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Rayos y tormenta, nubarrones negros y una lluvia intensa. Era lo que estaba cayendo sobre aquella isla llamada Conami, una vez estuvo dominaba por el Gyojin Arlong Squalo. Ahora estaba habitada por gente que vivía feliz de forma tranquila, ahora no había nadie por las calles pues aquel temporal era algo que no hacía mucha gracia a la gente, el viento soplaba también con muchísima fuerza, todo parecía solitario. De repente una figura se pudo ver caminando por una de las calles, no parecía que la lluvia le supusiera un problema. Sus ojos eran dorados, pero el fondo de estos en lugar de blanco era negro como el azabache. Su pelo era castaño y corto con bastantes mechones alborotados pinchudos. No llevaba camiseta dejando ver así un cuerpo poderoso y muy bien formado, unos pectorales fuertes y unos abdominales desarrollados. Sus brazos tenían buen grosor, portaba un pantalón de color blanco y largo, sus botas eran de metal. En su cinturón negro portaba una funda de navaja, en la rodilla una cartuchera donde guardaba su revólver magnum 44. Su mirada era tenebrosa y en aquel temporal, encontrarse con alguien así, podría ser una visión de terror totalmente tétrica para cualquier ciudadano.
Esta tenebrosa figura se trataba de Kedra, el lobo espectral que muchos temían, uno poderoso supernova. El ser de las sombras era el capitán de la banda de las sombras conocida como Kage Akuma. Una banda llena de miembros poderosos que tenían como objetivo eliminar al gobierno y a la marine, a los yonkaykio y shichibukais y a todos los cargos importantes incluidos los nobles. Era una banda muy curiosa formada por muchos guerreros, ahora mismo el capitán se dirigía a la taberna más cercana pues le había entrado algo de sed. Pudo ver una a lo lejos y decidió entrar, abrió la puerta pasando al interior mientras no se fijaba en nadie. La gente sin embargo le miraba, sus pintas eran raras, de repente un tipo se levantó riendo y se acercó a él con una media sonrisa. Empezó a llamarle chulo por ir sin camiseta, antes de que siguiera, el lobo espectral elevó su pierna derecha partiéndole el cuello de una patada y dejándole tirado en el suelo. Más hombres comenzaron a levantarse mientras sacaban navajas y pistolas, en ese momento el chico dejó salir de su cuerpo un aura de color negro y sus ojos brillaron.
La gente empezó a temblar de miedo, el castaño había usado su habilidad del miedo para asustar a la gente. Muchos bajaron la cabeza mirando a otro lado mientras que muchos salían de la taberna asustados. El chico se acercó a la barra de forma tranquila mientras agarraba una botella de agua que había en dicha barra, sin hacer nada más, se dirigió a un asiento del final de la taberna y se sentó empezando a beberse la botella con los ojos entrecerrados. Las gotas de agua caían desde sus cabellos hacia su pecho y zona abdominal, muchas chicas lo miraban pero en cuanto veían sus ojos miraban a otro lado aterradas. Sin duda alguna, aquel pirata era muy temido por su aspecto, además de su gran poder, el cual apenas utilizaba. Estaba mucho más cómodo en su forma humana y usando sus artes marciales. El camarero seguía aterrado por aquella aura, de repente el chico lobo la desactivó volviendo a los demás a la normalidad mientras continuaba bebiendo de su botella de agua tranquilamente y con los ojos entrecerrados notando el sonido de la lluvia, le relajaba bastante y estaba muy cómodo allí, la gente se llevó el cadáver del desgraciado que se le puso tonto al chico espectral.
Esta tenebrosa figura se trataba de Kedra, el lobo espectral que muchos temían, uno poderoso supernova. El ser de las sombras era el capitán de la banda de las sombras conocida como Kage Akuma. Una banda llena de miembros poderosos que tenían como objetivo eliminar al gobierno y a la marine, a los yonkaykio y shichibukais y a todos los cargos importantes incluidos los nobles. Era una banda muy curiosa formada por muchos guerreros, ahora mismo el capitán se dirigía a la taberna más cercana pues le había entrado algo de sed. Pudo ver una a lo lejos y decidió entrar, abrió la puerta pasando al interior mientras no se fijaba en nadie. La gente sin embargo le miraba, sus pintas eran raras, de repente un tipo se levantó riendo y se acercó a él con una media sonrisa. Empezó a llamarle chulo por ir sin camiseta, antes de que siguiera, el lobo espectral elevó su pierna derecha partiéndole el cuello de una patada y dejándole tirado en el suelo. Más hombres comenzaron a levantarse mientras sacaban navajas y pistolas, en ese momento el chico dejó salir de su cuerpo un aura de color negro y sus ojos brillaron.
La gente empezó a temblar de miedo, el castaño había usado su habilidad del miedo para asustar a la gente. Muchos bajaron la cabeza mirando a otro lado mientras que muchos salían de la taberna asustados. El chico se acercó a la barra de forma tranquila mientras agarraba una botella de agua que había en dicha barra, sin hacer nada más, se dirigió a un asiento del final de la taberna y se sentó empezando a beberse la botella con los ojos entrecerrados. Las gotas de agua caían desde sus cabellos hacia su pecho y zona abdominal, muchas chicas lo miraban pero en cuanto veían sus ojos miraban a otro lado aterradas. Sin duda alguna, aquel pirata era muy temido por su aspecto, además de su gran poder, el cual apenas utilizaba. Estaba mucho más cómodo en su forma humana y usando sus artes marciales. El camarero seguía aterrado por aquella aura, de repente el chico lobo la desactivó volviendo a los demás a la normalidad mientras continuaba bebiendo de su botella de agua tranquilamente y con los ojos entrecerrados notando el sonido de la lluvia, le relajaba bastante y estaba muy cómodo allí, la gente se llevó el cadáver del desgraciado que se le puso tonto al chico espectral.
kira "killer honey"
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Desde dentro de aquella taberna, Kira podía escuchar los truenos y la lluvia que traía la tormenta. El ambiente dentro del lugar era bastante tranquilo, quitando a uno o dos borrachos y algún baboso con las manos largas que no serian más problema para ella después de la ración de tortas que repartió al primero aprovechado que trató de tocar su trasero. Si algún otro había siquiera pensado en la idea de manosearla seguro que había borrado el pensamiento al ver al pobre tipo recibir su justo castigo.
Su cara dulce y su actitud dicharachera solía hacerla ver inofensiva y hasta débil, los incautos que se atrevían a ponerle la mano encima sin consentimiento enseguida comprobaban que las apariencias engañan.
Se encontraba sentada en un taburete alto, en un espacio despejado a modo de improvisado escenario. Vestía unos pantalones de cuero negros ajustados y un poco gastados y una camiseta blanca de tirantes con un escote lo suficientemente pronunciado para atraer la atención a sus generosos pechos. Apoyada en sus piernas cruzadas había una guitarra marrón. Arañada y maltratada por el tiempo.
Había empezado a cantar hacía una media hora escasa por mandato del dueño del local. El hombre la había escuchado aquella mañana en el puerto, cuando cantaba a plena voz mientras descargaba su escaso equipaje del cochambroso barco que la había traído a la isla, y después de un par de minutos le había ofrecido un trabajillo con el que ganarse alojamiento y comida durante su estancia en la isla.
Kira aceptó el encargo sin pensarlo dos veces, no tenía un lugar donde quedarse y apenas contaba con un puñado de Berries en sus bolsillos por lo que tocar la guitarra y cantar para amenizar el ambiente de la taberna no le pareció para nada desagradable.
Sus manos de aspecto delicado, debido a la piel clara y casi pálida que poseía, rasgaban las cuerdas arrancando un ritmo suave al instrumento mientras cantaba. Tenía una voz peculiar, de tono bajo y casi roto pero con una extraña dulzura que la hacía parecer suave.
Estaba a media canción cuando la puerta se abrió aumentando el sonido de la tormenta y dejando entrar una ráfaga de viento y lluvia junto con un tipo alto y extraño.
Sin dejar de cantar Kira recorrió al recién llegado con sus ojos verdes de aspecto felino. Vestía apenas unos pantalones blancos y nada más y estaba chorreando de la cabeza a los pies aunque no parecía importarle en lo más mínimo.
Estaba ensimismada pensando en que ella podría lavar ropa en esos abdominales cuando sucedió, en un abrir y cerrar de ojos. Algún incauto pareció molestarse ante la poca ropa del desconocido y debía de buscarle las cosquillas porque a los pocos segundos su cuerpo sin vida golpeaba el suelo.
Un minuto después, mientras ella dejaba de tocar y llevaba la mano a una de las fundas de su cinturón lista para sacar una de sus dagas previniendo una buena reyerta, de pronto algo en el ambiente cambió radicalmente. Los clientes se tensaron y ella sintió como los pelillos de la nuca se le erizaba y un nudo se le formaba en el estomago dificultándole respirar. Conocía bien la sensación, era miedo, puro terror circulando en su sistema nervioso y metiéndole ganas de meterse debajo de una mesa. Sacudió la cabeza tratando de librarse de la sensación sin conseguirlo y frunció el ceño, recordando las palabras que aquel pirata que alguna vez fue como su padre solía decirle.
“El valor no es la ausencia del miedo, si no la fuerza de enfrentarse a él, todos tenemos miedo porque tenemos instintos, eso es bueno, el miedo pone alerta los sentidos, la única decisión que tenemos sobre el miedo es si lo afrontaremos o dejaremos que nos venza"
Estaba todavía perdida en sus pensamientos cuando un sonido la trajo de vuelta. Alguien había retrocedido aterrado y en su afán por alejarse del foco del terror había chocado contra la mesita que ella tenía al lado, tirando al suelo una gran jarra de su más preciado tesoro.
Ese desgraciado había echado a perder su rico y cremoso batido de chocolate. Sus ojos se achicaron y el color verde se oscureció de furia !nadie podía tocar su chocolate¡ sin pensarlo un segundo y olvidándose del miedo que parecía invadir el lugar, cogió lo primero que le vino a mano y estampó lo que resultó ser una gruesa jarra de cerveza en la cabeza del idiota que había tirado su tesoro.
Sintió como el cristal se hacía añicos contra el cráneo del tipo rompiendo piel y hueso y salpicando su mejilla con una gota de sangre perdida. Se limpio la gota carmesí con un dedo lamiéndola luego e ignorando al hombre que sangraba como un cerdo a sus pies fulminó con la mirada al hombre medio desnudo que ahora bebía agua tranquilamente en una mesa del rincón.
-Eh tú, me importa una mierda que estés más bueno que un caramelo para un hipoglucémico, si vuelvo a perder un batido por tu culpa, te arrancaré esos ojazos que te cargas y se los daré de comer a los cuervos
Su cara dulce y su actitud dicharachera solía hacerla ver inofensiva y hasta débil, los incautos que se atrevían a ponerle la mano encima sin consentimiento enseguida comprobaban que las apariencias engañan.
Se encontraba sentada en un taburete alto, en un espacio despejado a modo de improvisado escenario. Vestía unos pantalones de cuero negros ajustados y un poco gastados y una camiseta blanca de tirantes con un escote lo suficientemente pronunciado para atraer la atención a sus generosos pechos. Apoyada en sus piernas cruzadas había una guitarra marrón. Arañada y maltratada por el tiempo.
Había empezado a cantar hacía una media hora escasa por mandato del dueño del local. El hombre la había escuchado aquella mañana en el puerto, cuando cantaba a plena voz mientras descargaba su escaso equipaje del cochambroso barco que la había traído a la isla, y después de un par de minutos le había ofrecido un trabajillo con el que ganarse alojamiento y comida durante su estancia en la isla.
Kira aceptó el encargo sin pensarlo dos veces, no tenía un lugar donde quedarse y apenas contaba con un puñado de Berries en sus bolsillos por lo que tocar la guitarra y cantar para amenizar el ambiente de la taberna no le pareció para nada desagradable.
Sus manos de aspecto delicado, debido a la piel clara y casi pálida que poseía, rasgaban las cuerdas arrancando un ritmo suave al instrumento mientras cantaba. Tenía una voz peculiar, de tono bajo y casi roto pero con una extraña dulzura que la hacía parecer suave.
- canción:
http://m.youtube.com/watch?v=lbDnYZ2kB7w
Estaba a media canción cuando la puerta se abrió aumentando el sonido de la tormenta y dejando entrar una ráfaga de viento y lluvia junto con un tipo alto y extraño.
Sin dejar de cantar Kira recorrió al recién llegado con sus ojos verdes de aspecto felino. Vestía apenas unos pantalones blancos y nada más y estaba chorreando de la cabeza a los pies aunque no parecía importarle en lo más mínimo.
Estaba ensimismada pensando en que ella podría lavar ropa en esos abdominales cuando sucedió, en un abrir y cerrar de ojos. Algún incauto pareció molestarse ante la poca ropa del desconocido y debía de buscarle las cosquillas porque a los pocos segundos su cuerpo sin vida golpeaba el suelo.
Un minuto después, mientras ella dejaba de tocar y llevaba la mano a una de las fundas de su cinturón lista para sacar una de sus dagas previniendo una buena reyerta, de pronto algo en el ambiente cambió radicalmente. Los clientes se tensaron y ella sintió como los pelillos de la nuca se le erizaba y un nudo se le formaba en el estomago dificultándole respirar. Conocía bien la sensación, era miedo, puro terror circulando en su sistema nervioso y metiéndole ganas de meterse debajo de una mesa. Sacudió la cabeza tratando de librarse de la sensación sin conseguirlo y frunció el ceño, recordando las palabras que aquel pirata que alguna vez fue como su padre solía decirle.
“El valor no es la ausencia del miedo, si no la fuerza de enfrentarse a él, todos tenemos miedo porque tenemos instintos, eso es bueno, el miedo pone alerta los sentidos, la única decisión que tenemos sobre el miedo es si lo afrontaremos o dejaremos que nos venza"
Estaba todavía perdida en sus pensamientos cuando un sonido la trajo de vuelta. Alguien había retrocedido aterrado y en su afán por alejarse del foco del terror había chocado contra la mesita que ella tenía al lado, tirando al suelo una gran jarra de su más preciado tesoro.
