Crimson
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Se había embarcado en un pequeño barco, un ferri, que lo transportaba desde una de las primeras islas al comienzo del Grand Line hasta una isla, dónde la principal fuente de ingresos era debida a la hostelería y el turismo vacacional de la zona. Llena de hoteles, bares y sitios dónde desahogarse era un inmenso resort, perfecto para lo que buscaba precisamente Crimson, relajarse. Llegaba a isla Kyuuka tras más de un año de haber estado apartado de la sociedad debido a su intenso y arduo entrenamiento al que decidió someterse para mejorar. Quería contacto humano, a ser posible femenino (You know...) por lo que las muchachas con ganas de marcha y de fiesta tendrían que tener cuidado del cazador que se aproximaba, los pubs eran su jungla y el era el león.
Cierto era que estaba bastante desentrenado en el arte de la seducción, es lo que tiene pasarse todo ese tiempo en una selva alejada de la mano de Dios con la única compañía de un rubito "tormentoso". Como todo, esto tenía parte de talento innato pero por encima de todo requería práctica, aunque claro tener esa "chispa" siempre era importante. Una vez desembarcase iría directamente al primer bar, pedirse un copazo de buen whisky, que tanta falta le hacía, y bebérselo del tirón. Su garganta estaba más que acostumbrada a ardor de las bebidas alcohólicas más fuertes. Recordó su primera experiencia con el alcohol, tenía quince años e iba de gallito experimentado, le plantaron delante una botella de Vodka rojo, él como todo un hombre destapó la botella y empezó a sorber directamente. Estaba horrible, le ardía toda la garganta, hasta las fosas nasales. Lo siguiente que recuerda es haberse levantado, tumbado, semidesnudo, con un dolor de cabeza que no lo aguantaba y varias sirenas riéndose de él mientras luchaba por saber dónde se encontraba. No fue una buena primera vez. ¿Pero quién sí la tiene?
Ahora ya estaba más que acostumbrado y, tras bajarse del barco de un salto en el puerto, se dirigió directamente hacia uno de los bares con mejor puntuación de los de la Guía Turística que le habían regalado en el barco. "Regalado". Le hacía gracia, pues no era más que un panfleto publicitario. Putos publicistas, siempre buscando como sonsacarte en dinero con sus campañas y lo peor es que les funcionaba. Siempre había preferido los lugares no tan conocidos, sucios antros en los que era probable contraer una infección con sólo entrar a ellos. Se sentía como en casa. Lo malo era que la concurrencia de buenas féminas, lo que buscaba en ese momento, no era precisamente alta, aunque cuando lo hacían lograba encontrarse con chicas realmente particulares y era de las que después lograba acordarse. Pero bueno, entrar en un sitio "popular" abarrotado de niñas ricas tampoco era mala idea.
Llegó a dicho lugar, "Spring's Holiday", el nombre lo decía todo. Era un lugar enorme, abarrotado, con más de cuatro salas distintas separadas en dos plantas distintas. Las dos superiores parecían cada una de ellas una macrodiscoteca. En las dos inferiores era más parecidos a lo que sería un pub, la barra era la característico, mostrando tras el barman todas las bebidas que tenían, pero a su vez había mesas amplias en las que se podía degustar de la amplia variedad de platos que servían, una de ella incluso tenía un escenario en dónde tocaban diversos grupos conocidos con cierta frecuencia. Sí, se había leído bien el puto panfleto. Crimson no era un hombre especialmente bueno bailando, de hecho nunca lo había hecho, por tanto era obvio que su elección sería la planta inferior.
Entró y se dirigió directamente hacia la barra, se sentó en uno de los taburetes y pidió lo que estaba acostumbrado y nunca fallaba. -Bourbon- dijo en un tono seco en cuanto notó que el camarero se fijó en él. -Corto, con poco hielo- continuó. Sabía lo que quería. Se escuchaba de fondo a una banda, ése día tocaba una. Al parecer estaba de suerte. -Vaya muchacho, parece que tienes biuen gusto- se escuchó de una sensual voz femenina a su costado. Se giró y vio a un hermosa mujer de bastante más edad de a las que estaba habituado. Tendría unos muy bien llevados treinta y cinco años. Tenía esas leves arrugas que sólo remarcaban más su madura belleza. No iba a perder la oportunidad.
-Sí, por esa razón te elegiría a ti de entre todas las de aquí- contestó hábilmente guiñándole un ojo y apoyándose en la barra, ligeramente inclinado.
-Quieto vaquero. Creo que te tomas demasiadas confianzas, además ya tengo novio-declaró ella. Su rostro delataba un gesto pícaro.
-Mejor, así tendrás con quién entretenerte cuando no estés conmigo-respondió nuevamente, cambiándose a la siguiente butaca, más próximo a ella. Ahora estaban justo al lado.
La mujer no pudo evitar reírse por su comentario, tapándose la boca con la palma de su mano de forma elegante. Era muy distinta de la mayoría de sus "presas", ésta era toda una mujer, madura y se notaba que con experiencia. A diferencia de las niñas (prácticamente lo eran) a las cuáles siempre solía encandilar con su actitud de "yo mando aquí", debería usar otra táctica un poco distinta. El camarero se acercó a ellos sirviéndole a él el bpurbon que había pedido.
-Ponle otro a ella- ordenó haciendo un gesto sutil para que se vaya y que les dejase solos.
-¿Vas a invitarme?- preguntó ella, algo sorprendida y en parte halagada.
-Eso te gustaría, pero no. Sólo he pedido lo que necesitabas- volvió a la carga.
Ella volvió a reír, no se esperaba esa respuesta, estaba convencida de que le invitaría, como hacían todos. Ese no era alguien normal, parecía demasiado confiado. Le resultaba como poco "curioso". El "nega" había cumplido su cometido.
-Pensaba que un caballero debería cubrir todas las necesidades de una dama- replicó ella fingiendo falsa molestia, pues se notaba que estaba encantada de que un jovencito se le acerque. Buscaba la reacción de aquel hombre.
-Soy todo lo que necesitas- afirmó rotundo y contundente con una gran sonrisa dibuja en su rostro que derribó todas las defensas de aquella mujer.
Cierto era que estaba bastante desentrenado en el arte de la seducción, es lo que tiene pasarse todo ese tiempo en una selva alejada de la mano de Dios con la única compañía de un rubito "tormentoso". Como todo, esto tenía parte de talento innato pero por encima de todo requería práctica, aunque claro tener esa "chispa" siempre era importante. Una vez desembarcase iría directamente al primer bar, pedirse un copazo de buen whisky, que tanta falta le hacía, y bebérselo del tirón. Su garganta estaba más que acostumbrada a ardor de las bebidas alcohólicas más fuertes. Recordó su primera experiencia con el alcohol, tenía quince años e iba de gallito experimentado, le plantaron delante una botella de Vodka rojo, él como todo un hombre destapó la botella y empezó a sorber directamente. Estaba horrible, le ardía toda la garganta, hasta las fosas nasales. Lo siguiente que recuerda es haberse levantado, tumbado, semidesnudo, con un dolor de cabeza que no lo aguantaba y varias sirenas riéndose de él mientras luchaba por saber dónde se encontraba. No fue una buena primera vez. ¿Pero quién sí la tiene?
Ahora ya estaba más que acostumbrado y, tras bajarse del barco de un salto en el puerto, se dirigió directamente hacia uno de los bares con mejor puntuación de los de la Guía Turística que le habían regalado en el barco. "Regalado". Le hacía gracia, pues no era más que un panfleto publicitario. Putos publicistas, siempre buscando como sonsacarte en dinero con sus campañas y lo peor es que les funcionaba. Siempre había preferido los lugares no tan conocidos, sucios antros en los que era probable contraer una infección con sólo entrar a ellos. Se sentía como en casa. Lo malo era que la concurrencia de buenas féminas, lo que buscaba en ese momento, no era precisamente alta, aunque cuando lo hacían lograba encontrarse con chicas realmente particulares y era de las que después lograba acordarse. Pero bueno, entrar en un sitio "popular" abarrotado de niñas ricas tampoco era mala idea.
Llegó a dicho lugar, "Spring's Holiday", el nombre lo decía todo. Era un lugar enorme, abarrotado, con más de cuatro salas distintas separadas en dos plantas distintas. Las dos superiores parecían cada una de ellas una macrodiscoteca. En las dos inferiores era más parecidos a lo que sería un pub, la barra era la característico, mostrando tras el barman todas las bebidas que tenían, pero a su vez había mesas amplias en las que se podía degustar de la amplia variedad de platos que servían, una de ella incluso tenía un escenario en dónde tocaban diversos grupos conocidos con cierta frecuencia. Sí, se había leído bien el puto panfleto. Crimson no era un hombre especialmente bueno bailando, de hecho nunca lo había hecho, por tanto era obvio que su elección sería la planta inferior.
Entró y se dirigió directamente hacia la barra, se sentó en uno de los taburetes y pidió lo que estaba acostumbrado y nunca fallaba. -Bourbon- dijo en un tono seco en cuanto notó que el camarero se fijó en él. -Corto, con poco hielo- continuó. Sabía lo que quería. Se escuchaba de fondo a una banda, ése día tocaba una. Al parecer estaba de suerte. -Vaya muchacho, parece que tienes biuen gusto- se escuchó de una sensual voz femenina a su costado. Se giró y vio a un hermosa mujer de bastante más edad de a las que estaba habituado. Tendría unos muy bien llevados treinta y cinco años. Tenía esas leves arrugas que sólo remarcaban más su madura belleza. No iba a perder la oportunidad.
-Sí, por esa razón te elegiría a ti de entre todas las de aquí- contestó hábilmente guiñándole un ojo y apoyándose en la barra, ligeramente inclinado.
-Quieto vaquero. Creo que te tomas demasiadas confianzas, además ya tengo novio-declaró ella. Su rostro delataba un gesto pícaro.
-Mejor, así tendrás con quién entretenerte cuando no estés conmigo-respondió nuevamente, cambiándose a la siguiente butaca, más próximo a ella. Ahora estaban justo al lado.
La mujer no pudo evitar reírse por su comentario, tapándose la boca con la palma de su mano de forma elegante. Era muy distinta de la mayoría de sus "presas", ésta era toda una mujer, madura y se notaba que con experiencia. A diferencia de las niñas (prácticamente lo eran) a las cuáles siempre solía encandilar con su actitud de "yo mando aquí", debería usar otra táctica un poco distinta. El camarero se acercó a ellos sirviéndole a él el bpurbon que había pedido.
-Ponle otro a ella- ordenó haciendo un gesto sutil para que se vaya y que les dejase solos.
-¿Vas a invitarme?- preguntó ella, algo sorprendida y en parte halagada.
-Eso te gustaría, pero no. Sólo he pedido lo que necesitabas- volvió a la carga.
Ella volvió a reír, no se esperaba esa respuesta, estaba convencida de que le invitaría, como hacían todos. Ese no era alguien normal, parecía demasiado confiado. Le resultaba como poco "curioso". El "nega" había cumplido su cometido.
-Pensaba que un caballero debería cubrir todas las necesidades de una dama- replicó ella fingiendo falsa molestia, pues se notaba que estaba encantada de que un jovencito se le acerque. Buscaba la reacción de aquel hombre.
-Soy todo lo que necesitas- afirmó rotundo y contundente con una gran sonrisa dibuja en su rostro que derribó todas las defensas de aquella mujer.
Katrina Read
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Ella por su parte detestaba esos ambientes y su concurrencia. No había nada más molesto que los jóvenes de su misma edad paseándose con sus mentes pequeñas y limitadas aspiraciones, con apetitos sexuales pésimamente moderados que desembocaban en embarazos prematuros y enfermedades venéreas que para cualquiera, siendo aún el más experimentado médico, eran todo un suplicio y un asco curar. Igualmente, no podría esperar encontrar algo diferente o mínimamente interesante en un sitio como ese. El contacto físico era forzado, incómodo, el olor era terrible; algo así como alcohol y sudor. Y estaba segura de ver los horizontes de la evolución humana perderse. ¿Había mencionado el insoportable ambiente de desorden?
