[Rol privado Iku y Alex] Sólo el Sol brilla entre las gotas de lluvia

La lluvia golpeaba con fuerza empañando los cristales y empapando las calles. El cálido día de verano se había convertido en una potente tormenta. Las gotas de agua fría golpeaban contra el torso desnudo de Alex. Era molesto y odiaba estar mojado, pero no podía moverse. Necesitaba permanecer tumbado en aquel campo rodeado de los olores de la hierba y la tierra húmeda. Necesitaba seguir sintiendo el contacto de la lluvia en su piel. Necesitaba sentirse vivo. Un trueno estalló en el cielo y ensordeció al moreno haciendo que se estremeciera y abriera los ojos. Sonrió como un niño ante la ironía.

-¿Quién me iba a decir que sería la naturaleza la que me despertara de tan bello sueño?- Dijo.

No estaba soñando, ni si quiera estaba dormido. Pero le gustaba creer que todas aquellas hermosas cosas que lo rodeaban eran parte de un perfecto mundo onírico. No quería pensar que algo tan bonito pudiera estar enturbiado por la crueldad y las penumbras del mundo real. Ojalá pudiera seguir así para siempre. Tumbado en su verde cama de pasto al amparo de los árboles y con la caricia de los elementos en su cuerpo. Pero nada era perfecto y menos para él. Se resignó a aquel desgraciado mundo y se levantó. Sintió el fango bajo sus pies y suspiró. Eso era más parecido a lo que estaba acostumbrado. Qué pena.

Alex silbó con fuerza y miró hacia arriba dejando que el agua corriera por su rostro. Tardó un poco, pero su lobo llegó a su lado. Farkas, su inseparable amigo, siempre se mantenía cerca de él. Aunque a veces se separaba y se dejaba guiar por su instinto animal. Aunque jamás había visto a un ser tan leal como aquel cánido. Anduvo varios minutos con el animal siempre a su costado. El pueblo estaba vacío y parecía abandonado, aunque una segunda observación le permitió descubrir dónde se ocultaban los lugareños. La taberna estaba atestada y se escuchaban canciones de todo tipo y algún que otro grito.

En las casas también había ruidos. ¿Cómo no lo había escuchado antes? Quizás era pro el hipnótico sonido se las gotas golpeando el pavimento, los tejados y cristales. Entonces descubrió el por qué lo escuchaba ahora. El Sol comenzaba a asomarse tímidamente entre las nubes y la lluvia cesaba. El día veraniego volvía a saludar como si nada. Ahora tendría que pensar en algo. Llevaba demasiado tiempo esperando y aquella persona no daba señales de vida. Quizás se había equivocado de lugar o la información no era correcta. No sería la primera vez que le pasaba y que perdía días de trabajo por una equivocación.

-Otro error para la lista. Se ha lucido usted, caballero- Se dijo a sí mismo.

Se asomó a la ventana de una taberna. La gente, en el interior, bailaba ebria y descocada como si fuera lo más normal del mundo. A simple vista era totalmente imposible hallar al hombre que buscaba. El viejo Tom se las iba a pagar si le había dado información falsa. Aquel pirata debía estar aquí. Con su precio podría retirarse durante un par de meses y descansar tranquilamente. Aunque no era la primera vez que le ocurría algo así, esperaba que el pirata llegara tarde o temprano. ¿Qué otra cosa podía hacer aparte de esperar? También podía irse de la isla a buscar otra presa o a hacerle una “visita” a Tom.

Se apartó de la ventana, odiaba ver a la gente borracha e inhibiendo sus sentido racional hasta hacer las mayores idioteces que podían cometer. No había nada peor que aquello. Aunque eso le recordaba a su época de alcohólico cuando pereció su mujer. Una etapa que desearía poder olvidar y una muerte que siempre lo perseguiría como si la culpa fuese suya. Maldito y cruel mundo que lo había castigado de aquella manera. Si había algún tipo de dios allí arriba era un maldito bastardo que se divertía a costa de los pequeños habitantes de abajo. Pero la simple idea hacía gracia a Alex. No podía creer en algo a lo que no pudiera derrotar.

