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El viaje de Nero comenzaba en aquella isla, Saint Reia. Iba a ser el comienzo de la aventura del moreno, aquello iba a ser su punto de partida dispuesto a lograr sus sueños. Su medio de transporte era un lujoso y precioso bote basura de apenas dos metros. Remaba como podía con dos remos en mal estado, no había logrado un vehículo mejor para desplazarse y era de lo único que disponía además de su guantelete de pinchos. Estaba ya acercándose a la orilla, sus rojizos ojos observaban los primeros edificios de la isla, se suponía que anteriormente aquel sitio era un importante lugar para el gobierno. Pero los revolucionarios habían hecho de las suyas, de todas formas aquello no era algo que le interesara mucho al chico reptil que sonreía de lado tranquilamente. Su mirada era sádica y temible sin duda, sin embargo no representaría una amenaza si no lo atacaba nadie.
- Esta mierda de bote es de lo peor, espero poder viajar algo mejor cuando vuelva, no me cogen ni las piernas.
Murmuró algo picado mientras trataba de ponerse cómodo, algo totalmente imposible en aquella pequeña barca donde estaba pasando un mal rato. Agradecía estar ya tan cerca de la orilla, estaba como a unos siete metros. Su mirada cambiaba aleatoriamente mirando los distintos edificios, sus brazos pararon de remar pues ya estaba cansado de tanto remar, era muy agotador sin duda alguna y llevaba varias horas haciéndolo, no pensaba volver a remar en una buena temporada. Para su mala suerte, si no remaba se quedaría en el mar, por lo que aún debía remar hasta la orilla, frunció el ceño un poco gruñendo por lo bajo agarrando los remos con frialdad, como si se trataran de personas, estaba algo loco o eso parecía en algunas situaciones.
Estaba a punto de ponerse a remar cuando una sombra pasó por debajo de su bote, este se tambaleó un poco mientras fruncía el ceño mirando al agua. No entendía que diablos pasaba y gruñó un poco por lo bajo mientras apretaba los puños esperando a que el causante diera la cara, de repente frente a sus ojos comenzó a salir del agua una imponente figura. Se trataba de una gigantesca serpiente roja con cuernos en la frente y ojos dorados con colmillos afilados, sin duda alguna era un rey marino, encima era enorme. El luchador se puso en pie en el bote mientras sonreía de lado colocándose en postura de combate dejando así sus músculos tensos y listos para reaccionar de la forma que hiciera falta.
- ¡Vamos!
Gritó el moreno mientras empezaba a reír sacando la lengua y mostrando una faceta agresiva y lista para el combate. De repente aquel enorme ser elevó su cola y pegó un potente golpe a dos metros de distancia del bote, una enorme ola se formó y el bote y el moreno salieron despedidos contra la arena de la playa, el chico gritó en el trayecto mientras aterrizaba de espaldas soltando un gruñido de dolor debido al potente golpe. Tras unos segundos observó como aquel rey marino se hundía y se largaba de allí. El moreno cerró los ojos calmado y esperó un par de minutos antes de suspirar y levantarse de la arena sacudiéndose. Cuando sus rojizos ojos miraron el bote, se abrieron como nunca, su bote había sido destruido totalmente al caer contra unas rocas, ahora sí que estaba en apuros. Se giró resignado observando los edificios de la isla, ahora debía pensar a donde se iba a dirigir, sin hacer o decir nada más, comenzó a caminar al pueblo.
- Esta mierda de bote es de lo peor, espero poder viajar algo mejor cuando vuelva, no me cogen ni las piernas.
Murmuró algo picado mientras trataba de ponerse cómodo, algo totalmente imposible en aquella pequeña barca donde estaba pasando un mal rato. Agradecía estar ya tan cerca de la orilla, estaba como a unos siete metros. Su mirada cambiaba aleatoriamente mirando los distintos edificios, sus brazos pararon de remar pues ya estaba cansado de tanto remar, era muy agotador sin duda alguna y llevaba varias horas haciéndolo, no pensaba volver a remar en una buena temporada. Para su mala suerte, si no remaba se quedaría en el mar, por lo que aún debía remar hasta la orilla, frunció el ceño un poco gruñendo por lo bajo agarrando los remos con frialdad, como si se trataran de personas, estaba algo loco o eso parecía en algunas situaciones.
Estaba a punto de ponerse a remar cuando una sombra pasó por debajo de su bote, este se tambaleó un poco mientras fruncía el ceño mirando al agua. No entendía que diablos pasaba y gruñó un poco por lo bajo mientras apretaba los puños esperando a que el causante diera la cara, de repente frente a sus ojos comenzó a salir del agua una imponente figura. Se trataba de una gigantesca serpiente roja con cuernos en la frente y ojos dorados con colmillos afilados, sin duda alguna era un rey marino, encima era enorme. El luchador se puso en pie en el bote mientras sonreía de lado colocándose en postura de combate dejando así sus músculos tensos y listos para reaccionar de la forma que hiciera falta.
- ¡Vamos!
Gritó el moreno mientras empezaba a reír sacando la lengua y mostrando una faceta agresiva y lista para el combate. De repente aquel enorme ser elevó su cola y pegó un potente golpe a dos metros de distancia del bote, una enorme ola se formó y el bote y el moreno salieron despedidos contra la arena de la playa, el chico gritó en el trayecto mientras aterrizaba de espaldas soltando un gruñido de dolor debido al potente golpe. Tras unos segundos observó como aquel rey marino se hundía y se largaba de allí. El moreno cerró los ojos calmado y esperó un par de minutos antes de suspirar y levantarse de la arena sacudiéndose. Cuando sus rojizos ojos miraron el bote, se abrieron como nunca, su bote había sido destruido totalmente al caer contra unas rocas, ahora sí que estaba en apuros. Se giró resignado observando los edificios de la isla, ahora debía pensar a donde se iba a dirigir, sin hacer o decir nada más, comenzó a caminar al pueblo.
