Hitsugaya Toshiro
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La gran carrera había terminado. Había sido una aventura épica. Se tuvieron que despedir de Melquiades y el capitán una vez finalizó el gran evento. Ambos, de todos modos, le habían entregado un den den mushi por si necesitaba contactarlos. Toshiro no era un tonto, sabía de sobra que sin ellos en ese lugar, no habría podido sobrevivir. Salió a la cubierta y vio a Aysel en esta. Ambos decidieron viajar juntos y era algo increíble, no le molestaba la soledad, pero prefería estar acompañado que aislado. Era extraño, en cierta parte, eran dos desconocidos que habían vivido la misma aventura y ahora estaban juntos. Sonrió y se apoyó en el mástil mientras miraba el horizonte.
—¿Estamos llegando? —preguntó el peliblanco.
—Sí, mira —respondió ella mientras apuntaba la isla que poco a poco se iba haciendo más y más grande —. Según lo que sabemos, Anthony y Adams están aquí. Son novatos conocidos en el Grand Line. ¿Estás seguro?
—Claro. Es interesante esto de cazar gente y cobrar sus recompensas, el dinero no me interesa, pero podemos pelear contra gente fuerte sin tener represalias —comentó con una suave sonrisa mientras su pelo jugaba con el viento. —. Ambos tienen una recompensa de cincuenta millones de berries. Si queremos un mejor barco, necesitamos mucho más dinero del que tenemos. Lo que cobramos de Nira no alcanza para mucho que digamos… Creo.
Luego de la carrera, Toshiro había notado un par de cosas diferentes. Ya lo reconocían en ciertos lugares y le era mucho más sencillo recabar información. De ese modo fue que estaban por llegar a un archipiélago del Grand Line, Tamperya. Por lo que había escuchado, era una isla deshabitada donde llovía constantemente y que no había nada que pudiera sobrevivir en ese ambiente tan hostil. Era el lugar perfecto si alguien se quería esconder, después de la caza a gran escala que había ejecutado la Marina en Shabaody, era de esperar que algunos piratas más inexpertos o con más inseguridades, quisieran mantener un perfil más bajo. Todavía no podía creerse ese final tan inesperado, todo había resultado en una gran trampa y quedó con la duda, que quizás nunca tuviera una respuesta, si la Madam que organizó tal evento fue la que se unió a la Marina para tal cosa o no.
El barco no tardó mucho más en llegar al archipiélago. Toshiro afirmó su espadón en la espalda y empezó a caminar. Aysel, por otra parte, no quería participar en este asunto y le iba a encargar a él que se encargara de ellos dos. No quiso insistir, después de todo, ambos eran independientes y viajaban juntos solo para hacer el viaje más ameno y sencillo. No la iba a obligar a algo que no quisiera y menos si era algo de lo que se podía encargar. Estaba lleno de confianza después del gran evento, sabía que le faltaba un gran camino por delante, pero había iniciado por muy buen pie. Suspiró y bajó de la embarcación para empezar a caminar. Como era de esperar, estaba lloviendo a cántaros y oía una especie de canto muy sensual y atrayente. Había escuchado que este archipiélago era también conocido por el nombre de Isla Sirena. ¿Acaso podría ver alguna? No tardó en empaparse por completo, pero le dio igual y siguió caminando. ¿Qué le esperaba en este sitio?
—¿Estamos llegando? —preguntó el peliblanco.
—Sí, mira —respondió ella mientras apuntaba la isla que poco a poco se iba haciendo más y más grande —. Según lo que sabemos, Anthony y Adams están aquí. Son novatos conocidos en el Grand Line. ¿Estás seguro?
—Claro. Es interesante esto de cazar gente y cobrar sus recompensas, el dinero no me interesa, pero podemos pelear contra gente fuerte sin tener represalias —comentó con una suave sonrisa mientras su pelo jugaba con el viento. —. Ambos tienen una recompensa de cincuenta millones de berries. Si queremos un mejor barco, necesitamos mucho más dinero del que tenemos. Lo que cobramos de Nira no alcanza para mucho que digamos… Creo.
