Temperatura Inestable [Ban Midou-Valia] [Pasado-Privado]

Otro buen día sucedía en la isla del agua. Water seven estaba muy cerca de la torre de la base de los cipher pol y por ello el agente Ban había sido enviado a hacer una leve ronda por la zona y ver que todo estaba en orden. El castaño no se había negado, pues de aquella forma podía hacer algo de ejercicio y de paso ganarse un poco de dinero si capturaba a algún criminal. Desde su ascenso al CP6, apenas había tenido que lidiar con problemas mayores. Una tontería pues se suponía que estaba mejor preparado. El mafioso de todas formas estaba aprendiendo técnicas interesantes en el CP. Ya podía usar la mitad del rokushiki con una facilidad sorprendente. Era increíble que aquellos estúpidos estuviesen mejorando el poder de un mafioso que estaba metido por conseguir información sobre ellos. En un futuro iba a ser algo realmente gracioso.

En ese momento su barco estaba siendo amarrado en el puerto. Vestía con una camisa blanca de manga corta, la cual llevaba abierta dejando ver una trabajada zona abdominal y unos buenos pectorales. También portaba un pantalón negro y unos elegantes zapatos. En sus ojos llevaba sus redondas gafas de Sol, las cuales eran moradas. Lo que más destacaba eran sus tres espadas. Una bastarda en la espalda, en la cintura una katana y en el otro lado su espada larga, hecha de kairouseki puro. Realmente era todo un guerrero y además poseía una de las frutas más poderosas conocidas. En su rostro podía verse una sonrisa ladeada. Realmente estaba tranquilo y cómodo.

No tardó mucho en sacar de su bolsillo un cigarro y momentos después un mechero plateado. Encendió el cigarro y le dio una leve calada para después bostezar un poco. Era el momento de comenzar la ronda y por ello empezó a caminar tranquilamente por los muelles del puerto. No temía que se rompieran pues tenía métodos para poder librarse. Lo primero que le llamó la atención fue un pequeño puesto que vendían cebos de pesca. Decidió echarle un vistazo y por ello se acercó con toda la tranquilidad del mundo. El dueño era un tipo de cuerpo delgado, cabellos verdosos y ojos verdes. Vestía de forma informal y parecía estar muy tranquilo. El castaño ojeó un poco la mercancía y tras unos momentos sonrió de lado y decidió que no había nada sospechoso. Muchos locales usaban tapaderas para vender sus productos ilegales a distintos camellos y que ellos los distribuyeran.

Paseando por las calles de water seven me encontré muchas tiendas de telas, ropas y otros complementos de moda, que no me atraían demasiado, pero que me servía para disimular mi estancia allí, aunque claro, las miradas de odio y repugnancia de la gente las seguía recibiendo igualmente. Gracias a mi gran tridente y mi tamaño, la gente solamente se limitaba a miradas y no se atreverían a una confrontación física. Cuando al fin llegué hasta una pequeña tienda de antigüedades, que era una tapadera de la revolución y un lugar seguro para descansar y reponer fuerzas, alimentos y demás cosas necesarias.

-Buenos días, ¿Qué libros de árboles me recomiendas?

-Los de árbol Bei

-Prefiero los de Ohara

-Bien, te estaba esperando. Pasa por aquí por favor. –Dijo señalando un puerta- Te esperaba más tarde Demonio Celeste, pero no pasa nada todo está listo. Los documentos de los traslados a la isla judicial en Umi Resha están sobre la mesita, espero que puedas conseguir todo lo necesario.

-Por supuesto, no creo que me resulte difícil rescatar a nuestros camaradas. ¿Sabemos que efectivos viajan en esos trenes?

El mafioso continuaba caminando por aquella isla, observando todo cuanto veía. Sus azulados ojos no perdían detalle de nada. En ese momento pudo ver una habitante de los mares. Una mujer con forma de pez, y un arma punzante. No tardó mucho en ajustarse las lentes moradas, y comenzar a caminar tras ella tranquilamente. La verdad es que no sospechaba ni nada por el estilo, pero nunca había visto de cerca a aquellos seres. Ver a dónde iba, podía ser divertido, y a lo mejor aprendía más sobre ellos. Era una pequeña curiosidad sana. De paso podía saber la razón de semejante arma. Muchos podían temerla por ello, y no acercarse. El chico entrecerró los ojos, soltando el humo por la boca conforme iba fumando.