Salvo que la música era buena, Katrina Read en esos momentos preferiría mil veces estar en la bodega del un barco pesquero como polizón que en ese estúpido club, o como les llamasen; Para ella era igual, todo era suciedad, estupidez e inmundicia.
¿Que la había llevado ahí entonces? Una misión, sencillo, resultaba que su querida presa era un vejete rabo verde que acostumbraba ir tras los chicos apariencia más jóven para cumplir sus irritantes y mórbidos deseos. Menudo pervertido, pensaba mientras observaba el periódico donde aparecía el susodicho en primera plana, siendo alabado por sus hazañas publicas en las grandes ciudades del paraíso. Todo un pez gordo al que si atrapaba con las manos sobre un muchacho, podría extorsionar hasta que accediera a mandar todos sus fondos a la rebelión. Dejarlo en la ruina y sacar además ventaja de el. ''Le estamos pagando con la misma moneda que el maneja'' Había escuchado decir a su jefe.
Permanecía en la barra sabiendo que así lo podría observar si entraba o salía. Así también tenía vista de todo el lugar para estar al tanto de quienes la rodeaban. Sin embargo lucía distraída, aburrida. Una chica pálida y ojerosa resaltaba en un lugar donde toda las mujeres iban guapas, pero no precisamente llamaba la atención para bien. Nadie se le acerca al verla tan intimidante y extraña, que era justo lo que quería: Pasarse ahí la velada hasta que viera al condenado político que según sus fuentes frecuentaba ese lugar todos los viernes por la noche. Uno de sus dedos alargados delineo con delicadeza el borde del vaso de whisky que estaba sobre la barra y bebía a tragos pequeños. Era una mujer de gustos toscos, no muy afecta al alcohol pero dispuesta a al menos tomar un vaso para pasar el rato. No iba tampoco tan desarreglada, contaba con que una falda corta, color negro y una blusa blanca a juego, sencilla y sin mucho escote, combinados con su cabello suelto la escondieran entre el grupo de ''Personas normales'' que bailaban y se pegaban entre si como perros.
Tras de ella, suponiendo en la barra, escucho una conversación. Pero al poco rato la tacho de poco interesante: Un caza-vaginas y una mujer mayor sin afecto de su marido en casa ligando. Una situación que seguramente acabaría mal. ¿Pero a ella que le importaba? Lo que venía a buscar ya era lo suficientemente retorcido en si.
Salvo que la música era buena, Katrina Read en esos momentos preferiría mil veces estar en la bodega del un barco pesquero como polizón que en ese estúpido club, o como les llamasen; Para ella era igual, todo era suciedad, estupidez e inmundicia.
¿Que la había llevado ahí entonces? Una misión, sencillo, resultaba que su querida presa era un vejete rabo verde que acostumbraba ir tras los chicos apariencia más jóven para cumplir sus irritantes y mórbidos deseos. Menudo pervertido, pensaba mientras observaba el periódico donde aparecía el susodicho en primera plana, siendo alabado por sus hazañas publicas en las grandes ciudades del paraíso. Todo un pez gordo al que si atrapaba con las manos sobre un muchacho, podría extorsionar hasta que accediera a mandar todos sus fondos a la rebelión. Dejarlo en la ruina y sacar además ventaja de el. ''Le estamos pagando con la misma moneda que el maneja'' Había escuchado decir a su jefe.
Permanecía en la barra sabiendo que así lo podría observar si entraba o salía. Así también tenía vista de todo el lugar para estar al tanto de quienes la rodeaban. Sin embargo lucía distraída, aburrida. Una chica pálida y ojerosa resaltaba en un lugar donde toda las mujeres iban guapas, pero no precisamente llamaba la atención para bien. Nadie se le acerca al verla tan intimidante y extraña, que era justo lo que quería: Pasarse ahí la velada hasta que viera al condenado político que según sus fuentes frecuentaba ese lugar todos los viernes por la noche. Uno de sus dedos alargados delineo con delicadeza el borde del vaso de whisky que estaba sobre la barra y bebía a tragos pequeños. Era una mujer de gustos toscos, no muy afecta al alcohol pero dispuesta a al menos tomar un vaso para pasar el rato. No iba tampoco tan desarreglada, contaba con que una falda corta, color negro y una blusa blanca a juego, sencilla y sin mucho escote, combinados con su cabello suelto la escondieran entre el grupo de ''Personas normales'' que bailaban y se pegaban entre si como perros.
Tras de ella, suponiendo en la barra, escucho una conversación. Pero al poco rato la tacho de poco interesante: Un caza-vaginas y una mujer mayor sin afecto de su marido en casa ligando. Una situación que seguramente acabaría mal. ¿Pero a ella que le importaba? Lo que venía a buscar ya era lo suficientemente retorcido en si.
Crimson
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Seguía el juego entre el joven pirata y la madura desconocida. Todavía no sabía su nombre, pero cierto era que en ese momento le importaba más bien poco, lo único que quería saber y si realmente era una veterana curtida en mil batallas o si simplemente su imaginación estaba yendo ya más allá. Ella sin embargo le cortó la conversación poniéndole su fino índice sobre los labios de Crimson. Éste se calló, mirándola con una sonrisa juguetona. Le susurró algo al oído, prácticamente estaba recostada sobre él. Esa jugada le rompió todos los esquemas. No esperaba que esa mujer, mucho más decidida que las niñas que seguían su juego, se adelantara a él. Al final era ella la que le estaba llevando a dónde quería, a dónde ella controlaba y dominaba. Casi sin darse cuenta ella llevaba las riendas.
Ella cogió una servilleta y escribió el número de una habitación y el nombre del hotel a la cual pertenecía, entonces se levantó dándole un sutil y cortísimo besos en la comisura de los labios. Lo único que conseguía con eso era dejarle con ganas de más, algo de ella le tenía enganchado. Le había dicho que fuera en unos quince minutos, por lo que, muriéndose por la impaciencia, no le tocaba otra que esperar para poder pasar un gran día, un gran comienzo del capitán de Sons of Anarchy. Todo parecía salirle a pedir de boca, no se podía empezar con mejor pie. Hoy era su día.
Se dispuso a pagar la que sería, por el momento, su última copa. Metió la mano en los bolsillos para buscar sus billetes. Apretó los dientes y su cara se tensó al descubrir que no tenía nada en sus bolsillos. Esa zorra le había robado. Si no fuera porque llevaba siempre en la bota metido algo de dinero, para ocasiones como esa, tendría que haberse ido sin pagar. Había sido engañado como un niño. En gran parte lo seguía siendo. Dio un pequeño sorbo al bourbon y soltó un pequeño resoplido de resignación, esa mujer tenía algo especial, realmente le gustaba y ahora se había ido. Era obvio que la habitación no era la indicada o si lo era seguramente le estuviesen esperando para tenderle una emboscada y sonsacarle aún más dinero. El pirata siendo robado. No podía evitar pensar en lo irónico de la situación.
A su derecha, a poco más de un metro de distancia, observó que se encontraba una chica muy peculiar, totalmente distinta a las demás que se encontraban riendo y pegando voces junto al resto de sus amigas en el bar, no. Ella parecía sola, incluso aburrida o hastiada por estar dónde estaba. Sin embargo irradiaba algo especial, como la mujer de antes, no era una más. Aunque todavía no sabía si para bien o para mal. En ese momento poco le importaba. La banda seguía tocando, aunque ya había cambiado de tema. Tampoco le prestaba mucha atención, pese le gustase ese estilo de música.
- ¿Has visto a la mujer con la que estaba conversando ahora?- le preguntó a la rubia, lo suficientemente alto como para que lo escuche y le preste atención, aunque no esperaba respuesta en realidad-. Me ha robado. Se va tan tranquila con ese andar elegante que me hipnotizaba de una forma en la que pocas veces lo han hecho- continuó con su monólogo mientras hacía una seña al cameraro para que le ponga otra-. Sabes, pensaba que ya la tenía, que ya estaba hecho y de verdad creo que me gustaba. Huye con casi todo mi dinero... Y sabes qué, no me importa, sólo me jode el hecho de haber perdido una oportunidad así. Mírame, perdido en los juegos de una mujer madura. No se si es porque me sacaba unos diez años o si simplemente porque es mas inteligente que yo, que no lo dudo, visto el resultado. El cazador cazado. Justicia poética creo que lo llaman- afirmó sin demasiada convicción mirando al cielo que poco a poco se oscurecía en ese atardecer, pues era un bar al aire libre-. Probablemente me lo tenga merecido, he cometido muchos errores en mi vida-dijo bebiéndose del tirón la copa-, tengo que empezar a hacer las cosas bien. Parece una tontería, pero esto me ha hecho reflexionar, tengo que madurar. Va siendo hora de salir del nido y aprender a volar- continuó con su largo discurso-. Perdona que te suelte todo esto así de golpe- era de las pocas veces que se escucharían palabras de disculpas de su boca- pero tenía que soltarlo, quizás sólo busco compañía para no volar solo y perderme en la inmensidad del cielo- concluyó. No estaba seguro de si todo lo que decía era fruto del alcohol o si realmente todo eso lo pensaba de verdad. En ese momento estaba confuso, pero sus palabras eran demasiado claras como para ser las de un borracho. Hizo una breve pausa y pidió otra copa.
Ella cogió una servilleta y escribió el número de una habitación y el nombre del hotel a la cual pertenecía, entonces se levantó dándole un sutil y cortísimo besos en la comisura de los labios. Lo único que conseguía con eso era dejarle con ganas de más, algo de ella le tenía enganchado. Le había dicho que fuera en unos quince minutos, por lo que, muriéndose por la impaciencia, no le tocaba otra que esperar para poder pasar un gran día, un gran comienzo del capitán de Sons of Anarchy. Todo parecía salirle a pedir de boca, no se podía empezar con mejor pie. Hoy era su día.
Se dispuso a pagar la que sería, por el momento, su última copa. Metió la mano en los bolsillos para buscar sus billetes. Apretó los dientes y su cara se tensó al descubrir que no tenía nada en sus bolsillos. Esa zorra le había robado. Si no fuera porque llevaba siempre en la bota metido algo de dinero, para ocasiones como esa, tendría que haberse ido sin pagar. Había sido engañado como un niño. En gran parte lo seguía siendo. Dio un pequeño sorbo al bourbon y soltó un pequeño resoplido de resignación, esa mujer tenía algo especial, realmente le gustaba y ahora se había ido. Era obvio que la habitación no era la indicada o si lo era seguramente le estuviesen esperando para tenderle una emboscada y sonsacarle aún más dinero. El pirata siendo robado. No podía evitar pensar en lo irónico de la situación.
A su derecha, a poco más de un metro de distancia, observó que se encontraba una chica muy peculiar, totalmente distinta a las demás que se encontraban riendo y pegando voces junto al resto de sus amigas en el bar, no. Ella parecía sola, incluso aburrida o hastiada por estar dónde estaba. Sin embargo irradiaba algo especial, como la mujer de antes, no era una más. Aunque todavía no sabía si para bien o para mal. En ese momento poco le importaba. La banda seguía tocando, aunque ya había cambiado de tema. Tampoco le prestaba mucha atención, pese le gustase ese estilo de música.
