Iô P. Brjalour
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Seguía jugueteando con aquella bala entre sus manos mientras observaba de soslayo como el hombre leía su inscripción -lanzando pequeñas risitas- además de como leía la carta que el Marinero se había apresurado a darle. No, ella no era consciente de lo que ponía en la misma, pero podía imaginarselo. “blah blah blah blah sin balas blah blah blah blah sin explosivos” o al menos, aquello era lo que imaginaba en su cabeza. No obstante, ella también tenía algo para aquel hombre que había realizado el saludo militar. Ella, sentada, fingió imitarle pero de forma más cómica, mofándose ligeramente de él. Pero hizo que adquiera una cara ligeramente extrañada, como una mueca de duda. Se acarició una de sus trenzas y después miró al Capitán. —¿No puedo dispararlos?— preguntó, a sabiendas de que no tenía y no le darían balas. Pero se puso en pie, sacando otra carta de su bolsillo y entregándosela. Como fuera, la chica había pintarrajeado con su cera el sobre con rayas y cruces rosas, dibujando también aquellas pequeñas calaberitas. —El doctor Eme me dijo que le entregara la carta al Capitán— dijo la chica, un poco más seria. Todo lo que supusiera algo para con su mentor la hacía enmudecer ligeramente.
Y le dio algo de espacio para leer, examinando todo aquel lugar y asomándose por la puerta para ver el puerto y los barcos. ¡El agua! Adoraba el agua. Sintió un impulso de correr y tirarse a la misma pero recordó que, generalmente, aquello hacía que sus armas se oxidaban si las llevaba encima. Aún así volvió dentro, apoyándose sin darse cuenta en una pequeña caldera con su mano desnuda, sin darse cuenta debido a su afección, que para cualquier persona normal el dolor hubiera subido automáticamente por su mano como si fuera un latigazo.
Saludos de nuevo, Capitán Kazuo.
Le di esta carta directamente a la chica porque temía que los marineros se dieran cuenta de que se trataba de alguien ligeramente especial en tanto a este tipo de menesteres. No está ante una joven normal como supongo que ya habrá podido apreciar. No tiende a ser obediente, pero si es suficientemente firme sabrá controlarla. En cambio, es agradecida. Si usted hace algo por ella, estará en deuda con usted de forma indefinida o hasta que logre enfadarla y, créame cuando le digo que llevo once años criándola, y hasta ahora nunca la he visto enfadada más que con una persona. Parece que posee una alegría patológica que bien podría ser llamada locura, así mismo, tiene una enfermedad mucho más grave que debería tener en cuenta.
Usted fue elegido no solo por sus dotes de mando y sus fuertes creencias que creemos que pondrán en vereda a la chica. Usted fue elegido como su superior porque sería capaz de cuidarla y atenderla de forma adecuada. Es una persona valiosa. Contemplela un segundo y observe su muñeca. ¿Ve el reloj que hay en ella? Pues no le pregunte la hora, dado que no lo es. Ese reloj la avisa tres veces al día para que no se le olviden hacer sus necesidades y, además, controla su temperatura comportal, dado que su cuerpo por si solo es incapaz de hacerlo. Si tiene la temperatura demasiado alta déjela meterse en el agua. Si la tiene demasiado baja, póngale una manta. Además, hay algo más curioso que todo esto: Es incapaz de sentir dolor o roces ligeros, nada en absoluto. La chica posee algo llamado Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis, de la cual, más abajo, le dejaré información técnica.
El problema de esta enfermedad es que la joven no sabe cuando tiene algún tipo de infección, rotura o una simple subida de presión. No se siente enferma en ningún momento y esto la hace ligeramente delicada. Su curación es igual de rápida que la de una persona normal y, por lo general no ha sido rara a romperse huesos, pero si es dada ha hacerse heridas de menor consideración como quemaduras o cortes debido a sus armas. También tiene que tener cuidado con las luxaciones de hombro que pueda sufrir, lleva armas muy pesadas para ella misma, a pesar de que han sido diseñadas y desarrolladas por ella, lo que las hace automáticamente más ligeras que unas armas normales...
¿Va entendiendo lo que le digo?
Ella podrá darle más información si la desea.
Tenga paciencia, no es mala chica.
Doctor M.
Le di esta carta directamente a la chica porque temía que los marineros se dieran cuenta de que se trataba de alguien ligeramente especial en tanto a este tipo de menesteres. No está ante una joven normal como supongo que ya habrá podido apreciar. No tiende a ser obediente, pero si es suficientemente firme sabrá controlarla. En cambio, es agradecida. Si usted hace algo por ella, estará en deuda con usted de forma indefinida o hasta que logre enfadarla y, créame cuando le digo que llevo once años criándola, y hasta ahora nunca la he visto enfadada más que con una persona. Parece que posee una alegría patológica que bien podría ser llamada locura, así mismo, tiene una enfermedad mucho más grave que debería tener en cuenta.
Usted fue elegido no solo por sus dotes de mando y sus fuertes creencias que creemos que pondrán en vereda a la chica. Usted fue elegido como su superior porque sería capaz de cuidarla y atenderla de forma adecuada. Es una persona valiosa. Contemplela un segundo y observe su muñeca. ¿Ve el reloj que hay en ella? Pues no le pregunte la hora, dado que no lo es. Ese reloj la avisa tres veces al día para que no se le olviden hacer sus necesidades y, además, controla su temperatura comportal, dado que su cuerpo por si solo es incapaz de hacerlo. Si tiene la temperatura demasiado alta déjela meterse en el agua. Si la tiene demasiado baja, póngale una manta. Además, hay algo más curioso que todo esto: Es incapaz de sentir dolor o roces ligeros, nada en absoluto. La chica posee algo llamado Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis, de la cual, más abajo, le dejaré información técnica.
El problema de esta enfermedad es que la joven no sabe cuando tiene algún tipo de infección, rotura o una simple subida de presión. No se siente enferma en ningún momento y esto la hace ligeramente delicada. Su curación es igual de rápida que la de una persona normal y, por lo general no ha sido rara a romperse huesos, pero si es dada ha hacerse heridas de menor consideración como quemaduras o cortes debido a sus armas. También tiene que tener cuidado con las luxaciones de hombro que pueda sufrir, lleva armas muy pesadas para ella misma, a pesar de que han sido diseñadas y desarrolladas por ella, lo que las hace automáticamente más ligeras que unas armas normales...
¿Va entendiendo lo que le digo?
Ella podrá darle más información si la desea.
Tenga paciencia, no es mala chica.
Doctor M.
Y le dio algo de espacio para leer, examinando todo aquel lugar y asomándose por la puerta para ver el puerto y los barcos. ¡El agua! Adoraba el agua. Sintió un impulso de correr y tirarse a la misma pero recordó que, generalmente, aquello hacía que sus armas se oxidaban si las llevaba encima. Aún así volvió dentro, apoyándose sin darse cuenta en una pequeña caldera con su mano desnuda, sin darse cuenta debido a su afección, que para cualquier persona normal el dolor hubiera subido automáticamente por su mano como si fuera un latigazo.
Minato Kazuo
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El capitán Minato abrió la carta que la peliazul le había entregado y leyó una pulcra y estilizada letra, siendo que sus ojos se fijaron primero en el que firmaba la carta para comprobar tal y como Iô le había dicho provenía del "Doctor M". No le sonaba de nada, pero por aquello parecía algún tipo de científico de la marina que había cuidado de la joven muchacha y que, en pos de brindarle un poco de actividad y preparación, le había pedido que se uniera a una flota de la marina. Sin embargo no comprendía como ella, que estaba tan mal de la cabeza, había acabado en su barco y sin embargo la respuesta a sus preguntas no se hizo demasiado de rogar. Comenzó a leer la carta lentamente, con detenimiento y concentración. Alzó la vista cuando llegó a la parte del reloj y la observó un momento, viendo el accesorio que le acompañaba. Parecía un reloj de pulsera normal pero había algo raro en él que no supo identificar. Sin embargo lo dejó por el momento, continuó leyendo hasta terminar la carta por completo.
