huida a través de los pantanos (Rol pasado y privado de Kaishi Tora, barbazul, Dranser Drágon Silver y Aria)

Barbazul llegó a la parte este de Shoko en su bote, el terreno era húmedo y cubierto por una capa verde, aunque a esta parte todavía no habían llegado los pantanos. Se despidió de aquel bote que tanto viaje había hecho con él, prometiéndole volver si podía, y lo escondió entre unos arbustos bajos, posiblemente jara, que había por allí. Luego se encamino hacia el norte siguiendo la playa por dentro del agua, no le quería poner nada fácil a sus perseguidores encontrarle, cuando hubo caminado unos veinte minutos divisó el comienzo del pantano, recolecto varias ramas de romero que crecía en la zona y se encamino al pantano. A parte de escapar tenía intención de buscar por la isla un legendario tesoro pirata, aunque con aquellos perros del gobierno no sería nada fácil de conseguir. Lo primero que tenía que hacer era encontrar el rio que cruzaba el pantano, cosa difícil y molesta por los insectos de la zona, aunque como puedo leer en los viejos de la biblioteca de una lejana ciudad, el romero tenía un efecto insecticida y estos normalmente no se acercaban.
El pantano es un sitio traicionero con niveles de agua variable y si pierdes la senda puede que nunca vuelvas a salir, Barbazul decidió emplear un método sencillo y no muy fácil de identificar, coloco conchitas de playa en la base de los árboles, para conocer la ruta que seguía y no dar vueltas en círculo. Cuanto más se adentraba más gordos se hacían los arboles pero también más grandes eran los insectos y menos efecto tenía el romero, hasta que llegado un punto no pudo seguir. Aquello tenía pinta de sr un laberinto de árboles muertos, vivos e insectos una mezcla altamente mortal si te perdías. Barbazul volvió sobre sus pasos, usando las conchitas, hasta que pudo girar hacia el oeste, ya que debía internarse en aquella isla. Está vez el camino si parecía que podía seguirse, pero cada vez era más profundo, tras unos metros noto una corriente, y por sus conocimientos de ellas tras años de pesca, creyó que debía tratarse del rio que buscaba aunque estaba todavía varios metros más adelante. Avanzo lenta y pesadamente hasta que el terreno repentinamente se transformó los arboles estaban más verdes y el agua se aclaró, hasta que se vio en medio de una corriente de agua cristalina que le llegaba hasta la cintura, y aunque fría no lo era tanto como los hielos donde se crio. Los guijarros redondeados del fondo, hacían intuir crecidas de caudal, y un sitio de roca que el rio escavaba, y en algún lugar cercano a esa excavación, el tesoro.

Hacía ya un rato que Aria avanzaba en esa isla haciéndose paso entre una vegetación engorrosa. Había llegado allí con el fin de encontrar un tesoro del que no estaba muy segura de si aún permanecía en ese lugar.

Llegó a la isla sin problemas, pero no escondió su barca en ningún lugar, cosa que no era habitual en ella, tan sólo adentró a esta en la playa. Tenía una ligera idea de hacia donde se dirigía, pero no estaba segura del todo, pues nunca antes había pisado dicho lugar.
Se adentró en la isla, y rápidamente se percató de la numerosa cantidad de mosquitos que había volando por el aire, no le dio demasiada importancia, tan sólo se ató la chaqueta y se puso la capucha. El camino le fue bien, ya que los mosquitos no la molestaron demasiado, al parecer no tenían interés en ella, la chica tampoco se fijaba demasiado en lo que la rodeaba. Tenía claro su objetivo, y no perdía el norte, pero en un momento en el que estaba inmersa en sus quimeras, se desvió del camino. Tuvo que volver sobre sus paso hasta que el entorno le fue familiar, en ese entonces se supo orientar, y para no volver a caer con la misma piedra, decidió dejar marcas en cada tres árboles que dejaba atrás, exactamente hacía cortes bastante profundos en estos.

El camino de la joven, se vio truncado ante algo superior a ella, pues en frente de Aria se hallaba un lago de tamaño considerable. Pensó en cruzar el lago nadando, incluso se quitó la chaqueta dispuesta a ello, pero su idea quedó reducida a la nada en cuando se fijó mejor en el agua, esta tenía una pinta horrible, sin contar los incontables mosquitos, de todos los tamaños, que revoloteaban sobre esta.
De nuevo retrocedió por donde había venido, dispuesta a encontrar otra ruta más efectiva. La vuelta fue rápida, pero Aria se paró ante algo que le pareció bastante insólito, había encontrado un concha al lado de un árbol. No encontró manera natural de que eso llegara allí, y al ver otras conchas que se dirigían hacia una dirección, lo único que podía pensar era que alguien las había dejado allí.

