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Elyria estaba en casa una vez más. Desde que tuvo que encargarse de Anastasia, la hija de Zero. Después de que este muriera, la marine intentaba pasar el máximo tiempo posible con ella, cuidarla, y darle una buena vida. Que se hubiese convertido en bebe de una forma que aún no terminaba de entender no ayudaba. Daban mucho trabajo. Demasiado. Por suerte tenía a Alvar siempre en San Poplar para cuándo tenía misiones fuera. Y Merina, la mujer que se encargaba de ella cuándo estaban trabajando. Lo hacían lo mejor que podían dada esta situación tan repentina, aunque no fuese una solución perfecta ni de lejos.
Y la misión de hoy era… curiosa. Se habían encontrado unos libros antiguos que señalaban la presencia de unos restos arqueológicos escondidos en algún lugar de las montañas de San Poplar. ¿El problema? Qué algún idiota lo había filtrado a la prensa, y al día siguiente aparició en todos los periódicos que un tesoro increible se escondía en la isla, junto con todas las pistas que daba el libro para encontrarlo. Y claro. Esto obviamente atrajo la atención de todo tipo de gente. Gente que no quieres que toque y robe restos tan importantes sobre el pasado y la historia de San Poplar.
El trabajo de Elyria era fácil. Encontrarlo antes que nadie, o detener a cualquiera que se atreviera a intentar llevarse algó así para su propio beneficio y riqueza. Los arqueólogos y científicos de la isla estaban emocionados y al mismo tiempo asustados de perder algó de este calibre después de tantos años de investigación. Obviamente no iba sola. Voluntarios de la isla, y soldados tanto del reino como de la Marina se unieron a la búsqueda, intentando todos ser más rápidos que los piratas y criminales que solo buscaban el dinero.
Así que cogió cuaderno y boli, los guardó en el bolsillo interior de su chaqueta, y corrió en dirección a la sierra. Nissa iba con ella, evidentemente, y volaba feliz a su lado, emocionada por participar en una caza del tesoro, por mucho que Elyria le dijese una y otra vez que no se trataba de eso. Pero bueno, si ella era feliz así… Nissa era una mujer de luz azul en miniatura, que era capaz de hacer que solo le viesen y escuchasen las personas que ella quisiera, lo cuál solía ser solo Elyria la mayor parte del tiempo.
Entonces se adentro en el bosque, hasta sus zonas más profundas, siguiendo la información que había memorizado del libro. Aún no le había dado tiempo a llegar a demasiada gente, pero eso no quitaba que tuviese cierta prisa.
Y la misión de hoy era… curiosa. Se habían encontrado unos libros antiguos que señalaban la presencia de unos restos arqueológicos escondidos en algún lugar de las montañas de San Poplar. ¿El problema? Qué algún idiota lo había filtrado a la prensa, y al día siguiente aparició en todos los periódicos que un tesoro increible se escondía en la isla, junto con todas las pistas que daba el libro para encontrarlo. Y claro. Esto obviamente atrajo la atención de todo tipo de gente. Gente que no quieres que toque y robe restos tan importantes sobre el pasado y la historia de San Poplar.
El trabajo de Elyria era fácil. Encontrarlo antes que nadie, o detener a cualquiera que se atreviera a intentar llevarse algó así para su propio beneficio y riqueza. Los arqueólogos y científicos de la isla estaban emocionados y al mismo tiempo asustados de perder algó de este calibre después de tantos años de investigación. Obviamente no iba sola. Voluntarios de la isla, y soldados tanto del reino como de la Marina se unieron a la búsqueda, intentando todos ser más rápidos que los piratas y criminales que solo buscaban el dinero.
Así que cogió cuaderno y boli, los guardó en el bolsillo interior de su chaqueta, y corrió en dirección a la sierra. Nissa iba con ella, evidentemente, y volaba feliz a su lado, emocionada por participar en una caza del tesoro, por mucho que Elyria le dijese una y otra vez que no se trataba de eso. Pero bueno, si ella era feliz así… Nissa era una mujer de luz azul en miniatura, que era capaz de hacer que solo le viesen y escuchasen las personas que ella quisiera, lo cuál solía ser solo Elyria la mayor parte del tiempo.
Entonces se adentro en el bosque, hasta sus zonas más profundas, siguiendo la información que había memorizado del libro. Aún no le había dado tiempo a llegar a demasiada gente, pero eso no quitaba que tuviese cierta prisa.
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Había llegado a esa isla por accidente, si somos completamente honestos, pero las noticias del lugar no podían ser más complacientes: un tesoro enorme sin reclamarse aún. Vaya que no soy muy partidario de robar, pero los fondos escaseaban y técnicamente no estaba tomando nada de nadie porque ese montón de joyas no había sido ni siquiera encontrado aún: la tierra es de quién la trabaja y, si lograba hacerme con el tesoro antes que cualquier otro, no escucharía quejas de nadie.
