Contratante: El Contratante.
Descripción: Necesito ayuda. He perdido a mi jefa. La he buscado por todos los medios, pero no he hallado forma de encontrarla. Sin embargo, creo que sé cómo llamar su atención. Verás, es una mujer poderosa, ¿sabes? Imagino que tiene cosas más importantes que hacer, pero si le demuestro que sigo siéndole fiel solo a ella, vendrá a buscarme. Sin embargo... no puedo hacer esto yo solo.
Objetivos: Ayuda a El Contratante a demostrarle su lealtad a su jefa. Es un hombre anodino, calvo, que se niega por todos los medios a decir su nombre. Eso sí, está muy emocionado con su plan. Quiere colarse en el cuartel marine de Johota y subir hasta lo más alto, quemar la bandera del Gobierno Mundial y con ayuda de un megáfono gritarle a la ciudad que Terra Kepler es la mejor mujer de todos los mares. Dice que es un plan sin fisuras.
Objetivos secundarios: Encuentra un medio de comunicación más eficaz que el megáfono, para que toda la gente posible escuche su declaración a grito pelado.
Premios: 5.000.000 de berries, conocimiento único y una invitación a acompañarle cuando su jefa vaya a por él.
Premios por objetivos secundarios: Un den den mushi de edición limitada y línea única para poder comunicarte con El Contratante siempre que quieras.
Descripción: Necesito ayuda. He perdido a mi jefa. La he buscado por todos los medios, pero no he hallado forma de encontrarla. Sin embargo, creo que sé cómo llamar su atención. Verás, es una mujer poderosa, ¿sabes? Imagino que tiene cosas más importantes que hacer, pero si le demuestro que sigo siéndole fiel solo a ella, vendrá a buscarme. Sin embargo... no puedo hacer esto yo solo.
Objetivos: Ayuda a El Contratante a demostrarle su lealtad a su jefa. Es un hombre anodino, calvo, que se niega por todos los medios a decir su nombre. Eso sí, está muy emocionado con su plan. Quiere colarse en el cuartel marine de Johota y subir hasta lo más alto, quemar la bandera del Gobierno Mundial y con ayuda de un megáfono gritarle a la ciudad que Terra Kepler es la mejor mujer de todos los mares. Dice que es un plan sin fisuras.
Objetivos secundarios: Encuentra un medio de comunicación más eficaz que el megáfono, para que toda la gente posible escuche su declaración a grito pelado.
Premios: 5.000.000 de berries, conocimiento único y una invitación a acompañarle cuando su jefa vaya a por él.
Premios por objetivos secundarios: Un den den mushi de edición limitada y línea única para poder comunicarte con El Contratante siempre que quieras.
Inosuke Dru-zan
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Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras los acontecimientos en la anterior isla, Xandra y yo conseguimos llegar hasta otra isla, ya libres de problemas. Yoldin, el habitante del cielo que recién habíamos conocido, también nos acompañaba, sin saber exactamente cuales eran sus propósitos. Pero había sido un buen compañero de aventuras, compatriota mío, y esperaba que lograra cumplir sus objetivos.
—Ya ver isla —le dije a mis compañeros—. Preparar vosotros.
En cuanto el barco atracó en el puerto, junto a muchos más que iban y venían, yo salí para tocar el suelo por primera vez en muchos días. Aquel día había mucho ambiente en el puerto. O eso me parecía, ya que nunca había estado allí. Ahora lo que teníamos que hacer era encontrar otro barco para volver sanos y sal...
—Hola —dijo un hombre, de aspecto común salvo por su calvicie.
—¿Hola? —digo, respondiendo a su escueto saludo —. ¿Tú querer algo?
—Así es, querido amigo puerquil. Llevo varios días aquí buscando a alguien que me ayude a encontrar a mi jefa, ¿sabes? Le pido a muchas personas que me ayuden, pero nadie lo hace. Me ignoran como si yo no fuera importante, pero aún tengo fe en que alguien lo haga. ¿Serás tú ese alguien?
—Yo no estar en interés —dije, dándole la espalda para alejarme de aquel hombre.
—Espera, no te vayas —suplicó, agarrando mi brazo para detenerme. Lo soltó en cuanto me volví hacia él—-. Verás, es una mujer poderosa, ¿sabes? Imagino que tiene cosas más importantes que hacer, pero si le demuestro que sigo siéndole fiel solo a ella, vendrá a buscarme. Sin embargo... no puedo hacer esto yo solo.
Y en aquel momento me compadecí de él. Si Katharina estuviera en paradero desconocido y quisiera encontrarla, también le pediría ayuda a todos los que pudiera.
—Estar bien, yo ayudar. Pero no prometer qué hacer compañeros de mí.
—Ya ver isla —le dije a mis compañeros—. Preparar vosotros.
En cuanto el barco atracó en el puerto, junto a muchos más que iban y venían, yo salí para tocar el suelo por primera vez en muchos días. Aquel día había mucho ambiente en el puerto. O eso me parecía, ya que nunca había estado allí. Ahora lo que teníamos que hacer era encontrar otro barco para volver sanos y sal...
—Hola —dijo un hombre, de aspecto común salvo por su calvicie.
—¿Hola? —digo, respondiendo a su escueto saludo —. ¿Tú querer algo?
—Así es, querido amigo puerquil. Llevo varios días aquí buscando a alguien que me ayude a encontrar a mi jefa, ¿sabes? Le pido a muchas personas que me ayuden, pero nadie lo hace. Me ignoran como si yo no fuera importante, pero aún tengo fe en que alguien lo haga. ¿Serás tú ese alguien?
—Yo no estar en interés —dije, dándole la espalda para alejarme de aquel hombre.
—Espera, no te vayas —suplicó, agarrando mi brazo para detenerme. Lo soltó en cuanto me volví hacia él—-. Verás, es una mujer poderosa, ¿sabes? Imagino que tiene cosas más importantes que hacer, pero si le demuestro que sigo siéndole fiel solo a ella, vendrá a buscarme. Sin embargo... no puedo hacer esto yo solo.
Y en aquel momento me compadecí de él. Si Katharina estuviera en paradero desconocido y quisiera encontrarla, también le pediría ayuda a todos los que pudiera.
—Estar bien, yo ayudar. Pero no prometer qué hacer compañeros de mí.
El viaje de huida de Gelum fue de lo más maravilloso para Yoldin. Tuvo la ocasión de hablar largo y tendido con Inosuke (dentro de las limitaciones de su lenguaje) acerca de su patria, comparando sus distintas culturas y riéndose de tradiciones que a los ojos del otro parecían ridículas. ¿Embotellar cada año un poco de tierra y verterla en el centro de Birka? Que chorrada, pero si en Upper Yard había todo el vearth que podías desear. ¿Amputarte las alas para ser considerado un guerrero shandiano? Vaya locos, pero si la principal fuente de orgullo de los guerreros birkanos residía exactamente en el tamaño de las mismas. Definitivamente dos culturas que no se parecía en absolutamente nada y aún así tenían algo tan importante en común...
Para cuando quisieron darse cuenta fueron a parar a Johota, una isla del ecuador del North Blue, ni muy al norte ni muy al sur. La aldea en que atracaron poseía un letrero bien grande anunciando su nombre: "Bienvenido a Ciudad Índigo". El puerto vibraba con la actividad de un día muy atareado, las tiendas estaban repletas, las calles abarrotadas y el tráfico naval muy transitado. Yoldin e Ino decidieron salir a visitar la ciudad mientras Xandra prefirió quedarse en el barco hablando de cosas científicas que nadie entendía con el traficante de abrigo morado.
Pronto, cuando apenas habían posado un pie en la isla el hombre calvo les abordó y se produjo el torpe intercambio ante la atenta mirada de Yoldin. Cavilaba mientras el hombre hablaba. Una mujer poderosa, ¿eh? Su objetivo ahora mismo se basaba en amasar la mayor cantidad de poder que podía permitirse, y los contactos formaban parte del trato. De momento le escucharía, a ver qué tenía que ofrecerle.
— A mi me pica un poco la curiosidad, pero necesito detalles. Además comprenderás que no lo hagamos gratis…— dijo masajeándose el pulgar con el índice.
El calvo disimuló un gesto de victoria y seguido miró a los lados para asegurarse de que nadie le oyera. Pero como el estado de las calles era lo diametralmente opuesto a tranquilo optó por guiar a los celestiales a un parque. Allí les explicó en profundidad sus razones.
— Veréis el plan es simple. Colarnos en el cuartel de la marina en Ciudad Celeste, quemar una bandera y hacer un anuncio por megáfono. Nada excesivamente complicado, ¿no? Ya tengo un carruaje preparado para ir hacia allí, y además…
Yoldin dejó de escucharle. Éste pavo estaba pirado. Todavía no había tenido encontronazos con la marina en el North, pero si se parecían a lo que había llegado a ver en el Grand Line desde luego que no era una organización con la que se pudiera jugar a buscarles las cosquillas. Eran fuertes, estaban organizados y tenían todo el armamento que pudieran desear.
— …y todo ello sin contar los trajes y acreditaciones que he ido coleccionando durante…
— Echa el ancla polizón. Nos pides que nos lancemos a la boca del lobo. ¿Qué puedes ofrecernos a cambio?
— La oportunidad de conocer a la jefa, un gran honor en mi opinión. Además puedo daros información interesante y una pequeña suma de 5 millones.
— Ya puede ser importante… ¿Y quién es? Y aún más relevante, ¿quién eres tú? Aún no hemos hecho las presentaciones. Yo me llamo …
— ¡CHSST! —Aquel hombre casi le mete el dedo en la boca intentando tapársela. — Yo no puedo daros mi nombre así que no me parece justo que vosotros me deis el vuestro. Pero el de la jefa sí que lo puedo decir y bien alto además pues cuanta más gente sepa de su maravillosa existencia mejor para el mundo. Es la única, la inigualable, la gran Terra Kepler, capitana de los piratas de Kepler, una de las mejores bandas de los 7 mares.