- ¿Has visto a la mujer con la que estaba conversando ahora?- le preguntó a la rubia, lo suficientemente alto como para que lo escuche y le preste atención, aunque no esperaba respuesta en realidad-. Me ha robado. Se va tan tranquila con ese andar elegante que me hipnotizaba de una forma en la que pocas veces lo han hecho- continuó con su monólogo mientras hacía una seña al cameraro para que le ponga otra-. Sabes, pensaba que ya la tenía, que ya estaba hecho y de verdad creo que me gustaba. Huye con casi todo mi dinero... Y sabes qué, no me importa, sólo me jode el hecho de haber perdido una oportunidad así. Mírame, perdido en los juegos de una mujer madura. No se si es porque me sacaba unos diez años o si simplemente porque es mas inteligente que yo, que no lo dudo, visto el resultado. El cazador cazado. Justicia poética creo que lo llaman- afirmó sin demasiada convicción mirando al cielo que poco a poco se oscurecía en ese atardecer, pues era un bar al aire libre-. Probablemente me lo tenga merecido, he cometido muchos errores en mi vida-dijo bebiéndose del tirón la copa-, tengo que empezar a hacer las cosas bien. Parece una tontería, pero esto me ha hecho reflexionar, tengo que madurar. Va siendo hora de salir del nido y aprender a volar- continuó con su largo discurso-. Perdona que te suelte todo esto así de golpe- era de las pocas veces que se escucharían palabras de disculpas de su boca- pero tenía que soltarlo, quizás sólo busco compañía para no volar solo y perderme en la inmensidad del cielo- concluyó. No estaba seguro de si todo lo que decía era fruto del alcohol o si realmente todo eso lo pensaba de verdad. En ese momento estaba confuso, pero sus palabras eran demasiado claras como para ser las de un borracho. Hizo una breve pausa y pidió otra copa.
Katrina Read
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Precisión
Intelecto
Agudeza
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Paso un rato considerable y Katrina seguía en las mismas. Para su desgracia no podía ocupar su mente en otras conversaciones para no arriesgarse a perder algún detalle, pero al menos el whisky ya empezaba a tener un efecto agradable. No es que se sintiese mareada, en lo mas mínimo, no, para ella embriagarse tomaba mucho más. Si no que al menos, en esos momentos, ya no sentía tanta ansiedad. Podría estar perfectamente ahí sentada toda la noche sin sentir la necesidad de vomitar sus propias vísceras del aburrimiento y la frustración.
Dio otro tragó y observo, por el rabillo del ojo, retirarse a una mujer bastante hermosa. Adivino que aquella, por la forma de sus caderas y las proporciones de sus hombros, era la madura en busca del cariño que no había en su lecho matrimonial. O lo que fuese.
Vaya, alguien anotara puntos esta noche. Pudo adivinar al observar como contoneaba las caderas al retirarse de una forma insinuante. No para ella, desde luego.
Las mujeres mayores siempre resultaban interesantes para los hombres, y lo entendía perfectamente bien. Aunque tan poco interesada en las relaciones personales, los ojos de la Leona de Buchenwald se habían desviado de sus libros algunas ocasiones ante unas manos toscas o unos ojos sabiondos hundidos bajo cejas tupidas, se había permitido uno que otro desliz ante hombres de personalidades brillantes a los cuales les empezaban a brotar las canas. Diez años mayor, en una ocasión incluso. ¿O era más grande? No lo recordaba por la misma razón por la cual no se había quedado.
Fue en ese momento, que el otro protagonista de la historia de amor y deseo de la que fue testigo esa noche, pensaba con burla, se había dado la vuelta en su banco para entablar una conversación con ella. Katrina se apoyo de espaldas a la barra sin mirarle la cara pero observando el imaginario camino de estrogenos que la susodicha había dejado para dar a entender que lo escuchaba. Cruzo sus brazos y llevo el vaso helado de Whisky a sus labios para solo rozarlo suavemente y mantenerlo ahí, de manera distraída.
Supo que no era una historia de amor, si no de robo, y sus cejas se alzaron suavemente, para después recuperar su expresión serena y sonreír con gracia tras el vidrio frió que aun descansaba en su boca. De pronto esa mujer le cayo bien y mal, por el simple motivo de haber contradicho sus predicciones. Pero que curioso efecto tenían las personas como ella, ya que el muchacho empezó a hablar y hablar como si la conociera de años. No lo interrumpió, sus ojos seguían pendientes de su misión pero podría ocupar sus oídos en las palabras del hombre del cual no había dado aún curiosidad a su aspecto. Hablaba de fracaso, de ironías, hablaba de reformarse, hablaba de volar y hablaba de libertad. Hablaba también de no estar solo. ¿Pero es que no todos buscaban eso? La mayoría de las personas temían a la soledad, otros, condenados, se arrastraban buscando salir de ella. Muy pocos se resignaban a su compañía.
Lo había reflexionado en esos instantes por que el hombre no lo hacia sonar tan descabellado. Y no arrastraba palabras, así que no estaba ebrio además.
─ Debes estar acostumbrado a salirte con la tuya muy seguido, no te tomas nada bien el rechazo ¿Verdad?─ Bromeó finalmente tras un largo rato de escucharlo. Así le daría la sorpresa de que en realidad si le había estado prestando atención. Acabo por dejar su vaso sobre la barra apoyando sus codos. Movió sus manos entre sus dedos y empezó a tronarlos, perdiéndose el irritante sonido en la música. Le miro de reojo y al fin, constato sus predicciones; No era cualquier mequetrefe de vientitantos el que hablaba, tenía toda la pinta de un viajero incansable. No fue hasta que termino con las articulaciones ambas manos que decidió hablar. Tenía un tono de voz suave, pero irónico─ En primer lugar, no debería molestarme en lo absoluto. Escuchar es parte de lo que se supone que hago. En segundo lugar, a menos que tengas un transfondo más complicado que te haga hablarme de tus pesares tan repentinamente, me forzas a creer que en efecto te falta ''madurar'' y conocer un poco de las ironías de la vida si una ladrona con escote te derriba tu espíritu masculino. Si te ha robado, no tendrá otra cosa más interesante salvo ser una bandida, creo yo.
Hizo una pausa, finalmente girando en el banquillo para fijar sus ojos dorados en los de el. Su expresión era inmutable, pero no vacía, por dentro se burlaba, pensaba un sinfín de cosas, pero también había despertado su interés. Y eso se notaba en sus pupilas dilatadas no solo por la penumbra de la noche y las luces del bar.
─ Pero me equivoco ¿No es así? Y como todas las personas capaces de hacer instrospectiva propia en la compañía de un completo extraño y usar el término de ''justicia poética'' para describir tu situación, eres, quizá, medianamente interesante, es decir, has conseguido que te conteste, que soy nefasta y todas las mentes en esta habitación me parecen poco, de solo observarlos. ─Rió con la garganta, cerro los ojos y ensancho una sonrisa burlona ─ O quizá solo te estas haciendo la víctima conmigo, a ver si consigues un premio de consolación para tu alborotado pene, pero realmente lo dudo, sonabas sincero.
Dio otro tragó y observo, por el rabillo del ojo, retirarse a una mujer bastante hermosa. Adivino que aquella, por la forma de sus caderas y las proporciones de sus hombros, era la madura en busca del cariño que no había en su lecho matrimonial. O lo que fuese.
Vaya, alguien anotara puntos esta noche. Pudo adivinar al observar como contoneaba las caderas al retirarse de una forma insinuante. No para ella, desde luego.
Las mujeres mayores siempre resultaban interesantes para los hombres, y lo entendía perfectamente bien. Aunque tan poco interesada en las relaciones personales, los ojos de la Leona de Buchenwald se habían desviado de sus libros algunas ocasiones ante unas manos toscas o unos ojos sabiondos hundidos bajo cejas tupidas, se había permitido uno que otro desliz ante hombres de personalidades brillantes a los cuales les empezaban a brotar las canas. Diez años mayor, en una ocasión incluso. ¿O era más grande? No lo recordaba por la misma razón por la cual no se había quedado.
Fue en ese momento, que el otro protagonista de la historia de amor y deseo de la que fue testigo esa noche, pensaba con burla, se había dado la vuelta en su banco para entablar una conversación con ella. Katrina se apoyo de espaldas a la barra sin mirarle la cara pero observando el imaginario camino de estrogenos que la susodicha había dejado para dar a entender que lo escuchaba. Cruzo sus brazos y llevo el vaso helado de Whisky a sus labios para solo rozarlo suavemente y mantenerlo ahí, de manera distraída.
Supo que no era una historia de amor, si no de robo, y sus cejas se alzaron suavemente, para después recuperar su expresión serena y sonreír con gracia tras el vidrio frió que aun descansaba en su boca. De pronto esa mujer le cayo bien y mal, por el simple motivo de haber contradicho sus predicciones. Pero que curioso efecto tenían las personas como ella, ya que el muchacho empezó a hablar y hablar como si la conociera de años. No lo interrumpió, sus ojos seguían pendientes de su misión pero podría ocupar sus oídos en las palabras del hombre del cual no había dado aún curiosidad a su aspecto. Hablaba de fracaso, de ironías, hablaba de reformarse, hablaba de volar y hablaba de libertad. Hablaba también de no estar solo. ¿Pero es que no todos buscaban eso? La mayoría de las personas temían a la soledad, otros, condenados, se arrastraban buscando salir de ella. Muy pocos se resignaban a su compañía.
Lo había reflexionado en esos instantes por que el hombre no lo hacia sonar tan descabellado. Y no arrastraba palabras, así que no estaba ebrio además.
─ Debes estar acostumbrado a salirte con la tuya muy seguido, no te tomas nada bien el rechazo ¿Verdad?─ Bromeó finalmente tras un largo rato de escucharlo. Así le daría la sorpresa de que en realidad si le había estado prestando atención. Acabo por dejar su vaso sobre la barra apoyando sus codos. Movió sus manos entre sus dedos y empezó a tronarlos, perdiéndose el irritante sonido en la música. Le miro de reojo y al fin, constato sus predicciones; No era cualquier mequetrefe de vientitantos el que hablaba, tenía toda la pinta de un viajero incansable. No fue hasta que termino con las articulaciones ambas manos que decidió hablar. Tenía un tono de voz suave, pero irónico─ En primer lugar, no debería molestarme en lo absoluto. Escuchar es parte de lo que se supone que hago. En segundo lugar, a menos que tengas un transfondo más complicado que te haga hablarme de tus pesares tan repentinamente, me forzas a creer que en efecto te falta ''madurar'' y conocer un poco de las ironías de la vida si una ladrona con escote te derriba tu espíritu masculino. Si te ha robado, no tendrá otra cosa más interesante salvo ser una bandida, creo yo.
Hizo una pausa, finalmente girando en el banquillo para fijar sus ojos dorados en los de el. Su expresión era inmutable, pero no vacía, por dentro se burlaba, pensaba un sinfín de cosas, pero también había despertado su interés. Y eso se notaba en sus pupilas dilatadas no solo por la penumbra de la noche y las luces del bar.
─ Pero me equivoco ¿No es así? Y como todas las personas capaces de hacer instrospectiva propia en la compañía de un completo extraño y usar el término de ''justicia poética'' para describir tu situación, eres, quizá, medianamente interesante, es decir, has conseguido que te conteste, que soy nefasta y todas las mentes en esta habitación me parecen poco, de solo observarlos. ─Rió con la garganta, cerro los ojos y ensancho una sonrisa burlona ─ O quizá solo te estas haciendo la víctima conmigo, a ver si consigues un premio de consolación para tu alborotado pene, pero realmente lo dudo, sonabas sincero.
Crimson
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El camarero tomó su orden y se le vio dándose la vuelta para coger y destapar una de las botellas que tenía detrás. Aquella joven, apesar de que ni siquiera le miraba en un principio, pareció que había escuchado todas y cada una de las palabras del pirata pues respondió en cuanto éste dejó de hablar. No pudo evitar soltar una pequeña carcajada por el primero comentario de ella. Era cierto, le costaba asimilar la derrota y ella lo había notado casi de inmediato. Él parecía un libro abierto frente a sus ojos. -Me rechazan muchas veces. Es parte del juego. Sin embargo ésta vez me ha afectado, he de admitirlo- respondió. Le plantó otro vaso, con dos hielos, delante y empezó a servirle su tan ansiado bourbon. Crimson se fijó en lo que ella estaba bebiendo y era whisky. -"Tiene buen gusto"- pensó meintras levantaba su copa y removía los hielos usando movimientos circulares. Dio un pequeño sorbo.
