OFF: recuerda no hacer acciones cerradas. Si atacas a los NPC, yo elijo cuánto daño les haces y cómo reaccionan.
Buenos días Satsujin, espero que estés cómodo. Empieza tu aventura, y cual héroe de leyenda debes afrontar tareas titánicas. Tras unas andanzas que no vienen al caso, has llegado a Shimotsuki en un pequeño velero. El puerto está tranquilo y la gente hace vida normal, aunque en los muelles hay rastros de sangre a medio limpiar. Seguramente no sea nada, tal vez un torpón que tropieza contra las tablas de madera, o un hombre encapado con una espada y ganas de matar, o necesidad de huir de un barco. Puede que haya batallas por aquí cerca.
Comienzas a caminar por el muelle, de camino a una taberna, pues te ruge el estómago y un guerrero sin energía no puede luchar. Según te acercas a un local empiezas a escuchar ruidos extraños, o más bien conocidos. Gritos y cristal contra el suelo, golpes y patadas. Es muy probable que haya un lío ahí dentro. Abres la puerta y la fiesta se detiene, mirándote todo el mundo de forma amenazante. Pero con calma, recuerda que sólo buscas aprender a luchar en el dojo de esgrima. Pides algo de comer, y el tabernero parece aliviado, aunque temeroso. Una chica con el vestido rasgado sale corriendo rápidamente y un par de gorilas se te acercan con pinta de muy pocos amigos.
-¿Buscas problemas, niñato?
Ambos son NPC nivel 3, y puedes ver la funda de una daga en sus cinturones.
Ahora tu destino está en tus manos, joven guerrero.
Buenos días Satsujin, espero que estés cómodo. Empieza tu aventura, y cual héroe de leyenda debes afrontar tareas titánicas. Tras unas andanzas que no vienen al caso, has llegado a Shimotsuki en un pequeño velero. El puerto está tranquilo y la gente hace vida normal, aunque en los muelles hay rastros de sangre a medio limpiar. Seguramente no sea nada, tal vez un torpón que tropieza contra las tablas de madera, o un hombre encapado con una espada y ganas de matar, o necesidad de huir de un barco. Puede que haya batallas por aquí cerca.
Comienzas a caminar por el muelle, de camino a una taberna, pues te ruge el estómago y un guerrero sin energía no puede luchar. Según te acercas a un local empiezas a escuchar ruidos extraños, o más bien conocidos. Gritos y cristal contra el suelo, golpes y patadas. Es muy probable que haya un lío ahí dentro. Abres la puerta y la fiesta se detiene, mirándote todo el mundo de forma amenazante. Pero con calma, recuerda que sólo buscas aprender a luchar en el dojo de esgrima. Pides algo de comer, y el tabernero parece aliviado, aunque temeroso. Una chica con el vestido rasgado sale corriendo rápidamente y un par de gorilas se te acercan con pinta de muy pocos amigos.
-¿Buscas problemas, niñato?
Ambos son NPC nivel 3, y puedes ver la funda de una daga en sus cinturones.
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"Satsujin Shein había comenzado su viaje en el vasto y salvaje mundo, algo completamente desconocido para él. Consiguió colarse en un velero, pues escuchó que la única forma de viajar es en barcos, aunque él no sabía que era un barco lo acabó descubriendo. No se podía imaginar que una peligrosa aventura comenzaba con esa pequeña incursión"
En cuanto escuché que decían que habíamos detenido me dejé caer fuera del barco. En la vida había tenido una sensación así. Todo me daba vueltas y sentía un extraño dolor en el estómago. Apenas me podía mantener en pie. Maldije aquél "barco" como lo llamaban. Jamás había visto algo así en mi isla. Realmente es terrorífico el mundo más allá de la isla.
Me levanté como pude. Me dolía la cabeza. Estaba algo mareado, lo estuve desde que comenzó a moverse el barco. Caminé hacia adentro. Me dolía la cabeza de mareo y el estómago de hambre. Hacía mucho que no comía, pues en el barco no probé bocado de lo mal que me encontraba. Poco a poco me iba recuperando el dolor de cabeza, pero el del estómago iba a peor.
En el barco había escuchado que había gente que se entrenaba con la espada en unos sitios que llamaban dojos. Tenía curiosidad, tal vez allí hubiera alguien con quien poder pelear para mejorar mi técnica, o que me pudiera enseñar algo que me ayudase a mejorar para poder volver a mi isla. Quería probar eso para ver si era verdad.
Pero antes necesitaba encontrar algo de comida. Estaba hambriento. Pasé por una puerta desde donde sonaban cosas raras. Gente gritaba y hasta rompian cosas allí dentro. Abrí la puerta y de pronto todo se detuvo. Allí de nuevo no podía ver a ningún miembro de mi clan, todos eran de esos seres extraños con ojos y cabello de colores distintos y las orejas redondeadas. ¿De verdad habían tantas personas raras en el mundo?
Parecía que había interrumpido algo, y eso no me gustaba. Me puse alerta, con 40 ojos atento a todas partes. Aun así pude ver que había gente en una mesa comiendo. Me acerqué a un hombre que se escondía detrás de la barra y le pregunté si tenía algo de comida. Este pareció dar un respingo. Escucho pasos por detrás de mí, una mujer se iba de allí y unos tipos de cuerpos bastante grandes, comparados con el mío, se me acercan.
- ¿Buscas problemas, niñato?
Eran matones, no pretendían otra cosa más que intimidarme. Pero mi entrenamiento de niño me había enseñado a no mostrar emociones, y eso hacía que estas se esfumasen en situaciones como estas, aunque realmente esas emociones estén allí. Mi rostro no se inmutó un ápice. Tan solo les respondí como si no me importase quien me hablara. Mirándoles directamente a los ojos sin cambiar de mi gesto sereno.
- Busco un dojo. Y comida.
Todavía permanecía alerta.
Me levanté como pude. Me dolía la cabeza. Estaba algo mareado, lo estuve desde que comenzó a moverse el barco. Caminé hacia adentro. Me dolía la cabeza de mareo y el estómago de hambre. Hacía mucho que no comía, pues en el barco no probé bocado de lo mal que me encontraba. Poco a poco me iba recuperando el dolor de cabeza, pero el del estómago iba a peor.
En el barco había escuchado que había gente que se entrenaba con la espada en unos sitios que llamaban dojos. Tenía curiosidad, tal vez allí hubiera alguien con quien poder pelear para mejorar mi técnica, o que me pudiera enseñar algo que me ayudase a mejorar para poder volver a mi isla. Quería probar eso para ver si era verdad.
Pero antes necesitaba encontrar algo de comida. Estaba hambriento. Pasé por una puerta desde donde sonaban cosas raras. Gente gritaba y hasta rompian cosas allí dentro. Abrí la puerta y de pronto todo se detuvo. Allí de nuevo no podía ver a ningún miembro de mi clan, todos eran de esos seres extraños con ojos y cabello de colores distintos y las orejas redondeadas. ¿De verdad habían tantas personas raras en el mundo?
Parecía que había interrumpido algo, y eso no me gustaba. Me puse alerta, con 40 ojos atento a todas partes. Aun así pude ver que había gente en una mesa comiendo. Me acerqué a un hombre que se escondía detrás de la barra y le pregunté si tenía algo de comida. Este pareció dar un respingo. Escucho pasos por detrás de mí, una mujer se iba de allí y unos tipos de cuerpos bastante grandes, comparados con el mío, se me acercan.
- ¿Buscas problemas, niñato?
Eran matones, no pretendían otra cosa más que intimidarme. Pero mi entrenamiento de niño me había enseñado a no mostrar emociones, y eso hacía que estas se esfumasen en situaciones como estas, aunque realmente esas emociones estén allí. Mi rostro no se inmutó un ápice. Tan solo les respondí como si no me importase quien me hablara. Mirándoles directamente a los ojos sin cambiar de mi gesto sereno.
- Busco un dojo. Y comida.
Todavía permanecía alerta.
Los matones no parecen muy contentos con tu respuesta, y sacan sus dagas.
-Tal vez no nos hayas entendido, mocoso. Lo que queríamos decir es que nos des todo lo que lleves encima o tendrás problemas. ¡Camarero, una ronda para todos! Invita orejas picudas.
Dicho esto, uno de los hombres va hacia su mesa de nuevo, sin quitarte ojo de encima. El otro no guarda su arma, y de hecho trata de golpearte.
Ataque torpe al costillar [AD]
-Tal vez no nos hayas entendido, mocoso. Lo que queríamos decir es que nos des todo lo que lleves encima o tendrás problemas. ¡Camarero, una ronda para todos! Invita orejas picudas.
Dicho esto, uno de los hombres va hacia su mesa de nuevo, sin quitarte ojo de encima. El otro no guarda su arma, y de hecho trata de golpearte.
