"Primera visita a Enies Loby", pensaba Nat mientras desembarcaba en la isla judicial, preguntándose cómo demonios había acabado metido en aquello. Una jornada con Kakashi, explosiones y nobles muertos, y de repente un hombre de traje lo untaba con un ascenso y una corbata nueva. ¿Ascenso? era muy difícil hacer que un Shichibukai ascendiera, pero sin embargo entrar en el CP le abría un mundo nuevo de posibilidades. Entre ellas, la más importante, Rokushiki. Aquel arte que entrenaban sólo los más aptos, los agentes secretos del gobierno y muy pocos marines, un secreto del que muy pocos podían beber, y él ahora iba a formar parte de aquel selecto grupo. Bueno, selecto era decir demasiado... Allí había de todo, desde borrachos gordos hasta ancianos inválidos, pasando por garrulos e imbéciles que sólo se dedicaban a correr deprisa usando el "soru" para acercarse y pellizcarle el trasero a las novatas. "Vaya por dios...". Por lo menos tendría la oportunidad de aprender aquello, y cosas tanto o más útiles. Gente volando por el cielo, patadas que destrozaban objetos, incluso una técnica similar al haki, aunque sin duda peor. El que la usaba quedaba semi-inmóvil, y daba a los oponentes una seria ventaja sobre él.
Atravesaba el puente principal, donde novatos y algunos expertos peleaban amistosamente, y algunos criminales iban pasando para ser juzgados. Muchos de ellos le sonaban de los Wanteds, por caras de mal humor o tratando de aterrorizar. Aquel día lucían muertos de miedo, pues quien entraba allí tenía dos opciones. Una ejecución extremadamente dolorosa o la condena en Impel Down. Si tuviera que elegir, Caspio tomaría como castigo la gran prisión, pues ya se habían dado casos de gente que lograba escapar, e incluso, aún si no pudiera escapar, podría convertir alguno de los infiernos en su patio de recreo. Todo eran ventajas, aunque para la gente normal las torturas constantes y los chistes malos del alcaide serían insoportables, mientras que él tenía una extraña manía, y era que las caras le hacían gracia, más cuanto más tiempo las veía, sobre todo si no conocía a aquella gente. "Bien pensado, yo en Impel Down me lo pasaría de madre". Pero bueno, tampoco era cosa de pensar en prisiones. Desde que era Shichibukai su escasa recompensa se había esfumado, y mientras perteneciera al CP su recompensa sería nula, con lo que podría acceder a la marina y pasarle Kairoseki a Jack. Era una estrategia perfecta, pero primero para ello debía aprender lo interesante. Rokushiki.
-Eh tú, novato. Aparta- soltó un hombre al nuevo agente, que caminaba distraído hacia el palacio de justicia, y no se movió-. Novato, apártate o me obligarás a hacerte daño- Nat siguió sin obedecer, haciendo oídos sordos, hasta que el otro se le puso delante-. Hazme caso, imbécil. Tú eres nuevo y yo CP3, así que yo mando y tú obedeces, ¿Entendido?
No necesitaba oír más. Con su mano rápida lo agarró de la cabeza y lo estampó contra el suelo, sin decir ni una palabra. Tenía asuntos mejores que tratar. Le pasó por encima y llegó al pueblo. Más que pueblo, una pequeña ciudad donde el CP tenía sus casas, comercios y locales, una pequeña vida antes de empezar la caza sempiterna. Pudo oír cómo a su espalda el otro lo maldecía, pero ignorar a un idiota era uno de los mayores placeres de la vida, y no iba a derrocharlo. Caminó hasta que encontró una mujer hermosa, con un jardín de claveles azules. A Nat le encantaron siempre las flores y sus colores vivos, y no podía sino contemplar aquello. La mujer lo miraba, como preguntándose qué vería un tipo tan pintoresco en el jardín, o tal vez qué sería. Su cara como shichibukai era muy conocida en algunas zonas, pero como agente aún nadie lo había visto. "Primer día y CP5. A ver qué me depara esta isla...", pensó, mientras daba la espalda a la mujer y continuaba su paseo.
