[Rol Moderado] (Cinkom G Ocelot) Los peligros de los bajos fondos.

Acabas de llegar a Dark Dome City, un lugar tétrico en el que nunca sale el sol, repleto de grandes rascacielos apiñados y de aspecto monótono y sombrío... El tipo de lugares donde se necesita a un torturador. Esa es la razón por la cual crees que te han llamado, pues la carta que te hizo desplazarte hasta aquí no era muy específica. Solo te daba el lugar, una hora y un fajo de billetes como prepago para asegurarse de que irías.

Te encuentras sentado en el banco de una pequeña y oscura plaza sin árboles, situada cerca de las oficinas de cuatro grandes bancos: El Lions, el Tigers, el Sharks y el Whales. Los cuatros son grandes entidades que operan en todo el mundo y, como tu bien sabes, todos ellos andan metidos en negocios sucios y claramente ilegales. Lo más probable es que te hayan llamado por eso y no por tu trabajo como cazador.

Observas como una pareja de hombres se te acerca con calma. Ambos van vestidos con traje y sombrero y llevan dos maletines. Uno de ellos se coloca frente a ti y abre uno de los maletines. Está repleto de fajos de billetes.

-Medio millón ahora, la otra mitad cuando termines el trabajo. Síguenos.- Sin esperar tu respuesta los dos hombres echan a andar y entran por una puerta lateral en las oficinas del Sharks, dejando la puerta abierta tras de si. Sabes de buena tinta que esos bancos siempre andan metidos en grandes problemas y chanchuyos, pero hay mucho dinero de por medio. ¿Aceptarás el trabajo o te irás a casa?

Ocelot vestía como siempre, ropa gruesa para proteger del frio y hasta cierto nivel de las balas, un cinturón de munición y uno de atuendo. Guantes rojos, bufanda del mismo color y su boina ajustada tapándole el cabello rubio. La oscuridad y el frió le agradaban mientras se encontraba sentando en el banco, pero la gente que pasaba y sus enormes ojos le causaban escalofríos.

Entonces, por la plaza, frente al banco sobre el cual estaba sentado el hombre de la boina pasaron unos hombres que en lo único que diferían de las otras personas era que eran hombres, sencillamente llevaban el mismo exacto traje que el resto de darkdominers y llevaban unas maletas, parecidas a la que Ocelot tenia sobre sus piernas, solo que menos gruesas y lucían más profesionales por alguna extraña razón.

Luego de hablar acerca del dinero que iba a recibir, muy brevemente, sin presentaciones ni ningún tipo de información más que una suma de berries, Cinkom fue invitado a seguirlos, y motivado por el dinero se puso de pie y estando a las espaldas de ambos hombres revisó que sus armas estuvieran en su respectivo lugar, cuerda de piano en su bolsillo, casi indetectable, una pistola en su cinturón y su rifle de francotirador colgando de su espalda pasando la mano por encima, con su guante que le protegía de los cortes de la cuerda.

Antes de darse cuenta, ya habia llegado a una puerta abierta, y con el fin de seguirlos entró y observó sus alrededores tranquilamente.

La puerta conduce a un pasillo oscuro y tétrico. Acompañas a los hombres hasta un ascensor y subís a la vigésimo primera planta. El pasillo es idéntico al de la planta baja, pero está sembrado de puertas a ambos lados. Los hombres abren la cuarta puerta de la izquierda y entran, seguidos de cerca por ti.

En la habitación hay un hombre en ropa interior encadenado al suelo y al techo, amordazado y cubierto de moratones.

-Queremos que le sonsaques una contraseña, no necesitas saber de que. Son veintiún dígitos. Tienes dos horas. Si te engaña, no consigues los números, o te confundes al anotar uno, te mataremos. En cuanto acabes dirígete a la última puerta de este pasillo a la derecha con la contraseña. Estaremos esperando.

Los hombres cierran de un portazo tras de si llevándose uno de los maletines y dejando el que contiene el dinero a tu lado. Parece ser que el hombre en cuestión es un tipo duro, a juzgar por las cicatrices que ves a lo largo de todo su cuerpo. Este hombre ya ha sido torturado antes, en muchas ocasiones. ¿Como procederás?

Off: Bueno, como casi nunca te vi en el CB y me daba flojera mandar un MP, interpretaré las cosas como me las imagino yo.

Después de haber quedado solo, con el hombre calvo que se encontraba en ropa interior, Ocelot activó un pequeño interruptor que tenía a su izquierda y un bombillo que colgaba de un cable de cobre parpadeó unos segundos y se encendió siendo la única fuente de luz de la habitación, además de la luna por unas pequeñas rejillas donde no cabría ni una mosca. La habitación era muy tétrica, igual que las anteriores, predominaba más que nada el color gris en las paredes y lo único que se escuchaba era la respiración de ambos.