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"Ante la respuesta del joven Satsujin, aquellos dos tipos no parecieron muy conformes y le amenazaron, además de atacarle. Shein obviamente, no se dejaría intimidar ni se quedaría de brazos cruzados."
Mi respuesta no pareció gustarle a esos dos grandullones se me quedaron mirando con caras de pocos amigos y me amenazaron, me dijeron que les diese todo cuanto tenía si no quería problemas. Después pidió una ronda para todo el local, diciendo que yo pagaba.
Problemas. Me hacía gracia esa palabra. De los problemas vivimos los Satsujin. Por los problemas comenzaron las guerras. Vivimos por y para los problemas. ¿Me intentaban asustar intentando darme problemas? Si no hubiera sido entrenado para ocultar las emociones estaría riéndome ahora mismo. Pero inconscientemente mi rostro siempre permanecía igual. Severo y firme.
Lo que no entendía era aquello de que yo invitaba. Ni siquiera se habían dignado a pensar que no tendría absolutamente nada para pagarle a ese hombre, y menos invitando a todo el local. Pobre inútil descerebrado. Les observé a ambos con una mirada penetrante, directamente a los ojos. Que sepan que no me han logrado intimidar lo más mínimo.
Uno de ellos se giró y volvió al lugar desde donde se había levantado. Aun así no me quitaba ojo. En todo momento estaba alerta, pues no sabía qué podía ocurrir, y realmente ellos tenían pinta de ser enemigos del clan. Habían soltado un comentario algo despectivo para referirse a mí. Me habían llamado orejas picudas, y aunque no sea ninguna mentira su tono de voz era despectivo, me despreciaba, era arrogante, se pensaba ser el que mandaba por allí. De esto último no estaba seguro, pero lo que si tenía claro era que odiaba ese tipo de comportamiento. Y se iba a enterar.
De pronto, ese tipo, daga en mano intenta atacarme con un movimiento realmente lento y torpe. Giré mi cuerpo mientras desenvainaba mi espada, tratando de bloquear su daga y desviarla mientras sacaba la espada de la vaina. Tras eso aprovecharía el movimiento para tratar de hacerle un corte en el brazo derecho. Con el mismo movimiento del desenfunde, tan solo debía tener un buen juego de pies para poder bloquear la daga y después avanzar con un paso para cortarlo.
Contraataque (AM)
No se cuanto le habría llegado a dar mi golpe, pero en cuanto lo lancé di un salto hacia atrás. Me había atacado a mi costado derecho, por suerte la coraza había amortiguado el corte, pues había llegado a notar un golpe por ese lado. Me quedé mirándole, todavía atento con la espada sujeta por mi mano derecha.
Problemas. Me hacía gracia esa palabra. De los problemas vivimos los Satsujin. Por los problemas comenzaron las guerras. Vivimos por y para los problemas. ¿Me intentaban asustar intentando darme problemas? Si no hubiera sido entrenado para ocultar las emociones estaría riéndome ahora mismo. Pero inconscientemente mi rostro siempre permanecía igual. Severo y firme.
Lo que no entendía era aquello de que yo invitaba. Ni siquiera se habían dignado a pensar que no tendría absolutamente nada para pagarle a ese hombre, y menos invitando a todo el local. Pobre inútil descerebrado. Les observé a ambos con una mirada penetrante, directamente a los ojos. Que sepan que no me han logrado intimidar lo más mínimo.
Uno de ellos se giró y volvió al lugar desde donde se había levantado. Aun así no me quitaba ojo. En todo momento estaba alerta, pues no sabía qué podía ocurrir, y realmente ellos tenían pinta de ser enemigos del clan. Habían soltado un comentario algo despectivo para referirse a mí. Me habían llamado orejas picudas, y aunque no sea ninguna mentira su tono de voz era despectivo, me despreciaba, era arrogante, se pensaba ser el que mandaba por allí. De esto último no estaba seguro, pero lo que si tenía claro era que odiaba ese tipo de comportamiento. Y se iba a enterar.
De pronto, ese tipo, daga en mano intenta atacarme con un movimiento realmente lento y torpe. Giré mi cuerpo mientras desenvainaba mi espada, tratando de bloquear su daga y desviarla mientras sacaba la espada de la vaina. Tras eso aprovecharía el movimiento para tratar de hacerle un corte en el brazo derecho. Con el mismo movimiento del desenfunde, tan solo debía tener un buen juego de pies para poder bloquear la daga y después avanzar con un paso para cortarlo.
Contraataque (AM)
No se cuanto le habría llegado a dar mi golpe, pero en cuanto lo lancé di un salto hacia atrás. Me había atacado a mi costado derecho, por suerte la coraza había amortiguado el corte, pues había llegado a notar un golpe por ese lado. Me quedé mirándole, todavía atento con la espada sujeta por mi mano derecha.
OFF: Perdón por la espera, me atosigan los exámenes.
Vaya, parece un golpe fuerte. El hombre tira la daga y da un paso atrás, con la mano envuelta en un líquido rojizo. Grita maldiciendo a tus ancestros, a tu nación y a tu patria. No parece muy educado. Su compañero acude al rescate, y mientras el otro sale de tu vista. Seguramente haya ido a curarse el corte, pero es muy probable que vuelva. Tenía pinta de vengativo.
A lo que estábamos; El hombre que sustituye a su compañero tiene intención de ir a por todas, y dejarte KO, y si es posible hacerte daño, mucho daño. Te mira a los ojos, y puedes ver reflejada en él una rabia asesina.
Furia ciega [AMF]
Parece un golpe dirigido a tu cuello, aunque podría dirigirse finalmente a tu hombro. Está demasiado cerca para un movimiento ágil de espada, pero tal vez el mobiliario del local te ayude...
Ahora es todo cosa tuya.
Vaya, parece un golpe fuerte. El hombre tira la daga y da un paso atrás, con la mano envuelta en un líquido rojizo. Grita maldiciendo a tus ancestros, a tu nación y a tu patria. No parece muy educado. Su compañero acude al rescate, y mientras el otro sale de tu vista. Seguramente haya ido a curarse el corte, pero es muy probable que vuelva. Tenía pinta de vengativo.
A lo que estábamos; El hombre que sustituye a su compañero tiene intención de ir a por todas, y dejarte KO, y si es posible hacerte daño, mucho daño. Te mira a los ojos, y puedes ver reflejada en él una rabia asesina.
Furia ciega [AMF]
Parece un golpe dirigido a tu cuello, aunque podría dirigirse finalmente a tu hombro. Está demasiado cerca para un movimiento ágil de espada, pero tal vez el mobiliario del local te ayude...
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"El contraataque de Shein resulto gratamente efectivo y pudo hacer retroceder a su rival con un solo golpe. Pero ahora otro peligro se le afrontaba. ¿Cómo respondería el joven Satsujin?"
Tras ejecutar mi movimiento, aquél tipo comenzó a sangrar por su brazo. Había dado justo donde quería y si lo había hecho bien ese brazo ya se quedaría inservible. Un problema menos del cual preocuparse. Comenzó a decir todo tipo de cosas, a maldecirme y a acordarse de mi familia. Eso no me gustó mucho.
Pensé ensartarlo y acabar con él rápidamente, ya que dudaba que pudiese volver a pelear, pero se fue corriendo como un estúpido cobarde. Y su cara parecía de pocos amigos. Pues que vuelva si quiere, ese ya no podrá hacerme nada con un brazo invalidado.
Pero mi compañía no se quedó en la nada. El otro tipo que antes había pasado de mi ahora venía a por mí con su daga por delante, y al parecer iba directa a mi cuello. No perdí los nervios. Tenía tiempo para reaccionar conforme venía, venía muy cegado a por mí, un movimiento muy torpe de frente, pero no sabía como de fuerte podía ser, así que me preparé para bloquearle de la mejor forma que sabía.
Esperé a que llegase a mí, a medio metro de que me pudiese dar hice una finta para despistarle, di un paso a mi izquierda para despistar y hacer que desviase su daga hacia ese lado y después otro paso más rápido previamente preparado me hizo hacia la derecha. Con ésto lo que haría sería hacer que su daga dejase de apuntar a mi cuello, aunque con lo rápido que iba no sabía si lo iba a esquivar del todo.
Noté una punzada en mi hombro izquierdo, pero no dejé que eso me influyese, ya estaba preparado para morir desde que comencé a entrenar para mi clan. El dolor no me haría retroceder, sino avanzar para acabar cuanto antes.
Dicho y hecho, aprovechando la inercia de ese bastardo hacia adelante, tan solo con un pequeño paso ya podría tener mi espada completamente plana en su estómago, por lo que tan solo tendría que deslizarla para segarle por la mitad, con suerte esto acabaría pronto.
