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El barco de la marina avanzaba por aquella isla conocida como Little Garden. Las órdenes del comodoro Krauser eran muy claras, la última vez que este estuvo allí junto a su mentor Lion D. Karl, tuvieron que eliminar una base revolucionaria. Ahora la historia se repetía pero de otra forma, los revolucionarios habían tomado una base antigua encontrada tras una cascada y habían enviado un equipo táctico especial. Krauser podría haber seleccionado a cualquiera de su brigada especial llamada “La élite” sin embargo había oído de una joven tiradora recién entrada en el mundo de la marina. Había entendido que ella había estado buscando un buen equipo al que unirse, en las filas del demonio de la niebla no contaban con muchos tiradores y tan solo disponían de Joseph con su extraña arma. Por ello pensó en unirla a su propio equipo de caza. A ella le habían proporcionado un camarote en el interior del barco y sus órdenes eran no moverse de allí, hasta que un superior llegara para informarla. El barco echó el ancla cerca de la arena y en ese momento fueron al camarote del líder de la operación. Un soldado pegó en la puerta de Krauser. –Comodoro estamos listos, ya puede salir. –Dijo aquel hombre esperando una respuesta.
En el interior de ese camarote se encontraba el demonio de la niebla, estaba echado sobre su cama, su pelo estaba corto y despeinado como siempre. Sus vendajes blancos cubrían su rostro y sus castaños ojos observaban el techo del camarote. No llevaba camiseta puesta, así dejaba ver su musculoso cuerpo. Llevaba sus pantalones largos y negros de siempre y sus guantes de tela grises que le llegaban a los codos y no tenían tela en la zona de los dedos, para dejarle libertad. En sus pies portaba sus sandalias finas de madera para desplazarse mucho más rápido sin hacer ruido. No había cargado en su equipaje ni su escopeta, ni su beretta 92, ni su pistola de bengalas. Simplemente llevaba su arma de toda la vida, esta se encontraba bajo su cama, poco tardó el marine en meter la mano bajo esta y cogerla por el mango. Sacó el enorme espadón casi más grande que él. Tuvo mucho cuidado al cogerla pues el filo estaba hecho de Kairouseki y podría haber sido letal para él, tocarlo, se hubiera quedado muy débil. Metió el espadón en la funda negra de su espalda y se levantó acercándose a su cajón.
Allí cogió su mango extensible metiéndolo después en su bolsillo, por ultimo salió por la puerta y miró aquel hombre a los ojos para después hablarle en un tono calmado y muy tranquilo. –Avisen a la recluta Minako, que se presente ante mí en cubierta enseguida, y que lleve su armamento, salimos al recreo. –Tras aquellas palabras se dirigió a cubierta, pudo ver que el cielo estaba tranquilo y sin rastro de lluvia, el sol estaba saliendo pues serían como las seis y media de la mañana. El marine podía ver la isla donde estuvo con su mentor, allí demostró ser uno de los más letales marines que existían, además de un perfecto asesino. Se acercó a la borda del barco y se sentó dándole la espalda a la isla para poder mirar a cubierta. Unos cuatro hombres ya estaban alrededor del comodoro listos para la acción, iban a ir un grupo de seis personas. Todavía faltaba una por llegar, y esa persona era Minako, el recluta había ido a su camarote a avisarla por lo que seguramente no tardaría mucho en llegar, no había ninguna prisa y esperaba paciente a que llegara, le iba a esperar un día muy pero que muy agitado y largo.
En el interior de ese camarote se encontraba el demonio de la niebla, estaba echado sobre su cama, su pelo estaba corto y despeinado como siempre. Sus vendajes blancos cubrían su rostro y sus castaños ojos observaban el techo del camarote. No llevaba camiseta puesta, así dejaba ver su musculoso cuerpo. Llevaba sus pantalones largos y negros de siempre y sus guantes de tela grises que le llegaban a los codos y no tenían tela en la zona de los dedos, para dejarle libertad. En sus pies portaba sus sandalias finas de madera para desplazarse mucho más rápido sin hacer ruido. No había cargado en su equipaje ni su escopeta, ni su beretta 92, ni su pistola de bengalas. Simplemente llevaba su arma de toda la vida, esta se encontraba bajo su cama, poco tardó el marine en meter la mano bajo esta y cogerla por el mango. Sacó el enorme espadón casi más grande que él. Tuvo mucho cuidado al cogerla pues el filo estaba hecho de Kairouseki y podría haber sido letal para él, tocarlo, se hubiera quedado muy débil. Metió el espadón en la funda negra de su espalda y se levantó acercándose a su cajón.
Allí cogió su mango extensible metiéndolo después en su bolsillo, por ultimo salió por la puerta y miró aquel hombre a los ojos para después hablarle en un tono calmado y muy tranquilo. –Avisen a la recluta Minako, que se presente ante mí en cubierta enseguida, y que lleve su armamento, salimos al recreo. –Tras aquellas palabras se dirigió a cubierta, pudo ver que el cielo estaba tranquilo y sin rastro de lluvia, el sol estaba saliendo pues serían como las seis y media de la mañana. El marine podía ver la isla donde estuvo con su mentor, allí demostró ser uno de los más letales marines que existían, además de un perfecto asesino. Se acercó a la borda del barco y se sentó dándole la espalda a la isla para poder mirar a cubierta. Unos cuatro hombres ya estaban alrededor del comodoro listos para la acción, iban a ir un grupo de seis personas. Todavía faltaba una por llegar, y esa persona era Minako, el recluta había ido a su camarote a avisarla por lo que seguramente no tardaría mucho en llegar, no había ninguna prisa y esperaba paciente a que llegara, le iba a esperar un día muy pero que muy agitado y largo.
Minako "two hands"
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En el interior del barco, dentro de su camarote, una joven esperaba impaciente. Tenía el cabello rojizo hasta media espalda y lo llevaba suelto y alborotado. Vestía un top negro de tiras y unos shorts vaqueros gastados.
Hacía poco que se había incorporado a las filas de la marina y había estado buscando un buen equipo con el que trabajar, era demasiado estricta en lo que al trabajo se refiere como para trabajar con un atajo de inútiles.
Tenía claro que todavía tenía mucho que aprender, pero sí de ella dependía aprendería de los mejores. Y parecía que la diosa de la fortuna estaba de su parte pues pocos días atrás habían mandado a buscarla para participar en una misión bajo las órdenes de un oficial superior. Nada más y nada menos que un comodoro. Aquel que apodaban, el demonio de la niebla.
Había oído hablar de él, según decían era duro, estricto y uno de los mejores. Sonrió de medio lado de forma un poco siniestra mientras permanecía tumbada en el catre jugando a lanzar al aire una pequeña navaja.
Ella no temía el trabajo duro, más bien al contrario, cuanto más difícil y peligroso fuera el trabajo, más divertido resultaría.
Dejó de jugar con la navaja cuando oyó golpear la puerta.
-adelante-dijo incorporándose para quedar sentada en la orilla del catre. Un recluta abrió la puerta lo justo para asomar la cabeza.
-hemos llegado al destino, el comodoro solicita su presencia en cubierta señorita, vamos a comenzar la misión.
Minako se levanto sonriendo y calzándose sus botas de suela de goma. Silenciosas y resistentes, que escondían cuchillas en las suelas.
-genial, ya iba siendo hora, y no me llames señorita, no lo soy.
Sin una palabra más, cogió el arnés de cuero con cartucheras de el respaldo de la cama y se lo ajusto bien al torso guardando sus amadas pistolas gemelas, dos sig sauer p216 plateadas, con apliques de hueso blanco en las culatas y sendas calaveras grabadas.
Ajustó en su muslo izquierdo una funda de cuero negra con un cuchillo de caza de borde curvado y con la parte superior dentada. Después sacó del cajón de la mesa varios cargadores de repuesto y comprobó que estuvieran completos antes de guardarlos en su cinturón junto a la navaja y un par de cuchillos más pequeños.
Se recogió el pelo en una coleta, dejando un mechón a cada lado del rostro y cogió de detrás de la puerta su más reciente juguetito, un rifle de francotirador M107 reluciente.
Comprobó que nada se le olvidaba y con una sonrisa satisfecha se colgó el rifle del hombro y salió.
Siguió al recluta por el camino a cubierta, este no dijo una palabra y ella solo bostezó de aburrimiento.
-" esperemos que empiece pronto la fiesta a tendré que echarme una siesta"
Cuando llegaron a cubierta los demás ya estaban preparados. Un hombre permanecía de frente a ellos, sabía quién era. El comodoro de la marina Krauser, el demonio de la niebla.
Minako lo recorrió con la mirada, era alto, tenía el cabello revuelto, parte del rostro oculta tras unas vendas y un aura que realmente podría ponerle los pelos de punta a cualquiera.
Sin embargo, ella había visto demasiado para dejarse asustar por las apariencias.
-Perdón por la espera, señor, estaba reuniendo mis juguetes ¿Ya nos vamos a jugar?-Preguntó inclinando graciosamente la cabeza y sonriendo de medio lado.
Hacía poco que se había incorporado a las filas de la marina y había estado buscando un buen equipo con el que trabajar, era demasiado estricta en lo que al trabajo se refiere como para trabajar con un atajo de inútiles.
Tenía claro que todavía tenía mucho que aprender, pero sí de ella dependía aprendería de los mejores. Y parecía que la diosa de la fortuna estaba de su parte pues pocos días atrás habían mandado a buscarla para participar en una misión bajo las órdenes de un oficial superior. Nada más y nada menos que un comodoro. Aquel que apodaban, el demonio de la niebla.
Había oído hablar de él, según decían era duro, estricto y uno de los mejores. Sonrió de medio lado de forma un poco siniestra mientras permanecía tumbada en el catre jugando a lanzar al aire una pequeña navaja.
Ella no temía el trabajo duro, más bien al contrario, cuanto más difícil y peligroso fuera el trabajo, más divertido resultaría.
Dejó de jugar con la navaja cuando oyó golpear la puerta.
-adelante-dijo incorporándose para quedar sentada en la orilla del catre. Un recluta abrió la puerta lo justo para asomar la cabeza.
-hemos llegado al destino, el comodoro solicita su presencia en cubierta señorita, vamos a comenzar la misión.
Minako se levanto sonriendo y calzándose sus botas de suela de goma. Silenciosas y resistentes, que escondían cuchillas en las suelas.
-genial, ya iba siendo hora, y no me llames señorita, no lo soy.
Sin una palabra más, cogió el arnés de cuero con cartucheras de el respaldo de la cama y se lo ajusto bien al torso guardando sus amadas pistolas gemelas, dos sig sauer p216 plateadas, con apliques de hueso blanco en las culatas y sendas calaveras grabadas.
Ajustó en su muslo izquierdo una funda de cuero negra con un cuchillo de caza de borde curvado y con la parte superior dentada. Después sacó del cajón de la mesa varios cargadores de repuesto y comprobó que estuvieran completos antes de guardarlos en su cinturón junto a la navaja y un par de cuchillos más pequeños.
Se recogió el pelo en una coleta, dejando un mechón a cada lado del rostro y cogió de detrás de la puerta su más reciente juguetito, un rifle de francotirador M107 reluciente.
Comprobó que nada se le olvidaba y con una sonrisa satisfecha se colgó el rifle del hombro y salió.
Siguió al recluta por el camino a cubierta, este no dijo una palabra y ella solo bostezó de aburrimiento.
-" esperemos que empiece pronto la fiesta a tendré que echarme una siesta"
Cuando llegaron a cubierta los demás ya estaban preparados. Un hombre permanecía de frente a ellos, sabía quién era. El comodoro de la marina Krauser, el demonio de la niebla.
Minako lo recorrió con la mirada, era alto, tenía el cabello revuelto, parte del rostro oculta tras unas vendas y un aura que realmente podría ponerle los pelos de punta a cualquiera.
Sin embargo, ella había visto demasiado para dejarse asustar por las apariencias.
-Perdón por la espera, señor, estaba reuniendo mis juguetes ¿Ya nos vamos a jugar?-Preguntó inclinando graciosamente la cabeza y sonriendo de medio lado.
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El marine continuaba allí sentado de forma calmada, estaba analizando a su equipo con la mirada. El primero era un cabo llamado Hyuman, su pelo era rubio y sus ojos morados, además de tez pálida y muy delgado. Vestía el uniforme de la marina y parecía ser un luchador debido a sus guantes de pinchos negro. El segundo era un tipo pelirrojo llamado Ienel. Sus ojos eran de un tono rojizo y sus armas eran dos katanas, se trataba de un espadachín y su rango era de recluta. El siguiente era un sargento de pelo moreno recogido por una coleta y de ojos verdes, era algo mas mayor y su arma parecía ser una hacha enorme, ya tenían un devastador en el equipo, su nombre era Brad. El cuarto era otro cabo de pelo azul y ojos dorados, era el más joven y en su armamento solo se podía ver un kunai, de modo que era un asesino al igual que Krauser, se llamaba Trevor. De repente se presentó una chica, se trataba de la recluta Minako, una buena tiradora, aquel grupo estaba formado por el comodoro, dos reclutas, dos cabos y un sargento. Al parecer, menos la chica y el asesino de las vendas, todos llevaban el uniforme puesto.