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Bien, finalmente acabé formando una tripulación del todo. Irónico es que en un principio no tenía intención alguna de vivir mi aventura con compañía. Sin embargo parecía ser que el destino tenía otros planes para mi. Lo único que me quedaba por hacer era disfrutar de todo esto. Así pues, con mi nuevo miembro en el equipo decidimos pasearnos por los cuatro mares en busca de algo interesante para pasar los días. Yo tenía pensado dirigirme ya al Grand Line, pero Émile me dijo algo que desconocía, los sucesos que ocurrirían de aquí a unas semanas en Lougetown. Sería algo importante. No tenía ningún plan en concreto para ello, pero sería interesante de ver. Me recordaba a lo que leí que sucedió hace más o menos un centenar de años. Sería una gran batalla, y querría estar presente de espectador. Además de que Émile parecía querer ir con muchas ganas, y bueno, quién sería yo para impedirle pasar por allí. Si nos hubiéramos adentrado al Grand Line nos sería difícil el volver.
Bueno, eso no tenía mucha importancia, hasta ahora sólo me había recorrido el Eats Blue, así que me gustaría saber qué más había en los cuatro principales mares del mundo. Ahora nos acercábamos a una isla del South Blue, Saint Reia. Según me dijeron era una isla que había perdido el poder del gobierno y la dominaban los revolucionarios. No habría nada que temer, sería raro que hubiera marines cerca… Aunque puede suceder al revés y haya muchos marines con intención de recuperar sus dominios en esta isla. Siempre habría que andarse con ojo.
Por lo general era un día estupendo, un sol que brillaba con fuerza, una bonita brisa marina que nos alejaba de padecer un gran y sofocante calor. Yo iba vestido como de costumbre, la vestimenta que Tetsu me regaló. Mis ropas anchar y ligeras para pelear, morado suave por dentro con una parte inferior negra. Con el kimono, azul que llevaba por encima. Realmente me sentía a gusto. La cinta de mi hermano estaba atada a mi brazo derecho, como de costumbre, sólo me la ponía en la cabeza cuando fuera a pelear de manera seria. Me encontraba en cubierta principal de La Perla, junto a Amai. Émile se encontraba dentro, en mi biblioteca personal. Estaba extrañamente cansado y no le apetecía hacer nada. Teníamos suerte de que Perla no nos obligase a tener que preparar todo el barco para navegar, sino, con tres personas solas podríamos acabar agotados y ni siquiera conseguirlo. Nos íbamos acercando mucho a la isla. Hasta ahora todo había ido en calma, me gustaban los trayectos así. Sin embargo fue pensar en ello para que el mundo me dijese “¿Ah si? Pues toma esto”. Acababa de aparecer un enrome rey marino frente al barco. Pude diferenciarlo claramente como rey marino, gigantesco, serpiente roja, cuernos, colmillos afilados, ¿hacía falta más? Sí, que sus ojos dorados me cegaran de lo brillantes que eran. Parecía como si aquella cosa me fuera a atacar.- Ven si te atreves, campeón.- Le dije a aquella criatura. No sería el primer ser enorme que me encuentro y planto cara. Mandé a Amai al interior del barco y le dije que si las cosas se ponían feas que alertara a Émile de lo que ocurría, pero tenía pensado ocuparme de este asunto yo solo.
Perla seguía adelante, rumbo al rey marino. Me postré lo más cerca posible del borde del barco para poder luchar. Yo tenía ningún plan en concreto, pero suelo pensar mejor en el momento clave, es decir, cuando me ataque. Pero dejar que atacase él para yo redirigir su ataque y luego cortarle, sonaba a buen plan, así pues esperé a realizar mi jugada y mover mis fichas. La enorme serpiente vino corriendo, o bueno “reptando” para intentar alcanzarme con sus enormes colmillos. Sin embargo no pudo conseguirlo porque con mi katana, la cual desenvainé muy rápidamente, hice que lo que en un principio destrozaría una cubierta entera, fuese un ataque al aire. Y seguidamente, al tener el cuerpo del rey marino justo a lado decidí hacerle una serie de cortes. Y al parecer algo de efecto tuvo, porque tras muchos gritos del mismo rey marino, volvió al mar para poder recuperarse de sus heridas. En fin, al parecer el día ya empezaba a hacerme mover los músculos, ¿es que no tenía ningún día tranquilo? Añoraba los tiempos en los que nadie me perseguía, en los que nadie hacía nada malo, en los que yo yo no tenía que moverme del asiento… En fin.
Ya habíamos llegado a la isla. Émile y Amai no querían salir, hoy preferían quedarse en los camarotes. Así pues me tocaría a mi tener que reabastecer la despensa, y también buscar alguna buena aventura con la que pasar el rato. Perla se quedó parada frente a la isla. Ni siquiera me molesté en echar el ancla de seguridad. En estas islas no suele haber nada interesante, y aunque no lo quería, era probable que volviera rápido.En la orilla de la playa pude ver un pequeño bote, completamente destrozado. La arena seguía húmeda, así que tuvo que suceder hace bastante poco, ¿el rey marino tal vez? Podría haber sido esa la causa. E fin. Decidí acercarme al poblado cercano, tal vez allí si habría cosas interesantes que realizar. O al menos me lo proponía hasta que vinieron corriendo tres muchachos saliendo de la nada, que me acorralaron y empezaron a preguntarme sobre el barco.- ¡Has bajado de allí, verdad!- Me decía uno.- ¡Es La Perla Negra!- Gritaba otro.- ¡Eres pelirrojo!- Me escupía un tercero. No tenía ninguna idea de lo que estaba sucediendo, pero me dijeron que tendría que ver a alguien de la sial y me obligaron de manera casi literal a ir con ellos. Tampoco tenía que resistirme, era de lo mejor que me había pasado desde que me encontré con Émile. Me gustaban las aventuras, aunque en esta tenga que ser algo más inactivo. Junto a los muchachos nos adentramos en un pequeño bosquecito con dirección al poblado. Eran revolucionarios. Me preguntaba qué querrían, cómo me conocerían, y cómo conocerían mi barco. Aunque bueno, esa última pregunta puede ser fácilmente contestada. Veamos qué es lo que me depara esta pequeña aventura que me quitaba el aburrimiento.
