Katrina Read
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Una ola golpeó el barco, haciéndola caer del barril donde se encontraba recargada. De no ser que pone las manos se mete un buen golpe. Habiéndose incorporado profirió un gruñido.
─ Ah, pero que mar mas molesto─Murmuró tratando de no caer ante el segundo golpe del oleaje. Acabo apoyándose en una esquina del cuartucho cruzada de brazos y piernas, hundida en sus propios hombros. No sabía como exactamente había acabado colándose en un barco de transporte de comestibles fríos, o que existieran tan siquiera, pero ahí estaba. Terminaba una misión en el West Blue y ahora tenía que regresar con su facción y dar un informe completo. Se encontraba además cansada, pues aquella encomienda de espionaje la obligo a mantenerse despierta a base de estimulantes inyectados al torrente sanguíneo durante cuarenta y ocho horas.
Podría usar más, quería usar más, pero ahora, de polizón en un barco mercantil vigilado por algunos Marines, arriesgarse a sufrir un ataque al corazón no era tan buena idea como a su fatiga se le apetecía. La Leona de Buchenwald tenía ganas de salir, de tomar aire, vamos, de saber tan siquiera si el día era nublado o estaba lloviendo. Pero haber escogió el almacén implicaba quedarse y no salir, por que si lo hacía sería directamente a cubierta.
Pero chica, de que te quejas, se decía, te la viviste así años. El frente revolucionario te ha mimado demasiado, Katrina Read.
Para variar tenía hambre, y hacía frío en esa habitación. Menos mal llevaba encima la pesada capa negra con la que, junto a una máscara de cuervo, montaba un aspecto irreconocible en sus asignaciones. Suspiró con decidia. Exactamente, ¿Hace cuanto estaba ahí encerrada? ¿Por que no se había traído un libro o algo para leer? La desesperación la hizo pararse de golpe, la idea de perder tiempo haciendo nada la hacían sentir nauseas. La jóven se quito su máscara para buscar entre los barriles y cajas algo para comer. Todas difíciles de abrir. Por alguna punzada, acabo mirando la puerta de lo que parecía un congelador, ahí sería más fácil coger algo, quizá.
Al abrirlo y entrar, busco entre todos los alimentos congelados algo que pudiera comer de inmediato y...ahí estaba.
Una sonrisa pequeña se formo en su rostro, una sonrisa que no le quedaba para nada a una mujer como ella. Un poco de helado no llenaría su estomago pero apaciguaría el antojo cuando menos. Y era delicioso. Es decir ¿Que ser humano respetable se resistía? Ella no, por supuesto.
Ademas, las calorías que no te ven comer, no cuentan. O algo asi. Se repitió con ironía la frase que alguna vez le llego a parecer estúpida.
En serio debía esta hambrienta.
─ Ah, pero que mar mas molesto─Murmuró tratando de no caer ante el segundo golpe del oleaje. Acabo apoyándose en una esquina del cuartucho cruzada de brazos y piernas, hundida en sus propios hombros. No sabía como exactamente había acabado colándose en un barco de transporte de comestibles fríos, o que existieran tan siquiera, pero ahí estaba. Terminaba una misión en el West Blue y ahora tenía que regresar con su facción y dar un informe completo. Se encontraba además cansada, pues aquella encomienda de espionaje la obligo a mantenerse despierta a base de estimulantes inyectados al torrente sanguíneo durante cuarenta y ocho horas.
Podría usar más, quería usar más, pero ahora, de polizón en un barco mercantil vigilado por algunos Marines, arriesgarse a sufrir un ataque al corazón no era tan buena idea como a su fatiga se le apetecía. La Leona de Buchenwald tenía ganas de salir, de tomar aire, vamos, de saber tan siquiera si el día era nublado o estaba lloviendo. Pero haber escogió el almacén implicaba quedarse y no salir, por que si lo hacía sería directamente a cubierta.
Pero chica, de que te quejas, se decía, te la viviste así años. El frente revolucionario te ha mimado demasiado, Katrina Read.
