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Era un día lluvioso y gris. Los ciudadanos del Reino de Lvneel corrían envueltos en capas, tratando de evitar la lluvia mientras se apresuraban a sus hogares. La mayoría de las calles estaban totalmente desiertas, algo no muy común en ese Reino particularmente. Se oía el martillo de Thor resonando desde los cielos un poco después de cada intenso destello y rayo: parece ser que una tormenta estaba comenzando. El olor a humedad era casi palpable, ese olor fresco a lluvia que invade las fosas nasales y resulta tan refrescante que llega a enfermar.
Una figura sombría se movía entre la neblina causada por la fortísima lluvia, su ropa blanca camuflándose ligeramente con el ambiente. Llevaba una capucha, aunque su largo cabello sobresalía de esta, lo cual podía apreciarse en su silueta. Se podía apreciar un arma en su espalda, algo semejante a una lanza o alabarda. La figura misteriosa caminó hasta una llanura algo alejada de la ciudad, que estaba bastante cerca del mar. Una vez llega ahí, se queda quieto, su capa ondulando bajo la lluvia y las fuertes corrientes de aire.
[Flashback] Alexander Leonhart, un auto-proclamado revolucionario que realmente nunca había librado más ataque contra la tiranía del gobierno mundial que la desmantelación de un negocio de venta de blancas, era un joven Birkano que dedicaba su tiempo libre a trastear con metales y elementos de diverso tipo en su pequeño hogar, en intentos de pasar el tiempo haciendo algo productivo. Su hobby fue interrumpido un día, sin embargo, cuando una carta de sobre color amaranto fue deslizada furtivamente bajo su puerta. Sin ningún tipo de idea de quién era el que la había mandado, Alex abre la puerta para encontrar que quien sea que la haya dejado allí ya había desaparecido. Cerrando de vuelta la puerta, el birkano abre el sobre violáceo-rojizo para encontrarse con (vaya sorpresa!) una carta. La carta estaba escrita de forma extraña, imposible de entender, pero tras una lectura más precavida el rubio se percata de que la carta está escrita al revés, y solo ponerla en frente de un espejo serviría para leer este débil intento de cifrado. Mientras lo hacía, Alex no podía evitar pensar en que ese cifrado tan bobo a lo mejor era una forma de no ponerle muy difícil la lectura al receptor. La carta leía:
''Alexander Leonhart:
Ve a la llanura al oeste de la ciudad, justo antes de la costa, en dos días, al ocaso. Uno de nuestros representantes estará allí. Te estamos vigilando.
E.R.''
''Uh... Y quién se supone que es E.R.? No entiendo nada de esto... Bueno, supongo que no me cuesta nada salir y...'' Alex finalmente se da cuenta de lo que significa E.R.
''Ejército Revolucionario?! No puede ser! Definitivamente tengo que ir allí, esta oportunidad no se da todos los días. Oh, espera, debo de ser más profesional.'' Justo entonces, Alex se percata del peligro de tener esa carta en sus manos, por lo que ya que ya la había leído, la quema con un mechero, eliminando las evidencias. Esto era algo que había aprendido de su padre, el cual al ser comerciante muchas veces lidiaba con cosas no exactamente legales per se, y hacía lo mismo con muchas evidencias de sus contrabandos, siendo eficaz al extremo de que su padre nunca fue atrapado en estas actividades debido a que no quedaban evidencias de nada. Alex esperó pacientemente dos días, y al llegar la fecha esperada, tomó su característica ropa blanca, su naginata de acero de tres metros de largo, sus guanteletes y armadura inferior; y tras equiparse como es debido, partió hacia la costa oeste como la carta le indicaba.
[De vuelta en el presente] El joven de ojos de colores diferentes esperaba pacientemente bajo la fuerte lluvia, un sonido de maleza moviéndose sacándolo de sus recuerdos, aunque al mirar allí poniéndose en guardia, se percata de que es solo una liebre. Calmado una vez más, Alex solo puede preguntarse cuándo llegará el representante del Ejército Revolucionario al que tanto ansiaba unirse. Se resigna a esperar, de todas formas sus pulmones eran muy fuertes como para pescar un resfriado común debido a la lluvia.
