Contratante: Chef Boùlerdoù.
Descripción de la misión: En el South Blue, un chef de todavía no mucho renombre se ha movido a la pequeña isla de Samia. Está convencido de que en la jungla de esa isla se esconde un Lagarto de Cresta Amarilla de sabor tan especial que hará sus platos famosos en todo el mundo. Sin embargo, necesita que alguien le cace un par para poder cocinarlos y experimentar.
Objetivos secundarios o alternativos: Realizar publicidad del nuevo platillo del Chef para que se le conozca por la isla
Recompensa: 2.000.000 de berries y tres raciones del platillo, tan potente que aumenta tu fuerza en dos rangos durante un post al consumirlo.
Recompensas por objetivo secundario o alternativo: La gratitud del Chef (Npc cocinero Chef de nivel 30)
Descripción de la misión: En el South Blue, un chef de todavía no mucho renombre se ha movido a la pequeña isla de Samia. Está convencido de que en la jungla de esa isla se esconde un Lagarto de Cresta Amarilla de sabor tan especial que hará sus platos famosos en todo el mundo. Sin embargo, necesita que alguien le cace un par para poder cocinarlos y experimentar.
Objetivos secundarios o alternativos: Realizar publicidad del nuevo platillo del Chef para que se le conozca por la isla
Recompensa: 2.000.000 de berries y tres raciones del platillo, tan potente que aumenta tu fuerza en dos rangos durante un post al consumirlo.
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Gabriel Von Wilhelm
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Había aceptado su primer trabajo desde que dejó Dusseldorf. Estaba contento, muy contento, pues si bien no era algo que le permitiese acercarse más a la revolución para unirse a los mismos, ¡Era un trabajo! Y le iba a dar cierto dinero para poder empezar, claro. Estaba entusiasmado, muy entusiasmado. Tanto que aunque le habían hecho llevar un delantal con el logo del restaurante, estaba feliz y sonriente. Iba de camino a la selva, con una foto del tipo de lagarto que tenía que capturar en una mano y un montón de folletos que anunciaban el nuevo plato del chef. Cada vez que se cruzaba con alguien le dedicaba su mejor sonrisa y le tendía uno de los folletos.
—¡Aquí tiene, señor! ¡Pruebe el nuevo filete de Cresta Amarilla!
Y se alejaba dando saltitos mientras tarareaba, hacia la siguiente persona. Había decidido tomar el camino más largo a la entrada de la selva expresamente para poder cruzarse con más personas y darles los folletos. Normalmente a la gente le hacía gracia alguien tan bajito y alegre repartiendo folletos, aunque se cruzó con alguno que debía ir de bastante mal humor.
—¡Aparta, enana! ¡¿No ves que llevo prisa?!
Y le dio un empujón. Aunque no lo movió en absoluto. El hombre malhumorado se lo quedó mirando, extrañado de que una "niña tan pequeña", como él creía, no se hubiese movido ante el empujón. Aunque siguió caminando. Gabi le sacó la lengua en burla antes de continuar con su camino. Sabía además que el chef había contratado a otro chico para repartir folletos y cazar lagartos. El mismo había cogido otra ruta, para poder abarcar más personas a las que dar los folletos. Esperaba que pudiese repartir tantos como él.
Finalmente llegó a la entrada de aquella selva. Se guardó los pocos folletos que le quedaban y se quedó mirando la foto del lagarto. Era bastante feo, todo había que decirlo, había visto lagartos más monos. Suspiró, decidiendo esperar durante unos minutos más al otro chico contratado.
—¡Aquí tiene, señor! ¡Pruebe el nuevo filete de Cresta Amarilla!
Y se alejaba dando saltitos mientras tarareaba, hacia la siguiente persona. Había decidido tomar el camino más largo a la entrada de la selva expresamente para poder cruzarse con más personas y darles los folletos. Normalmente a la gente le hacía gracia alguien tan bajito y alegre repartiendo folletos, aunque se cruzó con alguno que debía ir de bastante mal humor.
—¡Aparta, enana! ¡¿No ves que llevo prisa?!
Y le dio un empujón. Aunque no lo movió en absoluto. El hombre malhumorado se lo quedó mirando, extrañado de que una "niña tan pequeña", como él creía, no se hubiese movido ante el empujón. Aunque siguió caminando. Gabi le sacó la lengua en burla antes de continuar con su camino. Sabía además que el chef había contratado a otro chico para repartir folletos y cazar lagartos. El mismo había cogido otra ruta, para poder abarcar más personas a las que dar los folletos. Esperaba que pudiese repartir tantos como él.
