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La búsqueda no estaba resultando demasiado fructífera. Mirase donde mirase, todo se hallaba regido por el caos y la violencia, y parecía más un coliseo que otra cosa. Poco a poco, algunos de los combatientes sucumbían, mientras que otros nuevos aparecían para suplirlos o buscar su propia batalla. Y luego estaba el grupo de gente que, al igual que yo, estaba en aquel lugar, fuera por una u otra razón, para encontrar algo, y no tenían planeado pelear para conseguirlo. Era más dado a escabullirme, trucar mecanismos, tratar de burlar la astucia del contrario… En general, ser un zorro, y los zorros preferían rapiñar o robar a cazar por ellos mismos, eso era un hecho.
Tratando de moverme por la sala con el mayor de los cuidados, sin posicionarme en el rango de visión de cualquiera de los monstruos que ocupaban esa habitación, un escalofrío me recorrió toda la espalda. Algo había en aquel piso que no me terminaba de convencer, y me incomodaba a unos niveles peligrosamente preocupantes, una presencia gigantesca que opacaba al resto, y de la cual opté por alejarme lo más rápido posible. En cambio, Katharina se encontraba enfocada en su combate contra aquella persona, y no parecía que su situación fuera a cambiar pronto, al menos por el momento.
Entonces, como quien sufre de paranoia, miré hacia atrás, esperando encontrar a alguien, sin razón más profunda que una simple sensación. Pero estaba vacío, un total y completo alivio para mi corazón que quizás se estaba encogiendo más de lo debido en aquel lugar. Estar entre la espada y la pared constantemente no era bueno para mi salud, eso estaba seguro. Suspirando, volví a mirar hacia adelante y allí estaba: una señorita, más alta que yo y con un cabello albino que brillaba por sí solo, además de un rostro gélido que no me generaba ningún tipo de calma. Al contrario.
Sin fijarme realmente en su aspecto, porque tampoco es que fuera importante en ese preciso instante, me coloqué en una postura de combate, o lo que yo consideraba que podía serlo. Nunca había peleado como tal, o no al menos no en un campo de batalla como en el que me encontraba ahora mismo, así que quizás mis dotes de pelea no estaban…, muy desarrolladas, por decirlo así. Antes de siquiera poder centrarme en lo que tenía delante de mí, comencé a escuchar una serie de calambres y chispazos, provenientes, claramente, de mi interior. Su puño me estaba cruzando el tórax, recibiendo una serie de descargas que podrían tumbar a cualquier persona por encima del promedio. Pero ella estaba allí, quieta e inerte, mirándome con una cara de decepción y nula sorpresa acompañada de un ‘’Vaya…’’ ¿Atravesaba a gente a puñetazos todos los días o qué?
De todas formas, ignoré el comentario como pude y traté de contraatacar como pudiera. A pesar de notar en primera persona cómo mis decenas de descargas no estaban resultando en ella a través del puño, no perdía nada por intentarlo de nuevo. Asumir erróneamente que era inmune a mi poder era simplemente darle una ventaja durante todo el combate, y me tenía que asegurar de ello antes de continuar. Así, improvisando como podía alguna de las muchas técnicas que había visto en los bajos fondos durante el tiempo que había estado trabajando entre violentos y criminales, traté de agarrar la mano que tenía al lado mía con mi izquierda, a la vez que mi pierna intentaba lanzar una patada hacia la parte interior de la contraria y la mano derecha se encaraba con el cuello femenino. En ambas palmas comenzaría a generar un flujo de energía lo más intenso posible y, aunque el plan era tirarla al suelo para comenzar a electrocutar su garganta, me tenía que preparar para cualquier situación, me encargaría de pasar la electricidad de mi cuerpo al suyo por todas las zonas de contacto posible. No debía confiarme, y menos en aquel lugar donde nadie me ayudaría.
Tratando de moverme por la sala con el mayor de los cuidados, sin posicionarme en el rango de visión de cualquiera de los monstruos que ocupaban esa habitación, un escalofrío me recorrió toda la espalda. Algo había en aquel piso que no me terminaba de convencer, y me incomodaba a unos niveles peligrosamente preocupantes, una presencia gigantesca que opacaba al resto, y de la cual opté por alejarme lo más rápido posible. En cambio, Katharina se encontraba enfocada en su combate contra aquella persona, y no parecía que su situación fuera a cambiar pronto, al menos por el momento.
