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- Ambientacion:
- Esta aventura ocurre paralelamente al evento científico, por lo que justifica nuestra ausencia
-¿Estas seguro?- pregunté al joven -Te advierto de que el peligro no está al entrar sino al salir, es fácil entrar cuando uno es un desconocido, pero salir siendo una eminencia es complicado- le repetí al joven, pero su mirada se podía considerar una respuesta.
Ciertamente aquel joven me impresionaba, esa madurez, esa manera de actuar tan meticulosa, tan sosegada, sin precipitaciones, tratando de adelantarse al fallo, al otro, al rival. Ciertamente la cabeza de aquel hombre me maravillaba, llegando a rozar la excitación. Ciertamente él había sido el último en enfrentarse a mi juego psicológico con cierto éxito, ya que contra mi el éxito jamás era rotundo. Lo había hecho bien, incluso mejor que el monarca al cual le perdían las formas e igualando el nivel de mi querido compañero de vicios, Ryan. Pero este joven carecía de vicios, y si los poseía seguramente se trataran de los más oscuros y turbios de la banda y por ello ocultara esa faceta al mundo. Tal vez eso fuera lo que le daba esa impresión de facha impenetrable y perfecta.
El joven tenía un aspecto algo desaliñado como casi todos los jóvenes universitarios, aunque ciertamente no fuera algo exagerado para una persona normal a mi me chocaba mucho que una persona tal culta sacrificara su imagen a cambio de comodidad, ciertamente en entornos privados yo también lo hacia pero jamás de cara al público. El chico era bajo incluso comparado con la media rondaría el metro setenta, su altura era ridícula en comparación con la mía ya que yo era el doble de alto, aún así si el joven fuera una mujer...no sería del todo malo ya que tendría la altura perfecta como para “chuparmela”. Su piel era blanca, pero no era un blanco puro como el mio, sino un color extremadamente más enfermizo como el color de un ermitaño que jamas a salido de su cueva y retiro espiritual. Aún así sus rasgos era elegantes siendo comparable con una rosa marchita en plena juventud, era un joven con un contraste de luces y sombras tapados bajo una contante y demente sonrisa falsa.
Nos encontrábamos en un crucero que yo mismo había pagado, nos dirigimos al ya conocido Cuartel del oeste, un lugar que había visitado con anterioridad, en la última ocasión en calidad de agente del gobierno acompañado de aquel misterioso hombre Leon Zaid, juntos habíamos desmantelado al comodoro Chamelrs un maleante que había escalado puestos a base de talonario y favores. Yo era conocido por la forma por lo que la gente sería amable si continuaban acordándose de mi y los compañeros del cuartel no tendrían grandes problemas en ayudar a mi compañero. El lugar, el sitio , la escusa., todo había sido planeado y ensayado. No se permitían errores.
-Tienes hasta mañana para cambiar de opinión- dije antes de salir de su camarote y dirigirme al mio dispuesto a descansar.
Una vez que me tumbe en mi mullida y cómoda cama, descorche un buen whisky vertiendo aquel licor en un vaso opaco del cual bebí seguidamente tras lo cual guardando la botella me introduje en la cama, casi desnudo debido al calor agobiante que había en la habitación.
-Lo hará bien- pensé antes de dormirme.
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Tras un pequeño viaje en carro desde el hotel donde me hospedaba, Lanx mi compañero de viaje se bajo y me invito a subir a un crucero que estaba anclado en el puerto. El tamaño del buque era parecido al que me llevo a la universidad. El crucero era de trasporte, no había nadie de la marina, había comerciantes, nobles…. En general, gente de medio y alto rango. En cubierta Lanxe me volvió a decir que podía irme y no pasaría nada si rechazaba. Cualquier otro lo hubiera tomado como que no quería que estuviese con él. Pero yo no, yo sabía que estaba jugando conmigo otra vez y sabía muy bien cual era la solución del juego. Además había llegado bastante lejos no es plan de echarme atrás ahora. Después de darme la charla de nuevo se fue de cubierta a su camarote.
