Haine Rammsteiner
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Entrar en aquel barco podía haber sido una de las mejores cosas de su vida de no ser porque al ser un barco que iba a cruzar de un mar a otro contaba con la seguridad de un batallón de la marina, hecho que provocaba nerviosismo en Haine. Pero eso no era todo, a pesar de que solo había pasado una noche y Haine había dormido en una "cama improvisada" en el suelo estaba de muy mal humor. Caminaba por un estrecho pasillo junto a Eris, era el momento de desayunar en aquel barco que parecía que tenía su propio restaurante, era casi como un hotel. Debido al billete que tenían de clase turista tenían acceso a la comida justa para sobrevivir, pero si querían cualquier otro tipo de cosas tendrían que pagar por ella. Entre este tipo de cosas había alcohol, calefacción, comida adicional (solo daban desayuno, comida y cena y era algo escasa) y demás tipo de actividades de pago para entretener a los pasajeros durante aquel largo viaje. Suerte que habían comprado algo de comida para los animales, pues sino pronto tendrían que empezar a robar para darles algún alimento o peor aún, tendrían que pagarlos.
Pero esto no era lo que le molestaba, hecho que podía darse por supuesto por su postura y aspecto desaliñado. Unas ojeras marcadas indicaban que no había dormido lo suficiente, su espalda estaba curvada como si le molestara levantar la cabeza y tenía cara de pocos amigos. Llevaba las manos en los bolsillos y caminaba como si fuera pateando a gente por el camino. Refunfuñaba de vez en cuando, pero sabía muy bien por dónde tenía que ir pues había aprovechado que Eris tenía que cambiarse para dejar la habitación (dándole privacidad) y reconociendo parte del inmenso barco en el que se encontraban. Echó un vistazo a Eris, refunfuñó y volvió a mirar al frente mientras seguía camimando, si saber por qué estaba de tan mal humor.
La razón por la que Haine estaba así era porque había tenido un sueño con Eris, no recordaba lo que había pasado, pero recordaba que llegaban a una isla y encontraban una casa abandonada. Él tenía mucho calor y ella mucho frío y ambos bebieron alcohol... Del resto no se acordaba para nada, y eso le molestaba. Llegaron al comedor y procedió a tomar un poco de todo pues era buffet libre, aunque de mala calidad, llevándose dos platos llenos de comida hasta una mesa y esperando a que Eris se sentara con él. Había recogido comida de todo tipo: croissants, embutidos, huevos, bacon... No es que fuera a comerse todo aquello, pero no se permitían animales en aquella zona y tendría que alimentar a los animales con algo más que con pienso durante todo el viaje.
- Eh, mira eso. - dijo en voz alta una vez se sentó en la mesa y se levó un croissant entero a la boca. Su mirada estaba fija en un grupo de marines que parecían muy contentos mientras se servían su comida, hecho que molestó todavía más al albino. No le gustaba la presencia de marines, y menos si tenía que convivir con ellos durante tanto tiempo. No es como si hubiera hecho nada ilegal dentro del barco, pero aún así le molestaba.
Pero esto no era lo que le molestaba, hecho que podía darse por supuesto por su postura y aspecto desaliñado. Unas ojeras marcadas indicaban que no había dormido lo suficiente, su espalda estaba curvada como si le molestara levantar la cabeza y tenía cara de pocos amigos. Llevaba las manos en los bolsillos y caminaba como si fuera pateando a gente por el camino. Refunfuñaba de vez en cuando, pero sabía muy bien por dónde tenía que ir pues había aprovechado que Eris tenía que cambiarse para dejar la habitación (dándole privacidad) y reconociendo parte del inmenso barco en el que se encontraban. Echó un vistazo a Eris, refunfuñó y volvió a mirar al frente mientras seguía camimando, si saber por qué estaba de tan mal humor.
La razón por la que Haine estaba así era porque había tenido un sueño con Eris, no recordaba lo que había pasado, pero recordaba que llegaban a una isla y encontraban una casa abandonada. Él tenía mucho calor y ella mucho frío y ambos bebieron alcohol... Del resto no se acordaba para nada, y eso le molestaba. Llegaron al comedor y procedió a tomar un poco de todo pues era buffet libre, aunque de mala calidad, llevándose dos platos llenos de comida hasta una mesa y esperando a que Eris se sentara con él. Había recogido comida de todo tipo: croissants, embutidos, huevos, bacon... No es que fuera a comerse todo aquello, pero no se permitían animales en aquella zona y tendría que alimentar a los animales con algo más que con pienso durante todo el viaje.
- Eh, mira eso. - dijo en voz alta una vez se sentó en la mesa y se levó un croissant entero a la boca. Su mirada estaba fija en un grupo de marines que parecían muy contentos mientras se servían su comida, hecho que molestó todavía más al albino. No le gustaba la presencia de marines, y menos si tenía que convivir con ellos durante tanto tiempo. No es como si hubiera hecho nada ilegal dentro del barco, pero aún así le molestaba.
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Había cosas estúpidas en la vida y para ella, después estaba Haine. Había rechazado por activa y pasiva el dormir en la misma cama que ella, separados incluso por una barrera de almohadas, de sentirse incómodo. Había acabado al final durmiendo en el suelo, en una improvisada y mal hecha cama que debía de destrozar la espalda y minar la moral. ¿Cuánto tiempo podría aguantar así? Era la pregunta que ella se hacía aunque bien conocía la respuesta, como le conocía a él: hasta el final del viaje. El motivo era tan simple como que la cabezonería siempre se había instalado en ambos con creces, haciendo de ellos unos estúpidos a ojos de todos los demás por ese motivo. O… Al menos, era lo que ella pensaba. Refunfuñó mientras buscaba su ropa después de que le hubiera dejado un poco de tiempo para ella. Se vistió deprisa, con un atuendo similar al de siempre: corsé, camisa blanca (y fina, a pesar del frío), falta, calcetines hasta las rodillas y las botas, un poco más abajo de las mismas. No se armó, dado que allí en esa habitación le parecía innecesario, sino que preparó con rapidez la comida del gato para dársela y dejarle dormido después, en una improvisada cuna de almohadas y una de sus mantas en el suelo. Mejor en el suelo, porque de esa forma evitarían el daño que podría hacerse el pequeño felino al caer de la cama.
Aunque eh, con propiedad: dormía con ella siempre y hasta ahora no habían teniendo ningún accidente. Pero ya caminando por el pasillo se le antojó extraño. Notaba el típico golpear en la pantorrilla de aquella espada que llevaba colgada a la espalda. No le mira pero sonríe por haber visto esa mueca molesta en su rostro. Su andar se denota cansado, frustrado, golpeando al suelo cada vez que un pie se levanta del mismo. Ella tiene ganas de hacer un comentario sarcástico pero se lo guarda. En el fondo no lo hace, porque sabe que le gusta. Su gesto no es diferente, cansado y ojeroso, de pelo revuelto aunque… ¿Cuándo se peina él? Aquello hace despertar otra sonrisa en los labios de Eris que poco a poco y de buena mañana, va notando como su felicidad aumenta. Allí no hace frío, como en la cubierta del barco, sino que la ropa de manga larga que lleva es más que suficiente para abogar a la comodidad. Sí, puede que vayan en clase turista y no una VIP, donde los colmarían de riquezas y lujos pero… Es lo que hay y parte, lo que él ha robado. Pero caminan hacia donde otra gran parte de la población de aquel barco va: el comedor.
Este, a pesar de lo que se podía pensar no estaba ni revuelto ni resultaba caótico al oído. Murmullos sueltos de conversaciones, risas tímidas y, en general, caras de enorme cansancio. La vida en un barco no era para todos igual y, desde luego, era algo que se debía de tener en cuenta para cualquiera de las carreras que en aquel mundo se podía abordar. En cambio en el gesto de ella todavía se hallaba aquella sonrisa que hacía que el recoger comida, llenando un propio plato a pesar de los dos que Haine se había cogido resultara divertido. No hizo amago de mucho más, sino que la joven siguió al peliblanco tanto en la fila del buffet, hasta la mesa. Le daba igual que por su mal humor la mandara lejos, eso de hecho la divertiria pero cuando se sentó, la llamó la atención de un grupo de personas. Sí, ella sabía que eran marines y a pesar de que todo su dinero era robado, no tenía ni una pizca de miedo. ¿Por qué? Porque entre medias de aquellos robos había ejercido un lucrativo servicio a la comunidad. Pero uno de ellos la miró y ella no pudo más que alzar una ceja. Tenía una ligera opción de conseguir algo de fruta -o al menos lo vio así en seguida- dado que ese alimento, por la escasa capacidad de mantener la frescura, era reservado para las clases altas y… Los marines.
—Ahora vuelvo— musitó, poniénendose en pie sin mirar a Haine para acercarse a paso lento al Marine que la había mirado previamente. Este tenía un par de manzanas en la mano y la sonrió desde el mismo momento que la vió. Se giró hacia ella cuando estaba a su lado, comenzando una sutil conversación que parecía tener desde el punto de vista de cualquiera una intención más… Personal. Al cabo del rato, ella regresó a la mesa, sin mirar al peliblanco pero dejando un par de manzanas sobre la misma. —Les vendrán bien a Shiro y Gato— susurró ella, aludiendo a las vitaminas que tenían aquellos alimentos. Sí, solía darle pequeños trocitos de manzana al gato cuando podía, o cuando se apropiaba de una debido a la época. Le gustaban pues, para él con sus pequeños dientecitos eran como caramelos para un niño. No obstante, la mujer cogió una napolitana de crema, llevándosela a la boca y, debido a lo pequeña que era comiéndosela de un bocado, comenzando a “atacar” el resto de comidas salada del plato con el que se había hecho.
Aunque eh, con propiedad: dormía con ella siempre y hasta ahora no habían teniendo ningún accidente. Pero ya caminando por el pasillo se le antojó extraño. Notaba el típico golpear en la pantorrilla de aquella espada que llevaba colgada a la espalda. No le mira pero sonríe por haber visto esa mueca molesta en su rostro. Su andar se denota cansado, frustrado, golpeando al suelo cada vez que un pie se levanta del mismo. Ella tiene ganas de hacer un comentario sarcástico pero se lo guarda. En el fondo no lo hace, porque sabe que le gusta. Su gesto no es diferente, cansado y ojeroso, de pelo revuelto aunque… ¿Cuándo se peina él? Aquello hace despertar otra sonrisa en los labios de Eris que poco a poco y de buena mañana, va notando como su felicidad aumenta. Allí no hace frío, como en la cubierta del barco, sino que la ropa de manga larga que lleva es más que suficiente para abogar a la comodidad. Sí, puede que vayan en clase turista y no una VIP, donde los colmarían de riquezas y lujos pero… Es lo que hay y parte, lo que él ha robado. Pero caminan hacia donde otra gran parte de la población de aquel barco va: el comedor.
Este, a pesar de lo que se podía pensar no estaba ni revuelto ni resultaba caótico al oído. Murmullos sueltos de conversaciones, risas tímidas y, en general, caras de enorme cansancio. La vida en un barco no era para todos igual y, desde luego, era algo que se debía de tener en cuenta para cualquiera de las carreras que en aquel mundo se podía abordar. En cambio en el gesto de ella todavía se hallaba aquella sonrisa que hacía que el recoger comida, llenando un propio plato a pesar de los dos que Haine se había cogido resultara divertido. No hizo amago de mucho más, sino que la joven siguió al peliblanco tanto en la fila del buffet, hasta la mesa. Le daba igual que por su mal humor la mandara lejos, eso de hecho la divertiria pero cuando se sentó, la llamó la atención de un grupo de personas. Sí, ella sabía que eran marines y a pesar de que todo su dinero era robado, no tenía ni una pizca de miedo. ¿Por qué? Porque entre medias de aquellos robos había ejercido un lucrativo servicio a la comunidad. Pero uno de ellos la miró y ella no pudo más que alzar una ceja. Tenía una ligera opción de conseguir algo de fruta -o al menos lo vio así en seguida- dado que ese alimento, por la escasa capacidad de mantener la frescura, era reservado para las clases altas y… Los marines.