Cerca, demasiado cerca, un animal de gran tamaño llamó la atención al cazador. Lo pilló desprevenido, pero no al lobo. Farkas miraba al otro animal con el pelo erizado mientras emitía un leve gruñido de desagrado. Alex se sorprendió. Era una pantera realmente hermosa. Sus dorados ojos estaban clavados en él como si lo estuviera estudiando. El pelaje de la criatura se antojaba oscuro y suave como terciopelo y parecía un animal tranquilo. No sabía cómo reaccionar ante algo así, aunque no se iba a precipitar. Lo primero era evitar que el lobo empezara una pelea, por lo que se decidió a detenerlo.

-Farkas, ¡quieto!- Gritó.

El lobo, aunque reticente, se sentó sin dejar de mirar y mostrar los dientes pero sin gruñir ni abalanzarse. Los felinos eran animales traicioneros por regla general y solían atacar por la espalda cuando más sumisos parecían, aunque esta pantera tenía algo especial. Un aire peligroso y melancólico que encendía la curiosidad de Alex. ¿Qué era realmente aquella pantera y qué hacía en ese lugar? EL cazador quiso acercarse, pero temía asustarlo, por lo que se sentó con las piernas cruzadas para demostrar que no tenía malas intenciones. Quizás así se acercaría sin miedo el felino. Era peligroso, pero quería tenerlo cerca y acariciarlo.

-No te hare daño, acércate- Le dijo cálidamente.

No esperaba que la pantera reaccionara a sus palabras, ¿Cómo iba a entenderle y confiar en él un animal salvaje como aquel? Para su curiosidad, funcionó. Se acercó hasta él y lamió su mejilla. Su lengua era áspera y seca como la de un gato. Eso podría haber sido fatal, pues una criatura así podría haberle arrancado el rostro de un solo bocado, pero parecía tan dócil y tranquila… Era como si estuviese amaestrada, quizás era la mascota de alguien. Alex acercó sus manos lentamente para no asustarlo y acaricié su oscura piel. Era suave y agradable. La lluvia la había empapado, pero se notaba cálida al contacto.

Tras unos minutos se apartó de él y comenzó a brillar. Eso lo dejó estupefacto, pero lo que vino a continuación fue incluso más asombroso. El majestuoso animal se acababa de convertir en una hermosa mujer. Una melena de un azul oscuro muy intenso, similar al de la pantera, caía sobre sus hombros adornando su bien proporcionada figura. Alex cayó hacia atrás quedando sentado en el suelo. No se había esperado que un animal se convirtiera en tal escultura viviente dedicada a la belleza. Por un momento le recordó a Anne y algo atravesó su cerebro como un calambre. De repente le dolía la cabeza por los dolorosos recuerdos.

El lobo se agazapó y agachó las orejas mientras emitía un gemido quejumbroso. Seguramente lamentaba haberse comportado de forma tan hostil ante aquella mujer. Al parecer Farkas tampoco esperaba que fuera una humana. La preciosa chica habló con una voz tan dulce y melodiosa que se acentuó la imagen angelical que mostraba. El moreno se recobró y despejó su mente. El recuerdo de Anne siempre lo perseguiría, pero era tan doloroso… Se centró en la chica que había frente él. Le dijo varias cosas y era importante que respondiera. ¿Qué pensaría ella si lo viera ahí, sin responder, quieto como un idiota? Todavía estaba sorprendido.

-Encantado de conocerte. Soy Alex Drachen, cazador de recompensas como tú. Te pido disculpas por el comportamiento de Farkas, es muy protector y te había visto como una amenaza en tu… forma animal. Pero es muy sumiso con las mujeres, puedes acariciarlo tanto como gustes. Y disculpa, también, mi estupidez, me has sorprendido bastante- Le dijo.

El Sol empezó a acariciar al cazador con una tenue y tímida luz que se abría paso pro un cielo cada vez más despejado y que iluminaba la escena. El lobo movía la cola mientras miraba a Iku Hanna. Por lo visto le había caído bien la muchacha, cosa extraña cuando estaba a punto de atacarle hacía unos minutos. Debía ser algún tipo de usuaria de fruta Zoan. Era la única explicación que Alex alcanzaba a imaginar, aunque este mundo era muy curioso. Alex se sentía bien con el calor renovando su energía en contradicción con las frías gotas que empapaban su ropa.

La chica pidió disculpa por haberle sorprendido y dijo unas cuantas cosas. Realmente tenía una voz preciosa acorde con su físico. A Alex le parecía un ángel y le recordaba a Anne. De algún modo era tan bonita como ella. El mero recuerdo le llenó de amargura y dolor y tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas. Sonrió tratando de ocultar su estado de ánimo y miró hacia el cielo. Todo estaba despejado y podía verse un arco iris adornando la cúpula celeste. Pensó en lo que ella había dicho. Estaría bien entrar en una posada. No iba a hacer nada ahí esperando si aquel hombre no estaba en el lugar.