Ese desgraciado había echado a perder su rico y cremoso batido de chocolate. Sus ojos se achicaron y el color verde se oscureció de furia !nadie podía tocar su chocolate¡ sin pensarlo un segundo y olvidándose del miedo que parecía invadir el lugar, cogió lo primero que le vino a mano y estampó lo que resultó ser una gruesa jarra de cerveza en la cabeza del idiota que había tirado su tesoro.
Sintió como el cristal se hacía añicos contra el cráneo del tipo rompiendo piel y hueso y salpicando su mejilla con una gota de sangre perdida. Se limpio la gota carmesí con un dedo lamiéndola luego e ignorando al hombre que sangraba como un cerdo a sus pies fulminó con la mirada al hombre medio desnudo que ahora bebía agua tranquilamente en una mesa del rincón.
-Eh tú, me importa una mierda que estés más bueno que un caramelo para un hipoglucémico, si vuelvo a perder un batido por tu culpa, te arrancaré esos ojazos que te cargas y se los daré de comer a los cuervos
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La mirada del lobo observaba tranquilamente lo que pasaba, muchos de los tipos ya se habían ido y los que quedaban no se atrevían a mirarle, eso era bueno al fin y al cabo, el miedo era una de sus mejores armas. Pero sin duda la mejor de ellas era su poder oculto, algo que hasta ahora pocas personas habían visto y no lo habían podido contar. El poder del Cadejo negro y su fuerza corporal más sus habilidades le hacían un peligro público para cualquiera que tratase de hacerle sombra de mal manera. La lluvia continuaba cayendo, de repente el sonido de cristales rotos y de algo cayendo al suelo, llamaron su atención lo suficiente para que sus ojos se posaran en la escena de forma calmada y tranquila sin ningún tipo de interés, pero si por mero aburrimiento. Una chica había golpeado a un tipo con una especie de jarra, debido a la fuerza de la chica y al cristal de la gruesa jarra, la vida de aquella persona se había marchado de allí como el viento se lleva las hojas secas de los árboles en una mañana de otoño. La chica era una persona bajita, el menos para la bestia de un metro noventa. Sus ojos eran felinos y verdosos y su pelo era moreno con algunos toques azulados.
Parecía ser toda una asesina profesional, seguramente sería eso, una asesina o una revolucionaria quizás. Un marine y un agente del gobierno no serían tan sádicos y crueles a la hora de hacer cosas así, no entendía el motivo, tal vez le habían tocado alguna parte de su cuerpo o le habían insultado. De todas formas la cosa no acababa ahí, el asesino estaba observando como la sangre del hombre muerto recorría la taberna, el dueño del bar terminó de asustarse y retrocedió callado. Nadie se movía de su asiento y todos mantenían la cabeza agachada, tenían ya suficiente con su presencia para ahora tener que temer por la de otra persona. Aquella chica se dirigía hacia la posición del chico lobo, este no hizo nada, su expresión era inexpresiva y su cuerpo estaba muy relajado, como si estuviese tumbado en una cama y le diera pereza levantarse, el capitán de la banda de las sombras era sin duda alguien que pasaba de todo, era un supernova y tenía que pelear cada día para no ser ejecutado o arrestado y cuando descansaba no le gustaba ser molestado por lo que no se esforzaba ni siquiera en hacer o decir nada. Estaba demasiado a gusto para tener que liarla, pero aquella chica de repente comenzó a hablarle en un tono amenazante.
Increíble, todo aquello había sido por un estúpido batido, era chica o bien estaba loca o era un peligro potencial. Era solo un maldito batido, aunque claro, si algún idiota le hubiese tirado a él su botella de agua, el resultado habría sido parecido, por lo que no era nadie para llamar loca a otra persona, él estaba chalado igual. Dijo la palabra “ojazos” además su gusto era pésimo al parecer para llamar así a los ojos del diablo. También le dijo caramelo, era un situación rara, pese a estar enfadada usaba palabras que los muchos usaban para otras cosas. Cuando la chica terminó de hablar, el castaño se levantó de su silla quedando frente a ella, miró hacia abajo buscando sus ojos clavando los suyos en los de ella con una mirada inexpresiva. De repente pudo ver a otro hombre en la barra pidiendo un batido similar al que ella había perdido. Se acercó cogiéndolo de la cabeza y tirándolo al suelo. Tras eso cogió el batido y volvió donde la chica colocándolo al lado mientras su voz hacía acto de presencia en un tono sádico y algo sarcástico.
- Si amenazas al diablo, demuestra tus palabras con actos, no con miradas ni piropos, pequeña…
Dijo la última palabra en un tono burlón mientras sus ojos se tornaban dorados, después se acercó al tipo que había cogido de la cabeza y le pisó el cráneo terminando con su vida debido a la fuerza de su pierna y a la bota de metal. Después miró al dueño mientras sonreía de lado iluminando de nuevo sus ojos.
- Traiga aquí y ahora tres kilos de carne, que sean para llevar.
Tras eso volvió a girarse sentándose en lo alto de la barra como si fuera suya y observando atentamente a la chica mientras su rostro volvía a estar inexpresivo. De hecho frunció el ceño, tras aquella muchacha había un cartel, estaba su cabeza con una suma de 115.000.000 berries. De modo que muchos le temían por ser un Supernova , debía largarse de allí cuanto antes o de otra forma debería enfrentarse de nuevo con los pesados de los marines.
Parecía ser toda una asesina profesional, seguramente sería eso, una asesina o una revolucionaria quizás. Un marine y un agente del gobierno no serían tan sádicos y crueles a la hora de hacer cosas así, no entendía el motivo, tal vez le habían tocado alguna parte de su cuerpo o le habían insultado. De todas formas la cosa no acababa ahí, el asesino estaba observando como la sangre del hombre muerto recorría la taberna, el dueño del bar terminó de asustarse y retrocedió callado. Nadie se movía de su asiento y todos mantenían la cabeza agachada, tenían ya suficiente con su presencia para ahora tener que temer por la de otra persona. Aquella chica se dirigía hacia la posición del chico lobo, este no hizo nada, su expresión era inexpresiva y su cuerpo estaba muy relajado, como si estuviese tumbado en una cama y le diera pereza levantarse, el capitán de la banda de las sombras era sin duda alguien que pasaba de todo, era un supernova y tenía que pelear cada día para no ser ejecutado o arrestado y cuando descansaba no le gustaba ser molestado por lo que no se esforzaba ni siquiera en hacer o decir nada. Estaba demasiado a gusto para tener que liarla, pero aquella chica de repente comenzó a hablarle en un tono amenazante.
Increíble, todo aquello había sido por un estúpido batido, era chica o bien estaba loca o era un peligro potencial. Era solo un maldito batido, aunque claro, si algún idiota le hubiese tirado a él su botella de agua, el resultado habría sido parecido, por lo que no era nadie para llamar loca a otra persona, él estaba chalado igual. Dijo la palabra “ojazos” además su gusto era pésimo al parecer para llamar así a los ojos del diablo. También le dijo caramelo, era un situación rara, pese a estar enfadada usaba palabras que los muchos usaban para otras cosas. Cuando la chica terminó de hablar, el castaño se levantó de su silla quedando frente a ella, miró hacia abajo buscando sus ojos clavando los suyos en los de ella con una mirada inexpresiva. De repente pudo ver a otro hombre en la barra pidiendo un batido similar al que ella había perdido. Se acercó cogiéndolo de la cabeza y tirándolo al suelo. Tras eso cogió el batido y volvió donde la chica colocándolo al lado mientras su voz hacía acto de presencia en un tono sádico y algo sarcástico.
- Si amenazas al diablo, demuestra tus palabras con actos, no con miradas ni piropos, pequeña…
Dijo la última palabra en un tono burlón mientras sus ojos se tornaban dorados, después se acercó al tipo que había cogido de la cabeza y le pisó el cráneo terminando con su vida debido a la fuerza de su pierna y a la bota de metal. Después miró al dueño mientras sonreía de lado iluminando de nuevo sus ojos.
- Traiga aquí y ahora tres kilos de carne, que sean para llevar.
Tras eso volvió a girarse sentándose en lo alto de la barra como si fuera suya y observando atentamente a la chica mientras su rostro volvía a estar inexpresivo. De hecho frunció el ceño, tras aquella muchacha había un cartel, estaba su cabeza con una suma de 115.000.000 berries. De modo que muchos le temían por ser un Supernova , debía largarse de allí cuanto antes o de otra forma debería enfrentarse de nuevo con los pesados de los marines.
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Kira levantó una ceja cuando aquel tipo se le acercó mirándola desde toda su altura como si le aburriera o no fuera más que una mosca molesta y eso no le gusto para nada, si no fuera una lástima estropear esa linda cara le arañaría.
De pronto vio como el gigante ese se dirigía a la barra y agarraba a un hombre de la cabeza tirándolo al suelo como si fuera una plumita y cogía el batido que este tenía. Le siguió con la mirada mientras caminaba de nuevo hacia ella y le ponía el batido delante.
Lo cogió feliz dándole un trago y saboreando el dulce chocolate, en cuanto el cremoso elixir lleno sus papilas gustativas sonrió como si todos los males del mundo hubieran desaparecido, oh si, el mundo podía irse a la mierda, podían desatarse huracanes, extinguirse los peces o desatarse las mil y una plagas de la caja de Pandora, que mientras ella tuviera su música y un poco de chocolate que llevarse a la boca, el resto le importaba menos que un moco pegado en la pared.
Escuchó que el dichoso hombre le decía algo y estaba tan entretenida saboreando que tardó unos segundos en comprender que la había acusado de amenazar falsamente.
Se quedó allí parada viendo como le aplastaba el cráneo al tipo al que le quito su bebida.
Levantó una ceja sin inmutarse ¿creía realmente que iba a asustarla o impresionarla con algo así
- No sé quién eres y no me importa, pero por muy bueno que estés yo no amenazo en vano a nadie, ¿Amenazar al diablo dices? El diablo es mi compañero de juegos favorito y si con esa exhibición te crees que me asustas deberías pensártelo dos veces, aplastarle la cabeza a un inútil no tiene chispa, si realmente quieres parecer interesante, al menos juega un poco primero, un cortecito de tendón, un desgarrito muscular en el cuello, si no lloran, si no chillan como nenas, entonces no es divertido.
Sin más se dio media vuelta y pasando por encima de los cadáveres como si fueran simples alfombras volvió a sentarse en su lugar dando pequeños sorbos al batido antes de recoger la guitarra y comenzar a tocar de nuevo.
El tabernero había dicho comida y alojamiento por música y nadie podía decir que ella no era mujer de palabra, cantaría y tocaría aunque ahí dentro no quedaban más que ella, el tabernero el gigante sexy y dos cadáveres desmadejados.
Comenzó a cantar de nuevo con una sonrisa una nueva canción sin prestar atención al fuerte olor a sangre que invadía el local, estaba demasiado acostumbrada a él para que le resultara desagradable.
Se centró en hacer una de las cosas que mejor sabía, música. El altercado había sido entretenido por un instante, pero ahora todo estaba relajado de nuevo, no había sido nada digno de distraer su atención.
Su voz volvía a alzarse clara, suave y dulce, definitivamente, ni su voz ni su aspecto pegaban con su personalidad ¿quien habría adivinado el demonio que se ocultaba tras aquel aspecto de angelito?
No había pasado ni un minuto cuando la puerta se abrió de nuevo dejando entrar una nueva ráfaga de viento y lluvia. Levanto la vista molesta, empezaba a enfadarse de tanta interrupción, como fuera otro busca pleitos tratando de fastidiarle la noche iba a tener que ponerse seria.
Sin embargo no fue ninguna busca pleitos ni ningún gigante sexy quien atravesó la puerta, esta vez se trataba de un pequeño escuadrón de marines.
Lanzó un gruñido malhumorado, seguramente la gente que había huido aterrada había alertado a las autoridades, definitivamente ese no era su día.
Dejó la guitarra y se levanto dirigiéndoles una mirada fría y fulminante, odiaba a los marines con toda su alma, todos esos pitufos de blanco que seguían ordenes como perros juzgando a cualquiera que viviera fuera de las leyes marcadas por un grupo de desgraciados que se creían superiores a los demás y pensaban que cualquiera que no siguiera sus normas era un desecho.
Cualquiera que se jactara de ser una persona libre odiaría a esos inútiles opresores.
El que parecía el de mayor rango dio un paso al frente.
- Nos han advertido de la presencia de malhechores en este lugar, en nombre de la marina quedan arrestados hasta que se aclare la situación.
Kira sacó dos de sus dagas con un movimiento fluido y gruñó
- Vamos hombre no me jodas, yo solo quería una noche tranquila. Ahora tendré que arrancaros la piel a tiras
De pronto vio como el gigante ese se dirigía a la barra y agarraba a un hombre de la cabeza tirándolo al suelo como si fuera una plumita y cogía el batido que este tenía. Le siguió con la mirada mientras caminaba de nuevo hacia ella y le ponía el batido delante.
Lo cogió feliz dándole un trago y saboreando el dulce chocolate, en cuanto el cremoso elixir lleno sus papilas gustativas sonrió como si todos los males del mundo hubieran desaparecido, oh si, el mundo podía irse a la mierda, podían desatarse huracanes, extinguirse los peces o desatarse las mil y una plagas de la caja de Pandora, que mientras ella tuviera su música y un poco de chocolate que llevarse a la boca, el resto le importaba menos que un moco pegado en la pared.
Escuchó que el dichoso hombre le decía algo y estaba tan entretenida saboreando que tardó unos segundos en comprender que la había acusado de amenazar falsamente.
