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Hacía poco que me había separado de antiguo profesor, Suzaku. Nos habíamos despedido hacía unos días. Él iba a continuar buscando a sus hermanos y yo por mi parte seguiría con mi viaje para terminar de recorrer las zonas que me quedaban por visitar y recopilar los cuentos que me faltasen, si es que quedaba alguno diferente, de toda Baterilla. Últimamente, más que historias nuevas lo que encontraba eran variaciones de algunas qué ya conocía. De cualquier modo, iba aprendiendo cada una de las variaciones y las anotaba en mi Gran Libro de Aventuras.
Puesto que durante mi estancia con Suzaku no había actuado demasiado, tenía un poco de mono y me había propuesto actuar bastante para recuperar los gastos tenidos. No me faltaban demasiados pueblos por recorrer de Baterilla. Había llegado a un pueblo costero tres días después de mí despedida con el antiguo capitán de los Barba-rubia. En lugar de viajar por el bosque, como solía hacer, esta vez había ido por la playa. Me había retrasado más por pararme a observar algas y algún que otro molusco y crustáceo de la orilla, que por caminar por la arena. El tercer día de mi abandono, temporal, de la civilización fue un día lluvioso. Antes de que amaneciese las gotas de agua caídas del cielo me despertaron al caerme en la cara.
Waaaaaaa. ¡Mierda!
En poco más de dos minutos ya había recogido la esterilla y el saco de dormir, que era lo único que tenía fuera de mi hatillo. Me lo cargué todo a la espalda, como de costumbre, y comencé a correr hacia el pueblo que se veía desde donde me encontraba.
Llegué al pueblo poco después de una hora de echar a correr. No había demasiada gente, pero los jornaleros más madrugadores ya poblaban las calles al comenzar la actividad diaria. Pregunté al primero que vi por alguna posada, la que hubiese más cercana.
- Perdóneme señor, ¿podría decirme dónde se encuentra la posada más cercana?
En hombre se me quedó mirando de arriba abajo. La verdad es que con la lluvia solo me había planteado el llegar lo antes posible a algún techo donde resguardarme, tomar una cerveza caliente y poco más. Al ver la cara de aquel tipo me di cuenta que mi aspecto tenía que ser lamentable: a medio maquillar (puesto que iba solo y no parecía que fuese a tener mucha compañía no me había maquillado desde que salí hacía tres días), con chorretores de mugre y maquillaje por el cuello, el pelo empapado y unas ropas de colores brillantes mojadas, que ahora más que brillantes eran mates y muy oscuras por el agua. Después de unos segundos el hombre debió darse cuenta de sus actos porque se sonrojó un poco, tras hacer un gesto espasmódico como volviendo en sí al salir de su ensimismamiento.
- Eh… si claro… Ahí mismo. Me dijo señalando un edificio que había a mi espalda.
Me giré y pude leer en letras grandes: Posada El bufón.
No pude evitar reírme a carcajada limpia. Aquel tipo se me quedó mirando de nuevo y se fue mirándome de reojo.
Ha tenido que pensar que estoy loco de atar. No le culpo, la verdad, yo en su lugar también lo habría pensado…
Puesto que durante mi estancia con Suzaku no había actuado demasiado, tenía un poco de mono y me había propuesto actuar bastante para recuperar los gastos tenidos. No me faltaban demasiados pueblos por recorrer de Baterilla. Había llegado a un pueblo costero tres días después de mí despedida con el antiguo capitán de los Barba-rubia. En lugar de viajar por el bosque, como solía hacer, esta vez había ido por la playa. Me había retrasado más por pararme a observar algas y algún que otro molusco y crustáceo de la orilla, que por caminar por la arena. El tercer día de mi abandono, temporal, de la civilización fue un día lluvioso. Antes de que amaneciese las gotas de agua caídas del cielo me despertaron al caerme en la cara.
Waaaaaaa. ¡Mierda!
En poco más de dos minutos ya había recogido la esterilla y el saco de dormir, que era lo único que tenía fuera de mi hatillo. Me lo cargué todo a la espalda, como de costumbre, y comencé a correr hacia el pueblo que se veía desde donde me encontraba.
Llegué al pueblo poco después de una hora de echar a correr. No había demasiada gente, pero los jornaleros más madrugadores ya poblaban las calles al comenzar la actividad diaria. Pregunté al primero que vi por alguna posada, la que hubiese más cercana.
- Perdóneme señor, ¿podría decirme dónde se encuentra la posada más cercana?
