Triple amenaza bajo del mar [Rol moderado]

Rol moderado para: Cánabar, Kaiser, Kiseki, Kylar, Sawaki, Shirokuma, Rayden y Same.


Isla Gyojin, una de las pocas formas que existen para pasar la Red Line y la más utilizada por aquellos que no quieren tener nada que ver con el Gobierno. Hogar de Gyojins, tritones y sirenas, esta isla se caracteriza por encontrarse hundida en el mar creando todo un mundo subacuático. Habéis llegado al lugar donde se encuentra la isla con vuestras propias metas, objetivos y propósitos que buscáis cumplir o quizás como ciudad de paso para cruzar la Red Line. Lo que no podíais haber adivinado es que un importante destacamento de marines habían llegado antes que tú.

Estos se habían esparcido por toda la ciudad, algunos de incógnito y otros luciendo sus uniformes. Y todo para asegurarse que ningún pirata pudiera cruzar aquel día el Red Line, un fuerte control pues se sabía que había piratas por la zona además de Atesaki. Aquel lugar podía convertirse en una vorágine de combates entre la marina, los piratas y atesaki, pero eso era algo que los de aquella banda todavía no habían descubierto.

Aquel lugar era un sitio donde el tiburón toro nunca había estado. Observaba aquella isla metida en la burbuja asombrado. Su mirada solía ser la de siempre, aquella sonrisa sádica y bromista que hasta en situaciones donde había estado a punto de perder la vida la mantenía consigo. Supuestamente aquella isla era el hogar de muchos de los de su raza, él nunca había tenido eso que llamaba hogar. Ahora solo le quedaba una cosa en la vida, el enorme tiburón solo tenía a Kaiser. Él le había acogido en los suyos y se tenía que convertirse en un arma para su ejército así lo seria. Aquella orca tendría en sus filas a un arma de destrucción que pronto aumentaría su fuerza. Los humanos no eran más que basura a la que había que exterminar y por fin había encontrado alguien que pensaba como él. Además había conocido a uno de sus mejores y pocos amigos. El tiburón rubio de ojos azules llamado Sawaki con el que se había formado una poderosa amistad.

Cánabar era alguien a quien consideraba una especie de hermano pues eran realmente parecidos. Además de que le veía como un buen amigo y por ultimo estaba el Gyojin al que ayudaría a cumplir sus objetivos que era Kaiser. No había tenido mucho contacto con los otros miembros de la tripulación y no se acostumbraba a hablar mucho con quien no fueran estos tres Gyojines. Una sola orden del capitán orca bastaba para que empezaran a moverse, los ojos dorados del enorme tiburón toro observaban el lugar de forma sádica mientras caminaba un poco hacia el tiburón blanco. No pudo evitar escuchar sus palabras y se colocó a su lado mirando al frente de forma tranquila para después dirigirle la mirada hablándole en su tono de siempre mientras se estiraba.

Yo nunca lo conocí.

Sin decir nada más se quedó inmóvil observando el lugar de forma tranquila. Había desarrollado varias habilidades mientras estaba con ellos. Sus poderes habían aumentado alcanzando incluso sus habilidades de Blue Shark y Monster Killed. La piedad era algo que sobraba en la mente del tiburón toro, tan solo pensaba en despedazar una vez tras otra. Solo había nacido para infundir el terror y matar a los que se interpusieran en el camino de Kaiser y los suyos. Ese día llevaba todo su equipo. En su espalda el enorme espadón negro amarrado con una funda marrón. En la cintura las dos vainas de sus espadas gemelas y en la parte de su tobillo izquierdo la funda de su daga envenenada. Ese día se había quitado la cinta que llevaba en la cabeza dejando ver su pelo encrespado azul oscuro casi negro. Como siempre no llevaba camiseta dejando ver su musculoso cuerpo. Sus colmillos a la vista afilados y tenebrosos como siempre y toda su fuerza dispuesta a entrar en acción cuando hiciera falta. Mientras esperaba órdenes permanecía junto al tiburón blanco observando todo y alguna vez que otra estirándose tranquilamente y calentando.

Finalmente, aunque con mucha dificultad e incluso con pocas esperanzas, habíamos llegado a la Isla Gyojin. Había salido y entrado de ella en muchísimas ocasiones, pero jamás había intentando entrar con un barco recubierto de aquella brubuja. Era un viaje increíblemente peligroso, aquello estaba repleto de reyes marinos, de tamaños descomunales y con dientes tan afilados que podría tragarse nuestro navío de un bocado, aunque poco fue lo que quedó después del viaje, ya que se destrozó a pocos metros de la isla. Suerte que teníamos un aparato para hacer pequeñas burbujas y pude ponerle una a Kiseki y al oso, de lo contrario hubieran muerto por la presión, por no mencionar que no eran capaces de aguantar demasiado tiempo en el agua. No podía quejarme de no poder respirar, yo era un mamífero y como tal, no tenía branquias, pero podía aguantar horas bajo el mar.