Se quedó allí parada viendo como le aplastaba el cráneo al tipo al que le quito su bebida.
Levantó una ceja sin inmutarse ¿creía realmente que iba a asustarla o impresionarla con algo así
- No sé quién eres y no me importa, pero por muy bueno que estés yo no amenazo en vano a nadie, ¿Amenazar al diablo dices? El diablo es mi compañero de juegos favorito y si con esa exhibición te crees que me asustas deberías pensártelo dos veces, aplastarle la cabeza a un inútil no tiene chispa, si realmente quieres parecer interesante, al menos juega un poco primero, un cortecito de tendón, un desgarrito muscular en el cuello, si no lloran, si no chillan como nenas, entonces no es divertido.
Sin más se dio media vuelta y pasando por encima de los cadáveres como si fueran simples alfombras volvió a sentarse en su lugar dando pequeños sorbos al batido antes de recoger la guitarra y comenzar a tocar de nuevo.
El tabernero había dicho comida y alojamiento por música y nadie podía decir que ella no era mujer de palabra, cantaría y tocaría aunque ahí dentro no quedaban más que ella, el tabernero el gigante sexy y dos cadáveres desmadejados.
Comenzó a cantar de nuevo con una sonrisa una nueva canción sin prestar atención al fuerte olor a sangre que invadía el local, estaba demasiado acostumbrada a él para que le resultara desagradable.
Se centró en hacer una de las cosas que mejor sabía, música. El altercado había sido entretenido por un instante, pero ahora todo estaba relajado de nuevo, no había sido nada digno de distraer su atención.
Su voz volvía a alzarse clara, suave y dulce, definitivamente, ni su voz ni su aspecto pegaban con su personalidad ¿quien habría adivinado el demonio que se ocultaba tras aquel aspecto de angelito?
No había pasado ni un minuto cuando la puerta se abrió de nuevo dejando entrar una nueva ráfaga de viento y lluvia. Levanto la vista molesta, empezaba a enfadarse de tanta interrupción, como fuera otro busca pleitos tratando de fastidiarle la noche iba a tener que ponerse seria.
Sin embargo no fue ninguna busca pleitos ni ningún gigante sexy quien atravesó la puerta, esta vez se trataba de un pequeño escuadrón de marines.
Lanzó un gruñido malhumorado, seguramente la gente que había huido aterrada había alertado a las autoridades, definitivamente ese no era su día.
Dejó la guitarra y se levanto dirigiéndoles una mirada fría y fulminante, odiaba a los marines con toda su alma, todos esos pitufos de blanco que seguían ordenes como perros juzgando a cualquiera que viviera fuera de las leyes marcadas por un grupo de desgraciados que se creían superiores a los demás y pensaban que cualquiera que no siguiera sus normas era un desecho.
Cualquiera que se jactara de ser una persona libre odiaría a esos inútiles opresores.
El que parecía el de mayor rango dio un paso al frente.
- Nos han advertido de la presencia de malhechores en este lugar, en nombre de la marina quedan arrestados hasta que se aclare la situación.
Kira sacó dos de sus dagas con un movimiento fluido y gruñó
- Vamos hombre no me jodas, yo solo quería una noche tranquila. Ahora tendré que arrancaros la piel a tiras
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El asesino continuaba esperando a que trajeran su pedido, su mirada seguía siendo tétrica y aquella chica había parado de hablar para tomarse el batido. Todo parecía ir bien cuando de repente ella se acercó a él de nuevo y empezó a decirle que el demonio era su compañero de juegos, Kedra no recordaba haber jugado con ella, después dijo que era mejor hacer sufrir que matar de forma violenta. El castaño sonrió de lado mientras mostraba una sonrisa llena de crueldad y maldad, en la forma de matar eran distintos, ella prefería hacer daño y torturar, al lobo negro prefería eliminar rápidamente, la muerte debía de ser como un elegante “flash” pero ella lo veía de otra forma distinta. A continuación la chica de fue a tocar su instrumento, no lo hacía nada mal, pero al asesino solo le gustaba la música de muerte y destrucción. Seguía a lo suyo allí esperando el pedido sin decir nada, simplemente estaba quieto como si de una estatua de mármol se tratase.
Todo iba bien por el momento, pronto se largaría de allí. De repente cuando todo parecía más calmado, la puerta fue abierta por marines. Los ojos del chico ya no eran inexpresivos, más bien una terrible sonrisa sádica acompañaba su rostro, era de locos y estaba claro lo que iba a pasar allí. Los marines al verle fruncieron el ceño pues le reconocieron por su cartel, no se lo pensaron ni un segundo y rápidamente comenzaron a disparar con sus fusiles hacia la posición del chico. Este cerró los ojos sin hacer nada mientras una humareda producida por los disparos le rodeaba. Aquellos tiros debieron darle a algún tipo de combustible que habría en el bar porque de repente la zona donde Kedra estaba sentado estaba en llamas. Los tiros prosiguieron, no paraban de disparar como si les fuese la vida en ello, aquello podía ser el final del Cadejo negro. Pararon de disparar cuando se quedaron sin munición, de repente el cabecilla sonrió satisfecho mientras soltaba una pequeña carcajada tranquilamente. Realmente estaban muy orgulloso de haber podido cazar a un supernova y encima el capitán de una de las bandas más despiadadas, seguramente pensaban en medallas y logros en la marina. Sus rostros eran de pura felicidad y no les importaban las llamas, incluso habían dado al camarero y le habían matado pues tenía un agujero en la cabeza y otro en el corazón.
El silencio invadió los corazones de los marines cuando de repente una figura salía de las llamas. Sus ojos se abrieron como platos cuando vieron a Kedra surgir de aquellas flamas. En su cuerpo había marcas de pequeños moratones y algo de sangre. Todo aquel tiroteo solo le había herido superficialmente. Los dorados ojos del asesino se clavaron en los del cabecilla mientras se relamía despacio pensando en lo que iba a pasar. El Haki armadura del chico lobo le había protegido de que las balas penetrasen su piel y ahora iba a devolverles el favor a los marines. De repente un aura blanca rodeó al chico lobo mientras sus ojos brillaban en un tono rojizo, sus músculos se tensaron y de repente el chico lobo ya no estaba. Apareció detrás de los marines, su velocidad era increíble pues había usado su técnica Mayin Okami, la cual le daba una velocidad que el ojo humano le costaría seguir mucho. Rápidamente lanzó una patada a la pierna del cabecilla que parecía ser un Oficial Técnico, su pierna se partió cuando la bota del luchador le pegó en la carne. Pegó un grito de dolor y los demás marines se quedaron petrificados cuando vieron al Supernova tan cerca.
- Patéticos…
Dijo el luchador mientras lanzaba una patada giratoria en un ángulo de 360º golpeando a los marines y tirándolos al suelo, las costillas de muchos de ellos sonaron mientras que otros cuantos le apuntaban desde el suelo. El capitán cogió al marine cabecilla por la cabeza con una sola mano mientras sonreía sádicamente para después aplastarle la cabeza con la mano. Los marines aterrados comenzaron a dispararle a discreción tratando de matarle. El chico activó su haki de observación y comenzó a moverse de un lado a otro con aquella aura que hacía casi imposible verle. Las balas ni le rozaban y cuando los marines se volvieron a quedar sin munición, apagó su aura y tras una macabra sonrisa partió el cuello de dos con una sola patada pillándolos cerca. Quedaba como unos cinco marines y él se había cargado a otros cinco. Sin hacer nada más pegó un salto a la barra notando las llamas a su alrededor mientras ahora dedicó una mirada a la morena pues no se había olvidado de ella en toda la pequeña pelea.
- Muy bien, es tu turno asesina.
Todo iba bien por el momento, pronto se largaría de allí. De repente cuando todo parecía más calmado, la puerta fue abierta por marines. Los ojos del chico ya no eran inexpresivos, más bien una terrible sonrisa sádica acompañaba su rostro, era de locos y estaba claro lo que iba a pasar allí. Los marines al verle fruncieron el ceño pues le reconocieron por su cartel, no se lo pensaron ni un segundo y rápidamente comenzaron a disparar con sus fusiles hacia la posición del chico. Este cerró los ojos sin hacer nada mientras una humareda producida por los disparos le rodeaba. Aquellos tiros debieron darle a algún tipo de combustible que habría en el bar porque de repente la zona donde Kedra estaba sentado estaba en llamas. Los tiros prosiguieron, no paraban de disparar como si les fuese la vida en ello, aquello podía ser el final del Cadejo negro. Pararon de disparar cuando se quedaron sin munición, de repente el cabecilla sonrió satisfecho mientras soltaba una pequeña carcajada tranquilamente. Realmente estaban muy orgulloso de haber podido cazar a un supernova y encima el capitán de una de las bandas más despiadadas, seguramente pensaban en medallas y logros en la marina. Sus rostros eran de pura felicidad y no les importaban las llamas, incluso habían dado al camarero y le habían matado pues tenía un agujero en la cabeza y otro en el corazón.
El silencio invadió los corazones de los marines cuando de repente una figura salía de las llamas. Sus ojos se abrieron como platos cuando vieron a Kedra surgir de aquellas flamas. En su cuerpo había marcas de pequeños moratones y algo de sangre. Todo aquel tiroteo solo le había herido superficialmente. Los dorados ojos del asesino se clavaron en los del cabecilla mientras se relamía despacio pensando en lo que iba a pasar. El Haki armadura del chico lobo le había protegido de que las balas penetrasen su piel y ahora iba a devolverles el favor a los marines. De repente un aura blanca rodeó al chico lobo mientras sus ojos brillaban en un tono rojizo, sus músculos se tensaron y de repente el chico lobo ya no estaba. Apareció detrás de los marines, su velocidad era increíble pues había usado su técnica Mayin Okami, la cual le daba una velocidad que el ojo humano le costaría seguir mucho. Rápidamente lanzó una patada a la pierna del cabecilla que parecía ser un Oficial Técnico, su pierna se partió cuando la bota del luchador le pegó en la carne. Pegó un grito de dolor y los demás marines se quedaron petrificados cuando vieron al Supernova tan cerca.
- Patéticos…
Dijo el luchador mientras lanzaba una patada giratoria en un ángulo de 360º golpeando a los marines y tirándolos al suelo, las costillas de muchos de ellos sonaron mientras que otros cuantos le apuntaban desde el suelo. El capitán cogió al marine cabecilla por la cabeza con una sola mano mientras sonreía sádicamente para después aplastarle la cabeza con la mano. Los marines aterrados comenzaron a dispararle a discreción tratando de matarle. El chico activó su haki de observación y comenzó a moverse de un lado a otro con aquella aura que hacía casi imposible verle. Las balas ni le rozaban y cuando los marines se volvieron a quedar sin munición, apagó su aura y tras una macabra sonrisa partió el cuello de dos con una sola patada pillándolos cerca. Quedaba como unos cinco marines y él se había cargado a otros cinco. Sin hacer nada más pegó un salto a la barra notando las llamas a su alrededor mientras ahora dedicó una mirada a la morena pues no se había olvidado de ella en toda la pequeña pelea.
- Muy bien, es tu turno asesina.
kira "killer honey"
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Kira soltó un gritito de sorpresa cuando nada más ver al gigante sexy los marines parecieron sonreír y comenzaron a disparar sin ton ni son sin fijarse a quien le daban.
Estaba observando cómo los barriles de ron de una esquina se llenaban de agujeros cuando una bala perdida pasó cerca de ella atravesando el mástil de la guitarra y partiéndolo por la mitad.
En medio del alboroto, no pudo menos que dedicarle un pensamiento de despedida al instrumento, no era muy bueno y estaba hecho polvo de viejo, pero había hecho un buen servicio a la música. De haber llevado un sombrero se lo habría quitado en muestra de respeto ante el compañero caído.
Decidida a vengar su guitarra dio unos pasos hacia los marines que ahora sonreían mirando hacia las llamas y la humareda resultante del tiroteo o más bien del acribillamiento. Le sentó un poco mal pensar que habían matado al gigante sexy, un cuerpo como el suyo quedaba bien cubierto de chocolate, no de agujeros.
Apenas se había acercado cuando las caras de los soldados cambiaron y una enorme silueta emergió entre el humo. Era el tipo sexy, seguía vivo y apenas tenía unos pocos moretones y alguna que otra mancha de sangre por el pecho.
Lo que pasó a continuación fue un poco confuso, en un segundo el tipo de ojos dorados estaba frente a ella encarando a los marines y al siguiente había desaparecido. Y luego en unos pocos segundos más reapareció tras los soldados y comenzó la fiesta.
Tenía que reconocer que era impresionante ver como de unos pocos golpes acababa con cinco de ellos.
Casi le daban ganas de sentarse a ver el espectáculo con unas palomitas de maíz, pronto el castaño dejó de golpear y matar, se había cargado a cinco marines como quien se sacude una mota de polvo del pantalón.
- Muy bien, es tu turno asesina.
Una sonrisa de oreja a oreja se extendió por su rostro y se relamió los labios anticipando la diversión
Unos de los soldados la miró sin entender, los cinco que quedaban trataban de permanecer lo más alejados posible de aquel que se había cargado a su superior y compañeros, pero al hacerlo quedaban más cerca de aquella chica.
Si no fuera por la sonrisa psicópata en sus labios y las extrañas armas en sus manos cualquiera habría dicho que se trataba de una simple adolescente atrapada en medio de la masacre, sin embargo, cuando levantó la mirada y la clavó en ellos no había nada de inocencia en sus ojos verdes, solo frialdad y crueldad.
Kira no dudo un segundo y lanzándose hacia delante levantó su mano derecha en la que sujetaba su daga Griffin. La empuñadura tenía los agujeros para meter los dedos y asegurar un bien agarre y los pinchos que quedaban sobre sus nudillos al sujetarla semejaban un siniestro puño americano.
