Evangelina von Steinhell
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Tan frío como el invierno en su punto de clímax, era una época aún más de invierno que la común, las temperaturas eran tan bajas, que mi blanca piel se estremecía solo con estar en ese lugar. Otro viaje, otra aventura más que vendría siendo el pilar de una gran relación, es lo que se me vino a la cabeza, al arribar en ese gran barco de transporte. Venía con mucha más gente, alguna que otra enferma, ya que esta isla era famosa por los grandes doctores de la zona, naturalmente vendrían todos a curarse, a suavizar esas distintas enfermedades que con solo verlas, se notaba eran algunas más graves que otras. Algunas involucraban hasta escupir sangre, otras unos “simples” resfriados comunitarios, pero quién era yo para juzgar eso, mis conocimientos de medicina eran bastantes como para querer venir a este sitio, aparte de socializar en algún bar, rescatar conocimientos médicos sin igual.
En fin, en un frío abundante, mis prendas eran bastante privilegiadas en cuanto a la temperatura, de hecho, tiraba un ambiente bastante navideño. Ya se acercaba esa época, y yo siempre representaba todos los importantes horarios con mis prendas, o al menos lo intentaba, para sacar un poco mi lado femenino. Era simple, un vestido hasta la mitad del muslo, que era bien corto realmente, no solía nunca usar cosas muy largas, con distintos diseños en color blanco. Su estructura era completamente colorida de rojo, combinaba con mi sombrío cabello que estaba desde la punta, atrapado con un gorro blanco de estos como en forma de tubo. Tenía aparte unos guantes blancos en mis manos, sin dedos, como también botas que parecían pantuflas, eran bastante tiernas, con el mismo diseño que el vestido, blanco y rojo. El diseño ahora que lo pienso era tan tierno, con distintas cintas de color rojo y blanco por su estructura, y como siempre solía pasar, denotaba mi figura a todo su esplendor. Era predecible, ya que los hombres del barco no hacían más que mirarme, pero en fin, ese no es mi asunto.
¿Por qué yo estaba en este lugar tan frío?, la respuesta era un poco compleja, y a la vez bastante sencilla de aclarar al espectador y lector. Lo que me traía a este lugar, era poder sentir el acogimiento de algo o alguien, en una temperatura tan alta. En otro lado, sea cual sea, el calor abundaba, cosa que no me podría hacer sentir acogida, y como mujer soltera, era peor aún, ningún síntoma de cariño o más de alguien se presentaba a menudo, ese calor humano tan necesario en el cuerpo de una mujer, no importa el sexo que tenga ese calor, solo que te pase todo ese frío tan externo como interno, ese… amor.
En fin, varios minutos después, desde que partimos en el puerto, por fin llegamos ligeramente a salvo de la marea traicionera, a una isla que parecía estar nevando misteriosamente. Era mi objetivo, la Isla de Drum, o como la podrían llamar otros, el Reino de Sakura. Tan blanca como mis vestimentas, acoplada de una gran capa de nieve color algodón, daban ganas de ir y tirarse en medio de toda esa suave estructura natural creada por las mismas nubes. Estaba secretamente emocionada, quería visitar el lugar cuanto antes, encontrar algún bar o algo parecido para entrar en una temperatura acogedora. El viaje estaba comenzando, y no demoraron en llegar a la costa de la isla, donde un señor con una gran cuerda nos esperaba. Quizás era para amarrar el barco y que no se fuera flotando por sí solo, pero eso no era de mi incumbencia. El barco encalló en la orilla de una nevada costa, a fortuna de la enfermiza gente a mi lado. Procedí a bajarme, dándole las gracias asintiendo con la cabeza al piloto, sacudiendo mi mano derecha, y entrecerrando los ojos. Al tipo parece que le fue bastante… ¿lindo? Pues se sonrojó, pero es otro tema. No me interesaba para nada, solo era, el gesto de gracias.
Por fin estaba en el esperado reino, encaminándome lentamente junto a Urano y Neptuno, que estaban en mi cintura con su blanca y bonita funda, a mi lado izquierdo y derecho respectivamente. La blanca nieve recubría mis hombros, me hacían sentir bastante bien, en comparación de donde venía esa vez, que solo había calor y tenía que dormir casi desnuda. El paso que llevaba, con mis manos atrás y jugando con la nieve a mis pies, era bastante para que al darme cuenta y mirar hacia el frente, que me encontraba ya divisando a no muy lejos, un acogedor y hogareño pueblo recubierto de esta estela nubosa, cada techo era tan blanco como el anterior, me hizo sentir muy a gusto en ese lugar. Cada vez más, veía el pueblo más grande, hasta encontrarme a una distancia donde, divisé que se trataba de algo mucho más grande que un pueblo, si no una casi ciudad.
Me sorprendí de cierta manera, no sabía ni el nombre de esta, pero no dudé en entrar a ver qué tal era la gente, o como se llevaba a cabo las bienvenidas a los turistas en este reino, que tan emblanquecido tenía su caparazón. –A saber qué me espera, coño…- musite, con un tono de mujer aburrida, sin nada más que hacer que vagar hasta que el destino me depare algo más de acción. Aún dando pasos entre la estrecha nevada, un poco difíciles debido al espesor de esta misma.
En fin, en un frío abundante, mis prendas eran bastante privilegiadas en cuanto a la temperatura, de hecho, tiraba un ambiente bastante navideño. Ya se acercaba esa época, y yo siempre representaba todos los importantes horarios con mis prendas, o al menos lo intentaba, para sacar un poco mi lado femenino. Era simple, un vestido hasta la mitad del muslo, que era bien corto realmente, no solía nunca usar cosas muy largas, con distintos diseños en color blanco. Su estructura era completamente colorida de rojo, combinaba con mi sombrío cabello que estaba desde la punta, atrapado con un gorro blanco de estos como en forma de tubo. Tenía aparte unos guantes blancos en mis manos, sin dedos, como también botas que parecían pantuflas, eran bastante tiernas, con el mismo diseño que el vestido, blanco y rojo. El diseño ahora que lo pienso era tan tierno, con distintas cintas de color rojo y blanco por su estructura, y como siempre solía pasar, denotaba mi figura a todo su esplendor. Era predecible, ya que los hombres del barco no hacían más que mirarme, pero en fin, ese no es mi asunto.
¿Por qué yo estaba en este lugar tan frío?, la respuesta era un poco compleja, y a la vez bastante sencilla de aclarar al espectador y lector. Lo que me traía a este lugar, era poder sentir el acogimiento de algo o alguien, en una temperatura tan alta. En otro lado, sea cual sea, el calor abundaba, cosa que no me podría hacer sentir acogida, y como mujer soltera, era peor aún, ningún síntoma de cariño o más de alguien se presentaba a menudo, ese calor humano tan necesario en el cuerpo de una mujer, no importa el sexo que tenga ese calor, solo que te pase todo ese frío tan externo como interno, ese… amor.
En fin, varios minutos después, desde que partimos en el puerto, por fin llegamos ligeramente a salvo de la marea traicionera, a una isla que parecía estar nevando misteriosamente. Era mi objetivo, la Isla de Drum, o como la podrían llamar otros, el Reino de Sakura. Tan blanca como mis vestimentas, acoplada de una gran capa de nieve color algodón, daban ganas de ir y tirarse en medio de toda esa suave estructura natural creada por las mismas nubes. Estaba secretamente emocionada, quería visitar el lugar cuanto antes, encontrar algún bar o algo parecido para entrar en una temperatura acogedora. El viaje estaba comenzando, y no demoraron en llegar a la costa de la isla, donde un señor con una gran cuerda nos esperaba. Quizás era para amarrar el barco y que no se fuera flotando por sí solo, pero eso no era de mi incumbencia. El barco encalló en la orilla de una nevada costa, a fortuna de la enfermiza gente a mi lado. Procedí a bajarme, dándole las gracias asintiendo con la cabeza al piloto, sacudiendo mi mano derecha, y entrecerrando los ojos. Al tipo parece que le fue bastante… ¿lindo? Pues se sonrojó, pero es otro tema. No me interesaba para nada, solo era, el gesto de gracias.
Por fin estaba en el esperado reino, encaminándome lentamente junto a Urano y Neptuno, que estaban en mi cintura con su blanca y bonita funda, a mi lado izquierdo y derecho respectivamente. La blanca nieve recubría mis hombros, me hacían sentir bastante bien, en comparación de donde venía esa vez, que solo había calor y tenía que dormir casi desnuda. El paso que llevaba, con mis manos atrás y jugando con la nieve a mis pies, era bastante para que al darme cuenta y mirar hacia el frente, que me encontraba ya divisando a no muy lejos, un acogedor y hogareño pueblo recubierto de esta estela nubosa, cada techo era tan blanco como el anterior, me hizo sentir muy a gusto en ese lugar. Cada vez más, veía el pueblo más grande, hasta encontrarme a una distancia donde, divisé que se trataba de algo mucho más grande que un pueblo, si no una casi ciudad.
Me sorprendí de cierta manera, no sabía ni el nombre de esta, pero no dudé en entrar a ver qué tal era la gente, o como se llevaba a cabo las bienvenidas a los turistas en este reino, que tan emblanquecido tenía su caparazón. –A saber qué me espera, coño…- musite, con un tono de mujer aburrida, sin nada más que hacer que vagar hasta que el destino me depare algo más de acción. Aún dando pasos entre la estrecha nevada, un poco difíciles debido al espesor de esta misma.
Crimson
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Con las extremidades al borde de la congelación, el frío invadiendo todo su cuerpo, los escalofríos haciéndole temblar mientras subían por la espina dorsal hacia la nuca, haciendo que el pelo ser erice, dejando atrás esos mechones que caían sobre su cabeza, con el torso empapado por la nieve que se derretía al contacto con su piel lo que aumentaba más aún, si cabe, el intenso frío que empezaba que su cuerpo tenía que soportar.
Y es que sí, Crimson, el antigua cazador de recompensas, estaba casi sepultado bajo algunas capas de nieve, y sólo era visible parte de sus piernas. Entre toda aquella blancura únicamente resaltaba un matojo de pelos negros, con matices rojizos cuando le daba el sol, despeinados y mojado por la nieve derretida. Esos negros cabellos se habrían paso entre tanto blanco, como si una luz abriéndose paso en la oscuridad se tratase, irónicamente. Una metáfora que le sentaba perfecta por su "poca capacidad de mantenerse en el anonimato". Pues le encantaba sobresalir, no era alguien que le gustase esconderse, aunque sabía hacerlo muy bien.
Se despertó levantándose lentamente, estremeciéndose, si no fuera por su gran resistencia y a su alta tolerancia a los cambios de temperatura probablemente ya habría muerto. Incluso con eso tenía poco control sobre su cuerpo entumecido y, ahora, torpe. Se irguió, apoyándose sobre su mano derecha, aún tenía la mirada algo nublada. Estando ya de pie miró alrededor y vio su chaqueta de cuero con el símbolo de su banda en la espalda, cosa que llevaba con mucho orgullo, puesta en el suelo, apenas de había enterrado y estaba bastante seca, se cubrió con ella acomodándose el cuello de la misma, no sin antes quitarse la camiseta, con lo mojada que iba no podía seguir llevándola puesta.
-Tengo que dejar de cenar Ron con Whiskey... lo dejaré únicamente para el desayuno-murmuró mirando el cielo nublado, viendo como caían los copos de nieve en un espectáculo digno del capitán pirata, que a pesar de su estado abría los brazos, sonriendo de forma sacástica, agradeciendo la nevada.-
Se quedó en esa posición un breve momento para después dirigirse a la luz que veía a lo lejos, que debía ser el pueblo, más decorado de lo habitual, al parecer se aproximaba, o ya estaban, en alguna festividad importante que él desconocía, tampoco le importaba mucho. Sacó uno de sus cigarros de su chaqueta, parecía que nunca se le acabasen, en los momento más inesperados siempre conseguía tener uno. Pero no todo le iba a salir como él quería, no tenía ningún mechero y en circunstancias así, y sin la espada cargada de fuego, era muy complicado poder encender algo. Sólo le quedaba tener que seguir andando, intentando no desfallecer en el intento, sería una prueba divertida, Crimson contra el desierto helado. ¿Quién ganaría?. Ahora lo veremos.
Emprendió su marcha todo lo recto que podía, tambaleándose. Durante el trayecto observó una manada de renos de los que estaban más separados unos tres, que parecían ser una familia, con el hijo incluido.
-Que ricura .... Tienen que estar buenísimos en un buen caldo de reno, con sus patatas... sus verduras.... Tienen que ser míos-pensó llevándose la mano a la zona baja de la espalda, buscando un cuchillo que solía llevar.-Perfecto-sonrió maliciosamente,- Sólo tengo que.... Mierda.-
Los renos al verle escaparon dándole la espalda. Una verdadera lástima, no le habría sentado nada mal poder comer algo decente, a saber cuantas horas llevaba sin comer. Continuó con su "viaje a la salvación". Ésta vez no se distraería con minucias con esa, y menos si no podía capturarlas como en esta ocasión. Acercándose hacia el poblado, aunque tenía la sensación de que nunca llegaría y que lo único que hacía era caminar en vano volvió a ver otra cosa que le distrajo. Una chica con un rasgo muy característico de él ( no era el fumar, ojalá) sino una larga melena misma tonalidad que su semilargo pelo de ébano. Al menos esta vez no tenía que detenerse ya que ella iba en la misma dirección que él y con su particular forma de vestir no parecía ser de aquí, Con bastante esfuerzo siguió caminando hasta alcanzarla, llegando a oír algo que dijo ella entre murmullos con su fino oído, preguntándose aquella chica qué es lo que le deparaba su futuro inmediato de una forma algo desganada. Si quería acción, él se la podía dar, nunca podía resistirse a una joven solitaria. Definitivamente tenía un problema, que no quería solucionar.
-Toma, no pases frío, una mujer como tú nunca debe tenerlo-dijo poniéndole su chaqueta de cuero, de perfecto negro, sobre los hombros de la joven.-
Su torso desnudo, que se resentía por las condiciones climáticas poco favorables, se podía ver a la perfección, mostrándolo sin complejos ante aquella mujer, de ropajes nada comunes. También dejó al descubierto su Ryo O Wazamono, Silent Orange, sú única arma al haber dejado en el pueblo las otras, al quitarse de la única prenda que protegía su zona superior del frío. Se acercó un poco más a ella y le dijo al oído.
-¿Sabes que tengo cierta debilidad por el rojo?-susurró en su oreja izquierda.-
Y es que sí, Crimson, el antigua cazador de recompensas, estaba casi sepultado bajo algunas capas de nieve, y sólo era visible parte de sus piernas. Entre toda aquella blancura únicamente resaltaba un matojo de pelos negros, con matices rojizos cuando le daba el sol, despeinados y mojado por la nieve derretida. Esos negros cabellos se habrían paso entre tanto blanco, como si una luz abriéndose paso en la oscuridad se tratase, irónicamente. Una metáfora que le sentaba perfecta por su "poca capacidad de mantenerse en el anonimato". Pues le encantaba sobresalir, no era alguien que le gustase esconderse, aunque sabía hacerlo muy bien.
Se despertó levantándose lentamente, estremeciéndose, si no fuera por su gran resistencia y a su alta tolerancia a los cambios de temperatura probablemente ya habría muerto. Incluso con eso tenía poco control sobre su cuerpo entumecido y, ahora, torpe. Se irguió, apoyándose sobre su mano derecha, aún tenía la mirada algo nublada. Estando ya de pie miró alrededor y vio su chaqueta de cuero con el símbolo de su banda en la espalda, cosa que llevaba con mucho orgullo, puesta en el suelo, apenas de había enterrado y estaba bastante seca, se cubrió con ella acomodándose el cuello de la misma, no sin antes quitarse la camiseta, con lo mojada que iba no podía seguir llevándola puesta.
-Tengo que dejar de cenar Ron con Whiskey... lo dejaré únicamente para el desayuno-murmuró mirando el cielo nublado, viendo como caían los copos de nieve en un espectáculo digno del capitán pirata, que a pesar de su estado abría los brazos, sonriendo de forma sacástica, agradeciendo la nevada.-
Se quedó en esa posición un breve momento para después dirigirse a la luz que veía a lo lejos, que debía ser el pueblo, más decorado de lo habitual, al parecer se aproximaba, o ya estaban, en alguna festividad importante que él desconocía, tampoco le importaba mucho. Sacó uno de sus cigarros de su chaqueta, parecía que nunca se le acabasen, en los momento más inesperados siempre conseguía tener uno. Pero no todo le iba a salir como él quería, no tenía ningún mechero y en circunstancias así, y sin la espada cargada de fuego, era muy complicado poder encender algo. Sólo le quedaba tener que seguir andando, intentando no desfallecer en el intento, sería una prueba divertida, Crimson contra el desierto helado. ¿Quién ganaría?. Ahora lo veremos.
