¿Serán ciertas las leyendas? [Pasado-Amaiar/Ciaran]

Hargeon, isla pequeña y sin apenas relieve exceptuando las montañas del norte. Hogar de una población de pescadores y cazadores en su mayoría, y de unas leyendas locales algo perturbadoras. Según dicen, en el bosque del centro de la isla (así como en las montañas) habitan unos demonios que devoran a todo el que se atreve a poner un pie en sus dominios, y el miedo a esa leyenda ha hecho que gran parte de la isla siga sin explorar.

No era mi intención inmiscuirme en los temas privados de una isla remota del East Blue, para nada, pero algo en mi interior me atraía hacia aquella parte del mundo. Llámalo instinto, llámalo corazonada o llámalo como quieras, pero debía acercarme más y poder ver con mis propios ojos el sobrenatural fenómeno. Con suerte... Puede que con suerte los demonios fueran reales, y tuvieran alguna relación con el Yonkou Émile. Eso serían maravillosas noticias, en muchos sentidos.

Sin embargo, no esperaba encontrar nada importante, y en el mejor de los casos al menos preferiría llamar por la atención. Por eso solamente me había llevado conmigo a una persona, un compañero de confianza que pudiera estar a la altura de las circunstancias si se confirmaba lo peor. Hablo de Ciaran, perteneciente a la banda de los Crimson Wolves, con los cuales mantengo una relación de alianza y amistad. Sabía poco de Ciaran, pero lo poco que conocía era suficiente para decidir que era la mejor elección sin lugar a dudas. Además, tal vez aquello le sirviera como una nueva experiencia, ahora que se estaba abriendo paso por la Marina. Esas siempre vienen bien.

- ¿Preparada? - Le pregunté cuando ya estuvimos en tierra firme. Le había contado por encima lo que pretendía: preguntar a los lugareños, adentrarnos en el bosque para investigar nosotros mismos y reportar los resultados al finalizar la tarea. Simple, a menos que algo se torciera por el camino.

El fresco aire de la mañana acariciaba mi pálido rostro, haciendo que mi pelo rubio danzara al compás del viento mientras observaba el horizonte. Recientemente había ascendido en la jerarquía de la Marine, lo que me había dado un poco de autoridad sobre los reclutas pero, que también, había despertado la curiosidad de uno de mis superiores, el capitán Amaiar Silverfang. Era un hombre de pelo blanco, diestro en el manejo de las espadas y experimentado en el combate cuerpo a cuerpo que recientemente se había aliado con los Crimson Wolves, mi nueva flota a la que estaba asignada bajo las órdenes del Teniente Comandante Kimura.

Por alguna extraña razón que yo desconocía, el capitán Amaiar me había pedido que le acompañase a una isla del East Blue llamada Hargeon, famosa por la leyenda de dos demonios que vivían en la zona central de la isla y que raptaban a las personas que pasaran por allí, haciendo que jamás regresaran al pueblo. Intenté encontrarle una razón lógica a dicha leyenda, puesto que yo no me creía las leyendas de ese tipo. Quizás fuese algún tipo de animal que vivía en la zona y atacaba a los transeúntes, pero dos demonios era una idea bastante improbable. El capitán era un hombre bastante capaz e incluso le admiraba por ello, por lo que pensé que no hacía falta de mi presencia en dicha misión. Me sentía alagada porque me llevase con él pero yo aún no era lo bastante fuerte, me quedaba mucho por entrenar y mejorar . El capitán todavía se encontraba en su camarote, quizás durmiendo o revisando el mapa de la isla para decidir que ruta tomaríamos para, posteriormente, investigar la leyenda.

- ¡Tierra a la vista!- gritó un vigía marine. Entonces dirigí mi vista a la isla de los demonios y decidí que al menos sería algo bueno que mi superior me viera actuar. ¿ Quién sabe? A lo mejor podría recomendarme en el futuro o entablar una relación de amistad con él. Esa idea me animó a seguir adelante con la exploración, necesitarían una masa de músculos como yo para abrirse adelante por si hay algún animal demasiado fuerte. Después de comerme la cabeza demasiado, llegamos al puerto de la isla donde todos los reclutas empezaron a descargar las cosas del barco. Esperé al capitán sentada en un barril, próximo al barco. Después de un par de minutos, este apareció y me puse recta realizando el saludo militar. - Capitán Silverfang - dije con respeto. Este me preguntó si estaba preparada para la aventura que teníamos entre manos, a modo de contesta desenvainé mi plateado espadón - Es hora de descubrir si los demonios también sangran-

- Perfecto. - Repondí. Ciaran parecía ansiosa por empezar, o tal vez fueran las ganas de terminar de una vez con aquellas patrañas lo que noté en su actitud. Fuera como fuese, se le notaba dispuesta a hacer lo que sea necesario. Sonriendo, hice que la escasa tripulación que nos acompañaba atracara en el puerto de la costa, y le hice señas a la rubia mujer para que me acompañara. - Iremos tú y yo solos, no quiero llamar la atención más de la cuenta. Confío en que podremos cubrirnos las espaldas mutuamente. - Le dije amigablemente.

Tampoco llevaría mi chaqueta de capitán, por si los locales desconfiaban de los marines, como había pasado ya un par de veces en las últimas misiones. Bastante sería ya que iríamos un tío alto de pelo blanco y pintas raras, y una mujer aún más alta y con armadura... Desde luego, éramos una pareja singular, pero tal vez eso demostrara venirnos bien. Aunque no lo entendía del todo, la gente parece tener la tendencia de confiar más en visitantes con pintas exóticas por la alta probabilidad de que no estén afiliados al Gobierno. Suspiré al pensar eso, se notaba que aún había mucha corrupción que limpiar, tal vez demasiada para ser abarcada por un simple hombre como yo.

"En fin, al lío." Caminé por las desérticas calles del pueblo, distraído de vez en cuando al recordar que lo que me miraba desde arriba era mi compañera. No estoy acostumbrado a la sensación, pero tampoco me molesta, simplemente es algo nuevo que me sorprende cada vez que lo recuerdo. Espero no incomodarla yo a ella con los reojos que le estoy echando...

Al desenvainar mi espada a modo de respuesta a la pregunta del capitán, este sonrió e indicó a la tripulación que se quedasen en el puerto para luego indicarme a mí que le acompañase. Me dijo que nosotros dos iríamos solos a explorar la isla para no llamar la atención a la gente del lugar y esperaba que ambos nos guardásemos las espaldas mutuamente. Por lo poco que conocía al peliblanco fue suficiente para que este me empezase a caer bien, pero supongo que no puedo juzgar un libro por su cubierta, ya que seguramente habrían cosas sobre él que no me gustarían. - A sus órdenes,capitán Silverfang. Puede confiar en mí y en mi arma para ayudarle en esta odisea para descubrir el misterio que envuelve a esta isla- dije realizando el saludo militar mientras le dedicaba una suave sonrisa.

