Conociendo a fondo a la peli-verde (?) [privado Nel]

El sol comenzó a ponerse en ese momento, estaba atardeciendo. La luz de sus rayos reflejada en el mar cubría la escena con un tono naranja sobrecogedor, que hacía que todo se viera meloso. La joven que un instante antes había viajado sobre mi espalda por el mar en carrera, y que me había contado apenas sí algunas anécdotas de su vida, o sus metas, se subió sobre mí, pasando su pierna sobre mi cuerpo. No pude evitar sonreír al verla, mientras miraba su cuerpo, cuya silueta dibujada se veía iluminada por los rayos moribundos de un sol a punto de ponerse. ¿Era aquello la respuesta a mi juego de palabras mal llevado? Dijo que le había encantado cuando le pregunté si le había gustado, y ahora lo confirmaba. -¿Sigues con ganas de montarme, no? –Le pregunté entre risas, jugando de nuevo con las palabras, mientras mis manos acariciaban sus muslos.

De repente se puso seria y agachó su cabeza contra la mía, para después, sin venir a cuento, y sólo Dios sabe por qué, darme un lametón en la cara, a la altura de la mejilla, para después continuar su avance sobre mi cuerpo y acabar tumbada a mi costado. Me acababa de dejar dos cosas claras. La primera era que estaba un poco loca, pero lejos de asustarme o echarme atrás, eso me atraía todavía más. Y la segunda, y más importante, me acababa de decir con sus gestos y sin palabras que aún seguía queriendo divertirse, aunque según ella misma dijo, aquello había sido divertido.

–No sé a qué ha venido eso pero… -Musité mientras ahora era yo quien subía sobre ella, quedando debajo de mí, entre mis piernas, cuyas rodillas se hundían en la arena a ambos lados del cuerpo de la joven. –Se me ocurren más cosas divertidas que podríamos hacer… -Añadí mientras acercaba ahora yo mi boca a su rostro, aunque no fue un lametón, sino un beso en la comisura de sus labios, que fue desencadenando más besos, bajando por su barbilla hasta posar mis labios sobre su cuello, dónde me entretuve intercalando largos besos con otros más cortos y rápidos. Mis manos tomaron las muñecas de la joven y colocaron sus brazos por encima de su cabeza, mientras mis ojos la miraban a los suyos, de forma penetrante, y mis labios subían de nuevo, esta vez a los de la chica de pelo verde, para quedarse a un centímetro escaso de aquellos. –Párame si crees que esto no será divertido… -Le dije a aquella distancia, aunque en vano, pues sin apenas darle tiempo para responder, o para que me detuviera, continué mi avance hasta que nuestros labios se fundieron en un beso largo y húmedo, y mientras, mis manos soltaron las suyas, para bajar de nuevo hasta su cuerpo y cubrir de caricias cada centímetro de piel que quedaba al aire de su cuerpo, bajando lentamente por su cintura, hasta llegar a sus caderas.

Era capaz de sentir cada movimiento de aquella chica sobre mí, colocada justo donde no debía estarlo, en la zona que al sentir el roce de su cuerpo comenzó a crecer y a ponerse más y más dura con cada roce, y más caliente con cada uno de los suspiros que el cuerpo de la joven soltaba. Sólo contemplarla, con su torso desnudo, su pelo cayendo en forma de cascada por su hombro, de aquel peculiar y precioso tono verde, y aquellos ojos, que te incitaban a hacer cosas que tratabas de reprimir, aunque en el fondo deseabas hacer. Definitivamente aquella chica había logrado excitarme, y no contenta con eso, seguía aumentando más y más mis ganas de ella, acercando su rostro al mío, para morder mi labio inferior. Yo, jugando en su terreno, aproveché para devolverle la mordida. Tras aquello bajó sus labios a mi cuello, donde comenzó a jugar intercalando besos con mordiscos, ambos muy excitantes, pero lo peor, o mejor, fue lo que sucedió desde ese momento en nuestras caderas. Su sexo comenzó a frotarse contra el mío, que rápidamente respondió a esto, tornándose todavía más dura, hasta estar totalmente erecto.

