Hayden Ashworth
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Akuma no mi
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Condiciones: Retador: Anon Post-capítulo, para poder probar las cosillas que obtengamos del mismo. Daños On-rol y sin saltos de turno ni tiempo límite. Si gano, debes acatar una única orden que yo te de, en cualquier momento y lugar, a discreción mía por supuesto. Si pierdo, reconoceré que soy más débil y también acataré una orden tuya especial (es decir, normalmente ya debería, pero sabes cómo soy para estas cosas de respetar la autoridad... es tu ocasión para ponerme en mi sitio, ¡si puedes!)
Localización: Alta Mar: North Blue, Barco
Empieza...
Syxel: 1 Anon: 2
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Anon K. Noah
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Akuma no mi
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Me encontraba aburrido, sentado junto al mástil y mirando cómo la escasa pero activa tripulación de nuestro "pequeño" navío se mantenía ocupada haciendo las tareas asignadas para ellos. El barco se mantenía en movimiento, avanzábamos con calma pero seguridad por el mar del Norte... Y hubiera jurado que como siguiera sin hacer nada durante un solo minuto más explotaría. ¿Dónde estaban las tormentas? ¿Los barcos enemigos? ¿Las criaturas de los mares? El puerto más cercano aún quedaba a días de camino, y contando los que ya habíamos pasado en alta mar estaba siendo un viaje bastante tranquilo. DEMASIADO tranquilo, diría yo.
Miré al cielo cubriéndome los ojos, y el sol en lo alto me devolvió la mirada como burlándose de mi situación. Apenas habían nubes, y no tenía pinta de que fuera a cambiar en las próximas horas, si bien podía estarme equivocando. Irritado, me levanté para darme un pequeño y corto chapuzón en el agua, para rehidratarme.
Bajo el mar, el panorama no era muy distinto. La inmensidad del océano era vasta como pocas cosas que conociera en esta vida, pero estaba todo muy tranquilo. La vida submarina no parecía estar agitada, de hecho apenas podía ver peces por la zona. Si alguno de los nuestros quería ponerse a pescar, estaba claro que ese no era el día más adecuado para ello.
Y entonces, ¿qué debía hacer? No tenía ganas de ponerme a trastear con cuero otra vez, llevaba haciendo eso la mitad del viaje... Y ya me habían dicho varias veces que si tenía hambre me esperara a la hora de comer como todo el mundo, no parecía que a nadie le hiciera gracia que asaltara las reservas de comida de vez en cuando para un pequeño aperitivo. O un aperitivo no tan pequeño. Y tras varias experiencias "entrenando" con los integrantes menos destacables de la tripulación, estos me habían cogido cierto miedo y no querían volver a participar en una de mis sesiones. Tampoco tenía mucho que hacer como navegante, había hecho las indicaciones básicas al timonel actual, y tan solo debía asegurarme de corregir el rumbo de vez en cuando.
De vuelta en cubierta un pequeño rato después, una idea se encendió en mi cabeza como una bombilla imaginaria. Sacudiéndome el exceso de agua para no encharcar la madera del navío, me dirigí a la puerta del camarote de Syxel, mi capitán. Si no se encontraba allí siempre podía seguir buscándolo en otra parte, pero por otra parte si estaba ocupado no dudaba que me mandaría a la mierda.
- Capitaaaaan~. - Llamé fingiendo inocencia a su puerta. - ¿Tienes un rato? Tengo una propuesta...
------------------
No me preguntéis cómo, pero acabé convenciéndole. Un duelo amistoso, allí mismo y sin complicaciones. En cubierta teníamos bastante espacio para maniobrar, ya que el resto de hombres habían cesado sus actividades para poder observar el inusual espectáculo. Era la ocasión perfecta para ejercitarme como dios manda, sin contenerme demasiado, y quería probar un par de tonterías que se me habían ocurrido tras los eventos de Síderos, lo cual sería más complicado en tierra firme. Además, las condiciones del reto, o más bien las condiciones acerca del ganador y perdedor eran un atractivo demasiado grande como para no tomármelo en serio. Bien pensado, tal vez fuera eso precisamente lo que convenció al peligris para aceptar mi desafío.
