Sex sadico del Duro

Hacía tan solo unos días que había llegado a Isla Tarta. Nada más llegar, descubrí una flor extraña que tenía guardada. De pronto recordé de donde la había sacado. Durante mis viajes por el North Blue, de la isla Ireos. Al sacarla de la bolsa en la que la llevaba guardada, las esporas de estas saltaron, entrando en mi sistema respiratorio.

Al rato comencé a sentir como me iba mareando y poco a poco una sensación me iba invadiendo. Dejaba de ser yo, para dejarme llevar por mis instintos más primarios. A medida que iba andando por la isla iba pensando en descuartizar a quien, a mi parecer, me miraba mal. Sentía la necesidad de arrancarles la piel, y beber la sangre caliente que emanase de sus cuerpos todavía calientes, mientras escuchaba sus gritos de dolor. No bien había recorrido media calle, cuando vi a una mujer de pelo en sujetador, con un pantalón corto.

Menuda zorra. Si va así vestida es porque quiere que la violen.

Imágenes de aquella hembra a cuatro pastas, gimiendo de dolor y placer al mismo tiempo al ser follada por mí y Tenacitas, me vinieron a la mente. Me encaramé hacia ella, con la firme intención de proponerle algo más que un paseo.

-Perdona, no he podido evitar ver cómo vas vestida. Si vas así es porque quieres que te follen, más de uno seguramente.

A medida que le iba hablando, me iba imaginando desnudándola mientras ella se resistía y entre varios nos la íbamos rulando. Una desvergüenza se apoderó de mí cuando pregunté a unos cuantos tipos que pasaban por allí:

-¡Eh, vosotros! ¿Qué os parece si nos la tiramos entre todos?

Aquella tipa se transformó en halcón y se fue volando a una distancia considerable.

Así que usuaria zoan ¡eh!

Instintivamente, cogí a Tenacitas y le pedí ayuda a aquel hombre pez. Entre los dos lanzamos a Tenacitas con una gran velocidad hacia aquella chica, de forma que cuando estaba suficientemente cerca, hice que se disparase el dial de agua salada, dificilmente podría esquivarlo, pero siempre estaba la posibilidad. Si le daba, no volvería a transformarse en nada.

Empujé a la fémina y la agarré con Tenacitas, para evitar que saliese corriendo de nuevo.

-No te hagas ahora la estrecha. Si vistes así es porque quieres que se fijen en tí. Vamos pescadito, tenemos trabajo que hacer.

En cuanto la tuve a mano, le arranqué el sujetador de un tirón dejando sus tetas al aire.

-Vaya, vaya. Si tienes los pezones duros. Si hasta te está gustando…

Inmediatamente le di un mordisco en la teta izquierda, mientras con Tenacitas le sujetaba ambas manos.

Al ver que íbamos a violar a aquella mujer, se acercó rápidamente un hombre. No dudé en apuñalarlo con mis dagas. Aprovechando el momento de euforia, abrí su caja torácica y le saqué las entrañas. Limpié la sangre de mis dagas con la lengua. Por unos instantes noté el sabor a hierro, caliente, deslizándose por mi esófago. Por suerte, fue únicamente un civil solitario, de forma que nadie vio lo que estaba ocurriendo. Solté a la chica y puse a Tenacitas de "vigilante" con suerte creerían que se trataba de un cyborg y no pasarían.

-Yo de ti no gritaría. Sería peor.

Manchado en sangre, me acerqué a la tipa para morderle el cuello y después la teta derecha, mientras le tiraba del pezón izquierdo. Esperaba que saliese corriendo en cualquier momento, mas había algo en su actitud que me desconcertaba, no sabía exactamente qué, pero ahí estaba...

-Muchacha, ¿no me he equivocado cuando he dicho que te está gustando verdad? - Le pregunté amablemente.

Comenzaba a sentir como una doble personalidad dentro de mí. Por un lado una furia interna psicópata, a la que acababa de dar rienda suelta, y por otro una personalidad bonachona, peleando por salir. A pesar de todas las diferencias entre ellas, tenían dos cosas en común: una, las dos compartían cuerpo, tendrían que apañárselas entre ellas; dos, ambas tenían ganas de hacer algo más con la desconocida.

-¡Hey pescadito! ¿Tú que crees, le está gustando o no?

El pescadito se fue no sé dónde y me dejó solo con la chica. La personalidad bonachona estaba surgiendo, quedando la psicópata aletargada.

-Esto… disculpa mi comportamiento de antes. Pero no he podido evitarlo. Empecemos de nuevo. ¿Te gustaría pasar un buen rato conmigo?

Al poco apareció el hombre pez con una mesa y una cuerda. Me ordenó que la atase y así lo hice. Nada más dar la orden, se marchó de nuevo. La chica, aunque debilitada por el agua, todavía le quedaban fuerzas para gritar. El pescadito volvió poco más tarde con un montón de especias.