Asintió con la cabeza doblando la hoja y mirando a la joven mientras se acariciaba la barbilla muy lentamente. Le había llamado la atención la parte en la que decía que había fabricado sus propias armas, lo cual solo demostraba sus grandes conocimientos a pesar de su edad. —Pero qué... ¡Iô!— gritó Minato mientras se abalanzaba sobre ella, parecía furioso como si hubiera hecho algo malo y fuera a regañarla. Sin embargo y lejos de una regañina parecía ir más lejos, como si le fuera a pegar. Pero sus intenciones eran muy distintas, la agarró de la cintura y se la llevó alejándose de la caldera sobre la que estaba apoyada y avanzó recorriendo medio barco en apenas unos segundos cargando con ella hasta llegar a la bodega. Allí cortó la tapa de un barril con su Ninjato dejando un corte limpio, un movimiendo admirable si contamos que lo hizo con la mano izquierda y con un arma tan pequeña. Tras esto la dejó en el suelo y le tomó la mano para meterla hasta el fondo en el barril, el cual estaba relleno de agua bastante fría.
—¿Estás bien? ... Ah, bueno, no puedes saberlo...— dijo Minato sin dejar que sacara la mano del barril, sujetándosela con fuerza pero "sin hacerle daño". —Estabas apoyada en una caldera, Iô, te has abrasado la piel. Aunque la parte superficial ya se haya enfriado temo que el calor haya avanzado y te siga quemando por dentro, y aunque no lo sientas puede ocasionarte serios problemas...— le decía tratando de explicarle, no sabía cómo decírselo ni la reacción que tendría por haberla arrastrado hasta allí. —Deja la mano ahí un rato más, cuando pasen un par de minutos te la vendaré...— le dijo serio, temeroso de sonreir y que le sentara mal. No se esperaba aquello, tendría que cuidarla como si fuera una muñeca de porcelana... Pero quizás juntando su cerebro y las habilidades de herrería de Minato pudieran llegar a algo grande. Además, le habían dicho que podía ser la navegante del barco y, puestos a malas, no tenía nada mejor.
Asintió con la cabeza doblando la hoja y mirando a la joven mientras se acariciaba la barbilla muy lentamente. Le había llamado la atención la parte en la que decía que había fabricado sus propias armas, lo cual solo demostraba sus grandes conocimientos a pesar de su edad. —Pero qué... ¡Iô!— gritó Minato mientras se abalanzaba sobre ella, parecía furioso como si hubiera hecho algo malo y fuera a regañarla. Sin embargo y lejos de una regañina parecía ir más lejos, como si le fuera a pegar. Pero sus intenciones eran muy distintas, la agarró de la cintura y se la llevó alejándose de la caldera sobre la que estaba apoyada y avanzó recorriendo medio barco en apenas unos segundos cargando con ella hasta llegar a la bodega. Allí cortó la tapa de un barril con su Ninjato dejando un corte limpio, un movimiendo admirable si contamos que lo hizo con la mano izquierda y con un arma tan pequeña. Tras esto la dejó en el suelo y le tomó la mano para meterla hasta el fondo en el barril, el cual estaba relleno de agua bastante fría.
—¿Estás bien? ... Ah, bueno, no puedes saberlo...— dijo Minato sin dejar que sacara la mano del barril, sujetándosela con fuerza pero "sin hacerle daño". —Estabas apoyada en una caldera, Iô, te has abrasado la piel. Aunque la parte superficial ya se haya enfriado temo que el calor haya avanzado y te siga quemando por dentro, y aunque no lo sientas puede ocasionarte serios problemas...— le decía tratando de explicarle, no sabía cómo decírselo ni la reacción que tendría por haberla arrastrado hasta allí. —Deja la mano ahí un rato más, cuando pasen un par de minutos te la vendaré...— le dijo serio, temeroso de sonreir y que le sentara mal. No se esperaba aquello, tendría que cuidarla como si fuera una muñeca de porcelana... Pero quizás juntando su cerebro y las habilidades de herrería de Minato pudieran llegar a algo grande. Además, le habían dicho que podía ser la navegante del barco y, puestos a malas, no tenía nada mejor.
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La chica miraba distraídamente hacia todos lados mientras el hombre leía aquella carta. Le observó mirando su reloj, haciendo que ella entornara los ojos y se acercara a mirarlo también pensando que si no hacía “pi pi pi” todo estaba bien y que no había nada de lo que preocuparse. Mas entonces, su gesto se volvió divertido, al verlo moverse así contra ella. Casi dio un saltito de emoción al ver la actitud de su nuevo Capitán pero, tomada en volandas, poco pudo hacer. Se reía y miraba hacia todos lados, hasta que la hizo entrar en la bodega y cortó de aquella forma tan limpia el bidón de agua. No, ella no notaba los cambios de temperatura por lo que pareció que el agua se encontraba bastante neutra. No obstante, miró el agua con los ojos brillosos, no sin antes antender con un fingido interés las palabras del hombre. Y no, Iô no ser idiota, sino que no quería hacerle caso. Podía notar la anormal tirantez de su piel, eso es que se había quemado. Pero entonces extendió la mano libre sin sacar la otra del barril para tratar de palpar los bolsillos del hombre y después la extendería hacia delante, en señal de que le diera algo. —Pandy-chan herida ~ Merece pium pium ~— diría la chica con voz cantarina. Cualquier otra persona se hubiera puesto a chillar de dolor, pero no ella. Ella no sentía eso.
Y de pronto su reloj comenzaría a sonar con ese “pi pi pi” que antes había imitado en su mente y la chica miró hacia el barril, subiendo hasta su mano herida para agarrar el resto de la tapa. Sí, él había tenido que usar la habilidad para cortarla pero… ¿No había fuerza en los brazos de una chica que sujetaba una ametralladora como si fuera lo más normal del mundo. La dejaría caer de un solo gesto, metiéndose completamente en el bidón y haciendo revosar el agua. —Capitán Cazurro mojadoo— seguiría canturreando. Chapoteó en el barril antes de sacar su mano herida, observándola. —Si no se cura ya, me saldrán ampollas— susurró ella, mirándola con preocupación, pero riéndose después. Su tono había cambiado ligeramente, como si la locura hubiera disminuído un poco. ¿Era posible aquello? Daba igual si no lo fuera, sea como sea, la chica había dicho algo coherente antes de volverse a poner a desvariar.
Y entonces se inclinó hacia él, casi dándose la vuelta mientras se doblaba por la cintura, sacando la mitad del cuerpo del barril. —¿Ojos feos, Capitán Cazurro? ¿No enseñar? Yo te enseño los míos, mira— dijo, acercándose de golpe para ponerse a nivel de los ojos de él, casi de un salto. Pero con una risilla aguda volvió a meterse hasta el cuello en el agua, haciendo que poco a poco el pitido del reloj disminuyera.
Y de pronto su reloj comenzaría a sonar con ese “pi pi pi” que antes había imitado en su mente y la chica miró hacia el barril, subiendo hasta su mano herida para agarrar el resto de la tapa. Sí, él había tenido que usar la habilidad para cortarla pero… ¿No había fuerza en los brazos de una chica que sujetaba una ametralladora como si fuera lo más normal del mundo. La dejaría caer de un solo gesto, metiéndose completamente en el bidón y haciendo revosar el agua. —Capitán Cazurro mojadoo— seguiría canturreando. Chapoteó en el barril antes de sacar su mano herida, observándola. —Si no se cura ya, me saldrán ampollas— susurró ella, mirándola con preocupación, pero riéndose después. Su tono había cambiado ligeramente, como si la locura hubiera disminuído un poco. ¿Era posible aquello? Daba igual si no lo fuera, sea como sea, la chica había dicho algo coherente antes de volverse a poner a desvariar.