Un par de metros de separación. Mi espadón apoyado en mi hombro como si no pesara apenas más que un palo. Su postura en guardia y preparado, su mirada seria para variar. Mi sonrisa confiada, llena de afilados dientes. El corazón latiéndome cada vez más rápido. Aquello... aquello era lo que estaba buscando. Una pequeña fracción de la animosidad de la batalla. Incluso si sabía que Syxel no me mataría intencionadamente, no podía evitar sentir que iría a matar, y en mi caso era igual. Sabía que era perfectamente capaz de plantarme cara, así que no debía preocuparme por darlo todo, y saber que un descuido podía costarme la vida me daba una sensación de subidón como pocas otras cosas eran capaces de darme. La adrenalina era adictiva, y apenas podía esperar a que el hombre designado para dar la señal de comienzo hiciera su trabajo de una vez.
- Cuidado con la madera, que no es barata... - Le oí murmurar por lo bajo. - De acuerdo, preparados... listos... ¡Comenzad!
Miré al cielo cubriéndome los ojos, y el sol en lo alto me devolvió la mirada como burlándose de mi situación. Apenas habían nubes, y no tenía pinta de que fuera a cambiar en las próximas horas, si bien podía estarme equivocando. Irritado, me levanté para darme un pequeño y corto chapuzón en el agua, para rehidratarme.
Bajo el mar, el panorama no era muy distinto. La inmensidad del océano era vasta como pocas cosas que conociera en esta vida, pero estaba todo muy tranquilo. La vida submarina no parecía estar agitada, de hecho apenas podía ver peces por la zona. Si alguno de los nuestros quería ponerse a pescar, estaba claro que ese no era el día más adecuado para ello.
Y entonces, ¿qué debía hacer? No tenía ganas de ponerme a trastear con cuero otra vez, llevaba haciendo eso la mitad del viaje... Y ya me habían dicho varias veces que si tenía hambre me esperara a la hora de comer como todo el mundo, no parecía que a nadie le hiciera gracia que asaltara las reservas de comida de vez en cuando para un pequeño aperitivo. O un aperitivo no tan pequeño. Y tras varias experiencias "entrenando" con los integrantes menos destacables de la tripulación, estos me habían cogido cierto miedo y no querían volver a participar en una de mis sesiones. Tampoco tenía mucho que hacer como navegante, había hecho las indicaciones básicas al timonel actual, y tan solo debía asegurarme de corregir el rumbo de vez en cuando.
De vuelta en cubierta un pequeño rato después, una idea se encendió en mi cabeza como una bombilla imaginaria. Sacudiéndome el exceso de agua para no encharcar la madera del navío, me dirigí a la puerta del camarote de Syxel, mi capitán. Si no se encontraba allí siempre podía seguir buscándolo en otra parte, pero por otra parte si estaba ocupado no dudaba que me mandaría a la mierda.
- Capitaaaaan~. - Llamé fingiendo inocencia a su puerta. - ¿Tienes un rato? Tengo una propuesta...
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No me preguntéis cómo, pero acabé convenciéndole. Un duelo amistoso, allí mismo y sin complicaciones. En cubierta teníamos bastante espacio para maniobrar, ya que el resto de hombres habían cesado sus actividades para poder observar el inusual espectáculo. Era la ocasión perfecta para ejercitarme como dios manda, sin contenerme demasiado, y quería probar un par de tonterías que se me habían ocurrido tras los eventos de Síderos, lo cual sería más complicado en tierra firme. Además, las condiciones del reto, o más bien las condiciones acerca del ganador y perdedor eran un atractivo demasiado grande como para no tomármelo en serio. Bien pensado, tal vez fuera eso precisamente lo que convenció al peligris para aceptar mi desafío.
Un par de metros de separación. Mi espadón apoyado en mi hombro como si no pesara apenas más que un palo. Su postura en guardia y preparado, su mirada seria para variar. Mi sonrisa confiada, llena de afilados dientes. El corazón latiéndome cada vez más rápido. Aquello... aquello era lo que estaba buscando. Una pequeña fracción de la animosidad de la batalla. Incluso si sabía que Syxel no me mataría intencionadamente, no podía evitar sentir que iría a matar, y en mi caso era igual. Sabía que era perfectamente capaz de plantarme cara, así que no debía preocuparme por darlo todo, y saber que un descuido podía costarme la vida me daba una sensación de subidón como pocas otras cosas eran capaces de darme. La adrenalina era adictiva, y apenas podía esperar a que el hombre designado para dar la señal de comienzo hiciera su trabajo de una vez.
- Cuidado con la madera, que no es barata... - Le oí murmurar por lo bajo. - De acuerdo, preparados... listos... ¡Comenzad!
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