El Terror del East Blue [Teravan y Karl]

Era un día bastante caluroso, pero eso no impedía a los marines estar entrenando bajo el sol abrasador. Karl se paseaba por el campo de entrenamiento comprobando que todo fuese bien y corrigiendo a los reclutas, así como dándoles consejos. Algunos hombres practicaban puntería con los fusiles, mientras otros combatían con espadas de madera y otro grupo estaba combatiendo cuerpo a cuerpo en un ring improvisado. Karl se acercó a observar. Había unos cuantos marines bastante prometedores ahí. Decidió que él también debía calentar un poco, y se acercó a entrenar. Aprovecharía para enseñar algunos movimientos y llaves a los marines novatos.

Karl era un hombre alto, muy corpulento y fuerte de espaldas. Medía casi dos metros de altura, era con diferencia uno de los más altos del campo de entrenamiento y posiblemente el más musculoso. Su piel estaba bronceada por el sol, lo que contrastaba con su blanca chaqueta de oficial. Su pelo, liso y castaño, estaba peinado hacia atrás a excepción de un mechón rebelde que le caía hacia adelante. Su barba era espesa y le cubría el contorno de la cara. El bigote y las mejillas las tenía afeitadas. Iba vestido además de con la chaqueta (Que llevaba abierta) con una camiseta negra de asas y unos pantalones y zapatos blancos. Se acercó al ring y se comenzó a quitar la ropa, quedando en pantalones y descalzo. Su torso era impresionante, pues estaba lleno de cicatrices de guerra, y tenía un par de tatuajes. Uno, en su pecho, era una quimera. Un dibujo bastante detallado y muy colorido. El otro estaba en su hombro derecho, y era una estrella negra de cuatro puntas bastante detallada.

En cuanto se subió al ring, los marines se quedaron un poco impresionados. No se les veía por la labor de enfrentarse a él, y menos con su reputación. Quimera Karl, así era como le conocían. También le llamaban el Terror del East Blue, pues en ese mar era donde había actuado principalmente aplastando a piratas y criminales de toda clase. Tenía reputación de ser un oficial cruel, combativo y extremadamente poderoso. Tenía el título de Mejor Luchador de los Siete Mares, tras el gran torneo de combate cuerpo a cuerpo de hacía unos meses. Era un título meramente poético, pero no lo había ganado por nada. Era realmente fuerte, y los marines lo sabían.

- Os daré ventaja: venid en grupo. Creo que si venís de veinte en veinte a lo mejor tenéis alguna posibilidad.

Los marines intercambiaron comentarios y miradas entre ellos, sin tener claro qué hacer. Finalmente, un grupo de algo más de veinte subieron al ring. Karl sonrió. Un recluta dio la señal de comenzar, y sus rivales se lanzaron contra él en masa, sin pensarlo mucho. "Intentan aprovechar la fuerza del número, pero no siguen ninguna estrategia concreta. Será pan comido." El marine, demostrando una agilidad increíble para su tamaño y peso, se deslizó entre la masa de marines esquivando golpes y derribando a los marines a base de veloces puñetazos. Esquivó un puñetazo dirigido a su cara sin esfuerzo aparente, agarró al hombre por el mismo y lo lanzó contra sus compañeros. Los marines se retiraron para reagruparse, doloridos y incapaces de tocarle.

- Es hora de daros una lección de velocidad. Sokudan Move, Combo Hits.

Embistió a la masa de marines moviéndose a una velocidad superior a la anterior. Sus puñetazos eran tan veloces que apenas los podían ver venir. No tardó ni veinte segundos en despejar el ring. Se bajó sacudiéndose las manos. Había sido fácil. El truco había consistido principalmente en aprovechar la confusión de la batalla para esquivar los golpes y hacer que se golpeasen entre ellos. Esto les causó mayor confusión y hizo dar la impresión de que daba más golpes de los que realmente daba. Podría decirse que por haberse lanzado sobre él a tontas y a locas, se habían derrotado entre ellos.

Cogió una toalla y se secó el sudor de la cara y el torso con esta. Se la puso al hombro y se fue caminando por el campo, a ver como le iba al resto de grupos.

Definitivamente, no debía haber tomado la iniciativa de atacar a ese hombre. Los marines le iban a acabar cogiendo manía.