Finalmente llegó a la entrada de aquella selva. Se guardó los pocos folletos que le quedaban y se quedó mirando la foto del lagarto. Era bastante feo, todo había que decirlo, había visto lagartos más monos. Suspiró, decidiendo esperar durante unos minutos más al otro chico contratado.
Kohaku Sato
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Los caminos de la cacería llevaron a Kohaku a una recóndita isla del mar de sur. Era el más cálido de todos los mares, así como uno de los más peligrosos. Su idea era no pasar mucho tiempo en aquel lugar, pero un famoso cocinero requería de una persona que le cazara un extraño lagarto con el que hacer una deliciosa receta. Kohaku no solía ser una persona muy amante de los reptiles, pero tampoco hacía asco a comida gratis. Así mismo, iba a ganar dinero por repartir folletos y cazar alimañas.
Fue repartiendo panfletos a cada paso que daba, chocándose con un sujeto que iba con excesiva prisa, el cual cayó al suelo de culo.
—¡Mira por dónde vas, atontado! —le gritó.
—No soy yo el que va como pollo sin cabeza —le respondió Kohaku, clavando una fría mirada sobre el sujeto. Kohaku no soportaba a la gente maleducada y escandalosa, así que le desafió con la mirada durante unos segundos hasta que el hombre se fue—. Cretino… —maldijo en voz alta, mientras continuaba entregando panfletos.
Pasado un buen rato llegó a la entrada del bosque. Allí se suponía que esperaba el compañero con el que iba a realizar la misión. ¿Qué tipo de sujeto sería? Se preguntaba Kohaku, segundos antes de llegar.
—¿Hola? —saludó—. Eres la otra persona contratada por el chef… ¿Burledú?
Fue repartiendo panfletos a cada paso que daba, chocándose con un sujeto que iba con excesiva prisa, el cual cayó al suelo de culo.
—¡Mira por dónde vas, atontado! —le gritó.
—No soy yo el que va como pollo sin cabeza —le respondió Kohaku, clavando una fría mirada sobre el sujeto. Kohaku no soportaba a la gente maleducada y escandalosa, así que le desafió con la mirada durante unos segundos hasta que el hombre se fue—. Cretino… —maldijo en voz alta, mientras continuaba entregando panfletos.
Pasado un buen rato llegó a la entrada del bosque. Allí se suponía que esperaba el compañero con el que iba a realizar la misión. ¿Qué tipo de sujeto sería? Se preguntaba Kohaku, segundos antes de llegar.
—¿Hola? —saludó—. Eres la otra persona contratada por el chef… ¿Burledú?
Gabriel Von Wilhelm
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Bostezó, a pesar de que no llevaba esperando ni cinco minutos. No le gustaba mucho esperar, aquello era cierto, y era una persona que se aburría fácil. Aunque no iba a tenerselo en cuenta, claro. Él sabía que no llevaba tanto esperando, tan solo es que era un impaciente y tenía ganas de adentrarse ya en la jungla. Finalmente apareció el muchacho. Era más alto que él, aunque eso no era difícil. Se irguió y lo saludó con una sonrisa, asintiendo ante su pregunta y tendiéndole la mano para que la tomase como saludo.
—¡Hola! Me llamo Gabi, Gabi Von Wilhelm. Tú eres Kohaku, ¿verdad? Me lo dijo el Chef. ¿Has estado repartiendo folletos? Yo sí, me quedan menos de la mitad, después a la vuelta podemos repartir los que quedan. —Se llevó la mano al bolsillo y sacó la foto del lagarto y se la enseñó, mostrando un bicho de brillante color verde, una enorme cresta amarilla y unos ojos saltones y bizcos—. Es un bicho feo, ¿verdad? Nos dijo que cogiésemos un par, pero creo que podemos pillar unos cuantos. He cogido una bolsa para llevarlos.
No dejó de sonreír. Una vez hubo intercambiado saludos, empezó a caminar junto a su nuevo compañero hacia el interior de la selva. Él no tenía ni idea de como cazar animales, pero no podía ser demasiado difícil, después de todo el chef le había dicho que no necesitaba a ningún experto para ello. Aún así esperaba que al menos su compañero tuviese cierto conocimiento al respecto. El chico iba caminando de forma alegre, con un jovial tarareo, aunque tropezó con algo. No cayó al suelo, pero se quedó quieto, dedicando una mirada a Kohaku. Entonces, miró al suelo, dándose cuenta enseguida de lo que estaba pasando.