El clima de San Polar era muy soleado y, aunque se sentía un constante calor, no era uno de esos climas que te hacían sofocarte nada más ponías un pie en la tierra, era un calor agradable que podría disfrutarse mejor con un cono de helado o un agua fresca. Al parecer ninguna de mis bestias quería bajar a la isla conmigo, así que les encargué la pequeña tripulación para que nadie la robase. Sabía que la tigresa podría ahuyentar a cualquier ladronzuelo. Alcé la mano y la agité de un lado a otro para despedirme de mis mascotas, esperaba no tardar mucho en regresar
Caminé por las calles hasta encontrar un pequeño establecimiento, muy pintoresco, que anunciaba tener los mejores helados de la zona, se jactaban de tener veintinueve sabores distintos, pero decidí ir por lo seguro y ordenar uno de galletas y caramelo, no estaba muy seguro de a qué sabría, sin embargo, cuando di el primer bocado supe que había tomado la decisión correcta. Pagué muy felizmente por mi postre y me dirigí con gran sabor de boca por un periódico. Ahora bien, tenía el animo hasta las nubes y, leyendo la información que brindaba el periódico local, las ruinas se deberían encontrar en lo profundo de las montañas de San Polar, si bien no decía el lugar exacto, se hablaba sobre que el tesoro pertenecía a una civilización que había habitado en lo profundo del bosque, así que sería un buen lugar para empezar.
Me dirigí al norte del pueblo y me adentré en el siempre caluroso bosque de San Polar. Aunque se trataba de un bosque, me resultó muy curioso el hecho de que el clima se mantuviera casi tan cálido como en la ciudad, ahora hacía todo el sentido del mundo que le llamaran la ciudad de la reina primavera. Con todo un sentimiento de aventura, como si de niño pequeño me tratase, inicié aquella búsqueda del tesoro como el buen pirata en el que me había convertido.
El clima de San Polar era muy soleado y, aunque se sentía un constante calor, no era uno de esos climas que te hacían sofocarte nada más ponías un pie en la tierra, era un calor agradable que podría disfrutarse mejor con un cono de helado o un agua fresca. Al parecer ninguna de mis bestias quería bajar a la isla conmigo, así que les encargué la pequeña tripulación para que nadie la robase. Sabía que la tigresa podría ahuyentar a cualquier ladronzuelo. Alcé la mano y la agité de un lado a otro para despedirme de mis mascotas, esperaba no tardar mucho en regresar
Caminé por las calles hasta encontrar un pequeño establecimiento, muy pintoresco, que anunciaba tener los mejores helados de la zona, se jactaban de tener veintinueve sabores distintos, pero decidí ir por lo seguro y ordenar uno de galletas y caramelo, no estaba muy seguro de a qué sabría, sin embargo, cuando di el primer bocado supe que había tomado la decisión correcta. Pagué muy felizmente por mi postre y me dirigí con gran sabor de boca por un periódico. Ahora bien, tenía el animo hasta las nubes y, leyendo la información que brindaba el periódico local, las ruinas se deberían encontrar en lo profundo de las montañas de San Polar, si bien no decía el lugar exacto, se hablaba sobre que el tesoro pertenecía a una civilización que había habitado en lo profundo del bosque, así que sería un buen lugar para empezar.
Me dirigí al norte del pueblo y me adentré en el siempre caluroso bosque de San Polar. Aunque se trataba de un bosque, me resultó muy curioso el hecho de que el clima se mantuviera casi tan cálido como en la ciudad, ahora hacía todo el sentido del mundo que le llamaran la ciudad de la reina primavera. Con todo un sentimiento de aventura, como si de niño pequeño me tratase, inicié aquella búsqueda del tesoro como el buen pirata en el que me había convertido.
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Elyria no tardó en encontrar al primer grupo de exploradores. Estos ni siquiera tenían pinta de ser gente problemática, aunque bueno, las apariencias engañan. Eso y que está un poco feo juzgar a la gente de vista, cuándo no sabía nada de ellos. Aunque tenían toda la pinta de ser un grupito de gente curiosa, con un toque de querer salir en la portada del periódico como el héroe que encontró los restos arqueológicos más importantes desde Astrapuerca. Así que se acercó a ellos con aparente tranquilidad, aunque manteniéndose alerta, por lo que pudiera pasar.
”¿Os habéis perdido? No parece que sepáis a donde vais, ¿necesitáis ayuda en algo? Soy de aquí.”
El grupo se giró con la misma tranquilidad, demasiada tranquilidad. Por mucho que no pretendiesen nada malo, tener una reacción tan neutra y pasiva ante alguien acercándose en esta situación era raro. Estas cazas del tesoro estaban llenas de gente peligrosa, aún si responder con calma era lo ideal, su pasividad era demasiado exagerada. O igual no era absolutamente nada raro y solo era ella imaginando cosas. Últimamente le pasaba más de la cuenta.
“Estamos bien, señorita. Aunque si es de por aquí, ¿Ha oído hablar sobre los restos arqueológicos que se dice que hay por encontrar en la isla? Estamos buscándolos para que ningún cretino les haga daño, para conservar la historia de esta preciosa isla.”
Elyria los observó detenidamente. Parecía que no iban a ser gente problemática. Pretendía encontrarlo antes que ellos igualmente, no se fiaba de lo que pudiese pasar con unos desconocidos. Pero con los perfiles con los que se podría haber encontrado, era de los que menos le preocupaban.
“¿Os envía la reina? Perdonad, pero no me han informado de vosotros.” Dijo en un tono tranquilo, sin pretender acusación alguna. Aunque quería ver como reaccionaban al descubrir que Elyria tenía cierta autoridad en San Poplar.
“Somos un grupo de arqueólogos independientes, señorita. No respondemos a ningún gobierno, solo velamos por la preservación del pasado.” Dijo en un tono que parecía forzado. Le pareció notar algo de tensión en el ambiente, pero rápidamente desapareció.
Siguieron hablando un rato, probablemente porque ninguno de los dos quería terminar la conversación de forma brusca. Finalmente se despidieron, y Elyria se dió la vuelta, volviendo a su investigación.
