Rei Arslan
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Rose seguía mirando al cielo con la vista perdida, escuchar y sentir lo que le decían los demás era algo que se le daba bien, tras unos segundos notó el pelaje de un perro en su regazo, era Shiro que se había apoyado, Rose volvió a acariciarle la cabeza suavemente al perro, parecía ser bastante bueno con el contacto hacia la gente.
Una carcajada de parte de Haine comenzó a sonar, Rose se quedó más o menos anonadada ¿por qué se reía? El joven volvió a hablar y la pelirroja le miró fijamente escuchando atentamente, por la mente de Rose solo pasaron palabras al escuchar eso "Que extraño... ¿no me creerá?" Pero lo que en verdad la dejó sorprendida fue que para no amar debía estar muerte ¿tendría razón? Rose giró su mirada hacia el suelo, dubitativa, quizás aquel hombre si tuviese razón pero ella no lo entendía de esa manera, quizás ella pudiese querer a alguien, a lo mejor tan solo debía romper la capa de hielo que poseía su corazón, en ese momento ella tan solo deseó maldecir a su padre y a su infancia, deshacerse del pasado al que estaba atada, aunque no le sirviese de nada...
Rose volvió a mirar al chico, y ante la pregunta que le había hecho hace varios minutos atrás no tenía novia, parecía no importarle demasiado, al fin y al cabo no eran las mismas circunstancias pero los dos chicos se parecían.
Después de eso, la joven chica cogió un pequeño palo y empezó a dibujar pequeños garabatos sobre el suelo húmedo, a ella se le daba bien dibujar aparte de que era uno de sus pasatiempos, cuando terminó tiró el palo hacia un lado y dejó el pequeño dibujo de un lobo bajo una luna gigante, si ese dibujo le había gustado, ahora sería una lástima que no durase eternamente, pues en cuanto se fuese de allí la naturaleza haría su trabajo y quedaría en el olvido como si nunca existiese.
Curiosidad…algo que a todo el mundo le llamaba la atención, Rose se dirigió a mirarlo y no pudo evitar sonreír cuando mencionó a Shiro, Haine volvió a soltar más comentarios, esta vez hicieron que de Rose salieran dulces carcajadas, se lo estaba pasando bien, en tan solo unos minutos había conseguido reírse más que en 11 años encerrada.
Pero había algo con lo que no contaba ella, el movimiento de Haine hacia ella, Rose le miró también a los ojos y se quedó completamente paralizada ¿Qué hacer? La pelirroja estaba muy confusa, pero esta vez no se guiaría por su mente, sino por lo que dictase su corazón, era hora de hacer lo que ella quisiese y no por su subconsciente, se acercó a él y se quedó a tan solo unos centímetros de él, ella le seguía mirando a los ojos y por unos segundos los cerró y le besó.
Si, un beso dulce y suave, que se dejó caer poco a poco, como la dulzura de la pelirroja a la que muchos desearían. Al cabo de varios segundos ella se separó de Haine y volvió a mirar la luna, tan bella como siempre, hacía un rato se habían escuchado varios sonidos como de piedras o ramas pisándose o crujiendo algo que a la pelirroja no le gustaba, pues podía ser peligroso pero Rose no pudo evitar reírse y se dirigió al chico con el mismo juego de antes-Creo que los espíritus al final no han entendido la situación, parecen enfadados. Deberíamos calmarlos...-dijo la chica mientras se ponía en pie.
Haine Rammsteiner
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Su pequeño juego de chico malo había terminado en algo que jamás habría esperado, pero antes de que todo aquello sucediera se había percatado de una cosa. Para empezar el dibujo que ella había realizado, no es que fuera una obra maestra pues con un palo en la arena mojada no se podía hacer gran cosa, pero se podía ver con total claridad un lobo aullando a la luna llena o esa sensación le daba al joven albino. La otra cosa de la que se había percatado era de una extraña presencia, como si sus palabras acerca de los espíritus de verdad estuviera surtiendo efecto y estos agitaran las ramas, crujieran ramitas del suelo y movieran los arbustos. Sin embargo el juego había comenzado, y aunque el perro había alzado su cabeza separándose ligeramente de Rose para ver qué podía encontrar todo llegó de forma inevitable haciendo que ambos se olvidaran por completo del asunto de posibles bandidos, espíritus, o dragones invisibles.