Emprendió su marcha todo lo recto que podía, tambaleándose. Durante el trayecto observó una manada de renos de los que estaban más separados unos tres, que parecían ser una familia, con el hijo incluido.
-Que ricura .... Tienen que estar buenísimos en un buen caldo de reno, con sus patatas... sus verduras.... Tienen que ser míos-pensó llevándose la mano a la zona baja de la espalda, buscando un cuchillo que solía llevar.-Perfecto-sonrió maliciosamente,- Sólo tengo que.... Mierda.-
Los renos al verle escaparon dándole la espalda. Una verdadera lástima, no le habría sentado nada mal poder comer algo decente, a saber cuantas horas llevaba sin comer. Continuó con su "viaje a la salvación". Ésta vez no se distraería con minucias con esa, y menos si no podía capturarlas como en esta ocasión. Acercándose hacia el poblado, aunque tenía la sensación de que nunca llegaría y que lo único que hacía era caminar en vano volvió a ver otra cosa que le distrajo. Una chica con un rasgo muy característico de él ( no era el fumar, ojalá) sino una larga melena misma tonalidad que su semilargo pelo de ébano. Al menos esta vez no tenía que detenerse ya que ella iba en la misma dirección que él y con su particular forma de vestir no parecía ser de aquí, Con bastante esfuerzo siguió caminando hasta alcanzarla, llegando a oír algo que dijo ella entre murmullos con su fino oído, preguntándose aquella chica qué es lo que le deparaba su futuro inmediato de una forma algo desganada. Si quería acción, él se la podía dar, nunca podía resistirse a una joven solitaria. Definitivamente tenía un problema, que no quería solucionar.
-Toma, no pases frío, una mujer como tú nunca debe tenerlo-dijo poniéndole su chaqueta de cuero, de perfecto negro, sobre los hombros de la joven.-
Su torso desnudo, que se resentía por las condiciones climáticas poco favorables, se podía ver a la perfección, mostrándolo sin complejos ante aquella mujer, de ropajes nada comunes. También dejó al descubierto su Ryo O Wazamono, Silent Orange, sú única arma al haber dejado en el pueblo las otras, al quitarse de la única prenda que protegía su zona superior del frío. Se acercó un poco más a ella y le dijo al oído.
-¿Sabes que tengo cierta debilidad por el rojo?-susurró en su oreja izquierda.-
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Al haber suspirado tenuemente, acompañándome de la dulce brisa helada, cerré los ojos para… conectarme con el medio, palpar con mis propias manos esa suavidad eterna de la nieve, la amaba. Pero, algo surgió. Nunca creí que pasaría lo que pasó, puesto que mi manifestación de aburrimiento, o simple des interés de hace unos segundos, resultó ser para alguien una forma de hallarme entre toda este nevoso paisaje. No tenía idea de quién se trataba, pues yo pensé todo esto al sentir la voz, tenía los ojos a medio abrir y la vista no me llevaba mucho en juego en esta posición, y realmente… no apreciaba de donde provenía tal voz con un tono un tanto galán. Hasta que pocos segundos después, sin mencionar que fueron un par, sentí algo en mi espalda, como si me hubieran puesto algún trapo por encima de mi negro cabello, recubriendo mis hombros de la blanca nieve.
No me tomé a mal aquella acción, por cierto, ya que infravalorar caballerosidad era algo muy feo e impropio de una señorita. Hasta abrir mis fúnebres ojos, no había notado la apariencia del tipo que ciertamente me ayudó en cuanto al frío, aunque no creo que sepa que siento relativamente, por mi resistencia inepta al dolor, no siento la frialdad en la piel por ser una pequeña manifestación del mismo. -Muchas gra…- Me giré hacia él, para darle las gracias por su caballerosidad, si no, no me hubiera sentido del todo bien. Giré bruscamente apartándome de mi posición actual, y divisé solamente su cabello. Pues la verdad no habría imaginado que tendría el mismo color sombrío en su corto cabello de hombre, que al querer decirle algo, de pronto, su cuerpo se desplomó hacia la nada, por mi culpa, al haber tropezado.
Mis rápidos reflejos me hicieron reaccionar antes de que cayera de boca al suelo, sacando mi katana con funda y dándole un golpe en el estómago sin llegar a la boca de este, para que recupere la compostura normal, en forma de quedar a su izquierda, impactando la punta de la funda dura en el, de forma invertida. Pareciera que su cuerpo reaccionó bien a lo que acababa de hacer, pero no era el fin de esta acción inesperada. Gracias a la gran velocidad que tengo, parece que fue demasiado y lo envió a volar, no tan lejos. No me lo esperaba, ahora tendría que ir a por él, mientras metro a metro se alejaba de mi posición. Ahora me decía a mí misma, ya lo hubiera matado si fuera la katana sin funda, al menos no tuvo malas intenciones desde un principio, o le hubiera cortado a la mitad desde el torso automáticamente.
Con una estela blanca, debido a la nieve que me seguía, salí disparada de mi lugar, dejando un rastro de nieve abotonada, moviendo todo lo que se encontraba a mi alrededor y punto de partida hasta el pelinegromuchacho.
Sin darme cuenta, desde la espalda, le tomé como una damisela en peligro, al ser rescatada por su príncipe azul. Me trajo un percance, los nervios me hicieron peñiscarlo muy fuerte, no sé si lo habrá notado. En fin, no sabía si de verdad le iban a afectar mucho mi peñiscón, o más bien le iban a gustar si se trataba de un masoquista sin remedio, como solían haber por estos lados. Le dejé estático, parado y en buena posición sin siquiera ver su rostro. Era bastante distraída y esas cosas no me preocupaban en lo absoluto. Solo retrocedí unos pasos atrás, con la mirada aún seria, pues mi personalidad en estos momentos tensos era bastante variada, como también el tono de mi voz, más serio.
-Disculpa las molestias- inclinándome con las manos juntas en la zona baja de mi estómago, a modo de perdón. Ciertamente, si le había causado una molestia mejor sería marcharme, si no, que el destino decida el paradero de esta pelinegra y voluptuosa muchacha, inclinada ante alguien de pura inercia, a causa de su desmedido poder.
No me tomé a mal aquella acción, por cierto, ya que infravalorar caballerosidad era algo muy feo e impropio de una señorita. Hasta abrir mis fúnebres ojos, no había notado la apariencia del tipo que ciertamente me ayudó en cuanto al frío, aunque no creo que sepa que siento relativamente, por mi resistencia inepta al dolor, no siento la frialdad en la piel por ser una pequeña manifestación del mismo. -Muchas gra…- Me giré hacia él, para darle las gracias por su caballerosidad, si no, no me hubiera sentido del todo bien. Giré bruscamente apartándome de mi posición actual, y divisé solamente su cabello. Pues la verdad no habría imaginado que tendría el mismo color sombrío en su corto cabello de hombre, que al querer decirle algo, de pronto, su cuerpo se desplomó hacia la nada, por mi culpa, al haber tropezado.
Mis rápidos reflejos me hicieron reaccionar antes de que cayera de boca al suelo, sacando mi katana con funda y dándole un golpe en el estómago sin llegar a la boca de este, para que recupere la compostura normal, en forma de quedar a su izquierda, impactando la punta de la funda dura en el, de forma invertida. Pareciera que su cuerpo reaccionó bien a lo que acababa de hacer, pero no era el fin de esta acción inesperada. Gracias a la gran velocidad que tengo, parece que fue demasiado y lo envió a volar, no tan lejos. No me lo esperaba, ahora tendría que ir a por él, mientras metro a metro se alejaba de mi posición. Ahora me decía a mí misma, ya lo hubiera matado si fuera la katana sin funda, al menos no tuvo malas intenciones desde un principio, o le hubiera cortado a la mitad desde el torso automáticamente.
Con una estela blanca, debido a la nieve que me seguía, salí disparada de mi lugar, dejando un rastro de nieve abotonada, moviendo todo lo que se encontraba a mi alrededor y punto de partida hasta el pelinegromuchacho.
Sin darme cuenta, desde la espalda, le tomé como una damisela en peligro, al ser rescatada por su príncipe azul. Me trajo un percance, los nervios me hicieron peñiscarlo muy fuerte, no sé si lo habrá notado. En fin, no sabía si de verdad le iban a afectar mucho mi peñiscón, o más bien le iban a gustar si se trataba de un masoquista sin remedio, como solían haber por estos lados. Le dejé estático, parado y en buena posición sin siquiera ver su rostro. Era bastante distraída y esas cosas no me preocupaban en lo absoluto. Solo retrocedí unos pasos atrás, con la mirada aún seria, pues mi personalidad en estos momentos tensos era bastante variada, como también el tono de mi voz, más serio.
-Disculpa las molestias- inclinándome con las manos juntas en la zona baja de mi estómago, a modo de perdón. Ciertamente, si le había causado una molestia mejor sería marcharme, si no, que el destino decida el paradero de esta pelinegra y voluptuosa muchacha, inclinada ante alguien de pura inercia, a causa de su desmedido poder.
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Antes de caer del todo, por el tropezón que la misma chica de un particular vestido rojo, algo le detuvo, a modo de "rescate", causándole un gran dolor en la zona abdominal ya que lo debía mantener de pie fue un golpe de una katana enfundada. Sin embargo este golpe, poco regulado, fue mucho más fuerte que sólo para aguantarlo, haciéndole volar hacia atrás y hacia arriba varios metros. Obviamente no se esperaba esa "ayuda", ni , por supuesto, que aquella delicada damisela posea tan endemoniada fuerza.
Dando vueltas sin tocar el suelo, con el aire cortándole la respiración, abriendo como buenamente podía sus vidriosos ojos y tratando de recuperar la posición antes de caer al suelo, aunque si seguía todo así no le daría tiempo y terminaría estrellándose irremediablemente. Hasta que unas manos salvadores lo cogieron y sujetaron, como no lo habían hecho desde su más tierna infancia, no le gustaba en exceso que lo llevasen así, pero iba a seguirle el juego y ver en que resultaba todo éso.
En ese instante una apabullante sensación de dolor en su piel se manifestó, enrojeciéndola. Había recibido un potente pellizco sobre su pectoral derecho. Quizás a esa muchacha le gustase esa clase de juegos o quizás sólo fuera fruta del nerviosismo, aún no lo sabía, pero lo descubriría.Tras ésto ella le dejó tendido haciendo una pequeña reverencia.
-Disculpa las molestias-alcanzó a oír de la chica, que se hallaba inclinada disculpándose por lo que le había hecho -
-¿Así es como tratas a todos los hombres semidesnudos que encuentras en mitad de la nieve?-bromeó irónico Crimson.-Me gustaría saber que es lo que haces con tus enemigos-continuó.-
Aún intentando mantener la compostura, y es que incluso alguien como él que no prestaba mucha atención al dolor, se sentía todavía como si le acabasen de pegar una paliza, aquel golpe con la katana y el posterior pellizco habían sido más dolorosos de lo que se imaginaba y su cuerpo aún lo sentía aunque intentaba reprimir esa sensación tanto como podía, en parte para demostrar su hombría.
-Quedas perdonada-dijo con un aire de condescendencia, muy sonriente y aún recuperándose mostrando algunas muescas de dolor.- Supongo que ibas hacia el pueblo de Drum. Me temo que tendré que escoltarte, no puedo permitir que vayas golpeando a toda la gente con la que te encuentres-le dijo con un pequeño tono de ironía en su voz y guiñándole un ojo.- Sería un detalle conocer el nombre de la chica a la que voy a vigilar.-
Dando vueltas sin tocar el suelo, con el aire cortándole la respiración, abriendo como buenamente podía sus vidriosos ojos y tratando de recuperar la posición antes de caer al suelo, aunque si seguía todo así no le daría tiempo y terminaría estrellándose irremediablemente. Hasta que unas manos salvadores lo cogieron y sujetaron, como no lo habían hecho desde su más tierna infancia, no le gustaba en exceso que lo llevasen así, pero iba a seguirle el juego y ver en que resultaba todo éso.
En ese instante una apabullante sensación de dolor en su piel se manifestó, enrojeciéndola. Había recibido un potente pellizco sobre su pectoral derecho. Quizás a esa muchacha le gustase esa clase de juegos o quizás sólo fuera fruta del nerviosismo, aún no lo sabía, pero lo descubriría.Tras ésto ella le dejó tendido haciendo una pequeña reverencia.
-Disculpa las molestias-alcanzó a oír de la chica, que se hallaba inclinada disculpándose por lo que le había hecho -
-¿Así es como tratas a todos los hombres semidesnudos que encuentras en mitad de la nieve?-bromeó irónico Crimson.-Me gustaría saber que es lo que haces con tus enemigos-continuó.-
Aún intentando mantener la compostura, y es que incluso alguien como él que no prestaba mucha atención al dolor, se sentía todavía como si le acabasen de pegar una paliza, aquel golpe con la katana y el posterior pellizco habían sido más dolorosos de lo que se imaginaba y su cuerpo aún lo sentía aunque intentaba reprimir esa sensación tanto como podía, en parte para demostrar su hombría.
-Quedas perdonada-dijo con un aire de condescendencia, muy sonriente y aún recuperándose mostrando algunas muescas de dolor.- Supongo que ibas hacia el pueblo de Drum. Me temo que tendré que escoltarte, no puedo permitir que vayas golpeando a toda la gente con la que te encuentres-le dijo con un pequeño tono de ironía en su voz y guiñándole un ojo.- Sería un detalle conocer el nombre de la chica a la que voy a vigilar.-
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fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Usualmente mis párpados abiertos no solían ver semejantes cosas, puesto que mi vida diaria en otros lugares, era bastante aburrida de por sí, nada especial que digamos. A mi término de las disculpas, pareciera que todo se tornara silencio por unos segundos, el viento helado se hacía presente en cuanto cada centímetro más de esa ventisca pasaba por cada metro de la isla. El frío interminable que recorría nuestro medio, rodeaba al pelinegro y se notaba que pasaba algo totalmente invertido a la calidez del sol, ya que su cuerpo manifestaba por sí solo esos tiritones de friolencia.
De una forma graciosa, con un tono amigable y que no esperaba a juzgar por las acciones concretadas a mi hecho en el pasado, el cabellos sombríos respondió a mis anteriores disculpas ofrecidas con una pequeña broma. Reí un poco en voz baja recuperando la posición erguida, mientras me llevaba una mano empuñada a la boca para tapar esta de la risa. Aún sin poder decir alguna palabra aleatoria, o alguna opinión con respecto a su acotación anterior, el chico soltó más palabras para mi gusto, sobre cómo trataría a mis enemigos… la verdad, nunca lo he comprendido. Compañeros del Cipher Pol siempre decían que era terrorífico, pues entro siempre en un éxtasis donde mi personalidad cambia por completo, se vuelve sádica, malvada, hasta como el mismísimo Satanás, según ellos, es un terror enorme estar a mi lado.
Ciertamente, no era nada elogiable, pero bueno, no estoy para nada para caerle bien a todo el mundo, pues que me quieran por lo que soy y se acabó. Al poner mi vista más lúcida, noté como pareciera haberse dado cuenta de que sufría un dolor físico, algo sumamente extraño, pero notable gracias al pellizco que le había propinado.
Hasta que, me perdonó finalmente, con una bonita sonrisa en su rostro, ciertamente me sonrojé, puesto que no me cruzaba mucho con hombres por estos lados, ni siquiera en mi vida diaria, solamente con los altos mandos de los Agentes del Gobierno cuando me mandaban a alguna que otra misión, yo estaba aquí de puro gusto, y realmente, me la estaba empezando a pasar más que bien. Me contó que me escoltaría hacia la ciudad central, insinuando que golpearé más gente, de forma amigable. Una pequeña carcajada salió de mi alma aún con mi mano tapando mi boca, y ciertamente, roja como un tomate. Y como debería ser, aún no me presentaba como debía ser, la verdad, las personas siempre lo hacían antes que yo, pero como una buena señorita, lo haría.
Estaba bastante nerviosa, y necesitaba un empujón para des estresarme. De una personalidad fría, maléfica, rodeada de oscuras auras, pasé a ser una niña tímida. Puse mis manos jugando entre ellas en mi zona púbica, sin tocar esta, mirando hacia abajo y con la cara de un color más intenso que el fuego. La temperatura de mi cuerpo subía, y lo sentía puesto que, las cosas buenas, las podía sentir sin problemas. Pero alto, ¿buena?, algo me estaba pasando y no era una simple casualidad. –Pues… soy… Eve, me llamo Eve- agitando mi cabeza de lado a lado.