No tardó en ver que entraba a una tienda. En ese momento entró también de forma disimulada. Una vez pasó, se dio cuenta de que ya no había nadie. Aquello le hizo alzar una ceja, y activó el haki de observación. Pudo notar dos presencias en la sala de al lado. No metería las narices de esa forma, simplemente miraría por la zona. Observó un libro curioso “El hundimiento de un imperio”. Sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta. Lo tomó con tranquilidad, pudiendo ver que era una historia de ficción y no un hecho real. Soltó un suspiro entonces por la desilusión, mirando más de aquellos libros. No le atraían mucho, pero por hacer el papel no iba a perder nada.

Se arrodilló un momento, atándose los cordones con tranquilidad. Los llevaba demasiado largos, y no quería tropezar con ellos ni nada por el estilo. Una vez los hubo amarrado como era debido, miró un poco más por el escaparate. Entonces se cansó de esperar. Era el momento de hacer su trabajo. – ¡Buenos días! – Dijo alzando un poco la voz para que salieran a recibirle. Continuó fumando tranquilamente, atento a cualquier cosa que pudiese pasar. Que la mujer hubiese desaparecido, no termina de convencerle. O era parte del negocio, o podrían haberla secuestrado. Fuese como fuese, quería saberlo.

-Tienen únicamente diez CPs por vagón, no debería resultar muy difícil para alguien con tus cualidades sacarlos a todos de allí rápido, todos los prisioneros saben nadar y no poseen akuma. Necesitaran de tu ayuda para no morir luego ahogados por el agotamiento, pero bueno – Se escucha un buenos días en la tienda- recoge los papeles y sal, tendrá que ser por delante, no hay puerta trasera.

Mi anfitrión salió a la tienda a atender a quien hubiera entrado, yo me guardé los documentos y me dispuse a salir del cuarto. No debería haber problemas con que me vieran, a menos que supieran lo que allí se cocía, entonces igual tendría que usar la fuerza para salir. Los documentos no ocupaban demasiado, lo que me dejaba margen para esconderlos repartidos, y de que no me molestaran para el combate.

Mi primera parada tras salir de allí sería una taberna, donde según me habían comentado los CPs reclutas se emborrachaban bastante, así conseguiría algo más de información. Cuando salí a la tienda vi como el dependiente miraba hacia el frente, seguramente escuchando al cliente, yo con toda la naturalidad seguí la línea de estanterías hasta llegar a la puerta, si nada lo impedía la abriría y saldría a la calle.

El chico continuaba esperando con toda la calma del mundo. Sus azulados ojos observaban la sala con curiosidad. En ese momento soltó un leve suspiro, iba a entrar él mismo si nadie salía a recibirle. Dio un paso hacia delante, con la mirada seria, y sin vacilar. Justo cuando iba a traspasar el mostrador, por fin salió un hombre a recibirle. El tipo parecía muy tranquilo, y simplemente le preguntó lo que deseaba. – Buenos días, buen hombre. Quería ver la tienda un poco, pero no hay libros que me interesen ¿Se pueden encargar? – Mencionó de forma calmada. Todo formaba parte de su plan.

De repente pudo ver a la mujer pez tratar de salir por la puerta. Él no pensaba impedirlo, y la dejó cruzar como si nada. Una vez lo hizo, el tipo dijo que si podía, y que le dijera en cual estaba interesado. El mafioso sonrió de lado, y después le dio la espalda. – Volveré después… – Susurró tranquilamente. El tipo quedó un poco confuso al no entenderle, y entonces se preocupó un poco.