Una figura sombría se movía entre la neblina causada por la fortísima lluvia, su ropa blanca camuflándose ligeramente con el ambiente. Llevaba una capucha, aunque su largo cabello sobresalía de esta, lo cual podía apreciarse en su silueta. Se podía apreciar un arma en su espalda, algo semejante a una lanza o alabarda. La figura misteriosa caminó hasta una llanura algo alejada de la ciudad, que estaba bastante cerca del mar. Una vez llega ahí, se queda quieto, su capa ondulando bajo la lluvia y las fuertes corrientes de aire.
[Flashback] Alexander Leonhart, un auto-proclamado revolucionario que realmente nunca había librado más ataque contra la tiranía del gobierno mundial que la desmantelación de un negocio de venta de blancas, era un joven Birkano que dedicaba su tiempo libre a trastear con metales y elementos de diverso tipo en su pequeño hogar, en intentos de pasar el tiempo haciendo algo productivo. Su hobby fue interrumpido un día, sin embargo, cuando una carta de sobre color amaranto fue deslizada furtivamente bajo su puerta. Sin ningún tipo de idea de quién era el que la había mandado, Alex abre la puerta para encontrar que quien sea que la haya dejado allí ya había desaparecido. Cerrando de vuelta la puerta, el birkano abre el sobre violáceo-rojizo para encontrarse con (vaya sorpresa!) una carta. La carta estaba escrita de forma extraña, imposible de entender, pero tras una lectura más precavida el rubio se percata de que la carta está escrita al revés, y solo ponerla en frente de un espejo serviría para leer este débil intento de cifrado. Mientras lo hacía, Alex no podía evitar pensar en que ese cifrado tan bobo a lo mejor era una forma de no ponerle muy difícil la lectura al receptor. La carta leía:
''Alexander Leonhart:
Ve a la llanura al oeste de la ciudad, justo antes de la costa, en dos días, al ocaso. Uno de nuestros representantes estará allí. Te estamos vigilando.
E.R.''
''Uh... Y quién se supone que es E.R.? No entiendo nada de esto... Bueno, supongo que no me cuesta nada salir y...'' Alex finalmente se da cuenta de lo que significa E.R.
''Ejército Revolucionario?! No puede ser! Definitivamente tengo que ir allí, esta oportunidad no se da todos los días. Oh, espera, debo de ser más profesional.'' Justo entonces, Alex se percata del peligro de tener esa carta en sus manos, por lo que ya que ya la había leído, la quema con un mechero, eliminando las evidencias. Esto era algo que había aprendido de su padre, el cual al ser comerciante muchas veces lidiaba con cosas no exactamente legales per se, y hacía lo mismo con muchas evidencias de sus contrabandos, siendo eficaz al extremo de que su padre nunca fue atrapado en estas actividades debido a que no quedaban evidencias de nada. Alex esperó pacientemente dos días, y al llegar la fecha esperada, tomó su característica ropa blanca, su naginata de acero de tres metros de largo, sus guanteletes y armadura inferior; y tras equiparse como es debido, partió hacia la costa oeste como la carta le indicaba.
[De vuelta en el presente] El joven de ojos de colores diferentes esperaba pacientemente bajo la fuerte lluvia, un sonido de maleza moviéndose sacándolo de sus recuerdos, aunque al mirar allí poniéndose en guardia, se percata de que es solo una liebre. Calmado una vez más, Alex solo puede preguntarse cuándo llegará el representante del Ejército Revolucionario al que tanto ansiaba unirse. Se resigna a esperar, de todas formas sus pulmones eran muy fuertes como para pescar un resfriado común debido a la lluvia.
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Una tormenta de agua pasaba por el Reino de Lvneel. La las gotas se congelaban al contacto con la nieve, creando pequeños cristales resbaladizos. Por si fuera poco, una densa niebla se levantaba desde el suelo, cegando la vista de los caminantes. Las casas de los alrededores empezaban a cerrar sus ventanas, a encender sus chimeneas para así entrar en calor. Por la calle, una persona caminaba con una capa color mostaza. No se le podía ver con claridad, pero sus pasos eran firmes y a su espalda tenía una especie de aro afilado. Era yo, Virginia.