Abrazo de la parca (AMF)
Cuando lancé ese corte aproveché la misma inercia para dar una vuelta sobre mi mismo apartándome de él y quedando en pose defensiva. Notaba dolor en mi hombro izquierdo y notaba la sangre fluir. Pero ahora no era momento ni ocasión para dolerse ni mirar la herida. Debía mantener toda mi atención en mis atacantes.
Pensé ensartarlo y acabar con él rápidamente, ya que dudaba que pudiese volver a pelear, pero se fue corriendo como un estúpido cobarde. Y su cara parecía de pocos amigos. Pues que vuelva si quiere, ese ya no podrá hacerme nada con un brazo invalidado.
Pero mi compañía no se quedó en la nada. El otro tipo que antes había pasado de mi ahora venía a por mí con su daga por delante, y al parecer iba directa a mi cuello. No perdí los nervios. Tenía tiempo para reaccionar conforme venía, venía muy cegado a por mí, un movimiento muy torpe de frente, pero no sabía como de fuerte podía ser, así que me preparé para bloquearle de la mejor forma que sabía.
Esperé a que llegase a mí, a medio metro de que me pudiese dar hice una finta para despistarle, di un paso a mi izquierda para despistar y hacer que desviase su daga hacia ese lado y después otro paso más rápido previamente preparado me hizo hacia la derecha. Con ésto lo que haría sería hacer que su daga dejase de apuntar a mi cuello, aunque con lo rápido que iba no sabía si lo iba a esquivar del todo.
Noté una punzada en mi hombro izquierdo, pero no dejé que eso me influyese, ya estaba preparado para morir desde que comencé a entrenar para mi clan. El dolor no me haría retroceder, sino avanzar para acabar cuanto antes.
Dicho y hecho, aprovechando la inercia de ese bastardo hacia adelante, tan solo con un pequeño paso ya podría tener mi espada completamente plana en su estómago, por lo que tan solo tendría que deslizarla para segarle por la mitad, con suerte esto acabaría pronto.
Abrazo de la parca (AMF)
Cuando lancé ese corte aproveché la misma inercia para dar una vuelta sobre mi mismo apartándome de él y quedando en pose defensiva. Notaba dolor en mi hombro izquierdo y notaba la sangre fluir. Pero ahora no era momento ni ocasión para dolerse ni mirar la herida. Debía mantener toda mi atención en mis atacantes.
¡Qué bestia! Lo has atravesado por completo. El tipo se ha ensartado en tu arma tras clavarte su daga, que brillaba con un antinatural tono verdoso. por lo menos ya no te va a molestar más, ¿O sí? Ahora sales de la posada, con el hombro dolorido, y comienzas a caminar. Es una herida leve, se curará pronto... Pero te mareas de repente. Tu visión se oscurece un poco, y notas tus propios latidos. Eso no es muy normal, tal vez debieras visitar a un médico.
Por el camino te aparece el hombre al que heriste hace un momento, con la mano vendada y una pistola en la mano útil. Además lo acompañan dos hombres bastante fornidos, con guanteletes de acero. Podrías vértelas en proporción de 1v1, pero te encuentras mal, bastante mal. Sientes hasta náuseas. El tipo acerca el dedo al gatillo y te apunta, pero no hace nada. Está esperando.
Los NPC's nuevos son nivel 5.
Por el camino te aparece el hombre al que heriste hace un momento, con la mano vendada y una pistola en la mano útil. Además lo acompañan dos hombres bastante fornidos, con guanteletes de acero. Podrías vértelas en proporción de 1v1, pero te encuentras mal, bastante mal. Sientes hasta náuseas. El tipo acerca el dedo al gatillo y te apunta, pero no hace nada. Está esperando.
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"Shein, tras acabar con la vida de aquél infame, decidió salir de allí. Pero no todo había acabado. Algo extraño comenzó a ocurrirle a Shein. Algo que le pondría en una gran desventaja."
Mi espada atravesó el cuerpo de ese hombre con una gran facilidad. Al haber aprovechado su mismo movimiento yo apenas tuve que forzarme, por lo que fue un corte limpio y una muerte rápida. Notaba una herida en mi hombro izquierdo, pero no le di importancia, no era nada grave que me impidiese continuar luchando.
Ya no había nadie más por allí. Solo había una cosa clara, aquello no era el dojo que estaba buscando. No habían guerreros, tan solo locos alborotadores. Salí de allí tratando de buscar el dojo por otro lado, ya que era a lo que había ido por allí. Salí justamente por donde había entrado, dejando aquél lugar por detrás de mí. Envainé mi espada, la cual estaba manchada con la sangre de aquél tipo desafortunado que había segado en dos.
Ahora no sabía hacia qué dirección marchar. Miré hacia los lados tratando de decantarme por un camino. Finalmente me dispuse a caminar hacia la derecha, ya que por la izquierda es por donde había llegado hacia aquel lugar lleno de alborotadores. Pero no iba a poder irme tan tranquilo.
Apenas di unos pasos noté una presencia detrás de mí. Había escuchado la puerta de aquel local cerrarse, y me daba mala espina. Me giré rápidamente poniendo mi mano sobre la empuñadura de la espada. De pronto sentí un fuerte mareo que me dio de golpe. No había nadie, había sido tan solo una extraña sensación errónea. Y ahora sentía náuseas. ¿Qué demonios estaba ocurriéndome?
Volví a girarme lentamente hacia el camino por el que pretendía seguir, pero de pronto advertí que esa sensación no había sido tan equívoca como parecía. Enfrente de mí estaba el tipo que casi dejo manco de un ataque. El "valiente" que salió corriendo tras ser cortado un poco. Era extraño, no le había visto antes acercándose de frente a mí. De pronto advertí que tenía la vista algo nublada y no podía ver bien a lo lejos. Maldición, algo me ocurría y no sabía advertir qué era.
Aquél tipo de pronto comenzó a apuntarme con, algo, no sabía exactamente que era, pero tenía pinta de ser algún tipo de arma a distancia como la que utilizó Kedra, mi capitán, contra mí cuando nos conocimos. Pero no estaba solo. A sus lados había dos tipos con los cuerpos más grandes que el de ese tipo, y él ya era casi el doble que yo en cuerpo y estatura. Jamás me podré acostumbrar a este tipo de gente.
De pronto otro golpe me sacudió la cabeza, me hizo cerrar los ojos y caer hincando la rodilla izquierda en el suelo. ¿Acaso había enfermado? No, no puede ser, no se habrían manifestado los síntomas tan de golpe, y de esa forma. Debe de haber sido cuando me han herido en el hombro, han debido de hacerme algo que no he logrado ver. Estaba en un apuro, apenas podía moverme bien para enfrentarme a estos tipos. Miré la herida de mi hombro. Había como una extraña sustancia de un tono verdoso sobre el corte.
Miré hacia adelante a quien pensé que sería mi verdugo. No hacía nada, tan solo me apuntaba. No atacaba. ¿A qué esperaba? Era un blanco fácil, rendido en el suelo, sin posibilidades para hacer nada apenas. Tan solo podría probar una locura, y tan solo tendría un intento para lograr alcanzar el éxito. De no ser así podría acabar en mi muerte rápidamente.
Mi cuerpo está acelerado, siento el palpitar de mi corazón en todo mi cuerpo, y mi cabeza comienza a dolerme por la visión turbia que estoy teniendo en estos instantes. Debía de intentarlo. No debía rendirme bajo ningún concepto. Debía reunirme con mi clan costase lo que me costase, y si no era capaz de superar este apuro jamás sería capaz de hacer nada más.
No me había separado mucho de los edificios, y muy cerca a mí, medio metro por delante, y como metro y medio a la derecha, había lo que parecía ser un estrecho callejón por el cual podría entrar para tratar de huir. O por lo menos sería lo que ellos se esperarían que hiciera si me ven entrar allí. No, mi plan era distinto, y gracias a que el tipo este tan solo esperaba sin disparar podría llegar a intentarlo.
Entraría al callejón, por él es complicado que pasen más de dos personas, y más todavía si son como esos dos tipos más grandes. Nada más entrar me quedaría agazapado con la espada desenvainada. Al pensar que huiría irían corriendo hacia el callejón, y cuando entrasen no tendría más que estirar la espada para atravesar y acabar con el primero, el cual me serviría como escudo humano contra armas a distancia, y si se acercaban los otros dos podría tener alguna oportunidad de librarme de aquello. Al fin y al cabo sentía que las fuerzas me abandonaban lentamente. Era mi única oportunidad. Mi última esperanza.
Me armé de todas las fuerzas que me quedaban en ese momento y las reuní en mis piernas, lo justo para dar un salto hacia el callejón y tratar de esconderme de aquellos tipos que estaban frente a mí, no muy lejos. Nada más llegar me arrodillaría nuevamente, con la espalda pegada a la pared que estaba en el edificio más próximo a mis atacantes, con la espada desenfundada, la mano derecha sujetandola por la empuñadura y la mano izquierda plana sobre el pomo, para poder tener más fuerza de empuje y asegurarme de atravesarle si tenía la oportunidad.