Me acordé en ese momento de que tenía su chaqueta en mi espalda, y era de mala educación el dejarlo semi desnudo con esta ventisca tan fría. Me la saqué rápidamente sin mirarlo a la cara, y se la pasé. De hecho, se la lancé con bastante fuerza hacia su cuerpo revelado a los cuatro vientos. Después de esto, me di la vuelta inflando los mofletes, y tocando mis dedos entre sí, ambos los índice de mis manos. –Etto… deberías ponerte chaqueta, ya sabes, no es bueno andar desnudo por estos lados, hace mucho frío y las mujeres te podrían ver…- más roja no podía estar, realmente no encontraba la razón de estar de esa manera, de esa forma, con mi personalidad rara que tengo, era inusual encontrar a Itami avergonzada. Totalmente, desconocido para cualquier ser humano que sepa algo básico de mí. Quizás se trataba de… una confusión mental, no sé cómo le llamarán, pero no se sentía nada mal.
De una forma graciosa, con un tono amigable y que no esperaba a juzgar por las acciones concretadas a mi hecho en el pasado, el cabellos sombríos respondió a mis anteriores disculpas ofrecidas con una pequeña broma. Reí un poco en voz baja recuperando la posición erguida, mientras me llevaba una mano empuñada a la boca para tapar esta de la risa. Aún sin poder decir alguna palabra aleatoria, o alguna opinión con respecto a su acotación anterior, el chico soltó más palabras para mi gusto, sobre cómo trataría a mis enemigos… la verdad, nunca lo he comprendido. Compañeros del Cipher Pol siempre decían que era terrorífico, pues entro siempre en un éxtasis donde mi personalidad cambia por completo, se vuelve sádica, malvada, hasta como el mismísimo Satanás, según ellos, es un terror enorme estar a mi lado.
Ciertamente, no era nada elogiable, pero bueno, no estoy para nada para caerle bien a todo el mundo, pues que me quieran por lo que soy y se acabó. Al poner mi vista más lúcida, noté como pareciera haberse dado cuenta de que sufría un dolor físico, algo sumamente extraño, pero notable gracias al pellizco que le había propinado.
Hasta que, me perdonó finalmente, con una bonita sonrisa en su rostro, ciertamente me sonrojé, puesto que no me cruzaba mucho con hombres por estos lados, ni siquiera en mi vida diaria, solamente con los altos mandos de los Agentes del Gobierno cuando me mandaban a alguna que otra misión, yo estaba aquí de puro gusto, y realmente, me la estaba empezando a pasar más que bien. Me contó que me escoltaría hacia la ciudad central, insinuando que golpearé más gente, de forma amigable. Una pequeña carcajada salió de mi alma aún con mi mano tapando mi boca, y ciertamente, roja como un tomate. Y como debería ser, aún no me presentaba como debía ser, la verdad, las personas siempre lo hacían antes que yo, pero como una buena señorita, lo haría.
Estaba bastante nerviosa, y necesitaba un empujón para des estresarme. De una personalidad fría, maléfica, rodeada de oscuras auras, pasé a ser una niña tímida. Puse mis manos jugando entre ellas en mi zona púbica, sin tocar esta, mirando hacia abajo y con la cara de un color más intenso que el fuego. La temperatura de mi cuerpo subía, y lo sentía puesto que, las cosas buenas, las podía sentir sin problemas. Pero alto, ¿buena?, algo me estaba pasando y no era una simple casualidad. –Pues… soy… Eve, me llamo Eve- agitando mi cabeza de lado a lado.
Me acordé en ese momento de que tenía su chaqueta en mi espalda, y era de mala educación el dejarlo semi desnudo con esta ventisca tan fría. Me la saqué rápidamente sin mirarlo a la cara, y se la pasé. De hecho, se la lancé con bastante fuerza hacia su cuerpo revelado a los cuatro vientos. Después de esto, me di la vuelta inflando los mofletes, y tocando mis dedos entre sí, ambos los índice de mis manos. –Etto… deberías ponerte chaqueta, ya sabes, no es bueno andar desnudo por estos lados, hace mucho frío y las mujeres te podrían ver…- más roja no podía estar, realmente no encontraba la razón de estar de esa manera, de esa forma, con mi personalidad rara que tengo, era inusual encontrar a Itami avergonzada. Totalmente, desconocido para cualquier ser humano que sepa algo básico de mí. Quizás se trataba de… una confusión mental, no sé cómo le llamarán, pero no se sentía nada mal.
Crimson
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Las habilidades de aquella chica, bastante más inocente de lo que su edad aparentaba como descubriría después, eran terribles y seguramente muy útiles en el combate, era realmente emocionante conocer más de la capacidad con la espada de aquella mujer, aunque prefería descubrirlas lejos de su propio cuerpo que ya había recibido suficiente por ese día. Era irónico sus movimientos sean tan rápidos y precisos, algunos lo tacharían de "macabros", cuando la personalidad de la chica y era totalmente opuesta, resultando a veces muy ingenua, e incluso infantil.
Por alguna razón, más allá de la simple curiosidad que le causaba encontrarse a otra chica con el pelo de la misma tonalidad oscura que el que él poseía sobre su despeinado pelo; o de la extraña, a la par que sexy a su parecer, vestimenta que llevaba la chica, haciendo un gran contraste con ella; o de las terroríficas capacidades que poseía; mucho más allá de eso había "algo" que le impedía apartar la mirada de esos enormes ojos negros como la noche que le atraían de una forma casi magnética, una fuerza mayor que la gravedad. Era un sentimiento extraño que no podía describir, algo nuevo en su ambiciosa mente que sólo pensaba en la forma de crecer, al parecer una nueva puerta se había abierto.
Ella aparentaba estar algo nerviosa delante de él y los movimientos de sus manos, su mirada hacia el blanco suelo, junto a su cara cada vez más colorada, no hacían más que confirmarlo. Mostrando una escena en la que daba la sensación de encogerse y de ocultarse, como si de una niña tímida a la que acaban de presentarle personas nuevas se tratase, todo lo contrario a la primera impresión que le había mostrado. Aquella chica no paraba de sorprender al pirata con cada gesto, por mínimo que hacía, que además no hacían otra cosa que cada vez más sumirlo en el interés que le causaba.
Entonces la pelinegra le respondió diciendo su nombre, casi soltándolo con temor. Eve. Así es como se llamaba, Un nombre propio tan inusual, único, como ella misma. No podía dejar de sonreír y es que por momentos lo que le transmitía esa chica le hacía olvidar todo lo demás. Hasta que algo le devolvió a la realidad, le "despertó" del breve trance en el que se hallaba, en parte por el frío; una chaqueta, su cazadora de cuero, estaba en su cuerpo nuevamente, y es que la chica se lo había devuelto lanzándoselo mientras ella se giraba con los mofletes inflados.
–Etto… deberías ponerte chaqueta, ya sabes, no es bueno andar desnudo por estos lados, hace mucho frío y las mujeres te podrían ver…-dijo ella, avergonzada por la situación y por el exhibicionismo de Crimson.-
-Quizás fuera lo que pretendía-contestó vivaz y sarcástico.-
Aunque no quería admitirlo, estaba helado, y no podía imaginar cuánta falta le hacía ese trozo de cuero negro sobre su piel. Se la colocó cerrando la cremallera, que abría la cazadora en dos, del todo para taparse lo más posible y resguardarse del la helada ventisca. Nuevamente se acercó a ella muy despacio, con chicas así es como había que ir al principio, hasta colocarse delante de ella. Le apartó el pelo del rostro, totalmente enrojecido, colocando el mechón detrás de su oreja, Posó el índice y el pulgar sobre su fino mentón y lo levantó sutilmente hasta quedar ambos cara a cara a escasos centímetros mirándola profundamente a los ojos, como si quisiera ver a través de ellos. Quedando totalmente quieto unos dos segundos, que se hicieron eternos.
-No tienes nada por qué preocuparte-musitó con una firme convicción en sus palabras que resultaban demoledoras.-
La soltó, apartando sus manos del delicado rostro de Eve. Dio un paso hacia atrás simulando alejarse para poco después tomarla de las manos, tirando grácilmente de ellas hacia él.
-Hay una ciudad entera esperándonos -afirmó casi llevándosela con él hacia Drum, que no estaba muy lejos de ellos.-
Empezaron a caminar hacia el pueblo, más iluminado de lo habitual, como si les dieran la bienvenida expresamente a ellos. Ese día no sería uno más en sus vidas.
Por alguna razón, más allá de la simple curiosidad que le causaba encontrarse a otra chica con el pelo de la misma tonalidad oscura que el que él poseía sobre su despeinado pelo; o de la extraña, a la par que sexy a su parecer, vestimenta que llevaba la chica, haciendo un gran contraste con ella; o de las terroríficas capacidades que poseía; mucho más allá de eso había "algo" que le impedía apartar la mirada de esos enormes ojos negros como la noche que le atraían de una forma casi magnética, una fuerza mayor que la gravedad. Era un sentimiento extraño que no podía describir, algo nuevo en su ambiciosa mente que sólo pensaba en la forma de crecer, al parecer una nueva puerta se había abierto.
Ella aparentaba estar algo nerviosa delante de él y los movimientos de sus manos, su mirada hacia el blanco suelo, junto a su cara cada vez más colorada, no hacían más que confirmarlo. Mostrando una escena en la que daba la sensación de encogerse y de ocultarse, como si de una niña tímida a la que acaban de presentarle personas nuevas se tratase, todo lo contrario a la primera impresión que le había mostrado. Aquella chica no paraba de sorprender al pirata con cada gesto, por mínimo que hacía, que además no hacían otra cosa que cada vez más sumirlo en el interés que le causaba.
Entonces la pelinegra le respondió diciendo su nombre, casi soltándolo con temor. Eve. Así es como se llamaba, Un nombre propio tan inusual, único, como ella misma. No podía dejar de sonreír y es que por momentos lo que le transmitía esa chica le hacía olvidar todo lo demás. Hasta que algo le devolvió a la realidad, le "despertó" del breve trance en el que se hallaba, en parte por el frío; una chaqueta, su cazadora de cuero, estaba en su cuerpo nuevamente, y es que la chica se lo había devuelto lanzándoselo mientras ella se giraba con los mofletes inflados.
–Etto… deberías ponerte chaqueta, ya sabes, no es bueno andar desnudo por estos lados, hace mucho frío y las mujeres te podrían ver…-dijo ella, avergonzada por la situación y por el exhibicionismo de Crimson.-
-Quizás fuera lo que pretendía-contestó vivaz y sarcástico.-
Aunque no quería admitirlo, estaba helado, y no podía imaginar cuánta falta le hacía ese trozo de cuero negro sobre su piel. Se la colocó cerrando la cremallera, que abría la cazadora en dos, del todo para taparse lo más posible y resguardarse del la helada ventisca. Nuevamente se acercó a ella muy despacio, con chicas así es como había que ir al principio, hasta colocarse delante de ella. Le apartó el pelo del rostro, totalmente enrojecido, colocando el mechón detrás de su oreja, Posó el índice y el pulgar sobre su fino mentón y lo levantó sutilmente hasta quedar ambos cara a cara a escasos centímetros mirándola profundamente a los ojos, como si quisiera ver a través de ellos. Quedando totalmente quieto unos dos segundos, que se hicieron eternos.
-No tienes nada por qué preocuparte-musitó con una firme convicción en sus palabras que resultaban demoledoras.-
La soltó, apartando sus manos del delicado rostro de Eve. Dio un paso hacia atrás simulando alejarse para poco después tomarla de las manos, tirando grácilmente de ellas hacia él.
-Hay una ciudad entera esperándonos -afirmó casi llevándosela con él hacia Drum, que no estaba muy lejos de ellos.-
Empezaron a caminar hacia el pueblo, más iluminado de lo habitual, como si les dieran la bienvenida expresamente a ellos. Ese día no sería uno más en sus vidas.
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-Quizás fuera lo que pretendía- esas palabras, me hicieron reaccionar de una forma muy diferente a la usual, puesto que no me esperaba nada de lo que hiciera este hombre. Además, estos sentimientos encontrados de esta vez me eran algo muy inusual a juzgar por mi fuerte carácter, para nada tímido en lo usual, y por supuesto, casi nunca me ruborizaba cuando me encontraba sorpresivamente con alguien gracias a que, siempre salían espantados por mi poder interior.
Nunca pensé que lo que pasaría a continuación se llevaría a cabo, nunca algo así llegaría a mi mente en estos apretados y rojizos momentos. La verdad, no me había involucrado de esta forma con nadie en el pasado, por el hecho de que realmente, no quería hacer sufrir a alguien, hacerle daño, ni menos bajar sus ánimos gracias a mis propias aptitudes mentales. Pero, algo raro estaba pasando en ese exacto momento, mi frío corazón latía a mil por hora, mi delgado cuerpo tomó una gran temperatura conmigo aún mirando al piso nerviosa, jugando con mis manos entrelazando mis dedos. En cuanto me distraje solamente unos minutos, el chico se colocó a mi frente, muy cercano a mí, realmente me sentí un poco intimidada en ese momento, hasta tímida, y puede que más acalorada de lo que debería estar con toda esta gran nieve. Y debido a mi fuerte timidez, más roja mi cara se connotó, hasta el punto de prácticamente, mojar mi cuerpo. De la buena manera, claro.
Nada que preocuparme, eso fue lo que musitó a mi persona en ese instante, a una distancia muy notable, tomándome suavemente haciéndome sacar un pequeño gemido de acoso. Hasta que, algo que rompió totalmente el hielo de mi desesperación, cuando el chico a mi frente se alejó, para simplemente tomar mis manos y jalar de ellas, haciéndome caer en su pecho, gracias a la fuerza de gravedad natural. Me sentí acogida, como “en casa” ciertamente. Me aferré un poco a él, para escuchar unas bonitas palabras desde sus cuerdas vocales. Algo nuevo estaba empezando, y no perderíamos la dirección hacia la villa de Drum, que realmente, nos estaba esperando para algo más, quizás algo más fuerte, algo más sorprendente, pero este encuentro no se quedaría atrás para siempre. Aunque algo me preocupaba, empezamos a caminar de a poco, aún tomada de la mano derecha de él, causándome una gran duda, que venía preguntándome por cada paso más que dábamos en esa blanca nevada a nuestros pies. Paré un poco, e imaginé que también el lo hizo, debido a estar atados por nuestras propias manos.
Al poner freno a nuestra caminata, solté su mano agresivamente y me crucé de brazos, levantando suavemente mis pechos cubiertos por la tela rojiza de ambiente navideño en mi cuerpo. Ladeé mi cadera para quedar en una posición dominante, para fruncir el ceño y preguntarle algo que debía haber hecho hace ya bastante.
-¡Oye!- me acerqué a él mirándolo a los ojos. -¡N-No me has dicho tu nombre!, quiero…- cambiando completamente mi actitud, de pasar de una chica seria a una mujer tímida, a mover el cuerpo de un lado a otro, simulando “timidez” nuevamente, -Q-Qui-Quiero saber tu nombre…- tartamudeando como si no hubiera un mañana, en ese momento cerré rápidamente los ojos tapándome la cara con las manos, estaba un poco temerosa, mi actitud era muy bipolar de vez en cuando, hasta se le podían sumar cuantos polos quisiera a ella, era variada, toda una ciencia que descubrir. Nuestra posición era favorable al menos, no estábamos bastante lejos del pueblo y pasaban carretas de caballos por todos lados, hasta estos andaban de invierno.
En fin, esperando mi respuesta con los ojos cerrados, solo sentía la brisa helada pasando por mis oídos desnudos, donde esperaría, interfiriera nuevamente esa masculina voz que me hacía raramente sentir como una verdadera mujer.
Nunca pensé que lo que pasaría a continuación se llevaría a cabo, nunca algo así llegaría a mi mente en estos apretados y rojizos momentos. La verdad, no me había involucrado de esta forma con nadie en el pasado, por el hecho de que realmente, no quería hacer sufrir a alguien, hacerle daño, ni menos bajar sus ánimos gracias a mis propias aptitudes mentales. Pero, algo raro estaba pasando en ese exacto momento, mi frío corazón latía a mil por hora, mi delgado cuerpo tomó una gran temperatura conmigo aún mirando al piso nerviosa, jugando con mis manos entrelazando mis dedos. En cuanto me distraje solamente unos minutos, el chico se colocó a mi frente, muy cercano a mí, realmente me sentí un poco intimidada en ese momento, hasta tímida, y puede que más acalorada de lo que debería estar con toda esta gran nieve. Y debido a mi fuerte timidez, más roja mi cara se connotó, hasta el punto de prácticamente, mojar mi cuerpo. De la buena manera, claro.