Pero tan pronto como dió dos pasos, pudo sentir cómo le atacaban por la espalda. Esos hijos de puta habían esperado a que se girase, por una vez sus sospechas eran ciertas. Esto no le ayudaría a ser menos paranoica.
En cualquier caso, un ataque así era inutil contra un usuario de haki de observación. Así que se giró, desenvainando a Khione y bloqueando el cuchillo del atacante. Pudos ver como todos los miembros del grupo sacaban dos puñales, que tenían escondidos sobre la ropa.
“Que herramienta más curiosa, amigos arqueólogos. Es para excavar, ¿no?” Dijo Elyria haciendo una mueca.
“O para acabar con ratas entrometidas. Has tenido suerte de esquivar ese ataque, pero esto sigue siendo un cinco contra uno. Estas acabada.”
“Eso ya lo veremos.”
”¿Os habéis perdido? No parece que sepáis a donde vais, ¿necesitáis ayuda en algo? Soy de aquí.”
El grupo se giró con la misma tranquilidad, demasiada tranquilidad. Por mucho que no pretendiesen nada malo, tener una reacción tan neutra y pasiva ante alguien acercándose en esta situación era raro. Estas cazas del tesoro estaban llenas de gente peligrosa, aún si responder con calma era lo ideal, su pasividad era demasiado exagerada. O igual no era absolutamente nada raro y solo era ella imaginando cosas. Últimamente le pasaba más de la cuenta.
“Estamos bien, señorita. Aunque si es de por aquí, ¿Ha oído hablar sobre los restos arqueológicos que se dice que hay por encontrar en la isla? Estamos buscándolos para que ningún cretino les haga daño, para conservar la historia de esta preciosa isla.”
Elyria los observó detenidamente. Parecía que no iban a ser gente problemática. Pretendía encontrarlo antes que ellos igualmente, no se fiaba de lo que pudiese pasar con unos desconocidos. Pero con los perfiles con los que se podría haber encontrado, era de los que menos le preocupaban.
“¿Os envía la reina? Perdonad, pero no me han informado de vosotros.” Dijo en un tono tranquilo, sin pretender acusación alguna. Aunque quería ver como reaccionaban al descubrir que Elyria tenía cierta autoridad en San Poplar.
“Somos un grupo de arqueólogos independientes, señorita. No respondemos a ningún gobierno, solo velamos por la preservación del pasado.” Dijo en un tono que parecía forzado. Le pareció notar algo de tensión en el ambiente, pero rápidamente desapareció.
Siguieron hablando un rato, probablemente porque ninguno de los dos quería terminar la conversación de forma brusca. Finalmente se despidieron, y Elyria se dió la vuelta, volviendo a su investigación.
Pero tan pronto como dió dos pasos, pudo sentir cómo le atacaban por la espalda. Esos hijos de puta habían esperado a que se girase, por una vez sus sospechas eran ciertas. Esto no le ayudaría a ser menos paranoica.
En cualquier caso, un ataque así era inutil contra un usuario de haki de observación. Así que se giró, desenvainando a Khione y bloqueando el cuchillo del atacante. Pudos ver como todos los miembros del grupo sacaban dos puñales, que tenían escondidos sobre la ropa.
“Que herramienta más curiosa, amigos arqueólogos. Es para excavar, ¿no?” Dijo Elyria haciendo una mueca.
“O para acabar con ratas entrometidas. Has tenido suerte de esquivar ese ataque, pero esto sigue siendo un cinco contra uno. Estas acabada.”
“Eso ya lo veremos.”
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La caminata por aquellos bosques cálidos estaba resultando más tediosa de lo que pensé en un principio. No había pedido una sola instrucción para encontrar aquel curioso tesoro que se encontraba en lo profundo del bosque, quizás caminar sin rumbo alguno no había sido la mejor decisión, ni siquiera había convencido a mis mascotas para acompañarme y hacer el camino un poco más ameno. Seguí caminando sin rumbo alguno mientras silbaba un poco para apaciguar el hastío, tenía que haber indagado un poco más sobre el tesoro arqueológico. Pasaron un par de horas más hasta que un movimiento extraño entre los arbustos llamó mi atención, un cuarteto de lo que parecían bandidos, me rodearon.
-¡Pequeñajo, suelta todas tus pertenencias y te podrás ir de aquí ileso!
Bueno, supuse que aquella búsqueda del tesoro se prestaba para que algunos carteristas quisieran pasarse de listos con los desprevenidos que recorrían esos caminos. No parecían ser personas muy fuertes ni mucho menos, sólo oportunistas que querían hacer su propia riqueza con todo aquel ajetreo del tesoro.
-Quisiera ahorrarme movimientos innecesarios así que díganme, ¿no saben dónde se encuentra el tesoro verdad?
El supuesto líder de los carteristas volteó cabreado, como si le hubiese dicho la peor de las maldiciones o insultado de la forma más vil a su preciada madre.
-¡Parece que no estás entendiendo! -sacó un cuchillo de su bolsillo- ¡si no nos das…
Qué aburrido, no parecía que fueran a cooperar con información relevante. Desenfundé mi espada y, ágilmente lancé una danza de cortes que terminaron con la vida del bandido que estaba al frente y uno más que tristemente se cruzó en la trayectoria de mi ataque. La otra dupla de bandidos que quedó con vida miraba horrorizados a sus dos compañeros o lo que quedaba de ellos, en el suelo.
-Bueno, ¿entonces no tienen información del tesoro? -les dije mientras les apuntaba con la espada.
