Era una noche sin luna. De aquellas en que el corazón aquejaba por la oscuridad, de esas noches que encogen el alma y hacen temer a los lobos del bosque. Era una mala noche, y una sombra caminaba tranquilamente por las calles empedradas del lugar. En su mano una espada que despedía un brillo plateado, amantando al ser un embozo negro como la noche, cubierta la cabeza por una capucha. Algunos de los que lo veían por la calle temían que la parca se estuviera presenciando en aquel lugar. Temían que los presagios de muerte estuvieran llegando, y que la destrucción asolara el pueblo. Pero la única intención de la sombra, moviéndose fantasmagóricamente en medio de la noche, sólo buscaba el Dojo de esgrima. Con paso seguro, ascendía la ladera de la montaña tratando de encontrar al maestro, el hombre que mayor conocimiento de esgrima tenía de todo el East blue, buscaba alguien de quien aprender.
Aquel presagio de desdicha no era otro que el verdugo, más conocido como el Señor Nat y conocido sólo por una persona como Caspio Hurr. Espadachín en ciernes, gran amante de la bebida y rey del asesinato sigiloso. Hacía tiempo se había topado con gente muy interesante, sobre todo marines. El ya Contra-almirante Krauser, el capitán Karl, Teravan Finger-bullet, su contacto en la marina... Pero de ninguno había aprendido nada. Habían sido conversaciones agradables, grandes tratos y relaciones que tardarían tiempo y sal en perderse, pero él quería ser el gran espadachín de aquella era. No podía ser de otra forma. Como miembro de la tripulación de un Yonkaikyo y futuro shichibukai, Caspio necesitaba poder defender la reputación de Dark Ascension, hacerla temible para los maleantes y algún día derrotar a Yazori Sky... Y a Krabbo. Aquel sucio cangrejo era tan estúpido como para tratar de destruir al Sol Negro al primer atisbo de debilidad. Lo que no sabía aquel gyojin era que, hasta derrotada, Yazori contaba con la protección del gobierno. El vampiro Markov protegía a cualquiera que pudiera dar un buen servicio a sus planes, y Caspio estaba seguro de que Yazori superaría con mucho todas las expectativas que el conde pudiera tener en ella.
Pensando en aquello legó hasta el Dojo. No llamó a la puerta, sólo la corrió. No había nadie en el patio, que se sumía en un profundo silencio. Comenzó a dar espadazos en el aire, cortando el viento. Podría esperar así hasta el amanecer, de ser necesario.
Aquel presagio de desdicha no era otro que el verdugo, más conocido como el Señor Nat y conocido sólo por una persona como Caspio Hurr. Espadachín en ciernes, gran amante de la bebida y rey del asesinato sigiloso. Hacía tiempo se había topado con gente muy interesante, sobre todo marines. El ya Contra-almirante Krauser, el capitán Karl, Teravan Finger-bullet, su contacto en la marina... Pero de ninguno había aprendido nada. Habían sido conversaciones agradables, grandes tratos y relaciones que tardarían tiempo y sal en perderse, pero él quería ser el gran espadachín de aquella era. No podía ser de otra forma. Como miembro de la tripulación de un Yonkaikyo y futuro shichibukai, Caspio necesitaba poder defender la reputación de Dark Ascension, hacerla temible para los maleantes y algún día derrotar a Yazori Sky... Y a Krabbo. Aquel sucio cangrejo era tan estúpido como para tratar de destruir al Sol Negro al primer atisbo de debilidad. Lo que no sabía aquel gyojin era que, hasta derrotada, Yazori contaba con la protección del gobierno. El vampiro Markov protegía a cualquiera que pudiera dar un buen servicio a sus planes, y Caspio estaba seguro de que Yazori superaría con mucho todas las expectativas que el conde pudiera tener en ella.
Pensando en aquello legó hasta el Dojo. No llamó a la puerta, sólo la corrió. No había nadie en el patio, que se sumía en un profundo silencio. Comenzó a dar espadazos en el aire, cortando el viento. Podría esperar así hasta el amanecer, de ser necesario.
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Una pequeña barca se acercaba a la orilla de aquella isla, en esta se encontraba una persona alta, de pelo pinchudo y alborotado hacia el lado izquierdo de su cabeza. Uno de sus ojos era negro y era el único visible, el otro estaba tapado por su media máscara negra y su cinta negra de la cabeza. La máscara le tapaba la nariz, la boca y parte del cuello. Sus vestimentas trataban de un chaleco verde que le protegía, además de ser de cuello alto y blando. Una malla negra que llegaba hasta los pies y unas sandalias de madera. En su cintura había una funda donde guardaba su Masamune. También portaba una segunda funda donde llevaba su puñal. El bote no tardó mucho en llegar a la orilla y fue cuando el agente bajó de este mientras observaba a su alrededor de forma tranquila y calmada.
Se había desplazado hasta aquel remoto lugar ya que quería saber sobre los mejores espadachines del mar del este. Y algo le decía que los rumores sobre aquella villa eran ciertos, él aún estaba empezando con su manejo de la espada y conocía las katas básicas para al menos saber defenderse en un combate de espadachines normales. Sus pasos ahora avanzaban saliendo de la arena y desplazándose hasta el bosque, su mirada estaba fija al frente y su rostro estaba muy calmado, el agente del CP había aprovechado su tiempo libre para viajar hasta allí. Era un buen agente y cumplía bien con sus misiones, sin embargo era bastante tranquilo y no solía meterse en líos, prefería evitarlos. Su sentido de la justicia era muy grande, incluso en el sentido de que no atacaba a piratas que no lo merecieran o a revolucionarios que considerara aceptables.
No tardó mucho en llegar a un pequeño bosque por donde comenzó a subir de forma calmada, su mirada ahora iba analizando los arboles mientras caminaba. No tenía ni idea de por dónde empezar, se estaba alejando del pueblo ya que se había perdido claramente. Su sentido de la orientación no era muy bueno y lo acababa de demostrar. Pegó un pequeño suspiro mirando a su alrededor, sintiendo el frio de la noche y los sonidos de las aves nocturnas como las lechuzas o los búhos. Era una imagen terrorífica pero de todas formas él se sentía a gusto mientras caminaba buscando el famoso templo de aquella villa.
De repente a sus oídos llegaron pequeños silbidos, eran los claros sonidos de alguien lanzando espadazos. Este los siguió mientras se impacientaba y tras unos segundos trotando consiguió llegar al Dojo, sonrió satisfecho mientras caminaba. Sus ojos pudieron ver en la entrada a un hombre encapuchado que sostenía una espada y estaba lanzando tajos al aire. Debía ser el hombre que producía los silbidos, de no ser por él, se habría perdido seguramente en el camino, le debía una por aquella ayuda. Además aquel tipo portaba una capa negra, los pasos de Kakashi continuaron hasta quedar a unos cinco metros de distancia de aquella persona. Su ojo visible le miraba de forma calmada y tranquila para después llevar su mano derecha a la nunca y sonreír un poco hablando en un tono amable y tranquilo. –Buenas noches, perdone que le moleste a estas horas, es un poco atrevido por mi parte y le ruego que me disculpe, pero me gustaría saber si es usted uno de los maestros del Dojo. –Tras sus palabras se quedó callado admirando la preciosa espada que aquel hombre tenía, era magnifica y la manejaba como un verdadero espadachín, ver aquello era un verdadero espectáculo.
Se había desplazado hasta aquel remoto lugar ya que quería saber sobre los mejores espadachines del mar del este. Y algo le decía que los rumores sobre aquella villa eran ciertos, él aún estaba empezando con su manejo de la espada y conocía las katas básicas para al menos saber defenderse en un combate de espadachines normales. Sus pasos ahora avanzaban saliendo de la arena y desplazándose hasta el bosque, su mirada estaba fija al frente y su rostro estaba muy calmado, el agente del CP había aprovechado su tiempo libre para viajar hasta allí. Era un buen agente y cumplía bien con sus misiones, sin embargo era bastante tranquilo y no solía meterse en líos, prefería evitarlos. Su sentido de la justicia era muy grande, incluso en el sentido de que no atacaba a piratas que no lo merecieran o a revolucionarios que considerara aceptables.
No tardó mucho en llegar a un pequeño bosque por donde comenzó a subir de forma calmada, su mirada ahora iba analizando los arboles mientras caminaba. No tenía ni idea de por dónde empezar, se estaba alejando del pueblo ya que se había perdido claramente. Su sentido de la orientación no era muy bueno y lo acababa de demostrar. Pegó un pequeño suspiro mirando a su alrededor, sintiendo el frio de la noche y los sonidos de las aves nocturnas como las lechuzas o los búhos. Era una imagen terrorífica pero de todas formas él se sentía a gusto mientras caminaba buscando el famoso templo de aquella villa.