Ella me había ayudado a retirar su ropa, y terminó de desnudar su torso al retirar aquella última pieza de tela que me privaba de contemplar su perfecto torso completamente desnudo. Mis manos fueron casi de forma instantánea a acariciar las formas que ahora aparecían ante mí, desnudas, desataviadas de toda prenda que antes hubiera entorpecido el avance de mis dedos rozando su piel.

En ese momento ella preguntó si aquello era divertido. -¿Divertido? Sí, mucho… -Respondí yo, con una sonrisa de satisfacción imposible de ocultar, sin embargo aún podía serlo más. –Pero… -Y yo estaba dispuesto a demostrárselo. –Creo que podemos hacerlo mejor… -En aquel instante cambié de nuevo las tornas en aquella situación, incorporándome de forma brusca, para tumbarla a ella de espaldas contra la arena de la playa, y mi cuerpo sobre el de ella.

Ahora era ella la que sentía mi duro miembro rozándose contra cada parte de su cuerpo en cada uno de mis movimientos sobre ella. Lo primero que hice fue besarla, de forma larga y apasionada, mientras con mis manos jugaba con sus pechos desnudos, comprobando de primera mano cómo sus pezones se habían ido poniendo más y más duros, al igual que yo en otras zonas de mi cuerpo. Mi boca comenzó a bajar desde sus labios hasta su cuello, y de ahí llevé mis labios hasta su pecho derecho, dónde jugueteé con mi lengua, buscando excitar todavía más aquellos pechos que a mí tanto me excitaban. Sin embargo no me detuve ahí, no. Mis manos continuaron bajando lentamente, acariciando su piel en el trayecto, hasta las caderas de Nel, dónde con suavidad, cogieron de la cintura su pantalón, y lo bajaron lentamente. La piel de Nel entraba en contacto por momentos con la cálida arena de la playa, y cuanto más bajaba, con mis labios, que continuaron bajando por el cuerpo de la joven para acompañar al descenso de su pantalón, besando cada nueva zona revelada al caer estos. Finalmente había quitado por completo aquel pantalón a Nel, y ahora mis besos se centraron en su entrepierna, besando la cara interior de sus muslos, jugando, pero sin llegar a besar en sus partes más íntimas, jugando sólo a incitarla. Quería que fuera ella quien me pidiera que lo hiciera…

Ella se incorporó y me besó, y a partir de ahí la situación volvió a dar un vuelco. En un momento, las tornas se volvieron a cambiar, y volvía a ser ella la que quedaba encima de mí. Su mano, juguetona, visitaba ahora mi pantalón, acariciando por encima de este mí ya de por sí duro pene, que no hacía más que desear salir de su prisión de tela para rozar la piel de la joven, calentándose más por momentos, y poniéndose tan duro que el pantalón no habría soportado mucho más tal tensión.

Ella comenzó a desatar mi pantalón, mientras con sus labios besaba mi cuello. Mis manos se colocaron entonces en sus caderas, acariciando con mimo y sumo cuidado aquellas partes de la joven, llevando mis manos hasta su magnífico culo, ataviado solamente con su ropa interior, que no tardé en comenzar a retirar, despacio, acariciando mientras hacía descender aquella prenda la piel de la joven con delicadeza. Mientras, sus labios recorrían mi cuerpo desnudo, besaban mi torso, y poco a poco, bajaron hasta mi pantalón.

Aún por encima de este, besó de forma externa mi pene, que incluso estando separado de ella por la ropa, sentía el roce de sus labios y hacía que me excitara enormemente, era difícil contenerse para no ponerme sobre ella, quitarme la poca ropa que me quedaba, y dejar a mi instinto salvaje apoderarse de mi cuerpo, para hacerle el amor de la forma más bruta posible, sin embargo, pude contenerme, disfrutando de forma increíble, sobre todo cuando su boca amagaba con coger mi pene, que se animaba con aquellas intenciones de Nel y respondía moviéndose de forma salvaje.