Entonces, como quien sufre de paranoia, miré hacia atrás, esperando encontrar a alguien, sin razón más profunda que una simple sensación. Pero estaba vacío, un total y completo alivio para mi corazón que quizás se estaba encogiendo más de lo debido en aquel lugar. Estar entre la espada y la pared constantemente no era bueno para mi salud, eso estaba seguro. Suspirando, volví a mirar hacia adelante y allí estaba: una señorita, más alta que yo y con un cabello albino que brillaba por sí solo, además de un rostro gélido que no me generaba ningún tipo de calma. Al contrario.
Sin fijarme realmente en su aspecto, porque tampoco es que fuera importante en ese preciso instante, me coloqué en una postura de combate, o lo que yo consideraba que podía serlo. Nunca había peleado como tal, o no al menos no en un campo de batalla como en el que me encontraba ahora mismo, así que quizás mis dotes de pelea no estaban…, muy desarrolladas, por decirlo así. Antes de siquiera poder centrarme en lo que tenía delante de mí, comencé a escuchar una serie de calambres y chispazos, provenientes, claramente, de mi interior. Su puño me estaba cruzando el tórax, recibiendo una serie de descargas que podrían tumbar a cualquier persona por encima del promedio. Pero ella estaba allí, quieta e inerte, mirándome con una cara de decepción y nula sorpresa acompañada de un ‘’Vaya…’’ ¿Atravesaba a gente a puñetazos todos los días o qué?
De todas formas, ignoré el comentario como pude y traté de contraatacar como pudiera. A pesar de notar en primera persona cómo mis decenas de descargas no estaban resultando en ella a través del puño, no perdía nada por intentarlo de nuevo. Asumir erróneamente que era inmune a mi poder era simplemente darle una ventaja durante todo el combate, y me tenía que asegurar de ello antes de continuar. Así, improvisando como podía alguna de las muchas técnicas que había visto en los bajos fondos durante el tiempo que había estado trabajando entre violentos y criminales, traté de agarrar la mano que tenía al lado mía con mi izquierda, a la vez que mi pierna intentaba lanzar una patada hacia la parte interior de la contraria y la mano derecha se encaraba con el cuello femenino. En ambas palmas comenzaría a generar un flujo de energía lo más intenso posible y, aunque el plan era tirarla al suelo para comenzar a electrocutar su garganta, me tenía que preparar para cualquier situación, me encargaría de pasar la electricidad de mi cuerpo al suyo por todas las zonas de contacto posible. No debía confiarme, y menos en aquel lugar donde nadie me ayudaría.
La mujer la mirada de ti, clava sus ojos sobre los tuyos como si estuviera viendo tus más profundos secretos, el interior de tu alma. Consigues agarrarle del brazo y golpearle en el estómago, pero eso no parece haberle hecho daño alguno. No es hasta que consigues agarrarla del cuello, cuando muestra una sonrisa. La electricidad cruza por el cuerpo de tu oponente, y ella sujeta tu mano y la aprieta con fuerza. Ves cómo su mano se ha tornado de negro, mientras que aumenta su envergadura en un metro y su piel se vuelve blanca. Su rostro se alarga y le crecen unas preciosas alas blancas en la espalda.
—Si quieres sobrevivir vas a necesitar algo más que unos simples rayos —te dice.
Soltando tu mano se alza batiendo sus alas, cargando contra ti a gran velocidad. Esta alzando su puño, aún negro como la misma turba, apuntando a tu cara, mientras que con la mano sobrante buscaba agarrar tu atuendo para elevarte en el aire.
—Si quieres sobrevivir vas a necesitar algo más que unos simples rayos —te dice.
Soltando tu mano se alza batiendo sus alas, cargando contra ti a gran velocidad. Esta alzando su puño, aún negro como la misma turba, apuntando a tu cara, mientras que con la mano sobrante buscaba agarrar tu atuendo para elevarte en el aire.