De repente a sus oídos llegaron pequeños silbidos, eran los claros sonidos de alguien lanzando espadazos. Este los siguió mientras se impacientaba y tras unos segundos trotando consiguió llegar al Dojo, sonrió satisfecho mientras caminaba. Sus ojos pudieron ver en la entrada a un hombre encapuchado que sostenía una espada y estaba lanzando tajos al aire. Debía ser el hombre que producía los silbidos, de no ser por él, se habría perdido seguramente en el camino, le debía una por aquella ayuda. Además aquel tipo portaba una capa negra, los pasos de Kakashi continuaron hasta quedar a unos cinco metros de distancia de aquella persona. Su ojo visible le miraba de forma calmada y tranquila para después llevar su mano derecha a la nunca y sonreír un poco hablando en un tono amable y tranquilo. –Buenas noches, perdone que le moleste a estas horas, es un poco atrevido por mi parte y le ruego que me disculpe, pero me gustaría saber si es usted uno de los maestros del Dojo. –Tras sus palabras se quedó callado admirando la preciosa espada que aquel hombre tenía, era magnifica y la manejaba como un verdadero espadachín, ver aquello era un verdadero espectáculo.
Yanna silbaba, cortando el aire. El sonar del acero contra la nada era de lo más reconfortante que Caspio conocía. No había que matar, ni que preocuparse. El aire no se ofendía, no gritaba de dolor, no aullaba en la derrota ni era indigno en la victoria. Jamás se cansaba de ayudar a Caspio a practicar, ni en las frías noches de invierno ni en los calurosos días de verano. Era un gran compañero, aunque no tanto como Drake, el chico lobo con el que viajaba en la Vela de Plata. Practicaban combate cada mañana, entrenaban reflejos y fuerza, agilidad y trataban de crear técnicas emulando al otro, aunque aquello no acababa de funcionar del todo. Caspio no sabía asestar un buen puñetazo, y el único filo que Drake conseguía usar correctamente era el cuchillo de cortar el queso, el único cuchillo en toda su cocina que no era de madera. Caspio era un cocinero bastante bueno, disfrutaba creando grandes platos para sus camaradas, pero también estaba obsesionado con la seguridad. Si algún día alguien asaltaba el barco, sólo él podría usar aquellos cuchillos. Drake no los necesitaba, Deri-chan tenía a Vanator, y Alex se transformaba en cloro y podría esperar sin mucho problema a que llegara el fin de la pelea.
De repente, su haki de observación detectó una presencia tras él. ¿Tal vez sería el maestro que iba a regañarle por su inoportuna visita?¿Se lo tomaría como un asalto o una amenaza? No tenía respuesta para aquellas preguntas, sólo su espada e intención de mejorar en el arte. Tal vez hubiera sido indecoroso entrar a aquellas horas en el dojo, pero la puerta estaba abierta y el patio era una invitación a entrenar. Sin duda ningún maestro podría sentirse ofendido por aquella visita, incluso tal vez debiera sentirse halagado.
–Buenas noches-Dijo la persona a su espalda-. Perdone que le moleste a estas horas, es un poco atrevido por mi parte y le ruego que me disculpe, pero me gustaría saber si es usted uno de los maestros del Dojo.
Caspio se dio la vuelta, sabiendo que aquel hombre no era el maestro. Vio a un muchacho de cabello de punta, semi-enmascarado, vestido casi de negro. No parecía alguien que fuera a atacarle, y parecía ser espadachín. No estaba bien atacar a un hombre que no lo retara primero, y tal vez también pudiera aprender algo de él. Aunque primero debía saber si era alguien en que se pudiera confiar.
-No soy uno de los maestros- dijo, mientras envainaba a Yanna.
Se acercó un poco, sin mucha precaución. Se quitó la capucha y dejó ver su rostro. El cabello rubio caía sobre los hombros, al tiempo que su capa comenzó a brillar con un tono azulado. "Los vientos de Norgannon", pensó mientras el viento hizo ondear el embozo. Sacó la mano de entre los pliegues, tendiéndola al otro espadachín.
-Pero soy el último maestro del Ken-nomai.
De repente, su haki de observación detectó una presencia tras él. ¿Tal vez sería el maestro que iba a regañarle por su inoportuna visita?¿Se lo tomaría como un asalto o una amenaza? No tenía respuesta para aquellas preguntas, sólo su espada e intención de mejorar en el arte. Tal vez hubiera sido indecoroso entrar a aquellas horas en el dojo, pero la puerta estaba abierta y el patio era una invitación a entrenar. Sin duda ningún maestro podría sentirse ofendido por aquella visita, incluso tal vez debiera sentirse halagado.
–Buenas noches-Dijo la persona a su espalda-. Perdone que le moleste a estas horas, es un poco atrevido por mi parte y le ruego que me disculpe, pero me gustaría saber si es usted uno de los maestros del Dojo.
Caspio se dio la vuelta, sabiendo que aquel hombre no era el maestro. Vio a un muchacho de cabello de punta, semi-enmascarado, vestido casi de negro. No parecía alguien que fuera a atacarle, y parecía ser espadachín. No estaba bien atacar a un hombre que no lo retara primero, y tal vez también pudiera aprender algo de él. Aunque primero debía saber si era alguien en que se pudiera confiar.
-No soy uno de los maestros- dijo, mientras envainaba a Yanna.
Se acercó un poco, sin mucha precaución. Se quitó la capucha y dejó ver su rostro. El cabello rubio caía sobre los hombros, al tiempo que su capa comenzó a brillar con un tono azulado. "Los vientos de Norgannon", pensó mientras el viento hizo ondear el embozo. Sacó la mano de entre los pliegues, tendiéndola al otro espadachín.
-Pero soy el último maestro del Ken-nomai.
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Kakashi esperaba una respuesta por parte de aquel hombre, se quitó la capucha de repente dejando caer su pelo mientras le miraba ahora. Su capa tenía un aura azulada bastante inquietante y al estar más cerca se pudo ver perfectamente la preciosa espada que aquel tipo sostenía. Después la envainó mientras decía que no era uno de los maestros, aquello decepcionó un poco al peliblanco, pero entonces eso significaba que tal vez ese hombre también estuviera allí para aprender algo sobre el arte de la espada o tal vez pensaba retar a algún maestro. Había múltiples posibilidades de lo que tal vez podía querer aquel hombre que estaba allí practicando en mitad de la noche. Aquel tipo le ofreció la mano, el agente no tardó ni un segundo en sacar la suya, la cual estaba protegida por un guante negro y un protector de acero en el dorso de la mano. Estrechó la de aquel tipo mientras escuchaba lo de su puesto de maestro de ese estilo de lucha.
Kakashi no conocía mucho sobre ese estilo y por ello se preguntó en qué consistiría. Aquel tipo no le había dicho su nombre, sin embargo al agente le daba lo mismo decir el suyo. No le molestaba aquella opción en absoluto y ahora tenía curiosidad por aquel hombre que decía ser un maestro. Definitivamente le quedaba mucho camino por delante, seguramente en un duelo con aquel hombre, no duraría ni dos asaltos, tenía pinta de ser bastante bueno en el manejo de la espada, ya había visto los precisos y elegantes movimientos con los que hacía silbar el aire sin mucha dificultad en su cometido. Se preguntaba quién sería el maestro de ese hombre, o tal vez no tenía, no sabía qué era lo más previsible, pues todo era un misterio en aquel tipo. El agente no pudo evitar sonreír de forma calmada mientras ahora le hablaba en un tono calmado y tranquilo. –Mi nombre es Wesker D. Kakashi. Soy un novato en esto, pero he conseguido crear mi propio estilo llamado Shukketsu ni yoru shibō (Muerte por desangre). Pero como ya le he dicho, solo soy un novato. –Tras sus palabras se quedó observándole con su ojo visible mientras esperaba una posible respuesta por parte de aquel hombre.
El viento mecía sus cabellos de forma tranquila, esperaba que no los confundieran con dos bandidos o algo por el estilo. La verdad era que se moría de ganas por ver aquel tipo en acción, parecía ser todo un verdadero espadachín y verle en un combate debía ser algo increíble, aunque peligroso para el desgraciado que le retara. No tenía ni idea del tiempo que podía quedar para que amaneciera, ni sabía todavía las intenciones de aquel espadachín, era hora de preguntarle qué hacía allí, aunque tal vez este no lo diría, eso era cuestión de lo que el destino decidiese. –Y bueno señor, también estas esperando a que llegue algún monje como yo supongo, o tal vez me equivoque. Me han dado muy buenas referencias de este buen lugar y he decidido venir para poder entrenar un tiempo, me vendría bien aprender de un buen maestro. –Dijo mientras llevaba sus manos a los bolsillos de forma calmada teniendo ahora una expresión tranquila y que no mostraba ningún sentimiento, estaba totalmente inexpresivo. Esperaba que aquel hombre le contestase, también esperaba que no fuera un asesino que había sido enviado para matar a los monjes o algo así. Era increíble la cantidad de cosas que podían llegar a pasar en un día, y aquel ni siquiera había amanecido todavía, pero no faltaría mucho.