Ella continuó, casi burlándose de él. No le importaba. La verdad es que esa chica le hacia bastante gracia. Se giró y le miró directamente a los ojos para decir algo más. Entonces descubrió que, al igual que su bonita cabellera, sus orbes eran de un resplandeciente color dorado. Su último comentario estaba plagado de toda clase de maravillas lingüisticas que dibujaron una amplia sonrisa en Crimson. Dio un segundo sorbo y dejó su bebida de más de 40º sobre la barra. Se apoyó en esa misma con el codo izquierdo, poniéndose más cómodo. -Pene alborotado y medianamente interesante- repitió- son los dos piropos más bonitos que me han dicho nunca- contestó sarcástico, pues se lo tomaba todo con bastante humor. - No, no estás del todo equivocada. Sinceramente creo que me hace falta crecer todavía en algunos aspectos, en el fondo sigo siendo un niño grande que sólo buscar consolarse entre dos preciosos muslos- se terminó su copa de un último trago e hizo un gesto con la mano para decirle que ya no iba a beber más. Básicamente porque ya no le quedaba más dinero.
Le resultaba extraño pero se sentía en plena confianza para hablar con esa mujer, de la que todavía desconocía su nombre, de cualquiera de tema, por trascendental o banal que sea. -Sin embargo en lo último si que cometes un error- dijo bajando de su banquillo-, si quisiera ligar contigo haría esto primero- y arrastró el mismo acercándolo hacia ella, sin llegar a estar pegados del todo. Se volvió a sentar-. Primero hay que desmarcarse de la multitud, lo cual con mi improvisado monólogo, parece que he conseguido. Luego hay que buscar algo más de familiaridad. Cuando se trata de entablar una relación con una desconocida y buscar ganarte su afecto lo principal es la cercanía, sin llegar a invadir su espacio personal, que ella se sienta cómoda contigo. Después hablaría claro pero en una tonalidad un poco baja. De esta forma es ella ahora la que se acerca a ti para escucharte las cosas que tengas que decir y casi sin darte cuenta ya la tienes dónde quieres, a escasos centímetros de tus labios. Si se apega tanto a ti es porque definitivamente has hecho las cosas bien y puedes dar el siguiente paso- explicó mientras atraía su copa hasta su nueva posición. No se cuestionaba por qué le explicaba a una chica alguno de sus "trucos" justamente con ellas, desvelando su código femenino. Ni siquiera sabía la reacción que produciría esta explicación en ella, pues sabía que a algunas les ofendía y otras simplemente sonreían al enterarse de que un hombre había descubierto parte del juego de ellas. ¿De qué tipo sería ella?
Despegó su mirada de la suya y se puso a contemplar toda la acción que transcurría en ese momento. Muchos movían lentamente las manos en alto hacia los lados al ritmo de la música que sonaba entonces, bastante más lenta y pausada que las anteriores que había escuchado. Otros, en cambio, ignoraban totalmente la música, absortos en sus propias realidades. Crimson los miraba y los analizaba. -Me estaba preguntando... Si tan poco te agrada todas estas personas ¿qué es lo que realmente estás haciendo aquí?- preguntó sin el más mínimo pudor, tragando el poco bourbon que le quedaba.- Sólo espero que no seas un asesina que viene por mí- bromeó -porque en estos momentos no creo que ponga mucha resistencia- concluyó, esta vez si insinuándose sutilmente.
Ella continuó, casi burlándose de él. No le importaba. La verdad es que esa chica le hacia bastante gracia. Se giró y le miró directamente a los ojos para decir algo más. Entonces descubrió que, al igual que su bonita cabellera, sus orbes eran de un resplandeciente color dorado. Su último comentario estaba plagado de toda clase de maravillas lingüisticas que dibujaron una amplia sonrisa en Crimson. Dio un segundo sorbo y dejó su bebida de más de 40º sobre la barra. Se apoyó en esa misma con el codo izquierdo, poniéndose más cómodo. -Pene alborotado y medianamente interesante- repitió- son los dos piropos más bonitos que me han dicho nunca- contestó sarcástico, pues se lo tomaba todo con bastante humor. - No, no estás del todo equivocada. Sinceramente creo que me hace falta crecer todavía en algunos aspectos, en el fondo sigo siendo un niño grande que sólo buscar consolarse entre dos preciosos muslos- se terminó su copa de un último trago e hizo un gesto con la mano para decirle que ya no iba a beber más. Básicamente porque ya no le quedaba más dinero.
Le resultaba extraño pero se sentía en plena confianza para hablar con esa mujer, de la que todavía desconocía su nombre, de cualquiera de tema, por trascendental o banal que sea. -Sin embargo en lo último si que cometes un error- dijo bajando de su banquillo-, si quisiera ligar contigo haría esto primero- y arrastró el mismo acercándolo hacia ella, sin llegar a estar pegados del todo. Se volvió a sentar-. Primero hay que desmarcarse de la multitud, lo cual con mi improvisado monólogo, parece que he conseguido. Luego hay que buscar algo más de familiaridad. Cuando se trata de entablar una relación con una desconocida y buscar ganarte su afecto lo principal es la cercanía, sin llegar a invadir su espacio personal, que ella se sienta cómoda contigo. Después hablaría claro pero en una tonalidad un poco baja. De esta forma es ella ahora la que se acerca a ti para escucharte las cosas que tengas que decir y casi sin darte cuenta ya la tienes dónde quieres, a escasos centímetros de tus labios. Si se apega tanto a ti es porque definitivamente has hecho las cosas bien y puedes dar el siguiente paso- explicó mientras atraía su copa hasta su nueva posición. No se cuestionaba por qué le explicaba a una chica alguno de sus "trucos" justamente con ellas, desvelando su código femenino. Ni siquiera sabía la reacción que produciría esta explicación en ella, pues sabía que a algunas les ofendía y otras simplemente sonreían al enterarse de que un hombre había descubierto parte del juego de ellas. ¿De qué tipo sería ella?
Despegó su mirada de la suya y se puso a contemplar toda la acción que transcurría en ese momento. Muchos movían lentamente las manos en alto hacia los lados al ritmo de la música que sonaba entonces, bastante más lenta y pausada que las anteriores que había escuchado. Otros, en cambio, ignoraban totalmente la música, absortos en sus propias realidades. Crimson los miraba y los analizaba. -Me estaba preguntando... Si tan poco te agrada todas estas personas ¿qué es lo que realmente estás haciendo aquí?- preguntó sin el más mínimo pudor, tragando el poco bourbon que le quedaba.- Sólo espero que no seas un asesina que viene por mí- bromeó -porque en estos momentos no creo que ponga mucha resistencia- concluyó, esta vez si insinuándose sutilmente.
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La muchacha hablaba poco, pero seguía escuchando atenta. Declinó el ofrecimiento del barman de traerle algo más con un movimiento de cabeza y finalmente se retiro, habiendo dejado la bebida del otro joven sobra la barra. Los ojos de cuando en cuando le viajaban de una esquina a otra del lugar, pero su pervertido no aparecía. Se relajo sin querer dejar de estar al pendiente.
Menos mal ya no me aburriré tanto, pensaba mientras discretamente observaba el aspecto de su interlocutor; cabello negro, ojos azules, una que otra cana- supuso prematura- manos firmes y cicatrices sanadas en un pecho que llevaba descubierto, seguramente de manera intencional. Podría decirse que es mi tipo, que mal que tengo algo de masa encefálica y una misión que cumplir..
Rió para si. Y también sonó en contestación a las palabras del hombre. Era sarcástico además, haberle encontrado era un pequeño despunte de suerte, para alguien que se había anticipado antes una noche insoportablemente aburrida.También sería que no lo lograba descifrar del todo, le contestaba muy bien, amablemente, y no titubeaba. Era difícil saber si jugaba o no lo hacía por que sus acciones tenía un poco de las dos cosas. Era, como supuso desde un principio, un caza-vaginas. Pero uno, ahora si, interesante.
Y de pronto quiso saber más.
─ ¿De verdad? ¿En que?─Ladeo la cara curiosa cuando alego que ella se equivocaba y de pronto acerco su banco, estableciendo menor distancia pero con una discreción suficiente como para no ¿Repelerla?¿Sería esa la palabra? Podría decirse que ese movimiento suyo tuvo algo de efecto, pues la muchacha en un acto meramente inconsciente, con una pizca de intención,se inclino en su banquillo quedando muy cerca suyo por unos segundos para después echar su cadera al lado contrario y establecer una distancia, un espacio. Aun muy privado para esos dos en una sala llena de gente, pero sin rayar en lo personal. Por que para Katrina, nada debía ser personal. Acabó dando otro sorbo y cruzar su pierna a manera que señalara ligeramente hacia las del joven, alargo el brazo dejando su vaso de whisky sobre la barra y le volvió a escuchar, alzando una de sus cejas. ¿Por que le contaba sus técnicas? Aquello le hizo gracia, no sabía si era por no entendía el por que lo hacia, o por que en efecto, sonaba tan lógico que empezaba a pensar que si funcionaba, y en que no le gustaban los rechazos por que no estaba acostumbrado a ellos. Y eso era por una razón. ─Interesante, siempre había creído que era cuestión de temperatura.
Acoto al final y dejó que se hiciera el silencio entre ambos. Aprovecho para dar otro vistazo y...
Oh finalmente, pensó con los ojos fijos en el hombre bajo y regordeto que entraba con dos guardaespaldas a sus costados. Mientras daba el último trago a su whisky le siguió con la mirada hasta que este entro a una de esas zonas privadas en la parte alta y se sentaba en un sillón mientras los meseros le llevaban varios tipos de champaña. Seguramente ahí estará un buen rato hasta que detecte a un muchacho que le guste, después mandara a uno de sus gorilas por el y lo demás me toca a mi averiguarlo. Hay que esperar otro rato. Se dijo, y justo en ese momento el hombre que en una serie de eventos curiosos se había vuelto su acompañante le hizo una pregunta. Una muy extraña y graciosa pregunta.
Ahora si soltó una carcajada, divertida, mientras se llevaba una mano a la mata de cabello y la apartaba de su cara. ¡Había dado en el clavo! Pero no se lo dejaría saber, claro que no, era muy orgullosa para eso.
─ Pero que curioso has salido─ Dijo con sarcasmo mientras se recuperaba de aquella risa que se había salido un poco de su porte común. Negó con la cabeza sin dejar de sonreír ladina─ Si de verdad estuvieras ligando conmigo, habrías perdido por ser tan tosco. Y no, no he venido a matar a nadie. Por lo menos hoy no. ¿Que tal si solo soy una muchacha que por aburrimiento acabo en este sitio? O espera, ¿Que te parecería si solo fuera una cazadora mas? Como tu, o como esa mujer que te orillo a hablarme. Fuese como fuese, que conveniente sería que fueras tu mi presa, ya que has dicho que no pondrías resistencia. Lo haces tentador, ciertamente.
Concluyó entrecerrando los ojos con suavidad, había dicho eso entre jugando con el, entre bromeando. Que va, no se iba a quedar de todas maneras.