Luego de la carrera, Toshiro había notado un par de cosas diferentes. Ya lo reconocían en ciertos lugares y le era mucho más sencillo recabar información. De ese modo fue que estaban por llegar a un archipiélago del Grand Line, Tamperya. Por lo que había escuchado, era una isla deshabitada donde llovía constantemente y que no había nada que pudiera sobrevivir en ese ambiente tan hostil. Era el lugar perfecto si alguien se quería esconder, después de la caza a gran escala que había ejecutado la Marina en Shabaody, era de esperar que algunos piratas más inexpertos o con más inseguridades, quisieran mantener un perfil más bajo. Todavía no podía creerse ese final tan inesperado, todo había resultado en una gran trampa y quedó con la duda, que quizás nunca tuviera una respuesta, si la Madam que organizó tal evento fue la que se unió a la Marina para tal cosa o no.
El barco no tardó mucho más en llegar al archipiélago. Toshiro afirmó su espadón en la espalda y empezó a caminar. Aysel, por otra parte, no quería participar en este asunto y le iba a encargar a él que se encargara de ellos dos. No quiso insistir, después de todo, ambos eran independientes y viajaban juntos solo para hacer el viaje más ameno y sencillo. No la iba a obligar a algo que no quisiera y menos si era algo de lo que se podía encargar. Estaba lleno de confianza después del gran evento, sabía que le faltaba un gran camino por delante, pero había iniciado por muy buen pie. Suspiró y bajó de la embarcación para empezar a caminar. Como era de esperar, estaba lloviendo a cántaros y oía una especie de canto muy sensual y atrayente. Había escuchado que este archipiélago era también conocido por el nombre de Isla Sirena. ¿Acaso podría ver alguna? No tardó en empaparse por completo, pero le dio igual y siguió caminando. ¿Qué le esperaba en este sitio?
Abigail Mjöllnir
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La carrera había acabado y sus acciones no habían pasado desapercibidas. Siendo ignorante de su propio estatus actual, la cazadora apenas tuvo tiempo para disfrutar de vacaciones en cuanto entregó el cadáver de Hugo, el Gobierno Mundial, más concretamente la agencia del Cipher Pol, se puso en contacto con ella para realizar unos cuantos encargos junto a uno de sus agentes.
Todo aquel jaleo del observatorio finalizó y... ahora solo navegaba pensando en la información que le habían concedido. En una de sus paradas consiguió algo de información, se trataba de un grupo de piratas novatos que, asustados por la emboscada marine de la Gran Ruta, habían decidido esconderse hasta que las cosas se calmaran. Sin embargo, nadie podía esconderse de Abigail por demasiado tiempo.
Ya había recuperado su velero de Whiskey Peak —fue su primera parada tras acabar sus encargos—, y ahora se dirigía hacia la isla en la que supuestamente estaba este grupo de piratas. La isla era Tamperya, una isla que estaba bajo un clima lluvioso de forma permanente. Dejando a un lado su trabajo de cazadora, la isla le fascinaba también como climatóloga. ¿Las nubes nunca se descargaban de agua? ¿De dónde salía ese agua?
La niebla se iba espesando a medida que se acercaba a Tamperya. Se trataba de una isla deshabitada sin ningún asentamiento conocido por razones bastante más que obvias, por lo que no había ningún puerto y tendría que atracar por donde buenamente pudiera. Entonces, empezó a escuchar los famosos cánticos que daban a la isla su tétrica fama. Sirenas... sabía que existían, pero no estaba segura de que hubiera realmente sirenas en Tamperya. No importaba, solo tenía que fijarse de momento en su objetivo, la banda conocida como los Piratas de la Mancha, liderados por unos piratas llamados Anthony y Adams. El nombre de la tripulación, por lo visto, nacía del rostro de los dos piratas, poblados con unas manchas de nacimiento más visibles de lo que le gustaría a cualquiera.