-No tienes por qué preocuparte. Siempre es agradable recibir sorpresas tan hermosas. Estoy acostumbrado a otro tipo de sorpresas más.... desagradables. Y sí, me encanta tu idea. Tenía pensado irme de la isla, pero no me hará ningún daño tomar algo- Le dijo con una sonrisa.

Esperaba que Iku no se diera cuenta de la falsedad con la que dibujaba aquella sonrisa. Lo último que quería era preocupar a una extraña o tener que hablar sobre Anne. La muerte se la había llevado y solo el dolor lo acompañaba desde entonces. Encabezó la marcha rumbo a la posada más cercana que había, la que vio hacía un rato. Abrió la puerta y observó el interior. Era bastante decente para ser un pueblo tan común. Había esperado algo peor y se alegraba de haberse equivocado. Pidió una mesa para dos y se sentó para esperar a su acompañante. En cuanto alguien se acercó a tomar el pedido pensó en lo que iba a tomar.

-Si eres tan amable, me gustaría algo de carne cruda para mi lobo y algo caliente para mí. Pero que no sea caldo, por favor. Y para la señorita, lo que ella pida. Gracias- Le dijo a quien los atendió.

En cuanto se marchó miró por la ventana. Desde donde estaban no se podía ver el arco iris. Era una pena, recordaba cómo su mujer se fascinaba al verlos y observarlos era una forma de sentir que todavía estaba viva. Suspiró y miró a su acompañante. ¿Qué haría en un lugar tan poco peculiar cómo este? Se lo preguntaría, pero no era de su incumbencia y quizás la muchacha se molestara por la pregunta. No era de muy buena educación cuestionar lo que hacen los desconocidos. Aunque sentía cierta curiosidad por aquella que compartía su mesa. ¿Tan malo era? No lo creía. Se decidió finalmente a preguntarle. ¿Cómo si no iba a conocerla?

-Perdona mi desconsideración por preguntarte, pero ¿qué hace una chica como tú en esta isla? No tiene nada de especial y no parece que vivas aquí. Te ves tan extraña y sola como yo. Disculpa si te ofenden mis palabras o mi desfachatez, no es mi intención- Le dijo mirándola a los ojos.

Quizás había excedido su confianza. Llevaba bastante tiempo sin tratar con otras personas y había olvidado algo de modales, aunque esperaba no haber sido muy brusco u ofensivo. Lo último que quería era enfadar a la enigmática mujer y que ésta se marchara. Por algún motivo quería saber más de ella, como si conocerla lo acercara más a Anne. Quizás veía a su difunta esposa en ella... no, no era eso. Era otra cosa, ¿pero qué? Ni él mismo lo sabía y le dolía la cabeza de flagelarse tanto con esas preguntas. Iku sería la respuesta a todo, a sus preguntas y las dudas que nacían en su cabeza. ¿Quién era esa chica y qué tenía de especial?

La chica pidió una jarra de sake y carne con guarnición de patatas. Alex no esperaba algo así para una chica tan bien formada. Suponía que comería ensalada o alguna cosa similar. Debía hacer mucho ejercicio para mantenerse en esa forma. Por suerte para él, no parecía disgustarle que le hicieran preguntas y respondió a todas las cuestiones del moreno. En cierto momento se pudo ver cómo los ojos de al chica se empañaban. ¿Había dicho algo malo? No lo recordaba, pero no sería extraño. Justo después descubrió a Alex. Le preguntó el por qué de su falsa sonrisa. Debía ser muy observadora para darse cuenta.

-Vaya, vaya. Creía que lo ocultaba muy bien. No eres una cazadora cualquiera, supongo que eres muy beuna observadora para darte cuenta. Respecto a eso... es bastante complicado y doloroso. Digamos que es una tapadera para ocultar la realidad de cómo me siento. Mi esposa murió hace unos años y jamás lo he superado. Y dudo poder hacerlo algún día. No sé si sabes lo que es estar enamorado, pero eso era algo más. No había un solo día en el que su sonrisa no iluminara mi vida. Era la persona más especial del mundo y la mujer más hermosa que he conocido en toda mi existencia. Si algo se puede llamar perfecto en este sórdido mundo... era ella. Aunque parece que no soy el único con algo triste escondido. ¿Por qué tienes ganas de llorar?- Le dijo con una sonrisa.

