Ibarenko Vlassrova
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' Vamos, Ibarenko, no es tan difícil. Sólo tienes que intentar recordar por dónde narices has caminado, y volver tras tus puñeteros pasos. Si pueden hacerlo otras personas, tú también deberías joder. ' Esos fueron los pensamientos de aquel chico, encapuchado y sombrío, con preocupación y desconcierto en su rostro. ¿Qué le pasaba a un joven como él? ¿Estaba falto de comida y no recordaba dónde la dejo? Era probable, porque la constitución física que aparentaba poseer, flacucho, algo pálido y con poco músculo, daba a entender eso, pero, por desgracia para aquellos que lo hubieran pensado, no era eso. ¿Entonces? ¿Acaso había perdido el característico par de estucheras que llevaba a ambos lados de sus piernas, como de costumbre? No, tampoco, ya que aún las llevabas donde siempre, entre la cintura y la rótula.
' Maldito gorrillas, ¿tanto le costaba haber seguir seguido su ritmo? ' Ahora poco a poco iba cobrando sentido. Para quienes no lo sepan, aquel Señor Gorrillas era Kaworu, el pirata torero, y no precisamente por ser quién los torea, ya me entendéis, y hasta hace escasos minutos, había sido él su compañero, mas el haber encontrado a ese albino hizo que ambos tuvieran que separarse. Pero el problema consistía en que Iba era quién optó por la idea de adentrarse en la isla e intentar perderle de vista, al viejo claro, y que no supiera dónde tenían su barca. Aunque no todo el mundo tuvo la misma idea, al parecer. Pues bien, ahora estaba él sólo, perdido en un cementerio de barcos, y sin idea de por dónde debía volver. Es por ello que barajó dos opciones:
:: Opción 1: Dar vueltas y aumentar las posibilidades de perderse más y no saber por dónde narices ir.
:: Opción 2: Visitar alguna aldea o algo habitado donde matarlos a todos.
Por algún motivo, y aunque fuera extraño para su situación, veía la segunda opción más viable, por el simple hecho de que así podría dar con gente con la que obtener información, y gastar su adrenalina de más. Así que sí. Recogió todo lo que pudiera haber dejado en ese sitio y comenzó a andar rumbo al primer sitio habitado que hubiera. Una vez allí, podría saber a dónde ir.
' Maldito gorrillas, ¿tanto le costaba haber seguir seguido su ritmo? ' Ahora poco a poco iba cobrando sentido. Para quienes no lo sepan, aquel Señor Gorrillas era Kaworu, el pirata torero, y no precisamente por ser quién los torea, ya me entendéis, y hasta hace escasos minutos, había sido él su compañero, mas el haber encontrado a ese albino hizo que ambos tuvieran que separarse. Pero el problema consistía en que Iba era quién optó por la idea de adentrarse en la isla e intentar perderle de vista, al viejo claro, y que no supiera dónde tenían su barca. Aunque no todo el mundo tuvo la misma idea, al parecer. Pues bien, ahora estaba él sólo, perdido en un cementerio de barcos, y sin idea de por dónde debía volver. Es por ello que barajó dos opciones:
:: Opción 1: Dar vueltas y aumentar las posibilidades de perderse más y no saber por dónde narices ir.
:: Opción 2: Visitar alguna aldea o algo habitado donde matarlos a todos.
Por algún motivo, y aunque fuera extraño para su situación, veía la segunda opción más viable, por el simple hecho de que así podría dar con gente con la que obtener información, y gastar su adrenalina de más. Así que sí. Recogió todo lo que pudiera haber dejado en ese sitio y comenzó a andar rumbo al primer sitio habitado que hubiera. Una vez allí, podría saber a dónde ir.
Lion D. Karl
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Una enorme moto negra de tres ruedas atravesaba la isla a gran velocidad. Sobre esta iba un hombre envuelto en ropas negras y el rostro tapado con una capucha y una pañoleta que le cubría la mitad inferior del rostro. Tenía pinta de ser un hombre bastante grande y corpulento. A la espalda llevaba una funda de guitarra, colgada del hombro. ¿Qué hacía en aquel mar? Simple, había acabado allí por su propia estupidez. Una vez en la Reverse Mountain había tomado la bajada equivocada, y en vez de dirigirse al East Blue hacía acabado en el West. Para cuando se dio cuenta era ya muy tarde, y decidió parar en la primera isla que se encontró a comprar provisiones, combustible para el submarino y buscar información sobre Guldrik. No era de aquel lugar, pero nunca se sabía, y probar suerte no debería perjudicarle especialmente, ¿no? Malo sería que justo se fuera a encontrar con un aliado del cazador. Aunque en ese caso podría inventarse que era un viejo amigo suyo buscándolo.
Aceleró, pasando por encima de la cubierta destrozada e inclinada de un barco y usándola de rampa para dar un salto con la moto. Tras unos segundos en el aire, cayó pesadamente sobre el suelo de nuevo. Aquel lugar era demasiado irregular, y no podía acelerar al máximo. Desventajas de estar en una isla hecha de barcos. Sólo había estado en otra ocasión allí, el día que se encontró por primera vez con su primo Asder, pero gracias a ello sabía que en la isla había algunos poblados. Estaba buscando alguno para poder comprar lo que necesitaba, y de paso comer algo caliente. Estaba harto de tomar conservas y productos de larga duración. Lo malo era que llevaba ya un par de horas dando vueltas y no encontraba nada, y para más inri tenía que andarse con ojo para evitar huecos entre los barcos y no caerse al mar. No le apetecía quedarse sin moto.
Mientras avanzaba, vio una figura en la lejanía. Un caminante. Bien, podría preguntarle si sabía de algún pueblo cerca. En circunstancias normales evitaría a toda costa cualquier contacto con otras persona, pero no le quedaba más remedio. La idea de que la moto se quedase sin combustible y tener que llevarla a cuestas no era nada agradable, aunque le sobrara la fuerza para hacerlo. De momento aun le quedaba bastante, pero no era cosa de arriesgarse. Se aproximó al hombre acelerando y frenó a un par de metros a su derecha, derrapando. Era un tipo joven, de pelo negro y vestido un poco descuidado, con ropas rotas. ¿Alguna clase de vagabundo o buscavidas, o simplemente se habría roto la ropa en algún accidente? Decidiendo olvidar el tema, comenzó a hablarle:
- Buenos días, joven. ¿No sabréis si por casualidad hay cerca algún asentamiento?
Aceleró, pasando por encima de la cubierta destrozada e inclinada de un barco y usándola de rampa para dar un salto con la moto. Tras unos segundos en el aire, cayó pesadamente sobre el suelo de nuevo. Aquel lugar era demasiado irregular, y no podía acelerar al máximo. Desventajas de estar en una isla hecha de barcos. Sólo había estado en otra ocasión allí, el día que se encontró por primera vez con su primo Asder, pero gracias a ello sabía que en la isla había algunos poblados. Estaba buscando alguno para poder comprar lo que necesitaba, y de paso comer algo caliente. Estaba harto de tomar conservas y productos de larga duración. Lo malo era que llevaba ya un par de horas dando vueltas y no encontraba nada, y para más inri tenía que andarse con ojo para evitar huecos entre los barcos y no caerse al mar. No le apetecía quedarse sin moto.
Mientras avanzaba, vio una figura en la lejanía. Un caminante. Bien, podría preguntarle si sabía de algún pueblo cerca. En circunstancias normales evitaría a toda costa cualquier contacto con otras persona, pero no le quedaba más remedio. La idea de que la moto se quedase sin combustible y tener que llevarla a cuestas no era nada agradable, aunque le sobrara la fuerza para hacerlo. De momento aun le quedaba bastante, pero no era cosa de arriesgarse. Se aproximó al hombre acelerando y frenó a un par de metros a su derecha, derrapando. Era un tipo joven, de pelo negro y vestido un poco descuidado, con ropas rotas. ¿Alguna clase de vagabundo o buscavidas, o simplemente se habría roto la ropa en algún accidente? Decidiendo olvidar el tema, comenzó a hablarle:
- Buenos días, joven. ¿No sabréis si por casualidad hay cerca algún asentamiento?
Ibarenko Vlassrova
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' ¿Hm? ¿Qué es ese sonido? ' Preguntó la cabeza de Iba. Éste, giró tal miembro de su cuerpo hacia la derecha, con la simple intención de averiguar de dónde se suponía que estaba viniendo tal...estruendoso sonido. En un primer momento, lo único que vio fue una especie de figura negra rápida, ¿acaso algún esclavo había sido liberado y logró escapar? De ser así, menuda suerte, porque entre el mafioso y el posible impacto de la marina en la isla, intentar salir de aquí siendo buscado, era algo bastante...difícil. Lo gracioso es que, el tipo que se paró a su derecha, ni era esclavo, ni era persona. Sólo un conjunto de trapos manchados por la suciedad de la isla, y azotados con la furia de un viento desafiado por la máquina del hombre.
¿Otra persona que quería hablar? ¿Por qué la gente no intentaba buscar otros métodos con los que poder comunicarse? Algún tipo de mensajería o algo, al fin y al cabo, cumple la misma función, y evita menos problemas embarazosos...tal y como ocurría con el joven Vlassrova. - Pu-pueblo...no, sa-sabría dec-cir...- Comentó con su característico tono de voz torpe, forzado y para nada agradable. - Ex-extranjero, como t-tú. -, ' Vamos Ibarenko Vlassrova, hostia, ¿te han comido la lengua el gato? ' Se decía así mismo.
Como veía que, el hablar, era algo que no iba ser muy útil, ni agradable para su receptor, optó por coger un palo próximo a él. Cerca de su figura, había lo que parecía ser un poco de barro, así que dibujó un monigote bastante simplón y lleno de interrogaciones. Perfecto. El niño se había hecho artista. Al menos, confiaba en que el motero entendiera que no lo tenía muy claro.
