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El ángel saca un dial de su morral y os dispara una especie de esferas blancas a toda velocidad contra vosotros. Mientras tanto, con la otra mano saca otro dial con el que apunta hacia arriba, sobre vosotros. Una especie de nube brota del interior del dial, volando en parábola hasta caer sobre vosotros, cubriendo un área de 3 metros de radio
El ángel saca un dial de su morral y os dispara una especie de esferas blancas a toda velocidad contra vosotros. Mientras tanto, con la otra mano saca otro dial con el que apunta hacia arriba, sobre vosotros. Una especie de nube brota del interior del dial, volando en parábola hasta caer sobre vosotros, cubriendo un área de 3 metros de radio
- Notas:
- Las esferas son nubes explosivas, con un radio de explosión de 5 metros. La segunda nube es pegajosa como el cianocrilato, haciendo que cualquier cosa que quede envuelta en ella quede pegada por ella. Tras unos segundos la nube se endurece hasta tener la consistencia del acero.
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El fragor de la batalla estaba despertando en mi algo que creía olvidado. Gritos ahogados de dolor, el hedor a sangre fresca, y lo mejor de todo, las miradas de terror de aquellos que acababan de ver la muerte por primera vez a la cara y estaban entrando en la más pura desesperación; todo ello era algo que me excitaba. Sin embargo, me aburría – ¿Por qué demonios sólo hay gente débil? –me preguntaba una y otra vez. Al contrario que yo, mis compañeros parecían disfrutar mandando al otro mundo a todo el que se pusiera por delante, sobre todo Onox, quien encontraba en la muerte una belleza que sólo él entendía.
Me situaba tras de ellos, a una distancia inferior a dos metros, observando todo el perímetro, con mis X-guns armadas, sin el seguro, por si alguno tenía la osadía de atacarme a mí, al gran Xanxus. Cuando, de repente, apareció un ángel que se situó frente a nosotros sacando algo de su macuto –“¡Un dial!”, -abrí los ojos absorto –“Así que un paisano… Me gusta” –mostré una sonrisa. De la concha salieron tres esferas de luz que se dirigían hacia nuestro triunvirato, mientras rápidamente sacaba otro de la mochila.
Inmediatamente, me transformé en mi forma híbrida, desenfundé mis X-guns V.2 cargándolas de electricidad. –“Este tío va a ser peligroso” –Empecé a correr hacia mi lateral derecho alejándome unos metros del lugar disparando a las bolas de luz con mis proyectiles cargados de la electricidad que les proporcionaba el poder de mi akuma no mi. Mientras tanto, un extraño nubarrón se colocó encima de nosotros, al que miré con desconfianza.
Me situaba tras de ellos, a una distancia inferior a dos metros, observando todo el perímetro, con mis X-guns armadas, sin el seguro, por si alguno tenía la osadía de atacarme a mí, al gran Xanxus. Cuando, de repente, apareció un ángel que se situó frente a nosotros sacando algo de su macuto –“¡Un dial!”, -abrí los ojos absorto –“Así que un paisano… Me gusta” –mostré una sonrisa. De la concha salieron tres esferas de luz que se dirigían hacia nuestro triunvirato, mientras rápidamente sacaba otro de la mochila.
Inmediatamente, me transformé en mi forma híbrida, desenfundé mis X-guns V.2 cargándolas de electricidad. –“Este tío va a ser peligroso” –Empecé a correr hacia mi lateral derecho alejándome unos metros del lugar disparando a las bolas de luz con mis proyectiles cargados de la electricidad que les proporcionaba el poder de mi akuma no mi. Mientras tanto, un extraño nubarrón se colocó encima de nosotros, al que miré con desconfianza.
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Usaba el viento que controlaba para moverme con soltura por el campo de batalla, disparando sin parar cada vez que podía y veía a un enemigo desprotegido. Mis ojos bailaban, moviéndose de blanco en blanco, mientras mi boca se torcía en una macabra sonrisa adornada por colmillos y dientes afilados. Cada vez que echaba una mirada fugaz a Sansu, este se veía aburrido, caminando como si nada, dejando que nosotros acabásemos con sus molestias. ¿Quién se ha creído que es? Cuando todo esto acabe le daré su merecido, le meteré un...
Paré de golpe en el suelo, levantando el polvo al derrapar sobre mis patas. Miré hacia delante y, frente a nosotros, se erguía de pie, orgulloso, un ángel. Cerré la boca y ladeé la cabeza en incógnita. ¿Un ángel? ¿Si quiera existen? Cuando mi duda se disipó, extendí los brazos, agarrando la APHADD con una mano. Entonces, dando un tirón a un pequeño mecanismo en mi cintura, desplegué las Rat Wings que descansaban en mi espalda. Esferas blancas volaron hasta nosotros. Casi por instinto, llamé al viento y este me golpeó de frente, empujando las alas que adornaban mi espalda y alejándome de la trayectoria de aquellas esferas todo lo posible.
El viento me llevó a alcanzar tierra varios metros alejado del ángel, derrapando y levantando polvo de nuevo. Mis alas artificiales se plegaron y agarré la APHADD con ambas manos, girando un mecanismo en su lateral. El cañón de la APHADD se estiró y tanteé el gatillo. Cuando el modo Larga Distancia estuvo ya preparado, apreté el gatillo, enviando un potente y certero disparo al ángel.