Así que otra gran pirata surcando los mares. Yoldin casi había perdido la cuenta de cuantas aguerridas piratas había oído mencionar: Katharina, Lysbeth, Terra… Pues mejor. Quería conocerla. Cuanta más gente poderosa conociese más amplias serían sus miras de cara al futuro. Además un pequeño plan empezaba a forjarse dentro de su cabeza. Había hablado de que había conseguido una pequeña colección de trajes y acreditaciones de la marina, ¿no? Para el ángel estaba bastante claro por dónde iban a tirar los tiros. Pero antes lo más importante…
Sacó sus gafas de sol de un bolsillo y abriéndolas de un rápido y simple movimiento con un solo brazo se las puso en la cara.
— Si no podemos decirnos los nombres usaremos apodos. A mi me puedes llamar Apolo. Y si tú no tienes uno te bautizaré como…— dio un vistazo a su alrededor.
Se fijó en que en la calle había un negocio de salchichas. Qué apetecibles. Sin embargo a su lado había una en la que vendían tamales, una competencia justa, igualmente apetecible. ¿Le llamaría Señor Salchicha o Mr. Tamal? Justo antes de decidirse por la opción más alargada y contundente vio como una niña se acercaba a los establecimientos y emocionada, tirando de la manga de una joven sonriente exclamaba “¡Salchichas y tamales mamá! ¿Podemos coger algo en ambas?”. Salchichas y tamales, mamá…
— Sa…y…ta…¿ma? — Pensó en voz alta.
— ¿Saitama? Me gusta, por alguna razón me resulta de lo más apropiado. ¿Y el gorrino cómo se llama?
Para cuando quisieron darse cuenta fueron a parar a Johota, una isla del ecuador del North Blue, ni muy al norte ni muy al sur. La aldea en que atracaron poseía un letrero bien grande anunciando su nombre: "Bienvenido a Ciudad Índigo". El puerto vibraba con la actividad de un día muy atareado, las tiendas estaban repletas, las calles abarrotadas y el tráfico naval muy transitado. Yoldin e Ino decidieron salir a visitar la ciudad mientras Xandra prefirió quedarse en el barco hablando de cosas científicas que nadie entendía con el traficante de abrigo morado.
Pronto, cuando apenas habían posado un pie en la isla el hombre calvo les abordó y se produjo el torpe intercambio ante la atenta mirada de Yoldin. Cavilaba mientras el hombre hablaba. Una mujer poderosa, ¿eh? Su objetivo ahora mismo se basaba en amasar la mayor cantidad de poder que podía permitirse, y los contactos formaban parte del trato. De momento le escucharía, a ver qué tenía que ofrecerle.
— A mi me pica un poco la curiosidad, pero necesito detalles. Además comprenderás que no lo hagamos gratis…— dijo masajeándose el pulgar con el índice.
El calvo disimuló un gesto de victoria y seguido miró a los lados para asegurarse de que nadie le oyera. Pero como el estado de las calles era lo diametralmente opuesto a tranquilo optó por guiar a los celestiales a un parque. Allí les explicó en profundidad sus razones.
— Veréis el plan es simple. Colarnos en el cuartel de la marina en Ciudad Celeste, quemar una bandera y hacer un anuncio por megáfono. Nada excesivamente complicado, ¿no? Ya tengo un carruaje preparado para ir hacia allí, y además…
Yoldin dejó de escucharle. Éste pavo estaba pirado. Todavía no había tenido encontronazos con la marina en el North, pero si se parecían a lo que había llegado a ver en el Grand Line desde luego que no era una organización con la que se pudiera jugar a buscarles las cosquillas. Eran fuertes, estaban organizados y tenían todo el armamento que pudieran desear.
— …y todo ello sin contar los trajes y acreditaciones que he ido coleccionando durante…
— Echa el ancla polizón. Nos pides que nos lancemos a la boca del lobo. ¿Qué puedes ofrecernos a cambio?
— La oportunidad de conocer a la jefa, un gran honor en mi opinión. Además puedo daros información interesante y una pequeña suma de 5 millones.
— Ya puede ser importante… ¿Y quién es? Y aún más relevante, ¿quién eres tú? Aún no hemos hecho las presentaciones. Yo me llamo …
— ¡CHSST! —Aquel hombre casi le mete el dedo en la boca intentando tapársela. — Yo no puedo daros mi nombre así que no me parece justo que vosotros me deis el vuestro. Pero el de la jefa sí que lo puedo decir y bien alto además pues cuanta más gente sepa de su maravillosa existencia mejor para el mundo. Es la única, la inigualable, la gran Terra Kepler, capitana de los piratas de Kepler, una de las mejores bandas de los 7 mares.
Así que otra gran pirata surcando los mares. Yoldin casi había perdido la cuenta de cuantas aguerridas piratas había oído mencionar: Katharina, Lysbeth, Terra… Pues mejor. Quería conocerla. Cuanta más gente poderosa conociese más amplias serían sus miras de cara al futuro. Además un pequeño plan empezaba a forjarse dentro de su cabeza. Había hablado de que había conseguido una pequeña colección de trajes y acreditaciones de la marina, ¿no? Para el ángel estaba bastante claro por dónde iban a tirar los tiros. Pero antes lo más importante…
Sacó sus gafas de sol de un bolsillo y abriéndolas de un rápido y simple movimiento con un solo brazo se las puso en la cara.
— Si no podemos decirnos los nombres usaremos apodos. A mi me puedes llamar Apolo. Y si tú no tienes uno te bautizaré como…— dio un vistazo a su alrededor.
Se fijó en que en la calle había un negocio de salchichas. Qué apetecibles. Sin embargo a su lado había una en la que vendían tamales, una competencia justa, igualmente apetecible. ¿Le llamaría Señor Salchicha o Mr. Tamal? Justo antes de decidirse por la opción más alargada y contundente vio como una niña se acercaba a los establecimientos y emocionada, tirando de la manga de una joven sonriente exclamaba “¡Salchichas y tamales mamá! ¿Podemos coger algo en ambas?”. Salchichas y tamales, mamá…
— Sa…y…ta…¿ma? — Pensó en voz alta.
— ¿Saitama? Me gusta, por alguna razón me resulta de lo más apropiado. ¿Y el gorrino cómo se llama?
Inosuke Dru-zan
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¿El gorrino era yo? No sabía lo que era un gorrino, pero ambos me estaban mirando. Iba a preguntarle a Xandra el significado de la palabra cuando vi que no nos había seguido. Bueno, no importaba; seguro que sabía cuidarse sola, como ya había demostrado en muchas ocasiones. Solo esperaba que no se metiera en problemas. Ya la encontraría más tarde, cuando hubiera terminado mi nuevo cometido. Por el momento había supuesto que gorrino era algo parecido a un gran guerrero. Sonaba parecido.
—Yo... —«¿Por qué motivo no puedo usar mi nombre? Aquello no me terminaba de convencer, pero les seguiría el juego.Por el momento—. Yo ser... ¡El Chamán! —exclamé, haciendo una pose digna de la más bizarra persona.
Dicho eso, pensé en el plan. ¿Asaltar el campamento base del clan de la Gaviota? Mentiría si no dijese que me encantaba aquella idea; no soportaba que ese grupo privase de su libertad a tantos hombres honorables. Y mujeres, porque también había alguna que otra mujer navegando por el ancho mas. Pocas, y casi todas en la cocina, pero alguna que otra, como mi capitana, eran una excepción.
—Entonces...¿Saitaman? Sí, Saitaman. ¿Dónde estar campamento base? Yo ayudar dar merecido a clan de Gaviota. Ellos ser tribu rival.
—Bien, entonces señor Apolo, señor Chamán, seguidme hasta mi escondrijo. Allí os contaré en detalle mi maravilloso plan para encontrar a mi aún más maravillosa capitana.
El calvo misterioso nos guió por las calles de la ciudad. Dando vueltas por múltiples caminos, llegamos a uno realmente estrecho, con altas paredes de piedra lisa y gris a los lados. No había nadie más y era realmente silencioso. Saitama se agachó y levantó una porción circular del suelo, que, en vez de ser de roca como todo el camino, era de metal. Cuando apartó el trozo de metal, dejó ver una especie de túnel subterráneo, del que provenía cierta peste, pero no era nada que no pudiera soportar. Había cazado mofetas gigantes en su propia madriguera; aquello era soportable. Y si contenía la respiración podía aguantar lo que fuera necesario sin necesidad de percibir aquel olor. Vale, no podría hablar, pero tampoco me hacía falta.
Me metí en el agujero y acabé llegando a un complejo sistema de túneles. Si aquello no era una madriguera, que alguien me explicara de qué se trababa. Si hasta tenía su propio río. No sería un mal lugar para vivir de no ser por el olor. Saitama nos guió por el entramado hasta llegar a una zona más amplia, con varios asientos de cuero relleno de lana, mesas de madera medio podridas y una pila de objetos planos y cuadrados llenos de grasas y algo pringoso de color amarillo. Cogió uno de esos objetos y extrajo algo con forma triangular.
—¿Queréis pizza? —preguntó mientras se llevaba a la boca la porción.
—Uaaahhhhh, ser muy muy bueno. ¿Llamar esto pisa? Cuando ver Kaya decir que cocinar pisa.
—Bueno, al lío. Este es mi plan —dijo, trayendo una tabla de madera sobre ruedas. Al darle la vuelta, mostró una serie de papeles clavados en la madera, con flechas, hilos y símbolos ininteligibles para mí —. ¿Alguna pregunta?
—Yo —dije levantando la mano—. ¿Dónde conseguir más pisa?
—Yo... —«¿Por qué motivo no puedo usar mi nombre? Aquello no me terminaba de convencer, pero les seguiría el juego.Por el momento—. Yo ser... ¡El Chamán! —exclamé, haciendo una pose digna de la más bizarra persona.