Para variar tenía hambre, y hacía frío en esa habitación. Menos mal llevaba encima la pesada capa negra con la que, junto a una máscara de cuervo, montaba un aspecto irreconocible en sus asignaciones. Suspiró con decidia. Exactamente, ¿Hace cuanto estaba ahí encerrada? ¿Por que no se había traído un libro o algo para leer? La desesperación la hizo pararse de golpe, la idea de perder tiempo haciendo nada la hacían sentir nauseas. La jóven se quito su máscara para buscar entre los barriles y cajas algo para comer. Todas difíciles de abrir. Por alguna punzada, acabo mirando la puerta de lo que parecía un congelador, ahí sería más fácil coger algo, quizá.
Al abrirlo y entrar, busco entre todos los alimentos congelados algo que pudiera comer de inmediato y...ahí estaba.
Una sonrisa pequeña se formo en su rostro, una sonrisa que no le quedaba para nada a una mujer como ella. Un poco de helado no llenaría su estomago pero apaciguaría el antojo cuando menos. Y era delicioso. Es decir ¿Que ser humano respetable se resistía? Ella no, por supuesto.
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Hambrieeeeeeeeeeeeeeeeeento. En nuestras pequeñas vacaciones, los Kuzaku decidimos de pasarnos por el West Blue. Tras mi desventura con el pequeño roedor eléctrico, nos pegamos una pequeña fiesta. Y… Bueno, no sabía cómo, pero había acabado en un bote pesquero… En medio del océano. Sinceramente, el haber formado la banda hizo que nuestros día a día se habían convertido en diversión sin fin, sobre todo tras haberme vuelto oda una celebridad. Si no era un buque se la marina, eran dos, y si no, me venía un marine con Haki. Genial, no tengo ni idea de cómo había acabado allí, por suerte mantenía mi katana, mi cinta y mi colgante, lo único que me importaba llevar. Y después de haberme lavado un poco la cara ya empecé a preocuparme más por mi situación. Un chico de ceniza que no puede nadar, en medio del océano montado a un bote que por suerte me cubría el cuerpo. Lo mejor de todo es que en cualquier momento me podría saltar un monstruo marino y me podría destruir el bote y chao, chao Drake. ¿Y qué era esto? Iba vestido con una camiseta hawallana de flores verdes u naranjas, desabrochada dejando ver una camiseta blanca por dentro. Portaba unos cortos hasta las rodillas de color marrón árbol. ¿Qué había sido de mi atuendo normal? ¿Dónde se ha quedado mi camiseta negra, mi cinturón especial para la katana, y mi cazadora blanca? No recordaba bien lo que me ocurrió el día anterior… ¡Un momento! ¿No podía recordar? Eso era imposible, no me pasé seis meses combatiendo la maldita enfermedad para que ahora no pudiera recordar nada. Sólo se me ocurría una “explicación lógica”. Ese maldito roedor me había dado una buena descarga. Oh, si, y no sería la primera vez que esa maldita cosa me dejara desconcertado, a fin de cuentas mi habilidad especial y ese maldito bicho amarillo habían salido del mismo sitio. Decidí dejar de lamentarme y empezar a preocuparme por dónde estarían los demás. Lo mejor sería buscar La Perla Negra y seguir mi camino… Nota mental, comprar caracolófonos cuando saliese de este problema.
Ya habían pasado un par de horas de remar a la nada y sin ver tierra. ¿Cuánto me habría alejado? Decidí descansar y tumbarme a tomar el sol. O al menos lo hice durante unos quince minutos hasta que escuché algo que me hizo cantar “salvado”. Pude escuchar el sonido del mar romperse al paso de un barco. No era La Perla, pero era un gran navío. Al parecer era un navío de transporte de alimentos. Genial, ¿había comentado que me encontraba hambriento? Decidí abordarlo y viajar con él en vez de con mi caquita de bote. Así podría llegar más rápidamente a alguna parte, y además, tenía la posibilidad de comer algo. No fue muy difícil que los tripulantes me dieran el control total del barco mientras cuidadosamente les ataba de manos y pies en la cubierta. Alguno me reconoció, y a fin de cuentas eran simples mercaderes, aunque también había algún que otro marine que no me causaron problema alguno. Así pues, con brújula, carta náutica y mis dotes de navegación pude el barco rumbo a la isla más cercana. Había un total de diez hombres en el interior del navío trabajando en el transporte. Los cuales uno a uno tuve que ir pasando al interior del barco, dejándolos en un camarote, o al menos eso estaba en mi cabeza.