Kakashi no conocía mucho sobre ese estilo y por ello se preguntó en qué consistiría. Aquel tipo no le había dicho su nombre, sin embargo al agente le daba lo mismo decir el suyo. No le molestaba aquella opción en absoluto y ahora tenía curiosidad por aquel hombre que decía ser un maestro. Definitivamente le quedaba mucho camino por delante, seguramente en un duelo con aquel hombre, no duraría ni dos asaltos, tenía pinta de ser bastante bueno en el manejo de la espada, ya había visto los precisos y elegantes movimientos con los que hacía silbar el aire sin mucha dificultad en su cometido. Se preguntaba quién sería el maestro de ese hombre, o tal vez no tenía, no sabía qué era lo más previsible, pues todo era un misterio en aquel tipo. El agente no pudo evitar sonreír de forma calmada mientras ahora le hablaba en un tono calmado y tranquilo. –Mi nombre es Wesker D. Kakashi. Soy un novato en esto, pero he conseguido crear mi propio estilo llamado Shukketsu ni yoru shibō (Muerte por desangre). Pero como ya le he dicho, solo soy un novato. –Tras sus palabras se quedó observándole con su ojo visible mientras esperaba una posible respuesta por parte de aquel hombre.
El viento mecía sus cabellos de forma tranquila, esperaba que no los confundieran con dos bandidos o algo por el estilo. La verdad era que se moría de ganas por ver aquel tipo en acción, parecía ser todo un verdadero espadachín y verle en un combate debía ser algo increíble, aunque peligroso para el desgraciado que le retara. No tenía ni idea del tiempo que podía quedar para que amaneciera, ni sabía todavía las intenciones de aquel espadachín, era hora de preguntarle qué hacía allí, aunque tal vez este no lo diría, eso era cuestión de lo que el destino decidiese. –Y bueno señor, también estas esperando a que llegue algún monje como yo supongo, o tal vez me equivoque. Me han dado muy buenas referencias de este buen lugar y he decidido venir para poder entrenar un tiempo, me vendría bien aprender de un buen maestro. –Dijo mientras llevaba sus manos a los bolsillos de forma calmada teniendo ahora una expresión tranquila y que no mostraba ningún sentimiento, estaba totalmente inexpresivo. Esperaba que aquel hombre le contestase, también esperaba que no fuera un asesino que había sido enviado para matar a los monjes o algo así. Era increíble la cantidad de cosas que podían llegar a pasar en un día, y aquel ni siquiera había amanecido todavía, pero no faltaría mucho.
El misterioso hombre le estrechó la mano, y parte de la tensión se relajó. No parecía ser un mal tipo, aunque la gente con la cara oculta le daba repelús. Ya le había costado acostumbrarse a las vendas de Tito Krau, no le apetecía otro rarito en la familia. Tras unos segundos Caspio retiró la mano, pero siguió mirando al único ojo visible del chico. Parecía no fiarse de él del todo, aunque lo comprendía. No era muy normal asaltar un dojo en mitad de la noche y encontrar a alguien que acababa de hacer lo mismo. Por un momento, el propio Nat dudó si aquel hombre tendría realmente las intenciones que aparentaba, o sólo buscaba cubrirse de fama y gloria bañado en sangre.
–Mi nombre es Wesker D. Kakashi. Soy un novato en esto, pero he conseguido crear mi propio estilo llamado Shukketsu ni yoru shibō (Muerte por desangre). Pero como ya le he dicho, solo soy un novato.
Kakashi... Aquel nombre sonaba a grandeza. Probablemente acabaría siendo un gran espadachín, aunque había muchas cosas que se interpondrían en su camino. Por ejemplo, ¿él mismo? No, él ya había truncado demasiados sueños, segado muchas vidas... Pocas de gente inocente, pero todas vidas. Jamás una madre, jamás un niño, pero había matado. Había gente que podría ver aquello en sus ojos, y otros que no. ¿Aquel joven de qué clase sería? No lo sabía, y por mucho que la cara de la gente normalmente le diera aquellas pistas, la máscara que cubría casi por completo el rostro de su interlocutor le impedía descubrirlo.
–Y bueno señor, también estas esperando a que llegue algún monje como yo supongo, o tal vez me equivoque. Me han dado muy buenas referencias de este buen lugar y he decidido venir para poder entrenar un tiempo, me vendría bien aprender de un buen maestro.
Buscaba un maestro. Alguien que le enseñara a mover la espada como era debido. Tal vez el destino se hubiera cruzado con él ese día. ¿Más amigos? Para terminar con la broma sólo faltaría que fuera un agente del gobierno. En cierto modo, casi parecía un CP, aunque no tan ridículo. La noche seguía negra, aunque algunas estrellas comenzaban a saltear de lunares blancos el cielo. Tal vez fuera el momento de desenvainar. La luz de la capa se extinguió. "Así muere la magia...". Estiró el brazo izquierdo hasta la empuñadura, y en un gesto muy suave, hizo salir a Yanna de su letargo. La larga hoja comenzó a brillar con un tono plateado, iluminando el patio. Se puso de lado, dejando la espada en diagonal, cayendo desde su muñeca, haciendo la cara de aquel chico iluminarse de forma tétrica.
-Desenfunda, Kakashi. Aún quedan horas para el amanecer, y los maestros duermen hasta tarde.
–Mi nombre es Wesker D. Kakashi. Soy un novato en esto, pero he conseguido crear mi propio estilo llamado Shukketsu ni yoru shibō (Muerte por desangre). Pero como ya le he dicho, solo soy un novato.
Kakashi... Aquel nombre sonaba a grandeza. Probablemente acabaría siendo un gran espadachín, aunque había muchas cosas que se interpondrían en su camino. Por ejemplo, ¿él mismo? No, él ya había truncado demasiados sueños, segado muchas vidas... Pocas de gente inocente, pero todas vidas. Jamás una madre, jamás un niño, pero había matado. Había gente que podría ver aquello en sus ojos, y otros que no. ¿Aquel joven de qué clase sería? No lo sabía, y por mucho que la cara de la gente normalmente le diera aquellas pistas, la máscara que cubría casi por completo el rostro de su interlocutor le impedía descubrirlo.
–Y bueno señor, también estas esperando a que llegue algún monje como yo supongo, o tal vez me equivoque. Me han dado muy buenas referencias de este buen lugar y he decidido venir para poder entrenar un tiempo, me vendría bien aprender de un buen maestro.
Buscaba un maestro. Alguien que le enseñara a mover la espada como era debido. Tal vez el destino se hubiera cruzado con él ese día. ¿Más amigos? Para terminar con la broma sólo faltaría que fuera un agente del gobierno. En cierto modo, casi parecía un CP, aunque no tan ridículo. La noche seguía negra, aunque algunas estrellas comenzaban a saltear de lunares blancos el cielo. Tal vez fuera el momento de desenvainar. La luz de la capa se extinguió. "Así muere la magia...". Estiró el brazo izquierdo hasta la empuñadura, y en un gesto muy suave, hizo salir a Yanna de su letargo. La larga hoja comenzó a brillar con un tono plateado, iluminando el patio. Se puso de lado, dejando la espada en diagonal, cayendo desde su muñeca, haciendo la cara de aquel chico iluminarse de forma tétrica.
-Desenfunda, Kakashi. Aún quedan horas para el amanecer, y los maestros duermen hasta tarde.
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La tensión parecía crecer en el ambiente, aquel hombre no decía ninguna palabra pese a la presentación del peliblanco, tampoco le respondió a su pregunta de si esperaba también a los maestros de aquella isla. Era una situación bien incómoda debido al silencio que allí estaba sucediendo, los ruidos de las aves nocturnas se escuchaban de nuevo y el sonido del viento al pasar fue lo siguiente. La situación no parecía cambiar en absoluto, la mirada del agente del gobierno seguía fija en los ojos de aquel hombre de pelo largo. En un momento todo aquello parecía ser algo más serio, el espadachín lo sabía simplemente por el silencio que se produjo, tal vez al otro hombre no le hizo gracia la pregunta. –“Este silencio no es normal, este hombre debe de estar analizándome totalmente, si me descuido un poco puede que pase algo, no creo que sea un enemigo, pero es raro…” –Pensó para sí el peliblanco mientras continuaba mirando aquel hombre de forma tranquila, su ojos visible dirigía su mirada también a distintos ángulos por si había más gente allí o por sí había algún maestro en la zona. Quería averiguar el motivo por el que aquel hombre estaba callado.