Dicho eso, pensé en el plan. ¿Asaltar el campamento base del clan de la Gaviota? Mentiría si no dijese que me encantaba aquella idea; no soportaba que ese grupo privase de su libertad a tantos hombres honorables. Y mujeres, porque también había alguna que otra mujer navegando por el ancho mas. Pocas, y casi todas en la cocina, pero alguna que otra, como mi capitana, eran una excepción.
—Entonces...¿Saitaman? Sí, Saitaman. ¿Dónde estar campamento base? Yo ayudar dar merecido a clan de Gaviota. Ellos ser tribu rival.
—Bien, entonces señor Apolo, señor Chamán, seguidme hasta mi escondrijo. Allí os contaré en detalle mi maravilloso plan para encontrar a mi aún más maravillosa capitana.
El calvo misterioso nos guió por las calles de la ciudad. Dando vueltas por múltiples caminos, llegamos a uno realmente estrecho, con altas paredes de piedra lisa y gris a los lados. No había nadie más y era realmente silencioso. Saitama se agachó y levantó una porción circular del suelo, que, en vez de ser de roca como todo el camino, era de metal. Cuando apartó el trozo de metal, dejó ver una especie de túnel subterráneo, del que provenía cierta peste, pero no era nada que no pudiera soportar. Había cazado mofetas gigantes en su propia madriguera; aquello era soportable. Y si contenía la respiración podía aguantar lo que fuera necesario sin necesidad de percibir aquel olor. Vale, no podría hablar, pero tampoco me hacía falta.
Me metí en el agujero y acabé llegando a un complejo sistema de túneles. Si aquello no era una madriguera, que alguien me explicara de qué se trababa. Si hasta tenía su propio río. No sería un mal lugar para vivir de no ser por el olor. Saitama nos guió por el entramado hasta llegar a una zona más amplia, con varios asientos de cuero relleno de lana, mesas de madera medio podridas y una pila de objetos planos y cuadrados llenos de grasas y algo pringoso de color amarillo. Cogió uno de esos objetos y extrajo algo con forma triangular.
—¿Queréis pizza? —preguntó mientras se llevaba a la boca la porción.
—Uaaahhhhh, ser muy muy bueno. ¿Llamar esto pisa? Cuando ver Kaya decir que cocinar pisa.
—Bueno, al lío. Este es mi plan —dijo, trayendo una tabla de madera sobre ruedas. Al darle la vuelta, mostró una serie de papeles clavados en la madera, con flechas, hilos y símbolos ininteligibles para mí —. ¿Alguna pregunta?
—Yo —dije levantando la mano—. ¿Dónde conseguir más pisa?
Que acogedor. Suponía que para la gente como Ino y él mismo más aún ya que no tenían que respirar lo que con toda probabilidad eran la más desagradable combinación de hedores, pero acogedor de cualquier manera. Tomó asiento satisfecho y también probó la pizza. Todo un contraste con los olores de la alcantarilla, que sabor, que textura, que maravilla. Cuando Ino preguntó por más pizza Yoldin asintió efusivamente. Saitama soltó una risotada.
—Vaya, pensaba que no quedaba gente en éste mundo que no hubiera probado las delicias de la pizza. Pero centrémonos, me gustaría que diésemos el golpe pronto.
Procedió a retirar las cajas de aquel manjar de la mesa para disgusto de los celestiales. Después colocó en la misma una serie de mapas y dibujos sobre papeles de color azul.
—Aquí están los planos de la instalación, además de un mapa de las inmediaciones para que nos hagamos una idea. Como comprenderéis es muy arriesgado entrar en un cuartel de la marina a puñetazo limpio, aquello es una verdadera fortaleza ideada para enfrentar ese tipo de ataques frontales. Además cabe la posibilidad de que si lo hiciéramos llamaran a refuerzos mientras estuvieramos enfrascados en la pelea, y no se si conocéis a quien gobierna el lugar pero es una persona de lo más terrorífica. Tenemos que ser rápidos y eficaces y no podemos permitirnos ningún fallo. Os comento mi plan: primero nos colamos en el edificio próximo, éste de aquí, y subimos hasta la azotea. El edificio es una planta de destilación de tinta, así que antes de hacerlo tenemos que ir a visitar al propietario y sacarle las llaves y después tenemos que...
Así continuó unos minutos detallando un plan rematadamente complejo que involucraban un gancho y un equipo de escalada. De locos.
—Espera Saitama. Da gracias a los cielos por tu suerte porque fuiste a dar en el puerto con una persona con ciertas dotes para la actuación. Antes dijiste que tenías ropa de marine, ¿no? ¿Cómo verías si nos infiltramos, hacemos lo que tenemos que hacer y salimos por patas del lugar?
—Me temo que no es posible. Mis dotes para la actuación son pésimas, no soy capaz de mentir. Además llevo demasiado tiempo siendo un pirata como para pasarme al bando contrario.
—Y el Chamán me parece que también tiene recompensa... ¿y si me disfrazo yo y os entrego? Acabaríais en el calabozo, pero podría arreglarmelas para una vez dentro liberaros, subir a la azotea y hacer barbacoa de bandera.
—Esa es... ¿Convincente? Me gusta la idea, podría llegar a funcionar. ¿Pero de verdad puedes hacerlo?
—He oído que existe una asociación... El CP creo que se llama. Los miembros de la misma son secretos. Podría hacerme pasar por el miembro de un equipo. Conseguí atrapar a Inosuke y tú eras su acompañante. Todos los miembros de mi escuadra han caído en la batalla y yo os entrego a la marina para evitar que escapéis. Suena creíble, ¿no?
—Podría llegar a hacerlo, todo sea por la capitana. ¿Y tú gorri... Chamán? ¿Cómo ves la cosa?
—Vaya, pensaba que no quedaba gente en éste mundo que no hubiera probado las delicias de la pizza. Pero centrémonos, me gustaría que diésemos el golpe pronto.
Procedió a retirar las cajas de aquel manjar de la mesa para disgusto de los celestiales. Después colocó en la misma una serie de mapas y dibujos sobre papeles de color azul.
—Aquí están los planos de la instalación, además de un mapa de las inmediaciones para que nos hagamos una idea. Como comprenderéis es muy arriesgado entrar en un cuartel de la marina a puñetazo limpio, aquello es una verdadera fortaleza ideada para enfrentar ese tipo de ataques frontales. Además cabe la posibilidad de que si lo hiciéramos llamaran a refuerzos mientras estuvieramos enfrascados en la pelea, y no se si conocéis a quien gobierna el lugar pero es una persona de lo más terrorífica. Tenemos que ser rápidos y eficaces y no podemos permitirnos ningún fallo. Os comento mi plan: primero nos colamos en el edificio próximo, éste de aquí, y subimos hasta la azotea. El edificio es una planta de destilación de tinta, así que antes de hacerlo tenemos que ir a visitar al propietario y sacarle las llaves y después tenemos que...
Así continuó unos minutos detallando un plan rematadamente complejo que involucraban un gancho y un equipo de escalada. De locos.
—Espera Saitama. Da gracias a los cielos por tu suerte porque fuiste a dar en el puerto con una persona con ciertas dotes para la actuación. Antes dijiste que tenías ropa de marine, ¿no? ¿Cómo verías si nos infiltramos, hacemos lo que tenemos que hacer y salimos por patas del lugar?
—Me temo que no es posible. Mis dotes para la actuación son pésimas, no soy capaz de mentir. Además llevo demasiado tiempo siendo un pirata como para pasarme al bando contrario.
—Y el Chamán me parece que también tiene recompensa... ¿y si me disfrazo yo y os entrego? Acabaríais en el calabozo, pero podría arreglarmelas para una vez dentro liberaros, subir a la azotea y hacer barbacoa de bandera.
—Esa es... ¿Convincente? Me gusta la idea, podría llegar a funcionar. ¿Pero de verdad puedes hacerlo?
—He oído que existe una asociación... El CP creo que se llama. Los miembros de la misma son secretos. Podría hacerme pasar por el miembro de un equipo. Conseguí atrapar a Inosuke y tú eras su acompañante. Todos los miembros de mi escuadra han caído en la batalla y yo os entrego a la marina para evitar que escapéis. Suena creíble, ¿no?
—Podría llegar a hacerlo, todo sea por la capitana. ¿Y tú gorri... Chamán? ¿Cómo ves la cosa?
Inosuke Dru-zan
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Akuma no mi
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Fue tal cúmulo de información que a los pocos minutos de mi cabeza empezaron a brotar sendas rágafas de humo. ¿Por qué tanto revuelo con tantos papeles incomprensibles? Necesitaba un resumen.
—Entonces...¿nosotros infiltrar? ¿Atacar desde el centro?
Saitama se llevó la mano a la cara. No parecía que le gustara mucho mi forma de hablar, pero no me importaba. Si quería mi ayuda que se aguantase. Yo no le decía nada sobre su alopecia y la luz que reflejaba. Incluso en un lugar como aquel parecía que brillaba gracias a un poco de fuego y su deslumbrante calva.
—Sí, Chamán. Nosotros infiltrar. ¿Mejor así? Mira chaval, pensé que eras más avispado, pero a este ritmo no sé si serás de ayuda para mi majestuosa capitana.
—Sí, así estar bien. Y yo ser fuerte, ser de ayuda.
—Vale, como sea. Manos a la obra.
Antes de que nos sacara de allí casi que a la fuerza, alcancé un último trozo de pizza que me fui comiendo por el camino. Salimos nuevamente a la superficie y nos pusimos rumbo a la base del clan de la Gaviota. Por su parte, Yoldin se había cambiado, poniéndose un traje típico del enemigo. Aquello era a lo que yo llamaba camuflaje. Y es que al igual que cuando cazas un animal, no es mala idea internarte en su nido de forma disimulada y hacer un ataque sorpresa.