Cada vez me sentía peor. Debía encontrar algún médico que pudiera ayudarme, o si no daría igual el resultado de mi plan, no aguantaría mucho tiempo consciente con tales mareos y dolor.
Ya no había nadie más por allí. Solo había una cosa clara, aquello no era el dojo que estaba buscando. No habían guerreros, tan solo locos alborotadores. Salí de allí tratando de buscar el dojo por otro lado, ya que era a lo que había ido por allí. Salí justamente por donde había entrado, dejando aquél lugar por detrás de mí. Envainé mi espada, la cual estaba manchada con la sangre de aquél tipo desafortunado que había segado en dos.
Ahora no sabía hacia qué dirección marchar. Miré hacia los lados tratando de decantarme por un camino. Finalmente me dispuse a caminar hacia la derecha, ya que por la izquierda es por donde había llegado hacia aquel lugar lleno de alborotadores. Pero no iba a poder irme tan tranquilo.
Apenas di unos pasos noté una presencia detrás de mí. Había escuchado la puerta de aquel local cerrarse, y me daba mala espina. Me giré rápidamente poniendo mi mano sobre la empuñadura de la espada. De pronto sentí un fuerte mareo que me dio de golpe. No había nadie, había sido tan solo una extraña sensación errónea. Y ahora sentía náuseas. ¿Qué demonios estaba ocurriéndome?
Volví a girarme lentamente hacia el camino por el que pretendía seguir, pero de pronto advertí que esa sensación no había sido tan equívoca como parecía. Enfrente de mí estaba el tipo que casi dejo manco de un ataque. El "valiente" que salió corriendo tras ser cortado un poco. Era extraño, no le había visto antes acercándose de frente a mí. De pronto advertí que tenía la vista algo nublada y no podía ver bien a lo lejos. Maldición, algo me ocurría y no sabía advertir qué era.
Aquél tipo de pronto comenzó a apuntarme con, algo, no sabía exactamente que era, pero tenía pinta de ser algún tipo de arma a distancia como la que utilizó Kedra, mi capitán, contra mí cuando nos conocimos. Pero no estaba solo. A sus lados había dos tipos con los cuerpos más grandes que el de ese tipo, y él ya era casi el doble que yo en cuerpo y estatura. Jamás me podré acostumbrar a este tipo de gente.
De pronto otro golpe me sacudió la cabeza, me hizo cerrar los ojos y caer hincando la rodilla izquierda en el suelo. ¿Acaso había enfermado? No, no puede ser, no se habrían manifestado los síntomas tan de golpe, y de esa forma. Debe de haber sido cuando me han herido en el hombro, han debido de hacerme algo que no he logrado ver. Estaba en un apuro, apenas podía moverme bien para enfrentarme a estos tipos. Miré la herida de mi hombro. Había como una extraña sustancia de un tono verdoso sobre el corte.
Miré hacia adelante a quien pensé que sería mi verdugo. No hacía nada, tan solo me apuntaba. No atacaba. ¿A qué esperaba? Era un blanco fácil, rendido en el suelo, sin posibilidades para hacer nada apenas. Tan solo podría probar una locura, y tan solo tendría un intento para lograr alcanzar el éxito. De no ser así podría acabar en mi muerte rápidamente.
Mi cuerpo está acelerado, siento el palpitar de mi corazón en todo mi cuerpo, y mi cabeza comienza a dolerme por la visión turbia que estoy teniendo en estos instantes. Debía de intentarlo. No debía rendirme bajo ningún concepto. Debía reunirme con mi clan costase lo que me costase, y si no era capaz de superar este apuro jamás sería capaz de hacer nada más.
No me había separado mucho de los edificios, y muy cerca a mí, medio metro por delante, y como metro y medio a la derecha, había lo que parecía ser un estrecho callejón por el cual podría entrar para tratar de huir. O por lo menos sería lo que ellos se esperarían que hiciera si me ven entrar allí. No, mi plan era distinto, y gracias a que el tipo este tan solo esperaba sin disparar podría llegar a intentarlo.
Entraría al callejón, por él es complicado que pasen más de dos personas, y más todavía si son como esos dos tipos más grandes. Nada más entrar me quedaría agazapado con la espada desenvainada. Al pensar que huiría irían corriendo hacia el callejón, y cuando entrasen no tendría más que estirar la espada para atravesar y acabar con el primero, el cual me serviría como escudo humano contra armas a distancia, y si se acercaban los otros dos podría tener alguna oportunidad de librarme de aquello. Al fin y al cabo sentía que las fuerzas me abandonaban lentamente. Era mi única oportunidad. Mi última esperanza.
Me armé de todas las fuerzas que me quedaban en ese momento y las reuní en mis piernas, lo justo para dar un salto hacia el callejón y tratar de esconderme de aquellos tipos que estaban frente a mí, no muy lejos. Nada más llegar me arrodillaría nuevamente, con la espalda pegada a la pared que estaba en el edificio más próximo a mis atacantes, con la espada desenfundada, la mano derecha sujetandola por la empuñadura y la mano izquierda plana sobre el pomo, para poder tener más fuerza de empuje y asegurarme de atravesarle si tenía la oportunidad.
Cada vez me sentía peor. Debía encontrar algún médico que pudiera ayudarme, o si no daría igual el resultado de mi plan, no aguantaría mucho tiempo consciente con tales mareos y dolor.
Entras al callejón. Cubos de basura realmente pestilentes a los lados, pero, al contrario de lo que pueda parecer, eso te ha dado una gran ventaja. Agazapado en las sombras y oculto tras uno de esos contenedores, escuchas los pasos de esa gente tras de ti. Notas tu cara lívida, como si el efecto de la sustancia avanzara a pasos agigantados... Vaya hijos de P***. Los hombres de verdad no usan eso.
Pero bueno, tu plan ha dado resultado y el primero pasa por delante de ti, y muere ante la brutalidad de tu ataque. Sin embargo hay algo que no esperabas, y es que tras el corte viene el fuego. Oyes un disparo, pero no ves nada, por el cuerpo que cubre casi tu campo de visión, aunque por las mismas, es muy difícil que te dé él a ti.
Disparo [AF]
Cuéntame el resto de tu historia, espadachín.
Pero bueno, tu plan ha dado resultado y el primero pasa por delante de ti, y muere ante la brutalidad de tu ataque. Sin embargo hay algo que no esperabas, y es que tras el corte viene el fuego. Oyes un disparo, pero no ves nada, por el cuerpo que cubre casi tu campo de visión, aunque por las mismas, es muy difícil que te dé él a ti.
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"El plan de Shein resultó exitoso. Pero por otra parte resultó también en un fracaso. Con un cadáver cayendo sobre él, el resto de los enemigos le tenían delante, armados. ¿Sería Shein capaz de librarse de ésta situación?"
Justo como lo pensaba. El primer tipo entró rápidamente en la estrecha calle que olía fatal. Sin siquiera plantearme que podría ocurrir si fallaba empujé con mi mano izquierda, atravesando el cuerpo de aquél estúpido que acabó ensartado rápidamente. Aquello ya era un peso plomo cayendo justamente sobre mí. Coloqué mi cuerpo para evitar que cayese encima, y haciendo que me protegiese de los dos que venían detrás.
Hasta ahí resultó un éxito. El problema fue cuando tras agazaparme tras el cadáver escuché un fuerte estruendo y un impacto en el cuerpo muerto que me protegía, dicho impacto pasó hasta mí, casi caí hacia atrás. Cabe destacar que cada vez me sentía con menos fuerzas, el más mínimo golpe lo notaba con fuerza. No sabía cómo todavía podía mantener ese cuerpo delante de mí sin caer.
Mi espada todavía estaba clavada en su cuerpo. notaba el calor del fluído que emanaba de su cuerpo impregnando mis manos, rodillas y piernas. La sangre de ese tipo me empapaba a la vez que iba formando un charco en el suelo. Ya no escuchaba nada, tan solo sentía el dolor en mi pecho y cabeza. Mis ojos ardían y hacían tambalearse toda la realidad. Que juego más sucio, no sabía que me habían hecho, pero además de utilizar armas a distancia utilizan sustancias que afectan de esta forma. La cabeza me daba vueltas.
Saqué como pude la espada del pecho de ese saco de carne y huesos. El cuerpo cayó hacia un lado, mostrando mi cuerpo ensangrentado y aletargado por aquella sustancia verdosa que había penetrado en mi cuerpo. Sentía que ya no me quedaban fuerzas para nada absolutamente. Ya no tenía nada que perder. Estaba a su merced, indefenso y aturdido. Si había llegado mi hora de reunirme con mis ancestros no dudaría en acogerles en mi nueva vida en el más allá. Pero no llegaría allí reprimiéndome ni huyendo de un combate. No hay mayor honor que morir en batalla. Mis rivales no son del clan Jinken, pero igualmente son mis rivales en éste momento. No tenía otra opción ni esperanza.