Los bandidos, sin quitar su rostro lleno de asco y horror, se echaron a correr sin mirar atrás. Era evidente que no poseían ni una pizca de información sobre el paradero del tesoro arqueológico. Continué quejumbroso con mi camino por el siempre bochornoso bosque de aquella bochornosa isla hasta que observé una preciosa cabellera de color morado que sobresalía sobre todo el follaje del bosque. La mujer parecía estar rodeada por cinco sujetos con cara de pocos amigos, la espesa vegetación me impedía ver de lleno la cara de la mujer pelimorada, pero podía apostar que era guapa como pocas, así que decidí hacer acto de presencia.
-¡HEY! Cinco ladrones contra una frágil pelimorada es abusar un poco, ¿no lo creen?
-¡Pequeñajo, suelta todas tus pertenencias y te podrás ir de aquí ileso!
Bueno, supuse que aquella búsqueda del tesoro se prestaba para que algunos carteristas quisieran pasarse de listos con los desprevenidos que recorrían esos caminos. No parecían ser personas muy fuertes ni mucho menos, sólo oportunistas que querían hacer su propia riqueza con todo aquel ajetreo del tesoro.
-Quisiera ahorrarme movimientos innecesarios así que díganme, ¿no saben dónde se encuentra el tesoro verdad?
El supuesto líder de los carteristas volteó cabreado, como si le hubiese dicho la peor de las maldiciones o insultado de la forma más vil a su preciada madre.
-¡Parece que no estás entendiendo! -sacó un cuchillo de su bolsillo- ¡si no nos das…
Qué aburrido, no parecía que fueran a cooperar con información relevante. Desenfundé mi espada y, ágilmente lancé una danza de cortes que terminaron con la vida del bandido que estaba al frente y uno más que tristemente se cruzó en la trayectoria de mi ataque. La otra dupla de bandidos que quedó con vida miraba horrorizados a sus dos compañeros o lo que quedaba de ellos, en el suelo.
-Bueno, ¿entonces no tienen información del tesoro? -les dije mientras les apuntaba con la espada.
Los bandidos, sin quitar su rostro lleno de asco y horror, se echaron a correr sin mirar atrás. Era evidente que no poseían ni una pizca de información sobre el paradero del tesoro arqueológico. Continué quejumbroso con mi camino por el siempre bochornoso bosque de aquella bochornosa isla hasta que observé una preciosa cabellera de color morado que sobresalía sobre todo el follaje del bosque. La mujer parecía estar rodeada por cinco sujetos con cara de pocos amigos, la espesa vegetación me impedía ver de lleno la cara de la mujer pelimorada, pero podía apostar que era guapa como pocas, así que decidí hacer acto de presencia.
-¡HEY! Cinco ladrones contra una frágil pelimorada es abusar un poco, ¿no lo creen?
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Elyria suspiró cansada ante su situación. Lo que le faltaba ahora es tener que arrestar a estos idiotas, perder aún más tiempo, cuándo el patrimonio cultural de la isla estaba en peligro de ser robado o dañado. Nissa simplemente miraba, cruzada de brazos, sin decir ninguna tontería por una vez.
Entonces, escuchó la voz de un hombre, que le hizo girarse a mirar. ¿Se estaba comiendo un helado aquí en medio? ¿Cómo no se le había derretido desde donde sea que lo compró? Al menos no parecía buscar problemas, aunque estando aquí, seguramente también buscaba el tesoro. O vivía bajo una roca y no se había enterado de nada, ninguna persona con dos dedos de frente se metería aquí si no. Solo eran problemas. Pero iba con un maldito helado. Estaba juzgando por las apariencias, sin esconderse, pero no parecía ser especialmente peligroso. Aunque la marine había visto de todo.
“¿Fragil pelimorada?” Dijo Elyria entre risas, girándose a mirarle, sin importarle lo más mínimo darle la espalda a los hombres.
“¿Otra puta rata? ¡Más te vale no entrometerte si no quieres acabar igual que esta zorra!” Gritó el líder del grupo a su espalda.
“Ni caso, ni caso. Ahora me encargo de ellos, no te preocupes.”
Con la cara roja de la rabia, los cinco hombres corrieron a atacarle a la vez. Aunque tenían menos coordinación que un grupo de patos borrachos nadando en un lago de guisantes explosivos. Extrañamente específico, sí. Pero solo era un grupo de gamberros, que claramente no estaba acostumbrado a más que robar alguna que otra cartera. Unos idiotas que se pensaban que con unos cuchillitos podían hacerle daño a alguien con un mínimo de entrenamiento en combate.
Así que guardó a Khione en su saya, y dió un pequeño salto, cayendo tranquilamente trás uno de los hombres, dándole un golpe seco con su arma envainada. Cayó en el suelo inconsciente. Los otros hombres se quedaron congelados por un segundo, mirándose entre ellos.
“No es nada, cuándo despierte lo único que tendrá serán unos días con dolor de cabeza. Ahora, manos arriba, y las armas al suelo. No creo que sea necesario dormiros a todos, ¿no?”
Los hombres duraron por unos segundos, pero acabaron obedeciendo. Elyria no tenía suficientes esposas para todos, y tampoco tenía tiempo para llevarlos al cuartel. Así que fue llamando por Den Den Mushi para que vinieran a buscarlos, ella simplemente los ataría para que no escapasen.
Cuándo fue a atar al último, intentó hacerse el listo y pegarle una patada, pero sin inmutarse, se movió hacia atrás para esquivar y pateó en sus piernas para tirarlo al suelo, pateando lejos el cuchillo cuándo intentó agarrarlo. No tuvo problemas para inmovilizarlo.