—Ahora vuelvo— musitó, poniénendose en pie sin mirar a Haine para acercarse a paso lento al Marine que la había mirado previamente. Este tenía un par de manzanas en la mano y la sonrió desde el mismo momento que la vió. Se giró hacia ella cuando estaba a su lado, comenzando una sutil conversación que parecía tener desde el punto de vista de cualquiera una intención más… Personal. Al cabo del rato, ella regresó a la mesa, sin mirar al peliblanco pero dejando un par de manzanas sobre la misma. —Les vendrán bien a Shiro y Gato— susurró ella, aludiendo a las vitaminas que tenían aquellos alimentos. Sí, solía darle pequeños trocitos de manzana al gato cuando podía, o cuando se apropiaba de una debido a la época. Le gustaban pues, para él con sus pequeños dientecitos eran como caramelos para un niño. No obstante, la mujer cogió una napolitana de crema, llevándosela a la boca y, debido a lo pequeña que era comiéndosela de un bocado, comenzando a “atacar” el resto de comidas salada del plato con el que se había hecho.
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Asintió cuando ella dijo que volvía en un momento, con la boca llena de dos bollos y medio que hinchaban sus mofletes. Aunque hubiera intentado hablar en aquel momento le habría resultado imposible, es más, seguramente acabaría atragantado si lo hiciera. En cualquier caso no prestó mucha atención de lo que ella dijo pensando que iría a por algún alimento que se le había olvidado, o un cubierto para partir cualquier cosa. Pero cuando Haine volvió a alzar la vista tuvo que tragar toda aquella masa de bollería haciendo que su esófago sufriera durante un buen rato, bebiendo agua para aliviar aquel mal trago tras lo cual clavó sus orbes oculares directamente en su compañera. - ¿Qué demonios está haciendo...? - se preguntó a sí mismo mientras observaba a Eris tener una conversación personal con un marine. ¿Pensaba delatarle? Por un instante el sudor frío lo invadió y fue tentado de levantarse y salir corriendo de allí.
No obstante, su confianza en Eris era mayor de lo que creía pues no se movió ni un solo músculo. Ahora la pregunta que cruzaba su mente era "¿Por qué está hablando con ese marine?", además de que parecía que estuviera ligando con él. Tras un breve periodo de tiempo, la joven volvió con dos manzanas alegando que así los animales podrían comer algo de fruta, hecho que alivió pero molestó al peliblanco por igual. - ¿Por qué hablas con los marines? Puedo conseguir barriles llenos de manzanas de la bodega, solo tengo que colarme y... Pero bueno, parece que estuvieras a punto de comértelo a él y no a esas manzanas. - dijo todavía ojeroso y disgustado. Sabía que su mente había soñado con algo que le había gustado, pero que odiaba que le hubiera gustado, y no sabía que había sido.
En aproximadamente dos minutos terminó de comer, o mejor dicho, de engullir aquella comida. Se levantó de la mesa guardando unos cuantos bollos debajo de su chaqueta y se marchó sin siquiera comprobar si Eris había terminado, con aspecto de no importarle nada en aquel momento. No obstante antes de irse murmuró unas palabras solo audibles para la joven Takayama, - Te veo fuera. - había dicho. Y así fue, se marchó de aquel lugar y le dio aquellos bollos a Shiro en el camarote, sin apenas prestar atención a Gato pues sabía que ella se encargaría de llevarle su propia comida. - Quédate aquí, creo que Eris te va a traer algo. Dile por donde me fui. - le pidió al perro pues sabía que no estaba muy bien visto que los animales pasearan sin correa por todo el barco. Tras esto, cerró la cremallera de su chaqueta y salió del camarote caminando hacia la parte delantera del barco y apoyándose en la barandilla.
Ante sus ojos apareció un vasto terreno cubierto de color azul que se agitaba contra la chapa del barco, zarandeándolo ligeramente. No había ni rastro de tierra por ningún lado, por lo que era obvio que todavía quedarían unos cuantos días antes de que pudieran ver otra isla. Se encontraba pensativo, como si su cabeza estuviera en otra parte, como si el futuro hubiera comenzado a importarle lo más mínimo.
No obstante, su confianza en Eris era mayor de lo que creía pues no se movió ni un solo músculo. Ahora la pregunta que cruzaba su mente era "¿Por qué está hablando con ese marine?", además de que parecía que estuviera ligando con él. Tras un breve periodo de tiempo, la joven volvió con dos manzanas alegando que así los animales podrían comer algo de fruta, hecho que alivió pero molestó al peliblanco por igual. - ¿Por qué hablas con los marines? Puedo conseguir barriles llenos de manzanas de la bodega, solo tengo que colarme y... Pero bueno, parece que estuvieras a punto de comértelo a él y no a esas manzanas. - dijo todavía ojeroso y disgustado. Sabía que su mente había soñado con algo que le había gustado, pero que odiaba que le hubiera gustado, y no sabía que había sido.
En aproximadamente dos minutos terminó de comer, o mejor dicho, de engullir aquella comida. Se levantó de la mesa guardando unos cuantos bollos debajo de su chaqueta y se marchó sin siquiera comprobar si Eris había terminado, con aspecto de no importarle nada en aquel momento. No obstante antes de irse murmuró unas palabras solo audibles para la joven Takayama, - Te veo fuera. - había dicho. Y así fue, se marchó de aquel lugar y le dio aquellos bollos a Shiro en el camarote, sin apenas prestar atención a Gato pues sabía que ella se encargaría de llevarle su propia comida. - Quédate aquí, creo que Eris te va a traer algo. Dile por donde me fui. - le pidió al perro pues sabía que no estaba muy bien visto que los animales pasearan sin correa por todo el barco. Tras esto, cerró la cremallera de su chaqueta y salió del camarote caminando hacia la parte delantera del barco y apoyándose en la barandilla.
Ante sus ojos apareció un vasto terreno cubierto de color azul que se agitaba contra la chapa del barco, zarandeándolo ligeramente. No había ni rastro de tierra por ningún lado, por lo que era obvio que todavía quedarían unos cuantos días antes de que pudieran ver otra isla. Se encontraba pensativo, como si su cabeza estuviera en otra parte, como si el futuro hubiera comenzado a importarle lo más mínimo.
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Aquella pequeña charla con el agradable marine la había hecho desconectar de todo lo que había pasado hasta el momento pues, fuera como fuera, aquellos dos días se habían destacado como intensos a los ojos de cualquiera. Pero no por nada, sino por haberle visto. Porque sí, a ella le seguía costando teorizar que aquel hombre seguía allí y no lo había visto como si fuera un sueño. Fugaz. Cuando se sentó sobre la mesa, dejando ambas manzanas llegó un reproche propio de él que no se esperaba. —Ni se te ocurra robar estando en el mismo barco que yo, ¿entiendes?— susurra ella, visiblemente molesta. No quería tener problemas con gente de la marina. —Además, ¿qué más te da si estaba interesada en él? Necesito una cama esta noche y… ¿Qué mejor que alguien de la marina? Estúpido...— termina ella, a media voz, para comenzar a dar cuenta de su plato. Pero no fue como ella se esperaba.
Haine tardó apenas dos minutos en desaparecer de allí, llevándose unas cuantas cosas que imaginaba serían para el perro. Ella despacio y mirando a su plato dio cuenta de todo lo que había cogido porque en el fondo tenía bastante hambre. No tardaría mucho más en salir, dado que el hambre hace comer rápido aunque tú te veas lento, para llegar hasta la habitación. Allí, Shiro se encontraba echado sobre una de las mantas del gato, cuidando del mismo con un instinto que seguramente Haine no le habría enseñado. El perro se puso en pie, pero ella le hizo un gesto para que se quedara quieto y, por tanto, se volvió a echar. Pero ella había pelado las manzanas y les había quitado el corazón, partiéndolas en cachos. Le dio una al perro, alzando este el hozico para olerlo, ligeramente desconfiado, pero comiéndoselo después con ansia. Ella dejó un montón frente al can, mientras que al gatito le dejó unos cuantos trozos de la misma, haciendo que este se pasara todo el tiempo lamiéndolos. Pero todavía le quedaba una manzana, la cual dejó sobre la mesa.
—Este hombre...— susurró entonces, antes de dirigirse a la puerta de la habitación para salir de nuevo, cerrando, aunque con tanto animal ella se imaginaba que nadie en su sano juicio entraría allí. ¿Por dónde comenzar a buscar? Sabía que el perro estaría enterado de donde estaría su dueño, pero prefirió dejarlo entretenido con aquella cosa dulce. Así que comenzó por el principio, la cubierta y no tardó demasiado en detectar aquella cabellera peliblanca tan característica de él. Era raro dentro de toda aquella marabunta de personas y, mucho más todavía como cuando ahora apenas había personas por allí. Porque él siempre había sido llamativo a sus ojos. Pero se pasó las manos por la chaqueta que no había olvidado coger antes de salir y se acercó hasta él. —El mar es horrible— susurró ella, sin muy bien saber lo que decirle después de aquel problema con la marina. Sabía en el fondo que él era muy reacio a todo aquel tema de la legalidad pero… No quería llamar la atención, quizás quería hacer las cosas bien una vez en su vida, empezando de cero en otro lugar.
—Shiro estaba cuidado de Gato como si fuera su hijo. ¿Acaso tiene ese instinto protector desde hace mucho? Porque si lo llego a saber...— “quizás te hubiera pedido acompañarte antes”. Sí, exacto. Lo que todos pensamos. Era una excusa para decirle que quería haberle acompañado mucho antes. Pero no se atrevía a decir la verdad.
Haine tardó apenas dos minutos en desaparecer de allí, llevándose unas cuantas cosas que imaginaba serían para el perro. Ella despacio y mirando a su plato dio cuenta de todo lo que había cogido porque en el fondo tenía bastante hambre. No tardaría mucho más en salir, dado que el hambre hace comer rápido aunque tú te veas lento, para llegar hasta la habitación. Allí, Shiro se encontraba echado sobre una de las mantas del gato, cuidando del mismo con un instinto que seguramente Haine no le habría enseñado. El perro se puso en pie, pero ella le hizo un gesto para que se quedara quieto y, por tanto, se volvió a echar. Pero ella había pelado las manzanas y les había quitado el corazón, partiéndolas en cachos. Le dio una al perro, alzando este el hozico para olerlo, ligeramente desconfiado, pero comiéndoselo después con ansia. Ella dejó un montón frente al can, mientras que al gatito le dejó unos cuantos trozos de la misma, haciendo que este se pasara todo el tiempo lamiéndolos. Pero todavía le quedaba una manzana, la cual dejó sobre la mesa.
—Este hombre...— susurró entonces, antes de dirigirse a la puerta de la habitación para salir de nuevo, cerrando, aunque con tanto animal ella se imaginaba que nadie en su sano juicio entraría allí. ¿Por dónde comenzar a buscar? Sabía que el perro estaría enterado de donde estaría su dueño, pero prefirió dejarlo entretenido con aquella cosa dulce. Así que comenzó por el principio, la cubierta y no tardó demasiado en detectar aquella cabellera peliblanca tan característica de él. Era raro dentro de toda aquella marabunta de personas y, mucho más todavía como cuando ahora apenas había personas por allí. Porque él siempre había sido llamativo a sus ojos. Pero se pasó las manos por la chaqueta que no había olvidado coger antes de salir y se acercó hasta él. —El mar es horrible— susurró ella, sin muy bien saber lo que decirle después de aquel problema con la marina. Sabía en el fondo que él era muy reacio a todo aquel tema de la legalidad pero… No quería llamar la atención, quizás quería hacer las cosas bien una vez en su vida, empezando de cero en otro lugar.
—Shiro estaba cuidado de Gato como si fuera su hijo. ¿Acaso tiene ese instinto protector desde hace mucho? Porque si lo llego a saber...— “quizás te hubiera pedido acompañarte antes”. Sí, exacto. Lo que todos pensamos. Era una excusa para decirle que quería haberle acompañado mucho antes. Pero no se atrevía a decir la verdad.
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Apoyado en la barandilla escuchaba el sonido de las olas del mar, el sonido de un agua que podría quitarle todos sus poderes con el simple contacto sobre su piel. Un simple empujón y todo acabaría, se hundiría hasta el fondo sin poder hacer nada por evitarlo, ahogándose y dando fin a su vida. Ensimismado en sus pensamientos, recordó cómo había descubierto que sus poderes se desvanecían al contacto con el mar.