Teravan estaba disimulando, disparando con su fusil de forma asombrosamente rápida y eficaz. Dándole a todos los blancos y teniendo cuidado de no fijar la vista en aquel oficial ni en los marines. Por temor a las represalias por su acción inmadura y cretina.

Unos minutos antes, el tirador estaba dando una vuelta por el campo. Su pelo rojo ondeaba al viento mientras miraba con su rasurada cara a los que combatían o practicaban combate de diferentes estilos. Se quitó la chaqueta de marine que rodeaba sus hombros. Hacía calor, mucho calor, pero lo peor de todo era la parsimonia de su vida de adiestramiento.

Realmente, no estaba aprendiendo gran cosa, los demás reclutas eran realmente débiles, y ninguno podía con el combate cuerpo a cuerpo del Bang n' Run. Él solo buscaba un oponente digno entre aquellos estúpidos soldados.

Entonces lo vio, flamante con su chaqueta blanca y su pelo hacia atrás. Quimera Karl, había oído hablar de él, y sabía que era un gran luchador. Se subió al ring y les dijo a los reclutas que fuesen en grupos, pero a estos no se les veía muy animados. Entones Teravan tomó la decisión de guiar a aquellos hombres. Se acercó corriendo a un nutrido grupo de reclutas, diciendo a voz en grito.

- ¡Vamos!, Solamente es uno, si vamos muchos... ¡Podemos vencerle! - gritó tanto como se lo permitía su garganta. Poco después, todos empezaron a correr contra aquel oficial. Bueno... Todos menos Teravan, naturalmente. Él no iba a permitir que el mejor luchador de los siete mares le destrozase su hermoso rostro. Pero aquellos reclutas necesitaban una lección.

Se escabulló sigilosamente, silbando una melodía. Cogió su fusil y vio como les destrozaba la cara a todos a la vez, con una velocidad increíblemente elevada. Caían de uno en uno, dedos en dos y de tres en tres, y en un par de minutos ya los había derrotado a todos.

En cuanto el oficial bajó del ring, empezó a disparar a los blancos que tenían dispuestos, el oficial estaba cerca, así que quiso lucirse. Cogió unas cuantas latas que tenía allí tiradas y cargó sus pistolas. Miró hacia los otros reclutas, dispuesto a realizar su "hazaña".

- Chicos, veo que tenéis calor, vamos a refrescarnos un poco. - dijo con una enorme sonrisa. Acto seguido lanzó las latas de cerveza al aire, y les dio dos balazos a cada una de las cinco latas. Mojando de pies a cabeza a sus estupefactos compañeros. Empezó a reír a carcajadas cuando vio una sombra sorprendentemente grande detrás suya.

Quimera Karl estaba a su espalda.

Karl le apoyó la mano en el hombro al recluta y le obligó a girarse. Le dedicó una sonrisa que no auguraba nada bueno. "Parece que he encontrado a un graciosillo.... me servirá como ejemplo ante el resto de la base." Carraspeó levemente y comenzó a hablar.

- Así que te gusta disparar a cosas y gastar bromillas... ¿qué te parece demostrar tu habilidad en un combate contra mi, ya que tanto te gusta lucirte?

Karl tenía que reconocer que el tirador tenía una técnica impecable. Había hecho gala de una puntería brutal, y le había sorprendido verla en un recluta. Sería una buena oportunidad para enfrentarse a alguien así, y de paso darle una lección de disciplina a él y a todos los presentes. Karl caminó hasta el ring, tiró a un lado la chaqueta y se colocó en un extremo del mismo, en posición de combate.

- ¿Cuál es tu nombre, recluta?

- Mi nombre es Teravan, Teravan Zallen. Tirador destacado de la isla de Trevis. - dijo mostrando el colgante dorado con las dos pistolas cruzadas, símbolo de tal privilegio.

Miró de arriba a abajo al enorme personaje. Era imponente, aberrantemente alto. Estaba seguro de que no era una buena idea pelear contra él. Aunque, la verdad, no creía que tuviese otra opción. De todas formas no iba a matarle, y puede que si le mostrase su habilidad escalase algo en la marina. Merecía la pena intentarlo.