Y entonces se inclinó hacia él, casi dándose la vuelta mientras se doblaba por la cintura, sacando la mitad del cuerpo del barril. —¿Ojos feos, Capitán Cazurro? ¿No enseñar? Yo te enseño los míos, mira— dijo, acercándose de golpe para ponerse a nivel de los ojos de él, casi de un salto. Pero con una risilla aguda volvió a meterse hasta el cuello en el agua, haciendo que poco a poco el pitido del reloj disminuyera.
Minato Kazuo
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Se asustó un poco cuando ella "le metió mano", o mejor dicho, le cacheó. —¡¡Oye, oye!! ¿¡Qué haces!?— preguntó mientras apartaba su cuerpo de ella pero sin soltarle de la mano, como si intentara esquivarla pero estuviera esposado a ella. Ella le dio la respuesta, quería balas pero se le había indicado expresamente que no le diera munición para sus armas. Negó con la cabeza, ni aunque quisiera dárselas podría hacerlo pues no las llevaba encima. —No tengo ninguna bala encima, así que no insistas. Ya te daré munición, ahora hay que curarte eso... Espera, ¿qué es ese ruido?— dijo escuchando la alarma del reloj. Y entonces ella se metió en el barril como si hubiera recibido una orden que no podía negar. Comenzaba a entenderla, si aquel reloj pitaba significaba que su temperatura había aumentado y que debía enfriarse. Aunque había sido solo su mano, la temperatura había sido tal para hacer saltar el sistema del reloj aunque no tan rápido como había saltado Minato para "salvarla".
Había sido salpicado, pero aquello no le importaba en ese momento por mucho que canturreara al respecto aquella chica. Sin embargo había dicho algo muy cierto, y es que necesitaba tratamiento contra quemaduras pero debido a la gravedad de esta no creía que fuera necesario. —No creo que llegue a ser una quemadura de segundo grado... Lo mejor que podemos hacer es que tu mano siga fría, para evitar que ninguna célula siga quemándose y sea algo peor.— mencionó Minato que le tomó la mano y la volvió a meter dentro del barril. Su siguiente reacción casi le asusta, el sobresalto le hizo soltar su mano y retroceder un paso mientras escuchaba lo que decía. Tenía unos ojos muy grandes y brillantes, y cuando se echó hacia atrás de nuevo se dio cuenta de lo extraña de la situación. Ella estaba empapada, completamente mojada y con poca ropa, pero pese a eso Minato no sentía ningún tipo de atracción a ella, su único amor era la Justicia, a pesar que esta última era muy recta e inflexible y parecía que Iô tenía alguna que otra curva.
En cualquier caso se quitó el casco y lo dejó en un barril cercano, dejando que a través de los mechones rojizos que caían sobre su rostro se pudieran ver sus ojos del mismo color. No es que los fuera ocultando, pero nadie nunca le había pedido de verlos y estaba cómodo llevando el casco por lo que ya era parte de su indumentaria. —Bueno, creo que será suficiente.— mencionó tras unos minutos al tiempo que se acercó y ofreció su ayuda para sacarla del barril, de forma que la tomaría en brazos en caso de que la aceptara y la dejaría en el suelo. En cualquier caso tomó su mano y observó como la quemadura no era muy grave, aunque una chica de su edad y por lo general no habría podido evitar gritar de dolor si no tuviera esa enfermedad. —Vamos, volvamos a la oficina, te daré algo para la mano.— mencionó mientras salía de aquella habitación sujetándole la puerta a Iô.
Había sido salpicado, pero aquello no le importaba en ese momento por mucho que canturreara al respecto aquella chica. Sin embargo había dicho algo muy cierto, y es que necesitaba tratamiento contra quemaduras pero debido a la gravedad de esta no creía que fuera necesario. —No creo que llegue a ser una quemadura de segundo grado... Lo mejor que podemos hacer es que tu mano siga fría, para evitar que ninguna célula siga quemándose y sea algo peor.— mencionó Minato que le tomó la mano y la volvió a meter dentro del barril. Su siguiente reacción casi le asusta, el sobresalto le hizo soltar su mano y retroceder un paso mientras escuchaba lo que decía. Tenía unos ojos muy grandes y brillantes, y cuando se echó hacia atrás de nuevo se dio cuenta de lo extraña de la situación. Ella estaba empapada, completamente mojada y con poca ropa, pero pese a eso Minato no sentía ningún tipo de atracción a ella, su único amor era la Justicia, a pesar que esta última era muy recta e inflexible y parecía que Iô tenía alguna que otra curva.
En cualquier caso se quitó el casco y lo dejó en un barril cercano, dejando que a través de los mechones rojizos que caían sobre su rostro se pudieran ver sus ojos del mismo color. No es que los fuera ocultando, pero nadie nunca le había pedido de verlos y estaba cómodo llevando el casco por lo que ya era parte de su indumentaria. —Bueno, creo que será suficiente.— mencionó tras unos minutos al tiempo que se acercó y ofreció su ayuda para sacarla del barril, de forma que la tomaría en brazos en caso de que la aceptara y la dejaría en el suelo. En cualquier caso tomó su mano y observó como la quemadura no era muy grave, aunque una chica de su edad y por lo general no habría podido evitar gritar de dolor si no tuviera esa enfermedad. —Vamos, volvamos a la oficina, te daré algo para la mano.— mencionó mientras salía de aquella habitación sujetándole la puerta a Iô.
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La chica todavía no se había metido en el barril cuando enderezó su espalda. —Me portaré bien para mí pum pum. jijijijijijijiji— terminó ella, con un risotada aguda pues en el fondo sabía que no lo haría. No, no lo haría porque ella no era de portarse bien ni de acatar todas las normas establecidas sin ningún tipo de problema. Pero una vez mostrado su reloj, entrado en el barril y empapado al hombre, dejó que examinara su mano. Asentía, aunque quizás no estaba de acuerdo. Las quemaduras no debían de ser menospreciadas… Era algo que ella había aprendido después de tanto tiempo y tantas que por su cuerpo habían pasado. No obstante, después de que el hombre le enseñara los ojos ella se acercó de nuevo de golpe para examinarlos, riendo y sonriendo después bastante complacida. Se podía ver en sus labios una ladina sonrisa de satisfacción sobre todo por el color de los mismos.
Alzó los brazos hacia él y dejó que la sacara del barril como un bebé. —Ojos de muerte, Capitán Cazurro. Me gustan— terminó ella, bailoteando simplemente para hacer que su cuerpo se moviera y se quitaran los restos más pesados de agua. Cuando terminó, comenzó a caminar casi a correr hacia la puerta, dando saltitos. —¡Oficina!— exclamó entonces, cruzándola para salir de la bodega de carga de aquel barco, no tardando en salir demasiado a la cubierta del mismo. Observó entonces los apaticos y decaidos marineros y entornó los ojos para observarlos a todos. ¿Cómo podían llevar esa vida? No, todos eran como Minato para Iô, algo tristes y alicaidos… A ella le gustaba todo con aquella pizca de locura.
Y por eso corrió por todos lados de la cubierta, saltando y abrazando a casi todos los marineros que allí se encontraban, pellizcándolos o molestándoles por el simple placer de incordiar. Pero después corrió de nuevo, obediente, hasta la oficina, sentándose en la silla y balanceando sus piernas dándose cuenta de que las ampollas que ya habían comenzado a salir en su mano habían sido aplastadas y estropeadas por todos aquellos abrazos y pellizcos.