Krauser se levantó de forma calmada mientras los observaba. –Bien, es hora de jugar muchachos, ataos bien los machos porque salimos de caza, en esta selva hay una vieja base rebelde que yo mismo aniquilé hace unos meses junto al comodoro Lion D. Karl. Al parecer ha vuelto a ser tomada, esta vez no quiero errores, la misión es exterminarlos y quemar la base entera. Se encuentra detrás de una cascada del norte, ahora en marcha. –Una vez dio sus órdenes, se giró hacia la borda pero de repente se frenó al escuchar una voz. –Comodoro Krauser, espere. –La figura del marine estaba quieta observando aquel tipo esperándole, era un hombre bajito de pelo castaño y con unas gafas de sol, se trataba de un sargento mayor y parecía tener prisa. Aquel hombre esperó unos segundos para después toser un poco y empezar a hablar en un tono tranquilo con una leve sonrisa en su rostro. –En nombre de los altos cargos de la marina, debo y tengo el honor de decirle que ha sido ascendido de comodoro a Contra-Almirante. Al parecer su eliminación del asesino en serie Same D. Shark ha sido una gran noticia. –La mirada del marine ahora era de enfado, se giró observando la isla unos segundos.
Tras mirarla detenidamente sus puños se apretaron y acto seguido se giró con el ceño fruncido y con una expresión de pocos amigos. –No quiero el ascenso, no he hecho nada para merecerlo, solo he cumplido mi deber y he exterminado a un pirata, nada más. Hay muchos reclutas con mucho potencial y aún no los veo ascender a cabos. No aceptare un ascenso tan grande cuando muchos de mis hombres ni siquiera reciben unas tristes vacaciones de dos días. Cuando empiecen a preocuparse más por los ciudadanos y a tratar mejor a los reclutas aceptare un ascenso. –Una vez dijo sus palabras empezó a caminar hasta colocarse en el borde de la borda del barco, era increíble que los altos cargos solo se preocuparan de cosas sin importancia y lo ascendieran solo por haber eliminado a Shark. De repente la voz de aquel hombre se volvió a escuchar. –Lo lamento Contra-almirante, pero las instrucciones son claras y los almirantes desean eso. –El demonio de la niebla giró su cabeza y su cuerpo mirando al sargento con el ceño fruncido y pegando un grito con fuerza y mostrando el carácter tan fuerte y de tan mala leche que podía llegar a tener aquel demonio. –Pues dígale a los almirantes ¡Que se vayan todos a la mierda! ¡No acepto tonterías, poneos las pilas y empezad a pensar en los reclutas y en los ciudadanos joder! Chicos nos vamos. –Dijo en último lugar refiriéndose a sus hombres antes de saltar del barco y caer en la arena de forma perfecta clavando los pies en esta mientras ahora empezaba a caminar hacia la selva.
Krauser se levantó de forma calmada mientras los observaba. –Bien, es hora de jugar muchachos, ataos bien los machos porque salimos de caza, en esta selva hay una vieja base rebelde que yo mismo aniquilé hace unos meses junto al comodoro Lion D. Karl. Al parecer ha vuelto a ser tomada, esta vez no quiero errores, la misión es exterminarlos y quemar la base entera. Se encuentra detrás de una cascada del norte, ahora en marcha. –Una vez dio sus órdenes, se giró hacia la borda pero de repente se frenó al escuchar una voz. –Comodoro Krauser, espere. –La figura del marine estaba quieta observando aquel tipo esperándole, era un hombre bajito de pelo castaño y con unas gafas de sol, se trataba de un sargento mayor y parecía tener prisa. Aquel hombre esperó unos segundos para después toser un poco y empezar a hablar en un tono tranquilo con una leve sonrisa en su rostro. –En nombre de los altos cargos de la marina, debo y tengo el honor de decirle que ha sido ascendido de comodoro a Contra-Almirante. Al parecer su eliminación del asesino en serie Same D. Shark ha sido una gran noticia. –La mirada del marine ahora era de enfado, se giró observando la isla unos segundos.
Tras mirarla detenidamente sus puños se apretaron y acto seguido se giró con el ceño fruncido y con una expresión de pocos amigos. –No quiero el ascenso, no he hecho nada para merecerlo, solo he cumplido mi deber y he exterminado a un pirata, nada más. Hay muchos reclutas con mucho potencial y aún no los veo ascender a cabos. No aceptare un ascenso tan grande cuando muchos de mis hombres ni siquiera reciben unas tristes vacaciones de dos días. Cuando empiecen a preocuparse más por los ciudadanos y a tratar mejor a los reclutas aceptare un ascenso. –Una vez dijo sus palabras empezó a caminar hasta colocarse en el borde de la borda del barco, era increíble que los altos cargos solo se preocuparan de cosas sin importancia y lo ascendieran solo por haber eliminado a Shark. De repente la voz de aquel hombre se volvió a escuchar. –Lo lamento Contra-almirante, pero las instrucciones son claras y los almirantes desean eso. –El demonio de la niebla giró su cabeza y su cuerpo mirando al sargento con el ceño fruncido y pegando un grito con fuerza y mostrando el carácter tan fuerte y de tan mala leche que podía llegar a tener aquel demonio. –Pues dígale a los almirantes ¡Que se vayan todos a la mierda! ¡No acepto tonterías, poneos las pilas y empezad a pensar en los reclutas y en los ciudadanos joder! Chicos nos vamos. –Dijo en último lugar refiriéndose a sus hombres antes de saltar del barco y caer en la arena de forma perfecta clavando los pies en esta mientras ahora empezaba a caminar hacia la selva.
Minako "two hands"
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Minako se entusiasmó con la misión. Tener carta blanca para disparar a matar, sin tener que preocuparse de dejar al enemigo con vida por motivos burocráticos.
Cuando estaban a punto de dejar el navío, un hombre bajito de pelo castaño y pintas de necesitar una tila urgente llamó a su nuevo jefe.
Escuchó claramente como le felicitaba por su nuevo ascenso e hizo una mueca de desagrado de solo pensar que pudieran cancelar la misión por culpa de los trámites o esas cosas formales y aburridas que se hacían cuando un oficial ascendía a una alta posición.
Se sorprendió gratamente, no con el ascenso a contra-almirante de Krauser si no de su respuesta.
No pudo más que aplaudir mentalmente al demonio de la niebla. Normalmente los altos cargos de la marina no renunciarían a un ascenso ni aunque les cortaran las manos. La fama y las ventajas eran demasiado tentadoras para esos cerdos. Sin embargo este hombre no solo había renunciado al cargo en favor de sus reclutas si no que había mandado literalmente a la mierda a sus superiores.
Sonrió de medio lado cuando saltó a la playa dejando al tipo de las gafas de sol con cara de haber recibido una bofetada en la cara y lo siguió de inmediato saltando la borda apoyándose en ella con una mano y saltándola de lado.
Calló en la arena con un ruido sordo absorbiendo el peso de su cuerpo con las rodillas y miró a su alrededor.
Había plantas por todas partes, plantas que estaba segura no existían ya desde hacía miles de años. Por todas partes se percibían sonidos que a una persona normal le harían poner pies en polvorosa. Había oído hablar de aquella isla. Algunos reclutas con los que solía charlar mientras jugaban al póquer le habían comentado que estaba poblada por monstruos gigantescos de otra época.
Sonrió ante la posibilidad de cruzarse con alguno, tenía muchas ganas de comprobar cuanto de verdad tenían los rumores y si esos monstruos eran tan feroces.
Sacudió la cabeza alejando esos pensamientos.
-"no estamos aquí de vacaciones, primero la misión luego la diversión"- se recordó.
Caminó detrás del comodoro...contra-almirante...o la que fuera que era ahora aquel tipo colocándose a la su lado.
-no estarán muy contentos con esa respuesta que les ha dado jefe -dijo con una media sonrisa un tanto burlona sin dejar de mirar hacia el frente y los lados en busca de movimientos.
Cerró los ojos unos segundos y los volvió a abrir, sin embargo, su ojo derecho presentaba un extraño tono rojo que cubría todo el globo ocular y su pupila estaba claramente dilatada.
Se trataba de una lente ciborg especial implantada bajo su párpado que podía desplegar a voluntad y hacía el servicio de una lente de aumento con visión infrarroja.
Los infrarrojos no eran necesarios pues la luz del amanecer era más que suficiente de modo que desactivó los infrarrojos que le hacían daño a la vista y se concentro en usar la capacidad de aumento. La verdad es que no era muy diferente a mirar por una lente telescópica que usaban los francotiradores pero se ahorraba las líneas de calibración.
Cerró por un momento el ojo izquierdo para no tener dos referencias diferentes y se paro mirando al horizonte.
-hay una columna de humo más adelante, apenas un hilo, será de una fogata pequeña. Probablemente los centinelas la encendieran en la noche -sonrió sádicamente- no me parece muy inteligente señalar claramente su comité de bienvenida.
Sin dejar de sonreír sacó sus sig de las cartucheras y se colocó con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. Estaba preparada para empezar la fiesta.
Cuando estaban a punto de dejar el navío, un hombre bajito de pelo castaño y pintas de necesitar una tila urgente llamó a su nuevo jefe.
Escuchó claramente como le felicitaba por su nuevo ascenso e hizo una mueca de desagrado de solo pensar que pudieran cancelar la misión por culpa de los trámites o esas cosas formales y aburridas que se hacían cuando un oficial ascendía a una alta posición.
Se sorprendió gratamente, no con el ascenso a contra-almirante de Krauser si no de su respuesta.
No pudo más que aplaudir mentalmente al demonio de la niebla. Normalmente los altos cargos de la marina no renunciarían a un ascenso ni aunque les cortaran las manos. La fama y las ventajas eran demasiado tentadoras para esos cerdos. Sin embargo este hombre no solo había renunciado al cargo en favor de sus reclutas si no que había mandado literalmente a la mierda a sus superiores.
Sonrió de medio lado cuando saltó a la playa dejando al tipo de las gafas de sol con cara de haber recibido una bofetada en la cara y lo siguió de inmediato saltando la borda apoyándose en ella con una mano y saltándola de lado.
Calló en la arena con un ruido sordo absorbiendo el peso de su cuerpo con las rodillas y miró a su alrededor.
Había plantas por todas partes, plantas que estaba segura no existían ya desde hacía miles de años. Por todas partes se percibían sonidos que a una persona normal le harían poner pies en polvorosa. Había oído hablar de aquella isla. Algunos reclutas con los que solía charlar mientras jugaban al póquer le habían comentado que estaba poblada por monstruos gigantescos de otra época.
Sonrió ante la posibilidad de cruzarse con alguno, tenía muchas ganas de comprobar cuanto de verdad tenían los rumores y si esos monstruos eran tan feroces.
Sacudió la cabeza alejando esos pensamientos.
-"no estamos aquí de vacaciones, primero la misión luego la diversión"- se recordó.
Caminó detrás del comodoro...contra-almirante...o la que fuera que era ahora aquel tipo colocándose a la su lado.
-no estarán muy contentos con esa respuesta que les ha dado jefe -dijo con una media sonrisa un tanto burlona sin dejar de mirar hacia el frente y los lados en busca de movimientos.
Cerró los ojos unos segundos y los volvió a abrir, sin embargo, su ojo derecho presentaba un extraño tono rojo que cubría todo el globo ocular y su pupila estaba claramente dilatada.
Se trataba de una lente ciborg especial implantada bajo su párpado que podía desplegar a voluntad y hacía el servicio de una lente de aumento con visión infrarroja.
Los infrarrojos no eran necesarios pues la luz del amanecer era más que suficiente de modo que desactivó los infrarrojos que le hacían daño a la vista y se concentro en usar la capacidad de aumento. La verdad es que no era muy diferente a mirar por una lente telescópica que usaban los francotiradores pero se ahorraba las líneas de calibración.
Cerró por un momento el ojo izquierdo para no tener dos referencias diferentes y se paro mirando al horizonte.
-hay una columna de humo más adelante, apenas un hilo, será de una fogata pequeña. Probablemente los centinelas la encendieran en la noche -sonrió sádicamente- no me parece muy inteligente señalar claramente su comité de bienvenida.
Sin dejar de sonreír sacó sus sig de las cartucheras y se colocó con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. Estaba preparada para empezar la fiesta.