Bueno, eso no tenía mucha importancia, hasta ahora sólo me había recorrido el Eats Blue, así que me gustaría saber qué más había en los cuatro principales mares del mundo. Ahora nos acercábamos a una isla del South Blue, Saint Reia. Según me dijeron era una isla que había perdido el poder del gobierno y la dominaban los revolucionarios. No habría nada que temer, sería raro que hubiera marines cerca… Aunque puede suceder al revés y haya muchos marines con intención de recuperar sus dominios en esta isla. Siempre habría que andarse con ojo.
Por lo general era un día estupendo, un sol que brillaba con fuerza, una bonita brisa marina que nos alejaba de padecer un gran y sofocante calor. Yo iba vestido como de costumbre, la vestimenta que Tetsu me regaló. Mis ropas anchar y ligeras para pelear, morado suave por dentro con una parte inferior negra. Con el kimono, azul que llevaba por encima. Realmente me sentía a gusto. La cinta de mi hermano estaba atada a mi brazo derecho, como de costumbre, sólo me la ponía en la cabeza cuando fuera a pelear de manera seria. Me encontraba en cubierta principal de La Perla, junto a Amai. Émile se encontraba dentro, en mi biblioteca personal. Estaba extrañamente cansado y no le apetecía hacer nada. Teníamos suerte de que Perla no nos obligase a tener que preparar todo el barco para navegar, sino, con tres personas solas podríamos acabar agotados y ni siquiera conseguirlo. Nos íbamos acercando mucho a la isla. Hasta ahora todo había ido en calma, me gustaban los trayectos así. Sin embargo fue pensar en ello para que el mundo me dijese “¿Ah si? Pues toma esto”. Acababa de aparecer un enrome rey marino frente al barco. Pude diferenciarlo claramente como rey marino, gigantesco, serpiente roja, cuernos, colmillos afilados, ¿hacía falta más? Sí, que sus ojos dorados me cegaran de lo brillantes que eran. Parecía como si aquella cosa me fuera a atacar.- Ven si te atreves, campeón.- Le dije a aquella criatura. No sería el primer ser enorme que me encuentro y planto cara. Mandé a Amai al interior del barco y le dije que si las cosas se ponían feas que alertara a Émile de lo que ocurría, pero tenía pensado ocuparme de este asunto yo solo.
Perla seguía adelante, rumbo al rey marino. Me postré lo más cerca posible del borde del barco para poder luchar. Yo tenía ningún plan en concreto, pero suelo pensar mejor en el momento clave, es decir, cuando me ataque. Pero dejar que atacase él para yo redirigir su ataque y luego cortarle, sonaba a buen plan, así pues esperé a realizar mi jugada y mover mis fichas. La enorme serpiente vino corriendo, o bueno “reptando” para intentar alcanzarme con sus enormes colmillos. Sin embargo no pudo conseguirlo porque con mi katana, la cual desenvainé muy rápidamente, hice que lo que en un principio destrozaría una cubierta entera, fuese un ataque al aire. Y seguidamente, al tener el cuerpo del rey marino justo a lado decidí hacerle una serie de cortes. Y al parecer algo de efecto tuvo, porque tras muchos gritos del mismo rey marino, volvió al mar para poder recuperarse de sus heridas. En fin, al parecer el día ya empezaba a hacerme mover los músculos, ¿es que no tenía ningún día tranquilo? Añoraba los tiempos en los que nadie me perseguía, en los que nadie hacía nada malo, en los que yo yo no tenía que moverme del asiento… En fin.
Ya habíamos llegado a la isla. Émile y Amai no querían salir, hoy preferían quedarse en los camarotes. Así pues me tocaría a mi tener que reabastecer la despensa, y también buscar alguna buena aventura con la que pasar el rato. Perla se quedó parada frente a la isla. Ni siquiera me molesté en echar el ancla de seguridad. En estas islas no suele haber nada interesante, y aunque no lo quería, era probable que volviera rápido.En la orilla de la playa pude ver un pequeño bote, completamente destrozado. La arena seguía húmeda, así que tuvo que suceder hace bastante poco, ¿el rey marino tal vez? Podría haber sido esa la causa. E fin. Decidí acercarme al poblado cercano, tal vez allí si habría cosas interesantes que realizar. O al menos me lo proponía hasta que vinieron corriendo tres muchachos saliendo de la nada, que me acorralaron y empezaron a preguntarme sobre el barco.- ¡Has bajado de allí, verdad!- Me decía uno.- ¡Es La Perla Negra!- Gritaba otro.- ¡Eres pelirrojo!- Me escupía un tercero. No tenía ninguna idea de lo que estaba sucediendo, pero me dijeron que tendría que ver a alguien de la sial y me obligaron de manera casi literal a ir con ellos. Tampoco tenía que resistirme, era de lo mejor que me había pasado desde que me encontré con Émile. Me gustaban las aventuras, aunque en esta tenga que ser algo más inactivo. Junto a los muchachos nos adentramos en un pequeño bosquecito con dirección al poblado. Eran revolucionarios. Me preguntaba qué querrían, cómo me conocerían, y cómo conocerían mi barco. Aunque bueno, esa última pregunta puede ser fácilmente contestada. Veamos qué es lo que me depara esta pequeña aventura que me quitaba el aburrimiento.
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Nero continuaba caminando por aquel camino rumbo al pueblo, su mirada observaba todo lo que podía fijándose bien en cada detalle, a sus oídos llegaban los cantares de los pájaros de la zona y el sonido del viento acariciando los árboles. A ver ahora donde conseguía un bote en el que poder largarse o un barco, era su mayor preocupación desde que había visualizado como su vehículo de madera quedaba destrozado. Cualquier cosa le bastaba, había olvidado su promesa de no remar, en situaciones así esas cosas se olvidan por completo. El pueblo ya estaba a unos cuantos metros no muy distantes. Finalmente entró en aquel pueblo observando a su alrededor, estaba formado por varias casas y edificios, además había un bosque cercano y varias tabernas. Parecía un sitio normal y corriente, aunque seguramente gobernado por revolucionarios. No le molestaba mucho mientras no se metieran en su camino, pues era lo normal, él no molestaría a nadie si no le molestaban a él. Finalmente se interesó por una de las tabernas y metió las manos en sus bolsillos notando que le quedaban algunas monedas, lo justo para comer algo y quedarse sin pasta. Observó la taberna en la que ponía “Bar Neo Reia”.