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Creo que en este punto ya estaba suficientemente seguro de la condición del enemigo como para asegurar que tenía cierta inmunidad hacia la electricidad. Total o parcial, pero, en el caso de que fuera del segundo tipo, sabía camuflar muy bien los efectos de las descargas, algo bastante difícil de conseguir sabiendo que el cuerpo tendía a actuar de forma obligada. Los nervios se tensaban por la electricidad y las extremidades se comenzaban a contraer y estirar, hecho que no estaba sucediendo para nada en esta batalla. Lo único que había logrado mi fruta a estas alturas es provocar una sonrisa, bastante perturbadora para concretar, en la cara de aquella muchacha que me estaba encarando. Y mi suposición ganaba fuerza cuando, sin rastro de duda, la mano enemiga se posaba sobre la mía y la agarraba con fuerza, dispuesta a obtener más chispazos a través de ese contacto. Pero nada. Ni se inmutaba. Así que mi fruta iba a servir más bien de poco en el combate, y eso me dejaba con un total de… 0 recursos. Bueno, uno o dos. Alargar la batalla lo más posible hasta que cualquiera de los que estuvieran a mi alrededor pudieran percatarse de mi estado y ayudarme, aunque eso también abría las puertas a cualquier enemigo.
No me había terminado de dar cuenta de que su mano estaba tocando la mía. Tocando. Es decir, no resultaba intangible para ella, y eso me anulaba otra de las pocas bazas que me aportaban mi poder. No era capaz de hacerle un daño real y ahora tampoco podía esquivar el suyo con facilidad. La cosa iba mejorando. Entonces, su rostro comenzó a deformarse, perdiendo la característica presencia humana que tenía, y su cuerpo creció con esta, hasta convertirse en un ser que duplicaba mi tamaño con facilidad. Además, su piel, aunque ya antes blanca, ahora parecía brillar de lo pálida que estaba, y sus omoplatos perdieron la forma común para convertirse en un par de alas útiles. Con nervios por la transformación, mi mano trató de golpear la del ser que me estaba amenazando, tachando mi poder de inútil, todo para poder zafarme de su agarre y escapar. Sabía qué batallas debía pelear y cuáles no, y esta era una de las segundas, claramente.
De pronto, comenzó a volar, empujándome a mí y, con un poco de suerte y agilidad de mi parte, dejándome de pie frente a donde estaba. Sin aviso previo de ningún tipo, todo su cuerpo comenzó a cargar contra mí, dejando claro que sus intenciones eran, a deducir por el puño levantado que parecía llevar un guante negro, golpearme y dejarme fuera de combate. Por una parte me alegraba de que sus movimientos fueran predecibles hasta cierto punto, porque convertía un duelo de puro poder a uno en el que podía conseguir cierta ventaja utilizando la inteligencia. Aun siendo tan básico, debía de esquivarlo, y elevarme con el poder de mi fruta no era ninguna opción, ya que la ventaja aérea estaba, sin duda alguna, de su lado. Convirtiéndome en electricidad, traté de desplazarme hacia la derecha a toda la velocidad posible, para esquivar la embestida de cualquier forma posible, apostando por la instantaneidad que me proporcionaba aquella forma.
Si lograba esquivar el ataque, el siguiente movimiento sería, básicamente, buscar algún objeto que estuviera a mi alcance, quizás resto de algún otro combate, simplemente para conseguir algo para defenderme más que mis puños y, con suerte, poder contraatacar.
No me había terminado de dar cuenta de que su mano estaba tocando la mía. Tocando. Es decir, no resultaba intangible para ella, y eso me anulaba otra de las pocas bazas que me aportaban mi poder. No era capaz de hacerle un daño real y ahora tampoco podía esquivar el suyo con facilidad. La cosa iba mejorando. Entonces, su rostro comenzó a deformarse, perdiendo la característica presencia humana que tenía, y su cuerpo creció con esta, hasta convertirse en un ser que duplicaba mi tamaño con facilidad. Además, su piel, aunque ya antes blanca, ahora parecía brillar de lo pálida que estaba, y sus omoplatos perdieron la forma común para convertirse en un par de alas útiles. Con nervios por la transformación, mi mano trató de golpear la del ser que me estaba amenazando, tachando mi poder de inútil, todo para poder zafarme de su agarre y escapar. Sabía qué batallas debía pelear y cuáles no, y esta era una de las segundas, claramente.