Cuándo terminó, se giró a mirar al hombre que había aparecido antes. El hombre helado, hasta que se enterase de su nombre. “¿Y tú qué haces por aquí? ¿Otro buscando robar el tesoro, o solo estás más perdido que el barco del arroz de Roronoa? Cuéntale a esta frágil pelimorada”
Entonces, escuchó la voz de un hombre, que le hizo girarse a mirar. ¿Se estaba comiendo un helado aquí en medio? ¿Cómo no se le había derretido desde donde sea que lo compró? Al menos no parecía buscar problemas, aunque estando aquí, seguramente también buscaba el tesoro. O vivía bajo una roca y no se había enterado de nada, ninguna persona con dos dedos de frente se metería aquí si no. Solo eran problemas. Pero iba con un maldito helado. Estaba juzgando por las apariencias, sin esconderse, pero no parecía ser especialmente peligroso. Aunque la marine había visto de todo.
“¿Fragil pelimorada?” Dijo Elyria entre risas, girándose a mirarle, sin importarle lo más mínimo darle la espalda a los hombres.
“¿Otra puta rata? ¡Más te vale no entrometerte si no quieres acabar igual que esta zorra!” Gritó el líder del grupo a su espalda.
“Ni caso, ni caso. Ahora me encargo de ellos, no te preocupes.”
Con la cara roja de la rabia, los cinco hombres corrieron a atacarle a la vez. Aunque tenían menos coordinación que un grupo de patos borrachos nadando en un lago de guisantes explosivos. Extrañamente específico, sí. Pero solo era un grupo de gamberros, que claramente no estaba acostumbrado a más que robar alguna que otra cartera. Unos idiotas que se pensaban que con unos cuchillitos podían hacerle daño a alguien con un mínimo de entrenamiento en combate.
Así que guardó a Khione en su saya, y dió un pequeño salto, cayendo tranquilamente trás uno de los hombres, dándole un golpe seco con su arma envainada. Cayó en el suelo inconsciente. Los otros hombres se quedaron congelados por un segundo, mirándose entre ellos.
“No es nada, cuándo despierte lo único que tendrá serán unos días con dolor de cabeza. Ahora, manos arriba, y las armas al suelo. No creo que sea necesario dormiros a todos, ¿no?”
Los hombres duraron por unos segundos, pero acabaron obedeciendo. Elyria no tenía suficientes esposas para todos, y tampoco tenía tiempo para llevarlos al cuartel. Así que fue llamando por Den Den Mushi para que vinieran a buscarlos, ella simplemente los ataría para que no escapasen.
Cuándo fue a atar al último, intentó hacerse el listo y pegarle una patada, pero sin inmutarse, se movió hacia atrás para esquivar y pateó en sus piernas para tirarlo al suelo, pateando lejos el cuchillo cuándo intentó agarrarlo. No tuvo problemas para inmovilizarlo.
Cuándo terminó, se giró a mirar al hombre que había aparecido antes. El hombre helado, hasta que se enterase de su nombre. “¿Y tú qué haces por aquí? ¿Otro buscando robar el tesoro, o solo estás más perdido que el barco del arroz de Roronoa? Cuéntale a esta frágil pelimorada”
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Bueno, en mi defensa, aquella chica no se veía tan fuerte de buenas a primeras o quizás sólo había sido mi debilidad hacia las mujeres con colores de cabello extravagantes. Aquella pelimorada acabó con los pobres ladrones que le perseguían en un abrir y cerrar de ojos, era excepcionalmente fuerte. Qué atractivo. El grupo de hombres quedó tan sorprendido como yo y, resignados, quedaron abatidos en el suelo a la expectativa de lo que les fuera a pasar.
Después de que la chica trapease el suelo con aquellos bandidos, pude escuchar algunas palabras mientras hablaba por su Den Den Mushi, ¿era una marine, una legionaria, algo por el estilo? El cómo trató a los vencidos, confirmó esta sospecha. Lástima si se trataba de las primeras dos, era un gran partido. ¿Pero qué tal si hacíamos una excepción por una cabellera tan extravagante? Digo, ¿cada cuánto tiempo conoces a una chica tan guapa, tan fuerte y con el cabello morado? Siendo honesto, las probabilidades son bajas. Si mantenía un perfil bajo y no hacía muchas tonterías no tendría por que meterme en problemas con ella.
Caminé felizmente hasta una distancia en la que no se sintiera comprometida y sonreí.
-Prometio, lamento haberte juzgado mal -tenía que asegurarme de no levantar sospechas o podría arruinar una potencial cita- ¿robar el tesoro? Creo que he entendido mal, ¿no es esto algo parecido a un rally o una búsqueda del tesoro? Sería más emocionante si así lo fuera -concluí tratando de sonar lo más sincero posible.
-¿A ti qué te trae a estos bosques? Supongo que no estás en el rally -dejé salir una risita- ¿O eres acaso la guardiana del bosque? -era momento de tomar la iniciativa, todo mi entrenamiento debía rendir frutos- como sea, ¿no quieres que paseemos juntos por este bosque? Pareces conocerlo mejor que yo -sonreí.