Deslizó las manos por la puerta, abriéndolas y pasando al interior, había un ambiente normal, chicas tomando tazas de té, algunas parejas, amigos jugando a las cartas ya algunos hombres bebiendo en la barra en solitario. El chico reptil caminó hasta la barra de forma calmada y se sentó en ella observando al camarero, un hombre de mediana edad de pelo castaño y con algunas arrugar en la mandíbula, de ojos verdes y complexión fuerte. Vestía con un chaleco negro y una camiseta blanca, además de unos pantalones blancos y unas botas marrones. Su mirada se clavó en los ojos rojos del moreno y calmadamente sacó una especie de carta, la limpió y tras varios segundos se la ofreció al chico moreno, este la cogió tranquilamente y se puso a ojearla, aquel tipo sin duda alguna le mandó la indirecta de que eligiera lo que iba a tomar. El chico reptil sacó su dinero y tras contarlo decidió tomar un menú que le venía justo para pagar. Sin esperar más soltó una pequeña risa seguida de un suspiro para después levantar la mano de forma tranquila y calmada dirigiéndole la palabra al señor de la barra. El tono era algo bromista y burlón pero era su tono habitual.
- Jefe, póngame una hamburguesa doble con una ración de patatas. De bebida cualquier refresco de limón.
Aquel hombre asintió y se puso a preparar el pedido, la mirada rojiza de aquel tipo se quedó mirando ahora a uno de los tipos de los que jugaban a las cartas. Eran unos diez y todos poseían rifles y espada, parecía un pequeño grupo revolucionario. Uno de ellos parecía estar completamente borracho y decía tonterías. El chico no le dio importancia y se volvió a girar pagando la comida y viendo como su plato ya estaba en la barra. El hombre se lo agradeció y este empezó a comerse su comida vorazmente sin educación ninguna soltando incluso algunos gruñidos mientras masticaba su deliciosa comida. También le pegaba algunos tragos a su bebida mientras permanecía calmado, después de haber remado tanto tiempo y haber salido disparado contra la arena, lo mejor ahora era relajarse con una buena comida, y más aquella que estaba muy bien cocinada y hecha. Cogió algunas patatas siguiendo a lo suyo cuando de repente sintió una conversación, se giró y pudo ver al borracho de antes tomando del brazo a una joven. El chico que intentaba apartar al borracho debía ser su pareja y le decía que parase.
- ¡Quítate pesado, ahora esta chica y yo nos vamos a divertir!
Dijo tirando al chico al suelo y apuntándole con su rifle mientras miraba a la chica con ojos pervertidos y obscenos mientras se relamía. Volvió a mirar a su actual pareja y pegó un disparo apuntando a su cabeza, sin embargo, el tiró pegó en el techo. Nero se había anticipado golpeando el rostro del borracho con el codo y había desviado el arma al darle un empujón con la mano libre. A continuación miró a la pareja y les ordenó que se largaran de allí. Ellos obedecieron y el chico moreno soltó una carcajada cogiendo al borracho por el cuello mientras le miraba.
- Maldito cobarde.
- Bien chaval, manos arriba campeón.
Dijo de repente otro de los hombres de la mesa de las cartas apuntándole con su rifle, Nero con la mirada observó a los otro ocho apuntándole también, pegó un gruñido y puso las manos arriba. No tardaron mucho en esposarle con unas esposas de acerco, tras aquello se pudieron seis detrás de él y otro dos delante ayudando al tipo borracho. Lo sacaron del bar y lo hicieron caminar rumbo a un pequeño edificio revolucionario, no sabía que iba a pasar allí, pero una vez llegaron, lo dejaron en una especie de patio amarrado a un poster. Su cuello lo ataron como si fuera un perro y sus piernas y brazos quedaron inmovilizados. Después dejaron a dos guardias armados y por último se fueron. El moreno sin embargó pegó un suspiro sonriendo y agachó la cabeza quedándose allí quiero y atrapado.
Deslizó las manos por la puerta, abriéndolas y pasando al interior, había un ambiente normal, chicas tomando tazas de té, algunas parejas, amigos jugando a las cartas ya algunos hombres bebiendo en la barra en solitario. El chico reptil caminó hasta la barra de forma calmada y se sentó en ella observando al camarero, un hombre de mediana edad de pelo castaño y con algunas arrugar en la mandíbula, de ojos verdes y complexión fuerte. Vestía con un chaleco negro y una camiseta blanca, además de unos pantalones blancos y unas botas marrones. Su mirada se clavó en los ojos rojos del moreno y calmadamente sacó una especie de carta, la limpió y tras varios segundos se la ofreció al chico moreno, este la cogió tranquilamente y se puso a ojearla, aquel tipo sin duda alguna le mandó la indirecta de que eligiera lo que iba a tomar. El chico reptil sacó su dinero y tras contarlo decidió tomar un menú que le venía justo para pagar. Sin esperar más soltó una pequeña risa seguida de un suspiro para después levantar la mano de forma tranquila y calmada dirigiéndole la palabra al señor de la barra. El tono era algo bromista y burlón pero era su tono habitual.
- Jefe, póngame una hamburguesa doble con una ración de patatas. De bebida cualquier refresco de limón.
Aquel hombre asintió y se puso a preparar el pedido, la mirada rojiza de aquel tipo se quedó mirando ahora a uno de los tipos de los que jugaban a las cartas. Eran unos diez y todos poseían rifles y espada, parecía un pequeño grupo revolucionario. Uno de ellos parecía estar completamente borracho y decía tonterías. El chico no le dio importancia y se volvió a girar pagando la comida y viendo como su plato ya estaba en la barra. El hombre se lo agradeció y este empezó a comerse su comida vorazmente sin educación ninguna soltando incluso algunos gruñidos mientras masticaba su deliciosa comida. También le pegaba algunos tragos a su bebida mientras permanecía calmado, después de haber remado tanto tiempo y haber salido disparado contra la arena, lo mejor ahora era relajarse con una buena comida, y más aquella que estaba muy bien cocinada y hecha. Cogió algunas patatas siguiendo a lo suyo cuando de repente sintió una conversación, se giró y pudo ver al borracho de antes tomando del brazo a una joven. El chico que intentaba apartar al borracho debía ser su pareja y le decía que parase.