"Por mis cojones que hoy ceno alitas."
Paré de golpe en el suelo, levantando el polvo al derrapar sobre mis patas. Miré hacia delante y, frente a nosotros, se erguía de pie, orgulloso, un ángel. Cerré la boca y ladeé la cabeza en incógnita. ¿Un ángel? ¿Si quiera existen? Cuando mi duda se disipó, extendí los brazos, agarrando la APHADD con una mano. Entonces, dando un tirón a un pequeño mecanismo en mi cintura, desplegué las Rat Wings que descansaban en mi espalda. Esferas blancas volaron hasta nosotros. Casi por instinto, llamé al viento y este me golpeó de frente, empujando las alas que adornaban mi espalda y alejándome de la trayectoria de aquellas esferas todo lo posible.
El viento me llevó a alcanzar tierra varios metros alejado del ángel, derrapando y levantando polvo de nuevo. Mis alas artificiales se plegaron y agarré la APHADD con ambas manos, girando un mecanismo en su lateral. El cañón de la APHADD se estiró y tanteé el gatillo. Cuando el modo Larga Distancia estuvo ya preparado, apreté el gatillo, enviando un potente y certero disparo al ángel.
"Por mis cojones que hoy ceno alitas."
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Los gritos de dolor de los débiles al ser vapuleados, los crujidos de huesos quebrándose en mil astillas, la sangre manchando mi armadura y mi cara a medida que me internaba ente la multitud como un lobo en mitad de un rebaño de corderos desvalidos... la matanza me había devuelto a todo mi esplendor, y los desdichados que se cruzaban en el camino de mi maza salían despedidos por los aires como tracas celebrando mi júbilo.
Miré a mi alrededor, satisfecho de mi obra, cuando por fin mis víctimas entendieron mi poder y empezaron a retirarse a toda prisa. Lancé unas poderosas carcajadas hacia ellos, esperando acrecentar su pavor hacia mí, mas mis enemigos no parecieron alterar su actitud un ápice. "Malditos cabrones, ¿es que no les doy el más mínimo miedo?"
Espoleado por mis instintos y por un repentino y leve cambio en los olores en el aire, me di la vuelta, encontrando al que, probablemente, era la causa de tal reacción en los presentes. No muy lejos, Xanxus parecía también haberse percatado del recién llegado: un tipo de aspecto más bien estúpido y débil con un par de extrañas alas a su espalda.
"¿Nos ponen a un tipo medio paloma delante? ¿De qué coño van estos del...?"
El primer movimiento del intruso alado me hizo frenar en mis divagaciones y ponerme en guardia, pues acababa de sacar una especie de artefacto que no me gustaba un pelo. Acostumbrado a recibir ataques a distancia de diversa índole, pasé la cadena de mi maza a la mano izquierda, ocupada con el escudo, para sostenerla mientras agarraba un puñado de cadáveres cercanos, tantos como pudiera abarcar.
Mi previsor instinto no me falló y una serie de bolas blancas salieron directas desde el artilugio del atacante, a las que respondí lanzando los cuerpos recogidos frente a mí para interponerlos en la trayectoria de los proyectiles. Sin esperar a comprobar si mi estrategia había resultado efectiva pues un extraño cúmulo de nubes estaba alzándose en el aire contra nosotros, tomé de nuevo mi arma y eché a correr hacia el intruso con el escudo en alto y la maza girando en el aire.
Aullé en mi carga furibunda, justo antes de ver por el rabillo del ojo a Rocket pasar a toda velocidad en la misma dirección que yo. Esperando que mis compañeros pudieran retener al invitado mientras yo le daba alcance, apreté el paso con determinación ante la jugosa idea de aplastar a un "ángel" y preparé el brazo diestro, listo para lanzar el golpe tan pronto como mi víctima estuviera al alcance.
Miré a mi alrededor, satisfecho de mi obra, cuando por fin mis víctimas entendieron mi poder y empezaron a retirarse a toda prisa. Lancé unas poderosas carcajadas hacia ellos, esperando acrecentar su pavor hacia mí, mas mis enemigos no parecieron alterar su actitud un ápice. "Malditos cabrones, ¿es que no les doy el más mínimo miedo?"
Espoleado por mis instintos y por un repentino y leve cambio en los olores en el aire, me di la vuelta, encontrando al que, probablemente, era la causa de tal reacción en los presentes. No muy lejos, Xanxus parecía también haberse percatado del recién llegado: un tipo de aspecto más bien estúpido y débil con un par de extrañas alas a su espalda.
"¿Nos ponen a un tipo medio paloma delante? ¿De qué coño van estos del...?"
El primer movimiento del intruso alado me hizo frenar en mis divagaciones y ponerme en guardia, pues acababa de sacar una especie de artefacto que no me gustaba un pelo. Acostumbrado a recibir ataques a distancia de diversa índole, pasé la cadena de mi maza a la mano izquierda, ocupada con el escudo, para sostenerla mientras agarraba un puñado de cadáveres cercanos, tantos como pudiera abarcar.
