Triple encuentro en el horno. (Tahika, Midorima y Iro) (Privado) (Pasado)

El caluroso Sol azotaba aquel desierto con fuerza, era una sensación totalmente horrible. No había rastro de nubes por ningún lado, parecía que iba a ser un día muy caluroso. En la orilla que daba al mar, se pudo ver un bote, desde el bote había unas huellas que conducían al desierto. Estas huellas pertenecían a una chica que caminaba agotada. Su pelo era naranja como el sol del atardecer, sus ojos azulados celestes. Su piel era pálida y suave. Era de mediana estatura y vestía con una sudadera de manga corta morada, unos pantalones cortos negros y unas botas negras. En su espalda portaba una enorme arma envuelta en vendas, parecía un mandoble incluso más grande que ella, sin embargo estaba ya acostumbrada a llevarlo siempre consigo. En su cinturón portaba seis botellas de agua, tres a cada lado y eso la mantenía tranquila sabiendo que no moriría de sed.

Se trataba de Tahika, una cazadora que estaba buscando a una presa. En este caso a un pirata que según tenía entendido, vestía con una chaqueta de cuero negra, tenía pelo azulado corto y ojos negros. Este tipo contaba con un grupo de piratas a su servicio y su cabeza estaba valorada de 5.000.000 Berries. Cinco millones que le vendrían muy bien para ahorrar como buena cazadora. La chica tenía un ligero dolor de cabeza debido al calor pero no le importaba mucho y seguía caminando de forma tranquila. Sus pasos hacían sus botas se hundieran en la arena una y otra vez y era bastante molesto. Frunció el ceño mientras seguía caminando buscando una posible pista sobre aquellos hombres. Según su información, esos tipos habían atacado hacía poco un puerto de una isla anónima del Grand Line, además el líder ya había matado a varios marines, tras aquello se supo que huyeron al desierto de Sarden.

- Este calor es horrible.

Dijo la chica mientras las gotas de sudor caían por su cabeza y su frente, estaba deseando darse una buena ducha o por el contrario tumbarse en una sala con un ventilador gigante. Odiaba los sitios de calor, a ella le gustaba mucho más el frio, pero por el dinero hacía cualquier cosa y ahora estaba demostrándolo. En su rostro de repente apareció una sonrisa un tanto sádica mientras llevaba su mano derecha a una de las botellas de su cinturón. Estiró su mano del todo para sacarla y abrirla. Bebió un poco de ella refrescándose los labios y la garganta para después echarse un poco sobre el rostro. Acto seguido la guardó en su sitio y siguió caminando buscando aquellos tipos.

No tenía más pistas y sabiendo lo gigantesco que era aquel lugar, lo tenía muy complicado, era una sensación de impotencia el saber que quizás fracasaba y no los encontraba. Desde que cazó al general de la revolución, no había vuelto a pelear con nadie más y eso la molestaba bastante. El Sol continuaba pegando con fuerza, por fin los ojos de la peli naranja pudieron ver una especie de arboles y un rio a unos doscientos metros de su posición. Tardaría todavía unos minutos en llegar pero allí podría estar a la sombra unos instantes, algo más animada sonrió con dulzura mientras empezaba a dirigirse al lugar de forma calmada y tranquila. Había pasado por cosas mucho peores que aquello y no pensaba rendirse allí.

Tahika se encontraba ya a poca distancia de aquel lugar, el oasis cada vez estaba más cerca y podría darse un pequeño baño aunque se debilitase, al menos esperaba que hubiese una zona que no cubriese mucho para poder bañarse. Sacó otra de las botellas y no tardo casi nada en bebérsela totalmente debido a la sed que llevaba consigo. Se había bebido hacia poco la otra botella, pero al menos podría llenarlas, además tendría sombra y un buen descanso, no era una suite de un hotel pero no podía quejarse. Tal vez era un buen sitio para atrapar a los criminales, siguió caminando mientras iba pensando en sus cosas de forma calmada y tranquila esperando que no fueran muy poderosos pues ella estaba sola.

Sus pasos finalmente la llevaron hasta le orilla del rio, no se fijó en si había alguien cerca o no pues su primer objetivo era meter la cabeza en el líquido de la vida lo más rápido posible para poder refrescarse de forma tranquila. Así lo hizo pues metió su cabeza cerrando los ojos notando una pequeña debilidad y como su cabello y rostro recibían el agua fresquita de aquel rio. Abrió los ojos un poco mientras observaba y bebía del líquido transparente hasta dejar su sed calmada. Acto seguido sacó la cabeza del agua mientras sonreía notando las gotas cayendo por toda su espalda, le dio un pequeño escalofrío debido a lo fría que estaba el agua pero después no le dio importancia alguna. Sacó su mandoble de su espalda y la colocó en el suelo, empezó a quitarle las vendas, era un pedazo de arma increíble debido al tamaño de casi dos metros, también era ancha. Una vez le quitó los vendajes acaricio su arma con la mano despacio mientras sonreía.

Era un espadón repleto de pinchos de acero afilados, un golpe de esa cosa aplastaría y reventaría la carne en una buena área como podía ser todo el estomago de una persona o explotarle la cabeza. Le encantaba esa arma, además gracias a las vendas, mantenía el factor sorpresa para que nadie supiera que arma portaba y se arriesgara más a acercarse a ella, la chica peleaba en distancia corta pues tenía pocos ataques a larga distancia. Cogió su arma con una mano metiéndola en el rio mientras la dejaba unos segundos allí metida para después sacarla notando como el agua bajaba por las terribles agujas de acero de forma lenta y tranquila. La peli naranja sonrió satisfecha para después acercarse y pasar su lengua por una de las agujas de forma sádica y algo sonriente al mismo tiempo.

Ahora dejó el arma en el suelo y volvió a envolverla de forma calmada mientras suspiraba colocándola en su regazo y se metía debajo de una palmera para después tumbarse boca arriba entrecerrando los ojos, estaba tan a gusto que estaba a punto de quedarse dormida. Su rostro inocente estaba sombrío dejando caer sus cabellos sobre su rostro, estaba más cómoda y solo pensaba en tomarse un descanso, sin embargo no podía permitirse algo así pues podrían pillarla por sorpresa y matarla o hacerle algo peor. No se fiaba de casi nadie y ahora sostuvo el mango de su arma en su mano derecha preparada por si debía darle un golpe a alguien que se acercara a ella.

- Con lo a gusto que se está, me quedaba a aquí a echarme una buena siesta con algo de buena compañía.

Dijo con una pequeña carcajada metida en sus fantasías mientras la sombra la tapaba totalmente gracias a la palmera bajo la que estaba.