Me quede embobado viendo el barullo del barco. Los marineros del barco iban y venían con víveres, otros estaban atando cuerdas y otros cuantos limpiando cubierta. Note que había muchos novatos en la tripulación ya que vomitaban o resbalaban en cubierta. Además de los empleados estaba llegando más y más gente a ocupar sus camarotes. Un segundo, ¿cuál es mi camarote?
El acumulo de gente me estaba agobiando más y más. Empujando de mala manera me abrí paso al interior del barco y me moví hasta encontrar algún pasillo despejado. Más tranquilo busque a un oficial o marinero que me pudiera decir donde estaba mi camarote. Busque en mis bolsillos la llave pero para mi mala suerte el número no aparecía. Me choque de frente con un tío vestido del uniforme del barco.
-Perdone estoy buscando mi camarote, en mi llave no aparece el número de la habitación, ¿sería usted tan amable de ayudarme?
+Claro para eso estamos (risa) dígame su nombre por favor.
-Me llamo Kyouki Ankoku.
La cara del marinero cambio de feliz a asombrado y de asombrado a mal humorado.
+ Eres el hijo de Omelette ¿sabrás que murió asesinado?
Debe ser uno de sus amigos marinos, ¡mierda! , tengo que hacerle pensar que no sé nada de la historia. Pero no le daré ni una mota de sentimiento por el perro de mi padre.
-¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?
+Donde naciste, hace unos meses y con un abre cartas. También dicen el ultimo que vio a su padre vivo fue su único hijo. Según iba hablando su tono iba pasando más oscuro y su mirada no se apartaba de mí.
Lleno de rabia no pude contener los pensamientos que me inundaban mi cabeza.
-Calumnias, el borracho de mi padre se labro muchos enemigos podía haber sido cualquiera, pero no negare que me hubiera gustado haberle matado yo. Como marinero cuentan que fue un valiente pero como padre fue un cobarde.
+No insultes a tu padre, le debes respeto. Fue a echar mano a su espada pero antes respondí
-Estoy bajo la protección de Lanxelot. Eso contuvo al marinero. Mejor será omitir esto y que me guíes a mi camarote. ¿O quieres tener problemas?
No dijo ni una palabra más. Me hizo un gesto de que le siguiera y yo le seguí. Después de un rato donde el marinero pregunto a su oficial superior logramos llegar a mi habitación. Entre y cerré la puerta, me deje caer en la cama. Media hora y ya te has metido en problemas. Me moví para ver el paisaje desde el ojo de buey. Solo había mar y barcos pero el reflejo del sol en el agua hacía un bonito espectáculo. Me embobe viendo como un barco iba desapareciendo por el horizonte. Mañana será un buen día
Me quede embobado viendo el barullo del barco. Los marineros del barco iban y venían con víveres, otros estaban atando cuerdas y otros cuantos limpiando cubierta. Note que había muchos novatos en la tripulación ya que vomitaban o resbalaban en cubierta. Además de los empleados estaba llegando más y más gente a ocupar sus camarotes. Un segundo, ¿cuál es mi camarote?
El acumulo de gente me estaba agobiando más y más. Empujando de mala manera me abrí paso al interior del barco y me moví hasta encontrar algún pasillo despejado. Más tranquilo busque a un oficial o marinero que me pudiera decir donde estaba mi camarote. Busque en mis bolsillos la llave pero para mi mala suerte el número no aparecía. Me choque de frente con un tío vestido del uniforme del barco.
-Perdone estoy buscando mi camarote, en mi llave no aparece el número de la habitación, ¿sería usted tan amable de ayudarme?
+Claro para eso estamos (risa) dígame su nombre por favor.
-Me llamo Kyouki Ankoku.
La cara del marinero cambio de feliz a asombrado y de asombrado a mal humorado.
+ Eres el hijo de Omelette ¿sabrás que murió asesinado?
Debe ser uno de sus amigos marinos, ¡mierda! , tengo que hacerle pensar que no sé nada de la historia. Pero no le daré ni una mota de sentimiento por el perro de mi padre.
-¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?
+Donde naciste, hace unos meses y con un abre cartas. También dicen el ultimo que vio a su padre vivo fue su único hijo. Según iba hablando su tono iba pasando más oscuro y su mirada no se apartaba de mí.
Lleno de rabia no pude contener los pensamientos que me inundaban mi cabeza.
-Calumnias, el borracho de mi padre se labro muchos enemigos podía haber sido cualquiera, pero no negare que me hubiera gustado haberle matado yo. Como marinero cuentan que fue un valiente pero como padre fue un cobarde.
+No insultes a tu padre, le debes respeto. Fue a echar mano a su espada pero antes respondí
-Estoy bajo la protección de Lanxelot. Eso contuvo al marinero. Mejor será omitir esto y que me guíes a mi camarote. ¿O quieres tener problemas?
No dijo ni una palabra más. Me hizo un gesto de que le siguiera y yo le seguí. Después de un rato donde el marinero pregunto a su oficial superior logramos llegar a mi habitación. Entre y cerré la puerta, me deje caer en la cama. Media hora y ya te has metido en problemas. Me moví para ver el paisaje desde el ojo de buey. Solo había mar y barcos pero el reflejo del sol en el agua hacía un bonito espectáculo. Me embobe viendo como un barco iba desapareciendo por el horizonte. Mañana será un buen día
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A la mañana siguiente la mañana transcurrió tranquila sin mucho alboroto, la primera prueba de esto es que me desperté tarde alrededor del mediodía, algo imperdonable para mis costumbres madrugadoras. Primero me asee ante el espejo del baño del camarote, duchándome en ese baño tan elegante de aquella “suite” del crucero. Ciertamente el crucero tenia bastante más lujos a los que me había acostumbrado a la hora de viajar con la marina, a pesar de que aquellos viajes estaban pagados, me resultaba más gratificante viajar en esta clase de cruceros, ya que pese a que eran algo caros el dinero no me era un problema.
Tras lavarme, realizar el ritual de belleza al que me sometía cada mañana siguiendo los consejos de biblia del metrosexual metropolitano. Me encendí un pitillo el cual fumé con ansia mientras me dirigía al comedor a desayunar ciertamente al límite del tiempo, la decisión fue sencilla unas tostadas con mantequilla, acompañadas de unas lonchas de jamón york junto con una café solo bastante cargado hacia del desayuno una comidas liguera y a la vez enérgica. Desayune calmado, tranquilo, sin prisas a que había quedado con mi compañero en el castillo de babor a la una de la tarde por lo que me daría tiempo a llegar puntual. Tras el desayuno me encendí el segundo cigarro de la jornada ya que el primero lo había finiquitado antes del desayuno, ciertamente si seguía fumando tabaco rubio a ese ritmo acabaría mal, ya que era conocido como el tabaco más ameno pero también como el más perjudicial.
Mientras me fumaba me acerqué al lugar donde había acordado quedar con mi compañero de travesías, sentándome en la barandilla, saque un den den mushi de mi bolsillo, era increíble que aquellos caracoles pudieran comunicarse entre ellos, siendo su descubrimiento un hito en la historia de las comunicaciones. El caso es que la misión de esa caracol era ponerme en contacto con el capitán de la banda. El den den mushi sonaba, pero no recibía respuesta. No estaba del todo seguro si se encontrarían bien, en cierta manera lo suponía, pero por otra parte sabia como era el denominado “Nuevo mundo” y lo cruel que podía llegar a ser este.
-“Saben defenderse”- pensé mientras me apartaba el pitillo de la boca para alivio de mis castigados pulmones -“Aún así no les podría haber ayudado más de lo que hice”- valoraba yo el riesgo de que descubrieran mis reales intenciones. Para el gobierno era un infiltrado, para la banda justo lo contrario pero solo yo sabía quien era, y la justificación de mis acciones solo venía dado por un cuaderno que me había permitido hacer lo que nadie había hecho antes.