En hombre se me quedó mirando de arriba abajo. La verdad es que con la lluvia solo me había planteado el llegar lo antes posible a algún techo donde resguardarme, tomar una cerveza caliente y poco más. Al ver la cara de aquel tipo me di cuenta que mi aspecto tenía que ser lamentable: a medio maquillar (puesto que iba solo y no parecía que fuese a tener mucha compañía no me había maquillado desde que salí hacía tres días), con chorretores de mugre y maquillaje por el cuello, el pelo empapado y unas ropas de colores brillantes mojadas, que ahora más que brillantes eran mates y muy oscuras por el agua. Después de unos segundos el hombre debió darse cuenta de sus actos porque se sonrojó un poco, tras hacer un gesto espasmódico como volviendo en sí al salir de su ensimismamiento.
- Eh… si claro… Ahí mismo. Me dijo señalando un edificio que había a mi espalda.
Me giré y pude leer en letras grandes: Posada El bufón.
No pude evitar reírme a carcajada limpia. Aquel tipo se me quedó mirando de nuevo y se fue mirándome de reojo.
Ha tenido que pensar que estoy loco de atar. No le culpo, la verdad, yo en su lugar también lo habría pensado…
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Hacia tres días desde que emprendí mi viaje, viaje lenta pues todo era nuevo para mi, era la primera vez que salía de mi aldea y cada árbol, cada roca, cada insecto era algo con lo que merecía la pena perder el tiempo observándolo.
No obstante, me estaba quedando sin provisiones, tenia que encontrar un poblado pronto, un sitio donde descansar y reponer fuerzas, fue entonces cuando a lo lejos vi un poblado, parecía pequeño e intimo, justo lo que buscaba. Mi sorpresa fue cuando prácticamente a la vez, me di cuenta que estaba a muy poca distancia del mar... ¡ EL MAR ! Era la primera vez que lo veía.... Incluso se me saltaron las lagrimas al verlo.
Estaba exhausta, necesitaba descansar, pero tenia que ir a esa playa, no podía esperar por nada del mundo, asique me dirigí hacia allí a toda prisa, me plante en menos que canta un gallo. La sensación que invadía mi cuerpo es inolvidable, creo que nunca antes había sentido tanta euforia, empecé a correr, saltar, revolcarme por la arena, me adentre en el agua sin pensar, la sensación de las olas y leve corriente marina era increíble.
Tras horas derrochando energía como una loca, termine tirada en la arena, mirando el cielo y escuchando las olas romper en la orilla. Al poco tiempo, una gota que caía del cielo me golpeo en la frente, sacándome de mi estado de paz (por no llamarlo empanamiento legendario), seguida de estas vinieron muchas mas, una fuerte lluvia empezó a caer.
"ostras!!!! Corre Rin Correeeee!!!" - Me gritaba a mi misma-
Me levante lo mas deprisa que pude, agarré mis cosas y salí corriendo hacia el poblado que vi antes de llegar a la playa, tras una hora aproximadamente, llegué al pueblo, no había mucha gente, solo algunos trabajadores madrugadores. Me dirigí hacia la primera persona que encontré, un hombre mayor, de unos 50 años aproximadamente:
Disculpe señor, le importaría indicarme donde hay alguna posada cerca?
El hombre me miro de arriba abajo, con cara de pocos amigos y dijo:
Que pasa? es el día de los bichos raros? este pueblo cada día esta peor... La posada la tienes tres calles mas abajo.
No entendí muy bien a que se refería el pobre hombre... La verdad es que mi cuerpo lleno de arena hasta las cejas, el pelo empapado y que me tapaba parte de la cara y el llevar colgando mi enorme maza, puede que no ayudase a dar una buena impresión.... Al darme cuenta me salió una sonrisa inocente y me dirigí hacia la posada.
Finalmente llegue a la posada "El bufón" -Que nombre mas gracioso- Pensé. Entre en ella, pedí una habitación y caí en la cama rendida, cuando me desperté era prácticamente la hora de cenar, había dormido todo el día, mmi cuerpo lo necesitaba, asique me dirigí a la taberna del pueblo en busca de un buen atracón.
No obstante, me estaba quedando sin provisiones, tenia que encontrar un poblado pronto, un sitio donde descansar y reponer fuerzas, fue entonces cuando a lo lejos vi un poblado, parecía pequeño e intimo, justo lo que buscaba. Mi sorpresa fue cuando prácticamente a la vez, me di cuenta que estaba a muy poca distancia del mar... ¡ EL MAR ! Era la primera vez que lo veía.... Incluso se me saltaron las lagrimas al verlo.
Estaba exhausta, necesitaba descansar, pero tenia que ir a esa playa, no podía esperar por nada del mundo, asique me dirigí hacia allí a toda prisa, me plante en menos que canta un gallo. La sensación que invadía mi cuerpo es inolvidable, creo que nunca antes había sentido tanta euforia, empecé a correr, saltar, revolcarme por la arena, me adentre en el agua sin pensar, la sensación de las olas y leve corriente marina era increíble.
