Tu padre te llamaría... ¡Idiota! | Privado | Iro - Xiba

La amada y política localidad de Water Seven. Allí me encontraba en ésta nueva aventura. Aún estaba en proceso de reclutamiento de miembros, pero muy pocos sabían que la banda de mercenarios que llevaba mi padre se disolvió, y que mi mismo padre murió. Así que debido a su gran fama seguían viniendo llamadas, y bueno, yo necesitaba dinero así que decidí atender una de las tantas llamadas que me levantaron de mi hora de la siesta. Resultaba que se trataba de alguien que ya hubo hecho encargos antes. El caso era que tenía que trasladarme hasta Water Seven para robarle a una persona. No me solía sustraer cosas a otra gente, ni matar, ni… A decir verdad no me gustaba nada de lo que hacían los mercenarios… Pero bueno, di mi palabra, y ya me iría acostumbrando. Pero que me pierdo, lo que aquél cliente quería es que le “cogiera prestado” cierta cantidad capital, más bien, un baúl entero- Cómo no, un baúl, muy original todo- lleno de monedas de oro. A cambio yo me podía quedar con una tercera parte del botín, y según me aseguró no era una cantidad pequeña y que lo sabría cuando lo viera.
En fin, no era nada del otro mundo, estaba convencido de poder hacerlo tenía fuerza como para cargar con ese cofre… Creo. De igual forma portaba con mochila de color beige que no pegaba para nada con mi atuendo, que era el habitual. Y allí estaba yo, en las bonitas calles de aquél precioso lugar, observando cómo la gente circulaba por las carreteras marinas y se encontraban felices. Y cuando avancé por dentro de las calles fue cuando me di cuenta.- ¡No sé dónde vive!- Grité al darme cuenta, haciendo que toda la gente de mi alrededor me mirara con forma extraña, eso me daba lo mismo, no es la primera vez que me pasaba, pero… ¿Y ahora qué hago? Me dijo el nombre, se trataba de un tal Coulson, pero no estaba seguro de si era su nombre o su apellido… Y que yo sepa por los alrededores no había ninguna guía caracofónica para mirarlo… Pues a la vieja usanza. Me tocaría ir al ayuntamiento y preguntar al alcalde… Aunque eso podría ser muy cantoso… También estaba la opción de preguntar a la gente, pero el resultado era el mismo. En un bar y tal, pero es más de lo mismo.

Pero bueno, no me quedaba otra, así que la imagen que había para los habitantes era la de un “guiri” extranjero que preguntaba a diestro y siniestro por la localización de la vivienda de un tipo, aunque ni siquiera estaba seguro de que fuera un hombre, con Coulson en el nombre. No me podía terminar de creer lo idiota que era. Y tras un par de horas de mala suerte, no pude hacer otra cosa más que tirarme en un banco, a dar de comer migas de pan a los pajaritos que venían, mientras yo me zampaba treinta hamburguesas con doble de queso y un refresco ligth. Me dijo aquella persona que necesitaría el baúl para dentro de cuatro días, y había tardado un día y medio de viaje… se me echaba el tiempo encima. Bueno, siempre podía comprar un baúl, ponerle chocolatinas y decir que era eso lo que había… Aunque dudo de que eso calara.
Bueno, a lo mejor el estar tumbado comiendo hamburguesas lo solucione todo. Sí, seguramente pase así.