¿Acaso pretende cocinarla?

La chica estaba atada a la mesa, con las glándulas mamarias al aire. Vista de cerca me recordaba a alguien, pero no sabía a quién, lo mismo daba.

-Escucha, creo que lo mejor va a ser que te relajes y disfrutes. No siempre vas a tener el honor de tener a dos hombretones para ti. – Le dije a la joven, sonriéndole agradablemente.

En cuanto vi la sonrisa sádica en la cara del hombre pez, la furia psicópata resurgió de la nada y desplazó a la personalidad bonachona, sin embargo esta última aún podía ejercer cierta fuerza para evitar que los actos de la otra se descontrolasen como antes.

-Que continúe.

Inmediatamente lamí los pechos de la chica, vertí azúcar sobre ellos ,que se quedó pegada a estos, y los volví a lamer de nuevo.

-Delicioso. ¿Qué te apetece a tí jovencita? ¿Y a ti, pescadito?

Aquel hombre pez estaba loco de remate, aunque hizo una de las cosas más graciosas que he visto en la vida: el baile del salmón. Después de dejar que aquél pez abofetease a la muchacha, sacó su espada y trató de dejarla manca. Milagrosamente consiguió permanecer con todas sus extremidades unidas al cuerpo. Al ver como su mano permanecía todavía unida a su cuerpo, sentí una gran decepción, ya que todavía sentía ansia por notar la tibiez de la sangre recorrer mi esófago y degustar el sabor ferroso de esta. Al recibir el corte en el brazo, la joven empezó a gritar escandalosamente, así que le tapé la boca para evitar que se oyese demasiado. Tras esto me acerqué al oído de aquella joven y le susurré:

-Una lástima que todavía tengas la mano en su sitio, había pensado en masturbarte con ella y después dártela a lamer.

Tras el intento fallido de amputación, se tiró de nuevo al mar despreciando a los humanos, en especial a aquella muchacha alegando que se parecía a Sawaki en los pezones. No era la primera vez que lo mentaba, así que me surgió una pequeña curiosidad por conocer a este personaje.

Amordacé a la jovencita y me planteé que hacer con ella. El grito inicial seguramente se hubiese oído en unas cuantas calles a la redonda y la verdad es que no me apetecía en absoluto estar allí si alguien llegaba.

Aunque bien pensado, un poco más de sangre… No. Podría venir la marina y estaría en problemas.

Hice volver a Tenacitas para poner encima al cadáver del héroe anónimo muerto, y destripado, sobre la fémina en cuestión. Mientras colocaba el cadáver sobre ella, recogí un par de plátanos que había traído el Gyojin e introduje uno en la vagina de la chica y otro en el ano. Me pareció escuchar un leve gemido de placer mientras lo hacía. En un alarde de originalidad, coloqué el cadáver a horcajadas sobre ella e introduje el pene del muerto en el interior de la boca de la chica y una mano en uno de los plátanos. La sangre del cadáver comenzaba a manchar el cuerpo de la chica, mezclándose con la sangre brotada del corte de la chica. Me retiré unos metros para contemplar la escena al completo, pero todavía faltaba algo. Tras unos segundo contemplando la escena, tuve una revelación. Coloqué las entrañas del tipo sobre los pezones de la chica, para que pudiera deleitarse con el calentor y la tibiez de la sangre deslizándose por los pechos. De nuevo retrocedí unos pasos para contemplar la escena completa, y esta vez sí, sonreí.

-Solo una cosa más.

Antes de irme dejé una cantidad importante de flores que recogí de la Isla Ireos sobre la mesa, para que la joven pudiera inhalar las esporas. Antes de alguien pudiera llegar, esta estaría bajo los efectos alucinógenos de estas flores tan especiales, de forma que jamás creerían cualquier cosa que contase. Cualquier versión que pudiera dar, sería causa de su imaginación por el enajenamiento provocado por el veneno vegetal. Con suerte hasta ella misma pensaría que todo fue producto de su imaginación. Nadie sabría que había pasado allí, cómo y por qué estaban aquella mujer atada semidesnuda en una mesa y un cadaver sobre ella. Entré en la casa de la cual el hombre pez había sacado los ingredientes y dejé unos cuantos cuchillos por la zona, no sin bañarlos antes con la sangre de ambos, dando a entender que había alguno de los dos presentes los autores de semejante escena.

Con mi obra terminada, puse pies en polvorosa y me dirigí de nuevo al barco, donde me esperaba Esbiirro y el resto de mis amigos metálicos.

Una gran experiencia, aunque evitaré repetirla. Si esa personalidad sádica controla por completo mi cuerpo, podría tener serios problemas.

Para cuando llegué al barco, todos los efectos se habían pasado y, aunque sentí unos pocos remordimientos por la chica, me justifiqué diciéndome a mí mismo que estaba bajo los efectos de aquella droga.