Ya había pasado un buen rato desde que asusté a los pobres comerciantes con mi katana, tenía hambre y este barco poseía comida. Así pues decidí dejar el timón sólo y echar un vistazo. Y abrí la puerta del almacén.
Ya habían pasado un par de horas de remar a la nada y sin ver tierra. ¿Cuánto me habría alejado? Decidí descansar y tumbarme a tomar el sol. O al menos lo hice durante unos quince minutos hasta que escuché algo que me hizo cantar “salvado”. Pude escuchar el sonido del mar romperse al paso de un barco. No era La Perla, pero era un gran navío. Al parecer era un navío de transporte de alimentos. Genial, ¿había comentado que me encontraba hambriento? Decidí abordarlo y viajar con él en vez de con mi caquita de bote. Así podría llegar más rápidamente a alguna parte, y además, tenía la posibilidad de comer algo. No fue muy difícil que los tripulantes me dieran el control total del barco mientras cuidadosamente les ataba de manos y pies en la cubierta. Alguno me reconoció, y a fin de cuentas eran simples mercaderes, aunque también había algún que otro marine que no me causaron problema alguno. Así pues, con brújula, carta náutica y mis dotes de navegación pude el barco rumbo a la isla más cercana. Había un total de diez hombres en el interior del navío trabajando en el transporte. Los cuales uno a uno tuve que ir pasando al interior del barco, dejándolos en un camarote, o al menos eso estaba en mi cabeza.
Ya había pasado un buen rato desde que asusté a los pobres comerciantes con mi katana, tenía hambre y este barco poseía comida. Así pues decidí dejar el timón sólo y echar un vistazo. Y abrí la puerta del almacén.
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─¿Pero que? ¿Se habrán desviado? ─ Murmuro mientras se levantaba de nuevo. Hace una hora, mas o menos, había sentido el golpe que atribuyo al oleaje. Pero el ritmo que llevaba el barco era distinto, ya no escuchaba las pisadas de la cubierta, ya no escuchaba las ordenes del altavoz. Tantos años de polizón la hicieron una experta en lo que no podría ser considerado un arte ni una profesión: Colarse en los barcos.
Miro su reloj de mano, mientras que con la otra hundía un cucharón en un bote lleno de helado de limón. Metió el delicioso postre a la boca con una expresión conflictuada en sus cejas, pues según ella, faltaban todavía un par de horas para un movimiento de esos. Pero el mar bien podría estar agitado y dejo de preocuparse.
Le falta algo a este helado. Se dijo parándose, dejando el cucharon y el bote por ahí arrumbados y empezando a buscar en la zona de las especias algo de chile en polvo. Aunque era difícil de conseguir.
Nada le sabía correctamente a Katrina si no lo acompañaba un sabor picante. ¿Conformarse con lo agridulce del helado de limón? Jamás, era un insulto. Siguió husmeando, empezando a irritarse. Vamos, traían hasta chocolate en su más puro estado. ¿No podía haber algo de chile? Idiotas, idiotas todos.
De pronto escuchó la puerta del almacén abrirse. ¿Pero que? ¿No se supone que revisaban solo una vez por un viaje tan corto? Si se quedaba ahí, como idiota a la mera vista de la puerta la descubrirían.
Hizo lo primero que se le ocurrió. Y acabó por esconderse en una caja lleva de uvas, olvidando completamente el bote de helado, la cuchara y su máscara de médico en el piso. Mirando entre las rejillas ya pudo observar a el intruso correctamente(Curioso que ella le dijera a alguien intruso) alzo las cejas con asombro al reconocerlo.