Por lo visto, el capitán le dejó su capa de capitán a uno de los reclutas y le pidió que se la guardase para cuando volviéramos. Le volví a dedicar una mirada al capitán, ambos llamaríamos demasiado la atención aunque no llevásemos a los reclutas con nosotros y que se quitara su capa que indicaba su rango. Antes de irnos, le dí un par de berries a unos reclutas que estaban bastante cansados por haber cargado con varias cajas llenas de suministros.- Tomad unas cuantas monedas e id a descansar, os lo habéis ganado de sobra. Si no os importa, traedme unas cuantas galletas cuándo volváis y guardadlas para cuando yo regrese con el jefe- dije tendiéndoles una pequeña bolsita llena de dinero. - ¡Muchas gracias señora! No se preocupe, le traeremos lo que ha pedido sin dudarlo- dijo uno de los reclutas a la vez que los otros realizaron una reverencia en modo de gratitud.

Cuando acabé de hablar con los reclutas, el capi y yo empezamos a transitar por las calles del pueblo. *-Santo Dios, esto parece un pueblo fantasma. ¿ Dónde están los lugareños ?-* pensé mientras observaba las solitarias calles. Las casas estaban cerradas a cal y canto, como si hubiese algo peligroso rondando por esos lares. Sólo faltaba un poco un niebla y esto parecería sacado de un libro de terror. Noté como el capitán me observaba de reojo, quizás estaba sorprendido de ver a alguien tan alto, de pequeña había bebido mucha leche y con el entrenamiento de caballero, mis músculos hicieron el resto. Ya estaba acostumbrada a que la gente me mirase con sorpresa y esas cosas, así que me dediqué a pensar en a qué tipo de demonios nos enfrentaríamos , en caso de que la leyenda fuera real.

¿Dónde carajos estaba todo el mundo? Ya estaba empezando a preocuparme de verdad, pensando que lo mismo el demonio se había aburrido de esperar sentado en una cueva y había salido... Bueno, más bien entrado en el pueblo a buscar a sus víctimas.

Bromas aparte, tardamos un buen rato en recorrer todo el lugar, tocando puertas y todo a pesar de ya saber que nadie nos iba a abrir. No habían luces en las casas ni actividad en las calles, y eso que solamente era el atardecer. ¿Ni siquiera era de noche y ya estaba la ciudad entera en cuarentena? "No, espera..." Pensé al ver algo. "¿Qué hacen esas mujeres?" Llamé la atención sutilmente de Ciaran para que se fijase: al fondo, pasadas un par de edificios y llegando al límite entre ciudad y bosque, habían un par de figuras claramente femeninas, moviéndose inquietas en el sitio.

- No hagas movimientos bruscos, no queremos sobresaltarlas. - Le recordé a mi compañera, aunque no creía realmente que fuera necesario. Parecía alguien más inteligente y serena de lo que decían sus informes.

Con cautela, me acerqué al trío de señoras, avisando de mi presencia desde cierta distancia:

- Disculpen la molestia, pero ¿dónde está todo el mundo?

Nunca sabré si las miradas de asombro que dedicaron en mi dirección se debía a la sorpresa de ver a un extranjero por aquellas tierras, la gigantesca armadura andante que me seguía, o el hecho de que dicha armadura estuviera siendo portada por una hermosa mujer. Cualquiera de las tres opciones eran válidas, y no indagué en el asunto. El caso es que cuando salieron del shock, una de las mujeres rompió a llorar repentinamente.

- ...¿Qué? - No me esperaba para nada aquella reacción. ¿Era por algo que había dicho?

- Buscando a los niños. - Dijo la segunda mujer, mientras la tercera consolaba a la primera. - Hace un par de horas que nuestros hijos... no vuelven a casa. - Se notaba que tenía una voluntad fuerte esa mujer, pero también que estaba tan al límite como las demás. - Los que no salieron a buscarlos se quedaron encerrados en sus casas. Si estáis aquí habréis oído sobre la leyenda de los demonios, ¿verdad? Todos los visitantes que tenemos suelen ser por esa razón...

- Ah, sí, no se preocupe por esos detalles. - Respondí, intentando todavía asimilar la situación. - Entonces, ¿sus hijos han desaparecido en el bosque? Y no hay ni rastro de ellos... - Miré de reojo a Ciaran, dándole a entender que aquel asunto requería de nuestra intervención. - No se preocupen, solventaremos el asunto lo más pronto posible.

La mujer me miró de arriba a abajo como si no se terminara de creer lo que estaba escuchando. Luego puso los ojos en blanco como si no fuera la primera vez que oía algo similar, al tiempo que murmuraba algo como "otros suicidas..."

- Estáis aquí por la leyenda entonces. - Repitió, como para asegurarse de que no se había equivocado. - Escuchad, no nos importa demasiado lo que haya en ese bosque ni lo que ocurra con ello, sois libres de explorar tan temerariamente como deseéis. Pero por favor, si veis a nuestros hijos, traedlos de vuelta sanos y salvos. Tendréis nuestra eterna gratitud. - Anunció de forma solemne.

Entonces caí en la cuenta de por qué su actitud me resultaba tan familiar. Aquella debía de ser la mujer del alcalde o gobernador de aquel pueblo. Eso explicaba muchas cosas, como su elegancia y compostura, su forma de tratarnos y el que el resto del pueblo se volcara a buscar a su niño o niña. Y hablando del pueblo... Parecía que estaban de vuelta. Y a juzgar por sus rostros, no con muy buenas noticias.

- Clara... - Dijo un hombre que se acercó a las mujeres. La que habló con nosotros le miró con esperanza. -... Lo siento, no hemos podido encontrarlos. Está oscureciendo y es peligroso, mañana...

- ¡Mañana será demasiado tarde! - Respondió la mujer, perdiendo los nervios. Parecía al borde del llanto también. - Oh... Julianne, ¿por qué tú...?

Decidí no decir nada, aunque tampoco me interpuse en la decisión de Ciaran si ella decidía decir algo. Yo simplemente me alejé un par de pasos para mirar más de cerca los árboles. Con los rayos del Sol cada vez más escasos, el bosque estaba tomando un aspecto ciertamente lúgubre. Si los niños se quedaban a la intemperie... La señora tenía razón, no sobrevivirían. Teníamos que darnos prisa. Al volver con el grupo, no perdí el tiempo con introducciones y fui directo al grano:

- Necesito que me digan todo lo que han descubierto. Hasta dónde llegaron, por qué direcciones fueron, cuánto tiempo estuvieron buscando... ¡Todo! - El hombre me miró como si me hubiera visto por primera vez. En su cara se leía la pregunta "¿De dónde ha salido este tipo?" - No hay tiempo para discusiones, señores. ¿Quieren recuperar a sus hijos? Los encontraremos, pero necesitamos saber dónde buscar, y lo necesitamos ya. - Con el tono autoritario que había aprendido a usar como Capitán, dejé claro que no admitía réplicas. Las dudas y los misterios podían esperar, las vidas de aquellos pequeños, no.