- Muy bien, acepto el reto, vamos a un espacio un poco más abierto, yo necesito espacio para mis armas de fuego.

Teravan fue caminando hacia una zona abierta, para tener espacio. Mientras tenía a Karl a su espalda se comió munición ligera y unos cuantos dardos tranquilizantes.

Karl fue con él, le adelantó y le guió fuera del campo de entrenamiento. Saltó la valla y se adentraron en un prado de hierba. Los marines se quedaron en esta, observando expectantes. Karl se alejó de él, dejando unos diez metros entre ambos. Espacio de sobra para que su rival intentase algo, como Karl pretendía para ponerlo a prueba.

- Aquí estamos, Teravan Zallen de Trevis. Me presentaré formalmente, aunque parece que ya me conoces. Mi nombre es Lion D. Karl, teniente segundo de la Marina del Gobierno Mundial, Mejor Luchador de los Siete Mares y Terror de los piratas del East Blue. También me conocen como Quimera Karl.

Tras esta impresionante retahíla de títulos, Karl se crujió el cuello y los dedos, y se puso a calentar dando rápidos puñetazos al aire, mientras se movía en el sitio, haciendo un veloz juego de pies. Una vez acabó se quedó mirando a Teravan en una extraña posición de artes marciales. El Sokudan, el estilo de Karl, era un arte minoritario y bastante poco conocido. Pero ello no hacía que fuese menos poderoso. Era un estilo letal.

- Si deseas que me limite, o poner alguna clase de condiciones para el combate, no tienes más que decirlo.

Dijo Karl con una sonrisa. Tenía la impresión de que iba a ser un combate interesante, y no tenía problemas en no utilizar sus técnicas más poderosas y limitarse a Sokudan cuerpo a cuerpo si con ello conseguía alargarlo y hacerlo más entretenido.

- Utiliza lo que creas correcto. - dijo Teravan de forma seria, despreocupada y natural, con una sonrisa en la cara. Cargaba su fusil con una rapidez pasmosa, fruta de la costumbre. Preparó la recámara y se lo puso al hombro, apuntando al cuerpo de su oponente.

Realizó cinco disparos a diferentes partes de su cuerpo, ninguna vital, de tal forma que les costase esquivarlos, su respiración era pausada y sus ojos no abandonaban su objetivo. Mantenía la mente en calma como le habían enseñado.

A la vez que realizó los disparos dio un salto atrás, ganando distancia.

Karl se deleitó con la impecable técnica del tirador. Recargaba y apuntaba como un auténtico profesional. Conocía a unos cuantos francotiradores de élite que tendrían mucho que aprender de él. Observó cómo disparaba cinco tiros seguidos, aguantando el retroceso con gran entereza, y rodó a un lado para evitar las balas. En medio de su pirueta, una de las balas le dio en el muslo, en la pierna derecha. Contuvo un gemido de dolor y se levantó. Podía mantenerse en pie, pero le escocía la herida y le dolía al mantenerse sobre esa pierna. El blanco pantalón comenzó a empapársele rápidamente de sangre.

- No está mal, Teravan-san. Muy hábil - dijo, aguantando el dolor.

Los marines comenzaron a gritar ante lo sucedido. Unos animaban a Teravan, mientras que otro gritaban "¡Aplástalo Quimera!" Karl en todo caso, se puso en posición, manteniéndose quieto por un momento. De repente empezó a correr hacia el tirador. En mitad de su sprint comenzó a usar su Shadow, una técnica de velocidad, para hacer bruscos e inesperados virajes, zigzagueando de manera aleatoria para ponérselo más difícil a la hora de apuntarle en medio de su trayectoria. Cuando estaba a tres metros de él dio un potente salto potenciado por su Movimiento Aéreo, recorriendo los tres metros y ascendiendo unos cuantos, para ir a caer hacia donde estaba Teravan. Se preparó para dar un puñetazo descendente mientras caía, envolviendo su brazo en haki, de tal manera que si Teravan lo esquivaba golpearía el suelo. Como era un terreno blando, no lo rompería como sí habría ocurrido con la roca, pero posiblemente temblaría ligeramente por la potencia del impacto. Y eso si Teravan lo esquivaba.