Y allí seguía yo, gozando del precioso día mientras me atiborraba a comida basura. Llegó un momento en el cual se me acabó el pan que le estaba suministrando a aquellos pajaritos. Pobres, se les veía hambrientos. Decidí, dejando mi vara y mis diez hamburguesas restantes en el banco, ir a la tienda más cercana y comprar otra barra de pan… Ésta ciudad no me estaba dando nada fácil. ¿Se puede saber por qué alguien querría atracar una panadería que no ganaría más que unas decenas de berries al día? Sí, en efecto, entré y me metí en medio de un atraco. Yo para atracar una panadería antes atracaba un banco, pero bueno. Y ahora qué tenía que hacer, no sería propio de mi dejar las cosas así, aunque sin mi vara poco podría hacer contra gente armada con… Un momento… ¿Eso eran barras de pan? Pero esto qué es, la gente atracando una panadería con barras de pan, menuda ironía. Esperaba que al menos estuvieran congeladas. Y visto lo visto, y tras llevarme las manos a la cabeza, le metí un par de patadas a los tres atracadores para que dejaran de hacer el tonto. Y no, por si alguien se lo pregunta, no estaban congeladas las barras de pan. En fin, el caso es que me llevé gratis de regalo el pan por haber ayudado, aunque esos tipos se morían bien solos.
Volví a mi hermoso banco, el cual se encontraba a la sombra y se estaba fresquito. La verdad es que me sentía bien por hacer cosas para ayudar a gente y pajaritos, y sí, era una excusa para no sentirme mal por lo tonto que había sido. Pero al llegar al banco… Aquellos pajaritos se estaban comiendo mis deliciosas hamburguesas...-¡Fuera!- Grité mientras me acercaba rápidamente a ellos tirando las barras de pan. Fue una desgracia, sólo había sobrevivido una hamburguesa, pero cuando me disponía acogerla un pajarraco me la arrancó volando y se largó en dirección al puerto.- No te vas a escapar.- Dije mientras cogía mis pertenencias y corría tras de él.

Con la vista fijada en aquella criatura con alas, no veía ni por dónde caminaba, cosa que hizo que me llevara a algunas personas de por medio. En un intento desesperado de hacerle caer al pájaro, le lancé mi vara. Funcionó, pero parcialmente. El pájaro esquivó mi ataque, pero del susto se le cayó mi comida, y si llegaba a tocar el suelo, se habría espachurrado.- Pero no, le cayó a un muchacho con chaqueta verdimarrón, una camisa blanca, o medio blanca ya que parecía sucia, por debajo que se dejaba ver por la altura del cuello y unos pantalones marrones. Le miré, me miró, nos miramos.- Eso es mío…- Dije casi susurrando.

Mi… Mi comida fue… No puedo ni pensar en ello… Que mi grandiosa comida se hubiera desaprovechado de esa forma me daba bastante coraje. No podía pensar en otra cosa que no fuera tirarme y llorar por tal pérdida. Pero… Por qué ese hombre no cogió la hamburguesa de manera normal, pero no, le tuvo que traspa… Traspa… ¡Le traspasó! Y no sólo eso, fue casi desintegrada y podrida por su culpa. Acaso ese hombre sería… ¿Un usuario? Pues menudo el que le toque, la gente tendría que tener cuidadito. Pero eso era lo de menos, en realidad me daba igual que fuera o no usuario, o si se me echó a perder la comida de manera intencionada o no.
Lo que me molestó es que el muchacho no me pidiera disculpas. Exacto, decidió pasar de largo sin siquiera decir un “Lo siento” o un “No era mi intención”, no, para nada, la educación de nuestros tutores la tiró a la basura y decidió pasar de largo, además de al lado mío y sin siquiera dirigir la mirada. Y eso amigos míos, me cabreó bastante. Por mi cabeza ya no se pasaban las responsabilidades ni el tiempo que me quedaba para encontrar y hacer hurto de cierto cofre, ahora lo que quería eran unas disculpas suyas. Aunque… Los monjes siempre decían que hay que saber perdonar. Fue extraño, el enfado y la decisión de “dejarlo estar” sucedió la verdad que bastante rápido. Pero aun así, ese tipo me había dejado sin comida, y yo tenía hambre.

Así pues decidí dejar de quedarme mirando los restos de mi comida, inmóvil y melancólico y me giré para divisar a aquél sujeto. Y entonces miré e incluso inconscientemente estudié algo de su cuerpo. Fibroso, no muy exagerado, tampoco débil. Su forma de caminar despreocupada y concisa me hacía pensar que se encontraba pensando en algo, o que tenía un objetivo y no se preocupaba de lo que pudiera suceder a su alrededor. Esa podría ser la razón de que –probablemente– no se diera cuenta de lo sucedido con mi comida. O puede que sí y se hiciera el sueco. Me propuse a ir tras él cuando… ¡¿DONDÉ ESTABA MI VARA?! Me puse muy nervioso en ese momento y empecé a buscar por todas partes. Claramente nadie se la podría haber llevado, nadie salvo yo podía cogerla… Pero no la encontraba. A ver, pensemos, le lancé la vara a aquél pájaro y la esquivó. Fue en una dirección frontal al muchacho, así  pues debía de estar cerca de mi espalda… Me giré, de nuevo y ¡OH MIERDA!
Mi vara había caído encima de una persona, que ahora, se encontraba pidiendo socorro. Y yo corrí despavorido a hacerme hueco entre la gente, diciéndoles que yo podría levantarla. Lo hice e incluso ayudé a levantarse a aquella persona. Le pedí disculpas y seguidamente salí corriendo, siendo así una especie de espejismo para aquellas personas, pues, si no me daba prisa, perdería a aquél tipo.
Su pelo de un color casi azabache y sus formas de caminar lo hacían casi imposible de pasar inadvertido para mi. Lo único que hice fue, junto a mi poder especial, tocarle el hombro derecho y dedicarle unas palabras –Eh, espera.

