormente había estado hablando, llegaba a la escena del crimen para ayudar. Rápidamente, el pelinegro le indicó que se dirigiera hacia la casa que todavía estaba en llamas, con el objetivo de sacar a los posibles residentes que estuvieran en su interior y salvarlos de una muerte indigna. "Es un chico-cyborg, no creo que tenga problemas con el fuego", pensó con una media sonrisa, puesto que le alegraba que hubiera venido a echarle una mano. Así que se lo dejó a él, mientras que el pirata dirigía su atención a las dos personas que había salvado, los cuáles se abrazaban contentos por tener una oportunidad más para seguir con sus vidas. Agachándose a su lado, colocó las manos en las rodillas y les miró tranquila y serenamente, intentando demostrarles que podían estar seguros a partir de ese momento.
- ¿Sabéis quién ha podido hacer eso? Dudo que todos los días tengáis problemas con los talleres de producción, y el estallido ha sido demasiado grande como para no ser premeditado - Les dijo, ladeando su cabeza hacia la izquierda y callándose, para que ellos pudieran hablar.
- Hace dos días llegaron unos hombres extraños a la isla, solicitando cuatrocientas mil toneladas de postres, helados y pasteles. Por cada doce horas que nos retrasásemos, pondrían explosivos en una región de Candyland ... Y esta vez nos ha tocado a nosotros - Dijo la señora, a la par que el que parecía ser su marido asentía con rapidez.
Por mala suerte, aquella isla estaba asediada por un grupo de incompetentes que lo único que querían era rellenar su gigante barriga con las deliciosas obras de dicho país. Por supuesto, él mismo se encargaría de darles caza y mandarlos a tomar viento fresco, pero para ello necesitaría ayuda. Esos hombres, por lo que había podido ver con la explosión, se encontrarían bien armados. Así que se levantó y esperó al joven pelirrubio, para hablarle de todo lo que conocía acerca de los malhechores que estaban haciendo la vida imposible a los lugareños, y cómo podían actuar para evitarlo.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ya había llegado al lugar y estaba hablando con las personas que había en la calle mientras que el pelinegro salía de una casa en llamas con dos personas a cuestas que al parecer fueron atrapadas por las llamas. Se nota que el pelinegro tenía una gran condición física y un dominio de la energía ejemplares pues no cualquiera es capaz de hacer lo que hizo. El pelinegro me hizo un gesto como diciendo que mirara la otra casa en llamas por si había alguien dentro que necesitara ayuda por lo que me disculpé con la gente que estaba hablando y me adentré a la casa como si nada, simplemente tapando mi cara con la parte del pañuelo que caía sobre mi hombro protegiendo mis vías respiratorias del humo.
Una vez dentro escuché dos voces, una era la de una mujer pidiendo auxilio y la otra era el llanto de un bebé, algo que me hizo enfurecer y tener aún más ganas de encontrar al causante de todo esto. Corrí hacia el lugar del que provenían las voces para encontrarlos en un rincón de la sala de estar rodeados de llamas con apenas espacio entre ellos y el fuego. Me acerqué rápidamente a ellos y le dije a la mujer que sujetara bien el bebé que la salida sería un peligrosa en caso contrario. La mujer cogió al bebé como si su vida fuera en ello y yo la cogí a ella justo antes de activar mis propulsores y salir por lo que en su momento fue el techo, ahora derretido por el calor generado por las llamas. Nada más salir reduje un poco la velocidad de vuelo y aterricé a unos diez o doce metros de la casa para así mantener a las víctimas a salvo del fuego. De pronto vi como el pelinegro estaba hablando con dos personas también.
Poco tiempo después, una vez la mujer me contó lo que pasaba decidí darles caza a esos desgraciados pero no podría hacerlo sólo, tendría que esperar que el pelinegro me ayudase. Me acerqué al pelinegro y le dije
No sé tú pero yo quiero acabar con los desgraciados que atacan a gente inocente.
Me quedé de pie mirando al pelinegro fijamente mientras pensaba ¿Qué clase de canalla ataca a gente inocente por dulces?
Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una vez que las dos personas de la casa en la que entró Rayder fueron socorridas, les ayudó a alejarse del lugar. La gente les acogió con los brazos abiertos, y les prometieron que los mantendrían en sus casas hasta que la que era de su propiedad fuera reconstruida adecuadamente. Mientras tanto, el cyborg de pelo rubio se metió en la otra casa cercana a la explosión, sacando de ella al cabo de un tiempo a una mujer con un bebé. La sonrisa nació en los labios del pirata, que se alegraba por que aquel joven le hubiera ayudado a salvar a los civiles de la zona. Vale que fuera un pirata, vale que fuera un enemigo de la paz mundial, pero sus códigos morales le impedían dejar que la gente muriera de aquella forma si podía hacer algo para ayudar. "Bien, ahora todos están a salvo. ¿Pero dónde podré encontrar a los criminales?", pensó, llevándose dos de los dedos de su mano derecha hacia la barbilla para mesársela, mientras que intentaba averiguar un posible paradero de las personas que estaba buscando. Pero, para ser más exactos, era una tontería lo que estaba haciendo. Podía dirigirse directamente hacia las personas damnificadas y preguntar si tenían algún conocimiento que pudiera servirle. Y eso sería lo que prácticamente haría. Dándose la vuelta, mientras que el cyborg terminaba de asegurar a las dos personas de la casa, fue hacia un grupo de cinco personas que habían estado como espectadoras de la salvación de las dos casas. Una vez allí, miró a los ojos de los cinco que estaban entablando un contacto visual con él. Se les notaba el miedo en cada gesto de su cara, ciertamente deberían de estar pasándolo mal. No podía dejar que las cosas siguieran estando de la misma forma, tenía que ayudarles fuera el caso que fuera. Por tanto, abrió la boca, eligió sus mejores palabras, y se decidió a hablar con las personas que tenía enfrente de él:
- Quiero que me seáis sinceros. No os va a pasar nada malo, pero necesito ... necesitamos, mi amigo y yo, que nos digáis todo lo que sepáis sobre las personas que causan estas explosiones ... Un paradero, una dirección, un rumor, lo que sea. Vamos a detenerlos, pero tenéis que confiar en nosotros y decirnos lo que sabéis - Les dijo, argumentando muy bien sus palabras con gestos de manos y señalando al chico cyborg como su compañero de faena. No lo sabía al cien por cien, pero el mero hecho de que se hubiera preocupado en salvar a aquella mujer con el bebé en la casa en llamas, ya le decía que estaba dispuesto a ayudar. Se quedó callado, esperando a que las personas decidieran a tomar la iniciativa del habla.
- No es que sepamos demasiado sobre ellos, pero intentaremos decirte todo lo que tenemos en mente - Dijo un hombre, preocupado por la salud de sus compañeros. - El mismo día que nos advirtieron de las explosiones por la tardanza de su pedido, dijeron que lo llevásemos al puerto del Noroeste de la isla, pues allí está su asentamiento. Sin embargo, no podemos preparar miles de toneladas en dos días, es físicamente imposible ... Pero ellos no lo entienden, y lo único que hacen es agobiarnos todavía más. No piensan pagarnos, y si no trabajamos bien nos asustan con estallidos como este que acabáis de ver - Comentó, dándoles al chico cyborg y al pelinegro una información bastante interesante acerca del paradero de los malditos malhechores.
- Tened cuidado, si tienen suficientes explosivos como para causar terror en puntos singulares de la isla, también tendrán armamento para defenderse. No sabemos cúantos van en grupo, pero seguro que tienen que ser unos cuántos ... ¿Seguro que vosotros dos sois capaces de resolver el problema? No es que sea un número muy grande el vuestro ... Y el del bando contrario parece mejor preparado - Dijo, esta vez, un joven que no tendría más de quince años. Sus ojos estaban medio llorosos, y claramente desconfiaba de las posibilidades que pudieran tener aquellos dos extranjeros.
