[Privado-Pasado] ¿Que te debo dinero? No conosco.

Era una noche como otra cualquiera en la isla del pecado, y el joven pirata de cabellos rojizos acaba de aterrizar allí por cuestiones que solo él conocía y que no vienen al caso. Acababa de volver del paraíso tras casi dos años entrenando en Wano con su abuelo por un fin mayor. Sin saber  de sus amigos, ni de sus familiares cercanos, y de nadie en general. Había pasado varios días en el archipiélago sabaody en la gran casa de variedades de su hermano, pero su comportamiento dicharachero y elocuente no era algo que estuviera bien visto en lugares con gente de bien, así que tuvo la idea de ir al único lugar donde conversar con una mujer casa no implicaba una pelea: la magnífica ciudad de Mock Town.Cargado con un buen fajo de billetes, sus espadas y sus mejores ropajes puso rumbo hacia Jaya. Tardo un par de días en llegar, pues el camino era largo y el viento no estaba a su favor. Sin embargo, al llegar aterrizo en mitad de la gran avenida de los burdeles de la isla. ¿Que por qué ese nombre? Es simple. Dos de cada tres locales que había en cada lado de esa larga calle era un lugar con mujeres de la mala vida con las que pasar un buen rato; aunque no en todos había mujeres de verdad, por lo que había que tener cuidado.

-Malditos okamas... –susurró Zane, cuando uno de esos seres le dio un panfleto del local donde trabajaba: la concha con sorpresa.

Aceleró el paso y acabó en un local algo tranquilo. Estéticamente parecía un local tranquilo, sin a música muy alta y con poco jolgorio. Hecho de madera y sin un letrero con su nombre. Con curiosidad fue a entrar en él, pero entonces alguien se puso en su camino.

-Lo siento, sin invitación no puedes entrar –dijo un portero de gran tamaño. Por su aspecto parecía fuerte, pero su experiencia con hombres así sabía que era todo apariencia.

-¡Venga, no me jodas! –se quejó el pelirrojo-. ¿Y si te doy un par de estos mi nombre aparecería en esa lista?

Zane sacó de su bolsillo dos billetes sujetándolos con los dedos índice y corazón, agitándolo de un lado al otro en la cara del portero. Esperaba que aquel gorila incompetente accediera a dejarle entrar por la cuantiosa cantidad de diez mil berries. En ese lugar había pocos porteros legales. Sin embargo, ese debía ser uno de los pocos que había en el lugar, pues tras sonreír y negar con la cabeza agarró a Zane por el cuelo de la camisa. Pocas veces se ponía algo en su tren superior y acaba de recordar porqué. Instintivamente, lo primero que quiso hacer era golpear al portero,pero antes de que pudiera hacerlo una camarera salió y le dijo algo a su agresor, que no tardó en soltar al viejo supernova y arreglarle el cuello.

-Está bien, puedes entrar. El señor Jota ha dicho que no hay problema –le comunicó a Zane, abriendo la puerta.

-Te has librado de una buena muchacho -le dijo Zane, guiñándole un ojo.

“¿Señor Jota?” –pensó el pirata, entrando al garito con el entrecejo fruncido.

¿Quién sospecharía de un muchachito como él en un lugar como ese? De todos los lugares de la isla, Jish sospechaba que había ido a elegir el más horrible de todos. Apenas tenía luz natural, el nombre del establecimiento daba pavor, por no hablar del trato al cliente. El joven embaucador se encontraba en uno de los reservados junto a Veronika, su acompañante aquella velada.

- ¿Esta bien así? – preguntó ella algo confusa.

Jish la miró de arriba abajo. Veronika representaba todas las virtudes femeninas que a cualquier hombre le harían enloquecer: era simpática y deseable, traviesa y piadosa, soñadora y realista. Aunque lo que más le fascinaba al joven, sobretodo, su exquisita educación y sus refinados modales impropios de alguien de su profesión.

- No demasiado – espetó el pirata dejando escapar una leve sonrisa– cuando tienes una mala mano se te nota en la mirada, si muestras tus emociones estas mostrando tus cartas. El lenguaje corporal dice más de nosotros mismos que nuestras palabras ¿Qué tenías? ¿Una pareja?

- ¿Vas o no vas? – inquirió la muchacha omitiendo descaradamente los consejos.

- Me sabe mal ganar dinero de esta manera… - miró de reojo sus cartas, tenía una doble pareja. No era demasiado, pero suficiente para desbancar aquel descarado farol.

Arrojó un billete más sobre la mesa y aguardó la reacción de su acompañante, sin embargo, esta no renunció a su estrategia y volvió a subir la apuesta. Jish entró al juego sin ningún reparo y arrojó un par de billetes más.

- Puede que no se me dé bien el póker – dijo la muchacha mientras comenzaba a destapar sus cartas poco a poco, como si estuviera disfrutando de la reacción del joven pirata – Pero se me da muy bien actuar. Color, yo gano.

Jish se quedó estupefacto durante unos segundos mientras contemplaba las cinco cartas de corazones que Veronika había descubierto, sin saber que hacer o que decir tan solo desechó su mano y miró de nuevo reticente las cartas de su acompañante.

- Embaucador embaucado, touché – concedió finalmente.

- ¿Ese amigo tuyo no se está retrasando? Me sabe mal que me hayas pagado para seguir quitándote más dinero – confesó con una sonrisa pícara.

- Nunca me ha gustado esperar, con dinero o sin dinero, esperar hace que te replantees cosas.

Ambos permanecieron en silencio durante unos segundos que parecieron eternos. Aquella frase tenía más significado del que a primera vista pudiese parecer para aquellos dos.

El guardia de seguridad miraba a Zane con desprecio, mientras que él se regodeaba con soberbia por aquel lugar. Como había visto desde fuera era un sitio tranquilo, con gente sentada en su sitio sin armar jaleo y bebiendo tranquilamente. Sin embargo, el tipo de personas que lo estaban frecuentando era sospechosamente curiosa. Había hombres trajeados de avanzada edad con jóvenes preciosas con escasa ropa. Delincuentes que había visto en carteles junto a políticos de islas cercanas a Jaya, así como uno de los tripulantes de Syxel, con quien había quedado a la mañana siguiente.

-¿Tú eres un tripulante de Syxel, verdad? -pregunté, acercándome a la mesa.

-Esto es una reunión privada, pelirrojo -dijo una muchacha con extremada educación-. Así que si no le importa -hizo un ademán con la mano para que se marchase, pero él no iba a hacerlo. Pudo ver en los ojos del tripulante de Syxel que estaba en un aprieto. Había visto esos ojos antes, le sonaba de algo ¿pero dónde? Sus recuerdos eran lejanos y le remontaban a su infancia, aunque no conseguía tener nada en claro.

-Disculpe señorita -dijo, agarrando delicadamente la mano de aquella señorita, para posar sus labios sobre el dorso de esta-. Pero he de presentarme como es debido. Soy Zane D. Kenshin, pirata, vividor, amante egoísta y soy a tiempo parcial de este hombre.

La mirada del pelirrojo se desvió para Jish para que le siguiera el rollo. Y sin permiso alguno, se sentó al lado de ellos.

-¿Ah, sí? -inquirió ella con ironía-. ¿Entonces porque has preguntado si era miembro del pirata Silver D. Syxel?