- ¡First Sokudan, Original Iron Fist! [AF]

Teravan observó a su oponente, era endemoniadamente rápido, tanto como aquel hombre junto al que había luchado cuando entró en la Marina. Pero tuvo que reaccionar rápido, de lo contrario ese puñetazo sería su fin.

Rodó por el suelo, pero cuando el puño de Karl golpeó el suelo, el temblor hizo que se golpeara la cabeza, dejándole algo aturdido. Se arrodilló exagerando la estratagema y preparó a su espalda los pulgares con dardos tranquilizadores, disparándolos en cuanto Karl se acercase a un par de metros de él, para que no pudiese esquivarlos.

- Vamos a comprobar esos reflejos - susurró con una sonrisa en el rostro, realmente se estaba divirtiendo.

No esperaba dormirle con aquellos dardos, simplemente aturdir un poco sus sentidos y darle algo de tiempo para alejarse al rango cómodo de disparo. Era la única forma de que ese combate durase más de un par de minutos.

Karl se levantó, contento. Fue a dar un paso, pero cojeó. "Mierda... me he forzado mucho con esos Shadows y ese último salto." Karl había sufrido heridas lo suficientemente graves a lo largo de su vida como para ignorar el dolor de esa clase de heridas, al menos temporalmente y sobre todo si aprovechaba los subidones de adrenalina de momento como aquel. Sin embargo, ahora que había terminado su movimiento, el dolor era más intenso. Había subestimado la herida y ahora esta le sangraba profusamente. Decidió seguir ignorando el dolor y se encaró hacia Teravan.

- Si no te levantas, recluta, te levantaré yo.

Karl se dirigió a él disponiéndose a darle una patada en las costillas cuando ocurrió algo que no se esperaba. ¡Los dedos índices de Teravan se habían convertido en cañones de pistola!
El avezado marine se frenó en seco, dispuesto a esquivar, pero ya era tarde. Ambos tiros le impactaron en el torso. Sin embargo no eran balas... eran dardos.

- Me la has jugado - dijo Karl, enfadado y con el ceño fruncido.

El marine se arrancó los dardos, mientras notaba como una vena de la frente le palpitaba cada vez más intensamente. Su rival comenzó a retroceder y alejarse. Karl corrió hacia él, dio nuevamente un salto y en medio de este le dirigió una ráfaga de patada hacia la parte alta de la espalda, la nuca y los hombros. Era una técnica del Sokudan que Karl no solía emplear, pero que no se le daba mal.

- ¡Sokudan Move, Air Walk! [AID]

Teravan estaba exultante, su técnica había funcionado a la perfección, o casi...

Al poco de dispararle los dardos, Quimera volvió a realizar uno de sus extraños movimientos, aunque no tan fluido como los anteriores, Teravan intentó esquivarlo, pero al estar aturdido por el golpe en la cabeza, consiguió darle un potente golpe en la nuca y el hombre izquierdo.

Su nuca empezó a sangrar y le obligó a ponerse de rodillas. Su cabeza le daba vueltas, pero tenía que seguir luchando si no quería recibir la paliza de su vida, ahora su contrincante estaba enfadado.

Intentó mirar hacia Karl, pero las imágenes daban vueltas en su cabeza. Extendió todos los dedos de cada mano, y disparó con todos ellos a la vez menos con el meñique, apuntando como buenamente pudo a sus piernas y su torso, para ganar algo de tiempo hasta que le hiciese efecto el tranquilizante, o hasta que pudiese ponerse en pie.

Mientras disparaba, imágenes de su pasado acudían a su mente... Su primera pistola, la primera práctica de fusil, y las peleas contra los piratas. Incluso recordaba imágenes de su familia. Sedio cuenta de que no podía traicionar todo eso, no podía quedar en ridículo de una forma tan vergonzosa. Tenía que hacer honor a su nombre.

- ¡Defendamos este puerto, por Trevis! - gritó en un viaje de sus subconsciente al pasado, cuando libró la batalla que le daría el honor de mejor tirador. En su mente recreaba todo lo que sucedía aquel día, matando un pirata tras otro.

Se concentró en disparar, intentando hacerle algo a su enemigo, sin grandes resultados.