Entré a una pequeña taberna buscando información sobre mi jefe. Hacía tiempo que no veía a Dranser y estaba preocupaba, debía encontrarlo. ¿Lo habrían capturado? Sería un problema... La información me había llevado a aquella isla nevada, y ahora estaba sentada en la barra, bebiendo una pequeña jarra de cerveza. No se me podía ver la cara, ni siquiera las manos ya que llevaba guantes y bufanda negra. Estaba atenta a la conversación de los aventureros, a ver si alguno hablaba sobre mi capitán.
- Hey. ¿Sabes que la revolución está empezando a caer? - Se escuchaba a mis espaldas. Era una voz grave, de un hombre corpulento seguramente. ¿De verdad estábamos cayendo? Si que era verdad que cada vez éramos menos... ¿Y si hablaba de Dranser? No podía evitar preocuparme.
- Si, lo se. Hace poco capturaron a un espadachín de la revolución. - Decía una voz algo más suave. ¿Espadachín? Ese sí podía ser Dranser. Cada vez estaba más preocupada y aquella conversación no me daba buena espina.
Agarré mi cerveza y me senté sola, cerca de la mesa de aquellos dos hombres. Quería escuchar con claridad lo que dijesen, era importante. Tal vez pudiera descubrir de donde salía esa información, donde podía estar aquel espadachín. Debía estar atenta a las palabras de aquellos dos hombres y investigar.
Entré a una pequeña taberna buscando información sobre mi jefe. Hacía tiempo que no veía a Dranser y estaba preocupaba, debía encontrarlo. ¿Lo habrían capturado? Sería un problema... La información me había llevado a aquella isla nevada, y ahora estaba sentada en la barra, bebiendo una pequeña jarra de cerveza. No se me podía ver la cara, ni siquiera las manos ya que llevaba guantes y bufanda negra. Estaba atenta a la conversación de los aventureros, a ver si alguno hablaba sobre mi capitán.
- Hey. ¿Sabes que la revolución está empezando a caer? - Se escuchaba a mis espaldas. Era una voz grave, de un hombre corpulento seguramente. ¿De verdad estábamos cayendo? Si que era verdad que cada vez éramos menos... ¿Y si hablaba de Dranser? No podía evitar preocuparme.
- Si, lo se. Hace poco capturaron a un espadachín de la revolución. - Decía una voz algo más suave. ¿Espadachín? Ese sí podía ser Dranser. Cada vez estaba más preocupada y aquella conversación no me daba buena espina.
Agarré mi cerveza y me senté sola, cerca de la mesa de aquellos dos hombres. Quería escuchar con claridad lo que dijesen, era importante. Tal vez pudiera descubrir de donde salía esa información, donde podía estar aquel espadachín. Debía estar atenta a las palabras de aquellos dos hombres y investigar.
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Alex ya empezaba a cansarse de estar bajo la lluvia, sin signos de ningún representante revolucionario. Y si todo esto no era más que una trampa demasiado bien elaborada? De hecho, casi cualquier crío podría haber hecho una jugarreta de este tipo, conociendo algo de caligrafía al revés. Lo cual podría significar que, o bien exponía su orgullo al ridículo, o su vida a un final abrupto. No deseando enterarse de cuál de estos era el correcto, Alexander mira de izquierda a derecha, se gira; el nerviosismo se asoma ligeramente en su cara.
''No, espera, tranquilo, puede que sea cierto'', dijo para sí mismo. Solo hay que ser paciente y todo se solucionará. Para mantener la calma y entretenerse con algo, el joven comenzó a rayar un árbol con sus garras de forma////, contando los minutos que pasaban. Cada vez que arañaba el árbol, su ansiedad disminuía un poco, pero no demoraba mucho en crecer de vuelta. Si el revolucionario no aparecía pronto, posiblemente el joven se hartaría de esperar y comenzaría un movimiento llamando a las masas del Reino a una insurrección armada, para de esa forma llamar la atención de tanto el Gobierno Mundial y sus afiliados, como del Ejército Revolucionario; tal vez de esa forma finalmente se apareciese el representante mencionado en la carta, tanto para apoyar el levantamiento como para felicitar una segunda acción en contra del Gorosei de parte del auto-proclamado revolucionario.
