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Al fin comenzaba algo de acción, tras tanto tiempo entrenándose, tan solo para matar el rato, en la base de Loguetown, le habían hablado de un rumor que corría entre los ciudadanos de la isla. Un misterioso personaje con un nombre adecuado a tal adjetivo, había aparecido por la isla, con una flamante recompensa de 6.240.000 de berries por su cabeza. Una recompensa que tampoco es que le importase demasiado, pero le daba la oportunidad de tener un rival digno al fin, un rival que no cayese ante una sola patada en el estómago.
"Señor Nat", desde luego, era un nombre que no se olvidaba fácilmente, jamás había escuchado un nombre tan variopinto y, si su poseedor hacía honor al mismo, no le resultaría extremadamente difícil encontrarle.
Se dirigió a sus habitaciones en el cuartel y recogió sus pertenencias: su amado fusil, las bolsas de munición y su chaqueta militar; y se dirigió a la calle a realizar su búsqueda, comenzando por las tabernas de la calurosa ciudad. Caminó durante horas, paseándose por cada uno de los mugrosos establecimientos, preguntando a los aún más mugrosos dependientes si habían visto al hombre del retrato que llevaba en las manos. Se sentó en un banco de la plaza de ejecuciones con frustración, mientras los regueros de sudor discurrían por su frente. Miró alrededor, pensando en preguntar a la gente de la calle antes de seguir con las tabernas, pero no parecía gente que hubiese visto a un hombre peligroso, no rumoreaban ni chismorreaban, tan solo se dedicaban a sus quehaceres diarios.
Se levantó, estoico, llevándose la mano a la frente, secándose el sudor. Miró hacia un callejón cercano y empezó a caminar hacia él, tan solo le quedaban tres tabernas por visitar, y estaban en esa dirección. Esperaba con toda su alma que estuviese en una de ellas...
"Señor Nat", desde luego, era un nombre que no se olvidaba fácilmente, jamás había escuchado un nombre tan variopinto y, si su poseedor hacía honor al mismo, no le resultaría extremadamente difícil encontrarle.
Se dirigió a sus habitaciones en el cuartel y recogió sus pertenencias: su amado fusil, las bolsas de munición y su chaqueta militar; y se dirigió a la calle a realizar su búsqueda, comenzando por las tabernas de la calurosa ciudad. Caminó durante horas, paseándose por cada uno de los mugrosos establecimientos, preguntando a los aún más mugrosos dependientes si habían visto al hombre del retrato que llevaba en las manos. Se sentó en un banco de la plaza de ejecuciones con frustración, mientras los regueros de sudor discurrían por su frente. Miró alrededor, pensando en preguntar a la gente de la calle antes de seguir con las tabernas, pero no parecía gente que hubiese visto a un hombre peligroso, no rumoreaban ni chismorreaban, tan solo se dedicaban a sus quehaceres diarios.
Se levantó, estoico, llevándose la mano a la frente, secándose el sudor. Miró hacia un callejón cercano y empezó a caminar hacia él, tan solo le quedaban tres tabernas por visitar, y estaban en esa dirección. Esperaba con toda su alma que estuviese en una de ellas...
Nat estaba sentado en una taberna de Loguetown. Las razones que lo habían llevado ahí eran desconocidas para muchos, ya que el panadero errante era una figura casi desconocida en el East Blue, aunque escuchaba a muchos de la región comentar que ojalá ese hombre se pasara por sus locales, incluso allí, en Loguetown. Tal vez no fuera tan desconocido, después de todo. Lo hacía sentirse especial, pues siempre era un halago se reconociera la calidad. Había una panadería que incluso tenía un retrato del panadero errante, en la que la cicatriz del rostro se marcaba como una deformidad congénita, destruyéndole media cara. Era gracioso, aunque odiaba que conocieran el secreto de su cara, una exageración tan grande era imposible que lo reconocieran si alguna vez iba con su disfraz de panadero, ya que el sombrero mantenía en penumbra constantemente su rostro. En cualquier caso, estaba sentado en un cómodo sillón de terciopelo rojo, esperando un bourbon que no parecía llegar. Tenía la sensación de que el camarero ni siquiera le prestaba atención, hasta que colocó ambos pies de una forma muy maleducada sobre una mesa cercana. Habría sido menos impactante si en aquella mesa un cliente no hubiera estado comiendo sopa, pero en cualquier caso, llamó la atención del camarero, que se apresuró a llevarle el refrigerio, acompañado de un tentempié y una bayeta para limpiar las manchas de barro que dejó sobre la mesa del comensal.
Cogió el vaso con tres dedos y suma parsimonia, dejando que el hielo girara sobre el líquido, transparente pero de tonos marrones. El aroma de la bebida le llenaba los pulmones, saciando casi su sed, aunque no le quitaba las ganas de beber. Estuvo a punto de sacar su cuchillo de hueso y hacer el ritual del vino, pero se acordó de que aquello no lo era. "La sangre arruina el Bourbon, no lo olvides Caspio", sonó una voz en su cabeza, y dio un sorbo al líquido. Tenía una entrada suave, pero subía muy fuerte, aunque él lo aguantaba, ya que acostumbraba a tomarlo cada día de forma relajada, fuera en su barco o en cualquier taberna del lugar. Había tenido, pues, suerte de encontrar aquel local con tan buen ambiente. Más que una taberna parecía un local de alta clase, alejado del barullo de la clase baja y marginal, siempre con sus follones de a ver quién tiene peor la espalda o qué furúnculo tiene más pus. A Nat le gustaba el silencio, y a menudo esas discusiones las convertía en competición de a ver quién tenía más masa cerebral, matándolos y pesando sus sesos en una balanza. Pero hacía tiempo que no disfrutaba con ello, por lo que buscaba alejarse de esas zonas. Sin embargo, deseaba que pasara algo interesante.