Había logrado golpear a su rival y este, aturdido, ahora disparaba a tontas y a locas por todos los dedos de su mano excepto los meñiques. Karl se dispuso a esquivarlos, pero de repente comenzó a marearse y se tambaleó: los dardos le estaban haciendo efecto. Una bala le dio en el abdomen, y otra en su brazo derecho. El luchador rugió de dolor y trató de ponerse fuera de tiro, pero otra bala le pasó rozando el hombro derecho, arrancándole un cacho de piel y carne. Finalmente se riñó a si mismo por haber dejado que el tranquilizante le atontase. Unas balas no deberían ser problemas para él.

- Sokudan Move, ¡Burst!

Dio un golpe al aire con la palma derecha, y una onda de choque lo recorrió. Las balas se desviaron todas, cayendo al suelo o cambiando su trayectoria. Tras esto, se crujió los dedos. Para ser un recluta, la verdad es que era un gran combatiente. Era cierto que si Karl estuviese combatiendo al máximo, difícilmente hubiese logrado tocarle, pero seguía siendo admirable.

- Increíble, recluta. Me habéis sorprendido mucho. Desde hoy sois Teravan "Finger-Bullet". Con vuestras habilidades llegaréis muy lejos - dijo, con solemnidad - Os concederé el honor de enfrentaros a mi mientras combato de una manera que jamás he empleado con nadie. ¡Tú, recluta, ve a mis aposentos y tráeme mi Bo!

El hombre al que Karl había señalado se fue corriendo. Pasaron unos minutos antes que de volviese con un largo palo de madera, de algo más de dos metros. Karl se acercó a la valla y lo cogió. Tras esto volvió a caminar hacia Teravan, serio.

- Ahora probaréis mi Armed Sokudan. ¡En guardia!

Armado con el Bo, corrió hacia él. El tranquilizante había mermado sus reflejos y lo atontaba, pero por suerte también había calmado el dolor de sus heridas. Corrió hacia Teravan zig-zagueando con su Shadow, clavó el bastón en el suelo cuando estaba a algo más de un metro y giró con todo el cuerpo agarrado al palo con los brazos y la pierna derecha extendida, a haciendo un barrido con el que pretendía darle a Teravan en el costillar.

- ¡Armed Sokudan, Bo Sweeper!

Teravan fue capaz de sobreponerse un poco al dolor, y en el par de minutos en los que el recluta recogía el Bo de Karl le dio tiempo a su cabeza a volver a la normalidad. Se levantó, con el orgullo que le habían transmitido las palabras de Karl.

- Finger-bullet... - susurró con una sonrisa en los labios. No estaba mal, le gustaría que la gente le recordase por un nombre que le había puesto el mismísimo Quimera Karl. Había esperado ganar renombre con ese duelo, pero no había esperado llegar a esos extremos; había herido al luchador, ¡en varios ocasiones y diferentes partes del cuerpo! Estaba exultante. No pensaba que pudiese ganar, pero sería recordad allí en Shellstown sin ninguna duda.

El recluta volvió con el arma, se la entregó a Karl y ambos se pusieron en posición de combate.

- Vaya, así que el gran luchador necesita un arma... Qué honor, parece que me has subestimado. - dijo para enfadar un poco a su contrincante, el valor era algo muy apreciado en la Marina, y de todas formas era casi seguro que acabaría con todos los huesos rotos.

Acto seguido, su contrincante le lanzó un ataque especialmente rápido. Intentó esquivarlo, pero con lo atorado que estaba le dio de lleno en el torso, rompiéndole un par de costillas y tirándole al suelo con un desgarrador grito.

Mas justo antes de darle, Teravan acertó en su estratagema. Es cierto que se tragó todo el ataque de lleno, pero justo antes había disparado otros dardos tranquilizantes al gran hombre. A esa distancia difícilmente habría podido fallar.

Su consciencia se estaba perdiendo, estaba en el suelo, con imágenes de las peleas con sus hermanos mayores en la cabeza. A lo mejor aún le daba tiempo a realizar una última ofensiva.

Karl terminó su giro sobre el bastón, cuando se dio cuenta de que le dolía el abdomen. Tenía dos dardos en este. Se los arrancó y se apoyó sobre el bo para que no se viese que el tranquilizante empezaba a afectarle. Miró a su rival. Parecía realmente dolorido, pero el experimentado combatiente no se iba a dejar amilanar. No era débil para nada, y bien podía ser otra estratagema. Comenzó a canalizar energía alrededor de su bastón. Eran filo de energía, que le daban la capacidad de cortar. Acumuló energía en la punta del bo convirtiéndolo en una lanza, y le apuntó.