El Sol estaba empezando a caer en el horizonte, dando paso a la fría oscuridad de la noche. Mientras el capitán y yo seguíamos andando por las vacías calles del pueblo en busca de dónde se había metido la gente del pueblo, yo me fijaba en las puertas y ventanas de las casas las cuales estaban cerradas a cal y canto pero, en algunas ventanas, se podían ver débiles rastros de luz. Por lo menos algunas personas estaban dentro de sus casas, ¿ pero y las otras dónde estarían?. El capitán pareció ver algo más adelante y me tocó el brazo para que me fijase en lo que me señalaba. Más adelante, en la entrada al bosque, habían un par de mujeres esperando a algo o a alguien. El capitán me ordenó que no hiciese movimientos bruscos para no espantar a las que parecían ser las únicas personas que estaban en la calle y no encerradas en sus casas.

Nos fuimos acercando lentamente hacia el grupo de mujeres, parecían que estaban hablando en voz baja sobre algo importante y estaban esperando a alguien. Ya cuando estábamos más cerca de las señoras, el capitán les avisó de nuestra presencia para que no se asustaran por ver de repente a unos desconocidos. El capitán Silverfang les preguntó donde estaban el resto de los aldeanos, ya que la mayor parte se encontraban en sus casas por lo que vi antes pero habían unos cuantos que no estaban dentro de sus casas ya que parecían que habían salido. Las mujeres nos miraron con una cara de sorpresa, quizás no se esperaban que alguien viniese a la isla en estos oscuros tiempos por los que estaban pasando o también podría ser por mi altura no tan normal por la que mucha gente se me había quedado mirando en el pasado. De repente, una de las mujeres que era rubia y llevaba un vestido verde esmeralda se quebró y empezó a llorar desconsoladamente mientras otra mujer , ligeramente más joven que la otra, intentaba consolarla. Nos quedamos extrañados ante tal reacción, ¿ que podría haber pasado para que aquella mujer estallase en llanto? La mujer que consolaba a la que estaba llorando, era una mujer pelirroja de ojos azul cielo con un vestido granate. - Estamos buscando a los niños- empezó a contarnos la pelirroja con ligeros signos de que estaba al borde del llanto y tenía la voz quebrada. - Nuestros hijos se salieron a jugar a la calle hace unas cuantas horas ya, pero no han vuelto y estamos muy preocupadas- unas cuantas lágrimas empezaron a caer por su bello rostro.

La gente que no se había quedado encerrada en sus casas había salido al oscuro y peligroso bosque en busca de los pequeños extraviados. La mujer nos preguntó si habíamos escuchado sobre la leyenda que envolvía en un halo de misterio el corazón de la isla, aclarando que la mayoría de los visitantes que llegaban a ese lugar era para investigar sobre la leyenda a ver si era cierta. El capitán me miró de reojo, seguramente me intentaba decir que teníamos que salvar a esos niños ante cualquier costo y yo estaba de acuerdo ante esa idea. Mi jefe les aclaró que no se preocupasen por ese asunto, ya que nosotros nos adentraríamos en el bosque para encontrar a los jóvenes. La mujer del vestido granate miró a mi superior de arriba a abajo para luego poner los ojos en blanco. * -¿ Por qué hace eso?- pensé ante el gesto de la mujer. Ella nos dijo que no les importaba lo más mínimo lo que hubiera en ese bosque, simplemente nos pidió con el corazón en la mano que salvásemos a los niños.

Un grupo de gente, los que se habían internado en el bosque para buscar a los pequeños, salió de la maleza hacia nuestra dirección con unas caras portadoras de muy malas noticias para las desesperadas madres. El líder del equipo de búsqueda se acercó hacia la mujer del cabello pelirrojo con la cabeza gacha y un triste semblante en su rostro. El hombre le dijo que no hubo suerte en la búsqueda y que además ya estaba oscureciendo y la tarea se tornaría más peligrosa de lo que ya era. -¡ Mañana ya será demasiado tarde! - exclamó la mujer rompiendo en llanto finalmente. El capitán se alejó un momento, seguramente para pensar en lo que íbamos a hacer a continuación, mientras yo me agaché para estar a la altura de la mujer y le dí un abrazo para intentar consolarla. - No se preocupe señora, somos gente preparada para este tipo de cosas. Le juro por mi honor de caballero que encontraremos a los niños aunque me cueste la vida- le dije con una sonrisa consoladora. El capitán volvió con un semblante serio en su rostro y les ordenó, con un aire autoritario, que nos indicaran cuánto tiempo estaban desaparecidos los niños, donde solían jugar, cuanto tiempo estuvieron el grupo de rescate buscando a los niños, etc... *- Va a ser un día bastante movidito a como iba a ser originalmente-* pensé de brazos cruzados esperando a las próximas órdenes del capitán.

- Bien, creo que es cuanto necesitaba, gracias. - Dije tras escuchar detenidamente el reporte del hombre. - Ustedes pararon para regresar, pero nosotros vinimos a una tarea muy concreta. - Les expliqué rápidamente. - Así que no tenemos miedo de ese supuesto "demonio" y podemos estar toda la noche buscando, así como llegar a sitios donde ustedes nunca se aventurarían. Si nos lo encontramos, les libraremos de su mal para siempre también. Tan solo háganme un favor: - Les pedí mientras me iba alejando de espaldas. - Si no hemos regresado por la mañana, busquen nuestro barco en el puerto y díganles a los tripulantes lo que ha ocurrido.

Terminando con aquella petición, le hice un gesto con la mano a Ciaran mientras me internaba entre los árboles con paso ligero, rozando el trote. Si había entendido bien las instrucciones, aun a ese ritmo tardaríamos diez o quince minutos en llegar al límite del perímetro cubierto por la gente del pueblo, pero no quise acelerar sabiendo que a mi máxima velocidad podría perder a Ciaran de vista muy pronto, además de llegar demasiado fatigado a la escena como para hacer nada útil.

Por alguna razón, aquella escena de los dos marchando por entre los árboles, siguiendo un rastro y atentos a cualquier bestia extraña que pudiera saltar de entre los arbustos, me recordó al año que pasé junto a Alexei en la isla perdida. Sin duda, lo poco que aprendí con aquel instructor me sería de utilidad ahora, algo que nunca pensé que fuera a decir. Miré hacia el cielo, que ya no era rosado sino azul oscuro.

La luz comenzaba a disminuir, dificultando la visión, pero ya tenía un plan para eso. Y no, no se trata del Mantra, que aunque lo tenía activado no podía estar seguro de si Ciaran también lo poseía. Lo que hice fue usar el poder de mi Akuma: había descubierto que si le daba un poco más de imaginación al proceso de crear armas, estas podían tener un pequeño poder con ellas, una minucia comparado con lo que pueden llegar a hacer otras leyendas, pero que las distingue de las armas normales... y en este caso lo que hice fue crear en mi mano una espada cuya hoja estaba envuelta en llamas. Debía tener cuidado de no quemar el bosque con ella, pero serviría como antorcha improvisada. Pasándosela a mi compañera para que la sujetara (aunque para ella sería poco más que una daga larga, dado su tamaño y los espadones que maneja), me concentré en hacer otra para mí, a la par que le decía:

- Toma, no durará mucho pero puedo hacer más cuando desaparezca. - Sonreí. - Tan solo ten cuidado de no quemarte, el fuego es de verdad. - Le avisé, no fuera a pensar que era alguna especie de truco o fuego falso.

