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El mentiroso y el cuervo (AlexEmpanadilla y Lie) Empty El mentiroso y el cuervo (AlexEmpanadilla y Lie) {Dom 18 Mayo 2014 - 23:30}

Alex acababa de llegar a Baristan. Era de día, pero el cielo estaba cubierto con unas nubes grises de tormenta. Sin embargo, no parecía que fuera a llover. Era un día caluroso, de bochorno. Seguramente una tormenta llegaría en algunos días. Y a juzgar por lo poco que sabía de meteorología, una tormenta con gran aparato eléctrico. Pero por ahora el día era calmado y caluroso, con un aire cargado. La isla, si es que podía denominarse como tal, era en realidad un conjunto de barcos abandonados, que antaño habían chocado entre ellos. El barco de Derian había llegado tras una semana de travesía, e iban a reponer provisiones. El médico había salido a la zona del pueblo, situada sobre unas ruinas estables. Los lugareños parecían gente hecha en el mar. Había ciertos puestos de comida que vendían pescado y otros derivados de la actividad marítima. El médico se había dirigido a uno de los bares en busca de sus amadas empanadillas, pero parecía que no podían preparárselas, debido a la escasez de harina y huevos para hacer la masa. El médico había salido de allí con cierta pena, y decidió ir a explorar los alrededores del pueblo. Empezó a subir por un montón de restos de un buque acorazado, que aún se mantenían en buen estado. Eran muy grandes, y desde la cima logró ver como la isla era un montón de barcos abandonados aquí y allá. Se deslizó por el otro lado de los restos y empezó a avanzar entre las ruinas.

Caminaba despacio, fijándose en donde ponía los pies, ya que algunos de los barcos eran muy viejos y podrían llegar a ceder bajo su peso, precipitándolo a un final en el agua. Debido a su poder, no podía permitirse eso, por lo que su avance era lento y un poco tortuoso. Según se alejaba de los edificios del pueblo, notó como los barcos empezaban a moverse ligeramente. Seguramente al estar más alejados del núcleo de la isla, se verían más afectados por el movimiento de las olas, lo cual provocaba aquel movimiento. En caso de peligro, aún podría comvertirse en gas y salir volando de allí. Vio a una distancia de unos doscientos metros una bandera negra raida sobre un alto poste. Decidió acercarse hasta allí y no alejarse más de la seguridad del pueblo. Agradeció en aquel momento llevar su sudadera negra con capucha, ya que le cubría del calor del sol, que pese a estar tras la capa de nubes, seguía calentando con fuerza en aquel lugar sin árboles. Se puso el maletín en la espalda, agarrado con un par de correas y empezó a caminar hacia la bandera paso a paso, sin darse prisa por llegar pero sin detenerse demasiado tiempo.
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