Alzó los brazos hacia él y dejó que la sacara del barril como un bebé. —Ojos de muerte, Capitán Cazurro. Me gustan— terminó ella, bailoteando simplemente para hacer que su cuerpo se moviera y se quitaran los restos más pesados de agua. Cuando terminó, comenzó a caminar casi a correr hacia la puerta, dando saltitos. —¡Oficina!— exclamó entonces, cruzándola para salir de la bodega de carga de aquel barco, no tardando en salir demasiado a la cubierta del mismo. Observó entonces los apaticos y decaidos marineros y entornó los ojos para observarlos a todos. ¿Cómo podían llevar esa vida? No, todos eran como Minato para Iô, algo tristes y alicaidos… A ella le gustaba todo con aquella pizca de locura.
Y por eso corrió por todos lados de la cubierta, saltando y abrazando a casi todos los marineros que allí se encontraban, pellizcándolos o molestándoles por el simple placer de incordiar. Pero después corrió de nuevo, obediente, hasta la oficina, sentándose en la silla y balanceando sus piernas dándose cuenta de que las ampollas que ya habían comenzado a salir en su mano habían sido aplastadas y estropeadas por todos aquellos abrazos y pellizcos.
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Creía que aquella herida no era demasiado grave y que tan solo en un par de días se habría curado. Mientras tanto le aplicaría algún tipo de ungüento para que mantuviera la zona bien fría y evitara que la quemadura siguiera haciendo efecto a pesar de que ya se había enfriado bastante. —¿Ojos de muerte? ¿Por qué lo dices? Son unos ojos cualquiera...— mencionó restándole importancia y llevándose el casco bajo el brazo mientras la seguía. Sin embargo en la puerta de la bodega se llevó una gran sorpresa, un espectáculo de la peli-azul que sin duda hacía honor a las advertencias que le habían llegado. La chica, creyendo que se encontraba en un barco lleno de gente, comenzó a correr y a abrazar a todo aquel que se encontraba como si estuviera feliz de encontrarse en aquel barco, como si le gustara su estancia algo que sin duda era un buen punto. Habría provocado grandes incógnitas y preguntas en los marines del barco con aquellas acciones si no fuera porque no había nadie en el barco que no fueran Minato o la propia Iô.
Ante "sus ojos de muerte", tal y como había dicho la chica, esta última corría de un lado a otro del barco abrazando todo lo que se encontraba. Un tonel vació que debía transportar a la bodega, el palo de una escoba, las amarras del barco y hasta el mástil principal, al cual le pareció ver que pellizcaba como para hacerle de rabiar. Si ese barco pudiera pensar ahora mismo tendría cara de no tener ni idea de qué estaba pasando. La siguió llevándose una mano a la cara como si pensara en lo que le había caído encima, aunque en realidad era un reflejo ante la absurda acción que acababa de acontecer. Entró tras ella en la oficina y la observó sentada como una niña traviesa que acababa de cometer una chiquillada, y negó con la cabeza mientras sonreía. Se percató entonces de que aquellos abrazos contra la madera habían dejado la piel de la quemadura en carne viva, provocando que aquella herida fuera algo más severa que anteriormente. Le tomó la mano y la observó con cuidado mientras tomaba un ungüento cicatrizante y aliviador y se lo untó con cuidado sobre la zona dañada.
—Tranquila, no te va a dol...— y se cayó, recordando de pronto la extraña enfermedad. Claro que no le iba a doler, no podía sentirlo y aquello podía haber herido sus sentimientos. Se puso algo más serio, callado y siguió con su trabajo hasta que no pudo más y decidió decir algo para no parecer una mera estatua. —Y bueno, ¿qué? ¿Dices que te gusta la ciencia?— soltó de forma bruta y sin pulir. —Y a propósito, tú también tienes unos ojos bonitos.— le dijo como cumplido. ¿Intenciones ocultas? Ninguna, simplemente le devolvía la apreciación que le había hecho pero Minato era de los pocos hombres del mundo que anteponían sus ideales a ligar con mujeres en todo momento, y además Iô era todavía una niña. Tomó un poco más de aquel ungüento y se aseguró de que su mano quedara bien cubierta por toda la zona de la quemadura. No dejaría que nada más entrar tuviera que permanecer unos días alejada por haberse herido, no bajo su guardia.
Ante "sus ojos de muerte", tal y como había dicho la chica, esta última corría de un lado a otro del barco abrazando todo lo que se encontraba. Un tonel vació que debía transportar a la bodega, el palo de una escoba, las amarras del barco y hasta el mástil principal, al cual le pareció ver que pellizcaba como para hacerle de rabiar. Si ese barco pudiera pensar ahora mismo tendría cara de no tener ni idea de qué estaba pasando. La siguió llevándose una mano a la cara como si pensara en lo que le había caído encima, aunque en realidad era un reflejo ante la absurda acción que acababa de acontecer. Entró tras ella en la oficina y la observó sentada como una niña traviesa que acababa de cometer una chiquillada, y negó con la cabeza mientras sonreía. Se percató entonces de que aquellos abrazos contra la madera habían dejado la piel de la quemadura en carne viva, provocando que aquella herida fuera algo más severa que anteriormente. Le tomó la mano y la observó con cuidado mientras tomaba un ungüento cicatrizante y aliviador y se lo untó con cuidado sobre la zona dañada.
—Tranquila, no te va a dol...— y se cayó, recordando de pronto la extraña enfermedad. Claro que no le iba a doler, no podía sentirlo y aquello podía haber herido sus sentimientos. Se puso algo más serio, callado y siguió con su trabajo hasta que no pudo más y decidió decir algo para no parecer una mera estatua. —Y bueno, ¿qué? ¿Dices que te gusta la ciencia?— soltó de forma bruta y sin pulir. —Y a propósito, tú también tienes unos ojos bonitos.— le dijo como cumplido. ¿Intenciones ocultas? Ninguna, simplemente le devolvía la apreciación que le había hecho pero Minato era de los pocos hombres del mundo que anteponían sus ideales a ligar con mujeres en todo momento, y además Iô era todavía una niña. Tomó un poco más de aquel ungüento y se aseguró de que su mano quedara bien cubierta por toda la zona de la quemadura. No dejaría que nada más entrar tuviera que permanecer unos días alejada por haberse herido, no bajo su guardia.
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Después de aquella completa sesión de baile por la cubierta y, teniendo las manos peor que cuando empezó, la joven había decidido sentarse sobre una de las sillas de la oficina cual niña buena planteando un maquiavélico plan. Sí, así era ella y así tenía que ser. En realidad no pasaba nada por su cabeza excepto referencias físicas sobre el movimiento y la velocidad, porque llevaba un tiempo pensando en hacer algunos proyectos de menor tamaño para su arsenal. Pero cuando aquel hombre le tomó la mano y le colocó el ungüento cicatrizante ella acercó la nariz para olerlo, alejándolo después como si hubiera olido algo horrible, con una mala mueca. —Huele mal, capitán cazurro. ¿Qué es dolor?— frunció el ceño, volviéndo a acercar la nariz a la herida para darle una pequeña aspiradita, tosiendo después con asco.
Pero lo había preguntado de verdad. Toda su vida se había visto envuelta de la palabra “dolor” pero no sabía que significaba. Quizás había planteado aquella pregunta con la intención de que Minato la respondiera, dado que los demás tampoco lo hacían, compadeciéndose de la niña. Aunque menuda niña. Una risita divertida y aguda se escapó de su boca cuando tomó su pistola con la mano buena y subió los pies a la silla, balanceándose ligeramente.