De pronto, comenzó a volar, empujándome a mí y, con un poco de suerte y agilidad de mi parte, dejándome de pie frente a donde estaba. Sin aviso previo de ningún tipo, todo su cuerpo comenzó a cargar contra mí, dejando claro que sus intenciones eran, a deducir por el puño levantado que parecía llevar un guante negro, golpearme y dejarme fuera de combate. Por una parte me alegraba de que sus movimientos fueran predecibles hasta cierto punto, porque convertía un duelo de puro poder a uno en el que podía conseguir cierta ventaja utilizando la inteligencia. Aun siendo tan básico, debía de esquivarlo, y elevarme con el poder de mi fruta no era ninguna opción, ya que la ventaja aérea estaba, sin duda alguna, de su lado. Convirtiéndome en electricidad, traté de desplazarme hacia la derecha a toda la velocidad posible, para esquivar la embestida de cualquier forma posible, apostando por la instantaneidad que me proporcionaba aquella forma.
Si lograba esquivar el ataque, el siguiente movimiento sería, básicamente, buscar algún objeto que estuviera a mi alcance, quizás resto de algún otro combate, simplemente para conseguir algo para defenderme más que mis puños y, con suerte, poder contraatacar.
Todo sucede muy rápido. Con suerte consigues esquivar el ataque de tu contrincante, pero no evitas que te agarre y te eleve varios metros. Te tiene cogido a la altura de la cintura y tus manos pueden llegar a la parte baja de su cinturón, donde hay dos extrañas pistolas. Si te fijas en ellas tienen sus culatas tienen un mecanismo parecido al de los diales, ¿serán capaz de aguantar tu electricidad? Quizás deberías probarlo, pero rápido porque tu oponente planea llevarte lejos, quizás hacia el mar y matarte ahogado.
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Estaba claro que aquel día no era el mío. Ante mis planes de escapar del agarre del enemigo y buscar un arma por las cercanías para poder defenderme, aquella mujer simplemente dijo ‘’No’’ y, acelerando de un momento para otro, logró cogerme y elevarme con la suficiente velocidad como para no poder evitarlo. En mitad del aire, a la altura necesaria como para impedir la huida ya que no tendría un aterriza suave que digamos, mi cadera era fuertemente presionada por las manos, garras o lo que sea que tuviera por extremidades aquella señora. En el estado que estaba, no me veía capaz de estar tan tranquilo como para pararme a discernir su naturaleza, sino más bien mi cabeza estaba ocupada de pensamientos horrorosos o que buscaban alternativas en las cuales saliera con vida de aquel sitio.
Desde esta posición, el rival tenía una baraja muy grande de posibilidades, todas ellas eficientes cuando hablábamos de dejarme en un mal estado. Ya fuera estrellarme contra el suelo, elevarme mucho más y simplemente dejarme caer o lanzarme al mar que nos rodeaba. Todas y cada una de las formas implicaba una muerte casi segura, a menos que tuviera demasiada suerte o alguien interviniera, y en estas condiciones dudaba realmente de que eso siquiera pudiera ocurrir.
Sin poder contener el pavor que me estaban transmitiendo estos últimos segundos, soltando algún pequeño grito ahogado en el proceso, traté de elaborar un plan mínimamente útil, lo suficiente como para poder decir que no me dejé morir y opuse resistencia ante ella. Rápidamente me fijé en que, a pesar de la clara fruta que tenía mi adversaria, también portaba armas, y estas se encontraban a la zona corporal que ocupaba el cinturón, ambas bastante extrañas en comparación a todas aquellas que había estado viendo desde que estaba en los barrios bajos. No tenía muy claro lo que me podían aportar, pero eran bastante mejores aspirantes a hacerle algo a la gigantesca harpía que mi electricidad que ya se había demostrado inútil en más de una ocasión. Así que la meta era cogerlas, pero dudaba mucho que fuera a ser tan fácil robarle algo a alguien que, en principio, debería ser cauto con todo lo que le rodeaba.