Con un suave giro de muñeca penetró la daga apenas un par de centímetros en el cuello del primer marine que encontró en su camino y girando el cuerpo para patear en la cara al segundo, arranco el arma de entre la carne, dejando apenas un pequeño orificio por donde no dejaba de salir sangre a borbotones mientras el tipo trataba de sujetarse el cuello con las manos. Había hecho un corte en la tráquea así que el infeliz tendría tiempo de ver como se. Ocupaba de sus compañeros antes de terminar de ahogarse en su propia sangre.
Tras patear en la cara al segundo marine y sentir como su nariz crujía bajo la suela de su bota y el hombre perdía el equilibrio cayendo de culo al suelo. Un grito la advirtió y vio como uno de los soldados se abalanzaba sobre ella gritando como un descosido.
Sin soltar al que tenia la nariz rota, utilizo la mano izquierda, en la que sostenía una daga de nombre Flies y de aspecto más similar a dos ganchos unidos y con partes retorcidas que a una daga común. Hizo girar la daga en su mano ates de soltar la hebilla que unía las dos partes y ver como la parte de los ganchos salía volando, girando como un boomerang alrededor del marine y rasgaba la parte de atrás de sus tobillos seccionando ambos tendones.
El hombre cayó al suelo con otro grito, esta vez de puro dolor.
- Si vas a atacar a alguien por la espalda, asegúrate de hacerlo en silencio, imbécil.
Ya la habían terminado de poner de mal humor, tanta incompetencia le provocaba nauseas. ¿Pero qué clase de entrenamiento recibían esos inútiles? Ni siquiera sabían cómo atacar a alguien sin gritar como monos en celo.
La verdad es que tenía pensado jugar un poquito con ellos y divertirse un rato, pero acababan de ponerla de malaleche e y ya no quería jugar, quería terminar aquello rápido para poder buscar n lugar donde le sirvieran una buena hamburguesa con patatas y alejar así un poco el mal humor.
Con el ceño fruncido miró al hombre de la nariz rota que aún sujetaba y chasqueando la lengua irritada utilizó a Griffin para hacer un corte profundo justo sobre su cadera, seccionado una arteria que no tardaría ni tres minutos en desangrarle.
De mala gana utilizó el cuerpo arrodillado del hombre para impulsarse y pasando sobre él en una especie de voltereta cayó de pié delante del cuarto y quinto soldados.
- Lo siento, ya no tengo ganas de jugar, no sabéis jugar bien y me aburro.
De un movimiento rápido hundió a griffin bajo el brazo del que tenía más cerca y que lo había levantado para golpearla, con otro movimiento brusco sacó la daga de la carne sintiendo como la sangre corría a borbotones y el hombre se ponía blanco, para cuando ella sacó de su cinturón una nueva daga, el hombre caía al suelo desmayado y sangrando como si le hubieran destripado.
Pasando por encima de él y jugando con la punta de daga escorpión, que más parecía un extraño punzón que una daga, miró al marine de arriba abajo.
- ¿y contigo que hago? Habéis roto mi guitarra, matado al hombre que debía pagarme y vuestro tiroteo ha destrozado mi segundo batido de la noche, eso no está pero que nada bien, debería arrancarte las uñas con tenazas y Comprobar cuántos huesos puedo romperte sin que te desmanes, o mejor aún, cuartos tendones puedo cortar hasta que te desangres...
Mientras hablaba caminaba a su alrededor sonriendo de forma sádica, el pobre hombre estaba aterrado, no le quedaban balas después del acribillamiento de antes y sus manos temblaban al ver a todos sus compañeros muertos. Esos dos no podían ser humanos, eran el diablo.
El pobre soldado barrió la zona con la mirada en busca de una salida pero las llamas avanzaban quemando medio locas y las ventanas eran inaccesibles y para cruzar la puerta debería enfrentar al diablo que permanecía en la barra sentado.
Kira dio un paso hacia el con cara de psicópata desquiciada y vio como en un impulso desesperado el marine sacaba de la cintura un pequeño revolver de bajo calibre y le apuntaba.
Levanto una ceja y paso la lengua por escorpión sin quitarle la vista de encima.
- ¿Realmente crees que funcionará? No seas iluso.
El miedo se reflejo en la mirada del soldado ante sus palabras y con la mano temblando apunto hacia su propia cabeza y apretó el gatillo, por lo menos seria una muerte rápida.
Kira sintió las gotas de sangre salpicarle la cara e hizo un gesto de disgusto.
- Menos mal...por un momento creí que me pegaría un tiro
Se encogió de hombros, cruzó la barra, el local ardía y estaba lleno de cadáveres y moribundos, pero ella quería comer y no se iría de ahí sin hacerlo.
- ¿Quieres hamburguesas? Apuesto a que tiene que haber hamburguesas por aquí.
Estaba observando cómo los barriles de ron de una esquina se llenaban de agujeros cuando una bala perdida pasó cerca de ella atravesando el mástil de la guitarra y partiéndolo por la mitad.
En medio del alboroto, no pudo menos que dedicarle un pensamiento de despedida al instrumento, no era muy bueno y estaba hecho polvo de viejo, pero había hecho un buen servicio a la música. De haber llevado un sombrero se lo habría quitado en muestra de respeto ante el compañero caído.
Decidida a vengar su guitarra dio unos pasos hacia los marines que ahora sonreían mirando hacia las llamas y la humareda resultante del tiroteo o más bien del acribillamiento. Le sentó un poco mal pensar que habían matado al gigante sexy, un cuerpo como el suyo quedaba bien cubierto de chocolate, no de agujeros.
Apenas se había acercado cuando las caras de los soldados cambiaron y una enorme silueta emergió entre el humo. Era el tipo sexy, seguía vivo y apenas tenía unos pocos moretones y alguna que otra mancha de sangre por el pecho.
Lo que pasó a continuación fue un poco confuso, en un segundo el tipo de ojos dorados estaba frente a ella encarando a los marines y al siguiente había desaparecido. Y luego en unos pocos segundos más reapareció tras los soldados y comenzó la fiesta.
Tenía que reconocer que era impresionante ver como de unos pocos golpes acababa con cinco de ellos.
Casi le daban ganas de sentarse a ver el espectáculo con unas palomitas de maíz, pronto el castaño dejó de golpear y matar, se había cargado a cinco marines como quien se sacude una mota de polvo del pantalón.
- Muy bien, es tu turno asesina.
Una sonrisa de oreja a oreja se extendió por su rostro y se relamió los labios anticipando la diversión
Unos de los soldados la miró sin entender, los cinco que quedaban trataban de permanecer lo más alejados posible de aquel que se había cargado a su superior y compañeros, pero al hacerlo quedaban más cerca de aquella chica.
Si no fuera por la sonrisa psicópata en sus labios y las extrañas armas en sus manos cualquiera habría dicho que se trataba de una simple adolescente atrapada en medio de la masacre, sin embargo, cuando levantó la mirada y la clavó en ellos no había nada de inocencia en sus ojos verdes, solo frialdad y crueldad.
Kira no dudo un segundo y lanzándose hacia delante levantó su mano derecha en la que sujetaba su daga Griffin. La empuñadura tenía los agujeros para meter los dedos y asegurar un bien agarre y los pinchos que quedaban sobre sus nudillos al sujetarla semejaban un siniestro puño americano.
Con un suave giro de muñeca penetró la daga apenas un par de centímetros en el cuello del primer marine que encontró en su camino y girando el cuerpo para patear en la cara al segundo, arranco el arma de entre la carne, dejando apenas un pequeño orificio por donde no dejaba de salir sangre a borbotones mientras el tipo trataba de sujetarse el cuello con las manos. Había hecho un corte en la tráquea así que el infeliz tendría tiempo de ver como se. Ocupaba de sus compañeros antes de terminar de ahogarse en su propia sangre.
Tras patear en la cara al segundo marine y sentir como su nariz crujía bajo la suela de su bota y el hombre perdía el equilibrio cayendo de culo al suelo. Un grito la advirtió y vio como uno de los soldados se abalanzaba sobre ella gritando como un descosido.
Sin soltar al que tenia la nariz rota, utilizo la mano izquierda, en la que sostenía una daga de nombre Flies y de aspecto más similar a dos ganchos unidos y con partes retorcidas que a una daga común. Hizo girar la daga en su mano ates de soltar la hebilla que unía las dos partes y ver como la parte de los ganchos salía volando, girando como un boomerang alrededor del marine y rasgaba la parte de atrás de sus tobillos seccionando ambos tendones.
El hombre cayó al suelo con otro grito, esta vez de puro dolor.
- Si vas a atacar a alguien por la espalda, asegúrate de hacerlo en silencio, imbécil.
Ya la habían terminado de poner de mal humor, tanta incompetencia le provocaba nauseas. ¿Pero qué clase de entrenamiento recibían esos inútiles? Ni siquiera sabían cómo atacar a alguien sin gritar como monos en celo.
La verdad es que tenía pensado jugar un poquito con ellos y divertirse un rato, pero acababan de ponerla de malaleche e y ya no quería jugar, quería terminar aquello rápido para poder buscar n lugar donde le sirvieran una buena hamburguesa con patatas y alejar así un poco el mal humor.
Con el ceño fruncido miró al hombre de la nariz rota que aún sujetaba y chasqueando la lengua irritada utilizó a Griffin para hacer un corte profundo justo sobre su cadera, seccionado una arteria que no tardaría ni tres minutos en desangrarle.
De mala gana utilizó el cuerpo arrodillado del hombre para impulsarse y pasando sobre él en una especie de voltereta cayó de pié delante del cuarto y quinto soldados.
- Lo siento, ya no tengo ganas de jugar, no sabéis jugar bien y me aburro.
De un movimiento rápido hundió a griffin bajo el brazo del que tenía más cerca y que lo había levantado para golpearla, con otro movimiento brusco sacó la daga de la carne sintiendo como la sangre corría a borbotones y el hombre se ponía blanco, para cuando ella sacó de su cinturón una nueva daga, el hombre caía al suelo desmayado y sangrando como si le hubieran destripado.
Pasando por encima de él y jugando con la punta de daga escorpión, que más parecía un extraño punzón que una daga, miró al marine de arriba abajo.
- ¿y contigo que hago? Habéis roto mi guitarra, matado al hombre que debía pagarme y vuestro tiroteo ha destrozado mi segundo batido de la noche, eso no está pero que nada bien, debería arrancarte las uñas con tenazas y Comprobar cuántos huesos puedo romperte sin que te desmanes, o mejor aún, cuartos tendones puedo cortar hasta que te desangres...
Mientras hablaba caminaba a su alrededor sonriendo de forma sádica, el pobre hombre estaba aterrado, no le quedaban balas después del acribillamiento de antes y sus manos temblaban al ver a todos sus compañeros muertos. Esos dos no podían ser humanos, eran el diablo.
El pobre soldado barrió la zona con la mirada en busca de una salida pero las llamas avanzaban quemando medio locas y las ventanas eran inaccesibles y para cruzar la puerta debería enfrentar al diablo que permanecía en la barra sentado.
Kira dio un paso hacia el con cara de psicópata desquiciada y vio como en un impulso desesperado el marine sacaba de la cintura un pequeño revolver de bajo calibre y le apuntaba.
Levanto una ceja y paso la lengua por escorpión sin quitarle la vista de encima.
- ¿Realmente crees que funcionará? No seas iluso.
El miedo se reflejo en la mirada del soldado ante sus palabras y con la mano temblando apunto hacia su propia cabeza y apretó el gatillo, por lo menos seria una muerte rápida.
Kira sintió las gotas de sangre salpicarle la cara e hizo un gesto de disgusto.
- Menos mal...por un momento creí que me pegaría un tiro
Se encogió de hombros, cruzó la barra, el local ardía y estaba lleno de cadáveres y moribundos, pero ella quería comer y no se iría de ahí sin hacerlo.
- ¿Quieres hamburguesas? Apuesto a que tiene que haber hamburguesas por aquí.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La chica sin duda alguna era una perfecta asesina, empezó a eliminar a aquellos hombres como si de simples juguetes se tratasen. La sangre salía de las arterias y de las venas de aquellos tipos como si de chorros de agua salidos de una fuente rota se tratasen. No había piedad en sus movimientos y sus buenas artes del asesinato daban a entender que aquella chica disfrutaba con lo que hacía, como si asesinar gente de esa forma tan sangrienta y enfermiza fuera algo a lo que aquella chica estuviera acostumbrada a hacer cada día que pasase. Sin embargo no había visto su cabeza en ningún cartel ni nada por el estilo, tal vez no dejaba pruebas y eso significaba que incluso podría atacarle a él para no dejar testigos. El chico lobo la miraba, sus movimientos elegantes eran perfectos y la forma con la que ejecutaba de forma cínica y sangrienta a sus víctimas, era increíble. Por un momento un escalofrío recorrió su espalda desde la parte baja hasta el cuello, erizando sus pelos de la espalda. Nunca había visto a nadie matar de esa forma, sin duda alguna aquella chica tendría la capacidad suficiente para atacar a cualquiera que se le pusiese delante.
Muerte tras muerte, llegó la última de todas, una que aquel castaño no se esperaba, algo increíble que incluso le hizo fruncir el ceño un poco y mirar a otro lado. No entendió como era posible que aquella chica hubiese logrado que aquel marine se volara la tapa de los sesos, lo había acojonado de una manera brutal para que el marine hiciera eso. Sin embargo no era tampoco algo imposible, ese pobre hombre pensó en la mejor manera de morir sin dolor alguno de por medio. A saber que le hubiera pasado si la chica hubiese usado sus artes para acabar con su penosa y maldita vida de marine. Una verdadera carnicería, era lo que parecía ahora aquella taberna que segundos antes estaba llena de vida y de tranquilidad, y todo aquello por un maldito batido y por un cartel. Era un mundo de locos, pero al parecer la locura era la forma de vida para aquella joven y también para el luchador que la miraba sentado desde la barra del bar. La sangre bañaba el suelo mientras la lluvia continuaba, el fuego seguía extendiéndose y ellos seguían dentro como si nada pasara. Realmente estaban un poco locos, pero no era algo que molestase al chico espectral, más bien todo lo contrario, no le gustaba ser como los demás y disfrutaba haciendo cosas únicas.