- ¡Quítate pesado, ahora esta chica y yo nos vamos a divertir!
Dijo tirando al chico al suelo y apuntándole con su rifle mientras miraba a la chica con ojos pervertidos y obscenos mientras se relamía. Volvió a mirar a su actual pareja y pegó un disparo apuntando a su cabeza, sin embargo, el tiró pegó en el techo. Nero se había anticipado golpeando el rostro del borracho con el codo y había desviado el arma al darle un empujón con la mano libre. A continuación miró a la pareja y les ordenó que se largaran de allí. Ellos obedecieron y el chico moreno soltó una carcajada cogiendo al borracho por el cuello mientras le miraba.
- Maldito cobarde.
- Bien chaval, manos arriba campeón.
Dijo de repente otro de los hombres de la mesa de las cartas apuntándole con su rifle, Nero con la mirada observó a los otro ocho apuntándole también, pegó un gruñido y puso las manos arriba. No tardaron mucho en esposarle con unas esposas de acerco, tras aquello se pudieron seis detrás de él y otro dos delante ayudando al tipo borracho. Lo sacaron del bar y lo hicieron caminar rumbo a un pequeño edificio revolucionario, no sabía que iba a pasar allí, pero una vez llegaron, lo dejaron en una especie de patio amarrado a un poster. Su cuello lo ataron como si fuera un perro y sus piernas y brazos quedaron inmovilizados. Después dejaron a dos guardias armados y por último se fueron. El moreno sin embargó pegó un suspiro sonriendo y agachó la cabeza quedándose allí quiero y atrapado.
Simo
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Características
fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Akuma no mi
Varios
Sin oponer resistencia. Me dejé llevar por aquellos tres individuos que no parecían ser mala gente. Me comentaron por el camino que eran revolucionarios. No me extrañaba, esta isla ahora se había convertido en una sede que frecuentaban los revolucionarios sin temer a que el gobierno pisara el lugar, al igual que los piratas hacían con Loguetown. El bajito de pelo anaranjado, largo y rizado, con una pequeña armadura y una capa beige por encima, encapuchado, me dijo que me admiraba por haberle robado La Perla Negra al gobierno, y que eso les causó una gran baja. El tipo alto, de mi altura, delgado, con camiseta blanca desarropada, y la misma capa por encima, aunque sin la capucha, dejando ver su preciosa melena rubia, me decía que también me admiraba a mi, Sharp D. Drake por haber causado estragos en el cuartel de la Marina de North Blue. Y finalmente, el chico de complexión fuerte, rechoncho, pelo corto negro, y sudadera negra, con la misma capa por encima al igual que su compañero pelinaranja me dijo que yo le gustaba porque acababa con gente de la marina.
Por lo general podría decir que estas tres personas eran unos chiquillos, sinceramente no les ponía más de catorce años, pues actuaban como críos. Y se podía ver que me tenían aprecio, aunque sinceramente no entendía bien por qué. Soy un pirata, no hago las cosas porque sí, aunque parece que les gusta la gente que hace “daño” al gobierno, como hice yo, aunque no intencionadamente, todo tenía sus “porqués”.
Pasamos por el pueblecito de la isla, bastante apacible y tranquilo. Iba yo, escoltado por estos tres “valientes” solos por la calle, pues no se veía a nadie, y yo me preguntaba dónde se había metido el resto de la gente. Pasado un ratito de caminata por el pueblo de caminos de tierra y edificios de piedra, pude ver a una pareja que iba en dirección contraria a la nuestra, y por ende nos la íbamos a cruzar. Parecían civiles, y los tres valientes que me escoltaban les pararon. Les preguntaron por el lugar al que se dirigían, aunque la respuesta fue normal, a su casa. Nos hablaron de un percance en el bar, y de que un tipo melenudo, de cabellos oscuros les había salvado a él y a su pareja de un hombre borracho. No dieron muchos detalles porque salieron enseguida, pero los revolucionarios rápidamente reaccionaron diciendo la palabra “Kamizaru”, aunque más bien parecía un nombre. Tras el pequeño interrogatorio dejaron marchar a la pareja, a la cual yo les di los buenos días.
Los muchachos decían de llevarme a su sede principal, pues alegaban que su “capitán” estaría contento de poder verme. Y así fue, como caminando por aquél camino de tierra llegamos a lo que parecía una base de operaciones. De reojo, antes de involucrar mi vista en las instalaciones, pude ver que al lado tenían un solar, en el que en medio había un tío atado a un poste, inmóvil, como un espantapájaros. Era un tío de melena larga, negra, es lo único que se podía distinguir a esa distancia. Me recordaba un poco a la vaga descripción que hizo la pareja sobre su héroe. Mirando a mis “guardaespaldas” les pregunté por qué había allí un hombre, a lo cual, sorprendidos debido a que no lo vieron hasta mi aviso, me dijeron que sería alguien que seguramente le hubiera causado un lío a su capitán. E ignorando esto, entramos al interior de las instalaciones. Dentro había aparatos bastante tecnológicos, como un grandioso aire acondicionado que me permitía estar fresquito, no como allá afuera, que uno se podría morir de calor… Como el chico que antes vi que se encontraba atado.
Me condujeron por un camino metálico hasta legar a una gran sala, bastante amplia, sin casi ningún mueble. Tan sólo había una gran alfombra desde la entrada hasta lo que parecía ser un trono, con dos antorchas paralelas en los laterales de la alfombra, cerca del trono. Y en los laterales había un montón de personas, en filas paralelas. ¿Qué era esto? Me recordaba a una iglesia llena de creyentes… O peor, parecía una especie de secta. ¿No eran revolucionarios? ¿No deberían de estar haciendo meticulosas operaciones y misiones para entorpecer al gobierno? ¿Combatir la injusticia? ¿Cambiar el mundo? También es cierto que les estaba juzgando tan sólo por ésta “bienvenida”. Al llegar al centro de la sala mis tres acompañantes se agacharon y le hicieron una reverencia al tipo corpulento, fornido, y con corona que había en ese “trono”.- Hola señor.- Dijo el bajito.- Le traemos a alguien que le puede interesar.- Dijo el delgado.- Es el responsable de lo de La Perla Negra.- Acabó mencionando el rechoncho.
