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Akuma no mi
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Como siempre todo monótono, aburrido, la vida sin color...Navegaba en un barco junto con mi pequeño oso demoníaco, Monokuma, este estaba tumbado en una esquina del barco durmiendo plácidamente, yo observaba el lugar al que nos dirigíamos, la isla Lavengre, una isla extraña más que nada porque...no tenía nada normal y era un lugar ideal para alguien como yo.
Esta vez no iba vestida como una auténtica agente del gobierno, sino que llevaba una chaqueta con una camisa blanca y una minifalda roja, no me gustaba complicarme la vida a la hora de vestir así que iba a lo sencillo.
Cada vez estábamos más cerca de la famosa isla y al cabo de una media conseguí bajar del maldito barco que tan incómodo era, cuando llegué lo más raro que vi fue un hombre sobando a una vaca... "vaya...que buena relación tienen por aquí los dueños con sus animales..." espero que con la gente no sean iguales, aunque bueno, quizás si mi interior se despierta revolucione todo esto...pero por ahora no creo que lo haga...por ahora...
Caminé por las calles en busca de algo interesante pero nada, así que en cuanto vi que había una taberna cerca no tardé en entrar y ponerme a tomar algo, específicamente una copa de ron, el ambiente estaba calmado y un poco aburrido, no había casi nadie y hacía un montón de calor, así que no me quedó otra más que suspirar.
-Hace tiempo que no tengo diversión, exactamente una semana que no tomo nada, le falta color a la vida de esta forma, mmm no estaría mal encontrar "algo" por aquí que me despeje o que me haga pasarlo bien durante un buen rato-hablé en voz alta para mi misma mientras le pegaba un sorbo a mi copa.
Steve
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Akuma no mi
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Había cogido un bote y me había echado a la mar, teniendo solamente mi espada y mi ropa, seguramente hubiese acabado muerto en la travesía si no hubiese contado con el poder de mi akuma, porque a mitad de la travesía me encontré con unos piratas muy amables que me intentaron matar, pero acabaron sangrando bajo mis manos y a posteriori, de los tiburones que poblaban esas aguas, unas bestias que acabaron con los cuerpos en pocos minutos.
-Es increíble lo cruda que puede ser la naturaleza ¿no es así Midori?-Hablaba con la llama que se decidió a manifestarse a partir de mi cabeza y revolotear un poco por un espacio amplio.
-Cierto es que si, pero más importante es ¿acaso esa crudeza puede compararse mínimamente a la humana?-Dijo antes de dar unas vueltas mas a alrededor del barco y volver a entrar dentro de mi cuerpo.
Decidí que lo mejor sería investigar el barco, seguro que tenían un gran tesoro, y no me equivocaba no, tenían un “gran” tesoro, un enorme cargamento de todo tipo de estupefacientes, una cantidad tan enorme que podría hacer que varios drogadictos se vendieran de diversas formas solo por una pequeña cantidad, era magnifico y como no sabía cuando llegaríamos no toque ninguna, ahora sí que tenía que cuidar la integridad del barco, aunque segundos antes me diese totalmente igual.
Tras largas horas de travesía y eche anclas con el barco, llegue a una isla, por fin podría aprovechar ese cargamento sin morir ahogado por chocarme con unas rocas, así que volví a bajar para coger dos bolsas que tenían unos polvos blancos que brillaban como si fuesen pequeñas estrellas y me los guarde en mi chaqueta oscura, y me dirigí al pueblo para ver algún hostal o al menos una taberna donde pudiese hacer uso de esos polvos brillantes.
Había bajado del barco y estaba dando vueltas por varias calles, el hecho de que la gente allí no fuese muy normal me quitaba un peso de encima, ya que no sería cosa extraña que un loco se pasease por ahí gritando cosas de unicornios u otras cosas, así que podía aprovechar al máximo mi estadía en aquella isla de la que no sabía ni el nombre, pero estaba seguro de que acabaría teniendo un recuerdo en mi memoria, fuese bueno o malo.