De repente se levantó colocándose sobre la barra y saltó lanzando un puñetazo al techo de madera destrozándolo y de esa forma asegurándose que la lluvia entraba para apagar las llamas que se acercaran a ellos y se aseguró de crear un sitio por donde el humo saliera de aquel lugar. A continuación escuchó las palabras de la chica diciéndole que si quería hamburguesas, sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta y su expresión pasó a ser una verdaderamente confusa sin entender muy bien aquello. Esa chica le estaba invitando a algo, no temía nada de él y además de ser una asesina no le atacaba. No entendía nada de nada, era la primera persona del planeta que le hablaba tan tranquila, bueno la primera chica, el primero fue Dexter. Alzó una ceja mientras se acercaba a ella despacio observándola y después pensando para sí en las posibilidades de que fuera un asesinato. Tal vez quería que el chico bajase la guardia, aunque era bastante sádica para matar de un golpe, no creía que fuese aquello. Se llevó la mano al a barbilla rascándose un poco sin quitar la mirada de encima a la chica morena. Algo iba mal, no entendía algo, en otra situación la habría dejado allí y se hubiera ido o la hubiera eliminado, pero algo pasaba.
No entendía lo que su cuerpo le ordenaba, por más que quería pensar, no podía, su mente estaba en blanco y solo podía observar los ojos de la morena. Unos ojos verdes felinos que chocaban con los suyos dorados demoníacos. Las gotas de agua cayeron sobre el pecho del chico lobo que sin pensárselo mucho se relajó totalmente por una vez, desactivando su energía y su haki de observación. Quedando calmado y tranquilo, observando cada milímetro de la chica totalmente, pero sin duda alguna sus ojos le llamaban y le atraían de una extraña forma. Ahora mismo solo quería estar en ese bar con ella, había encontrado a una chica igual que él, una asesina sin piedad que sabía lo que hacía y además con una buena personalidad. Sin duda alguna, al asesino espectral, le gustaba aquella chica aunque no supiera nada sobre esas cosas. Notaba una pequeña presión en el abdomen, como si de un dolor de estomago se tratase, tras aquello negó un poco con la cabeza saliendo de su mundo para mirar a su lado y ver una caja. La cogió depositándola en la barra y sacando lo que parecía ser un cargamento de hamburguesas.
- Aquí están.
Dijo de repente mientras observaba a la chica, después cogió una de ella y se la llevó a la boca despacio, sin embargo no le llenó nada. Era como si la carne tuviera un sabor a arena áspera y no tuviese ganas. Dejó el trozo de hamburguesa a un lado mientras suspiraba un poco. Tras aquello volvió a depositar su mirada en la asesina, no pudo evitarlo, fue como si su cuerpo se moviera solo. Tomó a la chica de la cintura y la subió a la barra del bar sentándola dejando sus piernas colgando en el aire. Acto seguido se acercó a ella colocando sus manos sobre los hombros de ella, notando la sueva piel de la que disponía. En ese momento se acercó a ella un poco mientras le habló en un tono muy calmado con su voz grave, como si fuera una queja o algo por el estilo.
- No sé qué poderes tienes, pero estás en mi mente. No sé cómo es que te acabo de conocer y quiero que vengas conmigo.
Tras haberle dicho aquello se quedó mirándola a los ojos, su mirada era tétrica como de costumbre y tal vez asustara a la chica pues parecía un tipo loco en aquella ocasión. Tras unos segundos negó con la cabeza apartando la mirada de la chica sin saber que le ocurría. No entendía nada, el Supernova asesino parecía estar algo nervioso por la situación, ahora esperaba una respuesta de la chica, él permanecía tomándola de los hombros mientras la miraba a apenas unos diez centímetros de su rostro al de ella. La lluvia continuaba cayendo sin parar y el fuego de alrededor de ellos se iba extinguiendo totalmente, era una escena increíble que muchos no podrían creer pero era así. La sangre de los marines era limpiada con el agua y la tormenta parecía que no iba a acabar nunca, algo que al castaño le daba igual pues ahora el agua era lo de menos, incluso estaba bañándole a él, que sentía algo de frio, pero estaba fijo en los ojos de la chica.
Muerte tras muerte, llegó la última de todas, una que aquel castaño no se esperaba, algo increíble que incluso le hizo fruncir el ceño un poco y mirar a otro lado. No entendió como era posible que aquella chica hubiese logrado que aquel marine se volara la tapa de los sesos, lo había acojonado de una manera brutal para que el marine hiciera eso. Sin embargo no era tampoco algo imposible, ese pobre hombre pensó en la mejor manera de morir sin dolor alguno de por medio. A saber que le hubiera pasado si la chica hubiese usado sus artes para acabar con su penosa y maldita vida de marine. Una verdadera carnicería, era lo que parecía ahora aquella taberna que segundos antes estaba llena de vida y de tranquilidad, y todo aquello por un maldito batido y por un cartel. Era un mundo de locos, pero al parecer la locura era la forma de vida para aquella joven y también para el luchador que la miraba sentado desde la barra del bar. La sangre bañaba el suelo mientras la lluvia continuaba, el fuego seguía extendiéndose y ellos seguían dentro como si nada pasara. Realmente estaban un poco locos, pero no era algo que molestase al chico espectral, más bien todo lo contrario, no le gustaba ser como los demás y disfrutaba haciendo cosas únicas.
De repente se levantó colocándose sobre la barra y saltó lanzando un puñetazo al techo de madera destrozándolo y de esa forma asegurándose que la lluvia entraba para apagar las llamas que se acercaran a ellos y se aseguró de crear un sitio por donde el humo saliera de aquel lugar. A continuación escuchó las palabras de la chica diciéndole que si quería hamburguesas, sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta y su expresión pasó a ser una verdaderamente confusa sin entender muy bien aquello. Esa chica le estaba invitando a algo, no temía nada de él y además de ser una asesina no le atacaba. No entendía nada de nada, era la primera persona del planeta que le hablaba tan tranquila, bueno la primera chica, el primero fue Dexter. Alzó una ceja mientras se acercaba a ella despacio observándola y después pensando para sí en las posibilidades de que fuera un asesinato. Tal vez quería que el chico bajase la guardia, aunque era bastante sádica para matar de un golpe, no creía que fuese aquello. Se llevó la mano al a barbilla rascándose un poco sin quitar la mirada de encima a la chica morena. Algo iba mal, no entendía algo, en otra situación la habría dejado allí y se hubiera ido o la hubiera eliminado, pero algo pasaba.
No entendía lo que su cuerpo le ordenaba, por más que quería pensar, no podía, su mente estaba en blanco y solo podía observar los ojos de la morena. Unos ojos verdes felinos que chocaban con los suyos dorados demoníacos. Las gotas de agua cayeron sobre el pecho del chico lobo que sin pensárselo mucho se relajó totalmente por una vez, desactivando su energía y su haki de observación. Quedando calmado y tranquilo, observando cada milímetro de la chica totalmente, pero sin duda alguna sus ojos le llamaban y le atraían de una extraña forma. Ahora mismo solo quería estar en ese bar con ella, había encontrado a una chica igual que él, una asesina sin piedad que sabía lo que hacía y además con una buena personalidad. Sin duda alguna, al asesino espectral, le gustaba aquella chica aunque no supiera nada sobre esas cosas. Notaba una pequeña presión en el abdomen, como si de un dolor de estomago se tratase, tras aquello negó un poco con la cabeza saliendo de su mundo para mirar a su lado y ver una caja. La cogió depositándola en la barra y sacando lo que parecía ser un cargamento de hamburguesas.
- Aquí están.
Dijo de repente mientras observaba a la chica, después cogió una de ella y se la llevó a la boca despacio, sin embargo no le llenó nada. Era como si la carne tuviera un sabor a arena áspera y no tuviese ganas. Dejó el trozo de hamburguesa a un lado mientras suspiraba un poco. Tras aquello volvió a depositar su mirada en la asesina, no pudo evitarlo, fue como si su cuerpo se moviera solo. Tomó a la chica de la cintura y la subió a la barra del bar sentándola dejando sus piernas colgando en el aire. Acto seguido se acercó a ella colocando sus manos sobre los hombros de ella, notando la sueva piel de la que disponía. En ese momento se acercó a ella un poco mientras le habló en un tono muy calmado con su voz grave, como si fuera una queja o algo por el estilo.
- No sé qué poderes tienes, pero estás en mi mente. No sé cómo es que te acabo de conocer y quiero que vengas conmigo.
Tras haberle dicho aquello se quedó mirándola a los ojos, su mirada era tétrica como de costumbre y tal vez asustara a la chica pues parecía un tipo loco en aquella ocasión. Tras unos segundos negó con la cabeza apartando la mirada de la chica sin saber que le ocurría. No entendía nada, el Supernova asesino parecía estar algo nervioso por la situación, ahora esperaba una respuesta de la chica, él permanecía tomándola de los hombros mientras la miraba a apenas unos diez centímetros de su rostro al de ella. La lluvia continuaba cayendo sin parar y el fuego de alrededor de ellos se iba extinguiendo totalmente, era una escena increíble que muchos no podrían creer pero era así. La sangre de los marines era limpiada con el agua y la tormenta parecía que no iba a acabar nunca, algo que al castaño le daba igual pues ahora el agua era lo de menos, incluso estaba bañándole a él, que sentía algo de frio, pero estaba fijo en los ojos de la chica.
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Aquel hombre estaba realmente loco, ahora se dedicaba a abrir boquetes en el techo como quien riega petunias en verano. Luego decían que era ella quien estaba mal de la cabeza, por lo menos ella todavía ni se dedicaba a ir por ahí haciendo agujeros en los tejados a puñetazos.
Por el techo abierto comenzó a caer el agua de la lluvia que pronto fue apagando las llamas, por lo menos ya no se asarian vivos, eso era una buena noticia.
Cuando le ofreció una hamburguesa, no pudo evitar fijarse en la cara de desconcierto y sorpresa que puso, la miro como si la loca ahí fuera ella.
No entendía que de raro había en querer tomarse un merecido aperitivo después de cargarse a un grupo de pitufos de blanco de gatillo fácil.
No podía ser porque los hubiera matado, él mismo se había encargado de cinco de ellos sin pestañear, uno más que ella, porque el último no contaba, ese se había matado por sí solo y ella no cargaría con su muerte en la conciencia, aunque pensándolo bien ella no tenia de eso ¿o sí?
Estaba perdida en sus pensamientos, en medio de un interesante debate consigo misma sobre si podría existir algún tipo de ente espiritual dentro de ella que pudiera denominarse conciencia, cuando de pronto se vio alzada por los aires y sentada sobre la barra húmeda de lluvia, con los pies colgando en el aire.
Levantó la cabeza para mirar al tipo a la cara y le encontró mirándola a los ojos de forma penetrante, como si quisiera atravesarla con la mirada. Estaba empapado y las gotas de lluvia goteaban por su cabello castaño.
Kira siguió con la mirada una de esas gotas que recorría el cuello, bajando por el pecho desnudo y el abdomen y sintió unas enormes ganas de borrarla con la lengua. En otro momento no habría dudado en hacerlo, pero él le estaba hablando así que se mordió el labio tratando de contener el impulso y dejó de comérselo con la mirada atendiendo a sus palabras, lo único que llegó a entender algo sobre llevarla con él. Se le pasó por la cabeza el pensamiento de que podía ser peligroso, pero tan rápido como vino se fue, nunca se había destacado en ella eso de la precaución, era demasiado impulsiva, si le apetecía hacer algo lo hacía y punto.
- Con lo mucho que me apetece darte un mordisquito, caramelo, no me fugo con un tío en la primera cita – Bromeó guiñando un ojo, fue a empujarle por el pecho para hacerse espacio antes de caer en la tentación y comprobar que sabía tan bien como aparentaba.
Al poner la mano sobre el pecho se fijó por primera vez en el tatuaje negro que tenia sobre el corazón.
Una luna creciente negra se dibujaba sobre el pectoral izquierdo, reclamando su atención. Sin poder evitarlo la recorrió con la yema del dedo índice antes de echar la cabeza hacia atrás y soltar una carcajada.
- No creo en el destino, pero definitivamente esto es una extraña coincidencia.
Aún riendo llevó las manos a la parte baja de su empapada camiseta blanca, que por el agua ya se le pegaba y se transparentaba. Y se la quitó por la cabeza tirándola a un lado y girándose para que el pudiera ver su tatuaje en la escapula.
- Definitivamente somos polos opuestos ¿No crees caramelo?
En la parte trasera de su hombro en tinta azul se destacaba una luna menguante con tres estrellas
Por el techo abierto comenzó a caer el agua de la lluvia que pronto fue apagando las llamas, por lo menos ya no se asarian vivos, eso era una buena noticia.
Cuando le ofreció una hamburguesa, no pudo evitar fijarse en la cara de desconcierto y sorpresa que puso, la miro como si la loca ahí fuera ella.
No entendía que de raro había en querer tomarse un merecido aperitivo después de cargarse a un grupo de pitufos de blanco de gatillo fácil.
No podía ser porque los hubiera matado, él mismo se había encargado de cinco de ellos sin pestañear, uno más que ella, porque el último no contaba, ese se había matado por sí solo y ella no cargaría con su muerte en la conciencia, aunque pensándolo bien ella no tenia de eso ¿o sí?
Estaba perdida en sus pensamientos, en medio de un interesante debate consigo misma sobre si podría existir algún tipo de ente espiritual dentro de ella que pudiera denominarse conciencia, cuando de pronto se vio alzada por los aires y sentada sobre la barra húmeda de lluvia, con los pies colgando en el aire.
