[Shun , Ryo , Afro] El gafotas, el bombilla y el afro

Por el camino que entraba al pueblo llegaban dos hombre vestidos al estilo de los samurais. Ambos llevaban hakama, sandalias de madera y katanas al cinto. Uno de ellos era de mediana edad, rondando los cuarenta. El otro era algo más joven, pero también estaba ya entrado en años. Este otro era pálido, con un corte de pelo corto que dejaba coleta y flequillo a los lados. Usaba gafas, lo que indicaba que tenía alguna clase de problema de visión. Su hakama era color azul en la parte superior, mientras que los pantalones eran negros. Además de esto, llevaba junto a la katana una wakizashi con la funda y el mango del mismo color que la hakama.

Shun se alegró de ver por fin el pueblo. Su acompañante era un hombre de pocas palabras, y si bien necesitaba tiempo para sí mismo y para meditar, el camino podía acabar haciéndose monótono. Había bastante distancia entre aquel pueblo y el templo. "Hubiese sido más rápido si hubiese venido volando, pero Ryo debía acompañarme. En fin, supongo que no ha sido para tanto." Apoyó la mano izquierda sobre el pomo de la katana y caminó con tranquilidad pero alerta. Estaban allí para hacer una ronda por el lugar y vigilar el pueblo. Las poblaciones de la isla solían ser lugares pacíficos, pero aquel día se suponía que llegaba un barco de pasajeros de Wano. Y la llegada de forasteros implicaba en ocasiones problemas.

Llevaban un rato paseando por el lugar cuando Shun se fijó en algo. Un grupo nutrido de extranjeros entró en la taberna. Parecía exactamente la clase de situación que convenía vigilar. La combinación de alcohol y un par de palabras fuera de lugar podía desembocar en accidentes violentos. Le dio un breve toque en el brazo a Ryo para llamar su atención. Lo miró a los ojos y giró la cabeza hacia el bar a continuación. Su compañero de ronda no era tonto para nada, así que sabía que entendería perfectamente lo que quería decir. Con un gesto serio y severo en la mirada, se encaminó al bar y entró abriendo la puerta corredera haciendo el máximo ruido posible sin rallar en la violencia. Esto tuvo el efecto que deseaba, pues más de uno que estaba armando jaleo o gritando más de la cuenta moderó el tono. No parecía que hubiese demasiado de lo que ocuparse en aquel momento, así que tal vez lo mejor sería pedir algo y vigilar un rato...

- Oye preciosa, vente con nosotros. Te lo pasarás bien.

De manera automática, se giró en dirección a esa voz. Su mano se cerró en torno al mano de la katana, con fuerza. Frunciendo el ceño, se encaminó al grupo. Eran seis hombres de aspecto mugriento que rodeaban a tres chicas jóvenes con aspecto de forasteras. "Hijos de..." Ryo, que odiaba esa clase de actitudes, notó como bullía de ira en su interior. Sin embargo, logró calmarse y mantener la cabeza fría. No debía organizar una pelea en mitad de la taberna, ni mucho menos matar a alguien si no era necesario.

- Caballeros, creo que molestan a las señoritas. ¿Les importaría dejarlas tranquilas y tras eso abandonar pacíficamente el pueblo?

Los seis, que estaban hasta entonces sonriendo con expresiones realmente perturbadoras mientras se comían con la mirada a las jóvenes, se giraron hacia él. Por un momento se quedaron sin palabras, sin asumir que un hombre acompañado sólo por otro más con aspecto de ser ya algo mayor les amenazase. Estaba claro que eran de fuera y que no sabían que eran samurais.

- ¿Y quién nos lo va a impedir? ¿Tú y tu amigo el coletas? - dijo uno, encarándosele. Llevaba un machete al cinto y le sacaba una cabeza y media como poco.

- Hagamos algo - dijo Shun, buscando evitar un conflicto dentro del bar - Vayamos fuera del bar. Si os vencemos, los que sobreviváis deberéis abandonar la isla. Si nos vencéis, podréis quedaros con todas nuestras posesiones y os dejaremos tranquilos.

El hombre comenzó a reírse a carcajadas, y los otros le imitaron. Al instante Shun adivinó que era el jefe de la cuadrilla. "Criminales, apostaría mi mano derecha por ello. No en vano he pasado años cazando a escoria como esta. Tengo olfato para reconocer bandidos." Aun riéndose, los forajidos se encaminaron hacia la salida, aceptando de manera tácita el reto.  Shun les acompañó fuera, sin esperar a ver si Ryo le seguía. Una vez allí, se giró hacia ellos para prepararse para el duelo. Sin embargo, uno de ellos trató de atacarle a traición con una porra. El ronnin la esquivó elegantemente echando la cabeza hacia atrás. Entonces velozmente se puso en posición de desenvainar y se agachó ligeramente.