''No, espera, tranquilo, puede que sea cierto'', dijo para sí mismo. Solo hay que ser paciente y todo se solucionará. Para mantener la calma y entretenerse con algo, el joven comenzó a rayar un árbol con sus garras de forma
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Había sido suficiente la espera. Minutos, tal vez horas, habían pasado ya, y aún ninguna señal de ningún barco de la revolución, ni siquiera los animales se hacían sentir. Habiéndose cansado de estar como tonto bajo la lluvia, Alexander decide darse vuelta y marcharse, cuando repentinamente se oye un sonido ensordecedor, hueco y súbito, semejante al de un arma de fuego, seguido por el sonido del metal contra el metal, y luego silencio, solo roto por la lluvia que aún azotaba el suelo. Alguien había disparado. Colocándose en guardia, Alex retira su naginata de su espalda, rápidamente percatándose de que su arma tenía, en su filo, una marca redonda de pólvora. Al parecer, su arma de confianza le había salvado de recibir un disparo, este dándole a la hoja de la naginata. Siguiendo el sonido del disparo y de una entrecortada y nerviosa respiración, encuentra a un soldado raso marine escondido entre la maleza con un rifle ''flintlock'' común y corriente. La carta era una trampa. Todo esto lo era.
Al entender que toda su ilusión era una farsa, un intento de asesinato a un ''criminal'' que aún no había cometido más crimen que el de liberar personas esclavizadas, la furia de Alex se disparó. Golpeando ferozmente reiteradas veces al marine hasta que había perdido el conocimiento, el autoproclamado revolucionario termina por perdonarle la vida, pues no era de naturaleza asesina; sin embargo, tenía otro destino para el joven e inconsciente Marine. Levantándolo con una mano haciendo gala de su gran fuerza, se lo echa al hombro cual saco de patatas y lo lleva hasta el centro de la ciudad, donde la taberna se encontraba y la mayoría de los hombres del reino y aventureros estarían a estas horas. Sin perder tiempo alguno, grita a todo pulmón dejando salir su rabia y enojo: ''MIREN, CIUDADANOS, LA VERDADERA CARA DE ESTOS INFELICES QUE DICEN PROTEGERNOS!!'' El grito es lo suficientemente fuerte como para que apenas unos segundos más tarde algunos curiosos se asomen a ver de qué se trataba todo esto.
El rubio, sin más preámbulo, deja caer el cuerpo inerte pero vivo de su agresor, este cayendo al suelo cual roca en el agua. Su cara estaba llena de moretones y golpes, y aún sostenía su fusil, al parecer como reflejo inconsciente o apego extremo a su arma. Cuando habían llegado los suficientes testigos, Alex se da la vuelta repentinamente, mostrando el agujero de bala que se había abierto en su capa antes de que la naginata, bajo esta, la detuviese. El impacto en la susodicha arma también era visible para todos. Al momento, cuchicheos y murmullos pueden escucharse entre la población. ''En serio ese marine intentó matarlo?'' ''Que horrible...'' ''Pero, qué acaso el soldado no está molido a golpes? No parece que haya sido una pelea justa...'' Las opiniones eran variadas. Era hora de hablar. Reuniendo todo su carisma y labia, Alex decide dar un discurso a modo de insurrección.
''Este hombre estaba encargado de asesinarme! Usando una carta que pedía que me dirigiese a la costa, esperó por horas a que yo me diera la vuelta para dispararme cobardemente! Si no hubiese sido por mi arma, ahora mismo podría bien estar muerto o en una prisión, con Dios sabe qué cargos inventados en mi contra! Lo ven, hermanos? Esto no está bien. El gobierno se sienta todo el día, comiendo y derrochando cuanto quiere, dándose de lujos y de la buena vida mientras que nosotros no podemos confiar ni siquiera en estos supuestos guardianes que nos asignan! Ha sido suficiente, mis camaradas, suficiente corrupción y desigualdad social. Hoy, un nuevo día brillará para el Reino de Lvneel, un día en el que podremos reír, disfrutar de la vida y ser felices, sin el temor de que nuestros autoproclamados guardianes se vuelvan en nuestra contra! Hoy, la protesta contra el Gobierno Mundial y la Marina quedará marcada en la historia de este Reino, hermanos míos. QUIÉN ESTÁ CONMIGO!?''