Aquel silencio enseguida cesó, aquel tipo desenvainó su arma de nuevo, la hoja brilló con la fuerza de la luna reflejada en ella. Era un arma magnifica sin duda y aquel tipo parecía tenerle mucho cariño y un buen manejo, ahora lo que quisiera hacer con ella era un misterio para el espadachín peliblanco. Esperaba que no fuese a atacarle de repente o algo por el estilo, un poco de nervios aparecieron en el cuerpo del agente, observaba a aquella persona de forma tranquila y analizándolo totalmente con la mirada. De repente las palabras del tipo de la capucha sonaron como un martillo en la cabeza de Kakashi. Le llamó por su nombre y además le dijo que desenfundara el arma ya que los maestros dormían hasta tarde y aún quedaban horas para el amanecer. –“Oh…no me esperaba eso…” –Pensó de nuevo mientras observaba aquel tipo, era una petición que sin duda parecía ser una especie de reto o algo parecido, si aquel tipo era un maestro, no tenía nada que hacer contra él. Sin embargo no podía negarse, el honor de un buen espadachín, era aceptar siempre los retos fueran aprendices o maestros. La situación se ponía algo más difícil.
No parecía haber salida de aquello. –“Parece ser que no me queda otra” –Salió de sus pensamientos para después llevar la mano derecha al mango de su arma. Cerró su ojo mientras soltaba un pequeño suspiro, se quedó unos cuantos segundos con los ojos cerrados sin decir o hacer nada. Al fin tras unos instantes abrió su ojo mientras sacaba su arma, una espada Masamune de dos metros de larga, fina y con una hoja afilada. Era el tipo de espada que el peliblanco había elegido aprender a manejar, también sabía lo básico con otras, pero su arma favorita era esa. La larga espada reflejó la luna en ella mientras el chico se concentraba observando al tipo del pelo largo con el gesto calmado y tranquilo. –“No tengo ninguna posibilidad de vencerle, lo más sabio creo que es intentar aguantar al menos un par de estocadas” –movió la hoja de un lado a otro hasta poner su arma firme dejándola en una postura totalmente recta agarrándola bien con ambas manos mientras ahora se dirigía al hombre de la espada larga. –No voy a durarle mucho, ya le dije que no se mucho aún, pero no le haré el feo de rechazar.
Aquel silencio enseguida cesó, aquel tipo desenvainó su arma de nuevo, la hoja brilló con la fuerza de la luna reflejada en ella. Era un arma magnifica sin duda y aquel tipo parecía tenerle mucho cariño y un buen manejo, ahora lo que quisiera hacer con ella era un misterio para el espadachín peliblanco. Esperaba que no fuese a atacarle de repente o algo por el estilo, un poco de nervios aparecieron en el cuerpo del agente, observaba a aquella persona de forma tranquila y analizándolo totalmente con la mirada. De repente las palabras del tipo de la capucha sonaron como un martillo en la cabeza de Kakashi. Le llamó por su nombre y además le dijo que desenfundara el arma ya que los maestros dormían hasta tarde y aún quedaban horas para el amanecer. –“Oh…no me esperaba eso…” –Pensó de nuevo mientras observaba aquel tipo, era una petición que sin duda parecía ser una especie de reto o algo parecido, si aquel tipo era un maestro, no tenía nada que hacer contra él. Sin embargo no podía negarse, el honor de un buen espadachín, era aceptar siempre los retos fueran aprendices o maestros. La situación se ponía algo más difícil.
No parecía haber salida de aquello. –“Parece ser que no me queda otra” –Salió de sus pensamientos para después llevar la mano derecha al mango de su arma. Cerró su ojo mientras soltaba un pequeño suspiro, se quedó unos cuantos segundos con los ojos cerrados sin decir o hacer nada. Al fin tras unos instantes abrió su ojo mientras sacaba su arma, una espada Masamune de dos metros de larga, fina y con una hoja afilada. Era el tipo de espada que el peliblanco había elegido aprender a manejar, también sabía lo básico con otras, pero su arma favorita era esa. La larga espada reflejó la luna en ella mientras el chico se concentraba observando al tipo del pelo largo con el gesto calmado y tranquilo. –“No tengo ninguna posibilidad de vencerle, lo más sabio creo que es intentar aguantar al menos un par de estocadas” –movió la hoja de un lado a otro hasta poner su arma firme dejándola en una postura totalmente recta agarrándola bien con ambas manos mientras ahora se dirigía al hombre de la espada larga. –No voy a durarle mucho, ya le dije que no se mucho aún, pero no le haré el feo de rechazar.
El peliblanco parecía asustado. No tenía nada que temer, debía saberlo. Al fin y al cabo, un espadachín a lo largo de su vida debía enfrentarse a innumerables enemigos, y reconocer a los rivales potenciales. La espada baja nunca indicaba amenaza, a no ser que el filo estuviera en vertical. Aún le faltaba mucho por aprender. Sonrió, pensando en las primeras veces que tocó una espada, y cómo el maestro Galdo lo reprendía por sujetar incorrectamente el arma, y los golpes que le daba en la cabeza con el sello de su técnica. Cuánto tiempo pasó desde aquello, y cómo seguía doliendo tras tantos años de ocultarlo en lo más hondo de su ser. Tal vez aquella fuera su penitencia por la traición. Un castigo nunca impuesto por una deshonra escrita en sangre y acero.
Finalmente, aunque inseguro, el espadachín sacó su arma. Era una larga musamane mayor que el tamaño del chico. Era increíble cómo alguien podía utilizar aquellos bártulos grotescos y descomunales y moverse con soltura. Sin embargo eran hojas contundentes, y un golpe de aquellas armas podría ser fatal. Caspio confiaba en que su nuevo compañero no se tomara en serio el desafío. De lo contrario, alguno saldría herido, y no pensaba ser él. Dio un paso atrás, manteniendo la postura y sin perder de vista al chico, alejándose un poco de la gigantesca espada. Aquellos trastos eran peligrosos hasta para entrenar, pues las orejas volaban ante un filo bien pulido.
–No voy a durarle mucho, ya le dije que no se mucho aún, pero no le haré el feo de rechazar.
Aquellas palabras sorprendieron al hombre. Reconocía su inferioridad, pero aún así se proponía luchar. Era tenaz. Sin duda llegaría muy alto si lo deseara en algún momento. "Eres valiente, muchacho", pensó mientras, con la mano, giraba el filo hasta dejarlo perpendicular al suelo. Aquella sería la primera lección para su nuevo alumno. "Juré nunca tomar alumno, pero enseñar es mi deber como maestro...". Respiró hondo, dejando el viento mover la capa mientras, con los ojos cerrados, trataba de sentir a su oponente. Lo tenía.
-En la postura que estoy ahora, atácame, Kakashi.
Se mantuvo en el sitio, quieto, expectante para corregir al peliblanco si lo hacía mal.
Finalmente, aunque inseguro, el espadachín sacó su arma. Era una larga musamane mayor que el tamaño del chico. Era increíble cómo alguien podía utilizar aquellos bártulos grotescos y descomunales y moverse con soltura. Sin embargo eran hojas contundentes, y un golpe de aquellas armas podría ser fatal. Caspio confiaba en que su nuevo compañero no se tomara en serio el desafío. De lo contrario, alguno saldría herido, y no pensaba ser él. Dio un paso atrás, manteniendo la postura y sin perder de vista al chico, alejándose un poco de la gigantesca espada. Aquellos trastos eran peligrosos hasta para entrenar, pues las orejas volaban ante un filo bien pulido.
–No voy a durarle mucho, ya le dije que no se mucho aún, pero no le haré el feo de rechazar.
Aquellas palabras sorprendieron al hombre. Reconocía su inferioridad, pero aún así se proponía luchar. Era tenaz. Sin duda llegaría muy alto si lo deseara en algún momento. "Eres valiente, muchacho", pensó mientras, con la mano, giraba el filo hasta dejarlo perpendicular al suelo. Aquella sería la primera lección para su nuevo alumno. "Juré nunca tomar alumno, pero enseñar es mi deber como maestro...". Respiró hondo, dejando el viento mover la capa mientras, con los ojos cerrados, trataba de sentir a su oponente. Lo tenía.
-En la postura que estoy ahora, atácame, Kakashi.
Se mantuvo en el sitio, quieto, expectante para corregir al peliblanco si lo hacía mal.