Atravesaba el puente principal, donde novatos y algunos expertos peleaban amistosamente, y algunos criminales iban pasando para ser juzgados. Muchos de ellos le sonaban de los Wanteds, por caras de mal humor o tratando de aterrorizar. Aquel día lucían muertos de miedo, pues quien entraba allí tenía dos opciones. Una ejecución extremadamente dolorosa o la condena en Impel Down. Si tuviera que elegir, Caspio tomaría como castigo la gran prisión, pues ya se habían dado casos de gente que lograba escapar, e incluso, aún si no pudiera escapar, podría convertir alguno de los infiernos en su patio de recreo. Todo eran ventajas, aunque para la gente normal las torturas constantes y los chistes malos del alcaide serían insoportables, mientras que él tenía una extraña manía, y era que las caras le hacían gracia, más cuanto más tiempo las veía, sobre todo si no conocía a aquella gente. "Bien pensado, yo en Impel Down me lo pasaría de madre". Pero bueno, tampoco era cosa de pensar en prisiones. Desde que era Shichibukai su escasa recompensa se había esfumado, y mientras perteneciera al CP su recompensa sería nula, con lo que podría acceder a la marina y pasarle Kairoseki a Jack. Era una estrategia perfecta, pero primero para ello debía aprender lo interesante. Rokushiki.
-Eh tú, novato. Aparta- soltó un hombre al nuevo agente, que caminaba distraído hacia el palacio de justicia, y no se movió-. Novato, apártate o me obligarás a hacerte daño- Nat siguió sin obedecer, haciendo oídos sordos, hasta que el otro se le puso delante-. Hazme caso, imbécil. Tú eres nuevo y yo CP3, así que yo mando y tú obedeces, ¿Entendido?
No necesitaba oír más. Con su mano rápida lo agarró de la cabeza y lo estampó contra el suelo, sin decir ni una palabra. Tenía asuntos mejores que tratar. Le pasó por encima y llegó al pueblo. Más que pueblo, una pequeña ciudad donde el CP tenía sus casas, comercios y locales, una pequeña vida antes de empezar la caza sempiterna. Pudo oír cómo a su espalda el otro lo maldecía, pero ignorar a un idiota era uno de los mayores placeres de la vida, y no iba a derrocharlo. Caminó hasta que encontró una mujer hermosa, con un jardín de claveles azules. A Nat le encantaron siempre las flores y sus colores vivos, y no podía sino contemplar aquello. La mujer lo miraba, como preguntándose qué vería un tipo tan pintoresco en el jardín, o tal vez qué sería. Su cara como shichibukai era muy conocida en algunas zonas, pero como agente aún nadie lo había visto. "Primer día y CP5. A ver qué me depara esta isla...", pensó, mientras daba la espalda a la mujer y continuaba su paseo.
Date Musashi
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Con la niña durmiendo Musashi apenas tenía cosas que hacer salvo entrenar, pelearse o cumplir misiones. Ninguna de las dos últimas situaciones se había dado por ningún motivo en aquel aburrido día, y estaba harto de entrenar día sí y día también. Por lo tanto no podía sino morirse del asco observando todo lo que se desarrollaba a su alrededor mientras le daba unas horas a Sora para que se despertara y vigilaba que nadie tuviera alguna tarea para él, aunque preferiría que no se la asignaran si fuera posible. No podía culparla por estar cansada, estaba encerrada en todo momento en un solo cuarto con los libros que Musashi le traía por lo que su aburrimiento debía ser extremo, y por ello devoraba aquellos libros quedándose hasta altas horas de la madrugada para terminarlos cuanto antes y que el semigigante le trajera algún otro. Era por eso que ahora tenía que esperar pues la chica necesitaba descansar, sabía que nada le pasaría pues era demasiado útil toda aquella situación.
Giró su cabeza al escuchar unas pícaras voces. Una mujer corría riéndose timidamente mientras arrastraba a un vergonzoso joven a un callejón donde sin duda harían algo que quizás no fuera lo más apropiado entre compañeros de trabajo, pese a que no había oído que estuviera prohibido. Apartó la mirada, no quería intimidarlos. Estaba apoyado sobre su hombro izquierdo bajo la enorme sombra de la muralla con la atención centrada en dos novatos que acababan de aprender alguna técnica de Rokushiki y levitaban en el aire dando patadas en el aire hasta subir a una altura considerable. Sin embargo aquello no era sino para espiar por la ventana de alguna compañera que se estaría cambiando, duchando o durmiendo ligera de ropa. —Hmpf...— musitó mientras agarraba una piedra y la lanzaba a gran fuerza hacia donde los espías estaban. La piedra golpeó en el marco de la ventana alertando a la joven que se asomó con rapidez tapándose el torso desnudo y cerró las contraventanas, no sin antes darle una bofetada múltiple a aquellos dos pervertidos.