Después de que las desconsoladas madres aportaran la crucial información que necesitábamos para poder llevar acabo nuestro principal cometido en el bosque, el capitán les dijo a los aldeanos que no se preocuparan por el supuesto demonio ya que nosotros , a diferencia del equipo de rescate, podíamos pasarnos toda la noche buscándolos además que nosotros poseíamos habilidades superiores a una persona normal. Antes de irnos, mi jefe les pidió que avisaran a los reclutas que se habían quedado en el puerto si no regresábamos mañana. Pero para mí, tener a un capitán de la Marina aquí era más que suficiente para poder derrotar a cualquier "demonio" que hubiera en esta isla y poder rescatar a los niños perdidos. Hecho esto, el capitán Silverfang me indicó que era hora de empezar a moverse. Me despedí de los ciudadanos que nos miraban con una cara un tanto peculiar para después seguir a Amaiar hacia el oscuro bosque que estaba delante. Empecé a acelerar el paso, puesto que mi compañero y superior parecía que tenía mucha prisa por cumplir la misión lo antes posible, no le culpo, yo también andaba muy preocupada por el destino que habían sufrido los pequeñajos.

Ya se había hecho de noche, los animales nocturnos empezaron a entonar la lúgubre y misteriosa melodía de la oscuridad. Estar en el bosque a esas horas hizo que unos recuerdos lejanos vinieran a mi cabeza, los recuerdos de cuando una vez fui de caza con mi capitán cuando yo servía como caballero en Hallstat. Aquella vez fuimos a dar caza a un tigre albino que estaba atacando las caravanas, haciendo que el negocio de la ciudad disminuyera a causa de los sucesivos ataques de la bestia. También recuerdo que me separé del capitán Logan y me llegué a perder en el corazón del bosque del norte, cuando el capitán me encontró, me dió una buena bronca por haberme perdido ya que estaba muy preocupado por mí.  Aquellos recuerdos de mi vida pasada me sacaron una sonrisa. El sonido de nuestros pasos a través del bosque, calló a los animales. Me fijé en el capitán y este de repente creó una espada cuya hoja estaba envuelta en pequeñas llamas y me pasó dicha arma advirtiéndome de que tuviese cuidado de no quemarme ni quemar nada , en ese momento debería tener una cara de asombro bastante notoria.

- ¿Es usted un usuario de frutas del diablo?- pregunté con un gran tono de sorpresa en mi voz. - Por lo que veo, deduzco que es usted un usuario del tipo Paramecia, o eso creo. Aún así es una habilidad bastante sorprendente y útil la que posee, sólo que si cayese al mar o a un río, ese poder no le serviría de nada.- dije intentando de paso iniciar una conversación. Me interesaban los usuarios de las Frutas del Diablo, los poderes que estas concedían a sus portadores me resultaban totalmente fascinantes. * -Igual en el futuro intentaré conseguir alguna Zoan, ya que me ayudaría a fortalecer mi cuerpo en gran medida-* pensé a la vez que le hacía un torrente de preguntas al capitán acerca de las Akuma No Mi.

Ciaran parecía sorprendida, y no la culpaba. No todo el mundo sabía que tenía un poder, menos aún la clase de poder que tenía. Me esforzaba por usarlo poco dada su... naturaleza bélica. Aunque pensando en retrospectiva, últimamente me estaba empezando a resultar más necesario de lo normal. Quizá era un buen momento para entrenarlo, tal vez una visita a mi amigo el herrero...

- Intento no caerme, ese es el truco. - Bromeé. - Pero sí, poseo los poderes de una Fruta. - Admití luego. - Como bien dices, descubrí que se trataba de una Paramecia, pero pasé mucho tiempo pensando que se limitaba a reparar o reforzar armas. Más tarde descubrí con cierta ayuda que podía también crearlas, como acabas de ver. ¿Quién sabe? Tal vez en el futuro se me ocurra alguna otra aplicación útil para esta habilidad, como crear teteras o lámparas de aceite. - Una sonrisa amarga ocupó mi rostro, aunque como estaba frente a Ciaran esta no podría verla. Estaba siendo sarcástico, pues hacía tiempo que me había resignado a que mi poder solo servía para matar. Bueno, y para iluminar bosques de noche, al parecer.

La muchacha parecía interesada en el tema, así que siguió indagando y preguntando, a lo que yo con gusto respondía amablemente en la medida de lo posible y siempre que no invadiese algún tema privado. Se me ocurrió que tal vez ella misma estuviera pensando en buscar alguna para sí misma, y aunque su ambición me parecía tan respetable como cualquier otra, no pude evitar preocuparme un poco. Al fin y al cabo a veces no consigues lo que quieres o como quieres, y sobre todo con las Frutas del Diablo han habido muchos casos en los que consumir una resultó ser más perjudicial que beneficioso. Bueno, ella era una adulta perfectamente responsable y sabría lo que hacer con su vida, no estaba en mi derecho intentar interponerme en sus sueños.

Cuando llegamos a la zona donde los lugareños habían dado la vuelta, inspeccioné el suelo y los árboles por si había algo inusual que me diera alguna pista. Tal vez alguna huella o similar... Sin embargo mi inexperiencia me impidió ver nada relevante, y chasqueé la lengua frustrado.

Aquel sonido fue respondido con el crujir de unas ramas, y me levanté presuroso mientras apuntaba con la espada ígnea hacia la zona. Me quedé quieto y en silencio, concentrando mi Haki de Observación en aquella parte del bosque, pero no fui capaz de detectar nada importante.

- Habrá sido un animal... - Comencé a decir, cuando el mismo ruido se produjo un poco más lejos en la misma dirección. Fue lento al principio, pero poco a poco se repitió cada vez más a menudo: Algo estaba huyendo claramente de nosotros, y lo estaba intentando hacer a escondidas (aunque sin éxito). Empezando a sospechar, caminé en la misma dirección sin perder de vista a Ciaran. - ¿Has visto algo? - Le pregunté, por si acaso. - ¿Viste lo que era?

En esas estaba, teniendo cuidado de no pasar la espada cerca de ningún arbusto, cuando llegamos a un claro del bosque. En medio del claro había un gran árbol, más grande que el resto de los que delimitaban aquella llanura, y en lo alto del árbol una figura humanoide se movía entre las ramas. Me costaba creer que fuera un mono, así que en cuanto Ciaran apareció detrás mio, asentí con la cabeza y comencé a correr a toda velocidad hacia allí. Apenas tardé unos segundos en alcanzar la base del árbol y deshacer la espada de mi mano: la Luna llena había salido, iluminando con claridad aquel lugar perdido de la mano de Dios.