El simple roce de los labios con los de la chica lo dejó paralizado, haciendo que ella pudiera haberle quitado un riñón si hubiera querido que Haine no se habría movido. El beso fue breve pero dulce, aunque no era como si Haine hubiera decidido el comienzo y el final de aquel encuentro sino que residió totalmente en Rose -así era como la conocía- que se apartó y comentó acerca de los espíritus que parecían haberse enfadado. Daba igual, ya podían estar furiosos que ni el hombre ni el perro parecían reaccionar en unos cuantos segundos. Una carcajada perruna fue lo primero que se escuchó por parte de aquellos dos, siendo que Shiro estaba riendo con gran intesidad hasta el punto que parecía emular a un humano. Haine, que se había puesto ligeramente rojo aunque se notaba mucho por su tez tan clara, se abalanzó contra Shiro y comenzaron a "pelearse" con el chico tratando de cerrarle la boca y el perro moviéndose para poder seguir riéndose a carcajadas. —¡Shiro maldito! ¡Cállate!— le gritaba tratando ineficazmente de cesar el entretenimiento del animal.
Todo aquel asunto era por una sencilla razón. Rose lo había besado y Haine jamás se habría esperado algo como aquello, se habría esperado incluso una bofetada pero desde luego no que accediera a su petición de darse un beso que, aunque solo fuera uno, era mucho más de lo de verdad esperaba. Todo aquel juego no era sino la demostración de un ego de chico malo, de poder tomar lo que quisiera con el propósito de causar sensaciones en los que estaban a su alrededor de admiración o de desprecio, generalmente lo segundo era lo más frecuente. Pero era la primera vez que conseguía algo como aquello y sus músculos faciales se habían quedado tan helados que habían provocado las carcajadas del animal, y su piel se había enrojecido porque por mucho que fuera presumiendo Haine no es que fuera precisamente todo un besador, apenas había besado a otras dos o tres chicas en su vida y nunca había pasado por ahí. Cierto era que el albino podía ser grosero y mundano, pero algo tan dulce como aquello lo había superado.
Sin embargo en algo tenía razón Rose, algo que había que comprobar con el propósito de asegurarse que no estaban en peligro. Además era la situación perfecta para irse a investigar y que ella no pudiera ver la vergüenza en su rostro o que comenzara a haber algún silencio incómodo hasta que él retomara la compostura de aquel acto que lo había dejado así, sobretodo, por haberlo pillado tan de sorpresa. Shiro se centró también, pese a que de vez en cuando parecía soltar una pequeña risotada como si estuviera intentando aguantarse. Sin embargo se hizo el silencio entre ellos tres, algo que precisamente Haine quería evitar y dejando al perro en guardia se dio la vuelta con los ojos cerrados y las manos entrecruzadas detrás de la nuca. —No se Rose, yo... No creo que haya nada ahí fuera... Ya sabes la fugacidad del momento, quizás mi poder se activó solo y...— pero su voz se volvió muda, pues pese a que estaba de espaldas al peligro hasta él había podido notar la presencia que acababa de aparecer a su espalda.
Un enorme camaleón con cuernos había aparecido a su espalda, siendo que era tan alto como el albino y hasta la cola podía llegar a medir diez metros. Había usado sus capacidades de camuflaje para pasar desapercibido, habiendo sorprendido incluso a Shiro que se puso en posición de combate. El animal parecía poseer unos cuernos puntiagudos y emprendió una carrera hasta Haine, el cual se dio la vuelta deteniendo las armas naturales del camaleón gigante con las dos pistolas que había desenfundado ágilmente, mas bloqueando los cuernos no podría atacar al monstruo que se le había abalanzado. —Espíritus mis cojones...— murmuró mientras se deslizaban sus botas centímetro a centímetro con bastante velocidad por la fuerza del animal. Lo que ninguno de ellos sabía es que ese animal gigante se había escapado de un circo cercano de animales maravillosos la mañana anterior, un circo que iba de isla en isla ofreciendo su espectáculo. Lo habían dado por perdido, al fin y al cabo no es fácil encontrar un camaleón en un bosque y menos de noche, provocando que aquellos que en su interior se encontraran se vieran atacado por él. Tampoco podían culparle pues al fin y al cabo lo había hecho como medio de defensa, pues se encontraba asustado y solo.