Después de que la chica trapease el suelo con aquellos bandidos, pude escuchar algunas palabras mientras hablaba por su Den Den Mushi, ¿era una marine, una legionaria, algo por el estilo? El cómo trató a los vencidos, confirmó esta sospecha. Lástima si se trataba de las primeras dos, era un gran partido. ¿Pero qué tal si hacíamos una excepción por una cabellera tan extravagante? Digo, ¿cada cuánto tiempo conoces a una chica tan guapa, tan fuerte y con el cabello morado? Siendo honesto, las probabilidades son bajas. Si mantenía un perfil bajo y no hacía muchas tonterías no tendría por que meterme en problemas con ella.
Caminé felizmente hasta una distancia en la que no se sintiera comprometida y sonreí.
-Prometio, lamento haberte juzgado mal -tenía que asegurarme de no levantar sospechas o podría arruinar una potencial cita- ¿robar el tesoro? Creo que he entendido mal, ¿no es esto algo parecido a un rally o una búsqueda del tesoro? Sería más emocionante si así lo fuera -concluí tratando de sonar lo más sincero posible.
-¿A ti qué te trae a estos bosques? Supongo que no estás en el rally -dejé salir una risita- ¿O eres acaso la guardiana del bosque? -era momento de tomar la iniciativa, todo mi entrenamiento debía rendir frutos- como sea, ¿no quieres que paseemos juntos por este bosque? Pareces conocerlo mejor que yo -sonreí.
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Elyria pudo notar la cautela del hombre al no acercarse demasiado. Parece que no era tan idiota, era inteligente no hacer pensar a alguien que podría estar en peligro. Sobre todo si esa persona probablemente podía tumbarte y detenerte. No es cómo si Elyria fuese a hacerlo si no le atacaba, o consideraba que era un peligro para la gente o para la isla, o si descubría que era un criminal. Pero eso él no lo sabía, y solía ser precavido pensar en lo peor en estas situaciones.
Al escucharle, no pudo más que suspirar. Ahora que le veía de cerca, no parecía un debilucho, pero definitivamente no se había enterado de la mitad. “Esto no es un juego, Prometio. Hay gente peligrosa buscando el… tesoro” No le gustaba nada llamarlo así, pero bueno. “Son unos restos arqueológicos importantes para la isla, así que siento decepcionarte si pensabas que era oro, joyas y helados de menta con trocitos de fresa,” bromeó, recordando lo que había estado comiendo mientras le miraba pelear. “Es un asunto serio, esto no debería haberse hecho público. No pareces mal tío, así que no creo que te interese dañar restos arqueológicos con un valor monetario nulo para tí.”
La marine giró la cabeza ante sus últimas palabras. ¿Acaso estaba intentando ligar con ella? Ahora que pensaba que tenía unos buenos instintos de supervivencia, ¿no había entendido nada? Cosas que pasaban al ser tan guapa, supongo. El hombre era guapo y fuerte, tal vez en otra ocasión y contexto le habría dado una oportunidad. Y bueno, si no tuviese ya a Christa, después de un maldito año de espera sin saber si estaba viva.
“Tengo trabajo que hacer, Prometio. Mi deber es encontrar los restos arqueológicos antes de que caigan en malas manos y sean dañados, robados, o peor. Destruidos. Lo siento. Aunque pareces fuerte, y no me vendría mal un poco de ayuda para buscar.” Elyria clavó su mirada penetrante en los ojos del hombre, tomando un tono más serio y autoritario. “Aunque cómo intentes robarlo para tí o hacer algo raro pasarás una nochecita en el calabozo, ¿entendido? He decidido confiar en tí, pero no te conozco, no dudaré en hacer lo que toque.”
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¿Restos arqueológicos? Vaya, no era para nada el tesoro que estaba buscando. No quiero ser malentendido, en la academia nos habían enseñado todo lo básico sobre historia y admiraba mucho a los intelectuales que se dedicaban a buscar la verdadera parte de esta historia porque, vamos... ¿Quién cree en la verdad absoluta que enseñan en las escuelas oficiales? Claro que me resultaba curioso aprender más sobre el contexto del mundo en el que vivo, pero no podía vivir de conocimiento, ni mucho menos. En fin, no estaba interesado en robar cosas sin valor monetario, ¿qué bien me podría hacer? Aunque bueno, al final las palabras de la pelimorada habían captado mucho mi atención, quizás conocer un poco sobre la historia de la isla dónde reina la primavera no sonaba como un mal plan, mejor aún si lo podía hacer acompañado de aquella mujer tan guapa.
-¡¿Qué?! ¿Cómo que el tesoro al final del arcoíris no es un bote gigante de helado? He perdido todo interés en esta cacería del tesoro -solté una risita siguiéndole la broma, la chica parecía muy seria cuando hablaba de los restos arqueológicos, así que me lo tomé como un asunto más serio para congeniar con ella- vaya, no tienes de que preocuparte, sería un verdadero tonto como para causarte problemas además, ¿en qué otro momento podría decir que tuve una cita tan increíble como buscar restos arqueológicos? -sonreí mientras comencé a caminar hacia el norte, digamos que más bien como corazonada.
-Espera, ¿sabes a dónde tenemos que ir? -reí un poco, el ímpetu de ganarme el corazón de aquella chica me había ganado y había empezado a caminar sin tener realmente idea de en dónde empezar a buscar.
El clima, como desde un principio, era un calor insoportable. Tendría que haber comprado al menos tres galones de helado, aunque finalmente habrían terminado por derretirse, no era el mayor admirador de esas islas tan calurosas, de ese típico calor tan bochornoso. Al menos no era un calor sofocante como el de algunas islas desérticas, algo tendría que pasar por mi mente para evitar esos golpes de calor en las islas desérticas. Bueno, no era momento de comenzar a quejarse sobre el clima, estaba en una gran aventura con una mujer muy guapa, había que disfrutar del momento. Volteé a verla y sonreí nuevamente.