Nada que preocuparme, eso fue lo que musitó a mi persona en ese instante, a una distancia muy notable, tomándome suavemente haciéndome sacar un pequeño gemido de acoso. Hasta que, algo que rompió totalmente el hielo de mi desesperación, cuando el chico a mi frente se alejó, para simplemente tomar mis manos y jalar de ellas, haciéndome caer en su pecho, gracias a la fuerza de gravedad natural. Me sentí acogida, como “en casa” ciertamente. Me aferré un poco a él, para escuchar unas bonitas palabras desde sus cuerdas vocales. Algo nuevo estaba empezando, y no perderíamos la dirección hacia la villa de Drum, que realmente, nos estaba esperando para algo más, quizás algo más fuerte, algo más sorprendente, pero este encuentro no se quedaría atrás para siempre. Aunque algo me preocupaba, empezamos a caminar de a poco, aún tomada de la mano derecha de él, causándome una gran duda, que venía preguntándome por cada paso más que dábamos en esa blanca nevada a nuestros pies. Paré un poco, e imaginé que también el lo hizo, debido a estar atados por nuestras propias manos.
Al poner freno a nuestra caminata, solté su mano agresivamente y me crucé de brazos, levantando suavemente mis pechos cubiertos por la tela rojiza de ambiente navideño en mi cuerpo. Ladeé mi cadera para quedar en una posición dominante, para fruncir el ceño y preguntarle algo que debía haber hecho hace ya bastante.
-¡Oye!- me acerqué a él mirándolo a los ojos. -¡N-No me has dicho tu nombre!, quiero…- cambiando completamente mi actitud, de pasar de una chica seria a una mujer tímida, a mover el cuerpo de un lado a otro, simulando “timidez” nuevamente, -Q-Qui-Quiero saber tu nombre…- tartamudeando como si no hubiera un mañana, en ese momento cerré rápidamente los ojos tapándome la cara con las manos, estaba un poco temerosa, mi actitud era muy bipolar de vez en cuando, hasta se le podían sumar cuantos polos quisiera a ella, era variada, toda una ciencia que descubrir. Nuestra posición era favorable al menos, no estábamos bastante lejos del pueblo y pasaban carretas de caballos por todos lados, hasta estos andaban de invierno.
En fin, esperando mi respuesta con los ojos cerrados, solo sentía la brisa helada pasando por mis oídos desnudos, donde esperaría, interfiriera nuevamente esa masculina voz que me hacía raramente sentir como una verdadera mujer.
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Tras jalar de sus manos había caído sobre su pecho, aferrándose a él. Él no pudo evitar abrazarla con suavidad pensando en que poco a poco se iba afianzando ese encuentro, con contactos cada vez más próximos. Realmente esa chica le hacía despertar cosas que rara vez sentía, quería protegerla del frío y de cualquiera que ose lastimarla; quería lleváserla lejos de ahí a un lugar en el que estuvieran los dos solos; quería pasar todo el tiempo posible con ella; quería... simplemente la quería para él en ese instante.
Estaba confundido, no solía pensar en nada más aparte de sí mismo, en nada más aparte de su gran objetivo en la vida: la más absoluta grandeza. Ahora estaba incluso teniendo sentimientos de protección sobre alguien, algo que no le solía ocurrir a menudo. Definitivamente esa chica hacía relucir lo mejor de él, hasta cosas que antes no poseía. La verdad era que se sentía realmente bien, para lo físicamente dañado que estaba. Quizás por el "calor" que esa mujer desprendía en él.
Empezaron a caminar, cogidos de la mano, hacia Drum, acercándose cada vez más, viéndose también como más gente iba en la misma dirección y se adentraban en la pequeña villa, algunos con caballos u otros animales que tiraban de carretas llenas de alimento.
De pronto ella se detuvo y consecuentemente él también al tenerla de la mano. Justo después se soltó, apartándose un poco de él,. Se cruzó de brazos y con el ceño fruncido se acercó nuevamente desafiante, increpándole por algo que "se le había olvidado". Y es que su nombre aún no se lo había dado, quería que ella se lo pidiera expresamente. Mientras se lo decía había cambiado su actitud otra vez a la de una chica tímida, dejando atrás esa actitud firme con la que se había plantado en mitad de la nieve.
-Me preguntaba cuánto tardarías en pedir mi nombre-respondió irónico, riéndose con una sonora risa que hizo que algunos se giraran a observar tal escena..-
Ya más tranquilizado, le apartó las manos de su cara, pues se había tapado con ellas, quizás ocultando lo roja que se había puesto ante él. Le "obligó" a que le mirase directamente sujetando sus muñecas para que pudiera volver a cubrirse su bonito rostro. Con una mirada profunda que cambiaba de objetivo, observando primero su ojo izquierdo, después sus labios y finalmente su ojo derecho, formando así un pequeño triángulo imaginario en su rostro. Finalmente clavó sus ojos de color ámbar en los suyos azules intentando reconfortarla sólo con sus ojos para hacerlo posteriormente con su voz. Bajó sus muñecas muy despacio soltándolas al final. Sonrió levemente.
- Te dije que no tenías de qué preocuparte -afirmó rotundamente.- Eso me incluye a mí -continuó riendo un poco.-Me llamo Crimson-tras ésto hizo una breve pausa en la que soltó un casi inaudible suspiro.- No sé tú, pero estoy cansado de caminar... ¿Y si subimos a uno de esos carros?.-
Sin esperar a su respuesta, sea tanto afirmativa o negativa la tomó por la cintura, apretándola contra él y levántandola del suelo. Con la otra mano se sujetó a la tela que cubría las mercancías que pudieran llevar y sobresalía lo suficiente como para pudiera llegar con sólo estirar el brazo. Tirando con fuerza hizo subir a ambos con pequeño salto a la parte trasera. El sitio en sí era bastante cómodo, al parecer transportaban hojas de las árboles de cerezo que habían por todo el lugar por lo que las bolsas que las llevaban servían de improvisados sillones.
No tardó en venir el dueño de todo eso, que se bajó de una de las mulas que tiraban del carro y venía soltando distintos improperios acerca de su madre, una sirena llamada Ruby que lo adoptó hace ya mucho tiempo. Crimson le ignoraba totalmente, solo podía mirarla a ella. Lo que hizo que se enfadara aún más. El pelinegro simplemente le tomó del cuello de la camisa con fuerza, haciendo que se callase. Le soltó y le "sacudió" la camisa por dónde lo había agarrado con algo de desprecio en tal acción. Sacó de su bolsillo 100 berries y se lo dio estampando su mano contra el pecho de aquél viejo que se tambaleó hacia atrás cogiendo el dinero.
-Sigue hasta Drum, ahí tienes el precio del viaje más que pagado-dijo el pirata que no si quiera había aparado los ojos de Eve en toda la "transacción"-Bueno, cuéntame algo de ti. No pareces ser de aquí-continuó volviendo a ignorar al viejo.-
Se tumbó sobre las bolsas llenas de pétalos rosados, con las manos detrás de la cabeza mirando al cielo y a Eve. Realmente le costaba mucho dejar de observarla, era una acción de la que nunca se cansaba de repetir.
Estaba confundido, no solía pensar en nada más aparte de sí mismo, en nada más aparte de su gran objetivo en la vida: la más absoluta grandeza. Ahora estaba incluso teniendo sentimientos de protección sobre alguien, algo que no le solía ocurrir a menudo. Definitivamente esa chica hacía relucir lo mejor de él, hasta cosas que antes no poseía. La verdad era que se sentía realmente bien, para lo físicamente dañado que estaba. Quizás por el "calor" que esa mujer desprendía en él.
Empezaron a caminar, cogidos de la mano, hacia Drum, acercándose cada vez más, viéndose también como más gente iba en la misma dirección y se adentraban en la pequeña villa, algunos con caballos u otros animales que tiraban de carretas llenas de alimento.
De pronto ella se detuvo y consecuentemente él también al tenerla de la mano. Justo después se soltó, apartándose un poco de él,. Se cruzó de brazos y con el ceño fruncido se acercó nuevamente desafiante, increpándole por algo que "se le había olvidado". Y es que su nombre aún no se lo había dado, quería que ella se lo pidiera expresamente. Mientras se lo decía había cambiado su actitud otra vez a la de una chica tímida, dejando atrás esa actitud firme con la que se había plantado en mitad de la nieve.
-Me preguntaba cuánto tardarías en pedir mi nombre-respondió irónico, riéndose con una sonora risa que hizo que algunos se giraran a observar tal escena..-
Ya más tranquilizado, le apartó las manos de su cara, pues se había tapado con ellas, quizás ocultando lo roja que se había puesto ante él. Le "obligó" a que le mirase directamente sujetando sus muñecas para que pudiera volver a cubrirse su bonito rostro. Con una mirada profunda que cambiaba de objetivo, observando primero su ojo izquierdo, después sus labios y finalmente su ojo derecho, formando así un pequeño triángulo imaginario en su rostro. Finalmente clavó sus ojos de color ámbar en los suyos azules intentando reconfortarla sólo con sus ojos para hacerlo posteriormente con su voz. Bajó sus muñecas muy despacio soltándolas al final. Sonrió levemente.
- Te dije que no tenías de qué preocuparte -afirmó rotundamente.- Eso me incluye a mí -continuó riendo un poco.-Me llamo Crimson-tras ésto hizo una breve pausa en la que soltó un casi inaudible suspiro.- No sé tú, pero estoy cansado de caminar... ¿Y si subimos a uno de esos carros?.-
Sin esperar a su respuesta, sea tanto afirmativa o negativa la tomó por la cintura, apretándola contra él y levántandola del suelo. Con la otra mano se sujetó a la tela que cubría las mercancías que pudieran llevar y sobresalía lo suficiente como para pudiera llegar con sólo estirar el brazo. Tirando con fuerza hizo subir a ambos con pequeño salto a la parte trasera. El sitio en sí era bastante cómodo, al parecer transportaban hojas de las árboles de cerezo que habían por todo el lugar por lo que las bolsas que las llevaban servían de improvisados sillones.
No tardó en venir el dueño de todo eso, que se bajó de una de las mulas que tiraban del carro y venía soltando distintos improperios acerca de su madre, una sirena llamada Ruby que lo adoptó hace ya mucho tiempo. Crimson le ignoraba totalmente, solo podía mirarla a ella. Lo que hizo que se enfadara aún más. El pelinegro simplemente le tomó del cuello de la camisa con fuerza, haciendo que se callase. Le soltó y le "sacudió" la camisa por dónde lo había agarrado con algo de desprecio en tal acción. Sacó de su bolsillo 100 berries y se lo dio estampando su mano contra el pecho de aquél viejo que se tambaleó hacia atrás cogiendo el dinero.
-Sigue hasta Drum, ahí tienes el precio del viaje más que pagado-dijo el pirata que no si quiera había aparado los ojos de Eve en toda la "transacción"-Bueno, cuéntame algo de ti. No pareces ser de aquí-continuó volviendo a ignorar al viejo.-
Se tumbó sobre las bolsas llenas de pétalos rosados, con las manos detrás de la cabeza mirando al cielo y a Eve. Realmente le costaba mucho dejar de observarla, era una acción de la que nunca se cansaba de repetir.
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No pensaba en otra cosa que no sea salir de este estado de chica tímida, de chica frágil y en ausencia de la autoridad que siempre yo proclamaba en un día a día, como la gran militar que era. Tenía a mi mando a muchos aprendices, algunos aprendían de mis tonterías, me llevaba muy bien con ellos, me iban a ver a mi guarida en el Gobierno, era todo muy feliz. Pero a la hora de las órdenes, soy la peor, la más sádica, la más pesada, la más egoísta e injusta. Y eso, hacía pensar que esta chica toda roja en su rostro, no era más que una farsante de lo que era la Eve original, ruda, fuerte y decidida, a ser una mujer tímida, avergonzada y tierna. No habían pasado más de un par de segundos para que todo se torne aún más ardiente para mi pobre cuerpo, que ya suficiente tenía con tanta presión y vergüenza. Al estar tapada, con mis delicadas manos de samurái, cubriendo los orbes negros privándoles de la vista, escuché cómo el pelinegro tomaba como chiste mi pregunta, ciertamente me pareció un poco gracioso ya que, no sé como no lo había hecho antes.
En cuanto sus palabras terminaron de ser recitadas por esa grave y varonil voz, mis sentidos se agudizaron bastante, sabía que vendría a por mí, ya que, sentí su presencia aún más cerca en comparación a como estaba al decir lo anteriormente mencionado. Hasta que… mis pequeñas extremidades fueron extraídas de mi rostro, para darme visión clara a la cara del chico, eso me hizo quedarme en un estado de shock por varios minutos, no sentía nada, solo le veía la cara, sin un enfoque claro.
Soltó suavemente mis manos agarradas por la muñeca, al llegar a la parte inferior de mi tronco. Para… aclararme nuevamente mi preocupación tonta, y declararme su nombre. Crimson, ese era, ¿Cómo se pronunciaba?, empecé a desvariar en mi propia mente, aún como una estatua sin saber cómo reaccionar y como responder a su respuesta a mi pregunta, o darle una opinión al respecto.
Y cómo no, nuevamente “Crim” ahora tomaba la delantera, sacándome de mi estado erguido y paralizado, tomándome desde la cintura fuertemente para llevarme hacia él, me puse aún más nerviosa, no solía preguntarle a dios las cosas, pero era necesario. -Dios, ¿Por qué me haces esto? , ¡Me voy a mojar de los puros nervios!, ¡Esto no es propio de mí!- pensé casi “gritando” en mi propia consciencia, no era llegar a un extremo, solo era aceptar la realidad, no era nada parecido a lo que por ejemplo mis subordinados no solían apreciar, si me vieran en estos momentos, pensaría que no soy yo. Algo tenía este pelinegro que me sacaba de mis casillas, que me hacía sacar mi más rara personalidad, la Eve bipolar. No pasó mucho para al darme cuenta, escuchar voces sin sentido alguno, solo le prestaba atención al tono exacto de voz de Crim, para también darme la ascurrida de saber que me encontraba sentada, en una especie de vehículo. Solo escuché un par de cosas, y todas del hombre a mi lado, que era lo único que divisaba, como si estuviera totalmente hipnotizada, embobada, cualquier otro sinónimo de un estado extraño de la mente, donde no te fijas en nada que no sea la cosa que te llame la atención infinitamente.
Se daba cuenta que yo no era de por aquí, pues es cierto. Mi lugar natal es totalmente invertido a como es esta isla, este “Reino” donde me encontraba, eran dos polos totalmente contrarios, y no solo por el medio, la vegetación, el ambiente y el clima del lugar, si no que las personas en sí, tenían un carácter mucho más versátil que la gente ególatra del Gorosei, algunos apostadores que parecieran tomárselo como un deporte, y otros simplemente viciosos de la vida. Al querer responderle, él simplemente desapareció de mi vista. Sacudí fuertemente mi cabeza con los ojos cerrados y mi boca en una forma de “s”, para pegarme una despertada del sueño en el cual me encontraba aún despierta. Y segundo a segundo, la imagen a mí volvía cada vez más lúcida, se apreciaba como recorríamos arriba de un sofisticado carretón con unos tipos de hojas, ni idea cuál eran, solo eran bonitas.
Para empezar, Crimson estaba tirado mirándome, aparté mi mirada a un lado para recuperar la compostura o volvería a caer en ese estado de vergüenza interminable para mí, ya estaba un poco… cansada de eso, mi cuerpo podría llegar al clímax antes de tiempo.
Mi mente se aclaró con una brisa, haciendo volar mis pensamientos estos cayendo en la carreta, sin perderse por suerte, solo estaban, fuera de mí, para dejarme llevar. Mi pelo se movió junto a la blanca ventisca que provenía de las montañas tan altas como un monumento de los dioses, era maravilloso estar en mi posición. Empecé a pensar, que podía ser más decidida, tomar tanto la delantera como Crim lo ha estado haciendo, ya comprendía mejor la situación, sentía… atracción hacia él, era indiscutible. Me sentía protegida a su lado, y eso que era de las mujeres las cuales odia la protección de alguien, sumamente orgullosa en ese término, pero por algo el destino te cruza a estas personas elegidas por el mismo Cupido, para flechar tu corazón, aunque sea tan apagado como la oscuridad, tan maldecido como el mismísimo diablo, tan… malo.