Levantando una mano como podía, apunté a la cara del ser que me estaba agarrando y, haciendo un esfuerzo con los ojos y la puntería, puse la mano en forma de L y disparé un trueno con bastante potencia hacia los globos oculares enemigos. Si acertaba sin más dificultades, simplemente extendería los brazos con toda la velocidad posible hacia el cinturón, tratando de coger un arma con cada mano y dispararle con furia hacia, nuevamente, la cara. En cambio, si el disparo no terminaba de impactar, generaría una zona eléctrica alrededor de los ojos que, si bien no sería tan efectiva para distraerla o molestarla, confiaba en que me daría el suficiente tiempo como para arrebatarle las pistolas y hacer lo propio.
Desde esta posición, el rival tenía una baraja muy grande de posibilidades, todas ellas eficientes cuando hablábamos de dejarme en un mal estado. Ya fuera estrellarme contra el suelo, elevarme mucho más y simplemente dejarme caer o lanzarme al mar que nos rodeaba. Todas y cada una de las formas implicaba una muerte casi segura, a menos que tuviera demasiada suerte o alguien interviniera, y en estas condiciones dudaba realmente de que eso siquiera pudiera ocurrir.
Sin poder contener el pavor que me estaban transmitiendo estos últimos segundos, soltando algún pequeño grito ahogado en el proceso, traté de elaborar un plan mínimamente útil, lo suficiente como para poder decir que no me dejé morir y opuse resistencia ante ella. Rápidamente me fijé en que, a pesar de la clara fruta que tenía mi adversaria, también portaba armas, y estas se encontraban a la zona corporal que ocupaba el cinturón, ambas bastante extrañas en comparación a todas aquellas que había estado viendo desde que estaba en los barrios bajos. No tenía muy claro lo que me podían aportar, pero eran bastante mejores aspirantes a hacerle algo a la gigantesca harpía que mi electricidad que ya se había demostrado inútil en más de una ocasión. Así que la meta era cogerlas, pero dudaba mucho que fuera a ser tan fácil robarle algo a alguien que, en principio, debería ser cauto con todo lo que le rodeaba.
Levantando una mano como podía, apunté a la cara del ser que me estaba agarrando y, haciendo un esfuerzo con los ojos y la puntería, puse la mano en forma de L y disparé un trueno con bastante potencia hacia los globos oculares enemigos. Si acertaba sin más dificultades, simplemente extendería los brazos con toda la velocidad posible hacia el cinturón, tratando de coger un arma con cada mano y dispararle con furia hacia, nuevamente, la cara. En cambio, si el disparo no terminaba de impactar, generaría una zona eléctrica alrededor de los ojos que, si bien no sería tan efectiva para distraerla o molestarla, confiaba en que me daría el suficiente tiempo como para arrebatarle las pistolas y hacer lo propio.
Al coger las pistolas notas algo raro, como si ellas estuvieran alimentándose de tu electricidad. Ves cómo hay unos niveladores de poder y comienzan a cargarse: primero una franja luminosa, luego una segunda y así hasta completar cinco. Al ocurrir esto empieza a sonar un pitido agudo que alerta a la joven, que te mira con asombro y te lanza al mismo tiempo que aprietas los gatillos. De ellas sale un proyectil de electricidad concentrada que atraviesa una de sus alas, mientras que la otra le da en el hombro y lo atraviesa también.
Te alejas de allí y ves como al fín has hecho daño a tu contrincante. Ella parece desconcentrada, quizá es el mejor momento para atacarla.
Te alejas de allí y ves como al fín has hecho daño a tu contrincante. Ella parece desconcentrada, quizá es el mejor momento para atacarla.
- Aclaración:
- Esas armas te las puedas quedar si quieres, pero cuando vayas a crearlas avísame para darte las directrices (?)
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Terminé logrando mi objetivo inicial, el cual era agarrar las armas que la fortuna me estaba ofreciendo, y fui capaz de, entre tanto movimiento e inestabilidad, buscar mi propio equilibrio para utilizarlas en cierta medida. Sujetando cada una como bien podía, comencé a sentir que, instintivamente, la electricidad que conformaba mi cuerpo recorría todo mi abdomen hasta alcanzar las manos y, desde cada dedo, era drenada rápidamente por los artefactos. No era una cantidad considerable si lo medíamos en mi capacidad de generación, pero sí haría palidecer a muchas pilas y baterías que se usan tan a menudo. De las pistolas surgía un brillo que iba elevándose en un indicador, cada vez más y más hasta estancarse en el máximo punto. Las mismas pistolas sonaron por unos instantes, sin emitir un sonido demasiado estridente pero cuanto menos llamativo, y más siendo que provenía de un arma de fuego como aquella. Entonces, sentí que era el momento de disparar: aquellas armas me estaban sugiriendo que era el momento y que estaban preparadas para aquello.