Algo más llamó su atención mientras sonreía, un compañero cargado de ego y orgullo se dirigía a alguien que nunca había visto pero que por sus pintas debía ser también Cipher Pol. Tras una pequeña "charla", el que no había visto nunca tumbó con sorprendente facilidad al que era miembro del CP 3 y siguió su camino como si no fuera con él la cosa. Musashi alzó una ceja con curiosidad y tras unos momentos de duda y tras asegurarse que no fuera ya demasiado tarde y tuviera que volver pronto con Sora, se apartó de aquel muro y comenzó a seguir al aparentemente "nuevo" por aquellos lugares. No es que estuviera preocupado por lo que pudiera hacer, pese a que la idea de que se hubiera infiltrado en aquel lugar para destruirlo desde dentro se le había pasado por la cabeza. No le importaba mientras no se metiera con la pequeña, aquel lugar podía arder siempre y cuando Sora estuviera protegida.
Lo siguió durante un rato pequeño desde lejos, ser tan grande le hacía no perderlo de vista entre las demás personas que por allí circulaban pero también hacía más difícil ocultarse. No pretendía esto en ningún momento, por lo que si el chico se giraba sin duda vería a Date siguiéndolo lo que no dudaba que podría parecerle raro e incluso guiarle a cometer una acción equivocada. Se arriesgaría sin embargo, sentía curiosidad por saber algo más de aquel que había tumbado a un CP3 con gran facilidad y, quien sabe, si le contaba su historia quizás tendría un cuento que contarle a Ame unas horas más tarde. —Eh, tú. El del traje.— dijo sonriendo de buen humor ante aquella broma. Había tratado de llamar su atención justo después de que examinara un jardín local en el que se había parado unos instantes. —Me preguntaba qué te habría dicho ese hombre para hacerle lo que le hiciste.— dijo apoyándose en la pared de una casa cercana.
Estaba claro que no iba a pasar desapercibido, su tamaño ligeramente superior a dos metros y medio hacía que esto fuera practicamente imposible. Además su voz era bastante grave aunque armoniosa a la vez y sobretodo albergando una gran calma sin ningún tipo de intención, de forma que aquel hombre no interpretara esas palabras como un acto ofensivo hacia su persona por los actos que había realizado. Si fuera así trataría de calmarlo, no es que quisiera problemas y llamar la atención, pero tampoco tenía problemas en golpear algunos cráneos. Al fin y al cabo llevaba su mochila de deporte con él colgando de su espalda, lugar donde guardaba su maza y su espada listas para pasar a la acción.
Giró su cabeza al escuchar unas pícaras voces. Una mujer corría riéndose timidamente mientras arrastraba a un vergonzoso joven a un callejón donde sin duda harían algo que quizás no fuera lo más apropiado entre compañeros de trabajo, pese a que no había oído que estuviera prohibido. Apartó la mirada, no quería intimidarlos. Estaba apoyado sobre su hombro izquierdo bajo la enorme sombra de la muralla con la atención centrada en dos novatos que acababan de aprender alguna técnica de Rokushiki y levitaban en el aire dando patadas en el aire hasta subir a una altura considerable. Sin embargo aquello no era sino para espiar por la ventana de alguna compañera que se estaría cambiando, duchando o durmiendo ligera de ropa. —Hmpf...— musitó mientras agarraba una piedra y la lanzaba a gran fuerza hacia donde los espías estaban. La piedra golpeó en el marco de la ventana alertando a la joven que se asomó con rapidez tapándose el torso desnudo y cerró las contraventanas, no sin antes darle una bofetada múltiple a aquellos dos pervertidos.
Algo más llamó su atención mientras sonreía, un compañero cargado de ego y orgullo se dirigía a alguien que nunca había visto pero que por sus pintas debía ser también Cipher Pol. Tras una pequeña "charla", el que no había visto nunca tumbó con sorprendente facilidad al que era miembro del CP 3 y siguió su camino como si no fuera con él la cosa. Musashi alzó una ceja con curiosidad y tras unos momentos de duda y tras asegurarse que no fuera ya demasiado tarde y tuviera que volver pronto con Sora, se apartó de aquel muro y comenzó a seguir al aparentemente "nuevo" por aquellos lugares. No es que estuviera preocupado por lo que pudiera hacer, pese a que la idea de que se hubiera infiltrado en aquel lugar para destruirlo desde dentro se le había pasado por la cabeza. No le importaba mientras no se metiera con la pequeña, aquel lugar podía arder siempre y cuando Sora estuviera protegida.