Cogió el vaso con tres dedos y suma parsimonia, dejando que el hielo girara sobre el líquido, transparente pero de tonos marrones. El aroma de la bebida le llenaba los pulmones, saciando casi su sed, aunque no le quitaba las ganas de beber. Estuvo a punto de sacar su cuchillo de hueso y hacer el ritual del vino, pero se acordó de que aquello no lo era. "La sangre arruina el Bourbon, no lo olvides Caspio", sonó una voz en su cabeza, y dio un sorbo al líquido. Tenía una entrada suave, pero subía muy fuerte, aunque él lo aguantaba, ya que acostumbraba a tomarlo cada día de forma relajada, fuera en su barco o en cualquier taberna del lugar. Había tenido, pues, suerte de encontrar aquel local con tan buen ambiente. Más que una taberna parecía un local de alta clase, alejado del barullo de la clase baja y marginal, siempre con sus follones de a ver quién tiene peor la espalda o qué furúnculo tiene más pus. A Nat le gustaba el silencio, y a menudo esas discusiones las convertía en competición de a ver quién tenía más masa cerebral, matándolos y pesando sus sesos en una balanza. Pero hacía tiempo que no disfrutaba con ello, por lo que buscaba alejarse de esas zonas. Sin embargo, deseaba que pasara algo interesante.
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La última taberna, estaba ya muy cansado de que ninguna le diese la información que buscaba, y su frustración la había pagado con el dependiente del último establecimiento. Le había gritado e incluso amenazado, paranoico de que le ocultase información, pero al final entró en razón y dejó el asunto tranquilo, dirigiéndose a aquel último local.
Se mesó su rojizo cabello y se arregló la chaqueta, ya empapada de sudor, como el resto de su ropa. Caminó hacia la barra y, por primera vez, pidió una cerveza, la cual bebió con ansia en cuanto se la sirvieron. Se dio la vuelta, dando la espalda a la barra e inspeccionando el local. Nada que destacar, salvo un extraño hombre, sentado en un sillón de terciopelo rojo, bebiendo bourbon como un auténtico noble. Se quedó mirándolo distraídamente un buen rato, mientras él le observaba del mismo modo. HAsta que escuchó al tabernero pasar a su espalda.
- Busco a un tal "Señor Nat", ¿Le has visto? - dijo con voz cansada.
Se mesó su rojizo cabello y se arregló la chaqueta, ya empapada de sudor, como el resto de su ropa. Caminó hacia la barra y, por primera vez, pidió una cerveza, la cual bebió con ansia en cuanto se la sirvieron. Se dio la vuelta, dando la espalda a la barra e inspeccionando el local. Nada que destacar, salvo un extraño hombre, sentado en un sillón de terciopelo rojo, bebiendo bourbon como un auténtico noble. Se quedó mirándolo distraídamente un buen rato, mientras él le observaba del mismo modo. HAsta que escuchó al tabernero pasar a su espalda.
- Busco a un tal "Señor Nat", ¿Le has visto? - dijo con voz cansada.
Un marine empapado en sudor entró al local. No era raro que un marine entrara a una taberna, aunque sí lo era que llegara empapado en sudor. El cabello rojizo del hombre resplandecía bajo los focos enmascarados en lámparas de araña del techo, y su piel morena deslumbraba casi. Pidió una cerveza y se la bebió de un trago, lo que sorprendió a Nat. La bebida era para ser disfrutada, no para beber indiscriminadamente. Poco tardó en dar la espalda a la barra y examinar el local. Acabó mirándolo a él, y recibió una respuesta en los ojos. El choque de miradas habría sido diferente de no llevar Nat el sombrero, pero prefería guardar su rostro oculto por si el panadero decidía aparecer en la ciudad. Los hornos lo esperaban, y los deliciosos ingredientes del mercado lo llamaban a ponerse manos a la obra, sin embargo estaba en la ciudad con un objetivo más sencillo. Tomarse unas vacaciones de todo, sólo Bourbon, buena música y mujeres conquistadas como islas. Ser el primero que clavara su pendón, hacerla suya y pasear por cada centímetro de ella. Sonrió con picardía durante un instante. Se acordó de la chica del jardín amarillo en el cuartel Marine del North Blue, y de cómo su padre, un capitán, casi lo mandó fusilar. Fue un buen día.
De repente, una pregunta del marine llamó su atención, alejándolo de sus recuerdos. Preguntaba por él. Le embargó el orgullo al saber que era famoso incluso como asesino, aunque por suerte nadie conociera su rostro, pues ello dificultaría la tarea. Con una sonrisa casi dramática miró al hombre del uniforme blanco, alzó el vaso como brindando,y bebió un profundo trago, aunque dejó la mitad. La subida del bourbon era muy fuerte, y podía provocar graves daños en la garganta en su ardiente subida. Le preocupó durante unos segundos que lo buscaran, aunque la experiencia decía que todo marine era débil al mercurio por la oreja. Sin embargo, no le gustaba la idea de matar indiscriminadamente, por lo menos no a pelirrojos. Sin perderlo de vista, cogió el plato con el tentempié, una deliciosa tartaleta de manzana. Era curioso cómo el licor pegaba con la fruta, dándole un sabor más dulce y a la vez más audaz. Sin embargo aquel pastel no era nada del otro mundo, y su vena de pastelero no pudo evitar salir.