-Vaya, vamos a tener que conseguir otro barco si queremos seguir con nuestra travesía.- Dije yo, observando el lugar. -Aunque esta vez vamos a tener uno mejor, uno mucho más grande y mucho más épico. Tiene que tener cabida para el gran ejército que formaremos.- Añadí, esbozando una sonrisa e imaginando un buque con un mascarón en forma de orca para representarme.

Poco después pude escuchar como Cánabar decía que había pasado tanto tiempo que ya ni reconocía su propia isla natal, Shark, en cambio si quiera llegó a estar en él, o por lo menos nunca con consciencia, pues decía que no tuvo la oportunidad de conocer la isla gyojin. Me puse en medio de ambos, sin borrar mi sonrisa y pasé el brazo por sus hombros. -Bien, pues ya es hora de que os familiaricéis con la mejor isla que podáis haber visto jamás. Las obras de cualquier otra raza no son nadas a comparación de la belleza que oculta nuestra isla.- Decía yo, con un tono alegre y orgulloso. No tenía claro como formar el ejército con el que quería abandonar la isla, pero sí sabía pro donde empezar. Cuando dejé mi gremio de mercenarios, me fui sin apenas decir nada, probablemente aún quedasen algunos miembros o incluso puede que aún estuviese dando guerra por ahí.

-Bien, iremos al distrito gyojin. No es precisamente la parte más bella, pero tengo asuntos pendientes allí. Si alguien quiere tomar su propio rumbo, es libre de ir donde quiera, siemrpe y cuando volváis de una pieza. El lugar de reunión será este.- Expliqué yo, observando a todos mis compañeros, para poco después entregarle el aparato con el que se hacían pequeñas burbujas a Kiseki. -Shiro, no te separes de ella. Ambos necesitáis ese artilugio por si os pasa algo, será mejor que permanezcáis juntos, independientemente de si venís conmigo o no.- Finalicé, empezando a caminar hacia la zona marginal.

Kaiser había dado las órdenes y Shark ya las había asimilado perfectamente. Aquel día iba a ser divertido al parecer y eso era algo que motivaba al tiburón toro al máximo. Su sonrisa sádica estaba en su rostro en todo momento y observaba con calma todo a su alrededor sin ninguna otra expresión en su rostro. El capitán quería que el que se fuera por libre volviera de una sola pieza y eso era algo a tener en cuenta. Habría que hacerle caso por muy tentador que fuera arrancarse un dedo solo por molestar, o eso pensaba Shark mientras crujía los huesos de sus nudillos seguidos de los huesos del cuello. A continuación observó al equipo entero analizando la situación de cada uno para finalmente escuchar una voz infantil y alegre, una voz que conocía perfectamente. Se trataba del Gyojin rubio, su compañero de menor tamaño con el que había organizado masacres como la de Loguetow.


Al parecer el chico quería que los tiburones toro y blanco le acompañaran. Cánabar parecía estar de acuerdo por lo que el sádico del grupo asintió bostezando y siguiéndoles con una sonrisa burlesca en el rostro que siempre le acompañaba. Ir junto a ellos dos era algo que le daría bastante diversión pues conocía muy bien al rubio y sabía que tardaría poco en meterse en líos como de costumbre. También estaba allí el tiburón blanco y sabía que era un gran luchador y eso haría que tuvieran salvarle el pellejo al pequeñín del equipo o eso creía el tiburón toro que sonreía de lado observando todo el lugar. De repente las palabras de Cánabar le hicieron dar un salto al suelo y rodar rápidamente colocándose tras una pared. Escuchaba perfectamente los sonidos que las balas producían. Pudo ver como su compañero Cánabar se iba la olla y se lanzaba a por aquellos tipos.