Tomé la decisión de… ser de piel, ser yo misma con él, no trataría de actuar. Me estiré en mi posición levemente, para acostarme al lado de “mi” chico, el cual estaba con sus manos en la nuca. A esperar que haría con mi siente acción. –Pues… soy de un lugar muy diferente a este… no estoy acostumbrada…- puse mi brazo encima de su pecho después de esto, infiltrándome en sus defensas, para acogerme en su hombro. –Pero… aquí si estoy cómoda- sonreí, mi cara se tornó muy iluminada al decir estas palabras, le estaba tomando confianza, y a juzgar cómo reaccionaría mi acompañante, me daba lo mismo. Salirme de la vida rutinaria, de mi actitud secante, era una de las cosas que buscaba hace mucho tiempo. El compartir con alguien más allá del deber, si no que en los sentimientos, en el placer quizás, o más allá, en el compromiso. –Eres... especial, yo nunca siento estas cosas...- dije apretándolo y rodeando su cuello con mi brazo libre, topando mi pelo con su mejilla.
Estaba contenta, mi cara estaba de por sí roja, pero de una manera más natural, moderada, ya todo se volvía más romántico, y por sobre todo, más bonito. Mis ojos solo se cerraban, quería de por sí tomar una siesta en su seno, como si fuera un bebé, suspirando levemente, al apretarle un poco más, desde su cuello hacia mí. Esperaba algo así al llegar a Drum, no me era fácil adaptarme a este tipo de lugares, sobre todo si vivía en el polo opuesto a esto.
En cuanto sus palabras terminaron de ser recitadas por esa grave y varonil voz, mis sentidos se agudizaron bastante, sabía que vendría a por mí, ya que, sentí su presencia aún más cerca en comparación a como estaba al decir lo anteriormente mencionado. Hasta que… mis pequeñas extremidades fueron extraídas de mi rostro, para darme visión clara a la cara del chico, eso me hizo quedarme en un estado de shock por varios minutos, no sentía nada, solo le veía la cara, sin un enfoque claro.
Soltó suavemente mis manos agarradas por la muñeca, al llegar a la parte inferior de mi tronco. Para… aclararme nuevamente mi preocupación tonta, y declararme su nombre. Crimson, ese era, ¿Cómo se pronunciaba?, empecé a desvariar en mi propia mente, aún como una estatua sin saber cómo reaccionar y como responder a su respuesta a mi pregunta, o darle una opinión al respecto.
Y cómo no, nuevamente “Crim” ahora tomaba la delantera, sacándome de mi estado erguido y paralizado, tomándome desde la cintura fuertemente para llevarme hacia él, me puse aún más nerviosa, no solía preguntarle a dios las cosas, pero era necesario. -Dios, ¿Por qué me haces esto? , ¡Me voy a mojar de los puros nervios!, ¡Esto no es propio de mí!- pensé casi “gritando” en mi propia consciencia, no era llegar a un extremo, solo era aceptar la realidad, no era nada parecido a lo que por ejemplo mis subordinados no solían apreciar, si me vieran en estos momentos, pensaría que no soy yo. Algo tenía este pelinegro que me sacaba de mis casillas, que me hacía sacar mi más rara personalidad, la Eve bipolar. No pasó mucho para al darme cuenta, escuchar voces sin sentido alguno, solo le prestaba atención al tono exacto de voz de Crim, para también darme la ascurrida de saber que me encontraba sentada, en una especie de vehículo. Solo escuché un par de cosas, y todas del hombre a mi lado, que era lo único que divisaba, como si estuviera totalmente hipnotizada, embobada, cualquier otro sinónimo de un estado extraño de la mente, donde no te fijas en nada que no sea la cosa que te llame la atención infinitamente.
Se daba cuenta que yo no era de por aquí, pues es cierto. Mi lugar natal es totalmente invertido a como es esta isla, este “Reino” donde me encontraba, eran dos polos totalmente contrarios, y no solo por el medio, la vegetación, el ambiente y el clima del lugar, si no que las personas en sí, tenían un carácter mucho más versátil que la gente ególatra del Gorosei, algunos apostadores que parecieran tomárselo como un deporte, y otros simplemente viciosos de la vida. Al querer responderle, él simplemente desapareció de mi vista. Sacudí fuertemente mi cabeza con los ojos cerrados y mi boca en una forma de “s”, para pegarme una despertada del sueño en el cual me encontraba aún despierta. Y segundo a segundo, la imagen a mí volvía cada vez más lúcida, se apreciaba como recorríamos arriba de un sofisticado carretón con unos tipos de hojas, ni idea cuál eran, solo eran bonitas.
Para empezar, Crimson estaba tirado mirándome, aparté mi mirada a un lado para recuperar la compostura o volvería a caer en ese estado de vergüenza interminable para mí, ya estaba un poco… cansada de eso, mi cuerpo podría llegar al clímax antes de tiempo.
Mi mente se aclaró con una brisa, haciendo volar mis pensamientos estos cayendo en la carreta, sin perderse por suerte, solo estaban, fuera de mí, para dejarme llevar. Mi pelo se movió junto a la blanca ventisca que provenía de las montañas tan altas como un monumento de los dioses, era maravilloso estar en mi posición. Empecé a pensar, que podía ser más decidida, tomar tanto la delantera como Crim lo ha estado haciendo, ya comprendía mejor la situación, sentía… atracción hacia él, era indiscutible. Me sentía protegida a su lado, y eso que era de las mujeres las cuales odia la protección de alguien, sumamente orgullosa en ese término, pero por algo el destino te cruza a estas personas elegidas por el mismo Cupido, para flechar tu corazón, aunque sea tan apagado como la oscuridad, tan maldecido como el mismísimo diablo, tan… malo.
Tomé la decisión de… ser de piel, ser yo misma con él, no trataría de actuar. Me estiré en mi posición levemente, para acostarme al lado de “mi” chico, el cual estaba con sus manos en la nuca. A esperar que haría con mi siente acción. –Pues… soy de un lugar muy diferente a este… no estoy acostumbrada…- puse mi brazo encima de su pecho después de esto, infiltrándome en sus defensas, para acogerme en su hombro. –Pero… aquí si estoy cómoda- sonreí, mi cara se tornó muy iluminada al decir estas palabras, le estaba tomando confianza, y a juzgar cómo reaccionaría mi acompañante, me daba lo mismo. Salirme de la vida rutinaria, de mi actitud secante, era una de las cosas que buscaba hace mucho tiempo. El compartir con alguien más allá del deber, si no que en los sentimientos, en el placer quizás, o más allá, en el compromiso. –Eres... especial, yo nunca siento estas cosas...- dije apretándolo y rodeando su cuello con mi brazo libre, topando mi pelo con su mejilla.
Estaba contenta, mi cara estaba de por sí roja, pero de una manera más natural, moderada, ya todo se volvía más romántico, y por sobre todo, más bonito. Mis ojos solo se cerraban, quería de por sí tomar una siesta en su seno, como si fuera un bebé, suspirando levemente, al apretarle un poco más, desde su cuello hacia mí. Esperaba algo así al llegar a Drum, no me era fácil adaptarme a este tipo de lugares, sobre todo si vivía en el polo opuesto a esto.
Crimson
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Apartó la mirada de la suya, queriendo evitar esa hipnótica conexión que se producía en cuanto sus ojos se cruzaban y se fijaban los unos sobre los otros, una atracción magnética de dos polos opuestos que se aferran entre sí para autocompletarse, suplir las carencias con una unión. Crimson también se deshizo de ese hechizo cuando ella giró la cabeza así que simplemente continuó con sus vistas a las alturas.
Ella también hizo lo mismo que él hizo con anterioridad, tumbándose y estirándose sobre las bolsas llenas pétalos. Después se recostó y se apegó a él, tomando ahora la iniciativa, juntando su cuerpo contra el suyo colocando el brazo izquierdo sobre el torso del pelinegro acercándose a su hombro para rodearle con el hombro respondiendo a su pregunta diciendo que no era de ahí pero que en ese instante estaba realmente cómoda, refiriéndose a la posición en la que se encontraban ambos.
No iba a quedarse atrás y la rodeó con su brazo derecho por encima del hombro pegándola, más si cabe. Quería estar lo más próximo a ella posible, quería sentirla como se abrazaba queriendo buscar refugio en él. Quedaron abrazados entre sí como dos tortolitos en su primera cita. Ésta probablemente no haya sido la primera intención de ninguno de los dos en primera instancia pero poco a poco parecía ir convirtiéndose en una, tanto si eran conscientes de ello como si no.
-"Tus subordinados se burlarían de ti por tanta pomposidad, tanto romanticismo y de lo empalagoso que se está volviendo todo con esa chica. Sin embargo te da igual, en parte porque les pegarías una paliza que recordarían el resto de sus vidas, pero no es por eso aunque sigues desconociendo el motivo exacto. ¿Qué estás haciendo?. Ni tu mismo lo sabes. No eres capaz de ver a través de ti. No eres tú. No te reconozco".-escuchaba en su cabeza aunque hacía caso omiso de ello, no tenía tiempo de pensar.-.
Regresando al encuentro que estaba teniendo con su “pareja”(todavía no sabía si llamarla así). Observando el inmenso cielo azul teñido de leves trazos negros que se debían a las delgadas hebras brunas que se movían por la helada brisa delante de sus pupilas grisáceas. Todo un contraste de colores en la escala de grises. No pudo evitar enterrar su nariz sobre esa sombría cabellera, respirando profundamente, sintiendo su olor que le encantaba, aderezado, además, con el aroma que desprendían los cerezos y que se impregnaban en ella. Al parecer ya no tenía su gorro.
Se sentía realmente bien y no sólo porque el calor corporal que proyectaba sobre su cuerpo helado. Era algo más, algo que le reconfortaba, su simple estancia ahí parecía ser suficiente para reanimarlo y salvarle de la misma muerte, sacarle de las puertas del purgatorio en la que se hallaba no hace mucho. Al final resultaría ser cierto que estaba casi irreconocible, jamás había sido tan “cálido” con una mujer, esa pelirroja le cambiaba.
Con la mano izquierda cogió parte de su vestido, a la altura de la cintura y con la derecha, balanceándose ligeramente, logró colocarla encima de él, tumbada sobre su pecho abrazándola con fuerza, con una mano en la cintura y la otra sobre su cuello, acariciando su melena que caía sobre él.
-No te vas a escapar nunca de mí, no te lo permitiré-dijo Crimson en parte bromeando y en parte serio, no quería alejarse de ella.-
La tomó de la cabeza y la cintura, con firmeza, cómo había prometido no iba a dejarla escapar por lo que la sujetaría bien. Bajó ligera y sutilmente la cabeza de la chica, inclinándola hacia abajo, levantando el la suya para besarla profundamente dejándose de más rodeos. Esos labios le llevaban llamando desde que los vio, como si de un canto de sirena atrayendo marineros se tratase, que al entrar en contacto con los suyos... pudo sentir lo mismo que el primer trago de vino tras el desierto. Sin embargo eso no saciaría su “sed”, quería probar más de ese néctar. Mientras aún seguía besándola, sus manos iban bajando poco a poco por su cintura, tocando cada parte de su firme y esbelto cuerpo, no se detendría por...
-¡A ver parejita!, que ya hemos llegado al pueblo, sólo me has pagado para llegar hasta aquí, no para que te haga un tour...- dijo el viejo, callando de pronto al ver levantándose al pirata.-
Se había incorporado dispuesto a golpearlo hasta la muerte. Ese imbécil no paraba de interrumpir y era lo que se merecía por su parte.
Ella también hizo lo mismo que él hizo con anterioridad, tumbándose y estirándose sobre las bolsas llenas pétalos. Después se recostó y se apegó a él, tomando ahora la iniciativa, juntando su cuerpo contra el suyo colocando el brazo izquierdo sobre el torso del pelinegro acercándose a su hombro para rodearle con el hombro respondiendo a su pregunta diciendo que no era de ahí pero que en ese instante estaba realmente cómoda, refiriéndose a la posición en la que se encontraban ambos.
No iba a quedarse atrás y la rodeó con su brazo derecho por encima del hombro pegándola, más si cabe. Quería estar lo más próximo a ella posible, quería sentirla como se abrazaba queriendo buscar refugio en él. Quedaron abrazados entre sí como dos tortolitos en su primera cita. Ésta probablemente no haya sido la primera intención de ninguno de los dos en primera instancia pero poco a poco parecía ir convirtiéndose en una, tanto si eran conscientes de ello como si no.
-"Tus subordinados se burlarían de ti por tanta pomposidad, tanto romanticismo y de lo empalagoso que se está volviendo todo con esa chica. Sin embargo te da igual, en parte porque les pegarías una paliza que recordarían el resto de sus vidas, pero no es por eso aunque sigues desconociendo el motivo exacto. ¿Qué estás haciendo?. Ni tu mismo lo sabes. No eres capaz de ver a través de ti. No eres tú. No te reconozco".-escuchaba en su cabeza aunque hacía caso omiso de ello, no tenía tiempo de pensar.-.
Regresando al encuentro que estaba teniendo con su “pareja”(todavía no sabía si llamarla así). Observando el inmenso cielo azul teñido de leves trazos negros que se debían a las delgadas hebras brunas que se movían por la helada brisa delante de sus pupilas grisáceas. Todo un contraste de colores en la escala de grises. No pudo evitar enterrar su nariz sobre esa sombría cabellera, respirando profundamente, sintiendo su olor que le encantaba, aderezado, además, con el aroma que desprendían los cerezos y que se impregnaban en ella. Al parecer ya no tenía su gorro.
Se sentía realmente bien y no sólo porque el calor corporal que proyectaba sobre su cuerpo helado. Era algo más, algo que le reconfortaba, su simple estancia ahí parecía ser suficiente para reanimarlo y salvarle de la misma muerte, sacarle de las puertas del purgatorio en la que se hallaba no hace mucho. Al final resultaría ser cierto que estaba casi irreconocible, jamás había sido tan “cálido” con una mujer, esa pelirroja le cambiaba.
Con la mano izquierda cogió parte de su vestido, a la altura de la cintura y con la derecha, balanceándose ligeramente, logró colocarla encima de él, tumbada sobre su pecho abrazándola con fuerza, con una mano en la cintura y la otra sobre su cuello, acariciando su melena que caía sobre él.
-No te vas a escapar nunca de mí, no te lo permitiré-dijo Crimson en parte bromeando y en parte serio, no quería alejarse de ella.-
La tomó de la cabeza y la cintura, con firmeza, cómo había prometido no iba a dejarla escapar por lo que la sujetaría bien. Bajó ligera y sutilmente la cabeza de la chica, inclinándola hacia abajo, levantando el la suya para besarla profundamente dejándose de más rodeos. Esos labios le llevaban llamando desde que los vio, como si de un canto de sirena atrayendo marineros se tratase, que al entrar en contacto con los suyos... pudo sentir lo mismo que el primer trago de vino tras el desierto. Sin embargo eso no saciaría su “sed”, quería probar más de ese néctar. Mientras aún seguía besándola, sus manos iban bajando poco a poco por su cintura, tocando cada parte de su firme y esbelto cuerpo, no se detendría por...
-¡A ver parejita!, que ya hemos llegado al pueblo, sólo me has pagado para llegar hasta aquí, no para que te haga un tour...- dijo el viejo, callando de pronto al ver levantándose al pirata.-
Se había incorporado dispuesto a golpearlo hasta la muerte. Ese imbécil no paraba de interrumpir y era lo que se merecía por su parte.
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Hace mucho que no me sentía tan correspondida, no de esta forma, como si mi oscuro corazón estuviera agradeciéndome con cada latido, lleno de esa turbulenta sangre que se lanza a una gran velocidad hacia todo mi cuerpo para llevar a cabo mis manifestaciones amorosas en ese momento. Las cosas se estaban tornando un tanto románticas, los pétalos, el clima, ese abrazo. Todo, conllevaba a una bonita y tierna escena de romanticismo puro, donde dos almas se estaban entrelazando en sí para formar algo que jamás se había visto, como ver a la muerte en una “relación” de las que se envidian hoy en día, las cuales busca mucha gente, esas relaciones tan… pre destinadas, o nunca mejor dicho, elegidas por el mismo dios de este gran universo.
El paisaje complementaba enormemente mi vista, la ventisca pasaba suavemente por la madera de la carreta, estas sonaban al topar con el suelo, gracias a sus ruedas casi inestables. Pero esas cosas no importaban, tanta superficialidad no era para mí, ni mucho menos, para Crimson, que no creo se esté preocupando de esto. Era todo perfecto, inclusive, me dijo algo que estremeció mi corazón, causándome una grata sonrisa, nada podría cambiarme ese sentimiento.
Hasta que, algo inesperado sucedió, con una actitud un tanto agresiva, pero muy agradable a mi personalidad, me tomó para hacerme quedar arriba de él, nunca había estado en una situación así de comprometedora, de hecho, mi cuerpo sentía todo el “amor” que estaba sintiendo el pelinegro en ese momento.