Ban cruzó la puerta, buscando a la mujer pez con la mirada. En cuanto hubo sabido donde estaba, caminó hacia ella con calma. Una vez estuvo cerca, soltó un pequeño suspiro. – Perdone, señorita ¿Está usted bien? – Dijo en un tono tranquilo. A lo mejor ese tipo quiso hacerle algo, y por ello estaba oculta. Entonces podría arrestar al hombre de la tienda de los libros sin pensárselo.

De repente, un hombre me sobresalto en la calle al preguntarme si estaba bien, cosa que me hizo sospechar, ¿Quién para un miembro de mi raza para preguntarle es por qué sí? Bueno, pareciendo poco agitada me giré, viendo al hombre que estaba en la librería, se habría pensado que me estaba haciendo algo el dueño, quizás un secuestro o algo del estilo.

-Sí, estoy bien, puede que algo cansada de trabajar, pero bien. ¿Puedo preguntar a qué debo tal interés por su parte señor…? – No esperaba una respuesta clara por parte de aquel hombre, aunque si quitar sospechas del librero, a fin de cuentas, no estaba mintiendo pues si que me tenía medio agotada el trabajo.

Varias personas empezaron a pararse cerca de nosotros, curiosas por la situación, por mí y por si podían aprovechar para levantar falsos testimonios de lo acontecido si atacaba o le hacía algo al hombre. No sé por qué nos tenían tanto odio cuando los represaliados éramos nosotros y no ellos con sus débiles y frágiles cuerpos incapaces de vivir en el basto mar.

El chico continuaba observando a la mujer pez con una sonrisa simple. La verdad es que no tenía una sospecha clara de ella, más bien del tipo de la librería, por si le había hecho cualquier cosa. Ella afirmó estar bien, y por ello no pudo evitar soltar un suspiro. En cuanto dijo lo de trabajar, le vino a la mente que ella podía ser parte de aquel sitio, y eso le tranquilizó un poco. No iba a tener que arrestar a nadie ese día. Podía ser una ventaja, y no ganarse enemigos, pero fingir ser un jodido agente del gobierno mundial no era nada fácil.

El mafioso soltó un pequeño suspiro, y después se percató de la cantidad de personas que se quedaban cerca de ellos dos, mirándoles en plan cotillas. Eso podía ser un poco molesto para él, y de hecho pensó que a lo mejor para ella, pues los de su raza no eran muy bienvenidos en la mayoría de sitios del mundo. El chico de la espada alzó un momento la voz. – Aquí no hay nada que ver, caballeros. Quién se quede quieto va a tener problemas. – Una vez dijo eso, acarició la funda de Hokuto con lentitud, y los demás volvieron a lo suyo.

El joven entonces dio un paso hacia la mujer pez, y después de unos momentos sacó un pequeño cigarro, ofreciéndoselo a la chica. – Tenía interés por si ese hombre le había hecho algo malo, señorita. Pero deduzco que usted trabaja en la librería ¿Me equivoco? – Mencionó en un tono calmado mientras mantenía sus azulados ojos en la chica. Un poco de viento comenzó a soplar, y eso hizo que los pinchudos cabellos del chico se alborotasen un poco más de lo habitual. La verdad es que eso le daba lo mismo, pues no le afectaba lo más mínimo en aquella conversación.

-En parte, traduzco libros antiguos, bueno, mejor dicho, lo intento aún soy una aprendiz. Ahora, si me disculpa, me gustaría irme. A menos, que tenga usted más preguntas que hacerme. –Tuve una idea, descabellada, pero si resultaba sería de mucha ayuda. –Me dirijo a la taberna “Negro Azabache”, ya que ha sido tan amable conmigo y se ha preocupado me gustaría invitarle a un trago, sino esta de servicio, por supuesto.

Entrar en el local con un agente que parecía bastante competente, haría que los reclutas no tuvieran luego tantos reparos en irse de la lengua, y menos si todos tenían unas copas de más encima, aunque era mucho jugársela con el tipo que tenía enfrente, por lo que esperaría a que se fuera, si es que me acompañaba. De no hacerlo iría a la taberna igualmente, aunque me costaría más ganarme la confianza de alguno de los reclutas y puede que necesitara de… ”otros métodos”.