Mi previsor instinto no me falló y una serie de bolas blancas salieron directas desde el artilugio del atacante, a las que respondí lanzando los cuerpos recogidos frente a mí para interponerlos en la trayectoria de los proyectiles. Sin esperar a comprobar si mi estrategia había resultado efectiva pues un extraño cúmulo de nubes estaba alzándose en el aire contra nosotros, tomé de nuevo mi arma y eché a correr hacia el intruso con el escudo en alto y la maza girando en el aire.
Aullé en mi carga furibunda, justo antes de ver por el rabillo del ojo a Rocket pasar a toda velocidad en la misma dirección que yo. Esperando que mis compañeros pudieran retener al invitado mientras yo le daba alcance, apreté el paso con determinación ante la jugosa idea de aplastar a un "ángel" y preparé el brazo diestro, listo para lanzar el golpe tan pronto como mi víctima estuviera al alcance.
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Los proyectiles eléctricos de Xanxus revientan algunas de las esferas, pero otras simplemente parecen absorber la carga eléctrica y explotar contra los cuerpos que Onox lanza, carbonizándolos parcialmente debido a la electricidad. El ángel os mira con una sonrisa, y enseguida entendéis por qué: Xanxus acaba de ser envuelto parcialmente por la extraña nube, al igual que Rocket. Onox, que parece haber corrido en la misma dirección que el mapache, alejándose del ángel, se ha librado por los pelos: una estrategia algo extraña, pero eficaz.
En cuestión de unos segundos, la extraña nube se solidifica, volviéndose dura como el acero puro, atrapando la pierna y brazo derechos de Xanxus y la cola y la pata izquierda de Rocket. El ángel entonces se tira al suelo para evitar que la bala de Rocket le reviente la tapa de los sesos. Con una medio sonrisa, vuelve a levantarse, cogiendo otro dial y guardando el de las esferas explosivas. Entonces el ángel empieza a apuntar a diversos lugares a vuestro alrededor, con el extraño dial, y veis unos pequeños destellos en el aire, aunque no parece pasar nada.
- Os aconsejo entregaros y no intentar nada extraño. No quiero tener que heriros para lograrlo. -dice entonces, mirándoos con unos ojos que casi parecen estar tristes por lo que ocurre.
En cuestión de unos segundos, la extraña nube se solidifica, volviéndose dura como el acero puro, atrapando la pierna y brazo derechos de Xanxus y la cola y la pata izquierda de Rocket. El ángel entonces se tira al suelo para evitar que la bala de Rocket le reviente la tapa de los sesos. Con una medio sonrisa, vuelve a levantarse, cogiendo otro dial y guardando el de las esferas explosivas. Entonces el ángel empieza a apuntar a diversos lugares a vuestro alrededor, con el extraño dial, y veis unos pequeños destellos en el aire, aunque no parece pasar nada.
- Os aconsejo entregaros y no intentar nada extraño. No quiero tener que heriros para lograrlo. -dice entonces, mirándoos con unos ojos que casi parecen estar tristes por lo que ocurre.
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Maldije al aire cuando intenté mover una de mis patas, estando completamente inmóvil. Tras ed mi, mi cola estaba en el mismo estado. Forcejeé, gritando al aire. Entonces, mi corazón empezó a latir más deprisa. Los nervios empezaban a invadirme, la ansiedad empezaba a pensar por mi. Mi respiración se aceleró, dándome una sensación de ahogo.
"¿Qué me pasa...?"
Conforme más forcejeaba, más atrapado me sentía. Gritaba sin parar, intentando liberarme. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué el simple hecho de tener la pata izquierda inmovilizada me ponía así de nervioso? Poco a poco lo entendí...
Años y años de palizas, de pasar horas y horas encerrado en una sucia y pequeña jaula en la que casi no podía moverme. Había desarrollado miedo a la sensación de estar atrapado. No... miedo no. Rabia. Guardé la APHADD en el soporte de mi espalda y apreté los dientes con furia. Llevé las manos a mi cintura y cogí mis dos pistolas, mientras una corriente de aire giraba a mi alrededor, meciendo mi pelo. Poco a poco, ese aire empezó a arrastrar partículas de arena.
- Os aconsejo entregaros y no intentar nada extraño. No quiero tener que heriros para lograrlo. -Dijo el ángel.
Coloqué el cañón de una de mis pistolas en mi pata izquierda, justo donde empezaba la presa que la sujetaba. Miré al ángel a los ojos. El rojo de mis pupilas parecía intensificarse.
- Nadie me arrincona...
Disparé. La parte de mi pierna fue deshecha en arena que se unió a la corriente de viento que giraba a mi alrededor. Mi cola se deshizo en arena y me moví a un lado, cojo, con partículas de arena cayendo y uniéndose a la pequeña tormenta de arena que se formaba a mi alrededor. Poco a poco, la parte inferior de mi cuerpo se deshizo en arena y se unió a la corriente, creando un tornado visible. En el interior del tornado flotaba la parte superior de mi torso, que tenía un constante aspecto arenoso, como una escultura de arena móvil.