- No, si me obligarán a subir... - Murmuré, al tiempo que me sujetaba a los tablones clavados al tronco a modo de escalera. En lo alto, había visto una caseta crudamente construida, y estaba al noventa por ciento seguro de que dentro encontraría a los niños. "Y pensar que estaban tan cerca..." Pensé, al acordarme de la partida de búsqueda. "Pero, ¿por qué huirían hasta aquí? Necesito respuestas."

El capitan empezó a responder la mayoría de mis preguntas acerca del poder de su fruta del diablo, de mi boca no terminaban de salir numerosas cuestiones acerca de las debilidades y fortalezas de los usuarios de fruta del diablo. Preguntas relacionadas con el kairoseki, el agua y otros usuarios cuya fruta podría hacer counter a la habilidad de otro usuario. Pero la habilidad del capitán me parecía bastante interesante, el poder crear espadas de la nada. Tenía pinta de ser algo muy útil en batalla. El capitán bromeó acerca de mi comentario de que si se caía en el agua su poder quedaría anulado y también bromeo sobre que quizás en el futuro aprendería a crear teteras o lámparas de aceite, giró la cabeza para que no le viese la cara. ¿ Acaso dije algo que no debía ?. Desde hacía un tiempo, quería conseguir alguna fruta del diablo que me proporcionase un gran aumento en mi fuerza y resistencia aunque debiera renunciar a volver a nadar en el mar o en algún lugar con agua. El capitán Logan, mi padre adoptivo, me contaba historias sobre el terrible poder de las Akuma no Mi y sobre los tipos de fruta que existían. Paramecia, Zoan y Logia, los tres tipos de Fruta del Diablo, cada una aportaba habilidades distintas a las otras pero yo buscaba conseguir una Zoan, una fruta del diablo que concede al portador el poder de un animal. Miré hacia la Luna, que estaba un poco oculta por la ramas de los árboles, y pensé en como le iba al capitán Logan. Hacía tiempo que no recibía noticias suyas, la última vez que lo vi en persona fue el día que abandoné Hallstat para unirme a la Marina.

Después de conversar un largo tiempo, mi jefe y yo llegamos al punto donde el equipo de rescate dió la vuelta para volver al pueblo con las manos vacías. El capitán Silverfang se agachó buscando alguna pista sobre si los niños habían estado por la zona, para luego examinar los árboles que habían ahí. Chasqueó la lengua frustrado. - ¿No ha encontrado nada?- pregunté a la vez que me unía a él a la hora de buscar huellas o algún rastro fresco. Cuando estábamos centrados en la búsqueda de alguna incidencia, un crujido de ramas llamó nuestra atención. Me dí la vuelta rápidamente para ver que se escondía en la oscuridad y que nos estaba vigilando pero a la vez huyendo. El capitán dijo que podría haber sido uno de los animales nocturnos del bosque, pero el mismo ruido se produjo a escasos metros de donde nos encontrábamos. * -Creo que no es un animal...-* pensé a la vez que me acercaba un poco hacia la fuente de aquel sonido. El capitán se acercó por detrás, por lo cual me llevé un pequeño sobresalto y este me preguntó si había visto a lo que estaba huyendo de nosotros, a lo que contesté con una negativa. Empezamos a adentrarnos más y más en lo profundo del bosque, con los ruidos de antes disminuyéndose a medida que íbamos acercándonos. Llegamos al claro del bosque, en el que había un lago en el que la luz de la Luna Llena se reflejaba en las aguas del mismo. También había un gran árbol allí, parecía ser un roble anciano que había presenciado muchos otoños, el capitán me indicó silenciosamente una especie de sombra que tenía forma humana. Mientras el capitán avanzaba hacia aquel árbol, mi pie pisó algo. Me agaché a recogerlo y me encontré con que era un juguete para niños hecho de madera, por lo que miré hacia el árbol y dejé soltar una sonrisa. Al parecer ya habíamos encontrado a los niños desaparecidos.

"Niños... como los aborrezco a veces." Pensé, cansado de recibir aquel bombardeo de piezas sueltas, peluches y juguetes. Me estaba costando escalar hasta la parte alta, porque los "demonios" (valga la ironía del asunto) subían aún más y seguían avasallándome con sus cosas. Sin embargo aquello no era más que una molestia, no me causaban verdadero daño, así que más tarde que temprano acabé alcanzando la primera plataforma, y con algo un poco más firme que las ramas bajo mis pies pude atrapar el siguiente "proyectil."

Al ver que no habían conseguido detenerme, los muchachos (un niño y una niña) entraron en pánico y se metieron en la habitación de la segunda plataforma. Sonreí, a punto de subir por el siguiente tramo hasta allí, cuando me quedé congelado en el sitio.

- ¿De dónde coño han sacado una bala de cañón? - Dije en voz alta sin darme cuenta. Apenas me aparté hacia un lado, una enorme bola de acero cayó por el hueco, haciendo un hueco con su forma en la tierra al pie del árbol.

Consternado, miré hacia arriba de nuevo y pillé a los diablillos mirándome de vuelta. Esta vez eran tres, con pinta de estar agotados. Hacer rodar aquel pesado proyectil debe de haber sido una ardua tarea, incluso si parecían tener alrededor de doce años cada uno. El tercero era otro niño, esta vez con pecas y gafas. La niña era rubia, como Ciaran... Por cierto, ¿dónde estaba Ciaran? Recé para que no hubiera estado cerca del punto de impacto del "cañonazo", no fuera a asustarse y partir el árbol por la mitad con su espadón.

- De acuerdo, pequeños, ustedes ganan. - Dije solemnemente. - No hemos venido para haceros daño, y vuestras familias están preocupadas. ¿Por qué no... bajáis y hablamos esto con calma, eh? - Les insté a abandonar su refugio de altura. ¿Quién sabe qué otras cosas podrían hacer caer sobre mi cabeza mientras subía las improvisadas escaleras?

El capitán había subido por unas escaleras de madera improvisadas en busca de los niños, mientras yo me quedé abajo esperando a que me dijera de subir. De todos modos, algo no estaba bien. Desconocía la razón, pero algo muy dentro de mí me decía que algo más estaba oculto en la oscuridad, vigilando nuestros pasos... esperando el momento en el estuviésemos desprevenidos para poder abandonar su escondite y atacarnos. *- ¿ Me estaré volviendo paranoica?-* me pregunté a mí misma mientras intentaba enfocar la oscuridad con la antorcha improvisada que me prestó el capitán, intentando ver algo que podría no estar ahí. Volví a mirar al gran árbol, levantando la mirada para ver como le iba al capitán Silverfang. Resultaba bastante irónico que los niños extraviados habían estado tan cerca todo este tiempo y que habían construido una pequeña cabaña en el árbol para poder jugar en medio del bosque, fuera del alcance de los animales del mismo. Aunque al final resultaba que estaban bien, eso no quita el hecho de que sus madres estaban muy preocupadas por ellos por haber desaparecido tantas horas pero supuse que aún eran niños y no sabían lo que hacían.