Una vez amarrado su velero, la beata se puso su capucha y empezó a caminar también. No conocía la ruta de los desiertos, pero sí que tenía cierta idea de la geografía de la isla.
—No me extraña que esto esté deshabitado —murmuró.
Después de unos veinticinco minutos de caminata, fue capaz de ver entre la densa niebla una figura, pero no podía distinguir apenas nada... ¿era amigo o enemigo? sacó una de sus armas, su rifle de diales, y disparó una única vez al cielo.
—¡Alto! ¡¿Quién va?! —exclamó, acercándose poco a poco a la figura. No se esperaba a ningún cazador en una isla tan remota y hostil, pero los rumores volaban así que... tampoco se extrañaría si aquel individuo resultaba ser amistoso.
Todo aquel jaleo del observatorio finalizó y... ahora solo navegaba pensando en la información que le habían concedido. En una de sus paradas consiguió algo de información, se trataba de un grupo de piratas novatos que, asustados por la emboscada marine de la Gran Ruta, habían decidido esconderse hasta que las cosas se calmaran. Sin embargo, nadie podía esconderse de Abigail por demasiado tiempo.
Ya había recuperado su velero de Whiskey Peak —fue su primera parada tras acabar sus encargos—, y ahora se dirigía hacia la isla en la que supuestamente estaba este grupo de piratas. La isla era Tamperya, una isla que estaba bajo un clima lluvioso de forma permanente. Dejando a un lado su trabajo de cazadora, la isla le fascinaba también como climatóloga. ¿Las nubes nunca se descargaban de agua? ¿De dónde salía ese agua?
La niebla se iba espesando a medida que se acercaba a Tamperya. Se trataba de una isla deshabitada sin ningún asentamiento conocido por razones bastante más que obvias, por lo que no había ningún puerto y tendría que atracar por donde buenamente pudiera. Entonces, empezó a escuchar los famosos cánticos que daban a la isla su tétrica fama. Sirenas... sabía que existían, pero no estaba segura de que hubiera realmente sirenas en Tamperya. No importaba, solo tenía que fijarse de momento en su objetivo, la banda conocida como los Piratas de la Mancha, liderados por unos piratas llamados Anthony y Adams. El nombre de la tripulación, por lo visto, nacía del rostro de los dos piratas, poblados con unas manchas de nacimiento más visibles de lo que le gustaría a cualquiera.
Una vez amarrado su velero, la beata se puso su capucha y empezó a caminar también. No conocía la ruta de los desiertos, pero sí que tenía cierta idea de la geografía de la isla.
—No me extraña que esto esté deshabitado —murmuró.
Después de unos veinticinco minutos de caminata, fue capaz de ver entre la densa niebla una figura, pero no podía distinguir apenas nada... ¿era amigo o enemigo? sacó una de sus armas, su rifle de diales, y disparó una única vez al cielo.
—¡Alto! ¡¿Quién va?! —exclamó, acercándose poco a poco a la figura. No se esperaba a ningún cazador en una isla tan remota y hostil, pero los rumores volaban así que... tampoco se extrañaría si aquel individuo resultaba ser amistoso.
Hitsugaya Toshiro
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¿Qué tanto tendría que esperar para encontrar a esos dos? Era extraño, pero sentía que iba a ser una búsqueda más difícil de lo que pensaba. Por un minuto o varios, mejor dicho, sentía que era algo inútil y que sus potenciales víctimas ya se habían ido. Era imposible sobrevivir en este lugar y se daba cuenta solo con mirar a su alrededor. No había nada más que un páramo desierto y mucha lluvia, demasiada. Nada podía sobrevivir a este lugar y dudaba que hubieran podido soportar mucho tiempo el sonido que, si bien era agradable, emitían las sirenas. Lo agradable solía durar poco tiempo y sabía que era verdad. Suspiró con desgana mientras sentía cada gota caer a su alrededor. —Buscaré por diez minutos más. —Pensó mientras caminaba con ambas en sus bolsillos.