-Aunque terminando toda esta búsqueda podríamos ir por unos conos de helado para sobrellevar este calor.
-¡¿Qué?! ¿Cómo que el tesoro al final del arcoíris no es un bote gigante de helado? He perdido todo interés en esta cacería del tesoro -solté una risita siguiéndole la broma, la chica parecía muy seria cuando hablaba de los restos arqueológicos, así que me lo tomé como un asunto más serio para congeniar con ella- vaya, no tienes de que preocuparte, sería un verdadero tonto como para causarte problemas además, ¿en qué otro momento podría decir que tuve una cita tan increíble como buscar restos arqueológicos? -sonreí mientras comencé a caminar hacia el norte, digamos que más bien como corazonada.
-Espera, ¿sabes a dónde tenemos que ir? -reí un poco, el ímpetu de ganarme el corazón de aquella chica me había ganado y había empezado a caminar sin tener realmente idea de en dónde empezar a buscar.
El clima, como desde un principio, era un calor insoportable. Tendría que haber comprado al menos tres galones de helado, aunque finalmente habrían terminado por derretirse, no era el mayor admirador de esas islas tan calurosas, de ese típico calor tan bochornoso. Al menos no era un calor sofocante como el de algunas islas desérticas, algo tendría que pasar por mi mente para evitar esos golpes de calor en las islas desérticas. Bueno, no era momento de comenzar a quejarse sobre el clima, estaba en una gran aventura con una mujer muy guapa, había que disfrutar del momento. Volteé a verla y sonreí nuevamente.
-Aunque terminando toda esta búsqueda podríamos ir por unos conos de helado para sobrellevar este calor.
Elyria Priscraft
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Akuma no mi
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Vale, los intentos de ligar del hombre empezaban a ser un poco tristes. Pero bueno, al menos parecía entender un mínimo de respetar los límites. Si intentaba algo raro, o se comportaba cómo un baboso, en vez de tontos intentos de coquetear…
“¿Calor? No tienes pinta de ser un hombre acostumbrado a vivir en montañas permanentemente nevadas. No vayas a Arabasta,” bromeó, desenvainando a Khione. “ Aunque puedo ayudar.” Y entonces realizó un corte hacia delante, creando una pasarela de hielo de unos treinta metros de largo. Eso refrescaría un poco el ambiente. “Ahora ten cuidado de no resbalarte.”
Y siguieron caminando. Elyria pensando en dónde demonios estaban los restos. Era difícil buscar algo, probablemente pequeño, en un bosque tan inmenso como este.
“La verdad es que no. Tenemos que encontrarlo antes de que caiga en las manos equivocadas, pero la única información que tenemos son unos libros antiguos. Probablemente lo leíste ya, algún listillo se lo vendió a la prensa por cuatro perras. Menudo idiota.”
Era bastante molesto. Hubiesen tenido todo el tiempo del mundo, con un equipo de arqueólogos para hacer las cosas bien. Pero ahora tenía que ir con prisas, evitando a ladrones imbéciles con ansias de dinero. En fin.
Todo siguió sin mucho que resaltar, hasta qué la cámara térmica de sus ojos biónicos detectó a dos hombres escondidos detrás de unos árboles, a lo lejos. Su haki de observación no tardó en alertarle de lo mismo. Un momento, iban a dispa—
“¡Al suelo!” Gritó la marine con urgencia, empujando al hombre para tirarlo, tirándose ella también. Unos instantes después, dos balas pasaron por donde estaban sus cabezas, y siguieron de largo a una velocidad absurda. ¡Habían disparado a través de los putos arboles! ¿Qué clase de arma estaban usando?
“De las diez a las dos, hay dos tiradores escondidos, cuida—”
Su haki le volvió a alertar, y esta vez tuvo que sacar a Khione, cubriéndola con haki de armadura para bloquear los siguientes dos disparos. Eran rápidos, y no sabía si el hombre sería capaz de esquivar. Esto complicaba las cosas.
“¡Rápido, muévete, no seas tan predecible! Yo los distraigo, así que más te vale darte prisa, no me gusta la idea de convertirme en colador.” Le dijo antes de ponerse a correr erráticamente. Si las balas atravesaban los árboles, no iba a encontrar cobertura. Prometio tendría que alcanzarlos y reducirlos antes de que la cosa se pusiera fea. O ella, si el hombre fallaba. Solo esperaba que sus instinto no le fallase, y el hombre fuese tan fuerte como aparentaba. Si salía malherido, o peor, muerto, sería un peso terrible para sus hombros. Pero Alvar le había enseñado a confiar. Y a no tener las ansias y la necesidad de hacerlo todo ella sola
“¿Calor? No tienes pinta de ser un hombre acostumbrado a vivir en montañas permanentemente nevadas. No vayas a Arabasta,” bromeó, desenvainando a Khione. “ Aunque puedo ayudar.” Y entonces realizó un corte hacia delante, creando una pasarela de hielo de unos treinta metros de largo. Eso refrescaría un poco el ambiente. “Ahora ten cuidado de no resbalarte.”
Y siguieron caminando. Elyria pensando en dónde demonios estaban los restos. Era difícil buscar algo, probablemente pequeño, en un bosque tan inmenso como este.
