Exploración arqueológica. ¿Hemos encontrado un tesoro o no?

Me había llegado la información de que hacía poco habían encontrado una isla deshabitada con unas ruinas la mar de interesantes, y a mí que la historia me apasionaba a niveles enormes, no me pudieron dar una mejor noticia para pasar un tiempo de investigación y quien sabe… a lo mejor encontraba un grandioso tesoro, digno de reyes o de Lavi, el hombre-oro compañero mío.

Como la isla quedaba al sur, había hablado con la capitana y le había dicho que me fueran a buscar por allí, que estaba unas cuantas millas náuticas de la última posición en la que estuvimos, dentro de 7 días, necesitaba una semana para investigar todo lo que pudiese antes de que se me adelantaran todos los típicos arqueólogos de la marina.

Conseguí  convencer a los dueños de un pequeño barco pesquero para que me llevaran hasta la isla que había sido nombrada “Old Sant Mountain”, un nombre raro, pero supuse que tendría que ver con las ruinas que regentaban allí.

Como los pescadores vivían cerca les pregunte si habían oído algo interesante de ella, aunque solo escuche puras leyendas urbanas, lo normal de unas personas que no sabían nada más que pescar y hablar, lo único que me dijeron real ya lo sabía, pues era lo que me había hecho venir y esto eran las ruinas de la isla.

-Puf, espero que haya algo interesante.-Dije para mi mientras bajaba del barco y les daba las gracias y los dos berries que les había prometido-Ahora-me crují los nudillos-vamos a explorar.-Mis ganas eran notables solo por el tono de voz y esperaba ser el primero en estar por allí, pensaba mientras subía en busca de las ruinas.

Inaga había recibido la noticia de que el viejo monasterio de Old Sant Mountain llevaba más de 50 años abandonados, recordaba las historias que su viejo maestre Castamere le había contado sobre la isla y sus antiguos habitantes, unos monjes de una de las 6 grandes ordenes del Cosmos. Se caracterizaban por su opulencia que contrastaba con su forma de vida marcial, eran grandes guardianes de tesoros y artefactos de otras culturas antiguas. Pero también le había contado los peligros que albergaba la isla, los lagartos gigantes y ciempiés que serian capaces de comerse un caballo. Y por si fuera poco los malditos monjes habían plagado su monasterio de trampas que solo ellos sabían de su localización.

Era medio día cuando Inaga escondía su pequeño bote entre ramas caídas y borraba las huellas que había dejando en la playa, no estaba seguro si la isla estaba deshabitada, pero veía un barco en el horizonte y no quería que le robaran su barco, de ser así no podría ir nunca al reino de Goa, su próximo destino.

Media hora después, Inaga bajaba corriendo por el camino como alma que lleva el diablo, en sus brazos portaba un huevo blanco con manchas marrones, detrás de él se podía ver una estampida de lagartos, no lagartijas o cocodrilos, estos eran una especie autóctona de unos cinco metros de largo y casi metro y medio de alto, debían de ser unos 10 o más, mientras corría paso por un tramo que giraba a la derecha, al girar justo enfrente se encontró a un joven  que subía por el camino, tenía el pelo oscuro, y varios tatuajes.

El monje estaba en una situación un tanto cómica, pues corría usando un palo como muleta a una velocidad inusual para alguien de su edad, cuando llego a la altura del joven con un sorprendente movimiento para alguien de su edad, puso el enorme huevo en el pecho del joven, como si le estuviera pasando un balón de baloncesto, sin esperar una palabra siguió corriendo por el camino, pues ahora sabía que había sido una mala idea intentar hacer una tortilla con un huevo tan grande.

Corre chico! Estos lagartos vienen a por ti! Dijo mientras corria siguiendo el camino.

Mientras subía, escuche pasos de alguien que bajaban, así que apresure mi paso para ver a un anciano corriendo con un huevo y una muleta como si de un veinteañero se tratase y que al pasar cerca mío me tiro el huevo mientras me decía que venían los lagartos a por mí, maldito anciano, me había tomado por tonto ¿no?

Los lagartos se acercaban, así que lo primero que hice fue coger el huevo y correr hacia abajo, hasta un lugar más llano, pues pelear en una subida iba a ser un problema, y de paso seguía a aquel viejo que me había cargado con su problema a mí.

-¡Maldito anciano! ¡Ayúdame con esta plaga de una vez!-Le grite iracundo al hombre mayor, esperando que al menos me respondiese.

Por suerte habíamos llegado a una zona un poco más llana, así que tire el huevo a la copa de un árbol para que no le pasara nada durante el combate contra aquellos bichos, saque mi espada y la apunte hacía el primer lagarto que se adelanto, en pocos segundos estaba delante suyo para cortarle el cuello, dejando su cuerpo en el suelo y la cabeza dando vueltas en el aire durante unos segundos para que después cayera a pocos metros del cuerpo.

El segundo fue un poco más precavido al ver mis movimientos, pero no se escapo de que rápidamente estuviera encima suyo y que le estuviera haciendo tragar cobalto, hasta que se quedo quieto y no se movió más, una muerte por asfixia no muy agradable.

El próximo murió porque le tire una espina de mi material a la cabeza, donde le perforo el cráneo y lo dejo clavado en el suelo aunque no se retorcía pues había muerto instantáneamente. Quedaban 7 lagartos, pero al haber acabado con ellos con esa facilidad, les hizo no acercarse mucho, quizás el hombre me tendría que ayudar ahora para encargarnos de ellos.

