los 12 caminos del botín (moderado Eve Ackerman)

Viaje hacia la Isla de Drum, tenía mis razones, aunque eran bastante misteriosas a pesar de todo. El gobierno me había encomendado a mí una misión sobre buscar sospechas en el helado pueblo de Robelle. Nada más faltaba, que me interrumpieran la privacidad. Dejando a una tropa de marines conmigo, a mi cargo, que me obedecían ante todo. Me gustaba tal poder, pero no era propio de mí tenerlo sin más, debería ganármelo o algo así, en fin. Mientras desembarcábamos pacíficamente en la isla, uno de ellos tropezó con su arma en mano, que se disparó. El estruendo rompió el silencio de la nieve y aumentó la tensión, y con lo que respecta a mí, me fastidió. Lo miré, con decepción, girando mi cabeza hacia su posición, la derecha. -¿Qué crees que estás haciendo?- le dije, con un tono bastante serio.

Se puso de pie, al instante y sin preámbulos. Agarró temblorosamente su arma que fue disparada y la sujetó diagonalmente –Dis… disculpe, ¡señorita Itami!- bueno, al menos se disculpó. –No pasa nada, solamente fíjate donde pisas, esto va para todos- mirándolos de reojo, causando un serio miedo en ellos, se les notaba en la mirada y en la forma de tomar físicamente mi comunicado.

Pasando de todo, puse paso firme hacia Robelle, el objetivo de la misión. Varios minutos se fueron en nuestra caminata, llena de obstáculos, de nieve espesa y nunca faltaban, los típicos estornudos. Por supuesto, no de mi parte, si no de los machos con comillas, que tenía a mi cargo. Algunos me estaban hartando y colmando la paciencia, pero no podía hacer más si se trataba de una orden directa del gobierno, no podía dimitir, a lo que más le hago caso. Hasta que pillamos el letrero, que indicaba que Robelle estaba cerca.

“Robelle (ロベール, Robēru) a 100 metros”

Me sentí afortunada, levantando mis ánimos para seguir caminando hacia la nada, en esta blanca aventura. Más tarde, al llegar, se apreciaba un paisaje bello, las casas recubiertas de nieve, un camino de piedra tan sutil como los hogares, y estos, de madera y diseños preciosos. Había gente rondando por el lugar, algunos se alarmaron al vernos, pero era natural. En ese mismo instante, un soldado me empezó a llamar rápidamente, parecía, que el Den Den Mushi que nos pasaron estaba sonando.

-¡Señorita Itami!, ¡llamada!- se lo quité de las manos, un poco agobiada por su tonta actitud. Al contestar, una voz grave resonó. –Itami, ¿eres tú?- era el capitán de la operación, marine. Tosiendo un poco, procedí a contestar con educación. –Sí, soy yo, ¿qué pasa, señor?- un silencio de pocos segundos se tornó mientras la ventisca movía lentamente mi cabello, y lucía mis negros orbes. -¿Alguna novedad?- respondió, por lo que me dispuse a responder instantáneamente –Nada nuevo, acabamos de llegar a Robelle, empezaremos con la inspección ahora, si algo pasa, se lo comunicaré de inmediato señor- tajante, sin querer seguir más la conversación. Me aburría, sobre todo porque estaba perdiendo el tiempo. –Está bien, infórmame si algo pasa, gracias Itami- y el Den Den Mushi se apagó, y durmió. Se lo devolví sin mirar al marine que tenía al lado, ahora, deberíamos de empezar con la inspección, aunque, no sabía por dónde hacerlo. Sostuve fuerte mi equipaje, la mochila donde traía todos mis utensilios de combate, y afirmé mis espadas gemelas, en caso de que algo mal pudiera pasar. Nunca se sabe.

La calma en el lugar era infinita. Parecía que la misión se estaba tornando aburrida, y ya me planteaba el retirarme. Estos marines que tenía detrás, no dejaban de tiritar. Bueno, era comprensible por el frío, que yo nunca sentía a menos que estuviera en un estado frágil de mis sentimientos. Cosa que, nunca pasa. Esperé algunos segundos antes de dar una orden, para saber si inspeccionar las casas, que ahora que me daba cuenta, la gente cerraba sus ventanas con fuerza y desesperación. Algo estaba sucediendo en aquella isla, y debía averiguarlo. Levanté la mano, izquierda, flexionada para dar la instrucción de “avanzar”, pero antes de poder hacer algo, el silencio corrompió.

Un balazo, fuerte, se sintió en lo más profundo de mi corazón. Contorneado por ruidos impertinentes, que hacían un eco enorme en la silente villa de Robelle. Más casas se sentían cerrar, más gente se escuchaba estar alborotada y al límite de la locura humana, todo se estaba tornando muy raro. Llantos se escuchaban a distancias considerables de nuestra posición. Mientras los miembros de la marina esperaban una orden, con sus rifles en posición de combate.

Pensé varios momentos antes de decir algo, no era inteligente ir al lugar de inmediato. Puse mi vista fija, hacia donde creía, era el lugar de los hechos. Sin antes, pedirle a uno de los subordinados que me trajera algo, que siempre me era de suma importancia. -¡Oye tú!- de manera ciega, sin mirar a nadie ni dirigirme a alguien en concreto. Ellos se mostraron confusos, hasta que uno respondió temeroso -¡Diga!- la respuesta que esperaba –Tráeme el equipo de maniobras tridimensionales que está en mi habitación del barco, son dos maletas de estructura extraña, no será difícil para ti encontrarlas.- Y de un movimiento rápido, salió corriendo hacia donde estaba el navío. Lo que esperaba de un marine, que siguiera las órdenes al pie de la letra, sin rechistar. Yo lo hacía, pero solo si era necesario.

Esperamos todos, impacientes, al hombre en busca del artefacto. Que después de minutos, volvió muy cansado, agitado y con el artefacto en mano. Se puso a mi izquierda, ofreciéndomelo inclinado. Le miré con una sonrisa, agradecida –Puedes descansar, síguenos más tarde, si te pierdes, sigue las huellas en la nieve- y él, sin siquiera poder responder gracias a estar cansado, se tumbó en el suelo, sentándose.

Me puse mi equipo, afirmándolo con el arnés que siempre traía en mi cuerpo, y sosteniéndolo con fuerza. Cambiando la manera de enfundar a las espadas gemelas, a ponerlas en el equipo también, que traía una ranura para eso. Al terminar, di la orden concreta, de ir rápidamente al lugar de los gritos. -¡Vamos a inspeccionar!, si encuentran a alguien sospechoso… ¡mátenlo de un disparo!, no tengan miedo, estas cosas siempre suelen suceder, lo importante ahora es mantener la cordura y la valentía, ¡adelante chicos!- procediendo a correr entre la nieve, se me hacía muy difícil debido a la espesura de la misma, por lo que no me era muy fácil hacerlo bien. Los marines, intuitivamente siguieron mis pasos, más complicados que yo. Pero en fin, acabamos llegando en minutos al lugar de los sucesos. Un bar, como siempre. Será algún borracho, o algo similar.

Esperé afuera, desenfundando a Neptuno, que era la única con la cual peleaba si no era un apuro. Poniéndola al frente de mí, en guardia, miré a los cabos insinuándoles que estuvieran atentos. La puerta del lugar estaba oscura, pero se sentían unos gemidos de dolor adentro. Ahora, quedaba esperar a cualquier reacción posible que provendría desde el interior del sospechoso lugar, lleno de griteríos y sollozos.