Grité y utilicé el viento para moverme rápidamente a un lado, apuntando con ambas armas al ángel sin dejar de moverme y disparando sin parar una potente ráfaga de balas.
"¿Qué me pasa...?"
Conforme más forcejeaba, más atrapado me sentía. Gritaba sin parar, intentando liberarme. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué el simple hecho de tener la pata izquierda inmovilizada me ponía así de nervioso? Poco a poco lo entendí...
Años y años de palizas, de pasar horas y horas encerrado en una sucia y pequeña jaula en la que casi no podía moverme. Había desarrollado miedo a la sensación de estar atrapado. No... miedo no. Rabia. Guardé la APHADD en el soporte de mi espalda y apreté los dientes con furia. Llevé las manos a mi cintura y cogí mis dos pistolas, mientras una corriente de aire giraba a mi alrededor, meciendo mi pelo. Poco a poco, ese aire empezó a arrastrar partículas de arena.
- Os aconsejo entregaros y no intentar nada extraño. No quiero tener que heriros para lograrlo. -Dijo el ángel.
Coloqué el cañón de una de mis pistolas en mi pata izquierda, justo donde empezaba la presa que la sujetaba. Miré al ángel a los ojos. El rojo de mis pupilas parecía intensificarse.
- Nadie me arrincona...
Disparé. La parte de mi pierna fue deshecha en arena que se unió a la corriente de viento que giraba a mi alrededor. Mi cola se deshizo en arena y me moví a un lado, cojo, con partículas de arena cayendo y uniéndose a la pequeña tormenta de arena que se formaba a mi alrededor. Poco a poco, la parte inferior de mi cuerpo se deshizo en arena y se unió a la corriente, creando un tornado visible. En el interior del tornado flotaba la parte superior de mi torso, que tenía un constante aspecto arenoso, como una escultura de arena móvil.
Grité y utilicé el viento para moverme rápidamente a un lado, apuntando con ambas armas al ángel sin dejar de moverme y disparando sin parar una potente ráfaga de balas.
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Mi intuición no me había fallado y, aunque el correr en la misma dirección que mi peludo compañero no había conseguido sino alejarme de mi objetivo, sí me permitió escapar por muy poco de la masa grumosa que se había cernido sobre nosotros tres, una suerte que no tuvieron los demás. No obstante, no me preocupé en absoluto, pues sabía bien que mis camaradas no tendrían problemas en escapar de aquella cárcel, y centré mis atenciones sobre mi enemigo que parecía entretenerse ahora con otro juguetito de los suyos.
- Perfecto entonces, yo tampoco quiero que me hagas daño. -Repliqué al comentario del palomo colocándome en posición para echar a correr contra él.- Pero el caso es que yo SÍ quiero hacerte daño a ti.
Alcé la maza en el aire para que volviera a coger velocidad dándole vueltas y levanté mi escudo, concentrando mi ira y agresividad sobre él para imbuirlo de haki y protegerme de cualquiera que fuera el contraataque del tipo de las alitas. Sin vacilar, cargué esta vez contra el enemigo, protegiéndome tras el escudo y bramando con furia mientras el suelo temblaba a cada zancada.
"Si no le golpeo, por lo menos me habré acercado a él"
Asomé la cabeza brevemente por un lateral de mi protección para cercionarme de la posición de mi objetivo y me dirigí contra él si frenar mi carrera, haciendo descender mi maza tan pronto como le di alcance para acabar con su existencia de un único ataque mortal.
- Perfecto entonces, yo tampoco quiero que me hagas daño. -Repliqué al comentario del palomo colocándome en posición para echar a correr contra él.- Pero el caso es que yo SÍ quiero hacerte daño a ti.
Alcé la maza en el aire para que volviera a coger velocidad dándole vueltas y levanté mi escudo, concentrando mi ira y agresividad sobre él para imbuirlo de haki y protegerme de cualquiera que fuera el contraataque del tipo de las alitas. Sin vacilar, cargué esta vez contra el enemigo, protegiéndome tras el escudo y bramando con furia mientras el suelo temblaba a cada zancada.
"Si no le golpeo, por lo menos me habré acercado a él"
Asomé la cabeza brevemente por un lateral de mi protección para cercionarme de la posición de mi objetivo y me dirigí contra él si frenar mi carrera, haciendo descender mi maza tan pronto como le di alcance para acabar con su existencia de un único ataque mortal.
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El movimiento de Rocket hace que su cuerpo reciba numerosos cortes por filos invisibles. Onox también los siente, rasgando su armadura e incluso cortándola en algunos puntos. Las zonas desprotegidas se llenan de cortes enseguida. Parece que por todo el campo hay repartidas una serie de hojas cortantes que no podéis ver.
Además de todo esto, Onox siente como a cada paso que da, le cuesta avanzar más, como si estuviese siendo enredado en una especie de enorme sedal. El hombre alado parece moverse con agilidad, evitando la salva de disparos mientras se mantiene alejado de Rocket. Con una mano desenvaina una espada y con la otra saca una caracola de color rojo intenso, con la que apunta al mapache.