Cuando llegamos hasta aquella enorme estructura, dos guerreros del clan se nos acercaron, portando sus clásicas armas.
—Oye —le dijo uno, el más alto, a su compañero—, ese de la cabeza de cerdo de me suena. ¿Cómo se llamaba? Ino... ¿Inomaru?
—No, imbécil. Ese se llamaba Inotaro, y trabaja con La Bruja. Es una buena pieza.
Entonces los dos hombres pasaron de observar mi trofeo de caza a posar su vista sobre el calvo anodino. No sabía muy bien por qué, pero sus rostros hicieron una expresión que no creí que fuera posible, con los ojos fuera de sus órbitas. Si tuvieran cincuenta años más perfectamente podrían haber muerto de un infarto, como si hubiera visto un fantasma.
—¿Ese no es Anders D Thawne? ¿Qué hace aquí? Más importante, ¿cómo los apresado, soldado?
—Entonces...¿nosotros infiltrar? ¿Atacar desde el centro?
Saitama se llevó la mano a la cara. No parecía que le gustara mucho mi forma de hablar, pero no me importaba. Si quería mi ayuda que se aguantase. Yo no le decía nada sobre su alopecia y la luz que reflejaba. Incluso en un lugar como aquel parecía que brillaba gracias a un poco de fuego y su deslumbrante calva.
—Sí, Chamán. Nosotros infiltrar. ¿Mejor así? Mira chaval, pensé que eras más avispado, pero a este ritmo no sé si serás de ayuda para mi majestuosa capitana.
—Sí, así estar bien. Y yo ser fuerte, ser de ayuda.
—Vale, como sea. Manos a la obra.
Antes de que nos sacara de allí casi que a la fuerza, alcancé un último trozo de pizza que me fui comiendo por el camino. Salimos nuevamente a la superficie y nos pusimos rumbo a la base del clan de la Gaviota. Por su parte, Yoldin se había cambiado, poniéndose un traje típico del enemigo. Aquello era a lo que yo llamaba camuflaje. Y es que al igual que cuando cazas un animal, no es mala idea internarte en su nido de forma disimulada y hacer un ataque sorpresa.
Cuando llegamos hasta aquella enorme estructura, dos guerreros del clan se nos acercaron, portando sus clásicas armas.
—Oye —le dijo uno, el más alto, a su compañero—, ese de la cabeza de cerdo de me suena. ¿Cómo se llamaba? Ino... ¿Inomaru?
—No, imbécil. Ese se llamaba Inotaro, y trabaja con La Bruja. Es una buena pieza.
Entonces los dos hombres pasaron de observar mi trofeo de caza a posar su vista sobre el calvo anodino. No sabía muy bien por qué, pero sus rostros hicieron una expresión que no creí que fuera posible, con los ojos fuera de sus órbitas. Si tuvieran cincuenta años más perfectamente podrían haber muerto de un infarto, como si hubiera visto un fantasma.
—¿Ese no es Anders D Thawne? ¿Qué hace aquí? Más importante, ¿cómo los apresado, soldado?
El cambio era notable, desde luego. Resultaba que Saitama sabía bastante más del Cipher Pol de lo que había aparentado en una primera impresión y antes de que cantara un gallo Yoldin estaba vestido con un traje negro, sombrero negro y para sustituir la capa y cubrir sus alas tenía una gabardina gris sobre los hombros, una seña que al parecer siempre era sinónimo de importancia en las jerarquías del gobierno. A su modelito no pudo evitar añadir sus gafas de media luna, que terminaron de dar el toque final en la apariencia de un agente secreto. Sobre el la gabardina se colgó a Rompeolas y del cinturón colgó su garrote, además de recoger también el resto de utilidades para el combate. Estaba casi listo. Sin embargo un disfraz nunca está completo si se encuentra desprovisto de nombre. El bautismo fue rápido: Agente Secreto Strong. James Strong. Licencia para engañar.
El viaje a Celeste fue rápido, se unieron a una caravana y en cuestión de un par de horas se plantaron frente a la puerta del cuartel, los que guardaban la puerta les vieron y cuando los reconocieron... Bueno, se desató la debacle.
—Mucho cuidado con quién llamas soldado, soldado.—había decidido adoptar un tono arrogante y peligroso para ésta personalidad, por lo que intentó copiar lo mejor que pudo la personalidad que pudo ver en Lysbeth Ardian— Llamad al capitán de la base e informadle de que he conseguido atrapar al peligroso criminal Inosuke junto con un cómplice.
Los soldados, intuyendo y arriesgarse a confirmar el alto rango del trajeado desaparecieron corriendo en la base. Minutos después todo un batallón emergió de nuevo armados con rifles y rodearon a los tres socios. Yoldin casi pierde los papeles pensando que les habían descubierto, pero las expresiones de los soldados no eran de amenaza tanto como de... ¿deferencia?
Cuando la puerta terminó de vomitar efectivos todos se irguieron y presentaron armas, apuntando con sus rifles al cielo. Una mujer muy alta, de alrededor de dos metros, con porte regio y mirada severa salió con paso firme del cuartel con el abrigo que indicaba su alto rango ondeando a sus espaldas. Yoldin supuso que era la capitana que había llamado, pero la verdad es que no entendía el por qué de tanto revuelo. Si bien sabía la recompensa de Inosuke era relativamente baja y Saitama no había mencionado ningún motivo para que la marina le pudiese reconocer. ¿Era posible que Ino les hubiera mentido? ¿Quizás simplemente en ese cuartel tuviesen especial tirria a su capitana? Por su cabeza pasaban todas esas posibilidades cuando la mujer comenzó a hablar.
—¿Qué son todas esas historias de que alguien ha pillado al Cambiante? Juro por la marina entera que si alguien me ha hecho activar todo el protocolo de presos de alta importancia para gastar una broma no va a ver la luz del sol en años.
Miró de arriba a abajo a Yoldin, después a Ino y por último al calvo que les acompañaba. Interpuso un cartel entre su cara y la de Saitama que a trasluz se podía adivinar que era un cartel de Wanted, y cuando finalmente lo quitó de en medio la cara que tenía era un poema. Básicamente era igual que las caras de los primeros guardias solo que si a estos parecía que les iba a dar un infarto, a la capitana parecía que directamente se le iba a salir el corazón por la boca.
—A...A...Anders D. Thaw... ¡Rápido, las esposas de kairoseki más puro que haya en toda la isla! ¡Preparad la celda de máxima seguridad, llamad al Cuartel General, que alguien haga el favor de contactar con Impel Down si hace falta! ¡Ésta es la captura más importante que hemos tenido en años! Y tú... ¿Quién demonios eres?—dijo mirando a Yoldin con nuevos ojos, unos bastante desorbitados, por cierto.
—Poco necesitas saber de mi nombre, solamente has de saber que trabajo directamente con el gobierno mundial y que el montar éste numerito en plena calle no supone más que una amenaza a mi identidad como miembro de las Cipher Pol.
La capitana al oír éstas palabras se puso rígida y presentó el saludo militar, su expresión sin perder su severidad adoptó una expresión más deferente y su tono en general cambió.
—¡Señor, perdone las impertinencias señor! Se presenta Marga Carui, capitana de la base marine de Johota, a su servicio señor.
Yoldin se sorprendió por tal muestra de respeto y se preguntó cuan fuertes podían llegar a ser los miembros del CP, pero obviamente sin externalizarlo. Asintió complacido y avanzó hacia el interior de la torre con Marga haciendo un reporte de la situación e instándole a que les acompañara en el consejo express que se celebraría para gestionar la llegada de un preso tan importante como Anders D. Thawne.
El plan se había complicado infinitamente, la importancia que se había dado a sus presos había superado con creces sus expectativas y no había imaginado que Saitama les mintiera con algo tan importante. Pero el juego había empezado y las piezas estaban en movimiento, ahora de poco servía lamentarse por su falta de previsión, había que remontar la situación con puro ingenio e inteligencia. Las vidas de Ino y Saitama dependían íntegramente de él, no podía permitirse más fallos.
Miró por encima del hombro una última vez hacia sus presos, que nada más entrar tomaron un camino distinto al suyo. Mientras que él iba a la sala de reuniones, en el piso segundo según le habían dicho, ellos iban de cabeza al calabozo, en el sótano del edificio, encadenados hasta los dedos de los pies con kairoseki y despojados de sus armas que irían al depósito del segundo piso. Les deseó toda la suerte del mundo mentalmente y se enfrascó en sus propios pensamientos. Un nuevo plan comenzaba a formarse.
El viaje a Celeste fue rápido, se unieron a una caravana y en cuestión de un par de horas se plantaron frente a la puerta del cuartel, los que guardaban la puerta les vieron y cuando los reconocieron... Bueno, se desató la debacle.
—Mucho cuidado con quién llamas soldado, soldado.—había decidido adoptar un tono arrogante y peligroso para ésta personalidad, por lo que intentó copiar lo mejor que pudo la personalidad que pudo ver en Lysbeth Ardian— Llamad al capitán de la base e informadle de que he conseguido atrapar al peligroso criminal Inosuke junto con un cómplice.
Los soldados, intuyendo y arriesgarse a confirmar el alto rango del trajeado desaparecieron corriendo en la base. Minutos después todo un batallón emergió de nuevo armados con rifles y rodearon a los tres socios. Yoldin casi pierde los papeles pensando que les habían descubierto, pero las expresiones de los soldados no eran de amenaza tanto como de... ¿deferencia?