Tardó en responder a la preciosa chica, pues la pregunta le había pillado desprevenido y no pensaba que se diera cuenta. Justo antes de decir lo que había dicho aceptó la oferta de Iku y bebió sake con ella. No era muy aficionado a los licores orientales, aunque no le desagradaban. Después de beber y responder empezó a comer lo que le habían traído sin prisa a que le respondieran. No quería presionar a la chica ni hacer que se sintiera mal. No era educado hacer eso, así que esperó pacientemente a que ella decidiera cuándo era un buen momento para contestar a la pregunta del cazador de recompensas.

El lobo levantó las orejas y olfateó el aire. Seguidamente se quedó observando la puerta. Quizás no se había equivocado y el hombre al que esperaba sí que venía a esta isla. Eso sería problemático, ya que estaba en un lugar público lleno de gente y no quería perjudicar a nadie. Si la lucha se llevaba a cabo en esta taberna podrían salir muchos heridos, y ahora había conocido a una chica que debía defender. No sabía por qué, pero algo de ella hacía aflorar su sentido protector. Había deseado con todas sus fuerzas que ese tipo apareciera y ahora deseaba que no fuera así. ¿Qué estaba ocurriendo? Tenía que pensar en otra cosa.

-No me gusta nada ver a una mujer triste. Las lágrimas empañan tanta belleza y no es nada bueno que una chica tan hermosa se vea eclipsada por algo tan absurdo como unas lágrimas. Perdona si te he hecho recordar algo malo, no era mi intención y podemos hablar de cosas más agradables como el sabor de esta deliciosa carne o el buen sake que nos han traído.- Le dijo sonriéndole.

Si Iku se había sentido mal por la pregunta ya era demasiado tarde para intentar arreglarlo, aunque nunca estaba de más tratar de solucionar las cosas. Quizás la chica era más fuerte de lo que aparentaba y no se dejaba dañar por nada. También existía la probabilidad de que Alex se equivocara y no hubiera visto lágrimas en sus ojos. Aunque juraría que sí lo había visto. Ahora se sentía terriblemente mal por recordarle algo malo a la chica y, además, la sombra de una batalla cercana pesaba sobre él. ¿Habría llegado el momento de la lucha? Esperaba que no, aunque nunca se sabía cuando llegaba dicho momento.

Al parecer le había descubierto porque ella también practicaba dichas sonrisas. Era curioso que alguien más pasara pro lo mismo que Alex. Se sentía identificado pro primera vez. Incluso podría decir que alegre. Hasta que escuchó el relato de la chica. Entre toda aquella desdicha escuchó la palabra más horrible del mundo, violación. No había peor crimen que ese, privar de la libertad de esa forma... ni los monstruos más crueles son capaces de ello, pero siempre existe alguien que supera los límites. De pronto sintió todo el dolor que la chica pudo haber padecido y se compadeció de ella como nunca se había compadecido de otro.

Se levantó de su asiento y se acercó a Iku. Tenía toda la cara roja. Alex quería creer que era por el alcohol que la chica había tomado, aunque bien podía ser por el dolor de expresar esas palabras. Él se sintió el ser más miserable del mundo por no haber podido evitarlo. Aunque no tuviera nada que ver se sentía culpable. Cómo podía compartir el mundo con personas capaces de esas atrocidades. Miró a la hermosa y segura mujer y no vio más que a una niña indefensa que necesitaba el apoyo de alguien. La levantó de la silla y la abrazó con fuerza como si de esa forma pudiera evitar que algo malo le ocurriera de nuevo.

-Lo siento mucho, pequeña, nadie debería pasar pro algo así. Tu dolor en inmenso y me gustaría compartirlo contigo para que no tuvieras que padecerlo sola, pero no puedo hacer nada más que abrazarte y lamentarme por no poder evitar algo así- Le dijo con tristeza.

¿Qué tenía esa chica? ¿Qué era lo que le hacía comportarse de esa manera? Se sentía como si la hubiera conocido toda su vida pero, a la vez, la veía como una extraña desconocida. Antes se veía tan fuerte y libre que Alex no podía creer que la imagen que ahora le daba fuese tan frágil. Parecía que se iba a romper de un momento a otro, por lo que la abrazó con menos fuerza. ¿Qué diablos estaba haciendo? Estaba abrazando a una desconocida como si nada. ¿Qué iba a pensar de él? Creería que era algún tipo de depravado o enfermo mental. Aunque su cuerpo se sentía cálido y cómodo. No quería soltarla.