Espere pacientemente a mi compañero, tan solo le faltaban dos minutos para llegar tarde aún así supuse que seguiría su buena costumbre de llegar puntual.
Tras lavarme, realizar el ritual de belleza al que me sometía cada mañana siguiendo los consejos de biblia del metrosexual metropolitano. Me encendí un pitillo el cual fumé con ansia mientras me dirigía al comedor a desayunar ciertamente al límite del tiempo, la decisión fue sencilla unas tostadas con mantequilla, acompañadas de unas lonchas de jamón york junto con una café solo bastante cargado hacia del desayuno una comidas liguera y a la vez enérgica. Desayune calmado, tranquilo, sin prisas a que había quedado con mi compañero en el castillo de babor a la una de la tarde por lo que me daría tiempo a llegar puntual. Tras el desayuno me encendí el segundo cigarro de la jornada ya que el primero lo había finiquitado antes del desayuno, ciertamente si seguía fumando tabaco rubio a ese ritmo acabaría mal, ya que era conocido como el tabaco más ameno pero también como el más perjudicial.
Mientras me fumaba me acerqué al lugar donde había acordado quedar con mi compañero de travesías, sentándome en la barandilla, saque un den den mushi de mi bolsillo, era increíble que aquellos caracoles pudieran comunicarse entre ellos, siendo su descubrimiento un hito en la historia de las comunicaciones. El caso es que la misión de esa caracol era ponerme en contacto con el capitán de la banda. El den den mushi sonaba, pero no recibía respuesta. No estaba del todo seguro si se encontrarían bien, en cierta manera lo suponía, pero por otra parte sabia como era el denominado “Nuevo mundo” y lo cruel que podía llegar a ser este.
-“Saben defenderse”- pensé mientras me apartaba el pitillo de la boca para alivio de mis castigados pulmones -“Aún así no les podría haber ayudado más de lo que hice”- valoraba yo el riesgo de que descubrieran mis reales intenciones. Para el gobierno era un infiltrado, para la banda justo lo contrario pero solo yo sabía quien era, y la justificación de mis acciones solo venía dado por un cuaderno que me había permitido hacer lo que nadie había hecho antes.
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La luz que atravesaba el ojo de buey me despertó. La noche anterior me había quedado dormido escribiendo en la mesa de mi cuarto sobre teorías de mi investigación. Mi cuerpo al haberme acostado de tal mala manera, se despertó dolorido. Pese a todo estaba fresco como siempre, la falta de sueño nunca me había molestado. Justo cuando estaba haciendo unos estiramientos para empezar con buen pie un marinero del barco entro en mi cuarto.
- El señor Lanxelot me dijo que le entregara esta nota si le encontraba en su cuarto.
La nota decía que habíamos quedado en el castillo de babor alrededor de la 1.
-Perdone ¿sabe qué hora es?
-Si señor, las 9 de la mañana.
-Gracias, ¿dónde está el comedor?
-Sigue el pasillo a la izquierda, la segunda puerta.
Me alegro de que esté cerca el comedor tengo hambre. No tuve que vestirme pues no me había quitado la ropa ayer. Me peine un poco, las personas de aquí son personas adineradas y algunas poderosas tampoco quería desentonar mucho. Cogí la llave de mi cuarto y cerré con llave. No quiero que algún marinero que yo se me toque las narices por aquí. Seguí las indicaciones que me había dicho el marinero y entre en aquel gran salón. Era enorme, sin duda sería la sala más grande de todo el barco ya que ahí tendría que caber todos los clientes de este crucero. Al parecer las mesas estaban reservadas según habitación. Encima me toca comer con extraños. Encontré mi sitio en una mesa con dos parejas. La primera era un gordo calvo con su esposa vieja y muy pero que muy maquillada y la segunda pareja era un viejo famoso por su riqueza y una joven muy guapa que no se separaba de él. Mi sitio para mi mala suerte estaba entre los “Macos alfa”. Cuando llegue y me senté no apartaron la vista de mi y se callaron. Sentado ya las parejas se alejaron de mí como si les diera asco. Tampoco huelo mal, bueno así no tengo que dirigirles la palabra. Cuando creyeron que estaban a salvo siguieron con su charla. Mi desayuno fue sibarita, unos huevos fritos acompañados de salchichas y patatas fritas y de beber un zumo de naranja. Me medio tumbe en la silla muy a gusto y lleno. Coño esto es vida. Salí para mi habitación.