Después de una oración de amor, me empecé a acalorar, mi cuerpo subía y subía la temperatura forzadamente, hasta el punto donde nuestros cuerpos daban a florecer la reacción del momento, donde… realmente, mi cuerpo empezó a dar sus frutos con ese sentimiento cálido. Y algo que totalmente tenía en mente yo hace un momento, dio sus frutos. Me besó, y para corresponderle, le besé también. Me puse roja como tomate, pero solamente mis pómulos, cerré mis ojos para dejarme llevar por el grato y bonito momento, esos labios estaban tan cómodos que no parecían de un hombre, si no de el mismo Cupido, de un ángel que te flecha con un truco, con algo inexplicable.
Ciertamente, algo me tenía inquieta, puesto que era muy susceptible a este tipo de situaciones, y me empecé a mover un poco, mientras sentía las manos de mi acompañante actual de un besuqueo, bajar por mi delicado cuerpo, hasta el punto de llegar casi, pero casi a mi trasero. Me estaba empezando a mojar, y era muy notorio, puesto que mis callados gemidos eran algo que llamaba la atención.
Y todo ese momento lindo, bonito, especial, se rompió gracias a un hijo de puta. Crim me apartó de una forma sorpresiva, para encarar al tipo de la carreta. Se merecía la muerte, y yo era la indicada para dársela. Puede sonar injusto, hasta penoso, pero nadie, NADIE interrumpirá un momento de felicidad en la cual la muerte se sienta a gusto. Me puse de pié, estabilizándome para mirar fijamente al viejo. Aparté a Crimson con la mano izquierda, para dar un salto abajo del transporte. –Nadie… nadie…- era el momento de pagar, conllevaría mi más terrible técnica para hacerle demostrar que no se juega con la muerte, que se le teme, que se le debería tener un mínimo de respeto para poder convivir con ella, que no se le debe intervenir, hasta interrumpir en su camino era indebido.
Desenvainé a la velocidad de dios a Neptuno, para dar inicio a la más poderosa técnica de mi arsenal, atacando frenéticamente a sus nueve puntos vitales. Esto de por sí, no podría ser visto por alguien sin los bastantes reflejos como para darle pie a que pueda… apreciar la masacre corporal, llevada a cabo por mi preciosa espada. Cada filo era acompañado de un morboso sonido, cortando y cortando. Para desmembrarlo de sí mismo, como un títere, como un peluche de felpa, como papel con tijeras. La sangre revoloteó por todos lados, mis ojos se tornaban más fuertes de lo común, y hasta… con un negro satinado entre ellos. Al terminar el frenesí, sacudí a mi espada para sacar la sangre del recién desmembrado y muerto tipo. –Nadie juega con la muerte- terminando mi frase, con un tono de voz bastante serio, envainando nuevamente a Neptuno en su lugar.
Otra vez, cambiando de actitud, miré dándome la vuelta a mi anterior gran besador, con una cara húmeda, roja, jugando con mis pies entre la blanca nieve. Con mis manos atrás, nerviosa, demostrando que el beso anterior realmente me dejó “mal”, me estaba mojando, y no era excusa para no dejar de estarlo el haber asesinado a ese tipo, de hecho, lo complementaba. Nerviosa, mirando hacia abajo en dirección a la izquierda, donde se encontraba la Villa más cercana, musité algunas palabras.
-Etto... , ya llegamos, ¿no?- reí un poco en una intensidad de sonido bastante baja, cerrando los ojos por un segundo, subiendo mis pómulos acalorados cubiertos de una gran temperatura que se hacía notar a través de mi piel. Realmente estaba casi explotando de los nervios, este chico me ponía demasiado rara, hasta cambiaba de personalidad cada diez segundos, en fin, quién me entendería, quién se quedaría con una chica tan rara como yo.
El paisaje complementaba enormemente mi vista, la ventisca pasaba suavemente por la madera de la carreta, estas sonaban al topar con el suelo, gracias a sus ruedas casi inestables. Pero esas cosas no importaban, tanta superficialidad no era para mí, ni mucho menos, para Crimson, que no creo se esté preocupando de esto. Era todo perfecto, inclusive, me dijo algo que estremeció mi corazón, causándome una grata sonrisa, nada podría cambiarme ese sentimiento.
Hasta que, algo inesperado sucedió, con una actitud un tanto agresiva, pero muy agradable a mi personalidad, me tomó para hacerme quedar arriba de él, nunca había estado en una situación así de comprometedora, de hecho, mi cuerpo sentía todo el “amor” que estaba sintiendo el pelinegro en ese momento.
Después de una oración de amor, me empecé a acalorar, mi cuerpo subía y subía la temperatura forzadamente, hasta el punto donde nuestros cuerpos daban a florecer la reacción del momento, donde… realmente, mi cuerpo empezó a dar sus frutos con ese sentimiento cálido. Y algo que totalmente tenía en mente yo hace un momento, dio sus frutos. Me besó, y para corresponderle, le besé también. Me puse roja como tomate, pero solamente mis pómulos, cerré mis ojos para dejarme llevar por el grato y bonito momento, esos labios estaban tan cómodos que no parecían de un hombre, si no de el mismo Cupido, de un ángel que te flecha con un truco, con algo inexplicable.
Ciertamente, algo me tenía inquieta, puesto que era muy susceptible a este tipo de situaciones, y me empecé a mover un poco, mientras sentía las manos de mi acompañante actual de un besuqueo, bajar por mi delicado cuerpo, hasta el punto de llegar casi, pero casi a mi trasero. Me estaba empezando a mojar, y era muy notorio, puesto que mis callados gemidos eran algo que llamaba la atención.
Y todo ese momento lindo, bonito, especial, se rompió gracias a un hijo de puta. Crim me apartó de una forma sorpresiva, para encarar al tipo de la carreta. Se merecía la muerte, y yo era la indicada para dársela. Puede sonar injusto, hasta penoso, pero nadie, NADIE interrumpirá un momento de felicidad en la cual la muerte se sienta a gusto. Me puse de pié, estabilizándome para mirar fijamente al viejo. Aparté a Crimson con la mano izquierda, para dar un salto abajo del transporte. –Nadie… nadie…- era el momento de pagar, conllevaría mi más terrible técnica para hacerle demostrar que no se juega con la muerte, que se le teme, que se le debería tener un mínimo de respeto para poder convivir con ella, que no se le debe intervenir, hasta interrumpir en su camino era indebido.
-Battou jutsu : Flashing the Nine Dragon Heads-
Desenvainé a la velocidad de dios a Neptuno, para dar inicio a la más poderosa técnica de mi arsenal, atacando frenéticamente a sus nueve puntos vitales. Esto de por sí, no podría ser visto por alguien sin los bastantes reflejos como para darle pie a que pueda… apreciar la masacre corporal, llevada a cabo por mi preciosa espada. Cada filo era acompañado de un morboso sonido, cortando y cortando. Para desmembrarlo de sí mismo, como un títere, como un peluche de felpa, como papel con tijeras. La sangre revoloteó por todos lados, mis ojos se tornaban más fuertes de lo común, y hasta… con un negro satinado entre ellos. Al terminar el frenesí, sacudí a mi espada para sacar la sangre del recién desmembrado y muerto tipo. –Nadie juega con la muerte- terminando mi frase, con un tono de voz bastante serio, envainando nuevamente a Neptuno en su lugar.
Otra vez, cambiando de actitud, miré dándome la vuelta a mi anterior gran besador, con una cara húmeda, roja, jugando con mis pies entre la blanca nieve. Con mis manos atrás, nerviosa, demostrando que el beso anterior realmente me dejó “mal”, me estaba mojando, y no era excusa para no dejar de estarlo el haber asesinado a ese tipo, de hecho, lo complementaba. Nerviosa, mirando hacia abajo en dirección a la izquierda, donde se encontraba la Villa más cercana, musité algunas palabras.
-Etto... , ya llegamos, ¿no?- reí un poco en una intensidad de sonido bastante baja, cerrando los ojos por un segundo, subiendo mis pómulos acalorados cubiertos de una gran temperatura que se hacía notar a través de mi piel. Realmente estaba casi explotando de los nervios, este chico me ponía demasiado rara, hasta cambiaba de personalidad cada diez segundos, en fin, quién me entendería, quién se quedaría con una chica tan rara como yo.
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Iba a darle una paliza como poco, de verdad había conseguido sacarle de sus casillas, a Crimson no se le interrumpe, menos cuando está con un mujer y mucho menos aún cuando está con esta mujer en concreto. Al fin había salido su lado más “auténtico”, con su sonrisa ladeada se dirigía hacia el asustado viejo que no podía ni correr por el miedo que le transmitía su sola presencia o quizás la que se encontraba detrás del pelirrojo pues en ese momento ella se le adelantó con los ojos clavados sobre el que los había interrumpido hace unos instantes ante el desconcierto del pirata que no se esperaba esa reacción de ella.
Desprendía la misma aura oscura que ituvo hace unos instantes cuando le "salvó" de caer al suelo, aún recordaba como hace un rato cuando con un solo y rápido movimiento logró enviarlo por los aires.
Iba a torturarlo, o eso creía. Al grito de “¡Nadie juega con la muerte!” y con una sagaz movida, casi imperceptible a ojos corrientes, estaba atacando a distintos puntos vitales. En un pestañeo ya había liquidado a ese hombre, despedazándolo, dejando toda la superficie llena del líquido vital humano, que teñía la nieve, formando un gran espectáculo en aquel pueblo nada acostumbrado a ver toda una masacre delante de las puertas de sus humildes casas. Los pocos que vieron tal escena corrieron despavoridos a esconderse, no querían despertar la cólera de esa imponente morena.
Él en cambio y en contra de los que muchos pensarían estaba encantado con esa faceta suya, muy opuesta a la más infantil que solía mostrar hasta entonces, sobre todo delante de él. Ese contraste de mujer sádica y violenta con el de niña tímida y frágil era algo que le fascinaba y excitaba totalmente a partes iguales.
-Etto... ya llegamos, ¿no?-dijo repentinamente ella que había vuelto a su conducta anterior.-
-Estás loca-le respondió serio acercándose a ella.- Eres muy inestable y bipolar-continuó sin dejar de caminar en su dirección y poniéndole el índice en los labios.- No digas nada... Eso es justamente lo que me encanta de ti, es lo que te hace tan única y lo que te diferencia de las demás-finalizó riendo por la falsa tensión que podría haber creado.-
Volvió a sostenerla por el cuello y al cintura, bajando su mano izquierda a donde antes no había llegado, besándola ahora con más “fuerza” y más pasión que antes sobre este nuevo escenario rojo, casualmente del color que le obsesionaba. Un lugar en el que se sentía mucho más a gusto que en el anterior, más auténtico, más libre y más él mismo. Sin embargo mientras esté con ella el lugar no era lo más importante. Igualmente quería ir a un lugar un poco más privado.
Y la verdad era que el viejo, ahora cadáver, le había dejado muy cerca de donde él se hospedaba hace unos días y, si no estuvo inconsciente en el hielo más de tres días, aún debían quedarle unos dos días más para poder alojarse ahí y por tanto poder usar la habitación. Esa habitación se encontraba a solo seis o siete calles de donde estaban ellos actualmente, por lo que con sólo caminar un poco durante unos minutos llegarían.
-Ven conmigo- le dijo entonces llevándosela de la mano.- No querrás que vengan a por ti tras la masacre que has hecho-añadió sonriendo volviéndola a besar poco después.-
La arrastró por la callejuelas del pueblo de Drum, intentando evitar las zonas más concurridas y luminosas por la festividad que acontecía, escapando juntos como niños tras una travesura, felices y emocionados por su propia "travesura" particular. Huyendo ambos por la oscuridad de las estrechas calles hasta que él pueda llevarla a donde quería.
Desprendía la misma aura oscura que ituvo hace unos instantes cuando le "salvó" de caer al suelo, aún recordaba como hace un rato cuando con un solo y rápido movimiento logró enviarlo por los aires.
Iba a torturarlo, o eso creía. Al grito de “¡Nadie juega con la muerte!” y con una sagaz movida, casi imperceptible a ojos corrientes, estaba atacando a distintos puntos vitales. En un pestañeo ya había liquidado a ese hombre, despedazándolo, dejando toda la superficie llena del líquido vital humano, que teñía la nieve, formando un gran espectáculo en aquel pueblo nada acostumbrado a ver toda una masacre delante de las puertas de sus humildes casas. Los pocos que vieron tal escena corrieron despavoridos a esconderse, no querían despertar la cólera de esa imponente morena.
Él en cambio y en contra de los que muchos pensarían estaba encantado con esa faceta suya, muy opuesta a la más infantil que solía mostrar hasta entonces, sobre todo delante de él. Ese contraste de mujer sádica y violenta con el de niña tímida y frágil era algo que le fascinaba y excitaba totalmente a partes iguales.
-Etto... ya llegamos, ¿no?-dijo repentinamente ella que había vuelto a su conducta anterior.-
-Estás loca-le respondió serio acercándose a ella.- Eres muy inestable y bipolar-continuó sin dejar de caminar en su dirección y poniéndole el índice en los labios.- No digas nada... Eso es justamente lo que me encanta de ti, es lo que te hace tan única y lo que te diferencia de las demás-finalizó riendo por la falsa tensión que podría haber creado.-
Volvió a sostenerla por el cuello y al cintura, bajando su mano izquierda a donde antes no había llegado, besándola ahora con más “fuerza” y más pasión que antes sobre este nuevo escenario rojo, casualmente del color que le obsesionaba. Un lugar en el que se sentía mucho más a gusto que en el anterior, más auténtico, más libre y más él mismo. Sin embargo mientras esté con ella el lugar no era lo más importante. Igualmente quería ir a un lugar un poco más privado.
Y la verdad era que el viejo, ahora cadáver, le había dejado muy cerca de donde él se hospedaba hace unos días y, si no estuvo inconsciente en el hielo más de tres días, aún debían quedarle unos dos días más para poder alojarse ahí y por tanto poder usar la habitación. Esa habitación se encontraba a solo seis o siete calles de donde estaban ellos actualmente, por lo que con sólo caminar un poco durante unos minutos llegarían.
-Ven conmigo- le dijo entonces llevándosela de la mano.- No querrás que vengan a por ti tras la masacre que has hecho-añadió sonriendo volviéndola a besar poco después.-
La arrastró por la callejuelas del pueblo de Drum, intentando evitar las zonas más concurridas y luminosas por la festividad que acontecía, escapando juntos como niños tras una travesura, felices y emocionados por su propia "travesura" particular. Huyendo ambos por la oscuridad de las estrechas calles hasta que él pueda llevarla a donde quería.
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La brisa recubría el momento. El sádico momento. Esa nieve, estaba bañada del líquido natural del ser humano, la sangre. Esa sangre, me apasionaba en cierto modo, gracias a mi personalidad castigadora, llena de maldad, hasta, llena de pensamientos oscuros y que ama la muerte ajena. Pero, esto en mí en ese momento no estaba presente, y siquiera, algo parecido. Verme así no era para nada usual, ni siquiera casual. Verme así, era un milagro, más si estaba sonrojada, con un hombre y sonriendo junto a este, de manera natural y sin ningún escrúpulo. No pasaron más de un par de segundos cuando la voz que reinaba mis tímpanos con un tono varonil, que me encantaba por cierto, hizo su presencia sónica. Según él, estaba loca. Eso me hizo sentir ciertamente mal, iba a defenderme, a contrarrestar ese ataque verbal hacia mi persona, solo hacía lo que sentía y eso nunca fue ni será, estar loco. Pero, al momento de querer decir algo, se había acercado y tapó mis finos labios evitándoles vociferar algo.
Para quitar la tensión, de mi corazón y del ambiente, sentí un agarrón seguido de un apasionante y mojado beso. Podría decir que ha sido el mejor o uno de los mejores de toda mi vida, debido a la escases de novios que he tenido, casi nulos. El paisaje carmesí de sangre, que bañaba todo ese romántico momento, lo tornaba único. Me encantaba, y no podría estar más agradecida de eso. Sobre todo, con él, por sacarme de mis casillas y revelarme algo nuevo, que jamás, había sentido en sí.
Correspondiéndole con gratitud, ese beso fue tan mutuo que se podía sentir la fuerte química en el aire, un beso perfecto, en un momento tan inadecuado, en un momento tan… extraño. Las cosas extrañas me llaman la atención, sobre todo si no son nada convencionales. Precioso, simplemente, bello.