-¡Cantinero! ¿Quién ha preparado esta mierda, que le enseño a hacer tartas de verdad?
De repente, una pregunta del marine llamó su atención, alejándolo de sus recuerdos. Preguntaba por él. Le embargó el orgullo al saber que era famoso incluso como asesino, aunque por suerte nadie conociera su rostro, pues ello dificultaría la tarea. Con una sonrisa casi dramática miró al hombre del uniforme blanco, alzó el vaso como brindando,y bebió un profundo trago, aunque dejó la mitad. La subida del bourbon era muy fuerte, y podía provocar graves daños en la garganta en su ardiente subida. Le preocupó durante unos segundos que lo buscaran, aunque la experiencia decía que todo marine era débil al mercurio por la oreja. Sin embargo, no le gustaba la idea de matar indiscriminadamente, por lo menos no a pelirrojos. Sin perderlo de vista, cogió el plato con el tentempié, una deliciosa tartaleta de manzana. Era curioso cómo el licor pegaba con la fruta, dándole un sabor más dulce y a la vez más audaz. Sin embargo aquel pastel no era nada del otro mundo, y su vena de pastelero no pudo evitar salir.
-¡Cantinero! ¿Quién ha preparado esta mierda, que le enseño a hacer tartas de verdad?
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Teravan escuchó una refinada voz a su espalda, no necesitaba darse la vuelta para saber que pertenecía al extraño hombre del sombrero. Bajó la cabeza, molesto por la ausencia de respuesta del cantinero, y giró la cabeza lentamente, hacia el hombre que, ni por asomo, tenía aspecto de saber hacer pasteles.
- Es gratis, ¿qué te esperabas? Esto es Loguetown, amigo. Si quieres buena comida hay muchos restaurantes de una fama suficiente como para satisfacer tu exquisito paladar. - dijo con sorna, remarcando la palabra "exquisito".
Miró de arriba a abajo al hombre, dándose cuenta de que en su larga estancia en Loguetown no le había visto ni una sola vez, y de haberse encontrado con él, sin duda le habría recordad, no tenía un atuendo muy discreto, y la gente excéntrica solía pertenecer a alguna banda pirata.
- No tienes aspecto de ser de la isla... ¿Qué le trae por Loguetown, caballero? - hizo una forzada reverencia, con sarcasmo.
- Es gratis, ¿qué te esperabas? Esto es Loguetown, amigo. Si quieres buena comida hay muchos restaurantes de una fama suficiente como para satisfacer tu exquisito paladar. - dijo con sorna, remarcando la palabra "exquisito".
Miró de arriba a abajo al hombre, dándose cuenta de que en su larga estancia en Loguetown no le había visto ni una sola vez, y de haberse encontrado con él, sin duda le habría recordad, no tenía un atuendo muy discreto, y la gente excéntrica solía pertenecer a alguna banda pirata.
- No tienes aspecto de ser de la isla... ¿Qué le trae por Loguetown, caballero? - hizo una forzada reverencia, con sarcasmo.
El marine dirigió una mirada a Caspio, restregándole con malicia que no tenía aspecto de persona adinerada. Aquello no le molestaba. Lo que le dolía era que alguien se metiera en conversaciones ajenas sin tener la vergüenza de saludar ni siquiera. A alguien tan maleducado había que enseñarle modales, ya fuera por las buenas o por las malas.
- No tienes aspecto de ser de la isla... ¿Qué le trae por Loguetown, caballero?- Dijo el marine, con una malintencionada reverencia.
Aquel hombre estaba agotando su paciencia, y tenía demasiad cerca sus armas como para dejar pasar aquella afrenta. Se puso en pie con clama, se ajustó el sombrero y recolocó la capa. Se llevó la mano izquierda a la empuñadura de su bastarda y se acercó lentamente al Marine. Bajo el sombrero sus ojos azules parecían gélidos, y en las sombras su rostro era aterrador.
-Vengo a descansar, lejos de problemas, y tú pareces buscarlos. Largo de mi vista.
- No tienes aspecto de ser de la isla... ¿Qué le trae por Loguetown, caballero?- Dijo el marine, con una malintencionada reverencia.
Aquel hombre estaba agotando su paciencia, y tenía demasiad cerca sus armas como para dejar pasar aquella afrenta. Se puso en pie con clama, se ajustó el sombrero y recolocó la capa. Se llevó la mano izquierda a la empuñadura de su bastarda y se acercó lentamente al Marine. Bajo el sombrero sus ojos azules parecían gélidos, y en las sombras su rostro era aterrador.
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Al parecer el hombre se había enfadado, una lástima, parecía un hombre agradable, intentaría solucionar esos problemas, pues si destrozaba otra taberna, seguramente en el cuartel no estarían nada contentos, ya había causado algún que otro altercado.
- Hey, tranquilo, amigo. No busco problemas, tan solo información. Tienes una boca muy grande, espero que la acompañes de una mente semejante... Siento haberos ofendido, mi nombre es Teravan, pertenezco a la marina, como habrás podido observar. - Fijó su mirada en donde se posaba la mano de su interlocutor, tendría que tener cuidado.
- Venga, te invito a una copa, no queremos causar problemas a este amable posadero, ¿verdad?. - dijo mientras se llevaba la mano a la espalda y ponía el pulgar en forma de cañón, tan solo tenía en el estómago un par de balas y un dardo tranquilizante... Tendría que comer algo de munición cuanto antes si no quería dispararle cerveza.