Me alcé como pude con dificultad. Respiraba con dificultad, hasta el punto que era humanamente imposible ocultar la sensación de fatiga y mareo que mi cuerpo experimentaba. Mi clan se sentiría decepcionado de verme así. Me alegraba que no pudieran verme en esta situación. Observé a esos dos tipos. El que sostenía esa arma a distancia todavía parecía apuntarme. Lo cierto es que ya veía demasiado turbio como para saber distinguir nada.
No tenía tiempo para huir, tampoco fuerzas ni energía para cargar contra esos dos que me quedaban. Respiraba forzadamente y con gran dificultad. ¿Que me podría esperar sino la muerte? Miraba con determinación y amenazante hacia adelante. Todavía tenía intenciones de avanzar hacia ellos, aunque no consiguiese llegar ni a la mitad del camino. Con las pocas fuerzas que aun residían en mi cuerpo traté de avanzar lentamente hacia adelante.
-No... No...
Me costaba hablar, y ni siquiera podía escuchar mi propia voz. Tan solo el fuerte palpitar de mi corazón, que sentía que me iba a estallar. El mundo se volvía del revés, el terreno se cambiaba con el cielo y mi rostro con los pies. Caí tras dar dos pasos torpes. Sin fuerzas ni esperanzas. Tan solo con la palabra en la boca.
-No tenéis honor...
Aunque ya, a esas alturas. El honor tan solo podía significar la muerte. Sin poder moverme apenas prevalecía en el suelo, a expensas de un milagro... O del gélido abrazo de la muerte.
Hasta ahí resultó un éxito. El problema fue cuando tras agazaparme tras el cadáver escuché un fuerte estruendo y un impacto en el cuerpo muerto que me protegía, dicho impacto pasó hasta mí, casi caí hacia atrás. Cabe destacar que cada vez me sentía con menos fuerzas, el más mínimo golpe lo notaba con fuerza. No sabía cómo todavía podía mantener ese cuerpo delante de mí sin caer.
Mi espada todavía estaba clavada en su cuerpo. notaba el calor del fluído que emanaba de su cuerpo impregnando mis manos, rodillas y piernas. La sangre de ese tipo me empapaba a la vez que iba formando un charco en el suelo. Ya no escuchaba nada, tan solo sentía el dolor en mi pecho y cabeza. Mis ojos ardían y hacían tambalearse toda la realidad. Que juego más sucio, no sabía que me habían hecho, pero además de utilizar armas a distancia utilizan sustancias que afectan de esta forma. La cabeza me daba vueltas.
Saqué como pude la espada del pecho de ese saco de carne y huesos. El cuerpo cayó hacia un lado, mostrando mi cuerpo ensangrentado y aletargado por aquella sustancia verdosa que había penetrado en mi cuerpo. Sentía que ya no me quedaban fuerzas para nada absolutamente. Ya no tenía nada que perder. Estaba a su merced, indefenso y aturdido. Si había llegado mi hora de reunirme con mis ancestros no dudaría en acogerles en mi nueva vida en el más allá. Pero no llegaría allí reprimiéndome ni huyendo de un combate. No hay mayor honor que morir en batalla. Mis rivales no son del clan Jinken, pero igualmente son mis rivales en éste momento. No tenía otra opción ni esperanza.
Me alcé como pude con dificultad. Respiraba con dificultad, hasta el punto que era humanamente imposible ocultar la sensación de fatiga y mareo que mi cuerpo experimentaba. Mi clan se sentiría decepcionado de verme así. Me alegraba que no pudieran verme en esta situación. Observé a esos dos tipos. El que sostenía esa arma a distancia todavía parecía apuntarme. Lo cierto es que ya veía demasiado turbio como para saber distinguir nada.
No tenía tiempo para huir, tampoco fuerzas ni energía para cargar contra esos dos que me quedaban. Respiraba forzadamente y con gran dificultad. ¿Que me podría esperar sino la muerte? Miraba con determinación y amenazante hacia adelante. Todavía tenía intenciones de avanzar hacia ellos, aunque no consiguiese llegar ni a la mitad del camino. Con las pocas fuerzas que aun residían en mi cuerpo traté de avanzar lentamente hacia adelante.
-No... No...
Me costaba hablar, y ni siquiera podía escuchar mi propia voz. Tan solo el fuerte palpitar de mi corazón, que sentía que me iba a estallar. El mundo se volvía del revés, el terreno se cambiaba con el cielo y mi rostro con los pies. Caí tras dar dos pasos torpes. Sin fuerzas ni esperanzas. Tan solo con la palabra en la boca.
-No tenéis honor...
Aunque ya, a esas alturas. El honor tan solo podía significar la muerte. Sin poder moverme apenas prevalecía en el suelo, a expensas de un milagro... O del gélido abrazo de la muerte.
El gélido abrazo de la muerte deberá esperar. En el callejón, creyéndote muerto, te dejan tirado. Y tras el cadáver se hace la luz. Tú solo ves destellos, pero te recogen y te transportan. ¿adónde? Es la pregunta. A saber...
Tras un rato despiertas de tu letargo, vivo. Estás en una cama, o al menos en algún lecho cómodo. Sentado en una silla, a lo lejos (para ti, en verdad la habitación es bastante pequeña, pero tus sentidos aún no están de nuevo plenos), un hombre, con kimono tradicional y una espada envainada sobre sus piernas.
-Hace años me mantendría arrodillado, como dicta la tradición- dice, con su voz grave. Algunas canas en su cabello, y arrugas surcando su rostro te hacen pensar que tal vez sea mayor-. Pero mis viejas piernas ya no me permiten velarte como es debido. Espero los ancestros sepan perdonarlo.
No parece hostil, aunque cierto es, lleva un arma. La tuya está a tu lado, por algún motivo, y podrías intentar matarlo. Aunque es de muy mala educación hacer eso a quien te salva la vida. Yo creo que estaría bien hablar, pero claro... Los Satsujin vivís para la guerra. En la habitación, además, hay una pequeña ventana desde la que se aprecia un claustro con varias katanas de madera, y aunque estás en semipenumbra, el sol ilumina el exterior y parte de la habitación. Tal vez hayas llegado al lugar que buscabas...
Tras un rato despiertas de tu letargo, vivo. Estás en una cama, o al menos en algún lecho cómodo. Sentado en una silla, a lo lejos (para ti, en verdad la habitación es bastante pequeña, pero tus sentidos aún no están de nuevo plenos), un hombre, con kimono tradicional y una espada envainada sobre sus piernas.
-Hace años me mantendría arrodillado, como dicta la tradición- dice, con su voz grave. Algunas canas en su cabello, y arrugas surcando su rostro te hacen pensar que tal vez sea mayor-. Pero mis viejas piernas ya no me permiten velarte como es debido. Espero los ancestros sepan perdonarlo.
No parece hostil, aunque cierto es, lleva un arma. La tuya está a tu lado, por algún motivo, y podrías intentar matarlo. Aunque es de muy mala educación hacer eso a quien te salva la vida. Yo creo que estaría bien hablar, pero claro... Los Satsujin vivís para la guerra. En la habitación, además, hay una pequeña ventana desde la que se aprecia un claustro con varias katanas de madera, y aunque estás en semipenumbra, el sol ilumina el exterior y parte de la habitación. Tal vez hayas llegado al lugar que buscabas...
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"Shein había aceptado la muerte. Pero de pronto ocurrió algo inesperado. Un nuevo rayo de luz brilló en el corazón de Shein cuando sintió su cuerpo desplazarse con cuidado. Sin dañarlo. Cuando despertó estaba en un extraño lugar"
Ya no había nada que hacer. Esos tipos finalmente habían acabado con mi vida y mi sueño de volver a reunirme con mi clan y acabar con el poder de los Jinken se desvanecía ahora junto a la luz de mi visión, que cada vez se veía más turbia. Esos dos tipos no me habían rematado, pero ya estaba acabado como para malgastar el tiempo aplastando un frío cadáver. Me hallaba tumbado boca abajo, con la mirada hacia un lado, observando el turbio horizonte, el cual ya apenas estaba ni a medio metro. Mi rango de visión ya casi era nulo. La cabeza me ardía. El corazón me explotaba. Era la hora de arrepentirme o sentirme orgulloso de mi final. Era el momento de reunirme con mis ancestros.