Al rato, después del beso, me soltó y musitó un par de palabras. Ir con él, pero ¿adónde?, era mi gran duda. En esta isla, era muy grande la variable por el dónde esconderse, pero, estábamos al lado de la ciudad. Había cometido un delito, pero nadie podría decirme nada si lo justifico como tal, al ser una gran Agente del Gobierno. No me preocupaba, en lo absoluto. Pero, el sentimiento de niña mala, que ha hecho algo no debido me llenaba el corazón de ambición, de ser perseguida y correr por mi vida, todo, junto a Crimson. Me impulsó, para hacerme correr y seguirle la corriente a todo momento. Pasamos de nuestro lugar, hacia lo desconocido. En lugares oscuros, callejones sin salida. El ambiente navideño de Drum desaparecía al ritmo que viajábamos a las sombras, llenos de una adrenalina de pareja. En estos momentos, al estar mirándole de espaldas, aprecié algo, algo inusual en él. Su espada, cómo no la había notado antes.
De gran categoría, gran filo. Única, inconfundible. Una de las Meito, se denotaba y debido a mi conocimiento de los filos, me era bastante emocionante tener una de estas enfrente de mí. Ahora, la pregunta era… ¿por qué la tenía? Como una Agente, le miré con detención, varios segundos antes de darme cuenta de quién se trataba. En los mares cardinales, era conocido como Red Stinger. Un viejo capitán de una problemática tripulación. Nunca más supe de sus miembros ni nada parecido, al parecer, todos habían muerto. Era una sorpresa encontrármelo aquí, y que tenga esa peculiar personalidad, lo era más aún. Nunca me fiaba de los piratas, los odiaba a todos, sin excepciones ni nada parecido a ello. Así que, le detuve, afirmándolo desde la muñeca, levantando un poco de nieve desde los pies, por la acción de freno. –Espera- dije, con un tono bastante serio, mi cara cambió, se tornó natural, acople a mi personalidad original, a Itami. Soltándolo, con violencia, puse mi mano derecha en mi katana izquierda, Neptuno. La usual, a Urano solamente la sacaba en casos especiales, y en apuros. Desvelando un poco de su filo, con la mano firme en el mango, hablé, mirándolo a los ojos, con una mirada de miedo, ojos sombríos y fúnebres. Voz seria, tenebrosa y tajante –Crimson, ya sé quién eres- sacando un poco más del filo –Red Stinger, antiguo capitán de Sons of Anarchy, ¿no?, he escuchado de ti, para mí no eres un pirata, sin recompensa, no mereces serlo- de manera bruta, sincera. Para mí, alguien así no debería tener el nombre ni llamarse pirata, a saber que respondería. Guardé a Neptuno, no tenía intenciones de luchar ni nada menos, solamente, aclaraba mi situación.
-Ahora, lo que sigue- caminé a su lado, con la mirada fija en sus ojos. Era ciertamente más alto que yo, y esa combinación me encantaba. -¿En qué íbamos?- con una mirada más sexy de lo común, me estaba esforzando por no parecer rara para Stinger, ni algo similar. Era muy mata pasiones una mujer ruda, agresiva y violenta. O al menos, eso creía por el prototipo social de las mujeres. Que deberían ser, o blandas, o dejadas, o débiles ante el sexo masculino. A mí no me caía eso, debía imponerme, de la manera más grande posible.
Para quitar la tensión, de mi corazón y del ambiente, sentí un agarrón seguido de un apasionante y mojado beso. Podría decir que ha sido el mejor o uno de los mejores de toda mi vida, debido a la escases de novios que he tenido, casi nulos. El paisaje carmesí de sangre, que bañaba todo ese romántico momento, lo tornaba único. Me encantaba, y no podría estar más agradecida de eso. Sobre todo, con él, por sacarme de mis casillas y revelarme algo nuevo, que jamás, había sentido en sí.
Correspondiéndole con gratitud, ese beso fue tan mutuo que se podía sentir la fuerte química en el aire, un beso perfecto, en un momento tan inadecuado, en un momento tan… extraño. Las cosas extrañas me llaman la atención, sobre todo si no son nada convencionales. Precioso, simplemente, bello.
Al rato, después del beso, me soltó y musitó un par de palabras. Ir con él, pero ¿adónde?, era mi gran duda. En esta isla, era muy grande la variable por el dónde esconderse, pero, estábamos al lado de la ciudad. Había cometido un delito, pero nadie podría decirme nada si lo justifico como tal, al ser una gran Agente del Gobierno. No me preocupaba, en lo absoluto. Pero, el sentimiento de niña mala, que ha hecho algo no debido me llenaba el corazón de ambición, de ser perseguida y correr por mi vida, todo, junto a Crimson. Me impulsó, para hacerme correr y seguirle la corriente a todo momento. Pasamos de nuestro lugar, hacia lo desconocido. En lugares oscuros, callejones sin salida. El ambiente navideño de Drum desaparecía al ritmo que viajábamos a las sombras, llenos de una adrenalina de pareja. En estos momentos, al estar mirándole de espaldas, aprecié algo, algo inusual en él. Su espada, cómo no la había notado antes.
De gran categoría, gran filo. Única, inconfundible. Una de las Meito, se denotaba y debido a mi conocimiento de los filos, me era bastante emocionante tener una de estas enfrente de mí. Ahora, la pregunta era… ¿por qué la tenía? Como una Agente, le miré con detención, varios segundos antes de darme cuenta de quién se trataba. En los mares cardinales, era conocido como Red Stinger. Un viejo capitán de una problemática tripulación. Nunca más supe de sus miembros ni nada parecido, al parecer, todos habían muerto. Era una sorpresa encontrármelo aquí, y que tenga esa peculiar personalidad, lo era más aún. Nunca me fiaba de los piratas, los odiaba a todos, sin excepciones ni nada parecido a ello. Así que, le detuve, afirmándolo desde la muñeca, levantando un poco de nieve desde los pies, por la acción de freno. –Espera- dije, con un tono bastante serio, mi cara cambió, se tornó natural, acople a mi personalidad original, a Itami. Soltándolo, con violencia, puse mi mano derecha en mi katana izquierda, Neptuno. La usual, a Urano solamente la sacaba en casos especiales, y en apuros. Desvelando un poco de su filo, con la mano firme en el mango, hablé, mirándolo a los ojos, con una mirada de miedo, ojos sombríos y fúnebres. Voz seria, tenebrosa y tajante –Crimson, ya sé quién eres- sacando un poco más del filo –Red Stinger, antiguo capitán de Sons of Anarchy, ¿no?, he escuchado de ti, para mí no eres un pirata, sin recompensa, no mereces serlo- de manera bruta, sincera. Para mí, alguien así no debería tener el nombre ni llamarse pirata, a saber que respondería. Guardé a Neptuno, no tenía intenciones de luchar ni nada menos, solamente, aclaraba mi situación.
-Ahora, lo que sigue- caminé a su lado, con la mirada fija en sus ojos. Era ciertamente más alto que yo, y esa combinación me encantaba. -¿En qué íbamos?- con una mirada más sexy de lo común, me estaba esforzando por no parecer rara para Stinger, ni algo similar. Era muy mata pasiones una mujer ruda, agresiva y violenta. O al menos, eso creía por el prototipo social de las mujeres. Que deberían ser, o blandas, o dejadas, o débiles ante el sexo masculino. A mí no me caía eso, debía imponerme, de la manera más grande posible.
Crimson
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Se detuvo en seco la chica que lo acompañaba, arrastrando un poco de ella por la nieve, derrapando al frenar y dejando dos franjas por donde habían pasado sus pies. Entonces ella tiró con fuerza de su mano, soltándose, frente al desconcierto del pelinegro por tal acción, arqueando una ceja como señal. Le dijo que ya conocía su identidad, al parecer su cambio de nombre no servía para nada pues había sido descubierto ya en varias ocasiones, estaba subestimando demasiado la inteligencia de los demás y las capacidades del gobierno o de los cazadores para rastrear a un individuo, aunque él no tenga, al menos no era sabido, ningún crimen bajo su nombre. Ella recalcó esto mismo diciendo, con severidad, que él no merecía ser llamado pirata si no tenía ninguna recompensa mientras desenfundaba su katana, aunque ésto no logró alterar a Crimson, que aún seguía muy tranquilo y confiado. Ese comentario le provocó bastante gracia puesto que él no era el que se había puesto el apelativo de "pirata", sino el mismo mundo en el que vivía. Tal parecía que no se podía embarcar con una tripulación y llevar una bandera sin conseguir ese nombre. Simplemente sonrió y negó todo, en tono de broma.
-Ese Red Stinger del que hablas debe de ser alguien muy hábil si aún sin recompensa es conocido por todo el mundo-respondió riendo.- Aunque me han comentado que es tipo bastante encantador-comentó con descaro poco después con una sonrisa, echándose el pelo hacia atrás, quedando algo más despeinado que antes.-
Ella prosiguió, cambiando de forma abrupta de tema, preguntando que a dónde se dirigían, mirándole ahora de forma más sensual y cambiando nuevamente de personalidad. No se equivocaba, ella era alguien con una personalidad cambiante e impredecible, le encantaban las mujeres así y sobretodo si tenían carácter. En realidad le gustaban todas, pero ésta tenía algo en especial, algo que hacía que poco le importara todo lo demás. Cosas como porqué se había despertado semidesnudo en mitad de la nada o dónde se encontraba su tripulación no parecían tener la más mínima relevancia si sólo conseguía estar un rato más con ella. Disfrutaba de cada segundo intensamente con esa morena de ojos que irradiaban inocencia y maldad a partes iguales e intermitentes.
-Voy a llevarte a un lugar dónde no puedan volver a interrumpirnos. En dónde podamos seguir disfrutando tu y yo de un agradable momento y en el que estés segura...-dijo haciendo una breve pausa.-... Todo lo segura que puedas estar con un pirata-terminó con un guiño descarado.-
Volvió a llevársela, ésta vez con el brazo rodeándola por la cintura y empezó a caminar hacia el sitio al cual quería ir junto a ella. Empezaron a avanzar por las calles, pasando por una de las avenidas principales por donde pasaba algunas carrozas y muchedumbre estaba a los laterales dejándola pasar por el medio. Sin ocultarse, puesto que no había ningún otro camino, salvo ir volando, algo que no le entusiasmaba porque no era alguien que usara su poder con asiduidad a no ser que lo crea estrictamente necesario. Teniendo en cuenta que se habían alejado bastante de la zona era muy poco probable que los reconocieran. Y, por una vez, no se había equivocado, no se dieron cuenta y transcurrieron su camino pasando entre tanta gente.
Finalmente llegaron, unos cuatro minutos después de cruzar el que parecía ser un festival, al pequeño hotel entrando por el Hall principal, adornado igual que el resto de la isla, aunque de forma más simple. Sacó las llaves del bolsillo trasero del pantalón y se las dio a Eve, en señal de confianza.
-Está en el segundo piso. ¿Haces los honores?-le ofreció Crimson.-
-Ese Red Stinger del que hablas debe de ser alguien muy hábil si aún sin recompensa es conocido por todo el mundo-respondió riendo.- Aunque me han comentado que es tipo bastante encantador-comentó con descaro poco después con una sonrisa, echándose el pelo hacia atrás, quedando algo más despeinado que antes.-
Ella prosiguió, cambiando de forma abrupta de tema, preguntando que a dónde se dirigían, mirándole ahora de forma más sensual y cambiando nuevamente de personalidad. No se equivocaba, ella era alguien con una personalidad cambiante e impredecible, le encantaban las mujeres así y sobretodo si tenían carácter. En realidad le gustaban todas, pero ésta tenía algo en especial, algo que hacía que poco le importara todo lo demás. Cosas como porqué se había despertado semidesnudo en mitad de la nada o dónde se encontraba su tripulación no parecían tener la más mínima relevancia si sólo conseguía estar un rato más con ella. Disfrutaba de cada segundo intensamente con esa morena de ojos que irradiaban inocencia y maldad a partes iguales e intermitentes.
-Voy a llevarte a un lugar dónde no puedan volver a interrumpirnos. En dónde podamos seguir disfrutando tu y yo de un agradable momento y en el que estés segura...-dijo haciendo una breve pausa.-... Todo lo segura que puedas estar con un pirata-terminó con un guiño descarado.-
Volvió a llevársela, ésta vez con el brazo rodeándola por la cintura y empezó a caminar hacia el sitio al cual quería ir junto a ella. Empezaron a avanzar por las calles, pasando por una de las avenidas principales por donde pasaba algunas carrozas y muchedumbre estaba a los laterales dejándola pasar por el medio. Sin ocultarse, puesto que no había ningún otro camino, salvo ir volando, algo que no le entusiasmaba porque no era alguien que usara su poder con asiduidad a no ser que lo crea estrictamente necesario. Teniendo en cuenta que se habían alejado bastante de la zona era muy poco probable que los reconocieran. Y, por una vez, no se había equivocado, no se dieron cuenta y transcurrieron su camino pasando entre tanta gente.
Finalmente llegaron, unos cuatro minutos después de cruzar el que parecía ser un festival, al pequeño hotel entrando por el Hall principal, adornado igual que el resto de la isla, aunque de forma más simple. Sacó las llaves del bolsillo trasero del pantalón y se las dio a Eve, en señal de confianza.
-Está en el segundo piso. ¿Haces los honores?-le ofreció Crimson.-
Evangelina von Steinhell
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Escuchando casi nada sus palabras, comprendí como él se tomaba todo como una broma. A lo mejor, esa era la respuesta a por qué no era un pirata buscado, solo era un bromista. Conocido, sí, buscado, no. Un verdadero pirata tiene que ser las dos, o si no, ¿para qué lo son? En fin, ese no era mi tema de preocupación. Siendo bastante gracioso, respondió como él mismo sería encantador. Me sacó una pequeña risa que ni demostré, solo asentí con la cabeza, sonriendo un poco. Mirándolo, fijamente, a esos ojos de un color tan parecido a los míos, sentía como nuestras almas se conectaban entre sí, como una rivalidad. Una rivalidad de casi, amor. Tenía un lazo en forma de rayo, negro por cierto, que batallaba hasta el fin con el contrario de poder hacerse con el control del otro. Esto, parecía ser una guerra de quién era el que tenía el control, o el hombre, o la mujer. Y al parecer, íbamos empatados.
Terminando con las semi carcajadas, él, procedió a responder mis preguntas recientemente hechas, para cambiar de tema y… aventurarnos algo más en esta fría isla, que por cierto, empezaba a darme un poco de frío. Cuidarme, de alguna manera, intentó interpretar eso. Nunca en mi vida había sucedido algo parecido, o semejante a esa acción. Era porque simplemente, me cuidaba sola. No dependía de nadie, ni menos de un macho. Para mí, era un ataque tremendo al orgullo, que alguien cuidara de ti porque no tienes el poder suficiente. Por eso entreno, para hacerme más fuerte y proteger de mí misma, tener la capacidad de matar a cualquiera, de jugar con la vida del otro. De ser la verdugo, de ser la ejecutora de almas.
Y, con un guiño que me hizo sonrojarme, terminó insinuando que un pirata cuidaría de mí. Me lo tome a medias mal y bien. Bien, porque era él. Mal, porque era un pirata. Los piratas siempre fueron lo que más odie, debido a mis malas experiencias. Luego de eso, y sin más apuros, me tomó desde la cintura, haciéndome sonrojar cada vez más. No tenía idea de cómo desenvolverme en este tipo de situaciones vergonzosas, ni menos como tratarlas. Dejándome llevar, solamente seguí su paso para no causar ningún problema que pudiera llamar la atención de los transeúntes, o de la “justicia” que era la marina. Que siempre, estaban por aquí. No me caían mal, solo que para mí eran perros rastreros, pero solo, si no tenían carácter, como suele pasar.
-Este tipo… algo me dice que esta noche no terminará como cualquier cosa. Tengo que tener cuidado, no debo perder la dignidad con algo así…- Pensé, al momento de pasar por entremedio de dos rubias señoras, esquivándolas -¿Qué debería hacer?, piensa Eve, piensa- terminando con el dudoso pensamiento. No sabía qué hacer, estaba perdida ciertamente. Las ideas se me acababan, las ocurrencias llegaban a su fin nefasto. Solo quedaba, improvisar y dejarme llevar con inteligencia, nunca bajaría la guardia a pesar de que se trate de alguien que… me atrae. Otro sentimiento, para nada recurrente en este peligroso cuerpo, y dolorosa mente.