—Esto... Parece que vamos a necesitar una bolsa más grande.
Bajo sus pies había una huella, hundida en el suelo. Era enorme, bastante más grande de lo que se esperaba, teniendo el tamaño de una mano humana.
—¡Hola! Me llamo Gabi, Gabi Von Wilhelm. Tú eres Kohaku, ¿verdad? Me lo dijo el Chef. ¿Has estado repartiendo folletos? Yo sí, me quedan menos de la mitad, después a la vuelta podemos repartir los que quedan. —Se llevó la mano al bolsillo y sacó la foto del lagarto y se la enseñó, mostrando un bicho de brillante color verde, una enorme cresta amarilla y unos ojos saltones y bizcos—. Es un bicho feo, ¿verdad? Nos dijo que cogiésemos un par, pero creo que podemos pillar unos cuantos. He cogido una bolsa para llevarlos.
No dejó de sonreír. Una vez hubo intercambiado saludos, empezó a caminar junto a su nuevo compañero hacia el interior de la selva. Él no tenía ni idea de como cazar animales, pero no podía ser demasiado difícil, después de todo el chef le había dicho que no necesitaba a ningún experto para ello. Aún así esperaba que al menos su compañero tuviese cierto conocimiento al respecto. El chico iba caminando de forma alegre, con un jovial tarareo, aunque tropezó con algo. No cayó al suelo, pero se quedó quieto, dedicando una mirada a Kohaku. Entonces, miró al suelo, dándose cuenta enseguida de lo que estaba pasando.
—Esto... Parece que vamos a necesitar una bolsa más grande.
Bajo sus pies había una huella, hundida en el suelo. Era enorme, bastante más grande de lo que se esperaba, teniendo el tamaño de una mano humana.
Kohaku Sato
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—Un placer —le dijo, asintiendo con la cabeza con una sonrisa—. Sí, soy Kohaku. Un placer, Gabi.
Kohaku no era una persona muy elocuente, aunque tampoco es que le interesara hacerlo. Miro a la personita que le habían enviado para hacer la misión y obvió casi todo lo que estaba diciendo. Era alguien muy pequeño, ¿o era pequeña? No sabía distinguir si era un chico o una chica. Parecía lo segundo, pero su instinto le decía que era lo primero, sobre todo por algunos rasgos físicos, aunque no se notaba. Aunque tampoco podría decirse que fuera una persona muy atenta a esas cosas. Es más, estaba más preocupado de si tenía las habilidades necesarias para aquella misioncilla que por otro asunto.
Cuando quiso darse cuenta ya estaba en el interior del bosque, ¿de verdad había estado pensando y dejándose llevar? Pues parecía ser que sí. Llegó a una zona repleta de huellas muy grandes, de un diámetro de casi diez centímetros de tamaño. El moreno se agachó y la observó. Era la huella de un reptil. Presentaba cuatro dedos que parecían acabar en una garra aparentemente afilada; sobre todo la delantera, y eso solo podía significar una cosa: El bicho era un depredador.
—Si ves al animal, no te acerques mucho a él, ¿entendido? —preguntó—. La anatomía de sus patas me dicen que es un depredador, pero tal vez nos equivoquemos y sean algo mansos.
Kohaku no era una persona muy elocuente, aunque tampoco es que le interesara hacerlo. Miro a la personita que le habían enviado para hacer la misión y obvió casi todo lo que estaba diciendo. Era alguien muy pequeño, ¿o era pequeña? No sabía distinguir si era un chico o una chica. Parecía lo segundo, pero su instinto le decía que era lo primero, sobre todo por algunos rasgos físicos, aunque no se notaba. Aunque tampoco podría decirse que fuera una persona muy atenta a esas cosas. Es más, estaba más preocupado de si tenía las habilidades necesarias para aquella misioncilla que por otro asunto.
Cuando quiso darse cuenta ya estaba en el interior del bosque, ¿de verdad había estado pensando y dejándose llevar? Pues parecía ser que sí. Llegó a una zona repleta de huellas muy grandes, de un diámetro de casi diez centímetros de tamaño. El moreno se agachó y la observó. Era la huella de un reptil. Presentaba cuatro dedos que parecían acabar en una garra aparentemente afilada; sobre todo la delantera, y eso solo podía significar una cosa: El bicho era un depredador.