- Hey, tranquilo, amigo. No busco problemas, tan solo información. Tienes una boca muy grande, espero que la acompañes de una mente semejante... Siento haberos ofendido, mi nombre es Teravan, pertenezco a la marina, como habrás podido observar. - Fijó su mirada en donde se posaba la mano de su interlocutor, tendría que tener cuidado.
- Venga, te invito a una copa, no queremos causar problemas a este amable posadero, ¿verdad?. - dijo mientras se llevaba la mano a la espalda y ponía el pulgar en forma de cañón, tan solo tenía en el estómago un par de balas y un dardo tranquilizante... Tendría que comer algo de munición cuanto antes si no quería dispararle cerveza.
-No, gracias.
Sacó su bolsa y dejó unas pocas monedas sobre la barra. La recogió y la guardó devuelta en el bolsillo, dándole la espalda al Marine. Salió por la puerta, y la cerró con un golpe sordo. Odiaba estar cerca de marines que se creían superiores por trabajar para el gobierno. Caminó por las calles sin rumbo fijo hasta llegar a la panadería donde aquel hombre tenía un retrato suyo. El hombre estaba haciendo unos simples bollos de canela, se notaba en el olor de la masa. Era bastante dulce, y tenía ese aroma que acompaña siempre a las ramas. No parecía que los estuviera haciendo correctamente. La masa tenía grumos, y la canela no estaba retirada una vez mezclada. Tenía que intervenir si no quería seguir viendo aquella monstruosidad.
-Aparta de ahí- Dijo, al tiempo que se quitaba la capa y el sombrero, dejándolos en una silla que había tras el mostrador-. Qué vergüenza.
Se llevó el cabello a la nuca, dejándolo en una coleta, permitiendo al hombre ver su cicatriz. Éste se hizo a un lado, aparentemente sabiendo quién era. Se arremangó la camisa y comenzó a medir proporciones. "Por cada tres cucharadas de azúcar, dos de harina, la caña entera...". Comenzó a hacer sus bollos de canela, poniendo especial atención a cada detalle, hasta meterlos en el horno. Estaba caliente, pero demasiado. Lo apagó. "Como máximo 150... Esto funciona como las magdalenas", pensaba con incredulidad, preguntándose cómo alguien tan anciano podía cagarla tanto. Para cuando el horno enfrió lo suficiente, la masa del anciano había fermentado, y la levadura destruía el bizcocho, dejando una masa irregular e informe. Sobre el molde que iba a utilizar el hombre (un molde semiesférico), vertió la masa propia sin llegar a rebosar los moldes, pues acabarían por subir mucho. Los metió al horno, y le dijo al anciano:
-¿Ves? Se hacen así. Ahora vamos a ver qué tal quedan- El hombre no dijo palabra, aunque su ánimo era una mezcla entre agradecido y ofendido-. Luego me iré, y no hables de esto a nadie.
Sacó su bolsa y dejó unas pocas monedas sobre la barra. La recogió y la guardó devuelta en el bolsillo, dándole la espalda al Marine. Salió por la puerta, y la cerró con un golpe sordo. Odiaba estar cerca de marines que se creían superiores por trabajar para el gobierno. Caminó por las calles sin rumbo fijo hasta llegar a la panadería donde aquel hombre tenía un retrato suyo. El hombre estaba haciendo unos simples bollos de canela, se notaba en el olor de la masa. Era bastante dulce, y tenía ese aroma que acompaña siempre a las ramas. No parecía que los estuviera haciendo correctamente. La masa tenía grumos, y la canela no estaba retirada una vez mezclada. Tenía que intervenir si no quería seguir viendo aquella monstruosidad.
-Aparta de ahí- Dijo, al tiempo que se quitaba la capa y el sombrero, dejándolos en una silla que había tras el mostrador-. Qué vergüenza.
Se llevó el cabello a la nuca, dejándolo en una coleta, permitiendo al hombre ver su cicatriz. Éste se hizo a un lado, aparentemente sabiendo quién era. Se arremangó la camisa y comenzó a medir proporciones. "Por cada tres cucharadas de azúcar, dos de harina, la caña entera...". Comenzó a hacer sus bollos de canela, poniendo especial atención a cada detalle, hasta meterlos en el horno. Estaba caliente, pero demasiado. Lo apagó. "Como máximo 150... Esto funciona como las magdalenas", pensaba con incredulidad, preguntándose cómo alguien tan anciano podía cagarla tanto. Para cuando el horno enfrió lo suficiente, la masa del anciano había fermentado, y la levadura destruía el bizcocho, dejando una masa irregular e informe. Sobre el molde que iba a utilizar el hombre (un molde semiesférico), vertió la masa propia sin llegar a rebosar los moldes, pues acabarían por subir mucho. Los metió al horno, y le dijo al anciano:
-¿Ves? Se hacen así. Ahora vamos a ver qué tal quedan- El hombre no dijo palabra, aunque su ánimo era una mezcla entre agradecido y ofendido-. Luego me iré, y no hables de esto a nadie.
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Aún le mosqueaba el aspecto de ese hombre, creía haberle visto en alguna parte, pero no caía en la cuenta. Se giró hacia el dependiente, llevando su mano al bolsillo y sacando un par de monedas, mas al dárselas vio en la pared un retrato muy familiar. Se llevó su mano al bolsillo y sacó el cartel de "Se busca" que a tantos taberneros había enseñado, y recordó dónde había visto a aquel extraño personaje...