La chica no se tomó su pequeño interés tan bien como el chico pensaba, pero tampoco era nada del otro mundo. Si lo que decía era verdad, podía haberse sentido ofendida, y por ello se mostraba cerrada con él. No vio que la mujer tomase el cigarro, por lo que lo metió en su propia boca, y con un mechero plateado lo encendió. Le soltó una pequeña calada, y suspiró después. Se dio cuenta de que la gente de su alrededor ya estaba andando, y dejando de cotillear. Al parecer la violencia era el mejor método de todos, o eso pensó al ver dichas reacciones.

En ese momento la chica pareció abrirse un poco más, misteriosamente. El joven tuvo interés en ese comportamiento, y no tardó en mostrar una sonrisa ladeada. Que le jodieran al servicio, ni siquiera era un verdadero agente del gobierno mundial. En ese instante asintió con la cabeza de forma amigable, sería bueno tomarse una buena bebida fresquita con gas. El nombre del sitio no le convenció demasiado, pero él no era nadie para juzgar los sitios que les gustaban a las demás personas. Empezó a caminar con la chica de forma tranquila. Planeaba inventarse el informe después.

Llegamos a la taberna, en su mayoría eran agentes del gobierno los que la frecuentaban, aunque también había comerciantes y los típicos borrachos profesionales. Al entrar todos sin excepción se nos quedaron mirando, con una mezcla de odio y sorpresa, los agentes al ver que no estaba esposada: miedo, los comerciantes y algo indescifrable los borrachos. El local, tapizado en madera de caoba, tenía mesas bastante refinadas y sillas de diseño, la barra, cubierta de pizarra ocupaba toda la pared del fondo. Cuando llegué hasta ella pedí una jarra de hidromiel, o en su defecto cerveza y esperé a ver que ordenaba mi acompañante. Tenía pensado invitarle a la consumición, cosa que me daría más puntos con el resto. Una vez con la bebida en nuestro poder le comentaría:

-Perdón por ser tan descortés antes, no estoy acostumbrada a un trato tan bueno, y menos que ofrezcan algo, aunque no fumo, te lo agradezco. Me habían hablado bien de este lugar, y veo que a lo mejor no era para mi bien. Menos mal que aún hay gente como tú. –Tras darle la cantidad demandada por las dos consumiciones al camarero, y beber un par de sorbos continuaría. - Que descortés soy, me llamo Valia, Valia Gyliel.

Tras ello esperaría a la contestación de mi acompañante, no me fijaría en el resto, puesto demostraría mi interés en ellos. Sin embargo, sí que me mostraría algo intimidada ante la presencia de tanto miembro del gobierno allí.

Cuando entraron en aquel local, el castaño no pudo evitar reconocer a algunos agentes, pero le daba lo mismo. No muchos le hablaban debido al terrible poder que poseía con él, algo que colocaba en un puesto bastante alto. El magma era una habilidad que dejaba a mucha gente temblando de miedo. Según sus estudios en el gobierno mundial, un almirante tuvo su misma fruta hacía ya muchísimos años, por lo que de esa forma imponía un poco más. No tardó mucho en soltar un enorme suspiro y caminar a la barra con aquella chica. Le daba lo mismo lo que le dijesen, no le quedaba mucho en aquel puto sitio. Su infiltración estaba a punto de finalizar, podía decirse que en una semana o dos.

La chica pidió hidromiel, algo que él nunca había probado, pero la verdad es que no sentía muchas ganas por hacerlo. Lo que si pidió fue una jarra de Fanta de limón con hielo picado, y además una tapa de almejas en salsa verde. Ya que estaba, podía darse el lujo de comer algo con el sueldo entregado por el Cipher Pol. Se rascó un poco la cabeza, y después de unos momentos se estiró colocando ambos brazos hacia arriba. Entonces escuchó la disculpa de la muchacha, y no hizo otra cosa más que sonreírle de forma tranquila. No quería que ella se sintiese incómoda por su comportamiento, entendía de sobra que su raza no era muy bien vista. Tomó también un trago de su bebida, y en ese momento le respondió en un tono amable y confiable.