De pequeña no podía hacer este tipo de cosas, aparte de que el único amigo que tenía era el capitán Logan, mi maestro y padre adoptivo. Sentí un poco de envidia por los niños a la vez que esbozaba una triste sonrisa por recordar a mis difuntos padres. - Al menos sus padres siguen con vida...- dije en voz baja. De repente, varios objetos empezaron a caer del árbol, juguetes, trozos de madera, etc... Parece ser que el capitán Amaiar estaba teniendo problemas para intentar hablar con los pequeños. Me dispuse a subir por las escalinatas yo también, pero me aparté rápidamente, ya que una bala de cañón casi me cae encima. - Malditos niños, ¿ acaso intentan matarnos? - dije mientras me llevaba la mano a la cara soltando un suspiro. Me pareció escuchar unos pasos acercándose a mi posición... el sonido de estos no eran los de una persona ya que eran pesados. Lentamente me dí la vuelta mientras me llevaba la mano a mi espadón, lista para defenderme en caso de que fuera algún animal peligroso que buscaba algo que llevarse a la boca. Aquel ser se fue acercando más, acelerando el paso. *- ¿ Que diablos viene ahora? ¿ Acaso será el verdadero demonio que viene a matarnos y devorar nuestros huesos?-* pensé a la vez que empecé a ponerme nerviosa. Eso no importaba, todos los seres del mundo sangraban, por lo que fuera lo que fuera lo que me estaba a punto de atacar podía morir. Me dí la vuelta completamente, desenvainé mi arma y adopté una pose de combate a la vez que miraba mejor al frente para descubrir la identidad de aquella criatura. Iluminé a la oscuridad y por fin descubrí que tipo de criatura se trataba, era un león más grande de lo normal y cuyo pelaje era de color blanco. No hizo falta que luchara contra aquel animal ya que, con nada más iluminarle la cara con el fuego, se espantó y volvió corriendo a ocultarse entre la espesura. - Así que este bicho, es el verdadero " demonio" del que habla la leyenda- desenvainé mi espada relajándome un poco. Al parecer el capitán y yo , vamos a tener que ir de caza al cubil de la bestia.

Tardé un poco en convencer a los pequeños de que venía en son de paz, y tardaron aún más en decidir que podían responderme de vuelta:

- Nuestras familias se preocupan demasiado. - Dijo el chico de las gafas.

- Sí, no nos dejan jugar tranquilos. - Respondió el otro moreno. - Dicen que hay cosas raras en el bosque, pero siempre venimos aquí y no pasa nada. ¿Por qué tenemos que volver cuando estamos en medio del juego?

- ¡Ah! He perdido El Juego... - Dijo la niña divertida mientras se reía. ¿Juego? ¿Qué juego? ¿Por qué era tan divertido perder un juego?

De repente los pequeños dejaron de prestarme atención para enzarzarse en una discusión sobre si odiaban a la niña por recordarles el juego, pero no sonaban muy convencidos dadas las risas que estaban teniendo todos juntos. Suspiré, cansado de tratar de entender cómo pensaban los niños de hoy en día. Entonces se me ocurrió una idea:

- Chicos, ¿me dejáis subir? Así me podéis explicar de qué va ese juego que tanto os gusta... - Recé en silencio para que pensaran que realmente estaba interesado, cuando solo buscaba una excusa para llegar hasta ellos.

- Hmmm... - El chico de las gafas se quedó pensando un momento. Parecía el listo del grupo, y eso podía venirme mal. Tras un par de susurros y cuchicheos, volvió a hablar: - Si prometes no entregarnos a nuestros padres por la fuerza. - Sentenció.

- ¡Por supuesto! - Dije llevándome una mano al corazón. - Lo juro, solo quiero hablar con vosotros... Y que me enseñéis de qué va ese juego, claro. - Añadí con una sonrisa. - ¡Ciaran! ¿Estás ahí? - Pregunté hacia abajo, esperando que mi compañera me escuchara. - Sube con cuidado, el peso podría hacer ceder alguna estructura. - Luego volví a mirar para arriba al tiempo que comenzaba a sujetarme para la escalada. - Vendrá una amiga mía también a aprender a jugar, ¿de acuerdo? No se preocupen, también es buena persona y promete no llevaros por la fuerza, ¿ok?

Mientras yo seguía mirando a la oscuridad por si acaso la bestia volviese a aparecer y a intentar darme caza como si fuese un cervatillo, oí al capitán llamarme por mi nombre diciéndome que ya podía subir. ¿ Se habrá ganado la confianza de los niños para que estos dejasen sus travesuras y volviesen a casa? ¿ O me llamó para que le ayudase en tal cometido y les intimidara con mi aspecto para convencerlos de una manera más eficaz? Me encogí de brazos y empecé a caminar hacia el pie del árbol, no sin dejar de mirar hacia atrás por si  la bestia volviese a aparecer mientras estaba de espaldas a ella. Empecé a subir por las escalinatas para encontrarme con el capitán y avisarle de que me había encontrado con un lindo gatito que podría ser el verdadero demonio que atormentaba a la isla. Un par de voces de niños llegaban a mis oídos, seguramente estaban negociando con el capitán Amaiar sobre lo de volver a casa con sus familias.

- Ya estoy aquí capitán- dije llegando hasta donde estaban todos. Unos niños estaban mirándome con una gran cara de sorpresa, seguramente por mi altura y armadura. - Saludos a vosotros también niños, vuestras madres estaban llorando debido a lo preocupadas que están por vosotros, deberíais de volver a casa ya.- Les dije a los niños con un tono amigable para que no me cogieran manía. - Ah es cierto capitán, creo que he encontrado al responsable de la leyenda del demonio. Abajo me encontré con un enorme león blanco que casi me ataca de no ser por su espada flamígera, deberíamos llevar a los niños a casa ipso facto, antes de que la bestia decida atacar de nuevo. Sugiero que llevemos a los niños con sus madres para posteriormente ir a cazar al animal, si le parece bien mi sugerencia- dije con respeto mientras esbozaba una ligera sonrisa esperando su respuesta.

Aunque algo escépticos, los niños acabaron haciendo gala de su natural inocencia infantil y decidieron confiar en mí. Tal vez algo en mi mirada les convenciera de que no mentía, lo cual era normal teniendo en cuenta que soy una persona que no miente casi nunca. Apenas unos segundos más tarde, ya estaba en la misma plataforma que ellos, preguntándoles pequeñas nimiedades.

Me enteré de cosas muy interesantes: por ejemplo que los niños tenían la costumbre de ir a ese sitio día tras día, iban a jugar y re-construirse su casa en el árbol (que se la encontraron ya hecha pero algo abandonada, así que tardaron un poco pero la restauraron); que de repente sus familias habían empezado a prohibirles ir más al bosque, y que después de haber pasado tanto tiempo esforzándose no querían abandonar aquel lugar tan divertido de nuevo... por eso se habían escapado; y también me enteré de que en realidad habían querido volver desde hacía unas horas, pero tenían miedo de los ruidos extraños del bosque, y por eso estaban tan a la defensiva cuando llegamos nosotros... creo que pensaron que éramos piratas o ladrones o algo así.