- Cada día pienso que soy más imbécil... la culpa es de la cerveza...- dijo mirando de reojo al posadero. Se había cruzado con el Señor Nat, había hablado con él, y no se había dado ni cuenta. Salió a toda prisa de la taberna, buscando a ese hombre y, por fortuna, caminaba despacio, con calma, por lo que pudo verlo en la lejanía. Corrió hasta quedarse a unos veinte metros de él y lo empezó a seguir disimuladamente, desde la distancia.
Llevaba un rato persiguiéndolo cuando de repente se metió en una panadería. Teravan miró extrañado el local, sin explicarse qué asuntos podía tener un criminal en un local de esa clase. Esperó fuera durante un tiempo, esperando a que saliese, y cuando lo hizo, se acercó a él sin reparos.
- Creo que tenemos que hablar. - Se puso a su lado y sacó el cartel de su bolsillo, poniéndoselo delante de la cara. - Entrégate, si no te importa, estoy algo cansado y quiero volver al cuartel cuanto antes... - dijo de forma casi distraída, preparándose para luchar.
- Cada día pienso que soy más imbécil... la culpa es de la cerveza...- dijo mirando de reojo al posadero. Se había cruzado con el Señor Nat, había hablado con él, y no se había dado ni cuenta. Salió a toda prisa de la taberna, buscando a ese hombre y, por fortuna, caminaba despacio, con calma, por lo que pudo verlo en la lejanía. Corrió hasta quedarse a unos veinte metros de él y lo empezó a seguir disimuladamente, desde la distancia.
Llevaba un rato persiguiéndolo cuando de repente se metió en una panadería. Teravan miró extrañado el local, sin explicarse qué asuntos podía tener un criminal en un local de esa clase. Esperó fuera durante un tiempo, esperando a que saliese, y cuando lo hizo, se acercó a él sin reparos.
- Creo que tenemos que hablar. - Se puso a su lado y sacó el cartel de su bolsillo, poniéndoselo delante de la cara. - Entrégate, si no te importa, estoy algo cansado y quiero volver al cuartel cuanto antes... - dijo de forma casi distraída, preparándose para luchar.
Los bollos salieron del horno, perfectos, redondeados, como pechos de ángel. Los desmoldó sobre una bandeja con sumo cuidado, y los posicionó de forma que hacían una bella pirámide, pero sobraban dos. Sin mediar palabra recogió sus cosas. Se colocó la capa, con el protector al hombro izquierdo, y el sombrero, ocultando de nuevo su rostro. Colocó las armas correctamente y Cogió los dos bollos sobrantes, uno con cada mano, y tras despedirse del panadero, salió dándole un mordisco a uno. En la calle, con el bollo a medio comer, y se encontró al marine. Parecía cansado, aunque dispuesto a hacerle frente.
- Creo que tenemos que hablar. - Se le puso al lado y sacó el cartel de su bolsillo, poniéndoselo delante de la cara. - Entrégate, si no te importa, estoy algo cansado y quiero volver al cuartel cuanto antes...
Aquello lo llenó de un mundo de posibilidades. No sabía que tenía recompensa, aunque tampoco lo impresionaba. Una pequeña masacre en una ciudad no pasaba muy desapercibida. Pero ahora que era parte de la tripulación de un yonkaikyo, y la mayor parte de la gente aún no lo sabía. Y por eso llevaba el anillo con el símbolo del conde. Así podía salir de situaciones desagradables, sin mucho problema. Una lucecita brillante se encendió en su cabeza.
-Vale, pero yo me quedo con la mitad del dinero.
Miró al marine, esperando su reacción. Sin duda era raro que alguien se ofreciera a dejarse capturar, y menos aún negociara para ello exigiendo el botín. Sólo le faltaba saber qué pensaba su nuevo compañero de chanchullos.
- Creo que tenemos que hablar. - Se le puso al lado y sacó el cartel de su bolsillo, poniéndoselo delante de la cara. - Entrégate, si no te importa, estoy algo cansado y quiero volver al cuartel cuanto antes...
Aquello lo llenó de un mundo de posibilidades. No sabía que tenía recompensa, aunque tampoco lo impresionaba. Una pequeña masacre en una ciudad no pasaba muy desapercibida. Pero ahora que era parte de la tripulación de un yonkaikyo, y la mayor parte de la gente aún no lo sabía. Y por eso llevaba el anillo con el símbolo del conde. Así podía salir de situaciones desagradables, sin mucho problema. Una lucecita brillante se encendió en su cabeza.
-Vale, pero yo me quedo con la mitad del dinero.
Miró al marine, esperando su reacción. Sin duda era raro que alguien se ofreciera a dejarse capturar, y menos aún negociara para ello exigiendo el botín. Sólo le faltaba saber qué pensaba su nuevo compañero de chanchullos.
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El marine abrió los ojos cuanto pudo ante la respuesta, era la primera vez que un delincuente se entregaba con tanta facilidad. Y también la primera que le le ofrecían un trato de tal calibre... Miró la recompensa del cartel y se le hizo la boca agua, podría comprar muchas cosas con ese dinero, para mejorar sus habilidades y para obtener la valiosa munición que tenía pensada.
Teravan siempre había querido comprar un implante cyborg para su ojo, pues así podría aumentar su visión y mejorar su buena puntería. También tenía pensados varios proyectos, como ingeniero que era. Muchos de ellos relacionados con el kairoseki, y para eso, además de rango, se necesitaba dinero.