Lo siguió durante un rato pequeño desde lejos, ser tan grande le hacía no perderlo de vista entre las demás personas que por allí circulaban pero también hacía más difícil ocultarse. No pretendía esto en ningún momento, por lo que si el chico se giraba sin duda vería a Date siguiéndolo lo que no dudaba que podría parecerle raro e incluso guiarle a cometer una acción equivocada. Se arriesgaría sin embargo, sentía curiosidad por saber algo más de aquel que había tumbado a un CP3 con gran facilidad y, quien sabe, si le contaba su historia quizás tendría un cuento que contarle a Ame unas horas más tarde. —Eh, tú. El del traje.— dijo sonriendo de buen humor ante aquella broma. Había tratado de llamar su atención justo después de que examinara un jardín local en el que se había parado unos instantes. —Me preguntaba qué te habría dicho ese hombre para hacerle lo que le hiciste.— dijo apoyándose en la pared de una casa cercana.
Estaba claro que no iba a pasar desapercibido, su tamaño ligeramente superior a dos metros y medio hacía que esto fuera practicamente imposible. Además su voz era bastante grave aunque armoniosa a la vez y sobretodo albergando una gran calma sin ningún tipo de intención, de forma que aquel hombre no interpretara esas palabras como un acto ofensivo hacia su persona por los actos que había realizado. Si fuera así trataría de calmarlo, no es que quisiera problemas y llamar la atención, pero tampoco tenía problemas en golpear algunos cráneos. Al fin y al cabo llevaba su mochila de deporte con él colgando de su espalda, lugar donde guardaba su maza y su espada listas para pasar a la acción.
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La joven rubia paseaba tranquilamente por la cubierta de un barco, parecía confusa y dubitativa, meditando sobre un tema en concreto, supuestamente la chica había recibido una carta que la mandaba dirigirse a Ennies Lobby ¿por qué? ¿Acaso iban a llamarle la atención? Álika era una vaga en toda reglar pero con el tiempo acababa cumpliendo su trabajo, a regañadientes por supuesto…
Mientras ella se paseaba preocupadamente un pequeño oso llamado Monokuma apareció detrás de ella, este se tambaleaba porque aún no mantenía bien el equilibrio a la hora de caminar pero con el tiempo iba mejorando, ella se agachó y sonriendo comenzó a acariciarle por la espalda en señal de cariño.
La chica le tenía mucho aprecio, el pequeño oso había sido su compañía durante mucho tiempo, la mascota tenía un aspecto raro a la vez parecía terrorífica pero resultaba adorable al mismo tiempo, era mitad blanco y mitad negro.
Después de que Álika estuviese acariciándolo se levantó del suelo y vio que se acercaban a su destino, Ennies Lobby, ella no sabía que le deparaba por aquellos lares pero algo malo iba a ser, ahora solo tendría que esperar y tener paciencia, algo de lo que ella carecía.
Al cabo de un par de horas consiguió llegar finalmente a aquel puerto, allí desembarcó junto con Monokuma, al caminar por las calles pudo observar el estado de estas, eran bastante simples pero con un tono de elegancia, a medida que avanzaba la gente del lugar se volvía un poco extraña.
Álika llegó a una especie de plaza y allí en el suelo dejó a su mascota, esta mientras miraba a los alrededores por si veía algo extraño el pequeño oso se marchó corriendo con gran agresividad, la chica cuando vio que no estaba allí comenzó a asustarse por si le pasaba algo malo así que echó a correr ella también.
Después de varios minutos consiguió encontrar a Monokuma pero lo que la chica no sabía es que la mascota acabaría en medio de dos hombres, un semigigante y uno normal. Pero antes de que chocasen Álika consiguió atrapar al pequeño oso y se detuvo por unos segundos, eses dos hombres estaban hablando, la chica se alejó y subió por la parte de atrás del muro quedándose con las piernas cruzadas y escuchando lo que decían, pero para hacerse la importante no pudo evitar decir unas palabras mientras acariciaba a monokuma en su regazo mientras sonreía-Que interesante…
-Eh, tú. El del traje- escuchó el verdugo a su espalda. Era una curiosa forma de dirigirse a un miembro del CP, más cuando todos llevaban traje, aunque claro podía referirse al traje de capa y sombrero, seguramente insólito en aquellos lares. Se giró, arqueando una ceja, mientras esperaba la continuación de lo que, por lo visto, era una persona extraordinariamente alta. Por un momento se acordó de su padre, gigante de segunda generación, como decía el, tipo alto como decía Galdo siempre-. Me preguntaba qué te habría dicho ese hombre para hacerle lo que le hiciste- la pregunta no iba con mala intención, o al menos aquello parecía. Tampoco tenía ganas de enfrentarse con un tipo de aquella estatura. Por hábil que fuera, a fuerza del tamaño sería mucho más poderoso que él si no usara su arma.