—Si ves al animal, no te acerques mucho a él, ¿entendido? —preguntó—. La anatomía de sus patas me dicen que es un depredador, pero tal vez nos equivoquemos y sean algo mansos.
Gabriel Von Wilhelm
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El tipo alto parecía bastante entendido en el tema de animales. Hizo un sonoro "woooow" cuando le oyó deducir que se trataba de un depredador. En seguida se llevó la mano al mango de la espada y la desenfundó. El arma era enorme, o al menos lo era en manos del pequeño Gabi, que llegaba tan solo hasta la cintura de su compañero. Ni siquiera sabía que podía existir gente tan alta. Él siempre había sido bajito y siempre había tenido que mirar hacia arriba hablando con la gente, pero lo de Kohaku... parecía un caso especial. Con espada en mano siguieron caminando, y Gabi se mantuvo alerta. Aunque se permitió el lujo de hablar.
—¿De dónde eres? ¿Eres un gigante? Jamás había conocido a nadie tan aaaaaalto —dijo curioso y maravillado—. ¿Cómo sabes tanto de animales? ¿Eres cazador?
A Gabi no le disgustaban los animales, en absoluto. Sin embargo, había preferido guiarse por otro tipo de carrera. Su intención era convertirse en médico y ser una potente fuerza en la revolución a la par que trataba a los heridos en combate. Debía ser una parte esencial del sistema del ejército revolucionario y ayudar lo máximo posible a quien lo necesite, sea quien sea. También había empezado a centrarse en el trabajo y moldeado del metal, con el propósito de crearse una armadura y arma decentes, así como mantenerlas limpias y bien preparadas siempre.
Fue entonces cuando, de entre los arbustos, salió algo a toda velocidad. Una especie de cuerda gruesa, rosada y húmeda, que rodeó a Gabi de la cintura, el cual gritó con sorpresa y algo de asco al darse cuenta de que aquello era una lengua. Enseguida empezó a golpear la lengua con el mango de la espada hasta que este lo soltó. De entre los arbustos entonces salió el puñetero reptil. Era enorme, con los ojos saltones y bizcos, y los miraba con hambre en la mirada... o eso creía Gabi, no era capaz de interpretar lo que sentían esos ojos.
—¡Ahí está! ¡Me ha intentado comer!
—¿De dónde eres? ¿Eres un gigante? Jamás había conocido a nadie tan aaaaaalto —dijo curioso y maravillado—. ¿Cómo sabes tanto de animales? ¿Eres cazador?
A Gabi no le disgustaban los animales, en absoluto. Sin embargo, había preferido guiarse por otro tipo de carrera. Su intención era convertirse en médico y ser una potente fuerza en la revolución a la par que trataba a los heridos en combate. Debía ser una parte esencial del sistema del ejército revolucionario y ayudar lo máximo posible a quien lo necesite, sea quien sea. También había empezado a centrarse en el trabajo y moldeado del metal, con el propósito de crearse una armadura y arma decentes, así como mantenerlas limpias y bien preparadas siempre.
Fue entonces cuando, de entre los arbustos, salió algo a toda velocidad. Una especie de cuerda gruesa, rosada y húmeda, que rodeó a Gabi de la cintura, el cual gritó con sorpresa y algo de asco al darse cuenta de que aquello era una lengua. Enseguida empezó a golpear la lengua con el mango de la espada hasta que este lo soltó. De entre los arbustos entonces salió el puñetero reptil. Era enorme, con los ojos saltones y bizcos, y los miraba con hambre en la mirada... o eso creía Gabi, no era capaz de interpretar lo que sentían esos ojos.
—¡Ahí está! ¡Me ha intentado comer!
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Kohaku no pudo evitar suspirar, mientras caminaba por el frondoso bosque apartando las ramas de su cara. Era increíble todo lo que hablaba ese muchacho. No había terminado de hacer una pregunta cuando ya estaba formulando otra. ¿Es que no podía estarse callado? Con lo bonito que era el silencio, y lo poco que se le apreciaba.
—No soy ningún gigante —le respondió Kohaku—. Tú eres muy bajito.