Cuando la puerta terminó de vomitar efectivos todos se irguieron y presentaron armas, apuntando con sus rifles al cielo. Una mujer muy alta, de alrededor de dos metros, con porte regio y mirada severa salió con paso firme del cuartel con el abrigo que indicaba su alto rango ondeando a sus espaldas. Yoldin supuso que era la capitana que había llamado, pero la verdad es que no entendía el por qué de tanto revuelo. Si bien sabía la recompensa de Inosuke era relativamente baja y Saitama no había mencionado ningún motivo para que la marina le pudiese reconocer. ¿Era posible que Ino les hubiera mentido? ¿Quizás simplemente en ese cuartel tuviesen especial tirria a su capitana? Por su cabeza pasaban todas esas posibilidades cuando la mujer comenzó a hablar.
—¿Qué son todas esas historias de que alguien ha pillado al Cambiante? Juro por la marina entera que si alguien me ha hecho activar todo el protocolo de presos de alta importancia para gastar una broma no va a ver la luz del sol en años.
Miró de arriba a abajo a Yoldin, después a Ino y por último al calvo que les acompañaba. Interpuso un cartel entre su cara y la de Saitama que a trasluz se podía adivinar que era un cartel de Wanted, y cuando finalmente lo quitó de en medio la cara que tenía era un poema. Básicamente era igual que las caras de los primeros guardias solo que si a estos parecía que les iba a dar un infarto, a la capitana parecía que directamente se le iba a salir el corazón por la boca.
—A...A...Anders D. Thaw... ¡Rápido, las esposas de kairoseki más puro que haya en toda la isla! ¡Preparad la celda de máxima seguridad, llamad al Cuartel General, que alguien haga el favor de contactar con Impel Down si hace falta! ¡Ésta es la captura más importante que hemos tenido en años! Y tú... ¿Quién demonios eres?—dijo mirando a Yoldin con nuevos ojos, unos bastante desorbitados, por cierto.
—Poco necesitas saber de mi nombre, solamente has de saber que trabajo directamente con el gobierno mundial y que el montar éste numerito en plena calle no supone más que una amenaza a mi identidad como miembro de las Cipher Pol.
La capitana al oír éstas palabras se puso rígida y presentó el saludo militar, su expresión sin perder su severidad adoptó una expresión más deferente y su tono en general cambió.
—¡Señor, perdone las impertinencias señor! Se presenta Marga Carui, capitana de la base marine de Johota, a su servicio señor.
Yoldin se sorprendió por tal muestra de respeto y se preguntó cuan fuertes podían llegar a ser los miembros del CP, pero obviamente sin externalizarlo. Asintió complacido y avanzó hacia el interior de la torre con Marga haciendo un reporte de la situación e instándole a que les acompañara en el consejo express que se celebraría para gestionar la llegada de un preso tan importante como Anders D. Thawne.
El plan se había complicado infinitamente, la importancia que se había dado a sus presos había superado con creces sus expectativas y no había imaginado que Saitama les mintiera con algo tan importante. Pero el juego había empezado y las piezas estaban en movimiento, ahora de poco servía lamentarse por su falta de previsión, había que remontar la situación con puro ingenio e inteligencia. Las vidas de Ino y Saitama dependían íntegramente de él, no podía permitirse más fallos.
Miró por encima del hombro una última vez hacia sus presos, que nada más entrar tomaron un camino distinto al suyo. Mientras que él iba a la sala de reuniones, en el piso segundo según le habían dicho, ellos iban de cabeza al calabozo, en el sótano del edificio, encadenados hasta los dedos de los pies con kairoseki y despojados de sus armas que irían al depósito del segundo piso. Les deseó toda la suerte del mundo mentalmente y se enfrascó en sus propios pensamientos. Un nuevo plan comenzaba a formarse.
Inosuke Dru-zan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Podía soportar aparecer maniatado ante el enemigo. Podía soportar que no supieran pronunciar mi nombre. Podía soportar que me encerraran sin darme opción a huir. Pero por todos los dioses, ¿en serio tenían que robarme mis Colmillos? Aquellas espadas casi tan preciadas para mí como la cabeza de jabalí. Y una de ellas había sido un regalo de Katharina. No quería ni imaginar lo que ocurriría si se enterase de que la había perdido.
No habíamos pasado mucho tiempo encerrados cuando Saitama se puso en pie y comenzó a caminar de un lado hacia otro. Las cadenas tintineaban con cada paso produciendo un ruido casi hipnótico, pero la cara del calvo no parecía tranquila, sino más bien ansiosa.
—¿Cuánto más tardará tu amigo? ¿Se cree que así puede tratar a MÍ capitana, la más maravillosa y poderosa mujer en el mundo?
—Esto... —no sabía que decirle, pero algo me decía que aquel hombre no era muy paciente. Quizás lo fuera menos que yo. Aunque no podía negar que también quería que Yoldin volviera pronto; no me apetecía pudrirme encerrado y encadenado bajo tierra y con el estómago vacío —. Yol... Apolo, sí, Apolo. Apolo ser capaz. Él no tardar —«espero que venga rápido»—, y cuando venir, sacar nosotros. Ser compañero de cielo, él no fallar.
Aquello no pareció calmarlo en absoluto, y siguió paseando, casi anadeando, dando círculos. Yo me senté de la mejor forma que aquellas cadenas me permitían, y apoyé mi espalda en la pared. Cerré los ojos y dejé que mi mente echase a volar, lejos de allí. Recordé de donde procedía y todos los nuevos y extraños sitios que había descubierto en mis ya numerosos viajes. Resultaba gracioso, casi divertido; yo deseaba la libertad, y ese mismo deseo me llevó hasta aquella mazmorra salida de los peores cuentos infantiles en donde dependía total y absolutamente mi vida. Si recién hubiera conocido al alado lo más seguro es que jamás hubiera aceptado involucrarme en tal situación, o al menos lo hubiera hecho de otra forma, pero tras una temporada viajando con él...
—Aquí están los prisioneros, como te dije —dijo una voz pastosa.
Alcé la vista y vi a un hombre, el mismo que se había encargado de encerrarnos, acompañando a otro hombre que no me sonaba en absoluto, pero a juzgar por su vestimenta era un aliado de aquel clan. Observó de arriba a abajo a Saitama, y su expresión mostró un sonrisa complaciente. Le dio al hombre que vigilaba la celda varios papeles verdes y este desapareció, dejando su puesto de vigilancia vacío.
—Vaya, vaya, pero si es el gran Anders D. Thawne. ¿A que no sabes quién soy?
—No, no sé quién eres, payaso —Saitama le escupió—. Y dejad de llamarme por ese estúpido nombre. ¿Acaso creéis que alguien con un nombre tan patético trabajaría para mi sublime capitana? Tú flipas, tío.
—Veo que te gusta hacerte el tonto... Pero no importa. Tú no me conoces, pero yo a ti si. Eres una asquerosa sabandija indigna de ser otra cosa que no sea escoria. Me he encargado personalmente de que vengan todas las fuerzas cercanas lo más rápido posible para enviarte a lo más profundo de Impel Down —me miró a la cara—. Y tú, no sé quién eres, pero si es verdad que estás con Katharina... bueno, déjame decirte que tu trato no va a ser mucho mejor que el de tu compañero.
—Tú ser estúpido —le dije, sin contenerme ni un segundo—. Tú estar más perdido que piojo en cabeza de calvo. Si yo querer, yo poder salir de aquí. Yo ser Inosuke Dru-Zan, no olvidar nombre, y si tú ser tan hombre, tú no amenazar detrás de celda. Hacer dentro.
Aquel hombre no me gustaba. Se presentaba ante nosotros, insultando sin motivo y escondiéndose detrás de barras de hierro. Si tenía la oportunidad de enseñarle de qué era capaz un valeroso guerrero del cielo, lo haría, y le dejaría claro cómo se debe actuar con las personas. Un mínimo de honor, por favor.
No habíamos pasado mucho tiempo encerrados cuando Saitama se puso en pie y comenzó a caminar de un lado hacia otro. Las cadenas tintineaban con cada paso produciendo un ruido casi hipnótico, pero la cara del calvo no parecía tranquila, sino más bien ansiosa.
—¿Cuánto más tardará tu amigo? ¿Se cree que así puede tratar a MÍ capitana, la más maravillosa y poderosa mujer en el mundo?
—Esto... —no sabía que decirle, pero algo me decía que aquel hombre no era muy paciente. Quizás lo fuera menos que yo. Aunque no podía negar que también quería que Yoldin volviera pronto; no me apetecía pudrirme encerrado y encadenado bajo tierra y con el estómago vacío —. Yol... Apolo, sí, Apolo. Apolo ser capaz. Él no tardar —«espero que venga rápido»—, y cuando venir, sacar nosotros. Ser compañero de cielo, él no fallar.
Aquello no pareció calmarlo en absoluto, y siguió paseando, casi anadeando, dando círculos. Yo me senté de la mejor forma que aquellas cadenas me permitían, y apoyé mi espalda en la pared. Cerré los ojos y dejé que mi mente echase a volar, lejos de allí. Recordé de donde procedía y todos los nuevos y extraños sitios que había descubierto en mis ya numerosos viajes. Resultaba gracioso, casi divertido; yo deseaba la libertad, y ese mismo deseo me llevó hasta aquella mazmorra salida de los peores cuentos infantiles en donde dependía total y absolutamente mi vida. Si recién hubiera conocido al alado lo más seguro es que jamás hubiera aceptado involucrarme en tal situación, o al menos lo hubiera hecho de otra forma, pero tras una temporada viajando con él...
—Aquí están los prisioneros, como te dije —dijo una voz pastosa.
Alcé la vista y vi a un hombre, el mismo que se había encargado de encerrarnos, acompañando a otro hombre que no me sonaba en absoluto, pero a juzgar por su vestimenta era un aliado de aquel clan. Observó de arriba a abajo a Saitama, y su expresión mostró un sonrisa complaciente. Le dio al hombre que vigilaba la celda varios papeles verdes y este desapareció, dejando su puesto de vigilancia vacío.
—Vaya, vaya, pero si es el gran Anders D. Thawne. ¿A que no sabes quién soy?