Se dio la vuelta con calma, observando más a fondo a aquel hombre. Alto, pelo negro y un parche en el ojo. "Tuerto", pensó mientras recordaba a la quimera, alta y tuerta, según contaba la leyenda en un combate contra Red Sting. Otras contaban que su ojo era así desde siempre, un hombre nacido de la máquina. A parte de aquello, todo eran conspiraciones y tonterías, habladurías baratas. De la misma forma había mil variables para la ausencia del ojo en aquel agente. Aunque, conociendo el carácter de muchos bravucones, podrá habérselo arrancado por demostrar que era recio. Aunque no parecía aquella clase de tipo...
-Yo caminaba y él me molestó- dijo, dejando que el misterio se apoderara de la conversación-. No tengo mucha paciencia, lo sé, pero no quiero que un simple CP3 me ningunee. Los rangos son una tontería, pero si tiras de ellos debes saber a qué te expones. Yo, por ejemplo, soy Shichibukai. Y si te tratara como inferior por ello podría resultar que eres Gorosei. ¿Ves qué complejo es todo esto? En fin, estoy desvariando un poco. Me dijeron que tenía que pasar un tiempo aquí para comenzar a desenvolverme con el Rokushiki. ¿Sabes dónde están los barracones de entrenamiento?
Tras aquello un oso se acercó a ellos. Tenía un aspecto adorable y temible a la vez, como una niña enfadada. A decir verdad, el oso parecía bastante manso, y hasta abría la boca intentando que metiera la mano. "No, pequeño. Esta mano es sólo para mí...", dijo una voz en su cabeza mientras veía a una chiquilla rubia asomarse por ahí, seguramente buscando al animal, aunque el estar sentada sobre un muro hacía que la situación se enturbiara un poco. ¿Quién demonios buscaría un oso en un muro? Un gato sí, pero un oso...
Se dio la vuelta con calma, observando más a fondo a aquel hombre. Alto, pelo negro y un parche en el ojo. "Tuerto", pensó mientras recordaba a la quimera, alta y tuerta, según contaba la leyenda en un combate contra Red Sting. Otras contaban que su ojo era así desde siempre, un hombre nacido de la máquina. A parte de aquello, todo eran conspiraciones y tonterías, habladurías baratas. De la misma forma había mil variables para la ausencia del ojo en aquel agente. Aunque, conociendo el carácter de muchos bravucones, podrá habérselo arrancado por demostrar que era recio. Aunque no parecía aquella clase de tipo...
-Yo caminaba y él me molestó- dijo, dejando que el misterio se apoderara de la conversación-. No tengo mucha paciencia, lo sé, pero no quiero que un simple CP3 me ningunee. Los rangos son una tontería, pero si tiras de ellos debes saber a qué te expones. Yo, por ejemplo, soy Shichibukai. Y si te tratara como inferior por ello podría resultar que eres Gorosei. ¿Ves qué complejo es todo esto? En fin, estoy desvariando un poco. Me dijeron que tenía que pasar un tiempo aquí para comenzar a desenvolverme con el Rokushiki. ¿Sabes dónde están los barracones de entrenamiento?
Tras aquello un oso se acercó a ellos. Tenía un aspecto adorable y temible a la vez, como una niña enfadada. A decir verdad, el oso parecía bastante manso, y hasta abría la boca intentando que metiera la mano. "No, pequeño. Esta mano es sólo para mí...", dijo una voz en su cabeza mientras veía a una chiquilla rubia asomarse por ahí, seguramente buscando al animal, aunque el estar sentada sobre un muro hacía que la situación se enturbiara un poco. ¿Quién demonios buscaría un oso en un muro? Un gato sí, pero un oso...