- Iai... ¡SATSUJIN!

En el mismo movimiento de desenvaine, le lanzó un corte al abdomen que le rajó músculos y tripas, dejándole el estómago al aire. Sangrando a chorros, el hombre cayó de rodillas. Era una herida mortal. Lo salvaje de la escena y la siniestra mirada que les dirigió Shun hizo que los otros cinco retrocedieran un paso. Dejó de mirarles y clavó sus ojos en los del moribundo que tenía enfrente.

- No deberías haber hecho eso. En otras condiciones tal vez te hubiese dejado vivir. Muere por tu deshonor, criminal.

Ryo estaba abrazando el vacío mucho antes de que las cosas empezaran. Siempre había problemas con los bandidos y forajidos. La situación que se daba se repetía una y otra vez siempre que llegaba un barco grande, pero lo cierto era que esperaba que las cosas fueran más relajadas hoy.

Estaban en la entrada de una taberna, Shun le había dado un toque en el brazo un poco antes, cuando habían visto a un grupo de extranjeros entrar en ella. Shun acababa de hacer un numerito para que se calmasen, pero algunos tenían ganas de camorra, por lo que los saco fuera con intención de dirimir el asunto en un uno contra uno, pero en cuanto iba a empezar, uno de ellos trató de ganarle la espalda.

Sin ver como Shun acababa con él, pues lo sabía capaz de acabar con el asunto, desenvainó a toda velocidad y se impulsó con la pierna izquierda hacia delante con potencia, saliendo despedido hacia uno de los bandidos restantes, efectuó un tajo a la carrera mientras este llevaba la mano al mango de su Katana, quedando situado tras él.

Entonces se escuchó un grito desgarrador. La mano del forajido estaba cerrada con fuerza en torno al mango de la katana, pero su antebrazo no estaba allí. El forajido estaba agarrándose el muñón sangrante mirándolo con incredulidad mientras gritaba hasta desgarrarse la voz. Ryo le había cortado la mano en una recta que pareciese hecha con una regla, siguiendo la línea de la muñeca. Cerró los ojos y sintió como el vacío le guiaba. Con la misma elegancia y parsimonia que cuando efectuaba kata, se volteó, alzó la katana por encima de la cabeza y dió un paso largo a la par que lanzaba un poderoso tajo de arriba abajo mientras efectuaba un potentísimo Kiai destinado a infundir miedo en los corazones de los bandidos.

El último tercio de la katana de Ryo comenzó a cortar desde el cráneo, pasando por el cuello, desgarrando la caja torácica y llegando hasta el ano. El grito del bandido cesó tan rápido como se había iniciado se separó en dos mitades perfectas. Detrás de él se podía ver como Ryo sacudía secamente la katana, saliendo despedida la sangre del filo de esta y se disponía en guardia para continuar, sin que su cara transmitiese ningún tipo de emoción: era como si en lugar de haber cortado a una persona por la mitad acabase de enseñar el golpe de Kenjutsu lanzándolo al aire.

El mal olor llenó la calle en cuanto ambos trozos se separaron y los bandidos reaccionaron ante lo brutal de la técnica de forma distinta. Uno de ellos alternó la vista en shock entre los dos cadáveres que habían dejado Ryo y Shun, tras esto salio corriendo. Dos de ellos estaban paralizados por el miedo y el último, el jefe, acababa de desunfundar a toda prisa y a gritarles a los otros dos que hicieran lo mismo, que reaccionaron como pudieron desenvainando torpemente.

Parecía que aquello se iba a poner interesante, pues justo cuando aquellos bandidos se acercaban a las chicas dos samurais entraron a la taberna. Estos eran sencillamente reconocibles por su forma de vestir, sus katanas y su tranquila expresión ante la situación. Tras avisar al grupo de bandidos de que dejasen a las chicas tranquilas, y con la reacción esperada de enfado de estos, fueron fuera a aclarar las cosas. Yo que ya me veía venir el resultado cogí la botella de sake y le pegue un largo trago, podía notar como me ardía la garganta aunque mi cara no lo expresase. Tras unos pocos segundos ya se podían oír los gritos fuera de la taberna, al parecer ya había empezado la fiesta. Al oír estos gritos otro grupo de bandidos se levanto de la mesa y se dirigió hacia la salida de la taberna, al parecer eran el resto de la banda. Yo al ver esto, y antes de que estos consiguiesen llegar a la puerta, llame su atención tirándoles mi botella de sake. Cuando Yin vio esto me dijo:

- Tío, ¿que haces? Con lo tranquilos que estábamos bebiendo...