Fue hacía algunos años ya, al poco de obtener su akuma. Había decidido ir a la playa para atrapar algunos moluscos, pues en aquella época del año uno podía vivir de estos animales sin conseguía unos cuantos y se arriesgaba a ser golpeado por la fuerza de las olas. No era un trabajo fácil, pero era una de las pocas maneras de conseguir comida por el albino en aquel momento. Se había acercado a un acantilado rocoso y comenzó a recoger los animales, siempre pendiente de las olas que golpeaban contra las rocas en las que se apoyaba. Shiro observaba en la distancia, pendiente de cómo su compañero realizaba aquella labor, por lo que pudo observar como Haine escaba por los pelos de una ola que lo habría estrujado contra las afiladas rocas y caía al agua del mar, en una zona que apenas le cubriría por la barbilla. Sin embargo, el albino recordaba como no había podido moverse, como todas sus fuerzas se marchaban y no podía usar su poder. Era la debilidad de aquella akuma no mi, la cual lo habría matado de no ser porque Shiro se tiró al agua y logró arrastrar su cuerpo hasta la orilla.
Asoció aquel hecho con lo que había ocurrido en el comedor, sin saber muy bien por qué. Lo que Eris había dicho le había ofendido en parte, pero tenía que darse cuenta que ella no era una criminal como él, sino una ciudadana que no quería meterse en problemas y que estaba arriesgándose viajando con alguien como él. En verdad lo mejor que podía hacer era marcharse con aquel marine de modo que él lo protegiera y la alejara del lado oscuro de la ley, pero no soportaba la idea de que Eris durmiera en la cama con otro hombre, o mejor dicho, con cualquier hombre. Era como su protegida, no dejaría que nada le pasara mientras estuviera bajo su tutela, un sentimiento producido por la hermandad que tenían que, si bien no era de sangre, poseía un afecto igual de fuerte.
Una voz lo sacó de su ensoñamiento, haciendo que alzara la vista sabiendo la cara que se iba a encontrar. Era Eris, cuya adversión por el agua de mar parecía poseer el mismo origen que la de Haine, por aquella debilidad que poseían todos los usuarios de akuma. Acto seguida ella habló del perro, el que estaba en la habitación con el felino de la mujer. - ¿Instinto protector? Puede que lo ganara al verte, eres alguien que da la sensación que la necesita... - dijo con tono irónico mientras se reía entre dientes. - Pero no la necesitas... - añadió el albino. Sin duda se refería a la habilidad que poseía de soltar calambrazos como si de un enchufe se tratara, habilidad que había sentido en su propia carne el día anterior.
- La verdad es que él siempre me ha protegido. Al principio quería tomar mi cuello, pero más tarde comprendió que nosotros éramos nakamas. Y desde entonces me ha salvado la vida un par de veces, como cuando me caí al mar sin saber que mi fuerza se anularía y él me sacó antes de que me ahogara. - contaba sin apartar la vista de las oscuras aguas del mar. Cambió de posición poniendo el peso de su cuerpo en la otra pierna, sintiendo una pequeña molestia y acordándose entonces del mordisco que le había proferido el cánido el día anterior. - Por cierto, gracias por el vendaje y el tratamiento. Normalmente estas heridas se me infectan, por lo que me duran durante varios días. Pero esta vez ya apenas me duele, el gracioso de Shiro no se ha salido con la suya esta vez. - explicó.
- Respecto a lo que ha pasado en el comedor... - comenzó a decir mientras su rostro mostraba un gesto de ligero enfado. - No dejaré que duermas fuera de tu habitación, aunque sea yo el que tenga que buscarse una cama decente. Eres mi hermana, no me gustaría verte mendigando un sitio para dormir como lo hacía mi madre. Mi verdadera madre. - O sea, una prostituta. No añadió este detalle pues creía que Eris sabía de donde venía lo suficientemente bien para ver a qué se refería, pero no lo dijo como si fuera un insulto sino más bien una especie de elogio, a su manera. De hecho, era uno de los pocos elogios que había dicho en su vida, y el primero a una mujer.
Fue hacía algunos años ya, al poco de obtener su akuma. Había decidido ir a la playa para atrapar algunos moluscos, pues en aquella época del año uno podía vivir de estos animales sin conseguía unos cuantos y se arriesgaba a ser golpeado por la fuerza de las olas. No era un trabajo fácil, pero era una de las pocas maneras de conseguir comida por el albino en aquel momento. Se había acercado a un acantilado rocoso y comenzó a recoger los animales, siempre pendiente de las olas que golpeaban contra las rocas en las que se apoyaba. Shiro observaba en la distancia, pendiente de cómo su compañero realizaba aquella labor, por lo que pudo observar como Haine escaba por los pelos de una ola que lo habría estrujado contra las afiladas rocas y caía al agua del mar, en una zona que apenas le cubriría por la barbilla. Sin embargo, el albino recordaba como no había podido moverse, como todas sus fuerzas se marchaban y no podía usar su poder. Era la debilidad de aquella akuma no mi, la cual lo habría matado de no ser porque Shiro se tiró al agua y logró arrastrar su cuerpo hasta la orilla.
Asoció aquel hecho con lo que había ocurrido en el comedor, sin saber muy bien por qué. Lo que Eris había dicho le había ofendido en parte, pero tenía que darse cuenta que ella no era una criminal como él, sino una ciudadana que no quería meterse en problemas y que estaba arriesgándose viajando con alguien como él. En verdad lo mejor que podía hacer era marcharse con aquel marine de modo que él lo protegiera y la alejara del lado oscuro de la ley, pero no soportaba la idea de que Eris durmiera en la cama con otro hombre, o mejor dicho, con cualquier hombre. Era como su protegida, no dejaría que nada le pasara mientras estuviera bajo su tutela, un sentimiento producido por la hermandad que tenían que, si bien no era de sangre, poseía un afecto igual de fuerte.
Una voz lo sacó de su ensoñamiento, haciendo que alzara la vista sabiendo la cara que se iba a encontrar. Era Eris, cuya adversión por el agua de mar parecía poseer el mismo origen que la de Haine, por aquella debilidad que poseían todos los usuarios de akuma. Acto seguida ella habló del perro, el que estaba en la habitación con el felino de la mujer. - ¿Instinto protector? Puede que lo ganara al verte, eres alguien que da la sensación que la necesita... - dijo con tono irónico mientras se reía entre dientes. - Pero no la necesitas... - añadió el albino. Sin duda se refería a la habilidad que poseía de soltar calambrazos como si de un enchufe se tratara, habilidad que había sentido en su propia carne el día anterior.
- La verdad es que él siempre me ha protegido. Al principio quería tomar mi cuello, pero más tarde comprendió que nosotros éramos nakamas. Y desde entonces me ha salvado la vida un par de veces, como cuando me caí al mar sin saber que mi fuerza se anularía y él me sacó antes de que me ahogara. - contaba sin apartar la vista de las oscuras aguas del mar. Cambió de posición poniendo el peso de su cuerpo en la otra pierna, sintiendo una pequeña molestia y acordándose entonces del mordisco que le había proferido el cánido el día anterior. - Por cierto, gracias por el vendaje y el tratamiento. Normalmente estas heridas se me infectan, por lo que me duran durante varios días. Pero esta vez ya apenas me duele, el gracioso de Shiro no se ha salido con la suya esta vez. - explicó.
- Respecto a lo que ha pasado en el comedor... - comenzó a decir mientras su rostro mostraba un gesto de ligero enfado. - No dejaré que duermas fuera de tu habitación, aunque sea yo el que tenga que buscarse una cama decente. Eres mi hermana, no me gustaría verte mendigando un sitio para dormir como lo hacía mi madre. Mi verdadera madre. - O sea, una prostituta. No añadió este detalle pues creía que Eris sabía de donde venía lo suficientemente bien para ver a qué se refería, pero no lo dijo como si fuera un insulto sino más bien una especie de elogio, a su manera. De hecho, era uno de los pocos elogios que había dicho en su vida, y el primero a una mujer.
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Como ella misma había dicho, la visión del mar no le resultaba precisamente agradable. Para ella era como estar encadenada a la tierra, sí, pero hasta ahora no había encontrado la solución a la inmovilidad que le provocaba aquel salado agua. Y sin embargo ella no lo había sufrido, pero sí lo había visto. Sabía que no debía de acercarse a ese agua y lo supo desde el primer momento en el que sin querer engulló aquella extraña fruta de manera equivocada. Ni siquiera estaba buena, debía decirse. Pero las sensaciones eran las que primaban en ese tipo de cosas. —Que creas que no lo necesito demuestra más que nunca que sí que lo requiero— susurra ella —, pues ahora necesito a alguien que esté a mi lado cuando tenga que defender hasta que… Hasta que por lo menos pueda tocar a las personas sin miedo a achicharrarlas. Pero eso, tú sigue pensando que tienes una hermana fuerte y todo lo que quieras— dijo ella, a media voz. No era más que un suelto reproche sin demasiada intención. De estas veces que no te das cuenta de que estás diciendo la verdad pero lo haces.
Y así fue como ella supo que Haine había caído al agua. Solo pensarlo hacía que su cara se tornara un poco más pálida de lo normal y que las manos le temblaran. No quería su muerte ni después de que él casi causara la tuya. Era lo que tenia que fuera su amor platónico. —Eso te pasa por no haberte quedado con aquella persona que te consideraba tu familia y a la que casi tú...— se encoge de hombros sin llegar a terminar la frase. “Mataste” sería lo más acertado y realmente eran ya las fuertes ganas las que le hacían querer decir algo así. Ganas para olvidar ese pequeño resquemor hacia su persona pero ganas también para poder llegar a olvidar el resto de sucesos. Y sí, se había referido a ella misma aún con eso de hablar en tercera persona que, quizás, quedaría un poco confuso. Porque él había sido mucho más cercano a ella que el resto de su familia consanguínea. Además, ¿qué importa la sangre? Importa quien te críe y te cuide.
—No te preocupes, ya miraremos lo del vendaje luego otra vez… Así evitaremos ue se ponga feo. Y si tienes más heridas también podría curártelas. Así por lo menos saldrás sano— ya que no podía hacer mucho más con él, ofrecerle su total ayuda quizás serviría para algo. Pero se calló, negando con la cabeza. Nunca la había llamado puta de aquella forma tan fina. Pero se enfadó. ¿Quién era él para acusarla de tal cosa? ¿Qué sabía? ¿Solo por buscar una cama para dormir tenía que haber implícito un intercambio sexual? Resopló, disconforme, mientras ponía los ojos en blancos para girarse. Estaba también cansada de mirar por aquella barandilla y el agua cada vez la ponía más nerviosa. Abrió la boca para decir algo al respecto, pero la cerró. No se atrevía a pronunciar aquellas palabras, para ser sinceros, porque no eran palabras sencillas de pronunciar. No quería, no obstante, insultar a su verdadera madre… Tampoco la de Eris es que fuera una santa. A saber quien era ella en realidad.
—Yo no mendigo, ni siquiera lo pido— intervino —, ¿quién te ha dicho que no tengo más intenciones que las de meterme en la cama de ese oficial? ¿Y sí además tengo la intención de meterme en su vida?— casi termino con un cierto tono de reproche, pero volvió a negar con la cabeza. —Grábatelo a fuego, Haine. Soy mayor, adulta y he viajado sola antes. No soy una zorra con la que todos se acuestan a cambio de un plato caliente y un techo. Yo no me vendo de esa forma. Así que deja de tratar de protegerme porque… no se te da bien. Deberías verte la cara, ¿sabes? Estás hecho polvo— y sí, ahí solo señaló lo obvio.
Y así fue como ella supo que Haine había caído al agua. Solo pensarlo hacía que su cara se tornara un poco más pálida de lo normal y que las manos le temblaran. No quería su muerte ni después de que él casi causara la tuya. Era lo que tenia que fuera su amor platónico. —Eso te pasa por no haberte quedado con aquella persona que te consideraba tu familia y a la que casi tú...— se encoge de hombros sin llegar a terminar la frase. “Mataste” sería lo más acertado y realmente eran ya las fuertes ganas las que le hacían querer decir algo así. Ganas para olvidar ese pequeño resquemor hacia su persona pero ganas también para poder llegar a olvidar el resto de sucesos. Y sí, se había referido a ella misma aún con eso de hablar en tercera persona que, quizás, quedaría un poco confuso. Porque él había sido mucho más cercano a ella que el resto de su familia consanguínea. Además, ¿qué importa la sangre? Importa quien te críe y te cuide.