Es curioso. ¿Por qué Ibarenko no se notaba tan alterado como de costumbre? Bueno. Para los que no lo sepan, Ibarenko suele tratarse de una persona bastante 'hueca', es cierto que en ocasiones muestra algo de emociones, pero ese preciso instante, lo que mejor podía aparentar era eso, un vagabundo perdido que no sabía dónde debería ir, o si quiera, dónde estaba.
¿Otra persona que quería hablar? ¿Por qué la gente no intentaba buscar otros métodos con los que poder comunicarse? Algún tipo de mensajería o algo, al fin y al cabo, cumple la misma función, y evita menos problemas embarazosos...tal y como ocurría con el joven Vlassrova. - Pu-pueblo...no, sa-sabría dec-cir...- Comentó con su característico tono de voz torpe, forzado y para nada agradable. - Ex-extranjero, como t-tú. -, ' Vamos Ibarenko Vlassrova, hostia, ¿te han comido la lengua el gato? ' Se decía así mismo.
Como veía que, el hablar, era algo que no iba ser muy útil, ni agradable para su receptor, optó por coger un palo próximo a él. Cerca de su figura, había lo que parecía ser un poco de barro, así que dibujó un monigote bastante simplón y lleno de interrogaciones. Perfecto. El niño se había hecho artista. Al menos, confiaba en que el motero entendiera que no lo tenía muy claro.
Es curioso. ¿Por qué Ibarenko no se notaba tan alterado como de costumbre? Bueno. Para los que no lo sepan, Ibarenko suele tratarse de una persona bastante 'hueca', es cierto que en ocasiones muestra algo de emociones, pero ese preciso instante, lo que mejor podía aparentar era eso, un vagabundo perdido que no sabía dónde debería ir, o si quiera, dónde estaba.
Lion D. Karl
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El tipo debía ser algo más joven de lo que aparentaba, pues se debió llevar un buen susto por su apariencia y comenzó a tartamudear. Sus balbuceos le hicieron perder la paciencia, al ver venir ya cuál iba a ser su respuesta pero tener que esperar a que terminara de hablar. De repente dijo con más tartamudeos que era extranjero, y empleando un cacho de madera comenzó a dibujar algo sobre... ¿barro? ¿Qué hacía un montón de barro sobre una isla hecha de barcos? En todo caso, aquello no era lo más extraño. El hombre había hecho un monigote y lo había rodeado de interrogaciones. ¿Qué manera de comunicarse era esa? Menudo tío más raro. A lo mejor estaba mal de la cabeza.
- Vale... gracias de todos modos.
Aceleró sin pensárselo dos veces y se alejó a toda velocidad. Como antes, se pasó buena parte del tiempo teniendo que hacer cabriolas y virguerías varias para evitar estrellarse contra algo o caer al mar. Tenía suerte de que aquella máquina tuviese muy buena suspensión y fuese bastante resistente en general, o ya la hubiera estropeado hacía rato. Al cabo de un rato vio sobre la cubierta de un barco particularmente grande, sobre la cuál había una serie de estructuras de madera que difícilmente podían ser consideradas edificios. Comenzó a decelerar y subió por una rampa, llegando al "poblado." Había gente de todo tipo, en general marineros, viajeros y algunos tipos de peor calaña. Se bajó de la moto y apagó el motor, caminando al lado de esta y llevándola por el manillar. Entonces vio lo que parecía una taberna, una chabola con un letrero hecho con tablas sueltas en el que ponía "El cuenco de algas."
- Menudo nombre... espero que la cerveza no sepa salada o me preocuparé seriamente - murmuró para sí.
Junto a la entrada había un tipo apoyado contra la pared, fumando un cigarro. Karl se le acercó y colocó la moto junto a él, colocando la pata de cabra.
- Eh, compañero ¿vas a moverte de aquí? Si me vigilas mi moto te pagaré e invitaré a una ronda. ¿Hace?
El tipo se encogió de hombros y dijo:
- Tampoco es como si tuviera nada mejor que hacer...
Entró en el lugar, encontrándose una estancia bastante menos cutre de lo que se había esperado. No estaba abarrotado, pero había un buen número de personas de todo tipo. En una esquina había un tablón de anuncios, y la mayor parte de la gente parecía ir armada o como mínimo haber participado en unas cuantas peleas. ¿Una taberna de aventureros? Bueno, sería un buen lugar para pedir indicaciones. Se acercó a la barra y llamó la atención del tabernero con un gesto de la mano. Este también parecía un hombre curtido.
- ¿Qué va a ser?
- Una jarra de cerveza, e información. Necesito saber un buen sitio en este lugar para comprar provisiones para un largo viaje y combustible.
El hombre se quedó callado un momento, pensativo.
- Puedo decirte un par de sitios donde te darán carne en salazón y otras conservas, pero el combustible es más complicado.
En fin, todo era cuestión de presionar, y Karl tenía un as en la manga.
- Hagamos un trato. Si animo un poco el ambiente en este sitio tocando mi guitarra, me ayudarás con el tema del combustible. Seguro que conoces a alguien que pueda conseguirlo.
Mientras hacía todo esto, mantuvo su mantra activado y atento al tipo que guardaba su moto. Si notaba que le pasaba algo o que se iba, sabría que tendría que salir a arreglar un par de caras. Al final el tabernero aceptó el trató, así que se sacó la guitarra de la funda y se sentó en una silla, acomodándose. Se puso a afinar, y tras probar un par de acordes para ir calentando y comprobando que funcionaba correctamente, carraspeó para aclararse la garganta y le dio un trago a su cerveza. Entonces comenzó a tocar una canción, cantaba una historia sobre cómo un tirano que aterrorizaba a un pueblo fue derrotado por un hombre que había jurado vengarse de él. Era muy emotiva, y para Karl tenía un significado bastante especial.
- Vale... gracias de todos modos.
Aceleró sin pensárselo dos veces y se alejó a toda velocidad. Como antes, se pasó buena parte del tiempo teniendo que hacer cabriolas y virguerías varias para evitar estrellarse contra algo o caer al mar. Tenía suerte de que aquella máquina tuviese muy buena suspensión y fuese bastante resistente en general, o ya la hubiera estropeado hacía rato. Al cabo de un rato vio sobre la cubierta de un barco particularmente grande, sobre la cuál había una serie de estructuras de madera que difícilmente podían ser consideradas edificios. Comenzó a decelerar y subió por una rampa, llegando al "poblado." Había gente de todo tipo, en general marineros, viajeros y algunos tipos de peor calaña. Se bajó de la moto y apagó el motor, caminando al lado de esta y llevándola por el manillar. Entonces vio lo que parecía una taberna, una chabola con un letrero hecho con tablas sueltas en el que ponía "El cuenco de algas."
- Menudo nombre... espero que la cerveza no sepa salada o me preocuparé seriamente - murmuró para sí.
Junto a la entrada había un tipo apoyado contra la pared, fumando un cigarro. Karl se le acercó y colocó la moto junto a él, colocando la pata de cabra.
- Eh, compañero ¿vas a moverte de aquí? Si me vigilas mi moto te pagaré e invitaré a una ronda. ¿Hace?
El tipo se encogió de hombros y dijo:
- Tampoco es como si tuviera nada mejor que hacer...
Entró en el lugar, encontrándose una estancia bastante menos cutre de lo que se había esperado. No estaba abarrotado, pero había un buen número de personas de todo tipo. En una esquina había un tablón de anuncios, y la mayor parte de la gente parecía ir armada o como mínimo haber participado en unas cuantas peleas. ¿Una taberna de aventureros? Bueno, sería un buen lugar para pedir indicaciones. Se acercó a la barra y llamó la atención del tabernero con un gesto de la mano. Este también parecía un hombre curtido.
- ¿Qué va a ser?
- Una jarra de cerveza, e información. Necesito saber un buen sitio en este lugar para comprar provisiones para un largo viaje y combustible.
El hombre se quedó callado un momento, pensativo.
- Puedo decirte un par de sitios donde te darán carne en salazón y otras conservas, pero el combustible es más complicado.
En fin, todo era cuestión de presionar, y Karl tenía un as en la manga.
- Hagamos un trato. Si animo un poco el ambiente en este sitio tocando mi guitarra, me ayudarás con el tema del combustible. Seguro que conoces a alguien que pueda conseguirlo.
Mientras hacía todo esto, mantuvo su mantra activado y atento al tipo que guardaba su moto. Si notaba que le pasaba algo o que se iba, sabría que tendría que salir a arreglar un par de caras. Al final el tabernero aceptó el trató, así que se sacó la guitarra de la funda y se sentó en una silla, acomodándose. Se puso a afinar, y tras probar un par de acordes para ir calentando y comprobando que funcionaba correctamente, carraspeó para aclararse la garganta y le dio un trago a su cerveza. Entonces comenzó a tocar una canción, cantaba una historia sobre cómo un tirano que aterrorizaba a un pueblo fue derrotado por un hombre que había jurado vengarse de él. Era muy emotiva, y para Karl tenía un significado bastante especial.
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' Molesto. ' Dijo su mente cuando se fue aquel motero. Había una gran cantidad de cosas que odiaba en sus tierras, pero ahora, había encontrado una nueva. En fin, qué se le podía hacer, al menos ahora sabía que ese caballero también andaba por la isla.
- Caminemos pues... - Susurró. Y con sus palabras, dio comienzo a una marcha hacia cualquier lugar, no le importaba si era un pueblo abandonado, como si encontraba la barcaza en la que estaba Kaworu. Sólo quería irse. Pero parece que el destino, no estaba conforme. ' Ahora qué... ' Pensó Iba. Llevaba ya un buen rato caminando, y lo único con lo que fue recompensado fue con un barco más grande que la media...y parecía habitable. ¿Eso...es habitable acaso? Es decir, ¿la gente no había muerto ya? Que curioso, se nota que son calaña de la resistente... En fin, será interesante ver qué oculta tras de sí.
