Suzaku
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Características
fuerza
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hacía sólo un par de días que había llegado a la ciudad flotante del Grand Line, Water 7. Me habían hablado muy bien sobre ella y, sobre todo, sobre sus excepcionales carpinteros. Eran considerados como los mejores del mundo: la Galley-La. Y, como no podía ser de otra forma, tenía que verlos para que comprobaran mi barco e introdujeran una serie de mejoras.
El día era bastante cálido y a penas había nubes en el cielo, cosa normal en aquella isla. Alquilé uno de los transportes típicos de la isla, un yagara. Consistía en un pez que portaba a su espalda un pequeño bote para uno o dos tripulantes. Pagué al hombre que los alquilaba y me subí en el bote, acompañado de unos maletines. No tenía ni idea de cómo se manejaba aquello, así que probé algo.
–– Vamos al astillero uno, a la Galley-La. –– le dije al yagara.
Éste hizo un sonido muy peculiar y comenzó a avanzar. Parecía que me había entendido a la perfección. El paseo fue bastante agradable. Pude ver a la gente comprando en puestos flotantes sobre el mar. La verdad es que aquella isla me llamó mucho la atención por estar totalmente sobre el mar. A penas había calles de piedra o adoquines para que la gente paseara por ellas. Finalmente, y tras una importante subida por un canal, llegamos a una puerta de metal gigantesca. Por lo menos tendría veinte o treinta metros de alta y, en ella, grabado en superrelieve, se podía ver un gigantesco uno, acreditando aquel lugar como la entrada al astillero donde trabajaba la legendaria compañía de carpinteros Galley-La. Bajé del yagara y le dije que me esperara allí. La verdad es que no tenía intención de tardar demasiado. Tan sólo tenía que decirles que quería exactamente para mi barco, el Hundred Moon, y esperar a que lo tuvieran todo listo y montado. Al bajar, uno de los carpinteros salió a mi encuentro.
–– Buenas tardes. –– me saludó amablemente. –– ¿Qué quería?
–– Buenas tardes. –– contesté, sacando un papel de uno de mis bolsillos. –– Me gustaría que hicieran modificaciones en mi barco para añadir todo lo de esta lista. ¿Es posible?
Mientras hablaba, le entregué el papel al carpintero y éste lo abrió. Pasó unos segundos leyendo detenidamente mi petición. Cuando acabó, hizo una mueca con la cara, como queriendo decir que todo aquello era demasiado caro y no podría permitírmelo.
–– No se preocupe, el dinero no es problema. –– dije, a la vez que abrí mi maletín para mostrarle su contenido: más de trescientos millones de berries. El hombre puso los ojos como platos. Parecía que había logrado convencerle. Luego me miró a mi.
–– Tendremos todo lo que nos ha pedido listo en seguida, señor...
–– Shakkin. Señor Shakkin. –– contesté, y el carpintero salió corriendo en dirección opuesta para empezar con su trabajo.
El día era bastante cálido y a penas había nubes en el cielo, cosa normal en aquella isla. Alquilé uno de los transportes típicos de la isla, un yagara. Consistía en un pez que portaba a su espalda un pequeño bote para uno o dos tripulantes. Pagué al hombre que los alquilaba y me subí en el bote, acompañado de unos maletines. No tenía ni idea de cómo se manejaba aquello, así que probé algo.
–– Vamos al astillero uno, a la Galley-La. –– le dije al yagara.
Éste hizo un sonido muy peculiar y comenzó a avanzar. Parecía que me había entendido a la perfección. El paseo fue bastante agradable. Pude ver a la gente comprando en puestos flotantes sobre el mar. La verdad es que aquella isla me llamó mucho la atención por estar totalmente sobre el mar. A penas había calles de piedra o adoquines para que la gente paseara por ellas. Finalmente, y tras una importante subida por un canal, llegamos a una puerta de metal gigantesca. Por lo menos tendría veinte o treinta metros de alta y, en ella, grabado en superrelieve, se podía ver un gigantesco uno, acreditando aquel lugar como la entrada al astillero donde trabajaba la legendaria compañía de carpinteros Galley-La. Bajé del yagara y le dije que me esperara allí. La verdad es que no tenía intención de tardar demasiado. Tan sólo tenía que decirles que quería exactamente para mi barco, el Hundred Moon, y esperar a que lo tuvieran todo listo y montado. Al bajar, uno de los carpinteros salió a mi encuentro.
–– Buenas tardes. –– me saludó amablemente. –– ¿Qué quería?
–– Buenas tardes. –– contesté, sacando un papel de uno de mis bolsillos. –– Me gustaría que hicieran modificaciones en mi barco para añadir todo lo de esta lista. ¿Es posible?
Mientras hablaba, le entregué el papel al carpintero y éste lo abrió. Pasó unos segundos leyendo detenidamente mi petición. Cuando acabó, hizo una mueca con la cara, como queriendo decir que todo aquello era demasiado caro y no podría permitírmelo.
–– No se preocupe, el dinero no es problema. –– dije, a la vez que abrí mi maletín para mostrarle su contenido: más de trescientos millones de berries. El hombre puso los ojos como platos. Parecía que había logrado convencerle. Luego me miró a mi.
–– Tendremos todo lo que nos ha pedido listo en seguida, señor...
–– Shakkin. Señor Shakkin. –– contesté, y el carpintero salió corriendo en dirección opuesta para empezar con su trabajo.
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