En ese instante ella comenzó a bajar mi pantalón, y yo arqueé la espalda para permitírselo. Mi pantalón, junto a mi ropa interior, se iban alejando de mi cuerpo, dejando en su lugar los besos de aquellos fantásticos labios que Nel tenía, y que a cada beso hacían que mis ganas de tenerla aumentaran. Cuando mi pantalón y demás ropa ya no cubrieron mi cuerpo, fueron de nuevo sus besos, subiendo lentamente, los que pasaron a hacerlo. Conforme se acercaba a mi pene mi excitación aumentaba, y no pude evitar echar la cabeza hacia atrás y morderme el labio, tratando de contener aquella inconmensurable excitación que sentía con ella, incluso, en un momento, cuando sus labios casi rozaron mi miembro, no pude evitar exclamar algo imposible de contener. –J-Joder… -Suspiré mientras ahora sus labios continuaban subiendo, y eran sus enormes y perfectos pechos los que acariciaban mi pene, duro y erecto como nunca antes ante el roce de los mismos. Nel comenzó a darme pequeños mordiscos por el abdomen, mientras no cesaba aquel movimiento, y mi pene bailaba entre sus pechos, que uno a cada lado de este, se convertían en la mejor de las compañías posible, en dos seguros guardianes, que con cada movimiento, suscitaban en mí un placer increíble.

Tomé a Nel de la cadera y tiré de ella hacia arriba, para acercarla más a mí. Ahora sus pechos ya no rozaban mi miembro, pero en su lugar quedaron los labios de su parte más íntima, contra los cuales ahora se acariciaba el glande de mi pene, mientras que sus pechos quedaban aplastados contra mi torso, y nuestros rostros a la par, uno sobre el otro. Sin intercambiar palabra alguna, pues sobraban en aquel momento, comencé a besarla, mientras mis manos acariciaban su espalda, bajando lentamente por sus caderas y sus nalgas, hasta llegar a sus muslos, para subir de nuevo y repetir aquella oleada de caricias. Mi pene, juguetón, comenzaba a moverse entre las piernas de la joven, buscando el roce con su sexo, el calor que ambos desprendían. Tras el beso de sus labios, los míos bajaron a su cuello, apartando previamente su verde pelo para que no interrumpiera mi avance por su piel. Cada cierto tiempo, y de forma espontánea, arqueaba mi espalda, levantando mi cadera, forzando un roce mayor entre nuestros sexos, que no hacía más que excitarme tanto, que tras una de aquellas veces, dejé de poder contenerme. En ese mismo movimiento, me incorporé, quedando sentado ahora, con el cuerpo de la joven sobre el mío. Llevé mis manos a sus piernas, para colocarlas a mi alrededor como si de un cinturón se trataran, y llevar mis brazos a su espalda para abrazarla fuertemente contra mí, provocando que sus pechos me rozaran, y que su sexo, que seguía en roce con el mío, acariciara mi pene hasta que ya no pude aguantarlo más, y soltando una mano de su espalda, agarré con fuerza mi miembro y lo coloqué en la posición adecuada para que, en el próximo movimiento en que nuestros cuerpos se acercaran, penetrara a aquella preciosa joven. Mi glande rozaba los húmedos labios de su vagina, y me pedía a gritos que le dejara entrar. Mis manos volvían de nuevo a su espalda, entre caricias y los besos que mis labios propinaban por todo su cuerpo, bajando por su cuello hasta llegar a sus turgentes pechos, en los cuales me perdí casi sin querer evitarlo, besándolos, lamiéndolos, e incluso mordiéndolos de forma pícara, hasta lograr que sus pezones se endurecieran, tan juguetones como yo con ellos, y llevar mis manos hasta estos, pasándolos entre mis dedos. Entonces llegó aquel último empujón que mi cuerpo necesitaba para que mi pene entrara en ella, cuando la agarré con fuerza de las caderas y, de forma lenta y calmada, comencé a acercarla a mí, mientras mi pene iba metiéndose lentamente en su interior, y mis labios recorrían su piel. Aquella calma y lentitud fueron de repente rotas por un cambio de ritmo, y en un impulso, la terminé de acercar a mí de golpe, con fuerza, haciendo que mi pene entrara casi por completo dentro de ella, que nuestras caderas se rozaran, y que nuestros cuerpos, a la luz de la luna en una playa desierta, se hicieran uno solo…