De este modo ahora se encontraba siguiendo un rastro de conchas misteriosas, con el fin de encontrar a al dueño de estas. Quizá era su día de suerte, y era un pirata o un revolucionario extraviado en busca del mismo tesoro que ella buscaba, de ese modo mataría dos pájaros de un sólo tiro. Sin embargo, si no resultaba como ella esperaba, y tenía la mala fortuna de resultar ser alguien no "productivo" para ella, y que el perseguido también buscara el tesoro, no le haría tanta gracia luchar por este.

Unos profundos ronquidos se escuchaban en aquel lugar. En mitad del mar exactamente un pequeño bote viajaba solitario sin rumbo. Era algo raro pues los botes no roncaban, en su interior se encontraba Dranser dormido completamente. En su nariz tenía unas cuantas algas y su hombro totalmente vendado. Sus katanas iban a sus lados de la cintura en sus vainas, tanto la eléctrica como la normal. Venía de haber cumplido su objetivo en casino island y ahora viajaba de vuelta hacía su próximo destino. Sin embargo al quedarse frito la corriente le había desviado de su ruta y ahora le llevaba a la isla de shoko directo. Cuando su bote llegó a tierra firme notó como un choque y las algas de su rostro acabaron en su boca. Este comenzó a masticar de forma tranquila cuando frunció el ceño y escupió a un lado las algas asqueado y mirando a su alrededor. Una pequeña gota de sudor la cayó por la frente al ver el paisaje que tenía en frente. De un suspiro bajó del bote a lo bestia y haciéndose daño en el hombro por lo que frunció el ceño. Aún tenía aquel disparo de escopeta reciente y le dolía bastante. Sus ojos divisaron extrañas lagunas y mas insectos. Pegó un elevado bostezo estirándose para atrás con una sonrisa tranquila cuando de repente un rugido provino de su estomago. Pensó en buscar comida en la isla y dejó allí mismo el bote encallado en la arena sin preocuparse nada de nada por si lo robaban o algo por el estilo.

Comenzó a caminar por el sitio de forma tranquila evitando las lagunas debido a su habilidad de la fruta del diablo. Mientras caminaba debía de mover su katana de un lado a otro para evitar a los malditos insectos. Era su katana normal y la movía ágilmente contra todo aquel que tratara de picarle. Sus pasos le desplazaban de forma tranquila por el lugar sin pensar en nada que no fuera encontrar algo de comer. Por desgracia solo había insectos y más insectos y eso no le agradaba para nada pues deseaba algo como carne o fruta. Ahora mismo el chico estaba dispuesto a dar su vida por un tazón de ramen de ternera calentito con sus fideos y demás. Lamentablemente allí no había esa delicia y debía seguir buscando evitando las lagunas. Su mirada ahora estaba fija en unas conchas pegadas en los arboles. Estaba claro que las conchas no volaban por lo que alguien debía ser.

Ese alguien tal vez tuviera algo de comer por lo que se puso a seguir el rastro de forma tranquila, el agente del CP iba haciendo un ruido enorme en sus pisadas y no tenía ningún cuidado con lo que hacía. Estaba tan hambriento que ser descubierto era el menor de sus problemas, es más, era lo que estaba deseando. Miraba al agua de vez en cuando para tratar de localizar algún pez pero allí no había nada de nada. Aquella isla no era conocida por el chico y solo sabía que debía volver cuanto antes a su bote y seguir con su viaje, pero no sin llenar antes el estomago. Su mirada era ya de ansia viva. No podía creer que no hubiera ni una maldita fruta en uno árbol, cuando llevaba un rato caminando se clavó de rodillas en el suelo mirando al cielo y dando un grito con todas sus fuerzas que se escuchó con fuerza por todo el lugar quejándose con una actitud infantil.

- ¡¿Es que no hay comida en esta maldita isla?! ¡Quiero algo de comida!

- ¡¿Es que no hay comida en esta maldita isla?! ¡Quiero algo de comida!