Estos no tardaron en comenzar a ultrajarme y acercarse a mi mesa. Mientras se acercaban yo tomé mi katana y dispuse mi mano en el mango. Cuando el primero de ellos se me acercó, hasta yo poder oler su asqueroso olor a cerdo, desenvaine rápidamente mi katana y le corte. El corte iba dirigido de forma diagonal desde el hombro hasta su cadera. Antes de que el bandido siquiera se diese cuenta estaba sujetando sus entrañas entre sus manos y al ver esto sus compañeros retrocedieron un paso. Yo me levanté y hice un movimiento horizontal con la katana para quitar la sangre de esta. De este modo pinté parte de la pared del local de color rojo y comencé a acercarme hacia la entrada. Los bandidos quedaron paralizados por un segundo y me dejaron pasar entre ellos de modo que quedé de espaldas a estos. Todos ellos vieron la oportunidad perfecta y se dispusieron a atacarme. Yo sabiendo que eso iba a ocurrir me giré rápidamente y les dije sin mostrar expresión alguna:

- Es un deshonor atacar a un rival por la espalda.

Tras esas secas y duras palabras hice un corte lateral con la katana de modo que corte superficialmente el pecho de la mayoría de los bandidos. Estos volvieron a quedarse paralizados al ver que podrían haber muerto. Yo aprovechando esto me dirigí a la puerta de la taberna mientras Yin gritaba a mi espalda:

- ¡ Ey Tío, espérame !

Al salir de la taberna pude apreciar de un vistazo cual era la situación. Los dos samurais habían acabado ya con dos de sus enemigos. Yo me uní a estos y les hice una reverencia a modo de saludo. Me puse en guardia y me prepare para cualquier ataque que pudiesen hacernos.

Un poderoso grito de Ryo acompañó el sonido de la carne y los huesos siendo cortados y destrozados. Un fuerte olor metálico a sangre, bilis, alcohol y comida a medio digerir llegó a la nariz de Shun mientras las dos mitades del bandido caían al suelo, desaparramando sus tripas y líquidos corporales (así como el contenido de su estómago) por el suelo. Había visto cosas muy similares a lo largo de su carrera militar, sin embargo no por ello era más agradable. Sin inmutarse, aunque aguantando un breve retortijón de estómago por las náuseas, desvió la mirada del cadáver seccionado y miró a los bandidos. Estos estaban realmente afectados por lo ocurrido. Uno de ellos huyó despavorido, mientras en jefe sacaba su machete y apremiaba a sus compañeros para hacer lo mismo, colocándose semiagachado en una posición de pelea callejera. Los otros dos sacaron una pistola y un cuchillo, respectivamente.

- Creo que no tenéis claro lo que hacéis. Es vuestra última oportunidad de rendiros.

Sacudió su katana hacia un lado en un fluido movimiento, salpicando de sangre el suelo. En ese momento un hombre de piel morena con un imponente afro y una katana ensangrentada al hombro salió del bar y se les unió. En un primer momento, Shun se giró hacia él, preparado para defenderse. Sin embargo, al ver que se ponía en guardia mirando hacia los bandidos, decidió dejar las preguntas para más tarde y se giró hacia los supervivientes. No parecían tener intención de rendirse. Por un momento titubearon, pero entonces el jefe soltó un feroz grito de guerra. Alzó su machete y le apuntó con él. Como respondiendo a un aviso, el de la pistola le apuntó y disparó. Shun frunció el entrecejó y se hizo intangible. La bala le atravesó la cabeza, haciendo un extraño ruido de cortar el aire en lugar de uno de huesos quebrados o carne desgarrándose. El proyectil continuó hasta impactar en la viga de una casa. la herida de Shun se cerró al momento mientras se escuchaba un sonido de viento.

- Ha sido una mala elección - murmuró, con una expresión de ira fría.

Volviéndose viento, se deslizó entre ellos a gran velocidad, acabando tras los bandidos dándoles la espalda. Se giró velozmente, al tiempo que lo hacían los sorprendidos criminales, y en un rápido movimiento le cortó la mano al de la pistola. En el mismo movimiento, variando la trayectoria de su arma, lo decapitó. El del cuchillo se tiró sobre él, más asustado que enfadado. Suspiró y trazó con dedo índice de su mano izquierda una línea horizontal en el aire que desde su punto de vista pasaba por la cara del hombre, cortándole los ojos. Entonces una onda de viento cortante salió de su dedo, haciendo eso mismo. El ciego cayó al suelo gritando, mientras soltaba el cuchillo. El jefe de los bandidos comenzó a suplicar piedad y corrió, tratando de alejarse de ellos. Dejándoselo a Ryo y a su nuevo aliado, se giró hacia el ciego y lo decapitó.