Tras horas derrochando energía como una loca, termine tirada en la arena, mirando el cielo y escuchando las olas romper en la orilla. Al poco tiempo, una gota que caía del cielo me golpeo en la frente, sacándome de mi estado de paz (por no llamarlo empanamiento legendario), seguida de estas vinieron muchas mas, una fuerte lluvia empezó a caer.
"ostras!!!! Corre Rin Correeeee!!!" - Me gritaba a mi misma-
Me levante lo mas deprisa que pude, agarré mis cosas y salí corriendo hacia el poblado que vi antes de llegar a la playa, tras una hora aproximadamente, llegué al pueblo, no había mucha gente, solo algunos trabajadores madrugadores. Me dirigí hacia la primera persona que encontré, un hombre mayor, de unos 50 años aproximadamente:
Disculpe señor, le importaría indicarme donde hay alguna posada cerca?
El hombre me miro de arriba abajo, con cara de pocos amigos y dijo:
Que pasa? es el día de los bichos raros? este pueblo cada día esta peor... La posada la tienes tres calles mas abajo.
No entendí muy bien a que se refería el pobre hombre... La verdad es que mi cuerpo lleno de arena hasta las cejas, el pelo empapado y que me tapaba parte de la cara y el llevar colgando mi enorme maza, puede que no ayudase a dar una buena impresión.... Al darme cuenta me salió una sonrisa inocente y me dirigí hacia la posada.
Finalmente llegue a la posada "El bufón" -Que nombre mas gracioso- Pensé. Entre en ella, pedí una habitación y caí en la cama rendida, cuando me desperté era prácticamente la hora de cenar, había dormido todo el día, mmi cuerpo lo necesitaba, asique me dirigí a la taberna del pueblo en busca de un buen atracón.
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Entré a la posada con el mismo nombre que mi profesión. ¡Era genial! Estaba decorada con tapices multicolores creados con parches y retales de telas muy variopintas. Había bolos de madera, dagas, bolas de malabares, gorros típicos de bufón y muchas cosas más características de mi oficio.
Me dirigí al recepcionista y le pregunté si tenían alguna habitación libre. Después de los trámites, subí a mi habitación y descargué. Me cambié de ropa y me bañé. Aunque la temperatura fuera no era demasiado fría, la humedad me había calado hasta los huesos y me había enfriado, abrí el grifo de agua caliente y preparé la bañera para darme un baño. Estuve un rato sumergido parcialmente en la bañera, relajándome y disfrutando de otro rato más de paz. Una vez me hube limpiado y aseado como correspondía, decidí ponerme ropa normal para pasar el día.
Bajé a la recepción y pregunté si la posada tenía restaurante. Me informaron que efectivamente, tenía restaurante la posada, y era el edificio anexo. Fui a tomarme una buena cerveza caliente para terminar de entrar en calor. Era ya media mañana cuando me dirigí al salón de la posada. La decoración era exactamente igual a la de la recepción.
Simplemente genial
Me acerqué a la barra y pedí una cerveza caliente de trigo. A pesar de ser la hora del almuerzo no había mucha gente, supuse que por la lluvia. Mientras esperaba mi cerveza, me dio hambre al ver a los comensales con un par de chuletas de cordero y chorizos en una mesa, lomo, jamón curado y queso acompañado de pan blanco en otra y morcillas y costillas en una tercera. Decidí pedirme unas chuletas y panceta para acompañar la cerveza.
Después de almorzar, me acerqué a una mesa para charlar un rato, y ver qué información podía obtener, y preguntar por la biblioteca. Los tipos con los que hablé no podían ser más distintos: uno era simpático y amable. Bastante extrovertido, siempre tenía una sonrisa en la cara, y una alegría contagiosa; por otro lado el otro, era un gruñón sabelotodo. No entendí como podían estar en la misma mesa conversando. Invité a los dos tipos a una ronda para alargar un poco más la conversación y aproveché cada ocasión que me daban para ridiculizar al tipo gruñón de forma sutil, por supuesto.
Aprovechando que había dejado de llover, me dirigí a la biblioteca. Poco después de llegar, comenzó a llover de nuevo.
- ¡Vaya! Me ha ido de un pelo. Qué forma de llover, así uno se vuelve loco. Le dije a la bibliotecaria. Buenos días, –saludé- ¿la sección de cuentos, por favor?
- Buenos días. La verdad es que sí, pero bueno estamos acostumbrados. Todos los años, por esta época, pasa lo mismo. Llueve a primera hora y casi al medio día y por la tarde se despeja. ¿Forastero verdad? ¿Qué tipo de cuentos quieres?
- Sí, en efecto. Soy un cuentacuentos errante. Me da igual, únicamente quiero conocer las historias de esta zona desde infantiles hasta las censuradas. Y las épicas por supuesto.