Poco a poco fue caminando hasta subir la rampa. ¿A su derecha? Gente. ¿A su izquierda? Más gente. ¿Delante?, un tipo vigilando la moto de alguien. ' ¿Cómo es posible? ' Pensó por la sorpresa. Parecía que alguien había querido que se volvieran a encontrar. El problema es que, a diferencia de la anterior reunión, ahora era un sitio vistoso, donde no pasó desapercibido, pues poco a poco, la gente fue reuniéndose alrededor de Iba. Susurraban cosas como: Quién era; Qué hacía allí; o incluso Comida. Sin embargo, Iba mantuvo la compostura e intentó hacerse un hueco entre la multitud para salir. No lo quisieron.
- Eh, niñita.- Dijo uno. - ¿Llevas algo debajo de la falda, o sólo es por decorar? -
Aquello cabreó a Ibarenko, y bastante, ya que, sí, es cierto que por el pelo largo y lo delicado que mostraba ser su cuerpo podría ser confundido, pero, de ahí a decir que era una chica, y encima en ese tono burlón, el odio hacia el productor de tal mensaje crecía con gran velocidad.
- ¿Acaso no sabes hablar, o te asusta ver a tantos hombres como nosotros? - Volvió a decir el mismo.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Ibarenko, aprovechando que su 'túnica' ocultaba el torso y sus estucheras, fue extendiendo sus manos hacia la cerradura de éstas, con el fin de abrirlas. - ¿Quieres verme bailar, caballero? - Dijo con una volumen de voz bastante bajo, casi insonoro.
- ¿Dijiste algo niñita? - Repitió, mientras extendía su brazo hacia la capucha de Ibarenko. Eso sí que no lo permitiría. No dejaría que un mierdas como él le fuera a hacer algo con él, pues antes de si quiera intentarlo, una daga salió de las ropas del Vlassrova, directo a su yugular. - ¿No puede hablar caballero? - Dijo con sarcasmo. Ahora todos estaban alterados, algunos intentaron sacar sus armas, pero antes de desenfundarlas, otros cuchillos se fueron clavando en diferentes zonas: ojos, pecho, incluso los que se clavaban en el estómago efectuaban aperturas de tales zonas. Los que no querían hacer nada, por miedo de lo que estaba ocurriendo apenas sufrieron daño, como mucho, vieron como algo les tiraba de sus prendas de metal, es decir, pendientes, cadenas o similares.
En escasos segundos, un joven había logrado poner a sus pies a algunos guerreros que quisieron...abusar, sería el término correcto, de él, y ello no tendría lugar. No obstante, la tensión era demasiado palpable en el ambiente. A la mínima bajada de guardia, alguno de esos señores intentaría atacar contra él, motivo por el que decidió seguir en esa posición, rodeado de los cadáveres, y de los próximos a la muerte, y con tres de los diez cuchillos que tenía, levitando en el aire. ¿Brujería acaso? Prefería que tuvieran miedo por brujo, que valor por materialismo.
- Caminemos pues... - Susurró. Y con sus palabras, dio comienzo a una marcha hacia cualquier lugar, no le importaba si era un pueblo abandonado, como si encontraba la barcaza en la que estaba Kaworu. Sólo quería irse. Pero parece que el destino, no estaba conforme. ' Ahora qué... ' Pensó Iba. Llevaba ya un buen rato caminando, y lo único con lo que fue recompensado fue con un barco más grande que la media...y parecía habitable. ¿Eso...es habitable acaso? Es decir, ¿la gente no había muerto ya? Que curioso, se nota que son calaña de la resistente... En fin, será interesante ver qué oculta tras de sí.
Poco a poco fue caminando hasta subir la rampa. ¿A su derecha? Gente. ¿A su izquierda? Más gente. ¿Delante?, un tipo vigilando la moto de alguien. ' ¿Cómo es posible? ' Pensó por la sorpresa. Parecía que alguien había querido que se volvieran a encontrar. El problema es que, a diferencia de la anterior reunión, ahora era un sitio vistoso, donde no pasó desapercibido, pues poco a poco, la gente fue reuniéndose alrededor de Iba. Susurraban cosas como: Quién era; Qué hacía allí; o incluso Comida. Sin embargo, Iba mantuvo la compostura e intentó hacerse un hueco entre la multitud para salir. No lo quisieron.
- Eh, niñita.- Dijo uno. - ¿Llevas algo debajo de la falda, o sólo es por decorar? -
Aquello cabreó a Ibarenko, y bastante, ya que, sí, es cierto que por el pelo largo y lo delicado que mostraba ser su cuerpo podría ser confundido, pero, de ahí a decir que era una chica, y encima en ese tono burlón, el odio hacia el productor de tal mensaje crecía con gran velocidad.
- ¿Acaso no sabes hablar, o te asusta ver a tantos hombres como nosotros? - Volvió a decir el mismo.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Ibarenko, aprovechando que su 'túnica' ocultaba el torso y sus estucheras, fue extendiendo sus manos hacia la cerradura de éstas, con el fin de abrirlas. - ¿Quieres verme bailar, caballero? - Dijo con una volumen de voz bastante bajo, casi insonoro.
- ¿Dijiste algo niñita? - Repitió, mientras extendía su brazo hacia la capucha de Ibarenko. Eso sí que no lo permitiría. No dejaría que un mierdas como él le fuera a hacer algo con él, pues antes de si quiera intentarlo, una daga salió de las ropas del Vlassrova, directo a su yugular. - ¿No puede hablar caballero? - Dijo con sarcasmo. Ahora todos estaban alterados, algunos intentaron sacar sus armas, pero antes de desenfundarlas, otros cuchillos se fueron clavando en diferentes zonas: ojos, pecho, incluso los que se clavaban en el estómago efectuaban aperturas de tales zonas. Los que no querían hacer nada, por miedo de lo que estaba ocurriendo apenas sufrieron daño, como mucho, vieron como algo les tiraba de sus prendas de metal, es decir, pendientes, cadenas o similares.
En escasos segundos, un joven había logrado poner a sus pies a algunos guerreros que quisieron...abusar, sería el término correcto, de él, y ello no tendría lugar. No obstante, la tensión era demasiado palpable en el ambiente. A la mínima bajada de guardia, alguno de esos señores intentaría atacar contra él, motivo por el que decidió seguir en esa posición, rodeado de los cadáveres, y de los próximos a la muerte, y con tres de los diez cuchillos que tenía, levitando en el aire. ¿Brujería acaso? Prefería que tuvieran miedo por brujo, que valor por materialismo.
Lion D. Karl
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La canción tuvo en general buena acogida. Si bien había perdido algo de su toque como músico y ya no lograba entusiasmar a la gente como antes, los clientes de la taberna respondieron con ovaciones y golpes con las jarras en las mesas al concluir este de tocar. Un hombre incluso se acercó a invitarle a una ronda, que Karl aceptó encantado. A nadie parecía preocuparle ni extrañarle el hecho de que fuese totalmente tapado y que sólo se retirase la tela del rostro lo justo para poder beber. Bueno, tenía sentido. Aquel lugar no era precisamente un club de fans del Gobierno, si bien tampoco parecían revolucionarios. Contento y satisfecho ahora que se había ganado una jarra gratis, comenzó con la siguiente canción con algo más de ánimo. La siguiente la había escogido teniendo en cuenta su audiencia, y era una marinera con una letra bastante obscena. Su público la recibió con risas, palmas y gente coreándola. Sin embargo, cuando estaba repitiendo el estribillo por tercera vez, algunos de los que estaban más cerca de la entrada comenzaron a asomarse y salir al exterior. Al cabo de unos segundos, una buena parte de la taberna se había vaciado, y los que quedaban dentro empezaban a retirarse para ver qué ocurría fuera. Tras intercambiar una mirada de duda con el tabernero, dejó de tocar y salió al exterior. No le costó abrirse paso entre la multitud gracias a su corpulencia y altura. Hizo una breve parada junto a su moto, y luego avanzó hasta la primera fila de curiosos.
- ¿Qué pasa aquí? - le preguntó a un tipo con pinta de mercenario.
- No lo tengo muy claro, pero al parecer ese chaval acaba de apuñalar a varios hombres. Me sorprendería de la destreza que tiene para su juventud, pero empleando trucos sucios como ese, cualquiera puede hacer proezas.
Entonces se fijó en lo que estaban contemplando el resto: un grupo de cuerpos ensangrentados tirados en el suelo, algunos aun moribundos y soltando lamentos agónicos y otros inmóviles. En medio de la dantesca escena estaba un chico joven, de pelo negro... espera, era el que se había encontrado antes. Junto a él levitaban tres cuchillos sin que hubiese nada en apariencia que los sostuviera. Así que ese era el truco que había mencionado el hombre... ahora la pregunta era, ¿sería una técnica de energía o una akuma no mi? En todo caso, no era algo particulamente raro. Había visto habilidades mucho más raras en otras ocasiones, como la tipa del Gorosei capaz de adquirir partes de diferentes animales. Sin embargo, en su condición actual hasta un poder como aquel podría resultarle un problema. "Si al menos hubiese recuperado la habilidad de emplear el Advanced Sokudan, alguien así no me supondría ningún problema." En fin, aquello no le concernía de todos modos, pero no le gustaba que le estropearan las funciones. Cerró los ojos y concentró toda su fuerza de voluntad sobre el chico, pretendiendo avasallarlo con su mera presencia. La cubierta del barco retembló y crujió, y se agrietó en torno al él cuando liberó su haki del rey. La multitud a su alrededor, a pesar de que no eran objetivos de este, sintió la onda y se apartaron de él. Al instante se hizo el silencio en el lugar, quedando el público intimidado y desconcertado. Sin embargo, su presencia no había surtido el efecto que deseaba en el chico. "Mierda... aun no he recuperado suficiente poder."
- ¡Eh, tú! ¡Si te encargas de ese alborotador te conseguiré lo que buscabas! - le gritó el tabernero.
Bueno, ahora tenía un motivo para luchar. Con un suspiro se crujió el cuello y avanzó un par de pasos hacia el moreno.