—No te preocupes, ya miraremos lo del vendaje luego otra vez… Así evitaremos ue se ponga feo. Y si tienes más heridas también podría curártelas. Así por lo menos saldrás sano— ya que no podía hacer mucho más con él, ofrecerle su total ayuda quizás serviría para algo. Pero se calló, negando con la cabeza. Nunca la había llamado puta de aquella forma tan fina. Pero se enfadó. ¿Quién era él para acusarla de tal cosa? ¿Qué sabía? ¿Solo por buscar una cama para dormir tenía que haber implícito un intercambio sexual? Resopló, disconforme, mientras ponía los ojos en blancos para girarse. Estaba también cansada de mirar por aquella barandilla y el agua cada vez la ponía más nerviosa. Abrió la boca para decir algo al respecto, pero la cerró. No se atrevía a pronunciar aquellas palabras, para ser sinceros, porque no eran palabras sencillas de pronunciar. No quería, no obstante, insultar a su verdadera madre… Tampoco la de Eris es que fuera una santa. A saber quien era ella en realidad.
—Yo no mendigo, ni siquiera lo pido— intervino —, ¿quién te ha dicho que no tengo más intenciones que las de meterme en la cama de ese oficial? ¿Y sí además tengo la intención de meterme en su vida?— casi termino con un cierto tono de reproche, pero volvió a negar con la cabeza. —Grábatelo a fuego, Haine. Soy mayor, adulta y he viajado sola antes. No soy una zorra con la que todos se acuestan a cambio de un plato caliente y un techo. Yo no me vendo de esa forma. Así que deja de tratar de protegerme porque… no se te da bien. Deberías verte la cara, ¿sabes? Estás hecho polvo— y sí, ahí solo señaló lo obvio.
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Miró hacia un lado, sabía que tenía razón. ¿Cuántos años tenía? Seguro que ya era mayor de edad, podía cuidarse ella misma, pero con un poder como tal quizás necesitara un ojo supervisor par que no volviera a ocurrir lo que había pasado en aquella habitación. Debería controlar si quería poder tener una vida "normal", aunque con la capacidad de dar esa clase de chispazos con el simple contacto debería tener cuidado y permanecer oculta o aunque quisiera no podría tener una vida "normal". Sin embargo no estaba de acuerdo con las palabras de la muchacha, al menos no en todas. - Sabes muy bien que si me fui no fue porque yo quise, sino porque tenía que elegir entre que se fuera el perro o que se fueran los dos. Además, no es como si estuviera encantado con el trato que me daban tanto tus hermanos como tu padre. - decía expresando su viejo rencor, ya olvidado con los años.
No obstante tenía razón con lo que le había llamado indirectamente, pues Eris no se merecía cargar con ese adjetivo sobre sus hombros. Había dicho eso porque le daba rabia que pudiera pasar, que algún hombre la tomara porque no tenía donde caerse muerta. Esa había sido otra de las razones por las que le había pedido que se quedara con él, para evitar que la miseria llegara hasta ella sobretodo ahora que tenía otra boca que alimentar. Por último, giró al cuello al escuchar su indicación de cansancio sobre su cuerpo, y es verdad que estaba un poco descolocado debido a la mala noche que había pasado. En cualquier caso giró para mirarla mientras la suave brisa marina acariciaba su rostro, dejando sobre su olfato un ligero olor a mar salado. Le gustaba aquella sensación, aquella brisa.
- He tenido una pesadilla, eso es todo... - dijo Haine casi molesto por hablar del tema, pues no recordaba de qué se había tratado y le molestaba tanto como le podía molestar a ella la incertidumbre de no saberlo. Aún tenía ojeras y no le disgustaría irse a dormir pronto aquella noche, pero recién empezado el día todavía tenía muchas cosas que hacer. - Y... ¿Cómo adquiriste ese poder? - preguntó Haine curioso, mirándola de nuevo como si tratara de adivinar la respuesta en sus ojos. Parecía que hubiera sacado la conversación como quien habla del tiempo o si buscara cambiar de tema, pero llevaba ya un buen rato preguntándoselo.
No obstante tenía razón con lo que le había llamado indirectamente, pues Eris no se merecía cargar con ese adjetivo sobre sus hombros. Había dicho eso porque le daba rabia que pudiera pasar, que algún hombre la tomara porque no tenía donde caerse muerta. Esa había sido otra de las razones por las que le había pedido que se quedara con él, para evitar que la miseria llegara hasta ella sobretodo ahora que tenía otra boca que alimentar. Por último, giró al cuello al escuchar su indicación de cansancio sobre su cuerpo, y es verdad que estaba un poco descolocado debido a la mala noche que había pasado. En cualquier caso giró para mirarla mientras la suave brisa marina acariciaba su rostro, dejando sobre su olfato un ligero olor a mar salado. Le gustaba aquella sensación, aquella brisa.
- He tenido una pesadilla, eso es todo... - dijo Haine casi molesto por hablar del tema, pues no recordaba de qué se había tratado y le molestaba tanto como le podía molestar a ella la incertidumbre de no saberlo. Aún tenía ojeras y no le disgustaría irse a dormir pronto aquella noche, pero recién empezado el día todavía tenía muchas cosas que hacer. - Y... ¿Cómo adquiriste ese poder? - preguntó Haine curioso, mirándola de nuevo como si tratara de adivinar la respuesta en sus ojos. Parecía que hubiera sacado la conversación como quien habla del tiempo o si buscara cambiar de tema, pero llevaba ya un buen rato preguntándoselo.
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Parecía complicado, ¿verdad? Pues en realidad lo era tanto como se asimilaba. Ella tenía la cabeza hecha polvo de múltiples maneras: su madre y su trato, su padre y su trato, sus hermanos y su trato y por último, Haine y su traición. Porque tenía delante al que consideraba como un traidor. Esa persona a la que amas y que, aunque lo des todo por sentado con ella, te traiciona para casi matarte. Aunque en su caso dejó de ser metafórico y pasó a ser de verdad. La cicatriz del pecho palpitó sobre la piel de la mujer cuando este se volvió a referir a su familia, ¿es que todavía no se había dado cuenta que, de verdad, no le importaban nada? Ella lo había pasado como él, peor porque el trato se había prologado muchos más años. Pero no dijo nada, a menos no de inicio pues ella guardó silencio durante unos segundos. Pensar que decir al respecto para que suene tajante y que aquel tipo de frases no se repitieran nunca más era complicado. Y más cuando había heridas abiertas tan recientes. —Me dejaste atrás, casi me matas—comenzó ella —. Ese trato que estuviste recibiendo tú y por el que tanto te quejas yo también lo sufrí. Lo sufrí antes y después de que te fueras, además… Y después fue peor. No se si por el hecho de que casi me dejan morir o por el hecho de que pegar a alguien que casi no se puede ni ponerse en pie resulte divertido— le contó.
—Nuestra diferencia es que yo tenía dinero y ellos lo sabían— se encogió de hombros. Quería hacerle ver que lo que tenía podría no ser legal, pero era propio. No era una niña de papá a la que le constaban el viaje y que podía llevar a un polizón consigo. No lo entendió así y esperaba que él tampoco lo hiciera. No obstante, negó la cabeza al saber de la pesadilla de él. No gustaba de que ese tipo de cosas le ocurrieran a Haine pero… ¿Qué iba a hacer? La que sabía reparar ese tipo de cosas con menjunjes de hierbas era su madre. Así pues la chica alzó la cabeza y se volvió a apoyar sobre la barandilla, mirando el agua del mar. Sería muy sencillo dejarse caer y hundirse en el fondo del mar. Pero no lo haría, porque en el fondo le tenía un gran aprecio a la vida. Sentía amor por la misma y nada de repulsión por la que quieren quitársela. Porque… Bueno, era fácil dilucidar sus sueños. Mas de forma loable la chica volvió a suspirar.
—Igual que tú, me comí un fruta. Por equivocación y estaba mala pero… Bueno, me la comí y después empezaron todas estas cosas— se encogió de hombros —. Por eso llevo guantes, porque así no hago daño nadie a pesar de que no sea de forma intencionada… Aunque bien utilizado, se que podría atravesar los guantes— susurró, alzando las manos y examinando aquella piel que las cubría, pero se pasó una mano por la barbilla, acostumbrada al tacto de los mismos casi como si fueran su propia piel —. Y si es tu pregunta no, joder, no puedo controlarlo… Todavía. Supongo que lo haré, si no me mata antes— terminó mientras sonreía de medio lado. Era la verdad y era a una de las pocas cosas que no tenía miedo. Bromear con esas cosas no estaba entre sus intenciones y no, no lo había hecho. Pero se incorporó, separándose de la valla de aquel crucero mientras daba un par de pasos. —No creo que les quede demasiado a esos marineros para darse su vuelta por aquí, vámonos y te curaré todas las heridas… Incluso la que yo te hice, porque joder, si llevas vendas todavía...— de forma automática y aunque no predefinida se llevó una mano al pecho, como si pudiera sentir sus propias heridas abiertas como en el mismo momento en el que le fueron provocados. Instó a que le seguiría, si comenzaba a andar.
—Nuestra diferencia es que yo tenía dinero y ellos lo sabían— se encogió de hombros. Quería hacerle ver que lo que tenía podría no ser legal, pero era propio. No era una niña de papá a la que le constaban el viaje y que podía llevar a un polizón consigo. No lo entendió así y esperaba que él tampoco lo hiciera. No obstante, negó la cabeza al saber de la pesadilla de él. No gustaba de que ese tipo de cosas le ocurrieran a Haine pero… ¿Qué iba a hacer? La que sabía reparar ese tipo de cosas con menjunjes de hierbas era su madre. Así pues la chica alzó la cabeza y se volvió a apoyar sobre la barandilla, mirando el agua del mar. Sería muy sencillo dejarse caer y hundirse en el fondo del mar. Pero no lo haría, porque en el fondo le tenía un gran aprecio a la vida. Sentía amor por la misma y nada de repulsión por la que quieren quitársela. Porque… Bueno, era fácil dilucidar sus sueños. Mas de forma loable la chica volvió a suspirar.
—Igual que tú, me comí un fruta. Por equivocación y estaba mala pero… Bueno, me la comí y después empezaron todas estas cosas— se encogió de hombros —. Por eso llevo guantes, porque así no hago daño nadie a pesar de que no sea de forma intencionada… Aunque bien utilizado, se que podría atravesar los guantes— susurró, alzando las manos y examinando aquella piel que las cubría, pero se pasó una mano por la barbilla, acostumbrada al tacto de los mismos casi como si fueran su propia piel —. Y si es tu pregunta no, joder, no puedo controlarlo… Todavía. Supongo que lo haré, si no me mata antes— terminó mientras sonreía de medio lado. Era la verdad y era a una de las pocas cosas que no tenía miedo. Bromear con esas cosas no estaba entre sus intenciones y no, no lo había hecho. Pero se incorporó, separándose de la valla de aquel crucero mientras daba un par de pasos. —No creo que les quede demasiado a esos marineros para darse su vuelta por aquí, vámonos y te curaré todas las heridas… Incluso la que yo te hice, porque joder, si llevas vendas todavía...— de forma automática y aunque no predefinida se llevó una mano al pecho, como si pudiera sentir sus propias heridas abiertas como en el mismo momento en el que le fueron provocados. Instó a que le seguiría, si comenzaba a andar.
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Aguardó en silencio con la mirada perdida en las olas del mar, escuchando todas sus palabras y dejándola que terminara de hablar. Su mente discurría pensamientos que nunca había creído que tendría, pues tenía entendido que Eris había tenido una infancia agradable con su familia y que en ningún caso la habían maltratado o pegado. De hecho, la razón por la que Haine se había comportado de forma tan agresiva en su "despedida", o mejor dicho una de las razones, había sido porque pensaba que Eris estaba con su familia y los apoyaba. Pero descubrir todo aquello no hacía sino molestarle en lugar de causarle cualquier otra sensación, podría sentirse arrepentido de lo que hizo pero marcharse era una decisión que no podía cambiar, ni tampoco quería hacerla. "O se va el perro u os vais los dos", le habían dicho, y evidentemente Haine no iba a decir abandonado a aquel cachorro que hoy en día se había convertido en su mejor y único amigo, no, su hermano.