La bibliotecaria me pareció guapa. No demasiado alta, pelo negro, morena de piel y ojos claros. Me recordaban al azul de mi madre. Por un momento pensé que había mirado muy fijamente a los ojos de la bibliotecaria, pero no debió ser así o, si lo fue, ella no se dio cuenta o no hizo ningún gesto ni comentario al respecto. Tenía el par de glándulas mamarias bien desarrolladas, pero sin llegar a ser excesivas, y una figura estilizada. Las curvas bien definidas y cada una en su lugar correcto.
- Seguramente esta noche actúe en la posada el bufón. Al llegar ha sido la primera posada que he visto ¿Qué casualidad, no? Si quieres pasarte… seguro que te agradará oír alguna historia conocida contada por un bufón. ¿Cuál es tu historia favorita?
-Vas a tener que descubrirlo tú… Seguro que alguien tan acostumbrado a estar con la gente tiene mucha empatía. Ven, la sección de cuentos está por aquí. Me contestó dedicándome una sonrisa.
Su sonrisa era preciosa. Si algo necesitaba aquel rostro para terminar de engancharme era aquel arco cóncavo con sus dos filas de dientes blancos.
Pasé casi toda la tarde en la biblioteca, echando de vez en cuando miradas a la bibliotecaria. Debido al copioso almuerzo pude aguantar sin problemas hasta mitad de tarde sin comer.
- Bueno, me voy ya. Ha sido un placer. Me llamo Hardete. Espero verte más tarde en el restaurante de El Bufón. Por cierto… ¿Cómo has dicho que te llamas? Le pregunté mientras me iba.
-Es posible que vaya y por cierto… no te lo he dicho. Me contestó sonriendo.
¡Vaya! Parece que nos llevaremos bien. ¡Me gusta!
Tal y como había dicho la bibliotecaria el cielo estaba despejado, así que emprendí de nuevo mi camino de regreso hacia El Bufón.
Me dirigí al recepcionista y le pregunté si tenían alguna habitación libre. Después de los trámites, subí a mi habitación y descargué. Me cambié de ropa y me bañé. Aunque la temperatura fuera no era demasiado fría, la humedad me había calado hasta los huesos y me había enfriado, abrí el grifo de agua caliente y preparé la bañera para darme un baño. Estuve un rato sumergido parcialmente en la bañera, relajándome y disfrutando de otro rato más de paz. Una vez me hube limpiado y aseado como correspondía, decidí ponerme ropa normal para pasar el día.
Bajé a la recepción y pregunté si la posada tenía restaurante. Me informaron que efectivamente, tenía restaurante la posada, y era el edificio anexo. Fui a tomarme una buena cerveza caliente para terminar de entrar en calor. Era ya media mañana cuando me dirigí al salón de la posada. La decoración era exactamente igual a la de la recepción.
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Me acerqué a la barra y pedí una cerveza caliente de trigo. A pesar de ser la hora del almuerzo no había mucha gente, supuse que por la lluvia. Mientras esperaba mi cerveza, me dio hambre al ver a los comensales con un par de chuletas de cordero y chorizos en una mesa, lomo, jamón curado y queso acompañado de pan blanco en otra y morcillas y costillas en una tercera. Decidí pedirme unas chuletas y panceta para acompañar la cerveza.
Después de almorzar, me acerqué a una mesa para charlar un rato, y ver qué información podía obtener, y preguntar por la biblioteca. Los tipos con los que hablé no podían ser más distintos: uno era simpático y amable. Bastante extrovertido, siempre tenía una sonrisa en la cara, y una alegría contagiosa; por otro lado el otro, era un gruñón sabelotodo. No entendí como podían estar en la misma mesa conversando. Invité a los dos tipos a una ronda para alargar un poco más la conversación y aproveché cada ocasión que me daban para ridiculizar al tipo gruñón de forma sutil, por supuesto.
Aprovechando que había dejado de llover, me dirigí a la biblioteca. Poco después de llegar, comenzó a llover de nuevo.
- ¡Vaya! Me ha ido de un pelo. Qué forma de llover, así uno se vuelve loco. Le dije a la bibliotecaria. Buenos días, –saludé- ¿la sección de cuentos, por favor?
- Buenos días. La verdad es que sí, pero bueno estamos acostumbrados. Todos los años, por esta época, pasa lo mismo. Llueve a primera hora y casi al medio día y por la tarde se despeja. ¿Forastero verdad? ¿Qué tipo de cuentos quieres?
- Sí, en efecto. Soy un cuentacuentos errante. Me da igual, únicamente quiero conocer las historias de esta zona desde infantiles hasta las censuradas. Y las épicas por supuesto.