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Tal y como el chico pensaba, así se había cumplido aquello. Las palabras de aquel tipo ya no le impresionaron pues estaba claro que para algo había sacado la espada, le había dicho que atacase. Kakashi pensó que le costaría mucho pelear con él, no era bueno confiarse, parecía ser un simple entrenamiento pero las espadas eran peligrosas. No llevaban ni siquiera protecciones de acero y las armas no eran de madera. La situación se complicaba para el espadachín. Pegó un pequeño suspiro mientras dejaba su espada a un lado y después se quitaba el chaleco verde, lo colocó cerca de un árbol y de una forma tranquila para no mancharlo. Cuando comprobó que estaba bien puesto contra la corteza del árbol, se quitó la cinta negra de la frente manteniendo su ojo izquierdo cerrado.
Respiró de forma tranquila mientras lo abría con calma, era de un tono rojizo, de esa forma tendría algo más de visión, ya que con un solo ojo le costaría ver. Además era de noche, por lo que debía tener buena visión para aquel encuentro. Se quedó tan solo con su malla negra que le llegaba de los tobillos a la nariz. Se dejó los guantes y las sandalias y lo siguiente que hizo fue coger su espada de nuevo mientras lanzaba un corte al aire de forma recta haciendo sonar un silbido debido al viento. A continuación la tomó con decisión con el filo apuntando hacia arriba y con ambas manos sobre el mango, no se trataba de una espada corta o de una katana, era muy grande para tener mejor manejo usando una mano en vez de dos. –“Muy bien, creo que es hora de comenzar este pequeño duelo, pobre de mí”. –Pensó mientras observaba al hombre que anteriormente estaba encapuchado, si era un maestro, seguramente podría vencerle de un solo tajo, no podía permitirse heridas muy seria como la pérdida de un ojo o algún órgano importante.
Pegó un paso adelante con decisión mientras observaba los ojos de aquel tipo de forma inexpresiva. –“Parece ser que usara esa espada larga para el combate, además su capa antes ha brillado, debe de tener algo que haya provocado eso, su aura es muy poderosa, se puede respirar la maestría en el ambiente. Se le ve muy confiado, su respiración es muy calmada, no como la mía”. –Los pensamientos del peliblanco eran muy rápidos y en cada uno de ellos analizaba la situación a su manera, era un novato pero bastante listo, sabía de sobra que vencer no iba a vencer. Pero sin embargo si era lo suficiente ágil, quizás conseguiría cortar al menos un mechón de pelo de aquel tipo. No atacaría a puntos como la cabeza, el cuello o el pecho, más bien iría a puntos no mortales.
Suspiró de nuevo mientras fijaba la mirada en sus hombros, un doble golpe quizás funcionaría. Lo único que debía hacer, era hacer una especie de engaño para tratar al menos de hacer que aquel tipo se esforzase un poco. No se lo pensó, salió trotando en busca de aquel hombre, al llegar lanzó en vertical de izquierda a derecha un tajo con fuerza a su hombro, nada más realizarlo, este fuera bloqueado o esquivado, lanzaría otro velozmente en diagonal de arriba abajo hacia el otro hombro. Tras sus dos ataques se cubriría dejando la espada a una altura normal y con la hoja recta en todo momento. Los golpes habían sido fuertes, pero apenas tenían técnica, quizás el segundo algo más que el primero, pero se notaba que todavía era un simple novato como cualquier otro.
Shukketsu ni yoru shibō: Double soul. (AM)
Respiró de forma tranquila mientras lo abría con calma, era de un tono rojizo, de esa forma tendría algo más de visión, ya que con un solo ojo le costaría ver. Además era de noche, por lo que debía tener buena visión para aquel encuentro. Se quedó tan solo con su malla negra que le llegaba de los tobillos a la nariz. Se dejó los guantes y las sandalias y lo siguiente que hizo fue coger su espada de nuevo mientras lanzaba un corte al aire de forma recta haciendo sonar un silbido debido al viento. A continuación la tomó con decisión con el filo apuntando hacia arriba y con ambas manos sobre el mango, no se trataba de una espada corta o de una katana, era muy grande para tener mejor manejo usando una mano en vez de dos. –“Muy bien, creo que es hora de comenzar este pequeño duelo, pobre de mí”. –Pensó mientras observaba al hombre que anteriormente estaba encapuchado, si era un maestro, seguramente podría vencerle de un solo tajo, no podía permitirse heridas muy seria como la pérdida de un ojo o algún órgano importante.
Pegó un paso adelante con decisión mientras observaba los ojos de aquel tipo de forma inexpresiva. –“Parece ser que usara esa espada larga para el combate, además su capa antes ha brillado, debe de tener algo que haya provocado eso, su aura es muy poderosa, se puede respirar la maestría en el ambiente. Se le ve muy confiado, su respiración es muy calmada, no como la mía”. –Los pensamientos del peliblanco eran muy rápidos y en cada uno de ellos analizaba la situación a su manera, era un novato pero bastante listo, sabía de sobra que vencer no iba a vencer. Pero sin embargo si era lo suficiente ágil, quizás conseguiría cortar al menos un mechón de pelo de aquel tipo. No atacaría a puntos como la cabeza, el cuello o el pecho, más bien iría a puntos no mortales.
Suspiró de nuevo mientras fijaba la mirada en sus hombros, un doble golpe quizás funcionaría. Lo único que debía hacer, era hacer una especie de engaño para tratar al menos de hacer que aquel tipo se esforzase un poco. No se lo pensó, salió trotando en busca de aquel hombre, al llegar lanzó en vertical de izquierda a derecha un tajo con fuerza a su hombro, nada más realizarlo, este fuera bloqueado o esquivado, lanzaría otro velozmente en diagonal de arriba abajo hacia el otro hombro. Tras sus dos ataques se cubriría dejando la espada a una altura normal y con la hoja recta en todo momento. Los golpes habían sido fuertes, pero apenas tenían técnica, quizás el segundo algo más que el primero, pero se notaba que todavía era un simple novato como cualquier otro.
Shukketsu ni yoru shibō: Double soul. (AM)
El espadachín parecía intranquilo. Sin embargo, se preparó para el combate, permitiendo a Nat apreciar su ojo oculto. Al menos el novato debía conocer que se veía mejor con dos ojos; era una norma fundamental de espadachín nunca adormecer los sentidos. Si un día lo atacaban por sorpresa o en el lado de la máscara, estaría indefenso. Se quitó la parafernalia que llevaba, dejando tan sólo una malla negra y un ojo rojizo. "Vale, esto es raro". El alumno lanzó un par de cortes al aire, seguramente calibrándola. Seguía pensando que esa arma era demasiado grande para manejarla correctamente. Pero cada uno llevaba el arma que gustara. Se acercó a él de un salto y se preparó para atacarlo.
Sin mucho esperar, su haki lo advirtió de algún tipo de finta. Lo iba a atacar con un doble golpe, primero a su hombro derecho y, más tarde, otro a su izquierdo, ambos tratando de cortarlo hasta la cintura. Sería un golpe interesante si lograra darlo, pero no tenía pensado permitir que lo golpearan. Aquel chiquillo aún tenía mucho que aprender, aunque la forma en que agarraba el arma era prometedora. A él le hubiera gustado tener aquella postura cuando comenzó a aprender esgrima. Finalmente, Kakashi actuó como él predijo. Situó su espada verticalmente, protegiendo su hombro. Pudo notar el impacto acercándose mientras un par de chispas le saltaban por el roce. Para el segundo golpe movió la empuñadura con presteza, golpeando el arma con Yanna, desviándola de su trayectoria. Se notaba que el chico era un novato, pero tenía talento.
-Buen intento.
Se alejó un par de pasos hacia atrás, recuperando la postura, pero en aquel momento con el filo apuntando hacia su peculiar compañero. Empuñando el arma a una mano, dio un paso adelante. No tenía intención de herir al muchacho, ni tampoco de desarmarlo. Sólo quería ver qué tal funcionaban sus reflejos. Dio otro paso, y tras aquello un salto. Fingió desplazarse hacia la mano en que situaba el arma, pero en el último momento quebró y trató de ponerse a su espalda, con el arma a unos centímetros de su cuello. Esperaba que no se moviera demasiado, o podría hacerle daño sin querer.
Taigabito [ADD]
Sin mucho esperar, su haki lo advirtió de algún tipo de finta. Lo iba a atacar con un doble golpe, primero a su hombro derecho y, más tarde, otro a su izquierdo, ambos tratando de cortarlo hasta la cintura. Sería un golpe interesante si lograra darlo, pero no tenía pensado permitir que lo golpearan. Aquel chiquillo aún tenía mucho que aprender, aunque la forma en que agarraba el arma era prometedora. A él le hubiera gustado tener aquella postura cuando comenzó a aprender esgrima. Finalmente, Kakashi actuó como él predijo. Situó su espada verticalmente, protegiendo su hombro. Pudo notar el impacto acercándose mientras un par de chispas le saltaban por el roce. Para el segundo golpe movió la empuñadura con presteza, golpeando el arma con Yanna, desviándola de su trayectoria. Se notaba que el chico era un novato, pero tenía talento.
