[Misión común-West Blue] Nos vamos a correr

Contratante: Tamara de la Tralla

Descripción de la misión: Tamara de la Tralla es una buena corredora y lo sabe. También sabe que la carrera de todoterrenos que pretende ganar está amañada. Ofrece una buena recompensa a quien consiga apartar al organizador y a su hijo, que también compite, de sus puesto, por las buenas o por las malas. A estas alturas, tras tres derrotas, no le importan los medios.

Objetivos secundarios o alternativos: Consigue que el organizador tenga que ver a Tamara cruzar la línea de meta y se coma su sombrero de la rabia.

Recompensa: Un pequeño auto todoterreno, lo bastante diminuto y ligero como para que quepan dos personas y aún así sea viable transportarlo en la mayoría de barcos.

Recompensas por objetivo secundario o alternativo: 300.000 berries del dinero que ha ganado apostando en la carrera.

Probablemente fuese la misión más absurda a la que le había tocado ir. Ni siquiera las primeras en la agencia lo fueron tanto. ¿Quién diablos era aquella Tamara de la tralla y qué contactos tenía como para hacer llegar su petición al gobierno?

Resignada, la mink empezó a lamerse la pata a la par que observaba a su compañero de misión, Ruffo. Se habían presentado unos minutos antes, y, pese a que le había tocado ejercer de superior, intentaría no hacerlo en exceso.

En cierto modo el humano parecía estar tan resignado como ella, al menos por sus susurros y gestos era lo que daba a entender. Pero no tenían otra que llevar a cabo la misión, y cuanto antes lo hicieran, antes estarían en otra más interesante.

La tal Tamara solo pedía una cosa; una competición limpia. Sus sospechas giraban entorno a dos personas, el organizador y su hijo. Por lo visto, el organizador se las ingeniaba para tender diversas trampas y que su hijo acabase ganando siempre. A la loba le sorprendió bastante los tipos de coche que participaban en las carreras. Nunca había visto nada igual. Era una gran aficionada a los deportes, y había visto carreras de coches más aerodinámicos, pero nunca nada parecido a lo que sus ojos vislumbraban. ¿Recorrerían la naturaleza como si nada? Aquello debía ser un espectáculo magnífico.

- Ciertamente es lo que parece, compañero -contestó al humano-. Sin embargo… ¿Qué tipo de trampas tenderá el organizador? No sabemos si serán lo suficientemente graves como para provocar el abandono de nuestra nueva amiga. Además… Esta mujer pide que apartemos al hijo del organizador. ¿Y si saboteamos su coche? Quizá entonces el organizador no tenga más remedio que dejar ganar al mejor.

La loba caminó intentando localizar al hombre cuyo coche no debía cruzar la línea de meta. Lo cierto era que tendría que analizar a todos los allí presentes, no era una tarea especialmente sencilla. Había mucha gente, de distintos géneros, razas y edades. Algunos de ellos llevaban casco, otros no.

El traje de Ellie era negro, y su camisa completamente blanca lo hacía algo más elegante. Parecía una mujer de negocios, y la gente no dejaba de mirarla. La agente no sabía si era por su raza o porque había algo extraña en ella. Sin embargo, las miradas cesaban con el tiempo, y la gente tenía algo mejor que hacer que centrar su vista en ella. La mink no llevaba corbata, y se limitó a meterse las manos en los bolsillos para no mostrar unos horrendos gemelos que había elegido sin pararse a pensar en lo mal que combinaban con el resto de su ropa.

Desde la lejanía, vió a un hombre regordete hablando con los demás. Parecía importante, y empezó a afinar el oído para escuchar lo que hablaban.

- La siguiente carrera la hago en tres días. Me faltan dos corredores, ¿se une tu primo?
- No tío, desde el último accidente cogió miedo.
- Joder, no sé cómo lo voy a hacer… Llamaré a Tom.
- ¿Y los amigos de tu hijo? Ya vinieron una vez, y aunque no son demasiado buenos, hacen bulto.
- Ya… Pero mi hijo no se concentra con ellos presentes, está más preocupado de lucirse que de ganar. Pero en fin, supongo que no hay más remedio. Voy a verle, te veo en la meta, Jack. Como no hagas por lo menos un quinto no me vuelvas a hablar eh!