- No tienes que preocuparte, Valia-chan. Sé muy bien que el mundo está lleno de capullos miserables, pero supongo que es el mundo en el que nos ha tocado vivir. Mi nombre es Ban, Ban Midou.

Esperaba que aquel nombre no le sonara, pues antes que él, había habido otros cuantos Ban Midou. Su máximo oponente, al que no había conocido, y al que quería retar en un duelo. Soltó un pequeño suspiro y se llevó una almeja a la boca, masticándola y tragándola después. El sabor no le desagradó para nada.

Tras escuchar al agente y beber un poco de la jarra asentí ligeramente con la cabeza. Todavía no poseía recompensa y no preocupaba que conocieran mi nombre, al menos por el momento. Lo más seguro es que Ban se olvidara de mí en pocos días, o incluso en ese mismo día como hacían todos los humanos.

-Gracias por tu comprensión Ban Midou, la verdad me ha sorprendido mucho que el resto de gente no se haya casi inmutado, debes ser muy famoso entre ellos para que ni un insulto me hallan dirigido. – Mientras esperaba la respuesta decidí que ya era hora de seguir con la misión, todos me habían visto con aquel hombre, hablando de manera formal y sin sobresaltos. –Un placer señor Ban Midou, pero he de continuar con mis labores. – Terminé la jarra, la deje en la mesa y me giré. – Espero que nos volvamos a ver.

Sino ocurría nada raro saldría del local caminó del puerto, tenía aún tiempo antes de que pasara el tren y quería hacer algunas compras en la zona, además de asegurarme de que no me seguía alguno de los agentes del bar, o el propio Ban.

El chico permaneció callado mientras escuchaba las palabras de aquella mujer. Ella al parecer tenía prisa, e iba a irse antes de que la charla fuese más larga. Tampoco era algo que importase mucho al espadachín. Se había asegurado de que estaba bien como ciudadana, y con eso le bastaba. Tomó un largo trago de su jarra de limón, y después de unos momentos soltó una pequeña carcajada.

- Lo mismo digo, cuídate. Algún día nos veremos de nuevo, y entonces creo que te invitaré a un buen barril de hidromiel.

Una vez que la mujer Gyojin se hubo ido, el agente soltó un suspiro. A lo mejor la próxima vez, él iba a tener un bonito precio, y ya no pertenecería al gobierno mundial. Estar infiltrado tampoco le causaba ningún placer. Subir al Cipher Pol 6 había sido demasiado fácil y eso indicaba lo poco preparados que estaban la mayoría de los agentes en aquellos temas.

- Me parece una gilipollez…

Susurró para sí mismo mientras terminaba su bebida. Era la hora de volver a la base para dormir un poco, o quizás para continuar buscando los archivos que necesitaba en aquella alocada sociedad de idiotas.

Con la mochila ya llena de provisiones me acerqué hasta el puerto, desde el que me zambullí en el mar, para a continuación nadar dirección a las vías del Umi resha. Espere debajo del agua hasta que el transporte empezó a pasar por encima de mí. Con algo de impulso me cole en el último vagón. Desde donde estaba solo veía un guardia, a que no fue difícil noquear. No me fue complicado romper la pared que separaba a mis compañeros cautivos, y con el guardia fuera de juego no me preocupaba que avisara. Una vez todos mis compañeros estuvieron liberados metí al inconsciente guardia en la zona de detención y separé el vagón.

Mientras el resto miraba el vagón a ver si encontraban algo de interés yo me dedique a arrastra el vagón en sentido contrario al del tren, arrastrándolo con una cuerda mientras nadaba. Uno de los revolucionarios me aviso de que habían encontrado documentación interesante y un cofre con lo que parecía el dinero de varias recompensas impagadas, por los carteles que había dentro del mismo. Solo quedaba llegar al punto de reunión, repartirse lo encontrado, entregar los documentos y descansar.