El hombre corpulento se levantó y me dirigió la voz, mientras con unos gestos con las manos indicaba a “los tres mosqueteros” que se podían retirar.- Bienvenido seas Sharp D. Drake. Siempre será un honor recibir aquí a un hermano.- Me iba comentando. ¿Hermano?.. Cada vez pensaba más que esta sede de Revolucionarios era extraña.- Eres un buen revolucionario, mira que hacerte pirata para causarle más problemas al gobierno… Aunque todos sabemos que en realidad eres un revolucionario que busca cambiar el futuro, eh, Supernova.
Éste hombre estaba ido de la cabeza. Empezó a comentarme todas mis situaciones y alegando con razones equis y zeta que lo hacía por la revolución, y junto a eso casi toda las acciones que entorpezcan al gobierno. Éste tío tenía un problema, según él todo era por y para la revolución. No paraba de decirme que me uniera a ellos como un comandante de alguna subdivisión o algo así. Yo decidí cambiar de tema para preguntarle por el muchacho que se encontraba atado a un poste en aquél descampado. Me dijo que ese “descarado” había pegado a su hijo, un comandante revolucionario sin razón alguna. Curiosamente me recordó a lo que comentó aquella pareja, sobre todo después de haber mencionado lo de que se encontraba su hijo en un bar, y esa palabra, junto a la de borracho, suele ir unida. Me advirtió que cualquiera que se acercase a él, para lo que fuera, sería tachado de traidor. Por suerte había conocido ya a otros revolucionarios y sabía que no todos eran así, porque este tío me parecía más un tirano, que manda en su ciudad y tiene una secta de revolucionarios a sus pies, que otra cosa.
Estuve con ellos “festejando” me manera algo hipócrita, pues no quería estar allí, pero si le caía mal a ese tipo me podría meter a todos sus gorilas en mi contra. Comí allí y tras eso decidí que ya era hora de irse. Les dije que iba al lavabo, cuando en realidad salí de esa sede de locos. Sin embargo no pude evitar pensar en aquél pobre muchacho que se encontraba atado. Salí y me dirigí a la explanada y DIOS, menudo calor, me asaba vivo. Me colé en la explanada y me acerqué hasta el muchacho de larga melena.- ¡Eh! ¡Tú!- Le grataba a un par de metros.- ¿Tienes hambre?- Le preguntaba metiéndome las manos en mis bolsillos, pues me había llevado un poco de arroz blanco que prepararon los revolucionarios, si se les podía llamar así. Lo saqué y se lo ofrecí. He oído lo que has hecho, y no me parece que seas un criminal. Te podría sacar de aquí, si quieres, claro.- Le decía mientras le mostraba que poseía una espada. Le miré a los ojos, y algo en él me llamó la atención.- ¡EH TRAIDOR!- Escuché desde la lejanía. Parece que sí sería interesante mi pequeño viaje al fin y al cabo.
Por lo general podría decir que estas tres personas eran unos chiquillos, sinceramente no les ponía más de catorce años, pues actuaban como críos. Y se podía ver que me tenían aprecio, aunque sinceramente no entendía bien por qué. Soy un pirata, no hago las cosas porque sí, aunque parece que les gusta la gente que hace “daño” al gobierno, como hice yo, aunque no intencionadamente, todo tenía sus “porqués”.
Pasamos por el pueblecito de la isla, bastante apacible y tranquilo. Iba yo, escoltado por estos tres “valientes” solos por la calle, pues no se veía a nadie, y yo me preguntaba dónde se había metido el resto de la gente. Pasado un ratito de caminata por el pueblo de caminos de tierra y edificios de piedra, pude ver a una pareja que iba en dirección contraria a la nuestra, y por ende nos la íbamos a cruzar. Parecían civiles, y los tres valientes que me escoltaban les pararon. Les preguntaron por el lugar al que se dirigían, aunque la respuesta fue normal, a su casa. Nos hablaron de un percance en el bar, y de que un tipo melenudo, de cabellos oscuros les había salvado a él y a su pareja de un hombre borracho. No dieron muchos detalles porque salieron enseguida, pero los revolucionarios rápidamente reaccionaron diciendo la palabra “Kamizaru”, aunque más bien parecía un nombre. Tras el pequeño interrogatorio dejaron marchar a la pareja, a la cual yo les di los buenos días.
Los muchachos decían de llevarme a su sede principal, pues alegaban que su “capitán” estaría contento de poder verme. Y así fue, como caminando por aquél camino de tierra llegamos a lo que parecía una base de operaciones. De reojo, antes de involucrar mi vista en las instalaciones, pude ver que al lado tenían un solar, en el que en medio había un tío atado a un poste, inmóvil, como un espantapájaros. Era un tío de melena larga, negra, es lo único que se podía distinguir a esa distancia. Me recordaba un poco a la vaga descripción que hizo la pareja sobre su héroe. Mirando a mis “guardaespaldas” les pregunté por qué había allí un hombre, a lo cual, sorprendidos debido a que no lo vieron hasta mi aviso, me dijeron que sería alguien que seguramente le hubiera causado un lío a su capitán. E ignorando esto, entramos al interior de las instalaciones. Dentro había aparatos bastante tecnológicos, como un grandioso aire acondicionado que me permitía estar fresquito, no como allá afuera, que uno se podría morir de calor… Como el chico que antes vi que se encontraba atado.