La bibliotecaria me pareció guapa. No demasiado alta, pelo negro, morena de piel y ojos claros. Me recordaban al azul de mi madre. Por un momento pensé que había mirado muy fijamente a los ojos de la bibliotecaria, pero no debió ser así o, si lo fue, ella no se dio cuenta o no hizo ningún gesto ni comentario al respecto. Tenía el par de glándulas mamarias bien desarrolladas, pero sin llegar a ser excesivas, y una figura estilizada. Las curvas bien definidas y cada una en su lugar correcto.
- Seguramente esta noche actúe en la posada el bufón. Al llegar ha sido la primera posada que he visto ¿Qué casualidad, no? Si quieres pasarte… seguro que te agradará oír alguna historia conocida contada por un bufón. ¿Cuál es tu historia favorita?
-Vas a tener que descubrirlo tú… Seguro que alguien tan acostumbrado a estar con la gente tiene mucha empatía. Ven, la sección de cuentos está por aquí. Me contestó dedicándome una sonrisa.
Su sonrisa era preciosa. Si algo necesitaba aquel rostro para terminar de engancharme era aquel arco cóncavo con sus dos filas de dientes blancos.
Pasé casi toda la tarde en la biblioteca, echando de vez en cuando miradas a la bibliotecaria. Debido al copioso almuerzo pude aguantar sin problemas hasta mitad de tarde sin comer.
- Bueno, me voy ya. Ha sido un placer. Me llamo Hardete. Espero verte más tarde en el restaurante de El Bufón. Por cierto… ¿Cómo has dicho que te llamas? Le pregunté mientras me iba.
-Es posible que vaya y por cierto… no te lo he dicho. Me contestó sonriendo.
¡Vaya! Parece que nos llevaremos bien. ¡Me gusta!
Tal y como había dicho la bibliotecaria el cielo estaba despejado, así que emprendí de nuevo mi camino de regreso hacia El Bufón.
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Entre por la puerta de la taberna, mi estomago rugía como un león enfurecido, pero tuve que pararme un minuto a contemplar la decoración del lugar, lleno de dagas antiguas, sombreros, mascaras, todo muy colorido y haciendo honor a su nombre.
Me dirigí a la barra, al otro lado estaba el tabernero un hombre mayor, robusto con barba blanca y larga, de poca estatura y calvo, de aspecto un tanto intimidador a primera vista.
-Buenas noches buen hombre! tendría una mesa para una chica hambrienta? - Le pregunte-
-Claro que si muchacha! pasa por aquí, tengo la mesa perfecta para ti, podrás cenar tranquilamente mientras ves el espectáculo de esta noche-Me contesto el hombre con una sonrisa de oreja a oreja-
Me acompaño a la mesa, una pequeña mesa redonda de madera, el asiento era un tanto incomodo pero bueno, no era nada que me importase. Sobre la mesa estaban los cubiertos y la carta de la taberna, todo tenia muy buena pinta.
-Wala!! se me esta haciendo la boca agua solo de leer la carta! Podría traerme unas chuletas de cordero con patatas, un palto de jamón y queso y.... ¿Sangre? mmmm.... tráigame esto también, el nombre no me inspira mucha confianza pero hay que probarlo todo!!. De beber una pinta de cerveza bien fría por favor!- Le dije al tabernero, ansiosa por empezar a engullir- ¿por cierto, de que espectáculo se trata?
-Vaya! veo que tiene usted un buen estomago y muy buen gusto. En breve le serviremos su comida. Hoy actúa Hardete, un trilero muy alegre y simpático, a la par que divertido, espero le sea de su agrado - Contesto el tabernero-
-Hardete??? humm.... que nombre mas feo... suena como a escupitajo mal tirado... - murmure en voz baja-
El tabernero, que escucho mi comentario, se marcho hacia la cocina con una sonrisa. Al poco tiempo me empezaron a servir la comida y todo estaba tan bueno como me esperaba. Al poco de empezar a cenar, bajaron las luces de la sala con la intención de dar comienzo a lo que parecía ser la actuación de ese tal Hardete....
Me dirigí a la barra, al otro lado estaba el tabernero un hombre mayor, robusto con barba blanca y larga, de poca estatura y calvo, de aspecto un tanto intimidador a primera vista.
-Buenas noches buen hombre! tendría una mesa para una chica hambrienta? - Le pregunte-
-Claro que si muchacha! pasa por aquí, tengo la mesa perfecta para ti, podrás cenar tranquilamente mientras ves el espectáculo de esta noche-Me contesto el hombre con una sonrisa de oreja a oreja-
Me acompaño a la mesa, una pequeña mesa redonda de madera, el asiento era un tanto incomodo pero bueno, no era nada que me importase. Sobre la mesa estaban los cubiertos y la carta de la taberna, todo tenia muy buena pinta.