Kom se agachó para abrir el maletín con dinero y sacó un fajo de billetes que según el grosor y el valor del billete más o menos habrían diez mil berries, entonces se levantó y lo cerro con su pie para luego dar unos pasos hacia el hombre encadenado y deshacer el nudo de su mordaza y tirarla al piso asqueado, pues estaba llena de saliva.

-Bueno, empecemos negociando- Dijo, mostrándole el fajo de billetes -Te daré la libertad y dinero, si es que me dices el código, sé que ya tuviste suficiente tortura, yo soy diferente- Continuó, siendo todo mentira, pero con un tono convincente.

Los ojos del hombre se iluminan al ver el fajo de billetes. Parece que no te llevará demasiado convencerlo. En efecto, con un par de palabras tuyas, el hombre sonríe con avidez sin separar la vista del dinero.

-Ya era hora de encontrarse con alguien razonable. Soy un hombre de negocios, y me han pagado por no hablar si me torturaban, pero nadie dijo nada de vender la información por...- El hombre calcula un momento de forma mental cuanto dinero habrá en ese fajo.- ¿Ocho o Diez mil Berries? Me parece un precio justo, desatame como muestra de confianza y te daré el código.

El hombre es mayor, está desarmado y magullado, por lo que no parece una seria amenaza pero, nunca se sabe. Es tu decisión.

Ocelot miró a su derecha, en la cual había una mesa de madera podrida, que apenas aguantaba un látigo y una libreta, y una silla, en la cual habían telarañas como indicio de que había sido usada en mucho tiempo, pero era lógico de cierta forma, a nadie le gustaría estar más de 10 minutos en esa habitación sofocante. El hombre de la boina movió un poco la silla hacia fuera, pero esta se partió a la mitad, esperando que la mesa no sufriera el mismo destino y no estuviera descompuesta y acomodada para que luciera bien. Por suerte, fue así, la mesa aguantó, entonces Kom cogió las llaves previamente puestas allí y en su lugar puso el fajo de billetes, en el cual seguían los ojos del hombre y le liberó la mano derecha estirándose con esfuerzo para meter la llave dentro de la cadena que estaba en el techo, luego, dio un paso atrás para asegurarse de que no le quiten la llave

-Bueno, ahí tienes 10000 berries a tu alcance, al igual que la libreta y un lápiz, la mesa está lo suficientemente cerca para que escribas el código, una vez lo hagas, te liberaré y podrás hacer lo que quieras.-

-Jaja, eres listo, joven... Eso es bueno en nuestro negocio. Pero si hago eso me volarás la cabeza y no podré saborear el dinero. Lo haremos del siguiente modo.- Dice el hombre mientras se estira y escribe seis números en la libreta.- Ahí tienes medio código. En cuanto me sueltes, te daré la otra mitad. Si no, no hay trato.

El hombre parece haberse vuelto muy seguro, pero solo en lo referente al negocio con el dinero. Si te fijas bien puedes ver como su larga nariz tiembla ligeramente en la punta cuando clava sus ojos en los billetes. Las cartas están sobre la mesa, te toca decidir.

-Tsk, me cago en todo, haga lo que haga moriré hoy aquí... ¿Verdad? Joder, siempre me tocan a mi los marrones gordos.- Parece que se ha dado por vencido, por el gesto alicaído de sus ojos y su tono de resignación. Extiende la mano que tiene libre hacia ti y espera a que se la estreches.- Yo ya estoy condenado, chico, mi tiempo ha pasado. Pero déjame que te de un consejo. Los del Shark son unos demonios, te matarán en cuanto les des el código. Mi consejo es que lo cojas, me mates y huyas a otra entidad a venderlo de día y en un lugar público. Acto seguido, desaparece y no vuelvas por aquí... Al menos eso haría yo en tu lugar, si tuviera tu edad.- Mientras habla el hombre mantiene alta la mano.- Me llamo Enkai, ha sido un placer no ser torturado por ti.

Enkai mueve con velocidad la mano y garabatea veintiún números en el papel, solo para volver a ofrecértela para estrecharla.

-Disfruta de tu juventud mientras puedas, joven torturador, y no dejes que estos buitres te coman.

Ocelot escuchó todo, algo ya desinteresado, queriendo salir de la habitación en la que se estaba ya sofocando, a punto de quitarse la bufanda y tirar la puerta de una patada. También ignoró el hecho de que el hombre, que se llamaba Enkai extendiera la mano, y a lo único que le puso atención fue que el hombre haya escrito los veintiún dígitos en la libreta, entonces, el rubio de la boina dio un paso adelante y arrancó la hoja para luego guardarla en su bolsillo.