El tiburón toro también quería algo de diversión y salió también observando el ataque de su compañero. Ahora era su turno, consiguió ver a unos cuantos marines correr a por él. Tan solo eran dos y habían tenido la mala suerte de acercarse al tiburón toro. Este sonrió de lado observándolos venir con una espada cada uno. No se iba a esforzar mucho con ellos. Esperó el ataque del primero para echarse a un lado y esquivarlo, el segundo fue más difícil de bloquear. Pues tuvo que sacar una de sus espadas gemelas y bloquear la hoja del otro tipo mientras lo miraba con una tétrica sonrisa. Lanzó su pierna derecha al pecho de ese marine tirándolo a varios metros con su sorprendente fuerza para después esquivar dos tajos del otro y de un tajo rápido y violento cortarle una mano. Al marine gritó de dolor y el tiburón toro lo cogió por el cuello con una mano mientras guardaba su espada para después sonreír de lado algo sádico y de un puñetazo tirarlo al suelo. Tras aquello cerró los puños y corrió hacia donde estaba el tiburón blanco para apoyarle.

Al parecer, los otros gyojins decidieron ir a explorar, a dar un paseo. Querían ver como se encontraba aquella que antaño fue su isla natal. Mientras cumplieran la orden que les había dado de volver de una pieza, poco me importaba. Tenía que arreglar unos asuntos en el distrito Gyojin y probablemente era mejor que fuese solo. No sabía como se tomarían aquellos idiotas la idea de que había vuelto, no sabía si me recibirían con un abrazo o una paliza, pero de todos modos, tenía que ir a verles, era importante y era algo que solo me acontecía a mí, no tenía nada que ver con ellos. Sin embargo, habíamos hablado antes de tiempo. Parecía que la situación iba a cambiar bastante a como la habíamos planteado y todo lo supimos con el sonido de las balas que se acercaban. El sonido nos alertó y el grito de Cánabar junto con su acción, hizo que la mayoría se ocultaran en las cajas, paredes o cualquier cosa que proporcionase protección ante las armas de fuego de los marines que se avecinaban.

-¿Por qué cojones hay marines en mi isla?- Preguntaba yo, sin esperar respuesta alguna. Mis ojos querían ver como su sangre teñía el suelo y sus vísceras esparcidas por este. Sin embargo era consciente de que eran muchos y que sus armas eran una gran desventaja.

Al ver que se acercaban y seguían con sus armas preparadas y apuntando hacia nosotros, decidí esconderme también. No tenía ganas de morir de forma tan ridícula por haberme quedado parado esperando a que ellos apretaran el gatillo. De este modo, y al no poder acertarnos, su única posibilidad era esperar o acercarse y eligieron su peor opción. Cada paso que daban era una sinfonía para mis oídos, quería matarlos a todos y cada uno de ellos y cuando estuvieron suficiente cerca, el tiburón blanco hizo el primer movimiento. Cargando su gran espada lanzó uno de sus poderosos ataques para iniciar el combate, donde siguió el tiburón toro, lanzándose hacia el frente de la refriega como si nada. Tras derribar a un par de tipos se unió a Cánabar para ayudarle, sin embargo, aquellos a los que había tumbado, aún parecían poder levantarse, con dificultad y agonizando pero vivos.

-Levantaros solo prolongará vuestro dolor, escoria.- Dije yo, mientras salía de mi escondite y me lanzaba contra ellos.

Los agarré a ambos de la cabeza y los hice chocar de cara entre ellos un par de veces por pura diversión y luego con toda la fuerza de mi peso los estampé contra el suelo, acabando así con su miserable vida. Cada vez se acercaba más el grupo grande y a pesar de que podríamos con la gran mayoría o con todos, poníamos nuestras vidas en peligro. Era necesario que saliésemos de allí cuanto antes. Los chicos tendrían que posponer su paseo por la isla y acatarse al plan principal, pese a que no quería que se entrometiesen en mis asuntos en dicho lugar. Cogí el cuerpo de aquellos cadáveres y los puse como escudo mientras corría hacia uno de los pelotones, pues los marines parecían estar divididos en pequeños grupos. Este contenía cinco y sin duda, dispararon a bocajarro, mas no consiguieron mas que llenar de balas a sus difuntos compañeros. Una vez estuve a una corta distancia, se los lancé, derribando a un par de ellos y salté en el medio golpeando con fuerza en el mentón de uno de los tres que quedaban en pie al levantarme, seguido de un gancho en el rostro que le hizo salir despedido. Seguidamente me apoderé de su arma y azoté con la culata de esta al siguiente que se me abalanzó desenvainando su espada, mas lo único que consiguió fue que le deformase la mandíbula y acabar por los suelos. El otro recibió un disparo cortesía de la orca.

-¡¡¡Hay que salir de aquí!!!- Gritaba yo hacia mis compañeros. -¡¡¡Tenemos que ir al Distrito Gyojin, allí no podrán hacernos nada!!!- Exclamaba con fuerza mientras acababa a base de disparos con aquellos a los que había tumbado en primer lugar y me preparaba para seguir matando marines con su propia arma.