[Pasado/Dayane] Bubbling like a boss

Eran las 12 de la mañana, y conforme me acercaba se podía ir viendo con más claridad la isla y su estructura, así como los grandes árboles y plantaciones, la gente que recorría las calles del lugar y las enormes burbujas elevándose despacio hasta explotar sobre el nivel del cielo. Anclé elegantemente mi nueva adquisición; no era lo que se decía un barco perfecto, inigualable o infranqueable, ni siquiera grande, pero con que mantuviera la bandera de mi Jolly Roger en pie y ondeante me era más que suficiente.

La Isla Shabaody se encontraba en el East Blue, una isla a la que llevaba queriendo visitar mucho tiempo, asimismo, el hecho del descanso me inquietaba, pues ya tenía ganas de salir a por más aventuras.
Aquel día llevé puesto un vestido negro, al igual que unas medias que me cubrían la gran mayor parte de mis piernas. El clima estaba normal y, para mi suerte, no hacía calor en absoluto. Yo siempre había sido de aguante más al frío, era por eso por lo que, aún teniendo la habilidad en transformarme en naturaleza el sol me marea muchísimo.

Avancé unos cuantos pasos entre la hojarasca; su olor no era en absoluto nada nuevo para mí, puesto que yo me pasaba día y noche oliendo a trébol mojado y, aun que no era algo que no solieran decirme, sí pasaba desapercibido. Corrí hacia una burbuja y, montando sobre ella comencé a pasear por las calles. Las caras de los ciudadanos eran alegres, para nada preocupadas. Ya desde fuera se notaba la tremenda clase social que aguardaba el lugar, de todas formas, siempre había alguno que otro desgraciado con la gorra alzada.

Bajé del transporte y me paré delante de una heladería, la verdad es que no llevaba berries encima, pero montar un escándalo en mitad de la calle tampoco me sería nada problemático.
Me acerqué con una bonita e inocente sonrisa al mostrador y, haciendo como que buscaba monedas en el bolsillo, le pedí al viejo que había detrás del mostrador un cucurucho con cinco bolas de colores y virutas de chocolate.
— Aquí tiene, son siete berries. —Dijo, sólo esperando ver las monedas aparecer encima de la palma de mi mano. Agarro la compra con la diestra y, sacando la zurda del bolsillo, unas aparentemente negras enredaderas aparecen por detrás de la nuca del caballero, extendiéndose poco a poco. Sin embargo, no pude quedarme para verlo, pues salí corriendo después del injusto grito que soltó '¡¡Ladrona, ladrona!!'', el cual llegó ya procesado al cerebro de todos los que pasaban por allí.

Corrí entonces hasta un 'Groove 23', más o menos escondido de aquella calle. Me senté apoyando la espalda sobre el tronco, cruzando las piernas y sin sacarle ojo a las cinco bolitas de crema que se mantenían una encima de la otra, deseando estar dentro de mi estómago.

Era increíble cómo podía desaparecer algo que había estado en mi mano tan sólo diez segundos atrás; ya quería otro helado. Por si fuera poco, habría engullido toda la tienda del viejo, pues realmente había estado buenísimo.
Monté en una burbuja ascendiendo alto, más o menos por encima de los techos del lugar y finalmente me paré justo arriba de la calle, ahora tumbada sobre el transporte. Fijé la vista sobre una muchacha portadora de una serpiente, pues era increíble que tan grande animal no estuviera asustando a los individuos que paseaban, ya que aquí la mínima diferencia solía molestar.

Me até el pelo en un coco y bajando de forma que no me encontrara de frente al mostrador de la tienda de los helados, descendí hasta estar por detrás de la pelivioleta y su mascota. Entonces fue cuando se me ocurrió; ella debía pertenecer a la isla y paseando aquella mascota tan peculiar también debía pertenecer a la tan prestigiada clase alta del lugar. Unos cuantos berries menos no le harían el feo, ¿o no? Extendí cuidadosamente la mano para introducirla en su bolsillo derecho, sin embargo y para mi mala suerte, la burbuja explotó y caí al suelo, produciendo un ruido casi ensordecedor. ¿Por qué demonios tenía que pasarme eso a mi?