Al tiempo que empezaba a analizar esto último en mi cabeza, Ciaran se asomó y dijo algo sobre una bestia blanca y enorme. De repente las piezas del puzzle comenzaron a encajar en mi cabeza, y tras explicarle a la rubia con armadura lo que me habían contado los infantes, decidí para mi consternación llevarle la contraria:

- Si lo que dices es cierto, que no dudo que lo sea, la bestia volverá. No podemos arriesgarnos a llevar a los niños con nosotros y recibir un ataque, no podríamos defenderlos a ellos y a nosotros mismos al mismo tiempo. - Concluí. - Así que tenemos dos opciones, pero ambas implican que tendrás que estar preparada para lo peor... - Le aseguré, antes de contarle mi estrategia: - Verás, una opción es que yo lleve a los niños al pueblo corriendo, con mi fuerza y velocidad no me costaría demasiado... Pero tú tendrías que quedarte distrayendo al "demonio" para cubrirme las espaldas, hasta que pueda volver a por ti. El otro plan es que vayamos los dos primero a buscar a ese león blanco, y luego volvamos a por los niños, pero nos arriesgamos a perdernos y dejarlos vulnerables mientras tanto. La primera táctica es más segura para ellos... - Dije señalando a los niños, que empezaban a tiritar de frío. -... Pero más peligrosa para ti, que tendrías que enfrentarte sola con el león blanco. En cuanto huyamos se sentirá atraído y querrá atacarnos, estoy casi seguro de ello, así que no tardaríamos en entablar contacto. ¿Qué me dices? - Pregunté, con una ligera preocupación en el rostro. - ¿Despachamos al demonio juntos o aguantarás hasta mi regreso?

En cualquier caso, la espada flamígera de Ciaran se apagó, pasado el tiempo límite que tenía para crear mis armas, y luego se deshizo en un montón de polvo dorado que se fue con el viento brillando a la luz de la luna. Estábamos de nuevo sin más luz que la pobre lámpara de aquella caseta, y aunque no me costaría crear más como aquella... Durante unos momentos un inquietante silencio se hizo en el lugar, roto nada más que por el sacudir de los arbustos lejanos. "Esto no me gusta..." Pensé, al tiempo que me preparaba para crear otra espada de fuego. Me costaría un poco más darle aquel poder bajo, el proceso no sería inmediato... Por eso cuando el árbol entero se sacudió no estaba preparado, y perdí el equilibrio. Caí por el hueco, y le di una patada al tronco para separarme y no caer hasta el suelo. Al llegar a la plataforma inferior, volé un par de metros hasta aterrizar y golpearme el costado con un juguete suelto. El impacto me dejó sin aire, encogido en la madera. Me habían pillado en el momento más vulnerable, ¿pero qué había sido?

Con un ojo entreabierto y el otro cerrado por el dolor, pude mirar por el borde de la plataforma, y ver al enorme león rondando las raíces de la gran planta. Por mi cabeza pasó la idea de que había sido él quien sacudió el tronco para hacernos caer, como algunos herbívoros hacían caer la fruta madura. Y con su tamaño bien podía ser una teoría plausible, lo cierto era que había subestimado las dimensiones de aquella criatura. Pero no tenía sentido... Los leones no hacen ese tipo de cosas, ¿no? O tal vez no fuera solo su físico lo que estuviera alterado, tal vez también era más inteligente y había aprendido de otros animales del bosque. Fuera lo que fuera, la bestia era peligrosa, pero yo tardaría aún un poco de tiempo en recuperarme y combatir. "Joder, creo que me he roto una costilla..."

- ¡Ciaran! - Exclamé con el poco aliento que pude coger. - ¡Plan C! ¡Acaba con él ahora! - No estaba seguro de que pudiera hacerlo inmediatamente, pero al menos lo distraería un poco para que no siguiera intentando tumbar el árbol, o de lo contrario lo acabaría consiguiendo.

Le expliqué al capitán sobre el ataque de la bestia de antes y que , en mi opinión, deberíamos llevar a los niños otra vez al pueblo para posteriormente ir a matar al animal. El capitán no estuvo de acuerdo con mi idea, ya que él dijo que si hiciéramos eso estaríamos muy vulnerables ante la bestia blanca y los niños también serían un blanco perfecto. Propuso en su lugar dos opciones distintas, una era que él llevase a los niños al pueblo mientras que yo le cubría la espalda y ganaba tiempo para que después él me echase una mano y la otra opción era ir primero al cubil de la bestia, acabar con ella y después llevar a los niños al pueblo, pero no habían garantías de que el león no volviese a por los niños. Al parecer la primera opción era la más segura para la integridad de los pequeños... pero bastante peligrosa para mí que tenía que luchar mano a mano contra el "demonio". Miré a los pequeños con una mirada de preocupación para luego volver a el capitán. - Estoy dispuesta a hacerlo, sólo le voy a pedir una cosa por si las moscas. Si muero, esperemos que no, me gustaría que llevase mi espada a Hallstat y se lo entregara al capitán Logan, no hace falta que le diga nada ya que él lo entenderá- dije preparándome para cubrir la retirada del capitán Amaiar. La espada flamígera que había creado el jefe se empezó a extinguir hasta que se hizo polvo entre mis manos, genial nos habíamos quedado sin una buena fuente de luz, ahora sólo teníamos una pequeña lámpara para iluminar la zona. El inquietante sonido del silencio invadió cada rincón del oscuro bosque, no se oía ni el cantar de las cigarras, solo un silencio sepulcral que hizo que nuestros peores temores se hiciesen realidad.

De repente, un gran temblor sacudió todo el árbol haciendo que todos perdiésemos el equilibrio y que el capitán se cayese por el hueco de los escalones de forma violenta. - ¡¿Capitán, se encuentra bien?!- pregunté a la vez que me asomaba por el hueco para intentar ver si se encontraba bien. ¿ Pero qué demonios había ocasionado que el árbol temblase de ese modo tan bruto? Fui corriendo a asomarme mientras los niños gritaban de puro terror, vi como el león le estaba propinando fuertes golpes al árbol para que nosotros acabásemos en el suelo como si fuéramos fruta madura. Esa bestia era mucho más inteligente que otros de su especie y , seguramente, también poseía haki de observación como la mayoría de los animales de ese bosque, lo que lo hacía un reto bastante importante para una persona sin haki como era yo. El capitán me gritó que acabase con la bestia en ese preciso instante antes de que rompiese el tronco del árbol con sus embestidas, me dí la vuelta y les dije a los niños con una sonrisa tranquilizadora , que no tuvieran miedo ya que la justicia siempre gana al mal. Empecé a correr hasta el borde la plataforma para luego saltar, de alguna forma, acabé encima del león y le cogí del pellejo para hacer que se alejara un poco del árbol. Cuando ya nos habíamos alejado lo suficiente, me bajé de la bestia y desenvainé mi espadón sin apartar la mirada de la bestia. - Parece que nos volvemos a encontrar de nuevo, ¿ eh, lindo gatito? - dije mientras me preparaba para la larga lucha que estaba por darse. Miré de reojo al árbol mientras me preguntaba como le iba al capitán, ¿ podría unirse a esta batalla o estaba bastante malherido para ello?