No le hizo falta pensarse mucho la decisión que iba a tomar, siempre se tomaba las normas con mucha filosofía, y esta ocasión no iba a ser diferente... El problema iba a ser hacerlo de una forma que la marina se tragase que no se había entregado, o tal vez no podría cobrar la recompensa.
Estuvo un rato pensando, y cuando se le ocurrió cómo llevarlo a cabo, se lo comentó a su socio.
- Ven conmigo, te diré lo que vamos a hacer. - dijo con convicción, caminando hacia el cuartel de la marina.
Teravan siempre había querido comprar un implante cyborg para su ojo, pues así podría aumentar su visión y mejorar su buena puntería. También tenía pensados varios proyectos, como ingeniero que era. Muchos de ellos relacionados con el kairoseki, y para eso, además de rango, se necesitaba dinero.
No le hizo falta pensarse mucho la decisión que iba a tomar, siempre se tomaba las normas con mucha filosofía, y esta ocasión no iba a ser diferente... El problema iba a ser hacerlo de una forma que la marina se tragase que no se había entregado, o tal vez no podría cobrar la recompensa.
Estuvo un rato pensando, y cuando se le ocurrió cómo llevarlo a cabo, se lo comentó a su socio.
- Ven conmigo, te diré lo que vamos a hacer. - dijo con convicción, caminando hacia el cuartel de la marina.
El marine pareció convencido por sus palabras. Muchos marines tenían sueldos bajos y sobrevivían con pequeños delincuentes que capturaban de vez en cuando. Sin embargo más de un millón de Berries eran una jugosa suma, y no lo suficiente para que, tras algo de tiempo, el gobierno reclamara la recompensa. Al fin y al cabo, el error era de los hombres que no retiraron sus carteles de la circulación, y no de un pobre marine que sólo buscaba ganar un sobresueldo, y de manera muy eficiente, pues ni siquiera habría derramamiento de sangre. El muchacho se lo estaba pensando en serio. Tardó un rato en responder, pero cuando lo hizo, Nat estuvo seguro de qué quería hacer.
Lo instó a seguirle, y eso hizo. Por el camino le fue explicando los detalles del plan, y sonaba bastante interesante. En realidad no necesitaba mucho el dinero, pero siempre le gustó cobrar por cada cabeza que entregaba, y la suya no iba a ser menos. Era cuestión de orgullo. Caminaban por una amplia calle principal, repleta de puestos de verduras y frutas. No podía evitar pararse en cada uno de ellos, distrayéndose del plan y obligando a su acompañante a repetirlo una y otra vez. No era idiota, pero así lo estaba tratando y así debía comportarse. Llevar la contraria a un marine estaba feo. Aquello, ciertamente era divertido, incluso le pareció que el hombre se enfadaba. No tardaron mucho, sin embargo, en llegar al cuartel de la marina.
-Hora del paso dos, Teravan.
Lo instó a seguirle, y eso hizo. Por el camino le fue explicando los detalles del plan, y sonaba bastante interesante. En realidad no necesitaba mucho el dinero, pero siempre le gustó cobrar por cada cabeza que entregaba, y la suya no iba a ser menos. Era cuestión de orgullo. Caminaban por una amplia calle principal, repleta de puestos de verduras y frutas. No podía evitar pararse en cada uno de ellos, distrayéndose del plan y obligando a su acompañante a repetirlo una y otra vez. No era idiota, pero así lo estaba tratando y así debía comportarse. Llevar la contraria a un marine estaba feo. Aquello, ciertamente era divertido, incluso le pareció que el hombre se enfadaba. No tardaron mucho, sin embargo, en llegar al cuartel de la marina.
-Hora del paso dos, Teravan.
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Llegaron a la plaza que estaba delante del cuartel de la Marina. Se separaron, haciendo como si no se hubiesen visto antes. Nat empezó a caminar distraído por la zona, como si estuviese paseando y Teravan hizo lo propia en la dirección contraria, calculando la velocidad para encontrarse con él frente al cuartel.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para poder reconocerle, Teravan sacó el cartel de su bolsillo e hizo como que comparaba su aspecto con el del hombre que caminaba hacia él. Cuando pasaron un par de segundos, alzó la voz lo más alto que pudo, para llamar la atención de los presentes.
- Tú, te pareces demasiado al hombre de este boceto... Debes de ser Señor Nat. Entrégate o prepárate para combatir, no me resultará demasiado difícil. - dijo señalándole con el dedo índice, mientras con la otra sujetaba el cartel.
Aguardó a su respuesta, y tras estar un rato alardeando de forma un tanto exagerada, repitiendo una y otra vez que iban a ser los ganadores, empezaron a correr el uno contra el otro, en una brutal carga, mas cuando estaba a una distancia de unos centímetros, se pararon y se miraron a la cara.
Entonces Teravan echó hacia atrás su mano, y con una fuerza mínima le dio una bofetada a su contrincante.
- ¡Noob Hit! [AD]
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para poder reconocerle, Teravan sacó el cartel de su bolsillo e hizo como que comparaba su aspecto con el del hombre que caminaba hacia él. Cuando pasaron un par de segundos, alzó la voz lo más alto que pudo, para llamar la atención de los presentes.
- Tú, te pareces demasiado al hombre de este boceto... Debes de ser Señor Nat. Entrégate o prepárate para combatir, no me resultará demasiado difícil. - dijo señalándole con el dedo índice, mientras con la otra sujetaba el cartel.