- Lo siento chico, no tengo nada contra ti. Si te largas de este lugar ahora mismo, no te haré nada. Y créeme, no te conviene luchar.
Acto seguido alzó los brazos, colocándose en guardia y con su haki de observación centrado en su oponente. Esperaba no tener que luchar, pues aunque sabía que podía ganar, no quería recurrir a sus técnicas más características. Eran demasiado reconocibles y llamativas, y si había alguien inapropiado mirando estaría en problemas. En otro caso no hubiese tenido problemas en plantarse frente a él con un Lightning Shadow y noquearlo de un golpe, pero aquella técnica era precisamente la que le había llevado a ganarse uno de sus apodos. Era demasiado sencilla de identificar, y nadie más la dominaba dado que había sido una invención suya. "Tendré que evitar en la medida de lo posible emplear movimientos del Sokudan, y tal vez limitarme a emplear los Caminos para potenciar mi cuerpo." En fin, no por nada había sido aclamado como Mejor Luchador de los Siete Mares, y aunque eso hubiese sido antes de morir y perder su antiguo poder, seguía conservando su experiencia. No iba a dejarse matar allí por un chiquillo.
- ¿Qué pasa aquí? - le preguntó a un tipo con pinta de mercenario.
- No lo tengo muy claro, pero al parecer ese chaval acaba de apuñalar a varios hombres. Me sorprendería de la destreza que tiene para su juventud, pero empleando trucos sucios como ese, cualquiera puede hacer proezas.
Entonces se fijó en lo que estaban contemplando el resto: un grupo de cuerpos ensangrentados tirados en el suelo, algunos aun moribundos y soltando lamentos agónicos y otros inmóviles. En medio de la dantesca escena estaba un chico joven, de pelo negro... espera, era el que se había encontrado antes. Junto a él levitaban tres cuchillos sin que hubiese nada en apariencia que los sostuviera. Así que ese era el truco que había mencionado el hombre... ahora la pregunta era, ¿sería una técnica de energía o una akuma no mi? En todo caso, no era algo particulamente raro. Había visto habilidades mucho más raras en otras ocasiones, como la tipa del Gorosei capaz de adquirir partes de diferentes animales. Sin embargo, en su condición actual hasta un poder como aquel podría resultarle un problema. "Si al menos hubiese recuperado la habilidad de emplear el Advanced Sokudan, alguien así no me supondría ningún problema." En fin, aquello no le concernía de todos modos, pero no le gustaba que le estropearan las funciones. Cerró los ojos y concentró toda su fuerza de voluntad sobre el chico, pretendiendo avasallarlo con su mera presencia. La cubierta del barco retembló y crujió, y se agrietó en torno al él cuando liberó su haki del rey. La multitud a su alrededor, a pesar de que no eran objetivos de este, sintió la onda y se apartaron de él. Al instante se hizo el silencio en el lugar, quedando el público intimidado y desconcertado. Sin embargo, su presencia no había surtido el efecto que deseaba en el chico. "Mierda... aun no he recuperado suficiente poder."
- ¡Eh, tú! ¡Si te encargas de ese alborotador te conseguiré lo que buscabas! - le gritó el tabernero.
Bueno, ahora tenía un motivo para luchar. Con un suspiro se crujió el cuello y avanzó un par de pasos hacia el moreno.
- Lo siento chico, no tengo nada contra ti. Si te largas de este lugar ahora mismo, no te haré nada. Y créeme, no te conviene luchar.
Acto seguido alzó los brazos, colocándose en guardia y con su haki de observación centrado en su oponente. Esperaba no tener que luchar, pues aunque sabía que podía ganar, no quería recurrir a sus técnicas más características. Eran demasiado reconocibles y llamativas, y si había alguien inapropiado mirando estaría en problemas. En otro caso no hubiese tenido problemas en plantarse frente a él con un Lightning Shadow y noquearlo de un golpe, pero aquella técnica era precisamente la que le había llevado a ganarse uno de sus apodos. Era demasiado sencilla de identificar, y nadie más la dominaba dado que había sido una invención suya. "Tendré que evitar en la medida de lo posible emplear movimientos del Sokudan, y tal vez limitarme a emplear los Caminos para potenciar mi cuerpo." En fin, no por nada había sido aclamado como Mejor Luchador de los Siete Mares, y aunque eso hubiese sido antes de morir y perder su antiguo poder, seguía conservando su experiencia. No iba a dejarse matar allí por un chiquillo.
Ibarenko Vlassrova
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Y una vez más, Ibarenko Vlassrova, apodado a sí mismo como The Black Ligthing, volvía a cabrear a una aldea, villa o poblado, a saber cómo se llamaban a sí mismos. Ya era algo habitual en su vida, el hecho de contar con sangre en sus recuerdos desde que comenzó a ser consciente de sus actos. Apenas había diversidad, ni un poco de felicidad desde que salió de su hogar de nacimiento, ni cariño, o por lo menos, que él recordara. En fin, pensar en eso no era más que una distracción, y la situación no estaba muy a favor de distracciones como esas. Al fin y al cabo, había motero que tenía ganas de incrementar la marcha.
- No prestas atención a todos los detalles, Motero, es más, se te olvidan algunos de estos. Cuando mires al escenario, no busques sólo a los actores. - Vaya. Dos oraciones seguidas y sin tartamudear, acompañadas de seriedad, firmeza y falta de pavor en ellas. ¿Acaso habían dado un golpe en la cabeza a aquel chico? Por suerte, no. En ese sentido, Ibarenko era especial, por el simple hecho de que cuando la sangre está presente en los escenarios, su único sentimiento, el de matar, fluye por su cuerpo, liberándolo de cualquier tipo de presión mental a la que continuamente se auto-imponía. Incluso se llegaba a sorprender él mismo de sus cambios de ser. - No tengo nada contra ti, sino contra ellos. Échate a un lado, y yo me encargaré de hacerles ver el reflejo de su miedo en mis cuchillos. - Volvió a decir.
Parecía que no quiso moverse. Es más, se preparó para enfrentarse a él, algo que le sorprendió, ¿por qué? Porque el anterior movimiento, aquel que logró hacer que se tambalease de forma leve, le hizo ser consciente de lo que tenía delante no era un simple luchador, sino que era algo más...algo superior incluso a él, pero que, por motivos varios, había llegado a parar a un sitio tan insignificante como tal isla. ¿Ocultaba algo, o es que solamente era un chico en potencia? Eso le daba curiosidad a Ibarenko, e interés, de ahí que quiso experimentar con él.
- Veo que no...bueno, que sea leve. - Susurró al ver su oposición a la retirada. Iba extendió su mano derecha fuera de la túnica, para llevarla hasta el hombro izquierdo. Agarró la túnica que portaba y la lanzó contra la cubierta, dejando ver el verdadero físico de Ibarenko: ropas ajustadas, dos estucheras abiertas, guantes etc. Algunos de los que antes intentaron 'violarle' se sorprendieron al ver que era un hombre que, a diferencia de ellos, sujetaba con su poder tres cuchillos en el aire. Ahora la situación sí que era cómoda. Dos guerreros, un público que poco a poco se iba alejando de tal zona para dejar luchar a tales seres humanos y, como elemento extra, el agua del mar. Quien cayera al mar, sería derrotado, y posiblemente lo tendría difícil para escapar. La pregunta era...¿quién pondría fin a todo?
- Adelante. -
- No prestas atención a todos los detalles, Motero, es más, se te olvidan algunos de estos. Cuando mires al escenario, no busques sólo a los actores. - Vaya. Dos oraciones seguidas y sin tartamudear, acompañadas de seriedad, firmeza y falta de pavor en ellas. ¿Acaso habían dado un golpe en la cabeza a aquel chico? Por suerte, no. En ese sentido, Ibarenko era especial, por el simple hecho de que cuando la sangre está presente en los escenarios, su único sentimiento, el de matar, fluye por su cuerpo, liberándolo de cualquier tipo de presión mental a la que continuamente se auto-imponía. Incluso se llegaba a sorprender él mismo de sus cambios de ser. - No tengo nada contra ti, sino contra ellos. Échate a un lado, y yo me encargaré de hacerles ver el reflejo de su miedo en mis cuchillos. - Volvió a decir.
Parecía que no quiso moverse. Es más, se preparó para enfrentarse a él, algo que le sorprendió, ¿por qué? Porque el anterior movimiento, aquel que logró hacer que se tambalease de forma leve, le hizo ser consciente de lo que tenía delante no era un simple luchador, sino que era algo más...algo superior incluso a él, pero que, por motivos varios, había llegado a parar a un sitio tan insignificante como tal isla. ¿Ocultaba algo, o es que solamente era un chico en potencia? Eso le daba curiosidad a Ibarenko, e interés, de ahí que quiso experimentar con él.
- Veo que no...bueno, que sea leve. - Susurró al ver su oposición a la retirada. Iba extendió su mano derecha fuera de la túnica, para llevarla hasta el hombro izquierdo. Agarró la túnica que portaba y la lanzó contra la cubierta, dejando ver el verdadero físico de Ibarenko: ropas ajustadas, dos estucheras abiertas, guantes etc. Algunos de los que antes intentaron 'violarle' se sorprendieron al ver que era un hombre que, a diferencia de ellos, sujetaba con su poder tres cuchillos en el aire. Ahora la situación sí que era cómoda. Dos guerreros, un público que poco a poco se iba alejando de tal zona para dejar luchar a tales seres humanos y, como elemento extra, el agua del mar. Quien cayera al mar, sería derrotado, y posiblemente lo tendría difícil para escapar. La pregunta era...¿quién pondría fin a todo?