─¿Se me nota tanto?─ Pregunto irónica, refiriéndose a su comentario sobre su falta de entusiasmo en ese tipo de lugares. Acabó encongiendose de hombros─Bueno, es que ciertamente tengo otro tipo de aficiones, otro tipo de intereses. Esto no es para mi, salvo la música y el whisky. No me agrada para nada la gente, me parece en su mayoría muy común. Creo que para este punto habrás adivinado que soy una megalomana y que por lo mismo, no me habría de meter en este hoyo de poca higiene si no tuviera una buena razón. Pero anda, háblame un poco más de ti.─ Finalizó enfatizando aquella frase a modo de juego. Era casi un cliché en lo que refería al ligue, pero en realidad la decía por que tampoco le iba a dejar servidas en bandeja de plata sus verdaderas intenciones. Por que ante todo, no sabía quien era el joven y viceversa. Y todo el tiempo lo tenía presente: Ella era una agente de la revolución, no una chica común; el tampoco debía ser cualquiera para sospecharle alguna misión encubierta. Había que ser precavida, aunque se estuviese divirtiendo.
Menos mal ya no me aburriré tanto, pensaba mientras discretamente observaba el aspecto de su interlocutor; cabello negro, ojos azules, una que otra cana- supuso prematura- manos firmes y cicatrices sanadas en un pecho que llevaba descubierto, seguramente de manera intencional. Podría decirse que es mi tipo, que mal que tengo algo de masa encefálica y una misión que cumplir..
Rió para si. Y también sonó en contestación a las palabras del hombre. Era sarcástico además, haberle encontrado era un pequeño despunte de suerte, para alguien que se había anticipado antes una noche insoportablemente aburrida.También sería que no lo lograba descifrar del todo, le contestaba muy bien, amablemente, y no titubeaba. Era difícil saber si jugaba o no lo hacía por que sus acciones tenía un poco de las dos cosas. Era, como supuso desde un principio, un caza-vaginas. Pero uno, ahora si, interesante.
Y de pronto quiso saber más.
─ ¿De verdad? ¿En que?─Ladeo la cara curiosa cuando alego que ella se equivocaba y de pronto acerco su banco, estableciendo menor distancia pero con una discreción suficiente como para no ¿Repelerla?¿Sería esa la palabra? Podría decirse que ese movimiento suyo tuvo algo de efecto, pues la muchacha en un acto meramente inconsciente, con una pizca de intención,se inclino en su banquillo quedando muy cerca suyo por unos segundos para después echar su cadera al lado contrario y establecer una distancia, un espacio. Aun muy privado para esos dos en una sala llena de gente, pero sin rayar en lo personal. Por que para Katrina, nada debía ser personal. Acabó dando otro sorbo y cruzar su pierna a manera que señalara ligeramente hacia las del joven, alargo el brazo dejando su vaso de whisky sobre la barra y le volvió a escuchar, alzando una de sus cejas. ¿Por que le contaba sus técnicas? Aquello le hizo gracia, no sabía si era por no entendía el por que lo hacia, o por que en efecto, sonaba tan lógico que empezaba a pensar que si funcionaba, y en que no le gustaban los rechazos por que no estaba acostumbrado a ellos. Y eso era por una razón. ─Interesante, siempre había creído que era cuestión de temperatura.
Acoto al final y dejó que se hiciera el silencio entre ambos. Aprovecho para dar otro vistazo y...
Oh finalmente, pensó con los ojos fijos en el hombre bajo y regordeto que entraba con dos guardaespaldas a sus costados. Mientras daba el último trago a su whisky le siguió con la mirada hasta que este entro a una de esas zonas privadas en la parte alta y se sentaba en un sillón mientras los meseros le llevaban varios tipos de champaña. Seguramente ahí estará un buen rato hasta que detecte a un muchacho que le guste, después mandara a uno de sus gorilas por el y lo demás me toca a mi averiguarlo. Hay que esperar otro rato. Se dijo, y justo en ese momento el hombre que en una serie de eventos curiosos se había vuelto su acompañante le hizo una pregunta. Una muy extraña y graciosa pregunta.
Ahora si soltó una carcajada, divertida, mientras se llevaba una mano a la mata de cabello y la apartaba de su cara. ¡Había dado en el clavo! Pero no se lo dejaría saber, claro que no, era muy orgullosa para eso.
─ Pero que curioso has salido─ Dijo con sarcasmo mientras se recuperaba de aquella risa que se había salido un poco de su porte común. Negó con la cabeza sin dejar de sonreír ladina─ Si de verdad estuvieras ligando conmigo, habrías perdido por ser tan tosco. Y no, no he venido a matar a nadie. Por lo menos hoy no. ¿Que tal si solo soy una muchacha que por aburrimiento acabo en este sitio? O espera, ¿Que te parecería si solo fuera una cazadora mas? Como tu, o como esa mujer que te orillo a hablarme. Fuese como fuese, que conveniente sería que fueras tu mi presa, ya que has dicho que no pondrías resistencia. Lo haces tentador, ciertamente.
Concluyó entrecerrando los ojos con suavidad, había dicho eso entre jugando con el, entre bromeando. Que va, no se iba a quedar de todas maneras.
─¿Se me nota tanto?─ Pregunto irónica, refiriéndose a su comentario sobre su falta de entusiasmo en ese tipo de lugares. Acabó encongiendose de hombros─Bueno, es que ciertamente tengo otro tipo de aficiones, otro tipo de intereses. Esto no es para mi, salvo la música y el whisky. No me agrada para nada la gente, me parece en su mayoría muy común. Creo que para este punto habrás adivinado que soy una megalomana y que por lo mismo, no me habría de meter en este hoyo de poca higiene si no tuviera una buena razón. Pero anda, háblame un poco más de ti.─ Finalizó enfatizando aquella frase a modo de juego. Era casi un cliché en lo que refería al ligue, pero en realidad la decía por que tampoco le iba a dejar servidas en bandeja de plata sus verdaderas intenciones. Por que ante todo, no sabía quien era el joven y viceversa. Y todo el tiempo lo tenía presente: Ella era una agente de la revolución, no una chica común; el tampoco debía ser cualquiera para sospecharle alguna misión encubierta. Había que ser precavida, aunque se estuviese divirtiendo.
Crimson
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Miraba su copa en la que únicamente quedaban esos dos hielo. Realmente lamentaba no poder pedirse otra. Aunque en el fondo no fuese tan malo, pues con la cuarta ya se empezaría a emborrachar y en ese momento, junto a aquella melena dorada, no era la mejor opción que tomar. Levantó la vista ligeramente hasta clavarla en sus ojos que se entreveían tras pequeños mechones. Ella ahora estaba sentada en una posición más receptiva (sí, esa era la palabra exacta). Vio como estallaba con una carcajada tras su pregunta mientras alejaba su fino de su rostro. Él simplemente sonrió con un pequeño resoplido a modo de risa. ¿Había acertado? No estaba seguro, y su intento de justificarse sólo conseguía levantar más las sospechas del pirata, que demostraba estar encantado con la compañía de la joven que poco a poco parecía más abierta a él. Iban tomando más confianza los dos veinteañeros. Hizo un sutil movimiento de cuello, y su pelo, normalmente alborotado, quedó vagamente ladeado hacia la izquierda. No lo había hecho queriendo, le salió solo, casi por acto reflejo.
Ella ironizó acerca de su última frase a lo que respondió -Si fueras otra cazadora esto se pondría mucho más divertido e interesante, algunos de los saldría victorioso, pero ninguno perdiendo... Ya sabes- respondió. Se acomodó y se echó hacia atrás, apoyándose en la barra. Todavía se preguntaba qué pretendía encontrar exactamente ella en ese bar. Por lo poco que la conocía y había escuchado de ella no parecía que fuese la que iba a buscar diversión o pasar el rato en lugares tan frecuentados. Sus sospechas se confirmaron poco después cuando ella explicó que sólo le gustaba de aquel lugar el whisky y la música. Igual que a él. Aunque él añadiría, además, las jovencitas hijas de papá que buscaban una noche loca. El desvergonzado capitán era perfecto para saciar esa sed que muchas de ellas pedían. El despreocupado pirata con esa aura rebelde y aventurera no necesitaba de muchas florituras para ganarse su afecto. De hecho en ese mismo instante muchas de ellas se lo comían con la mirada, preguntándose qué hacía con la chica más extraña de Spring's Holiday. Si lo conocieran de verdad, sabrían que a él siempre le habían gustado más las chicas únicas, le parecían mucho más entretenida y aquella rubia, definitivamente, le sacaba una sonrisa siempre que hablaba.
-¿Qué podría contarte yo de mi vida? Ahora es cuando podría inventarme un sin fin de mentiras acerca de mi vida únicamente para tratar de impresionarte. Pero claro, no estamos ligando- comentó enfatizando especialmente en esa frase, casi parodiando la situación, pues el cortejo entre los dos empezaba a ser cada vez más evidente- por lo que no tengo esa necesidad -hizo una breve pausa y continuó pasados unos dos segundos-. Siempre he anhelado la libertad, el poder ir a dónde quiera, el no tener ataduras, el divertirme junto a mis nakamas -tampoco solía usar mucho esta palabra, pero era la verdad- el viajar, explorar y vivir aventuras. En tiempo como estos al Gobierno Mundial no le gusta precisamente las personas con mi mentalidad- mostró su desaprobación a la autoridad de los marines- y por ir con tus amigos bajo una bandera negra en busca de precisamente de esto te tachan de pirata y de criminal. Aunque bueno, he de admitir que algunos de mis tripulantes si que tiene más de un problema con la ley -dijo sin poder evitar reirse un poco al pensar en algunas de las cosas que cometían-. Son todos muy peculiares, creo que te llevarías muy bien con varios de ellos, sobretodo con mi segunda al mando -se detuvo y no dijo mucho más pues entonces estaría violando la confidencialidad de la banda-. Tengo que reencontrarme con ellos en unos días, no voy a pasar mucho tiempo aquí -afirmó. A pesar de no llevar dinero encima, ya se las arreglaría para surcar el mar y reencontrarse con ellos- por lo que tengo todos estos días libres para descansar y relajarme con quien quiera- le insinuó echándole una mirada de complicidad-. Sin embargo, tengo la ligera sospecha de que no soy el único con una historia que contar aquí.
Sin que Crimson lo note, pues estaba más pendiente de su acompañante en esa noche estrellada, un enorme hombre que superaba holgadamente los dos metros empezó a acercar a él, desde detrás y se sentó al final de la barra, a unos cuatro o cinco metros. Le miraba fijamente, como esperando buscar un hueco, una ventaja y llegar hasta él para llevárselo. Crimson no sólo atraía las miradas de varias mujeres del local, también tuvo la suerte de llamar la atención de un viejo escoltado por su propia tropa. Sus ojos le hicieron un sutil escaner mirándola de arriba a abajo y viceversa. La verdad es que le parecía bastante atractiva. Se inclinó ligeramente hacia ella, aproximándose más -Así que, ¿cuál es tu historia, dulce cazadora?- preguntó otra vez sin tapujos, en parte esperando que le cuente aquello que le estaba intrigando tanto.
Ella ironizó acerca de su última frase a lo que respondió -Si fueras otra cazadora esto se pondría mucho más divertido e interesante, algunos de los saldría victorioso, pero ninguno perdiendo... Ya sabes- respondió. Se acomodó y se echó hacia atrás, apoyándose en la barra. Todavía se preguntaba qué pretendía encontrar exactamente ella en ese bar. Por lo poco que la conocía y había escuchado de ella no parecía que fuese la que iba a buscar diversión o pasar el rato en lugares tan frecuentados. Sus sospechas se confirmaron poco después cuando ella explicó que sólo le gustaba de aquel lugar el whisky y la música. Igual que a él. Aunque él añadiría, además, las jovencitas hijas de papá que buscaban una noche loca. El desvergonzado capitán era perfecto para saciar esa sed que muchas de ellas pedían. El despreocupado pirata con esa aura rebelde y aventurera no necesitaba de muchas florituras para ganarse su afecto. De hecho en ese mismo instante muchas de ellas se lo comían con la mirada, preguntándose qué hacía con la chica más extraña de Spring's Holiday. Si lo conocieran de verdad, sabrían que a él siempre le habían gustado más las chicas únicas, le parecían mucho más entretenida y aquella rubia, definitivamente, le sacaba una sonrisa siempre que hablaba.