Me condujeron por un camino metálico hasta legar a una gran sala, bastante amplia, sin casi ningún mueble. Tan sólo había una gran alfombra desde la entrada hasta lo que parecía ser un trono, con dos antorchas paralelas en los laterales de la alfombra, cerca del trono. Y en los laterales había un montón de personas, en filas paralelas. ¿Qué era esto? Me recordaba a una iglesia llena de creyentes… O peor, parecía una especie de secta. ¿No eran revolucionarios? ¿No deberían de estar haciendo meticulosas operaciones y misiones para entorpecer al gobierno? ¿Combatir la injusticia? ¿Cambiar el mundo? También es cierto que les estaba juzgando tan sólo por ésta “bienvenida”. Al llegar al centro de la sala mis tres acompañantes se agacharon y le hicieron una reverencia al tipo corpulento, fornido, y con corona que había en ese “trono”.- Hola señor.- Dijo el bajito.- Le traemos a alguien que le puede interesar.- Dijo el delgado.- Es el responsable de lo de La Perla Negra.- Acabó mencionando el rechoncho.
El hombre corpulento se levantó y me dirigió la voz, mientras con unos gestos con las manos indicaba a “los tres mosqueteros” que se podían retirar.- Bienvenido seas Sharp D. Drake. Siempre será un honor recibir aquí a un hermano.- Me iba comentando. ¿Hermano?.. Cada vez pensaba más que esta sede de Revolucionarios era extraña.- Eres un buen revolucionario, mira que hacerte pirata para causarle más problemas al gobierno… Aunque todos sabemos que en realidad eres un revolucionario que busca cambiar el futuro, eh, Supernova.
Éste hombre estaba ido de la cabeza. Empezó a comentarme todas mis situaciones y alegando con razones equis y zeta que lo hacía por la revolución, y junto a eso casi toda las acciones que entorpezcan al gobierno. Éste tío tenía un problema, según él todo era por y para la revolución. No paraba de decirme que me uniera a ellos como un comandante de alguna subdivisión o algo así. Yo decidí cambiar de tema para preguntarle por el muchacho que se encontraba atado a un poste en aquél descampado. Me dijo que ese “descarado” había pegado a su hijo, un comandante revolucionario sin razón alguna. Curiosamente me recordó a lo que comentó aquella pareja, sobre todo después de haber mencionado lo de que se encontraba su hijo en un bar, y esa palabra, junto a la de borracho, suele ir unida. Me advirtió que cualquiera que se acercase a él, para lo que fuera, sería tachado de traidor. Por suerte había conocido ya a otros revolucionarios y sabía que no todos eran así, porque este tío me parecía más un tirano, que manda en su ciudad y tiene una secta de revolucionarios a sus pies, que otra cosa.
Estuve con ellos “festejando” me manera algo hipócrita, pues no quería estar allí, pero si le caía mal a ese tipo me podría meter a todos sus gorilas en mi contra. Comí allí y tras eso decidí que ya era hora de irse. Les dije que iba al lavabo, cuando en realidad salí de esa sede de locos. Sin embargo no pude evitar pensar en aquél pobre muchacho que se encontraba atado. Salí y me dirigí a la explanada y DIOS, menudo calor, me asaba vivo. Me colé en la explanada y me acerqué hasta el muchacho de larga melena.- ¡Eh! ¡Tú!- Le grataba a un par de metros.- ¿Tienes hambre?- Le preguntaba metiéndome las manos en mis bolsillos, pues me había llevado un poco de arroz blanco que prepararon los revolucionarios, si se les podía llamar así. Lo saqué y se lo ofrecí. He oído lo que has hecho, y no me parece que seas un criminal. Te podría sacar de aquí, si quieres, claro.- Le decía mientras le mostraba que poseía una espada. Le miré a los ojos, y algo en él me llamó la atención.- ¡EH TRAIDOR!- Escuché desde la lejanía. Parece que sí sería interesante mi pequeño viaje al fin y al cabo.
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Akuma no mi
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El mar del Sur, un sitio peligroso sin duda alguna. Sin embargo para el ser que se estaba acercando, no era gran cosa, su objetivo hoy era poder divertirse un poco. Aquella cosa se movía bajo el agua a una velocidad bastante buena, se trataba de Bisutomaru, el Gyojin Megalodón. Era un tipo de dos metros y medio, de enorme musculatura y afilados dientes. Su pelo era rojizo y pinchudo, pero iba tapado por un pañuelo azul, poseía un pantalón azul y unas espinilleras plateadas, el color de su piel era cobrizo y el de sus ojos, rosado. En su rostro podía verse una sonrisa siniestra que ponía los pelos de punta, ya estaba muy cerca de la orilla, le quedaban solo unos siete metros. Después de unos segundos, aquella cosa salió del agua, nada más hacerlo pegó un rugido cómo si de un animal salvaje se tratase, pudo ver varias pisadas en la arena y parecían haber sido muy recientes, aquello le conduciría a un sitio habitable después de todo. Sus intenciones no parecían buenas, pero no se podía juzgar a un libro por la portada, podía pasar de todo en aquel sitio, al fin y al cabo era una isla dominaba mayormente por los revolucionarios.
- Parece ser que voy a poder divertirme un poco en este sitio. Vamos huellas bonitas, conducidme hasta vuestro dueño.
Mencionó ahora mientras caminaba, antes era un luchador de los Atesaki, sin embargo había sucedido algo terrible. Kaiser, el líder que en su día salvó al pelirrojo de un cuartel, se había esfumado por completo, Cánabar al parecer también. El enorme Gyojin pensó que podrían haber muerto, ya no era de los Atesaki, sin embargo llevaba en el pañuelo el símbolo de la orca como respeto. Ahora estaba solo en aquel enorme mundo lleno de locos, sin embargo parecía no importarle, su cabeza ya valía una suma de treinta millones y era buscado por la marina. Su nuevo objetivo estaba claro, ya que sus sueños se habían esfumado, su nueva meta era luchar y matar marines hasta que alguien fuera capaz de acabar con su vida. No tenía nada que perder y ningún sitio a dónde ir, por lo que ahora todo le daba igual, su mirada era la mismísima crueldad en persona. De repente pudo ver un local, parecía un lugar apacible, en sus puertas ponía “Bar Neo Reia” No había nada que temer o al menos eso pensaba el monstruo marino, las huellas le habían llevado allí.