Con la voz algo torcida manifestó su desagrado ante cómo la habían tratado, pero sabiendo que no era peor que lo que él había pasado. - Lamento mucho que te pasara eso... Pero si a ti te trataban así que eras su hija, imagínate cómo trataban a un perro como yo que solo lo tenían para recibir la ayuda del gobierno por acoger a un desamparado. Al menos, tú tenías cuarto propio y comías en plato, yo dormía en un armario y comía los restos que se les caían al suelo. - dijo encogiéndose de hombros sin darle demasiada importancia. No es quisiera darse méritos por haber sido el más maltratado de todos, ni tampoco dar pena ante la que en algún momento fue su hermana, que parecía haberse comido aquella fruta casi por accidente. Era bastante curioso, una fruta capaz de producir descargas eléctricas podía ser muy poderosa, quizás más incluso que la que Haine tenía cuyo poder era dotar de "alma" a los objetos inanimados y darles vida de las formas más "curiosa".
Se giró al escuchar sus últimas palabras y entrecruzó los dedos por detrás de la nuca para comenzar a andar levantando mucho las piernas para equilibrar el peso de su cuerpo, que se iba hacia atrás. Comenzó a recorrer el camino hasta la habitación de nuevo, no le preocupaba que los marines le vieran pues no podían decirle que hubiera hecho nada malo, y si se lo decían no sería difícil mentirles o, si la situación lo requería, combatir. Seguramente aparecerían nuevos reclutas que no tendrían nada que hacer contra el albino aún desarmado, por lo que mientras no avisaran a su jefe... - Será mejor que volvamos, el Sol ya empieza a quemarme que da gusto... - dijo Haine caminando a buen ritmo, obviamente refiriéndose a su condición de pelo blanco, tez pálida y ojos rojos que tanta atención llamaba. - Por otro lado, la venda no es para impedir que la herida se infecte. No llegaste a perforar mi garganta, pero estuviste cerca de matarme tanto como yo a ti. - dijo tomando algo de aire y enseñando lo que había debajo de su venda.
Ante cualquier mirada que se dirigiera a su cuello se podría ver una especie de collar metálico plano, simple, y una cicatriz que sobresalía por debajo de él totalmente cicatrizada. - Esto es un collar localizador. Shiro lleva otro encima, y mediante impulsos eléctricos puedo saber la distancia aproximada así como la dirección a la que él se encuentra. Shiro tiene su olfato para encontrarme y yo tengo esto, es simplemente para no separarnos demasiado. - explicó accionando una especie de palanquita en su estructura metálica. Tan solo dos impulsos eléctricos con un intervalo de unos tres segundos entre cada uno de ellos, casi a la altura de su nuez, impulsos que podían llegar a ser molestos si se sentían durante mucho rato. - Shiro no se ha movido de la habitación, está justo ahí delante. - dijo tras demostrar los efectos de aquel collar y tapárselo de nuevo con la venda.
Con las manos en los bolsillos terminó de recorrer el espacio que lo separaba de su habitación, empujando la puerta con el pie sin demasiadas ganas de nada y tumbándose en la cama nada más llegar, cara arriba, asegurándose de no aplastar al bebé felino que sin duda estaba por allí. Shiro no fue a saludarlo a él por así decirlo, sino que le dedicó una mirada directa que fue suficiente para comprender que todo estaba bien y se fue a saludar a la joven Eris, olfateándola con cuidado pero sin molestarla en exceso. No es que buscara comida o algo así, es que simplemente era alguien nuevo hacia quien podía confiar y eso no había pasado en muchos años. O mejor dicho, nunca.
Con la voz algo torcida manifestó su desagrado ante cómo la habían tratado, pero sabiendo que no era peor que lo que él había pasado. - Lamento mucho que te pasara eso... Pero si a ti te trataban así que eras su hija, imagínate cómo trataban a un perro como yo que solo lo tenían para recibir la ayuda del gobierno por acoger a un desamparado. Al menos, tú tenías cuarto propio y comías en plato, yo dormía en un armario y comía los restos que se les caían al suelo. - dijo encogiéndose de hombros sin darle demasiada importancia. No es quisiera darse méritos por haber sido el más maltratado de todos, ni tampoco dar pena ante la que en algún momento fue su hermana, que parecía haberse comido aquella fruta casi por accidente. Era bastante curioso, una fruta capaz de producir descargas eléctricas podía ser muy poderosa, quizás más incluso que la que Haine tenía cuyo poder era dotar de "alma" a los objetos inanimados y darles vida de las formas más "curiosa".
Se giró al escuchar sus últimas palabras y entrecruzó los dedos por detrás de la nuca para comenzar a andar levantando mucho las piernas para equilibrar el peso de su cuerpo, que se iba hacia atrás. Comenzó a recorrer el camino hasta la habitación de nuevo, no le preocupaba que los marines le vieran pues no podían decirle que hubiera hecho nada malo, y si se lo decían no sería difícil mentirles o, si la situación lo requería, combatir. Seguramente aparecerían nuevos reclutas que no tendrían nada que hacer contra el albino aún desarmado, por lo que mientras no avisaran a su jefe... - Será mejor que volvamos, el Sol ya empieza a quemarme que da gusto... - dijo Haine caminando a buen ritmo, obviamente refiriéndose a su condición de pelo blanco, tez pálida y ojos rojos que tanta atención llamaba. - Por otro lado, la venda no es para impedir que la herida se infecte. No llegaste a perforar mi garganta, pero estuviste cerca de matarme tanto como yo a ti. - dijo tomando algo de aire y enseñando lo que había debajo de su venda.
Ante cualquier mirada que se dirigiera a su cuello se podría ver una especie de collar metálico plano, simple, y una cicatriz que sobresalía por debajo de él totalmente cicatrizada. - Esto es un collar localizador. Shiro lleva otro encima, y mediante impulsos eléctricos puedo saber la distancia aproximada así como la dirección a la que él se encuentra. Shiro tiene su olfato para encontrarme y yo tengo esto, es simplemente para no separarnos demasiado. - explicó accionando una especie de palanquita en su estructura metálica. Tan solo dos impulsos eléctricos con un intervalo de unos tres segundos entre cada uno de ellos, casi a la altura de su nuez, impulsos que podían llegar a ser molestos si se sentían durante mucho rato. - Shiro no se ha movido de la habitación, está justo ahí delante. - dijo tras demostrar los efectos de aquel collar y tapárselo de nuevo con la venda.
Con las manos en los bolsillos terminó de recorrer el espacio que lo separaba de su habitación, empujando la puerta con el pie sin demasiadas ganas de nada y tumbándose en la cama nada más llegar, cara arriba, asegurándose de no aplastar al bebé felino que sin duda estaba por allí. Shiro no fue a saludarlo a él por así decirlo, sino que le dedicó una mirada directa que fue suficiente para comprender que todo estaba bien y se fue a saludar a la joven Eris, olfateándola con cuidado pero sin molestarla en exceso. No es que buscara comida o algo así, es que simplemente era alguien nuevo hacia quien podía confiar y eso no había pasado en muchos años. O mejor dicho, nunca.
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Sonrió ladina ante sus palabras. Trataba de hacerla sentir peor con aquel comentario comparando su sencillo estilo de vida con el de él, con el que habían llevado. Pero solo hizo que la espadachina se riera, encogiéndose de hombros. —Sabías a lo que venías, no eras un crío idiota. Además, no hubiera vivido mucho mejor con tu madre en el anillo exterior— porque allí pensaba que seguramente si hubiera muerto, del todo. Pues Eris tenía la teoría de que en realidad, ambos habían muerto y renacido al dejar a los padres de ella de lado, al vivir su propia vida. Tuvo la suerte el peliblanco, no obstante, de hacerlo mucho antes que ella. Pero no le reprochó más sobre eso. Siempre sería la espina clavada en su corazón pero, por lo que a ella respectaba, ya estaba acabado. Comenzó a andar, a su lado aunque despacio. Sabía que el albinismo traía problemas para la piel una vez expuesta al sol como, por ejemplo, quemarse con más facilidad. Era algo que no le quería ver sufrir pues no había traído ningún remedio contra aquello. A pesar de tener una piel blanca y pálida, la mujer tenía bastante complicaciones a la hora de quemarse o ponerse morena.
—Quizás lo que da pena de verdad es que ninguno de los dos nos matamos. Así, a pesar del peso de la conciencia, no tendríamos que cargar además el uno con el otro— pues aunque no lo dijera, ella se veía una carga para él desde que había entrado a aquel barco. Pero sonrió de forma triste, de medio lado. Pero no le sorprendió lo de aquel collar. Después de todo, siempre había sido bastante manitas. Aunque cuando llegaron y él se tumbó en la cama, ella casi sufrió por si aplastaba al felino. Pero no lo hizo y, este último, comenzaba a tratar de subirse sobre el pecho del hombre. Le gustaba dormitar escuchando el corazón de alguien y Haine se había puesto a su lado en el momento adecuado. Pero ella acarició a Shiro concentrándose un poco él, rascándole la cabeza y tras las orejas con parsimonia y mimo. Tampoco creía que eso fuera muy dado a hacerlo Haine pero… No podía cuestionar cómo cuidaba a su mascota.
Buscó en su mochila un par de cosas para volver a curar aquella herida. —¿Tienes alguna herida más? No tardaré nada en curarla a parte de la pierna. No me molesta y no me conviene que te pongas enfermo...— le dijo, mientras se sentaba a los pies de la cama dispuesta a que le dejara manipular de nuevo aquella herida que, por cierto, lo haría con cuidado y cariño. Pero hasta ahí, la mujer le sonrió de medio lado, señalando el collar del felino. —Eso hace que aquel que lo lleva pueda soportar mi poder si no es atacado de manera directa. Por eso siempre puedo tenerlo en brazos… Pague una fortuna por eso, pero lo necesitaba. Me daba miedo chamuscarlo dado que todavía no se… Bueno, eso— y ahí está la dificultad que tienen muchas personas para confesar las debilidades. Pero bajó ligeramente la cabeza para seguir mirando a aquel gato que, escalador, seguía en su lucha -ya perdida- de subir sobre él. Era cabezón, como su dueña, hasta un punto que resultaba extenuante. Pero quizás por eso habían congeniado tanto a pesar de que todavía no fuera del todo obediente con ella. Sabía que la adolescencia en cualquier especie era dura y el pequeño, todavía no había llegado.
—Quizás lo que da pena de verdad es que ninguno de los dos nos matamos. Así, a pesar del peso de la conciencia, no tendríamos que cargar además el uno con el otro— pues aunque no lo dijera, ella se veía una carga para él desde que había entrado a aquel barco. Pero sonrió de forma triste, de medio lado. Pero no le sorprendió lo de aquel collar. Después de todo, siempre había sido bastante manitas. Aunque cuando llegaron y él se tumbó en la cama, ella casi sufrió por si aplastaba al felino. Pero no lo hizo y, este último, comenzaba a tratar de subirse sobre el pecho del hombre. Le gustaba dormitar escuchando el corazón de alguien y Haine se había puesto a su lado en el momento adecuado. Pero ella acarició a Shiro concentrándose un poco él, rascándole la cabeza y tras las orejas con parsimonia y mimo. Tampoco creía que eso fuera muy dado a hacerlo Haine pero… No podía cuestionar cómo cuidaba a su mascota.