—No, no sé quién eres, payaso —Saitama le escupió—. Y dejad de llamarme por ese estúpido nombre. ¿Acaso creéis que alguien con un nombre tan patético trabajaría para mi sublime capitana? Tú flipas, tío.
—Veo que te gusta hacerte el tonto... Pero no importa. Tú no me conoces, pero yo a ti si. Eres una asquerosa sabandija indigna de ser otra cosa que no sea escoria. Me he encargado personalmente de que vengan todas las fuerzas cercanas lo más rápido posible para enviarte a lo más profundo de Impel Down —me miró a la cara—. Y tú, no sé quién eres, pero si es verdad que estás con Katharina... bueno, déjame decirte que tu trato no va a ser mucho mejor que el de tu compañero.
—Tú ser estúpido —le dije, sin contenerme ni un segundo—. Tú estar más perdido que piojo en cabeza de calvo. Si yo querer, yo poder salir de aquí. Yo ser Inosuke Dru-Zan, no olvidar nombre, y si tú ser tan hombre, tú no amenazar detrás de celda. Hacer dentro.
Aquel hombre no me gustaba. Se presentaba ante nosotros, insultando sin motivo y escondiéndose detrás de barras de hierro. Si tenía la oportunidad de enseñarle de qué era capaz un valeroso guerrero del cielo, lo haría, y le dejaría claro cómo se debe actuar con las personas. Un mínimo de honor, por favor.
—Comienza la sesión. Los temas a tratar serán los relativos al tratamiento y transporte de los presos recién llegados y las medidas de seguridad asociadas.
El consejo había comenzado y alrededor de una larga mesa ovalada se sentaban los miembros más importantes de la marina de Johota. Abrigos con condecoraciones desde teniente hasta capitán reposaban sobre cada uno de los miembros de la sala, y todos estaban pendientes de Yoldin. Él consiguió mantenerse en calma durante un buen rato, pero poco a poco más preguntas eran lanzadas en su dirección. ¿Quién comandó la operación? ¿Dónde estaba el resto de su equipo de infiltración? ¿Dónde y cómo había apresado a Thawne? ¿Por qué Ino y Anders estaban juntos? ¿Acaso había una nueva alianza entre la Bruja y el Cambiante?. Conseguía esquivar todas las preguntas con una mezcla de pura imaginación e inventiva y "esa información es clasificada, no puedo revelarla" y de momento parecía estar surtiendo su efecto, pero cada vez más se sentía jugando al perro y el gato, y el perro hambriento estaba recortando la distancia.
No podía aguantar mucho más tiempo y decidió hacer algo. Tenía que poner en marcha el plan inmediatamente, era el momento preciso. Todos los altos cargos de la base se encontraban en aquella sala, demasiado distraídos regodeándose en su fortuna como para andar curioseando por el resto de la base. Solo había una silla a la derecha de la capitana que estaba vacía, con un letrero que anunciaba el nombre de quien debía ser su ocupante: Picolini Rocher.
—Camaradas. Lo siento mucho pero he de excusarme debido a asuntos de mayor importancia. ¿Dónde se encuentra el baño?
Le dieron indicaciones y aunque su pregunta levantó alguna ceja parecía que nadie sospechaba. Así pues se levantó y salió de la habitación. Tras franquear la puerta y saludar a los dos soldados que la guardaban se dirigió en la dirección que le habían señalado, pero al doblar la esquina y cerciorarse de que no había moros en la costa comenzó a correr como alma que lleva el diablo. Tenía poco tiempo antes de que en la sala comenzasen a sospechar y mandasen a alguien para husmear. Subiendo por las instalaciones se había ido fijando en los carteles de las habitaciones y los había ido memorizando. En especial tres: la sala de comunicaciones, la armería y los vestuarios. Y éste último era su objetivo.
Por fortuna la mayoría de soldados se encontraban en ese momento en las proximidades de los presos para asegurar que no escaparan. Eso sería un verdadero dolor en el culo en un rato, pero en ese momento le venía de lujo. En cuestión de un minuto entraba en la sala que buscaba, y al pasar los dos minutos salía del mismo caracterizado de manera distinta. Ahora sí que vestía con las ropas de un marine, cubría su cabeza con una gorra y sus espaldas con un abrigo de teniente segundo que le venía como un guante. También llevaba consigo un hatillo bastante grande. Perfecto, ahora al primer piso.
Bajó las escaleras hecho una exhalación, pero pronto tuvo que relajar el paso. Esa planta estaba considerablemente más llena de soldados yendo de aquí para allá. Afortunadamente su disfraz era lo suficientemente convincente y se detenían a saludar según pasaba a su lado. Consiguió llegar a la armería sin altercados y metió las armas en el hatillo que llevaba consigo. Cogió los Colmillos de Ino y un extraño gancho con una cuerda que Saitama había decidido traer. Bien, segundo paso completado, ahora quedaba lo complicado.
Recorrió la planta baja todo lo rápido que pudo y pronto estaba en el sótano. La verdad es que la visión imponía. Lo que suponía una antesala a los calabozos estaba atestada de soldados armados hasta los dientes y listos para entrar en combate. Algunos descansaban contra la pared, otros se sentaban en el suelo, pero la mayoría de ellos estaban en formación. En el justo momento que bajó las escaleras la puerta que supuso que daba a la carcel se abría y otro hombre encapado salía. Todos los marines, incluso los que vagueaban sentados se irguieron y saludaron a la vez.
Yoldin hizo lo propio cuando aquel hombre, de ojos inteligentes pero mezquinos se paró frente a él. El infiltrado sintió que aquel hombre esperaba que hablase primero, así que pensando en que era la única otra persona con condecoraciones que había visto fuera de la sala se la decidió jugar con un nombre.
—Teniente Rocher—había dado en el clavo, su expresión se relajó al escuchar su nombre—Se le requiere en la sala de reuniones, la capitana Carui necesita de su juicio en cuestiones de máxima importancia señor.
—¿Y tú quien eres si se puede saber? No recuerdo haberte visto por aquí.
—Teniente segundo Nidloy, a su servicio señor. Me transfirieron ayer desde Ireos señor. Vengo a sustituirle en la labor de vigilar a los piratas señor.
—¿Y ese bulto?—dijo señalando con la cabeza el hatillo que llevaba.
—Pruebas incriminatorias señor. Se me ha ordenado el interrogarles para que confiesen sus crímenes antes de que venga un buque para llevárselos.
—Hmmm... Bien, iré si la capitana lo necesita. Y acerca del interrogatorio... No necesitan tener ningún trato de cortesía, ¿me explico? Dales un adelanto de lo que van a sufrir en Impel Down de mi parte.
Posó la mano sobre el hombro de Yoldin y salió de la sala escoltado por otros dos guardias. Nada más salir el ambiente en la sala volvió a relajarse.
—Nada de holgazanear, gandules. Estáis guardando a dos peligrosísimos criminales, no queréis dormiros en los laureles.— dijo Nidloy metidísimo en el papel. Dio un vistazo general más detenido a la multitud y se fijó en dos hombres de tallas parecidas a Ino y Saitama.—tú y tú, venid conmigo vais a ayudarme con el interrogatorio.
Ambos corrieron a su lado y éste les pidió sus den-den mushi.
—He perdido el mío y necesito transmitir el interrogatorio.—mentira.
Entraron a la carcel al fin y el ambiente no era mucho mejor. Había allí también una gran cantidad de guardias, todos con los ojos clavados en una de las celdas. En ella se encontraban sus dos compañeros, tan encadenados como habían entrado. Lo primero que hizo Yoldin fue desalojar la sala.
—Soldados. Abandonen la sala. Estoy encargado de realizar el interrogatorio de estos dos hombres y no quiero que me molesten. Ya tengo a mis dos ayudantes conmigo, no me hace falta más asistencia. Es una orden.
Los hombres abandonaron el lugar a su comando, no sin miradas de extrañeza y suspicacia. Yoldin suspiró y pensó en cuanto tiempo había pasado desde que abandonó la sala. Alrededor de quince minutos. Pronto todo se volvería patas arriba y él tenía que acabar con su plan antes de que eso pasase. Alzó la voz. Lo suficiente como para que se oyese desde el otro lado de la puerta.
—Anders D. Thawne y el misterioso Inosuke, al servicio de Katharina. Habéis cometido muchos crímenes de los que somos conscientes, pero hoy vais a cantarlos todos y más. Os voy a hacer gritar de dolor de tal manera que los presos de Impel Down pensarán que están de vacaciones a vuestro lado. — y guiñó un ojo.
Esperando que su mensaje fuera claro empuñó su garrote. Sus soldados acompañantes le miraron expectantes, deseosos de ver cuales eran los métodos de tortura de los que tanto se jactaba ese recién llegado. Pero Nidloy no avanzó ni un paso hacia la celda, es más, se giró y su media sonrisa sarcástica fue lo último que vieron antes de que comenzaran los gritos y el mundo sufriera un fundido a negro.
El consejo había comenzado y alrededor de una larga mesa ovalada se sentaban los miembros más importantes de la marina de Johota. Abrigos con condecoraciones desde teniente hasta capitán reposaban sobre cada uno de los miembros de la sala, y todos estaban pendientes de Yoldin. Él consiguió mantenerse en calma durante un buen rato, pero poco a poco más preguntas eran lanzadas en su dirección. ¿Quién comandó la operación? ¿Dónde estaba el resto de su equipo de infiltración? ¿Dónde y cómo había apresado a Thawne? ¿Por qué Ino y Anders estaban juntos? ¿Acaso había una nueva alianza entre la Bruja y el Cambiante?. Conseguía esquivar todas las preguntas con una mezcla de pura imaginación e inventiva y "esa información es clasificada, no puedo revelarla" y de momento parecía estar surtiendo su efecto, pero cada vez más se sentía jugando al perro y el gato, y el perro hambriento estaba recortando la distancia.