Levantó la cabeza para mirar al tipo a la cara y le encontró mirándola a los ojos de forma penetrante, como si quisiera atravesarla con la mirada. Estaba empapado y las gotas de lluvia goteaban por su cabello castaño.
Kira siguió con la mirada una de esas gotas que recorría el cuello, bajando por el pecho desnudo y el abdomen y sintió unas enormes ganas de borrarla con la lengua. En otro momento no habría dudado en hacerlo, pero él le estaba hablando así que se mordió el labio tratando de contener el impulso y dejó de comérselo con la mirada atendiendo a sus palabras, lo único que llegó a entender algo sobre llevarla con él. Se le pasó por la cabeza el pensamiento de que podía ser peligroso, pero tan rápido como vino se fue, nunca se había destacado en ella eso de la precaución, era demasiado impulsiva, si le apetecía hacer algo lo hacía y punto.
- Con lo mucho que me apetece darte un mordisquito, caramelo, no me fugo con un tío en la primera cita – Bromeó guiñando un ojo, fue a empujarle por el pecho para hacerse espacio antes de caer en la tentación y comprobar que sabía tan bien como aparentaba.
Al poner la mano sobre el pecho se fijó por primera vez en el tatuaje negro que tenia sobre el corazón.
Una luna creciente negra se dibujaba sobre el pectoral izquierdo, reclamando su atención. Sin poder evitarlo la recorrió con la yema del dedo índice antes de echar la cabeza hacia atrás y soltar una carcajada.
- No creo en el destino, pero definitivamente esto es una extraña coincidencia.
Aún riendo llevó las manos a la parte baja de su empapada camiseta blanca, que por el agua ya se le pegaba y se transparentaba. Y se la quitó por la cabeza tirándola a un lado y girándose para que el pudiera ver su tatuaje en la escapula.
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La lluvia caía con fuerza por aquel agujero que el chico lobo había abierto, su mirada continuaba fija en los ojos de aquella chica morena y no parecía querer apartar la mirada. Eran ya muchas las gotas que continuaban mojando su cabello y su cuerpo. La figura del temible asesino estaba muy calmada y su cuerpo permanecía inerte mientras si mirada continuaba analizando aquellos ojos felinos que le atraían. No prestaba atención a otra cosa que no fuera aquella mirada salvaje que le llamaba, que le incitaba a seguir mirando y a no apartar la mirada bajo ningún concepto. Parecía ser una chica muy distinta a todas, sin embargo su siguiente comentario hizo que el lobo frunciera el ceño. No le gustaba que hicieran piropos sobre su cuerpo pues muchas solo le hablaban para eso. Sin embargo al verle los ojos corrían despavoridas. Además nombró algo de una cita, cosa que no sabía lo que era el castaño, desconocía el significado de la palabra y alzó una ceja mientras trataba de averiguar el significado pero no podía. Era imposible adivinar que significaba una palabra desconocida. Lo que si era cierto, era lo del mordisco, la chica parecía toda una devoradora sanguinaria.
Ahora fue cuando la chica se apartó un poco saltando de la barra y miró su tatuaje de la luna creciente de color negra. Ella puso su yema del dedo sobre la tinta negra y empezó a recorrerla con el dedo lentamente. El lobo oscuro cerró sus ojos despacio mientras miraba a otro lado y sentía una extraña sensación, como si de un escalofrío se tratase. No estaba acostumbrado a otro tacto que no fuera el de los golpes de la guerra en su cuerpo, el de la fresca agua bañándole en los días de lluvia o el de los rayos de Sol en los días soleados y buenos. Era la primera vez que su piel notaba el tacto. Sus ojos seguían cerrados concentrado sin pensar en nada ni nadie. De repente volvió a escuchar las palabras de la chica, se había quitado la camisera y ahora estaba de espaldas. Le había llamado caramelo, algo que no se había vuelto a esperar y ahora le enseñaba un tatuaje de una luna y tres estrellas. Escuchó de nuevo sus palabras pero negó rápidamente. Al parecer no eran tan distintos como aquella chica de ojos felinos pensaba. El chico ahora no sentía vergüenza ni nada por el estilo.
Estiró su mano despacio hacia el tatuaje de la chica y posó sus dedos sobre su suave piel mientras acariciaba despacio aquella zona marcada. El tacto era suave y tierno, solo tocaba la piel de las personas para dañarla, pero no sintió ganas de hacer nada malo con aquella piel. Además se dio cuenta de todo lo que había dicho la chica desde que llegó, esperaba el dinero por haber cantado y se enfadaba por perder un batido. Aquella chica no parecía ser la típica rica y además no iba acompañada ni nada parecido, el chico lobo no pudo evitar ahora colocar su mano sobre su hombro y girarla despacio hacia él. Se quedó mirando fijamente sus ojos de nuevos con una expresión muy tranquila. A continuación pasó uno de sus dedos por la barbilla de la morena mientras continuaba con la mirada fija en sus ojos. No tardó mucho en meter su otra mano en el pelo de ella, tocándolo de forma calmada y simple. Después de haber hecho aquello, la pegó de repente contra su pecho, había sido un acto protector y posesivo al mismo tiempo, tras aquello se quedó abrazándola despacio mientras le susurraba despacio al oído unas palabras en un tono tranquilo y calmado.
- Vendrás conmigo. Estarás a salvo, allí me ocupare de protegerte. Te daré un camarote y un oficio en el barco, formaras parte de la tripulación de la oscuridad de la que soy líder. No debes preocuparte por nada, voy a cuidar de ti pequeña.
Tras aquellas palabras impropias de alguien como él, se separó un poco de ella mirándola a los ojos fijamente de nuevo mientras rodeaba su cuello con los brazos y después miraba a otro lado intentando que ella no se fijara en sus ojos a la hora de que respondiera.
Ahora fue cuando la chica se apartó un poco saltando de la barra y miró su tatuaje de la luna creciente de color negra. Ella puso su yema del dedo sobre la tinta negra y empezó a recorrerla con el dedo lentamente. El lobo oscuro cerró sus ojos despacio mientras miraba a otro lado y sentía una extraña sensación, como si de un escalofrío se tratase. No estaba acostumbrado a otro tacto que no fuera el de los golpes de la guerra en su cuerpo, el de la fresca agua bañándole en los días de lluvia o el de los rayos de Sol en los días soleados y buenos. Era la primera vez que su piel notaba el tacto. Sus ojos seguían cerrados concentrado sin pensar en nada ni nadie. De repente volvió a escuchar las palabras de la chica, se había quitado la camisera y ahora estaba de espaldas. Le había llamado caramelo, algo que no se había vuelto a esperar y ahora le enseñaba un tatuaje de una luna y tres estrellas. Escuchó de nuevo sus palabras pero negó rápidamente. Al parecer no eran tan distintos como aquella chica de ojos felinos pensaba. El chico ahora no sentía vergüenza ni nada por el estilo.
Estiró su mano despacio hacia el tatuaje de la chica y posó sus dedos sobre su suave piel mientras acariciaba despacio aquella zona marcada. El tacto era suave y tierno, solo tocaba la piel de las personas para dañarla, pero no sintió ganas de hacer nada malo con aquella piel. Además se dio cuenta de todo lo que había dicho la chica desde que llegó, esperaba el dinero por haber cantado y se enfadaba por perder un batido. Aquella chica no parecía ser la típica rica y además no iba acompañada ni nada parecido, el chico lobo no pudo evitar ahora colocar su mano sobre su hombro y girarla despacio hacia él. Se quedó mirando fijamente sus ojos de nuevos con una expresión muy tranquila. A continuación pasó uno de sus dedos por la barbilla de la morena mientras continuaba con la mirada fija en sus ojos. No tardó mucho en meter su otra mano en el pelo de ella, tocándolo de forma calmada y simple. Después de haber hecho aquello, la pegó de repente contra su pecho, había sido un acto protector y posesivo al mismo tiempo, tras aquello se quedó abrazándola despacio mientras le susurraba despacio al oído unas palabras en un tono tranquilo y calmado.
- Vendrás conmigo. Estarás a salvo, allí me ocupare de protegerte. Te daré un camarote y un oficio en el barco, formaras parte de la tripulación de la oscuridad de la que soy líder. No debes preocuparte por nada, voy a cuidar de ti pequeña.
Tras aquellas palabras impropias de alguien como él, se separó un poco de ella mirándola a los ojos fijamente de nuevo mientras rodeaba su cuello con los brazos y después miraba a otro lado intentando que ella no se fijara en sus ojos a la hora de que respondiera.
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En cuanto notó el abrazo kira se tensó, era una persona cariñosa y mimosa por naturaleza, adoraba los abrazos, pero normalmente era ella quien abrazaba y no al revés y mucho menos un desconocido.
Sentía los músculos duros como el acero del pecho y los brazos, ese hombre era un maldito muro de hormigón. Por un momento le preocupó que fuera a aplastarla, por eso de no dejar testigos, aunque no le cuadraba mucho con su actitud hasta ahora. Poco a poco comenzó a relajarse disfrutar del contacto, no todos los días la abraza a una un caramelo andante.
Estaba a punto de decidir si debía o no aprovechar el abrazo para darle un apretón a ese apetitoso trasero cuando oyó como le aseguraba que la llevaría con él a su barco y la protegería.
Su mente se dividía entre el agradecimiento y ternura y la ofuscación.
Le gusto la ternura con que la abrazaba y su forma de llamarla pequeña, le recordaba mejores tiempos con su peculiar auto designada familia.
Pero no soportaba que nadie planeara su vida, por bonita que se la pintaran, y ese tipo no solo había asegurado que la secuestraría (por que por mucho que le ofreciera un empleo no había preguntado si no afirmo, por lo que para ella era secuestro puro y duro) sino que además le permitía protección, como si fuera una niña asustada.
Estaba bastante harta de que su aspecto inocente y aniñado creara en los demás la falsa creencia de que era débil o indefensa.
Se quedó unos segundos más disfrutando del abrazo antes de separarse y ponerse a trajinar por la barra para preparar su hamburguesa, sin dirigirle la mirada, tratando de decidir si estaba más enternecida que ofendida.
Sacó una navaja mediana que tenia oculta en el escote y la abrió con un movimiento de muñeca para ponerse a cortar tomate sobre una tabla.
- Antes de nada, caramelo, déjame decirte que, si me voy contigo será porque quiero y bajo mis condiciones. Te agradezco tus palabras, créeme, y me encantaría formar parte de esa banda, siempre me ha gustado navegar y las bandas...me gusta el ambiente relajado que se crea en ellas.
Sonrió con nostalgia recordando su antigua banda donde se crió, aquella había sido la única familia que había conocido, al menos que ella pudiera recordar.
Todavía sin mirarlo colocó un par de rodajas de tomate sobre unas rebanadas de pan y añadió un par de lonchas de jamón y queso que encontró en un recipiente en la nevera.
- Mis condiciones son simples, no me quedo en sitios cerrados, nadie toca mi chocolate, y a quien se atreva tocarme el culo le corto los dedos y se los sirvo en ensalada.
Metió la carne poco echa de las hamburguesas entre el pan y repitió el proceso haciendo otra igual con doble de carne, luego limpió la navaja bien, la cerro y la devolvió bien oculta a su escote. Luego se sentó de un salto en la barra y lo miro por fin, tendiéndole la hamburguesa doble.
- Y solo para que te quede claro, agradezco la intención, pero ni quiero ni necesito protección, puede que no lo parezca pero me las apaño muy bien solista, me las he arreglado para sobrevivir sola y no necesito que me cuiden, si alguien quiere joderme, que lo intente, no necesito protección, los que me toquen las narices la necesitarán.
Trató de sonar seria, aunque era un tanto complicado hablar seriamente y comer al mismo tiempo.
Se quedó mirando al chico por un buen rato mientras masticaba y entonces trago, se relamió el jugo de tomate de los labios y ladeó la cabeza con. Gesto curioso.
-Por cierto, no es que me moleste llamarte caramelo, pero si realmente vas a pseudosecuestrarme deberías decirme tu nombre, el mío es Kira, a secas
Sentía los músculos duros como el acero del pecho y los brazos, ese hombre era un maldito muro de hormigón. Por un momento le preocupó que fuera a aplastarla, por eso de no dejar testigos, aunque no le cuadraba mucho con su actitud hasta ahora. Poco a poco comenzó a relajarse disfrutar del contacto, no todos los días la abraza a una un caramelo andante.
Estaba a punto de decidir si debía o no aprovechar el abrazo para darle un apretón a ese apetitoso trasero cuando oyó como le aseguraba que la llevaría con él a su barco y la protegería.
Su mente se dividía entre el agradecimiento y ternura y la ofuscación.
Le gusto la ternura con que la abrazaba y su forma de llamarla pequeña, le recordaba mejores tiempos con su peculiar auto designada familia.
Pero no soportaba que nadie planeara su vida, por bonita que se la pintaran, y ese tipo no solo había asegurado que la secuestraría (por que por mucho que le ofreciera un empleo no había preguntado si no afirmo, por lo que para ella era secuestro puro y duro) sino que además le permitía protección, como si fuera una niña asustada.
Estaba bastante harta de que su aspecto inocente y aniñado creara en los demás la falsa creencia de que era débil o indefensa.
Se quedó unos segundos más disfrutando del abrazo antes de separarse y ponerse a trajinar por la barra para preparar su hamburguesa, sin dirigirle la mirada, tratando de decidir si estaba más enternecida que ofendida.
Sacó una navaja mediana que tenia oculta en el escote y la abrió con un movimiento de muñeca para ponerse a cortar tomate sobre una tabla.
- Antes de nada, caramelo, déjame decirte que, si me voy contigo será porque quiero y bajo mis condiciones. Te agradezco tus palabras, créeme, y me encantaría formar parte de esa banda, siempre me ha gustado navegar y las bandas...me gusta el ambiente relajado que se crea en ellas.
Sonrió con nostalgia recordando su antigua banda donde se crió, aquella había sido la única familia que había conocido, al menos que ella pudiera recordar.