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fuerza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Krauser continuaba avanzando tranquilamente junto a sus hombres, estaban ya a punto de internarse en la selva de la isla. Escuchó las palabras de la pelirroja, algo extrañado, no estaba acostumbrado a que le hablasen en las misiones y menos una recluta a la que acaba de poner a su mando. Era extraño pero no le molestaba, al ser un alto cargo pensaba que muchos evitarían el contacto directo, tal y como estaban haciendo los otros cuatro. Ella dijo que los jefes del castaño no estarían contestos con su respuesta, en eso tenía razón pero el demonio de la niebla pasaba de todo eso. –Lastima, que estén enfadados no me quitara el sueño. –Dijo en su tono calmado de siempre mientras analizaba todo a su alrededor usando sus ojos castaños para ello. Los pasos del marine dejaban huellas en la arena, aunque estando el barco a pocos metros no era algo que les delatara ni mucho menos, el barco en sí podía resultar un peligro, sin embargo a Krauser le daba igual que lo supieran. Podía localizarlos muy fácilmente sin tener que utilizar sus ojos para nada de nada. Por algo le habían mandado a él a aquella misión tan peligrosa.
A continuación la recluta tiradora dijo que podía ver una fogata, era muy raro, los demás tampoco parecían ver nada. Tal vez la chica tuviera visión especial o alguna clase de fruta, la capacidad deductiva del marine era increíble. Pero la chica no iba a mentir a un superior por lo que estaba diciendo la verdad seguramente, llegaba el momento de usar una de sus muchas habilidades especiales. –Muy bien, me ocupare de ver que es lo que pasa. –Dicho esto, el alto cargo de la marina cerró los ojos frenándose de repente y clavando una rodilla en el suelo, la derecha. Estaba muy concentrado y activó su haki de observación (Nivel 2). Podía notar con mucha dificultad las presencias de las personas, ahora localizaba a cinco, eran sus hombres pues las presencias estaban muy cerca. También pudo notar unas cuantas más, en ese momento abrió los ojos de forma calmada. –Muy bien, esa fogata está siendo usada ahora, hay tres personas a su alrededor, tenemos a otros dos a unos cuarenta metros al este, o eso calculo y alguno más dispersos por la selva. –Se quedó observando a los cinco marines a su cargo y tranquilamente empezó a hablarles dándoles las órdenes de forma tranquila.
Trevor y Brad irán juntos al este, ocupaos de los dos exploradores, Ienel, Hyuman y Minako. Dirigíos a la hoguera, no manda nadie sobre nadie, haced lo que penséis oportuno pero eliminad a los tres silenciosamente. Yo me ocupare de los dispersos por la selva, nos reuniremos en la fogata en quince minutos. –Dadas las órdenes, el gran espada estiró su mano hasta la funda de su espalda sacando aquel enorme espadón tan grande como una persona, el filo era de Kairouseki, cosa que no se notaba a simple vista. Tranquilamente y con las órdenes dadas a sus hombres, empezó a caminar y a meterse en la selva con suma tranquilidad y calma. Su primer acto fue saltar a una rama y de esa a otra hasta subir a lo más alto de uno de los arboles, desde allí arriba empezó a moverse sigilosamente de rama en rama. Además gracias a su buena habilidad de arqueólogo, sabía muy bien moverse por terrenos abruptos y difíciles. Su espada estaba situada en su mano derecha, mientras que la izquierda la llevaba libre. Sus ojos observaban todo el paisaje por si podía ver algo y atacar.
A continuación la recluta tiradora dijo que podía ver una fogata, era muy raro, los demás tampoco parecían ver nada. Tal vez la chica tuviera visión especial o alguna clase de fruta, la capacidad deductiva del marine era increíble. Pero la chica no iba a mentir a un superior por lo que estaba diciendo la verdad seguramente, llegaba el momento de usar una de sus muchas habilidades especiales. –Muy bien, me ocupare de ver que es lo que pasa. –Dicho esto, el alto cargo de la marina cerró los ojos frenándose de repente y clavando una rodilla en el suelo, la derecha. Estaba muy concentrado y activó su haki de observación (Nivel 2). Podía notar con mucha dificultad las presencias de las personas, ahora localizaba a cinco, eran sus hombres pues las presencias estaban muy cerca. También pudo notar unas cuantas más, en ese momento abrió los ojos de forma calmada. –Muy bien, esa fogata está siendo usada ahora, hay tres personas a su alrededor, tenemos a otros dos a unos cuarenta metros al este, o eso calculo y alguno más dispersos por la selva. –Se quedó observando a los cinco marines a su cargo y tranquilamente empezó a hablarles dándoles las órdenes de forma tranquila.
Trevor y Brad irán juntos al este, ocupaos de los dos exploradores, Ienel, Hyuman y Minako. Dirigíos a la hoguera, no manda nadie sobre nadie, haced lo que penséis oportuno pero eliminad a los tres silenciosamente. Yo me ocupare de los dispersos por la selva, nos reuniremos en la fogata en quince minutos. –Dadas las órdenes, el gran espada estiró su mano hasta la funda de su espalda sacando aquel enorme espadón tan grande como una persona, el filo era de Kairouseki, cosa que no se notaba a simple vista. Tranquilamente y con las órdenes dadas a sus hombres, empezó a caminar y a meterse en la selva con suma tranquilidad y calma. Su primer acto fue saltar a una rama y de esa a otra hasta subir a lo más alto de uno de los arboles, desde allí arriba empezó a moverse sigilosamente de rama en rama. Además gracias a su buena habilidad de arqueólogo, sabía muy bien moverse por terrenos abruptos y difíciles. Su espada estaba situada en su mano derecha, mientras que la izquierda la llevaba libre. Sus ojos observaban todo el paisaje por si podía ver algo y atacar.
Minako "two hands"
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Minako observó con curiosidad como Krauser se hincaba con una rodilla en el suelo cerrando los ojos con aire concentrado. Se preguntó qué demonios estaría haciendo. No es que pensara que fuera a echarse una siesta, es decir, a uno no le ascienden a contra-almirante por echarse sueñecitos en medio de misiones importantes. Pero realmente sentía curiosidad, imaginó que estaría utilizando algún tipo de técnica aunque nunca había visto algo parecido.
Esperó impacientemente frotando las culatas de las sig sauer que aferraba en sus manos contra los vaqueros y suspirando sin dejar de mirar a su alrededor con su ojo derecho todavía de color rojo debido a la lente de ampliación.
Unos momentos después el demonio de la niebla se puso en pie por fin, informándoles de que en efecto la hoguera que ella había visto estaba siendo utilizada todavía y que más enemigos se esparcían por los alrededores.
En seguida el jefe dio las órdenes. Dos de los chicos irían al este y él mismo se encargaría de aquellos que se esparcían por la jungla mientras ella y los dos restantes se encargaban de los tres hombres que según esa rara técnica le mostraba al del espadón, estaban rodeando la hoguera.
Todos asintieron enseguida y se apresuraron a cumplir las órdenes y Minako pensó mientras caminaba internándose en el bosque que, o bien su nuevo jefe inspiraba un respeto digno de admirar en sus hombres o bien un miedo suficiente para hacerles apresurarse a complacerle de esa manera. Por lo que había visto no era para nada abusivo si no todo lo contrario. Recordó como había puesto en su sitio al oficial enviado para informarle de su ascenso y como lo había rechazado alegando que sus reclutas no tenían ni vacaciones. No definitivamente a pesar del aura intimidante que le rodeaba no era del tipo que mandaba por a base del miedo, así que apostó por la primera opción. Sonrió ante la idea, ¿Un líder fuerte, justo y admirado por sus subordinados? definitivamente la diosa de la fortuna la amaba.
Caminó en silencio junto a sus dos compañeros, había escuchado sus nombres pero en ese momento no los recordaba ni le interesaba. No es fuera una antisocial, más bien todo lo contrarió sin embargo en este momento le interesaba más otra cosa.
Era nueva en el equipo, novata, desconocida y mujer. Definitivamente su prioridad en ese momento era demostrar por qué estaba ahí, no podría trabajar con el equipo si no confiaban en sus habilidades y para ello debía demostrarles lo que era capaz de hacer, ya después de que cumplieran la misión y se hubiera ganado la confianza de sus camaradas tendría tiempo de socializar.
Pero lo primero era lo primero, cumplir las órdenes al pie de la letra, ese comodoro le había dado una oportunidad de oro al solicitarla para la misión e iba a demostrarle que no se había equivocado.
De pronto la voz de uno de sus compañeros la sacó de sus pensamientos.
-Ahí es, puedo oírles.
Uno de los soldados paró en seco hablando en susurros y sacó sus armas listas para la batalla.
-Nos los repartiremos, pase lo que pase que no quede ninguno con vida o dará la voz de alarma-advirtió el otro preparándose para atacar.
Minako asintió y guardo sus pistolas es las fundas, eran su arma favorita, pero debía actuar con cabeza, un tiroteo en medio del tranquilo amanecer alertaría a cualquiera en kilómetros a la redonda. Se estrujó el cerebro pensando una estrategia.
-El jefe dijo silenciosamente, no hay que hacer alboroto, tengo una idea.-sonrió con malicia y señaló un gran árbol a su izquierda.
Esperó impacientemente frotando las culatas de las sig sauer que aferraba en sus manos contra los vaqueros y suspirando sin dejar de mirar a su alrededor con su ojo derecho todavía de color rojo debido a la lente de ampliación.
Unos momentos después el demonio de la niebla se puso en pie por fin, informándoles de que en efecto la hoguera que ella había visto estaba siendo utilizada todavía y que más enemigos se esparcían por los alrededores.
En seguida el jefe dio las órdenes. Dos de los chicos irían al este y él mismo se encargaría de aquellos que se esparcían por la jungla mientras ella y los dos restantes se encargaban de los tres hombres que según esa rara técnica le mostraba al del espadón, estaban rodeando la hoguera.
Todos asintieron enseguida y se apresuraron a cumplir las órdenes y Minako pensó mientras caminaba internándose en el bosque que, o bien su nuevo jefe inspiraba un respeto digno de admirar en sus hombres o bien un miedo suficiente para hacerles apresurarse a complacerle de esa manera. Por lo que había visto no era para nada abusivo si no todo lo contrario. Recordó como había puesto en su sitio al oficial enviado para informarle de su ascenso y como lo había rechazado alegando que sus reclutas no tenían ni vacaciones. No definitivamente a pesar del aura intimidante que le rodeaba no era del tipo que mandaba por a base del miedo, así que apostó por la primera opción. Sonrió ante la idea, ¿Un líder fuerte, justo y admirado por sus subordinados? definitivamente la diosa de la fortuna la amaba.
Caminó en silencio junto a sus dos compañeros, había escuchado sus nombres pero en ese momento no los recordaba ni le interesaba. No es fuera una antisocial, más bien todo lo contrarió sin embargo en este momento le interesaba más otra cosa.
Era nueva en el equipo, novata, desconocida y mujer. Definitivamente su prioridad en ese momento era demostrar por qué estaba ahí, no podría trabajar con el equipo si no confiaban en sus habilidades y para ello debía demostrarles lo que era capaz de hacer, ya después de que cumplieran la misión y se hubiera ganado la confianza de sus camaradas tendría tiempo de socializar.
Pero lo primero era lo primero, cumplir las órdenes al pie de la letra, ese comodoro le había dado una oportunidad de oro al solicitarla para la misión e iba a demostrarle que no se había equivocado.
De pronto la voz de uno de sus compañeros la sacó de sus pensamientos.
-Ahí es, puedo oírles.
Uno de los soldados paró en seco hablando en susurros y sacó sus armas listas para la batalla.
-Nos los repartiremos, pase lo que pase que no quede ninguno con vida o dará la voz de alarma-advirtió el otro preparándose para atacar.
Minako asintió y guardo sus pistolas es las fundas, eran su arma favorita, pero debía actuar con cabeza, un tiroteo en medio del tranquilo amanecer alertaría a cualquiera en kilómetros a la redonda. Se estrujó el cerebro pensando una estrategia.
-El jefe dijo silenciosamente, no hay que hacer alboroto, tengo una idea.-sonrió con malicia y señaló un gran árbol a su izquierda.
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El marine continuaba desplazándose de árbol en árbol mientras observaba el panorama. Las presencias cada vez estaban más cerca y estaba claro que no iba a dejarlas escapar. Se paró en una de las ramas observando cómo bajo sus pies, a unos tres metros, pasaban dos tipos armados con rifles. Esos iban a ser los primeros en caer, eran revolucionarios, esas ratas iban a pagar haber vuelto a aquel lugar. Algo se traían entre manos y al parecer debía ser relacionado con aquella isla. No debían quedar supervivientes, aquellos dos iban a ser los primeros en caer. El marine saltó con agilidad quedando justo entre los dos, estos se sobresaltaron tratando de apuntarle. El marine permanecía con los ojos cerrados y no tardó mucho en realizar un movimiento con su espadón en un ángulo de 360º y partir en dos a aquellos dos inútiles. La sangre bañó su torso y su espalda, cosa que le daba igual, su mirada estaba firme y calmada pues cuando la hoja de su arma partió en dos a aquellos tipos, él abrió los ojos con una leve sonrisa que no se pudo apreciar por los vendajes que llevaba puestos consigo en ese preciso momento.