-Buen intento.
Se alejó un par de pasos hacia atrás, recuperando la postura, pero en aquel momento con el filo apuntando hacia su peculiar compañero. Empuñando el arma a una mano, dio un paso adelante. No tenía intención de herir al muchacho, ni tampoco de desarmarlo. Sólo quería ver qué tal funcionaban sus reflejos. Dio otro paso, y tras aquello un salto. Fingió desplazarse hacia la mano en que situaba el arma, pero en el último momento quebró y trató de ponerse a su espalda, con el arma a unos centímetros de su cuello. Esperaba que no se moviera demasiado, o podría hacerle daño sin querer.
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Aquel espadachín había evadido de forma perfecta los dos tajos, el primero lo había bloqueado y el segundo había sido desviado por su propia espada, no había más explicaciones, aquel tipo era un sujeto fuera de lo normal. Semejante habilidad era insuperable para el peliblanco, era como si hubiera predicho ambos golpes, era algo extraño pero aún así increíble al mismo tiempo. Ambos ojos del agente estaban fijos en aquel tipo de pelo largo, la noche era algo que hacía sentir bien a cualquiera, la sensación del viento por alrededor del cabello de la gente y el fresco que se levantaba debido a la bajada de la temperatura. Muchos preferían el día, sin embargo Kakashi sabía que adoraba la noche, no era un gusto raro para nada pues a muchos les gustaba la faceta oscura del ambiente. El sol no molestaba con sus calurosos rayos y la luna iluminaba desde lo más alto del cielo nocturno. Las estrellas también ayudaban con dicha iluminación, lo malo era que en unas horas el sol saldría por el horizonte, las mañanas también le agravan, pero no tanto como la noche. Cada cual tenía su propia forma de ver las cosas y la del tipo del ojo rojo era así.
Ahora era el turno del otro espadachín seguramente, las palabras de aquel tipo llegaron a los oídos del agente del gobierno mientras le observaba de forma calmada y tranquila. –Ha conseguido evadir mis dos ataques con mucha facilidad, es un oponente duro, quizás el más duro al que me haya enfrentado nunca. Debí haberme traído a Kokuto Yoru, no debí dejarla en la base. –Dijo por lo bajo mientras observaba a su oponente, de repente aquel tipo corrió a por él, este abrió los ojos preparándose. Notó como se iba a un lado y este trató de lanzar un tajo hacia ese lado, pero el tipo resultó ser más ágil y apareció justo detrás. Kakashi rápidamente giró el cuerpo por completo mientras flexionaba el tronco hacia atrás. Notó un pequeño corte en la nuca, si se hubiera quedado quieto no habría pasado nada, se lo había hecho él solo al moverse de esa forma tan brusca. Por suerte fue solo un roce, mientras giraba interponía su espada por si aquel tipo atacaba, sin embargo no le había hecho nada más. –“Ni me he percatado de su presencia, este tipo es demasiado rápido para mí”.
Cuando ya se había girado del todo, lanzó su espada al aire pero varios metros atrás, acto seguido terminó de flexionar el tronco hacia atrás y colocó las manos en el suelo para después alzar sus piernas y realizar una voltereta mortal hacia atrás. Una vez la realizó, pegó varias zancadas hacia atrás y cogió en un salto a su espada por el mango. Había sido una acrobacia dura pero le había funcionado. Ahora observaba al tipo con una media sonrisa. –Sin duda es un gran maestro. –Mencionó en un tono muy bajo, casi había sido un susurro, ahora empezó a correr hacia aquel tipo. Su velocidad era buena, pero nada del otro mundo, sus pisadas resonaban en mitad de la noche. Cuando estuvo a unos dos metros del tipo de pelo largo, saltó con todas sus fuerzas y en pleno aire levantó su Masamune hacia el cielo de forma recta, aprovechó la inercia para lanzar un tajo descendente de arriba abajo. La dirección era una recta que se dirigía al pecho del tipo de pelo largo, sin embargo el peliblanco lo había hecho sabiendo que era muy predecible, solo quería poder chocas su hoja con la de aquel tipo, sería todo un honor si aquel hombre lo hacía. Una vez completado el tajo, lo esquivase o bloquease, se quedaría allí con los pies en el suelo y con la hoja extendida a la dirección del ataque.
Shukketsu ni yoru shibō: Descenso de la luna (AID)
Ahora era el turno del otro espadachín seguramente, las palabras de aquel tipo llegaron a los oídos del agente del gobierno mientras le observaba de forma calmada y tranquila. –Ha conseguido evadir mis dos ataques con mucha facilidad, es un oponente duro, quizás el más duro al que me haya enfrentado nunca. Debí haberme traído a Kokuto Yoru, no debí dejarla en la base. –Dijo por lo bajo mientras observaba a su oponente, de repente aquel tipo corrió a por él, este abrió los ojos preparándose. Notó como se iba a un lado y este trató de lanzar un tajo hacia ese lado, pero el tipo resultó ser más ágil y apareció justo detrás. Kakashi rápidamente giró el cuerpo por completo mientras flexionaba el tronco hacia atrás. Notó un pequeño corte en la nuca, si se hubiera quedado quieto no habría pasado nada, se lo había hecho él solo al moverse de esa forma tan brusca. Por suerte fue solo un roce, mientras giraba interponía su espada por si aquel tipo atacaba, sin embargo no le había hecho nada más. –“Ni me he percatado de su presencia, este tipo es demasiado rápido para mí”.
Cuando ya se había girado del todo, lanzó su espada al aire pero varios metros atrás, acto seguido terminó de flexionar el tronco hacia atrás y colocó las manos en el suelo para después alzar sus piernas y realizar una voltereta mortal hacia atrás. Una vez la realizó, pegó varias zancadas hacia atrás y cogió en un salto a su espada por el mango. Había sido una acrobacia dura pero le había funcionado. Ahora observaba al tipo con una media sonrisa. –Sin duda es un gran maestro. –Mencionó en un tono muy bajo, casi había sido un susurro, ahora empezó a correr hacia aquel tipo. Su velocidad era buena, pero nada del otro mundo, sus pisadas resonaban en mitad de la noche. Cuando estuvo a unos dos metros del tipo de pelo largo, saltó con todas sus fuerzas y en pleno aire levantó su Masamune hacia el cielo de forma recta, aprovechó la inercia para lanzar un tajo descendente de arriba abajo. La dirección era una recta que se dirigía al pecho del tipo de pelo largo, sin embargo el peliblanco lo había hecho sabiendo que era muy predecible, solo quería poder chocas su hoja con la de aquel tipo, sería todo un honor si aquel hombre lo hacía. Una vez completado el tajo, lo esquivase o bloquease, se quedaría allí con los pies en el suelo y con la hoja extendida a la dirección del ataque.
Shukketsu ni yoru shibō: Descenso de la luna (AID)
Aquel muchacho tenía buenos reflejos, pero aún estaba en pañales para la esgrima. Había lanzado un tajo hacia su finta, y más tarde había echado el cuerpo hacia atrás, resultando en un mínimo corte. "Bueno, se ha movido poco, es un comienzo". Se apartó de él ligeramente, retirando la espada de su cuello. El muchacho se giró ágilmente, lanzando su espada al aire, dando una extraña voltereta y recogiéndola en el aire sin mucho esfuerzo aparente. Tenía unas buenas dotes acrobáticas, era muy probable que llegara a realizar grandes hazañas en un futuro no muy lejano. Comenzó a correr hacia él a buen ritmo, aparentemente concentrado sólo en el combate, y cuando estuvo a una distancia relativamente cercana saltó sobre él, lanzándole un tajo desde lo alto. En respuesta el maestro alzó con ambas manos a Yanna con la hoja horizontal, el filo mirando al arma que lo atacaba, y dio un fuerte pero controlado golpe, para hacer chocar las espadas entre sí. El muchacho era fuerte, tanto que saltaron chispas y Yanna comenzó a brillar con un tono dorado. Nunca había visto aquello antes.
Una vez terminó el encuentro de tajos, el peliblanco se quedó en la posición en que estaba, con el arma apuntándolo directamente. No parecía que lanzar aquel golpe le hubiera sido muy complicado, pero aún así se le seguía notando nervioso. Era joven, y había aceptado el reto sin vacilar. El simple hecho de aquello significaba que tenía agallas, una cualidad poco común y tan rara como escasamente valorada por la mayoría, pero para él era diferente. El valor era un bien que había que cultivar y adorar. No se podía destruir a alguien valiente, porque siempre volvía a levantarse y luchar. Fuera cual fuese su cometido, era la persona ideal para llevarlo a cabo.