Claramente, incluso el mismo pelinegro podría valerse por sí mismo para ser el fin de aquella "dictadura" impuesta por los criminales. Pero tenía a un chico que podía servirle de ayudante, y no dudaría en aceptar su gracia de buena gana. Acercándose hacia él, el rubio le comentó que también estaba deseando dar caza a las personas que habían causado aquel destrozo, por lo que Rayder sonrió agradablemente. Sin embargo, los incoloros ojos del pelinegro parecían arder de rabia, mostrando un matiz contradictorio en su expresión facial. Tendiendo su mano derecha al chico, le dijo con un poco de ironía:
- Coge mi mano, vamos a volar hasta su base y enseñarles lo que dos extranjeros pueden hacer cuando están bien cabreados - Le comentó. Si decidía tomar su mano, emplearía la energía para recorrer rápidamente la distancia que les separaba de su objetivo, puesto que solo tendría que orientarse hacia la dirección señalada por los habitantes de Candyland. Su mano libre estaba cerrada en un puño, con fuerza, mientras que Rayder desviaba la mirada hacia el cielo y decía. - Hoy tengo ganas de reventar cabezas ~
- Quiero que me seáis sinceros. No os va a pasar nada malo, pero necesito ... necesitamos, mi amigo y yo, que nos digáis todo lo que sepáis sobre las personas que causan estas explosiones ... Un paradero, una dirección, un rumor, lo que sea. Vamos a detenerlos, pero tenéis que confiar en nosotros y decirnos lo que sabéis - Les dijo, argumentando muy bien sus palabras con gestos de manos y señalando al chico cyborg como su compañero de faena. No lo sabía al cien por cien, pero el mero hecho de que se hubiera preocupado en salvar a aquella mujer con el bebé en la casa en llamas, ya le decía que estaba dispuesto a ayudar. Se quedó callado, esperando a que las personas decidieran a tomar la iniciativa del habla.
- No es que sepamos demasiado sobre ellos, pero intentaremos decirte todo lo que tenemos en mente - Dijo un hombre, preocupado por la salud de sus compañeros. - El mismo día que nos advirtieron de las explosiones por la tardanza de su pedido, dijeron que lo llevásemos al puerto del Noroeste de la isla, pues allí está su asentamiento. Sin embargo, no podemos preparar miles de toneladas en dos días, es físicamente imposible ... Pero ellos no lo entienden, y lo único que hacen es agobiarnos todavía más. No piensan pagarnos, y si no trabajamos bien nos asustan con estallidos como este que acabáis de ver - Comentó, dándoles al chico cyborg y al pelinegro una información bastante interesante acerca del paradero de los malditos malhechores.
- Tened cuidado, si tienen suficientes explosivos como para causar terror en puntos singulares de la isla, también tendrán armamento para defenderse. No sabemos cúantos van en grupo, pero seguro que tienen que ser unos cuántos ... ¿Seguro que vosotros dos sois capaces de resolver el problema? No es que sea un número muy grande el vuestro ... Y el del bando contrario parece mejor preparado - Dijo, esta vez, un joven que no tendría más de quince años. Sus ojos estaban medio llorosos, y claramente desconfiaba de las posibilidades que pudieran tener aquellos dos extranjeros.
Claramente, incluso el mismo pelinegro podría valerse por sí mismo para ser el fin de aquella "dictadura" impuesta por los criminales. Pero tenía a un chico que podía servirle de ayudante, y no dudaría en aceptar su gracia de buena gana. Acercándose hacia él, el rubio le comentó que también estaba deseando dar caza a las personas que habían causado aquel destrozo, por lo que Rayder sonrió agradablemente. Sin embargo, los incoloros ojos del pelinegro parecían arder de rabia, mostrando un matiz contradictorio en su expresión facial. Tendiendo su mano derecha al chico, le dijo con un poco de ironía:
- Coge mi mano, vamos a volar hasta su base y enseñarles lo que dos extranjeros pueden hacer cuando están bien cabreados - Le comentó. Si decidía tomar su mano, emplearía la energía para recorrer rápidamente la distancia que les separaba de su objetivo, puesto que solo tendría que orientarse hacia la dirección señalada por los habitantes de Candyland. Su mano libre estaba cerrada en un puño, con fuerza, mientras que Rayder desviaba la mirada hacia el cielo y decía. - Hoy tengo ganas de reventar cabezas ~
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Nada más salvar a la mujer y reunir la información me acerqué al pelinegro para decirle que tenía pensado ir a por los causantes de ese desastre cuando vi que estaba hablando con un grupo de cinco personas para saber más sobre los canallas que los tienen sometidos, algo que vendría bien para poder pelear con menos riesgos que ir a lo desconocido. Al cabo de un tiempo escuché palabras sueltas de algunos de ellos diciendo que no estaba seguro de que pudiéramos lidiar con los malhechores dando como argumento el número de ellos y que seguramente estarían muy bien armados, argumentos que para mí no significaban absolutamente nada, el número y el armamento no son tan importantes como la habilidad y las técnicas que poseen todos los combatientes. Cierto es que no tengo mucha experiencia en peleas y demás pero aun así tengo una ligera ventaja sobre ellos y esa es mi brazo derecho.