Date Musashi
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Agilidad
Destreza
Precisión
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Se quedó algo perplejo con las palabras del hombre que se encontraba delante suya, hecho que quedó demostrable durante unos segundos por la expresión del rostro del semigigante. Le había pillado por sorpresa lo de "Sichibukai", pero inmediatamente retomó la compostura analizando la situación. Por su cabeza pasaba las posibilidad de que aquello fuera mentira, pues todo el mundo era libre de hablar y decir lo que quisiera siempre y cuando tomara las consecuencias de sus actos. Pero también cabía la posibilidad de que fuera verdad y su arrogancia hubiera delatado su verdadero rango, como si hubiera tenido que decirlo por necesidad de demostrar que era muy superior a Date Musashi a pesar de que este le sacara algunas cabezas de estatura. También era posible que lo hubiera dicho porque no lo considerara un verdadero secreto o porque hubiera visto algo diferente en Date, pero tampoco le daría demasiadas vueltas en su cabeza.
Su pensamiento fue interrumpido por la aparición de lo que parecía ser un pequeño oso, quizás más pequeño a la vista de Musashi de lo que era en realidad debido a su estatura pero no parecía ser demasiado grande. Al poco tiempo una chica apareció y se lo llevó como si temiera que fuera aplastado por el semigigante, mas no se quedó excesivamente lejos pues según parecía se había subido a un muro cercano. Era raro ver a una compañera del Cipher Pol sola, es decir, sin que los demás miembros de aquella organización la estuvieran acosando hasta el punto de querer renunciar. Volvió a centrarse en aquel hombre que sin duda era un sujeto curioso, independientemente de si era una farsa lo que decía o la explicación de su fuerza era su verdadero rango. —Sí, se dónde están los barracones de entrenamiento.— contestó a su pregunta frunciendo el ceño ligeramente. Se cruzó de hombros por simple comodidad pero le dio un aspecto todavía más grande del que ya tenía.
—Dices ser un sichibukai...— comenzó a decir con curiosidad pero con cuidado de no sonar demasiado ofensivo. —No es que no te crea, pero las simples palabras nunca suelen ir cargadas de la verdad... Yo podría decir que soy un gorosei y tú probablemente no me creerías, y además estaría mintiendo. Quiero decir, cualquiera podría esas mismas palabras y estar mintiendo, ¿por qué debería creerte a ti?— preguntó sin quitarle el ojo de encima, curioso por la respuesta que pudiera darle. Cierto era que el rango de aquel hombre le importaba una mierda, pero bien era sabido que los sichibukais tiempo atrás habían sido piratas y que con aquella ventaja que poseían por su rango podían planear cosas bajo la sombra de la marina que los protegía. Si algo gordo iba a pasar quería prepararse antes para ello, no quería que la pequeña corriera ningún peligro.
Su pensamiento fue interrumpido por la aparición de lo que parecía ser un pequeño oso, quizás más pequeño a la vista de Musashi de lo que era en realidad debido a su estatura pero no parecía ser demasiado grande. Al poco tiempo una chica apareció y se lo llevó como si temiera que fuera aplastado por el semigigante, mas no se quedó excesivamente lejos pues según parecía se había subido a un muro cercano. Era raro ver a una compañera del Cipher Pol sola, es decir, sin que los demás miembros de aquella organización la estuvieran acosando hasta el punto de querer renunciar. Volvió a centrarse en aquel hombre que sin duda era un sujeto curioso, independientemente de si era una farsa lo que decía o la explicación de su fuerza era su verdadero rango. —Sí, se dónde están los barracones de entrenamiento.— contestó a su pregunta frunciendo el ceño ligeramente. Se cruzó de hombros por simple comodidad pero le dio un aspecto todavía más grande del que ya tenía.
—Dices ser un sichibukai...— comenzó a decir con curiosidad pero con cuidado de no sonar demasiado ofensivo. —No es que no te crea, pero las simples palabras nunca suelen ir cargadas de la verdad... Yo podría decir que soy un gorosei y tú probablemente no me creerías, y además estaría mintiendo. Quiero decir, cualquiera podría esas mismas palabras y estar mintiendo, ¿por qué debería creerte a ti?— preguntó sin quitarle el ojo de encima, curioso por la respuesta que pudiera darle. Cierto era que el rango de aquel hombre le importaba una mierda, pero bien era sabido que los sichibukais tiempo atrás habían sido piratas y que con aquella ventaja que poseían por su rango podían planear cosas bajo la sombra de la marina que los protegía. Si algo gordo iba a pasar quería prepararse antes para ello, no quería que la pequeña corriera ningún peligro.
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