Aguardó a su respuesta, y tras estar un rato alardeando de forma un tanto exagerada, repitiendo una y otra vez que iban a ser los ganadores, empezaron a correr el uno contra el otro, en una brutal carga, mas cuando estaba a una distancia de unos centímetros, se pararon y se miraron a la cara.
Entonces Teravan echó hacia atrás su mano, y con una fuerza mínima le dio una bofetada a su contrincante.
- ¡Noob Hit! [AD]
Nat caminó relajadamente entre todos los puestos mientras el marine se alejaba en dirección al cuartel. Ya los había visto, pero el plan era darle a Teravan algo de tiempo para no aparecer juntos, como amiguetes. Buscaba por cada puesto, cada sitio y recoveco, y miraba a ve si vendían algo interesante. No eran puestos especialmente llamativos, pero muchas veces era fácil ocultar cebollas en un maizal. No había objetos especialmente extravagantes, ni armas pulidas, ni siquiera collares de perlas. Menuda vergüenza. ¿Teravan habría llegado ya? Menudo aburrimiento de sitio.
Se puso en camino al cuartel. El cielo estaba despejado, y las calles eran amplias. Era un lugar agradable, pese a ser aburrido. Estar allí un tiempo reducido podría ser incluso soportable, pese a que parecía que nadie sabía preparar ningún tipo de bollería en la ciudad. No tardó mucho en llegar, y encontrar al Marine en la plaza, fingiendo mirar un cartel de Wanted, imitando un gesto de conmoción mientras se acercaba. De repente, con una exageración en el gesto bastante estúpida, pero tal vez convincente, comenzó a hablar.
- Tú, te pareces demasiado al hombre de este boceto... Debes de ser Señor Nat. Entrégate o prepárate para combatir, no me resultará demasiado difícil.
Dijo alguna cosa más, en cualquier caso falta de sentido, vociferando y vanagloriándose de sus capacidades de lucha.
-Tú que te lo has creído- Dijo Nat, mostrando una voz de valentía sin par, y una pose dramática-. Jamás un hombre de mi calidad caerá ante un plebeyo como vos. ¡Sufrirás!
Entonces, como estaba planeado, el marine corrió hacia él y le asestó un golpe extremadamente cariñoso en la cara. Nat se tiró al suelo, dejando que su capa se manchara, ya la lavaría con lo que ganara del chanchullo. Se levantó, imaginando mientras tanto gatitos abandonados, y consiguió llorar.
-No, por favor, no más. Me rindo, llévame al cuartel, no quiero seguir luchando contra ti- se acercó a él, poniendo las manos en posición para recibir las esposas, y le susurró al oído, de forma que nadie más oyera-. Luego no te olvides de sacar la mitad del dinero para que te robe la otra parte- Ya hablando más normal, habló de nuevo-. No puedo soportar la dureza de tus golpes, o poderoso marine.
Ahora el plan estaba en manos de teravan.
Se puso en camino al cuartel. El cielo estaba despejado, y las calles eran amplias. Era un lugar agradable, pese a ser aburrido. Estar allí un tiempo reducido podría ser incluso soportable, pese a que parecía que nadie sabía preparar ningún tipo de bollería en la ciudad. No tardó mucho en llegar, y encontrar al Marine en la plaza, fingiendo mirar un cartel de Wanted, imitando un gesto de conmoción mientras se acercaba. De repente, con una exageración en el gesto bastante estúpida, pero tal vez convincente, comenzó a hablar.
- Tú, te pareces demasiado al hombre de este boceto... Debes de ser Señor Nat. Entrégate o prepárate para combatir, no me resultará demasiado difícil.
Dijo alguna cosa más, en cualquier caso falta de sentido, vociferando y vanagloriándose de sus capacidades de lucha.
-Tú que te lo has creído- Dijo Nat, mostrando una voz de valentía sin par, y una pose dramática-. Jamás un hombre de mi calidad caerá ante un plebeyo como vos. ¡Sufrirás!
Entonces, como estaba planeado, el marine corrió hacia él y le asestó un golpe extremadamente cariñoso en la cara. Nat se tiró al suelo, dejando que su capa se manchara, ya la lavaría con lo que ganara del chanchullo. Se levantó, imaginando mientras tanto gatitos abandonados, y consiguió llorar.
-No, por favor, no más. Me rindo, llévame al cuartel, no quiero seguir luchando contra ti- se acercó a él, poniendo las manos en posición para recibir las esposas, y le susurró al oído, de forma que nadie más oyera-. Luego no te olvides de sacar la mitad del dinero para que te robe la otra parte- Ya hablando más normal, habló de nuevo-. No puedo soportar la dureza de tus golpes, o poderoso marine.
Ahora el plan estaba en manos de teravan.
Teravan Finger-bullet
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Teravan se sorprendió al ver las lágrimas de su socio, verdaderamente era un gran actor. Su golpe había sido realmente débil, y había conseguido la habilidad suficiente como para soltar algunas lágrimas... ¿Se lo creerían el resto de marines? Realmente no importaba, tan solo tenía que entregarlo y cobrar la recompensa... Luego él se las apañaría para salir de allí de alguna forma.
En cuanto le tendió las manos le puso las esposas, le puso una mano en el hombro y le dio un leve empujón hacia el cuartel, entrando con una cara triunfal en el mismo. Se acercó al encargado y le dijo sin preámbulos:
- He venido a cobrar la recompensa de este criminal, lo acabo de capturar tras un combate extenuador. - dijo pasándose el dorso de la mano por la frente.