- Lo siento... -dice, al tiempo que un potente haz de luz concentrado sale disparado hacia el animal, un láser directo al pecho, fino y potente. El láser, como haz continuo que es, no es solo un disparo, sino que el ángel lo redirige en caso de que el mapache se mueva, tratando de darle. Sin embargo parece que en el proceso, algunas de las balas le golpean en las alas, lo que produce un gesto de dolor en su rostro. Al menos ahora sabéis que no es del todo intocable.
Además de todo esto, Onox siente como a cada paso que da, le cuesta avanzar más, como si estuviese siendo enredado en una especie de enorme sedal. El hombre alado parece moverse con agilidad, evitando la salva de disparos mientras se mantiene alejado de Rocket. Con una mano desenvaina una espada y con la otra saca una caracola de color rojo intenso, con la que apunta al mapache.
- Lo siento... -dice, al tiempo que un potente haz de luz concentrado sale disparado hacia el animal, un láser directo al pecho, fino y potente. El láser, como haz continuo que es, no es solo un disparo, sino que el ángel lo redirige en caso de que el mapache se mueva, tratando de darle. Sin embargo parece que en el proceso, algunas de las balas le golpean en las alas, lo que produce un gesto de dolor en su rostro. Al menos ahora sabéis que no es del todo intocable.
- Notas:
- Sí, es un dial láser. Onox, te quedas paralizado y sin poder avanzar o moverte a apenas tres metros del ángel, que ahora corre hacia tu derecha, colocándote entre Rocket y él. Estás enmarañado en una especie de telaraña invisible.
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Mi ahora arenoso morro se torció en una mueca de dolor al darme cuenta de que algo me dañaba la piel, en cortes sobre la arena que ahora formaba mi cuerpo.
"Cuando vuelva a mi forma física me dolerá mucho más... seguro..."
Su brazo se movió en un arco, llevando en la mano una de esas conchas. Esta era de color rojo intenso y me miraba fijamente. Cesé los disparos y, en una fracción de segundo, mi instinto me llamó. Aquella sensación que me seguía desde que era un pequeño cachorro. Ese instinto que me avisaba de depredadores... Llevaba taladrándome la nuca desde que encontramos al ángel, pero ahora golpeaba mis sentidos.
Una fuerte ráfaga de viento llamada por mi me golpeó por la izquierda, moviéndome a la derecha bruscamente en aquella forma de tornado que había asumido. Pero fue demasiado tarde. Un haz de luz golpeó mi costado y caí hacia atrás, perdiendo el aire que me rodeaba en una tormenta de arena. Estaba bocabajo, en el suelo, sintiendo un fuerte dolor en el brazo izquierdo. Sintiendo... nada.
Me apoyé en mis rodillas y en mi brazo derecho, cuya mano había soltado la pistola. Miré a un lado y contemplé mi brazo izquierdo... o donde debería estar mi brazo izquierdo. Parte del hombro y mi brazo faltaban por completo, en una horrorosa herida que goteaba sangre y hacía que mis otros sentidos se nublaran. Grité con más furia que dolor.
"Se suponía que era intangible... ¿Cómo ha podido...? Imbécil, ni siquiera controlas todo tu poder aún. Necesitabas el viento para moverte, no podías hacerlo por ti mismo..."
Volví a tomar mi forma etérea, cambiando la sangre por arena. El dolor disminuyó, pero su fantasma continuaba allí. Un tosco brazo de arena que no se parecía en nada al original apareció en su lugar. Gesto inútil, pues el simple hecho de mover aquella monstruosidad agotaba mis fuerzas. Me levanté sin agarrar la pistola y, usando movimientos de la arena, moví las cuatro granadas que quedaban en mi cinturón hasta el interior de mi tosco brazo de arena, más abultado que el brazo que me quedaba. Solo había usado una de estas una vez, contra un monstruoso gorila que se había atrevido a amenazarme y a asesinar a mi maestro delante de mi. Supuse que ya era hora de usarlas de nuevo.
Desde el interior de la arena, las anillas de las cuatro granadas y esperé tres segundos exactos, de desprendieron y lancé con las pocas fuerzas que me quedaban la arena a los pies del ángel, con las granadas en su interior. Si todo salía bien, el ángel creería que era un intento fallido de cegarle con la arena, no vería las granadas enterradas y estas explotarían en menos de cuatro segundos. Si aquello no hacía nada... Podía darme por perdido.
"Cuando vuelva a mi forma física me dolerá mucho más... seguro..."
Su brazo se movió en un arco, llevando en la mano una de esas conchas. Esta era de color rojo intenso y me miraba fijamente. Cesé los disparos y, en una fracción de segundo, mi instinto me llamó. Aquella sensación que me seguía desde que era un pequeño cachorro. Ese instinto que me avisaba de depredadores... Llevaba taladrándome la nuca desde que encontramos al ángel, pero ahora golpeaba mis sentidos.
Una fuerte ráfaga de viento llamada por mi me golpeó por la izquierda, moviéndome a la derecha bruscamente en aquella forma de tornado que había asumido. Pero fue demasiado tarde. Un haz de luz golpeó mi costado y caí hacia atrás, perdiendo el aire que me rodeaba en una tormenta de arena. Estaba bocabajo, en el suelo, sintiendo un fuerte dolor en el brazo izquierdo. Sintiendo... nada.