Un disparo al aire y una voz cercana lo obligaron a detenerse. Se llevó una mano a Vibrato y se fue preparando para lo peor. ¿Serían ellos? No, lo dudaba. No creía que fueran tan idiotas como para salir de su escondite por alguien que solo estaba de paso. Menos si tomaba en cuenta que debían estar más que al tanto de lo que había pasado en el Archipiélago Shabaody. Entonces, ¿quién era? ¿Otro cazador? No dudaba que sería de gran ayuda, pero no es que pudiera solo contra ellos dos… En teoría. Se sentía confiado sobre sus habilidades, siempre había sido confiado, pero las pruebas que fue superando en La Gran Carrera, solo habían potenciado aquella cualidad de su personalidad. Elevó su guardia y vio a la persona en cuestión. No pudo evitar sorprenderse, era imposible no conocerla. Era la flamante ganadora de aquel evento… ¿Abigail Mjöllnir? Algo así era su nombre, pero reconocía su rostro.
—Te conozco —dijo mientras sacaba la mano de su arma. Le dedicó una suave sonrisa y la miró a los ojos. No la había podido ver con claridad en el evento. Tenía la piel clara, ojos claros y su pelo era rubio. Debía rondar los… ¿Veinte? ¿Treinta? Parecía joven y más avanzada en edad que él, pero no debía ser tanta la diferencia, pero tampoco era algo que le interesara —. Eres la que ganó la carrera. No soy el enemigo, soy aliado. Toshiro Hitsugaya, cazador de recompensas —afirmó con certeza.
Quería conocer a la gran ganadora del evento en el que participó, pero no esperaba que fuera tan pronto y menos de esta forma. ¿Ella sabría más detalles de la Madam que organizó tal evento? Había quedado con un par de inquietudes y la forma en la que se expresaba eran extrañas, al menos, para él. —Si surge el tema, preguntaré. —Se dijo mientras la miraba de pies a cabeza. Suspiró y se rascó la cabeza, si estaba ella ahí entonces el rumor de que ambos estaban en esta isla, eran más de lo que pensaba. ¿Acaso vendrían más? No quería compartir su parte con más gente y menos si era algo que estaba buscando desde hace ya un tiempo.
—Imagino la razón de por qué estás aquí, buscas a Anthony y Adams. Entonces, ¿trabajamos juntos? —dijo con una suave sonrisa y bastante tranquilo. —Mitad y mitad, lo que corresponde. ¿Qué dices? —preguntó.
Si ella aceptaba, solo quedaba por hacer una cosa, avanzar y seguir investigando. Tenían suerte que la isla no era tan grande, pero la lluvia era tan espesa que sería difícil buscar. Aunque también era cierto que si ella se sumaba a su pequeña cacería, sería más sencillo. Si había ganado la carrera, su poder de pelea, experiencia y habilidades serían excepcionales. Eso o estaba frente a alguien con una suerte enorme y solo había tenido el camino más fácil y sin tantas complicaciones como el resto de los competidores. Estaba ansioso por descubrir la verdadera razón, pero todo iba a depender de ella.
Un disparo al aire y una voz cercana lo obligaron a detenerse. Se llevó una mano a Vibrato y se fue preparando para lo peor. ¿Serían ellos? No, lo dudaba. No creía que fueran tan idiotas como para salir de su escondite por alguien que solo estaba de paso. Menos si tomaba en cuenta que debían estar más que al tanto de lo que había pasado en el Archipiélago Shabaody. Entonces, ¿quién era? ¿Otro cazador? No dudaba que sería de gran ayuda, pero no es que pudiera solo contra ellos dos… En teoría. Se sentía confiado sobre sus habilidades, siempre había sido confiado, pero las pruebas que fue superando en La Gran Carrera, solo habían potenciado aquella cualidad de su personalidad. Elevó su guardia y vio a la persona en cuestión. No pudo evitar sorprenderse, era imposible no conocerla. Era la flamante ganadora de aquel evento… ¿Abigail Mjöllnir? Algo así era su nombre, pero reconocía su rostro.