En cuanto fui capaz de apretar los gatillos ya me encontraba en mitad del aire, descendiendo hasta el suelo fruto a la gravedad, ya que aquella enemiga me había dejado caer en un intento de escapar de las balas. ¿Realmente, si mi electricidad no le había hecho nada, esto iba a funcionar? No me parecía para tanto pero, en cuanto apareció disparada una especie de bala de un tono azul eléctrico que no tardó en alcanzar el cuerpo, supe que quizás me había tocado el premio gordo obteniendo lo que tenía en las manos. Todo el viaje y el peligro hasta aquí habían valido la pena automáticamente, siempre y cuando no las perdiera antes de irme. Ambos proyectiles, a una velocidad más que decente, atravesaron la ala y el hombro, respectivamente, dejando entrever una mueca de dolor en lo que parecía ser la cara del rival.
Una vez alcancé el suelo y me pude reincorporar lo más rápido posible, aprovechando que la única persona que estaba tratando de hacerme daño se hallaba un poco desconcentrada del dolor, y comencé a cargar nuevamente las armas, suponiendo que aquella capacidad que acababan de demostrar era el principal funcionamiento de estas. Sonriendo por primera vez en toda la pelea, quizás de la emoción de tener unos juguetes nuevos entre manos, mantuve las distancias prudenciales, suficientes como para poder intentar reaccionar a una embestida o a cualquier sorpresa, mientras apuntaba al ala que ya había dañado. Ya había sido capaz de atravesarlas una vez y, si continuaba haciéndolo, terminaría con un agujero de un tamaño considerable que le impediría volar correctamente, y eso la traía al combate terrestre donde, claramente, tenía una movilidad bastante peor que la mía.
Si en todo caso había problemas y aún trataba de combatir, activaría mi forma elemental para esquivarlo hasta un punto seguro y, ya ahí, disparar nuevamente al mismo punto donde ya había hecho mella.
En cuanto fui capaz de apretar los gatillos ya me encontraba en mitad del aire, descendiendo hasta el suelo fruto a la gravedad, ya que aquella enemiga me había dejado caer en un intento de escapar de las balas. ¿Realmente, si mi electricidad no le había hecho nada, esto iba a funcionar? No me parecía para tanto pero, en cuanto apareció disparada una especie de bala de un tono azul eléctrico que no tardó en alcanzar el cuerpo, supe que quizás me había tocado el premio gordo obteniendo lo que tenía en las manos. Todo el viaje y el peligro hasta aquí habían valido la pena automáticamente, siempre y cuando no las perdiera antes de irme. Ambos proyectiles, a una velocidad más que decente, atravesaron la ala y el hombro, respectivamente, dejando entrever una mueca de dolor en lo que parecía ser la cara del rival.
Una vez alcancé el suelo y me pude reincorporar lo más rápido posible, aprovechando que la única persona que estaba tratando de hacerme daño se hallaba un poco desconcentrada del dolor, y comencé a cargar nuevamente las armas, suponiendo que aquella capacidad que acababan de demostrar era el principal funcionamiento de estas. Sonriendo por primera vez en toda la pelea, quizás de la emoción de tener unos juguetes nuevos entre manos, mantuve las distancias prudenciales, suficientes como para poder intentar reaccionar a una embestida o a cualquier sorpresa, mientras apuntaba al ala que ya había dañado. Ya había sido capaz de atravesarlas una vez y, si continuaba haciéndolo, terminaría con un agujero de un tamaño considerable que le impediría volar correctamente, y eso la traía al combate terrestre donde, claramente, tenía una movilidad bastante peor que la mía.
Si en todo caso había problemas y aún trataba de combatir, activaría mi forma elemental para esquivarlo hasta un punto seguro y, ya ahí, disparar nuevamente al mismo punto donde ya había hecho mella.