Lo cierto era que él era demasiado grande para ser un humano, pues incluso sus hermanos eran más bajos que él, pero no tanto como lo era Gabi, que como mucho superaba el metro de altura. Luego le pregunto sobre los conocimientos que tenía de los animales, respondiéndole que se debía a que leía mucho. Ya no dijo nada más y se limitó a caminar por el bosque.
Su acompañante se adelantó, y entonces algo emergió de entre la maleza con gran velocidad. La lengua del animal que había aparecido trató de coger a Gabi, pero éste comenzó a golpearlo con mucho brío hasta que consiguió liberarse.
—¿Estás bien? —le preguntó, para luego poner la mano sobre la empuñadura de Tsubame y cerrar los ojos.
Respiró hondo y pudo escuchar cómo se movían a su alrededor, mas no era capaz de identificar en qué lugar exacto estaba. Sin embargo, sí pudo saber que había tres reptiles merodeando por aquel lugar. De nuevo, uno se cernió sobre ellos, usando su lengua para esa vez tratar de atrapar a propio Kohaku, que no dudó en desenfundar su espada y trazar un movimiento vertical con su mano y cortarle la lengua. Tras eso, ambos tuvieron un duelo de miradas, mientras el cazador sea cercaba a él, para entonces girar sobre sí mismo y cortarle la cabeza de un espadazo.
—Bordú solo querían las crestas, ¿verdad? —le preguntó, viendo como los otros dos aún más grandes emergían de entre los arbustos.
«Creo que le he cortado la cabeza a su cría»
—No soy ningún gigante —le respondió Kohaku—. Tú eres muy bajito.
Lo cierto era que él era demasiado grande para ser un humano, pues incluso sus hermanos eran más bajos que él, pero no tanto como lo era Gabi, que como mucho superaba el metro de altura. Luego le pregunto sobre los conocimientos que tenía de los animales, respondiéndole que se debía a que leía mucho. Ya no dijo nada más y se limitó a caminar por el bosque.
Su acompañante se adelantó, y entonces algo emergió de entre la maleza con gran velocidad. La lengua del animal que había aparecido trató de coger a Gabi, pero éste comenzó a golpearlo con mucho brío hasta que consiguió liberarse.
—¿Estás bien? —le preguntó, para luego poner la mano sobre la empuñadura de Tsubame y cerrar los ojos.
Respiró hondo y pudo escuchar cómo se movían a su alrededor, mas no era capaz de identificar en qué lugar exacto estaba. Sin embargo, sí pudo saber que había tres reptiles merodeando por aquel lugar. De nuevo, uno se cernió sobre ellos, usando su lengua para esa vez tratar de atrapar a propio Kohaku, que no dudó en desenfundar su espada y trazar un movimiento vertical con su mano y cortarle la lengua. Tras eso, ambos tuvieron un duelo de miradas, mientras el cazador sea cercaba a él, para entonces girar sobre sí mismo y cortarle la cabeza de un espadazo.
—Bordú solo querían las crestas, ¿verdad? —le preguntó, viendo como los otros dos aún más grandes emergían de entre los arbustos.
«Creo que le he cortado la cabeza a su cría»
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—¡No creo que solo con la cresta se pueda hacer filete!
Kohaku era más fuerte que él, eso estaba claro. Más fuerte y habilidoso en general, habiendo sido capaz de cortarle la cabeza a aquella cosa sin esfuerzo alguno. Lo cual le hizo preguntarse para qué estaba él allí. Bueno, podía servir de cara bonita para repartir los folletos. La pesada espada descansaba en su mano, apuntando hacia el suelo, mientras miraba a los lados en busca de una señal que pudiese indicar la presencia de más lagartos. En el fondo Gabi estaba aliviado, pues de haber sido lagartos pequeños le habría sido más difícil encontrarlos.
Una segunda lengua salió disparada de entre los arbustos y le golpeó en la cara, como si de un puñetazo se tratase. Gabi movió la cabeza a un lado por el impacto, pero no se movió mucho más, y enseguida mantuvo su posición para ver como salían tres lagartos, dos de ellos algo más grandes que el anterior. ¿Acaso el otro era una cría? Le daba algo de pena, pero... Les había intentado comer. Tenía que defenderse.
Se centró en uno de los lagartos, el más pequeño, mientras los otros dos se centraban en Kohaku, viéndolo como la amenaza mayor. Alzó su espada y la cogió con ambas manos. Un segundo directo con la lengua fue hacia él y Gabi dio un paso a un lado, alzando la espada sobre la cabeza. Con la lengua fuera en una expresión de esfuerzo y habiendo estado apunto de trastabillar y caerse por el paso con una pierna alzada, dejó caer el arma con un grito, cercenando la lengua del animal. Dio un par de saltitos celebrando su ataque pero gritó de un susto en cuanto el lagarto saltó sobre él.