De pronto, justo antes de perder la conciencia sobre mí mismo siento un tirón de alguna parte de mi cuerpo. No sabría decir, la sensibilidad de mi cuerpo estaba algo alterada, más bien era como si no pudiera sentir prácticamente nada que no fuera el dolor interno que estaba experimentando, que me hacía arder y agonizar en profundo silencio. Ese tirón vuelve, alguien me está arrastrando. No me está hiriendo. No siento nada, ni tampoco oigo, pero si noto por el movimiento de mi cuerpo que me transportan con cuidado. Pero ya es en vano. Aunque alguien fuese a socorrerme o ayudarme, mi mundo ya había oscurecido. Cerré los ojos y perdí el sentido, adentrándome en mi mundo de ensueño propio, sintiendo desaparecer el dolor.
"¿Dónde estoy?" No veía nada, el dolor estaba palpitando en todo mi cuerpo. Acerqué mis manos y pude contemplarlas a la perfección, pero no había nada alrededor. Tan solo un manto negro cubriendo toda realidad. Silencio, soledad. Eso era todo cuanto sentía en aquella extraña sala negra. Miré hacia los lados, y tan solo cuando di un paso pude darme cuenta que bajo mis pies había agua. Con ese paso se hicieron visibles las ondas acuáticas que se fueron extendiendo y extendiendo. Esas ondas brillaban y no cesaban de emerger aunque ya no me movía un ápice.
Los destellos parecían mostrarme imágenes, parecían querer decirme algo. Pero no sabía que era, ni el por qué. ¿Era una alucinación lo que estaba experimentando? No, debía de haber muerto ya, mi cuerpo había sido destruído por el dolor interno, casi había sentido mi corazón estallar y mi cerebro fundirse entre el calor. No podía ser nada más. Pero entonces. ¿Dónde diantres estaba?
Volví a mirarme las manos, esta vez me dio por ponerme la mano en el pecho por si sentía el corazón palpitar en su interior. Apenas rozar mi cuerpo saltó una chispa, esa chispa generó llama y esa llama un enorme fuego que me envolvió en su totalidad. Las llamas se hallaban a mi aldededor y las ondas acuáticas se intensificaban y cada vez expandían más en la inmensidad de aquella oscuridad. De pronto escuché una voz en mi interior.
- Eres la última esperanza.
No lo entendí, pero comencé a ponerme nervioso, miré hacia todas partes. Aquella llama de pronto se separó de mi cuerpo, como si de un ente se tratase. Se posó frente a mí y comenzó a tomar un aspecto corpóreo, pero que no cesaba de brillar con la intensidad de las llamas. Ese cuerpo aparecía con una larga cabellera lacia, no mucho más alto que yo mismo. Y lo más impresionante, apareció con unas orejas similares a las mías, y unos fuertes ojos rojos de llamas. El ente era un Satsujin, de eso no cabía duda. Y su rostro me resultaba familiar y bastante conocido.
Pero apenas tuve tiempo de nada. Ese ente extendió los brazos hacia los lados y esa voz volvió a hablar.
- No ha llegado tu hora Shein. Solo tú puedes salvar al clan. Te necesitamos.
Tras acabar esa frase esa llama desapareció en un fuerte destello, como si explotara desde dentro. Los restos esparcidos se adhirieron a mi cuerpo y se introdujeron en mí. Eran llamas, mas no sentía ardor ni calor. Tan solo una agradable sensación que recorrió mi cuerpo como un escalofrío. Las ondas marinas habían cesado, el velo negro comenzaba a iluminarse y a brillar, hasta llegar a un extremo que me hizo cerrar los ojos para que no me doliesen.
Lentamente traté de abrir los ojos de nuevo. Ahora no había ningún velo unicolor que cubría toda la sala de mi realidad. Mi vista seguía intacta como hacía un instante, pero ya no estaba en el mismo lugar. Ahora estaba tumbado en algún tipo de lecho bastante cómodo, cubierto. Me incorporo lentamente como puedo, me doy cuenta de que estoy en una especie de habitación. La recorro con la mirada hasta darme cuenta de la presencia de una persona que se halla sentada en una silla, con una espada reposando en su regazo.
Ese hombre me dirige unas palabras, sintiéndose decepcionado de sí mismo al no velarte como es debido. Tras pedir perdón se queda como antes, tan solo observándome en su silla. No parece que busque pelea, no siento ningún tipo de situación incómoda. Solo puedo sacar una cosa en claro. Estoy vivo. Y todavía desconozco el cómo ni por qué. Tampoco se donde estoy.
Recorro nuevamente la vista por la sala. Puedo alcanzar observar como armas de filo extrañamente alargadas y finas, pero de madera, armas sin filo, redondeadas. Parecía como un lugar de entrenamiento. Sin dudarlo me levanté de allí, cogí mi espada y la até a mi cintura, y me dirigí hacia ese hombre.
- Supongo que es a usted a quien debo agradecer por mi vida. Estoy en deuda con usted. ¿Podría decirme dónde me encuentro?
De pronto, justo antes de perder la conciencia sobre mí mismo siento un tirón de alguna parte de mi cuerpo. No sabría decir, la sensibilidad de mi cuerpo estaba algo alterada, más bien era como si no pudiera sentir prácticamente nada que no fuera el dolor interno que estaba experimentando, que me hacía arder y agonizar en profundo silencio. Ese tirón vuelve, alguien me está arrastrando. No me está hiriendo. No siento nada, ni tampoco oigo, pero si noto por el movimiento de mi cuerpo que me transportan con cuidado. Pero ya es en vano. Aunque alguien fuese a socorrerme o ayudarme, mi mundo ya había oscurecido. Cerré los ojos y perdí el sentido, adentrándome en mi mundo de ensueño propio, sintiendo desaparecer el dolor.
"¿Dónde estoy?" No veía nada, el dolor estaba palpitando en todo mi cuerpo. Acerqué mis manos y pude contemplarlas a la perfección, pero no había nada alrededor. Tan solo un manto negro cubriendo toda realidad. Silencio, soledad. Eso era todo cuanto sentía en aquella extraña sala negra. Miré hacia los lados, y tan solo cuando di un paso pude darme cuenta que bajo mis pies había agua. Con ese paso se hicieron visibles las ondas acuáticas que se fueron extendiendo y extendiendo. Esas ondas brillaban y no cesaban de emerger aunque ya no me movía un ápice.
Los destellos parecían mostrarme imágenes, parecían querer decirme algo. Pero no sabía que era, ni el por qué. ¿Era una alucinación lo que estaba experimentando? No, debía de haber muerto ya, mi cuerpo había sido destruído por el dolor interno, casi había sentido mi corazón estallar y mi cerebro fundirse entre el calor. No podía ser nada más. Pero entonces. ¿Dónde diantres estaba?
Volví a mirarme las manos, esta vez me dio por ponerme la mano en el pecho por si sentía el corazón palpitar en su interior. Apenas rozar mi cuerpo saltó una chispa, esa chispa generó llama y esa llama un enorme fuego que me envolvió en su totalidad. Las llamas se hallaban a mi aldededor y las ondas acuáticas se intensificaban y cada vez expandían más en la inmensidad de aquella oscuridad. De pronto escuché una voz en mi interior.
- Eres la última esperanza.
No lo entendí, pero comencé a ponerme nervioso, miré hacia todas partes. Aquella llama de pronto se separó de mi cuerpo, como si de un ente se tratase. Se posó frente a mí y comenzó a tomar un aspecto corpóreo, pero que no cesaba de brillar con la intensidad de las llamas. Ese cuerpo aparecía con una larga cabellera lacia, no mucho más alto que yo mismo. Y lo más impresionante, apareció con unas orejas similares a las mías, y unos fuertes ojos rojos de llamas. El ente era un Satsujin, de eso no cabía duda. Y su rostro me resultaba familiar y bastante conocido.
Pero apenas tuve tiempo de nada. Ese ente extendió los brazos hacia los lados y esa voz volvió a hablar.
- No ha llegado tu hora Shein. Solo tú puedes salvar al clan. Te necesitamos.
Tras acabar esa frase esa llama desapareció en un fuerte destello, como si explotara desde dentro. Los restos esparcidos se adhirieron a mi cuerpo y se introdujeron en mí. Eran llamas, mas no sentía ardor ni calor. Tan solo una agradable sensación que recorrió mi cuerpo como un escalofrío. Las ondas marinas habían cesado, el velo negro comenzaba a iluminarse y a brillar, hasta llegar a un extremo que me hizo cerrar los ojos para que no me doliesen.
Lentamente traté de abrir los ojos de nuevo. Ahora no había ningún velo unicolor que cubría toda la sala de mi realidad. Mi vista seguía intacta como hacía un instante, pero ya no estaba en el mismo lugar. Ahora estaba tumbado en algún tipo de lecho bastante cómodo, cubierto. Me incorporo lentamente como puedo, me doy cuenta de que estoy en una especie de habitación. La recorro con la mirada hasta darme cuenta de la presencia de una persona que se halla sentada en una silla, con una espada reposando en su regazo.