La pelivioleta dio media vuelta con cara de espasmo, y fue cosa que no reproché. Me rasqué la nuca colocando una mueca un tanto decepcionada, pues no me extrañaba en absoluto que me hubiera ocurrido, pues yo iba siempre acompañada de mi torpeza.
Me levanté del suelo algo tambaleante y sin mucha prisa. Una vez de pie, ladeé la cabeza mirando a la muchacha; ya no colarían las excusas, pero por intentarlo no volvería a caerme.

—¿Sabes? Alguien debería echar un ojo a estas burbujas —Dije, colocando la mano derecha sobre mi cadera y la izquierda en mi barbilla, como refexionando —. Algún día puede pasar algo malo, ¿no crees?
'Maldita sea', aquella chica era la única del paseo que parecía más despistada que yo, y allí estaba, más despierta que una ballena. Daba igual, en cuanto volviera a darse la vuelta ya tendría monedas de sobra para partir otra vez, o eso esperaba, pues aún ni siquiera sabía si la pelivioleta poseía de verdad lo que se mostraba en mis expectativas.

La chica contestó manteniendo un tono tranquilo, pero ofensivo a mis oídos. Me hizo gracia su comentario, pues se había dado cuenta de que estaba intentando robarle. Si yo hubiera sido ella ni si quiera me hubiera inmutado, pues tampoco era muy rápida con esas cosas.

—Querida, si te lo pedía tampoco me lo hubieras cedido —Dije, cruzándome de brazos y empleando un tono irónico, y la verdad era que sí, ella en sí me resultaba irónica; ¿luchaba con lanzas y poseía una serpiente colgada del cuello? Sólo le faltaba el bikini con estampado animal y dos rayas de barro bajo las bolsas de los ojos. Le sonreí, pues la verdad me parecía bastante atractiva e interesante.

La chica hizo una ademán con la mano y dispuso su marcha.
—¡Eh! —Dije, volviendo a colocar ambos brazos sobre mi cintura — ¿Qué te parece si vamos a comer algo de carne? -Finalicé, y ni si quiera sé por qué. Supuse que sería por falta de animación, pues aquellos días que había pasado allí habían sido de lo más aburrido, ¿qué mal haría eso?

Levanté una de las comisuras del labio al escuchar una buena respuesta a mi pregunta, por su puesto, una respuesta que significaba.. ¡comida gratis! No me había equivocado, aquella chica parecía bastante adinerada y, por cómo se mostraba lo era.

Agarré su muñeca y rápidamente me adelanté llevándola hasta un bar cercano al que le llevaba puesto el ojo desde que lo había visto; comida del norte.

La verdad era que me daba igual si la chica no tenía dinero, pues era experta en hacer simpas.
Entré rápidamente y me dirigí hacia a la barra, sin embargo, antes de poder darme cuenta, lo único que pude articular fue un cortante 'joder', pues el sitio estaba decorado con alfombras blancas y flores beiges. Las mesas vestían manteles de los mismos colores y no, no había barra alguna.

Una mujer uniformada se acercó a nosotras y nos llevó hacia una mesa al lado del ventanal y, una vez sentadas nos preguntó por el menú, a lo que respondí con un ademán de que se largara, a lo clase social alta.
—Ya.. nos quedamos, ¿no? —Digo, mirando a la pelivioleta mientras levantaba las cejas. Seguidamente me salió una pequeña risa similar a un bufido — No te preocupes si no nos llega la cuenta, soy pirata y puedo sacarnos de aquí sin necesidad de una billetera.

Sí, lo que acababa de decir había sido una gran tontería, una de las cosas que solía hacer a menudo. ¿Y si era cazadora? ¿O espía marine? O incluso peor, ¿una niña malcriada y resentida? Sin duda las dos primeras me traían sin cuidado, lo que me preocupaba es que se pusiera a gritar a pleno pulmón.