En el camino escuche que el barco hacía un pequeño baile porque el barco lleva haciendo esta mierda 20 años. Una vez llegue a mi habitación me entretuve tocando la flauta. Sabia la hora porque se podía ver el sol atreves del ojo de buey. No llegaré tarde a la cita. Pasaron las horas hasta que fue la hora de irme. Rápidamente guarde la flauta travesera y abrí la puerta. Para mi sorpresa una veintena de personas estaban aglomeradas alrededor de mi puerta. Ellos asustados por haber sido descubiertos disimularon una charla grupal que por los nervios fue un amasijo de gritos. Hice caso omiso al grupo y me dirigí a cubierta para ir con Lanxerot.
- El señor Lanxelot me dijo que le entregara esta nota si le encontraba en su cuarto.
La nota decía que habíamos quedado en el castillo de babor alrededor de la 1.
-Perdone ¿sabe qué hora es?
-Si señor, las 9 de la mañana.
-Gracias, ¿dónde está el comedor?
-Sigue el pasillo a la izquierda, la segunda puerta.
Me alegro de que esté cerca el comedor tengo hambre. No tuve que vestirme pues no me había quitado la ropa ayer. Me peine un poco, las personas de aquí son personas adineradas y algunas poderosas tampoco quería desentonar mucho. Cogí la llave de mi cuarto y cerré con llave. No quiero que algún marinero que yo se me toque las narices por aquí. Seguí las indicaciones que me había dicho el marinero y entre en aquel gran salón. Era enorme, sin duda sería la sala más grande de todo el barco ya que ahí tendría que caber todos los clientes de este crucero. Al parecer las mesas estaban reservadas según habitación. Encima me toca comer con extraños. Encontré mi sitio en una mesa con dos parejas. La primera era un gordo calvo con su esposa vieja y muy pero que muy maquillada y la segunda pareja era un viejo famoso por su riqueza y una joven muy guapa que no se separaba de él. Mi sitio para mi mala suerte estaba entre los “Macos alfa”. Cuando llegue y me senté no apartaron la vista de mi y se callaron. Sentado ya las parejas se alejaron de mí como si les diera asco. Tampoco huelo mal, bueno así no tengo que dirigirles la palabra. Cuando creyeron que estaban a salvo siguieron con su charla. Mi desayuno fue sibarita, unos huevos fritos acompañados de salchichas y patatas fritas y de beber un zumo de naranja. Me medio tumbe en la silla muy a gusto y lleno. Coño esto es vida. Salí para mi habitación.
En el camino escuche que el barco hacía un pequeño baile porque el barco lleva haciendo esta mierda 20 años. Una vez llegue a mi habitación me entretuve tocando la flauta. Sabia la hora porque se podía ver el sol atreves del ojo de buey. No llegaré tarde a la cita. Pasaron las horas hasta que fue la hora de irme. Rápidamente guarde la flauta travesera y abrí la puerta. Para mi sorpresa una veintena de personas estaban aglomeradas alrededor de mi puerta. Ellos asustados por haber sido descubiertos disimularon una charla grupal que por los nervios fue un amasijo de gritos. Hice caso omiso al grupo y me dirigí a cubierta para ir con Lanxerot.
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Continuaba sentado en la barandilla, las sillas me quedaban pequeñas y si me sentaba en una butaca lo más probable es que la rompiera, tampoco es que estuviera gordo pero media demasiado en comparación con la media de la población, por ende casi nada estaba adaptado a mi persona. Todo lo que poseía estaba hecho a medida, mi mansión había sido reformada en vistas a ello, mis habitaciones casi siempre tenían que ser exhaustivamente preparadas, y mi ropa siempre tenía que estar hecha a medida.