Ese hombre me dirige unas palabras, sintiéndose decepcionado de sí mismo al no velarte como es debido. Tras pedir perdón se queda como antes, tan solo observándome en su silla. No parece que busque pelea, no siento ningún tipo de situación incómoda. Solo puedo sacar una cosa en claro. Estoy vivo. Y todavía desconozco el cómo ni por qué. Tampoco se donde estoy.
Recorro nuevamente la vista por la sala. Puedo alcanzar observar como armas de filo extrañamente alargadas y finas, pero de madera, armas sin filo, redondeadas. Parecía como un lugar de entrenamiento. Sin dudarlo me levanté de allí, cogí mi espada y la até a mi cintura, y me dirigí hacia ese hombre.
- Supongo que es a usted a quien debo agradecer por mi vida. Estoy en deuda con usted. ¿Podría decirme dónde me encuentro?
-Te encuentras en el Dojo de Shimotsuki, joven- dice el hombre, con su voz calmada y amable-. Casi te matan, pero por suerte pasaba cerca mientras iba a comprar semillas de calabaza. ¿Cómo hiciste para meterte en semejante lío?
Parece interesado en escuchar tu historia, y tal vez sea momento de contarla, aunque... ¿No llegaste aquí para entrenar? La puerta está abierta, y podrías dirigirte al patio para probar tu habilidad contra los peleles, y tal vez el hombre te siga, pero... ¿Qué hay de la educación?
Parece interesado en escuchar tu historia, y tal vez sea momento de contarla, aunque... ¿No llegaste aquí para entrenar? La puerta está abierta, y podrías dirigirte al patio para probar tu habilidad contra los peleles, y tal vez el hombre te siga, pero... ¿Qué hay de la educación?
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Dojo. Estaba en un dojo. No sabía cómo pero finalmente lo había logrado, había conseguido encontrar el dojo donde se suponía que podía aprender a desenvolverme con mayor soltura con mi espada. Ese hombre me había salvado la vida, si algo sabía era que debía ser agradecido cuando alguien me ayudaba... Si no hubiese sido en caso de vida o muerte, en cuyo caso la ayuda tan solo significaba una gran deshonra.
Pero estaba vivo, y ahora no estaba en la isla del clan Satsujin, ese lugar quedaba muy lejos, y aunque quedase deshonrado me sentía realmente extraño, no deseaba morir, aunque había encarado la muerte, y éste hombre me había sacado del mundo de los muertos, no me reuniría todavía con mis ancestros. Hice algo por lo que moriría en otro lugar, pero no pude evitarlo. Por mi rostro comenzaron a emerger lágrimas, lágrimas de alegría, pero no entendía exactamente el motivo, pues estaba vivo, pero la muerte solo es un paso más en la vida. No es el final.
Por otra parte... ¿Que diablos había sido ese extraño sueño? Esa vez que me hablaba, esa figura extraña envuelta en llamas me había dicho algo, me hablaba por mi nombre... Pero era tan solo un sueño, no debía de tomármelo muy en serio. El mundo de ensueño es realmente engañoso, y puede parecer más real de lo que es.
Aunque las lágrimas habían recorrido todo mi rostro, mi gesto no cambió, se mantuvo tan frío como siempre había sido y como siempre sería. Observé a ese hombre a los ojos y volví a dirigirle la palabra.
- Como ya he dicho, tienes mi gratitud, y estoy en deuda contigo. Me encontré con unos tipos que querían pelea, y no pude contra ellos. Casi muero -hice una breve pausa recordando aquel infernal ardor en mi cuerpo- Pero me salvaste, y por ello estoy ahora con vida.
Desenfundé mi espada, no con intenciones hostiles. Tan solo me arrodillé con la izquierda y posé la espada sobre mis manos, sin sujetarla más que para no cayese al suelo, la tendí horizontalmente a ese hombre.
- Mi espada es suya.
Hay una antigua costumbre en el clan. Los favores y las ayudas no estan bien vistas, pero tampoco está bien visto dejar morir a un compañero en el campo de batalla cuando puedes ayudarle a matar a otros enemigos. En tal caso el ayudado es deshonrado y debe su vida enteramente a la protección de su salvador. Cuando dicen que su espada está a su servicio implica que su vida entera será sacrificada antes que permitir que éste otro muera en batalla. En esta ocasión ese hombre me había salvado la vida. Mi espada ahora le pertenecía.
- Le protegeré con mi vida. Aunque deberé de entrenar mucho para evitar ser un estorbo para usted.
Mi forma de hablar con él cambió un poco, ahora era más cortés en las palabras que empleaba. Todo mi ser le pertenecía a ese hombre a partir de ese momento.
Pero estaba vivo, y ahora no estaba en la isla del clan Satsujin, ese lugar quedaba muy lejos, y aunque quedase deshonrado me sentía realmente extraño, no deseaba morir, aunque había encarado la muerte, y éste hombre me había sacado del mundo de los muertos, no me reuniría todavía con mis ancestros. Hice algo por lo que moriría en otro lugar, pero no pude evitarlo. Por mi rostro comenzaron a emerger lágrimas, lágrimas de alegría, pero no entendía exactamente el motivo, pues estaba vivo, pero la muerte solo es un paso más en la vida. No es el final.
Por otra parte... ¿Que diablos había sido ese extraño sueño? Esa vez que me hablaba, esa figura extraña envuelta en llamas me había dicho algo, me hablaba por mi nombre... Pero era tan solo un sueño, no debía de tomármelo muy en serio. El mundo de ensueño es realmente engañoso, y puede parecer más real de lo que es.
Aunque las lágrimas habían recorrido todo mi rostro, mi gesto no cambió, se mantuvo tan frío como siempre había sido y como siempre sería. Observé a ese hombre a los ojos y volví a dirigirle la palabra.
- Como ya he dicho, tienes mi gratitud, y estoy en deuda contigo. Me encontré con unos tipos que querían pelea, y no pude contra ellos. Casi muero -hice una breve pausa recordando aquel infernal ardor en mi cuerpo- Pero me salvaste, y por ello estoy ahora con vida.
Desenfundé mi espada, no con intenciones hostiles. Tan solo me arrodillé con la izquierda y posé la espada sobre mis manos, sin sujetarla más que para no cayese al suelo, la tendí horizontalmente a ese hombre.
- Mi espada es suya.
Hay una antigua costumbre en el clan. Los favores y las ayudas no estan bien vistas, pero tampoco está bien visto dejar morir a un compañero en el campo de batalla cuando puedes ayudarle a matar a otros enemigos. En tal caso el ayudado es deshonrado y debe su vida enteramente a la protección de su salvador. Cuando dicen que su espada está a su servicio implica que su vida entera será sacrificada antes que permitir que éste otro muera en batalla. En esta ocasión ese hombre me había salvado la vida. Mi espada ahora le pertenecía.
- Le protegeré con mi vida. Aunque deberé de entrenar mucho para evitar ser un estorbo para usted.
Mi forma de hablar con él cambió un poco, ahora era más cortés en las palabras que empleaba. Todo mi ser le pertenecía a ese hombre a partir de ese momento.
El hombre sonríe con placidez, como diciendo "Inocente criatura" mientras te mira con algo de pereza. Bosteza un instante, y se levanta de la silla, manteniendo la espada cogida con ambas manos, una en la funda y otra en la empuñadura. Su pose es ritualmente perfecta, parece un gran maestro.
-¿Por qué, joven, he de aceptar que me consagres tu vida cuando la he salvado? ¿Acaso lo hice buscando un siervo? Igual que tu vida sólo te pertenece a ti, tu salvación nace de mi altruismo, y si aceptara cualquier pago mayor a una mera palabra (o a una buena comida amistosa), me estaría deshonrando a mí mismo- hace una pausa, mientras observa tus ojos, llorosos, y tu expresión fría-. Si me quieres proteger como agradecimiento, no puedo permitírtelo, pero te lo agradezco. Si buscas restaurar el honor, algo muy común entre nuestra gente- mira un instante hacia la espada-, vive la vida con honor, y éste volverá solo. Y... Si deseas entrenar, has venido al lugar adecuado. Sígueme.
El hombre te da la espalda, lo que denota gran confianza tanto en sí mismo como en ti, pues es un gesto ciego para un espadachín. No tarda mucho hasta que oyes sus pasos fuera del edificio, y ves su figura en el patio. ¿Vas a entrenar con él?