-Wala!! se me esta haciendo la boca agua solo de leer la carta! Podría traerme unas chuletas de cordero con patatas, un palto de jamón y queso y.... ¿Sangre? mmmm.... tráigame esto también, el nombre no me inspira mucha confianza pero hay que probarlo todo!!. De beber una pinta de cerveza bien fría por favor!- Le dije al tabernero, ansiosa por empezar a engullir- ¿por cierto, de que espectáculo se trata?
-Vaya! veo que tiene usted un buen estomago y muy buen gusto. En breve le serviremos su comida. Hoy actúa Hardete, un trilero muy alegre y simpático, a la par que divertido, espero le sea de su agrado - Contesto el tabernero-
-Hardete??? humm.... que nombre mas feo... suena como a escupitajo mal tirado... - murmure en voz baja-
El tabernero, que escucho mi comentario, se marcho hacia la cocina con una sonrisa. Al poco tiempo me empezaron a servir la comida y todo estaba tan bueno como me esperaba. Al poco de empezar a cenar, bajaron las luces de la sala con la intención de dar comienzo a lo que parecía ser la actuación de ese tal Hardete....
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Al llegar a la posada me dirigí al recepcionista directamente:
- Perdone, ¿podría decirme si se encuentra el propietario? Tengo una sugerencia que hacerle.
- Claro, un segundo.
Me senté en una de las butacas de piel que había en la entrada y esperé. No tardó demasiado en aparecer un tipo alto, de mediana edad.
- ¿Quién pregunta por mí?
- Perdone, señor. Me llamo Hardete y…
- ¿Hardete el Payasete? ¿De verdad?
- Esto… Sí, ¿por qué?
- ¡Caray! Hardete en mi posada… ¡Ja! Dijo el dueño de la posada eufórico ante la noticia.
- Verás, me gustaría hacer una pequeña puesta en escena en su salón y quería preguntarle si podría usar parte de la decoración que tiene usted, tan apropiada para tan digna posada, durante la misma. Prometo dejarlo todo después como antes.
- ¿Qué quieres actuar aquí? Por supuestísimo. Verás, desde hace un tiempo llegan mercaderes hablando de un bufón buenísimo, el mejor en mucho tiempo. Según me dijeron su nombre era Hardete. Así que eres tú… ¡eh! Conforme iba hablando el hombre comenzó a recelar. Bien… no me malinterpretes pero… ¿te importaría hacerme una pequeña demostración? La gente habla de un tipo vestido de payaso, como comprenderás…
- Deme un rato, me preparo, bajo y le hago la demostración.
Subí a mi habitación y me maquillé rápidamente. Me puse una camisa multicolor, hecha con parches de colores y retales de otras telas, busqué un pantalón que tenía bastante cómico. Tenía varias gomas elásticas por el camal, de forma que quedaban ceñido a la cintura, rodilla y tobillos y se ensanchaba entre goma y goma como si fuese bombacho. Además tenía un camal de cada color: uno lila y otro verde. Me puse mis botas altas amarillas y cogí un pequeño saco donde metí las bolas de harina para los malabares, las dagas y las 3 marionetas. Bajé a la recepción he hice llamar al propietario.
Fuimos a una habitación vacía. Allí comencé a hacer unos simples juegos malabares que iba complicando de forma gradual. Cuando tenía 6 bolas de harina y 2 dagas en el aire, hice salir a una marioneta del saco, el cual había dejado en un rincón a la espalda de mi espectador a propósito, y le tiré del pantalón para llamar su atención. Al ver la marioneta, casi se cae de la silla del susto y me reí a carcajada limpia mientras continuaba con mi número. Una vez se recuperó le lancé una bola directa a la cabeza, pero que antes de impactar contra el dueño del lugar, atrapé con la marioneta y comencé a pasarme los objetos con mi marioneta.
- Está bien, está bien. Eres tú realmente. Así que quieres actuar aquí… ¡eh! ¿Qué quieres a cambio?
- ¿Qué? Nada, nada. Tan solo lo que me dé la gente.
- ¡Trato hecho!
Nada más cerrar el trato me di cuenta que podría haber negociado mejor y sacar parte de los beneficios que obtuviese, sino no se habría dado tanta prisa en cerrar el trato con esas condiciones.
No aprenderé…
Bajé al comedor para cenar pronto y no comenzar demasiado tarde con mi representación. Mientras cenaba iba llegando gente, qué estaba seguro no solían ir por allí habitualmente.
Seguro que ha corrido la voz. En fin…
Cuando terminé de cenar, dejé mi saco medio escondido en un rincón y me dispuse a comenzar. Bajaron las luces.
- Buenas noches a todos. Os quiero agradecer la presencia, por adelantado, y esas cervezas a las que voy a ser invitado por alguno de vosotros. – la gente comenzó a reír- Bueno, a ver, comenzaré con algo sencillo – y saqué un par de bolas de malabares de las mangas sin que nadie se diese cuenta de cómo habían aparecido y las lancé al aire –, lo iremos complicando un poco más y después os contaré una pequeña historia.