Todavía sin mirarlo colocó un par de rodajas de tomate sobre unas rebanadas de pan y añadió un par de lonchas de jamón y queso que encontró en un recipiente en la nevera.
- Mis condiciones son simples, no me quedo en sitios cerrados, nadie toca mi chocolate, y a quien se atreva tocarme el culo le corto los dedos y se los sirvo en ensalada.
Metió la carne poco echa de las hamburguesas entre el pan y repitió el proceso haciendo otra igual con doble de carne, luego limpió la navaja bien, la cerro y la devolvió bien oculta a su escote. Luego se sentó de un salto en la barra y lo miro por fin, tendiéndole la hamburguesa doble.
- Y solo para que te quede claro, agradezco la intención, pero ni quiero ni necesito protección, puede que no lo parezca pero me las apaño muy bien solista, me las he arreglado para sobrevivir sola y no necesito que me cuiden, si alguien quiere joderme, que lo intente, no necesito protección, los que me toquen las narices la necesitarán.
Trató de sonar seria, aunque era un tanto complicado hablar seriamente y comer al mismo tiempo.
Se quedó mirando al chico por un buen rato mientras masticaba y entonces trago, se relamió el jugo de tomate de los labios y ladeó la cabeza con. Gesto curioso.
-Por cierto, no es que me moleste llamarte caramelo, pero si realmente vas a pseudosecuestrarme deberías decirme tu nombre, el mío es Kira, a secas
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La chica estuvo también pegada a él durante unos instantes, los ojos del Cadejo negro continuaban mirando al frente y vigilando la puerta mientras pasaba la mano despacio por sus cabellos. La situación era bastante extraña, realmente era la primera vez que trataba de esa forma a una persona, había visto en la chica algo que no había visto en nadie en su vida. Necesitaba llevársela consigo y secuestrarla si se negaba, su olor fue algo que memorizó enseguida, sería capaz de recordar ese dulce olor en cualquier parte. Su haki ya había reconocido el aura de la chica y ahora sería la primera en su mente. El agua seguía mojando los cabellos del castaño, el agua goteaba de su pelo al de ella y de sus brazos a la espalda de la chica. Todo parecía estar perfecto y no había ningún problema, sin embargo de repente la chica se separó mientras se colocaba detrás de la barra y se ponía a hacer algo mientras le hablaba tranquilamente. Las condiciones eran que iba a ir bajo su propia voluntad, la secuestraria si se negaba, le dio un antojo de aquella chica o algo así, después dijo que le gustaba el ambiente calmado de las bandas.
Un ambiente calmado con los de su banda era algo imposible, sobre todo con el peli rosa que iba quemando todo a su paso. Con el monje, Etsu y Vince tal vez si habría algo más de paz y tranquilidad. Pero por el momento no había ningún problema serio con aquella banda. Después la chica dijo una serie de condiciones, la primera no había ningún problema en ello, el barco tenía camarotes con ventanas al exterior. La segunda esperaba que no pasara nada malo si alguien se lo comía sin querer y la tercera le parecía aceptable mientras que la ensalada no fuera para él, no le gustaba mucho la verdura. Después observó que la chica estaba cocinando por lo que se veía, le tendió una deliciosa hamburguesa y el asesino estiró la mano tomándola para después morderla y comerse un trozo. Adoraba la carne sobre todas las cosas y aquella era deliciosa sin duda alguna. La chica había hecho una deliciosa merienda y ahora continuaba hablando. Decía no necesitar protección, una lástima, pues le gustara o no, el lobo negro no iba a dejar que le pasara nada. Por último aquella chica de ojos preciosos dijo llamarse Kira y le preguntó su nombre.
En ese momento el castaño sonrió de lado dándole otro mordisco a la hamburguesa, masticando y triturando bien la carne con sus afilados dientes. Tragó de nuevo mientras cerraba los ojos y suspiraba despacio con calma. Tras aquello dirigió su mirada de nuevo hacia donde la chica. Se quedó unos segundos mirándola fijamente sin contestarle ni nada parecido, simplemente clavó sus ojos en los suyos mientras notaba como la tormenta parecía parar. Al parecer la lluvia estaba finalizando y eso era algo bueno para poder navegar y volver al barco. El castaño estiró su mano hacia la chica y acariciando su nuca muy despacio la acercó a él. Volvió a mirarla con una expresión seria y calmada para después fijarse en un trozo de carne en su labio inferior. Se acercó despacio y cerró los ojos abriendo su boca y mordiendo suavemente el labio inferior de la chica mientras se llevaba el trozo de carne despacio a su boca mientras se relamía. Después se volvió a sentar bien soltándola y se cruzó de brazos mientras le respondió calmadamente con su tono de voz habitual.
- Tus condiciones me parecen bien. Pero lo lamento, me da igual lo fuerte que seas, ahora eres parte de los míos y daré mi vida para defenderte de cualquiera, ya puedas tu sola o no. Hay camarotes con ventanas y nadie tocara tus cosas si las guardas en tu camarote o en el mío, ahí no entra nadie. Bonito nombre Kira a secas, a mí puedes llamarme de cinco formas, usa la que más te guste. Me suelen llamar Lobo, Pesadilla, Nigthmare, Capitán o por mi verdadero nombre. Me llamo Kedra.
Tras decirle aquello volvió a masticar un trozo de hamburguesa hasta comerse todo y no dejar ni rastro. A continuación se levantó de su sitio mientras observaba el cielo por el agujero del tejado. Iba siendo hora de partir. Miró un momento a la puerta para después mirar a la chica, de esa forma entendería que la hora de irse había llegado. Lo único que hizo el lobo negro, fue estirar su mano despacio ofreciéndosela a la morena en señal de que la tomara y le siguiera a fuera, pues iban a poner rumbo al barco. Lo tenía decidido, iba a proteger a la chica pasase lo que pasase, no entendía el porqué, pero era su decisión.
Un ambiente calmado con los de su banda era algo imposible, sobre todo con el peli rosa que iba quemando todo a su paso. Con el monje, Etsu y Vince tal vez si habría algo más de paz y tranquilidad. Pero por el momento no había ningún problema serio con aquella banda. Después la chica dijo una serie de condiciones, la primera no había ningún problema en ello, el barco tenía camarotes con ventanas al exterior. La segunda esperaba que no pasara nada malo si alguien se lo comía sin querer y la tercera le parecía aceptable mientras que la ensalada no fuera para él, no le gustaba mucho la verdura. Después observó que la chica estaba cocinando por lo que se veía, le tendió una deliciosa hamburguesa y el asesino estiró la mano tomándola para después morderla y comerse un trozo. Adoraba la carne sobre todas las cosas y aquella era deliciosa sin duda alguna. La chica había hecho una deliciosa merienda y ahora continuaba hablando. Decía no necesitar protección, una lástima, pues le gustara o no, el lobo negro no iba a dejar que le pasara nada. Por último aquella chica de ojos preciosos dijo llamarse Kira y le preguntó su nombre.
En ese momento el castaño sonrió de lado dándole otro mordisco a la hamburguesa, masticando y triturando bien la carne con sus afilados dientes. Tragó de nuevo mientras cerraba los ojos y suspiraba despacio con calma. Tras aquello dirigió su mirada de nuevo hacia donde la chica. Se quedó unos segundos mirándola fijamente sin contestarle ni nada parecido, simplemente clavó sus ojos en los suyos mientras notaba como la tormenta parecía parar. Al parecer la lluvia estaba finalizando y eso era algo bueno para poder navegar y volver al barco. El castaño estiró su mano hacia la chica y acariciando su nuca muy despacio la acercó a él. Volvió a mirarla con una expresión seria y calmada para después fijarse en un trozo de carne en su labio inferior. Se acercó despacio y cerró los ojos abriendo su boca y mordiendo suavemente el labio inferior de la chica mientras se llevaba el trozo de carne despacio a su boca mientras se relamía. Después se volvió a sentar bien soltándola y se cruzó de brazos mientras le respondió calmadamente con su tono de voz habitual.
- Tus condiciones me parecen bien. Pero lo lamento, me da igual lo fuerte que seas, ahora eres parte de los míos y daré mi vida para defenderte de cualquiera, ya puedas tu sola o no. Hay camarotes con ventanas y nadie tocara tus cosas si las guardas en tu camarote o en el mío, ahí no entra nadie. Bonito nombre Kira a secas, a mí puedes llamarme de cinco formas, usa la que más te guste. Me suelen llamar Lobo, Pesadilla, Nigthmare, Capitán o por mi verdadero nombre. Me llamo Kedra.
Tras decirle aquello volvió a masticar un trozo de hamburguesa hasta comerse todo y no dejar ni rastro. A continuación se levantó de su sitio mientras observaba el cielo por el agujero del tejado. Iba siendo hora de partir. Miró un momento a la puerta para después mirar a la chica, de esa forma entendería que la hora de irse había llegado. Lo único que hizo el lobo negro, fue estirar su mano despacio ofreciéndosela a la morena en señal de que la tomara y le siguiera a fuera, pues iban a poner rumbo al barco. Lo tenía decidido, iba a proteger a la chica pasase lo que pasase, no entendía el porqué, pero era su decisión.
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Kira se quedó un poco confundida ¿realmente acababa ese tipo gigantón de morderle el labio?
Le miró apartarse tan tranquilo, si, le había mordido un labio y ahora se relamía… definitivamente iba a ser interesante formar parte de la tripulación de este chico.
Soltó una pequeña carcajada y se relamió también, mientras escuchaba como le decía sus apodos y su nombre.
-Hm los cinco están bien, pero caramelo te sienta mejor
Vio como él terminaba su hamburguesa rápidamente y se apresuró a terminar la suya, la tormenta parecía amainar poco a poco y se había decidido a darle una oportunidad a esa tripulación, banda o lo que quiera que fuera lo que ese hombre dirigía, algo le decía que si aceptaba no se arrepentiría.
En pocos minutos, la lluvia paró definitivamente, y después de mirar el cielo, él le tendió la mano para que lo acompañara.
-Dame un minuto, mis cosas están en el almacén. Además, no es que me avergüence de esto pero no tengo ganas de pillar un resfriado de los que hacen historia.
Señaló su torso sin camiseta, solo con aquel sujetador, la verdad es que no se avergonzaba en absoluto, sabía que estaba de muy buen ver y no entendía por que debería avergonzarse por ello, al fin y al cabo, como uno de sus viejos camaradas solía decir, “no que no se luce se pudre”.
Caminó entre los humeantes rescoldos de la taberna, apartando a pataditas trozos de madera, sillas o mesas y llegó a una puerta al fondo que daba al almacén en donde guardaban las existencias.
Probó a abrirla, pero el pomo estaba medio derretido, bufó molesta y pegó una patada fuerte, partiendo la cerradura y saltando parte de la puerta y el marco. Entró dentro y caminó por el lugar.
La habitación había salido bien parada y no había daños, era lo único que no estaba quemado o destrozado. Se dirigió al fondo, donde había acumulados unos cuantos bidones. Encima de ellos, había una enorme mochila donde guardaba todas sus cosas.
La abrió y rebuscó, sacando una sudadera grande y negra y se la puso, dejándose la capucha puesta.
Se echó la mochila a la espalda ajustándose bien las correas y salió de nuevo esquivando de nuevo restos humeantes, camino de cadáver en caber recuperando sus dagas y las limpió en un cuerpo de marine antes de volver a guardarlas en sus respectivas fundas y se acercó a kedra con una sonrisa.
-Lista, cuando quieras nos vamos
De pronto se quedó quieta y se llevó la mano al hombro sacándose la mochila de un lado
-Me olvidaba de yuki.
Rebuscó dentro de la mochila, pero no encontraba nada, comenzó a mirar en todos los bolsillos y rincones desesperada. ¿Sería posible que su querida mascota hubiera salido de alguna manera del almacén y hubiera acabado en el fuego?
-Yuki... ¿Dónde estás pequeño?
Estaba a punto de tirarse de los pelos cuando la parte delantera de su sudadera comenzó moverse.
-¿Qué demonios?
Cogió el cuello de la camiseta estirándolo para mirar dentro y soltó una carcajada.
De entre sus pechos asomaba una bola de pelos blanca que enseguida corrió por su cuerpo hasta hacerse una bolita en su cuello.
-Rata tonta, me asustaste, en fin, ahora sí, ya estoy lista
Le sonrió al chico acercándose a él lista para marcharse, mirándole tranquilamente, como si no acabara de ver salir a un ratón blanco de ojos rojos de entre sus tetas.
Le miró apartarse tan tranquilo, si, le había mordido un labio y ahora se relamía… definitivamente iba a ser interesante formar parte de la tripulación de este chico.
Soltó una pequeña carcajada y se relamió también, mientras escuchaba como le decía sus apodos y su nombre.
-Hm los cinco están bien, pero caramelo te sienta mejor
Vio como él terminaba su hamburguesa rápidamente y se apresuró a terminar la suya, la tormenta parecía amainar poco a poco y se había decidido a darle una oportunidad a esa tripulación, banda o lo que quiera que fuera lo que ese hombre dirigía, algo le decía que si aceptaba no se arrepentiría.
En pocos minutos, la lluvia paró definitivamente, y después de mirar el cielo, él le tendió la mano para que lo acompañara.
-Dame un minuto, mis cosas están en el almacén. Además, no es que me avergüence de esto pero no tengo ganas de pillar un resfriado de los que hacen historia.
Señaló su torso sin camiseta, solo con aquel sujetador, la verdad es que no se avergonzaba en absoluto, sabía que estaba de muy buen ver y no entendía por que debería avergonzarse por ello, al fin y al cabo, como uno de sus viejos camaradas solía decir, “no que no se luce se pudre”.
Caminó entre los humeantes rescoldos de la taberna, apartando a pataditas trozos de madera, sillas o mesas y llegó a una puerta al fondo que daba al almacén en donde guardaban las existencias.