Ciertamente eso no había sido un impedimento en mi vida, de hecho debía ciertas rarezas a esta desgracia, mi gusto por la moda nació en tiendas de alta costura, donde cada cliente espera su turno sentados en sillones mullidos y acolchados de cuero cobrizo, mientras se deleitan de que amables señoritas te sirven copas, aunque sus servicios pueden ir más allá si se es poco caballero, aunque no sea el caso ya que la labia suele ser una llave que abre muchas puertas y el abuso y el miedo cierra muchas piernas. El caso es que mi gustó por la moda se fue desarrollando según visitaba distintas tiendas, Dior, Channel, Dolce & Gabbana incluso Mango, tiendas con cierto renombre generalmente al alcance de muy pocos bolsillos pero no nos engañemos con esas prendas baratas de mercadillo que suelen vender para acercar la venta al público, pero pronto comenzó a disgustarme comprarme modelos específicos, por lo que comencé a realizar mis primeros diseños y encargárselos a diseñadores locales con poco renombre pero buena mano.
El resultado fue una ropa única por lo cual nunca tenía que avergonzarme de tener la misma ropa que otra persona en una fiesta, cosa que odia terriblemente, daba sensación de plebe, así como la visión de tener un armario muy reducido. Pero el caso es que por mucho que odiara las convenciones de las clases altas me seguían afectando.
Pero volviendo al tema de mi gigantismo tampoco era una cosa tan mala, casi todos los héroes de la marina habían superado los dos metros sin llegar a contar a los gigantes o semigigantes, simplemente refiriéndome a los últimos 58 vicealmirantes humanos, casi ninguno bajaba del metro noventa. Mi altura era simplemente el reflejo físico de la grandeza de mi alma y mis pretensiones.
Un minuto restante para la llegada de mi acompañante, tiempo suficiente como para observar el infinito y curvado horizonte azul, suficiente como para observar las nubecillas que, como mechones de seda blanca, se dejaban llevar por el viento sobre el azul turquesa del cielo estival.
La una en punto y mi compañero ya estaba a unos escasos tres metros de mi posición.
-Puntual como siempre, esta usted disfrutando de su estancia doctor- le dije añadiéndole el titulo que no había llegado a lograr por la cantidad de escrúpulos de los intelectuales de su universidad.
Pero ese era el objetivo de un científico, de un doctor curar todas las enfermedades...o acaso ¿Se puede negar que la muerte no es otra enfermedad que sufre nuestra alma triparta en un ciclo que se repite como un bucle eterno?
Ciertamente eso no había sido un impedimento en mi vida, de hecho debía ciertas rarezas a esta desgracia, mi gusto por la moda nació en tiendas de alta costura, donde cada cliente espera su turno sentados en sillones mullidos y acolchados de cuero cobrizo, mientras se deleitan de que amables señoritas te sirven copas, aunque sus servicios pueden ir más allá si se es poco caballero, aunque no sea el caso ya que la labia suele ser una llave que abre muchas puertas y el abuso y el miedo cierra muchas piernas. El caso es que mi gustó por la moda se fue desarrollando según visitaba distintas tiendas, Dior, Channel, Dolce & Gabbana incluso Mango, tiendas con cierto renombre generalmente al alcance de muy pocos bolsillos pero no nos engañemos con esas prendas baratas de mercadillo que suelen vender para acercar la venta al público, pero pronto comenzó a disgustarme comprarme modelos específicos, por lo que comencé a realizar mis primeros diseños y encargárselos a diseñadores locales con poco renombre pero buena mano.
El resultado fue una ropa única por lo cual nunca tenía que avergonzarme de tener la misma ropa que otra persona en una fiesta, cosa que odia terriblemente, daba sensación de plebe, así como la visión de tener un armario muy reducido. Pero el caso es que por mucho que odiara las convenciones de las clases altas me seguían afectando.