—Yo se hacer pium pium pium— le dijo, figiendo disparar por la ventana a lo que para ella era uno de los marineros con los que había bailado antes. No obstante, se puso en pie en la silla de un salto, moviendo sus brazos en aspavientos hasta que se equilibró de nuevo y prosigió. —También se hacer booooooooom y pum pum pum y ratatatattatatatatattatata— prosiguió, gesticulando con las manos como si hubiera tirado una bomba, pequeñas granadas y por supuesto, su ametralladora. Después, señalaría la propia, la que estaba en la silla de al lado y que habían dejado allí los marineros al traerla. —Esa hice yo. Pececito. Hace ATATATATATATATAATA y mata a gente. Pero no pium pium porque capitán cazurro es malo— se encogió de hombros, ladeando la cabeza para mirarle extrañada. Se llevó una mano a un ojo abierto, para tocarse el orbe con algo de cuidado y hacer una mueca.
—Mis ojos no bonitos. No rojos. No sangre. No muerte. Mis ojos solo viscosos. ¿Me das tus ojos, capitá cazurro?— murmuró ella, con cierta sonrisa diabólica al final, sentándose en la silla mientras apoyaba las manos entre sus piernas para balancearse, mirando a su nuevo Capitán.
Pero lo había preguntado de verdad. Toda su vida se había visto envuelta de la palabra “dolor” pero no sabía que significaba. Quizás había planteado aquella pregunta con la intención de que Minato la respondiera, dado que los demás tampoco lo hacían, compadeciéndose de la niña. Aunque menuda niña. Una risita divertida y aguda se escapó de su boca cuando tomó su pistola con la mano buena y subió los pies a la silla, balanceándose ligeramente.
—Yo se hacer pium pium pium— le dijo, figiendo disparar por la ventana a lo que para ella era uno de los marineros con los que había bailado antes. No obstante, se puso en pie en la silla de un salto, moviendo sus brazos en aspavientos hasta que se equilibró de nuevo y prosigió. —También se hacer booooooooom y pum pum pum y ratatatattatatatatattatata— prosiguió, gesticulando con las manos como si hubiera tirado una bomba, pequeñas granadas y por supuesto, su ametralladora. Después, señalaría la propia, la que estaba en la silla de al lado y que habían dejado allí los marineros al traerla. —Esa hice yo. Pececito. Hace ATATATATATATATAATA y mata a gente. Pero no pium pium porque capitán cazurro es malo— se encogió de hombros, ladeando la cabeza para mirarle extrañada. Se llevó una mano a un ojo abierto, para tocarse el orbe con algo de cuidado y hacer una mueca.
—Mis ojos no bonitos. No rojos. No sangre. No muerte. Mis ojos solo viscosos. ¿Me das tus ojos, capitá cazurro?— murmuró ella, con cierta sonrisa diabólica al final, sentándose en la silla mientras apoyaba las manos entre sus piernas para balancearse, mirando a su nuevo Capitán.
Minato Kazuo
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Sorprendido miró a la joven, era la primera persona que le preguntaba lo que era el "dolor" y al resto de personas bastaría con pellizarle en un brazo. Pero ella era diferente, era normal que hiciera esa pregunta y no había forma de explicárselo y que lo supiera, quizás sí que lo entendiera pero nunca que de verdad comenzara a experimentarlo. Esa enfermedad tenía su parte buena y su parte mala. La buena era que nunca experimentaría dolor de las torturas que gente malvada quisiera hacerle. La mala por el contrario es que nunca sabría cuándo estaría herida en combate, además de que al apoyarse en una estufa como acababa de hacer también pondría en peligro su integridad física. La miró con cierta pena en su rostro pero sonrió como el que le va a explicar algo obvio a un niño pequeño mientras aplicaba el ungüento. —Verás, el dolor es una sensación muy desagradable que nadie quiere sentir, porque es muy molesta, pero que no sirve para servir cuando algo es perjudicial para nuestro cuerpo. Por ejemplo, si sintieras el dolor al apoyarte contra la estufa lo habrías sentido y te habrías apartado, evitando así la quemadura. Te habría dolido y por tanto molestado, ahora quizás te dolería un poco, pero tu cuerpo no habría sufrido daños. ¿Lo entiendes?— le dijo Minato explicándolo de la forma más simple posible.
Y entonces ella se puso a imitar el sonido de las armas al tiempo que se comportaba como una niña pequeña loca, pero que no pudo evitar sacar una sonrisa a Minato. Sin embargo se puso serio cuando ella dijo que había hecho su arma y la miró para ver si era verdad. —¿Sabes hacer ese tipo de armas, Iô-chan? ¿De verdad? Si es así, es sorprendente.— la elogió pese a que no estaba seguro de que fuera cierto hasta su confirmación. En cualquier caso parecía que le había caído una gotita de sudor por la frente al verla tocarse los ojos como si fuera cualquier cosa, y negó con la cabeza casi nervioso sin saber por qué. —No, los ojos no se tocan. ¡Los puedes infectar y que te salgan heridas! ¡Y dejar de ver! Y si no ves, no podrás apuntar para hacer pium pium ratatataat fiuuuuu pamhgsfghghjjasdh— le explicaba imitándola y gesticulando para intentar que su mensaje calara más hondo.
Rió un poco de lo estúpido que se sentía. —Vamos, no te toques el ungüento en un rato y se te curará. Ahora cuéntame, ¿de verdad puedes fabricar ese tipo de cosas? Yo soy herrero, me gusta hacer espadas y armas... Me han dicho que eres muy lista, ¿puedes hacer armas grandes? ¿Como cañones?— le preguntaba. Podía estar como una puta cabra, podía ser un problema al no sentir ningún tipo de dolor, podía estrellar el barco contra un muro solo por el hecho de escuchar el sonido de la madera haciendo crack... Pero si iba a estar en Hero´s Force quizás pudiera crear algún tipo de arma para el que sería su nuevo barco, y si eso pasaba estarían más cerca de convertirse en una de las mejores brigadas contra piratas y revolucionarios del cuerpo.
Y entonces ella se puso a imitar el sonido de las armas al tiempo que se comportaba como una niña pequeña loca, pero que no pudo evitar sacar una sonrisa a Minato. Sin embargo se puso serio cuando ella dijo que había hecho su arma y la miró para ver si era verdad. —¿Sabes hacer ese tipo de armas, Iô-chan? ¿De verdad? Si es así, es sorprendente.— la elogió pese a que no estaba seguro de que fuera cierto hasta su confirmación. En cualquier caso parecía que le había caído una gotita de sudor por la frente al verla tocarse los ojos como si fuera cualquier cosa, y negó con la cabeza casi nervioso sin saber por qué. —No, los ojos no se tocan. ¡Los puedes infectar y que te salgan heridas! ¡Y dejar de ver! Y si no ves, no podrás apuntar para hacer pium pium ratatataat fiuuuuu pamhgsfghghjjasdh— le explicaba imitándola y gesticulando para intentar que su mensaje calara más hondo.
Rió un poco de lo estúpido que se sentía. —Vamos, no te toques el ungüento en un rato y se te curará. Ahora cuéntame, ¿de verdad puedes fabricar ese tipo de cosas? Yo soy herrero, me gusta hacer espadas y armas... Me han dicho que eres muy lista, ¿puedes hacer armas grandes? ¿Como cañones?— le preguntaba. Podía estar como una puta cabra, podía ser un problema al no sentir ningún tipo de dolor, podía estrellar el barco contra un muro solo por el hecho de escuchar el sonido de la madera haciendo crack... Pero si iba a estar en Hero´s Force quizás pudiera crear algún tipo de arma para el que sería su nuevo barco, y si eso pasaba estarían más cerca de convertirse en una de las mejores brigadas contra piratas y revolucionarios del cuerpo.