Llevó el brazo al cuello del animal, buscando apresarle antes de que pudiese atacarle, pero lo único que consiguió fue desviar su acometida y tirarlo a un lado. El chico se quedó mirándolo, con la espada en ristre, teniendo claro que lo mejor sería esperar antes de celebrar nada.
Kohaku era más fuerte que él, eso estaba claro. Más fuerte y habilidoso en general, habiendo sido capaz de cortarle la cabeza a aquella cosa sin esfuerzo alguno. Lo cual le hizo preguntarse para qué estaba él allí. Bueno, podía servir de cara bonita para repartir los folletos. La pesada espada descansaba en su mano, apuntando hacia el suelo, mientras miraba a los lados en busca de una señal que pudiese indicar la presencia de más lagartos. En el fondo Gabi estaba aliviado, pues de haber sido lagartos pequeños le habría sido más difícil encontrarlos.
Una segunda lengua salió disparada de entre los arbustos y le golpeó en la cara, como si de un puñetazo se tratase. Gabi movió la cabeza a un lado por el impacto, pero no se movió mucho más, y enseguida mantuvo su posición para ver como salían tres lagartos, dos de ellos algo más grandes que el anterior. ¿Acaso el otro era una cría? Le daba algo de pena, pero... Les había intentado comer. Tenía que defenderse.
Se centró en uno de los lagartos, el más pequeño, mientras los otros dos se centraban en Kohaku, viéndolo como la amenaza mayor. Alzó su espada y la cogió con ambas manos. Un segundo directo con la lengua fue hacia él y Gabi dio un paso a un lado, alzando la espada sobre la cabeza. Con la lengua fuera en una expresión de esfuerzo y habiendo estado apunto de trastabillar y caerse por el paso con una pierna alzada, dejó caer el arma con un grito, cercenando la lengua del animal. Dio un par de saltitos celebrando su ataque pero gritó de un susto en cuanto el lagarto saltó sobre él.
Llevó el brazo al cuello del animal, buscando apresarle antes de que pudiese atacarle, pero lo único que consiguió fue desviar su acometida y tirarlo a un lado. El chico se quedó mirándolo, con la espada en ristre, teniendo claro que lo mejor sería esperar antes de celebrar nada.
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—Quizá sea para sopa —comentó Kohaku, poco antes de bloquear la embestida de uno de los lagartos.
El enano parecía más fuerte de lo que aparentaba, por lo que Kohaku dejó de centrarse en él para arremeter con más fuerza sobre el lagarto. El reptil era fuerte, pero no lo suficiente. Forcejearon durante un instante, en los que el cazador consiguió enviarlo varios metros hacia atrás. Tras eso, volvió a arremeter contra su presa, con la espada en ristre, golpeándole en distintos puntos de su cuerpo, para culminar con un letal corte en el cuello.
Esperó a que su compañero terminara, para después llevar los cuerpos de los bichos. Esperaba que con especímenes adultos y dos de crías tuviera suficiente para recrear sus nuevas recetas.
Una vez estuvieron en el restaurante, el cazador espero a que el cocinero le diera su recompensa, pues estaba cocinando para el servicio de aquella noche. Una vez lo hizo, se despidió de Gabi y se marchó hacia su siguiente destino.
El enano parecía más fuerte de lo que aparentaba, por lo que Kohaku dejó de centrarse en él para arremeter con más fuerza sobre el lagarto. El reptil era fuerte, pero no lo suficiente. Forcejearon durante un instante, en los que el cazador consiguió enviarlo varios metros hacia atrás. Tras eso, volvió a arremeter contra su presa, con la espada en ristre, golpeándole en distintos puntos de su cuerpo, para culminar con un letal corte en el cuello.
Esperó a que su compañero terminara, para después llevar los cuerpos de los bichos. Esperaba que con especímenes adultos y dos de crías tuviera suficiente para recrear sus nuevas recetas.
Una vez estuvieron en el restaurante, el cazador espero a que el cocinero le diera su recompensa, pues estaba cocinando para el servicio de aquella noche. Una vez lo hizo, se despidió de Gabi y se marchó hacia su siguiente destino.
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