¿Ese no era uno de los supernovas? Ah maldición. Ahora entendía que había sucedido y oficialmente se declaraba fuera de rumbo.
Miro su reloj de mano, mientras que con la otra hundía un cucharón en un bote lleno de helado de limón. Metió el delicioso postre a la boca con una expresión conflictuada en sus cejas, pues según ella, faltaban todavía un par de horas para un movimiento de esos. Pero el mar bien podría estar agitado y dejo de preocuparse.
Le falta algo a este helado. Se dijo parándose, dejando el cucharon y el bote por ahí arrumbados y empezando a buscar en la zona de las especias algo de chile en polvo. Aunque era difícil de conseguir.
Nada le sabía correctamente a Katrina si no lo acompañaba un sabor picante. ¿Conformarse con lo agridulce del helado de limón? Jamás, era un insulto. Siguió husmeando, empezando a irritarse. Vamos, traían hasta chocolate en su más puro estado. ¿No podía haber algo de chile? Idiotas, idiotas todos.
De pronto escuchó la puerta del almacén abrirse. ¿Pero que? ¿No se supone que revisaban solo una vez por un viaje tan corto? Si se quedaba ahí, como idiota a la mera vista de la puerta la descubrirían.
Hizo lo primero que se le ocurrió. Y acabó por esconderse en una caja lleva de uvas, olvidando completamente el bote de helado, la cuchara y su máscara de médico en el piso. Mirando entre las rejillas ya pudo observar a el intruso correctamente(Curioso que ella le dijera a alguien intruso) alzo las cejas con asombro al reconocerlo.
¿Ese no era uno de los supernovas? Ah maldición. Ahora entendía que había sucedido y oficialmente se declaraba fuera de rumbo.
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Entré al almacén. Helador, esa era la palabra clave. Allí dentro hacía bastante más frío que en el resto del barco. Eso era una buena señal ya que significaba que portaban una, o varias neveras llenas de comida rica y paciente para ser masticada, saboreada y tragada por mi. Hice un examen panorámico de la habitación y acabé por ver un bote de helado, junto a una cuchara.- Vaya, parece que aquí hay alguien…- Dije en voz alta, aunque no se trataba de una frase completa ya que en realidad la terminé mentalmente, “Vaya, parece que aquí tenemos a alguien que no es muy profesional en horarios de trabajo.”. Al lado del botecito de helado pude ver un extraño objeto. Parecía ser una ¿máscara? Me agradaba esa máscara, me recordaba a algo que leí en un libro de historia. Eso era antiguamente parte del “uniforme” que los médicos llevaban para poder ser distinguido entre un médico normal, y uno que se encargaba de curar la famosa enfermedad de La Peste.- ¿Y qué hace esto aquí?-Me preguntaba mientras por mi cabeza pasaba la posibilidad de que se encontrara la peste en éste barco… Aunque no lo creo, hoy en día todo el nadie podría tener esa enfermedad, ¿verdad?
Extrañado, me daba la sensación de que había alguien más que andaba suelto en el barco. Pensándolo un poco, el helado parecía recién sacado del congelador, y no recordaba que nadie saliera de éste lugar al haberlo tomado prestado… ¿Habría alguien más por los alrededores? No quería problemas, tan sólo poder encontrar mi barco. Pero en fin, si de verdad quedaba alguien ¿qué daño me podría causar?