Nada más escuchar esto me di la vuelta, había alguien más en la isla, y al parecer estaba siguiendo mis conchas, bueno no dejaría más, ahora ya estaba en el rio y solo debía seguirlo. A pesar de eso debía esconder mi rastro bien al igual que mi persona no fuera que me siguieran, y dieran con el tesoro gracias a mí. Por suerte todavía no tengo cartel de se busca y puedo pasar por arqueólogo para cualquiera meno si es pirata, entonces habría lucha.

Nade hasta la otra orilla con el romero y las catanas en la mano por encima del agua siempre, al llegar a la otra orilla eche un vistazo a mi espalda, no estaba seguro si había visto un movimiento o no, a sique decidí avanzar unos metros tierra adentro para despistar a cualquiera y luego seguir el cauce, pero para ello tenía que secarme un poco antes. Me quite la camisa y las botas y las puse sobre una roca junto con el romero, mientras practicaría con la espada haciéndome el torpe, cosa seguro que me ayudaría después si me atacaban al sorprender a mi enemigo. Lo que hice fue coger las dos katanas, pedirles perdón en un susurro y golpear el aire sin ton ni son, haciéndome pasar por el mejor espadachín de la tierra.

Tras un rato me canse, me senté en los guijarros y saque de mi mochila de cuero un libro con las leyendas de la isla, entre las que estaba la del tesoro del mostacho muerto, que al parecer fue un gran y temido pirata de la antigüedad y había amasado una gran fortuna, y según la leyenda todo aquel botín estaba en esta isla pantanosa en algún lugar rio arriba según los libros que consulte en la biblioteca de ohara.

-Bien- dije en alto- es hora de continuar con la búsqueda.

Seguidamente me vestí, cogí el romero y me interne entre los árboles, tras un par de metros, cuando ya no veía el rio gire a la izquierda y me escondí entre unas jaras de metro y medio de altura y flores amarillas y me dispuse a esperar a que pasar quien fuera para dar media vuelta e ir por mi premio.

Aria había estado siguiendo un rastro extraño de conchas de mar, pero este no la había llevado muy lejos, pues se encontraba en un punto en el que ya no sabía hacia donde ir. El rastro se había terminado en un pequeño claro, y la cazadora no había sido capaz de encontrar alguna otra pista, o simplemente las indicaciones terminaba allí.

Rastreó un poco el perímetro, hasta que se sintió estúpida, por estar buscando algo que sabía que no encontraría. La vegetación no era muy distinta, pero en ese claro, todo se hacía más levadero, remarcando la ausencia de mosquitos.

Ligeramente frustrada, se desarmó, dejando sus espadas recostadas en un árbol, que tenía una roca al lado. Se quitó la capucha, desabrochó su chaqueta negra, y se sentó con desgana sobre la roca lisa que había cerca del árbol. Pasó su mano por el interior del bolsillo de su chaqueta, con intención de revisar el mapa de la isla de Shoko, con intención de poder situarse. Desafortunadamente no encontró nada. Algo alterada, empezó a buscar en el otro bolsillo de la chaqueta, y seguidamente en los de sus pantalones. Pero no era su día, pues no encontró nada.

La chica empezaba a cansarse de todo aquello, sabía como volver a donde estaba su barca, pero estaba bastante cabreada como para hacer nada.
Aria empezó a jugar con una hoja, para intentar calmarse, y reprimir su frustración. Ya hacía rato que había llegado allí, y nada de lo que le había ocurrido, había sido de su agrado.
Pronto se aburrió de jugar con una simple hoja, y con un suspiro, se apoyó en el tronco del árbol. Se sentía ya bastante cansada, hacía unos días que a penas dormía, y de momento seguía siendo humana, con lo que su cuerpo necesitaba descansar. Después de echar una cabeza-dita, tenía planeado irse de esa isla a la que empezaba a odiar bastante.

Prácticamente se le estaban cerrando los ojos, pero un grito la exaltó. Al parecer era la voz de un hombre, gritando por comida, no muy lejos de su posición. Aria empezó a pensar en si debía ser el propietario de las conchas, o simplemente alguien perdido, y hambriento. De todos modos, a ella no le importó demasiado, se quedó donde estaba, ignorando el grito, o todo lo que pudiera pasar. Finalmente terminó por dormirse, quizá era algo realmente imprudente, pues dormida era presa fácil para cualquier animal o persona, aunque tampoco tenía demasiado que ofrecer.