- Hora de jugar
Colocó su mano en la puerta de aquel lugar, sin embargo pudo escuchar a dos hombres qué pasaban por al lado, estos mantenían una conversación. El Gyojin ni pudo evitar escucharla, al parecer un moreno había sido arrestado por unos revolucionarios y llevado a una plaza de castigo. Escuchar aquello hizo que el enorme ser no terminase de abrir la puerta, además escuchó la dirección de las instalaciones, aquellos hombres hablaban demasiado. Por lo menos ya tenía diversión, no se aburriría, iría a liarla un poco con aquellos revolucionarios. Se giró de forma tranquila empezando a caminar mientras silbaba de forma tranquila con las manos en los bolsillos. Finalmente llegó, en la puerta pudo ver a dos guardias, estos hablaban entre ellos de forma exagerada, parecían cotorras. La sonrisa del Megalodón se amplió cuando estos se giraron mirando al interior señalando las paredes, parecían estar hablando de lo resistentes que eran. El pelirrojo se acercó por detrás hasta llegar a ellos y de dos golpes en la cabeza dejarlos inconscientes. Tras haberlo hecho, soltó una pequeña carcajada y se metió por un pasillo metálico algo estrecho, no sabía donde estaba.
- Joder, ya me he vuelto a perder.
Dijo ahora pegando un suspiro mientras buscaba la salida, él solo se metía en líos de los que luego no era capaz de salir por sí solo. Las paredes le parecían resistentes tal y como comentaban los otros tipos, unas buenas instalaciones sin duda alguna. No tardó mucho en llegar a una placeta donde había un hombre atado a un póster, sin embargo un tipo estaba dándole de comer al parecer. De repente las palabras “Eh traidor” sonaron en aquel sitio, estaba algo impresionado, el Gyojin nunca había visto un acto tan noble. Sin duda alguna le había dejado sin palabras aquella escena. ¿Quién diablos era aquel hombre que se jugaba el cuello por un tipo atado? Bisutomaru empezó a caminar hacia él, un enorme Gyojin de dos metros y medio podía resultar algo amenazante. Sin embargo mientras estaba llegando, escuchó como varios revolucionarios corrían a por ellos mientras gritaban. “Joder un monstruo se ha colado en la base también” y cosas de ese tipo. El pelirrojo de colocó al lado del castaño y se quedó mirándole a los ojos, después se giró mirando a los enemigos, pero alzó la voz para que aquel hombre le escuchara claramente.
- Contéstame a una cosa. ¿Te sientes bien ayudando a los demás sin obtener nada a cambio? ¿Sabiendo que estás jugándote la vida por hacerlo?
- Parece ser que voy a poder divertirme un poco en este sitio. Vamos huellas bonitas, conducidme hasta vuestro dueño.
Mencionó ahora mientras caminaba, antes era un luchador de los Atesaki, sin embargo había sucedido algo terrible. Kaiser, el líder que en su día salvó al pelirrojo de un cuartel, se había esfumado por completo, Cánabar al parecer también. El enorme Gyojin pensó que podrían haber muerto, ya no era de los Atesaki, sin embargo llevaba en el pañuelo el símbolo de la orca como respeto. Ahora estaba solo en aquel enorme mundo lleno de locos, sin embargo parecía no importarle, su cabeza ya valía una suma de treinta millones y era buscado por la marina. Su nuevo objetivo estaba claro, ya que sus sueños se habían esfumado, su nueva meta era luchar y matar marines hasta que alguien fuera capaz de acabar con su vida. No tenía nada que perder y ningún sitio a dónde ir, por lo que ahora todo le daba igual, su mirada era la mismísima crueldad en persona. De repente pudo ver un local, parecía un lugar apacible, en sus puertas ponía “Bar Neo Reia” No había nada que temer o al menos eso pensaba el monstruo marino, las huellas le habían llevado allí.
- Hora de jugar
Colocó su mano en la puerta de aquel lugar, sin embargo pudo escuchar a dos hombres qué pasaban por al lado, estos mantenían una conversación. El Gyojin ni pudo evitar escucharla, al parecer un moreno había sido arrestado por unos revolucionarios y llevado a una plaza de castigo. Escuchar aquello hizo que el enorme ser no terminase de abrir la puerta, además escuchó la dirección de las instalaciones, aquellos hombres hablaban demasiado. Por lo menos ya tenía diversión, no se aburriría, iría a liarla un poco con aquellos revolucionarios. Se giró de forma tranquila empezando a caminar mientras silbaba de forma tranquila con las manos en los bolsillos. Finalmente llegó, en la puerta pudo ver a dos guardias, estos hablaban entre ellos de forma exagerada, parecían cotorras. La sonrisa del Megalodón se amplió cuando estos se giraron mirando al interior señalando las paredes, parecían estar hablando de lo resistentes que eran. El pelirrojo se acercó por detrás hasta llegar a ellos y de dos golpes en la cabeza dejarlos inconscientes. Tras haberlo hecho, soltó una pequeña carcajada y se metió por un pasillo metálico algo estrecho, no sabía donde estaba.
- Joder, ya me he vuelto a perder.
Dijo ahora pegando un suspiro mientras buscaba la salida, él solo se metía en líos de los que luego no era capaz de salir por sí solo. Las paredes le parecían resistentes tal y como comentaban los otros tipos, unas buenas instalaciones sin duda alguna. No tardó mucho en llegar a una placeta donde había un hombre atado a un póster, sin embargo un tipo estaba dándole de comer al parecer. De repente las palabras “Eh traidor” sonaron en aquel sitio, estaba algo impresionado, el Gyojin nunca había visto un acto tan noble. Sin duda alguna le había dejado sin palabras aquella escena. ¿Quién diablos era aquel hombre que se jugaba el cuello por un tipo atado? Bisutomaru empezó a caminar hacia él, un enorme Gyojin de dos metros y medio podía resultar algo amenazante. Sin embargo mientras estaba llegando, escuchó como varios revolucionarios corrían a por ellos mientras gritaban. “Joder un monstruo se ha colado en la base también” y cosas de ese tipo. El pelirrojo de colocó al lado del castaño y se quedó mirándole a los ojos, después se giró mirando a los enemigos, pero alzó la voz para que aquel hombre le escuchara claramente.
- Contéstame a una cosa. ¿Te sientes bien ayudando a los demás sin obtener nada a cambio? ¿Sabiendo que estás jugándote la vida por hacerlo?
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