La ciencia requiere sacrificio[Privado Bael y Kurama] {Miér 27 Nov 2013 - 0:01}

La ciencia requiere sacrificio[Privado Bael y Kurama] {Miér 27 Nov 2013 - 0:01}

El fruto de varios años de investigación y de formar parte de los Revolucionarios me llevó a la isla que era la entrada al Gobierno desde el Paraíso y donde, en secreto, se realizaban grandes e importantes experimentos con importantes científicos de la Marina: Isla Kurame . Estar con ellos me había enseñado grandes cosas sobre el mundo de la ciencia, la biomecánica, biotecnología y muchos otros campos que mezclaban tres de las cuatro ciencias básicas: biología, física y química. Los avances eran prometedores en todos los campos donde tenía iniciada una investigación. Pero había en uno de ellos en los que la respuesta se me escapaba. Había estado durante varios días encerrado en el laboratorio del primer sótano, sin ver la luz del sol. Estaba intentando encontrar alguna forma de implantar en una persona una gran cantidad de armamento sin sustituir sus miembros ni ninguna otra parte del cuerpo. Pero no sabía como hacerlo. En mis últimos tres experimentos, los sujetos murieron experimentando un gran dolor debido al rechazo del cuerpo.

–– Joder, tengo que encontrar la solución. –– mascullaba entre dientes, con el pelo revuelto y la bata negra medio caída.

Tenía toda la pinta del típico científico principiante que salía en las malas películas de cine. Me movía de un lado a otro del laboratorio intentando encontrar la inspiración divina, ese conocimiento que llegara a mi por ciencia infusa y me diera la clave para resolver aquello. Pero, en el fondo de mi, sabía que aún no tenía los conocimientos suficientes para resolverlo. Me senté en el suelo, apoyado contra una de las mesas y me encendí un cigarrillo. La luz del alucinógeno del techo tintineaba. Le di una profunda calada al cigarro, tanto que me hizo toser levemente.

–– Menuda mierda de día. ––dije, con la voz medio rota y más parecido a un drogadicto que a un científico.

Pero, en ese momento, lo vi claro. En la pared había un cuadro de un par de científicos que sonreían a la cámara después de haber hecho uno de los hallazgos más importantes de su vida. Ésa era la solución. Tan solo necesitaba a alguien especializado en la cibernética para encontrar el punto exacto donde fallaba mi investigación, corregirlo y seguir adelante. Y, casualmente, uno de los mayores expertos del mundo en ese campo se encontraba en al misma isla que yo. Me levanté rápidamente del suelo mientras tiraba el cigarrillo y me acerqué a uno de los comunicadores que había en el laboratorio.

–– Avisa a Kurama. –– ordené a través del comunicador. –– Lo necesito aquí cuanto antes.

Apenas había tardado cinco minutos. Cargado con un cartón de tabaco y café como para resucitar a un muerto, entró en laboratorio como quien entra en la puerta de su casa. Al ver el panorama, negó con la cabeza. Era una verdadera lástima. Tantos voluntarios muertos, tantas vidas humanas desperdiciadas, y todo para fallos infructuosos. Al acercarse a Bael, le tendió la mano para que se levantase. -Estás hecho un desastre.- Le dijo en un tono de confianza, aunque también con algo de tristeza. No le gustaba ver a una mente tan brillante con tanta presión y pesadumbre. Comenzó a retirar los cuerpos, dejando solo uno, el que parecía más fresco. Y despejó parte del desastre que tenía por mesa de laboratorio. -Joder, así no se puede trabajar.-. Comenzó a colocar las cosas en un orden más agradable, y prefirió no tirar ninguna anotación, sabía que cualquier cosa, por trivial que fuese, podría ser importante. Las dejó todas en un solo rincón, y le tendió a Bael un informe de la Cipher Pol. Un proyecto clasificado con el nombre de Iron Guard. Necesitarás esto... Y mi ayuda. Siguió dándole vueltas, y revisó un par de notas. -¿Cómo pretendes meter más elementos en un cuerpo que ya está "equipado" en lo máximo? Hay ciertas cosas que hay que sustituir por narices... Y lo que has hecho con la matriz de nervios... Joder, normal que se muriesen. Venga, tomemos el café, hay mucho en lo que trabajar.-

Había sido convocado él como ayuda, pero estaba tomando la iniciativa. Quizás eso fuese bueno, especialmente en cuanto a tecnología cibernética y a procedimientos de implantación. Situado junto a la mesa de trabajo, y tras tenderle una taza de café aún caliente de uno de los termos, sonrió mientras sacaba su tabaco y su encendedor. Muy bien, "jefe", ¿Por dónde empezamos? Le preguntó mientras le tendía un cigarrillo. Trabajar con Kurama era algo especial, como una inyección fresca de adrenalina que daban no solo ganas de seguir, si no de hacerlo con ganas y ánimo.

A penas pasaron cinco minutos desde que hice la llamada por el comunicador y Kurama había aparecido por la puerta. Y no venía solo. Había traído reservas de tabaco y de café. Me ayudó a levantarme del suelo, entregándome un informe de un proyecto secreto llamado Iron Guard. Siempre había querido tener acceso a esos informes, pero la frase “lo siento, es un asunto clasificado” siempre se había interpuesto en mi camino. A demás, Kurama me dio unas cuantas indicaciones sobre algunos pequeños fallos que estaba cometiendo... y tenía razón.

He hecho bien en llamarle. –– pensé.

Cogí la taza de café que me tendió Kurama y luego le quité el cigarrillo, que acababa de sacar y tenía puesto en la boca, con un ágil movimiento. Cogí un mechero Bunsen y encendí el tabaco. Le di una profunda calada seguida de un buen trago de café. Aquella combinación me supo a gloria de los dioses. Acabé la taza de café y abrí el informe Iron Guard que me había entregado mi compañero de laboratorio. En él venían especificadas de forma muy concreta diferentes formas de mejorar a un ser humano para hacerlo casi invencible. Aquellos informes nos iban a venir de perlas. Luego, Kurama me preguntó por donde empezar.

–– Bien. Necesito que ajustes el condensador de flujo que está ahí. –– contesté.

Era un aparato del tamaño de una persona, tanto de alto como de ancho. Estaba repleto de cables salvo una pequeña cavidad en la zona central, donde se introducía el plasma que necesitaba la máquina para funcionar. Era como su combustible. El aparato era capaz de forzar al cuerpo humano a “aceptar” nuevos órganos o implantes que se le introdujeran, aunque, teniendo en cuenta el resultado que había obtenido hasta ahora, estaba claro que estaba ejerciendo demasiada presión sobre los cuerpos de mis sujetos.

–– Yo mientras intentaré hallar la mezcla perfecta para evitar el rechazo. –– concluí.

Estaba utilizando una disolución iónica de elementos químicos cargados eléctrica-mente para obligar al cerebro a reconocer los nuevos implantes como propios del cuerpo humano. De aquella manera, si el cerebro reconocía lo nuevo como si lo hubiera generado el mismo cuerpo, no habría ningún tipo de rechazo por parte del huésped. Era la mezcla perfecta lo que faltaba, e iba a averiguarla aquel mismo día. Dejé la taza de café ya acabada encima de la mesa y le di la última calada al cigarrillo, tirándolo al suelo empujando con el dedo corazón.

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