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Dave & Kaín
Escenario: Isla Kyuuka
Una Isla de Verano situada a medio camino entre Arabasta y Whiskey Peak. Se trata de una isla destinada al descanso donde muchos deciden tomar sus vacaciones. También conocida como Holliday Island, tiene un complejo hotelero con una piscina gigante que se alza en lo alto de la gran palmera situada en el centro de la isla.
Historia: Hagamos lo que nos de la gana a cada uno.
Turnos: Kaín - Dave - Kaín - Dave - Kaín
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Kaín llevaba casi una semana relajándose de su entrenamiento en aquella agradable isla. No solía tomarse descansos de sus prácticas pero, cuando lo hacía, lo hacía bien. Durante la semana se había pasado todo el día tirado tomando el sol, leyendo, bebiendo cantidades ingentes de zumo de naranja e incluso bañándose en piscinas de agua dulce poco profundas.
Pero ya era hora de ir pensando en el regreso a sus tareas y, como Kaín no tenía ningún lugar al que regresar, cualquier isla estaba bien para entrenar. Se levantó de su tumbona y comenzó a caminar con paso lento. Algo se aproximaba a el a gran velocidad, pero gracias al mantra Kaín lo detuvo sin dificultades. Era una pelota de volleyball. Unos jóvenes estaban jugando. Una de las chicas miró atentamente al joven y le sonrió.
-Hey, guapo, somos impares... ¿Te apetece jugar con nosotras?
-Nunca he jugado a este juego, señoritas.- Dijo mientras se acercaba y entregaba la bola a la chica que el hablaba. Era alta, rubia y tenía las curvas muy marcadas, además de poca vergüenza, viendo lo poco que cubría su bikini.
-No pasa nada, es muy fácil, nosotras te enseñaremos. Alberto, vete al otro lado, vosotros contra nosotras y...
-Kaín, me llamo Kaín.
-...y Kaín. Mira, el juego consiste en lo siguiente.
Tras seis o siete errores, Kaín le cogió el truco. Su adiestramiento de artes marciales y su mantra hacían que le fuera realmente sencillo jugar y pronto los otros chicos perdieron el interés y se fueron. Kaín se quedó solo rodeado por la rubia, de nombre Estela, y sus dos amigas morenas, Carla y Lorena.
-Vaya, parece que no tienen buen perder para los deportes.- Dijo Kaín mientras los observaba alejarse enfadados. Carla, una de las morenas.
-En realidad esos cuatro chicos estaban ligando con nosotros, pero al ver que había algo... mejor que ellos por aquí, se han ido.- La joven morena apoyó su pequeña mano en el hombro de Kaín y este comprendió a que se referían. Pero el joven peliblanco no tenía tiempo para mujeres. Alzó la cabeza y miró en todas direcciones mientras las tres chicas se le acercaban aún más, buscando desesperadamente ayuda para salir de aquella situación.
Pero ya era hora de ir pensando en el regreso a sus tareas y, como Kaín no tenía ningún lugar al que regresar, cualquier isla estaba bien para entrenar. Se levantó de su tumbona y comenzó a caminar con paso lento. Algo se aproximaba a el a gran velocidad, pero gracias al mantra Kaín lo detuvo sin dificultades. Era una pelota de volleyball. Unos jóvenes estaban jugando. Una de las chicas miró atentamente al joven y le sonrió.
-Hey, guapo, somos impares... ¿Te apetece jugar con nosotras?
-Nunca he jugado a este juego, señoritas.- Dijo mientras se acercaba y entregaba la bola a la chica que el hablaba. Era alta, rubia y tenía las curvas muy marcadas, además de poca vergüenza, viendo lo poco que cubría su bikini.
-No pasa nada, es muy fácil, nosotras te enseñaremos. Alberto, vete al otro lado, vosotros contra nosotras y...
-Kaín, me llamo Kaín.
-...y Kaín. Mira, el juego consiste en lo siguiente.
Tras seis o siete errores, Kaín le cogió el truco. Su adiestramiento de artes marciales y su mantra hacían que le fuera realmente sencillo jugar y pronto los otros chicos perdieron el interés y se fueron. Kaín se quedó solo rodeado por la rubia, de nombre Estela, y sus dos amigas morenas, Carla y Lorena.
-Vaya, parece que no tienen buen perder para los deportes.- Dijo Kaín mientras los observaba alejarse enfadados. Carla, una de las morenas.