- Adelante. -
Lion D. Karl
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Así que el chico sabía hablar, ¿eh? Era un buen actor entonces. Lo había engañado totalmente en su anterior encuentro. El aparentemente temeroso joven era en realidad un asesino sin piedad. En todo caso, no iba a apartarse y permitirle matar a aquella gente. No porque le interesase particularmente salvaguardar las vidas de aquellas personas, si bien no le hacía gracia que se dedicara a asesinar a su público, si no por negocios. ¿Luchar y a cambio conseguir el combustible? Le parecía un trato mucho más que aceptable; él adoraba pelear y más aun si era un desafío interesante como en aquel caso. En todo caso, le tocaba aclarar un detalle con el tabernero.
- Ya has visto lo que este hombre es capaz de hacer. Si le echo, me pagarás tú el combustible para mi transporte.
Acto seguido volvió a encararse al chico, atento a todos sus movimientos. Parecía no tener aun intención de atacar, pero aun así se mantuvo alerta. No sólo hubiese sido una completa estupidez no hacerlo sólo porque el combate no hubiera empezado, si no porque los combatientes a cuchillo solían aprovecharse de los descuidos del oponente y jugar al subterfugio y a fintar. Cierto era que aquello era generalizar, pero era algo muy corriente y convenía tenerlo muy en cuenta. Al fin y al cabo, de momento carecía de más datos sobre él. Esbozó una sonrisa de emoción, que quedó oculta bajo la tela que cubría su rostro. Aquello era como en los viejos tiempos, cuando cualquier combate podía llegar a ser desafiante.
- Un buen guerrero da su nombre antes de combatir - dijo Karl, con seriedad - ya que cada combate puede ser el último, y es apropiado que tu enemigo sepa el nombre de la persona que lo mató. Puedes llamarme Henry.
A pesar de que solía llevar muy a rajatabla la norma de presentarse antes de combatir, ni eso le haría desvelar su nombre real. Al fin y al cabo, aun no era hora de desvelar al mundo que seguía vivo. Con un rápido gesto se arrancó el abrigo negro que lo cubría, mostrándose ante su enemigo. A parte de por el rostro, que seguía cubierto (al retirarse la capucha quedó al descubierto un gorro negro que cubría la mitad superior de su cabeza, quedando sólo los ojos al descubierto), ahora se le podía ver bien, pues iba vestido sólo con unos pantalones holgados y un chaleco corto abierto, que dejaba su torso al descubierto. Era impresionantemente musculoso, de piel morena y estaba cubierto de cicatrices de todo tipo. Flexionó los brazos y los extendió hacia los lados, para acto seguido comenzar a correr hacia el joven.
- ¡Karada no Ken! - gritó, en cuanto estuvo a escaso metro y medio de él.
De repente sus antebrazos brillaron en un tono rojizo y aparecieron filos de energía que recorrían los bordes de este desde el codo hasta los dedos, convirtiendo sus extremidades en espadas. Imbuyó ambas en haki al momento para aumentar su fuerza y aminorar el dolor que pudiera causarle impactar mal. Fintó una carga de frente para de repente lanzarse hacia su derecha, esquivando algún posible contraataque con los cuchillos y tratando confundir a su rival, para luego lanzarse por su flanco tratando de darle una "estocada" con el brazo izquierdo al costado. Inmediamente avanzó un paso más colocándose casi pegado a él mientras alzaba el brazo derecho, tratando de lanzar un devastador golpe descendente. Con su inhumana fuerza, si el chico no intentaba esquivar aquel golpe, posiblemente le destrozaría el cráneo.
- Ya has visto lo que este hombre es capaz de hacer. Si le echo, me pagarás tú el combustible para mi transporte.
Acto seguido volvió a encararse al chico, atento a todos sus movimientos. Parecía no tener aun intención de atacar, pero aun así se mantuvo alerta. No sólo hubiese sido una completa estupidez no hacerlo sólo porque el combate no hubiera empezado, si no porque los combatientes a cuchillo solían aprovecharse de los descuidos del oponente y jugar al subterfugio y a fintar. Cierto era que aquello era generalizar, pero era algo muy corriente y convenía tenerlo muy en cuenta. Al fin y al cabo, de momento carecía de más datos sobre él. Esbozó una sonrisa de emoción, que quedó oculta bajo la tela que cubría su rostro. Aquello era como en los viejos tiempos, cuando cualquier combate podía llegar a ser desafiante.
- Un buen guerrero da su nombre antes de combatir - dijo Karl, con seriedad - ya que cada combate puede ser el último, y es apropiado que tu enemigo sepa el nombre de la persona que lo mató. Puedes llamarme Henry.
A pesar de que solía llevar muy a rajatabla la norma de presentarse antes de combatir, ni eso le haría desvelar su nombre real. Al fin y al cabo, aun no era hora de desvelar al mundo que seguía vivo. Con un rápido gesto se arrancó el abrigo negro que lo cubría, mostrándose ante su enemigo. A parte de por el rostro, que seguía cubierto (al retirarse la capucha quedó al descubierto un gorro negro que cubría la mitad superior de su cabeza, quedando sólo los ojos al descubierto), ahora se le podía ver bien, pues iba vestido sólo con unos pantalones holgados y un chaleco corto abierto, que dejaba su torso al descubierto. Era impresionantemente musculoso, de piel morena y estaba cubierto de cicatrices de todo tipo. Flexionó los brazos y los extendió hacia los lados, para acto seguido comenzar a correr hacia el joven.
- ¡Karada no Ken! - gritó, en cuanto estuvo a escaso metro y medio de él.
De repente sus antebrazos brillaron en un tono rojizo y aparecieron filos de energía que recorrían los bordes de este desde el codo hasta los dedos, convirtiendo sus extremidades en espadas. Imbuyó ambas en haki al momento para aumentar su fuerza y aminorar el dolor que pudiera causarle impactar mal. Fintó una carga de frente para de repente lanzarse hacia su derecha, esquivando algún posible contraataque con los cuchillos y tratando confundir a su rival, para luego lanzarse por su flanco tratando de darle una "estocada" con el brazo izquierdo al costado. Inmediamente avanzó un paso más colocándose casi pegado a él mientras alzaba el brazo derecho, tratando de lanzar un devastador golpe descendente. Con su inhumana fuerza, si el chico no intentaba esquivar aquel golpe, posiblemente le destrozaría el cráneo.
- Técnicas y PUs:
- - Haki Armadura nvl. 1
- Haki Observación nvl. 1
- Karada no Ken [Manual Aceros]: Karl emplea su gran fuerza y su canalización de energía para cortar con sus extremidades.
Manual Aceros: Este manual enseña una técnica de condensación de energía en forma de filos cortantes. Esta técnica consiste en la creación de filos de energía en una extremidad, de la longitud de tu antebrazo (el antebrazo es la parte entre la muñeca y el codo más cercano a ésta), capaz de cortar hierro. Sin embargo nunca será capaz de igualar a un asesino en esta disciplina.
- PUs pasivos: x5 a fuerza y x5 a resistencia.
Ibarenko Vlassrova
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- Una pena pues... - Fueron las palabras previas a la comunicación de su nombre. Iba a decirlo, sí, pero lo que no iba a mostrar era un as que estaba preparando. ¿Cuál? Antes de que el joven montara la trifulca, es decir, en aquellos segundos previos al monólogo de los mercenarios, Ibarenko se fijó en que en un punto más alejado de la posición de su cuerpo, como a un metro o así, había diversos elementos de metal, como clavos o derivados, quizás porque estaban reconstruyendo algo, que podría ser de utilidad para él. Y parece que así, debido a que, cuando el que iba a ser su enemigo comenzó a presentarse, Ibarenko empezó a emplear su poder para poder atraerlo. Podíamos decir que sólo necesitaba tirar de él para que fuera directo hacia ellos, pues los que antes estaban a su alrededor se habían alejado con temor de salir mal parados en el combate.
De esta forma, e intentando mostrar, y sin apenas mostrar notable concentración, principalmente por el tamaño de éste utensilio, el clavo, comenzó a elevarlo. - Vlassrova... - Mencionó con una reverencia, a la par que este objeto se colocaba a la altura que deseaba. La pausa se alargó.
No terminó su mensaje, pues cuando presenció aquel grito de guerra, le colocó en estado de alerta, para que, en el momento en el que se fuera a abalanzar sobre él, Ibarenko pudiera dar un salto hacia atrás. Si la fuerza era la suficiente, podría recorrer distancia necesaria como para poder caer en el punto donde convergen el camino de entrada al barco, y la entrada del mismo. ¿Luego? Realizaría un salto a la dirección contraria al ataque hacia el costado, es decir, si atacaba al costado izquierdo de ibarenko, saltaría a la derecha, si no, a la opuesta, para acabar, fuera como fuese, sobre aquella barra en la que se solían anclar las cuerdas que fijaban lo que antes eran las velas. Aún quedaban restos de antaño barco como elementos decorativos, pero con falta de resistencia, únicamente para poder sujetarse y, como mucho, escalar por ellos o intentar caminar sobre estos. ¿Qué pasaba? Que si contaba con buena suerte, el enemigo estaría los segundos suficientes en la misma posición, pues Ibarenko estaba en frente y apenas tendría que girar, como para que el clavo fuese 'disparado' directo al omóplato derecho, con la punta apuntando para clavarse. - Ibarenko, Vlassrova. - Concluyó.
Un detalle a tener en cuenta, el clavo, por la punta...guardaba un regalo en la zona frontal. Con un poco de suerte, el tétanos llegaría a un nuevo usuario. Pero, ¿sólo acaba ahí? Al contrario, no había más que empezado. Explico. La estrategia era, como ya fue dicho, lanzar el clavo, sin embargo, no iba a una posición aleatoria. Su dirección estaba marcada en el omóplato ligado al brazo en descenso, por el simple hecho de que si lograba penetrar en éste, de la propia fuerza de bajada, inhumana como fue escrito por el contrario, sería generado un desgarro en tal zona que facilitaría la entrada del clavo hacia el interior de su cuerpo, dañando al mismo tiempo el nervio encontrado en ese área. En conjunto, sería generado un daño lo suficientemente poderoso como para hacer que el tipo se retorciera de dolor durante un buen tiempo, más los daños secundarios que traería ello consigo.