Pero volviendo al tema de mi gigantismo tampoco era una cosa tan mala, casi todos los héroes de la marina habían superado los dos metros sin llegar a contar a los gigantes o semigigantes, simplemente refiriéndome a los últimos 58 vicealmirantes humanos, casi ninguno bajaba del metro noventa. Mi altura era simplemente el reflejo físico de la grandeza de mi alma y mis pretensiones.
Un minuto restante para la llegada de mi acompañante, tiempo suficiente como para observar el infinito y curvado horizonte azul, suficiente como para observar las nubecillas que, como mechones de seda blanca, se dejaban llevar por el viento sobre el azul turquesa del cielo estival.
La una en punto y mi compañero ya estaba a unos escasos tres metros de mi posición.
-Puntual como siempre, esta usted disfrutando de su estancia doctor- le dije añadiéndole el titulo que no había llegado a lograr por la cantidad de escrúpulos de los intelectuales de su universidad.
Pero ese era el objetivo de un científico, de un doctor curar todas las enfermedades...o acaso ¿Se puede negar que la muerte no es otra enfermedad que sufre nuestra alma triparta en un ciclo que se repite como un bucle eterno?
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Mientras llegaba a la cita con Lanxelot, la vida en el barco seguía su curso. La mayoría de personas que me encontré a mi paso eran clientes que disfrutaban del crucero, me sorprendí por sus ropajes que llegaban a ser muy horteras. Por otra parte, lo marineros estaban entretenidos limpiando y protegiendo en barco.
Después de varias horas tocando la flauta travesera mis labios se habían resentido y me dolían un poco. Además había estado en una posición mala y mi pierna sufría el típico sueño, pero se iba pasando según avanzaba.
Llegue por fin a cubierta, el sol del mediodía me deslumbro al abrír la puerta. El cielo estaba muy despejado, solo estaba que se alzaba alto. En cubierta no había muchas personas, la mayoría marineros. En el castillo de popa estaba el capitán dando ordenes de navegación y observando a sus nuevos hombres. En el suelo de cubierta habían echado arena para que no se resbalara la gente. Supongo que hoy ha llovido por la noche. Por fin encontré a mi objetivo. Destacaba sobre el resto del mundo, no solo porque tenía un tamaño enorme comparado con el resto y sobre todo conmigo, que era algo bajo. Sino porque sus ropas eran muy elegantes y no las horteradas que traían. Me acerque para saludarle.
-Bien señor mi camarote estaba bien, pero nuestros acompañantes son bastante pesados ¿Dígame qué vamos a hacer hoy?
Espero que hoy me entrene o algo, ¿Quién sabe las ideas que le pasa a este tipo?
Me acomode en la barandilla al lado de Lanxelot, ademas intente reanimar aun mas mi pierna pues estaba sufriendo el típico hormigo
Después de varias horas tocando la flauta travesera mis labios se habían resentido y me dolían un poco. Además había estado en una posición mala y mi pierna sufría el típico sueño, pero se iba pasando según avanzaba.
Llegue por fin a cubierta, el sol del mediodía me deslumbro al abrír la puerta. El cielo estaba muy despejado, solo estaba que se alzaba alto. En cubierta no había muchas personas, la mayoría marineros. En el castillo de popa estaba el capitán dando ordenes de navegación y observando a sus nuevos hombres. En el suelo de cubierta habían echado arena para que no se resbalara la gente. Supongo que hoy ha llovido por la noche. Por fin encontré a mi objetivo. Destacaba sobre el resto del mundo, no solo porque tenía un tamaño enorme comparado con el resto y sobre todo conmigo, que era algo bajo. Sino porque sus ropas eran muy elegantes y no las horteradas que traían. Me acerque para saludarle.
-Bien señor mi camarote estaba bien, pero nuestros acompañantes son bastante pesados ¿Dígame qué vamos a hacer hoy?
Espero que hoy me entrene o algo, ¿Quién sabe las ideas que le pasa a este tipo?
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