A cada segundo que pasaba junto aquella mujer me excitaba todavía más. El roce de su cuerpo con el mío, el calor de nuestra pasión desatado, cada caricia, cada beso, lograban que yo perdiera la razón, y que únicamente fuera capaz de pensar en ella. Cuando comencé a penetrarla sentí como con su sexo se aferraba al mío, sintiéndolo apretado, y completamente excitado ante aquella respuesta por su parte. Nel arqueó la espalda hacia atrás, apoyando sus manos sobra la arena, y en aquel instante comencé a besar sus pechos, mientras con los brazos la abrazaba para no dejarla caer, y tiraba de ella hacia mí, para así poder seguir penetrándola más y más. Cada suspiro de la joven no hacían más que provocarme, y cuando aquella respiración agitada dio lugar a unos pequeños gemidos, la excitación fue tal que no pude evitar suspirar, mordiendo mi labio para contener un grito de puro placer, escapándose de mis labios varios suspiros sordos por aquella sensación incontrolable. Sólo podía mirar al cielo mientras mi pene se internaba dentro de ella y darle las gracias por haberla traído a mi lado, junto a mí.

Volví a mirarla de arriba abajo. Su pecho, firme y turgente, iba y venía a cada acometida de mi cuerpo contra el suyo, con sus pezones duros y excitados, al igual que mi miembro dentro de ella. Sus ojos me miraban con lujuria, y en sus labios se dibujaba aquella pícara sonrisa que había dado lugar a aquel momento, aquella sonrisa de niña mala que tanto me gustaba, y que, nada más verla, me hizo presagiar que todo iba a mejorar aún más. Nel se incorporó y se agarró a mi cuello, mientras yo la rodeaba con mis brazos, acercándola a mí aún más. Hundió su cabeza en mi cuello, dándome un pequeño mordisco que provocó en mí un cosquilleo, para después susurrarme que aquello no había hecho más que empezar, tal como había insinuado con aquella sonrisa. –Entonces creo que es hora de ponernos más serios… -Respondí yo, mientras ella se movía entre mis piernas, haciendo que mi pene entrara más y más dentro de ella, cada vez más rápido, ayudada de mis manos, que puestas en sus caderas, tiraban de ella contra mí. Ella besaba mi cuello, y a cada instante en que cesaba, era yo quien llevaba mis labios al suyo, haciéndole levantar la cabeza para besarlo mejor, y bajando por este, lentamente, hasta besar nuevamente sus pechos, y agarrarlos con fuerza. Apenas sí me cabían en las manos, saliéndose por ambos costados, pero logré juntarlos en el centro, y coloqué entre ellos mi cabeza. Después de un estúpido y ridículo sonido entre sus pechos, la miré, y no pude evitar reír por la tontería que acababa de hacer, pero aquello era algo que me parecía divertido, y estábamos ahí para divertirnos, ¿no?

Después de aquella estupidez, volví a mirarla seriamente. La tomé de las caderas y la dejé suavemente en el suelo, mientras apartaba mis piernas de debajo de ella, para quedar ahora yo encima de su cuerpo desnudo, que yacía tumbado sobre la arena de la playa. Mi pene seguía dentro de su vagina, disfrutando de cada roce que el movimiento de nuestros cuerpos le concediera contra su interior, y tan duro y tan caliente, que casi podría fundir incluso mí hielo. Mis caderas entonces se juntaron a las de ella en una acometida mayor a las de antes, haciendo que mi pene entrara con fuerza, y que nuestros cuerpos chocaran. Se podía oír incluso el sonido de mi cuerpo golpeando el suyo a cada vez que arremetía contra ella, y mi respiración, agitada como poco. Suspiraba de puro placer sobre su cuerpo, mientras mi mano izquierda recorría con caricias su pierna, y mis labios se dedicaban a pasearse por su piel, en un recorrido hecho a base de besos, desde su cuello, sus labios, o sus pechos, hasta haber pasado por cada centímetro de su cuerpo. Podía sentir lo húmeda que Nel estaba, pero yo lo estaba tanto o más, mi cuerpo latía de placer, y todo dentro de mí me hacía desear a aquella muchacha, que apenas unas horas antes había sido sólo una chica desconocida. Llevé mis labios a sus oídos, y después de dar un pequeño mordisco en su lóbulo, junto a un pequeño beso, le susurré algo que quería decirle desde el momento en que me dijo que aquello solo acababa de empezar. –Has dicho que esto no había hecho más que empezar… Sigo esperando a ver qué sabes hacer, Nel. -Dije con tono entrecortado mientras mi cuerpo arremetía contra el suyo, incapaz de controlar mi respiración, y tratando con eso de incitar a la joven a que me hiciera algo que lograra desatar en mí más placer del que ya estaba sintiendo, si acaso eso era posible, pues si lo era, sólo ella era capaz de lograrlo…