Me apoyé en mis rodillas y en mi brazo derecho, cuya mano había soltado la pistola. Miré a un lado y contemplé mi brazo izquierdo... o donde debería estar mi brazo izquierdo. Parte del hombro y mi brazo faltaban por completo, en una horrorosa herida que goteaba sangre y hacía que mis otros sentidos se nublaran. Grité con más furia que dolor.
"Se suponía que era intangible... ¿Cómo ha podido...? Imbécil, ni siquiera controlas todo tu poder aún. Necesitabas el viento para moverte, no podías hacerlo por ti mismo..."
Volví a tomar mi forma etérea, cambiando la sangre por arena. El dolor disminuyó, pero su fantasma continuaba allí. Un tosco brazo de arena que no se parecía en nada al original apareció en su lugar. Gesto inútil, pues el simple hecho de mover aquella monstruosidad agotaba mis fuerzas. Me levanté sin agarrar la pistola y, usando movimientos de la arena, moví las cuatro granadas que quedaban en mi cinturón hasta el interior de mi tosco brazo de arena, más abultado que el brazo que me quedaba. Solo había usado una de estas una vez, contra un monstruoso gorila que se había atrevido a amenazarme y a asesinar a mi maestro delante de mi. Supuse que ya era hora de usarlas de nuevo.
Desde el interior de la arena, las anillas de las cuatro granadas y esperé tres segundos exactos, de desprendieron y lancé con las pocas fuerzas que me quedaban la arena a los pies del ángel, con las granadas en su interior. Si todo salía bien, el ángel creería que era un intento fallido de cegarle con la arena, no vería las granadas enterradas y estas explotarían en menos de cuatro segundos. Si aquello no hacía nada... Podía darme por perdido.
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Estaba atrapado, por mi inconsciencia hacia quedado apresado por un material extraño que no conocía. Por más que daba tirones no podía sacar mi pata y mi brazo derecho de aquella masa endurecida Entonces, lo vi claro, ésta era la batalla que llevaba esperando desde hacía mucho… Di una carcajada mirando al cielo, mis ojos de felino rasgados parecían los de una bestia demencial.
Sin más demora, cargué todo mi pelaje de electricidad, concentrándola en mis extremidades diestras, el calor omitido por la electricidad ablandaron el extraño material de esa nube endurecida y dando un salto pude salir de ahí, no sin darme cuenta de que tenía rasguños que me hacían desangrarme, poco, pero lo suficiente como para molestarme. Antes de que me diera cuenta, multitud de explosiones a mi alrededor, una gran polvareda se levantó. Llevado por la sed de sangre me convertí en mi forma completa, en un byakko blanco que emitía descargas eléctricas por su pelaje. Usé mi haki de observación y cargando mis extremidades de electricidad me impulsé hacia el individuo que nos había atacado como el depredador que era.
Sin más demora, cargué todo mi pelaje de electricidad, concentrándola en mis extremidades diestras, el calor omitido por la electricidad ablandaron el extraño material de esa nube endurecida y dando un salto pude salir de ahí, no sin darme cuenta de que tenía rasguños que me hacían desangrarme, poco, pero lo suficiente como para molestarme. Antes de que me diera cuenta, multitud de explosiones a mi alrededor, una gran polvareda se levantó. Llevado por la sed de sangre me convertí en mi forma completa, en un byakko blanco que emitía descargas eléctricas por su pelaje. Usé mi haki de observación y cargando mis extremidades de electricidad me impulsé hacia el individuo que nos había atacado como el depredador que era.
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Me revolví y sacudí, con salvaje rabia, al darme cuenta demasiado tarde de la trampa del enemigo. Había sobreestimado la fuerza de mi embestida y aquello que acababa de causar la imposibilidad de acabar con la vida del desgraciado alado que tenía delante de mí, a pocos metros.
- ¡HIJO BASTARDO DE MIL ZORRAS! ¡DISFRUTARÉ ROMPIÉNDOTE CADA HUESO DE TU CUERPECILLO DE MIERDA!
A pesar de mis bravatas, internamente discurría por mi cerebro un rápido cambio en mi plan de ataque dados los cambios en los acontecimientos. Aprovechando que nuestro contrincante parecía haberme descartado como una amenaza y se concentraba en mis camaradas, me fui removiendo poco a poco para dejar sitio al cañón de fuego detrás de mi hombro derecho, mientras buscaba, con mis gritos, molestar lo máximo posible al tipo alado y a la vez terminar de convencerle de que yo no era más que un enorme bruto sin inteligencia.
El aullido de Rocket, al cual no podía mirar por mi inmovilidad, removieron mis entrañas pues nadie más que yo tenía la potestad de hacerle daño a aquel animal. Por otro lado, varios agujeros de bala sangrientos aparecieron en las alas del sujeto, haciéndole vacilar unos instantes y reviviendo mis fuerzas al ver que podía ser herido. Por fin pude acoplar el cañón sobre mi hombro y reír cual maníaco, disparando un chorro ardiente de llamas líquidas y fuego sobre el desgraciado que aún estaba cerca de mí. Inmediatamente pasé a cubrirme tras el escudo, dejando asomar sólo el cañón y lo que la gran protección de metal y oro no alcanzaba a ocultar de mi envergadura.