De esta forma, e intentando mostrar, y sin apenas mostrar notable concentración, principalmente por el tamaño de éste utensilio, el clavo, comenzó a elevarlo. - Vlassrova... - Mencionó con una reverencia, a la par que este objeto se colocaba a la altura que deseaba. La pausa se alargó.
No terminó su mensaje, pues cuando presenció aquel grito de guerra, le colocó en estado de alerta, para que, en el momento en el que se fuera a abalanzar sobre él, Ibarenko pudiera dar un salto hacia atrás. Si la fuerza era la suficiente, podría recorrer distancia necesaria como para poder caer en el punto donde convergen el camino de entrada al barco, y la entrada del mismo. ¿Luego? Realizaría un salto a la dirección contraria al ataque hacia el costado, es decir, si atacaba al costado izquierdo de ibarenko, saltaría a la derecha, si no, a la opuesta, para acabar, fuera como fuese, sobre aquella barra en la que se solían anclar las cuerdas que fijaban lo que antes eran las velas. Aún quedaban restos de antaño barco como elementos decorativos, pero con falta de resistencia, únicamente para poder sujetarse y, como mucho, escalar por ellos o intentar caminar sobre estos. ¿Qué pasaba? Que si contaba con buena suerte, el enemigo estaría los segundos suficientes en la misma posición, pues Ibarenko estaba en frente y apenas tendría que girar, como para que el clavo fuese 'disparado' directo al omóplato derecho, con la punta apuntando para clavarse. - Ibarenko, Vlassrova. - Concluyó.
Un detalle a tener en cuenta, el clavo, por la punta...guardaba un regalo en la zona frontal. Con un poco de suerte, el tétanos llegaría a un nuevo usuario. Pero, ¿sólo acaba ahí? Al contrario, no había más que empezado. Explico. La estrategia era, como ya fue dicho, lanzar el clavo, sin embargo, no iba a una posición aleatoria. Su dirección estaba marcada en el omóplato ligado al brazo en descenso, por el simple hecho de que si lograba penetrar en éste, de la propia fuerza de bajada, inhumana como fue escrito por el contrario, sería generado un desgarro en tal zona que facilitaría la entrada del clavo hacia el interior de su cuerpo, dañando al mismo tiempo el nervio encontrado en ese área. En conjunto, sería generado un daño lo suficientemente poderoso como para hacer que el tipo se retorciera de dolor durante un buen tiempo, más los daños secundarios que traería ello consigo.
Ibarenko Vlassrova
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Lion D. Karl
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A pesar de sus intentos por darle, todos sus ataques eran inútiles. Había sido incapaz de pillar con la guardia baja a Ibarenko, y este había hecho gala de una agilidad envidiable. "¿Es que va a limitarse a esquivar sin dar ni un golpe? Ni siquiera ha intentado contraatacar a mi carga con los cuchillos." De hecho, viendo que había visto venir su finta, ¿poseería alguna habilidad especial a parte de hacer levitar objetos? No debía bajar la guardia, pues viendo que había derrotado a un grupo de marineros en solitario, estaba claro que no era una persona del montón. Y no se equivocaba en que tramaba algo. Así como baja el brazo tras el último golpe fallido, sintió una intención hostil con su mantra y un ataque proveniente de su espalda. Los ojos de Karl destellaron en dorado, y un brillo rojo envolvió todo su cuerpo. Se giró a una velocidad muy superior a la que había demostrado antes, con los brazos formando una guardia frente al tronco, y entonces algo se clavó en su antebrazo izquierdo. Con un gruñido agarró el clavo y se lo arrancó, tirándolo a un lado. Miró a Ibarenko con el ceño fruncido, y le espetó:
- No me gusta la gente que ataca de manera tan sucia y rastrera.
Mierda... y pensar que había tenido que activar el Sexto y Séptimo Camino para enfrentarse a aquel novato. En el pasado no habría tenido que emplear ninguno de los Ocho para superar aquel desafío. "Ni siquiera detecté su ataque hasta que ya lo había lanzado. ¿Tan débil me he vuelto?" Aun encima parecía que esa mierda que le había tirado estaba oxidada. Sabía que cortarse con metales oxidados era peligroso y podía causar enfermedades, pero gracias a su Quinto Camino las podía evitar sin problemas. Apretó el puño izquierdo y concentró sus energías en la herida, activando su técnica Energías Renovadas. Un aura verde envolvió esta, y en un instante se cerró del todo.
- Chiquillo, yo he combatido en el Paraíso y el Nuevo Mundo. Un novato como tú no es rival para mi. Retírate o serás aniquilado.
De repente el cuerpo de Karl comenzó a cambiar. Sus músculos se contrajeron y volvieron más definidos, y en general se volvió más delgado y atlético. El brillo rojo de antes volvió, pero en lugar de ser un breve destello, se convirtió en una aureola que envolvió totalmente al luchador. Por último, sus ojos volvieron a brillar y las pupilas se volvieron doradas. Eran la combinación de su Segundo, Sexto y Séptimo Camino. El primero de ellos aumentaba su agilidad y velocidad, sacrificando una parte de su fuerza. Sin embargo, la pérdida de fuerza era totalmente compensada por los otros dos Caminos, que la aumentaban tanto que en conjunto la había hecho crecer a prácticamente el triple de su original. El Sexto Camino tenía el propósito de duplicar las aptitudes que otorgaban los demás, y el Séptimo aumentaba todas las habilidades físicas. Así pues, ahora era muchísimo más poderoso que antes, y estaba muy seguro de que superaba en todos los aspectos a Ibarenko. Ya no podía ganarle en agilidad, así que a menos que guardase algún truco bajo la manga, había perdido. Karl levantó la mano derecha, juntando los dedos pulgar y corazón y dijo:
- ¡Idai Yubi Kyoda!
El luchador chasqueó los dedos. Al instante se escuchó un clamido ensordecedor que aturdiría a todos los oyentes menos a él, seguido por una onda de choque en dirección al joven, con intención de desequilibrarle. Acto seguido corrió a por él a una velocidad digna de un atleta olímpico, y trató de impactarle un puñetazo en el estómago antes de que le diera tiempo a recuperar el equilibrio (o a caer). El golpe era tan fuerte que lo mandaría volando varios metros, y probablemente lo dejaría sin aliento. Tras realizar el movimiento, Karl retrocedió de un salto. Sus músculos volvieron a su estado anterior, al tiempo que tanto el aura como el brillo de sus ojos desaparecían. No quería abusar de aquellos poderes demasiado. Junto las palmas de sus manos e hizo una respiración profunda y lenta, buscando calmarse y bajar su ritmo cardíaco.
- Si me obligas a seguir combatiendo, no me contendré - le alertó.
- No me gusta la gente que ataca de manera tan sucia y rastrera.
Mierda... y pensar que había tenido que activar el Sexto y Séptimo Camino para enfrentarse a aquel novato. En el pasado no habría tenido que emplear ninguno de los Ocho para superar aquel desafío. "Ni siquiera detecté su ataque hasta que ya lo había lanzado. ¿Tan débil me he vuelto?" Aun encima parecía que esa mierda que le había tirado estaba oxidada. Sabía que cortarse con metales oxidados era peligroso y podía causar enfermedades, pero gracias a su Quinto Camino las podía evitar sin problemas. Apretó el puño izquierdo y concentró sus energías en la herida, activando su técnica Energías Renovadas. Un aura verde envolvió esta, y en un instante se cerró del todo.
- Chiquillo, yo he combatido en el Paraíso y el Nuevo Mundo. Un novato como tú no es rival para mi. Retírate o serás aniquilado.
De repente el cuerpo de Karl comenzó a cambiar. Sus músculos se contrajeron y volvieron más definidos, y en general se volvió más delgado y atlético. El brillo rojo de antes volvió, pero en lugar de ser un breve destello, se convirtió en una aureola que envolvió totalmente al luchador. Por último, sus ojos volvieron a brillar y las pupilas se volvieron doradas. Eran la combinación de su Segundo, Sexto y Séptimo Camino. El primero de ellos aumentaba su agilidad y velocidad, sacrificando una parte de su fuerza. Sin embargo, la pérdida de fuerza era totalmente compensada por los otros dos Caminos, que la aumentaban tanto que en conjunto la había hecho crecer a prácticamente el triple de su original. El Sexto Camino tenía el propósito de duplicar las aptitudes que otorgaban los demás, y el Séptimo aumentaba todas las habilidades físicas. Así pues, ahora era muchísimo más poderoso que antes, y estaba muy seguro de que superaba en todos los aspectos a Ibarenko. Ya no podía ganarle en agilidad, así que a menos que guardase algún truco bajo la manga, había perdido. Karl levantó la mano derecha, juntando los dedos pulgar y corazón y dijo:
- ¡Idai Yubi Kyoda!
El luchador chasqueó los dedos. Al instante se escuchó un clamido ensordecedor que aturdiría a todos los oyentes menos a él, seguido por una onda de choque en dirección al joven, con intención de desequilibrarle. Acto seguido corrió a por él a una velocidad digna de un atleta olímpico, y trató de impactarle un puñetazo en el estómago antes de que le diera tiempo a recuperar el equilibrio (o a caer). El golpe era tan fuerte que lo mandaría volando varios metros, y probablemente lo dejaría sin aliento. Tras realizar el movimiento, Karl retrocedió de un salto. Sus músculos volvieron a su estado anterior, al tiempo que tanto el aura como el brillo de sus ojos desaparecían. No quería abusar de aquellos poderes demasiado. Junto las palmas de sus manos e hizo una respiración profunda y lenta, buscando calmarse y bajar su ritmo cardíaco.
- Si me obligas a seguir combatiendo, no me contendré - le alertó.
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- Por poco. - Dijo su voz. Iba había saltado de aquel pequeño respaldo mencionado con anterioridad, para acabar una vez más sobre la cubierta del barco, esta vez, frente a una puerta que tendría que dar a algún tipo de establecimiento, por el tipo de cartel colocado en la parte superior. Había tenido éxito su ataque, si aquello podía denominarse como tal.