Buscó en su mochila un par de cosas para volver a curar aquella herida. —¿Tienes alguna herida más? No tardaré nada en curarla a parte de la pierna. No me molesta y no me conviene que te pongas enfermo...— le dijo, mientras se sentaba a los pies de la cama dispuesta a que le dejara manipular de nuevo aquella herida que, por cierto, lo haría con cuidado y cariño. Pero hasta ahí, la mujer le sonrió de medio lado, señalando el collar del felino. —Eso hace que aquel que lo lleva pueda soportar mi poder si no es atacado de manera directa. Por eso siempre puedo tenerlo en brazos… Pague una fortuna por eso, pero lo necesitaba. Me daba miedo chamuscarlo dado que todavía no se… Bueno, eso— y ahí está la dificultad que tienen muchas personas para confesar las debilidades. Pero bajó ligeramente la cabeza para seguir mirando a aquel gato que, escalador, seguía en su lucha -ya perdida- de subir sobre él. Era cabezón, como su dueña, hasta un punto que resultaba extenuante. Pero quizás por eso habían congeniado tanto a pesar de que todavía no fuera del todo obediente con ella. Sabía que la adolescencia en cualquier especie era dura y el pequeño, todavía no había llegado.
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Su aterrizaje sobre la cama fue algo brusco, por lo que no se extrañó cuando el pequeño gato se lanzaba contra él y le clavaba sus pequeñas zarpitas en las costillas. No le hacía mucho daño, pero pensaba que lo estaba atacando como si "defendiera su territorio". No obstante y tras unos segundos comprendió que no le atacaba, sino que pretendía "escalarlo" para ponerse encima suyo. Sin demasiado esfuerzo y evitando movimientos bruscos, movió su brazo hasta colocar la palma de su mano en las patas traseras del gato, empujándolo lentamente haciendo que su subida fuera mucho más fácil. Una vez en lo alto del pecho de Haine se quedó quieto, calentando el torso del albino que lo miraba con curiosidad mientras dejaba la mano contraria caer por el borde de la cama.
Este gesto no era sino el saludo que ambos peliblancos se hacían, algo frío y distante para cualquier observador externo pero una muestra de cariño y confianza por parte de ellos dos. Shiro se acercó hasta la mano y, tras darle un par de lametadas, la mordió jugando y sin hacerle daño a su compañero, tras lo cual se tumbó en el suelo a su lado. Era bastante extraña y simbólica la relación que guardaban ellos dos, una relación que muchos considerarían como lejana pero era todo lo contrario. Estaban muy unidos y pasaban casi todo el tiempo juntos, por no decir todo el tiempo. No solo ese collar les indicaba a cada uno dónde estaban en todo momento, sino que además Haine poseía el Mantra para localizarlo y sentir su presencia
Tras un rato en silencio decidió responder a las palabras de su hermanastra, con la mirada fija en el techo de la habitación mientras su mente parecía estar muy lejos de allí. - Solo la de la pierna, pero no es necesario... - comenzó a hablar, pero su tono de voz dio a entender que no había terminado pero que le daba permiso para que empezara a arremangarle el cañón de los pantalones. - Hace tan solo un día que nos marchamos de aquella ciudad y nos dirigimos a la aventura... A mares desconocidos, peligrosos, repletos de piratas, bandidos, marines y monstruos. ¿Puedo saber el por qué? - preguntó buscando a la muchacha con la mirada. - ¿Por qué has pensado que venir a un lugar tan peligroso conmigo era una buena idea? -
Suspiró, quedándose en silencio. Le habría gustado decirle que no quería más que estar con ella durante ese viaje, pero que prefería que estuviera a salvo en terrenos conocidos. - Para mí no eres una molestia... - fue lo único que su orgullo le dejó decir en palabras ahogadas. No alzó la voz demasiado en ningún momento ni tampoco demostró enfado o discusión, pues el gato estaba en su pecho y no quería molestarlo.
Este gesto no era sino el saludo que ambos peliblancos se hacían, algo frío y distante para cualquier observador externo pero una muestra de cariño y confianza por parte de ellos dos. Shiro se acercó hasta la mano y, tras darle un par de lametadas, la mordió jugando y sin hacerle daño a su compañero, tras lo cual se tumbó en el suelo a su lado. Era bastante extraña y simbólica la relación que guardaban ellos dos, una relación que muchos considerarían como lejana pero era todo lo contrario. Estaban muy unidos y pasaban casi todo el tiempo juntos, por no decir todo el tiempo. No solo ese collar les indicaba a cada uno dónde estaban en todo momento, sino que además Haine poseía el Mantra para localizarlo y sentir su presencia
Tras un rato en silencio decidió responder a las palabras de su hermanastra, con la mirada fija en el techo de la habitación mientras su mente parecía estar muy lejos de allí. - Solo la de la pierna, pero no es necesario... - comenzó a hablar, pero su tono de voz dio a entender que no había terminado pero que le daba permiso para que empezara a arremangarle el cañón de los pantalones. - Hace tan solo un día que nos marchamos de aquella ciudad y nos dirigimos a la aventura... A mares desconocidos, peligrosos, repletos de piratas, bandidos, marines y monstruos. ¿Puedo saber el por qué? - preguntó buscando a la muchacha con la mirada. - ¿Por qué has pensado que venir a un lugar tan peligroso conmigo era una buena idea? -
Suspiró, quedándose en silencio. Le habría gustado decirle que no quería más que estar con ella durante ese viaje, pero que prefería que estuviera a salvo en terrenos conocidos. - Para mí no eres una molestia... - fue lo único que su orgullo le dejó decir en palabras ahogadas. No alzó la voz demasiado en ningún momento ni tampoco demostró enfado o discusión, pues el gato estaba en su pecho y no quería molestarlo.
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Levantó la gasa del muchacho con despacio para comprobar el estado de la misma y suspiró, mirándole de reojo. Haine siempre había sido muy fuerte y se lo había visto demostrar después de algunos años juntos pero como todo humano podía estar herido y dolorido. No sabía que tan fuerte era la conciencia del chico pero para ella, seguía siendo aquel pecho hombre que llegó a su casa y que era poco mayor que ella. Por eso le sonrió casi como si le estuviera haciendo un favor, observando en realidad al gato sobre su pecho, ronronear y estirarse. Usualmente, el felino no paraba quieto con nadie pero parecía que había hecho una excepción. Y eso era de agradecer, porque se auguraba un largo viaje entre ambos y hubiera sido engorroso que se hubieran llevado mal. Retiró del todo la gasa que le había puesto hacía algunos días y desinfectó la herida con sumo cuidado. No quería hacerle daño, aunque deducía que él no se quejaría. Echó algunas cosas más sobre la misma, tratando de que así durara limpia y después la volvió a tapar con una gasa impoluta y a vendar mínimamente. —Lo decía en serio. Si estás más herido, podría curarte. Aceptémoslo, siempre fuiste algo torpe...— bromeó ella, recogiendo todo el instrumental que poco a poco había ido sacando según la necesidad, de su mochila.
—Iba a hacerlo igualmente— respondió tarde a su pregunta, pero después y sentándose en el suelo para acariciar a Shiro volvió a mirarlo, tratando de ampliar aquello que había mencionado antes. —Lo de viajar por mares peligrosos, repletos de piratas, bandidos y demás. Lo cierto es que lo último que me preocupaba son los marines pero, teniendo en cuenta tu carácter… Creo que tendremos que esquivarlos en más de una ocasión— porque lo que había pasado con la fruta no sería más que la punta de iceberg. Ella también había robado bastante para poder salir adelante, pero siempre que podía hacer las cosas de una manera legal, se aseguraba de que fuera así y la noción “ahorradora” que hasta ahora había demostrado el peliblanco parecía que iba a desvaratarla. —Seré una molestia cuando te vuelva a achicharrar de nuevo. ¿O quizás serás de los que aguanten dos o tres calambrazos más? Seamos sinceros, hermanito, puedo ser un pase de salida de la cárcel para ti y seguramente por eso me has traído aquí— porque las mujeres siempre venden pero, si además te das cuenta de que esa mujer es poseedora de una akuma no mi bastante buscada, se convierte en un tesoro.
—Y si vengo contigo es porque, fuera de todo lo que sería normal, me fío de ti— porque en realidad no solo era confianza, sino que era compañerismo… ¿Compañerismo? No del todo. A ella siempre le había gustado aquel cabezón peliblanco. Se puso de rodillas a un lado de la cama, avanzando y haciendo que Shiro se quejase por ello irrumpiendo el sonido de la fricción de sus botas contra el suelo con algunos gruñidos después de que le dejara de rascar. Estiró finalmente los brazos para tomar al pequeño bebé leopardo que se hayaba sobre el pecho del ciudadano y lo acunó sobre sus brazos. Gato veía a Eris casi como una madre y por eso se desperezó y estiró las zarpas a su gesto. ¿Qué hacen más y mejor las cosas tan pequeñas como él? Comer. Eris preparó de forma rápida y maestra con una mano un biberón para el mismo, dándoselo con la misma mano que lo sujetaba, mientras que con la contraría recogía. —No puede estar toda la vida llamándose “Gato”. Creo que es tiempo de decidir un nombre para él… Porque está claro que creo que sobrevivirá— porque ahí había algo cierto, la pelinegra no le había puesto nombre al felino para no encapricharse -cosa imposible- de él mientras pasaba los primeros y más delicados meses.
—Iba a hacerlo igualmente— respondió tarde a su pregunta, pero después y sentándose en el suelo para acariciar a Shiro volvió a mirarlo, tratando de ampliar aquello que había mencionado antes. —Lo de viajar por mares peligrosos, repletos de piratas, bandidos y demás. Lo cierto es que lo último que me preocupaba son los marines pero, teniendo en cuenta tu carácter… Creo que tendremos que esquivarlos en más de una ocasión— porque lo que había pasado con la fruta no sería más que la punta de iceberg. Ella también había robado bastante para poder salir adelante, pero siempre que podía hacer las cosas de una manera legal, se aseguraba de que fuera así y la noción “ahorradora” que hasta ahora había demostrado el peliblanco parecía que iba a desvaratarla. —Seré una molestia cuando te vuelva a achicharrar de nuevo. ¿O quizás serás de los que aguanten dos o tres calambrazos más? Seamos sinceros, hermanito, puedo ser un pase de salida de la cárcel para ti y seguramente por eso me has traído aquí— porque las mujeres siempre venden pero, si además te das cuenta de que esa mujer es poseedora de una akuma no mi bastante buscada, se convierte en un tesoro.
—Y si vengo contigo es porque, fuera de todo lo que sería normal, me fío de ti— porque en realidad no solo era confianza, sino que era compañerismo… ¿Compañerismo? No del todo. A ella siempre le había gustado aquel cabezón peliblanco. Se puso de rodillas a un lado de la cama, avanzando y haciendo que Shiro se quejase por ello irrumpiendo el sonido de la fricción de sus botas contra el suelo con algunos gruñidos después de que le dejara de rascar. Estiró finalmente los brazos para tomar al pequeño bebé leopardo que se hayaba sobre el pecho del ciudadano y lo acunó sobre sus brazos. Gato veía a Eris casi como una madre y por eso se desperezó y estiró las zarpas a su gesto. ¿Qué hacen más y mejor las cosas tan pequeñas como él? Comer. Eris preparó de forma rápida y maestra con una mano un biberón para el mismo, dándoselo con la misma mano que lo sujetaba, mientras que con la contraría recogía. —No puede estar toda la vida llamándose “Gato”. Creo que es tiempo de decidir un nombre para él… Porque está claro que creo que sobrevivirá— porque ahí había algo cierto, la pelinegra no le había puesto nombre al felino para no encapricharse -cosa imposible- de él mientras pasaba los primeros y más delicados meses.
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Escuchó sus palabras con atención mientras se dejaba curar, pues a pesar de que era una herida muy leve que apenas le provocaba ningún retraso en sus movimientos sabía que por su cabezonería estaría todo el día molestándole, así que era mejor que le curara cuanto antes. Sin embargo no contestó cuando ella le dijo que si estaba herido podía curarle, no tenía ninguna herida adicional y si la tuviera tampoco le habría dado importancia por lo que no tenía nada que contar. Siguió callado simplemente observando sus movimientos y analizando sus palabras, guardándose las respuestas a sus preguntas mientras mantenía la mirada fija en el techo de aquella sala sin pensar en nada. Sin embargo no pudo evitar seguir con la boca cerrada cuando escuchó su acusación de que la tenía allí por si lo encerraban en la cárcel, mas esperó a que apartara al Gato de su cuerpo para contestar.