- ¡HIJO BASTARDO DE MIL ZORRAS! ¡DISFRUTARÉ ROMPIÉNDOTE CADA HUESO DE TU CUERPECILLO DE MIERDA!
A pesar de mis bravatas, internamente discurría por mi cerebro un rápido cambio en mi plan de ataque dados los cambios en los acontecimientos. Aprovechando que nuestro contrincante parecía haberme descartado como una amenaza y se concentraba en mis camaradas, me fui removiendo poco a poco para dejar sitio al cañón de fuego detrás de mi hombro derecho, mientras buscaba, con mis gritos, molestar lo máximo posible al tipo alado y a la vez terminar de convencerle de que yo no era más que un enorme bruto sin inteligencia.
El aullido de Rocket, al cual no podía mirar por mi inmovilidad, removieron mis entrañas pues nadie más que yo tenía la potestad de hacerle daño a aquel animal. Por otro lado, varios agujeros de bala sangrientos aparecieron en las alas del sujeto, haciéndole vacilar unos instantes y reviviendo mis fuerzas al ver que podía ser herido. Por fin pude acoplar el cañón sobre mi hombro y reír cual maníaco, disparando un chorro ardiente de llamas líquidas y fuego sobre el desgraciado que aún estaba cerca de mí. Inmediatamente pasé a cubrirme tras el escudo, dejando asomar sólo el cañón y lo que la gran protección de metal y oro no alcanzaba a ocultar de mi envergadura.
AlexEmpanadilla
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El ángel observa durante un instante lo que ocurre frente a él. Misteriosamente, el hombre que estaba atrapado en su nube parece haberse liberado, aunque aún tiene parte del material viscoso pegado a él. Ahora se transforma en un tigre blanco y se lanza contra él... recibiendo de lleno todos los cortes de los hilos. Al mismo tiempo, siente una amenaza proveniente del mapache, que parece bastante activo pese a haber recibido una amputación limpia de su brazo.
- Lo siento... -el ángel se lanza hacia atrás cuando las granadas arenosas caen a sus pies, sabiendo que es peligroso. Su haki le ha advertido de ello. Al mismo tiempo, el ataque de Onoz parece haberle hecho algo de daño pese a su esquiva, pero no tanto como debería. Las llamas parecen molestarle, pero no arde como un pollo asado. Se despoja de sus mangas ardiendo y las tira al suelo arenoso, donde se empiezan a consumir. Parece resistente al fuego por algún motivo. Y entonces saca un dial, adornado con una espiral negra y blanca. Murmura una palabra que no llegáis a oír debido al ruido de la explosión de las granadas, que lo envía disparado hacia atrás, pero que sabéis que si la oyerais, la temeríais durante el resto de vuestra vida: "Nubeggedon". Una esfera blanca surge del dial, algo desviada debido a la potencia del estallido de los explosivos. Al llegar sobre la cabeza de Onox, se expande bruscamente, envolviendo un área enorme a su alrededor en una especie de nube esférica y de aspecto peligroso.
- Lo siento... -el ángel se lanza hacia atrás cuando las granadas arenosas caen a sus pies, sabiendo que es peligroso. Su haki le ha advertido de ello. Al mismo tiempo, el ataque de Onoz parece haberle hecho algo de daño pese a su esquiva, pero no tanto como debería. Las llamas parecen molestarle, pero no arde como un pollo asado. Se despoja de sus mangas ardiendo y las tira al suelo arenoso, donde se empiezan a consumir. Parece resistente al fuego por algún motivo. Y entonces saca un dial, adornado con una espiral negra y blanca. Murmura una palabra que no llegáis a oír debido al ruido de la explosión de las granadas, que lo envía disparado hacia atrás, pero que sabéis que si la oyerais, la temeríais durante el resto de vuestra vida: "Nubeggedon". Una esfera blanca surge del dial, algo desviada debido a la potencia del estallido de los explosivos. Al llegar sobre la cabeza de Onox, se expande bruscamente, envolviendo un área enorme a su alrededor en una especie de nube esférica y de aspecto peligroso.
- Notas aparte:
- Xanxus, atraviesas la red de hilos invisibles, recibiendo numerosos cortes en el cuerpo. Además, posiblemente, debido a que has cargado al sitio donde hay granadas y una lluvia de llamas (ataques de Rocket y Onox) te comas gran parte de la explosión y el fuego.
El Nubeggedon consta de una nube que se expande diez metros de radio a su alrededor. La nube se endurece como el acero, es pegajosa como el cianocrilato, impidiendo el movimiento, y tiene las mismas propiedades que el agua de mar (aunque os deja respirar, hay poco espacio para el aire en su interior, así que si os atrapa posiblemente os deje inconscientes tras unos minutos). La esfera se degrada al cabo de una hora.
Me tomo la libertad de recordaros que Onox está inmovilizado por los hilos, Xanxus tiene posibles heridas graves por estos (¿tal vez un miembro cercenado?) y Rocket bastante hace con mantenerse consciente, por lo que si lográis huir del ataque espero una respuesta lógica.