Y con esto, se desató la euforia en los ciudadanos. Tomando utensilios de agricultura y basicamente cualquier cosa que pudiesen encontrar a modo de arma, los civiles se lanzan a la carga, protestando abiertamente contra la Marina y el Gorosei, y sumando a otros ciudadanos a la causa. Satisfecho de cómo había resultado su improvisado discurso, y lamentándose en parte por la ingenuidad de los ciudadanos (pues basicamente creyeron demasiado rápido en él, aunque no dijo ninguna mentira), Alex permanece en su lugar, volviendo a colocar su alabarda bajo su capa, apoyada en su espalda. Tras esto, solo se queda ahí, respirando suavemente para calmar su nerviosismo; hablar de esa manera con docenas de personas era realmente agotador, más aún si nunca lo había hecho.
Al entender que toda su ilusión era una farsa, un intento de asesinato a un ''criminal'' que aún no había cometido más crimen que el de liberar personas esclavizadas, la furia de Alex se disparó. Golpeando ferozmente reiteradas veces al marine hasta que había perdido el conocimiento, el autoproclamado revolucionario termina por perdonarle la vida, pues no era de naturaleza asesina; sin embargo, tenía otro destino para el joven e inconsciente Marine. Levantándolo con una mano haciendo gala de su gran fuerza, se lo echa al hombro cual saco de patatas y lo lleva hasta el centro de la ciudad, donde la taberna se encontraba y la mayoría de los hombres del reino y aventureros estarían a estas horas. Sin perder tiempo alguno, grita a todo pulmón dejando salir su rabia y enojo: ''MIREN, CIUDADANOS, LA VERDADERA CARA DE ESTOS INFELICES QUE DICEN PROTEGERNOS!!'' El grito es lo suficientemente fuerte como para que apenas unos segundos más tarde algunos curiosos se asomen a ver de qué se trataba todo esto.
El rubio, sin más preámbulo, deja caer el cuerpo inerte pero vivo de su agresor, este cayendo al suelo cual roca en el agua. Su cara estaba llena de moretones y golpes, y aún sostenía su fusil, al parecer como reflejo inconsciente o apego extremo a su arma. Cuando habían llegado los suficientes testigos, Alex se da la vuelta repentinamente, mostrando el agujero de bala que se había abierto en su capa antes de que la naginata, bajo esta, la detuviese. El impacto en la susodicha arma también era visible para todos. Al momento, cuchicheos y murmullos pueden escucharse entre la población. ''En serio ese marine intentó matarlo?'' ''Que horrible...'' ''Pero, qué acaso el soldado no está molido a golpes? No parece que haya sido una pelea justa...'' Las opiniones eran variadas. Era hora de hablar. Reuniendo todo su carisma y labia, Alex decide dar un discurso a modo de insurrección.
''Este hombre estaba encargado de asesinarme! Usando una carta que pedía que me dirigiese a la costa, esperó por horas a que yo me diera la vuelta para dispararme cobardemente! Si no hubiese sido por mi arma, ahora mismo podría bien estar muerto o en una prisión, con Dios sabe qué cargos inventados en mi contra! Lo ven, hermanos? Esto no está bien. El gobierno se sienta todo el día, comiendo y derrochando cuanto quiere, dándose de lujos y de la buena vida mientras que nosotros no podemos confiar ni siquiera en estos supuestos guardianes que nos asignan! Ha sido suficiente, mis camaradas, suficiente corrupción y desigualdad social. Hoy, un nuevo día brillará para el Reino de Lvneel, un día en el que podremos reír, disfrutar de la vida y ser felices, sin el temor de que nuestros autoproclamados guardianes se vuelvan en nuestra contra! Hoy, la protesta contra el Gobierno Mundial y la Marina quedará marcada en la historia de este Reino, hermanos míos. QUIÉN ESTÁ CONMIGO!?''
Y con esto, se desató la euforia en los ciudadanos. Tomando utensilios de agricultura y basicamente cualquier cosa que pudiesen encontrar a modo de arma, los civiles se lanzan a la carga, protestando abiertamente contra la Marina y el Gorosei, y sumando a otros ciudadanos a la causa. Satisfecho de cómo había resultado su improvisado discurso, y lamentándose en parte por la ingenuidad de los ciudadanos (pues basicamente creyeron demasiado rápido en él, aunque no dijo ninguna mentira), Alex permanece en su lugar, volviendo a colocar su alabarda bajo su capa, apoyada en su espalda. Tras esto, solo se queda ahí, respirando suavemente para calmar su nerviosismo; hablar de esa manera con docenas de personas era realmente agotador, más aún si nunca lo había hecho.
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