Cartas tus armas y una franja luminosa se carga. Al disparar algo parecido a una bala de electricidad concentrada se dirige a tu oponente, que esquiva echándose a un lado. Agita sus alas y se abalanza sobre ti, envuelta en electricidad que se torna de color negro. La concentra en su puño y te intenta golpear en la cara, pero de su puño surge cinco rayos que apuntan a tu cuerpo. Son negros y no tiene buena pinta.
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Solo me hizo falta ver su puño apretado y aproximándose para tener claro que la batalla estaba lejos de finalizar. Quizás era ahora cuando, en el momento en el que yo había conseguido un mínimo nivel de poder, nos podíamos llamar propiamente batalla y no masacre o paliza. Aún así, había ganado la suficiente confianza como para sentir cierto nivel de adrenalina corriendo por mi cuerpo, lo que me instaba a continuar el combate con más fiereza de la que había demostrado hasta ahora. A partir de aquí, este era mi momento para tomar la iniciativa y tomar a aquella muchacha por sorpresa, con las defensas bajas. Además, mirando ahora al par de pistolas que acababa de conseguir, parecía que su poder no era automático ni eran tan confiables como lo habían parecido en primera instancia, sino que se cargaban con el tiempo. La intensidad de los disparos menguaba mucho si no sobrecargabas la maquinaria, y lo acababa de demostrar.
Viendo el movimiento que hacía el contrincante, el cual se limitaba simplemente a lanzar una embestida hacia mí con lo que asumía que era gran parte de su poder, mi contraataque no tenía por qué ser demasiado complejo. Simplemente me limitaría a esquivar y luego atacar, tratando de ir debilitándole poco a poco de forma que cada vez fuera más sencillo controlar sus ataques. Activando el haki para tratar de facilitarme las cosas, optaría por transformarme en mi forma etérea y, mientras cargaba las armas que tenía en las manos, me elevaría para esquivar, para luego comenzar a avanzar en picado, llegando al suelo con velocidad para evitar duelos aéreos y posicionándome detrás del enemigo. Si no me había interceptado a mitad de camino, tendría vía libre para atacar. Girando las pistolas de forma que su cañón apuntaba hacia mí y su cargador lo sostenía con los dedos corazón, anular y meñique, mis dedos pulgar e índice formarían una pistola imaginaria, que dispararía una serie de rayos dirigidos hacia las heridas abiertas de la monstruosa mujer. Ya había comprobado que su piel era inmune a la electricidad, pero no tenía claro si sus entrañas también compartían esta habilidad, y era algo digno de probar. En cambio, dejaría a las pistolas reposar.
Viendo el movimiento que hacía el contrincante, el cual se limitaba simplemente a lanzar una embestida hacia mí con lo que asumía que era gran parte de su poder, mi contraataque no tenía por qué ser demasiado complejo. Simplemente me limitaría a esquivar y luego atacar, tratando de ir debilitándole poco a poco de forma que cada vez fuera más sencillo controlar sus ataques. Activando el haki para tratar de facilitarme las cosas, optaría por transformarme en mi forma etérea y, mientras cargaba las armas que tenía en las manos, me elevaría para esquivar, para luego comenzar a avanzar en picado, llegando al suelo con velocidad para evitar duelos aéreos y posicionándome detrás del enemigo. Si no me había interceptado a mitad de camino, tendría vía libre para atacar. Girando las pistolas de forma que su cañón apuntaba hacia mí y su cargador lo sostenía con los dedos corazón, anular y meñique, mis dedos pulgar e índice formarían una pistola imaginaria, que dispararía una serie de rayos dirigidos hacia las heridas abiertas de la monstruosa mujer. Ya había comprobado que su piel era inmune a la electricidad, pero no tenía claro si sus entrañas también compartían esta habilidad, y era algo digno de probar. En cambio, dejaría a las pistolas reposar.
La aguja tembló durante un instante y eso no era buena señal. Esquivas tres de los rayos, pero dos de ellos te dan de lleno, concretamente en el hombro y en el abdomen. No sientes un calambrazo, pero si como si te golpearan con mucha fuerza y eso te frena. Al activar tu haki notas que la presencia de tu contrincante se está alejando del lugar, y se va volando hacia a saber dónde. La aguja volvió a temblar. Ves unas escaleras y un ascensor, quizá bajar e irse de allí era una fantástica idea.
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