La loba se agachó a atarse los zapatos a la par que seguía con el rostro al hombre. Creía tener al organizador, y por fortuna, tendría pronto a su hijo. Les siguió desde la lejanía hasta llegar a la ubicación donde se suponía que estaba el hijo, con un casco rojo con rayas amarillas que simulaban rayos. Empezaron a hablar sobre llamar a sus amigos, y el chico se mostró visiblemente emocionado. Tras ello empezaron a observar los alrededores, como si quisieran contarse algún secreto. La agente se cubrió con un árbol y miró escondida.

- El mecánico te ha llenado el turbo, me ha dicho que lo uses al principio, esta vez te debería ser más fácil ganar. No como en la carrera del otro… Espera. ¿Ves eso? ¿Fuego? ¡Ven, ayúdame!

Y los humanos salieron corriendo en la dirección al fuego mientras Ellie se acercaba hacia el coche. La loba tuvo que contenerse al ver correr al organizador, iba dando tumbos de lado a lado, algo bastante cómico la verdad. Una vez llegó, le fue bastante fácil entrar, después de todo habían salido corriendo y se habían dejado la puerta abierta. Cuando entró, se situó bajo el volante y abrió la tapa que estaba debajo. Sin tener conocimientos de mecánica, la loba sabía que si cortaba los cables el coche no respondería. Aunque… quizá fuese mejor darles una pequeña carga de electricidad, así el coche sería más inestable, y probablemente no se diesen cuenta de que había sido manipulado.

La agente puso la pata sobre los cables y los agarró con fuerza, desprendiendo su electro y creando una corriente que hizo un amago por arrancar el coche. Cuando miró a través de la trampilla, vió algunos cables quemados, mientras que otros lo estaban parcialmente. Tras cerrarla, dejó la puerta tal y como se la había encontrado y se marchó en dirección a la ubicación donde había quedado con Ruffo.

Una vez llegó, le miró de arriba a abajo y le preguntó qué era lo que había hecho.

- No sé qué habrás quemado, pero me ha venido de perlas -susurró, cerciorándose de que nadie más estaba cerca-. Tengo localizado al organizador, es un tipo gordete con camisa azul clara y va con un mini den den mushi. Su hijo lleva un casco rojo con rayos amarillos, y el mono que lleva es azul. Antes de que lo digas sí, es bastante hortera. Su coche va a sufrir un poco en la carrera, así que si estás listo, vamos a disfrutar de este show.

La mink alzó los hombros en señal de no entender nada ante la pregunta de su compañero de misión sobre el organizador. La verdad es que no veía a aquél hombre conduciendo un coche y jugándose la vida, la verdad. A no ser que… No, no podía ser. Hacer trampas era una cosa, pero que pilotase otra persona y él se llevase los méritos… Bueno, también era hacer trampas.

El caso es que siguiendo a Ruffo, la loba empezó a dar finos golpecitos al aire para desplazarse a través de él, siguiendo el recorrido que su compañero marcaba. No tenían mucha idea de dónde acabarían, pero era cierto que desde arriba verían con mayor facilidad la línea de meta. Y, efectivamente, unos minutos más tarde, dejando bajo ellos una abundante y distinguida vegetación, vieron lo que parecía ser la línea de meta. Descendieron ligeramente y Ruffo se preguntó qué podrían hacer.