Lo siguiente que hizo fue observar ambos cadáveres, no tenían nada que pudiera interesar al marine. Este continuó su camino lentamente y con su haki de observación activado en todo momento. Sentía la presencia de sus hombres en todo momento, lo mejor de todo, era que muchas de las auras desconocidas, estaban desapareciendo. Estaban haciendo un buen trabajo al parecer y de manera rápida y eficiente. Estaba orgulloso de sus hombres, de eso no había duda alguna, trabajaban como nadie y su siguiente objetivo era encontrar la cascada. Empezó a correr con su espada en mano y con la mirada perdida en los árboles y ramas que había frente a sus ojos. No tardó mucho en llegar a un claro, se escondió entre la maleza y fue avanzando despacio escuchando el ruido del agua caer. La catarata estaba cerca, tras un par de minutos llegó y pudo verla. En ese momento los recuerdos de cuando estaba con Karl llegaron a su mente, los Velociraptores atacando y los malditos tiradores revolucionarios, sin embargo el marine de la niebla despejó el camino y el alto cargo se ocupo de los demás. Ahora se repetía todo, pero él era el alto cargo ahora.
Se acercó a una de las paredes y envolvió su mano derecha en un aura blanca, haciendo de este modo su energía cortante fluir por su mano. Estiró su dedo índice y dibujó una flechita destrozando la roca y apuntando al interior de la cascada. Sería muy fácil de deducir que era pues por el calor de la roca se sabía que había sido recientemente. Ahora el marine esperó a que sus hombres se dieran cuenta, a continuación saltó al interior pasando rápidamente bajo el agua. La entrada era la misma, largos pasillos que conducían a diferentes salas. Había un total de siete pasillos y todos con un número. Empezó a pensar un poco, la última vez, él fue por el número cuatro. Ahora cogería otro distinto, su elección fue el tres. Se dirigió por este empezando a caminar de forma tranquila mientras estaba atento empezando a notar las distintas presencias debido a su haki de observación. Toda la base estaba llena de revolucionarios, sería algo difícil pero confiaba en los suyos y estaba seguro de que todo podía llegar a salir bien si se esforzaban. No tardó en encontrar una sala llena de jaulas con animales dentro, se dispuso a investigar la sala.
Lo siguiente que hizo fue observar ambos cadáveres, no tenían nada que pudiera interesar al marine. Este continuó su camino lentamente y con su haki de observación activado en todo momento. Sentía la presencia de sus hombres en todo momento, lo mejor de todo, era que muchas de las auras desconocidas, estaban desapareciendo. Estaban haciendo un buen trabajo al parecer y de manera rápida y eficiente. Estaba orgulloso de sus hombres, de eso no había duda alguna, trabajaban como nadie y su siguiente objetivo era encontrar la cascada. Empezó a correr con su espada en mano y con la mirada perdida en los árboles y ramas que había frente a sus ojos. No tardó mucho en llegar a un claro, se escondió entre la maleza y fue avanzando despacio escuchando el ruido del agua caer. La catarata estaba cerca, tras un par de minutos llegó y pudo verla. En ese momento los recuerdos de cuando estaba con Karl llegaron a su mente, los Velociraptores atacando y los malditos tiradores revolucionarios, sin embargo el marine de la niebla despejó el camino y el alto cargo se ocupo de los demás. Ahora se repetía todo, pero él era el alto cargo ahora.
Se acercó a una de las paredes y envolvió su mano derecha en un aura blanca, haciendo de este modo su energía cortante fluir por su mano. Estiró su dedo índice y dibujó una flechita destrozando la roca y apuntando al interior de la cascada. Sería muy fácil de deducir que era pues por el calor de la roca se sabía que había sido recientemente. Ahora el marine esperó a que sus hombres se dieran cuenta, a continuación saltó al interior pasando rápidamente bajo el agua. La entrada era la misma, largos pasillos que conducían a diferentes salas. Había un total de siete pasillos y todos con un número. Empezó a pensar un poco, la última vez, él fue por el número cuatro. Ahora cogería otro distinto, su elección fue el tres. Se dirigió por este empezando a caminar de forma tranquila mientras estaba atento empezando a notar las distintas presencias debido a su haki de observación. Toda la base estaba llena de revolucionarios, sería algo difícil pero confiaba en los suyos y estaba seguro de que todo podía llegar a salir bien si se esforzaban. No tardó en encontrar una sala llena de jaulas con animales dentro, se dispuso a investigar la sala.
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Al ver que sus nuevos camaradas comprendían que era lo que estaba pensando, Minako se colgó el rife del hombro y se acercó al árbol con una sonrisa de medio lado.
Si por ella fuera sacaría las pistolas y correría como una energúmena pegando tiros a lo loco, pero las órdenes eran, acabar con los idiotas rápido y en silencio y ella era una buena recluta que seguía las órdenes, al menos por el momento.
Asegurando el rifle en su espalda, comenzó a subir el enorme árbol, como si fuera un mono, siempre se le había dado bien eso de trepar arboles, mejor que lo de usar tacones al menos.
Asegurando los pies en las ramas más gruesas y reptando por el tronco, tardo unos minutos en llegar a la altura apropiada miró hacia abajo y vio a sus compañeros mirándola desde el suelo0, les hizo una señal, indicándoles que estaba lista y ellos asintieron y silenciosamente se escabulleron entre los arboles dando un rodeo para pillar por sorpresa a los hombres que no sabían la que se les venía encima.
Se acomodó en una rama más gruesa que el cuello de un elefante, se estallo los huesos de las manos y recoloco sus vertebras con dos movimientos bruscos, sacó el rifle de francotirador de su espalda y con una sonrisa y un poco macabra comenzó a prepararlo.
En cuanto se aseguró de que el arma estaba en condiciones óptimas miró al frente. Su ojo todavía permanecía con aquel color rojizo con la lente de aumento habilitada, de modo que no le costó demasiado encontrar lo que buscaba.
Entre las ramas a unos 34 metros tres hombres permanecían cerca de una hoguera, el primero, con un rifle colgado del hombro parecía estar contando algún tipo de chiste o algo así, por que los otros dos reían. El segundo estaba sentado frente a la hoguera, atendiendo a lo que imaginó sería su desayuno y el tercero caminaba alrededor mirando atentamente.
Esperó observando en silencio, jugando a inventarse la conversación entre los rebeldes. Hasta que pudo divisar a sus compañeros ocultos entre los arbustos, si no estuviera tan alta y pudiera divisar el suelo desde un angula tan apropiado, nunca los habría visto, ni siquiera con su lente de aumento, eran buenos en su trabajo, de eso no cabía duda.
Con una sonrisa y mordiéndose la punta de la lengua suavemente de forma juguetona, echó la mano a su muslo, cogiendo el cuchillo de caza que tenía ahí sujeto y la movió, buscando uno de los primeros rallos del sol, haciéndolo rebotar y creando un reflejo a modo de señal.
Supo que el tipo que vigilaba vio el reflejo en el momento en que echó la mano a su rifle para prepararse, sin embargo, sus compañeros también la habían visto y no les dieron tiempo de reaccionar, saltaron de los arbustos y cada uno agarró por detrás a uno de los que estaban de pie y les rompieron el cuello al mismo tiempo.
El hombre que permanecía sentado, apenas tuvo tiempo de saltar y tomar aire para dar la alarma antes de que ella apuntara.
- Lo siento, amigo, escogiste el bando equivocado.
Apretó el gatillo y vio como el hombre caía al suelo de espaldas, con un punto rojo en la frente y un hilo rojo resbalándole por ella entre los ojos.
Esperó unos instantes con el rifle en posición, y los sentidos alerta, por si a caso, pero todo parecía haber salido a la perfección y nada se movía.
Bajó del árbol mucho más rápido de lo que había subido y saltó al suelo desde el último tramo de ramas, cayendo en cuclillas, se echó el rifle al hombro y corrió hasta sus compañeros, observando los tres cadáveres silenciosos en el suelo.
- ¿Y ahora qué hacemos? Creo que ya han pasado los quince minutos, ¿deberíamos buscar por nuestra cuenta o esperar?
- Mejor exploremos, la isla debe quedar totalmente limpia.
Asintió ante las palabras del hombre y los tres comenzaron a buscar manteniéndose bien alerta hasta llagar a una cascada, gracias a los dioses, no había desactivado su lente de aumento, o habría pasado por alto la señal que había en la roca.
Una flecha rasgada en la roca pura, señalando al interior de la cascada.
- Creo que es ahí.
Si por ella fuera sacaría las pistolas y correría como una energúmena pegando tiros a lo loco, pero las órdenes eran, acabar con los idiotas rápido y en silencio y ella era una buena recluta que seguía las órdenes, al menos por el momento.
Asegurando el rifle en su espalda, comenzó a subir el enorme árbol, como si fuera un mono, siempre se le había dado bien eso de trepar arboles, mejor que lo de usar tacones al menos.
Asegurando los pies en las ramas más gruesas y reptando por el tronco, tardo unos minutos en llegar a la altura apropiada miró hacia abajo y vio a sus compañeros mirándola desde el suelo0, les hizo una señal, indicándoles que estaba lista y ellos asintieron y silenciosamente se escabulleron entre los arboles dando un rodeo para pillar por sorpresa a los hombres que no sabían la que se les venía encima.
Se acomodó en una rama más gruesa que el cuello de un elefante, se estallo los huesos de las manos y recoloco sus vertebras con dos movimientos bruscos, sacó el rifle de francotirador de su espalda y con una sonrisa y un poco macabra comenzó a prepararlo.
En cuanto se aseguró de que el arma estaba en condiciones óptimas miró al frente. Su ojo todavía permanecía con aquel color rojizo con la lente de aumento habilitada, de modo que no le costó demasiado encontrar lo que buscaba.
Entre las ramas a unos 34 metros tres hombres permanecían cerca de una hoguera, el primero, con un rifle colgado del hombro parecía estar contando algún tipo de chiste o algo así, por que los otros dos reían. El segundo estaba sentado frente a la hoguera, atendiendo a lo que imaginó sería su desayuno y el tercero caminaba alrededor mirando atentamente.
Esperó observando en silencio, jugando a inventarse la conversación entre los rebeldes. Hasta que pudo divisar a sus compañeros ocultos entre los arbustos, si no estuviera tan alta y pudiera divisar el suelo desde un angula tan apropiado, nunca los habría visto, ni siquiera con su lente de aumento, eran buenos en su trabajo, de eso no cabía duda.
Con una sonrisa y mordiéndose la punta de la lengua suavemente de forma juguetona, echó la mano a su muslo, cogiendo el cuchillo de caza que tenía ahí sujeto y la movió, buscando uno de los primeros rallos del sol, haciéndolo rebotar y creando un reflejo a modo de señal.
Supo que el tipo que vigilaba vio el reflejo en el momento en que echó la mano a su rifle para prepararse, sin embargo, sus compañeros también la habían visto y no les dieron tiempo de reaccionar, saltaron de los arbustos y cada uno agarró por detrás a uno de los que estaban de pie y les rompieron el cuello al mismo tiempo.
El hombre que permanecía sentado, apenas tuvo tiempo de saltar y tomar aire para dar la alarma antes de que ella apuntara.
- Lo siento, amigo, escogiste el bando equivocado.
Apretó el gatillo y vio como el hombre caía al suelo de espaldas, con un punto rojo en la frente y un hilo rojo resbalándole por ella entre los ojos.
Esperó unos instantes con el rifle en posición, y los sentidos alerta, por si a caso, pero todo parecía haber salido a la perfección y nada se movía.
Bajó del árbol mucho más rápido de lo que había subido y saltó al suelo desde el último tramo de ramas, cayendo en cuclillas, se echó el rifle al hombro y corrió hasta sus compañeros, observando los tres cadáveres silenciosos en el suelo.
- ¿Y ahora qué hacemos? Creo que ya han pasado los quince minutos, ¿deberíamos buscar por nuestra cuenta o esperar?
- Mejor exploremos, la isla debe quedar totalmente limpia.
Asintió ante las palabras del hombre y los tres comenzaron a buscar manteniéndose bien alerta hasta llagar a una cascada, gracias a los dioses, no había desactivado su lente de aumento, o habría pasado por alto la señal que había en la roca.