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Se inclinó hacia Minato cuando se puso a explicar lo que era el dolor. Nadie se lo había querido explicar antes y a pesar de que había ojeado libros de medicina aquello no era precisamente lo suyo y, por tanto, no lo había entendido. No obstante la joven ladeó la cabeza, interesada. ¿Qué quería decir exactamente? No llegaba a entenderlo. Podía asumir que era una sensación desagradable, que no gustaba, que evitaba que la gente se hiciera daño. Y entonces una de sus típicas risitas siniestras salió de sus labios. Le gustaba no sentir dolor a pesar de no saber cuando se hacía daño porque precisamente evitaba las malas caras y la ausencia de poder hacer cosas con sus armas. —¿Soy especial, Capitán Kazurro?— preguntó entonces la chica, dando botecitos en la silla, ilusionada. ¿Quién entiende a aquella joven? Posiblemente ni ella misma lo hiciera. Pero la mención de las armas hizo que los ojos de Iô se agrandaron un poco más. Su tema de conversación, sin duda, favorito.
—¡Sí! ¡Yo se hacer! ¡Es divertido! Pero no tanto como pium pium después— se rió, cómplice de sí misma. Pero cuando le dijo aquello de los ojos apartó las manos corriendo. Sí eso la iba a hacer que no pudiera disparar la joven no lo volvería a hacer nunca. Lo grabará a fuego en su mente y aquello podía notarse en que había perdido incluso la sonrisa usual en sus labios, preocupada mientras se frotaba los ojos con el dorso de la mano cerrada. Así se dio cuenta de que aquel hombre protegía su capacidad de disparar y por eso le haría algo de más caso. No porque era su superior, sino porque tenía balas y la indicaba que si hacía ciertas cosas no podría disparar. Un Dios, para ella. Pero entornó los labios y abrió más los ojos, ilusionada al escuchar que era herrero. Y a pesar de estar todavía completamente empapada por haberle lanzado dentro de aquel barril se echó sobre Minato para abrazarle.
—¡Capitán Kazurro! ¡Tú muy útil!— exclamó la chica al saber que era herrero. Aquello hacía que todos sus diseños pudieran ser llevados a la realidad. ¡Por fin! —¡Cañones! ¡Barco entero pium!— siguió exclamando ella mientras lo soltaba y se ponía a bailotear por la sala. Pero se paró, mirándole seria y negando con la cabeza. —Aunque no cañones normales. Estoy terriblemente cansada de los cañones normales en los barcos de la marina. ¿Por qué tienen que ser todos tan típicos? Se pueden hacer cañones sónicos o de plasma. ¡¿Por qué no combinar ambos?! Solo tiene que darme los planos del barco y yo estableceré una serie de diseños en bocetos, si le parece. Aunque mi conocimiento todavía es bastante limitado y estoy en un árduo proceso de aprendizaje… Pero me esfuerzo, y dentro de no demasiado podré darle grandes avances en tanto a su tecnología— dijo, con un tono de voz serio y pausado, como si no hubiera sido nunca su propia voz. No había sido la loca de Iô de siempre. No. Aquello lo había dicho planteado y meditado, informando de lo que podría o no hacer. ¡Era interesante para ella! Por eso su cerebro había descontado y había pasado a ser la persona normal que en realidad era.
Pero no tardó demasiado en volver a aparecer mientras reanudaba su baile, tarareando una canción y tratando de hacer que Minato bailara con ella.
—¡Sí! ¡Yo se hacer! ¡Es divertido! Pero no tanto como pium pium después— se rió, cómplice de sí misma. Pero cuando le dijo aquello de los ojos apartó las manos corriendo. Sí eso la iba a hacer que no pudiera disparar la joven no lo volvería a hacer nunca. Lo grabará a fuego en su mente y aquello podía notarse en que había perdido incluso la sonrisa usual en sus labios, preocupada mientras se frotaba los ojos con el dorso de la mano cerrada. Así se dio cuenta de que aquel hombre protegía su capacidad de disparar y por eso le haría algo de más caso. No porque era su superior, sino porque tenía balas y la indicaba que si hacía ciertas cosas no podría disparar. Un Dios, para ella. Pero entornó los labios y abrió más los ojos, ilusionada al escuchar que era herrero. Y a pesar de estar todavía completamente empapada por haberle lanzado dentro de aquel barril se echó sobre Minato para abrazarle.
—¡Capitán Kazurro! ¡Tú muy útil!— exclamó la chica al saber que era herrero. Aquello hacía que todos sus diseños pudieran ser llevados a la realidad. ¡Por fin! —¡Cañones! ¡Barco entero pium!— siguió exclamando ella mientras lo soltaba y se ponía a bailotear por la sala. Pero se paró, mirándole seria y negando con la cabeza. —Aunque no cañones normales. Estoy terriblemente cansada de los cañones normales en los barcos de la marina. ¿Por qué tienen que ser todos tan típicos? Se pueden hacer cañones sónicos o de plasma. ¡¿Por qué no combinar ambos?! Solo tiene que darme los planos del barco y yo estableceré una serie de diseños en bocetos, si le parece. Aunque mi conocimiento todavía es bastante limitado y estoy en un árduo proceso de aprendizaje… Pero me esfuerzo, y dentro de no demasiado podré darle grandes avances en tanto a su tecnología— dijo, con un tono de voz serio y pausado, como si no hubiera sido nunca su propia voz. No había sido la loca de Iô de siempre. No. Aquello lo había dicho planteado y meditado, informando de lo que podría o no hacer. ¡Era interesante para ella! Por eso su cerebro había descontado y había pasado a ser la persona normal que en realidad era.
Pero no tardó demasiado en volver a aparecer mientras reanudaba su baile, tarareando una canción y tratando de hacer que Minato bailara con ella.
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—Oh, sí, ya lo creo que eres especial.— le contestó Minato simplemente a su pregunta, justo antes de ver como comenzaba a dar botecitos de la emoción. Después de confirmarle que había creado sus armas lo abrazó como si estuviera tremendamente feliz, era como una niña grande con falta de uno o dos o catorce tornillos en la cabeza. Y entonces ella comenzó a hablar como si fuera la mejor científica de la marina, asustándolo por un segundo y haciendo que un escalofrío -que quizá tenía que ver con el hecho de haber sido mojado- le recorría toda la espalda. Aquella chica había perdido toda su locura y le había hablado de términos científicos de los que Minato ni siquiera podía esforzarse en comprender.
Y tras aquello volvió a la locura de siempre, tomándolo para que bailara junto a ella lo cual hizo simplemente por el hecho de que estaba demasiado desconcertado para negarse. La tomó durante unos segundos y después le dio una vuelta algo forzada para que se desequilibrara y cayera justo en la silla, quizás algo mareada, aunque no dudaba que se lo estaría pasando bien a su costa. Minato avanzó hasta su escritorio y se sentó en su asiento, una cómoda butaca, observando a Iô mientras seguía aquella conversación y obviando el hecho de que lo llamara constantemente "Kazurro". —Pues resulta que dentro de poco tendremos un barco nuevo y, la verdad... No había pensando en qué hacer con las armas. Según tengo entendido estás... aprendiendo a manejar barcos...— sintió un mareo repentino por la idea de que esa chica estuviera al timón de su barco. —Pero la verdad es que nos podría venir muy bien tener armas que no se fabrican normalmente en la marina... Más de utilidad que de destrucción...— se explicaba.
—Me refiero, los cañones son muy simples y en eso concuerdo contigo... Pero tampoco queremos un arma de destrucción masiva, o al menos no es esa la idea inicial cuando nos encontremos con piratas. Nuestra tarea es llevarlos ante la justicia, y para eso quizás podríamos utilizar armas con diferentes funcionalidades... ¿Entiendes lo que quiero decir?— preguntó con curiosidad. Obviamente también iban a necesitar un arma destructiva pues, al fin y al cabo, muchas veces no quedaba otra oportunidad... Sin embargo quería ver su reacción ante el hecho de no fabricar armas que hicieran catapum chim pum.