- Eres el primero en ver esta técnica, siéntete afortunado - le miró con interés - La verdad es que me intrigas, Finger-Bullet. Eres tan sólo un recluta, pero tu puntería es legendaria. Tus movimientos son buenos y la habilidad de tu akuma es soprendente. Cuando acabe este combate, me gustaría tomarte bajo mi cargo. ¿Aceptas?

Estaba pensando en refundar la Brigada Disciplinaria. La Unidad Oceánica, dirigida por Arabel, estaba muy parada. Casi no tenían misiones, y Karl estaba harto. Además, quería recuperar su vieja Brigada y volver a realizar las misiones de antes. La refundación de la Brigada sería un mensaje para todos sus enemigos, y si Allen seguía vivo en alguna parte, recibiría noticias de él. Y eso era exactamente lo que Karl quería. Que Allen le encontrase, para poder enfrentarse de nuevo a él. Se sacudió la cabeza y se centró en el marine que tenía frente a él.

- ¡Prepárte! ¡Armed Sokudan, Spear! [AI]

Teravan se puso de rodillas, en cuanto se apoyó en el bastón sacó sus dos índices y le disparó. O lo habría hecho en el caso de tener balas. Así se acababa el combate. Su contrincante parecía cansado, pero los tranquilizantes no le hacían demasiado efecto.

Dejó caer los brazos a los lados, dejó su cuerpo arrodillado muerto a causa del cansancio. Hacía tiempo que no perdía una pelea, pero el dolor era más del que podía soportar, no sentía nada por debajo del cuello. ¿Sería este su final, el fin del camino que se había propuesto? Tan solo el destino diría si saldría vivo de aquel combate.

El arma de su oponente empezó a brillar, eso era nuevo para él, sus técnicas escapaban a su imaginación. Un digno rival. Le formuló una pregunta que cambiaría el curso de la vida del recluta. Y que le llenaría de orgullo. Estaba satisfecho con el resultado de ese combate, saliese o no vivo de allí, había luchado con honor.

Levantó la cabeza con esfuerzo mientras Karl se abalanzaba contra él. Observó a cámara lenta cada uno de sus movimientos, mientras toda su vida pasaba ante sus ojos. Tanto esfuerzo... ¿para nada?

Si salía vivo de aquel lugar, definitivamente se haría más fuerte. Y comería más balas.

- Acepto - Dijo un instante ante de que el bo le atravesase el hombro.

Karl atravesó sólo unos centímetros de carne del recluta, tras lo cual frenó su bastón. Dejó de emitir energía y lo retiró. Se apoyó de nuevo en este y le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. Tras esto se giró y llamó a gritos a unos reclutas, pidiendo que trajesen a un equipo médico a atenderlos a ambos.

- Ahora viene mi oferta real - dijo en voz más baja - Aun no es definitivo, pero es muy posible. Tal vez hayas oído hablar de la Brigada Disciplinaria, mi antigua flota... pues estoy pensando en refundarla. Tal vez no conozcas los principios que regían mi flota, así que pasaré a explicártelos. Disciplina es nuestro mayor principio, así como lealtad absoluta a la Brigada. Segundo, estar dispuesto a dar muerte a cualquier criminal o los que les apoyen, sin piedad alguna. Tercero, respeto a todos los demás brigadistas sin importar su raza, condición, clase social o sexo. Todos luchamos por la misma causa. ¿Los derechos de los brigadistas? Quedarse con una parte del total de lo saqueado a criminales y civiles sorprendidos ayudando a estos, repartido entre todos los brigadistas que participaron en la refriega a partes iguales, excepto el capitán y el primer y segundo oficial que se llevan un porcentaje ligeramente superior.