Probó a abrirla, pero el pomo estaba medio derretido, bufó molesta y pegó una patada fuerte, partiendo la cerradura y saltando parte de la puerta y el marco. Entró dentro y caminó por el lugar.
La habitación había salido bien parada y no había daños, era lo único que no estaba quemado o destrozado. Se dirigió al fondo, donde había acumulados unos cuantos bidones. Encima de ellos, había una enorme mochila donde guardaba todas sus cosas.
La abrió y rebuscó, sacando una sudadera grande y negra y se la puso, dejándose la capucha puesta.
Se echó la mochila a la espalda ajustándose bien las correas y salió de nuevo esquivando de nuevo restos humeantes, camino de cadáver en caber recuperando sus dagas y las limpió en un cuerpo de marine antes de volver a guardarlas en sus respectivas fundas y se acercó a kedra con una sonrisa.
-Lista, cuando quieras nos vamos
De pronto se quedó quieta y se llevó la mano al hombro sacándose la mochila de un lado
-Me olvidaba de yuki.
Rebuscó dentro de la mochila, pero no encontraba nada, comenzó a mirar en todos los bolsillos y rincones desesperada. ¿Sería posible que su querida mascota hubiera salido de alguna manera del almacén y hubiera acabado en el fuego?
-Yuki... ¿Dónde estás pequeño?
Estaba a punto de tirarse de los pelos cuando la parte delantera de su sudadera comenzó moverse.
-¿Qué demonios?
Cogió el cuello de la camiseta estirándolo para mirar dentro y soltó una carcajada.
De entre sus pechos asomaba una bola de pelos blanca que enseguida corrió por su cuerpo hasta hacerse una bolita en su cuello.
-Rata tonta, me asustaste, en fin, ahora sí, ya estoy lista
Le sonrió al chico acercándose a él lista para marcharse, mirándole tranquilamente, como si no acabara de ver salir a un ratón blanco de ojos rojos de entre sus tetas.
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El lobo negro observó como ahora la chica decía que iba a por sus cosas, este decidió esperarla sentándose ahora en una silla. Cerró sus ojos despacio mientras suspiraba y se cruzaba de brazos a esperar a que ella saliera. Debían largarse de aquel lugar cuanto antes, la muerte invadía la taberna y los cadáveres se hallaban por todos lados. Los dorados ojos del luchador observaban los cortes realizados en las presas de la morena, él era buen médico y se puso a pensar un poco. Esos cortes estaban hechos de una forma que fueran muy difícil cerrar la herida, debía girar la hoja o algo por el estilo, además no buscaba puntos vitales en algunos, como si quisiera simplemente hacerles sufrir para después rematarlos. Era mucha sangre fría, de todas formas no le molestaba, prefería eso a alguien que no soportara mancharse las uñas o algo por el estilo. Estiró su mano despacio cogiendo la cabeza de uno de ellos mirando los cortes, después de aquello lo tiró al suelo como si un simple insecto fuese. Se llevó ambas manos tras la nuca y suspiró esperando a que la chica volviera, cosa que no tardó mucho en pasar pues en poco tiempo salió con su mirada habitual.
Vestía con una sudadera negra y portaba una mochila, ella la puso en el suelo y empezó a buscar preocupada, no sabía qué diablos estaba buscando con tanto empeño. Sin embargo había otro olor, un olor a animal que estaba cercano a la chica y de la mochila no venía. Se quedó esperando a ver lo que pasaba cuando de repente cerró la mochila y se miró dentro de la sudadera, justo de donde procedía aquel olor tan extraño. Resultó ser el olor de un pequeño roedor, una rata blanca que la chica nombró por el nombre de Yuki mientras lo buscaba. Ese animal era una buena idea, estaría bueno en un bocadillo con salsa barbacoa y acompañado de un refresco, sin embargo la chica no parecía querer comérselo, más bien lo contrario, protegerlo. Mientras que el animal no se metiera en sus asuntos no pasaría nada de nada, ahora se giró dándole la espalda a la chica mientras cerraba los ojos, la tormenta ya había parado, era la hora perfecta para salir y dirigirse al barco. No habían quedado supervivientes, no habría pruebas de lo que había pasado allí y por ello no debía preocuparse por nada. Sin embargo no había tiempo y los marines de alto rango podían llegar en cualquier momento a molestarlos o a tratar de arrestarlos, cosa que no iba a pasar.
- Muy bien, ahora que no hay más interrupciones es la hora de largarse Kira. Comienza tu nueva vida, tu vida junto a un asesino.
El castaño salió con ella y miró hacia el puerto empezando a caminar de forma tranquila, desde lo lejos ya se podía ver un enorme barco de velas blancas. Sin embargo la madera era negra como el carbón y tenía un aspecto bastante tétrico, no podía ser menos, en la bandera se veía la calavera de un lobo con dos sables rodeando su cabeza. Las pisadas del chico levantaban agua debido a los charcos formados por la tormenta que había ocurrido durante ese día. Miró a su lado para observarla unos segundos y comprobar que estuviera bien, después se relajó desactivando su Haki de observación y metiendo sus manos en los bolsillos de forma tranquila y calmada. El día había estado bien, no habían pasado muchos peligros ya había conseguido a una nueva chica para la tripulación, aunque pronto no iba a ser solo una chica, la asesina iba a ser algo más para el lobo de las sombras.
Vestía con una sudadera negra y portaba una mochila, ella la puso en el suelo y empezó a buscar preocupada, no sabía qué diablos estaba buscando con tanto empeño. Sin embargo había otro olor, un olor a animal que estaba cercano a la chica y de la mochila no venía. Se quedó esperando a ver lo que pasaba cuando de repente cerró la mochila y se miró dentro de la sudadera, justo de donde procedía aquel olor tan extraño. Resultó ser el olor de un pequeño roedor, una rata blanca que la chica nombró por el nombre de Yuki mientras lo buscaba. Ese animal era una buena idea, estaría bueno en un bocadillo con salsa barbacoa y acompañado de un refresco, sin embargo la chica no parecía querer comérselo, más bien lo contrario, protegerlo. Mientras que el animal no se metiera en sus asuntos no pasaría nada de nada, ahora se giró dándole la espalda a la chica mientras cerraba los ojos, la tormenta ya había parado, era la hora perfecta para salir y dirigirse al barco. No habían quedado supervivientes, no habría pruebas de lo que había pasado allí y por ello no debía preocuparse por nada. Sin embargo no había tiempo y los marines de alto rango podían llegar en cualquier momento a molestarlos o a tratar de arrestarlos, cosa que no iba a pasar.
- Muy bien, ahora que no hay más interrupciones es la hora de largarse Kira. Comienza tu nueva vida, tu vida junto a un asesino.
El castaño salió con ella y miró hacia el puerto empezando a caminar de forma tranquila, desde lo lejos ya se podía ver un enorme barco de velas blancas. Sin embargo la madera era negra como el carbón y tenía un aspecto bastante tétrico, no podía ser menos, en la bandera se veía la calavera de un lobo con dos sables rodeando su cabeza. Las pisadas del chico levantaban agua debido a los charcos formados por la tormenta que había ocurrido durante ese día. Miró a su lado para observarla unos segundos y comprobar que estuviera bien, después se relajó desactivando su Haki de observación y metiendo sus manos en los bolsillos de forma tranquila y calmada. El día había estado bien, no habían pasado muchos peligros ya había conseguido a una nueva chica para la tripulación, aunque pronto no iba a ser solo una chica, la asesina iba a ser algo más para el lobo de las sombras.
kira "killer honey"
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Kira sonrió acariciando al animal en su hombro con delicadeza mientras Kedra la miraba, por un segundo tubo la impresión de que miraba a su mascota como si fuera un tentempié. Contuvo una carcajada y metió al ratón en el amplio bolsillo de la sudadera, mejor retirarle la tentación de delante. Apreciaba bastante a ese animalejo peludo, de modo que prefería evitar que terminara convertido en aperitivo.
Le escuchó decir que debían irse y que comenzaba una nueva vida para ella.
Sonrió de medió lado, colocándose la mochila de nuevo.
- Una nueva vida ¿eh? Suena bastante divertido.
Comenzó a caminar detrás de él sin quitarle la mirada de encima, se movía de forma segura, como si el resto del mundo no le importara lo más mínimo. Sus pasos no hacían casi ruido, solo un ligero “chof” cuando pisaba alguno de los charcos creados por la tormenta.
Se arremolinó en su sudadera ante el aire frío de la noche. Miró hacia el puerto y vio la sombra de un navío acercarse, escudriñó en la oscuridad con curiosidad.
Se trataba de un barco de madera negra como la noche y velas blancas y relucientes, sin duda algo tétrico, pero no le disgustaba, al contrario, le parecía curioso y con encanto, un barco con personalidad, como decía ella.
Se preguntó cuántos miembros más vivirían allí y una parte de ella permaneció excitada, adoraba conocer gente, era una persona bastante sociable, le encantaba bromear, divertirse y era bastante cariñosa, pero tenía un carácter insoportable cuando estaba de mal humor o alguien le tocaba las narices.
Había crecido en medio de bucaneros, por lo que eso de los lujos y modales exquisitos no iba con ella. Ella prefería las cosas claras y sencillas. A veces era demasiado directa y sabía que su bocaza la metía en más de un aprieto, pues decía siempre lo primero que pensaba, sin ningún tipo de amortiguador.
Esperaba llevarse bien con sus nuevos compañeros, pues aunque lo que pensaran los demás de ella le importaba más bien poco o nada, si iba a convivir con aquella gente, le gustaría llevarse bien y en cierto modo sentirse en casa, como hacía mucho tiempo que no se sentía.
La había dicho al castaño que le gustaba el aire de tranquilidad de las bandas piratas, tal vez esa no era la expresión correcta, lo que a ella le gustaba no era la tranquilidad, si no ese aire familiar, vivir viajando todos juntos y en constantes escaramuzas solía crear cierta cercanía, casi como una familia, con sus peleas gritos y desacuerdos, pero una familia, de esas que te hacen sonreír. Y ella hacía mucho que había perdido a la sula.
Ni siquiera recordaba a sus padres, por no recordar, no recordaba ni de donde era, o si su familia biológica seguía viva.
Miró hacia delante, al chico que caminaba, mirando hacia atrás para asegurarse de que ella le seguía.
Sonrió con sinceridad. Ese tipo le llamaba mucho la atención, no solo por que estuviera realmente como un queso, si no que algo en sus ojos le atraía.
Caminó más rápido hasta ponerse a su altura y como si le conociera de toda la vida se enganchó a su brazo avanzando hacia el barco.
- Espero que ahí dentro tengas chocolate, tengo ganas de un batido.
Sin esperar respuesta saltó a la cubierta aguantando el equilibrio y suspiro mirando a su alrededor.
No estaba mal, era un lugar amplio y parecía agradable. Sonrió de forma burlona y tomó aire profundamente.
- Bueno chicos malos, vuestra pesadilla está en casa
Le escuchó decir que debían irse y que comenzaba una nueva vida para ella.
Sonrió de medió lado, colocándose la mochila de nuevo.
- Una nueva vida ¿eh? Suena bastante divertido.
Comenzó a caminar detrás de él sin quitarle la mirada de encima, se movía de forma segura, como si el resto del mundo no le importara lo más mínimo. Sus pasos no hacían casi ruido, solo un ligero “chof” cuando pisaba alguno de los charcos creados por la tormenta.
Se arremolinó en su sudadera ante el aire frío de la noche. Miró hacia el puerto y vio la sombra de un navío acercarse, escudriñó en la oscuridad con curiosidad.
Se trataba de un barco de madera negra como la noche y velas blancas y relucientes, sin duda algo tétrico, pero no le disgustaba, al contrario, le parecía curioso y con encanto, un barco con personalidad, como decía ella.
Se preguntó cuántos miembros más vivirían allí y una parte de ella permaneció excitada, adoraba conocer gente, era una persona bastante sociable, le encantaba bromear, divertirse y era bastante cariñosa, pero tenía un carácter insoportable cuando estaba de mal humor o alguien le tocaba las narices.
Había crecido en medio de bucaneros, por lo que eso de los lujos y modales exquisitos no iba con ella. Ella prefería las cosas claras y sencillas. A veces era demasiado directa y sabía que su bocaza la metía en más de un aprieto, pues decía siempre lo primero que pensaba, sin ningún tipo de amortiguador.
Esperaba llevarse bien con sus nuevos compañeros, pues aunque lo que pensaran los demás de ella le importaba más bien poco o nada, si iba a convivir con aquella gente, le gustaría llevarse bien y en cierto modo sentirse en casa, como hacía mucho tiempo que no se sentía.
La había dicho al castaño que le gustaba el aire de tranquilidad de las bandas piratas, tal vez esa no era la expresión correcta, lo que a ella le gustaba no era la tranquilidad, si no ese aire familiar, vivir viajando todos juntos y en constantes escaramuzas solía crear cierta cercanía, casi como una familia, con sus peleas gritos y desacuerdos, pero una familia, de esas que te hacen sonreír. Y ella hacía mucho que había perdido a la sula.
Ni siquiera recordaba a sus padres, por no recordar, no recordaba ni de donde era, o si su familia biológica seguía viva.
Miró hacia delante, al chico que caminaba, mirando hacia atrás para asegurarse de que ella le seguía.
Sonrió con sinceridad. Ese tipo le llamaba mucho la atención, no solo por que estuviera realmente como un queso, si no que algo en sus ojos le atraía.
Caminó más rápido hasta ponerse a su altura y como si le conociera de toda la vida se enganchó a su brazo avanzando hacia el barco.
- Espero que ahí dentro tengas chocolate, tengo ganas de un batido.
Sin esperar respuesta saltó a la cubierta aguantando el equilibrio y suspiro mirando a su alrededor.
No estaba mal, era un lugar amplio y parecía agradable. Sonrió de forma burlona y tomó aire profundamente.
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