Una flecha rasgada en la roca pura, señalando al interior de la cascada.
- Creo que es ahí.
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Monos, serpientes, perros y algunos animales más. Eran los seres que había en aquellas jaulas. El marine los observaba tranquilamente mientras acariciaba algunos de los barrotes de las jaulas. No sabía qué demonios planeaban aquellas ratas, pero sin duda alguna, no iba a perdonarles aquello. Sacó su enorme espadón y empezó a lanzar cortes en todas direcciones pero con mucho cuidado, sabía bien moverse con su arma y realizar cortes precisos en los puntos correctos. No tardó mucho en dejar a todos los animales libres. Los perros salieron disparados a la salida mientras que los monos comenzaban a gritar colgados de las estanterías y lámparas del lugar. En ese momento se escucharon unos pasos acercarse rápidamente, el marine saltó al techo colgándose de una barra de acero que había colocada, elevó las piernas y de esa forma quedó a unos tres centímetros del techo y a unos dos metros y medio del suelo. Bajo él se pudo ver a dos revolucionarios armados que apuntaban a los animales quejándose de la huida que habían tenido.
Antes de que pudieran disparar, el castaño se dejó caer de la barra, quedando de cuclillas en medio de los dos. Ambos impresionados trataron de alejarse unos centímetros y de apuntarle rápidamente, sin embargo el marine pegó un giro completo con su arma totalmente estirada y finalizó con una voltereta hacia atrás, quedando con una rodilla en el suelo y la espada estirada a un lado, con la cabeza agachada y los ojos cerrados. Los cuerpos de aquellos tipos se partieron en dos por la cintura con violencia mientras la sangre manchaba el suelo y las paredes, debido a la bestialidad con la que los había partido en dos. Ahora el marine se levantó y se acercó a la puerta de la que habían surgido, al parecer era un enorme pasillo que llegaba a una sala a lo lejos. Se desplazó rápidamente, pero de forma sigilosa, hasta el final del pasillo. Parecía ser una sala enorme llena de ordenadores y revolucionarios tecleando a toda velocidad, además había varios guardias que apuntaban a diversos sitios. Había unas siete puertas, debido que todos los pasillos anteriores conducían al mismo sitio. La jugada perfecta podría hacerse desde el número seis. Era el menos vigilado y tenía mejor posición de tiro o ataque, ahora el marine se quedó detrás de la puerta metiendo la mano en el bolsillo.
No tardó mucho en sacar una especie de pulsera extraña, la tocó un poco, como quién marca un número. Tras unos segundos salió un Den Den Mushi de color negro como el azabache y lo primero que hizo fue darla un toque en la cabeza. Tras aquello esperó a que la persona que llamaba lo cogiera, no había nadie en la sala de ordenadores, no de su equipo al menos y esperaba que hubieran encontrado ya la cascada. Después de unos segundos, comenzó a hablar por el caracol negro para que la persona al otro lado le escuchara, había llamado a Minako, le había regalado hacía dos días, un Den Den Mushi de muñeca igual al suyo. De esa forma estaban en contacto fácilmente y podían comunicarse sin tener que estar muy cerca, era algo bastante útil en muchas situaciones, como por ejemplo aquella en la que estaban ahora precisamente. El tono que usaba era bajo para que no le escucharan, pero se podía oír bien, su voz estaba calmada y tranquila y hablaba de forma analizadora para transmitir seguridad y seriedad al asunto de la llamada.
- Aquí demonio de la niebla, intentad buscar una cascada y cruzadla. Dentro hay siete pasillos, tomad el número seis, al final encontrareis una sala con unos treinta revolucionarios. Sin pensároslo, golpead la puerta y eliminad a los cinco guardias armados, en cuando suene el primer disparo entrare yo por la puerta que habrá a unos doce metros en frente. No dejéis ni un superviviente. Cambio y corto.
Dicho aquello, el demonio de la niebla guardó aquel pequeño caracol de color negro y tomó su espadón con fuerza, cuando los demás empezaran el fuego, la niebla invadiría el lugar y empezaría a eliminar revolucionarios a toda velocidad. La huida no era una opción, el objetivo estaba muy cerca y lo tenían tan solo a un tiroteo victorioso y a una vuelta al barco.
Antes de que pudieran disparar, el castaño se dejó caer de la barra, quedando de cuclillas en medio de los dos. Ambos impresionados trataron de alejarse unos centímetros y de apuntarle rápidamente, sin embargo el marine pegó un giro completo con su arma totalmente estirada y finalizó con una voltereta hacia atrás, quedando con una rodilla en el suelo y la espada estirada a un lado, con la cabeza agachada y los ojos cerrados. Los cuerpos de aquellos tipos se partieron en dos por la cintura con violencia mientras la sangre manchaba el suelo y las paredes, debido a la bestialidad con la que los había partido en dos. Ahora el marine se levantó y se acercó a la puerta de la que habían surgido, al parecer era un enorme pasillo que llegaba a una sala a lo lejos. Se desplazó rápidamente, pero de forma sigilosa, hasta el final del pasillo. Parecía ser una sala enorme llena de ordenadores y revolucionarios tecleando a toda velocidad, además había varios guardias que apuntaban a diversos sitios. Había unas siete puertas, debido que todos los pasillos anteriores conducían al mismo sitio. La jugada perfecta podría hacerse desde el número seis. Era el menos vigilado y tenía mejor posición de tiro o ataque, ahora el marine se quedó detrás de la puerta metiendo la mano en el bolsillo.
No tardó mucho en sacar una especie de pulsera extraña, la tocó un poco, como quién marca un número. Tras unos segundos salió un Den Den Mushi de color negro como el azabache y lo primero que hizo fue darla un toque en la cabeza. Tras aquello esperó a que la persona que llamaba lo cogiera, no había nadie en la sala de ordenadores, no de su equipo al menos y esperaba que hubieran encontrado ya la cascada. Después de unos segundos, comenzó a hablar por el caracol negro para que la persona al otro lado le escuchara, había llamado a Minako, le había regalado hacía dos días, un Den Den Mushi de muñeca igual al suyo. De esa forma estaban en contacto fácilmente y podían comunicarse sin tener que estar muy cerca, era algo bastante útil en muchas situaciones, como por ejemplo aquella en la que estaban ahora precisamente. El tono que usaba era bajo para que no le escucharan, pero se podía oír bien, su voz estaba calmada y tranquila y hablaba de forma analizadora para transmitir seguridad y seriedad al asunto de la llamada.
- Aquí demonio de la niebla, intentad buscar una cascada y cruzadla. Dentro hay siete pasillos, tomad el número seis, al final encontrareis una sala con unos treinta revolucionarios. Sin pensároslo, golpead la puerta y eliminad a los cinco guardias armados, en cuando suene el primer disparo entrare yo por la puerta que habrá a unos doce metros en frente. No dejéis ni un superviviente. Cambio y corto.
Dicho aquello, el demonio de la niebla guardó aquel pequeño caracol de color negro y tomó su espadón con fuerza, cuando los demás empezaran el fuego, la niebla invadiría el lugar y empezaría a eliminar revolucionarios a toda velocidad. La huida no era una opción, el objetivo estaba muy cerca y lo tenían tan solo a un tiroteo victorioso y a una vuelta al barco.
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Minako estaba punto de cruzar la cascada cuando un sonido cercano llamó su atención, tardó un segundo en comprender que se trataba de su nuevo Den Den Mushi.
Solo podía tratarse del jefe, nadie la comunicaba jamás de esa manera, de hecho, hasta hace poco ni siquiera tenía uno de esos aparejos tan útiles. Había sido el demonio de la niebla quien se la había dado para facilitar la comunicación entre el equipo, había pasado los dos últimos días analizando felizmente su nuevo juguete hasta entender el funcionamiento y se había encariñado tontamente con el “caracol” al que había nombrado Pipin.
Rápidamente, temiendo que el sonido llamara la atención del enemigo, contestá la llamada con voz baja pero firme.
-Aquí Minako, dígame Krauser.
Puso los ojos en blanco al escuchar las flojas risillas de los otros dos ante la forma de referirse al Demonio, ahora que lo pensaba tal vez no era muy respetuoso llamarle por su nombre, aunque no creía que fuera a molestarle, simplemente era su forma de ser, a veces ni pensaba antes de hablar.
Escuchó la voz de Krauser firme pero en tono bajo a trabes de Pipin.
-Aquí demonio de la niebla, intentad buscar una cascada y cruzadla. Dentro hay siete pasillos, tomad el número seis, al final encontrareis una sala con unos treinta revolucionarios. Sin pensároslo, golpead la puerta y eliminad a los cinco guardias armados, en cuando suene el primer disparo entrare yo por la puerta que habrá a unos doce metros en frente. No dejéis ni un superviviente. Cambio y corto.
Guardó el Den Den después de darle una caricia a la diminuta cabeza del bicho y miró a sus camaradas.
-Bien chicos, ya habéis escuchado, empieza la fiesta.
Una sonrisa macabra se le extendió en el rostro y sus ojos brillaron ante la expectación de un buen jaleo.
Sacó sus pistolas de las fundas, y frotándolas ligeramente contra los muslos con emoción se preparó para cumplir las órdenes al pie de la letra.
-Que no quede ni uno-susurro uno de los hombres entrando el primero.
Ella soltó una risita que sabía que ponía los pelos de punta a muchos.
-Eso, no tienes que pedirlo, hagamos una fiesta de plomo.
Caminaron silenciosamente, mirando a todos lados, manteniéndose bien alerta por si algún revolucionario curioso y desconfiado rondaba el camino.
Pronto llegaron al lugar que su jefe había indicado, una bifurcación que se dividía en siete pasillos, todos oscuros y descuidados.
-Y ahora el sexto, pero… ¿por la derecha o por la izquierda?
Los tres se miraron los unos a los otros sin saber que decir. No le habían especificado y ellos no habían preguntado.
-Me temo que tendremos que separarnos-gruño uno de ellos.
Estaban a punto de decidir quien iría por cada lugar cuando un grito y sonidos estridentes llegaron de uno de los túneles, pronto, del tercer túnel por la derecha salió un pequeño animal peludo chillando como descosido, huyendo como loco de un hombre que gritaba improperios.
-Mono del demonio, en cuanto te coja te despellejare con un tenedor, estate quieto de una jodida vez.
Los tres marines se quedaron estáticos, viendo como el hombre agarraba al mono por la punta del rabo, levantándolo en el aire.
Minako frunció el ceño sintiendo la sangre hirviendo de rabia. Ella era una gran amante de los animales, odiaba a cualquiera que maltratara de cualquier forma a uno y no iba a permitir que aquel idiota siguiera lastimando al pobre mono que se revolvía tratando de soltarse.
Enfundó sus pistolas en las cartucheras para alejar la tentación de pegarle un tiro en el culo al idiota, desgraciadamente debían hacer las cosas en silencio hasta llegar a la sala que el demonio de la niebla les había ordenado, hasta entonces, no podía llamar la atención.
-Oye, tú, orangután de pacotilla…
El hombre levantó la mirada del animal manteniéndolo colgado en el aire lo mas lejos posible para evitar los golpes.
-No es un orangután, es un tití
Los dos marines casi se echan a reír ante la idiotez suprema del tipo, que ni se había dado cuenta de a quien tenia delante. Minako no rió, seguí con el ceño fruncido y no lo relajó hasta que el hombre soltó al animal, comprendiendo que lo que tenía en frente, no eran compañeros si no enemigos.
Abrió la boca para dar la alarma, pero no le dio tiempo.
Mikky golpeó el talón de su bota derecha contra el suelo justo antes golpear con esa pierna, realizando un giro rápido y golpeando a casi una cabeza por encima de su propia altura, justo en la garganta del revolucionario.
Cuando volvió a posar el pie en el suelo, una cuchilla manchada de rojo oscuro sobresalía de la puntera y el hombre, con los ojos muy abiertos y las manos en el cuello, caía al suelo tratando de parar inútilmente la sangre que manaba de su cuello como de una fuente.
La chica ignoro a unos positivamente sorprendidos compañeros y se agachó en el suelo a pocos metros de un asustado monito que no dejaba de chillar. Por un momento temió que el griterío del animal atrajera más hombres, de modo que con voz tranquila comenzó a hablarle, tendiendo despacio su mano hacia él.
-Oh, pobrecito bebé, ¿te ha asustado el hombre tonto? Ven, vamos, no pasa nada.
Hablaba al animal como si fuera realmente un niño, su voz era más amable y dulce de lo que había sido jamás delante de un humano. Siguió hablando así un minuto entero, que fue el tiempo que el primate tardó en acercarse hasta ella, husmeando el aire hasta trepar por su brazo y acomodarse tranquilamente en su hombro.