—Te conozco —dijo mientras sacaba la mano de su arma. Le dedicó una suave sonrisa y la miró a los ojos. No la había podido ver con claridad en el evento. Tenía la piel clara, ojos claros y su pelo era rubio. Debía rondar los… ¿Veinte? ¿Treinta? Parecía joven y más avanzada en edad que él, pero no debía ser tanta la diferencia, pero tampoco era algo que le interesara —. Eres la que ganó la carrera. No soy el enemigo, soy aliado. Toshiro Hitsugaya, cazador de recompensas —afirmó con certeza.
Quería conocer a la gran ganadora del evento en el que participó, pero no esperaba que fuera tan pronto y menos de esta forma. ¿Ella sabría más detalles de la Madam que organizó tal evento? Había quedado con un par de inquietudes y la forma en la que se expresaba eran extrañas, al menos, para él. —Si surge el tema, preguntaré. —Se dijo mientras la miraba de pies a cabeza. Suspiró y se rascó la cabeza, si estaba ella ahí entonces el rumor de que ambos estaban en esta isla, eran más de lo que pensaba. ¿Acaso vendrían más? No quería compartir su parte con más gente y menos si era algo que estaba buscando desde hace ya un tiempo.
—Imagino la razón de por qué estás aquí, buscas a Anthony y Adams. Entonces, ¿trabajamos juntos? —dijo con una suave sonrisa y bastante tranquilo. —Mitad y mitad, lo que corresponde. ¿Qué dices? —preguntó.
Si ella aceptaba, solo quedaba por hacer una cosa, avanzar y seguir investigando. Tenían suerte que la isla no era tan grande, pero la lluvia era tan espesa que sería difícil buscar. Aunque también era cierto que si ella se sumaba a su pequeña cacería, sería más sencillo. Si había ganado la carrera, su poder de pelea, experiencia y habilidades serían excepcionales. Eso o estaba frente a alguien con una suerte enorme y solo había tenido el camino más fácil y sin tantas complicaciones como el resto de los competidores. Estaba ansioso por descubrir la verdadera razón, pero todo iba a depender de ella.
Abigail Mjöllnir
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
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Akuma no mi
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Frunció un poco el ceño, no le gustaba demasiado lo de ser conocida pero era inevitable. Aunque... ¿ganadora? Bueno, pensara lo que pensara el muchacho significaba que no intentaría ponerle trabas o enfrentarse a ella, es más, era un cazador como ella y probablemente ambos tuvieran el mismo objetivo.
—No llegué a participar como tal, ni siquiera pude atrapar a Jefferson como se nos encargó —respondió —Gané algunas cosas importantes pero considero que fracasé —acabó, dejando ver la parte de su personalidad de mártir. Para ella era simple, se le encargó la captura de Jefferson, a mitad de camino deseaba capturar a Bernard y, al final, no pudo hacer ninguna de las dos cosas. Sí, pudo atrapar a Hugo, estar en paz consigo misma y llevar su voluntad al siguiente nivel, pero su alivio personal no era un triunfo para ella.
—Encantada, Toshiro, me llamo Abigail Mjöllnir —se presentó, agachando ligeramente la cabeza a modo de reverencia de cortesía.
—Venía a por esos dos, sí —respondió. Había revisado sus crímenes y eran piratas que debía cazar, pero ya que tenía a un compañero de gremio ahí... le echaría una mano. Ahora mismo tenía dinero suficiente para mantener a su gente durante bastante tiempo, no necesitaba cazar a nadie en ese momento de forma inmediata.
—Puedes quedarte con la recompensa de los dos —dijo, renunciando a las recompensas de esos dos—. Me interesa más cómo pueden estar viviendo en esta isla. Solo quiero quedarme con la base en la que se hayan establecido, y quizá con la recompensa de alguno de sus miembros para acondicionarla, si no recuerdo mal uno de sus tripulantes vale cuarenta millones... es el único que entregaré. Los demás te los cedo —aceptó ayudar con esa extraña condición que seguramente no vería en casi ningún otro cazarrecompensas. Una de las cosas buenas de trabajar con Abigail era que nunca habrían peleas por el dinero, no era su objetivo principal.