No podía aguantar mucho más tiempo y decidió hacer algo. Tenía que poner en marcha el plan inmediatamente, era el momento preciso. Todos los altos cargos de la base se encontraban en aquella sala, demasiado distraídos regodeándose en su fortuna como para andar curioseando por el resto de la base. Solo había una silla a la derecha de la capitana que estaba vacía, con un letrero que anunciaba el nombre de quien debía ser su ocupante: Picolini Rocher.
—Camaradas. Lo siento mucho pero he de excusarme debido a asuntos de mayor importancia. ¿Dónde se encuentra el baño?
Le dieron indicaciones y aunque su pregunta levantó alguna ceja parecía que nadie sospechaba. Así pues se levantó y salió de la habitación. Tras franquear la puerta y saludar a los dos soldados que la guardaban se dirigió en la dirección que le habían señalado, pero al doblar la esquina y cerciorarse de que no había moros en la costa comenzó a correr como alma que lleva el diablo. Tenía poco tiempo antes de que en la sala comenzasen a sospechar y mandasen a alguien para husmear. Subiendo por las instalaciones se había ido fijando en los carteles de las habitaciones y los había ido memorizando. En especial tres: la sala de comunicaciones, la armería y los vestuarios. Y éste último era su objetivo.
Por fortuna la mayoría de soldados se encontraban en ese momento en las proximidades de los presos para asegurar que no escaparan. Eso sería un verdadero dolor en el culo en un rato, pero en ese momento le venía de lujo. En cuestión de un minuto entraba en la sala que buscaba, y al pasar los dos minutos salía del mismo caracterizado de manera distinta. Ahora sí que vestía con las ropas de un marine, cubría su cabeza con una gorra y sus espaldas con un abrigo de teniente segundo que le venía como un guante. También llevaba consigo un hatillo bastante grande. Perfecto, ahora al primer piso.
Bajó las escaleras hecho una exhalación, pero pronto tuvo que relajar el paso. Esa planta estaba considerablemente más llena de soldados yendo de aquí para allá. Afortunadamente su disfraz era lo suficientemente convincente y se detenían a saludar según pasaba a su lado. Consiguió llegar a la armería sin altercados y metió las armas en el hatillo que llevaba consigo. Cogió los Colmillos de Ino y un extraño gancho con una cuerda que Saitama había decidido traer. Bien, segundo paso completado, ahora quedaba lo complicado.
Recorrió la planta baja todo lo rápido que pudo y pronto estaba en el sótano. La verdad es que la visión imponía. Lo que suponía una antesala a los calabozos estaba atestada de soldados armados hasta los dientes y listos para entrar en combate. Algunos descansaban contra la pared, otros se sentaban en el suelo, pero la mayoría de ellos estaban en formación. En el justo momento que bajó las escaleras la puerta que supuso que daba a la carcel se abría y otro hombre encapado salía. Todos los marines, incluso los que vagueaban sentados se irguieron y saludaron a la vez.
Yoldin hizo lo propio cuando aquel hombre, de ojos inteligentes pero mezquinos se paró frente a él. El infiltrado sintió que aquel hombre esperaba que hablase primero, así que pensando en que era la única otra persona con condecoraciones que había visto fuera de la sala se la decidió jugar con un nombre.
—Teniente Rocher—había dado en el clavo, su expresión se relajó al escuchar su nombre—Se le requiere en la sala de reuniones, la capitana Carui necesita de su juicio en cuestiones de máxima importancia señor.
—¿Y tú quien eres si se puede saber? No recuerdo haberte visto por aquí.
—Teniente segundo Nidloy, a su servicio señor. Me transfirieron ayer desde Ireos señor. Vengo a sustituirle en la labor de vigilar a los piratas señor.
—¿Y ese bulto?—dijo señalando con la cabeza el hatillo que llevaba.
—Pruebas incriminatorias señor. Se me ha ordenado el interrogarles para que confiesen sus crímenes antes de que venga un buque para llevárselos.
—Hmmm... Bien, iré si la capitana lo necesita. Y acerca del interrogatorio... No necesitan tener ningún trato de cortesía, ¿me explico? Dales un adelanto de lo que van a sufrir en Impel Down de mi parte.
Posó la mano sobre el hombro de Yoldin y salió de la sala escoltado por otros dos guardias. Nada más salir el ambiente en la sala volvió a relajarse.
—Nada de holgazanear, gandules. Estáis guardando a dos peligrosísimos criminales, no queréis dormiros en los laureles.— dijo Nidloy metidísimo en el papel. Dio un vistazo general más detenido a la multitud y se fijó en dos hombres de tallas parecidas a Ino y Saitama.—tú y tú, venid conmigo vais a ayudarme con el interrogatorio.
Ambos corrieron a su lado y éste les pidió sus den-den mushi.
—He perdido el mío y necesito transmitir el interrogatorio.—mentira.
Entraron a la carcel al fin y el ambiente no era mucho mejor. Había allí también una gran cantidad de guardias, todos con los ojos clavados en una de las celdas. En ella se encontraban sus dos compañeros, tan encadenados como habían entrado. Lo primero que hizo Yoldin fue desalojar la sala.
—Soldados. Abandonen la sala. Estoy encargado de realizar el interrogatorio de estos dos hombres y no quiero que me molesten. Ya tengo a mis dos ayudantes conmigo, no me hace falta más asistencia. Es una orden.
Los hombres abandonaron el lugar a su comando, no sin miradas de extrañeza y suspicacia. Yoldin suspiró y pensó en cuanto tiempo había pasado desde que abandonó la sala. Alrededor de quince minutos. Pronto todo se volvería patas arriba y él tenía que acabar con su plan antes de que eso pasase. Alzó la voz. Lo suficiente como para que se oyese desde el otro lado de la puerta.
—Anders D. Thawne y el misterioso Inosuke, al servicio de Katharina. Habéis cometido muchos crímenes de los que somos conscientes, pero hoy vais a cantarlos todos y más. Os voy a hacer gritar de dolor de tal manera que los presos de Impel Down pensarán que están de vacaciones a vuestro lado. — y guiñó un ojo.
Esperando que su mensaje fuera claro empuñó su garrote. Sus soldados acompañantes le miraron expectantes, deseosos de ver cuales eran los métodos de tortura de los que tanto se jactaba ese recién llegado. Pero Nidloy no avanzó ni un paso hacia la celda, es más, se giró y su media sonrisa sarcástica fue lo último que vieron antes de que comenzaran los gritos y el mundo sufriera un fundido a negro.
Inosuke Dru-zan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
«Esa voz... ¿ya está aquí? Iba siendo hora» pensaba mientras escuchaba cómo aquel hombre desagradable conversaba tranquilamente con otra persona antes de irse. La mayoría de los guardias le siguieron al poco rato, permaneciendo por fuera de la celda Yoldin y otros dos hombres.
—Pero tú qué decir, Yol...¡Apolo! —creo que no le había entendido bien, porque primero nos dijo que nos iba a torturar para después abalanzarse sobre los otros dos hombres— Sí, así se hace. Ahí. No, más abajo, donde duele.
Pero de repente el calvo me tiró al suelo, cayendo él sobre mí y tapándome la boca, mejor dicho, la boca del jabalí. Empezó a gritar como si algo le doliera, aunque más bien parecían gemidos de sufrimiento. No era precisamente agradable.
—Sígueme el rollo —me susurró al oído. No le di muchas vueltas y lo hice.
Al final resultó en una de las situaciones más extravagantes de mi vida. Saitama y yo acabamos gritando como locos tras los barrotes mientras Yoldin apalizaba a aquellos hombres hasta dejarlos inconscientes, pero cuando acabó nos hizo una seña que significaba que podíamos parar. Mejor, no sabía cuanto tiempo más podrían haber soportado mis cuerdas vocales aquella presión.
Acto seguido nos liberó. Abrió la celda, nos quitó las esposas y las cadenas. Estas tintinearon al caer al suelo. Una vez hecho, nos explicó su pequeño plan nuevamente, y más tarde no recordaría estar corriendo por los pasillos de la base enemiga portando el ropaje del clan de las Gaviotas como camuflaje, con la máscara plegada y escondida bajo la ropa, en un bolsillo. Recorrimos un pasillo, giramos en varias ocasiones, atravesamos un patio lleno de hombres que entrenaban y cruzamos por más sitios hasta llegar a un punto, por fuera de la estructura, donde nadie nos veía. Saitama lanzó su cuerda con gancho hacia lo más alto, alcanzando la parte superior. Una vez hecho, me dejó allí a mí solo con una sola misión: escalar y escalar para llegar hasta arriba, llamar la atención de todos y quemar su símbolo insignia que ondeaba en una bandera.
—Pero tú qué decir, Yol...¡Apolo! —creo que no le había entendido bien, porque primero nos dijo que nos iba a torturar para después abalanzarse sobre los otros dos hombres— Sí, así se hace. Ahí. No, más abajo, donde duele.
Pero de repente el calvo me tiró al suelo, cayendo él sobre mí y tapándome la boca, mejor dicho, la boca del jabalí. Empezó a gritar como si algo le doliera, aunque más bien parecían gemidos de sufrimiento. No era precisamente agradable.
—Sígueme el rollo —me susurró al oído. No le di muchas vueltas y lo hice.
Al final resultó en una de las situaciones más extravagantes de mi vida. Saitama y yo acabamos gritando como locos tras los barrotes mientras Yoldin apalizaba a aquellos hombres hasta dejarlos inconscientes, pero cuando acabó nos hizo una seña que significaba que podíamos parar. Mejor, no sabía cuanto tiempo más podrían haber soportado mis cuerdas vocales aquella presión.