Mientras me concentraba en mi costado para aplicar mis conocimientos de Manual Micaiah, pude oír que abajo a nivel de suelo Ciaran había logrado su propósito. Digo oír porque el rugido del puñetero león no era precisamente algo que ignorar, menos a aquella distancia cuando casi me deja sordo.

- Gato del demonio... - Dije, sin pararme a pensar en la ironía de aquella maldición. - Más te vale ser lo que buscamos, o ya podías irte a tocar las narices a otra parte...

Por mucho que me disgustara, aún no estaba listo para bajar. Me quedarían algunos segundos tirando a minutos hasta que estuviera en condiciones óptimas, no había tenido la agudeza de protegerme con Haki de armadura y por eso iba a sufrir las consecuencias. ¿De qué clase de material hacen los juguetes hoy en día de todas formas? Las puntiagudas orejas del gran muñeco con forma de burro habían sido lo más doloroso, pero al disminuir la desagradable sensación de mi torso pude darme cuenta de que otras partes de mi cuerpo se resentían... La cadera, por ejemplo, que había golpeado con los cuartos traseros de dicho burro y me habían dejado entumecida la pierna. Eso explicaba por qué no me podía levantar aún.

Seguí tratando de sanarme con energía interior, calmando al menos los dolores y despertando los nervios dormidos para poder empezar a moverme. El resto era secundario, mientras me pudiera mover podría saltar a la ayuda de la mujer, quien por lo que podía oír se las estaba apañando bastante bien contra la bestia. Suspiré aliviado, sabiendo que al menos no corría demasiado peligro... O eso quería pensar, dado que había dejado de mirar hacia allí y me estaba guiando solo por Mantra y sonidos.

Mientras tanto, le daba vueltas a la cabeza lo último que me había dicho. Aparte de que no la imaginaba tan pesimista como para pensar en su propia muerte, había dicho que le llevase su espada a un tal Logan, en Hallstat. ¿Hallstat? ¿Qué tenía que ver Ciaran con esa endemoniada isla? La isla que me vio nacer, la isla que me convirtió en lo que soy, y de la cual huí para no volver jamás... Tal vez las cosas fueran diferentes ahora. Si aquel pedazo de tierra en medio del North Blue podía albergar a gente como Ciaran, gente en la que ella depositaría su confianza, puede que fuera momento de visitarla al menos una vez más... En otro momento claro, ahora estaba algo ocupado lidiando con otro asunto, peludo, grande y bastante peligroso. ¿Sería Ciaran nativa de Hallstat también? Otra cosa que debía investigar en cuanto saliéramos de aquel bosque...

Enfrentarme a un enorme león no parecía ser una muy buena idea, sobre todo cuando se rumoreaba que las bestias del bosque poseían el poder del Mantra. ¿Podría ser que yo, una mujer sin ningún tipo de haki, podría derrotar a tal gran peligro que amenazaba con devorarme las tripas y Dios sabe que otras cosas desagradables más? El animal y yo nos miramos fijamente a la vez que empezábamos a movernos en círculo, sin apartar la mirada del otro, pendientes de cada mínimo movimiento y preparados para atacar.

La tensión se mascaba en el ambiente, ¿cuando atacaría el león?. Era algo que no paraba de preguntarme ya que prefería pasarme a la defensa en vez de hacer el primer movimiento. Los ojos del animal me miraban con furia, en cualquier instante se abalanzaría sobre mí para hundir sus fauces en mi carne. Por mi rostro ya empezaban a caer delgadas líneas de sudor, estaba bastante nerviosa, pero tenía que enfrentarme a aquel ser del bosque para evitar que fuera después a por los niños y a por el capitán Silverfang, rendirme ante el miedo no era una opción.

Finalmente, la bestia hizo su primer movimiento. Apoyándose en sus poderosas extremidades, procedió a saltar sobre mí con la intención de propinarme un zarpazo, salté hacia atrás evitándolo por poco, pero el albino león se lanzó hacia delante amenazándome con sus enormes colmillos afilados como cuchillas, preparado para rasgarme la carne. Haciendo uso de mi fuerza, paré su embestida con mi espadón pero aún así el bicho era ligeramente más fuerte que yo.

"-Estoy en graves problemas... si me descuido aunque sea sólo un instante, esta mala bestia acabará conmigo en un abrir y cerrar de ojos-" pensé mientras intentaba contener al animal usando mi espadón de acero. Con el uso de mi peso más mi fuerza física, aparté al león hacia un lado y volví a mi posición de defensa inicial. Se me vino una idea a la mente, quizás no saliera bien, pero podría intentarlo para ganar el suficiente tiempo como para que el capitán se recuperara, aparte de que era algo que no dominaba todavía.

Agarrando firmemente el arma, corrí hacia delante e intenté propinar un tajo contra el animal, este saltó pero antes de que saltara yo había detenido mi ataque. Había logrado que cayese en mi amago, ahora al estar en el aire estaba al descubierto. Volví a apretar fuertemente mi espada, más fuerte que antes incluso, y lancé una onda de corte hacia el león, pero no calculé bien el momentum y solo le corté en un costado. Soltando un rugido en señal de dolor se recuperó y se abalanzó sobre mí, caí pesadamente al suelo a la vez que el león hundía sus dientes en mi hombro.

Dejé escapar un grito de dolor que se expandió por todo el lugar a la vez que le sujetaba la cabeza al mamífero para que no desgarrase mi hombro. Ahora me encontraba en una situación de vida o muerte, si nadie me ayudaba acabaría perdiendo la vida en la isla y no podría volver a ver ni al capitán Logan ni a mis compañeros de la Marina. No... era algo que no podía dejar que sucediese. De ninguna manera iba a permitir que un maldito león acabase conmigo en ese lugar, aún tenía mucho por lo que vivir, mucho por lo que luchar. Apreté el puño que tenía libre y le golpeé a mi enemigo en la cabeza provocando una pequeña onda de choque.

Esto hizo que se apartara un par de metros y que se golpease violentamente contra una roca próxima a nosotros. Pero en seguida se levantó, era duro, tenía que reconocerlo. Me levanté con el hombro destrozado y miré a los ojos del animal, él también estaba herido tenía un corte en el costado derecho en el que estaba perdiendo sangre,  y debido al golpe de hace unos instantes le estaba saliendo sangre por el hocico. "-Me pregunto si el capitán ya se habrá recuperado, me vendría bien una mano-".

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