El pelinegro se acercó a mí y después de escuchar que yo estaba deseando librarme de aquellos canallas son rostro mostró expresiones ambiguas, una sonrisa en la cara pero sus ojos estaban inyectados en ira, algo comprensible puesto que habían destrozado casas de gente inocente por no tener dulces. El pelinegro tendió una de sus manos y dijo
Coge mi mano, vamos a volar hasta su base y enseñarles lo que dos extranjeros pueden hacer cuando están bien cabreados.
A lo que contesto – No hace falta, puedo volar a una velocidad bastante alta gracias a mis piernas. . Justo después me fijé que tenía su otra mano cerrada y con bastante fuerza mientras miraba al cielo y decía – Hoy tengo ganas de reventar cabezas.
Empecé a volar y le dije que fuera delante y yo le seguiría.
El pelinegro se acercó a mí y después de escuchar que yo estaba deseando librarme de aquellos canallas son rostro mostró expresiones ambiguas, una sonrisa en la cara pero sus ojos estaban inyectados en ira, algo comprensible puesto que habían destrozado casas de gente inocente por no tener dulces. El pelinegro tendió una de sus manos y dijo
Coge mi mano, vamos a volar hasta su base y enseñarles lo que dos extranjeros pueden hacer cuando están bien cabreados.
A lo que contesto – No hace falta, puedo volar a una velocidad bastante alta gracias a mis piernas. . Justo después me fijé que tenía su otra mano cerrada y con bastante fuerza mientras miraba al cielo y decía – Hoy tengo ganas de reventar cabezas.
Empecé a volar y le dije que fuera delante y yo le seguiría.
Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El chico no aceptó la mano del pelinegro, básicamente porque no necesitaba su ayuda para salvar grandes distancias de un vuelo. Aquello le gustó, puesto que parecía ser autosuficiente con lo que tenía. Muy pocas personas hacían las cosas por su propio pie hoy en día, teniendo alguien que pudiera ayudarles a hacer las cosas más fácil. Así que en ese mismo instante, y con una sonrisa, Rayder comenzó a impulsar sus plantas de los pies canalizando la energía propia de su interior. Centímetro a centímetro, y más tarde metro a metro, el joven pelinegro se separó del suelo y levitó como si de un fantasma se tratase, a la par que sujetaba las katanas de su cinto para que no desequilibrasen con el vuelo. Las piernas cyborg del chico se impulsaron igual, y pronto los dos estuvieron preparados para comenzar con aquella misión extravagante en el país de los dulces al que habían llegado por pura iniciativa. "Veamos si puede seguirme el ritmo", pensó un poco interesado, mientras que adoptaba una posición un poco más inclinada y se lanzaba a la aventura. El viento mecía su cabello, al igual que sus ropajes, mientras que el cuerpo se movía a una buena velocidad, situándose en cabeza. El chico que lo acompañaba le había cedido ser el guía, así que él tendría que ejercer dicho cargo para que ninguno se perdiera mientras iban al objetivo. Desplazándose con rapidez, a unos veinte metros de altitud sobre las casas de Candyland, el pelinegro y su amigo viajaban para encontrar a las personas que habían creado aquellas explosiones. Siguiendo la estela de indicaciones que le habían dado los aldeandos, pronto llegaron hacia el lugar sugerido: la base de los criminales. El pelinegro aterrizó en un techo de una casa cercana, asomándose hacia la esquina para divisar mejor cómo trazar su plan de destrucción, poniéndose en cuclillas y esperando al chico cyborg que le ayudaría a destrozar a los imbéciles que estaban malgastando el tiempo de los trabajadores. En cuanto le vio, le comentó un tanto interrogante:
- ¿Cómo crees que podríamos atacarles? ¿Directamente, con alguna explosión? ¿O mejor infiltrarnos para atacar desde dentro? - Le preguntó al chico, mientras que sus orbes incoloros se fijaban en todas las personas que pasaban por la calle. Ninguna iba armada, pero en la puerta de entrada de la nave criminal se encontraba una persona con un sub-fusil. Lo suficientemente rápido como para agujerearles el pecho en cuestión de segundos. Mesándose la barbilla con los dedos de su mano derecha, el pirata se concentró para pensar algo con lo que poder lidiar.