-En realidad esos cuatro chicos estaban ligando con nosotros, pero al ver que había algo... mejor que ellos por aquí, se han ido.- La joven morena apoyó su pequeña mano en el hombro de Kaín y este comprendió a que se referían. Pero el joven peliblanco no tenía tiempo para mujeres. Alzó la cabeza y miró en todas direcciones mientras las tres chicas se le acercaban aún más, buscando desesperadamente ayuda para salir de aquella situación.
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Todo era paz y tranquilidad desde que había llegado a la isla Kyuuka, nada más llegar, me dieron unas llaves de una habitación, también ropa de verano, ya que solo llevaba la misma ropa de siempre, de invierno. Ese día decidí ir a la piscina, en mi habitación me cambié, me quité la ropa de invierno y me puse un bañador.
También recordé que me habían dado un calzado raro, me dijeron que era para poder caminar por la zona de la piscina, así que me puse ese calzado, no quería armar problemas. Al tener todo preparado, cogí y me fui a la piscina.
Ya allí pude ver un montón de personas, unas tumbadas en unos sillones raros y otros estaban haciendo deporte, por el camino me fijé que habían chicas rodeando a un tipo de pelo blanco, pobre de él pensé.
Estaba un poco nervioso, nunca había visitado estos sitios y sentía algo de vergüenza, algunas chicas me miraban y cuchicheaban entre ellas, intenté pasar de largo. Al caminar un rato pude ver un sillón de esos raros libre, me fui a donde se encontraba, cerca de donde se encontraban las chicas que parecían acosar a ese chico.
Ahí me tapé los oídos para no escuchar nada, me tumbé en el sillón y cerré los ojos. Al rato me levanté de allí, me vi, me estaba asando en aquel sillón algo incómodo. Me levanté, quité la capa de hierro que me había puesto en los oídos y me fui a la piscina, había una profunda y otra no profunda, en verdad me daban miedo las dos. Al final me metí en la piscina que cubría por la mayoría de las partes, yo me quedé en la parte que no cubría.
El agua estaba algo congelada, la gente entraba y salía, yo en el momento que entré no salí, estaba acostumbrado al frío. La zona que no cubría era extensa, empecé a meter y a sacar la cabeza del agua, notaba que me cansaba. A los 20 minutos me encontraba más cansado que antes, eso me hizo salir del agua y volver al sillón donde estaba situado antes, llegué y me tumbé.
En el mismo momento de tumbarme, aparecieron unas chicas, las miré, eran las que rodeaban a un chico, nada más mirarlas me puse los mismos tapones de hierro en los oídos, no quería saber nada. Las chicas me hablaban, lo sabía porque movían los labios y me miraban sonrientes, no sabía que tenía yo de atrayente, pero me empezaba a dar miedo.
Dave: (Dios, que alguien se lleve a estas tías, no lo aguanto)- Pensé-
Por lo menos me tapaban el sol, eso era lo bueno de que estubiesen, nada más.
También recordé que me habían dado un calzado raro, me dijeron que era para poder caminar por la zona de la piscina, así que me puse ese calzado, no quería armar problemas. Al tener todo preparado, cogí y me fui a la piscina.
Ya allí pude ver un montón de personas, unas tumbadas en unos sillones raros y otros estaban haciendo deporte, por el camino me fijé que habían chicas rodeando a un tipo de pelo blanco, pobre de él pensé.
Estaba un poco nervioso, nunca había visitado estos sitios y sentía algo de vergüenza, algunas chicas me miraban y cuchicheaban entre ellas, intenté pasar de largo. Al caminar un rato pude ver un sillón de esos raros libre, me fui a donde se encontraba, cerca de donde se encontraban las chicas que parecían acosar a ese chico.
Ahí me tapé los oídos para no escuchar nada, me tumbé en el sillón y cerré los ojos. Al rato me levanté de allí, me vi, me estaba asando en aquel sillón algo incómodo. Me levanté, quité la capa de hierro que me había puesto en los oídos y me fui a la piscina, había una profunda y otra no profunda, en verdad me daban miedo las dos. Al final me metí en la piscina que cubría por la mayoría de las partes, yo me quedé en la parte que no cubría.