Karl miró al recluta con interés, para ver si lograba despertar su interés. En el pasado muchos jóvenes marines se habían unido a la Brigada atraídos por la promesa de oro y saqueos. La Brigada se ocupaba principalmente de misiones de castigo y ataques a bastiones piratas y revolucionarios principalmente. Solían saquear isla acusadas de colaborar con criminales como castigo: eran el arma disuasoria del Gobierno contra posibles traiciones, pues todo el mundo sabía que de conocerse una traición por parte de alguna isla, la flota de Quimera Karl les asaltaría en cuestión de semanas. Así había obtenido Karl buena parte de su fama, y por ello era bastante temido. Sin embargo la Brigada tenía una altísima mortalidad, porque muchos jóvenes reclutas se alistaban a ella. En la Brigada había dos grupos diferenciados, los veteranos, un grupo numéricamente estable, y los reclutas, un grupo de novatos que morían por docenas y cambiaba continuamente. Los veteranos eran lo único que mantenía la cohesión del grupo. Sin embargo, hacía algo más de dos años (Antes de que Karl marchase a entrenar) la Brigada había sido enviada a una isla desconocida donde muchos mercantes habían desaparecido. En extrañas circunstancias, el 97% de la Brigada desapareció del mapa, y Karl escapó con gravísimas heridas. Tras eso, la Brigada fue disuelta al perder a casi todos sus oficiales y veteranos.

Teravan escuchaba la propuesta de su superior. Prestando el interés que podía, el cual era poco, dadas las circunstancias. Escuchó casi por completo los principios, y en principio todos le parecían bien. Su mente se iba por momentos y tenía la certeza de que iba a perder la vida.

Poco después vinieron unos reclutas con un par de médicos a atender sus heridas. Uno de ellos, el de mayor edad, le miraba preocupado, sus heridas eran graves y escuchaba las voces de forma lejana. Eso no era bueno, desde luego.

La imagen se volvió borrosa, y, al fin, toda luz desapareció.

Su mente seguía activa, no veía ni escuchaba nada, pero persistía en un estado de semiconsciencia. ¿Acaso estaba ya muerto? ¿Iba a permanecer así toda la eternidad? La sola idea lo aterraba. Prefería desaparecer de toda existencia posible.

Aquel hombre había cerrado los ojos, el pulso se había detenido y no respiraba, las cosas pintaban realmente mal, pensó John, el médico de cabecera. El recluta tenía unas cuantas costillas rotas, así como otros huesos del cuerpo, y una preocupante herida en el hombro. Por lo que parecía, no saldría vivo de esta. El médico se levantó, dado por terminado todo trabajo allí posible. Pero pronto ocurriría algo que no habría visto en su larga carrera como médico.

- ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? - Decía en su mente un confundido Teravan. Su consciencia había viajado a un lugar que nunca antes había visto. El suelo era de acero, así como cualquier elemento que allí se hallase. Miró a su alrededor y vio un camino, con una especie de altar al final. Caminó decidido hacia allí, encontrando en su superficie un papel y una pluma. El papel era rojo, así como su letra, de un tono más oscuro y brillante. Y una pluma roja yacía sobre un extraño y macabro tintero.

Leyó el papel, era un contrato. - Típico, te mueres y ya está el ser supremo de turno ofreciéndote cosas. - pensó con ironía, recordando las historias que se contaban de pequeños. Había una firma al final del escrito, "Gun Gun no Mi" rezaba la misma. Cogió la pluma con sumo cuidado, la entintó y firmó con un trazo firme y decidido.

En cuanto separó la herramienta del papel, este se cerró en el aire y desapareció. Todo a su alrededor empezó a dar vueltas y cayó en un negro e insondable abismo.
Lo primero que vio al abrir los ojos es cómo salía la sangre de su boca. Respiraba como si no lo hubiese hecho en semanas, y todos a su alrededor miraban estupefactos, poco después empezaron a aplaudirle, eso le dio ánimos.

- ¿Qué os pasa, inútiles? ?Nunca habéis visto a nadie resucitar? - se tapó la boca en cuanto dijo esas palabras. No parecían propias de él. Ni siquiera tenía la sensación de que hubiesen pasado por su mente. El médico que había visto se acercó y empezó a atenderlo, mucho más tranquilo.

- Increíble, está estable... ¡Se recuperará! - dijo gritando y riendo con entusiasmo John, aún sin comprender en absoluto lo que había sucedido. Era como un milagro. Nunca antes había visto nada parecido.