Creía que, si seguía abrazándola, aminoraría el dolor con el que la pobre muchacha cargaba. Pero quizás no hubiera nada que pudiera hacerlo. Recordó a Anne. Era tan frágil y hermosa como ahora era Iku. Y tampoco pudo protegerla, la perdió para siempre... Pero la chica pantera... no era suya, no podía perderla. Ni siquiera la conocía. Aun así toda una vida había pasado en aquellos segundos y él se había convertido en su centinela. Nada malo le ocurriría mientras él pudiera evitarlo. ¿Por qué? No había respuesta, solo la necesidad de anteponer su vida a la de él. Ahora era su protector, su guardián, aquel que la salvaría de todo mal.

Aquel abrazo lo hizo sentir vivo de nuevo, como si Anne siguiera con vida. Ahora tenía alguien a quien proteger, aquella mujer que acababa de aparecer como por arte de magia. Casi había olvidado el por qué estaba aquí. La chica pantera se levantó y le dio un beso en la mejilla. Su rostro ruborizado la hacía aún más inocente y hermosa. Alex sonrió con dulzura. Después le dij oque se alegraba de haberlo conocido. Quizás ella había sentido lo mismo que él. Si el cazador hubiera creído en el destino habría dicho que estaban destinados a encontrarse. Pensó en qué decirle, aunque no se le ocurría nada que le hiciera justicia. Después de todo aquella mujer merecería más de lo que él pudiera dar.

-Yo también me alegro mucho de haberte conocido. Creía que no quedaban muchos motivos para vivir, pero me has iluminado y has avivado el fuego que tanto tiempo llevaba apagado dentro de mí. Ojalá algún día pueda pagarte esto que has hecho, aunque no lo sepas. Cuando creía que no quedaba nada bueno en el mundo, nada por lo que luchar, has aparecido- Le dijo.

Entonces recordó por lo que había venido. Perseguía a alguien peligroso, muy peligroso. Era un asesino despiadado y debía detenerlo costara lo que costara, aunque el precio fuera su propia vida. ¿Qué otra cosa podría hacer con su existencia que entregarla a cambio de la del resto? Siempre había actuado así, siempre había luchado por hacer un mundo mejor y ahora no era diferente. Farkas olisqueó el aire y gruñó. Ya había llegado. La puerta de la taberna se abrió y entró el hombre, pero huyó corriendo en cuanto vio a Alex. El cazador se levantó de la mesa y le hizo una caricia para tranquilizarlo. Después miró a Iku con algo de tristeza reflejada en su rostro.

-He de marcharme, pequeña. pero te prometo que, si sobrevivo, volveremos a vernos. Tenemos que conocernos mejor- Le dijo con una sonrisa a pesar de la seriedad de su rostro.

Se levantó y salió de la taberna. El Sol se reflejaba con fuerza en los charcos que bañaban la calle. Miró alrededor, no se veía a nadie, aunque el fango que portaba en las botas delataba al asesino. Había corrido hacia el puerto, sus huellas así lo demostraban. Alex no iba a permitir que se escapara, no otra vez. pasara lo que pasara aquel asesino sería entregado a la Justicia o moriría por sus crímenes, pero no seguiría libre. El cazador de recompensas inició la carrera en pos de su presa con el lobo pisándole los talones. Le hizo una señal y el animal corrió más rápido, así lo encontrarían antes. Solo era cuestión de que el lobo lo encontrara y delatara su posición para que Alex actuara.

Y llegaron al puerto. Había tres barcos de pequeño tamaño y uno bastante grande. Alex había llegado en uno de los pequeños, pero algo le decía que el asesino no huiría en uno e esos, su ego le pedía algo más. y estaba en lo cierto. Farkas olisqueó la enorme nave y confirmó l oque su dueño sospechaba. El cazador de recompensas subió por la pasarela y se quedó allí, esperando, hasta que el barco zarpó. Si hubiese ido a buscarlo podría haberlo perdido, pero así le impedía huir de la nave. Ahora era solo cuestión de encontrarlo y darle lo que se merecía. No podía esconderse eternamente y la próxima isla sería la última que pisara en mucho tiempo. La caza estaba a punto de terminar.