Acto seguido nos liberó. Abrió la celda, nos quitó las esposas y las cadenas. Estas tintinearon al caer al suelo. Una vez hecho, nos explicó su pequeño plan nuevamente, y más tarde no recordaría estar corriendo por los pasillos de la base enemiga portando el ropaje del clan de las Gaviotas como camuflaje, con la máscara plegada y escondida bajo la ropa, en un bolsillo. Recorrimos un pasillo, giramos en varias ocasiones, atravesamos un patio lleno de hombres que entrenaban y cruzamos por más sitios hasta llegar a un punto, por fuera de la estructura, donde nadie nos veía. Saitama lanzó su cuerda con gancho hacia lo más alto, alcanzando la parte superior. Una vez hecho, me dejó allí a mí solo con una sola misión: escalar y escalar para llegar hasta arriba, llamar la atención de todos y quemar su símbolo insignia que ondeaba en una bandera.
Los piratas disfrazados, los marines en la celda y todo marchaba como la seda. La infiltración había sido un éxito hasta ahora. Habían cubierto las cabezas de los dos "presos" con capuchas negras, excusando con que los métodos de interrogación habían sido un poquito entusiastas de más, así que ahora no había manera de que supieran que no eran Anders e Ino. Los piratas por su parte habían salido con el pecho bien inflado, las caras cubiertas por las gorras y sin pronunciar una palabra y en general todo había salido a pedir de boca.
En cuanto salieron de la antesala atestada de guardias se separaron. Yoldin se excusó de sus labores de supervisión de los presos diciendo que había recabado información de altisima importancia que tenía que ser inmediatamente discutida con el gobernador de Celeste, mientras que sus dos acompañantes se adentraron en las instalaciones con una bandera y un micrófono en mente.
El siguiente paso era el más sencillo para él, aunque todo lo contrario para los que seguían en el cuartel. Estaba ahora encargado de llamar la atención, en otro lugar de la ciudad, provocar que el grueso de marines se distrajesen con una falsa alarma dejando la base lo más despejada posible. Y echando un vistazo a los dos den-den mushi que había confiscado a los marines pensó que iba a ser coser y cantar.
Pero justo cuando estaba observando el elemento clave para su siguiente movimiento éste comenzó a sonar. "Bere-bere bere-bere bere-bere". Yoldin antes de descolgar ya sabía cual era el comunicado que se daría pero aún así quería escucharlo.
—¡Todos los activos de la base de Celeste presten atención!— la voz de la capitana sonaba consternada— Es posible que tengamos un infiltrado en el cuartel general, un hombre de estatura media, la última vez que fue visto llevaba un sombrero negro, traje negro y abrigo gris, además de una especie de tabla a su espalda. Su captura es de máxima prioridad, ¡el honor de nuestra base está en juego!
Yoldin torció el gesto. Habían tardado un poco menos de lo esperado en actuar, pero ahora era un momento crítico pues sus dos compañeros seguían en aquel lugar donde las sospechas incrementarían proporcionalmente con el tiempo. Los den-den seguían repitiendo la descripción del infiltrado, y él decidió utilizar también la línea general. Se escondió en un callejón para poder hacer tranquilo su actuación y tras calentar un poco la voz gritó con la voz más afectada que pudo imitar:
—!Los piratas Anders D. Thawne e Inosuke Dru-zan han escapado! ¡Mientras patrullaba la cuaderna norte de la zona mediana los he visto! ¡Son inconfundibles, la calva de Anders y la máscara de Inosuke! ¡Se están paseando tan altaneros por la zona residencial!
Según lo dijo hubo un silencio repentino. Después varias órdenes fueron formuladas, algunas contradictorias producto de la tremenda confusión que estaba sucediendo. Finalmente, cuando parecía que habían confirmado que quienes se encontraban en la celda no eran los famosos piratas la voz de la capitana volvió a sonar alta y decidida.
—¡Los piratas han huído! ¡Todos los efectivos que se dirijan a la cuaderna norte donde han sido avistados! ¡El recluta que los ha visto, sigue mandando reportes de situación! ¡Estos objetivos son prioritarios, que todo el mundo pare sus actividades si es posible, debemos volver a atraparlos!
Yoldin sonrió desde su escondrijo en el callejón. Habían picado de lleno. Pero la función no había acabado y el telón estaba lejos de bajar, aún tenía que actuar de pastor de las masas de soldados, ganando el mayor tiempo posible. Y para ello había que dar mayor credibilidad a su historia. Echó un vistazo alrededor y vio unas escaleras de incendios que subían hasta la azotea. Tenía que tener el mayor control sobre las tropas de la marina posible si quería jugar con sus mentes. Trepó hasta el tejado y observó la ciudad. Era un bonito escenario, sabía que tenía las herramientas necesarias para darle emoción al asunto.
—¡Si capitana! Les estoy siguiendo ahora mismo, siguen dirigiéndose hacia el norte, pretenden dejar la ciudad. No parecen apremiados, pero sí que están alert... Oh dios mío. Oh no. ¡Creo que me han visto! Mierda, tengo que salir de aquí cuanto antes, no puedo dejar que...— sacudió el micrófono del caracol contra su ropa para que pareciera que corría y luego lo dejó caer al suelo. Se alejó un metro de él y siguió metidisimo en el papel— ¡Ah! ¡Me han pillado! ¡Ayuda! ¡Aaaaarrghh...! — y acto seguido pisó el den-den, destrozándolo.
Entonces cogió el otro den-den que había confiscado y escuchó la reacción que había provocado. La capitana gritaba órdenes y parecía que su interpretación, aunque un poco sobreactuada, había sido lo suficientemente convincente en ese clima de confusiones. Perfecto.
Fue entonces cuando miró en dirección a la base, esperando a que el verdadero objetivo de su misión se consumara... o consumiera mejor dicho.
En cuanto salieron de la antesala atestada de guardias se separaron. Yoldin se excusó de sus labores de supervisión de los presos diciendo que había recabado información de altisima importancia que tenía que ser inmediatamente discutida con el gobernador de Celeste, mientras que sus dos acompañantes se adentraron en las instalaciones con una bandera y un micrófono en mente.
El siguiente paso era el más sencillo para él, aunque todo lo contrario para los que seguían en el cuartel. Estaba ahora encargado de llamar la atención, en otro lugar de la ciudad, provocar que el grueso de marines se distrajesen con una falsa alarma dejando la base lo más despejada posible. Y echando un vistazo a los dos den-den mushi que había confiscado a los marines pensó que iba a ser coser y cantar.
Pero justo cuando estaba observando el elemento clave para su siguiente movimiento éste comenzó a sonar. "Bere-bere bere-bere bere-bere". Yoldin antes de descolgar ya sabía cual era el comunicado que se daría pero aún así quería escucharlo.
—¡Todos los activos de la base de Celeste presten atención!— la voz de la capitana sonaba consternada— Es posible que tengamos un infiltrado en el cuartel general, un hombre de estatura media, la última vez que fue visto llevaba un sombrero negro, traje negro y abrigo gris, además de una especie de tabla a su espalda. Su captura es de máxima prioridad, ¡el honor de nuestra base está en juego!
Yoldin torció el gesto. Habían tardado un poco menos de lo esperado en actuar, pero ahora era un momento crítico pues sus dos compañeros seguían en aquel lugar donde las sospechas incrementarían proporcionalmente con el tiempo. Los den-den seguían repitiendo la descripción del infiltrado, y él decidió utilizar también la línea general. Se escondió en un callejón para poder hacer tranquilo su actuación y tras calentar un poco la voz gritó con la voz más afectada que pudo imitar:
—!Los piratas Anders D. Thawne e Inosuke Dru-zan han escapado! ¡Mientras patrullaba la cuaderna norte de la zona mediana los he visto! ¡Son inconfundibles, la calva de Anders y la máscara de Inosuke! ¡Se están paseando tan altaneros por la zona residencial!
Según lo dijo hubo un silencio repentino. Después varias órdenes fueron formuladas, algunas contradictorias producto de la tremenda confusión que estaba sucediendo. Finalmente, cuando parecía que habían confirmado que quienes se encontraban en la celda no eran los famosos piratas la voz de la capitana volvió a sonar alta y decidida.
—¡Los piratas han huído! ¡Todos los efectivos que se dirijan a la cuaderna norte donde han sido avistados! ¡El recluta que los ha visto, sigue mandando reportes de situación! ¡Estos objetivos son prioritarios, que todo el mundo pare sus actividades si es posible, debemos volver a atraparlos!
Yoldin sonrió desde su escondrijo en el callejón. Habían picado de lleno. Pero la función no había acabado y el telón estaba lejos de bajar, aún tenía que actuar de pastor de las masas de soldados, ganando el mayor tiempo posible. Y para ello había que dar mayor credibilidad a su historia. Echó un vistazo alrededor y vio unas escaleras de incendios que subían hasta la azotea. Tenía que tener el mayor control sobre las tropas de la marina posible si quería jugar con sus mentes. Trepó hasta el tejado y observó la ciudad. Era un bonito escenario, sabía que tenía las herramientas necesarias para darle emoción al asunto.
—¡Si capitana! Les estoy siguiendo ahora mismo, siguen dirigiéndose hacia el norte, pretenden dejar la ciudad. No parecen apremiados, pero sí que están alert... Oh dios mío. Oh no. ¡Creo que me han visto! Mierda, tengo que salir de aquí cuanto antes, no puedo dejar que...— sacudió el micrófono del caracol contra su ropa para que pareciera que corría y luego lo dejó caer al suelo. Se alejó un metro de él y siguió metidisimo en el papel— ¡Ah! ¡Me han pillado! ¡Ayuda! ¡Aaaaarrghh...! — y acto seguido pisó el den-den, destrozándolo.
Entonces cogió el otro den-den que había confiscado y escuchó la reacción que había provocado. La capitana gritaba órdenes y parecía que su interpretación, aunque un poco sobreactuada, había sido lo suficientemente convincente en ese clima de confusiones. Perfecto.
Fue entonces cuando miró en dirección a la base, esperando a que el verdadero objetivo de su misión se consumara... o consumiera mejor dicho.
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