A pesar de que había introducido tal clavo en el cuerpo del enemigo, por como habló éste, y por los eventos que le sucedieron de forma posterior, no notó que hubiera tenido el éxito deseado. Eso dañó su amor propio, pues veía bastante fácil el que hubiera actuado todo como él deseaba. ¿Un exceso de confianza tal vez? Era lo más probable. - Lo lamento, Motero, pero ya se lo dije. Es fácil el que me vaya, pero con mi partida vendrán las almas de estos mercenarios. - Volvió a repetirse, y señalando a aquellos que allí aún estaban. Sin sangre sobre la cubierta del barco, no habría ida del asesino. Pero, pobre de él lo que le esperaba si seguía allí.
Vio con bastante nitidez lo que estaba haciendo su enemigo, y no le gustaba en absoluto, pues lo más probable era que fuera a lanzar un ataque con el que intentar noquear a Ibarenko de un sólo movimiento, así que intentó defenderse de lo que pudiera venir arrastrando las pocas herramientas allí presentes, como clavos, cascos de algunos, y lo que parecía ser un pequeño escudo mantenido como decoración sobre el edificio próximo a él. Formó una pequeña masa sobre el tronco superior, con el pensamiento de que, si optaba por intentar atacar de una forma similar a la anterior, tendría esa zona cubierta. Sin embargo, no tendría tiempo suficiente para poder crear lo que quería, algo posible si se concentraba en bastante medida, pues con el chasquido de dedos de su enemigo, chasquido que Iba entendió como transmisor del primer desequilibrio sufrido, el joven asesino se desorientó los segundos suficientes como para que ocurriera lo que le seguía a tal sonido.
Iba entrecerró sus ojos por el impacto de tal ataque, que llegó a plantear si acaso era un mentalista a lo que se enfrentaba, aunque vio como otros hombres, aún espectadores, también habían sufrido algo similar. - Será... - Dijo su voz sin poder si quiera acabar la oración. En escasos segundos, un puñetazo penetró su intento de armadura como si ésta se tratase de papel, para después impactar sobre lo que era el estómago de Ibarenko, llevándoselo metros adelante hasta acabar en lo que era el establecimiento antes mencionado. Se trataba de una tienda bastante simple en la que el vendedor, temeroso, se había arrinconado en una esquina, empeorando la entrada del Vlassrova su estado, pues tendría que preocuparse por unas reparaciones. ¿Por qué? Porque Iba frenó su viaje espontáneo sobre lo que parecía ser el mostrador de la tienda.
Había golpeado de lleno, provocando serias contusiones en lo que era su espalda, dejando la cabeza en un estado de shock en el que permaneció durante un minuto o dos y, probablemente, con agujetas en los días venideros. Pasado ese tiempo, volvió en sí, aunque aún si poder moverse como él quería. Le dolía bastante el cuerpo, así que únicamente limitó sus fuerzas a observar hacia el exterior, y a veces al suelo, donde varias gotas de sangre se estaban precipitando. - Hijo de puta... - Susurró. Con dificultades, intentó levantarse. Se fijó en que sus cuchillos habían caído al suelo, sin poder ser viable el alzarlos de nuevo. - Esto...ha sido...una putada. - Se dijo a sí mismo en un intento de risa. Tras varios esfuerzos, volvió a alzarse, aún en la tienda, con dificultades. La cabeza le daba vueltas, y notaba como que estaba a punto de vomitar, mas, con todo ello, cogió lo que parecía ser un palo que andaba allí, quizás usado por el vendedor para señalar cosas más altas, y comenzó a caminar hacia fuera, empleando tal herramienta como bastón. Le fue difícil, pues el impacto había sido serio y casi le dejaba Ko, pero, ya fuera por el hecho de que la armadura pudo amortiguar un mínimo el impacto, o el deseo querer acabar su objetivo, y más ahora que había visto que atacaba a sus presas, le dio un atisbo de fuerza con la que, por lo menos, levantarse y caminar.
- No...toques...a mis perros. -
A pesar de que había introducido tal clavo en el cuerpo del enemigo, por como habló éste, y por los eventos que le sucedieron de forma posterior, no notó que hubiera tenido el éxito deseado. Eso dañó su amor propio, pues veía bastante fácil el que hubiera actuado todo como él deseaba. ¿Un exceso de confianza tal vez? Era lo más probable. - Lo lamento, Motero, pero ya se lo dije. Es fácil el que me vaya, pero con mi partida vendrán las almas de estos mercenarios. - Volvió a repetirse, y señalando a aquellos que allí aún estaban. Sin sangre sobre la cubierta del barco, no habría ida del asesino. Pero, pobre de él lo que le esperaba si seguía allí.
Vio con bastante nitidez lo que estaba haciendo su enemigo, y no le gustaba en absoluto, pues lo más probable era que fuera a lanzar un ataque con el que intentar noquear a Ibarenko de un sólo movimiento, así que intentó defenderse de lo que pudiera venir arrastrando las pocas herramientas allí presentes, como clavos, cascos de algunos, y lo que parecía ser un pequeño escudo mantenido como decoración sobre el edificio próximo a él. Formó una pequeña masa sobre el tronco superior, con el pensamiento de que, si optaba por intentar atacar de una forma similar a la anterior, tendría esa zona cubierta. Sin embargo, no tendría tiempo suficiente para poder crear lo que quería, algo posible si se concentraba en bastante medida, pues con el chasquido de dedos de su enemigo, chasquido que Iba entendió como transmisor del primer desequilibrio sufrido, el joven asesino se desorientó los segundos suficientes como para que ocurriera lo que le seguía a tal sonido.
Iba entrecerró sus ojos por el impacto de tal ataque, que llegó a plantear si acaso era un mentalista a lo que se enfrentaba, aunque vio como otros hombres, aún espectadores, también habían sufrido algo similar. - Será... - Dijo su voz sin poder si quiera acabar la oración. En escasos segundos, un puñetazo penetró su intento de armadura como si ésta se tratase de papel, para después impactar sobre lo que era el estómago de Ibarenko, llevándoselo metros adelante hasta acabar en lo que era el establecimiento antes mencionado. Se trataba de una tienda bastante simple en la que el vendedor, temeroso, se había arrinconado en una esquina, empeorando la entrada del Vlassrova su estado, pues tendría que preocuparse por unas reparaciones. ¿Por qué? Porque Iba frenó su viaje espontáneo sobre lo que parecía ser el mostrador de la tienda.
Había golpeado de lleno, provocando serias contusiones en lo que era su espalda, dejando la cabeza en un estado de shock en el que permaneció durante un minuto o dos y, probablemente, con agujetas en los días venideros. Pasado ese tiempo, volvió en sí, aunque aún si poder moverse como él quería. Le dolía bastante el cuerpo, así que únicamente limitó sus fuerzas a observar hacia el exterior, y a veces al suelo, donde varias gotas de sangre se estaban precipitando. - Hijo de puta... - Susurró. Con dificultades, intentó levantarse. Se fijó en que sus cuchillos habían caído al suelo, sin poder ser viable el alzarlos de nuevo. - Esto...ha sido...una putada. - Se dijo a sí mismo en un intento de risa. Tras varios esfuerzos, volvió a alzarse, aún en la tienda, con dificultades. La cabeza le daba vueltas, y notaba como que estaba a punto de vomitar, mas, con todo ello, cogió lo que parecía ser un palo que andaba allí, quizás usado por el vendedor para señalar cosas más altas, y comenzó a caminar hacia fuera, empleando tal herramienta como bastón. Le fue difícil, pues el impacto había sido serio y casi le dejaba Ko, pero, ya fuera por el hecho de que la armadura pudo amortiguar un mínimo el impacto, o el deseo querer acabar su objetivo, y más ahora que había visto que atacaba a sus presas, le dio un atisbo de fuerza con la que, por lo menos, levantarse y caminar.
- No...toques...a mis perros. -
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Logró encajar el puñetazo, pero no sin sentir una inesperada oposición y un dolor frío y lacerante. Con un gruñido se miró el puño, encontrándose con que tenía los nudillos despellejados y sangrando y un corte en el dorso. Sacudió la mano en un vano intento de mitigar la desagradable sensación. "Esto me pasa por gastar mi técnica de curación en una minucia, y por no emplear haki en el ataque" Un instante antes de golpear había visto varios objetos entrando rápidamente en su campo visual, y ahora suponía que los había empleado para cubrirse. Se fijó en una pequeña placa de metal abollada y ensangrentada que había en el suelo, y comprendió que eso debía ser lo que había empleado. "Entre otras cosas, supongo, o no me explico el corte." Hasta ahora Ibarenko sólo había manipulado objetos de reducido tamaño y metálicos. ¿Tendría eso algo que ver, o simplemente los habría escogido por las circunstancias? Sin más datos, iba a a ser difícil en qué consistía su poder.
De repente escuchó un ruido, y vio un movimiento en el interior de la chabola en la que había acabado el chico. De manera instintiva trató de darle una orden mental a su ojo cyborg para que activase el zoom hacia esa zona, pero entonces recordó que ya no lo tenía. "En fin, ahora al menos tengo un ojo de verdad y no dependo de un implante" pensó, tratando de consolarse. Echaba de menos tenerlo, le había resultado terriblemente útil en el pasado. Si hubiese tenido el programa de mapas de su viejo ojo cyborg, no hubiera acabado en el West Blue. Mientras divagaba sobre esto, vio salir a Ibarenko tambaleándose y apoyado sobre un bastón. Estaba para el arrastre, y de hecho, ¿cómo se tenía en pie aun? Desde luego aquel chico estaba hecho de una pasta más dura de lo que se había creído en un principio. Sin embargo, ahora estaba ante un dilema: no tenía motivos para matarle, pero si no intentaba al menos noquearlo, Ibarenko continuaría intentando atacarle con sus últimas fuerzas. Y si lo dejaba noqueado allí, los del poblado lo lincharían. "Y tal vez sea lo que se merezca."