Rocket Raccoon
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Fallé. Mi último recurso había fallado y ya no me quedaba nada. Su rostro inmutable y serio era para mi una burla, algo destinado a molestarme. Como si su único propósito fuera el de ponerse frente a mí y joder todos mis propósitos. La ira que sentía me hacía ignorar el dolor del brazo que me había sido arrebatado, pero cada vez mi capacidad para ignorarlo era menor. Mi vista se nublaba y el muñón sangrante latía sin cesar, en un dolor inhumano.
Mis oidos pitaban por la enorme explosión que yo mismo había provocado. Me llevé la mano a la espalda y tanteé en busca de la APHADD, pero mi torpe brazo no parecía encontrarla. Estaba ahí... estaba... ahí...
Cuando el ángel empezó a sacar una enorme esfera blanca de una de sus conchas, mi vista ya se emborronó del todo y no era para mi más que una mancha que aumentaba de tamaño. Caí al suelo de frente y mi mejilla besó el suelo fuertemente. Mis ojos quedaron entrecerrados y me forcé a mirar hacia delante. El mundo me rodeaba, borroso, excepto una figura nítida y clara como el día. Un hombre vestido con bata científica estaba frente a mi, con lustrosos zapatos negros y el rostro lleno de cicatrices. Abrió la boca para hablar, pero de su garganta solo salió una voz gutural y horrenda.
- Eres patético. -Dijo el fantasma de Jackal.
Abrí la boca y grité. Grité desde lo más hondo de mis pulmones en rabía y dolor. Un grito que seguramente oírian mis compañeros. Ya ni siquiera sabía que pasaba a mi alrededor. Junto a Jackal se formó una segunda figura. Un pato humanoide cuyas alas eran iguales que los brazos de los humanos, de plumaje amarillo y vestido con un traje color beige. El pato se cruzó de brazos y me miró. De su pecho empezó a brotar un enorme agujero sangrante que humeaba.
- Me traicionaste. -Dijo el fantasma de Howard.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y volví a gritar, aunque aquella vez sonó más como el sonido lastimero de un cachorro herido. Al otro lado de Jackal surgió una última figura. Un conejo humanoide blanco vestido con un chaleco verde y guantes de luchador. Su oreja estaba torcida y sus dientes rotos. Cuando habló, el agua salía a borbotones de su boca.
- Rompiste nuestra amistad. -Dijo el fantasma de Sbunny.
- Por favor... -susurré yo, entre lágrimas. - ... parad...
Y todo se volvió negro a la par que mi mente caía víctima del dolor y la pérdida de sangre.
Mis oidos pitaban por la enorme explosión que yo mismo había provocado. Me llevé la mano a la espalda y tanteé en busca de la APHADD, pero mi torpe brazo no parecía encontrarla. Estaba ahí... estaba... ahí...
Cuando el ángel empezó a sacar una enorme esfera blanca de una de sus conchas, mi vista ya se emborronó del todo y no era para mi más que una mancha que aumentaba de tamaño. Caí al suelo de frente y mi mejilla besó el suelo fuertemente. Mis ojos quedaron entrecerrados y me forcé a mirar hacia delante. El mundo me rodeaba, borroso, excepto una figura nítida y clara como el día. Un hombre vestido con bata científica estaba frente a mi, con lustrosos zapatos negros y el rostro lleno de cicatrices. Abrió la boca para hablar, pero de su garganta solo salió una voz gutural y horrenda.
- Eres patético. -Dijo el fantasma de Jackal.
Abrí la boca y grité. Grité desde lo más hondo de mis pulmones en rabía y dolor. Un grito que seguramente oírian mis compañeros. Ya ni siquiera sabía que pasaba a mi alrededor. Junto a Jackal se formó una segunda figura. Un pato humanoide cuyas alas eran iguales que los brazos de los humanos, de plumaje amarillo y vestido con un traje color beige. El pato se cruzó de brazos y me miró. De su pecho empezó a brotar un enorme agujero sangrante que humeaba.
- Me traicionaste. -Dijo el fantasma de Howard.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y volví a gritar, aunque aquella vez sonó más como el sonido lastimero de un cachorro herido. Al otro lado de Jackal surgió una última figura. Un conejo humanoide blanco vestido con un chaleco verde y guantes de luchador. Su oreja estaba torcida y sus dientes rotos. Cuando habló, el agua salía a borbotones de su boca.
- Rompiste nuestra amistad. -Dijo el fantasma de Sbunny.
- Por favor... -susurré yo, entre lágrimas. - ... parad...
Y todo se volvió negro a la par que mi mente caía víctima del dolor y la pérdida de sangre.
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Intentaba estar en pie, pero no podía. Las fuerzas se me iban tras cada caida al intentar levantarme del suelo. No podía creerlo, yo, el gran Xanxus, derrotado por un pollo con juguetitos, pero eso no era lo más lamentable, lo peor es que había quedado tullido de un brazo.
Absorto, caí incosciente en el suelo, volviendo a mi forma humana sobre un charco de mi propia sangre.
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