-¿Qué podría contarte yo de mi vida? Ahora es cuando podría inventarme un sin fin de mentiras acerca de mi vida únicamente para tratar de impresionarte. Pero claro, no estamos ligando- comentó enfatizando especialmente en esa frase, casi parodiando la situación, pues el cortejo entre los dos empezaba a ser cada vez más evidente- por lo que no tengo esa necesidad -hizo una breve pausa y continuó pasados unos dos segundos-. Siempre he anhelado la libertad, el poder ir a dónde quiera, el no tener ataduras, el divertirme junto a mis nakamas -tampoco solía usar mucho esta palabra, pero era la verdad- el viajar, explorar y vivir aventuras. En tiempo como estos al Gobierno Mundial no le gusta precisamente las personas con mi mentalidad- mostró su desaprobación a la autoridad de los marines- y por ir con tus amigos bajo una bandera negra en busca de precisamente de esto te tachan de pirata y de criminal. Aunque bueno, he de admitir que algunos de mis tripulantes si que tiene más de un problema con la ley -dijo sin poder evitar reirse un poco al pensar en algunas de las cosas que cometían-. Son todos muy peculiares, creo que te llevarías muy bien con varios de ellos, sobretodo con mi segunda al mando -se detuvo y no dijo mucho más pues entonces estaría violando la confidencialidad de la banda-. Tengo que reencontrarme con ellos en unos días, no voy a pasar mucho tiempo aquí -afirmó. A pesar de no llevar dinero encima, ya se las arreglaría para surcar el mar y reencontrarse con ellos- por lo que tengo todos estos días libres para descansar y relajarme con quien quiera- le insinuó echándole una mirada de complicidad-. Sin embargo, tengo la ligera sospecha de que no soy el único con una historia que contar aquí.
Sin que Crimson lo note, pues estaba más pendiente de su acompañante en esa noche estrellada, un enorme hombre que superaba holgadamente los dos metros empezó a acercar a él, desde detrás y se sentó al final de la barra, a unos cuatro o cinco metros. Le miraba fijamente, como esperando buscar un hueco, una ventaja y llegar hasta él para llevárselo. Crimson no sólo atraía las miradas de varias mujeres del local, también tuvo la suerte de llamar la atención de un viejo escoltado por su propia tropa. Sus ojos le hicieron un sutil escaner mirándola de arriba a abajo y viceversa. La verdad es que le parecía bastante atractiva. Se inclinó ligeramente hacia ella, aproximándose más -Así que, ¿cuál es tu historia, dulce cazadora?- preguntó otra vez sin tapujos, en parte esperando que le cuente aquello que le estaba intrigando tanto.
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─ Un pirata─ Dijo de manera concluyente esbozando una sonrisa pequeña, una un tanto más sincera, no coqueta, ni irónica, tampoco exagerada. Era una que denotaba que aquella averiguación le parecía agradable. Los piratas eran seres fascinantes a la opinión de la Leona de Buchenwald; De poco seso para andar por ahí pavoneando su libertad a sabiendas de que aquello era el peor pecado a los ojos del mundo en el que vivían, pero sin duda, la vívida representación de lo que su enemigo más odiaba en el mundo. Y por eso los rebeldes les protegían en la mayoría de los casos.
Muchos piratas sin saberlo había colaborado con misiones de su banda con solo hacer presencia. Lo revolucionarios actuaban para quebrar el mundo, los piratas no hacían nada, pero lo conseguían aún así. Eran algo así como facciones aliadas que no se importaban por conocerse las caras. Si, le agradaban los piratas.
Aunque la gran mayoría no eran de fiar, y lo sabía muy bien. Como ella tampoco lo era.
Sin embargo sus palabras, esas, que estaban entre los coqueteos y las insinuaciones le dieron la pauta para no estar tan a la defensiva. Quizá era cierto que solo era un hombre que como muchos navegaban por los mares saboreando las delicias del libre albeldrío sin importarle mucho lo que opinara el gobierno mundial. Otro marginado que se había hecho de una familia con más marginados. No una buena persona, pero si una de un tipo muy especial.
¿Habrá sido él un pirata?. Se le ocurrió preguntarse mientras sus ojos se perdían, por primera vez en esa noche, en la nostalgia por una sonrisa cálida hace muchos años atrás. La voz del muchacho la devolvió fugazmente al aquí y al ahora. Cerro los ojos pacientemente y volvió a tronar los dedos, como una maña ansiosa, obsesiva, pero propia de ella y sus manos elegantes. Correspondió su mirada de complicidad, por que podría decirse que ahora si la había, pues sus ojos, tan pendientes de los movimientos del muchacho, habian captado detrás de el la oportunidad perfecta. ¿Pero le ayudaría? No lo sabía, pero el que el condenado ministro le hubiese puesto el ojo morboso encima a quien en realidad parecía el ligue de esa chica le había abierto la puerta a un sin fin de posibilidades. Pareció relajarse, echando la cabeza atrás sonriendole juguetonamente mientras se balanceaba en su banquillo.
─Yo solo soy una pequeñísima pieza en un engranaje complejo. Al igual que tu busco la libertad, y no solo la mía, la cual tengo restringida y me limita hacer el trabajo sucio, desde las sombras─ Confiesa, sin dejar de mirarlo. La confesión de su identidad era un tanto evidente. Si él acertaba al adivinar ya no pensaba que pudiera pasar algo contraproducente, es más, todo lo contrario.─ Soy la clase de persona que se divierte con la taxidermia, con la muerte y que quiere ver arder al mundo solo por entretenimiento. ''Sociópata funcional'' o creo que así le dicen.
Una vez que se le acerco, se le vio un tanto destanteada. Era confianzudo, sin duda, pero muy en el fondo, tras un montón de indirectas y actitudes insinuantes en ambos, no le sorprendía ni le desagradaba.
Ademas, si quiero que me ayude, tengo que cooperar un poco. Se dijo.
Así que no tuvo restricciones en acortar la proximidad llevando una mano a su hombro, posándola delicadamente y quedando, prácticamente, nariz con nariz. Era un movimiento certero, por parte de una persona como ella, que no sonreía y se limitaba a mirarlo con todo tipo de intenciones. Que el imaginara lo que quiera. Pero no permitió más, pues en ese instante decidió a hablar.
─ Escucha─ Acabo murmurando severamente, pero a manera de que nadie más que el escuchara─ He venido aquí en busca de un pez gordo, basura corrupta. Ha puesto su ojo en ti para saciar su libido secreto. Lo sé por que uno de sus guardaespaldas, con los cuales lo vi entrar hace quince minutos, esta en la barra, tras de tí, esperando el momento que yo me retire para amenazarte, pagarte, o de alguna manera hacer que cedas a los deseos de su jefe. Aún no se como lo logra, pero es lo he venido averiguar, para así poder extorsionarle y secarlo completamente de sus fondos, en su mayoría robados, para bien de nuestra causa.
La jóven, sin retirar la mano, se alejo de nuevo para asomarse discretamente por encima de su hombro y comprobar, que en efecto, el otro hombre no despegaba su vista de ahí. Volvió a posar los ojos en el muchacho, con un sinfín de cavilaciones y posibles planes a los que no daba un orden.
─ Puedo ayudarte a salir de esto, pero algo me dice que en realidad sería más fructífero si tú me ayudas a mi ¿Que dices?─ Entonces vuelve a sonreír─ ¿Nos divertimos?
Muchos piratas sin saberlo había colaborado con misiones de su banda con solo hacer presencia. Lo revolucionarios actuaban para quebrar el mundo, los piratas no hacían nada, pero lo conseguían aún así. Eran algo así como facciones aliadas que no se importaban por conocerse las caras. Si, le agradaban los piratas.
Aunque la gran mayoría no eran de fiar, y lo sabía muy bien. Como ella tampoco lo era.
Sin embargo sus palabras, esas, que estaban entre los coqueteos y las insinuaciones le dieron la pauta para no estar tan a la defensiva. Quizá era cierto que solo era un hombre que como muchos navegaban por los mares saboreando las delicias del libre albeldrío sin importarle mucho lo que opinara el gobierno mundial. Otro marginado que se había hecho de una familia con más marginados. No una buena persona, pero si una de un tipo muy especial.
¿Habrá sido él un pirata?. Se le ocurrió preguntarse mientras sus ojos se perdían, por primera vez en esa noche, en la nostalgia por una sonrisa cálida hace muchos años atrás. La voz del muchacho la devolvió fugazmente al aquí y al ahora. Cerro los ojos pacientemente y volvió a tronar los dedos, como una maña ansiosa, obsesiva, pero propia de ella y sus manos elegantes. Correspondió su mirada de complicidad, por que podría decirse que ahora si la había, pues sus ojos, tan pendientes de los movimientos del muchacho, habian captado detrás de el la oportunidad perfecta. ¿Pero le ayudaría? No lo sabía, pero el que el condenado ministro le hubiese puesto el ojo morboso encima a quien en realidad parecía el ligue de esa chica le había abierto la puerta a un sin fin de posibilidades. Pareció relajarse, echando la cabeza atrás sonriendole juguetonamente mientras se balanceaba en su banquillo.
─Yo solo soy una pequeñísima pieza en un engranaje complejo. Al igual que tu busco la libertad, y no solo la mía, la cual tengo restringida y me limita hacer el trabajo sucio, desde las sombras─ Confiesa, sin dejar de mirarlo. La confesión de su identidad era un tanto evidente. Si él acertaba al adivinar ya no pensaba que pudiera pasar algo contraproducente, es más, todo lo contrario.─ Soy la clase de persona que se divierte con la taxidermia, con la muerte y que quiere ver arder al mundo solo por entretenimiento. ''Sociópata funcional'' o creo que así le dicen.
Una vez que se le acerco, se le vio un tanto destanteada. Era confianzudo, sin duda, pero muy en el fondo, tras un montón de indirectas y actitudes insinuantes en ambos, no le sorprendía ni le desagradaba.
Ademas, si quiero que me ayude, tengo que cooperar un poco. Se dijo.
Así que no tuvo restricciones en acortar la proximidad llevando una mano a su hombro, posándola delicadamente y quedando, prácticamente, nariz con nariz. Era un movimiento certero, por parte de una persona como ella, que no sonreía y se limitaba a mirarlo con todo tipo de intenciones. Que el imaginara lo que quiera. Pero no permitió más, pues en ese instante decidió a hablar.
─ Escucha─ Acabo murmurando severamente, pero a manera de que nadie más que el escuchara─ He venido aquí en busca de un pez gordo, basura corrupta. Ha puesto su ojo en ti para saciar su libido secreto. Lo sé por que uno de sus guardaespaldas, con los cuales lo vi entrar hace quince minutos, esta en la barra, tras de tí, esperando el momento que yo me retire para amenazarte, pagarte, o de alguna manera hacer que cedas a los deseos de su jefe. Aún no se como lo logra, pero es lo he venido averiguar, para así poder extorsionarle y secarlo completamente de sus fondos, en su mayoría robados, para bien de nuestra causa.
La jóven, sin retirar la mano, se alejo de nuevo para asomarse discretamente por encima de su hombro y comprobar, que en efecto, el otro hombre no despegaba su vista de ahí. Volvió a posar los ojos en el muchacho, con un sinfín de cavilaciones y posibles planes a los que no daba un orden.
─ Puedo ayudarte a salir de esto, pero algo me dice que en realidad sería más fructífero si tú me ayudas a mi ¿Que dices?─ Entonces vuelve a sonreír─ ¿Nos divertimos?