El simple roce de los labios con los de la chica lo dejó paralizado, haciendo que ella pudiera haberle quitado un riñón si hubiera querido que Haine no se habría movido. El beso fue breve pero dulce, aunque no era como si Haine hubiera decidido el comienzo y el final de aquel encuentro sino que residió totalmente en Rose -así era como la conocía- que se apartó y comentó acerca de los espíritus que parecían haberse enfadado. Daba igual, ya podían estar furiosos que ni el hombre ni el perro parecían reaccionar en unos cuantos segundos. Una carcajada perruna fue lo primero que se escuchó por parte de aquellos dos, siendo que Shiro estaba riendo con gran intesidad hasta el punto que parecía emular a un humano. Haine, que se había puesto ligeramente rojo aunque se notaba mucho por su tez tan clara, se abalanzó contra Shiro y comenzaron a "pelearse" con el chico tratando de cerrarle la boca y el perro moviéndose para poder seguir riéndose a carcajadas. —¡Shiro maldito! ¡Cállate!— le gritaba tratando ineficazmente de cesar el entretenimiento del animal.
Todo aquel asunto era por una sencilla razón. Rose lo había besado y Haine jamás se habría esperado algo como aquello, se habría esperado incluso una bofetada pero desde luego no que accediera a su petición de darse un beso que, aunque solo fuera uno, era mucho más de lo de verdad esperaba. Todo aquel juego no era sino la demostración de un ego de chico malo, de poder tomar lo que quisiera con el propósito de causar sensaciones en los que estaban a su alrededor de admiración o de desprecio, generalmente lo segundo era lo más frecuente. Pero era la primera vez que conseguía algo como aquello y sus músculos faciales se habían quedado tan helados que habían provocado las carcajadas del animal, y su piel se había enrojecido porque por mucho que fuera presumiendo Haine no es que fuera precisamente todo un besador, apenas había besado a otras dos o tres chicas en su vida y nunca había pasado por ahí. Cierto era que el albino podía ser grosero y mundano, pero algo tan dulce como aquello lo había superado.
Sin embargo en algo tenía razón Rose, algo que había que comprobar con el propósito de asegurarse que no estaban en peligro. Además era la situación perfecta para irse a investigar y que ella no pudiera ver la vergüenza en su rostro o que comenzara a haber algún silencio incómodo hasta que él retomara la compostura de aquel acto que lo había dejado así, sobretodo, por haberlo pillado tan de sorpresa. Shiro se centró también, pese a que de vez en cuando parecía soltar una pequeña risotada como si estuviera intentando aguantarse. Sin embargo se hizo el silencio entre ellos tres, algo que precisamente Haine quería evitar y dejando al perro en guardia se dio la vuelta con los ojos cerrados y las manos entrecruzadas detrás de la nuca. —No se Rose, yo... No creo que haya nada ahí fuera... Ya sabes la fugacidad del momento, quizás mi poder se activó solo y...— pero su voz se volvió muda, pues pese a que estaba de espaldas al peligro hasta él había podido notar la presencia que acababa de aparecer a su espalda.
Un enorme camaleón con cuernos había aparecido a su espalda, siendo que era tan alto como el albino y hasta la cola podía llegar a medir diez metros. Había usado sus capacidades de camuflaje para pasar desapercibido, habiendo sorprendido incluso a Shiro que se puso en posición de combate. El animal parecía poseer unos cuernos puntiagudos y emprendió una carrera hasta Haine, el cual se dio la vuelta deteniendo las armas naturales del camaleón gigante con las dos pistolas que había desenfundado ágilmente, mas bloqueando los cuernos no podría atacar al monstruo que se le había abalanzado. —Espíritus mis cojones...— murmuró mientras se deslizaban sus botas centímetro a centímetro con bastante velocidad por la fuerza del animal. Lo que ninguno de ellos sabía es que ese animal gigante se había escapado de un circo cercano de animales maravillosos la mañana anterior, un circo que iba de isla en isla ofreciendo su espectáculo. Lo habían dado por perdido, al fin y al cabo no es fácil encontrar un camaleón en un bosque y menos de noche, provocando que aquellos que en su interior se encontraran se vieran atacado por él. Tampoco podían culparle pues al fin y al cabo lo había hecho como medio de defensa, pues se encontraba asustado y solo.
- Detallitos:
- ¿Le echas una mano a Haine o dejas que se auto-salve?
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