Ella, siendo como era, seguía sonriendo con aquella picardía que tanto me gustaba, que hacía todo más “divertido”, y me llenaba de ganas de comérmela a besos, sin dejar un solo rincón de su cuerpo libre del paso de mis labios. La agitación de su respiración agitaba la mía propia, jadeando ambos con largos suspiros, conteniendo con cada exhalación los gritos de placer que en nuestros cuerpos se producían. Después de que yo tomara la iniciativa y, digamos, la provocara a que me enseñara más, ella volvió a tomar el control. Aquello era una noria, a cada instante era uno o el otro quien dominaba, quien marcaba el ritmo y controlaba la situación, y aquello lo hacía más divertido que si solo yo dominara o me dejara dominar, lo hacía más, como ella diría, interesante.

Tras girar de nuevo, mi espalda quedó contra la arena, y mis ojos mirando a aquella mujer perfecta que se movía sobre mi cuerpo, que con cada movimiento hacía que yo tuviera que agarrar con fuerza aquella arena para contenerme, para evitar soltar un grito de placer. Su rostro, con aquellos preciosos ojos, quedaba en dirección a mí, levantándose solo para suspirar del mismo placer que yo sentía mientras mi pene, caliente y duro como nunca, entraba dentro de los humedecidos labios inferiores de la joven, penetrándola con fuerza con aquellos vaivenes de sus caderas. Su interior me apretaba, comprimía mi pene, que se sentía genial dentro de ella, y mis manos se paseaban por el torso de la joven mientras tanto, buscando sus pechos, para agarrar ambos, uno con cada mano, y apretarlos ligeramente, jugando con sus ya excitados pezones entre mis dedos, mientras con mi cadera acompañaba los movimientos de ella. Podía oír sus gemidos, excitándome muchísimo con cada uno que ella soltaba. Aquello me decía que ella lo estaba disfrutando tanto como yo, aunque seguramente algo menos, pues era yo quien salía ganando en aquel intercambio, llevándome a aquella preciosa chica, y su perfecto cuerpo, como premio, sobre todo cuando apoyó sus manos a cada lado de mi cabeza, dejándome una magnífica vista de sus pechos, que colgaban magníficos, reflejando sobre su sudorosa piel tras aquel ajetreo los rayos de luz de la luna, como el resto de su piel. Era preciosa, y en aquella noche, lo era aún más. Su pelo caía hacia delante, como una cascada verde. Cada detalle era una obra de arte, cada centímetro parecía pincelado por el mejor artista del mundo, ella no era real, era una diosa hecha carne, un sueño hecho realidad, y lo mejor, era toda mía.

En ese momento pasó algo que me hizo sonreír como un estúpido. Fueron sus palabras, afirmando que dudaba si enseñarme o no la parte más divertida. ¿Acaso podía haber algo mejor? ¿Podía ser realmente eso posible? En ese momento la miré, y esta vez fui yo quien dibujó en sus labios una sonrisa pícara, juguetona, lasciva, al mismo tiempo que ella lo hacía también, y volvía a elevar su cabeza, mientras comenzaba a mover sus caderas todavía más rápido, haciendo que mi pene entrara más rápido, más dentro de ella. Mordí mi labio y levanté el cuello del placer que sentía, y si de veras podía ir a más, lo quería, lo deseaba, lo necesitaba. Llevé mis manos a sus caderas y tiraba de ellas a cada acometida, para entrar más en ella, para que fuera aún más rápido, mientras trataba de articular las palabras para pedírselo, para decirle que quería con todas mis ganas vivir aquella parte más divertida. –Nel… Hazlo… Haz que no pueda evitar correrme por más que lo intente, que el placer inunde mi cuerpo hasta salirse por cada poro de este, que pierda todavía más la razón de lo que ya la he perdido… Enséñame esa parte más divertida y hazme el hombre más feliz del mundo. –Mientras decía aquellas palabras mi respiración iba acelerándose, solo imaginar su cuerpo me hacía excitarme, solo cavilar sobre qué podía ser su reacción, me llenaba de deseo y lujuria. No iba a aguantar mucho más si ahora además, como dijo, subía de nuevo el nivel…