- Pues no parece que tengáis muchas heridas... - el encargado allzó una ceja. - En fin, supongo que ya sabes que como marine solo te corresponde la mitad de la recompensa... - Comienza a buscar en una sala y sale de ella con una bolsa repleta de billetes y con el símbolo de berry pintado en ella. - Aquí tienes, no te atragantes con todo el alcohol que compres.
Teravan salió muy satisfecho del cuartel, con su bolsa de berries en la mano, se la colgó del cinturón y fue caminando por la calle hasta un callejón cercano, una vez dentro, esperó unos segundos y salió corriendo, con cara alarmada, a la entrada del mismo.
- ¡Me han robado!¡Alerta!¡Que alguien coja al ladrón, ha escapado por los tejados! - dijo gritando, con aire de desesperación, mientras la gente se aproximaba y corría por las calles que rodeaban ese callejón, el simulacro estaba hecho, ahora solo faltaba que su socio se presentase en el callejón de la taberna donde se encontraron, al anochecer. Estaría esperándole.
En cuanto le tendió las manos le puso las esposas, le puso una mano en el hombro y le dio un leve empujón hacia el cuartel, entrando con una cara triunfal en el mismo. Se acercó al encargado y le dijo sin preámbulos:
- He venido a cobrar la recompensa de este criminal, lo acabo de capturar tras un combate extenuador. - dijo pasándose el dorso de la mano por la frente.
- Pues no parece que tengáis muchas heridas... - el encargado allzó una ceja. - En fin, supongo que ya sabes que como marine solo te corresponde la mitad de la recompensa... - Comienza a buscar en una sala y sale de ella con una bolsa repleta de billetes y con el símbolo de berry pintado en ella. - Aquí tienes, no te atragantes con todo el alcohol que compres.
Teravan salió muy satisfecho del cuartel, con su bolsa de berries en la mano, se la colgó del cinturón y fue caminando por la calle hasta un callejón cercano, una vez dentro, esperó unos segundos y salió corriendo, con cara alarmada, a la entrada del mismo.
- ¡Me han robado!¡Alerta!¡Que alguien coja al ladrón, ha escapado por los tejados! - dijo gritando, con aire de desesperación, mientras la gente se aproximaba y corría por las calles que rodeaban ese callejón, el simulacro estaba hecho, ahora solo faltaba que su socio se presentase en el callejón de la taberna donde se encontraron, al anochecer. Estaría esperándole.
Teravan lo entregó, y el encargado del calabozo parecía desconfiar de las palabras de su compañero, aunque no le importó mucho. En un momento fue a la tesorería y sacó un saquete lleno de billetes. Le dio la bolsa, y se llevó a Nat a una celda. El hombre ni se molestó en quitarle las armas, era un poco inútil. Éste esperó pensando en cómo iba a gastarse ese dinero, imaginando la cantidad de alcoholes de buena calidad podía catar con aquella cifra. Además era discreta, con lo que nadie notaría que estaba gastando fuentes de oro ni cosas similares. Sólo tenía que esperar a escuchar la señal.
- ¡Me han robado!¡Alerta!¡Que alguien coja al ladrón, ha escapado por los tejados! - Se escuchó a lo lejos.
-¡Carcelero! ¿Sabes quién soy?- Gritó Nat, con fingido enfado.
-¡Un preso!- Respondió el hombre, sin inmutarse.
"Qué se le va a hacer, no quiere cooperar", pensó Nat mientras un cambio de planes se urdía en su interior. Usando su fortaleza (Haki armadura), dio un puñetazo a la puerta de madera, que reventó. Cuando el hombre intentó detenerlo, le cercenó el cuello. Aprovechó para coger todos los Berries que le dio tiempo. Iba por 10.000 cuando detectó un par de presencias bajando unas escaleras. Corrió, dejando atrás el cadáver del hombre, y sin que los otros le vieran. Pudo oír sus gritos de "Qué carajo" mientras escapaba, hasta que chocó con Teravan.
-Ha habido un cambio de planes, dame mi parte.
La cogió, y salió corriendo. Seguramente el marine no entendiera aquello, pero acababa de ahorrarle semanas limpiando los suelos del cuartel. Sólo esperaba que no sospecharan que fue todo una farsa.
- ¡Me han robado!¡Alerta!¡Que alguien coja al ladrón, ha escapado por los tejados! - Se escuchó a lo lejos.
-¡Carcelero! ¿Sabes quién soy?- Gritó Nat, con fingido enfado.
-¡Un preso!- Respondió el hombre, sin inmutarse.
"Qué se le va a hacer, no quiere cooperar", pensó Nat mientras un cambio de planes se urdía en su interior. Usando su fortaleza (Haki armadura), dio un puñetazo a la puerta de madera, que reventó. Cuando el hombre intentó detenerlo, le cercenó el cuello. Aprovechó para coger todos los Berries que le dio tiempo. Iba por 10.000 cuando detectó un par de presencias bajando unas escaleras. Corrió, dejando atrás el cadáver del hombre, y sin que los otros le vieran. Pudo oír sus gritos de "Qué carajo" mientras escapaba, hasta que chocó con Teravan.
-Ha habido un cambio de planes, dame mi parte.
La cogió, y salió corriendo. Seguramente el marine no entendiera aquello, pero acababa de ahorrarle semanas limpiando los suelos del cuartel. Sólo esperaba que no sospecharan que fue todo una farsa.
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