Crimson
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No podía negar que las primeras palabras que le había transmitido la rubia le habían despertado aún más interés. Pudo deducir por lo que se leía entre líneas que ella se trataba de una revolucionaria y que buscaba, como muchos de ellos, destruir al Gobierno Mundial. A Crimson siempre le había parecido su causa, la revolucionaria, una forma de clamar por justicia, pues si los propios ciudadanos no la exigían, nadie lo haría. ¿Quién sino iba a pedirla por ellos? Valoraba su valentía por oponerse a la fuerza del mundo entero, de ir a contracorriente y de luchar por el bien común, o al menos eso creían firmemente ellos. A lo largo de su vida había conocido varios de estos, pero su gran amigo Uracha era uno de los que más le había comentado cómo era la vida de los revolucionarios, aunque también habría que recalcar el poco caso que le hacía en muchas ocasiones el pirata, pues casi siempre que se encontraban lo festejaban y no acaba precisamente con todas sus facultades mentales a pleno uso, el vodka no era un buen amigo de la lucidez.
Lo siguiente que dijo tampoco opacó la creciente curiosidad y atracción que le producía la joven con cada una de sus miradas, gestos y palabras. Se trataba de una chica sumamente compleja, un poco loca, lo cual le encantaba, y con sus manías. Cosa que la convertía en una mujer mucho más tridimensional, más profunda y más... no sabría como explicarlo con palabras, pues éstas se quedaban cortas. Entonces ella se le acercó más, tocando finamente su hombro. Le miraba directamente. Estuvieron a punto de tener un beso esquimal de la proximidad a la que ahora estaban sometidos. Sus rodillas se entrecruzaron e hicieron contacto. Los nudillos del pirata se posaron encima de su muslo casi sin que pudiera el evitarlo, aunque tampoco pretendía hacerlo. Inspiró un poco para luego expulsar todo ese aire en un largo y prolongado suspiro. Continuó hablando, revelando ahora sus planes. No le hizo falta girarse para comprobar las afirmaciones de la chica. Si quería podía sentir todas y cada una de las presencias de esa sala, ver sus intenciones y adelantarse a sus movimientos sin ni siquiera tener que moverse de sus sitio. A su vez también buscó entre todas aquellas almas despreocupadas al individuo del que ella hablaba. No quiso saber más de lo que pretendía hacer aquel hombre, pues a su mente llegaron imágenes suyas en posiciones no demasiado condecoradas.
Su cara marcó un pequeño gesto de asco al saber qué es lo que pretendía hacerle. El haki de la observación podía ser realmente útil una vez se alcanzaba a dominarlo de la manera en que él lo hacía. No necesitaba usarlo en ella, pues por como habían acontecido todos los sucesos que los desembocaron a la situación actual, sabía, con plena certeza, que no le engañaba. Levantó la mano que estaba rozando sus piernas y la cogió por el antebrazo delicadamente, casi formando leves caricias con los dedos por su piel. -Siempre me encanta jugar- respondió con una clara doble intención. Se acercó a su oído, estando ya tan cerca que podría sentir su aliento en su cuello, y susurró en éste: -Primero hay que hacerlo más creíble, hay que separarnos de forma que quede clara y todos nos vean, hay que crear un marco en el que todo vaya como queramos... Sígueme la corriente- concluyó tocando levemente con sus labios el lóbulo de su oreja. Hizo un gesto al camarero para que le ponga otra copa.
Entonces se alejó bruscamente de ella, con un pequeño empujón y simulando el haber evitado un beso por su parte. Un gesto ampliamente conocido como "La Cobra". -¡Te equivocas completamente conmigo... que-rida! -exclamó entonando su voz de una forma totalmente distinta, mucho más aguda, imitando y exagerando lo que sería el tono femenino, tal y como hacían los okamas por los pretendía hacerse pasar, inmediatamente hizo un chasquido con los dedos y meneó la cabeza de lado a lado muy rápidamente-. Además ese conjunto no te combina pa-ra na-da -enfatizó mucho en estas dos últimas palabras-. Y ese pelo... ¡es un horror! ¿Acaso es que tienes espejo? Nunca vuelvas a acercarte al divino Crimson- se presentó, al fin, tras esa fingida acalorada discusión. Cogió la última copa de bourbon que le había servido el asombrado tabernero y se marchó, con aire de indignada y contoneándose con la copa en la mano. No tenía pensado pagar, de momento, esa última ronda.
Empezó a caminar hacia la salida. El hombre le siguió, lo supo en seguida aunque no lo viese. No tardó en interceptarlo y contarle lo que pretendía su jefe. No le contó nada que previamente no la hubiese explicado ya esa chica, ni nada que no intuyese con su haki. Aceptó la oferta. Le dio un número de habitación y llamó a su superior para adverirle de la noticia de que el joven de marcadas canas había aceptado su oferta. No tardó en venir, con los ojos desorbitados, inyectados en sangre, se le salían de su mirar lascivamente el tonificado cuerpo de Crimson. Parecía que no quería esperar y montárselo ahí mismo, usando su torso apolíneo para todas las salvajadas que pretendía hacer. Esos jóvenes y prietos cuerpos de los jóvenes, sencillamente le alocaban. Ambos se dirigieron hacia la habitación. Esperaba que ella les siguiese y que no la detectasen.
Lo siguiente que dijo tampoco opacó la creciente curiosidad y atracción que le producía la joven con cada una de sus miradas, gestos y palabras. Se trataba de una chica sumamente compleja, un poco loca, lo cual le encantaba, y con sus manías. Cosa que la convertía en una mujer mucho más tridimensional, más profunda y más... no sabría como explicarlo con palabras, pues éstas se quedaban cortas. Entonces ella se le acercó más, tocando finamente su hombro. Le miraba directamente. Estuvieron a punto de tener un beso esquimal de la proximidad a la que ahora estaban sometidos. Sus rodillas se entrecruzaron e hicieron contacto. Los nudillos del pirata se posaron encima de su muslo casi sin que pudiera el evitarlo, aunque tampoco pretendía hacerlo. Inspiró un poco para luego expulsar todo ese aire en un largo y prolongado suspiro. Continuó hablando, revelando ahora sus planes. No le hizo falta girarse para comprobar las afirmaciones de la chica. Si quería podía sentir todas y cada una de las presencias de esa sala, ver sus intenciones y adelantarse a sus movimientos sin ni siquiera tener que moverse de sus sitio. A su vez también buscó entre todas aquellas almas despreocupadas al individuo del que ella hablaba. No quiso saber más de lo que pretendía hacer aquel hombre, pues a su mente llegaron imágenes suyas en posiciones no demasiado condecoradas.
Su cara marcó un pequeño gesto de asco al saber qué es lo que pretendía hacerle. El haki de la observación podía ser realmente útil una vez se alcanzaba a dominarlo de la manera en que él lo hacía. No necesitaba usarlo en ella, pues por como habían acontecido todos los sucesos que los desembocaron a la situación actual, sabía, con plena certeza, que no le engañaba. Levantó la mano que estaba rozando sus piernas y la cogió por el antebrazo delicadamente, casi formando leves caricias con los dedos por su piel. -Siempre me encanta jugar- respondió con una clara doble intención. Se acercó a su oído, estando ya tan cerca que podría sentir su aliento en su cuello, y susurró en éste: -Primero hay que hacerlo más creíble, hay que separarnos de forma que quede clara y todos nos vean, hay que crear un marco en el que todo vaya como queramos... Sígueme la corriente- concluyó tocando levemente con sus labios el lóbulo de su oreja. Hizo un gesto al camarero para que le ponga otra copa.
Entonces se alejó bruscamente de ella, con un pequeño empujón y simulando el haber evitado un beso por su parte. Un gesto ampliamente conocido como "La Cobra". -¡Te equivocas completamente conmigo... que-rida! -exclamó entonando su voz de una forma totalmente distinta, mucho más aguda, imitando y exagerando lo que sería el tono femenino, tal y como hacían los okamas por los pretendía hacerse pasar, inmediatamente hizo un chasquido con los dedos y meneó la cabeza de lado a lado muy rápidamente-. Además ese conjunto no te combina pa-ra na-da -enfatizó mucho en estas dos últimas palabras-. Y ese pelo... ¡es un horror! ¿Acaso es que tienes espejo? Nunca vuelvas a acercarte al divino Crimson- se presentó, al fin, tras esa fingida acalorada discusión. Cogió la última copa de bourbon que le había servido el asombrado tabernero y se marchó, con aire de indignada y contoneándose con la copa en la mano. No tenía pensado pagar, de momento, esa última ronda.
Empezó a caminar hacia la salida. El hombre le siguió, lo supo en seguida aunque no lo viese. No tardó en interceptarlo y contarle lo que pretendía su jefe. No le contó nada que previamente no la hubiese explicado ya esa chica, ni nada que no intuyese con su haki. Aceptó la oferta. Le dio un número de habitación y llamó a su superior para adverirle de la noticia de que el joven de marcadas canas había aceptado su oferta. No tardó en venir, con los ojos desorbitados, inyectados en sangre, se le salían de su mirar lascivamente el tonificado cuerpo de Crimson. Parecía que no quería esperar y montárselo ahí mismo, usando su torso apolíneo para todas las salvajadas que pretendía hacer. Esos jóvenes y prietos cuerpos de los jóvenes, sencillamente le alocaban. Ambos se dirigieron hacia la habitación. Esperaba que ella les siguiese y que no la detectasen.
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─¿S-señorita? ¿S-se encuentra bien?─ Pudo escuchar en el repentino silencio que se había formado alrededor por la pequeña escena que había montado. El camarero de la barra se veía apenado, habiéndose creído aquel desplante, y se sentía preocupado al ver que la rubia, a la que antes había visto muy cómoda con aquel hombre que delato ser todo menos lo que se esperaba, tenía las manos tapadas. ¿Se echaría a llorar? Pero que cruel había sido el...─S-si....si quiere...los tragos los paga la casa...
─N-no es necesario, traigo lo suficiente.─ La escucho decir detrás de sus manos, con una voz temblorosa─ P-pero ha pedido Bourbon ¿verdad?
''Debe estar muy afligida, para taparse la cara de esta manera''.El camarero sintió lástima. No le gustaba ver que despecharan así a las pobres muchachitas, y para variar les dejaran pagar la cuenta. Negó con la cabeza frenéticamente.
─ ¡N-no hay problema! En serio señorita, no ha sido su culpa, déjenos quitarle el mal trago, váyase tranquila.─ Aseguro, ahora si más seguro, con la pequeña certeza que tiene la mayorías de las personas de haberse ganado el cielo con una acción de esas. Entonces pudo ver como la chica se levantaba de su asiento y se iba corriendo al baño.
─Pero que hombre, ese ''Divino Crimson''─ Pensaba la Leona de Buchenwald una vez que había cerrado la puerta del baño tras de si, y miraba desairada, molesta y algo ruborizada el hilito de sangre que salía de su nariz y sostenía con ambas manos para que no le manchara la ropa. No sabía si había sido la gracia, la sorpresa o el cambio tan abrupto de ambiente lo que la hizo tener esa especie de reacción. Solo esperaba que su afición por los trasvestis y los hombres afeminados no tuviera nada que ver.
Ya, Katrina, concéntrate. Respiro hondo mientras iba a los lavabos para enjuagarse y echarse un poco de agua a la cara. Termino haciéndose un tapón con las toallas de baño desechables que tenía a la mano y sosteniéndose el tabique de la nariz mientras echaba su cabeza atrás y elaboraba algún plan. Bueno, que el tal Crimson accediera ya era un progreso bastante considerable. Si algo salia mal lo tenía de apoyo y no involucraba testigos innecesarios a los que después tendrían que indemnizar.