-Hacen pruebas con ellos
Su voz sonó enfadada y tenebrosa cuando vio las zonas donde el animal estaba rapado y lleno de pequeños puntitos encarnados que reconoció como pinchazos de agujas.
-A saber que están tramando, debemos acabar con esto pronto
Mikky asintió a lo dicho por su compañero, sacó de nuevo sus armas y comenzó a caminar por el sexto pasillo a la izquierda sin importarle si la seguían o no, sinceramente no le importaba si era el correcto, pensaba recorrer todos y cada uno de ellos, abrir cada puerta y revisar cada rincón hasta haber hecho un tercer ojo a todos y cada uno de los idiotas que habían jugado a ser dios con aquel pobre animalito y a saber con cuantos más. Al fin y al cabo tarde o temprano llegaría al lugar que el jefe le había indicado. Aunque ahora que estaba tan cabreado su sexto sentido le decía que estaba en el camino correcto.
Pronto escucho los pasos de sus compañeros tras ella pero no prestó atención, sus cinco sentido, más el sexto de la intuición, estaban puestos en su trabajo pendiente.
Al cabo de pocos minutos llegaron al final del pasillo y en efecto encontraron la puerta de la que Krauser había hablado.
-Comienza la fiesta, me encargo de los guardias, solo manténganse lejos de mi trayectoria y encárguense de la derecha e izquierda por favor.
Su voz sonaba casi vacía de lo centrada que estaba, comprobó los cargadores y con una última mirada a sus compañeros para comprobar que estaban listos, dio una fuerte patada a la puerta sacándola de sus bisagras y simplemente dio un paso en la sala.
El primer tiro fue justo al frente, a un hombre que la apuntaba con un fusil. El segundo, un movimiento a su derecha y un destello de metal que captó por el rabillo de ojo, el tercero y el cuarto a la vez uno en cada lado cuando los guardias trataron de levantar sus armas, el quinto subido sobre una mesa apenas tuvo tiempo de soltar la correa de su fusil de asalto del hombro antes de recibir el tiro.
Los cinco cuerpos cayeron apenas en unos pocos segundos, todos con un punto rojo entre los ojos y una gota continua de sangre resbalando por la nariz y la comisura de los ojos pareciendo lagrimas de sangre.
Con su sonrisa macabra miro a todos los otros hombres dentro de la sala, no sabia si estaban armados o no, supuestamente solo los guardias llevaban fusiles de asalto, sin embargo, seguramente todos allí dentro ocultaban armas blancas o pistolas.
No le importaba, no quedaría uno con vida en cuestión de minutos. Simplemente centrando sus sentidos en disparar a todo lo que se moviera y que llevara uniforme marine o vendas en la cara.
Sentía la adrenalina corriendo por sus venas y sentía ganar de reír, por fin una buena juerga para sus gemelas y un poquito de emoción para ella
Solo podía tratarse del jefe, nadie la comunicaba jamás de esa manera, de hecho, hasta hace poco ni siquiera tenía uno de esos aparejos tan útiles. Había sido el demonio de la niebla quien se la había dado para facilitar la comunicación entre el equipo, había pasado los dos últimos días analizando felizmente su nuevo juguete hasta entender el funcionamiento y se había encariñado tontamente con el “caracol” al que había nombrado Pipin.
Rápidamente, temiendo que el sonido llamara la atención del enemigo, contestá la llamada con voz baja pero firme.
-Aquí Minako, dígame Krauser.
Puso los ojos en blanco al escuchar las flojas risillas de los otros dos ante la forma de referirse al Demonio, ahora que lo pensaba tal vez no era muy respetuoso llamarle por su nombre, aunque no creía que fuera a molestarle, simplemente era su forma de ser, a veces ni pensaba antes de hablar.
Escuchó la voz de Krauser firme pero en tono bajo a trabes de Pipin.
-Aquí demonio de la niebla, intentad buscar una cascada y cruzadla. Dentro hay siete pasillos, tomad el número seis, al final encontrareis una sala con unos treinta revolucionarios. Sin pensároslo, golpead la puerta y eliminad a los cinco guardias armados, en cuando suene el primer disparo entrare yo por la puerta que habrá a unos doce metros en frente. No dejéis ni un superviviente. Cambio y corto.
Guardó el Den Den después de darle una caricia a la diminuta cabeza del bicho y miró a sus camaradas.
-Bien chicos, ya habéis escuchado, empieza la fiesta.
Una sonrisa macabra se le extendió en el rostro y sus ojos brillaron ante la expectación de un buen jaleo.
Sacó sus pistolas de las fundas, y frotándolas ligeramente contra los muslos con emoción se preparó para cumplir las órdenes al pie de la letra.
-Que no quede ni uno-susurro uno de los hombres entrando el primero.
Ella soltó una risita que sabía que ponía los pelos de punta a muchos.
-Eso, no tienes que pedirlo, hagamos una fiesta de plomo.
Caminaron silenciosamente, mirando a todos lados, manteniéndose bien alerta por si algún revolucionario curioso y desconfiado rondaba el camino.
Pronto llegaron al lugar que su jefe había indicado, una bifurcación que se dividía en siete pasillos, todos oscuros y descuidados.
-Y ahora el sexto, pero… ¿por la derecha o por la izquierda?
Los tres se miraron los unos a los otros sin saber que decir. No le habían especificado y ellos no habían preguntado.
-Me temo que tendremos que separarnos-gruño uno de ellos.
Estaban a punto de decidir quien iría por cada lugar cuando un grito y sonidos estridentes llegaron de uno de los túneles, pronto, del tercer túnel por la derecha salió un pequeño animal peludo chillando como descosido, huyendo como loco de un hombre que gritaba improperios.
-Mono del demonio, en cuanto te coja te despellejare con un tenedor, estate quieto de una jodida vez.
Los tres marines se quedaron estáticos, viendo como el hombre agarraba al mono por la punta del rabo, levantándolo en el aire.
Minako frunció el ceño sintiendo la sangre hirviendo de rabia. Ella era una gran amante de los animales, odiaba a cualquiera que maltratara de cualquier forma a uno y no iba a permitir que aquel idiota siguiera lastimando al pobre mono que se revolvía tratando de soltarse.
Enfundó sus pistolas en las cartucheras para alejar la tentación de pegarle un tiro en el culo al idiota, desgraciadamente debían hacer las cosas en silencio hasta llegar a la sala que el demonio de la niebla les había ordenado, hasta entonces, no podía llamar la atención.
-Oye, tú, orangután de pacotilla…
El hombre levantó la mirada del animal manteniéndolo colgado en el aire lo mas lejos posible para evitar los golpes.
-No es un orangután, es un tití
Los dos marines casi se echan a reír ante la idiotez suprema del tipo, que ni se había dado cuenta de a quien tenia delante. Minako no rió, seguí con el ceño fruncido y no lo relajó hasta que el hombre soltó al animal, comprendiendo que lo que tenía en frente, no eran compañeros si no enemigos.
Abrió la boca para dar la alarma, pero no le dio tiempo.
Mikky golpeó el talón de su bota derecha contra el suelo justo antes golpear con esa pierna, realizando un giro rápido y golpeando a casi una cabeza por encima de su propia altura, justo en la garganta del revolucionario.
Cuando volvió a posar el pie en el suelo, una cuchilla manchada de rojo oscuro sobresalía de la puntera y el hombre, con los ojos muy abiertos y las manos en el cuello, caía al suelo tratando de parar inútilmente la sangre que manaba de su cuello como de una fuente.
La chica ignoro a unos positivamente sorprendidos compañeros y se agachó en el suelo a pocos metros de un asustado monito que no dejaba de chillar. Por un momento temió que el griterío del animal atrajera más hombres, de modo que con voz tranquila comenzó a hablarle, tendiendo despacio su mano hacia él.
-Oh, pobrecito bebé, ¿te ha asustado el hombre tonto? Ven, vamos, no pasa nada.
Hablaba al animal como si fuera realmente un niño, su voz era más amable y dulce de lo que había sido jamás delante de un humano. Siguió hablando así un minuto entero, que fue el tiempo que el primate tardó en acercarse hasta ella, husmeando el aire hasta trepar por su brazo y acomodarse tranquilamente en su hombro.
-Hacen pruebas con ellos
Su voz sonó enfadada y tenebrosa cuando vio las zonas donde el animal estaba rapado y lleno de pequeños puntitos encarnados que reconoció como pinchazos de agujas.
-A saber que están tramando, debemos acabar con esto pronto
Mikky asintió a lo dicho por su compañero, sacó de nuevo sus armas y comenzó a caminar por el sexto pasillo a la izquierda sin importarle si la seguían o no, sinceramente no le importaba si era el correcto, pensaba recorrer todos y cada uno de ellos, abrir cada puerta y revisar cada rincón hasta haber hecho un tercer ojo a todos y cada uno de los idiotas que habían jugado a ser dios con aquel pobre animalito y a saber con cuantos más. Al fin y al cabo tarde o temprano llegaría al lugar que el jefe le había indicado. Aunque ahora que estaba tan cabreado su sexto sentido le decía que estaba en el camino correcto.
Pronto escucho los pasos de sus compañeros tras ella pero no prestó atención, sus cinco sentido, más el sexto de la intuición, estaban puestos en su trabajo pendiente.
Al cabo de pocos minutos llegaron al final del pasillo y en efecto encontraron la puerta de la que Krauser había hablado.
-Comienza la fiesta, me encargo de los guardias, solo manténganse lejos de mi trayectoria y encárguense de la derecha e izquierda por favor.
Su voz sonaba casi vacía de lo centrada que estaba, comprobó los cargadores y con una última mirada a sus compañeros para comprobar que estaban listos, dio una fuerte patada a la puerta sacándola de sus bisagras y simplemente dio un paso en la sala.
El primer tiro fue justo al frente, a un hombre que la apuntaba con un fusil. El segundo, un movimiento a su derecha y un destello de metal que captó por el rabillo de ojo, el tercero y el cuarto a la vez uno en cada lado cuando los guardias trataron de levantar sus armas, el quinto subido sobre una mesa apenas tuvo tiempo de soltar la correa de su fusil de asalto del hombro antes de recibir el tiro.
Los cinco cuerpos cayeron apenas en unos pocos segundos, todos con un punto rojo entre los ojos y una gota continua de sangre resbalando por la nariz y la comisura de los ojos pareciendo lagrimas de sangre.
Con su sonrisa macabra miro a todos los otros hombres dentro de la sala, no sabia si estaban armados o no, supuestamente solo los guardias llevaban fusiles de asalto, sin embargo, seguramente todos allí dentro ocultaban armas blancas o pistolas.
No le importaba, no quedaría uno con vida en cuestión de minutos. Simplemente centrando sus sentidos en disparar a todo lo que se moviera y que llevara uniforme marine o vendas en la cara.
Sentía la adrenalina corriendo por sus venas y sentía ganar de reír, por fin una buena juerga para sus gemelas y un poquito de emoción para ella
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Krauser se hallaba allí sentado, era increíble, sus hombres estaban tardando mucho, a saber qué diablos estaban haciendo. Allí sentado tan solo su presencia inundaba el lugar, cualquiera que poseyera un haki de observación decente podría saber del terrible poder del demonio. De hecho ahora este estaba concentrado a más no poder, activó su mantra despacio para poder notar las presencias y así lo hizo. Sus hombres ya estaban entrando, esperaba que no tardasen mucho más o iba a entrar él solo, se levantó despacio algo distraído y de repente notó como algo metálico se colocaba en su espalda. No movió ni un solo músculo, se giró muy despacio hasta fijarse en un revolucionario que le había tomado por sorpresa, este tenía un revólver en su mano derecha. El caño de este acabó en la frente del demonio, el cual ni siquiera podía decir nada debido a la difícil situación que estaba viviendo en ese momento tan concreto. Las palabras de aquel hombre no tardaron mucho en salir de su boca, en un tono realmente molesto para el castaño, pues además de hablar de forma engreída, parecía disfrutar de ello.
- Ni se te ocurra moverte marine, ahora formas parte de nuestros prisioneros. No te pongas muy chulo o te matare aquí mismo. Tus posibilidades conmigo son nulas y ahora eres como un conejo ante un león.
La mirada del marine chocó contra la de ese tipo, era un joven de pelo moreno, ojos azules y estatura bajita. Sin embargo parecía musculoso, tenía algo de barba y parecía tenerlo muy creído. La verdad es que era la clase de tontos que Krauser veía a menudo, este simplemente pegó un suspiro y tranquilamente se cruzó de brazos, después de unos segundos se dio el lujo de hablarle de mal manera y como le dio la gana.
- Bueno payaso, puedes llevarme preso de una jodida vez o puedes quedarte aquí y contarme tu vida. Yo si me aburro te aviso de que me gusta jugar al veo veo.