Tal y como había hecho con el dueño de la posada El Bufón, fui complicando cada vez más el círculo de malabares añadiendo las dagas e introduciendo y retirando objetos de forma casi instantánea. Cuando estaba a punto de terminar con los malabares, apareció por la puerta otro bufón. No supe bien cómo actuar.
Pero qué coño…
El bufón llevaba máscara y tan solo se le veían los ojos. Al parecer debía tratarse de una mujer, pues el pelo largo, la figura y los andares la delataban como tal. No bien dio unos cuantos pasos hacia mí, cuando me fijé en los ojos.
Podría ser… ¡Estoy seguro!
Se trataba de la bibliotecaria.
- Mirad quien ha venido… esperad. Démosle la bienvenida como corresponde.
La gente se giró para ver de qué estaba hablando. Vio aparecer a la bibliotecaria vestida de payaso y explotaron en un clamor. No sabía si la conocían o no, pero bueno. Inmediatamente hice correr una marioneta hacia ella y tal y como había hecho antes, tiré del pantalón con la marioneta. Su cara de asombro fue bestial. Sus ojos se abrieron como si fuesen un par de discos de vinilo. Le lancé una bola para comprobar sus reflejos. No sabía si conseguiría atraparla, pero ya tenía preparada la marioneta por si acaso. La cazó al vuelo sin problemas.
¡Vaya! Parece rápida. Continuemos…
Le pasé unas cuantas bolas más y retiré las dagas del círculo aéreo que acabábamos de formas, para evitar daños. Cuando decidí que había sido suficiente, intercepté las bolas con otra marioneta y las guardé pasándoselas a la tercera que se encontraba al lado del saco.
- Muy bien, ahora la historia. Pero antes, estaré encantado de que esa señorita de ahí – dije señalando a una chica paliducha y peliazul- la peliazul, nos traiga a mí y a mi compañera un par de cervezas. Cortesía de mi amigo – y abracé al tipo sabelotodo con el que había estado por la mañana. Antes de que pudiera replicar algo, la gente comenzó a reírse de nuevo- Espero que sea de especial agrado de mi compañera. Le dije mientras le guiñaba un ojo a la par que le sonreía.
Comencé a contar una historia que había leído en la sección infantil. La elegí por el punto cómico que tenía. Mientras yo narraba mi historia iba haciendo la representación con las marionetas. De vez en cuando hacía partícipe de la representación a la bibliotecaria, que parecía estar pasándoselo en grande.
A mitad de la historia, sonó la puerta abriéndose de golpe. La puerta hizo todo su recorrido, golpeó bruscamente la pared y rebotó, haciendo el mismo camino a la inversa y golpeando en la nariz al tipo que la había abierto.
- ¡Ouch!
Volvió abrirse, está vez más despacio, y aparecieron unos tipos con ganas de problemas.
Ya estamos…
- Perdone, ¿podría decirme si se encuentra el propietario? Tengo una sugerencia que hacerle.
- Claro, un segundo.
Me senté en una de las butacas de piel que había en la entrada y esperé. No tardó demasiado en aparecer un tipo alto, de mediana edad.
- ¿Quién pregunta por mí?
- Perdone, señor. Me llamo Hardete y…
- ¿Hardete el Payasete? ¿De verdad?
- Esto… Sí, ¿por qué?
- ¡Caray! Hardete en mi posada… ¡Ja! Dijo el dueño de la posada eufórico ante la noticia.
- Verás, me gustaría hacer una pequeña puesta en escena en su salón y quería preguntarle si podría usar parte de la decoración que tiene usted, tan apropiada para tan digna posada, durante la misma. Prometo dejarlo todo después como antes.
- ¿Qué quieres actuar aquí? Por supuestísimo. Verás, desde hace un tiempo llegan mercaderes hablando de un bufón buenísimo, el mejor en mucho tiempo. Según me dijeron su nombre era Hardete. Así que eres tú… ¡eh! Conforme iba hablando el hombre comenzó a recelar. Bien… no me malinterpretes pero… ¿te importaría hacerme una pequeña demostración? La gente habla de un tipo vestido de payaso, como comprenderás…
- Deme un rato, me preparo, bajo y le hago la demostración.
Subí a mi habitación y me maquillé rápidamente. Me puse una camisa multicolor, hecha con parches de colores y retales de otras telas, busqué un pantalón que tenía bastante cómico. Tenía varias gomas elásticas por el camal, de forma que quedaban ceñido a la cintura, rodilla y tobillos y se ensanchaba entre goma y goma como si fuese bombacho. Además tenía un camal de cada color: uno lila y otro verde. Me puse mis botas altas amarillas y cogí un pequeño saco donde metí las bolas de harina para los malabares, las dagas y las 3 marionetas. Bajé a la recepción he hice llamar al propietario.