Tras entregarle el huevo al joven Inaga siguió corriendo cuesta abajo sacándole algo de ventaja al joven, al llegar a una pequeña llanura que formaba un claro rodeado de arboles y de densos arbustos. El monje había salido corriendo con la intención de darles esquinazo y no tener que matarlos, pero antes de salir del claro escucho que el joven le gritaba.

-¡Maldito anciano! ¡Ayúdame con esta plaga de una vez!-

Inaga se dio la vuelta para ver como con asombrosa habilidad, lanzaba el huevo a la copa de los árboles y con una gran agilidad saco su estada y decapito al primer lagarto de un grácil movimiento, la cabeza salió rodando soltando gotas de sangre. Cuando se encaró con el segundo lagarto dejo de un lado la sutileza y con el brazo le introdujo grandes cantidades de una sustancia que Inaga no distinguió. Por último lanzó una estaca a la cabeza de un tercero matándolo en el acto.

Inaga se había dado la vuelta mientras presenciaba como el joven mataba a los lagartos, decidió ayudarle, pues la culpa había sido del monje. Observo primero el terreno, los arboles con el tronco liso y los arbustos impedían el movimiento dentro del bosque, por lo que la única opción era una confrontación directa. De cada una de sus manos salieron 4 garras cristalinas, las cuales se formaban desde los nudillos con una dimensión de 40 cm de longitud. Conto hasta 5 y cargo contra los lagartos a una gran velocidad, con una pirueta salto a uno de los lagartos subiéndose en su lomo, poniendo los brazos en cruz cogió impulso y clavo las garras en el cráneo del lagarto, el cual se retorcía y daba coletazos para sacarse al monje de encima.

Rompiendo las garras, Inaga realizo una mortal desde el lomo para quedar enfrente de dos lagartos que lanzaron sendos mordiscos a la cabeza del anciano, que se torno primero de un color transparente, para luego adquirir una tonalidad negra justo en el momento, en el que los lagartos cerraban sus fauces. Un sonido de rotura se escucho en el ambiente, los dientes de los animales se habían roto al contacto con la cabeza de Inaga que estaba rodeada de haki en su forma de cuarzo. Con sus brazos oscurecidos y los restos de las garras de cuarzo, el monje clavo sus garras en las gargantas de ambos lagartos que cayeron al suelo suspirando su último aliento.
El resto de lagartos aterrorizados, dieron marcha atrás puesto que su número se había reducido drásticamente y huyeron de vuelta a su nido. Con movimientos lentos, Inaga recogió el bastón y fue cojeando hasta el árbol donde había caído el huevo, le dio varios golpes para que este cayera a sus brazos.

Espero que tengas hambre, este huevo nos dará de comer a los dos. Por cierto mi nombre es Inaga, ¿cómo te llamas joven?

ereAl parecer el hombre anciano no era lo que aparentaba, pues se movía como si su cuerpo fuese el de una persona de veinte años y dominaba el haki, acabando con varios largartos fácilmente, un sujeto bastante interesante, lo suficiente para que me interesase por los motivos por los que andaba por aquella isla, que al parecer estaría repleta de peligros.

El hombre bajo el huevo con unos golpes en el tronco del árbol y lo cogió con sus manos fácilmente, y decía que nos alimentaria a los dos, aparte de darme su nombre y me preguntaba por el mío.

-Ah claro, mi nombre es Abyss, y aunque nuestro encuentro ha sido un poco abrupto creo que nos llevaremos bien.-Decía mientras me acercaba al hombre para preguntarle unas cuantas cosas-¿Podría saber sus motivos para estar en la isla? Los míos son claramente la investigación de las ruinas del lugar. Ah y ¿Por qué robo el huevo? ¿Tanta hambre tenía?-Le pregunte esto último en tono de broma y buscaba un lugar donde poder cocinar esa monstruosidad de huevo, que daba por sentado era de aquellos lagartos que estaban persiguiendo al hombre cuando me lo dio como si fuese una pelota de baloncesto.

Mientras Inaga trataba de encontrar un lugar para cocinar el huevo, el joven le respondió, su nombre era Abyss. Cuando lo escucho el monje recordó los carteles de se busca, era un supernova como él, no era un hombre normal, pero al decir sus intenciones de explorar las ruinas simpatizo con el.

Casualmente soy historiador y el verdadero motivo por el que eh venido es intentar documentar lo sucedido aquí y si se puede encontrar algún objeto de valor histórico. Respecto al huevo, llevo 5 días en alta mar sin alimentarme de otra cosa que no fuera aire, por lo que si estoy hambriento.

Juntando un par de rocas a modo de círculo Inaga poso el huevo encima y se puso a recoger hojas secas, con dos puñados y leña caída el monje usó un fragmento de su cuarzo, espero a que la luz del sol quemara la hoja seca que había acumulado debajo y se puso a cocinar el huevo, se le notaba hambriento había pasado muchos días sin comer y el cansancio y el hambre se abatían sobre el.  

Ahora tendremos que esperar a que se cocine y en cuanto este listo comemos y si quieres vamos juntos a las ruinas, las cuales se encuentran en el centro de la isla.

Al cabo de 15 minutos el huevo se había cocido y lo partió el huevo a la mitad, quedándose el una parte y dándole la otra a Abyss. Tardo muy poco en comerlo y no fue escrupuloso, pues se lo comió con las mismas manos, la yema estaba deliciosa, era un autentico manjar. Cuando termino de comer se puso de pie y apago el fuego echándole tierra.

De acuerdo ahora que eh recuperado fuerzas podemos ponernos en marcha. Sigueme. –dijo mientras empezaba a subir la montaña, su andar se parecía al de un cojo.