Ya lista, y con tapón en nariz, la muchacha salió del baño comprobando que en efecto, su pez gordo había mordido el anzuelo- O pronto lo haría, pero eso ya era cosa de su cómplice-Les siguió con la mirada hasta que se dirigieron al complejo de habitaciones.
Bueno Katrina, ya infiltraste a alguien ¿Como conseguirás pruebas entonces? Se decía mientras se ocultaba en las sombras de las decoraciones playeras para empezar a seguirlos, moviéndose como una sombra entre la gente y pasando desapercibida. Ahora solo era cuestión de que, una vez que localizara la habitación del ministro, se hiciera de una manera para entrar y poder grabar pruebas contundentes. Una conversación bastaría, un intercambio de palabras y nada más. El problema eran los guardaespaldas, con los que no podría cargar tan fácilmente si era descubierta.
Katrina lamio sus labios. Le gustaban las misiones así.
─N-no es necesario, traigo lo suficiente.─ La escucho decir detrás de sus manos, con una voz temblorosa─ P-pero ha pedido Bourbon ¿verdad?
''Debe estar muy afligida, para taparse la cara de esta manera''.El camarero sintió lástima. No le gustaba ver que despecharan así a las pobres muchachitas, y para variar les dejaran pagar la cuenta. Negó con la cabeza frenéticamente.
─ ¡N-no hay problema! En serio señorita, no ha sido su culpa, déjenos quitarle el mal trago, váyase tranquila.─ Aseguro, ahora si más seguro, con la pequeña certeza que tiene la mayorías de las personas de haberse ganado el cielo con una acción de esas. Entonces pudo ver como la chica se levantaba de su asiento y se iba corriendo al baño.
─Pero que hombre, ese ''Divino Crimson''─ Pensaba la Leona de Buchenwald una vez que había cerrado la puerta del baño tras de si, y miraba desairada, molesta y algo ruborizada el hilito de sangre que salía de su nariz y sostenía con ambas manos para que no le manchara la ropa. No sabía si había sido la gracia, la sorpresa o el cambio tan abrupto de ambiente lo que la hizo tener esa especie de reacción. Solo esperaba que su afición por los trasvestis y los hombres afeminados no tuviera nada que ver.
Ya, Katrina, concéntrate. Respiro hondo mientras iba a los lavabos para enjuagarse y echarse un poco de agua a la cara. Termino haciéndose un tapón con las toallas de baño desechables que tenía a la mano y sosteniéndose el tabique de la nariz mientras echaba su cabeza atrás y elaboraba algún plan. Bueno, que el tal Crimson accediera ya era un progreso bastante considerable. Si algo salia mal lo tenía de apoyo y no involucraba testigos innecesarios a los que después tendrían que indemnizar.
Ya lista, y con tapón en nariz, la muchacha salió del baño comprobando que en efecto, su pez gordo había mordido el anzuelo- O pronto lo haría, pero eso ya era cosa de su cómplice-Les siguió con la mirada hasta que se dirigieron al complejo de habitaciones.
Bueno Katrina, ya infiltraste a alguien ¿Como conseguirás pruebas entonces? Se decía mientras se ocultaba en las sombras de las decoraciones playeras para empezar a seguirlos, moviéndose como una sombra entre la gente y pasando desapercibida. Ahora solo era cuestión de que, una vez que localizara la habitación del ministro, se hiciera de una manera para entrar y poder grabar pruebas contundentes. Una conversación bastaría, un intercambio de palabras y nada más. El problema eran los guardaespaldas, con los que no podría cargar tan fácilmente si era descubierta.
Katrina lamio sus labios. Le gustaban las misiones así.
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El hombre, un gordo calvo de no más del metro setenta le acompañaba totalmente encantado y maravillado por el pedazo de mozuelo que le había conseguido uno de sus esbirros. Le subiría el sueldo por ello al guardaespaldas por ello, ese mes sus hijos comerían ternera de primera y no la mierda de carne pasada que solían tragar a falta de algo mejor. Al principio sólo caminaba detrás de él para contemplar su prieto y respingón culito que se meneaba para la admiración de sus depravados ojos, aún más pervertidos que los del propio pirata que perdía siempre la cabeza con jovencitas. El viejo en cambio con muchachos, cada uno con lo suyo. Aunque sabía que las tácticas que usaba el viejo para conseguir sus objetivos eran muy rastreras y retorcidas. Alguien como él, un experto en el tema de la seducción, aunque lejos de su clímax, odiaba las formas de aquel hombre. Lo despreciaba tanto que apenas soportaba la idea de no poder darle la paliza que merecía.
Estaban apunto de llegar tras unos cuantos minutos caminando mientras tenían una charla barata en el que se presentaban el uno al otro. Le preguntó acerca de su edad, sus gusto, a qué se dedicaba y qué es lo que hacía en un lugar así y con aquella chica. Crimson le respondió a todo, haciéndose llamar a sí mismo Edward Cullen, que tenía unos veintiún añitos muy bien llevados y que trabaja de gogó de discoteca sólo por pura diversión, pues afirmó que le encantaba exhibirse. Al final añadió que sólo buscaba algo de entretenimiento en aquella isla paradisíaca y que por fin parecía haber encontrado algo de lo que buscaba. Le guiñó un ojo con esa última respuesta. El político casi se lo tira ahí mismo, pero tenía una reputación que salvaguardar. Era extremadamente fácil provocarlo. Al fin sabía como debería sentirse una Tía Buena, un diez con el que casi todos los hombres sueñan, esas que provocan dolores de cuello de tantas cabezas que tienen que girarse cada vez que la ven pasar.
Llegaron a la habitación, que estaba en cuarto piso de el hotel más caro de la isla Kyuuka, el Crystal Castle, muy concurrido a esas primeras horas de la noche. La mayoría de las personas con las que se topaban iban acompañadas. Generalmente eran de hombres, aparentemente magnates por las pintas que llevaban, con mujeres que podrían ser sus nietas. La habitación, se hallaba en la décima planta. Ya no sentía la presencia de Charles, así es como se llamaba su guardaespaldas, cerca. Esa piso estaba prácticamente vacío a excepción de ellos dos. Entraron dentro y pudo ver una inmensa cama de matrimonio. Ahí es dónde tantos jóvenes habían recibido las perversiones del cabrón que tenía a su lado.
-Aún no me has dicho a qué te dedicas tú- dijo de pronto el pirata-, no eres de los que acepta un no por respuesta y por todo lo que he podido observar debes de ser alguien poderoso. Quizás un ricachón en busca de tiernos jovencitos a los que realizar todas tus fantasías más primarias. Tranquilo, eso es justamente lo que estoy buscando de ti- continuó al ver como se empezaba a alarmar el político. Le empujó a la cama mientras Crimson se mordía el labio. El otro empezó a hiperventilar, no se creía la suerte que tenía-. Cuéntamelo todo, cada salvajada que les hayas hecho, excítame con cada guarrada que le hayas hecho, cuéntame qué guarradas quieres que te haga un casi adolescente como yo- seguía y seguía con lo suyo, mientras le quitaba de un tirón los pantalones al viejo. Se le podía claramente feliz. Crimson fue a por unas esposas mientras el otro le soltaba todo lo que le había preguntado, cada detalle horrendo y minucioso, cada escabroso suceso, todas esas horribles vejaciones. El pirata se acercó a él y lo esposó al cabecero de la cama. Le tiró su abrigo rojo a la cara, quedando con el torso desnudo y vestido únicamente con sus pantalones de cuero negro. Éste como pudo se apartó de la cara el abrigo para contemplar al muchacho tan decidido que tenía en frente.
Pero cuando lo hizo su sorpresa fue mayúscula al encontrarse algo que le aterrorizó. Una enorme pistola blanca a dos centímetros de su cara. Crimson había desefundando a Viento, una de sus Colt customizadas, en cuanto le cubrió su arrugado y rechoncho rostro. Le metió el cañón en la boca lentamente, que disfrutase de lo mismo que le hacía a esos pobres chavales. -Gordito, como intentes dar el más mínimo grito o intentes alarmar a alguien voy a dejar una pintura neo moderna justo encima del cabecero. Seguro que a las limpiadoras les encantarían tener que quitar tus cesos de las pared. Así que sé cuidadoso con lo que hagas.
Estaban apunto de llegar tras unos cuantos minutos caminando mientras tenían una charla barata en el que se presentaban el uno al otro. Le preguntó acerca de su edad, sus gusto, a qué se dedicaba y qué es lo que hacía en un lugar así y con aquella chica. Crimson le respondió a todo, haciéndose llamar a sí mismo Edward Cullen, que tenía unos veintiún añitos muy bien llevados y que trabaja de gogó de discoteca sólo por pura diversión, pues afirmó que le encantaba exhibirse. Al final añadió que sólo buscaba algo de entretenimiento en aquella isla paradisíaca y que por fin parecía haber encontrado algo de lo que buscaba. Le guiñó un ojo con esa última respuesta. El político casi se lo tira ahí mismo, pero tenía una reputación que salvaguardar. Era extremadamente fácil provocarlo. Al fin sabía como debería sentirse una Tía Buena, un diez con el que casi todos los hombres sueñan, esas que provocan dolores de cuello de tantas cabezas que tienen que girarse cada vez que la ven pasar.
Llegaron a la habitación, que estaba en cuarto piso de el hotel más caro de la isla Kyuuka, el Crystal Castle, muy concurrido a esas primeras horas de la noche. La mayoría de las personas con las que se topaban iban acompañadas. Generalmente eran de hombres, aparentemente magnates por las pintas que llevaban, con mujeres que podrían ser sus nietas. La habitación, se hallaba en la décima planta. Ya no sentía la presencia de Charles, así es como se llamaba su guardaespaldas, cerca. Esa piso estaba prácticamente vacío a excepción de ellos dos. Entraron dentro y pudo ver una inmensa cama de matrimonio. Ahí es dónde tantos jóvenes habían recibido las perversiones del cabrón que tenía a su lado.
-Aún no me has dicho a qué te dedicas tú- dijo de pronto el pirata-, no eres de los que acepta un no por respuesta y por todo lo que he podido observar debes de ser alguien poderoso. Quizás un ricachón en busca de tiernos jovencitos a los que realizar todas tus fantasías más primarias. Tranquilo, eso es justamente lo que estoy buscando de ti- continuó al ver como se empezaba a alarmar el político. Le empujó a la cama mientras Crimson se mordía el labio. El otro empezó a hiperventilar, no se creía la suerte que tenía-. Cuéntamelo todo, cada salvajada que les hayas hecho, excítame con cada guarrada que le hayas hecho, cuéntame qué guarradas quieres que te haga un casi adolescente como yo- seguía y seguía con lo suyo, mientras le quitaba de un tirón los pantalones al viejo. Se le podía claramente feliz. Crimson fue a por unas esposas mientras el otro le soltaba todo lo que le había preguntado, cada detalle horrendo y minucioso, cada escabroso suceso, todas esas horribles vejaciones. El pirata se acercó a él y lo esposó al cabecero de la cama. Le tiró su abrigo rojo a la cara, quedando con el torso desnudo y vestido únicamente con sus pantalones de cuero negro. Éste como pudo se apartó de la cara el abrigo para contemplar al muchacho tan decidido que tenía en frente.
Pero cuando lo hizo su sorpresa fue mayúscula al encontrarse algo que le aterrorizó. Una enorme pistola blanca a dos centímetros de su cara. Crimson había desefundando a Viento, una de sus Colt customizadas, en cuanto le cubrió su arrugado y rechoncho rostro. Le metió el cañón en la boca lentamente, que disfrutase de lo mismo que le hacía a esos pobres chavales. -Gordito, como intentes dar el más mínimo grito o intentes alarmar a alguien voy a dejar una pintura neo moderna justo encima del cabecero. Seguro que a las limpiadoras les encantarían tener que quitar tus cesos de las pared. Así que sé cuidadoso con lo que hagas.
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