Se puso en posición erguida sentado en la cama mientras se rascaba la barbilla analizando unos últimos instantes las palabras que iba a decir. —Si te pedí que vinieras conmigo es porque estás más segura así que quedándote en esa mierda de ciudad donde creciste. Además, ¿no lo ves tonta? Conmigo podrás cumplir todos tus sueños, un lugar donde lo imposible será real... Yo cumpliré mi sueño, y después te ayudaré con el tuyo si no lo conseguimos antes. Primero iremos con perfil bajo para no llamar la atención, no tenemos por qué cometer delitos si nos organizamos bien... Pero no, no te tengo aquí para que me ayudes con mi sueño o para sacarme de prisión, es más, si quieres puedes irte por tu lado.— le ofreció tragando saliva. No le había podido decir que la razón por la que en verdad le había ofrecido venir era que no quería, no podía separarse de ella de nuevo por a saber cuanto tiempo. Su orgullo no le dejaba ver la razón, pero era algo que se iría volviendo cada vez más claro con el paso del tiempo.
Sin embargo no le diría todo aquello, simplemente escucharía sus palabras y seguiría con la conversación. —No se, a mí Gato me gusta... Aunque suena un poco genérico, tú verás... Tan solo espera a que ESE nombre que buscas venga a ti y, cuando lo sientas dentro de ti como el verdadero, pónselo. Si lo que buscas es consejo... ¿Qué tal... Azazel? No se, tampoco le des muchas vueltas pero no suena mal.— dijo ofreciendo aquella idea. Tampoco es que lo hubiera pensado mucho, simplemente salió de ahí y sonaba como una verdadera máquina de arañar, que era lo que se dedicaba a hacer todo el rato aunque solo estuviera jugando. Desde luego no era un viaje precisamente corto, por lo que los días se sucederían con aquellas situaciones que molestarían a ambos pero tendrían que aprender a convivir juntos ya que parecía que ninguno quería separarse del otro.
El tiempo avanzaba deprisa y debía ponerse manos a la obra si quería cumplir su sueño, pues la vida no era eterna incluso para aquellos que acumulaban un gran poder. Tras comprobar con el mantra que no hubiera nadie en la puerta que pudiera escucharlos y bajando la voz como medida preventiva, se dirigió a Eris sin levantarse de la cama con seriedad llamando incluso la atención del perro que parecía sorprendido de que le contara su plan. —La mejor manera de cumplir un sueño tan difícil como el mío es no tener ningún tipo de barreras... Y la legalidad es una barrera que me oprime bastante. Por eso y, cuando llegue el momento, crearé una tripulación pirata que se dedicará a cumplirlo, así como en cumplir los sueños de los demás. No saquearemos salvo que sea necesario, no seremos piratas de los que rompen vidas... Necesitas saberlo antes de seguir conmigo, y eres libre de marcharte en cualquier momento... Aunque no me gustaría.— anunció mientras se recostaba de nuevo en la cama, apoyando su cabeza entre las manos cruzadas.
Shiro también se recostó en el suelo tras unos segundos mirando a la mujer, estaba claro que era la primera vez que veía a su nakama sincerarse de esa forma con nadie y desvelar sus planes secretos, por lo que parecía que iba en serio con aquella mujer. Haine cerró los ojos temeroso de escuchar una negativa por respuesta, pero no tenía miedo de perder un poder como el que ella tenía sino de que se alejara de su lado. Cumplir su sueño solo se hacía mucho más triste que contando con la ayuda de su hermana adoptiva, y por todo lo que habían pasado desde que eran críos quería que fuera feliz de alguna forma y que sus sueños también se cumplieran. En cualquier caso Haine no era el dueño de ella o de sus decisiones, por lo que solo podía intentarlo una vez pues el orgullo no le dejaría insistir. En parte, era como si sueño no pudiera ser cumplido si Eris no estaba allí para verlo, apreciarlo, y compartirlo.
Se puso en posición erguida sentado en la cama mientras se rascaba la barbilla analizando unos últimos instantes las palabras que iba a decir. —Si te pedí que vinieras conmigo es porque estás más segura así que quedándote en esa mierda de ciudad donde creciste. Además, ¿no lo ves tonta? Conmigo podrás cumplir todos tus sueños, un lugar donde lo imposible será real... Yo cumpliré mi sueño, y después te ayudaré con el tuyo si no lo conseguimos antes. Primero iremos con perfil bajo para no llamar la atención, no tenemos por qué cometer delitos si nos organizamos bien... Pero no, no te tengo aquí para que me ayudes con mi sueño o para sacarme de prisión, es más, si quieres puedes irte por tu lado.— le ofreció tragando saliva. No le había podido decir que la razón por la que en verdad le había ofrecido venir era que no quería, no podía separarse de ella de nuevo por a saber cuanto tiempo. Su orgullo no le dejaba ver la razón, pero era algo que se iría volviendo cada vez más claro con el paso del tiempo.
Sin embargo no le diría todo aquello, simplemente escucharía sus palabras y seguiría con la conversación. —No se, a mí Gato me gusta... Aunque suena un poco genérico, tú verás... Tan solo espera a que ESE nombre que buscas venga a ti y, cuando lo sientas dentro de ti como el verdadero, pónselo. Si lo que buscas es consejo... ¿Qué tal... Azazel? No se, tampoco le des muchas vueltas pero no suena mal.— dijo ofreciendo aquella idea. Tampoco es que lo hubiera pensado mucho, simplemente salió de ahí y sonaba como una verdadera máquina de arañar, que era lo que se dedicaba a hacer todo el rato aunque solo estuviera jugando. Desde luego no era un viaje precisamente corto, por lo que los días se sucederían con aquellas situaciones que molestarían a ambos pero tendrían que aprender a convivir juntos ya que parecía que ninguno quería separarse del otro.
El tiempo avanzaba deprisa y debía ponerse manos a la obra si quería cumplir su sueño, pues la vida no era eterna incluso para aquellos que acumulaban un gran poder. Tras comprobar con el mantra que no hubiera nadie en la puerta que pudiera escucharlos y bajando la voz como medida preventiva, se dirigió a Eris sin levantarse de la cama con seriedad llamando incluso la atención del perro que parecía sorprendido de que le contara su plan. —La mejor manera de cumplir un sueño tan difícil como el mío es no tener ningún tipo de barreras... Y la legalidad es una barrera que me oprime bastante. Por eso y, cuando llegue el momento, crearé una tripulación pirata que se dedicará a cumplirlo, así como en cumplir los sueños de los demás. No saquearemos salvo que sea necesario, no seremos piratas de los que rompen vidas... Necesitas saberlo antes de seguir conmigo, y eres libre de marcharte en cualquier momento... Aunque no me gustaría.— anunció mientras se recostaba de nuevo en la cama, apoyando su cabeza entre las manos cruzadas.
Shiro también se recostó en el suelo tras unos segundos mirando a la mujer, estaba claro que era la primera vez que veía a su nakama sincerarse de esa forma con nadie y desvelar sus planes secretos, por lo que parecía que iba en serio con aquella mujer. Haine cerró los ojos temeroso de escuchar una negativa por respuesta, pero no tenía miedo de perder un poder como el que ella tenía sino de que se alejara de su lado. Cumplir su sueño solo se hacía mucho más triste que contando con la ayuda de su hermana adoptiva, y por todo lo que habían pasado desde que eran críos quería que fuera feliz de alguna forma y que sus sueños también se cumplieran. En cualquier caso Haine no era el dueño de ella o de sus decisiones, por lo que solo podía intentarlo una vez pues el orgullo no le dejaría insistir. En parte, era como si sueño no pudiera ser cumplido si Eris no estaba allí para verlo, apreciarlo, y compartirlo.
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El hecho de que la llamara tonta mientras ella ya se encontraba lejos de la herida de él la hizo suspirar con resignación. Se hubiera reído y la hubiera presionado, para que hubiera sufrido un poco mientras lo curaba mas ya se encontraba lejos de su alcance, en un lugar en el que más bien no debería hacer nada si no quería que Shiro la regañara. Porque ese era uno de los grandes problemas de meterse con el dueño del perro, que este último solía defenderle… Aunque hasta ahora no había tenido una mala reacción con ella de ninguna de las maneras. Dándole el biberón al pequeño gato desviaba la vista para observar a su hermano, sobre la cama, que parecía descansar cómodamente sobre la misma. No le dijo nada, en principio, mientras chasqueaba la lengua. La premura de las palabras que habían querido salir de su garganta se habían extinguido cuando el hombre había hablado de sus sueños. —¿Qué sabes sobre mis sueños, Haine?— dijo ella ciertamente irónica, porque siempre los había tenido muy claros. Ella no deseaba ser “alguien” para el mundo, ella solo quería ser “alguien” para un par de personas. Y aquello era algo medianamente reprochable, teniendo en cuenta a quien tenía delante.
Su otro sueño, simplemente, le llegaría algún día. Pero no, no tenía ninguna intención de comentar sus propios sueños. Le daba bastante igual que el hombre diera por sentado que los sabía o no pues la verdad es que eran tan básicos que quizás, conociéndola un poco podría averiguarlo. Aunque algo sabía Eris de Haine: quería ser grande, quería ser recordado. Bastaba con ver el carácter del peliblanco y, en general, su espíritu. Era fuerte y animado, y todo aquello le había ayudado a sobrevivir a todas las adversidades sufridas a prematuros años dadas en muchos de los casos por los propios padres de ella. Por eso quizás era otra de las razones por las que lo quería -como si fuera un hermano-, porque quería compensar todo el daño que su familia le había hecho. La atracción, era otro cantar. Pero entonces se rió, cuando le planteó el nombre de Azazel. No es que no le gustara y no encajara en cierta medida con el felino, sino que la connotación sobre el mismo nombre la hacía que un escalofrío recorriera su cuerpo. No podía llamarlo así si quería poder pronunciar su nombre con libertad.
—Azazel es nombre de demonio. Azrael, Azael, Azel...— siguió musitando hasta que su voz se extinguieron en un susurro ininteligible. —Miztil. Aunque no encaje demasiado con él dado que significa algo así como pantera negra... Pero suena bonito. Si no, le pondría nombre de angel en función a lo que quiero que sea, y no a lo que este pequeño demonio es...— dijo, retirándole el biberón una vez había acabado de comer. No bastaba recordar lo pequeño que seguía siendo el cachorrito. Pero entonces alzó las cejas, apoyándo la cabeza sobre la cama para poder mirar mejor a Haine mientras éste pronunciaba unas palabras que, de haberlas escuchado de otro se hubiera levantado -ofendida- y se hubiera ido. No obstante, se quedó callada. Pensaba en lo que le había dicho, lo meditaba muy bien. Sabría que con él no estaba obligada a darle una inmediata respuesta y eso suponía un gran alivio para la joven, dado que no hubiera sabido hacerlo.
Quería cumplir sus sueños, él, y quizás y aunque lo negara, viera bien que ella lo siguiera por su akuma. —¿No me estarás pidiendo esto por la fruta que me comí, no?— susurró, ligeramente desconfiada, pero el cachorro se estiró buscando una cómoda posición para dormir en sus brazos y ella protestó, porque le había clavado las uñas en los mismos. Se puso en pie, sentándose en la cama mientras miraba de soslayo a Haine. —Hazte a un lado— le indicó ella mientras se tumbaba, dejando al cachorro sobre su pecho que no tardó en adoptar una cómica posición mientras ella le rascaba el cuello, haciéndole mover una pata con bastante soltura. —Los piratas destrozan vidas sin proponérselo, por el simple hecho de ser lo que son, y no se si yo estoy preparada para eso— le contestó —. Pero no estoy segura de que puedas coger todo el impulso tú solo para formar una banda… Necesitarás algo llamativo, algo que aspire a ser fuerte y no solo por la akuma de la que eres poseedor, porque no creas que no vi como hacías esa cosa rara con el billete, pero… Quizás pueda ayudarte— intentó pronunciar. No quería reconocer que se quedaba a su lado de manera egoísta solo porque quería estar con él un poco más antes de que -sustentada la afirmación por la edad que ya ambos poseían- se separaran casi para siempre. Cerró los ojos, acomodándose en la cama. —Pero no seguiré el mismo camino que tú. No quiero convertirme en una pirata. Yo no estoy hecha para eso— y puede que aquello fuera algo que el peliblanco ya sabía.