Nos alejábamos bastante de la zona, ya no era posible que nos reconocieran por el asesinato ejecutado por mi mano momentos antes. Estaba más calmada, pero el rojo intenso de mi rostro no se iba por ningún motivo, seguía ahí, latente. Mi temperatura corporal subía cada vez más, cuando sentía la respiración de Crimson cercana a mí, por él estar sosteniéndome desde la cintura, y yo casi a la altura de sus ojos. Otro detalle, era más pequeña que él. En la era moderna, dirían que eso es una pareja ideal. Las cuales se ven tiernas juntas. Y más si ambos somos pelinegros. La duda que me recorría era si de verdad le gustaba así… o debía cambiar mi cabello, o demás. Siempre me dejé llevar por eso, o era susceptible a las críticas físicas, o femeninas.
Nunca me llevé bien con la moda, o el vestirse bien. No me preocupaba por eso, jamás me fue imprescindible en mi camino como agente del gobierno. Ahora pensaba, que me estaba perdiendo de mucho a la edad que tenía, a estos veintiún años. Pero todo ese fúnebre pensamiento, se desquebrajó al tomarnos una pausa. Mi vista se aclaró, y escuché claramente en uno de mis oídos, palabras del cabello negro a mi lado.
Aprecié con cautela el lugar, era muy parecido a la isla. Nada especial, parecía ser la recepción de un edificio de menor importancia. A lo mejor, era su guarida temporal. Ahora, debería yo tomar la iniciativa, él incitándome a tomar unas llaves, que dirigían al segundo piso, a una habitación. ¿Qué trataría de hacer? Tampoco era una chica fácil como para dar la pasada en la primera cita. Debería de averiguar primero, aunque estaba con los nervios hasta los cielos, no me dejaban expresarme bien, e iba a tartamudear. Pero intentaría de todas formas, no pierdo nada. Me alejé de él de golpe, poniéndome al frente.
Agaché la cabeza, roja, traté de escabullirme en mi bufanda, pero no la traía puesta. Ahora recordaba como andaba vestida, y me sonrojé aún más. Poniendo mis puños apretados a cada lado de mi cintura, tiritando, musité casi gritando -¡¿Qué intentas hacer?!- y poniéndome aún más temblorosa que antes –Y… yo… tengo hambre- soltando lo primero que se me vino a la cabeza, para aliviar mi nerviosismo crítico.
Comer siempre fue uno de mis placeres, y deseaba que él los supiera, que me conociera a fondo. Si quería llegar a intimar conmigo, que se lo ganara, pero primero, era la confianza y el conocimiento del contrario, para jugar bien las cartas. Formar una estrategia amorosa ideal, y así tenerme a su merced. Era frágil por dentro, a pesar de mostrarme dura, seria y con carácter fuerte. Todo esto gracias a que, nunca experimentaba este tipo de sentimientos, para mí siempre fue nuevo. Una novata en otras palabras, que se deja llevar por lo que siente, por lo primero que se le viene al “melón”.
Aún tiritaba, cerré los ojos, con miedo. Pensaba que reaccionaría mal, y que me dejaría allí botada, por mis anteriores fuertes palabras. Estaba temerosa de eso, nuestros espíritus se enlazaban tan bien, que este no sería el único día donde nos veríamos. Ya no me importaba si era un encuentro bélico o no, ahora, solo se me venía a la cabeza el pasarla con él. Poco a poco, ganándome su corazón, y él el mío. Sin desvariar, el tema éramos nosotros. El que se atreviera a interrumpirnos, como el viejo en el pasado, acabaría, con dolor.
Terminando con las semi carcajadas, él, procedió a responder mis preguntas recientemente hechas, para cambiar de tema y… aventurarnos algo más en esta fría isla, que por cierto, empezaba a darme un poco de frío. Cuidarme, de alguna manera, intentó interpretar eso. Nunca en mi vida había sucedido algo parecido, o semejante a esa acción. Era porque simplemente, me cuidaba sola. No dependía de nadie, ni menos de un macho. Para mí, era un ataque tremendo al orgullo, que alguien cuidara de ti porque no tienes el poder suficiente. Por eso entreno, para hacerme más fuerte y proteger de mí misma, tener la capacidad de matar a cualquiera, de jugar con la vida del otro. De ser la verdugo, de ser la ejecutora de almas.
Y, con un guiño que me hizo sonrojarme, terminó insinuando que un pirata cuidaría de mí. Me lo tome a medias mal y bien. Bien, porque era él. Mal, porque era un pirata. Los piratas siempre fueron lo que más odie, debido a mis malas experiencias. Luego de eso, y sin más apuros, me tomó desde la cintura, haciéndome sonrojar cada vez más. No tenía idea de cómo desenvolverme en este tipo de situaciones vergonzosas, ni menos como tratarlas. Dejándome llevar, solamente seguí su paso para no causar ningún problema que pudiera llamar la atención de los transeúntes, o de la “justicia” que era la marina. Que siempre, estaban por aquí. No me caían mal, solo que para mí eran perros rastreros, pero solo, si no tenían carácter, como suele pasar.
-Este tipo… algo me dice que esta noche no terminará como cualquier cosa. Tengo que tener cuidado, no debo perder la dignidad con algo así…- Pensé, al momento de pasar por entremedio de dos rubias señoras, esquivándolas -¿Qué debería hacer?, piensa Eve, piensa- terminando con el dudoso pensamiento. No sabía qué hacer, estaba perdida ciertamente. Las ideas se me acababan, las ocurrencias llegaban a su fin nefasto. Solo quedaba, improvisar y dejarme llevar con inteligencia, nunca bajaría la guardia a pesar de que se trate de alguien que… me atrae. Otro sentimiento, para nada recurrente en este peligroso cuerpo, y dolorosa mente.
Nos alejábamos bastante de la zona, ya no era posible que nos reconocieran por el asesinato ejecutado por mi mano momentos antes. Estaba más calmada, pero el rojo intenso de mi rostro no se iba por ningún motivo, seguía ahí, latente. Mi temperatura corporal subía cada vez más, cuando sentía la respiración de Crimson cercana a mí, por él estar sosteniéndome desde la cintura, y yo casi a la altura de sus ojos. Otro detalle, era más pequeña que él. En la era moderna, dirían que eso es una pareja ideal. Las cuales se ven tiernas juntas. Y más si ambos somos pelinegros. La duda que me recorría era si de verdad le gustaba así… o debía cambiar mi cabello, o demás. Siempre me dejé llevar por eso, o era susceptible a las críticas físicas, o femeninas.
Nunca me llevé bien con la moda, o el vestirse bien. No me preocupaba por eso, jamás me fue imprescindible en mi camino como agente del gobierno. Ahora pensaba, que me estaba perdiendo de mucho a la edad que tenía, a estos veintiún años. Pero todo ese fúnebre pensamiento, se desquebrajó al tomarnos una pausa. Mi vista se aclaró, y escuché claramente en uno de mis oídos, palabras del cabello negro a mi lado.
Aprecié con cautela el lugar, era muy parecido a la isla. Nada especial, parecía ser la recepción de un edificio de menor importancia. A lo mejor, era su guarida temporal. Ahora, debería yo tomar la iniciativa, él incitándome a tomar unas llaves, que dirigían al segundo piso, a una habitación. ¿Qué trataría de hacer? Tampoco era una chica fácil como para dar la pasada en la primera cita. Debería de averiguar primero, aunque estaba con los nervios hasta los cielos, no me dejaban expresarme bien, e iba a tartamudear. Pero intentaría de todas formas, no pierdo nada. Me alejé de él de golpe, poniéndome al frente.
Agaché la cabeza, roja, traté de escabullirme en mi bufanda, pero no la traía puesta. Ahora recordaba como andaba vestida, y me sonrojé aún más. Poniendo mis puños apretados a cada lado de mi cintura, tiritando, musité casi gritando -¡¿Qué intentas hacer?!- y poniéndome aún más temblorosa que antes –Y… yo… tengo hambre- soltando lo primero que se me vino a la cabeza, para aliviar mi nerviosismo crítico.
Comer siempre fue uno de mis placeres, y deseaba que él los supiera, que me conociera a fondo. Si quería llegar a intimar conmigo, que se lo ganara, pero primero, era la confianza y el conocimiento del contrario, para jugar bien las cartas. Formar una estrategia amorosa ideal, y así tenerme a su merced. Era frágil por dentro, a pesar de mostrarme dura, seria y con carácter fuerte. Todo esto gracias a que, nunca experimentaba este tipo de sentimientos, para mí siempre fue nuevo. Una novata en otras palabras, que se deja llevar por lo que siente, por lo primero que se le viene al “melón”.
Aún tiritaba, cerré los ojos, con miedo. Pensaba que reaccionaría mal, y que me dejaría allí botada, por mis anteriores fuertes palabras. Estaba temerosa de eso, nuestros espíritus se enlazaban tan bien, que este no sería el único día donde nos veríamos. Ya no me importaba si era un encuentro bélico o no, ahora, solo se me venía a la cabeza el pasarla con él. Poco a poco, ganándome su corazón, y él el mío. Sin desvariar, el tema éramos nosotros. El que se atreviera a interrumpirnos, como el viejo en el pasado, acabaría, con dolor.
- PARA CRIMSON:
- Este es el último post de ESTE tema, acuérdate que continuaremos en una Parte 2, así que, queda tu último post, el octavo. Abriré yo nuevamente, amor ~
Crimson
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La chica que había estado todo el rato bajo su brazo, protegida con su cuerpo estaba cada vez más roja. Aunque realmente ella no necesitara de esos cuidados, y lo había comprobado en su propia piel hace un rato, sentía la obligación de hacerlo aunque ella no se lo pidiese, realmente estaba totalmente maravillado con esa mujer, porque sí, no era ya una niña o una jovencita como las que solía cautivar. Ésta parecía más completa y más desarrollada que las demás, a pesar de que aún tenía algunos comportamientos algo infantiles cuando se trataba de tener que lidiar con la apabullante torrente de sentimientos que se despertaban entre esos dos peculiares personajes.
Una vez llegaron y le dio las llaves, pareció llenarse totalmente de nervios, exclamando mientras preguntaba qué es lo que tenía pensado hacer él con ella, totalmente rota por el nerviosismo, incluso la voz le temblaba un poco. Después buscando evadir el tema dijo que tenía hambre, entre balbuceos. Cuando tenía algo fijo en su mente era muy difícil intentar quitárselo de su objetivo y como con casi todos los objetivos que tenía, iba a conseguir llegar hasta el final. Ya le había advertido antes que nunca se libraría de él, Eve ya no podía escaparse de lo que experimentaba por ella. Sin embargo no ignoraría las peticiones de la chica, nunca lo hacía.
-Entonces empecemos por devorarnos entre nosotros-respondió sagaz como era habitual.-
Sin previo aviso empezó a besarla con algo que podía tildarse de voracidad, casi carnívora, y empujándola poco a poco contra una de las paredes del Hall, poniéndola de espaldas a la pared, chocando el pecho del joven pirata contra ella, "atrapándola" así entre sus garras, como un depredador cazando su presa. Sus manos sobre la cintura de la pelinegra bajaban poco a poco por las lumbares hasta dónde la espalda perdía su nombre, apretando con firmeza por encima del rojo vestido navideño que portaba. Los labios de Crimson resbalaban desde su boca hacia su delgado y fino cuello, jugando con la lengua sobre su blanquecina piel. Continuó así durante unos minutos, poniéndose cada vez más "acalorado". De lo próximos que estaban, incluso sus katanas chocaban ente sí por las Tsukas, como uniñensoe también a aquel festival de rozamientos.
-No pienso hacerte nada que no tengas ya en mente-le susurró al oído parando poco a poco con los besuqueos y lametones.-
Se giró dejándola levemente recostada sobre el muro de madera y se dirigió a la recepcionista acomodándose la chaqueta de cuerpo en la que tenía el Jolly Roger de su banda, llevándolo con orgullo como capitán del Red Love Machine. Si supiese dónde se encontraba su embarcación quizás la habría llevado ahí para festejar junto a ella y hacer honor al nombre de su barco como antaño tantas veces había hecho. Aunque con lo poco que la iba conociendo quizás no sera la idea más idónea teniendo en cuenta que ella no parecía estar demasiado a favor de los piratas.
-Formáis una bonita pareja, señor-dijo con una sonrisa amable la recepcionista de unos treinta y cinco años que aún guardaba rasgos de una anterior gran belleza.-
-Eso parece-respondió el pirata.-Pon el menú número cuatro para mi habitación y de paso aumenta un par de días de pensión-dijo sacando de entro sus bolsillos unas monedas de oro, suficiente como para poder pagar con todo.- Quédate con el cambio-concluyó volviendo con la única en la que pensaba ahora mismo.-
-De acuerdo-contestó ella ante sus peticiones.- Pero tenga cuidado, me han informado de un asesinato cerca de aquí por el Den Den Mushi.-
-Descuida, sabremos arreglárnoslas.-
Entonces volvió a fijar su mirada gris sobre los ojos de Eve. Otra vez sin pedir permiso, se estaba tomando quizás demasiadas confianzas, la levantó en brazos y se la llevó por las escaleras hacia la segunda planta del pequeño hotel, llevándola con cuidado por todo el recorrido para que no se golpee con nada hacia la puerta, parando delante de ella, aunque aún sin bajarla de sus brazos.
-¿Por qué no abres la puerta?. Todavía tenemos bastante tiempo hasta que traigan el pedido. Vamos a calmar nuestro apetito mientras tanto-le sugirió Crimson.-
Una vez llegaron y le dio las llaves, pareció llenarse totalmente de nervios, exclamando mientras preguntaba qué es lo que tenía pensado hacer él con ella, totalmente rota por el nerviosismo, incluso la voz le temblaba un poco. Después buscando evadir el tema dijo que tenía hambre, entre balbuceos. Cuando tenía algo fijo en su mente era muy difícil intentar quitárselo de su objetivo y como con casi todos los objetivos que tenía, iba a conseguir llegar hasta el final. Ya le había advertido antes que nunca se libraría de él, Eve ya no podía escaparse de lo que experimentaba por ella. Sin embargo no ignoraría las peticiones de la chica, nunca lo hacía.
-Entonces empecemos por devorarnos entre nosotros-respondió sagaz como era habitual.-
Sin previo aviso empezó a besarla con algo que podía tildarse de voracidad, casi carnívora, y empujándola poco a poco contra una de las paredes del Hall, poniéndola de espaldas a la pared, chocando el pecho del joven pirata contra ella, "atrapándola" así entre sus garras, como un depredador cazando su presa. Sus manos sobre la cintura de la pelinegra bajaban poco a poco por las lumbares hasta dónde la espalda perdía su nombre, apretando con firmeza por encima del rojo vestido navideño que portaba. Los labios de Crimson resbalaban desde su boca hacia su delgado y fino cuello, jugando con la lengua sobre su blanquecina piel. Continuó así durante unos minutos, poniéndose cada vez más "acalorado". De lo próximos que estaban, incluso sus katanas chocaban ente sí por las Tsukas, como uniñensoe también a aquel festival de rozamientos.
-No pienso hacerte nada que no tengas ya en mente-le susurró al oído parando poco a poco con los besuqueos y lametones.-
Se giró dejándola levemente recostada sobre el muro de madera y se dirigió a la recepcionista acomodándose la chaqueta de cuerpo en la que tenía el Jolly Roger de su banda, llevándolo con orgullo como capitán del Red Love Machine. Si supiese dónde se encontraba su embarcación quizás la habría llevado ahí para festejar junto a ella y hacer honor al nombre de su barco como antaño tantas veces había hecho. Aunque con lo poco que la iba conociendo quizás no sera la idea más idónea teniendo en cuenta que ella no parecía estar demasiado a favor de los piratas.
-Formáis una bonita pareja, señor-dijo con una sonrisa amable la recepcionista de unos treinta y cinco años que aún guardaba rasgos de una anterior gran belleza.-
-Eso parece-respondió el pirata.-Pon el menú número cuatro para mi habitación y de paso aumenta un par de días de pensión-dijo sacando de entro sus bolsillos unas monedas de oro, suficiente como para poder pagar con todo.- Quédate con el cambio-concluyó volviendo con la única en la que pensaba ahora mismo.-
-De acuerdo-contestó ella ante sus peticiones.- Pero tenga cuidado, me han informado de un asesinato cerca de aquí por el Den Den Mushi.-
-Descuida, sabremos arreglárnoslas.-
Entonces volvió a fijar su mirada gris sobre los ojos de Eve. Otra vez sin pedir permiso, se estaba tomando quizás demasiadas confianzas, la levantó en brazos y se la llevó por las escaleras hacia la segunda planta del pequeño hotel, llevándola con cuidado por todo el recorrido para que no se golpee con nada hacia la puerta, parando delante de ella, aunque aún sin bajarla de sus brazos.
-¿Por qué no abres la puerta?. Todavía tenemos bastante tiempo hasta que traigan el pedido. Vamos a calmar nuestro apetito mientras tanto-le sugirió Crimson.-
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