Y tras aquello volvió a la locura de siempre, tomándolo para que bailara junto a ella lo cual hizo simplemente por el hecho de que estaba demasiado desconcertado para negarse. La tomó durante unos segundos y después le dio una vuelta algo forzada para que se desequilibrara y cayera justo en la silla, quizás algo mareada, aunque no dudaba que se lo estaría pasando bien a su costa. Minato avanzó hasta su escritorio y se sentó en su asiento, una cómoda butaca, observando a Iô mientras seguía aquella conversación y obviando el hecho de que lo llamara constantemente "Kazurro". —Pues resulta que dentro de poco tendremos un barco nuevo y, la verdad... No había pensando en qué hacer con las armas. Según tengo entendido estás... aprendiendo a manejar barcos...— sintió un mareo repentino por la idea de que esa chica estuviera al timón de su barco. —Pero la verdad es que nos podría venir muy bien tener armas que no se fabrican normalmente en la marina... Más de utilidad que de destrucción...— se explicaba.
—Me refiero, los cañones son muy simples y en eso concuerdo contigo... Pero tampoco queremos un arma de destrucción masiva, o al menos no es esa la idea inicial cuando nos encontremos con piratas. Nuestra tarea es llevarlos ante la justicia, y para eso quizás podríamos utilizar armas con diferentes funcionalidades... ¿Entiendes lo que quiero decir?— preguntó con curiosidad. Obviamente también iban a necesitar un arma destructiva pues, al fin y al cabo, muchas veces no quedaba otra oportunidad... Sin embargo quería ver su reacción ante el hecho de no fabricar armas que hicieran catapum chim pum.
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Aquel baile de felicidad no tardó demasiado en frustrarse gracias a Minato haciendo que la joven diera una patosa vuelta y cayera sobre la silla, resoplando. Pero se calló cuando iba a protestar llamándole soso porque le vio dirigirse hacia Se había ilusionado cuando la dijo que era especial, pero después ladeó la cabeza y se puso en pie, dando un par de pasos hasta donde su nuevo capitán se encontraba, observando los papeles que él parecía revolver. Realmente no les prestó atención, sino que los utilizó para mantener en ellos la mirada fija mientras toda su mente comenzaba a procesar de manera lógica lo que le estaba diciendo el hombre. Sonrió, ladina, sin poder evitar una risa de las suyas mientras se encogía un poco de hombros, dando unos golpecitos a su sien. —Todas las nuevas cartas de navegación aquí, capitán Kazurro, solo que tengo que aprender a interpretarlas bien— determinó la joven haciendo cierto alarde de conocimiento. Si bien era cierto que tenía una memoria prodigiosa, que se tenga una memoria así no quiere decir que sepas utilizar todo aquello que memorizas. Hay que ir por pasos.
Pero entonces suspiró, negando con la cabeza. —Cuanto más pum, más diversión— susurró, frustrada, pero después apoyó las rodillas en el suelo y la cabeza en la mesa de aquel hombre, mirándole mientras su barbilla hacía de sujección para el resto de su cuerpo. —Cañones sónicos: según se regula la intensidad de este tipo de cañones pueden ser desde solo de aviso hasta muy destructivos. Los de solo de aviso es como si te dieran… Un pequeño empujoncito. Creo que sería una gran novedad para el resto de barcos de la marina. Los cañones de plasma yo los pondría también… Solo para defendernos de aquellos que nos ataquen de verdad y de aquellos a los que realmente no podemos llevar a la justicia. El plasma es mejor que las balas— determinó ella, ciertamente obcecada en aquellas dos opciones pues eran sus más novedosas adquisiciones tanto a contenido y estaba bastante orgullosa de ellas. Pero se sentó en el suelo, después, sin poder llegar así a ver entonces al capitán.
—¿Habrá habitación para Iô-Chan en ese barco, Kazurro?— preguntó, con el tono de una niña pequeña. —¿Puede Iô-Chan pintarla de rosa?— siguió. No tenía nada que ver con el tono que había utilizado para hablar de las armas que iba a instalar en el barco pues, realmente, era como si no fueran la misma persona.
Pero entonces suspiró, negando con la cabeza. —Cuanto más pum, más diversión— susurró, frustrada, pero después apoyó las rodillas en el suelo y la cabeza en la mesa de aquel hombre, mirándole mientras su barbilla hacía de sujección para el resto de su cuerpo. —Cañones sónicos: según se regula la intensidad de este tipo de cañones pueden ser desde solo de aviso hasta muy destructivos. Los de solo de aviso es como si te dieran… Un pequeño empujoncito. Creo que sería una gran novedad para el resto de barcos de la marina. Los cañones de plasma yo los pondría también… Solo para defendernos de aquellos que nos ataquen de verdad y de aquellos a los que realmente no podemos llevar a la justicia. El plasma es mejor que las balas— determinó ella, ciertamente obcecada en aquellas dos opciones pues eran sus más novedosas adquisiciones tanto a contenido y estaba bastante orgullosa de ellas. Pero se sentó en el suelo, después, sin poder llegar así a ver entonces al capitán.
—¿Habrá habitación para Iô-Chan en ese barco, Kazurro?— preguntó, con el tono de una niña pequeña. —¿Puede Iô-Chan pintarla de rosa?— siguió. No tenía nada que ver con el tono que había utilizado para hablar de las armas que iba a instalar en el barco pues, realmente, era como si no fueran la misma persona.
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Tragó saliva al escuchar el tono de voz de la muchacha. Esta estaba apoyada sobre la mesa sujetándose con la barbilla, como si un científico de 60 años hablara de tecnología cansado mientras el cuerpo infantil ponía posiciones extrañas. La verdad era que sus ideas eran muy, muy buenas, pero había algo que no le convencía. —Me gusta el cañón sónico, las ondas sónicas no pueden ser fácilmente interceptadas y transmiten las vibraciones por el barco... Pero tendrías que asegurar que no repercuten en nuestra propia nave. Y respecto al otro tipo... Si quieres implantar eso tendrás que implantar unos que lancen redes con cuerdas de acero, yo puedo fabricarlas. De esta forma podremos rescatar a los piratas de morir ahogados, así como a Kodama o a Charlotte en caso de que caigan al agua.— concluyó Minato, terminando él también con su seriedad.
Y entonces sonrió, le agradaba mucho tener a Iô con ellos pese a que parecía del tipo que causan más problemas de los que solucionan. Dio la vuelta a la mesa pues ella se había sentado en el suelo y le tendió la mano para que se pusiera de pie con tranquilidad. —Claro, cada uno tendrá su habitación aunque la nave será bastante pequeña, para que pueda ser muy rápida. Y sí, podrás decorarla como quieras.— le dijo sonriendo. La ayudaría a levantarse y después se dirigiría hasta la ventana de aquel barco provisional, lugar que esperaba abandonar pronto para ver su flamante nuevo barco. Se estiró con ganas relajando así la habitación, pues había dejado de ser un "superior" para ser un compañero, incluso un amigo aunque aún no se pudiera considerar como tal.
—No te preocupes Iô, iremos viendo las cosas sobre la marcha. Cuando tengamos el nuevo barco me encargaré de ayudarte con la forja de las armas que necesites, siguiendo tus instrucciones según lo veas conveniente. Hasta entonces, ¿tienes alguna duda de cómo va a funcionar algo de Hero´s Force por ahora?— le preguntó a la chica mientras tomaba su mano y la miraba detenidamente para ver si se le había curado su quemadura.
Y entonces sonrió, le agradaba mucho tener a Iô con ellos pese a que parecía del tipo que causan más problemas de los que solucionan. Dio la vuelta a la mesa pues ella se había sentado en el suelo y le tendió la mano para que se pusiera de pie con tranquilidad. —Claro, cada uno tendrá su habitación aunque la nave será bastante pequeña, para que pueda ser muy rápida. Y sí, podrás decorarla como quieras.— le dijo sonriendo. La ayudaría a levantarse y después se dirigiría hasta la ventana de aquel barco provisional, lugar que esperaba abandonar pronto para ver su flamante nuevo barco. Se estiró con ganas relajando así la habitación, pues había dejado de ser un "superior" para ser un compañero, incluso un amigo aunque aún no se pudiera considerar como tal.