Sonreí titubeante después de escuchar sus palabras.
—¿Es que también debería sacarte a ti? —Pregunté frunciendo el ceño y abriendo la carta de platos que había sobre una cajita en el centro de la mesa —. Te veía más independiente, la verdad, pero claro, debí pensar en que una niñita de papá no sabría burlar a un par de camareros... —Finalicé, diciendo lo que realmente pensaba, y aún me extrañaba que no hubiera gritado o similares al saber que soy pirata.

—¿Caviar? ¿Cangrejo? —Murmuro, leyendo de abajo a arriba la lista —-Soy más de carne cruda —Y coloco una mueca extraña, no conocía ningún plato apenas. Sí, estaba acostumbrada a cazar, quemar y comer el primer animal que se me pasaba por delante, nada de refinerías.

Realicé un sonido parecido a un 'já' al escuchar su extraño comentario sobre la carta. Ya de lejos parecía una chica cultivada y cada vez tenía más en mente la idea de que podría pagar todo lo que quisiéramos comer sin necesidad de sacar cuchillos. Una camarera uniformada se acercó a nosotras, esta vez con una mueca levemente preocupada sobre el rostro.

—Yo tomaré una ración de lyonesas en crema de calabaza, otra de langostinos, un pastel de chocolate y caramelo y carne de buey —Dije, dejando la carta en sus sitio y, desviando rápidamente la mirada hacia la mujer aclaré una cosa —. El buey, que sea entero —Finalicé, arrastrando las palabras y mostrando una sonrisa irónica.

La camarera, frunciendo el ceño dedicó una vista a la pelivioleta que supuestamente pagaría la cuenta, haciendo un simple ademán para que le dijera qué tomaría ella.

La camarera se retiró y levanté la mano para echarle un ojo a mis uñas mientras escuchaba a la pelivioleta.
—¿Pensar en algo? —Digo, colocando una mueca de pereza —Eso no es para mí, puedo asegurártelo —Finalizo, esta vez en un tono más bajo, puesto que otro camarero uniformado se acercaba con muchísimos platos en el antebrazo, los cuales acabaron delante de mis narices, y una botella de sake que cedió a la chica.

Una vez habiéndose retirado, comencé engullendo dos lyonesas y unos cuantos langostinos, los cuales no tuve que pelar.
—No te preocupes, ya se nos ocurrirá algo cuando eso —Explico, sin mirarla y esta vez mordiendo la pata del buey.

La comida estaba realmente buena, sobretodo después de no haber probado bocado en todo el día. Terminé la mitad del menú en menos de tres minutos y echando un ojo al buey, el cual podría haber sido más grande, escuché a la pelivioleta.

Separé una de las patas del cuerpo y le di un gran mordisco.
—Soy Saiiko —Digo, sin darle más importancia que a la comida —. ¿Y tú?

De repente, la puerta del lugar se abrió de par en par, dejando a entrar cuatro hombres con uniformes blancos. Levanté las cejas haciendo un ademán a la chica para que se girara a verles y, seguidamente di otro mordisco al buey.
—¿Qué tenemos aquí? —Digo, sin perderles la mirada mientras tomaban asiento —Esto va a ser mejor de lo que esperaba.

Me dio la sensación de que a la pelivioleta 'Dayane' no le impresionó demasiado el hecho de que se nos complicaran las cosas habiendo Marines en el mismo lugar donde teníamos planeado robar.

—A apresurarse —Dije, apartando los platos de comida, ya completamente vacíos y prácticamente limpos.

Me acerqué la silla para que Dayane me escuchara sin necesidad de que lo hiciera nadie más:
—¿Ves a la señora de la mesa de al lado? —Digo, haciéndole un ademán con la cabeza —¿Eres capaz de tomarla como rehén? Mientras tanto, yo beneficiaré la caja para nosotras —Finalizo, con una cortante sonrisa maquiavélica.