Por el contrario, tener una base de operaciones en una isla deshabitada en la que a casi nadie se le ocurriría buscar... consideraba que era una opción mucho mejor que cobrar dinero en efectivo.
Con todo aclarado, el dúo continuó avanzando entre la eterna lluvia y niebla. Por suerte ella misma como navegante podía orientarse bastante bien, de forma que podrían moverse por la isla sin perder demasiado tiempo.
—Si yo fuera ellos intentaría asentarme cerca del mar, dentro de alguna gruta para resguardarme de la lluvia, si se ocultaran en el interior no podrían tener a la vista su barco —comentó. Es más, si fuera ella buscaría alguna gruta lo bastante amplia como para tener el barco a cubierto. Teniendo eso en cuenta, Abi confiaba en que su mejor opción era buscar en los acantilados o grutas naturales que dieran al mar.
La espesa niebla era un problema, pero de momento podía orientarse bien basándose en los sonidos de las olas rompiendo contra la costa, todavía no se habían alejado demasiado de los bordes de la isla.
—No llegué a participar como tal, ni siquiera pude atrapar a Jefferson como se nos encargó —respondió —Gané algunas cosas importantes pero considero que fracasé —acabó, dejando ver la parte de su personalidad de mártir. Para ella era simple, se le encargó la captura de Jefferson, a mitad de camino deseaba capturar a Bernard y, al final, no pudo hacer ninguna de las dos cosas. Sí, pudo atrapar a Hugo, estar en paz consigo misma y llevar su voluntad al siguiente nivel, pero su alivio personal no era un triunfo para ella.
—Encantada, Toshiro, me llamo Abigail Mjöllnir —se presentó, agachando ligeramente la cabeza a modo de reverencia de cortesía.
—Venía a por esos dos, sí —respondió. Había revisado sus crímenes y eran piratas que debía cazar, pero ya que tenía a un compañero de gremio ahí... le echaría una mano. Ahora mismo tenía dinero suficiente para mantener a su gente durante bastante tiempo, no necesitaba cazar a nadie en ese momento de forma inmediata.
—Puedes quedarte con la recompensa de los dos —dijo, renunciando a las recompensas de esos dos—. Me interesa más cómo pueden estar viviendo en esta isla. Solo quiero quedarme con la base en la que se hayan establecido, y quizá con la recompensa de alguno de sus miembros para acondicionarla, si no recuerdo mal uno de sus tripulantes vale cuarenta millones... es el único que entregaré. Los demás te los cedo —aceptó ayudar con esa extraña condición que seguramente no vería en casi ningún otro cazarrecompensas. Una de las cosas buenas de trabajar con Abigail era que nunca habrían peleas por el dinero, no era su objetivo principal.
Por el contrario, tener una base de operaciones en una isla deshabitada en la que a casi nadie se le ocurriría buscar... consideraba que era una opción mucho mejor que cobrar dinero en efectivo.
Con todo aclarado, el dúo continuó avanzando entre la eterna lluvia y niebla. Por suerte ella misma como navegante podía orientarse bastante bien, de forma que podrían moverse por la isla sin perder demasiado tiempo.
—Si yo fuera ellos intentaría asentarme cerca del mar, dentro de alguna gruta para resguardarme de la lluvia, si se ocultaran en el interior no podrían tener a la vista su barco —comentó. Es más, si fuera ella buscaría alguna gruta lo bastante amplia como para tener el barco a cubierto. Teniendo eso en cuenta, Abi confiaba en que su mejor opción era buscar en los acantilados o grutas naturales que dieran al mar.
La espesa niebla era un problema, pero de momento podía orientarse bien basándose en los sonidos de las olas rompiendo contra la costa, todavía no se habían alejado demasiado de los bordes de la isla.
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