—No te preocupes Iô, iremos viendo las cosas sobre la marcha. Cuando tengamos el nuevo barco me encargaré de ayudarte con la forja de las armas que necesites, siguiendo tus instrucciones según lo veas conveniente. Hasta entonces, ¿tienes alguna duda de cómo va a funcionar algo de Hero´s Force por ahora?— le preguntó a la chica mientras tomaba su mano y la miraba detenidamente para ver si se le había curado su quemadura.
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La mujer miraba hacia el capitán algo cansada, todavía con la barbilla apoyada sobre la mesa. —No se preocupe Capitán Kazurro, yo me aseguraré de todo— dijo, esbozando después una risilla en bajo, como tímida y de cría. Pero cuando le tendió la mano para que se pusiera en pie ladeó la cabeza. ¿Qué era ese extraño gesto? ¿Amabilidad? La joven peliazul estaba acostumbrada a que a su alrededor la gente se volviera completa y perdidamente loca, que la ignorara y la dejara hacer. Por eso fue algo reticente a la hora de tomar la mano del hombre, a pesar de que al final lo hizo. Sonreía y daba saltitos, haciendo saltar sus trenzas. —¡RO SA RO SA RO SA!— exclamó, cuando finalmente el hombre le dijo que a pesar de que fuera pequeña en el nuevo barco podría adornarla como ella quisiera. Pero no lo haría en la nueva y actual, porque si iban a estar aquí poco tiempo no quería gastar su preciada pintura en aquellas paredes.
—Iô no puede disparar a civiles. No tiene pium pium porque tiene capitán Kazurro todo y tiene que portarse bien. Iô tiene que hacer caso a tooooooooooooooodo, pero ¡IÔ TIENE GANAS DE BAILAAAAAAAAAAAAAAAAR!— exclamó al final soltándose la mano que el pelirrojo parecía estar examinándole y comenzando a bailetear por las cercanías. Sí, se podía ver que la chica estaba loca pero también se había podido observar -o al menos Minato- que tenía una parte lógica y racional que la hacía pensar determinadamente en algunas cosas. Pero hacer que Iô se centrara no era sencillo, ni era algo que todos pudieran hacer a pesar del espero que se fuera a poner. No era una tarea destinada a todos los públicos. Y quizás tampoco para Minato. Y mientras la chica se movía fue tomando a Marineros que pasaban por las pasarelas en dirección a otros barcos, bailando con ellos, pero todos demasiados sorprendidos como protestar de alguna manera.
Era una mujer más sencilla de lo que parecía o al menos podía hacerlo si la tenías coaccionada con darle balas y explosivos. No tenía una mentalidad apta para la marina, y tampoco era complicado de ver, pero era voluble y quizás la intención de haberla adjudicado a aquella tripulación no fuera solo para que siempre estuviera protegida y cuidada a cuento de su enfermedad, sino para tratar de hacerla cambiar.
—Iô no puede disparar a civiles. No tiene pium pium porque tiene capitán Kazurro todo y tiene que portarse bien. Iô tiene que hacer caso a tooooooooooooooodo, pero ¡IÔ TIENE GANAS DE BAILAAAAAAAAAAAAAAAAR!— exclamó al final soltándose la mano que el pelirrojo parecía estar examinándole y comenzando a bailetear por las cercanías. Sí, se podía ver que la chica estaba loca pero también se había podido observar -o al menos Minato- que tenía una parte lógica y racional que la hacía pensar determinadamente en algunas cosas. Pero hacer que Iô se centrara no era sencillo, ni era algo que todos pudieran hacer a pesar del espero que se fuera a poner. No era una tarea destinada a todos los públicos. Y quizás tampoco para Minato. Y mientras la chica se movía fue tomando a Marineros que pasaban por las pasarelas en dirección a otros barcos, bailando con ellos, pero todos demasiados sorprendidos como protestar de alguna manera.
Era una mujer más sencilla de lo que parecía o al menos podía hacerlo si la tenías coaccionada con darle balas y explosivos. No tenía una mentalidad apta para la marina, y tampoco era complicado de ver, pero era voluble y quizás la intención de haberla adjudicado a aquella tripulación no fuera solo para que siempre estuviera protegida y cuidada a cuento de su enfermedad, sino para tratar de hacerla cambiar.
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Y tras asegurarse de que ella se ocuparía de todo haciendo que Minato sonriera por su amabilidad, la locura volvió a introducirse en el cráneo de aquella mujer y comenzó a bailar por toda la habitación tras gritar "Rosa" a toda voz y asegurarle que le hacía caso porque él se encargaría de darle las balas. Suspiró sonriendo, se planteaba si había sido buena idea prometerle el timón y las armas del barco a aquella muchacha y si estaba metido en un buen lío. En cualquier caso no le quedaba mas que esperar el futuro, estar preparado para cualquier cosa que pudiera hacer y saber aprovechar lo bueno que podía traer a la marina y a Hero´s Force. Y durante ese tiempo evitar que saltara a una piscina de lava creyendo que es tomate calentito o algo así. Le abrió la puerta para que saliera de su despacho cumpliendo ese propósito mientras bailaba con muchos de los marineros de la zona que pasaban por allí.
Cerró la puerta tras de sí y observó una vez más la carta en la que se le había hablado de ella. Releyó una parte varias veces, "fuertes creencias"... ¿Qué buscaban que pudiera poseer Minato? ¿Acaso pensaban que podría enderezar a la joven y alejarla del camino de la locura? Si era así él no tenía intención alguna de eso, pues en cierto modo era como una especie de alegría para Hero´s Force. Había visto su lado serio, su lado centrado, estaba completamente seguro de que sería de utilidad y que no traicionaría a Hero´s Force por su inocencia por lo que... ¿Qué más da cuál fuera su forma de ser si estaba decidida a ser un miembro de aquel grupo de héroes justicieros? Así pensaba Minato, al menos, todavía no sabía cómo les iba a sentar al resto de miembros de aquella brigada de la marina la incorporación de la chica.
En cualquier caso estaba listo para responder todas las preguntas que fueran necesarias y demostrar que Iô podía traer mucho bien, y que a pesar de que algunos quizás no pudieran soportarla merecería la pena. Guardó la carta en su escritorio y cerró el cajón, levantándose de su asiento y mirando por la ventana. Pronto todo sería diferente, y gracias a esa niña podrían defenderse y proteger al mundo con su nuevo barco.
Cerró la puerta tras de sí y observó una vez más la carta en la que se le había hablado de ella. Releyó una parte varias veces, "fuertes creencias"... ¿Qué buscaban que pudiera poseer Minato? ¿Acaso pensaban que podría enderezar a la joven y alejarla del camino de la locura? Si era así él no tenía intención alguna de eso, pues en cierto modo era como una especie de alegría para Hero´s Force. Había visto su lado serio, su lado centrado, estaba completamente seguro de que sería de utilidad y que no traicionaría a Hero´s Force por su inocencia por lo que... ¿Qué más da cuál fuera su forma de ser si estaba decidida a ser un miembro de aquel grupo de héroes justicieros? Así pensaba Minato, al menos, todavía no sabía cómo les iba a sentar al resto de miembros de aquella brigada de la marina la incorporación de la chica.
En cualquier caso estaba listo para responder todas las preguntas que fueran necesarias y demostrar que Iô podía traer mucho bien, y que a pesar de que algunos quizás no pudieran soportarla merecería la pena. Guardó la carta en su escritorio y cerró el cajón, levantándose de su asiento y mirando por la ventana. Pronto todo sería diferente, y gracias a esa niña podrían defenderse y proteger al mundo con su nuevo barco.
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- They just wanna make BOOM! — Privado Pasado • Gildarts Lars —
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