Eso fue muy fuerte… Cuando le toqué para pedirle las explicaciones, giró levemente la cabeza y me lanzó una mirada directa, seria impasible. No me achanté, sin embargo era algo que chocaba. Había que añadir que se mantuvo impasible ante mi toque. No sabía bien si es que no siempre derretía todo aquello que tocaba, o no se había dado cuenta de lo que yo hacía. No pude hacer otra cosa que devolverle la mirada durante un par de segundos, para después soltarle el hombre y dejar que se fuera. Y así fue, sin mediar palabra, sin una triste disculpa ni queja, nada. Siguió caminando hacia el frente, sin detenerse, como si se encontrase en busca de un objetivo que no quería perder…
Whatever, como ya decía, tampoco es que me importara mucho. Resoplé, menuda mañana tenía ya macho. En fin, si quería hacer algo con mi vida, debería de empezar por buscar a ese tipo, o si no cobraría, y si no cobraría, las cosas irían mal porque gasto mucho dinero en comida… Oh, dichosa comida, no tenéis ni idea de cuánto me agradaría poder comer bolitas de pulpo en dichoso momento…

No tenía nada más que hacer y me aburría más que dos ostras hablando de su vida, así pues decidí marcharme y hacer algún apaño con respecto al trabajo, ya se me ocurriría algo para poder salir ileso de todo este asunto. Mas, justo al girarme, cabizbajo y sin prestar mucha atención de a dónde dirigía, casi me choco con un hombre. Era bajito, algo acho de cuerpo, mayor, con la típica calva central en la cabeza, con sólo unos laterales que poder peinar. Vestía con un jersey morado bastante básico, pero bonito, por encima de una camisa lisa azul. Por la parte inferior unos pantalones de… ¿Nylon? O tal vez pana, de color marrón clarito, color corcho, aguantado por un cinturón de cuero para que no se le cayera sobre sus zapatos negros. Si no me hubiera dado cuenta a tiempo, casi me hubiera chocado con él. –Discúlpeme, buen hombre, no miraba por dónde iba y casi me choco con usted. –Le dije mientras me rascaba la nuca y me reía.
Se me quedó mirando bastante raro. Fijamente, como si estuviera buscando algo en mi. Seguidamente se quedó mirando mi vara, como si fuera un tesoro. –Oye muchacho… Cuánto… ¿Cuánto pesa ese palo? –Me preguntó de manera lenta, calmada. Me parecía extraño, por qué alguien iba a pregun… HOSTIAS, LEÑES, ¡PERO SI ERA EL TÍO DE ANTES! ¡Se trataba del hombre el cual mi vara estaba asfixiando! Vaya, menudo alboroto se montó. En el momento en el cual me di cuenta de quién se trataba mi cara se quedó de piedra con una expresión de “la he cagado”. Seguramente quisiera pedirme explicaciones… Bueno, quisiera no, las pidió. ¿Y ahora qué le debería de contestar? ¿Qué no estoy seguro de cuánto pesa, pero que igualmente soy el único con poder de levantarla? Y ya de paso le añado que me encontraba cazando pájaros con “un palo” a la hora de que este le cayera encima.

–Bueno… Sería difícil de decir, nunca me ha dado por pesarla… -Contesté yo, algo cagadete y con la misma expresión de piedra. Me intentaba zafar de responder, ¿qué pensaría ese hombre si le dijera la verdad? –¡Vaya! Eso no es problema. La verdad es que tengo mucha curiosidad, ¿por qué no viene a mi casa y la pesamos? Tengo una muy grande, y su palo entraría. –Me dijo aquél hombre. Automáticamente intentaba zafarme de él hasta que… –¡Ah! ¡Discúlpeme! Mi nombre es Coulson, Coulson Coulson.