-¿Por qué, joven, he de aceptar que me consagres tu vida cuando la he salvado? ¿Acaso lo hice buscando un siervo? Igual que tu vida sólo te pertenece a ti, tu salvación nace de mi altruismo, y si aceptara cualquier pago mayor a una mera palabra (o a una buena comida amistosa), me estaría deshonrando a mí mismo- hace una pausa, mientras observa tus ojos, llorosos, y tu expresión fría-. Si me quieres proteger como agradecimiento, no puedo permitírtelo, pero te lo agradezco. Si buscas restaurar el honor, algo muy común entre nuestra gente- mira un instante hacia la espada-, vive la vida con honor, y éste volverá solo. Y... Si deseas entrenar, has venido al lugar adecuado. Sígueme.
El hombre te da la espalda, lo que denota gran confianza tanto en sí mismo como en ti, pues es un gesto ciego para un espadachín. No tarda mucho hasta que oyes sus pasos fuera del edificio, y ves su figura en el patio. ¿Vas a entrenar con él?
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Precisión
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Agudeza
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El hombre con aspecto de anciano no tomó la espada, tan solo tenía la suya propia sujetándola por la vaina y la empuñadura, entonces se alzó de su silla. Anteriormente había dicho que no había podido velarme como era necesario, arrodillado. Realmente ese hombre parecía ser bastante anciano y parecía tener una alta fragilidad. No obstante para parecer tan estropeado por la edad su pose erguida era solemne, perfecta, era un digno guerrero orgulloso de su oficio. Por lo menos su postura era lo que reflejaba.
Pero entonces comenzó a hablarme, se indignó de que quisiera consagrar mi vida al cuidado y salvación de la suya. No lo entendía, prácticamente era un insulto no ofrecer la espada a alguien que ha salvado tu vida, era peor que el mero hecho de ser deshonrado, no tener ni el valor ni la sangre necesaria para continuar luchando en pos de devolver el favor a quien te había prestado su ayuda. Esa oferta jamás había sido rechazada, no estaba en mi mente la posibilidad de que la pudiera rechazar, por aquello las palabras del hombre me dejaron un tanto estupefacto.
No obstante había olvidado que ya no estaba entre el clan Satsujin, ahora tal vez no encontraría a nadie con mi idéntico sentido del honor y con el conocimiento de las leyes que rigen en mi hogar natal. Para ser concreto con ésto el mero hecho de entregar mi vida a ese hombre era un deshonor para él mismo. Costumbres distintas tenían distintas zonas de procedencia, en mi caso dudaba que pudiera haber alguien que viese bien todas nuestras leyes y costumbres, las cuales podrían ser arduamente complicadas y muchas innecesarias.
No obstante sus últimas palabras me llenaron de un calor interno. Me instó a vivir mi vida con honor, asegurando que así entonces el honor volvería pronto a mí. El honor jamás podría regresar una vez deshonrado. Un ser mancillado con el deshonor no es digno de volver a portar tal cualidad. El mismo honor rehuye a estas personas, es sabido por todos. No hay segundas oportunidades. Pero una cosa estaba clara, según dictan las leyes entregar mi espada conlleva a obedecer en todo a aquél con quien estás endeudado de por vida, por lo que estaba obligado a obedecerle en ese aspecto. Tan solo viviría mi vida en pos de recuperar un honor, honor que jamás volvería a mí.
Me extendió su propia espada. Eso me hizo sentir un tanto extrañado. Envainé mi propia espada mientras me quedaba mirando aquella espada que me tendía. No supe que hacer, pero instintivamente mi mano derecha, tras soltar la empuñadura de mi propia espada fue a coger la que me estaban tendiendo. No entendía por qué diantres hacía eso, pero además me había incitado a entrenar en aquél dojo, diciendo que había ido al lugar indicado para ello. Realmente no había ido, me habían llevado, fue un golpe de suerte que quien me encontrara me trajese al lugar que había estado buscando.
Realmente sentí que ese hombre tenía una gran confianza hacia mí, de no ser así no me habría entregado la única arma que tenía entre las manos ni me habría dado la espalda incitándome a entrenar en aquél lugar. Se dirige hacia el patio y se detiene allí. Yo no lo dudo ni un instante, siendo el líder del dojo sería un guerrero formidable, y aunque su cuerpo no pudiera reflejarlo su mente y sabiduría podría ser suficiente instrucción.
Con firmeza y sujetando aquella espada que recientemente había recibido de él caminé hacia adelante, dirección al patio, hacia él. Tenía el firme propósito de entrenarme duramente junto a él. Me había dicho que viviese mi vida con honor, y para mí el honor está representada con la victoria. Pero para obtener una victoria es necesario el trabajo duro. Ahora comenzaría mi adiestramiento.
- Será un honor ser adiestrado por usted.
Pero entonces comenzó a hablarme, se indignó de que quisiera consagrar mi vida al cuidado y salvación de la suya. No lo entendía, prácticamente era un insulto no ofrecer la espada a alguien que ha salvado tu vida, era peor que el mero hecho de ser deshonrado, no tener ni el valor ni la sangre necesaria para continuar luchando en pos de devolver el favor a quien te había prestado su ayuda. Esa oferta jamás había sido rechazada, no estaba en mi mente la posibilidad de que la pudiera rechazar, por aquello las palabras del hombre me dejaron un tanto estupefacto.
No obstante había olvidado que ya no estaba entre el clan Satsujin, ahora tal vez no encontraría a nadie con mi idéntico sentido del honor y con el conocimiento de las leyes que rigen en mi hogar natal. Para ser concreto con ésto el mero hecho de entregar mi vida a ese hombre era un deshonor para él mismo. Costumbres distintas tenían distintas zonas de procedencia, en mi caso dudaba que pudiera haber alguien que viese bien todas nuestras leyes y costumbres, las cuales podrían ser arduamente complicadas y muchas innecesarias.
No obstante sus últimas palabras me llenaron de un calor interno. Me instó a vivir mi vida con honor, asegurando que así entonces el honor volvería pronto a mí. El honor jamás podría regresar una vez deshonrado. Un ser mancillado con el deshonor no es digno de volver a portar tal cualidad. El mismo honor rehuye a estas personas, es sabido por todos. No hay segundas oportunidades. Pero una cosa estaba clara, según dictan las leyes entregar mi espada conlleva a obedecer en todo a aquél con quien estás endeudado de por vida, por lo que estaba obligado a obedecerle en ese aspecto. Tan solo viviría mi vida en pos de recuperar un honor, honor que jamás volvería a mí.
Me extendió su propia espada. Eso me hizo sentir un tanto extrañado. Envainé mi propia espada mientras me quedaba mirando aquella espada que me tendía. No supe que hacer, pero instintivamente mi mano derecha, tras soltar la empuñadura de mi propia espada fue a coger la que me estaban tendiendo. No entendía por qué diantres hacía eso, pero además me había incitado a entrenar en aquél dojo, diciendo que había ido al lugar indicado para ello. Realmente no había ido, me habían llevado, fue un golpe de suerte que quien me encontrara me trajese al lugar que había estado buscando.
Realmente sentí que ese hombre tenía una gran confianza hacia mí, de no ser así no me habría entregado la única arma que tenía entre las manos ni me habría dado la espalda incitándome a entrenar en aquél lugar. Se dirige hacia el patio y se detiene allí. Yo no lo dudo ni un instante, siendo el líder del dojo sería un guerrero formidable, y aunque su cuerpo no pudiera reflejarlo su mente y sabiduría podría ser suficiente instrucción.
Con firmeza y sujetando aquella espada que recientemente había recibido de él caminé hacia adelante, dirección al patio, hacia él. Tenía el firme propósito de entrenarme duramente junto a él. Me había dicho que viviese mi vida con honor, y para mí el honor está representada con la victoria. Pero para obtener una victoria es necesario el trabajo duro. Ahora comenzaría mi adiestramiento.
- Será un honor ser adiestrado por usted.
Puedes ver varios muñecos por todo el patio, y uno de ellos parece en peor estado que los demás, pero sin embargo se mantiene en pie de alguna manera. Aunque no hace falta ser muy buen observador para darse cuenta de que ese corte en la madera del pie... Ha debido de hacerlo con mucha habilidad para que se mantenga así. Y, sin más, le da un empujón y ves unos cien pedazos caer al suelo con ruidos metálicos y de madera chocar.
-Cuando puedas cortar uno de esta manera estarás listo para defenderte de casi cualquier cosa.
Sin mediar más palabra, desenvaina su arma y da un corte vertical, para, un segundo más tarde, aparecer un tajo horizontal en la pared contra la que estaba el muñeco. Parece que puedes aprender cosas interesantes. ¿Probarás contra algún maniquí o le pedirás su secreto primero?
-Cuando puedas cortar uno de esta manera estarás listo para defenderte de casi cualquier cosa.
Sin mediar más palabra, desenvaina su arma y da un corte vertical, para, un segundo más tarde, aparecer un tajo horizontal en la pared contra la que estaba el muñeco. Parece que puedes aprender cosas interesantes. ¿Probarás contra algún maniquí o le pedirás su secreto primero?
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