- Casi con total seguridad el hijo no llegará aquí -puntualizó ante el comentario del humano-. Sin embargo, coincido en que deberíamos tener un plan B. Bien… Veo dos opciones. Una es que nos escondamos en la vegetación y tendamos algún tipo de trampa al primero, que presuponemos que será el organizador. Se me ocurre preparar una serie de rocas para atascar el coche, o quizá poner unos troncos en mitad, para obligarle a ir en una dirección donde coloquemos afiladas piedras que pinchen las ruedas. El que venga detrás, volvemos a presuponer que será Tamara, al verle parado, irá por otro camino, supongo -comentaría a la par que se lamía la pata lentamente, pero sin parar-. En cualquier caso, la segunda opción sería que yo me volviese a ver el coche del organizador, y una vez lo tenga localizado, disparemos sobre seguro. Tú te podrías quedar aquí preparando la trampa que veamos oportuna… No sé, ¿cómo lo ves? Aún así, estamos presuponiendo muchas cosas… A la misión le faltaban datos, pero ni siquiera sabemos quién es Tamara ni qué coche conduce. ¿Qué ocurre si gana otra persona que no es ni el organizador ni su hijo ni la propia Tamara? -la joven dejaría unos segundos de reflexión- Supongo que en ese escenario, gane quien gane, lo hará legalmente.

La mink dejaría lugar a la respuesta de su compañero, y si no tenía una opción mejor, esperaría a cerrar un plan con él. Lo primero sería decidir qué trampas tendían, y tras ello, marcharía a localizar al jefe. Aunque con la información que tenía el propio Ruffo podría ir, es cierto que si ya se había cambiado, la loba tenía en memoria todos sus rasgos físicos.

Rufo había dado su aprobación al pensamiento en alto de la loba, que asintió sin dudarlo. Analizándolo más fríamente, no era ninguna tontería identificar en primer lugar los dos coches que, teóricamente, llegarían los primeros. Podría darse el caso en el que Tamara fuese primera, por lo que la trampa no tendría mucho sentido.

Aunque, a decir verdad, la lógica imperaba en aquel caso, y no decía otra cosa que no fuese que el orden de la carrera sería, en primer lugar el organizador, y en segundo lugar Tamara. Aunque, evidentemente, una carrera estaba llena de otros factores, ya fueran choques, averías, etc.

Ellie volvió sobre sus pasos tras hablar con su compañero de agencia, y lo hizo dando suaves golpes en el aire, de manera que tenía una vista privilegiada de todo lo que sucedía a su alrededor. Desde las alturas uno no puede evitar fijarse en los detalles de la vida; La vegetación luce especial, pero pronto se ve amenazada por la civilización. Aquellos dos factores fácilmente diferenciables, eran los que separaban los dos tramos de la carrera, y los más aventajados, estaban a punto de entrar en el segundo lugar.

Desde la lejanía la mink era capaz de ver un grupo de tres coches fácilmente identificables y alejados del resto, sin embargo, no podía profundizar en ellos, por lo que se limitó a bajar y esconderse entre la vegetación al final de una pronunciada curva, donde teóricamente los conductores tendrían que frenar -o pasarían más lentos al menos- y podría fijarse mejor en las características de cada uno. Se agachó a unos trescientos metros de los coches, tapándose con un par de hojas y detrás de un abundante arbusto. Desde allí se dispuso a ver esos tres coches que entraban en escena.

El primero, un todoterreno verde con manchas marrones, emulando la pintura de un coche militar. En él, un señor regordete, palanca de cambios en mano, aventajaba en unos cuatro segundos al siguiente, un todoterreno rosa con vinilos en los laterales. La complexión del segundo humano no daba lugar a equívocos, era una mujer rubia y delgada. No había rastro del tercer coche, por lo que la agente se dispuso a comunicarse con su compañero por Den Den Mushi.

- Ruffo, activa el plan. El organizador va en un todoterreno con pintura militar, a unos cuatro o cinco segundos va Tamara, en un inconfundible todoterreno rosa con algún que otro vinilo en los laterales. El siguiente participante acaba de pasar, y está como a veinte segundos… Quizá algo más.

La agente esperó la respuesta de su compañero a la par que se perdía entre la vegetación, rumbo a la ciudad, donde, saliese bien o mal su misión, buscarían un transporte para alejarse de allí. Confiaba en Ruffo, y se lamentaba de no poder ver la cara del organizador desde la meta al ver cómo otro corredor le ganaba. A la loba no le gustaba la gente que hacía trampas, pero en aquella ocasión, lamentablemente, no podría ver cómo el destino le devolvía el golpe al humano.