Aquella respuesta no pareció agradar al revolucionario, que a sangre fría apretó el gatillo de su arma, no sonó mucho debido a que llevaba un silenciador en ella. El castaño cayó al suelo con los ojos muy abiertos, las risas de aquel tipo se escucharon por todo el lugar, después de unos segundos se giró mientras guardaba su arma. Ese idiota no sabía que aquello era su fin, un sonido metálico sonó a su espalda, entonces se giró y antes de poder reaccionar, fue partido en dos. Krauser estaba en pie, su frente estaba bañada por un color morado azabache, su poderoso haki había parado la bala como si nada. Ahora escuchó tiros al otro lado de la puerta y activó su mantra de nuevo, reconociendo a sus hombres, estaban a unos nueve metros del centro de la sala, algo perfecto para lo que planeaba. De repente encendió de nuevo el Den Den Muchi negro y marcó el número de la tiradora de su flota, segundos después le habló en un tono realmente macabro.
- Alejaos del centro de esa sala y cubríos sin no queréis morir ahí mismo.
El marine colgó y estiró su mano derecha hacia arriba, un brillo blanco comenzó a formarse en esta, como si algo estuviera surgiendo. De repente la figura de un shuriken comenzó a brillar, tenía cinco puntas y era del tamaño de una maldita casa. Sin pensárselo, lo lanzó contra la puerta que daba a la gran sala, mientras todos morían debido a los tiros de Minako y los demás, un ruido metálico invadió la sala. La pared fue literalmente reventada y aquel enorme shuriken blanco surgió de la nada, partiendo en dos a todos los que pillaba en su camino pues estaba hecho de energía cortante. De repente, cuando estaba en el centro de la sala, el demonio desde el humo dejado tras la pared, cerró el puño y aquella cosa de cinco puntas, brilló un poco explotando de repente y provocando una explosión cortante de siete metros a la redonda. Un festival de sangre y destrucción partió en trozos a la mayoría de aquella gente, sus chicos tenían orden de alejarse del centro, una vez pasó, en el medio de la sala había un jodido agujero lleno de trozos de carne. Segundos después el marine surgió de la niebla con una mirada seria, en verdad era un maldito demonio, nadie esperaba un poder así de destructivo. Miró los cuerpos sin vida y después observó a los suyos.
- Misión cumplida.
- Ni se te ocurra moverte marine, ahora formas parte de nuestros prisioneros. No te pongas muy chulo o te matare aquí mismo. Tus posibilidades conmigo son nulas y ahora eres como un conejo ante un león.
La mirada del marine chocó contra la de ese tipo, era un joven de pelo moreno, ojos azules y estatura bajita. Sin embargo parecía musculoso, tenía algo de barba y parecía tenerlo muy creído. La verdad es que era la clase de tontos que Krauser veía a menudo, este simplemente pegó un suspiro y tranquilamente se cruzó de brazos, después de unos segundos se dio el lujo de hablarle de mal manera y como le dio la gana.
- Bueno payaso, puedes llevarme preso de una jodida vez o puedes quedarte aquí y contarme tu vida. Yo si me aburro te aviso de que me gusta jugar al veo veo.
Aquella respuesta no pareció agradar al revolucionario, que a sangre fría apretó el gatillo de su arma, no sonó mucho debido a que llevaba un silenciador en ella. El castaño cayó al suelo con los ojos muy abiertos, las risas de aquel tipo se escucharon por todo el lugar, después de unos segundos se giró mientras guardaba su arma. Ese idiota no sabía que aquello era su fin, un sonido metálico sonó a su espalda, entonces se giró y antes de poder reaccionar, fue partido en dos. Krauser estaba en pie, su frente estaba bañada por un color morado azabache, su poderoso haki había parado la bala como si nada. Ahora escuchó tiros al otro lado de la puerta y activó su mantra de nuevo, reconociendo a sus hombres, estaban a unos nueve metros del centro de la sala, algo perfecto para lo que planeaba. De repente encendió de nuevo el Den Den Muchi negro y marcó el número de la tiradora de su flota, segundos después le habló en un tono realmente macabro.
- Alejaos del centro de esa sala y cubríos sin no queréis morir ahí mismo.
El marine colgó y estiró su mano derecha hacia arriba, un brillo blanco comenzó a formarse en esta, como si algo estuviera surgiendo. De repente la figura de un shuriken comenzó a brillar, tenía cinco puntas y era del tamaño de una maldita casa. Sin pensárselo, lo lanzó contra la puerta que daba a la gran sala, mientras todos morían debido a los tiros de Minako y los demás, un ruido metálico invadió la sala. La pared fue literalmente reventada y aquel enorme shuriken blanco surgió de la nada, partiendo en dos a todos los que pillaba en su camino pues estaba hecho de energía cortante. De repente, cuando estaba en el centro de la sala, el demonio desde el humo dejado tras la pared, cerró el puño y aquella cosa de cinco puntas, brilló un poco explotando de repente y provocando una explosión cortante de siete metros a la redonda. Un festival de sangre y destrucción partió en trozos a la mayoría de aquella gente, sus chicos tenían orden de alejarse del centro, una vez pasó, en el medio de la sala había un jodido agujero lleno de trozos de carne. Segundos después el marine surgió de la niebla con una mirada seria, en verdad era un maldito demonio, nadie esperaba un poder así de destructivo. Miró los cuerpos sin vida y después observó a los suyos.
- Misión cumplida.
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Minako se encontraba en su salsa, parada en medio de la sala, disparando a todo lo que se moviera y pateando, golpeando y dando cabezazos a cualquiera que lograra acercarse lo suficiente.
Había un montón de tipos ahí dentro, demasiados, pero no iba a quejarse, entre los tres estaban dando buena cuenta de ellos.
Apretó el gatillo una vez más y comprobó que una de las sig se había quedado sin balas, dio un gruñido y dejó que sus compañeros la cubrieran los pocos segundos que tardo en sacar un cargador del cinturón. Escucho el click y vio el cargador vacío caer al suelo.
Iba a encajar el nuevo cargador cuando sintió la presencia a su espalda y vio el brazo por el rabillo del ojo, soltó una de las pistolas al tiempo que sentía el brazo rodeando su cuello, tratando de asfixiarla.
Su cerebro reaccionó por si solo, recordó en un segundo todos los consejos y enseñanzas del que había sido su maestro años atrás. Había practicado y entrenado tantas posibles situaciones similares que no tubo ni una sola duda de cómo reaccionar.
Giró la cabeza hacia el interior del brazo que la sujetaba para aliviar la presión sobre su tráquea, doblo ligeramente las rodilla bajando el nivel del cuerpo para asegurar el apoyo y con la mano que tenia libre agarro la muñeca del hombre, golpeando hacia atrás con la otra, apuntando hacia donde sabía que estaba la cara del tipo, sintió la culata de la sig golpear algo duro y supo que había impactado en su nariz. Enseguida bajó la mano, golpeando de nuevo con fuerza en la entrepierna.
Pudo escuchar el jadeo de dolor y sintió el agarre aflojarse cuando el tipo se doblo hacia delante, aprovechó la oportunidad y en un movimiento rápido, sin soltar su muñeca que aun sujetaba se cruzó por debajo, dejando el brazo que hace un segundo la sujetaba del cuello extendido en un ángulo doloroso, sin pensarlo siquiera golpeó en la articulación del codo con la culata del arma, sintiendo el hueso crujir y el hombre gritar de dolor, sin soltarlo todavía, dio una patada a su cara, soltándolo por fin y dejándolo caer hacia atrás inconsciente.
-Te has equivocado de chica a la que joder.
Sin pararse a pensar, aprovecho las dos balas que quedaban en la sig que aun tenía en la mano y disparó al inconsciente revolucionario en la cabeza. Luego se agacho y recogió su otra arma, y cambio los dos cargadores, volviendo a disparar a diestro y siniestro con su eterna sonrisa macabra.
Sus compañeros apenas y habían registrado el momento, había pasado en apenas unos pocos segundos.
Acababa de abrirle un tercer ojo a otro cuerpo más cuando sintió de nuevo el ruido de su Den Den Mushi. Sacó a Pipin mientras disparaba con la otra mano y escucho atentamente las palabras de su Jefe.
-¡Chicos, lejos del centro y a cubierto!
Ante su grito los dos marines corrieron hacia el lado contrario, metiéndose tras unos armarios.
Mikky lanzó un último rebelde de una patada de 180 grados , antes de correr y saltar sobre una enorme mesa llena de aparatos electrónicos, resbaló sobre la superficie tirando todo lo que había encima y se ocultó tras el mueble, sujetando al mono, que chillaba y gritaba por encima de las mesas, lo ocultó entre sus brazos cuando una fuerte explosión sacudió el lugar, salpicando sangre y trozos de miembros por todas partes.
La fuerza de la explosión la sacudió, lanzándola contra la pared, y se golpeó el hombro contra un armario lleno de probetas.
En cuanto sintió que todo terminaba, se incorporó, agarrando al animal asustado con una mano y sacudiendo la humareda tosiendo.
-Vaya estropicio.
Miró los cuerpos acribillados, entre los muertos de la explosión y los que ellas se habían cargado antes parecía que no quedaba nadie.
-Misión cumplida.
Miró entre la humareda hasta que consiguió ver al demonio de la niebla, tan serio y relajado como antes sin fijarse siquiera en la multitud de muertos.
Los tres caminaron hacia él, ahora que estaba todo listo, darían una revisión rápida asegurando que no había rebelde vivo y luego volverían al barco a disfrutar de una buena cena.
Por el rabillo del ojo, Mikky vio un ligero movimiento, levantó una de las pistolas, dando un ultimo tiro a un moribundo hombre que trataba de moverse.
-Ahora si. Por cierto, dijiste fuera del centro, no fuera de la maldita cueva, un poco más y me descalabras
Se frotó el hombro un poco con un gruñido y se encaminó fuera dispuesta a terminar aquello de una vez.
Había un montón de tipos ahí dentro, demasiados, pero no iba a quejarse, entre los tres estaban dando buena cuenta de ellos.
Apretó el gatillo una vez más y comprobó que una de las sig se había quedado sin balas, dio un gruñido y dejó que sus compañeros la cubrieran los pocos segundos que tardo en sacar un cargador del cinturón. Escucho el click y vio el cargador vacío caer al suelo.
Iba a encajar el nuevo cargador cuando sintió la presencia a su espalda y vio el brazo por el rabillo del ojo, soltó una de las pistolas al tiempo que sentía el brazo rodeando su cuello, tratando de asfixiarla.
Su cerebro reaccionó por si solo, recordó en un segundo todos los consejos y enseñanzas del que había sido su maestro años atrás. Había practicado y entrenado tantas posibles situaciones similares que no tubo ni una sola duda de cómo reaccionar.
Giró la cabeza hacia el interior del brazo que la sujetaba para aliviar la presión sobre su tráquea, doblo ligeramente las rodilla bajando el nivel del cuerpo para asegurar el apoyo y con la mano que tenia libre agarro la muñeca del hombre, golpeando hacia atrás con la otra, apuntando hacia donde sabía que estaba la cara del tipo, sintió la culata de la sig golpear algo duro y supo que había impactado en su nariz. Enseguida bajó la mano, golpeando de nuevo con fuerza en la entrepierna.
Pudo escuchar el jadeo de dolor y sintió el agarre aflojarse cuando el tipo se doblo hacia delante, aprovechó la oportunidad y en un movimiento rápido, sin soltar su muñeca que aun sujetaba se cruzó por debajo, dejando el brazo que hace un segundo la sujetaba del cuello extendido en un ángulo doloroso, sin pensarlo siquiera golpeó en la articulación del codo con la culata del arma, sintiendo el hueso crujir y el hombre gritar de dolor, sin soltarlo todavía, dio una patada a su cara, soltándolo por fin y dejándolo caer hacia atrás inconsciente.
-Te has equivocado de chica a la que joder.
Sin pararse a pensar, aprovecho las dos balas que quedaban en la sig que aun tenía en la mano y disparó al inconsciente revolucionario en la cabeza. Luego se agacho y recogió su otra arma, y cambio los dos cargadores, volviendo a disparar a diestro y siniestro con su eterna sonrisa macabra.
Sus compañeros apenas y habían registrado el momento, había pasado en apenas unos pocos segundos.
Acababa de abrirle un tercer ojo a otro cuerpo más cuando sintió de nuevo el ruido de su Den Den Mushi. Sacó a Pipin mientras disparaba con la otra mano y escucho atentamente las palabras de su Jefe.
-¡Chicos, lejos del centro y a cubierto!
Ante su grito los dos marines corrieron hacia el lado contrario, metiéndose tras unos armarios.