El agua estaba algo congelada, la gente entraba y salía, yo en el momento que entré no salí, estaba acostumbrado al frío. La zona que no cubría era extensa, empecé a meter y a sacar la cabeza del agua, notaba que me cansaba. A los 20 minutos me encontraba más cansado que antes, eso me hizo salir del agua y volver al sillón donde estaba situado antes, llegué y me tumbé.
En el mismo momento de tumbarme, aparecieron unas chicas, las miré, eran las que rodeaban a un chico, nada más mirarlas me puse los mismos tapones de hierro en los oídos, no quería saber nada. Las chicas me hablaban, lo sabía porque movían los labios y me miraban sonrientes, no sabía que tenía yo de atrayente, pero me empezaba a dar miedo.
Dave: (Dios, que alguien se lleve a estas tías, no lo aguanto)- Pensé-
Por lo menos me tapaban el sol, eso era lo bueno de que estubiesen, nada más.
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Mientras Kaín levantaba la vista en busca de ayuda divisó a un joven que llamó su atención. Una persona normal no hubiera visto nada extraño en el, pero Kaín siempre había sido muy buen observador. Su forma de andar, sus movimientos, alerta... aquel hombre era un guerrero, sin duda. No era un marine porque los marines tenían una zona reservada para ellos, los había visto hacía un rato. Por lo que solo quedaban tres opciones. Dos de ellas implicaban la caza de ese hombre, la tercera una relación de cordialidad.
-Señoritas, ha sido un placer estar con vosotras, pero acabo de ver a un viejo amigo y quiero ponerme al día con el.- Las jóvenes parecieron algo desilusionadas.- Tranquilas, en cuanto lo haya tanteado para ver si está disponible os lo presentaré.- Aquella mentira emocionó a las mujeres, que se alejaron de Kaín entre cuchicheos y risas. El joven peliblanco avanzó hacia la persona que había llamado su atención. Se había recostado en una tumbona y, al igual que el, estaba atrayendo a las mujeres como las moscas a la miel. Kaín se situó entre las mujeres que no paraban de hablarle, aunque este parecía ignorarlas, y las reconoció como otras amigas de Estela. Se las habían presentado brevemente. Apoyó sus brazos sobre los hombros de las jovencitas con gesto preocupado.
-Señoritas... ¿Se acuerdan de mi? Estela nos presentó hace un rato.
-Si, eres Kaín, el que le dio un baño a aquellos musculitos en volley.
-El mismo. Os he visto hablando con mi amigo y me he visto en la obligación de advertiros. Tiene arrebatos de locura cada pocas horas y se vuelve muy violento. Ahora mismo venía a traerle su medicina.- Añadió el joven cogiendo su preciada petaca de plata. Las chicas, tras escuchar aquello, salieron corriendo como alma que lleva el diablo y Kaín le ofreció un trago al hombre.
-Uno no puede descansar de la dura vida en alta mar sin que le molesten, al parecer. Mi nombre es Kaín, encantado.
-Señoritas, ha sido un placer estar con vosotras, pero acabo de ver a un viejo amigo y quiero ponerme al día con el.- Las jóvenes parecieron algo desilusionadas.- Tranquilas, en cuanto lo haya tanteado para ver si está disponible os lo presentaré.- Aquella mentira emocionó a las mujeres, que se alejaron de Kaín entre cuchicheos y risas. El joven peliblanco avanzó hacia la persona que había llamado su atención. Se había recostado en una tumbona y, al igual que el, estaba atrayendo a las mujeres como las moscas a la miel. Kaín se situó entre las mujeres que no paraban de hablarle, aunque este parecía ignorarlas, y las reconoció como otras amigas de Estela. Se las habían presentado brevemente. Apoyó sus brazos sobre los hombros de las jovencitas con gesto preocupado.
-Señoritas... ¿Se acuerdan de mi? Estela nos presentó hace un rato.
-Si, eres Kaín, el que le dio un baño a aquellos musculitos en volley.
-El mismo. Os he visto hablando con mi amigo y me he visto en la obligación de advertiros. Tiene arrebatos de locura cada pocas horas y se vuelve muy violento. Ahora mismo venía a traerle su medicina.- Añadió el joven cogiendo su preciada petaca de plata. Las chicas, tras escuchar aquello, salieron corriendo como alma que lleva el diablo y Kaín le ofreció un trago al hombre.
-Uno no puede descansar de la dura vida en alta mar sin que le molesten, al parecer. Mi nombre es Kaín, encantado.
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