Y en efecto, así era, Teravan se recuperaría, pero a un precio mayor del que se imaginaba. Ese papel no era un simple escrito, era un contrato firmado por su fruta. Ella le dio la vida, pero él le dio algo muy valioso... Su cordura.

Cuando los médicos llegaron, dictaminaron que las heridas de ambos eran demasiado graves para tratarlas allí mismo y los trasladaron a la base. Se llevaron a cada uno a una habitación distinta y a Karl empezaron a extraerle las balas y desinfectarle las heridas. Mientras lo hacían, Karl pensaba en el futuro de su Brigada. Aun no había decidido a quién poner como Primer Oficial, si a Dan o a Teravan. Tendría que ponerlos a prueba a ambos.

Cuando terminaron de curarle, pregunto por Finger-Bullet y le dijeron que estaba en grave peligro. Había perdido mucha sangre, pero lo grave se hallaba en los golpes que había recibido en el costillar. Tenía una costilla rota rozándole el pulmón. Entró en la habitación y se apoyó contra la pared, observándolo todo. A pesar de la poca fe que mostraban los médicos, Karl tenía plena confianza en Teravan. "Es fuerte. Sobrevivirá."

Cuando el médico se levantó, Karl suspiró, profundamente decepcionado. Pero entonces Teravan se removió en su sitio y el médico declaró asombrado que sobreviviría, y que estaba estable. Las palabras de Teravan al despertar hicieron a Karl empezar a desternillarse de la risa. Se giró hacia su nuevo subordinado y le dijo:

- Qué flojo eres, Finger-Bullet. Por un par de puñetazos y pataditas de nada... - chasqueó la lengua en señal de desaprobación.

Estaba aturdido y algo confuso, su mente se debatía entre dos formas de responderle al oficial. ¿Qué ocurría? Era como si dos personas diferentes estuviesen en su cabeza. Pero de repente empezaron a salir las palabras de su boca. Sin que él las controlase.

- ¿Tú tampoco es que tengas muy buen aspecto "luchador". La próxima vez que pelees conmigo deja en tu casa los pañales. Fue el olor de tu mierda lo que me hizo entrar en este estado. - dijo riéndose a carcajadas. Mas cuando se dio cuenta de lo que había dicho, se tapó la boca.

El médico se acercó. Había terminado de comprobar sus signos vitales. Se rascaba la cabeza delatando confusión mientras intentaba explicarles a los dos hombres lo que acababa de pasar.

- Bueno, esto es complicado, esa costilla que te rozaba el pulmón... Ehm... Ya está bien, de hecho no parece que se haya roto nunca, es muy extraño... Estás estable, con un poco de rehabilitación estarás como nuevo. - dijo sin mucha seguridad, no podía estar seguro de nada después de lo que había visto esa tarde.

- Genial, eso significa que estoy perfectamente. Voy a tomarme una cerveza. - dijo con naturalidad Teravan, se sentó en la cama y de un salto se plantó en el suelo. Se "plantó" es el término más adecuado, pues en cuanto sus pies tocaron el mismo, una ola de dolor recorrió sus piernas y su torso, haciéndolo caer como un muñeco.

- Para el carro, figura. He dicho con rehabilitación. Aún te queda un trecho hasta volver a andar perfectamente. Tienes varios huesos de las piernas rotos y un par de vértebras en un estado semicrítico. Es necesario que descanses un tiempo. - dijo John con un suspiro, al parecer todo volvía a la normalidad. - Por cierto, ¿has tenido alguna vez un tumor cerebral? - preguntó confundido.

- ¿Qué quieres decir? Estoy perfectamente de la cabeza. - la misma confusión reinaba en ese momento en el recluta, esperaba no haber sufrido ninguna lesión en el cerebro.

- Es que esta mancha de aquí... - dijo señalando a un papel. - Bah, qué mas da, fijo que no es nada. - se fue de la sala, estaba realmente cansado por lo que había sucedido.

Se quedaron solos en la habitación Karl y Teravan. En absoluto silencio durante un par de minutos. Al fin, el tirador recordó lo que le había dicho justo antes de perder la consciencia. Miró a su compañero. Parecía dolorido, pero seguro que menos que él.

- Acepto las condiciones, quiero pertenecer a la Brigada Disciplinaria. - dijo con una sonrisa quizás demasiado amplia.