“La verdad es que no. Tenemos que encontrarlo antes de que caiga en las manos equivocadas, pero la única información que tenemos son unos libros antiguos. Probablemente lo leíste ya, algún listillo se lo vendió a la prensa por cuatro perras. Menudo idiota.”
Era bastante molesto. Hubiesen tenido todo el tiempo del mundo, con un equipo de arqueólogos para hacer las cosas bien. Pero ahora tenía que ir con prisas, evitando a ladrones imbéciles con ansias de dinero. En fin.
Todo siguió sin mucho que resaltar, hasta qué la cámara térmica de sus ojos biónicos detectó a dos hombres escondidos detrás de unos árboles, a lo lejos. Su haki de observación no tardó en alertarle de lo mismo. Un momento, iban a dispa—
“¡Al suelo!” Gritó la marine con urgencia, empujando al hombre para tirarlo, tirándose ella también. Unos instantes después, dos balas pasaron por donde estaban sus cabezas, y siguieron de largo a una velocidad absurda. ¡Habían disparado a través de los putos arboles! ¿Qué clase de arma estaban usando?
“De las diez a las dos, hay dos tiradores escondidos, cuida—”
Su haki le volvió a alertar, y esta vez tuvo que sacar a Khione, cubriéndola con haki de armadura para bloquear los siguientes dos disparos. Eran rápidos, y no sabía si el hombre sería capaz de esquivar. Esto complicaba las cosas.
“¡Rápido, muévete, no seas tan predecible! Yo los distraigo, así que más te vale darte prisa, no me gusta la idea de convertirme en colador.” Le dijo antes de ponerse a correr erráticamente. Si las balas atravesaban los árboles, no iba a encontrar cobertura. Prometio tendría que alcanzarlos y reducirlos antes de que la cosa se pusiera fea. O ella, si el hombre fallaba. Solo esperaba que sus instinto no le fallase, y el hombre fuese tan fuerte como aparentaba. Si salía malherido, o peor, muerto, sería un peso terrible para sus hombros. Pero Alvar le había enseñado a confiar. Y a no tener las ansias y la necesidad de hacerlo todo ella sola
Charlotte Prometio
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Características
fuerza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No era un hombre de las montañas ni nada por el estilo, pero tampoco era un gran fanático de aquellos calores bochornosos. Había estado en islas más calurosas, como aquella vez que evité junto a Maki una ejecución pública a mitad de un desierto... Quizás era mejor no compartir con la pelimorada aquellas experiencias en las que rompía todo tipo de ley.
-Creo que prefiero aquellos lugares en los que puedo tomar un café sin sentir que me derrito desde adentro -sonreí.
La mujer desenfundó su espada y, en un abrir y cerrar de ojos, creó un camino de hielo a través del bosque. No pude evitar quedarme boquiabierto un momento y le devolví otra sonrisa. Su control elemental superaba por bastante al mío, había sido una gran decisión el no meterme con ella ni con el tesoro.
-Gracias -volví a sonreír- has creado toda una pista de hielo, si tuviésemos más tiempo podríamos patinar -dije mientras me resbalaba un poco en aquel terreno.
Súbitamente la mujer me arrojó y gritó una advertencia. Apenas unos instantes después una bala pasó a unos cuantos centímetros de mí, la pelimorada había salvado mi vida haciendo gala de una habilidad enorme de su Haki de observación. Los disparos no cesaban, ¿de dónde venían? Ella volvió a cubrirme y lanzó otro grito que me hizo espabilar. No podía dejar que aquella mujer salvara mi pellejo, tenía que lucirme frente a ella.
Di un pequeño salto hacia atrás, lo de impresionar a la pelimorada quedaba en segundo plano, conservar mi vida era quizás un poco más importante. Mi piel cambió rápidamente por las escamas del baryonix, mis dientes y garras se afilaron y brotó mi característica cola.
-Espero que te agraden los hombres dinosaurio -bromeé
Activé mi Haki de observación y lancé una poderosa onda de choque agitando mi cola en dirección a los bandidos que nos atacaban para disminuir la carga sobre la marine.
-Creo que prefiero aquellos lugares en los que puedo tomar un café sin sentir que me derrito desde adentro -sonreí.
La mujer desenfundó su espada y, en un abrir y cerrar de ojos, creó un camino de hielo a través del bosque. No pude evitar quedarme boquiabierto un momento y le devolví otra sonrisa. Su control elemental superaba por bastante al mío, había sido una gran decisión el no meterme con ella ni con el tesoro.
-Gracias -volví a sonreír- has creado toda una pista de hielo, si tuviésemos más tiempo podríamos patinar -dije mientras me resbalaba un poco en aquel terreno.
Súbitamente la mujer me arrojó y gritó una advertencia. Apenas unos instantes después una bala pasó a unos cuantos centímetros de mí, la pelimorada había salvado mi vida haciendo gala de una habilidad enorme de su Haki de observación. Los disparos no cesaban, ¿de dónde venían? Ella volvió a cubrirme y lanzó otro grito que me hizo espabilar. No podía dejar que aquella mujer salvara mi pellejo, tenía que lucirme frente a ella.
Di un pequeño salto hacia atrás, lo de impresionar a la pelimorada quedaba en segundo plano, conservar mi vida era quizás un poco más importante. Mi piel cambió rápidamente por las escamas del baryonix, mis dientes y garras se afilaron y brotó mi característica cola.
-Espero que te agraden los hombres dinosaurio -bromeé
Activé mi Haki de observación y lancé una poderosa onda de choque agitando mi cola en dirección a los bandidos que nos atacaban para disminuir la carga sobre la marine.
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