Mikky lanzó un último rebelde de una patada de 180 grados , antes de correr y saltar sobre una enorme mesa llena de aparatos electrónicos, resbaló sobre la superficie tirando todo lo que había encima y se ocultó tras el mueble, sujetando al mono, que chillaba y gritaba por encima de las mesas, lo ocultó entre sus brazos cuando una fuerte explosión sacudió el lugar, salpicando sangre y trozos de miembros por todas partes.
La fuerza de la explosión la sacudió, lanzándola contra la pared, y se golpeó el hombro contra un armario lleno de probetas.
En cuanto sintió que todo terminaba, se incorporó, agarrando al animal asustado con una mano y sacudiendo la humareda tosiendo.
-Vaya estropicio.
Miró los cuerpos acribillados, entre los muertos de la explosión y los que ellas se habían cargado antes parecía que no quedaba nadie.
-Misión cumplida.
Miró entre la humareda hasta que consiguió ver al demonio de la niebla, tan serio y relajado como antes sin fijarse siquiera en la multitud de muertos.
Los tres caminaron hacia él, ahora que estaba todo listo, darían una revisión rápida asegurando que no había rebelde vivo y luego volverían al barco a disfrutar de una buena cena.
Por el rabillo del ojo, Mikky vio un ligero movimiento, levantó una de las pistolas, dando un ultimo tiro a un moribundo hombre que trataba de moverse.
-Ahora si. Por cierto, dijiste fuera del centro, no fuera de la maldita cueva, un poco más y me descalabras
Se frotó el hombro un poco con un gruñido y se encaminó fuera dispuesta a terminar aquello de una vez.
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Krauser se fijó en sus hombres estaban bien, aquello estaba reventado y la sangre era el color principal en la sala. Después de unos momento suspiró, todo había salido a la perfección debido a la buena capacidad de todo el equipo, la pequeña queja de la recluta llegó a sus oídos, al parecer el radio de explosión había sido más grande de lo que esperaba el castaño. Después observó cómo se alejaba, estiró el brazo despacio y agarró a la chica del hombro bueno, la acercó a él y miró su hombro de forma tranquila. Pasó dos de sus dedos de forma simple por encima mientras no apartaba ahora la mirada de sus ojos, confiando en su pulso debido a su conocimiento de la anatomía.
- No te vas a morir, es solo un leve rasguño. Fallo mío recluta. Pero debo felicitarte por tu buen trabajo.
Ahora entrecerró los ojos y la soltó, girándose de manera rápida y mirando a los demás con calma y tranquilidad. La misión ya había finalizado y no había mucho que hacer en aquel lugar de allí. Ahora el marine de alto rango observó a dos de los reclutas y los señaló con su dedo índice de forma seria. Ellos tragaron saliva algo preocupados por si el demonio tenía algo malo que decirles, sin embargo no fue así. Este alzó la voz hablándoles en un tono muy calmado indicándoles un par de cosas de las que tenían que encargarse antes de finalizar su parte en aquel lugar.
- Vosotros dos, ocupaos de investigar lo que queda, nos veremos en el barco en veinte minutos, enviare un equipo de limpieza para que libere los animales y queme los cuerpos. Lo que ha pasado aquí es solo el día a día de un marine señores, nunca lo olviden, ahora tomen lo que les sea de utilidad y cumplan su deber.
Dicho eso, empezó a caminar despacio hasta uno de los cuerpos y le dio una leve patada para comprobar bien que estaba muerto. Después observó la fosa que había hecho con su poder, se había pasado, estaba aumentando bastante sus habilidades. Acto seguido echó a caminar hacia la salida, pasó por al lado de la tiradora y una vez la adelantó, se frenó en seco. Agachó la cabeza y cerró los ojos de forma lenta, como si fuese a decirle algo, un silencio incomodo recorrió el lugar. Después de unos quince segundos, el marine sonrió de lado y continuó caminando como si no hubiese pasado nada. Al rato consiguió llegar al barco, pegó un salto evadiendo la tablilla y colocándose en la cubierta. Miró hacia dónde estaban los demás marines y comenzó a dar instrucciones de forma rápida y seria, sin dejarse ningún detalle.
- Base localizada y arrasada, vayan tras la cascada, a unos cincuenta metro de aquí en línea recta, liberen los animales y hagan una acción de limpieza. La misión ha sido un éxito, ahora me voy a mi camarote a descansar.
- No te vas a morir, es solo un leve rasguño. Fallo mío recluta. Pero debo felicitarte por tu buen trabajo.
Ahora entrecerró los ojos y la soltó, girándose de manera rápida y mirando a los demás con calma y tranquilidad. La misión ya había finalizado y no había mucho que hacer en aquel lugar de allí. Ahora el marine de alto rango observó a dos de los reclutas y los señaló con su dedo índice de forma seria. Ellos tragaron saliva algo preocupados por si el demonio tenía algo malo que decirles, sin embargo no fue así. Este alzó la voz hablándoles en un tono muy calmado indicándoles un par de cosas de las que tenían que encargarse antes de finalizar su parte en aquel lugar.
- Vosotros dos, ocupaos de investigar lo que queda, nos veremos en el barco en veinte minutos, enviare un equipo de limpieza para que libere los animales y queme los cuerpos. Lo que ha pasado aquí es solo el día a día de un marine señores, nunca lo olviden, ahora tomen lo que les sea de utilidad y cumplan su deber.
Dicho eso, empezó a caminar despacio hasta uno de los cuerpos y le dio una leve patada para comprobar bien que estaba muerto. Después observó la fosa que había hecho con su poder, se había pasado, estaba aumentando bastante sus habilidades. Acto seguido echó a caminar hacia la salida, pasó por al lado de la tiradora y una vez la adelantó, se frenó en seco. Agachó la cabeza y cerró los ojos de forma lenta, como si fuese a decirle algo, un silencio incomodo recorrió el lugar. Después de unos quince segundos, el marine sonrió de lado y continuó caminando como si no hubiese pasado nada. Al rato consiguió llegar al barco, pegó un salto evadiendo la tablilla y colocándose en la cubierta. Miró hacia dónde estaban los demás marines y comenzó a dar instrucciones de forma rápida y seria, sin dejarse ningún detalle.
- Base localizada y arrasada, vayan tras la cascada, a unos cincuenta metro de aquí en línea recta, liberen los animales y hagan una acción de limpieza. La misión ha sido un éxito, ahora me voy a mi camarote a descansar.
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Minako puso los ojos en blanco ante las palabras de Krauser, ¿un rasguño? Si en vez de con el hombro hubiera dado con la cabeza ahora estaría viendo pajaritos de colores.
Sonrió resignada, menos mal que no era rencorosa o su trabajo se habría vuelto difícil.
Afortunadamente ella no solía guardar rencor a nadie, era una pérdida de tiempo, al menos cuando se trataba de un accidente, si la cosa fuera a propósito, entonces bien podría prepararse el culpable porque lo perseguiría a los confines del infierno solo para amargarle la vida.
Se echó a caminar detrás del demonio de la niebla feliz de que reconociera su buen trabajo, no es que hubiera sido muy difícil, ‘pero que reconozcan tus méritos a todo el mundo le sienta bien.
De mala gana se dirigió a la salida, los encargados de terminar el trabajo eran sus compañeros, no le gustaba la idea de dejar algo sin terminar, pero si con el jaleo que habían armado todavía no habían llegado allí, significaba que no quedaba nadie en la zona, o al menos nadie que mereciera la pena gastar una bala.
Caminó en silencio detrás de su jefe, guardando las pistolas en las fundas y golpeando las punteras de sus botas en el suelo para recoger de nuevo las cuchillas retráctiles que escondían las suelas.
El camino fue tranquilo y silencioso, de reojo, capto algunos movimientos sospechosos, pero los ruidos le decían que se trataba de animales, muy grandes, pero inofensivos.
Había oído decir que en aquel lugar existían seres gigantescos pertenecientes a otras épocas, pero no había tenido la suerte de ver ninguno, tal vez estaban echando la siesta, tendría que volver algún día para comprobarlo.
En cuanto vislumbró el barco, su buen humor apareció de nuevo en todo su esplendor.
El trabajo no había sido para nada complicado, pero no pensaba despreciar una buena cena y un sueñecito, tal vez una sesión de mimos felinos de su querido bebe. Ahora que lo recordaba, Haku debía estar como loco buscándola, solo esperaba que no se hubiese metido en algún lía, ese tigre era como un gatito curioso y cuando ella no estaba para vigilarlo se metía en un montón de problemas.
Sintió algo peludo acariciando su cuello y dirigió la mirada al pequeño primate que ahora permanecía acomodado felizmente en su cabeza, casi había olvidado que estaba con ella. Por un momento se preguntó si le pondrían algún problema para llevárselo en el barco, pero nade había dicho una mala palabra sobre sus otras dos mascotas, por lo que no creía que fuese un problema.
Odiaba la idea de dejarlo allí, el pobre animalito ya había sufrido demasiado como para abandonarlo a la merced de esos monstruos que supuestamente poblaban la isla.
Acarició la cola peluda y suave con los dedos mientras subía la rampa. Tal vez podría encontrarle un buen hogar una vez que regresara de aquella dichosa isla, aunque dudaba que fuera fácil, y menos si el animal se encariñaba con ella con la facilidad que había mostrado hasta ahora.
Con un suspiro decidió no pensar en eso en ese momento, ya buscaría una solución, ahora, todo lo que quería era una ducha para sacarse la sangre seca de la piel y una buena cena que llenara su vacío estomago.
-bueno, una misión menos, me pregunto si ya estará la cena.
Despidiéndose del resto de tripulantes con la mano y una sonrisa se dirigió directamente a su camarote en busca de un poco de relax hasta que el siguiente trabajo fuera encomendado
Sonrió resignada, menos mal que no era rencorosa o su trabajo se habría vuelto difícil.
Afortunadamente ella no solía guardar rencor a nadie, era una pérdida de tiempo, al menos cuando se trataba de un accidente, si la cosa fuera a propósito, entonces bien podría prepararse el culpable porque lo perseguiría a los confines del infierno solo para amargarle la vida.
Se echó a caminar detrás del demonio de la niebla feliz de que reconociera su buen trabajo, no es que hubiera sido muy difícil, ‘pero que reconozcan tus méritos a todo el mundo le sienta bien.
De mala gana se dirigió a la salida, los encargados de terminar el trabajo eran sus compañeros, no le gustaba la idea de dejar algo sin terminar, pero si con el jaleo que habían armado todavía no habían llegado allí, significaba que no quedaba nadie en la zona, o al menos nadie que mereciera la pena gastar una bala.
Caminó en silencio detrás de su jefe, guardando las pistolas en las fundas y golpeando las punteras de sus botas en el suelo para recoger de nuevo las cuchillas retráctiles que escondían las suelas.
El camino fue tranquilo y silencioso, de reojo, capto algunos movimientos sospechosos, pero los ruidos le decían que se trataba de animales, muy grandes, pero inofensivos.
Había oído decir que en aquel lugar existían seres gigantescos pertenecientes a otras épocas, pero no había tenido la suerte de ver ninguno, tal vez estaban echando la siesta, tendría que volver algún día para comprobarlo.
En cuanto vislumbró el barco, su buen humor apareció de nuevo en todo su esplendor.
El trabajo no había sido para nada complicado, pero no pensaba despreciar una buena cena y un sueñecito, tal vez una sesión de mimos felinos de su querido bebe. Ahora que lo recordaba, Haku debía estar como loco buscándola, solo esperaba que no se hubiese metido en algún lía, ese tigre era como un gatito curioso y cuando ella no estaba para vigilarlo se metía en un montón de problemas.
Sintió algo peludo acariciando su cuello y dirigió la mirada al pequeño primate que ahora permanecía acomodado felizmente en su cabeza, casi había olvidado que estaba con ella. Por un momento se preguntó si le pondrían algún problema para llevárselo en el barco, pero nade había dicho una mala palabra sobre sus otras dos mascotas, por lo que no creía que fuese un problema.
Odiaba la idea de dejarlo allí, el pobre animalito ya había sufrido demasiado como para abandonarlo a la merced de esos monstruos que supuestamente poblaban la isla.
Acarició la cola peluda y suave con los dedos mientras subía la rampa. Tal vez podría encontrarle un buen hogar una vez que regresara de aquella dichosa isla, aunque dudaba que fuera fácil, y menos si el animal se encariñaba con ella con la facilidad que había mostrado hasta ahora.
Con un suspiro decidió no pensar en eso en ese momento, ya buscaría una solución, ahora, todo lo que quería era una ducha para sacarse la sangre seca de la piel y una buena cena que llenara su vacío estomago.
-bueno, una misión menos, me pregunto si ya estará la cena.
Despidiéndose del resto de tripulantes con la mano y una sonrisa se dirigió directamente a su camarote en busca de un poco de relax hasta que el siguiente trabajo fuera encomendado
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