Vine porque me encontraba algo hambriento, y en fin, allí estaba el helado. Así que me hice con la cuchara y empecé a degustarlo. Me daba igual que esa misma cuchara hubiera estado en otra boca, no era especialmente escrupuloso, aunque bien es cierto que la limpié con mi camisa antes de usarla. Sin embargo mi dulce y congelada comida fue interrumpida por un enorme temblor en el barco. ¿Qué era eso? ¿Nos habríamos chocado tal vez? Tengo que ir acostumbrándome a que no todos los barcos son tan geniales como mi Perla. Así pues salí corriendo a cubierta, con la cuchara aún en la boca, aunque se me cayó al suelo poco después al ver lo que estaba sucediendo… Un rey marino. Esto era increíble, no pasaba un día en alta mar que no me encontrara uno, y eso que no estábamos en Grand Line.- ¿Y tú qué quieres?- Le grité a aquella mala bestia con colores de cebra y forma de una anguila eléctrica, aunque mil veces más grande. Me miraba con una cara de enfado.- ¿Es que no tenéis más caras que poner los reyes marinos?- Me reía. No, en serio, es muy difícil que no te miren con esa cara. En fin, el muchacho se relamía, parece que tenía hambre. ¿Acaso habrá olido el alimento? Éste era un barco de provisiones, así que podría ser… Aunque están todos en neveras que creo yo que incapacitan el poder ser olisqueado. Además, ¿los reyes marinos comen nuestro mismo alimento?
Si pensármelo dos veces decidí lanzarle la tarrina de helado. Y muy satisfactoriamente el rey marino se la comió de una vez. Pero parecía ser que tenía más hambre.- Lo siento pequeño, pero si te dejo comer más estaríamos dejando a gente sin comida, ya que éste barco seguramente lleve alimentos a algún lugar. Además de que nos dejarías sin barco.- Dije intentando explicarle al enorme bicho que se largara. Pero el enorme rugido que escuché me hizo pensar que lo único que conseguí fue enfadarlo.- En fin, tocará luchar… Otra vez.- Dije mientras acercaba mi mano a la empuñadura de mi katana.- ¿Por qué siempre me meto en éstos líos?
Extrañado, me daba la sensación de que había alguien más que andaba suelto en el barco. Pensándolo un poco, el helado parecía recién sacado del congelador, y no recordaba que nadie saliera de éste lugar al haberlo tomado prestado… ¿Habría alguien más por los alrededores? No quería problemas, tan sólo poder encontrar mi barco. Pero en fin, si de verdad quedaba alguien ¿qué daño me podría causar?
Vine porque me encontraba algo hambriento, y en fin, allí estaba el helado. Así que me hice con la cuchara y empecé a degustarlo. Me daba igual que esa misma cuchara hubiera estado en otra boca, no era especialmente escrupuloso, aunque bien es cierto que la limpié con mi camisa antes de usarla. Sin embargo mi dulce y congelada comida fue interrumpida por un enorme temblor en el barco. ¿Qué era eso? ¿Nos habríamos chocado tal vez? Tengo que ir acostumbrándome a que no todos los barcos son tan geniales como mi Perla. Así pues salí corriendo a cubierta, con la cuchara aún en la boca, aunque se me cayó al suelo poco después al ver lo que estaba sucediendo… Un rey marino. Esto era increíble, no pasaba un día en alta mar que no me encontrara uno, y eso que no estábamos en Grand Line.- ¿Y tú qué quieres?- Le grité a aquella mala bestia con colores de cebra y forma de una anguila eléctrica, aunque mil veces más grande. Me miraba con una cara de enfado.- ¿Es que no tenéis más caras que poner los reyes marinos?- Me reía. No, en serio, es muy difícil que no te miren con esa cara. En fin, el muchacho se relamía, parece que tenía hambre. ¿Acaso habrá olido el alimento? Éste era un barco de provisiones, así que podría ser… Aunque están todos en neveras que creo yo que incapacitan el poder ser olisqueado. Además, ¿los reyes marinos comen nuestro mismo alimento?
Si pensármelo dos veces decidí lanzarle la tarrina de helado. Y muy satisfactoriamente el rey marino se la comió de una vez. Pero parecía ser que tenía más hambre.- Lo siento pequeño, pero si te dejo comer más estaríamos dejando a gente sin comida, ya que éste barco seguramente lleve alimentos a algún lugar. Además de que nos dejarías sin barco.- Dije intentando explicarle al enorme bicho que se largara. Pero el enorme rugido que escuché me hizo pensar que lo único que conseguí fue enfadarlo.- En fin, tocará luchar… Otra vez.- Dije mientras acercaba mi mano a la empuñadura de mi katana.- ¿Por qué siempre me meto en éstos líos?
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