Fuimos a una habitación vacía. Allí comencé a hacer unos simples juegos malabares que iba complicando de forma gradual. Cuando tenía 6 bolas de harina y 2 dagas en el aire, hice salir a una marioneta del saco, el cual había dejado en un rincón a la espalda de mi espectador a propósito, y le tiré del pantalón para llamar su atención. Al ver la marioneta, casi se cae de la silla del susto y me reí a carcajada limpia mientras continuaba con mi número. Una vez se recuperó le lancé una bola directa a la cabeza, pero que antes de impactar contra el dueño del lugar, atrapé con la marioneta y comencé a pasarme los objetos con mi marioneta.
- Está bien, está bien. Eres tú realmente. Así que quieres actuar aquí… ¡eh! ¿Qué quieres a cambio?
- ¿Qué? Nada, nada. Tan solo lo que me dé la gente.
- ¡Trato hecho!
Nada más cerrar el trato me di cuenta que podría haber negociado mejor y sacar parte de los beneficios que obtuviese, sino no se habría dado tanta prisa en cerrar el trato con esas condiciones.
No aprenderé…
Bajé al comedor para cenar pronto y no comenzar demasiado tarde con mi representación. Mientras cenaba iba llegando gente, qué estaba seguro no solían ir por allí habitualmente.
Seguro que ha corrido la voz. En fin…
Cuando terminé de cenar, dejé mi saco medio escondido en un rincón y me dispuse a comenzar. Bajaron las luces.
- Buenas noches a todos. Os quiero agradecer la presencia, por adelantado, y esas cervezas a las que voy a ser invitado por alguno de vosotros. – la gente comenzó a reír- Bueno, a ver, comenzaré con algo sencillo – y saqué un par de bolas de malabares de las mangas sin que nadie se diese cuenta de cómo habían aparecido y las lancé al aire –, lo iremos complicando un poco más y después os contaré una pequeña historia.
Tal y como había hecho con el dueño de la posada El Bufón, fui complicando cada vez más el círculo de malabares añadiendo las dagas e introduciendo y retirando objetos de forma casi instantánea. Cuando estaba a punto de terminar con los malabares, apareció por la puerta otro bufón. No supe bien cómo actuar.
Pero qué coño…
El bufón llevaba máscara y tan solo se le veían los ojos. Al parecer debía tratarse de una mujer, pues el pelo largo, la figura y los andares la delataban como tal. No bien dio unos cuantos pasos hacia mí, cuando me fijé en los ojos.
Podría ser… ¡Estoy seguro!
Se trataba de la bibliotecaria.
- Mirad quien ha venido… esperad. Démosle la bienvenida como corresponde.
La gente se giró para ver de qué estaba hablando. Vio aparecer a la bibliotecaria vestida de payaso y explotaron en un clamor. No sabía si la conocían o no, pero bueno. Inmediatamente hice correr una marioneta hacia ella y tal y como había hecho antes, tiré del pantalón con la marioneta. Su cara de asombro fue bestial. Sus ojos se abrieron como si fuesen un par de discos de vinilo. Le lancé una bola para comprobar sus reflejos. No sabía si conseguiría atraparla, pero ya tenía preparada la marioneta por si acaso. La cazó al vuelo sin problemas.
¡Vaya! Parece rápida. Continuemos…
Le pasé unas cuantas bolas más y retiré las dagas del círculo aéreo que acabábamos de formas, para evitar daños. Cuando decidí que había sido suficiente, intercepté las bolas con otra marioneta y las guardé pasándoselas a la tercera que se encontraba al lado del saco.
- Muy bien, ahora la historia. Pero antes, estaré encantado de que esa señorita de ahí – dije señalando a una chica paliducha y peliazul- la peliazul, nos traiga a mí y a mi compañera un par de cervezas. Cortesía de mi amigo – y abracé al tipo sabelotodo con el que había estado por la mañana. Antes de que pudiera replicar algo, la gente comenzó a reírse de nuevo- Espero que sea de especial agrado de mi compañera. Le dije mientras le guiñaba un ojo a la par que le sonreía.
Comencé a contar una historia que había leído en la sección infantil. La elegí por el punto cómico que tenía. Mientras yo narraba mi historia iba haciendo la representación con las marionetas. De vez en cuando hacía partícipe de la representación a la bibliotecaria, que parecía estar pasándoselo en grande.
A mitad de la historia, sonó la puerta abriéndose de golpe. La puerta hizo todo su recorrido, golpeó bruscamente la pared y rebotó, haciendo el mismo camino a la inversa y golpeando en la nariz al tipo que la había abierto.
- ¡Ouch!
Volvió abrirse, está vez más despacio, y aparecieron unos tipos con ganas de problemas.
Ya estamos…
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