-Creo que la lección ha concluido. Te invito a desayunar.
Guardó el arma de forma calmada, sin preocuparse mucho de lo que hiciera a continuación Kakashi. Si trataba de atacarlo, lo desmembraría. Pero no parecía del tipo de gente que hacía esa clase de cosas. Le dio la espalda y se dirigió a la puerta corredera, abriéndola de par en par. Comenzaba a amanecer, y le apetecían un par de bollos con un chocolate. Tal vez un zumo de ciruelas, para recordar viejos tiempos. No sabía, pero presentía que aquel muchacho iba a ser un gran compañero de fatigas.
-Vamos Kakashi, tengo hambre.
Una vez terminó el encuentro de tajos, el peliblanco se quedó en la posición en que estaba, con el arma apuntándolo directamente. No parecía que lanzar aquel golpe le hubiera sido muy complicado, pero aún así se le seguía notando nervioso. Era joven, y había aceptado el reto sin vacilar. El simple hecho de aquello significaba que tenía agallas, una cualidad poco común y tan rara como escasamente valorada por la mayoría, pero para él era diferente. El valor era un bien que había que cultivar y adorar. No se podía destruir a alguien valiente, porque siempre volvía a levantarse y luchar. Fuera cual fuese su cometido, era la persona ideal para llevarlo a cabo.
-Creo que la lección ha concluido. Te invito a desayunar.
Guardó el arma de forma calmada, sin preocuparse mucho de lo que hiciera a continuación Kakashi. Si trataba de atacarlo, lo desmembraría. Pero no parecía del tipo de gente que hacía esa clase de cosas. Le dio la espalda y se dirigió a la puerta corredera, abriéndola de par en par. Comenzaba a amanecer, y le apetecían un par de bollos con un chocolate. Tal vez un zumo de ciruelas, para recordar viejos tiempos. No sabía, pero presentía que aquel muchacho iba a ser un gran compañero de fatigas.
-Vamos Kakashi, tengo hambre.
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La hoja de la Masamune había chocado con agilidad contra la hoja de aquella espada del tipo del pelo largo, habían saltado chispas debido al buen acero de los dos objetos afilados. Su ojo rojizo estaba abierto y observaba al hombre de la espada brillante, su ojo negro estaba cerrado en ese momento. De repente al ver como su ahora oponente retiraba su arma, este hizo lo mismo apartándose unos metros. –“Impresionante” –Pensó para sí mientras agarraba bien el mango de su espada. Su oponente le dio la espalda, Kakashi no entendió el por qué. No era una buena opción, sin embargo después dijo que ya era bastante y que le invitaba a desayunar. – ¿C-como? –Aquello era un poco raro, aquel tipo le dijo de desayunar, seguramente se daba por satisfecho por el pequeño combate, donde claramente había dominado el tipo de la capucha. El peliblanco se limitó a asentir y llevó la hoja de su espada lentamente a su funda mientras estiraba el brazo guardándola por completo. Al llegar la hoja al final de la funda se escuchó un pequeño sonido de choque y fue la señal para que el agente del gobierno soltara el mango de su arma y la dejara puesta en su funda.
Abrió ahora su ojo negro mientras caminaba al árbol donde había dejado sus cosas. –Un segundo, enseguida voy. –Se aproximó al árbol y de forma calmada recogió su chaleco verde colocándoselo tranquilamente y ajustando el cuello protector de forma cómoda. Estiró su mano hasta su cinta negra con el protector de acero y se la colocó en la frente ocultando su ojo rojo y dejando el negro a simple vista. Tras aquello se sacudió algo la ropa y terminó de coger sus cosas. Ya estaba listo para seguir a aquel hombre. Era curioso, aunque no fuera un maestro de aquella villa, parecía ser todo un maestro en el arte de la espada. Al joven agente le quedaba mucho por recorrer, por ahora había logrado crear su propio estilo, pero sin duda alguna no era muy bueno. La ayuda que buscaba tal vez la encontrara en aquel hombre que se había propuesto a enseñarle, parecía ser que ya tenía un sensei, y de los bueno, seguramente bajo el mandato de aquel hombre se convertiría en alguien con más poder y más fuerza. La próxima vez traería su espada Kokuto Yoru, se dio cuenta de que no le gustaba mucho separarse de ella si no era necesario.
Empezó a caminar hasta donde aquel tipo estaba de forma calmada con una sonrisa tranquila y alegre. –Ya estoy sensei, disculpe la tardanza, este chaleco es muy complicado de poner de forma correcta. –Dijo en un tono muy calmado mientras se llevaba la mano izquierda detrás de la nuca y cerraba su ojo visible unos segundos. Ahora a saber dónde irían a desayunar, era una villa donde apenas había amanecido, tal vez a una taberna o algo así. El peliblanco era un buen agente del gobierno, pero muchas veces hacía lo que le daba la gana, luego solo debía poner una de sus mejores excusas, si aquel chico era bueno en algo, era sin duda el rey y emperador de las excusas malas. Siempre tenía alguna para librarse de las posibles broncas que pudieran caerle en la base de los agentes del CP. Sus pasos eran muy calmados y apenas hacían ruido debido al ensordecedor sonido de las sandalias de madera avanzando por el suelo de forma tranquila. Pronto saldría el sol, pero no era algo que le importara, estaba junto a un gran espadachín y había cumplido su propósito.
Abrió ahora su ojo negro mientras caminaba al árbol donde había dejado sus cosas. –Un segundo, enseguida voy. –Se aproximó al árbol y de forma calmada recogió su chaleco verde colocándoselo tranquilamente y ajustando el cuello protector de forma cómoda. Estiró su mano hasta su cinta negra con el protector de acero y se la colocó en la frente ocultando su ojo rojo y dejando el negro a simple vista. Tras aquello se sacudió algo la ropa y terminó de coger sus cosas. Ya estaba listo para seguir a aquel hombre. Era curioso, aunque no fuera un maestro de aquella villa, parecía ser todo un maestro en el arte de la espada. Al joven agente le quedaba mucho por recorrer, por ahora había logrado crear su propio estilo, pero sin duda alguna no era muy bueno. La ayuda que buscaba tal vez la encontrara en aquel hombre que se había propuesto a enseñarle, parecía ser que ya tenía un sensei, y de los bueno, seguramente bajo el mandato de aquel hombre se convertiría en alguien con más poder y más fuerza. La próxima vez traería su espada Kokuto Yoru, se dio cuenta de que no le gustaba mucho separarse de ella si no era necesario.
Empezó a caminar hasta donde aquel tipo estaba de forma calmada con una sonrisa tranquila y alegre. –Ya estoy sensei, disculpe la tardanza, este chaleco es muy complicado de poner de forma correcta. –Dijo en un tono muy calmado mientras se llevaba la mano izquierda detrás de la nuca y cerraba su ojo visible unos segundos. Ahora a saber dónde irían a desayunar, era una villa donde apenas había amanecido, tal vez a una taberna o algo así. El peliblanco era un buen agente del gobierno, pero muchas veces hacía lo que le daba la gana, luego solo debía poner una de sus mejores excusas, si aquel chico era bueno en algo, era sin duda el rey y emperador de las excusas malas. Siempre tenía alguna para librarse de las posibles broncas que pudieran caerle en la base de los agentes del CP. Sus pasos eran muy calmados y apenas hacían ruido debido al ensordecedor sonido de las sandalias de madera avanzando por el suelo de forma tranquila. Pronto saldría el sol, pero no era algo que le importara, estaba junto a un gran espadachín y había cumplido su propósito.
El chico no lo atacó, como se imaginaba. Podía confiar en él y en su honor de espadachín. Con impresión de estar extrañado, aceptó la oferta del desayuno, y fue con él, no sin antes recoger sus cosas del árbol donde las había dejado. Había que ser bastante ágil para poder saltar a aquellos lugares, aunque Caspio ya se había dado cuenta de que el espadachín tenía talento para aquello y más. Como él, debía sentirse famélico, y atravesó la puerta casi al mismo tiempo que él, pese a lo que le costaba colocarse el chaleco.
Comenzó a bajar por la colina, recordando la taberna cerca del puerto donde había conocido a Alex. El médico había armado un buen escándalo y Nat había sobornado al tipo para que no dijera nada. Mientras caminaban, Caspio le dijo su nombre. No Nat, sino su nombre. Era el honor más absoluto que le hacía a nadie, y esperaba el muchacho lo apreciara, aunque estaba seguro de que no lo sabía. Los gallos comenzaron a cantar, llenando el ambiente de un ruido insoportable, pero aquella señal era la que abría las tabernas.