Su otro sueño, simplemente, le llegaría algún día. Pero no, no tenía ninguna intención de comentar sus propios sueños. Le daba bastante igual que el hombre diera por sentado que los sabía o no pues la verdad es que eran tan básicos que quizás, conociéndola un poco podría averiguarlo. Aunque algo sabía Eris de Haine: quería ser grande, quería ser recordado. Bastaba con ver el carácter del peliblanco y, en general, su espíritu. Era fuerte y animado, y todo aquello le había ayudado a sobrevivir a todas las adversidades sufridas a prematuros años dadas en muchos de los casos por los propios padres de ella. Por eso quizás era otra de las razones por las que lo quería -como si fuera un hermano-, porque quería compensar todo el daño que su familia le había hecho. La atracción, era otro cantar. Pero entonces se rió, cuando le planteó el nombre de Azazel. No es que no le gustara y no encajara en cierta medida con el felino, sino que la connotación sobre el mismo nombre la hacía que un escalofrío recorriera su cuerpo. No podía llamarlo así si quería poder pronunciar su nombre con libertad.
—Azazel es nombre de demonio. Azrael, Azael, Azel...— siguió musitando hasta que su voz se extinguieron en un susurro ininteligible. —Miztil. Aunque no encaje demasiado con él dado que significa algo así como pantera negra... Pero suena bonito. Si no, le pondría nombre de angel en función a lo que quiero que sea, y no a lo que este pequeño demonio es...— dijo, retirándole el biberón una vez había acabado de comer. No bastaba recordar lo pequeño que seguía siendo el cachorrito. Pero entonces alzó las cejas, apoyándo la cabeza sobre la cama para poder mirar mejor a Haine mientras éste pronunciaba unas palabras que, de haberlas escuchado de otro se hubiera levantado -ofendida- y se hubiera ido. No obstante, se quedó callada. Pensaba en lo que le había dicho, lo meditaba muy bien. Sabría que con él no estaba obligada a darle una inmediata respuesta y eso suponía un gran alivio para la joven, dado que no hubiera sabido hacerlo.
Quería cumplir sus sueños, él, y quizás y aunque lo negara, viera bien que ella lo siguiera por su akuma. —¿No me estarás pidiendo esto por la fruta que me comí, no?— susurró, ligeramente desconfiada, pero el cachorro se estiró buscando una cómoda posición para dormir en sus brazos y ella protestó, porque le había clavado las uñas en los mismos. Se puso en pie, sentándose en la cama mientras miraba de soslayo a Haine. —Hazte a un lado— le indicó ella mientras se tumbaba, dejando al cachorro sobre su pecho que no tardó en adoptar una cómica posición mientras ella le rascaba el cuello, haciéndole mover una pata con bastante soltura. —Los piratas destrozan vidas sin proponérselo, por el simple hecho de ser lo que son, y no se si yo estoy preparada para eso— le contestó —. Pero no estoy segura de que puedas coger todo el impulso tú solo para formar una banda… Necesitarás algo llamativo, algo que aspire a ser fuerte y no solo por la akuma de la que eres poseedor, porque no creas que no vi como hacías esa cosa rara con el billete, pero… Quizás pueda ayudarte— intentó pronunciar. No quería reconocer que se quedaba a su lado de manera egoísta solo porque quería estar con él un poco más antes de que -sustentada la afirmación por la edad que ya ambos poseían- se separaran casi para siempre. Cerró los ojos, acomodándose en la cama. —Pero no seguiré el mismo camino que tú. No quiero convertirme en una pirata. Yo no estoy hecha para eso— y puede que aquello fuera algo que el peliblanco ya sabía.
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De todo lo que dijo la muchacha solo se quedó con unas palabras, y eran que no lo iba a seguir en su camino por la pirateria. Esas palabras habían resonado por su cabeza dándole un duro golpe porque significaba que tarde o temprano volverían a separarse y que cada uno iría por su lado. Se mantuvo en silencio con el rostro inexpresivo, ella se había sentado a su lado y él solo podía pensar en que esa cama era suficiente grande para los dos. Le estaba entrando sueño, y en esa situación en la que su mente no pensaba todo lo bien que debería no podía callar esa extraña sensación, la misma que había sentido por la mañana al despertarse y que no sabía reconocer de qué se trataba. —No se nada de tus sueños, pero si me los contaras te ayudaría a cumplirlos...— murmuró bastante bajo sin saber si ella lo había escuchado.
Estiró los brazos y los dejó caer sobre la cama quedando completamente relajado. Había pasado una mala noche y estaba cansado, por lo que sino hacía algo para impedirlo no tardaría en volver a los dominios de Morfeo. —Ser un pirata no implica saquear, asesinar o hacer delitos... Es simplemente estar al margen de la ley, para cumplir los sueños de la gente hay cosas que hay que hacer y que no están aprobadas por el Gobierno Mundial, pese a que no estén mal vistas moralmente... Como ciudadanos legales no podríamos hacerlo...— explicaba como podía mientras se le cerraban los ojos lentamente. Estaba claro que no quería separarse de ella, pero tampoco le insistiría demasiado para que se diera cuenta plenamente de ello. Simplemente seguiría lanzando esas indirectas y ya se vería qué pasaba en un futuro, pero por el momento no tenía que preocuparse pues ella estaba allí, sentada, a su lado.
—Miztil, ¿eh? Me gusta...— murmuró mientras terminaba de dormirse. Tenerla tan cerca con una experiencia como la que había pasado la noche anterior le hacía que, aunque su mente no lo entendiera, su subconsciente le mandara señales por todo su cuerpo y más concretament a la altura de su cintura haciendo que todo pareciera indicar que no quería que se fuera de la cama. En un último acto de voluntad logró girar su cuerpo para darle la espalda y que no fuera tan obvio aquella situación, ocultando cualquier posible visualización de su cuerpo por parte de su hermana adoptiva. Si hubiera estado despierto quizás le habría incluso propuesto que se tumbara un rato con él, ya fuera apara darse todos los abrazos que se debían o para cumplir los sueños ocultos de aquellos dos. Su pasado era turbio, pero su futuro podía ser muy dulce si decidían estar juntos. Bad Memories, Sweet Dreams...
Estiró los brazos y los dejó caer sobre la cama quedando completamente relajado. Había pasado una mala noche y estaba cansado, por lo que sino hacía algo para impedirlo no tardaría en volver a los dominios de Morfeo. —Ser un pirata no implica saquear, asesinar o hacer delitos... Es simplemente estar al margen de la ley, para cumplir los sueños de la gente hay cosas que hay que hacer y que no están aprobadas por el Gobierno Mundial, pese a que no estén mal vistas moralmente... Como ciudadanos legales no podríamos hacerlo...— explicaba como podía mientras se le cerraban los ojos lentamente. Estaba claro que no quería separarse de ella, pero tampoco le insistiría demasiado para que se diera cuenta plenamente de ello. Simplemente seguiría lanzando esas indirectas y ya se vería qué pasaba en un futuro, pero por el momento no tenía que preocuparse pues ella estaba allí, sentada, a su lado.
—Miztil, ¿eh? Me gusta...— murmuró mientras terminaba de dormirse. Tenerla tan cerca con una experiencia como la que había pasado la noche anterior le hacía que, aunque su mente no lo entendiera, su subconsciente le mandara señales por todo su cuerpo y más concretament a la altura de su cintura haciendo que todo pareciera indicar que no quería que se fuera de la cama. En un último acto de voluntad logró girar su cuerpo para darle la espalda y que no fuera tan obvio aquella situación, ocultando cualquier posible visualización de su cuerpo por parte de su hermana adoptiva. Si hubiera estado despierto quizás le habría incluso propuesto que se tumbara un rato con él, ya fuera apara darse todos los abrazos que se debían o para cumplir los sueños ocultos de aquellos dos. Su pasado era turbio, pero su futuro podía ser muy dulce si decidían estar juntos. Bad Memories, Sweet Dreams...
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Sonreía de medio lado alentada al saber que aquel que consideraba como un hermano estaría dispuesto -a pesar de no saber de que iban- a ayudarla a cumplir sus sueños. Puede que fuera una de las pocas personas con los que Eris realmente los pudiera cumplir, al menos el más importante de ellos pero tal sería su vergüenza al contárselo que finalmente decidió no hacerlo. —Es complicado— se excusó así de una forma simple pero en realidad, es que era complicado. Ella quería tener una familia y poder vivir tranquilamente, en paz. Pero poco a poco, y no hacía falta ser un genio para verlo, las cosas se iban poniendo más complicadas. Simplemente le observó, arrascando todavía al gato que apresuró a tumbarse a su lado en el mismo momento en el que Haine la dio la espalda. Había tratado de justificar que serían unos piratas normales, lo que hizo cambiar un poco la concepción de los mismos de Eris. ¿Sería capaz de sobrepasar los límites de la ley para ayudarle a encontrarse con sus sueños? No hacía falta responder a una pregunta que resonaba ya como obvia en su mente. Miztil, parecía ser también un gran candidato a nombre mas… ¿Por qué decidir todo en un instante?
Se tumbó, bocarriba y a su lado, mirándole de reojo mientras el gato volvía a escalar sin ayuda aunque esta vez su pecho, en vz de el de él. Le observó hasta ver como su costado se alzaba de una forma pausada, dándole a entender que finalmente se había dormido y la hizo sonreír. Sí, porque había ganado. Ya le había insistido con anterioridad que compartieran cama, que esta era suficientemente grande para los dos pero, por alguna extraña razón que ella no llegaba a comprender, el hombre se había negado. No le había pedido que retozaran hasta horas intempestivas, ni que siquiera tuvieran que mantener una mínima conversación de cortesía: solo dormir.
Se le abrió la boca en un bostezo, murmurando algo en voz baja que hasta para la misma se tornó ininteligible. Le miró, girándose hacia el lado donde él le daba la espalda y se acurrucó en su sitio, abrazando al minino sobre su pecho. Se planteó como sería capaz de dormir a pierna suelta con aquel collar, que debía de resultar incómodo pero… No solo observó su cuello. Sus ojos se deslizaron hasta su espalda, hasta sus hombros y, de pronto, se sintió pequeña. No era demasiado grande físicamente, pero tampoco es que Haine fuera desproporcionado en su comparación. Era más alto y evidentemente, más musculado, pero poseía unos anchos hombros que pondrían en jaque la cordura de la chica. Y se sintió levemente nerviosa, estremeciéndose con suavidad al escuchar el zumbido que provocaba la energía viajando por su piel. Así pues, ¿aquel tipo de visión también la hacía revolverse su poder en su interior? Fue así, antes de cerrar los ojos y dormirse cuando Eris entendió que cuando se ponía nerviosa era cuando más peligrosa se volvía.
Se tumbó, bocarriba y a su lado, mirándole de reojo mientras el gato volvía a escalar sin ayuda aunque esta vez su pecho, en vz de el de él. Le observó hasta ver como su costado se alzaba de una forma pausada, dándole a entender que finalmente se había dormido y la hizo sonreír. Sí, porque había ganado. Ya le había insistido con anterioridad que compartieran cama, que esta era suficientemente grande para los dos pero, por alguna extraña razón que ella no llegaba a comprender, el hombre se había negado. No le había pedido que retozaran hasta horas intempestivas, ni que siquiera tuvieran que mantener una mínima conversación de cortesía: solo dormir.
Se le abrió la boca en un bostezo, murmurando algo en voz baja que hasta para la misma se tornó ininteligible. Le miró, girándose hacia el lado donde él le daba la espalda y se acurrucó en su sitio, abrazando al minino sobre su pecho. Se planteó como sería capaz de dormir a pierna suelta con aquel collar, que debía de resultar incómodo pero… No solo observó su cuello. Sus ojos se deslizaron hasta su espalda, hasta sus hombros y, de pronto, se sintió pequeña. No era demasiado grande físicamente, pero tampoco es que Haine fuera desproporcionado en su comparación. Era más alto y evidentemente, más musculado, pero poseía unos anchos hombros que pondrían en jaque la cordura de la chica. Y se sintió levemente nerviosa, estremeciéndose con suavidad al escuchar el zumbido que provocaba la energía viajando por su piel. Así pues, ¿aquel tipo de visión también la hacía revolverse su poder en su interior? Fue así, antes de cerrar los ojos y dormirse cuando Eris entendió que cuando se ponía nerviosa era cuando más peligrosa se volvía.
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