Apoyó las manos en sus piernas y dejó que estas cayeran por el extremo del techo, sentándose así en el mismo edificio, mientras que sus extremidades jugueteaban libres sin ningún impedimento. En su cabeza, varias ideas acerca de cómo entrar en aquel lugar se discutían. Podía emplear su energía de canalización y detonar una gran explosión que hiciera estallar la nave criminal, destrozándolo todo con un simple chasquido de su mano. Pero también corría el peligro de la gente que pasaba por los alrededores, además de que no sabían qué había dentro de aquel lugar. Tal vez hubiera dispositivos programados que explotasen en distintos puntos de la isla, por lo que tal vez un encuentro íntimo hacia su interior sería la mejor forma de atacar el problema. La cosa era: ¿cómo infiltrarse en un grupo de pocas personas? Ciertamente, ellos se conocerían entre sí, y en cuanto vieran a alguien ajeno a ellos podrían regalarle un buen balazo en la sien. Otra de las ideas sería sobrevolar el territorio hasta caer encima de la nave, para colarse a su interior usando el sigilo y atacar desde dentro. Aquella parecía la opción más viable, pero también quería conocer lo que pensaba el cyborg, por si alguna de sus ideas podía ser mucho más efectiva que las que estaba pensando él en aquel momento. Por tanto, giró su cabeza y apoyó una de sus manos en los mangos de las espadas de su cinto, esperando una respuesta a la pregunta que anteriormente había formulado para él.
- ¿Y bien? ¿Qué se cuece dentro de esa mata de pelo rubio? Alguna idea tienes que tener ... - Le dijo, con una media sonrisa en sus labios. Todavía no conocía su nombre, parecía un chico bastante reservado. Aunque a decir verdad, él tampoco se había presentado formalmente, aunque no tenía la intención de hacerlo. Al menos, por ahora. Lo importante era realizar su misión con éxito, y luego ya vería lo que hacer.
- ¿Cómo crees que podríamos atacarles? ¿Directamente, con alguna explosión? ¿O mejor infiltrarnos para atacar desde dentro? - Le preguntó al chico, mientras que sus orbes incoloros se fijaban en todas las personas que pasaban por la calle. Ninguna iba armada, pero en la puerta de entrada de la nave criminal se encontraba una persona con un sub-fusil. Lo suficientemente rápido como para agujerearles el pecho en cuestión de segundos. Mesándose la barbilla con los dedos de su mano derecha, el pirata se concentró para pensar algo con lo que poder lidiar.
Apoyó las manos en sus piernas y dejó que estas cayeran por el extremo del techo, sentándose así en el mismo edificio, mientras que sus extremidades jugueteaban libres sin ningún impedimento. En su cabeza, varias ideas acerca de cómo entrar en aquel lugar se discutían. Podía emplear su energía de canalización y detonar una gran explosión que hiciera estallar la nave criminal, destrozándolo todo con un simple chasquido de su mano. Pero también corría el peligro de la gente que pasaba por los alrededores, además de que no sabían qué había dentro de aquel lugar. Tal vez hubiera dispositivos programados que explotasen en distintos puntos de la isla, por lo que tal vez un encuentro íntimo hacia su interior sería la mejor forma de atacar el problema. La cosa era: ¿cómo infiltrarse en un grupo de pocas personas? Ciertamente, ellos se conocerían entre sí, y en cuanto vieran a alguien ajeno a ellos podrían regalarle un buen balazo en la sien. Otra de las ideas sería sobrevolar el territorio hasta caer encima de la nave, para colarse a su interior usando el sigilo y atacar desde dentro. Aquella parecía la opción más viable, pero también quería conocer lo que pensaba el cyborg, por si alguna de sus ideas podía ser mucho más efectiva que las que estaba pensando él en aquel momento. Por tanto, giró su cabeza y apoyó una de sus manos en los mangos de las espadas de su cinto, esperando una respuesta a la pregunta que anteriormente había formulado para él.
- ¿Y bien? ¿Qué se cuece dentro de esa mata de pelo rubio? Alguna idea tienes que tener ... - Le dijo, con una media sonrisa en sus labios. Todavía no conocía su nombre, parecía un chico bastante reservado. Aunque a decir verdad, él tampoco se había presentado formalmente, aunque no tenía la intención de hacerlo. Al menos, por ahora. Lo importante era realizar su misión con éxito, y luego ya vería lo que hacer.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.