-Ahora seguro que encontramos un buen sitio donde desayunar.
En el pueblo los aldeanos comenzaban a despertar. Las luces de las casas se encendían y la capa del maestro cada vez emitía un brillo más tenue. No tenía sentido mantener una capa brillando durante el día. Eso era cosa de gente como Derian, que necesitaban algo llamativo para remarcar su estatus o sus gustos personales. Miró al cielo, que comenzaba a clarear. No había ni una sola nube, era fantástico. Casi le entraban ganas de rodar colina abajo al tiempo que cantaba la canción de la croqueta, aunque también se planteó ir de bromas bailando el baile del salmón.
- El salmón es mi amigo/ Y no el tuyo, y no el tuyo./ Sufre el poder humana/ Sufre ante el poder/ De Lord Salmón.
No sabía de dónde había sacado aquella canción, pero hubiera jurado que la tarareaba un gyojin un día que se lo cruzó. Terminó de bajar la colina y allí estaba la taberna, donde la última vez, aunque tenía un cartel de "Perturbados no". Se rió un poco porque había una caricatura suya debajo, y entró. Tal vez el hombre que caminaba con él se diera cuenta, aunque si lo hacía tendría una curiosa anécdota que contarle.
Comenzó a bajar por la colina, recordando la taberna cerca del puerto donde había conocido a Alex. El médico había armado un buen escándalo y Nat había sobornado al tipo para que no dijera nada. Mientras caminaban, Caspio le dijo su nombre. No Nat, sino su nombre. Era el honor más absoluto que le hacía a nadie, y esperaba el muchacho lo apreciara, aunque estaba seguro de que no lo sabía. Los gallos comenzaron a cantar, llenando el ambiente de un ruido insoportable, pero aquella señal era la que abría las tabernas.
-Ahora seguro que encontramos un buen sitio donde desayunar.
En el pueblo los aldeanos comenzaban a despertar. Las luces de las casas se encendían y la capa del maestro cada vez emitía un brillo más tenue. No tenía sentido mantener una capa brillando durante el día. Eso era cosa de gente como Derian, que necesitaban algo llamativo para remarcar su estatus o sus gustos personales. Miró al cielo, que comenzaba a clarear. No había ni una sola nube, era fantástico. Casi le entraban ganas de rodar colina abajo al tiempo que cantaba la canción de la croqueta, aunque también se planteó ir de bromas bailando el baile del salmón.
- El salmón es mi amigo/ Y no el tuyo, y no el tuyo./ Sufre el poder humana/ Sufre ante el poder/ De Lord Salmón.
No sabía de dónde había sacado aquella canción, pero hubiera jurado que la tarareaba un gyojin un día que se lo cruzó. Terminó de bajar la colina y allí estaba la taberna, donde la última vez, aunque tenía un cartel de "Perturbados no". Se rió un poco porque había una caricatura suya debajo, y entró. Tal vez el hombre que caminaba con él se diera cuenta, aunque si lo hacía tendría una curiosa anécdota que contarle.
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Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Kakashi caminaba junto aquel hombre al que había tomado como tutor, la verdad era que no le desagradaba para nada. Ya tenía a alguien que le enseñaría el arte de la espada y a mejorar cada día que pasase. Ahora se encontraba caminando con él, rumbo a una taberna a desayunar pues las palabras de aquel tipo de pelo largo habían sido esas. Seguramente tendría que hacer acto de sus poderosos reflejos con las manos para comer echando chispas en un segundo y que nadie viera su rostro pues nadie lo había visto y no le hacía gracia enseñarlo. El sonido de los gallos llegaba hasta sus oídos, no era desagradable, pero le molestaba un poco, tanto silencio le gustaba, pues le daba una paz increíble. Y aquellos sonidos de los animales emplumados le rompían todo el gusto que sentía.
Tras unos segundos caminando pudo escuchar aquel hombre que le dijo su nombre, se hacía llamar Caspio. Empezaba a cantar una canción sobre un salmón y una amistad no correspondida entre una humana. Era algo bastante extraño, pero un salmón que solo era amigo suyo, era una proeza que querría escuchar, le gustaba el salmón, pero a la plancha y bien cocinado. Pero sin embargo aquel hombre hablaba de un salmón que era su amigo, una peculiar y asombrosa historia que querría escuchar, o al menos pensaba que se trataba de una historia. Al escuchar la palabra humana, entendió que Caspio era amigo de un salmón y que no era humano, era todo un lio de palabras, pero había sido algo simbólico y genial.
Cada vez estaban más cerca de su destino, se podía oler el olor a café fresco por las mañanas, también olía el suave aroma a leche con chocolate y el de tostadas de mantequilla junto al arroz y la sopa de cerdo. Era el claro desayuno de toda persona trabajadora y era una delicia en toda regla, poder probar un desayuno así era algo increíble que a muchos agradaba totalmente. No podía creerse lo que le había pasado aquel día, había combatido con un maestro que al parecer se había interesado en él, no se trataba de ninguno de los de la villa, pero el nivel de Caspio era muy alto y seguramente podría aprender muchas cosas increíbles de él, por lo pronto se aprendería la frade del salmón. Era un buen inicio para aprender del maestro, seguir todas sus enseñanzas y las que no enseñaba.
Al llegar a la entrada de aquella taberna, pudo ver un cartel donde decía que no se permitían perturbados. Eso le hizo gracia y sonrió de lado sabiendo que ellos no lo eran, él era una buena persona que estaba en su sano juicio y su maestro una persona seria y respetable sobre todas las cosas, o eso pensaba el joven peliblanco hasta que su ojo visible se abrió como un plato. Una gotita de sudor le cayó por la frente mientras observaba el cartel de la caricatura de su sensei Caspio. –“Vale, ahora sí que tengo miedo sobre el baile del salmón y sobre este tipo tan fuerte. Es tan famoso que ponen su foto como advertencia para los perturbados, debo tener cuidado de no enfadarle mucho”. –Pensó el peliblanco mientras sonreía de forma calmada entrando en la taberna junto a su maestro, no se había dado cuenta de que el perturbado era Caspio, pensó que era famoso y ponían su foto como amenaza para los locos. Ahora estaba más tranquilo y vivía feliz en la ignorancia mientras se preparaba para desayunar junto a su mentor de forma tranquila.
Tras unos segundos caminando pudo escuchar aquel hombre que le dijo su nombre, se hacía llamar Caspio. Empezaba a cantar una canción sobre un salmón y una amistad no correspondida entre una humana. Era algo bastante extraño, pero un salmón que solo era amigo suyo, era una proeza que querría escuchar, le gustaba el salmón, pero a la plancha y bien cocinado. Pero sin embargo aquel hombre hablaba de un salmón que era su amigo, una peculiar y asombrosa historia que querría escuchar, o al menos pensaba que se trataba de una historia. Al escuchar la palabra humana, entendió que Caspio era amigo de un salmón y que no era humano, era todo un lio de palabras, pero había sido algo simbólico y genial.
Cada vez estaban más cerca de su destino, se podía oler el olor a café fresco por las mañanas, también olía el suave aroma a leche con chocolate y el de tostadas de mantequilla junto al arroz y la sopa de cerdo. Era el claro desayuno de toda persona trabajadora y era una delicia en toda regla, poder probar un desayuno así era algo increíble que a muchos agradaba totalmente. No podía creerse lo que le había pasado aquel día, había combatido con un maestro que al parecer se había interesado en él, no se trataba de ninguno de los de la villa, pero el nivel de Caspio era muy alto y seguramente podría aprender muchas cosas increíbles de él, por lo pronto se aprendería la frade del salmón. Era un buen inicio para aprender del maestro, seguir todas sus enseñanzas y las que no enseñaba.
Al llegar a la entrada de aquella taberna, pudo ver un cartel donde decía que no se permitían perturbados. Eso le hizo gracia y sonrió de lado sabiendo que ellos no lo eran, él era una buena persona que estaba en su sano juicio y su maestro una persona seria y respetable sobre todas las cosas, o eso pensaba el joven peliblanco hasta que su ojo visible se abrió como un plato. Una gotita de sudor le cayó por la frente mientras observaba el cartel de la caricatura de su sensei Caspio. –“Vale, ahora sí que tengo miedo sobre el baile del salmón y sobre este tipo tan fuerte. Es tan famoso que ponen su foto como advertencia para los perturbados, debo tener cuidado de no enfadarle mucho”. –Pensó el peliblanco mientras sonreía de forma calmada entrando en la taberna junto a su maestro, no se había dado cuenta de que el perturbado era Caspio, pensó que era famoso y ponían su foto como amenaza para los locos. Ahora estaba más tranquilo y vivía feliz en la ignorancia mientras se preparaba para desayunar junto a su mentor de forma tranquila.
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