La Llegada [Johnny Wolf - Señor Nat]

Hacía un día maravilloso en las calles de Lnvel, aquella Isla-reino donde fue ejecutado el mentiroso Norland, aunque cada vez que pensaba en él Nat se imaginaba al rey de los piratas, moribundo y engañando al mundo, sólo para provocar el caos. No podía evitar imaginarse a Norland como alguien que pasó años riéndose del Rey crédulo que buscó una ciudad de oro. Si Caspio encontrara una ciudad de oro jamás se lo diría a un gobernante; eran obscenamente egoístas y no pensaban en el pueblo. Precisamente, lo repartiría con el pueblo. Tanta riqueza que los niños pobres en aquel día primaveral podrían estar jugando con una pelota en lugar de mendigar comida y cobijo. Pero no podía luchar contra ello, tal vez dándoles alguna limosna.

Comenzó a caminar por el muelle, dejando atrás la Vela de Plata y avanzando sobre cada tablón de madera, que crujía a sus pies. Una cálida brisa movía su capa y lo embargaba de un aroma cítrico, tal vez naranja o mandarina. Seguramente se debiera a unos cultivos cercanos, o que el frescor del día lo relajaba, pero a él le olía así. Un aroma agradable, fresco, digno del verano. Algunos niños lo reconocían y se acercaban a él, pues desde que ostentaba el cargo de Shichibukai su alter ego panadero aparecía cada vez menos, aunque su personalidad destacaba más. Con una media sonrisa sacó del interior de su capa unos bollos de nueces, recién horneados, tanto que en la bolsa había algo de vaho. Los pequeños le devolvieron la sonrisa y marcharon a corretear, dándole las gracias. Muchos lo llamaban el Verdugo, y casi nadie recordaba ya al panadero errante, pero vivía ahora más que nunca. Era un hombre despiadado, pero justo. Ya no mataba por ponerse de mal humor, ni atentaba gratuitamente contra las figuras del gobierno cuando se aburría. Ahora sólo era la sombra de la justicia, un ángel vengador. Recordaba bien la última vez que estuvo en la isla, con la hermosa muchacha del cabello dorado, envuelta en un manteo de misterio y secretos. Era una cazadora, aunque no dedicaba su vida a cazar, sino a hacer justicia, reconducir criminales, lavar cerebros con sus fantasías avalonianas... Pero era increíble el efecto que había causado en Nat.

Llegó finalmente a una zona de mercado, donde la gente compraba y vendía, negociando y regateando. Menudo barullo se estaba montando porque un cliente se quejaba de una estafa. Aquello era común en las zonas de nobles, donde muy pocos echaban cálculos, sobrados de dinero y despreocupados por los precios de los objetos. Sin embargo el Shichibukai echó cálculos también y el que trataba de estafar era uno de los clientes.

-Caballero. ¿Sabe usted cuál es el castigo por intento de estafa?- Dijo, con voz pausada, a espaldas del noble, que se giró y vio el rostro de Nat. Inmediatamente pagó lo debido y se fue.

Recibió un "gracias" del tendero, e inclinó levemente el sombrero en señal de modestia. Comenzó a caminar tranquilamente, sin mucha prisa, y de repente chocó con un muchacho. Iba vestido de forma bastante elegante, con traje, corbata y chistera, aunque por su complexión y la brocheta que llevaba en la mano parecía hambriento. Ya estaba casi a medio terminar.

-Disculpa, no pretendía golpearte, sólo estaba distraído- dijo, con su tranquilidad habitual y su tono serio, tratando de no sonar amenazante.

El hombre casi se manchó con la brocheta, pero por suerte no pasó nada. Lo único afectado por el choque, afortunadamente, había sido el sombrero del muchacho, y las solapas de la chaqueta, que se arrugaron ligeramente. Por suerte nada que el muchacho no pudiera solucionar con un par de toques y una recolocación de su corbata. Parecía bastante pulcro, a pesar de que por su aspecto parecía haber pasado varias situaciones de hambruna, y una de ellas debía estar sucediendo en aquel momento. "Tal vez necesite comida", pensó, aunque lo que estaba claro era que tenía un estilo impoluto, propio de un dandy de épocas más sencillas. Aquel bastón le daba el toque, y a decir verdad tenía unos modales exquisitos, por cómo hablaba.

-No es ningún problema, de hecho yo también estaba distraído- dijo, con un tono cortés, huyendo del mal humor y con una diplomacia que asombró al Shichibukai. Tal vez lo hubiera reconocido y por ello trataba de no importunarle, aunque no le sonaba absolutamente de nada, así que en las listas de perseguidos no aparecía. Los Wanteds no solían actualizarse demasiado, pero de todas formas eran un buen identificativo de quién podía ser un peligro, pues aunque los Wanteds no salieran usualmente, algunos avisos se daban de manera urgente, y aquella cara no le sonaba en absoluto.

-En fin, muchacho, Pareces hambriento- dijo, viéndolo devorar la brocheta con ansia-. Conozco un restaurante cerca, donde seguramente hagan buen precio. Yo invito.

Dicho aquello extendió el brazo, señalando una dirección y comenzando a seguirla. Esperaba que su nuevo acompañante lo siguiera por aquella calle abarrotada, aunque si se perdía le supondría cierto revés, pues le era realmente interesante aquel muchacho. Tal vez rechazara la invitación, pero igualmente esperaba tener alguien con quien conversar mientras se enteraba de las últimas noticias y comía él algo. Estaba hambriento.