-Supongo que te creeré, y de hecho todo suena lo bastante lógico, te liberaré, y si te las apañas para salir del lugar podrás, como dices tú, "saborear" tus diez mil berries-

Nuevamente, sin aceptar estrecharle la mano, pues eso le asqueaba a Ocelot, caminó hacia el maletín de dinero, abrió su cinturón de munición y fue moviéndolo a través de él hasta llegar a la parte de la espalda, entonces lo volvió a abrochar para moverse cómodamente con el maletín, o al menos sin ocupar sus manos. Luego, levantó el maletín propio de Ocelot con su mano izquierda y las llaves de las cadenas con la derecha, y una a una las fue abriendo hasta dejarlo completamente libre, capaz de coger el dinero o no.

Después de prepararse, revisó que su preciado Mágnum estuviera en su lugar y abrió la puerta hacia el pasillo y antes de ir donde le indicaron habló: -Enjoy-

En cuanto abres la puerta, Enkai se abalanza sobre el dinero como un ave de rapiña pero, antes de que logre tocarlo, tu maletín emite una extraña luz y, acto seguido, estalla, creando una explosión que te hace volar hasta el fondo de la habitación. El golpe contra la pared es tan brutal que pierdes el sentido.


Te despiertas en una celda de dos por dos por dos con las paredes, techo y suelo de piedra. Lo único que rompe su hermosa y oscura monotonía es una enorme puerta de metal blindado. También reconoces a Enkai en tu cubículo de piedra y desesperación.

-Vaya, pensé que habías muerto, torturador. Parece que eres más duro de lo que creí en un inicio. Te han quitado todas tus cosas, así que estamos aquí encerrados, pero puedo sacarte de aquí... con tres condiciones. La primera es que me digas tu nombre. La segunda, cien mil berries.

¡Mierda! exclamó Ocelot para luego ser consumido por el dolor y chocar contra la pared. Aun adolorido, con la ilusión que no había pasado tiempo desde ese choque, abrió los ojos, y para su sorpresa, ya estaba nuevamente en una habitación, también sofocante, e incluso más pequeña, pero esta vez semidesnudo, en ropa interior.

Luego de un tiempo de ver su monótono alrededor Ocelot se giró y se puso de pie, viendo a Enkai.

-Vaya, pensé que habías muerto, torturador. Parece que eres más duro de lo que creí en un inicio. Te han quitado todas tus cosas, así que estamos aquí encerrados, pero puedo sacarte de aquí... con tres condiciones. La primera es que me digas tu nombre. La segunda, cien mil berries.- Dijo el tipo, para luego ser respondido por el rubio que antes llevaba boina -Puedes llamarme Ocelot, ¿Y la tercera condición?-

Enkai sonríe tras tus palabras y extiende la mano hacia ti, esperando a que se la estreches.

-Esta...- Dice con malicia, casi incapaz de contener la risa.

El hombre parece tener un interés especial en que le des la mano, aunque no parece en condiciones de hacer nada peligroso. Mientras espera a que le des la mano, alza la otra mano y la apoya contra la pared, cargando su peso sobre ella para ponerse más cómodo.

Enkai sonrió cuando le estrechaste la mano.

-Al parecer tu sentido común es más poderoso que tu orgullo y tus remilgos, torturador. Eso está bien. No solo te sacaré de aquí, sino que, en pago por liberarme, aunque al final saliera todo mal, te enseñaré algo. ¿Conoces algo llamado canalización de espíritu? Consiste en utilizar la energía interior de cada persona para realizar cosas que de otro modo serían imposibles... como derribar una puerta blindada sin golpearla.- Su rostro se torna serio y sus ojos se clavan en los tuyos.- Para poder hacer eso, debes respirar hondo, cerrar los ojos y concentrarte para poder sentir la energía fluyendo por tu interior.- Enkai apoya dos dedos en la pared blindada y frunce el ceño un instante. Sientes un sonido extraño, como de una cámara vaciándose de aire, y la puerta sale disparada de sus bisagras y aterriza en el medio del pasillo, con un gran estruendo metálico.- Algo así, torturador. Espero que te hayas quedado con la copla, pues no hay tiempo para un bis. Toca correr, separarse y tratar de salir de aquí vivos. Si por algún casual lográsemos salir, te espero en las oficinas del Whales para recibir mi dinero. Suerte, torturador.

Sin decir nada más, el hombre abandona el lugar, torciendo a la izquierda al final del pasillo. El corredor va a juego con las celdas. Es de piedra, es negro y es estrecho. Al final del corredor hay un desvío hacia la derecha y otro hacia la izquierda. Lo más probable es que los guardias hayan oído el estruendo y vayan hacia tu posición, así que debes decidirte rápido. ¿Hacerle caso a Enkai y separaros o seguirlo?