Al final acabe en una pequeña taberna, escondida entre calles, el local era oscuro, ya que había una ventana, al lado de la puerta principal de madera y poco más, así que en el lugar había unas cuantas velas y poco mas, lo suficiente para alumbrar un poco, aunque hacía un calor exagerado, así que me dirigí al primer sitio libre que encontré, al lado estaba una chica de pelo color rubio claro y recogido en dos coletas, mientras la oía terminar una frase, diciendo que buscaba algo que la hiciera pasar bien un rato, depende de sus gustos , pero solía haber dos cosas una era follar, y otra era lo que llevaba yo encima, así que lo saque de un bolsillo interior y se lo puse delante de ella.
-Esto te aportara muuuuuuuuuuuucha diversión, créeme.-Le decía mientras con un cuchillo abría el paquete y le hacía un gesto para que lo probase-Solo tienes que darle un lametón y te sentirás en lo más alto.-Y tras decir esto cogí otro cuchillo que había sobre la mesa y chupe yo para empezar a alucinar.
-Es increíble lo cruda que puede ser la naturaleza ¿no es así Midori?-Hablaba con la llama que se decidió a manifestarse a partir de mi cabeza y revolotear un poco por un espacio amplio.
-Cierto es que si, pero más importante es ¿acaso esa crudeza puede compararse mínimamente a la humana?-Dijo antes de dar unas vueltas mas a alrededor del barco y volver a entrar dentro de mi cuerpo.
Decidí que lo mejor sería investigar el barco, seguro que tenían un gran tesoro, y no me equivocaba no, tenían un “gran” tesoro, un enorme cargamento de todo tipo de estupefacientes, una cantidad tan enorme que podría hacer que varios drogadictos se vendieran de diversas formas solo por una pequeña cantidad, era magnifico y como no sabía cuando llegaríamos no toque ninguna, ahora sí que tenía que cuidar la integridad del barco, aunque segundos antes me diese totalmente igual.
Tras largas horas de travesía y eche anclas con el barco, llegue a una isla, por fin podría aprovechar ese cargamento sin morir ahogado por chocarme con unas rocas, así que volví a bajar para coger dos bolsas que tenían unos polvos blancos que brillaban como si fuesen pequeñas estrellas y me los guarde en mi chaqueta oscura, y me dirigí al pueblo para ver algún hostal o al menos una taberna donde pudiese hacer uso de esos polvos brillantes.
Había bajado del barco y estaba dando vueltas por varias calles, el hecho de que la gente allí no fuese muy normal me quitaba un peso de encima, ya que no sería cosa extraña que un loco se pasease por ahí gritando cosas de unicornios u otras cosas, así que podía aprovechar al máximo mi estadía en aquella isla de la que no sabía ni el nombre, pero estaba seguro de que acabaría teniendo un recuerdo en mi memoria, fuese bueno o malo.
Al final acabe en una pequeña taberna, escondida entre calles, el local era oscuro, ya que había una ventana, al lado de la puerta principal de madera y poco más, así que en el lugar había unas cuantas velas y poco mas, lo suficiente para alumbrar un poco, aunque hacía un calor exagerado, así que me dirigí al primer sitio libre que encontré, al lado estaba una chica de pelo color rubio claro y recogido en dos coletas, mientras la oía terminar una frase, diciendo que buscaba algo que la hiciera pasar bien un rato, depende de sus gustos , pero solía haber dos cosas una era follar, y otra era lo que llevaba yo encima, así que lo saque de un bolsillo interior y se lo puse delante de ella.
-Esto te aportara muuuuuuuuuuuucha diversión, créeme.-Le decía mientras con un cuchillo abría el paquete y le hacía un gesto para que lo probase-Solo tienes que darle un lametón y te sentirás en lo más alto.-Y tras decir esto cogí otro cuchillo que había sobre la mesa y chupe yo para empezar a alucinar.
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