- En fin, sea pues. Tú lo has querido - dijo, en un tono duro y algo irritado.
Alzó los puños en una pose de guardia y se acercó a él, atento a posibles ataques con su técnica. Echó un ojo mientras se acercaba a los objetos pequeños que tenía cerca y memorizó sus posiciones, fijándose también en los que estaban en su retaguardia con un par de rápidas miradas. Mantuvo también su haki de observación activo sobre el chico por si le intentaba jugar alguna mala pasada. En cuanto estuvo cerca suya, amagó un puñetazo con la derecha, echando este puño hacia atrás como si fuera a cargarlo, para de repente lanzarle un gancho de izquierda directo al mentón. Su intención era dejarlo KO de un golpe, para de lograrlo recogerlo y sacarlo de la aldea cargado al hombro. Lo abandonaría en algún lugar alejado, donde ya estaría a su suerte y al menos no intentarían matarlo a navajazos. De ocurrir esto, le dejaría 40.000 berries dentro del bolsillo del pantalón. Le sabía mal haberlo dejado tan destrozado, aun cuando aquello era culpa suya por buscarse la pelea. Mayormente porque sabía que se había extralimitado y que podría haber ganado sin ser tan cafre y mandarlo a recorrer el poblado entero de un tortazo.
- Me he vuelto un blando - murmuró para sí.
De repente escuchó un ruido, y vio un movimiento en el interior de la chabola en la que había acabado el chico. De manera instintiva trató de darle una orden mental a su ojo cyborg para que activase el zoom hacia esa zona, pero entonces recordó que ya no lo tenía. "En fin, ahora al menos tengo un ojo de verdad y no dependo de un implante" pensó, tratando de consolarse. Echaba de menos tenerlo, le había resultado terriblemente útil en el pasado. Si hubiese tenido el programa de mapas de su viejo ojo cyborg, no hubiera acabado en el West Blue. Mientras divagaba sobre esto, vio salir a Ibarenko tambaleándose y apoyado sobre un bastón. Estaba para el arrastre, y de hecho, ¿cómo se tenía en pie aun? Desde luego aquel chico estaba hecho de una pasta más dura de lo que se había creído en un principio. Sin embargo, ahora estaba ante un dilema: no tenía motivos para matarle, pero si no intentaba al menos noquearlo, Ibarenko continuaría intentando atacarle con sus últimas fuerzas. Y si lo dejaba noqueado allí, los del poblado lo lincharían. "Y tal vez sea lo que se merezca."
- En fin, sea pues. Tú lo has querido - dijo, en un tono duro y algo irritado.
Alzó los puños en una pose de guardia y se acercó a él, atento a posibles ataques con su técnica. Echó un ojo mientras se acercaba a los objetos pequeños que tenía cerca y memorizó sus posiciones, fijándose también en los que estaban en su retaguardia con un par de rápidas miradas. Mantuvo también su haki de observación activo sobre el chico por si le intentaba jugar alguna mala pasada. En cuanto estuvo cerca suya, amagó un puñetazo con la derecha, echando este puño hacia atrás como si fuera a cargarlo, para de repente lanzarle un gancho de izquierda directo al mentón. Su intención era dejarlo KO de un golpe, para de lograrlo recogerlo y sacarlo de la aldea cargado al hombro. Lo abandonaría en algún lugar alejado, donde ya estaría a su suerte y al menos no intentarían matarlo a navajazos. De ocurrir esto, le dejaría 40.000 berries dentro del bolsillo del pantalón. Le sabía mal haberlo dejado tan destrozado, aun cuando aquello era culpa suya por buscarse la pelea. Mayormente porque sabía que se había extralimitado y que podría haber ganado sin ser tan cafre y mandarlo a recorrer el poblado entero de un tortazo.
- Me he vuelto un blando - murmuró para sí.
Ibarenko Vlassrova
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La mirada de Ibarenko ante él, era de un odio interno alto, exagerado se podría llegar a decir. Su mano apretó con fuerza aquello que usaba como bastón, para después acabar tirándolo. Si tenía que ser derrotado, sería siendo como él era, y no apoyado por un simple objeto. Quería usar sus cuchillos, pero las fuerzas restantes no se lo permitieron, probablemente porque el golpe en la cabeza hubiese influido a ello, o porque era incapaz de activar su fruta en aquel instante. A cada paso que daba su enemigo, le daba la sensación de que cada uno era más lento que el anterior, incluso el momento en el que le asestaría el puñetazo, le hizo pensar que pasaban minutos desde que cargaba hasta que lanzaba. Pero no. El impacto llegó, y con él, Ibarenko miró a su enemigo durante unos segundos con la mirada más desafiante que pudo, directo a los ojos de darse que el Motero le mirase a él también. Aquellos segundos fueron bastante decisivos en Iba, pues acaba de grabarse en su mente el rostro de aquel tipo, para no olvidadla jamás.
Una vez impactado el golpe, Vlassrova había caído sobre el suelo, inerte, e incapaz de hacer nada. Su consciencia se había ocultado de la luz del sol, para acabar refugiándose sobre la oscuridad de su subconsciente, un lugar frío y tenebroso al que había llegado Iba. 'Será...¿un sueño? ' Dijo un chico vestido de ropas claras y desarmado, 'o será...una ilusión ' Volvió a decirse. Se trataba de él mismo. Con el impacto del golpe, había entrado en un estado en el que se imaginaba a si mismo observando en su interior. ' Tengo...frío... ' Se dijo, ante la ausencia de sus cálidas ropas. Su rostro era pálido; su mirada, perdida; la boca seca, y la cabeza parecía que le iba a explotar. De pronto, entre todas las tinieblas, se mostró ante él un pasadizo doble: uno, se hundía hasta la máxima oscuridad, donde se notaba que el Mal emanaba de él, mientras que el otro, una salida hacia la más pura luz, le daba aquel calor que echaba en falta, proporcionándole agrado y Bien. Ante tal espectáculo, no reaccionó de ninguna forma. ' ¿Padre? ' Fue su última palabra.
Una vez impactado el golpe, Vlassrova había caído sobre el suelo, inerte, e incapaz de hacer nada. Su consciencia se había ocultado de la luz del sol, para acabar refugiándose sobre la oscuridad de su subconsciente, un lugar frío y tenebroso al que había llegado Iba. 'Será...¿un sueño? ' Dijo un chico vestido de ropas claras y desarmado, 'o será...una ilusión ' Volvió a decirse. Se trataba de él mismo. Con el impacto del golpe, había entrado en un estado en el que se imaginaba a si mismo observando en su interior. ' Tengo...frío... ' Se dijo, ante la ausencia de sus cálidas ropas. Su rostro era pálido; su mirada, perdida; la boca seca, y la cabeza parecía que le iba a explotar. De pronto, entre todas las tinieblas, se mostró ante él un pasadizo doble: uno, se hundía hasta la máxima oscuridad, donde se notaba que el Mal emanaba de él, mientras que el otro, una salida hacia la más pura luz, le daba aquel calor que echaba en falta, proporcionándole agrado y Bien. Ante tal espectáculo, no reaccionó de ninguna forma. ' ¿Padre? ' Fue su última palabra.
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Tras comprobar que la vida del chico no corría peligro, volvió hacia el lugar. ¿Por qué se tomaba tantas molestias por un desconocido que había intentando matarle? Ni siquiera había visto nada en él. "¿Morir me ha ablandado?" se preguntó. Cierto era que ahora trataba la muerte con más respeto, y ya no iba segando vidas por ahí. Ahora comprendía de verdad frases que solían decirse y que la mayoría de la gente creía entender, como que la vida es todo cuanto poseen las personas. La mayoría de la gente creía entenderlo, pero estaba muy seguro de que pocos podían jactarse de entenderlo tan bien como él.
Una vez llegó al pueblo fue recibido por un numeroso grupo de marineros y gente de peor calaña preguntándole qué había sido del chico. No se les veía muy alegres, y estaba seguro de que lo buscarían si no lo encubría. Declaró que lo había tirado al mar, y añadió unas cuantas palabras malsonantes y tacos hacia él, tras lo cuál fue a comprobar que su moto y su guitarra seguía en el mismo sitio. Le dio un puñado de berries al tipo que la estaba vigilando, y entró la taberna a buscar al dueño. Este le prometió que encontraría combustible, pero dijo que aun tardaría unas horas.
- Entonces dame provisiones en abundancia, para un largo viaje. Volveré mañana por aquí a por el combustible.
Al cabo de un rato volvía a recorrer el cementerio de barcos con un montón de paquetes atados a la moto, rumbo hacia su submarino. Desde luego había sido un día movido, y de ahora en adelante debería evitar montar espectáculos como aquel. Evitar a toda costa llamar la atención le ayudaría a mantenerse con vida hasta haber recuperado su poder.
Una vez llegó al pueblo fue recibido por un numeroso grupo de marineros y gente de peor calaña preguntándole qué había sido del chico. No se les veía muy alegres, y estaba seguro de que lo buscarían si no lo encubría. Declaró que lo había tirado al mar, y añadió unas cuantas palabras malsonantes y tacos hacia él, tras lo cuál fue a comprobar que su moto y su guitarra seguía en el mismo sitio. Le dio un puñado de berries al tipo que la estaba vigilando, y entró la taberna a buscar al dueño. Este le prometió que encontraría combustible, pero dijo que aun tardaría unas horas.
- Entonces dame provisiones en abundancia, para un largo viaje. Volveré mañana por aquí a por el combustible.
Al cabo de un rato volvía a recorrer el cementerio de barcos con un montón de paquetes atados a la moto, rumbo hacia su submarino. Desde luego había sido un día movido, y de ahora en adelante debería evitar montar espectáculos como aquel. Evitar a toda costa llamar la atención le ayudaría a mantenerse con vida hasta haber recuperado su poder.
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